mujer y ave

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martes, 26 de diciembre de 2017

Polos opuestos


Polos opuestos

Sin duda que en la vida hay muchas cosas por las que vale la pena luchar y no dar el brazo a torcer. Todas unas más válidas que las otras, pero únicas para cada quién. Sin embargo, lo que te para ti puedes ser lo más trascendental y sublime quizás para otra persona sea lo más insignificante o simplemente no tiene validez alguna.


Desde hace mil lunas y otros tantos eclipses por decir la x distancia que existe entre una cosa y la otra es que nuestros tataratas antepasados o antecesores que vienen diciendo que en la vida hay tres cosas muy importantes en la vida de un ser humano: La primera de ella es la Vida y lo que tú haces con ese regalo. La segunda es sin duda la familia y la razón principal por la que luchar. Y por último, está la tercera y que dicen debería  ser la esencia misma por la que vives…El amor.

Juzgue cada cuál si estás razones esgrimidas de tiempos de antaño son valiosas o no para usted.  Aun así, diremos que no todo lo que brilla es oro y esto principalmente por lo que muchos discrepan casi a muerte porque hay cosas de mayor relevancia para sus objetivos. Ejemplo…el poder, el dinero, el físico, el éxito, etc., etc…Cada cuál le da el valor que merecen sus objetivos  y está muy claro que lo que para ti lo es todo para otros es basura y pérdida de tiempo.

Y no se diga que no puede pasarte a ti o a una persona muy cercana a tu mundo. Porque la vida tiene una diversidad de caminos y velos por los cuales te puede hacer transitar. Si eres recto y amas todo aquello de seguro que tendrás tu contra parte que odiara todo esto y hará lo opuesto a lo que tú eres y haces.

Dicen que existe muchos caminos y muchas personas, y  que existe un Némesis esperando a la vuelta de la esquina y no precisamente pueda ser maligno si no que lo opuesto a ti en todo sentido y si te topaste con esa persona…Ni modo y que mala suerte por ti, pero tienes la solución sigues y luchas o das la vuelta y dejas pasar a ese individuo.
En el escenario de la vida y del amor hay tantas posibilidades y opciones que te sorprenderías saber que son tan bastas como las mismas estrellas en el firmamento. El único problema es que idealizamos tanto este sentimiento que a veces damos de narices con seres que nos dan un dolor de cabeza porque jamás fueron para nosotros y seguimos en la ruleta de las probalidades de hallar ese amor principesco.

Otros tantos nos provocan un dolor tan grande que nos dejan hechos pedazos el corazón y tan seco y árido que el desierto tiene más vida que nosotros mismos.
De otros pasamos de una a una y más, más desilusiones que a manos juntas nos decimos ateos sin ser confesados por autoridad alguna.

Y hay otros simplemente queremos hacer borrón y cuenta nueva, ni decir que existieron porque la vergüenza y la culpa es tan grande que no faltan días para reprocharnos u odiarnos por haber sido tan estúpidos de haber puestos los ojos en quién no debíamos.
Aunque parezca una lápida segura al romanticismo del que solemos hablar mucho en otros escritos. No es menos cierto de que existen amores; que si así se pueden llamar; son un verdadero dolor de trasero porque no estaban en tus planes, en tu horizonte, en tu norte…en nada que pudiera siquiera imaginarse.

¿Ironías o burla de la vida? ¡Tal vez! Pero en la vida todo es posible y nada puede darse por sentado por que los vientos son cambiantes y de un momento a otro, se convierten en tormenta y desolación. Nada es seguro ni supuesto porque no está en tus manos controlar, pensar, reflexionar o sentir en los zapatos de esa persona en quién pusiste en bandeja de plata tu corazón. Simplemente los caminos conducen a Roma. ¡Decide! Vives o mueres. Crees o húndete en el abismo de tu oscuridad. Depende de ti.
Lo que si podemos por así decirlo, es relatar una de esas historias que pueden ser simplemente tildadas de ¡Exijo una explicación!

No hay fronteras, idiomas, creencias, cultura, edad y mucho menos clase social que sea un impedimento para ser obstáculo en lo que es el juego más antiguo y a la vez, perverso. Manipulador como el solo y tremendamente poderoso.

Y esto comienza más o menos así…

─ Tania ─ llamaron desde la planta baja de la casa. ─ Se hace tarde y llegarás con mucho retraso a la U.
─ ¡Ya voy mamá! ─ gritó la joven desde el corredor.
─ Date prisa que ya me voy al trabajo. ─ señaló su madre. ─ De lo contrario tendrás que llamar un taxi para que llegues a tiempo.
En cosa de segundos, una joven trigueña de cabellos largos, complexión delgada al igual que su madre, un rostro muy delicado y unos ojos tan negros y vivos que parecían a los de un niño en su viveza. Su rostro de por si demostraba optimismo y de una gran calidez y simpatía.
─ ¡Aquí estoy! ─ dijo Tania viendo con ojos vivaces a su madre. ─ Sé que eres exigente con la puntualidad pero te recuerdo que es mi último día de clases y más que nada es  por saber  las pautas de graduación que tendremos que seguir.
─ No puedo creer que estés egresando dela educación superior. ─ acotó admirada su madre, abrazando a su hija. ─ Estoy muy orgullosa de ti y ya con 22 años estás saliendo de una de las mejores etapas que pueden tener los hijos. Forjar tu propio futuro con herramientas para ser la mejor.
─ ¡Mamá! No exageres que recién egreso y todavía me falta hacer la práctica ─ indicó Tania. ─ Deberé utilizar todo el verano para hacerla y poder preparar mi tesis en invierno con tranquilidad.
─ Lo sé hija por eso terminas tus clases y te vienes derecho al trabajo que yo hablé con uno de los dueños y está dispuesto a darte esa oportunidad ─ expuso la madre.
─ Estaré ahí tan pronto acabe todo ─ aceptó la joven. ─ Lo bueno es que ya tengo dos pre practicas ya que me ayudaran a reducir esas horas que exige la U.
─ Fue muy bueno hablar con Orlando para que te diese esa oportunidad ─ concordó su madre. ─ Es lo bueno de ser la administradora y tener esas influencias. Podrías hacer carrera si te lo propones. Hago un puesto para ti.
─ No sé mamá ─ refuto un poco dudosa Tania. ─ Tú sabes que ya tengo etiqueta de ser apitutada (ser puesta a la fuerza en un puesto de trabajo)  y ya varios me tienen recelo por ser tu hija.
─ Que te importe un rábano lo que estos pobres diablos digan ─ aclaró la madre. ─ Estarás bajos mis órdenes y ellos, no tienen pito que tocar.
─ Será como tú digas mamá ─ aceptó Tania. ─ No voy a llevarte la contra porque lo único que deseo es poder recibirme y tener mi título bajo el brazo. Lo demás maní (Sin importancia)
─ Entonces vamos yendo a nuestros puestos ─ demandó la madre.
Juntas salieron de casa y subieron al jeep. Un todo terreno de color verde musgo. Que eran uno de los bienes que poseía la familia. Tras el divorcio que tuvo lugar hace un par de años atrás. Dejando a la mujer con sus dos hijas y que salió adelante desde abajo a base de tesón y de vender cuanto tuvo en sus manos y así construyo una red de clientes que la llevaron a entrar a una empresa bien conocida en el rubro del comercio.
Mientras que ellas comenzaban su jornada…En otro lugar.
Sonaba una y otra vez el despertador hasta joder hasta el fastidio a la persona que yacía en el lecho. Tapando sus oídos con ambos almohadones sin querer darse la labor de parar tan odioso ruido.

─ ¡Ya basta maldito engendro! ─ vociferó una mujer que salió despeinada entre los cojines y con una cara de malas pulgas. Estiró su mano y le dio un manotazo y ¡Suacate! todo quedo en silencio.

Estiró su cabeza para atrás y resopló como un toro furioso. Rascó su cabeza y quedo peor con sus cabellos. Parecía la verdadero león de la metro Golden Meyer. De malas ganas tiró las tapas de cama atrás y con renuencia se bajó de ésta.

Estiró su cuerpo cual gato se despereza y rascó su espalda a la altura de la cintura mientras caminaba hacia la sala de baño. Al entrar y verse al espejo, alzó una ceja y su semblante lo dijo todo.

─ ¿Por qué tienen que existir estos malditos espejos? ─ refunfuñó la mujer., paso su mano por su rostro a modo de fastidio. ─ ¡Oh Cielos! Cualquiera diría que me estoy volviendo una vieja gruñona. Tendré que trabajar en eso. Pero siendo bien honesta, ahora entiendo porque la reina odiaba el espejo y enveneno a su hijastra. Seguramente blanca nieve era una joven muy cándida.

Sacó su cepillo de dientes le puso el dentífrico y procedió a limpiarlos. Guardó los implementos en su lugar. Se despojó de su pijama que consistía en un short y camiseta. Y entró en la regadora para asearse y darse una ducha fría para templar su humor que por cierto, hoy no era de los mejores.

Le tomó unos minutos salir y secarse y tal como Dios la echó al mundo se fue a su dormitorio. Buscó en su closet. Sacó una blusa rosada a rayas muy delgada, pantalones negros de vestir y el bestón o bléiser de la misma tonalidad. Zapatos negros en punta muy fina. Ropa interior de encaje negro. Una cadena con un dije de cuarzo. Zarcillos de topacio. Un reloj grueso pero con correa de cuero. En gusto no hay nada escrito. Roció unas cuantas gotas de loción floral porque era alérgica a los perfumes.

Tomó el cepilló y alisó su corto cabello color chocolate. Gustaba de darle tonalidades según le diera la gana. No puso ni una pizca de maquillaje porque era atípica a embetunarse con kilos y kilos de estuco y para ella, una era como era. Que la belleza y elegancia venía de adentro y lo pulcro de vestir remediaba la naturalidad que solía estar por falta de maquillaje.
Si bien se cuidaba, no era para nada una mujer ni delgada ni gorda. Era de contextura media más que nada gruesa de espalda, tenía cintura bien definida, unos brazos bien musculados porque era amante de practicar remos y natación. Piernas nada largas ni tampoco deformes sino fuertes. Tenía buen busto que hacían envidiar a esas que se colocan silicona y un rostro muy demarcado con rasgos de esos que suelen ser esculpidos a mano. De frente o de perfil, daba envidia verlo y sin embargo, no era una belleza exótica y despampanantes sino común. Su encanto lo deban según sus amistades, sus labios muy finos y perfectos, su nariz exquisita y esos ojos miel que dejaban atontados a unos cuantos. Se podía decir, que no era una mujer bella pero llamaba la atención por ese aire de frialdad que la rodeaba que la hacía lucir muy enigmática.

Cuando decimos mujer es porque no era una chiquilla ni adolecente sino que contaba con sus bien puestos 38 años recién cumplidos. Era en extremo arisca con personas empalagosas, algunas veces era  cínica o mordaz cuando le salían con cursilerías baratas. Y para colmo de males incrédula hasta la médula ósea.

Se gastaba un carácter de los mil demonios cuando la hacían enojar, sus más cercanos y círculo íntimo conocía un cierto lado de bondad. Bromista y buena para las tertulias. Para el resto de los seres vivos, ni una pulga le hacía cosquilla al contrario, caía abatida a la primera. Tenía fama de frígida porque no conseguían hacer la reaccionar o emocionar físicamente. En pocas palabras no le atraían ni hombres ni mujeres. ¿Andrógeno? ¡Vaya a saber!

Tenía familia, pero hace rato que estaba independizada solía ver a sus padres de vez en cuando los fines de semana se prestaban para ello y a sus hermanos y cuñadas de muy ven en cuando. Le daban una lata insoportable hablar de las mismas ridiculeces de siempre.

Los niños le crispaban los nervios y la hacían salir huyendo apenas llegaba a casa de sus padres. Daba mil excusas pero jamás asomaba cuando estaban los bebes rondando. Era muy alérgica a la familia y las guaguas. Casi le producía urticaria de solo mencionarlo. El olor a pañales le daban jaquecas y nauseas al por mayor.

Era todo un caso para el estudio concienzudo de un buen historiador porque no tendría cómo definirla porque también tenía su lado B y ese solía salir muy pero muy de vez en cuando y solo había una ocasión en que solía suceder tan gran evento.

Y tenía muchas cosas atípicas y una de ellas era que a la inversa de muchas mujeres pulcras. A ésta le gustaba andar en motocicleta tenía una Kawasaki y una Harley. E iba precisamente a su trabajo en la primera y le daba por las narices lo que dijesen de ella por usar traje y no llevar el medio de transporte apropiado a su estilo. Simplemente era dueña y señora de su ser y lo demás, pascual.

Tomó sus llaves del perchero y cerró con doble seguro. Palmoteó un poco a su perro (Alaskan Malamute) era precioso de un pelaje negro y bicolor sus ojos. Amaba a ese perro como a ella misma. Luego, del saludo matutino. Abrió su garaje pequeño y sacó su moto deportiva. Abrió su portón y según  su rutina, doble seguro a la chapa y activo su alarma.
Subió a su moto, colocó su casco y salió a buena velocidad sin preocuparse de los improperios que le daban algunos vecinos por no ser más prudente al salir por los niños decían ellos, Pero todos eran adolescentes a decir verdad. Y algunos de ellos, fanáticos de la mujer, la encontraban lo máximo.

He aquí que la vida se pone insidiosa y perversa al poner en un mismo carril a dos personas totalmente diferentes ¿qué saldría de esto? Sepa Dios. Lo que sí todos los caminos conducen a Roma y esta sería la ocasión nefasta para cruzar a dos mujeres y tener que soportarse por así decirlo.

El reloj marcaba justo 8:30 de la mañana en la sala del gran lobbies y hacia su entrada una mujer de baja estatura pasando su mano sobre sus cabellos a modo de fastidio.

─ ¡Buenos días señora Lucia! ─ saludo el conserje.
─ ¡Buenos días Carlos! ─ saludó cínicamente con una sonrisa fingida Lucia.
─ Es una mañana algo fría hoy ─ mencionó éste, que era dado en ser zalamero.
─ Así parece ─ dijo Lucia seca y de pronto recordó. ─ ¿Llegó ya Alexandra?
─ Aún no ─ respondió el conserje.
─ Cuando se digne en llegar dile que vaya a mi despacho ─ ordenó Lucia.
─ Será como usted ordene Señora Lucia. ─ respondió Carlos.
─ Ya  ─ fue la escueta palabra para dar por terminada la plática de parte de Lucia.

Se fue taconeando en exceso y bien sabido era que no sabía caminar bien en tacos por muy pituca (Siútica) que deseara lucir y al instante salieron asomar algunos chicos.

─ ¿Ya llegó la bruja? ─ preguntó Manuel jefe de guardia de seguridad.
─ Sí ha llegado nuestra jefa de operaciones ─ respondió sacando pecho Carlos.
─ ¡Saco pelotas! ─ Se burlaron sus colegas. ─ soy más espinita que la misma mierda.
─ Orgulloso de ser su empleado ─ contradijo Carlos.
─ Vos no tenis arreglo ─ reprendió Gonzalo jefe de recepción.
─ Problema mío no más ─ desafió Carlos.
─ ¡Allá tú! ─ dijo el recepcionista y todos se alejaron.

Estando en ese menester. Entró por el estacionamiento una Kawasaki deportiva y se aparcaba muy cerca de la entrada.  Su piloto se quitó el casco  y se dejaron ver sus cabellos  caoba. Arregló su pantalón y tomó su bolso e ingreso al edificio.

─ Señorita Alexandra ─ llamó Carlos a la recién llegada. ─ La necesita la jefe de operaciones en su despacho.
─ Primeramente se dice ¡Buenos días! ─ reprendió Alexandra viéndolo con cara de pocos amigos.
─ ¡Buenos días señorita Alexandra! ─ saludó avergonzado Carlos y prosiguió. ─ La está buscando nuestra jefa.
─ ¿A mí? ─ más que nada se preguntó así misma Alexandra. ─ ¿para qué me quiere?
─ No lo dijo ─ repuso Carlos. ─ Solo exigió que fuese a su despacho.
─ Para nada bueno debe ser para que Mahoma me necesité precisamente a mí ─ masculló Alexandra.
─ Usted sabe que ella manda el buque ─ dijo sarcásticamente Carlos para poner en su sitio a su compañera de labores.
─ Error amigo mío ─ corrigió con saña Alexandra. ─ Ella no mande el buque lo dirige nada más, porque los dueños son otros. Nunca un mono es amo del circo.
─ Pero ella fue puesta en ese puesto por don Orlando por méritos de sobra. ─ refutó enojado el empleado.
─ Si se lo tú lo dices ─ se burló Alexandra. ─ Los méritos son como la suela de un zapato entonces.
─ No entiendo que está queriendo decir ─ dijo Carlos.
─ No te hagas el idiota que no te sienta ─ criticó mordazmente Alexandra. ─ Porque eres cortadito por la misma tijera que ella.
─ No le permito que se refiera a ella de ese modo ─ vociferó Carlos que perdió los estribos llamando la atención del resto de los presentes.
─ Ve bajando el tonito ─ alzó la voz Alexandra. ─ O debo recordarte quién soy.
Un golpe seco y bien dado. Surtiendo efecto de inmediato.
─ ¡Perdóneme usted! ─ Se disculpó Carlos mordiendo la rabia.
─ Bueno iré a ver a tu jefecita ─ se burló Alexandra, dándole unos golpecitos en el hombro al empleado. ─ Le diré que eres leal hasta la muerte.

El hombre no dijo nada pero por dentro estaba que reventaba del coraje que le dio tener que a bancarse la reprimenda de aquella mujer.

─ Desgraciada ─ masculló con dientes apretados el hombre.

Por su parte, la susodicha llegó  a la segunda planta e ingresó al despacho de la jefa de operaciones sin dejar que la secretaria pidiese permiso.

─ Aquí me tienes Lucía ─ señaló Alexandra. ─ ¿para que soy útil en tus objetivos?
─ ¡Siéntate!  ─ ordenó la mujer. ─ veo que dejaste de lado la educación que te caracteriza.
─ Digamos que entre gitanos no nos vemos la suerte Lucía ─ aclaró Alexandra. ─ Yo no me inmiscuyo en tu trabajo como tú en el mío. Por lo tanto es bien sorpresivo que me hubieses mandado a llamar.
─ Tan densa como siempre ─ recalcó Lucía. ─ Pero estoy de buen humor y lo dejaré pasar por hoy.
─ ¿Qué bicho te picó? ─ preguntó con suspicacia Alexandra. ─ O mejor dicho ¿Qué quieres?
─ Siempre pensando mal de mí ─ expuso Lucía. ─ tengo mis cosas buenas y acciones también.
─ No es que sea mal pensada sino que soy realista ─ replicó Alexandra. ─ Tú no das puntada sin hilo y eso de tener acciones buenas desde que te conozco no opino lo mismo. Pero eso es otro cuento. Así que dime ¿Qué necesitas esta vez?
─ Me sorprende tu antipatía por mi persona─ criticó Lucia reclinándose más en el sofá.
─ Te lo diré de este modo para que te quede claro ─ dijo cínicamente Alexandra. ─ No me agradas ni me desagradas. Simplemente no comulgo contigo y por razones obvias.
─ Bueno…Bueno…Dejemos los fastidios de lado porque de mi parte no tengo drama alguno contigo─ aclaró Lucía aspirando profusamente. ─ Es otra la razón porque te hice venir.
─ ¿Y cuál sería? ─ preguntó escéptica Alexandra. ─ Digo tiene que ser muy poderosa para que nos veamos la cara tan temprano.
─ Necesito que recibas a una practicante en tu departamento ─ explicó Lucía. ─ Ella vendrá dentro de la jornada y quiero que lo haga contigo.
─ ¿Qué? ─ exclamó atónita Alexandra. ─ Por que no buscas en otra área.
─ No puede ser porque necesito que aprenda bien y tú eres la más capacitada en esta empresa ─ respondió Lucía viéndola sin apartar la mirada de esos ojos miel.
─ Tú si sabes cómo joderme el día ─ rabió Alexandra. ─ ¿y de quién se trata para que le des tan buen trato?
─ De mi hija ─ respondió Lucía. ─ Tania. Necesita hacer su práctica este verano y recibir su título pronto.
─ ¡¿Qué mierda has dicho?! ─ casi vociferó Alexandra. ─ ¿Te has vuelto loca de remate? ¡Cómo se te ocurre que voy a trabajar con tu hija. Apenas te soporto a ti y más encima tengo que lidiar con tu cría solo porque se te dio la gana. Simplemente te puedes ir a la misma mierda porque no lo haré.
─ ¡Deja de lado los insultos! ─ demandó seca Lucia que se levantó y camino hasta la puerta y le puso seguro. ─ De aquí no te moverás hasta que te bajes de tu nube y acepté lo que te estoy pidiendo te guste o no.
─ ¡Tú realmente eres bien estúpida! ─ siseó Alexandra. ─ Se te olvida que acordamos hace 6 años no cruzar nuestros caminos laboralmente hablando y te estás metiendo ese acuerdo por el culo solo porque es tu hija. ¡Vete al diablo!
─ No me iré a ninguna parte porque voy a doblar tu alter ego hasta que cedas ─ aclaró Lucía. ─ Y vas hacerlo por las buenas porque mi hija no es como yo.
─ ¿Y eso qué? ─ rugió Alexandra.
─ Eres la única persona en quién puedo confiar ─ confesó Lucia más dócil que nunca y vulnerable.
─ Tú… ¿Confías en mí? ─ preguntó perpleja Alexandra.
─ Sí aunque no lo creas ─ respondió Lucia. ─ Ya te dije que mi hija no es igual a mí. No puedo exponerla a otras personas.
─ ¿Y qué la hace especial? ─ inquirió Alexandra algo confundida. ─ para que desees protegerla no sé de qué realmente. Si es una chica lista debe aprender a convivir con todo tipo de cosas.
─ Lo sé muy bien, pero Tania tiene una falencia de la cual pueden usar para lastimarla ─ repuso Lucia.
─ Pero ¿De qué hablas? ─ indagó ya exasperada Alexandra. ─ Porque no vas al grano y me dices de qué tienes que proteger tanto a tu hija.
─ ¡Mierda! ─ exclamó ya fuera de si Lucia. ─ Por que Tania es lesbiana y aquí hay varias que podrían lastimarla.
La confesión pilló desprevenida a Alexandra, que solo parpadeó varias veces para asimilar el notición. Y después de un rato indagó…
─ ¿Cuántos años tiene tu hija? ─ preguntó algo más calma Alexandra. Rascando su barbilla.
─ 22 ─ respondió Lucía.
─ Ya no es una niña ─ expuso Alexandra sopesando las cosas. ─ puede lidiar con las personas.
─ Sí, pero acá hay varias que podrían engatusarla y lastimarla ─ explicó la jefa de operaciones.
─ ¿Y por qué Yo? ─ inquirió Alexandra. ─ ¿Cuál sería la diferencia? Sabes muy bien que tengo mis gustos y los conoces perfectamente.
─ Eso lo sé bien ─ respondió Lucia. ─ Pero no eres ninguna depredadora que andas a la siga de las mujeres como muchas aquí que son bisexuales.
─ Eso no te garantiza nada ─ contradijo Alexandra. ─ no tienes seguridad alguna y menos tendrás un papel firmado que me comprometa a ser su guarda espalda.
─ Puedes ser una desalmada cuando lo quieres ser ─ adujo Lucia. ─ Sin embargo, Tania estará en buenas manos.
─ Tú en verdad tientas al diablo en benevolencia ─ se ufanó Alexandra. ─ Estás buscando la quinta pata al gato y yo no estoy para jueguitos de andar cuidando niñatas. Te lo voy aclarando.
─ No te creas que mi hija es idiota porque es bien inteligente ─ contravino Lucia. ─ Tampoco la subestimes. Es una chica muy especial y distinta a mí.
─ Ya sé es lesbiana como dices tú ─ se mofó Alexandra.
─ No lo digo por eso ─ refutó de inmediato Lucía. ─ Ella es lo opuesto a mí e incluso a ti.
─ ¡Cáspita! ─ exclamó cínicamente Alexandra. ─ ¿debería tener miedo por la chiquilla esta? Ha de ser una santurrona entonces.
─ Tania es un sol e irradia su luz ─ aclaró Lucía. ─ Lo vas a comprobar tu misma.
─ ¡Qué fanatismo de madre! ─ se burló Alexandra. ─ Cualquiera diría que la idolatrizas demasiado.
─ Me da igual lo que pienses ─ refutó Lucia. ─ Sé lo que es y vale mi hija. Lo único que deseo saber si puede contar contigo.
─ No me dejas opciones para elegir porque vas a fastidiarme hasta enloquecer y no voy a parar a un Psiquiátrico por tu culpa ─ mencionó socarronamente Alexandra. ─ Dile que venga y hable con mi secretaria. ¿Cuándo quieres que comience su práctica?
─ Hoy mismo, termina sus clases y vendrá a entrevistarse contigo ─ respondió Lucia.
─ Nada de eso, lo hará con mi secretaria ─ aclaró de una Alexandra. ─ Y con ella se entenderá en toda su práctica. Yo tendré cero contactos con ella. Ya te dije que no seré niñera de nadie.
─ Pues no será así ─ replicó Lucia. ─ La quiero contigo y nadie más. Y no acepto más quejas de tu parte. Tania estará contigo te guste o no.
─ ¿Eres demente o qué? ─ preguntó molesta Alexandra. ─ ¿Con que derecho vienes a imponerme a tu hija?
─ Con el derecho de ser su madre y saber que es lo mejor para ella ─ defendió su postura Lucia.
─ Tú serás su madre, pero yo no ─ protestó cabreada Alexandra que se paró de su asiento e iba a marcharse. ─ No seguiré con esta locura.
─ Te sientas ahí que no he terminado ─ ordenó tajantemente Lucia.
La orden sonó tan potente que descolocó por completo a Alexandra que volvió a su lugar sin chistar, más que nada perpleja por la insistencia de su colega.
─ Vas a enseñarle con rigor todo cuanto sabes del rubro y podrás exigir más de lo que pueda dar. ─ prosiguió Lucia. ─ Quiero que la exijas al máximo y saques lo mejor de ella profesionalmente hablando.
─ ¿Y en lo otro? ─ desafió Alexandra solo para tantear terreno pero por puro placer perverso nada más.
─ La vas a cuidar como lo más valioso que poseas y será como una joya para ti. ─ repuso ni corta ni perezosa Lucia. ─ Si es posible la protegerás con tu vida.
─ ¡Bravo! ─ se mofó Alexandra. ─ Tú eres la demencia personificada. ¿Sabías que pones la carne a la parrilla? Que tú hija puede correr peligro tal vez.
─ Lo dudo ─ fue la escasa respuesta y sin lógica de parte de Lucía.
─ Siendo así. Ya no hay nada que evite que crucemos caminos ─ adujo con fastidio Alexandra. ─ Avísame cuando llegue tu grandioso tesoro.
─ Lo hare no lo dudes ─ repuso Lucia. ─ Ahora ya puedes ir a tu campo santo.
─ ¡Aha! ─ exclamó Alexandra y siseó. ─ Y tú envías al infierno a tu hija.
Esta vez sí que no hubo respuesta de parte de la jefa de operaciones y dejo que su gruñona colega saliera de su despacho enviándole una mirada asesina e intimidante.
Cuando ésta ya se hubo desaparecido de la oficina. Una línea se comenzó a formar en los labios de la mujer…
─ Serás tú la que vas a tener miedo muy pronto ─ murmuró Lucia. ─ querida Alexandra. ¡No conoces a mi hija!

Más tarde justo el reloj indicaba el terminó del tiempo y una joven salía rauda del aula de clases y se iba en compañía de su mejor amiga y compañera. Que además, era hija de una funcionaria de recursos humanos en la que trabajaba su madre y juntas había hecho pequeñas prácticas de dos semanas cada semestre que estudiaron en la universidad.
Una hora más tarde ambas jóvenes llegaron a la empresa. Cambiaron sus ropas y fueron a presentarse con la jefa de operaciones. A la otra muchacha la envió a un área distinta a cargo de uno de sus hombres de confianza. Mientras que con su hija la condujo a otro recinto que quedaba casi en el límite de la propiedad y subieron por las escaleras hasta el tercer piso y entraron al despacho de la encargada de finanzas.

Ambas fueron recibidas con sorpresa por la mujer de cabellos cortos y con la mirada más gélida que se pudiese haber se visto.

─ Alexandra, te quiero presentar a mi hija, Tania ─ señaló Lucia.
─ ¡Buenas tardes! Y mucho gusto señora (Dudosa) Alexandra ─ saludó Tania y estiró cordialmente su mano en dirección de la persona enfrente suyo.

Lejos de devolver el saludo. Los ojos miel de Alexandra, escudriñaron de pies a cabeza a la trigueña y la barrió con la mirada varias veces al punto que llegó a fruncir de inmediato su ceño. Y con una mirada glacial que le enviase a la madre de la chica, dijo…

─ Primeramente te informó niña que no es gusto en conocerte sino que disgusto es la palabra real ─ habló con total despotismo y cortantemente Alexandra. ─ Ahorra tu cordialidad y retira tu mano porque no pienso estrecharla porque no somos amigas y no formas parte de lo que realmente aprecio. Te aclaro para que no vayas a olvidarlo. No soy casada ni interés tengo de hacerlo por lo que deja de lado el saludito estúpido.

Segundo, estás aquí porque tu madre me lo impuso, no gozas de mi confianza en lo absoluto ni por mérito ni recomendación. Tendrás que ganarte ese derecho.

Tercero,  si te acobardas y necesitas resguardarte en las faldas de mami puedes irte por la misma puerta por la que entraste. No soporto las lloricas. Me fastidian.

Y no busques ser zalamera conmigo porque no te va a funcionar. No soporto  a los lame botas y muy poco soporto a tu madre. Así que hazte a la idea y no esperes nada bueno de mí ¿queda claro niñita? ─ finalizó la brutal entrevista Alexandra.

El aire podría cortarse con una Gillette por parte de Lucia y Alexandra porque las miradas eran más que asesinas y proclamaban venganza de parte de la primera por la forma de tratar a su hija. No obstante, se rompió cuando…

─ ¿Esos son todos los requisitos de su parte? ─ preguntó livianamente Tania, cuyos ojos estaban fijos en los de color miel y una sonrisa cálida adornaba su rostro.

Tanto su mirada como su sonrisa hicieron que una sensación desagradable surgiera en lo profundo del interior de la jefa de finanzas. Y la llevó a responder de inmediato.

─ Digamos que sí ─ replicó con verdadero fastidio Alexandra. ─ tengo muchas ganas de verte por vencida y voy hacer hasta lo imposible por que te largues pronto.
─ En cambio yo tengo el gusto de iniciar una relación laboral contigo ─ fue la optimista respuesta de Tania que no le quitaba la vista de encima. ─ ¿comenzamos ya mismo?
─ No ─ fue la tajante respuesta de Alexandra que le crispó los nervios esa mirada. ─ toma esto como un relajo antes que comience tu infierno; digo, tu práctica.
─ De acuerdo…Alex ─ aceptó Tania. ─ Con tu permiso me retiro.
La joven trigueña salió dejando a las otras dos mujeres solas y perplejas…
─ No olvidaré esto, Mirelles ─ advirtió una malhumorada Lucia. ─ Solo mi hija pondrá frenos a tu tiranía ¡Ya lo verás!

Salió dando un tremendo portazo y para variar sus tacos se escuchaban como terraplenes suecos que trajinaban bruscamente por la loza del lugar.

─ ¡Mierda! ─ exclamó Alexandra tomando su cabeza entre sus manos. ─ ¿qué voy hacer ahora?
Ya muy retirado del edificio y casi llegando a los casilleros del personal la joven Briceño se encontraba con su amiga que tampoco fue permitida de iniciar jornada en ese día.
─ ¿Tampoco te dejaron empezar hoy Laura? ─ preguntó Tania. Abriendo su casillero.
─ No, mi madre dijo que no ─ fue la respuesta de la también trigueña amiga. ─ ¿Y a ti cómo te fue? ¿Con quién trabajaras?
─ Me fue bien dentro de todo ─ respondió Tania sonriendo al pensar en la persona que sería su futura jefa.─ Digamos que lo hare con la mejor de todas…Alexandra Mirelles.
─ ¡¿Qué?! ─ exclamó consternada Laura. ─ Esa mujer es el ogro más grande de todos. Mamá dice que tiene un carácter de los mil demonios y es tan parca de caracho.
─ No lo sabía ─ respondió Tania. ─ Cuando hice las prácticas anteriores no la vi jamás.
─ Te salvaste ¡Créeme! ─ dijo Laura. ─ Pero ahora, tu mamá perdió la cabeza y además, te envió derechito al peligro.
─ ¿Por qué lo dices? ─ preguntó con viva curiosidad Tania.
─ Si la tía Lucia quiere protegerte de las viejas verdes de aquí cometió el peor de las equivocaciones ─ respondió Laura.
─ ¡Explícate! ─ solicitó Tania.
─ Oye aquí es bien sabido que hay muchas lesbianas bien camufladas y otras tantas disque bisexuales que aunque están casadas les gusta el tandeo firme con las mujeres. ─ explicó Laura que sabía mucho por su madre y por viveza propia. ─ Y precisamente  esa tal Alexandra es de esas tapiñadas.
─ ¿Y eso qué? ─ inquirió Tania. ─ ¡Acaso yo no lo soy también!
─ Sí. Bueno. Pero es diferente ─ aclaró Laura. ─ hay mucha diferencia, tú eres joven y bella. No eres como esas viejas de rabo verde que saltan de cama en cama y son más promiscuas que las propias rameras. Por eso no entiendo porque la tía Lucia te envió con ella.
─ Dime una cosa ─ dijo Tania.
─ ¿Qué? ─ indagó Laura.
─ ¿Le han visto pareja? ─ preguntó Tania. ─ O ¿acaramelada con otra mujer a vista paciencia de todos?
─ No que yo sepa o haya visto ─ respondió Laura. ─ Mamá me lo hubiera contado. Lo único que puedo decir a su favor es que se nota una mujer seria, pero cínica eso sí. Cada vez que la veía por los pasillos esa impresión me dio.
─ ¡Lo ves! ─ indicó Tania. ─ No hay nada que tengas que temer por mí.
─ Pero…Pero es una lesbiana ─ protestó Laura.
─ También lo soy ─ defendió Tania. ─ Eso no la hace una mala persona o un fenómeno como suelen decir.
─ Pero es mayor y mucho mayor ─ insistió Laura.
─ ¿Y eso qué? ─ Contra preguntó Tania. ─ ¿Es un delito también?
─ Bueno…No ─ se excusó Laura.
─ Creo que es interesante ─ murmuró Tania sopesando las cosas.
─ ¿Hablas en serio? ─ inquirió pasmada Laura.
─ Lo hago ─ respondió la joven Briceño y sonriéndole a su amiga, añadió. ─ Ellas es muy interesante y estoy segura que ya rompí sus esquemas.
─ ¿Por qué lo dices? ─ indagó una curiosa Laura que estaba atando cabos.
─ Por la forma de mirarme ─ contestó Tania. ─ estaba tratando de protegerse de mí y casi al punto de salir huyendo.
─ ¿Por dónde vas tú Tania Briceño? ─ fue directo al grano Laura.
─ ¡La verdad! ─ dijo Tania.
─ Nada más que la verdad chiquita mía ─ instó Laura clavando su mirada en la trigueña.
─ Me gustó a penas la vi ─ confesó abiertamente Tania. ─ Y lo afirmo. Ella me gusta y mucho. Creo que mamá no pudo haber escogido mejor.
─ ¿Tú crees? ─ más que una pregunta fue una afirmación para convencerse así misma de parte de Laura.
─ Sí ─ respondió firmemente Tania. ─ Y voy a gastar cada segundo de mi tiempo en conquistar a esa mujer.
─ ¡Ay no sé porque te creo! ─ Se lamentó Laura ya resignada. ─ Algo me dice que vas muy en serio.
─ Más que eso amiga mía ─ afirmó Tania. ─ Creo en el destino y Alexandra Mirelles nació para mí. Y no descansaré hasta ser su mujer.
─ ¡Buena suerte con eso! ─ refutó Laura. ─ La tienes bien difícil…Es la mujer más fría que he visto en mi vida y no creo que le gusten más jóvenes que ella.
─ ¡Ya veremos si puede conmigo! ─ desafió Tania. ─ Ella no podrá conmigo.
─ ¡Sálvanos mi señor! ─ suplicó Laura. ─ esto no pinta bien.

Aquí la historia no dista en nada a lo que muchos presumen que puede ser el típico idilio. Las cosas pueden ser totalmente opuestas y llegar a ponerse cuesta arriba. ¡La vida es perversa cuando le da la gana!

6 comentarios:

Erika dijo...

Me gustó muchísimo, esperó lo continúes pronto! Saludos cordiales

lisbet dijo...

Wow. Interesante esperó lo continùes pronto.
Feliz Año Nuevo.

SAORI dijo...

Mis felicitaciones xq esta nueva historia que ya me engancho

elisiem dijo...

increible, tienes el don de la escritura, unas líneas y pooww, te engancha.

Unknown dijo...

zasss zass esto suena a latigazos amarres de muñecas que se vista de mujer policia y baile ufff esperare el proximo creo se aproxima la guerra jijiji

Cris dijo...
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