Polos
opuestos, capítulo 3
─ ¡Briceño! ─ llamaron por enésima vez.
Y la verdad
tampoco, hubo respuesta de parte de la joven practicante.
─ ¡Con un demonio! ─ siseó mal humorada una mujer, jalándola fuertemente del brazo y añadió con sarcasmo. ─ ¿Acaso has estado fumando yerba?
Y no fueron
las palabras que lograron hacerla reaccionar sino que fue el jalón que por poco
le arranca el brazo.
─ ¡Perdón! ─ Se disculpó la joven Briceño. ─
Estaba algo distraída. Eso es todo.
Una ceja se
alzó en forma inquisitiva y aquellos ojos miel la observaron más en profundidad
al punto se achicarse sus parpados ante la pobre explicación.
─ Se nota que estabas en la luna niñita y no oíste nada de lo que dije ─ recriminó la mujer que resultó ser su jefa. ─ ¿En verdad te recibiste de la universidad o te regalaron
el título?
─ Entonces ─ siseó Mirelles viéndola con la burla reflejada en sus pupilas. ─ ¿puedo saber por qué esa cara de boba que tenías hace un rato? Que yo sepa te dije
que te dieras prisa en regresar a tu trabajo, pero no imagine que llegarías casi corriendo y que te quedarás congelada mirándome. ¿Acaso viste algo extraordinario? O
Simplemente deduzco que has estado fumando yerba porque la cara de idiota que
tenías
eras subliminal.
─ ¡Así que fantaseando despierta! ─ se burló Mirelles, acortó la distancia entre ambas y se paseó alrededor de la joven practicante viéndola de pies a cabeza y sus ojos
escudriñaban
todo el cuerpo de la chica.
─ Por lo visto, tú no te cansas de provocarme…Niñita ─
dijo Mirelles con un tono más grave en su voz y jugando con sus labios y su lengua en total provocación porque estaba muy al tanto del calor
de la mirada de la muchacha. ─ ¿Acaso esperabas encontrarme en algo distinto esta vez?
─ ¡Quizás! ─ susurró sensualmente Tania siguiéndola con la mirada mientras su jefa
seguía
dándole
le vueltas a su alrededor y tragando con algo de dificultad al ver esa
provocación
en la forma de jugar con sus labios. ─ Pensé que el mensaje estaba claro entre las
dos.
─ ¿Así? ─ preguntó Mirelles arrastrando las palabras y
jugando con la joven dándole unas miradas insinuantes que no dejaban dudas al
respecto. ─ ¿Podrías contarme cuál es el mensaje que existe entre las dos?
El solo oír
el timbre de voz sensual y sexi de parte de su jefa estaba haciendo que su
torrente sanguíneo comenzará a subir la temperatura corporal y para sumarle más
a su agonía, aquellas miradas la estaban volviendo loca y dudaba
poder resistir más tiempo ante la provocación de esa mujer.
─ Que…Que… ¡Um! ─ repuso con dificultad Tania que no
perdía
de vista aquellos labios y ver como mordía lentamente la parte inferior de éste y ese simple acto la estaba
haciendo desvariar.
─ ¡¿Qué?! ─ indujo provocativamente Mirelles,
deteniendo sus pasos y quedando de frente con la chica y subiendo la mirada
despacio desde su busto hasta la altura de sus labios y viéndola coquetamente. ─ Dime…Niña.
─ Yo pensé que deseabas que jugásemos un poco entre las dos. ─ confesó abiertamente Tania sin dejar de ver esos labios.
─ ¿Jugar? ─ inquirió curiosa Alexandra e hizo un mohín con sus labios y mordió completamente al percatarse de las
intenciones de la joven. ─ ¡Ya veo! Dime entonces… ¿cuál fue tu fantasía de hace un rato?
La distancia
entre ambas era de unos cuantos pasos y sin embargo, corporalmente estaban más
juntas de lo que imaginaban. Y las miradas eran intensas entre ambas al punto
que una de ellas, tenía ciertos problemas para respirar al sentir esa tensión
entre las dos.
─ ¡Um!... Yo me encontraba atrapada contra la pared y que tú, me arrancabas la blusa de cuajo y
que aceptabas mi desafío ─ respondió con una voz ronca la joven Briceño que estaba llegando a su límite de resistencia.
─ In…te…re…san…te ─
susurró
Alex, arrastrando a propósito sus palabras y viéndola con ojos de depredadora, acortó la distancia entre ambas caminando
despacio y sensualmente permitiendo que la chica clavará sus ojos negros en ella, mientras se
desabrochaba unos cuantos botones de su camisa blanca. ─ ¿de este modo me viste?
─ ¡Uf! ─ exclamó extasiada Tania y respirando con
dificultad. ─ ¡Algo así!
─ ¿Y te gusta lo que vez Briceño? ─
preguntó
coquetamente Alexandra, abriendo su blusa y dejando ver parte de su brassier de
encajes blanco, no del todo pero lo suficiente como para hacer alucinar a un
observador o fisgón.
─ S…s…Síiiii ─ fue la balbuceante respuesta de parte
de Tania, abriendo sus labios ante el panorama que tenía frente a sus ojos.
─ ¿Mucho? ─ indagó con lascivia. Mirelles, que apegó más su cuerpo para que viese mejor sus
atributos.
─ ¡Muchísimo! ─ respondió Tania, que tenía sus labios demasiado entre abiertos
y una especie de gemido escapó de su boca inconscientemente.
─ Es bueno saberlo ─ adujo Alexandra y maquiavélicamente su mirada cambio y levantó de golpe el mentón de la joven apartando la vista de su
busto y con sus dedos cerró de lleno sus labios. ─
¡Cierra la boca niñita! Primera lección, así no te entraran moscas y ahora ponte a
trabajar ilusa.
Se giró sobre
el eje de sus tacos y se alejó de la joven a la vez que abrochaba sus botones…
─ No dejes que te afecte…es parte de tu aprendizaje. ─ se burló sin asco Mirelles sin voltear a verla. ─ Así que no sigas soñando despierta ¡Cuando quieras presentas tu dimisión! Estaré esperando ansiosa.
─ No seas pesada ─ adujo Tania. ─ Tú estás en las mismas trabajando en el área de ventas.
─ ¡Tal vez! ─ rebatió Laura y de pronto quedo viendo el
pasillo y apuntando en esa dirección, preguntó. ─ ¿Y el ogro de tu jefa?
─ Supongo que estará en su oficina ─ respondió con algo de desgano Tania. ─ tú sabes como todos los jefes aparece tarde, mal y nunca.
─ ¡Aha! ─ exclamó Laura que achinó sus ojos y alzando su ceja
maliciosamente. ─ ¡Te pille chanchita!
─ ¿Así? ─ inquirió bajando el perfil Tania.
─ Tú a mí no me engañas Briceño…─
aseveró
Laura deduciendo las cosas. ─ Con bajarle el perfil no consigues
disimular tu frustración.
No hubo
respuesta de parte de la mencionada sino que guardó todas sus cosas en los
anaqueles y puso sus cosas en su bolso. Se colocó su chaqueta y recogió todo
por irse.
─ Ya no seas pesada y cuéntame que te hizo ahora las malas
pulgas de tu jefa para que tengas esa cara de decepción que se te nota la legua. ─ prosiguió Laura. ─ Porque yo te hacía en brazos de esa loca por la prisa
con te viniste a trabajar.
─ Como te lo digo para que no suene
vulgar ─ repuso Tania que ya se disponía a salir de la oficina. ─ Me dejo vestida en el altar.
─ Jajaja… ¡Que buena! ─ estalló en risas Laura sin moderarse un ápice. ─
En pocas palabras te dejaron alborotada por las puras.
─ ¡Oye! ─ protestó Tania. ─
No es como para que te burles a mis expensas.
─ ¡Sorry! ─ Se disculpó Laura. ─
cuéntame
qué
fue lo que pasó.
─ Hasta el lunes, chicos. ─ contestó ésta.
─ Ya te dije ─ respondió Tania. ─ me dejo con las ganas.
─ ¿Eso no más? ─ persistió Laura.
─ ¿No vas a darte por vencida? ─ Contra preguntó Tania.
─ No. ─
contestó
Laura. ─ ya me conoces.
─ Mira te lo cuento, pero prométeme no burlarte ¿ok? ─
mencionó
Briceño.
─ Tienes mi solemne palabra. ─ aceptó Laura.
─ Resulta que…─ inició la narración de los hechos la joven Briceño hasta llegar al final. ─ ¡Y eso fue todo lo que paso!
─ ¡Ya sabía yo que esa vieja te quiere comer! ─ apuntó Laura sin miramiento alguno. ─ Y más encima se hace la interesante cuando está verde por llevarte a su cama.
─ ¡Laura! ─ reclamó Tania, que estaban por entrar por al
lobby del edificio principal.
─ ¿Qué? ─ indagó la susodicha. ─ ¿Dije alguna mentira?
Ninguna de
las dos chicas sintió la presencia de otra persona en sus espaldas hasta que
escucharon decir.
─ ¡Cuida lo que dices Tello! ─
amenazó
una dura voz de mujer pegada a la oreja de la joven. ─ Si quieres terminar tu práctica sin causarle una vergüenza a tu madre, mantén tu boca cerrada y no vuelvas a
insinuar algo respecto a mí tan livianamente si no eres capaz de sostenerlo con
pruebas ¿Me
has oído?
─ ¡Mierda! ─ exclamó pasmada Laura que casi se murió del susto cuando sintió las palabras pegadas a su oído. ─
No me asuste de ese modo (pálida al ser escuchada)
─ ¡Más encima cara dura! ─ enrostró Mirelles fulminándola con la mirada. ─ No eres capaz de reconocer que te pille hablando mal de
mí a
mis espaldas y vas a tener razones de peso para asustarte si te vuelvo a
sorprender levantando una acusación como esa. Es la primera y última vez que te dejaré pasar una cosa así. Para la próxima yo misma te pongo de patitas en
la calle. ¡Cuídate porque tendré un ojo sobre ti!
─ ¡Chuta lo siento! ─ Se disculpó tontamente Laura roja como tomate y
mordiendo sus labios de los puros nervios. ─
No volverá a
suceder.
─ ¿En serio? ─ indagó sarcásticamente Mirelles alzando su ceja
derecha.
─ Sí ─ fue la respuesta inmediata de Laura.
─ Entonces entiendo que no volverá a suceder…─ dijo insidiosamente Mirelles. ─ ¿Qué hables mal de mí? O ¿lo harás de frente? Porque dudo mucho que logres mantener tu
boca cerrada o tu lengua pegada en tu boca sin emitir un chisme intencional.
─ ¡Um!...No ─ fue la respuesta de la chica.
─ ¿No qué? ─ persistió la jefa de finanzas. ─ Es bien divertido ver que no te faltaba verbosidad hace
un rato para hablar mal de un funcionario y ahora resulta que tengo que sacarte
las palabras a tirabuzón.
─ ¡Alex! ─ salió en su defensa Tania que estaba bien pálida a causa de su amiga y por haber
sido sorprendidas infraganti.
─ ¡Haber Tania! Dentro de la empresa soy tu jefa y las
confianzas no te las permito y a nadie ¿te queda claro? ─ corrigió en seco Alexandra.
─ Muy claro ─ respondió ésta cortada entera por la reprimenda.
─ Así me gusta. ─ dijo Mirelles. ─ Además no es contigo que estaba hablando
Tania si no con tu compañerita deslenguada que tienes.
─ Yo… en verdad lo siento ─ terminó por disculparse Laura. ─
No volveré
hablar a sus espaldas y trataré de hablar de frente con usted si es que necesito decirle
algo.
─ Excelente Tello ─ se burló Mirelles pasando delante de la joven y viéndola por el rabillo de los ojos antes
de marchar, añadió. ─
Por si las moscas te aclaro, que mi vida privada y personal dentro y fuera de
la empresa no es de tu incumbencia niña. Eres apenas una mocosa que no sabe ni donde está parada. Aprende primero un poco de
discreción
y quizás
estemos hablando.
─ Tranquila ─ Confortó Tania, abrazando a su amiga. ─ Ya veré qué puedo hacer al respecto. Hablaré con ella para solucionar las cosas.
─ ¡Estás loca Tani! ─ protestó Laura señalando hacia el estacionamiento. ─ ¿Qué no la oíste? No te dará ningún tipo de confianza y más ahora, te mantendrá a raya. ¡Así que ve olvidándote que conseguirás conquistar a semejante bestia!
─ ¡Dirás mujer! ─ contravino Tania.
─ Como sea ─ replicó Laura.
─ Mejor cambiemos de tema ─ adujo Tania para no seguir y discutir por las puras. ─ ¿Te parece si salimos hoy en la noche?
─ ¡Oh my God! ─ exclamó Laura visiblemente entusiasmada. ─ es lo mejor que puedes haber dicho. Mira que necesito
des estresarme desde que entré en este lugar y además, de echar un vistazo al menú.
─ Jajaja ─
soltó
la carcajada Tania y moviendo su cabeza, agregó. ─
Tú
eres terrible amiga.
─ Soy una chica joven y no una vieja
amargada como tu jefa ─ se descargó Laura con pica.
─ Te dio fuerte con ella ¿te dejo picada? ─ expuso divertida Tania. ─
Debería
ser yo la que se queje, ya que me dan con la puerta en las narices a cada rato
y estoy a punto de quedar chata de mi nariz.
─ Jajaja ─
se burló
Laura al momento de salir del lobby y entrar de lleno al patio de
estacionamiento. ─ Lo que pasa es que tú eres masoca. Te das de portazo porque
quieres nada más.
Como dice la Dani, hay mucho pez en el estanque como para que pierdas tu tiempo
en un saurio como Mirelles.
─ ¡Oye! Respeto que no es para tanto ─ refutó Tania que esta vez sí le incomodó tanta alevosía con su jefa y la persona en quién se fijó. ─
Es mayor pero nunca tanto como para que ya la encasilles en un museo como
momia.
─ ¡Aha! ─ picó Laura. ─
¿te tiene bien prendada?
─ No lo niego. ─ confirmó Tania. ─ Es una mujer madura y como dije es
bien interesante para mí. Y cómo dicen que el vino entre más viejo más rico ¿no es así?
─ ¡Yaaaa! ─ exclamó pasmada Laura. ─ Te gustan mayores ¿Entonces? Como dice la cancioncita…
─ Digamos que sí ─ respondió Tania guiñando un ojo en complicidad con su
amiga. ─ Pero...Para aclarar bien las cosas…Solo ella nada más.
─ ¡Me rindo! ─ dijo Laura moviendo su cabeza. ─ Lo dejo por la paz.
─ Jajaja ─
bromeó
Tania muy divertida de verla bajar los brazos.
─ Por si no te has dado cuenta es hora
de irse o ¿te
quedas para dar horas extras a la empresa? ─
acusó
Laura.
─ ¡Ay qué pesa! ─ replicó Gerardo con mala cara. ─ Solo queremos sociabilizar y tú como siempre con tu pesadez.
─ Entonces no digas estupideces Gerardo
─ contra atacó Laura. ─
bastaba que dijeras espérenme y vayamos juntos. Lo otro estaba demás idiota.
─ Te mereces el premio limón por simpatía. ─
reclamó
Gerardo. ─ Pareces una vieja con todo lo que te
quejas.
─ ¡Ey chicos! ─ intervino Tania que veía que estaba por sacar espadas esos
dos. ─ No hay porque discutir.
─ Dile a ella que deje de lado su
pesadez. ─ recriminó Gerardo. ─ solo queríamos acompañarlas solamente e irnos juntos.
─ ¡Ves qué tenía razón! ─ soltó con pica Laura. ─ era cuestión de ir al grano.
─ Laura. ─
llamó
la atención
Tania. ─ Pon un poco de ti.
─ Ok ─
repuso ésta
con mala gana y extendiendo la mano, dijo. ─
¡La paz!
─ Está bien…La paz…Tello ─
convino Gerardo y sellando la tregua transitoria. ─ Ahora ¿podemos irnos juntos los cuatro?
─ ¡Depende! ─ dijo Laura.
─ ¿Depende de qué? ─ preguntó Gerardo.
─ De Tania ─ respondió Laura.
─ ¿De mí? ─ inquirió ésta ─ ¿Y por qué?
─ No se te olvida que hoy está de turno, tu mamá ─ expuso Laura.
─ ¡Ups! ─ exclamó la chica tocando su frente. ─ lo olvide.
─ ¡Ven! ─ restregó Laura moviendo su cabeza. ─ ¿Quién tiene la razón?
─ No ─
fue la respuesta de Tania que lo veía con un dejo de ternura por su carita de pena. ─ Debo esperar a mamá.
─ Comprendo ─ dijo Pablo que la veía tan embobado.
─ Había muy poca gente y pensamos que podríamos irnos un poco más temprano ─ justificó Pablo tratando de aminorar la falta.
─ ¿Así? ─ indagó Mirelles, descolgando el cito fono
hasta que respondieron al otro lado. ─ Paty confírmame si hay algún memo que indique el área de salvavidas y eventos pueden
retirarse antes en el día de hoy.
No fueron más
que dos escasos minutos en que cruzaron palabras ambas encargadas y quedando
satisfecho la curiosidad de la jefa de finanzas.
─ Pablo Albornoz ─ respondió el joven trabajador.
─ ¡Ya lo oíste! ─ comunicó Mirelles y se quedó un tanto en línea. ─
Perfecto. Quiero esa notificación en mi escritorio a primera hora y con copia a la
inspección… ¡Ah por supuesto! Una reunión con el jefe de área y su personal. No intentes bajarle
perfil o dejarlo pasar porque si no tomaré otro camino Paty.
─ Oiga, pero solo son unos minutos nada
más.
¿Por qué tanto escándalo? ─
disputó
la sanción
Gerardo. ─ Además, usted es jefa de otra área y nada tiene que ver con nosotros.
Es con Rodolfo que nos tiene que dar una amonestación.
─ Oye cabrito, no seas falto de respeto
con la señorita
que no está a
tu nivel. Fuiste tú que las cagó en arrancarse de la pega sin aviso alguno ─ intervino el jefe de seguridad.
─ Lo reconozco que las cagamos. ─ defendió Gerardo viendo molesto a la mujer. ─ Pero ella no tiene ningún derecho de mandar una carta en
contra de nosotros ¡Ni que fuera la dueña! Para que se tomé tantas libertades.
─ ¡Baja el tonito! ─ ordenó cortante Alexandra. ─ ¿cuántos llevas en la empresa?
─ Dos. ─
repuso Gerardo con más bronca.
─ ¿Y en dos años no has aprendido nada? ─
cuestionó
Alexandra. ─ Ni siquiera te has leído el reglamento interno de la empresa
por lo visto.
─ Nunca nos han pasado uno. ─ refuto burlesco Gerardo. ─
Hay gente que no hace su pega o el segurito no funciona como ustedes piensan.
─ ¡Mira tú! ¿Tampoco tuviste la ocurrencia de pedir uno? ─ recriminó Mirelles. ─ No habla muy bien de ti como
trabajador y eso me da una mala impresión tuya. Por lo visto, vamos a cambiar esas cositas y el
lunes directo a mi oficina, voy darte una charla de inducción junto con tu compañerito. Y si vuelves a caer en una
falta seré
yo misma que te ponga de patitas en la calle. Es tu última oportunidad así que salgan de mi vista y váyanse a cumplir con su contrato.
─ ¿Y por qué usted? ─ preguntó contrariado Gerardo que a esa altura
estaba que le saltaba a la yugular a Mirelles. ─
No es mi jefa ni la dueña de este lugar.
─ Eso lo vas a descubrir el lunes y
ahora, lárgate antes que pierda la paciencia ─ ordenó Alexandra.
─ ¡Ya escucharon cabritos! ─
secundó
el jefe de seguridad.
Con una
mirada casi asesina, ambos jóvenes tuvieron que devolverse y dejar ambas chicas
viéndose la una a la otra.
─ Malos elementos tenemos en la
empresa, señorita
Mirelles ─ hizo alusión el guardia.
─ Son unos sacadores de vuelta. Tendré que hablar con Lucia. ─ dijo Alexandra en voz alta y de pronto, recapacitó en que las muchachas seguían ahí. ─
¿Ustedes dos qué esperan? ¿Acaso no iban de salida? O ¿desean acompañar a sus amigos y ser solidarias en
que cumplan con su horario?
─ No ─
fue la respuesta inmediata de Laura, que le dio pavor ver la cara de la mujer.
─ Llama a la Lucia ─ ordenó Alexandra, viendo al hombre de seguridad. ─ Que venga enseguida.
─ Oye Tania ─ llamó Laura.
─ Dime ─
respondió ésta.
─ Creo que no podrás irte con la tía Lucia. ─ dijo Laura. ─ ¿por qué no te vienes conmigo? Dudo que esa mujer la deje irse
luego. ¿Viste
el poder que se gasta? Sabía que era peso pesado pero nunca imaginé que podía despedir gente por su cuenta.
─ Yo tampoco ─ concordó Tania. ─ Y tienes razón. No podré irme con mamá.
─ Me pregunto ¿Quién es realmente Alexandra Mirelles? ─ Se preguntó Laura. ─ Que hasta mi mamá le tiene miedo y todo recursos
humanos se andan con cuidado con ella.
─ A mí también me gustaría saber quién es Alexandra Mirelles. ─ coincidió Tania e hizo para un colectivo (Auto público de transporte). ─ Simplemente le preguntaré a mamá.
Estando ambas
chicas ya en el carro, la conversación continuó…
─ Según tengo entendido en esta empresa hay
dos representantes de los dueños. ─ Puntualizó Laura. ─
Uno es Orlando Fires, administrador.
─ Sí es verdad y mamá me comentó hace tiempo que la otra parte estaba
a cargo de todo ─ acotó Tania. ─
Pero que nadie sabe quién es el otro administrador o representante de los dueños.
─ Según dicen las malas lenguas que es una
familia poderosa los otros dueños y que tienen tres resort en el continente aparte de éste ─
dijo Laura. ─ Pero nadie habla o conoce al que
representante de esa familia. ¿Es bien extraño no te parece?
─ Claro ─
repuso Tania que meditaba en lo dicho por su amiga. ─ Tal vez, no lo veamos porque maneja todo desde otro
lugar pero está
al tanto de todo.
─ Puede ser ─ convino Laura y de pronto una idea se le cruzó por su
cabecita. ─ ¡Oye! ¿Tú crees que Mirelles pudiera ser ese representante?
─ No lo creo─ respondió Tania. ─ Todos lo sabrían.
─ Sí es cierto, pero ¿cómo explicas ese poder que tiene? ─ cuestionó Laura.
─ Si fuese como tú dices, mi mamá lo sabría de primera mano ─ aclaró Tania sopesando las cosas. ─ Y sería la mano derecha de ella y no lo es.
─ Tienes razón y se llevan fatal ─ concordó Laura.
─ ¡Ni que me lo digas! ─ acotó Tania. ─
Estuve en primera fila y fui testigo de ver la animosidad que hay de parte de
Alexandra hacia mi mamá. No la soporta.
─ Sí, es verdad. ─ coincidió Laura. ─ Lo que hace más misteriosa a esa tal Alexandra
Mirelles.
─ Disculpen que me entrometa en su
conversación ─ intervino el chofer del colectivo. ─ Pero si de quién hablan es de apellido Mirelles y no sea un alcance nada
más
porque es una familia bien conocida en la zona y son de las tres más poderosas y respetadas de la región.
─ ¿Enserio? ─ preguntaron las dos chicas al mismo
tiempo sorprendidas.
─ Como les dije si no es alcance de
apellido, esa mujer de la que hablaban sería un miembro de esa familia que por cierto hace mucho que
no se sabe nada de ellos porque dejaron el país para incursionar en el extranjero. ─ aclaró el chofer.
─ ¡Vaya! ─ exclamó pasmada Tania.
─ ¿Y hace cuánto se fueron? ─ indagó de lleno Laura.
─ ¿Déjenme ver?... Hace unos veinte años más o menos ─ respondió el chofer. ─ Yo era cabro chico cuando mi papá trabajaba con esa familia cuidando su
parcela en lo alto de Granizo.
─ ¿Y tenían hijos? ─ continuó el interrogatorio Laura.
─ Eran como siete hermanos ─ contestó el chofer. ─ Habían unos pequeños y otros adolecentes.
─ ¿Cuántas eran mujeres? ─ fue el turno de Tania en preguntar. ─ Digo niña porque en esa época eran pequeños.
─ Habían tres mujercitas ─ aclaró el hombre. ─ Una pequeña de ocho años por lo menos, la segunda de diez y la otra más mayorcita de como unos doce o trece aproximadamente.
─ ¿Cómo eran físicamente esas niñas? ─ inquirió sumamente curiosa Laura.
─ ¡Um! Según recuerdo eran niñas de piel clara, blanca. Muy delgaditas y cabellos negro
oscuro. ─ fue la respuesta del chofer que se
esforzaba en recordar. ─ Es lo que me acuerdo porque eran niñas y deben haber cambiado mucho en
estos años.
─ Sí muy cierto ─ concordó Laura. ─ Difícil decir cómo serían ahora. Si es que existen.
─ ¿De que existen? existen ─
aclaró
el chofer. ─ Mi padre fue a Miami en un viaje de
turismo y se topó con los Mirelles. Con sus antiguos patrones y no fue
hace mucho. Serán
como un año
a lo sumo.
─ ¡Wow! ─ exclamó Laura. ─
Eso es suerte de verse en un mismo lugar.
─ Sí ─ respondió el chofer.
─ Dígame una cosa ─ intervino Tania con un rostro preocupado. ─ Esas niñas de las que ustedes habló ¿De qué color tenían sus ojos?
─ Claros ─
repuso el hombre. ─ Así como un color chocolate claro...Como la miel,
diría
más
exactamente.
Ambas
muchachas intercambiaron miradas entre sí y la complicidad de inmediato las
llevó a preguntar…
─ ¿Las tres tenían la misma tonalidad de ojos? ─ inquirieron ambas.
─ Jajaja…son curiosas ustedes. ─ señaló el chofer deteniendo su auto en un semáforo y les quedo viendo. ─ Les interesa mucho saber de esas niñas por lo visto. O ¿Desean saber si la mujer de la que
hablaban hace un rato puede ser una de esas niñas?
─ Sí ─ fue la respuesta honesta que recibió de parte de ambas.
─ Una de ellas lo tenía más claro que las otras dos ─ explicó el chofer haciendo uso de sus recuerdos. ─ ¿Qué edad tiene la mujer que ustedes conocen?
─ Creo que tiene 40 si no estoy
equivocada ─ respondió Laura que sabía más que nadie por su mamá.
─ Entonces es la niña mayor ─
indicó
el chofer. ─ Y precisamente es la que tenía los ojitos más claros que las demás. Eran como la
miel. Suponiendo que si se trata de la misma familia y no sea un alcance de
apellido.
─ Eso lo vamos averiguar ─ repuso Laura. ─ ¿no es así amiga?
─ Por supuesto. ─ contestó Tania atando cabos. ─
Voy averiguar todo lo relacionado con respecto Alexandra Mirelles.
─ Buena suerte. Entonces ─ dijo el chofer. ─ ¡Ojalá sea ella! Pero es extraño que solo ella estuviese aquí cuando su familia está en EE.UU.
─ Ya veremos si es ella, la hija de esa
familia ─ adujo Laura.
─ Por el momento, solo tienen relación el apellido ─ comentó Tania. ─ Pero será más que suficiente para que pregunte a
mi mamá o
la misma Alex.
─ ¡¿No?! ─ exclamó con asombro Laura. ─ ¿Serías capaz de preguntarle?
─ Claro que sí ─ respondió Tania. ─
Ya te dije…Alex
es importante para mí. Independiente de su apellido.
─ ¡Ya lo sé! ─ Dijo Laura. ─ Esa bruja se te metió por los ojos.
─ ¡Aha! ─ exclamó Tania.
─ Bueno señor. ¡Puede dejarnos en la parada! ─ indicó Laura, bajando el perfil a su amiga. ─ Gracias por toda la información que nos dio.
─ No hay de qué chicas ─
repuso el chofer deteniendo su auto justo dónde le indicaron. ─ Que les vaya bien con esa mujer.
─ Oka ─
contestó
Laura despidiéndose
del hombre.
─ ¿A casa para prepararnos para salir? ─ se apresuró en decir Tania.
─ Sí por favor ─ confirmó Laura. ─
A ver si dejamos el tema
Mirelles de lado y nos enfocamos en pasarlo bien.
─ Espero que los chicos no la pasen mal
─ recordó Tania.
─ Con tu mujercita, dudo que alguien lo
pase bien ─ rebatió Laura.
─ ¡Aún no lo es! ─ replicó Tania divertida, aunque le hacía bien hacerse a la idea.
─ ¡Te mueres por serlo ya! ─
acusó
con pica Laura. ─ Mira que esa cara de boba que tienes
cuando la vez es dantesca.
─ ¡Puede ser! ─ aceptó Tania. ─
Pero Alex, sabe muy bien cómo ponerme en raya y no dejarme avanzar más.
─ ¡Menos mal! ─ mencionó Laura. ─
Al menos esa mujer tiene algo de sensatez y no cae en tus encantos.
─ ¡Muy pronto va a caer Alexandra Mirelles! ─ señaló coquetamente Tania viendo divertida a su amiga. ─ Y voy a tenerla entre mis brazos…Solo para mí.
No hubo
necesidad de respuesta porque el rostro de su amiga lo decía todo…La mandíbula
se le cayó de la impresión al escuchar la confesión de su mejor amiga.
─ Tania…─ susurró una voz y escalofríos recorrieron su cuerpo y esos ojos miel se achinaron de
repente. ─ No te dejaré…
1 comentario:
waaaa, que emocionanteee, siempre me atrapas con tus historias tan geniales, son lo mejor y las disfruto mucho, me alegra tanto cuando actualizas, eres una gran escritora, saludos.
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