mujer y ave

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domingo, 17 de marzo de 2019

Resquemores.


Atada por un testamento

Capítulo 22


A pesar de que se fue con Greta por un poco de alimentos para su estómago, que realmente lo necesitaba dada las horas que habían transcurrido.  Varias a decir; ya que no probó bocado desde que salieron de Puerto Varas.

Intentaba de buenas ganas que la comida le resultara provechosa y mitigar su cansancio, pero estaba lejos de llegar a ser dado que sus pensamientos le devoraban la psiquis cual alimaña rastrera.


No podía evitar pensar en las palabras que salieran de boca de la albacea y de ser testigo en primera fila de su comportamiento gentil y paciente que tuvo con ella en toda la visita al médico como al regreso. Sin duda que no podía evitar pensar y reconocer que aquel comportamiento le pareció extraño pero a la vez placentero.
A esas alturas del partido tenía más o menos claro que su jefa o mejor dicho Akiane Rosemberg, sentía algo sincero por ella. Y  no hablamos de una conquista de una noche; claro está que este no sería una noche porque llevaban bastante tiempo tratando, por lo que pasajero no era.

Tampoco le parecía que fuese un tetra para engatusarla y mantenerla más tiempo en esa hacienda en contra de su voluntad. Nadie absolutamente se daba tremendo trabajo para no ganar nada verdadero con ello.
Sabía que aquí había algo ¡qué tan profundo era! No podía saberlo con certeza, pero había algo sincero dado que no había rastros de ser un juego para diversión como tampoco una aventurilla de esas de verano en que si te vuelvo a ver no me acuerdo. Estaba claro que tanto las palabras como las acciones de Akiane apuntaban en estar sintiendo algo real.

¿Aceptarlo? Era lo complejo en ese momento y razones había de peso. A ninguna persona y menos mujer les gustaría confesar que se estaba comenzando a enamorar de su captor. Eso tenía un nombre a esa dependencia enfermiza. ¡Este no era el caso! Porque lejos estaba de serlo. Si bien estaba cautiva, podía disfrutar de ciertas libertades y tratar con gente superficialmente y eso hacia la gran diferencia. No obstante, le era bastante difícil digerir que estaba llegando al punto de que sus sentimientos estuvieran trastocados con lo último que compartieron ambas.

Como dijimos, le era dificultoso solo imaginarse que podría enamorarse de una mujer como Akiane Rosemberg, por quién hasta hace poco era su acérrima enemiga. Y darle en bandeja de plata su corazón estaba fuera de toda lógica.

¿Cómo llegó hasta este punto? No lo sabía y menos cuando todo comenzó a cambiar ¿sería que el incidente suscitado con Majo tuviese injerencia en todo esto? Por más que le buscará una respuesta cuerda a esa pregunta, no le cuadraba. Ella no era ninguna tonta y podía darse cuenta perfectamente de que las cosas no surgen de la noche a la mañana o de un momento a otro; menos en las circunstancias que les tocó a ellas vivir.
Y para llegar a ese punto, es porque realmente venía o se gestó desde un tiempo ¿en qué momento? Le daba vueltas una y otra vez, pero no lograba dar con ese momento exacto que cambió el curso de las cosas. Tampoco, le parecía lógico que hubiese tenido relación esa noche en que casi fue abusada por su misma captora.

Por más que le daba vuelas en su cabecita, no conseguía dilucidar el misterio en que todo se fracturo o se trastocó. Eso sí, tenía claro que su corazón le jugó una mala pasada porque le cedió terreno en demasía a quién creyó el ser más aborrecible de todos.

Ella necesitaba esa respuesta urgente. No podía permitirse volver a caer en las redes del amor y volver a sufrir por otra mujer. Estaba clara que aún estaba lejísimos de ser algo fuerte o serio de su parte, pero sí había un sentimiento hacia esa mujer. Que le gustase o no, había conseguido derribar muros que le tomó tiempo en construir y hablamos de una elaborada coraza defensiva. ¿Para qué? Para terminar siendo hecha añicos por una mujer demasiado astuta o tuvo ayuda desde lo alto ¿milagro? Seguramente porque hay que saber muy bien qué pieza mover para conseguir que un gran laberinto tenga una salida medianamente accesible. ¡Aquí había gato encerrado!

No tenía una milésima de prueba, pero ella las iba a conseguir y poder descubrir ¿cómo fue que una simple mujer pudiese tener tan poder y astucia? Una mujer; valga la redundancia; tan distinta a ella misma. En nada parecidas, crianza, educación, estilos de vida, complexión física y por sobre todo sentido del humor. ¿Humor? Sí, ya que para nada era dada a usar esa gracia sarcástica de andar burlándose de todo y de todos.
Pero sí había que reconocer que su jefa, la albacea tenía ese humor hilarante y pervertido que la hacía tremendamente odiosa a sus ojos; ya que sus bromas la sacaban de las casillas rápidamente y por lo general le obsequiaba una rotunda cachetada como respuesta. ¡Así era ella! ¿Qué le iba hacer? ¡Mundos opuestos!
Por más que mascaba despacio la comida para que el sabor le fuera aún más placentero, pasaba irremediablemente en ser casi insípido. No era culpa de Greta; ya que era una excelente cocinera y bien podría competir con un chef profesional y hasta ganarle.

Pero…Ese bendito pero…No había caso, le sabía raro los alimentos y todo porque no dejaba de darle vueltas a las cosas y eso terminaba superando todo.

Entre suspiros de fastidios y un cansancio visible, consiguió llamar la atención de…

─ ¿En qué piensas tanto? ─ fue la pregunta que le hicieran detrás de su espalda. ─ Para que suspires tan resignada.

Como si le hubiesen clavado algo rápido y conciso, se dio vuelta en un dos por tres y se encontró con la presencia de ella…Su jefa.

« ¿Acaso olerá mis pensamientos también? Aparece en los momentos más inoportunos » se preguntó en su mente Karina.

Por su parte, Akiane, había llegado sin hacer mucho ruido y le causó tanto asombro verla sumida en otro mundo que le hizo señas a Greta para que no delatará su presencia y se dedicó a observarla unos momentos en silencio hasta que tanto suspiro le picó la curiosidad.

─ ¿Te quedarás callada? ─ volvió a insistir Akiane, tomando un banco y situarse a su lado.
─ Tan inquisidora como siempre ─ enrostró Karina y le bajo el perfil al asunto y se concentró en su comida.
─ Y tú, tan especialistas para las fugas a gran escala ─ indicó Akiane que no se inmutó con ese acto de indiferencia. ─ ¿Te sabe bien la comida?
Karina, alzó la mirada y ladeó su rostro para verle, estaba claro que su jefa sabía cómo sacarle los choros del canasto (hacerla perder la paciencia)
─ ¿Por qué lo preguntas? ─ desvió el tema Karina astutamente.
─ Porque hace rato tienes la misma cantidad servida en el plato y no creo que Greta haya perdido el toque en sus platos por lo que deduzco que no gustó o algo te quita el apetito. ─ respondió Akiane sin dejar de verla a los ojos.

¡Tamaños ojos abrió Karina! Sus celestes se intensificaban en color tras darle en el clavo y de paso, dejarla vulnerable a su presencia tras tan extensa meditación. Aun así, se las arregló para responderle…

─ ¿Has oído algo parecido a la privacidad? ─ preguntó en tono burlón Karina sin dejar de jugar con su tenedor en el plato.
─ ¡Veamos! ─ comenzó Akiane en explicar no sin antes quitarle el tenedor y probar ella misma la comida para añadir. ─ Hay variadas opciones en el término privacidad: 1 Dice que todo lo que está dentro de un ámbito personal llámese alcoba o baños es privado. 2 las decisiones que tomes en lo general son privadas ya que nadie puede hacerlo por ti ya que no eres un robot. 3 las relaciones sexuales de una pareja son de carácter privado. 4 privado es lo que tú confieses a un sacerdote y así, sucesivamente. Ahora, la comida está deliciosa; algo fría sí; pero rica. Por lo tanto,  solo algo debe tenerte inquieta para que pierdas el apetito y no aprecies tan buen platillo.

Y 1 y 2 certeros comentarios hechos como mucha objetividad y precisión. Dejando a una temblorosa Karina, que se le había cerrado la garganta y no le salía sonido alguno producto de lo sorprendida que fue.

─ ¿Y bien? ─ preguntó Akiane. ─ ¿qué sucede contigo?
1, 2, 3, 4, 5…contaba mentalmente Karina para no dejar salir su divino carácter. Nuevamente…1, 2, 3…Etc…Una lucha sin cuartel.
─ ¡Uf! ─ fue el resoplido que exhaló Karina al frenar su dominante carácter.
─ ¿Es todo lo que me vas a decir? ─ cuestionó Akiane.
─ Aburres al diablo ¿Sabías? ─ ahorita sí, le salieron las palabras a Karina como a tiro de cañón y es que era polvorita con esa mujer.
─ No; pero me habían dicho que agotaba la paciencia de los Santos ─ repuso Akiane aflorando una gigante sonrisa de paso.
─ Totalmente de acuerdo ─ coincidió Karina, moviendo su cabeza y quitándole el tenedor de las manos, añadió. ─ Me desagrada que me piñizquen mi plato. Es de mala educación. Por último se pide permiso o se pregunta.
─ Jajaja ─ estalló en una sonora risotada Akiane.
─ ¿Cuál es lo gracioso? ─ reprochó al tacto Karina, viéndola con malos ojos.
─ Tú ─ respondió la joven Rosemberg.
─ ¿Yo? ─ cuestionó Karina más picada que nunca. ─ ¡Explícate!
─ Haces mucho escándalo por algo tan simple como eso. ─ explicó Akiane. ─ Pareces una niña berrinchuda al que le quitan un caramelo.
─ ¿Berrinchuda? ─ protestó Karina que ya le picaban las manos por darle un Suacate a su jefa. ─ Por molestarme que toquen mi comida.
─ Sí ─ fue la respuesta de Akiane que no se cortó un ápice y volvió a quitarle el tenedor y sacar comida del plato. ─ ¡Abre la boca!
─ ¡¿Qué?! ─ exclamó horrorizada Karina con los ojos saltones. ─ ¿estás demente o qué?
─ No ─ respondió Akiane. ─ como no deseas comer por ti misma, me veo en la obligación de darte de comer, ya que tienes sumamente preocupada a Greta y se va a sentir porque desprecias su comida tan rica.
─ ¡What´s! ─  Chilló Karina al toque.
─ Se buena niña y abre esa boquita linda ─ dijo Akiane jugando con el tenedor al igual que un avioncito. ─ Diga un A…Gigante.
─ ¡Estúpida! ─ fue el alarido enconado de Karina y de pronto la comida ya estaba en su boca, dejándola con catarsis infinita.
─ ¿Ves? ─ dijo pícaramente Akiane. ─ era muy fácil y así, Greta queda más contenta.
Solo se veía la mandíbula de Karina, tratando de digerir los alimentos con una mirada asesina de esas que te dan escalofríos de la pura emoción.
─ ¿Una más? ─ preguntó Akiane que ya tenía cargado el tenedor para un nuevo ataque.
─ ¡Vete al diablo! ─ soltó Karina al tragarse la comida de un sopetón. ─ ¡Dame ese tenedor!
─ ¡Por favor! ─ exigió traviesa Akiane.
─ ¡Uy! ─ exclamó conteniéndose al máximo Karina. ─ Eres una zopenca.
─ ¡Ay que feo! ─ reprendió Akiane. ─ Una chica tan linda diciendo cosas soeces. No me gustas mucho así, te lo voy advirtiendo.
─ ¿Qué? ─ exclamó furibunda Karina. ─ ¡Dame ese tenedor Akiane! O
─ ¿O qué? ─ instigó Akiane con más picardía.
─ Voy a incrustar este plato en tu bocota ─ siseó molesta Karina.
─ Porque no dejas otra cosa sobre mis labios ─ provocó pervertida mente la albacea.
─ ¿Así? ─ masculló Karina y buscando con la mirada y halló algo interesante que agarró rápidamente. ─ Eso quieres…Eso tendrás.
¿Nadie se lo imagino? Como tampoco grabó el momento exacto en que las manos de Karina, agarraron una cinta adhesiva y cortando un pedazo, lo incrustó de golpe sobre la boca de su jefa.
─ Así no saldrán más estupideces de esa bocota tuya ─ rabió Karina, terminando de quitarle el tenedor y se puso a comer con enojo.

« ¡Dios mío! » fueron los pensamientos que brotaron en Greta que se había mantenido al margen con tamaños ojos y con una tremenda preocupación de que no estallará la tercera guerra mundial justo en su cocina.
Por su parte, Akiane, después de ser sorprendida intempestivamente por aquel ataque. Quitó de sus labios la cinta adhesiva despacio y luego, quedo viendo a la joven Sotomayor.

─ Por lo menos cumplí mi misión de que comieses ─ se ufanó Akiane, sobando sus labios lentamente y sin dejar de verla, agregó. ─ Igualmente me debes un cariñito de tu parte por el esfuerzo ¿No te parece?
Ahora sí que Karina quedo noqueada, puesto que cayó en cuenta que todo fue un ardid simplemente para hacerle caer y comer por sus propios medios. ¡Eso solo quería decir una cosa! Era la misma estrategia que usaba su madre con ella cuando era pequeña. La técnica del engaño y para su desgracia, cayó redondita.
─ ¡Tú!... ¡Ay!... ¡Eres!... ¡Uy! ─ intentaba urdir alguna queja Karina. ─ ¿Cómo es qué?... ¡olvídalo!
─ ¿Olvidar qué? ─ preguntó Akiane divertida. ─ ¡Que eres un encanto!.. Eso lo he sabido desde que te conocí el primer día. Es tu lado más sexy conquistador que tienes.
─ ¡Akiane! ─ chilló Karina casi al punto de doblar el tenedor hasta que…─ ¡Déjame comer en paz!
─ Yo solo vine hacerte compañía y charlar un poquito ─ defendió Akiane haciéndose la loca. ─ ¿Tan mala es mi presencia para ti?
─ No, pero eres algo odiosa ─ se quejó de lleno Karina, comiendo antes que intentarán darle de comer otra vez. ─ No sabes cuándo rendirte y te encajas a uno como plomo.
─ ¿Tan  pesada soy? ─ indagó Akiane juguetona moviendo sus cejas pícaramente.
A la propia Karina se le cayó el tenedor después de escuchar aquella pregunta. No cabía duda que Dios era grande y poderoso, pero ¡esta mujer!  Era TREMENDA.
─ Espera yo te paso otro ─ dijo Akiane levantándose para ir a buscar otro cubierto. ─ ¡Aquí tienes!
─ No hacía falta ─ señaló Karina aceptándolo y entregando el otro tenedor a Greta. ─ Gracias de todas formas.
─ Siempre será un placer ayudarte ─ soltó Akiane e hizo señas a Greta por un poco de comida. ─ Ahora si comes un poco más lento; por tu pobre estomago; y me permites que te acompañe degustando tan rico pastel, podemos de paso hablar un poco las dos y hacer buenas relaciones sociales ¿Qué me dices?
─ Supongo que no tengo más alternativa ─ acepto de mala gana Karina y bajo el ritmo de comer. ─ Además, es de mala educación fijarse en cómo se alimenta una persona. Es desconsiderado de tu parte. No estaba faltando a ninguna regla de protocolo que yo sepa.
─ Jajaja ─ rio de buena gana Akiane con el discurso de su protegida.
─ ¿Cuál es el chiste ahora? ─ atacó Karina viéndola  directo a los ojos.
─ Seré honesta ─ aclaró Akiane llevando un bocado a su boca y limpiando con la servilleta, agregó. ─ me divierte ver que tienes una respuesta para todo y una queja también. Deberías haber pensado ser abogada. Estás perfecta para el perfil.
─ ¡Cristo! ─ aulló Karina y sin poder evitarlo más, golpeó con su mano la cabeza de la albacea. ─ Realmente eres una descerebrada con mayúscula.
─ ¡Auch! ─ se quejó Akiane sobando su cabeza. ─ ¿Por qué? ¿Qué hice ahora?
─ Nada… ¡Más que abrir tu bocota! ─ reprendió encolerizada Karina que se iba a levantar. ─ Hay que ver que tú metes las patas a cada rato. Eres la mujer con cero tinos que he visto en mi vida. ¿Por qué tuve que conocerte pedazo de bruta?
─ ¡Ey! Espera ─ solicitó Akiane, sujetándola del brazo. ─ No te vayas. Tan solo intento romper el hielo contigo y poder distraerte de tus preocupaciones.
─ ¿Qué? ─ preguntó por inercia Karina.
─ Ya te dije que te vi muy preocupada antes e intentó hacer que te distraigas ─ Explicó Akiane, suspirando con alivio cuando la vio volver a su sitio. ─ No es mi intención ofenderte. Prometí que las cosas iban a cambiar entre nosotras y lo estoy cumpliendo. ¡Por favor acompáñame almorzar!
Varias veces intentó Karina decir algo, pero le costaba decir algo. Sin duda, aquella mujer la dejaba cada vez más sorprendida con sus actos y la verdad, ya no sabía qué creer a esas alturas. ¡¿Milagro?! Tal vez.
─ ¡Está bien! ─ dijo después de un rato. ─ Pero no salgas con más burradas, por favor.
─ No lo haré. ─ respondió Akiane y obsequiándole una sonrisa algo tímida, añadió. ─ Gracias.
─ ¡Déjalo así! ─ repuso Karina y viendo a Greta, continuó. ─ ¡Por favor Greta, puedes servirme un poco más pero calentito!
─ Claro que sí ─ contestó ésta y retirando el plato frío. ─ Aquí tienes.
─ Gracias ─expresó Karina sonriendo a la mujer mayor. ─ Me disculpo contigo por lo de hace un rato. Realmente está delicioso. Solo que estaba algo distraída.
─ Tranquila Karina ─ señaló Greta. ─ yo comprendo y tú siempre has disfrutado de mis comidas como nadie.
─ Es que realmente nada tienes que envidiarle a un chef profesional. ─ acotó Karina totalmente distendida en ese momento olvidando todo. ─ Tu sazón, todo lo pones un gran amor en lo que cocinas que creo que nadie puede igualar  ese toque y cariño que le colocas a tus alimentos. Es lo mejor que he comido por años.
─ ¿De verdad? ─ preguntó asombrada Greta.
─ Lo juro ─ repuso con vehemencia Karina y brindando la mejor de sus sonrisas.
─ Gracias ─ dijo Greta emocionada que se arrimó y la abrazó con mucho cariño.
─ Eres muy afortunada, nana ─ intervino Akiane que fue una espectadora feliz de ver algo que le trajo una emoción grande a su corazón. ─ Has conquistado el corazón de esta linda citadina. Digo, su estómago y expectativas.
─ ¡Por Dios, Akiane! ─ reprochó Karina sonriente pero con las mejillas ardiendo de la vergüenza. ─ no seas tan exagerada.
─ No lo soy ─ refutó ésta última. ─ digo la verdad. Es el mejor cumplido que puede recibir una persona. ¡Admítelo! Te conquistó con puro amor.
─ ¡Um! ─ balbuceó Karina que le dio escalofríos escucharla decir eso, por algo más personal. ─ Sí, es verdad.
─ Es que eres muy especial, Karina ─ expresó Greta feliz cota. ─ Una no puede dejar de quererte y atenderte de la mejor manera.
─ ¿Hablas enserio? ─ preguntó la joven Sotomayor tan pasmada. ─ ¿No es que soy malas pulgas y gruñona?
─ De gruñona, lo eres y de malas pulgas cuando te hacen enojar. ─ se adelantó en responder Akiane que no perdió la oportunidad para bromear. ─ Pero eres la cosita más dulce y bella que hemos visto ¿no es así, nana?
─ Por supuesto ─ secundó Greta tan feliz de verlas sin pelear. ─ Eres una preciosa mujer.
─ ¡Este! …¡Yo! ─ intentaba aceptar Karina. ─ Ustedes me avergüenzan con sus comentarios.
─ ¿Por decir la verdad? ─ indagó Akiane.
─ No es eso ─ respondió Karina. ─ Sino que creo que exageran. Yo no soy ninguna tonta para no saber que las personas piensan de mí. No soy un amor de persona que digamos. Tengo mi carácter que me ha gastado enemigos a lo largo de mi vida y desde que llegué a esta casa, sé perfectamente lo que dicen a mis espaldas. La fama que tengo y las apuestas que hay  en mi contra con eso de que soy un toro en una corrida. Por eso creo que sus palabras se contradicen con la realidad.
─ ¿Sabías lo de las apuestas? ─ preguntó una total y asombrada Akiane que dejo un lado su comida.
─ ¿Te crees que llegué a estas alturas de mi vida siendo una ingenua? ─ Contra preguntó Karina. ─ No soy ninguna ilusa, Akiane.  Sé perfectamente que todo está en tu contra y de esa pizarra que tiene Pedro en su oficina. Para tu información tengo oídos y ojos con los que veo perfectamente y escuchó más de lo que ustedes se piensan.
─ Karina ─ fue lo que expreso Greta que sabía de sobra lo inteligente que era la joven. ─ No te hace justicia nada de lo que los demás digan. Hay que conocerte más afondo para llegar a saber qué clase de persona eres.
─ ¡Wow! ─ exclamó Akiane que no salía del asombro. ─ No sé qué me produce más asombro si lo que tú has dicho nana o tú, Karina. ¡Por Dios! ¿Por qué no dijiste nada?
─ Porque no puedo cambiar el concepto que los demás tengan a primera vista de mí. ─ respondió ésta levantando la cabeza con orgullo. ─ Si no se han dado el trabajo de conocerme o el intento. Yo no voy a cambiarles de parecer. Como dicen muchos, no soy monedita de oro para caerles bien a todos y no me voy a desgastar intentando algo imposible y descabellado. Lo único que debe importarme es ser fiel conmigo misma y tener en cuenta la opinión de aquellos que sí me importan.
─ Comprendo ─ dijo Akiane que no salía de su asombro y sopesaba las cosas. ─ ¿puedo preguntar algo?
─ Claro ─ fue la respuesta de Karina. ─ Creí que estábamos haciendo relaciones sociales como tú habías dicho antes.
─ Jajaja ─ fue el turno de Greta de reír por el comentario de la joven. ─ ¡Perdón! No debí.
─ Tranquila, nana ─ disculpó Akiane. ─ estás en tu derecho de reírte a mi costa. Hasta a mí me parece gracioso el asunto.
─ ¡Decías entonces! ─ insistió Karina que disfrutó a expensas de su jefa.
─ ¡Directo al hueso! Me gusta eso de ti. ─ apuntó Akiane.
─ ¡Déjate de payadas  y pregunta! ─ exigió Karina.
─ Tan impaciente ─ contravino Akiane y con una seriedad pasmosa, preguntó directo al grano. ─ ¿yo te importo? Dentro esos afortunados.

¡Suacate! No fue una pregunta al hueso sino a la medula misma que dejo rota interiormente a la joven Sotomayor. No sé la esperaba para nada y comprobaba que ella misma metía las patas a fondo cuando se trataba de hablar con sinceridad. Había sido muy descuidada y ahorita estaba a merced de su jefa.

Decir que las manos de Karina, temblaban era decir poco. Estaba peor que una coctelera mientras se agita su contenido. Era una madeja de nervios y no tenía como evadir la pregunta, ni esconderse, ni sufrir de amnesia imprevista y qué decir de su corazón…Le jugó la peor de las traiciones ya se fue directo al patio contrario y saltaba de algarabía dentro de su caja torácica. Abandonándola sin ninguna contemplación. ¿Qué suelo o milagro la sostenía?

Hasta que…

─ Me pregunto si la bruta no soy yo definitivamente ─ se lamentó sinceramente Karina, mordiendo sus labios de los puros nervios al quedar expuesta a una situación que se buscó ella misma.
─ No lo eres ─ se apresuró en decir Akiane. ─ Solo cuesta que confíes en otros.
─ Puede que tengas razón ─ secundó la propia Karina.
─ ¿Puede? ─ contravino Akiane.
─ Lo soy ─ terminó por aceptar Karina.
─ ¿Entonces? ─ instó sutilmente Akiane. ─ ¿Te importo o no?
─ Debería decir no por mi propio bien. ─ contestó Karina bajando la cabeza. ─ Pero no es mi estilo andar engañando a la gente. Sí, es mi respuesta. Eres de esos afortunados.
─ ¡Mírame a los ojos! ─ ordenó con dulzura Akiane, levantando el mentón de la joven.
─ Dime ─ preguntó Karina al alzar los ojos con sus mejillas teñidas de rubor.
─ Nunca te avergüences de quién eres y menos de lo que sientes ─ expresó sinceramente Akiane, acariciando su mejilla. ─ También eres muy importante para mí y lo sabes de sobra.
─ Sí ─ repuso Karina. ─ Estoy tratando de digerirlo.
─ ¡Qué bueno! ─ dijo Akiane. ─ ¿te parece si seguimos probando los manjares de Greta?
Un cambio de tema y acción, oportuno que agradeció sinceramente Karina y no seguir siendo más expuesta.
─ Por supuesto ─ respondió ésta más aliviada.
─ ¿Te gustaría dar un paseo conmigo después de comer? ─ preguntó Akiane que volvió a probar sus alimentos.
─ Sí, puede ser ─ dijo Karina llevando a su boca la comida y recordó. ─ ¿A caballo?
─ No, a pie ─ respondió Akiane. ─ Pero si gustas vamos a caballo.
─ No ─ fue la pronta respuesta de Karina.
─ ¿Por qué no? ─ preguntó de inmediato Akiane. ─ Es mi idea o ¿Tienes miedo a los caballos?
─ No es tu idea ─ aclaró Karina. ─ Tengo pavor a los animales. En especial caballos.
─ No sabía ─ dijo Akiane.
─ No tenías cómo saberlo ─ puntualizó Karina. ─ Dudo que Adriana, te haya comentado de mi fobia.
─ ¿Tienes fobia a qué? ─ preguntó de plano Akiane que le preocupó el tema. ─ ¿Qué sucedió contigo?
─ Una caída en caballo cuando niña con mi yayo ─ confesó Karina. ─ Vi sus patas caerme encima y estuve lastimada un tiempo. Nunca más quise ir al campo. Me daba terror que volviera a lastimarme un animal.
─ ¡Karina por dios! ─ exclamó consternada Akiane. ─ ¿por qué no lo dijiste la primera vez que te llevé a los establos o en la lechería?
─ Por que no iba a dejar que mis miedos me dominaran ─ se excusó ésta mordiendo los labios de los nervios. ─ No me gusta andar dando lastima. Además,  me molesta dar a conocer mis debilidades a otros o extraños.
─ Pero yo no soy ninguna extraña ─ rebatió Akiane.
─ Pero lo eras en su minuto ─ defendió Karina. ─ amigas no éramos precisamente en el comienzo ¿lo recuerdas?
─ Tienes razón ─ aceptó Akiane. ─ Me disculpo por eso. De haberlo sabido no te hubiera dejado sola.
─ Por eso mismo no ando contando mis cosas ─ reprendió contrariada Karina. ─ ¡Me carga que me sobre protejan! Cuándo lo van a entender que lucho todos los días contra mis debilidades para superarlas y que no necesito que me traten con pinzas, ya que no soy ninguna minusválida.
─ Lo siento ─ repuso Akiane, tocando su brazo. ─ No fue mi intención ofenderte o hacerte sentir incomoda. Lo decía porque yo misma me hubiera ocupado de que fueras perdiendo esos miedos de a poco. No para libarte de ese obstáculo sino para apoyarte a que los vencieras. ¿Comprendes ahora mis intenciones?
─ Sí. Ahora sí ─ convino Karina. ─ soy yo la que me disculpo contigo. Me adelante en sacar conjeturas.
─ Descuida, todos cometemos errores ─ mencionó Akiane. ─ Vamos a salir a pasear a caballo juntas, pero iremos gradualmente y si quieres podemos hacerlo con tu acosador amigo.
─ ¿Lo dices por el besador? ─ preguntó pasmada Karina.
─ Ese mismito ─ dijo Akiane risueña. ─ Hay que ver que es un sortudo. Ya daría yo por estar en su lugar.
─ ¡Por Dios, Akiane! ─ protestó Karina. ─ No puedes compararte con un animal.
─ No me comparo ─ rebatió ésta. ─ Pero deseo hacer lo que él hace.
─ ¡¿Qué?! ─ fue la exclamación de Karina atónita.
─ Esto ─ señaló Akiane y sin previo aviso, depositó un suave beso en los labios de la muchacha.

La sorpresa fue mayúscula y la respuesta también lo fue, al cabo de unos segundos en que el efecto del sopor pasó, devolvió el beso de su contra parte.

No fue un minuto en que ambas mujeres se besaron, pero fue lo más significativo que han tenido desde que comenzaron su coexistencia.

Al poco rato, los mismos labios acosadores, fueron los que se retiraron despacio de los otros. Y unos ojos verdes veían a los celestes con total trasparencia y felicidad.

─ Espero no ganarme otra cachetada ─ soltó sorpresivamente Akiane que por arte de magia ya estaba sobando su mejilla.
─ Jajaja ─ fue la risotada que se escapó sonoramente de parte de Karina y movía la cabeza de una lado a otro por las ocurrencias de su jefa.

Simplemente el rostro de la chica Sotomayor se transformó de tal forma que sus facciones se suavizaron tanto y sus ojos brillaban igual que estrellas titilantes. Definitivamente era otra mujer que estaba frente a los rostros de Akiane y Greta que a esas alturas, le brotaron unas lágrimas de felicidad.

─ Eres más hermosas que un ángel descendiendo del cielo. ─ susurró totalmente embobada Akiane.

En el acto, la mirada celeste descendió a la altura del rostro de la albacea y fue con sus propias manos, que lo atrajo al suyo y devolvió el beso con una ternura y timidez jamás imaginada por nadie.

La respuesta no se hizo esperar, Akiane, abrió sus labios para recibir aquella boca que anhelaba desde hace mucho y de hace unos segundos. Eran tantos sus anhelos que le parecía mentira que estuviera siendo besada por voluntad propia por aquella arisca joven mujer.

A pesar de ser más alta y estar sentada, pasó sus brazos por el cuello de la muchacha y acortar la distancia entre ellas en forma total. Un beso tímido y a la vez explorador. Un beso tan suave y delicado que daba vestigios de abrir las puertas de su ser por más de aquello que se le ofrecía.

Se fueron sumergiendo en el beso que siguió siendo lento y delicado y nada les importó a su alrededor. Y hasta la propia Greta, se puso colorada como una manzana pero muy contenta de verlas prodigarse ese tipo de amor. Así que sin más, tomó la mano de su compañera de trabajo y juntas salieron de la cocina sin hacer mayor ruido y no distraer a la pareja. ¡Si es que se podía llamar así ya!

En eso Pedro, iba directo a la cocina y fue tomado del brazo por Greta y lo sacó de inmediato para que no interrumpiera.

─ Pero si muero de hambre ─ protestó Pedro. ─ solo me haré un sándwich o cogeré un trocito de pastel y me voy. Lo prometo.
─ No harás nada de eso ─ señaló Greta. ─ ¡Acompáñame!
─ Pero…Gretita ─ intentaba convencer Pedro.
─ Ya dije que no ─ repuso Greta. ─ Interrumpirías, Pedro.
─ ¿A quién? ─ preguntó el capataz.
─ A las chicas ─ respondió Greta.
─ ¿Qué chicas? ─ volvió en preguntar Pedro confundido. ─ Que yo sepa las únicas son A…
─ Ellas mismas ─ terminó en decir Greta al capataz.
─ ¿Están en términos amistosos? ─ indagó entusiasmado Pedro con su idea descabellada. ─ Lo digo para que no hayas dejado que entrase a tu templo culinario.
─ ¡Adulador! ─ reprendió Greta. ─ Y sí, están en esos mismos términos que estás pensando.
─ ¡Al fin! ─ exclamó feliz Pedro celebrando con sus brazos al aire. ─ ¡Dios ya era hora de humo blanco!
─ Jajaja ─ rio  Greta de buena gana con el entusiasmo del hombre de confianza de su niña. Parecía un padre para ella de lo mucho que se preocupaba por su bienestar y felicidad.
─ Las cosas tienen que mejor de ahora en adelante. ─ mencionó Pedro viendo a lo lejos la puerta de la cocina.
─ Verás que sucederá ─ coincidió Greta sonriendo por la dicha de ambas y de ellos mismos.
─ Bueno ya que estamos de buenas noticias ¿te parece si me acompañas a comernos unos huevitos revueltos que hace Luis? ─ dijo Pedro.
─ ¿Están cocinando en la lechería? ─ indagó Greta. ─ ¿desde cuándo?
─ Desde ayer ─ respondió Pedro. ─ Tú sabes que ni tiempo nos da para venir a comer a nuestros hogares o en el galpón y están haciendo una fritanga para apoyar a los compañeros por la jornada larga que tenemos.
─ ¡Vayamos a probar esa mano de Luis! ─ aceptó Greta. Cogiendo el brazo de su compañero de años y amigo. Además de padrino de su hija menor.
─ ¡Vamos pues! ─ instó feliz cote Pedro. ─ Dejemos que ellas sigan haciendo las pases para que tengamos campanas más adelante.
─ Eso espero, querido Pedro ─ concordó Greta. ─ les hace falta darse esa oportunidad de ser felices.
─ También lo espero, Greta. ─ Coincidió Pedro. ─ Son las únicas que pueden cambiar las cosas por su propio bien y Akiane ha dado más allá de sus capacidades por conquistar a esa mujer. Necesita ver el fruto de todo ese esfuerzo bestial que ha hecho con tal de cumplir su palabra con Adriana.
─ Y Karina, merece dejarse amar por mi niña ─ acotó Greta. ─ Son dos mujeres que nacieron para encontrarse y pertenecerse.
─ Lo creo verdaderamente después de tanto tiempo. ─ repuso Pedro.

Ambos salieron fueron de la casona y se fueron conversando hasta llegar a la lechería dónde se hallaban la mayoría de los trabajadores probando alimentos.

Mientras que muy lejos de todo lo que sucedía en los alerces…

Unos pasos iban y venían de un lugar a otro. No dejaban de hacerlo ya que su portadora estaba realmente inquieta…

─ Karina…─ fue el llamado que se desprendió de los labios de aquella mujer de cabellos dorados que estaba dentro de la habitación del hotel.

Al mismo tiempo y presintiendo el llamado…los parpados se abrieron y los ojos celestes quedaron  viendo a la nada…

Muy lejos se está de dar por sentado algo y darlo por hecho y santiguado. La vida siempre tiene algo más que decir. Las pruebas nunca acaban en la vida de las personas.

Cuando las heridas se abren y se limpian para comenzar a sanar verdaderamente. El pasado cobra su lugar en la historia de una persona y se verifican muchas cosas. Quedando en evidencia muchas interrogantes que no fueron respondidas en su minuto por haberlas pasado por alto debido a las circunstancias.

Después de los resquemores de Karina, recién comenzaba a escribirse su verdad de aquél día. ¿Tendría el valor de hacerle frente? Y continuar con su vida.

Era la jugada que no fue capaz de prever Adriana y dejaba totalmente expuesta a su hermana menor.  Uno siempre debe enfrentar sus temores tarde o temprano y la verdad sea dicha de paso…Melissa nunca fue el problema en la vida de la joven Sotomayor, sino lo era otra persona, otra mujer.


3 comentarios:

gaby dijo...

hey. gracias por subir otro capitulo mas de esta historia,
la verdad me quede waooooooo y no se que paso asi lea varias veces el cap y quede impaktaddd

SEMA dijo...

Excelente capítulo. Es bueno saber que por fin Karina rompió ese cascaron y ya se dio cuenta de sus sentimientos. Gracias por el capítulo.

Delfi Castillo dijo...

Ándale pues! no que no tronabas hojita! al fin el beso de la paz!
tan lindas ellas.
Y ahora que va a pasar si no es Melissa entonces quién es la otra mujer?
Punto a tu favor... que nos dejas picadas así que espero no tardes con el siguiente. Gracias y saludos

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