mujer y ave

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jueves, 12 de julio de 2018

Espejismo


Polos opuestos (One shot)
Capítulo 2

En un momento de completo absoluto cansancio tanto físico como mental. La joven Briceño dejó todo de lado lo que estaba haciendo. Estiro su cuerpo hacia atrás del respaldo de la silla  y cerró sus ojos por unos instantes.
Nunca pensó que este trabajo o práctica demandara tanto esfuerzo y concentración porque desde que llegó hace una semana no había levantado cabeza y su horario la estaba consumando por completo. Llegaba a eso de las 8:30 y se marchaba a las 6:30 y la verdad pasaba más en el trabajo que en casa.


Y qué decir de algo de diversión si hasta los sábados debía ir y en esperar a su madre que cumpliese su jornada terminaba saliendo al mismo horario de siempre. Sabía que debía sacrificar parte de su tiempo y algunas cosas hasta finalizar ese periodo de prácticas para poder alcanzar su objetivo principal al igual que cientos de jóvenes lo hacen en sus inicios y después disfrutar del fruto de ese esfuerzo.

No obstante a la determinación y voluntad, sé es joven y la ansiedad pasa la cuenta más de una vez y no se puede conseguir hacer todo uno de una vez y concretarlo todo de golpe por eso se suele disminuir por momentos las energías por que la ansiedad se apodera de la razón casi por completo y al igual que un talón de Aquiles nos golpea fuerte y aniquila  nuestra perspicacia y nos lleva a tropezarnos de vez en cuando.

Aun así estaba muy optimista de que todo tendría que salir como lo había planeado y es que estaba poniendo todos sus conocimientos adquiridos en los años de universidad y al parecer las cosas iban viento en popa. Eso es lo que se podría decir en su objetivo principal como futuro profesional.
No obstante, en su segundo objetivo, el personal…ahí la cosa no tenía ni pies ni cabeza como tampoco iba para ningún lado ya que cometió la locura de poner sus ojos en quién no debía. Más que eso, puso la mira en la mujer más arisca de todas y que sabía ser muy evasiva. Que no se alteraba bajo ninguna insinuación o coqueteó estudiado de su parte y sumado a eso, ya tenía trayectoria de vida en su cuerpo y se sabía de sobra las mañas y tácticas que suelen emplear las jóvenes cuando entran en plan de conquista. Ya de eso tenía mucho que decir cuando visitaba antros del puerto en compañía de amigas muy cercanas y había visto cada cosas que ya a esas alturas nada le asombraba al contrario eso mismo la había vuelto quisquillosa y cínica con el paso del tiempo. No se creía el cuento de amor a primera vista, rayos y relámpagos hormigueando por todo el cuerpo, mariposas en el estómago o parálisis cronológica. Nada de esas patrañas iban con la personalidad y carácter de Alexandra Mirelles.
Y en verdad, tenía a la joven Briceño tomando un trago amargo por ratos y es que le estaban dando casi con la puertas en las narices a sus tácticas de seducción.
─ ¡Pamplinas! ─ se quejó Tania tomando su cabeza con las dos manos. ─ ¡Recuérdenme  por qué decidí tirarme por el precipicio!
─ Otra vez hablando sola ─ se escuchó decir a sus espaldas.
En el acto Tania, se giró sobre su silla y descubrió a su mejor amiga apoyada sobre el marco de la puerta con una cara de burla a más no poder.
─ Eres tú ─ dijo Tania. ─ ¿qué haces acá Laura?
─ Vine a buscarte para que vayamos juntas almorzar ya son las dos ─ respondió Laura. ─  Y a juzgar por tu cara y por como hablas sola, otra vez  no te paró bola la tal Mirelles.
─ No ─ confesó Tania, levantándose de su asiento. ─ Me tiene dando vueltas como idiota. No la veo más que un rato en la mañana y antes de irme a casa. Cada vez que debo entregarle documentos para que los firme, pone cien cerrojos cerca suyo y cuando alcanzo solo acercarme un poquito a ella, alza su ceja cual espada a punto de darme una estocada y no logro sacarle ni una sonrisa. Me está volviendo loca.
─ Jajaja ─ se burló Laura. Sobando la espalda de su amiga para confortarla. ─ Te lo advertí que no iba a ser fácil y tú sigues tan empecinada en conquistarla. Y la verdad no puedo entender porque habiendo tanta variedad en el tanque para escoger a una buena presa. Tienes que precisamente poner la mira en una mujer complicada y ene mayor que tú. Realmente eres masoca, Tani.
─ No es cualquier mujer ─ corrigió Tania. ─ Es la mujer que me gusta.
─ Espero que solo sea un gusto y nada más, amiga ─ criticó Laura moviendo su cabeza. ─ Y esa fascinación por esa mujer se vaya prontito.
─ Se supone que eres mi amiga ─ refutó Tania viéndola con ojos dudosos. ─ que estás para apoyarme y no para tirarme el avión abajo. ¿Acaso yo interfiero en tus conquistas?
─ Obviamente que no ─ respondió Laura. ─ Pero las amigas estamos para decirnos las verdades como son y no andar con santos tapados.
─ Es de esperar que sea así  la amistad ¿No? ─ Inquirió Tania, levantándose de  su asiento y guardando su móvil en el bolsillo de su pantalón. ─ Vamos a comer algo.
─ ¡Al fin dices algo bueno! ─ dijo Laura sobando su abdomen. ─ Ya muero de hambre. Y por cierto… ¿Dónde está el ogro de tu jefa?
─ No tengo la menor idea ─ respondió Tania cerrando la oficina. ─ Salió hace como una hora y como te dije, no le veo ni las narices.
─ ¡Cierto! ─ exclamó Laura recordando lo dicho y sacando conclusiones, añadió. ─ Tal vez sea su estrategia de enfriarte y se te pase esa calentura que te dio con ella. Eso ha de pensar la tal Mirelles para andarte por las ramas y no aprovechar la oportunidad de   «comer pasto tierno »
─ ¡Qué vulgar Tello! ─ reprendió con burla Tania.
─ ¡Ay no te hagas la muy muy! ─ repuso Laura. ─ Mira que tú y yo hemos escuchado cosas peores en la U. Y para que estemos con rodeos es bien raro que a una mujer madura no le guste comerse a una jovencita. Si a ésas rabo verde les encanta lo tiernito.
─ Oye tú le quitas todo el lado romántico al asunto ─ dijo Tania que sonría ante las demencias de su amiga que era muy directa para decir lo que pensaba. ─ Cuando uno conquista no puede ser tan vulgar de solo pensar  llevártela a la cama. Debe haber su previa de un tiempo antes de eso ¿No te parece?
─ ¡Ay sí cómo no! ─ contradijo Laura que bajaban por las escaleras. ─ Si todos los que conocí en la U hubiesen pensado así, no habrían unas cuantas con un domingo siete (embarazo jerga chilena) a cuestas.
─ Por unos pocos no se condena a todos Laurita ─ Criticó Tania dándole unos golpecitos en el hombro. ─ En ese tiempo dudo mucho que estén pensando en sentar cabeza. ¡Hello! Estamos en pleno siglo 21, loca y ya te pareces a mi abue (diminutivo de abuela) ¡Que ortodoxa eres para tus cosas!
─ ¡¿O sea tú sí lo estás pensando?! ─ preguntó casi espantada Laura que se detuvo justo cuando llegaban a la planta baja.
─ Yo no he dicho tal cosa ─ respondió Tania que continuó caminando hacia fuera del edificio.
─ Pero dijiste que ibas hacerla tu mujer ¿O estoy loca? ─ inquirió Laura que tuvo que correr para alcanzarla y prosiguió con el interrogatorio. ─ Que creías en esas patrañas del destino y todo ese cuentito y que ella había nacido para ti. ¿Qué fue todo eso entonces? ¡No es un indicio que estás pensando sentar cabeza con esa mujer!
─ No estás loca ─ contestó Tania sonriéndole descaradamente. ─ Lo dije y lo sostengo.
─ ¡Vez que tengo razón! ─ protestó Laura. ─ Estás enamorada de esa mujer y lo único que te falta es que me salgas con la sandez de decirme que es el amor de tu vida.
─ Yo solo dije que Alexandra Mirelles, me gusta y mucho ─ aclaró Tania sin perder su sonrisa. ─ Pero en ningún momento hable de estar enamorada y menos pensar en que ella fuera el amor de mi vida. ¡Por favor Laura! Gustar en nada más que eso. Un rato y si las cosas funcionan, bien.
─ ¡No me la puedo creer! ─ chilló Laura. ─ ¿O sea que quieres pasar un rato con la tal Mirelles nada más? ¡Vaya!  Ya comenzabas a preocuparme, tonta.
─ Por el momento sí ─ respondió sinceramente Tania que sonrió a un par de jóvenes que se estaban acercando a ellas. ─ Solo tengo planeado conquistarla nada más. ¡Ya veremos después!
No hubo tiempo para que Tello pudiera hacer sus descargos porque los jóvenes ya estaban muy cerca de las dos.
─ ¡Hola chicas lindas! ─ saludó un muchacho rubicundo de ojos claro. ─ Quiero presentarles a Pablo que es un nuevo salvavidas que se incorporó y que estaba deseoso de conocerlas.
─ Un gusto Pablo ─ dijo Tania y fue la primera en saludarlo. ─ ¡Bienvenido a la empresa! Soy Tania.
─ Gracias por recibirme tan bien, Tania ─ repuso coqueto Pablo sin dejar de verla a los ojos.
─ ¡Cof…Cof! ─ carraspeó Tello viendo con malicia a su amiga.
─ ¡Oh lo siento! ─ Se disculpó Pablo. ─ ¿y tú eres?
─ Soy Laura ─dijo Tello.
─ Mucho gusto ─ saludó Pablo besando la mejilla de la joven a modo de disculpa.
─ ¿Dónde van chicas? ─ preguntó el rubio.
─ Gerardo ¿Dónde más a estas horas? ─ siseó un poco Laura. ─ Al casino porque aún no es hora de ir a casa creo yo.
─ ¡Ay qué pesa! ─ exclamó el susodicho. ─ Siempre tan tú.
─ Sí tan yo ─ dijo algo antipática Laura. ─ ¿Nos vamos Tania?
─ ¿Por qué no vamos los cuatro? ─ preguntó Gerardo. ─ No tenemos nada qué hacer en este momento.
─ Por mí, no hay problema ─ respondió Laura y viendo a su amiga. ─ ¿Y tú?
─ Ninguno ─ contestó ésta.
─ ¡Vamos entonces! ─ indicó Gerardo. ─ Sabían que hay rumores de que una de las jefas de…
Se inició entre los cuatro un tema de conversación mientras caminaban hacia el casino del personal. Estaban inmersos en el chisme que contaba Gerardo que cuando entraron causaron asombro en algunos de los comensales que los vieron y disimuladamente cuchicheaban entre ellos.
─ ¡Esto está repleto! ─ señaló Gerardo. ─ habrá que hacerse de paciencia y esperar que desalojen una mesa para que podamos estar los cuatro.
─ No queda de otra ─ comentó Laura que repasaba todo el sitio con la mirada y de pronto dijo. ─ ¡Y hablando del diablo! (Dándole un pequeño codazo a su amiga) Mira a quién tenemos en la mesa cinco.
─ ¡Um! ─ exclamó Tania viendo hacia la mesa cinco.
Al mismo tiempo que su mirada se enfocaba en la mesa. Una de esas personas también posaba sus ojos sobre la persona de Briceño. Y esos ojos miel le quedaron viendo  de un modo muy peculiar. No hacía falta decir que su jefa estaba precisamente en el casino.
Fueron unos segundos de escudriño bien intenso por parte de aquellas dos mujeres y ninguna bajaba la intensidad de la mirada como desafiándose entre ambas. Queriendo probarse algo la una a la otra.
Entre risas y cotilleo de parte de las que estaban con Mirelles. No dejaban de molestar a la jefa de finanzas y de mirar en dirección dónde se hallaban los cuatro jóvenes. Hasta que decidieron acabar con lo que estaban haciendo y se pararon todos quienes estaban en dicha mesa y fueron a dejar sus respectivas bandejas en el sector de bajilla.
─ ¡Al fin se van! ─ exclamó Gerardo viendo a la mesa cinco. ─ ¡Qué bueno! Son arto antipáticas esas viejas.
─ Que no te escuchen ─ mencionó Laura. ─ Porque esas son peso pesado aquí y en especial la jefa de Tania.
─ ¿Mirelles es tu jefa? ─ preguntó Gerardo sorprendido. ─ No sabía que habías sido tú, quién dejo con la boca cerrada a la gruñona de tu jefa. ¡Te vas a volver una leyenda! Esa vieja es una de las más perras de esta empresa.
─ ¡Gerardo! ─ protestó Laura.
─ ¿Qué pasa conmigo? ─ preguntó el chico.
─ Vienen  para acá ─ murmuró a dientes apretados Laura haciendo señas con los ojos además. ─ Que no te oigan.
Antes de que pudieran decir más, los cuatro se fueron directo a la mesa cinco y en el trayecto se toparon con las jefas de áreas. Tello, jaló del brazo al rubio para mantenerlo a raya yendo delante de los otros dos. A su vez, Briceño retraso el paso a propósito y quedo relegada de los demás. Una sonrisa cínica brotó de los labios de las mandamases y miradas burlonas eran lo que se daban entre sí.
Por su parte, unos ojos negros no dejaban de observar a la figura que venía contraria a ella. Su mirada se paseaba a lo largo de toda la humanidad de la mujer de cabellos cortos. Deteniéndose en la parte superior de su cuerpo. Llamaba la atención lo bien que le quedaba esa blusa blanca con las mangas  remangadas a la altura de los codos. Manos en los bolsillos de sus pantalones y esa mirada retadora que le indicaban que había conseguido hacerla reaccionar nuevamente al igual que el día de la entrevista.
Ambas caminaron sin apartar los ojos la una de la otra…Uno, dos, tres y cuatro pasos hasta que convergieron en el punto que ambas estaban de lado la una de la otra y viéndose por el rabillo de sus ojos, no se dejaban de desafiar…
─ Recurriendo a un plan B ─ murmuró Mirelles al pasar a su lado. ─ ¡Briceño!
─ ¿Celosa? ─ inquirió con pica Tania sin dejar de verla a los ojos.
─ ¡¿De ti?! ─ exclamó Alexandra mirándola por sobre el hombro. ─ ¡No me hagas reír niña!
─ ¡Qué mal! ─ dijo Tania retándola con una sonrisa muy amplia y coqueta. ─ Tú reacción me dice lo contrario…Alex.
No habían terminado de pasar una frente a la otra cuando ambas detuvieron sus pasos y de parte de Briceño, ladeó su cabeza y quedo viendo a su costado izquierdo y al contrario de Mirelles que volteó a verla y su cara ya no era de altanería sino se descompuso en el acto tras oír lo dicho por su subalterna. Su mirada se volvió dura y su rostro estaba rígido.
─ Ya que eres tan graciosita para tus cosas ─ masculló seca Alexandra. ─ te aconsejo que la hagas corta porque te espera mucho trabajo a tu regreso.
─ Tal vez quieras acompañarme y asegurarte de que siga tus ordenes al pie de la letra ─ incitó Tania sonriendo aún más y con una mirada tierna de niño lastimero. ─ Y no haya retraso en tu pedido.
─ ¡No sigas por ese camino chiquilla! ─ advirtió Alexandra apretando uno de sus puños. ─ Puedes arrepentirte y hacerte que tu madre se lamente de su decisión.
─ No tendría por qué ─ repuso Tania, quién se giró por completo para ver a su jefa. ─ Y no creo que pueda arrepentirme porque recién estoy relacionándome contigo, Alex…Digo profesionalmente hablando.
─ ¿Tienes una mínima idea en lo que te estás metiendo al provocar una persona de ese modo? ─ preguntó molesta Alexandra, haciendo gesto con sus dedos en referencia a la pequeñez y acercándose lo más posible para que no las oyesen. ─ Podrías perder mucho más que la pega.
─ ¡Y por eso tendría que salir huyendo! ─ respondió Tania casi pegada su jefa. ─ No tengo miedo de ti, Alex.
─ ¡Pues deberías! ─ susurró muy cerca del oído de Briceño. ─ Quedaste bajo mi cuidado y tú ni siquiera sabes quién soy en verdad.
─ Eso es precisamente lo que intento averiguar ─ provocó Tania con un timbre de voz muy sensual. ─ conocerte en profundidad Alex.
─ ¡Si vas a jugar con fuego hazlo a ganador! ─ amenazó Alexandra viéndola con malos ojos. ─ ¡Prepárate  a perder!
─ Lo haré con gusto ─ sisó Tania con esos ojos negros burlones y coquetos. ─ ¿cuándo tú quieras?
─ No esperes a salir sin rasguño Briceño ─ advirtió Mirelles sujetándola del brazo. ─ No quiero lloricas conmigo. Te lo dije bien claro ese día.
─ Descuida ─ adujo Tania volviendo a sonreír una vez más. ─ No lo voy a olvidar. Lo tendré muy presente.
─ Perfecto entonces porque acabas de restarle tiempo a tu colación y cuentas con 15 minutos nada más ─ ordenó sin asco Alexandra. ─ Verás que tendrás todas las de perder Briceño.
─ Como tú digas ─ acató Tania.
─ ¡Date prisa! ─ decretó Mirelles y girándose sobre sus talones para largarse.
─ Espera ─ llamó Tania.
─ ¿Qué sucede ahora? ─ preguntó fríamente Alexandra.
─ Tania es mi nombre ─ indicó la joven. ─ ¡Es bueno que vayas practicando!
─ ¿Y eso sería por? ─ indagó cruelmente Alexandra.
─ Si vamos a jugar deberías hacerlo desde ya ─ provocó Tania sin cortarse un ápice. ─ Me gustará escucharlo de tus labios cuando estemos en algo más privado ¡digo yo!
─ ¡Grrrr! ─ fue el gruñido que brotó de la garganta de Mirelles cuando el coraje la sobre paso y con una mirada asesina se dio la media vuelta y se largó del casino.
Por su parte aquellos ojos negros no dejaron de verla con total chispa y entusiasmo al igual que lo hace una persona que acaba de recibir la mejor de la noticias casi como sacarse la lotería.  Y sentía que su dicha irradiaba tal magnitud que todo el lugar comenzaba a elevar su temperatura.
─ ¿Es mi idea o hace calor aquí? ─ se preguntó para sí Tania. Que se giró de igual modo y fue hasta la cocina a buscar sus alimentos.
Se acercó a la ventanilla y pidió al cocinero un poco nada más del menú y más ensalada porque le restaba muy poco tiempo para probar bocado. Con bandeja en mano se acercó a la mesa cinco y fue recibida por sus disque nuevos amigos.
─ ¿Qué fue lo que dijo la gruñona de tu jefa? ─ preguntó Gerardo. ─ Porque tenía una cara de que te mataba ahí mismo.
─ Ella dijo que solo contaba con 15 minutos para almorzar porque me espera mucho trabajo ─ respondió a su modo Tania. Viendo su reloj. ─ Y a decir verdad, ya me quedan 12 nada más.
─ ¿Estás segura que fue eso no más? ─ inquirió dudosa Laura. ─ Se supone que tienes una hora por ley y no se puede pasar a llevar los derechos de los trabajadores.
─ Ni modo ─ repuso calmada Tania mientras comía. ─ No puedo llevarle la contra. Además, debo hacerlo porque es una orden directa de mi madre y no puedo pasar a llevar los designios de la jefa de operaciones.
─ ¡Vaya como están las cosas! ─ exclamó admirada Laura viéndola suspicazmente.
─ ¿Podremos vernos más tarde? ─ preguntó Pablo de pronto.
─ Lo siento, pero no puedo ─ respondió en el acto Tania, esquivando un encuentro con el chico. ─ Tengo mucho trabajo hoy.
─ ¿Y otro día? ─ insistió Pablo viéndola coquetamente.
─ Ahí veremos ─ repuso Tania, levantándose a prisa. ─ Ahora si me disculpan. El trabajo me espera.
─ Sí ya lo creo ─ acotó cínicamente Laura sin creerse el cuento. ─ Ha de estar esperando a manos abierta.
─ ¡Quién sabe! ─ dijo provocativamente Tania indirectamente a su amiga. ─ El deber me llama.

«El deber…Mirelles…dirás» recriminó mentalmente Laura sin dejar de ver a su amiga mientras se alejaba del casino.
Briceño salió rauda del casino y acortó camino para llegar más pronto al conjunto de edificios finales. Subió las escaleras casi corriendo y al entrar a la oficina…
─ Acepto tu reto ─ masculló lascivamente Alexandra, tomándola por sorpresa del talle y apresándola contra la pared. Cerrando bruscamente la puerta con pasador.
Aquellos ojos negros se abrieron como platos y luego, se tornaron más oscuros que nunca al toparse de frente con esos miel que la veían con unas ganas de querer devorarla de golpe. De pronto sintió como sus ropas se rasgaban bajo la mano de su jefa y quedaba con el torso descubierto y mostrando solo el brassier rojo con encajes y sacando como premio una sonrisa malévola de parte de Mirelles.
─ ¡Veo que tienes tus encantos niña! ─ susurró al oído Alexandra, consiguiendo que los primeros escalofríos se sintiesen en todo el cuerpo de la joven Briceño. ─ Es hora de probar hasta dónde llega tu límite…Tania.

3 comentarios:

Unknown dijo...

por dios un juego como ese saldran perdiendo las dos cuidao ardera troya jijijij por dios estoy enganchada jijiji

Saori dijo...

el cazador resulto cazado... jajaja

Sayuri dijo...

Wowww y comienzan los juegos de seduccion!!excelente como siempre!!!!

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