mujer y ave

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viernes, 25 de marzo de 2016

Seducción al bailar.


One shot de Francis y Sara

III parte de Orquídea Sajona.

Si las miradas desvistieran a una persona, esta sería la ocasión ideal para hacerlo; ya que Francis, desnudó el cuerpo de la joven Taffra con una sola ojeada. Y no era para nada menos y es que Sara, cautivo enseguida a la menor de los Calguiere e hizo que el corazón se desbocara en su pecho de lo agitado que se puso con solo verla vestida de ese modo tan sexy y deseable.

─ ¡Que hermosa se ve! ─ murmuró tan quedito Francis, que difícilmente se podría notar el movimiento de labios al hablar. ─ No sé si podré soportarlo.


Por su parte, la joven Taffra era otra que también libraba su propia batalla y es que aquella rubia tonta y arrogante, la dejo sin aliento con lo hermosa que lucía en ese atuendo azul que la hacía brillar más que una estrella en hermosura.

─ ¡Mi Dios! ─ exclamó Sara para sus adentros. ─ Se ve guapísima la condenada.

Entre admiración y sarcasmo libraban sus luchas y sus demonios internos por no ceder un minúsculo centímetro al amo de las emociones del corazón. Se dice que; intentes mil veces oponerte saldrás perdiendo inexorablemente por causa de su soberbia y falta de sensatez.

Como se dice en el mundo de las tablas. La obra ya estaba desarrollándose y el telón se había subido y las protagonistas estaban inmersas en esta función y escapar al hilo del guión era más que imposible. Simplemente déjate llevar y no te ganes sufrimientos innecesarios. Si es para ti contigo se quedará y si no déjala volar en libertad.

Después de estas breves y concisas aclaraciones, nos sumimos en la escena de estas dos mujeres muy jóvenes tratando de acallar sus sentimientos por la fuerza de la razón.

No obstante a esta lid entre dos corazones y no ajeno al encanto de la pelirroja. El joven Brigston estaba embobado con la chica.

─ Sara, estás preciosa ─ Balbuceó John, besando la mano de la joven.
─ Gracias ─ murmuró ésta, sintiendo escalofríos en su cuerpo y no por el gesto cariñoso de John, sino por otra persona que la veía con recelo.
─ ¡Nos vamos ya! ─ interrumpió seca Francis, viendo inquisitivamente a la joven Taffra. ─ Se nos hará tarde y la impuntualidad no va con el modo de vida de un inglés.
─ Por supuesto prima ─ se apresuró en decir a John y tomando del brazo a Sara, añadió. ─ ¡Nos vamos preciosa dama!

Los dientes de aquella rubia, rechinaron de súbito al contemplar la escena y es que a duras penas podía contener ese malestar que le producía ver cómo su primo intentaba cortejar a Sara y le sentaba fatal e incluso sus facciones se pusieron rígidas al instante y con una mirada altanera prosiguió su camino con Alex.

─ Tenga la bondad mi bella dama de tomar asiento. ─ señaló galante John, abriendo la puerta de su coche e inclinarse a la vieja usanza.
─ Muy amable de tu parte ─ mencionó Sara, condescendiente ante la amabilidad del joven Bringston.

Al momento de acomodarse en el asiento del copiloto junto a John, Sara, vio de soslayo hacia dónde se encontraban las chicas y la gélida mirada que le diera esa rubia, le bastó para ponerla incómoda.

─ Ya estamos todos ─ dijo John por el retrovisor a su hermana y prima. ─ es hora de ponernos en marcha.

En cosa de segundos el automóvil de John, rodaba por el sendero rumbo a la capilla y formar parte de la celebración de compromiso de la Duquesa de Calguiere y Raniel Larson.

─ Y dime, Sara ─ indagó John, mientras conducía. ─ ¿Qué te parecen nuestras tradiciones?

La pregunta apuntaba a conocer el parecer de la joven Taffra y era sencilla y directa. Pero, sentó fatal a Sara, qué sintió cómo se hizo un silencio sepulcral y su espalda quemaba ante la intensidad de una mirada de la persona que estaba detrás de ella.

─ John ─ intervino Francis al ver que la joven no respondía. ─ No pongas a la señorita Taffra en una situación difícil y como invitada quizás te responda por cortesía solamente. Puede que ella, no coincida con las costumbres inglesas.
─ Pero ¿por qué prima? ─ inquirió confuso John. ─ Tan solo es una simple pregunta.
─ Tal vez, la señorita Taffra discrepe de nuestras tradiciones ─ afirmó con saña Francis, viendo hacia el espejo lateral en que podía apreciar el rostro de la chica.
─ ¿Es eso cierto Sara? ─ preguntó John, viéndola de vez en cuando sin perder la vista del camino.

Definitivamente a Sara, las cosas no le resultaban nada fácil cuando se trataba de Francis Calguiere y estaba visto que no tendría respiro alguno y no habría paz entre ellas, por lo que decidió zanjar el problema de una vez.

─ Siendo bien honesta, no me gusta que las personas que no me conocen y no se toman la molestia en conocerme se tomen el derecho en responder por mí ─ sentenció duramente Sara y cabreada del acoso de la menor de los Calguiere y añadió más. ─ Y por ser tú, querido John, te diré que sus costumbres son extrañas para mí dado a que no estoy acostumbrada a ello. Sin duda, es una tradición peculiar por así decirlo y es todo lo que puedo acotar a ello. Son ajenas a mí.
─ Sara ─ murmuró complacido John ante la honestidad de la joven. ─ Gracias por tu sinceridad, pero verás que las encontrarás sublimes una vez que te acostumbres porque supongo que no será la única vez que vengas a Inglaterra. ¿No es así?
─ John, esto no podrá ser factible ─ de inmediato se excuso Sara consciente de sus palabras, pero era honesta ante todo. ─ Estoy en el último año de mi carrera y tengo contemplado hacer una pasantía  de 2 años en Norteamérica a penas finalicen mis estudios y si todo resulta como espero buscaré trabajar en ese país por unos cinco años para regresar a casa y ejercer mi profesión junto Nataniel y otros amigos más.

Aquella confesión de parte de la joven Taffra, conmocionó a dos personas en aquel coche. Dejándolos completamente confundido a uno y al otro con el corazón contraído a más no poder.

─ Es una lástima Sara ─ intervino Alexandra después de un rato y levantando los ánimos de todos. ─ Seguramente Raniel, te va a extrañar muchísimo.
─ Eso lo sé muy bien ─ respondió la joven Taffra. ─ Juntas habíamos decidido irnos a EE.UU a perfeccionarnos, pero eso no se va a poder. El lugar y futuro de mi amiga está al lado de Anabelle. Por eso, me comprometí en visitarla cuando estemos en casa.
─ Comprendo ─ dijo Alex, viendo a su hermano algo pensativo. ─ Los estudios son lo primero.
─ Así es ─ respondió Sara.

El viaje se hizo en silencio y breve, dado que en poco llegaron a la capilla.

─ Hemos llegado chicas ─ mencionó John un poco sombrío, pero al ver el rostro de la joven Taffra, le cambio el semblante de inmediato.

Todos descendieron del coche y como se esperaba John, acompañó a Sara del brazo. Mientras que Alex Y Francis, iban detrás de ellos, sin emitir palabra alguna.

Al entrar a la capilla, fueron saludados por varios conocidos de las familias de sus padres y la joven Taffra fue presentada ante ellos. Después fueron acomodados en sus lugares, pero en el momento en que Sara, debía pasar de un costado al otro de las bancas, cruzó camino con Francis y sin remediarlo sus miradas se encontraron. En un solo pestañear, los ojos azules, le trasmitieron todo su sentir de ese momento e hizo que el corazón de la joven Taffra se contrajera en forma dolorosa.

No sabía cómo explicar cómo esa mirada la traspasó tan profundamente y su sentir, lo sintió como propio y pudo contemplar lo opaco de su mirada. Tragó saliva nerviosamente y bajo la mirada rápidamente porque no quería que descubriese como le afectaba verla de esa manera.

Aquel gesto, provocó una desazón mayor en el alicaído corazón de Francis, tras escuchar que nunca más volvería a ver aquella hermosa pelirroja, pese a considerarla peleonera y coqueta, había conseguido estremecerla como nunca nadie lo había hecho y aunque luchase fieramente por no admitir lo que su corazón estaba gritándole, no podía evitar esa congoja que la embargaba.

─ Olvídate de ella será mejor ─ se auto aconsejo Francis, viendo como la muchacha se ubica en el otro extremo y su indiferencia la estaba afectando tanto que mantenía sus manos empuñadas sobre su vestido.

Un mar de dudas y confusión se desataba en el corazón de las dos jovencitas y a pesar de que la ceremonia había principiado ya. Estaban lejos de estar completamente concentradas en los votos que comenzaban a recitar las prometidas.
De este modo la Duquesa Anabelle Calguiere, era oficialmente comprometida en matrimonio a la joven Raniel Larson y dando esa promesa ante los padres de ambas jóvenes. Se cumplían con la tradición más antigua de toda Inglaterra y que no había factor humano que pudiese romper con ese vínculo.

Después de los saludos protocolares a ciertos nobles que asistieron a la ceremonia, la pareja fue llevada hasta su carruaje al igual que todos los invitados para ser agasajados en los salones del castillo, dónde ya estaba todo dispuesto para recibir a los invitados.

Minutos después todos los presentes debidamente acomodados, estaban a la espera de la joven pareja que habían subido a cambiar sus vestuarios y dar inicio a la segunda celebración de este inusual compromiso.

Estando en esa espera, Sara Taffra, paseaba la vista nerviosamente por el salón en busca de una cercana salida por si llegaba a necesitarla y es que necesitaba salir a respirar un poco de aire puro. No podía de dejar de sentirse extraña a todo lo que estaba viviendo, porque una cosa era disfrutar de la invitación hecha por la familia de Anabelle y de platicar a gusto con la familia de Alesia, ya que fue asignada a su mesa junto con Nataniel y dos socios del padre de la novia. Se podía decir que una mesa mezclada con familia y amigos y de este modo evitar discriminaciones sociales por así, decirlo.

Al momento en que la flamante pareja entro, toda la familia Calguiere en pleno y en sus distintas ubicaciones, se pusieron de pie y aplaudieron a las prometidas. Otra particularidad en esa familia, ser recibidos por sus seres amados en forma honorable a vista de los demás invitados.

─ Te ves preciosa, mi querida monstruito ─ susurró bajito Sara para no ser escuchada al contemplar extasiada a su mejor amiga.

No se puede precisar o decir con plena certeza cómo o cuándo eres oído o percibido por aquel a quién estás pensando u dirigiendo tus palabras y es que súbitamente Raniel, enfocó su mirada directo en el lugar en qué se hallaba Sara y su sonrisa vino a confirmar que había una especie de telepatía entre ambas y un tenue movimiento de labios, expresaron el mismo sentir. Sacando una genuina sonrisa de parte de Taffra.

Este simple hecho fue seguido con la mirada tanto como la prometida de Raniel como su cuñada que siguieron en la dirección en que veía la joven Larson. Despertando alegría en la mayor de las Calguiere y unos intensos celos en la menor de esa familia.

Sara,  en forma autómata cruzó miradas con la joven Francis y es que aún a ciegas podía saber en el lugar en que ésta se hallaba y el sentir esa intensa mirada, que la fulminaba y a la vez, recriminaba algo que no sabía el motivo. Dado que Sara, no había hecho nada malo o indebido para suscitar ese reproche que apreciaba en aquellos ojos azules.

─ ¿Podrás dejarlo por la paz Francis? ─ Se preguntó Sara, viendo a la joven y cabreada sacudió su cabeza a modo de fastidio y cansancio.

Por su parte y en otra mesa…

─ ¡Deja de provocar este sentimiento en mí! ─ recriminó Francis para sí misma. Tragando en seco, puesto que sentía que estaba por llegar a su límite y no sabía qué podía suceder con ella.

Pero de una cosa estaba más que segura, esa pelirroja la estaba provocando de infinitas maneras y dejándola tan vulnerable, que no sabía qué hacer para dejar de seguirla como una boba con la mirada.

─ Cuando acabe este agasajo y comience a sonar la música, iré por Sara para que sea mi compañera de baile ─ se escuchó decir a John a su hermano, en la mesa continua.
─ Eso será imposible querido primo ─ contravino Charles con orgullo. ─ ya he pedido ese honor a la hermosa Sara y ella aceptó ser mi pareja de baile.
─ ¡Rayos no! ─ protestó John a su primo ─ ¿por qué Charles?
─ Simplemente porque soy más inteligente que tú ─ se jactó risueño Charles y sobando su barbilla a modo de burla. ─ Y no basta con solo palabras primo, hay que actuar.
─ Charles, no se vale ─ refutó John, rascando su barbilla colorina que estaba perfectamente depurada.
─ Como dicen las chicas ─ se ufanó éste. ─ En la guerra y en el amor, todo se vale y está permitido.

Esas palabras dejaron con la boca abierta a la mayoría de los presentes en la mesa. A excepción de Francis, que empequeñeció sus ojos y quedo meditando bastante en lo que dijese su hermano.

─ Ustedes los hombres siempre haciendo alarde de sus dotes de conquista ─ intervino la propia Francis con altanarería. ─ Que se presumen los unos a los otros y sin embargo, olvidan que una mujer es la única que decidirá y no ustedes con quién quedarse.
─ ¡Ups! ─ exclamó divertida Claudine al contemplar los rostros estupefactos de los chicos. ─ Acaban de asestarles una buena dosis de realidad, muchachos.
─ Hermanita, puede que tengas razón ─ adujo Charles, alzando su copa hacia Francis y bebiendo de ella. ─ Poro solo uno será el vencedor y quién se quede con la chica a la larga.
─ Concuerdo contigo primo ─ convino John, y alzando su copa también. ─ hagamos un brindes por la bella dama y porque gane el mejor.

Entre ambos chocaron sus copas en ese presuntuoso brindis; sin contar con la participación de la protagonista sin tomar en cuenta su sentir al respecto. No obstante, aquello fue el detonante para que alguien si saliera en su defensa…

─ No deberían presumir tanto y con tanta antelación. ─ espetó Francis, viéndolos inquisitivamente a ambos por igual. ─ Puede que tengan competencia que no están viendo debido a sus egos y quizás ella, escoja a esa otra persona en vez de ustedes. ¿Nos les parece?

Aquellas palabras causaron el efecto deseado en los dos jóvenes que veían con la boca abierta a la menor de los Calguiere, beber de su copa en forma maliciosa, puesto que su comentario los dejo pensando y no dejaban de verse entre sí.

─ ¿Competencia? ─ inquirió John mas una pregunta a sí mismo que para su prima. ─ Lo dudo, ella lleva dos días y  no ha salido de casa como para que la pretenda algún posible rival.
─ Apoyo esa moción John ─ acotó y respaldó Charles. ─ Sara ha estado solo con nuestra familia. Es imposible que tengamos merodeadores acechándola.
─ ¡Hombres! ─ se mofó Francis, dándole otro sorbo a su copa y añadir. ─ Hay un dicho que dice así: Mensaje entregado se da por advertido, sin lamentaciones o rencores todo queda zanjado.
─ ¡Caramba hermanita! ─ alabó Charles admirado. ─ Estás muy elocuente hoy y sabia a morir.
─ Punto en desacuerdo ─ objeto John. ─ ese dicho es un refrán que se usa en la guerra solamente.
─ ¿Y no era eso de lo que hablaban hace un rato? ─ refutó Francis y con descaro, agregó. ─ De guerra…en el amor.
─ ¡Divina mi querida Francis! ─ ensalzó Charles ante su hermana. ─ Estás en lo correcto. La sublime guerra del amor.
─ Pero ella habló de rivales y luego, nos refirió sobre un dicho de guerra que no califica en conquistar el corazón de Sara ─ rebatió con fuerza John. ─ Lo lamento prima, pero son dos cosas que no encajan entre sí.

La conversación estaba adquiriendo ribetes muy peculiares y los presentes disfrutaban del debate en cuestión, ya que casi todos eran familia (los más jóvenes) y gustaban entre ellos rebatir. No obstante, Claudine, estaba muy atenta al escenario en que se estaba desarrollando la conversación y comenzaba a sacar sus propias conclusiones y la forma en que observaba a su hermana menor, venían a corroborar lo dicho anteriormente.

─ Querido John ─ respaldo su punto de vista, Francis. ─ despejaré tus dudas de la siguiente manera: Ustedes se ufanan de conquistar a la invitada de nuestros padres, sin tener en cuenta sus sentimientos al respecto. Luego, desconocen si hay alguien más en el camino que les pueda hacer sombra a sus aspiraciones y por último, les advertí por medio del refrán de guerra Francés que debían estar atentos. No vaya a ser cosa que se lleven una sorpresa. Y como bien dijo Charles, es una guerra de amor en  que todo se vale ¿No es así primo?
─ Ahora toma sentido tus dichos, pequeña Francis ─ respondió John, tratando de bajar el perfil a la conversación. ─ Y te doy la razón en todo; salvo, en el punto de otro rival. Te lo vuelvo a repetir, imposible que eso suceda.
─ Ok ─ convino Francis, bebiendo un último sorbo y viendo en dirección a la mesa en que se encontraba el objeto de la discusión. ─ Cumplí con advertirles nada más.
─ Despreocúpate prima ─ instó John. ─ No hay nada que temer.
─ No me preocupo ─ respondió sin rodeos Francis y solo viendo a esa persona. ─ Es cosa de ustedes, solo tengo una sola cosa de qué preocuparme nada más.
─ ¿Y qué te preocupa hermanita? ─ indagó curioso Charles.
─ Eso es privado Charles ─ zafó rápidamente Francis, de no dejar saber que el motivo de preocupación estaba dos mesas más allá de la suya.
─ Ustedes las mujeres siempre actuando tan misteriosamente ─ expresó Charles, al que no podían dejarlo con un secreto. ─ No me dejes con la curiosidad hermanita, no seas malita y dime.
─ Ya dije, Charles. ─ puntualizó Francis, viendo a su hermano con un rostro indescifrable y un tanto parco. ─ Es privado y solo me concierne a mí nada más. Y si pudiese compartirse hermanito, sería mucho más adelante cuando haya resuelto este asunto tan particular.
─ ¡Um! ─ exclamó su hermano, que no se daba por vencido. ─ Eres egoísta hermanita y dejarnos con la picada de saber lo que te sucede. Entre nosotros nunca ha habido secretos.
─ Charles ─ intervino Claudine a tiempo, al ver el semblante de su hermana. ─ En la familia no hay secretos, pero todos tenemos nuestra privacidad en asuntos delicados. No debes obligar a Francis a que confiese y traicione su intimidad. Habrá un momento en que ella nos lo diga. Se paciente y respeta su privacidad.
─ Claudine, tiene razón primo ─ convino John. ─ Déjalo por la paz.
─ Está bien ─ asumió Charles y extendió su mano hacia su hermana menor. ─ La paz, hermanita.
─ No estamos en guerra hermano ─ adujo Francis e igualmente extendió su mano y la estrechó en concordia. ─ Y aclaro que tú no eres mi oponente.
─ ¡Eh! ─ exclamó Charles con estupefacción de no entender lo dicho por su hermana.
─ ¡Francis! ─ apremió Claudine con una mirada reprobatoria.
─ Ok ─ respondió ésta de mala gana y viendo disimuladamente a su primo, era a él a quién iba dirigidas sus indirectas.
─ Chicos, dejen de lado sus discusiones ─ instó Alexandra, llamando su atención. ─ Va a comenzar el discurso y luego, se viene lo mejor. El baile.
─ ¡Genial! ─ alabó Charles, impaciente por sacar a Sara a bailar.
─ Charles, se paciente ─ reprendió Claudine. ─ respeta a nuestra hermana Anabelle y su compromiso. Es su momento y no el nuestro.
─ ¡Lo siento! ─ murmuró apenado Charles. ─ tienes razón. Es el compromiso de Anabelle.
─ Así es ─ acotó Francis. ─ Anabelle y Raniel, son lo relevante en este momento y como familia debemos apoyarla en todo el sentido de la palabra.
─ Eso no te quepa duda, hermanita ─ repuso Claudine. ─ Somos Calguiere y nuestro lema es: unidos en luz y oscuridad hasta la muerte.
─ No se olviden de nosotros ─ adujo John. ─ también somos Calguiere.
─ Por supuesto que no ─ expresó Claudine. ─ Somos familia y una de las 20 más antiguas de este país.
─ Muchachos, ya va hablar Alesia. Guarden silencio ─ demandó Francis.

Todos guardaron silencio cuando la Condesa de Brigston, alzó su copa y comenzó con el discurso de buenos deseos a la pareja. Luego de unos minutos, instó a todos alzar sus copas y brindar por la pareja y su futuro enlace dentro de 5 meses y como era costumbre en ese clan, todos desearon que el camino de esos meses les permitiese prepararse para el paso definitivo antes de contraer esas nupcias, en que la pareja sellaría su destino y futuro. La Duquesa de Calguiere desposaría a Raniel bajo juramento ante los pórticos de Sajonia y comenzaría con ello a dar vida a su familia y la nueve estirpe del condado de Calguiere y en su seno naciera la nueva heredera; siempre y cuando su voluntad cumpliese con el pacto que se hiciera en tiempos remotos desde la primera hija del Duque Ernest Calguiere.

Luego, del brindis, las madrinas invitaron a la pareja a pasar al centro del salón y dar inicio al baile. La orquesta, comenzó con los primeros acordes de un vals.

Anabelle, tomó delicadamente de la cintura a su prometida y ésta, apoyo su mano en el hombro de su pareja y entrelazaron su otra mano con su mujer y dieron los primeros pasos de ese hermoso vals que sonaba en todo el salón. Siendo objeto de admiración por todos los presentes, pues la compenetración y afiato entre ambas era única. El amor se lo declaraban por sus ojos y esa sonrisa que iluminaba sus rostros, dejaba ver el cariño que ambas se profesaban. Danzaron a lo largo de todo el salón, haciendo de este baile, el más bello y elegante. Provocando la dicha de los padres de ambas chicas que eran consciente del pasado que la unían.

Cuando acabaron de sonar los últimos son de los violines. La pareja coronó ese baile con un breve beso y fueron aplaudidas por todos los presentes que celebraron aquel gesto de amor entre ambas. Al instante se dio continuidad a otra ronda de vals y muchos fueron los que se dirigieron a la pista de baile. Entre ellos, estaban los hermanos Larson: los gemelos pidieron a Claudine y Alexandra, les otorgasen el privilegio de una pieza con ellos, los que fueron aceptados de inmediato. Luego, fue el turno de Carlos que fue en busca de Alesia y Helemiah en pos de Francis.

A John no le quedo otra de ser cortes e ir en busca de Kat al mismo tiempo que su primo Charles, fue directo en pos de su compañera de baile, Sara Taffra.

─ Vengo para que me permitas el honor de esta pieza, mi hermosa Sara. ─ solicitó galante Charles. Besando la mano de la joven al mismo tiempo.
─ Eres muy amable, Charles ─ dijo Sara sonriente ante tanto halago que le estaban dando que ya no sabía que pensar.
─ Permíteme darte la noche más memorable de tu vida ─ mencionó Charles y condujo a la joven a la pista.

Sara, quedo de una pieza ante el comentario del joven Calguiere y su sonrojo se hizo presente de inmediato y en forma violenta. Logró descolocarla en cierta parte, debido que por mucho que el joven se esforzará en tratar de conquistarla, no podría corresponder a esas muestras de afecto y galantería tanto de él como su primo por una sencilla y poderosa razón. Y es que a la muchacha no gustaba de los chicos y su inclinación iba hacia su mismo sexo. ¿Cómo decirles que a ella le gustaban las mujeres?

Aunque mortificada y todo ante los comentarios del chico, tomo posición en la pista y dejo que el joven la guiase a lo largo de todo el lugar. Sin embargo, todo el tiempo en que se dejo llevar por los fuertes brazos del joven Calguiere, sintió la presencia de una persona que no dejo de verla con molestia por ratos y otros de indiferencia, cada vez que cruzaban camino y sus ojos azules chispeaban con los de ella. Era una situación más que incómoda, era una agonía para la joven Taffra, porque ella sabía la verdad que estaba naciendo en su corazón y solo le quedaba acallar el murmullo de su ser interior.

Nunca en su vida había sentido como la quemaban esos ojos azules y a la vez, la miraban en una forma que le helaban la sangre. Tembló un par de veces cuando casi rosando sus cuerpos al pasar tan cerca una de la otra y volvía a sentir esa mirada que la desnudaba toda y a la vez, le reprochaba algo. Como si con sus ojos le dijese que no deseaba verla en brazos de Charles. Ese mensaje no dicho pero con la mirada declaraba su molestia y su más íntimo sentir.

Sara, no sabía qué hacer; sí alegrarse en cierta forma de lo que presumía que eran celos los que sentía la menor de los Calguiere o simplemente aceptar de una vez que estaba equivocada y solo era disgusto de su parte por todo lo que se habían enfrentado y demostraba que no eran compatibles. Trajo en seco y trató de enfocarse en el baile y disfrutar de la danza, pero le fue imposible porque durante 6 canciones contiguas, vio una y otra vez, ese rostro que la perseguía y atormentaba a la vez.

Lejos estaba Sara, de pensar que sus suposiciones eran correctas en cuanto a la incompatibilidad entre ella y la joven Calguiere. Si desde el primer minuto en que se conocieron las golpeó de lleno una química única y especial, pero con lo tozuda que se volvieron en negar los hechos, que optaron por acallar sus corazones y defenderse de lo que estaban comenzando a experimentar.

Francis, sintió morir cuando su hermano fue en busca de la pelirroja y su estomago se contrajo en una forma tal que sentía los músculos tensarse en forma violenta. No deseaba que fuese él ni ningún otro quién sacara a bailar a la joven Taffra. No deseaba admitirlo del todo, pero por unos momentos antes de finalizar el discurso de su prima; imaginó ir ella misma en busca de la muchacha. Tomarla entre sus brazos y perderse en sus hermosos ojos grises mientras danzaban esos bellos valses. Lo deseo tan intensamente que se vio con ella y más aún, por insólito que fuera, se vieron juntas en otro baile y ataviadas de otra forma como si estuviesen en una boda. Su propia boda por la forma en que estaban vestidas y fue esa imagen que la dejo sin aliento y perdida en sus pensamientos, cuando la cruda realidad la trajo de vuelta al ver a su hermano sacando a la muchacha tomada del brazo.

El dolor se hizo presente y verla acceder tan fácilmente solo provocó que su desdicha creciese en forma abismal y consiguió lo que nunca ningún chico fue capaz de hacerla sentir…Celos, horribles celos hacia su hermano por quitarle algo que debía ser suyo.

Francis, trago con dificultad y se tuvo que conformar con aceptar la invitación de Helemiah y bailar junto a él. Mientras que observaba como la pelirroja se desplazaba feliz y complacida en brazos de su hermano.

Llegó su límite y no fue capaz de soportarlo más. Decidiendo escapar de todo ello, se disculpo con el hermano de su cuñada y discretamente se fue hacia una de las salidas hacia los balcones en busca de alivio y paz.

Se quedo de pie junto a uno de los extremos del barandal, oculta de todo y apoyada en la fría pared del castillo, que en cierta forma mitigaba su dolor. Cerró sus ojos y dejo que su corazón expresara su sentir y guardo silencio, siendo envuelta en el manto de la noche.

Mientras esto sucedía. En el salón de palacio. Todos proseguían disfrutando del baile y tras rato de tan agradable danza en compañía del joven Calguiere, Sara comenzó a sentir un poco de cansancio y estaba sofocándose un poco. Además, que llevaba un buen rato sin ver el motivo de su tortura y eso fue en parte, satisfactorio, por lo que aprovechó en un poco más del baile. Hasta que…

─ Me disculpas un momento Charles ─ suplicó Sara ─ necesito descansar un poco y de aire fresco.
─ Cómo tu digas, Sara ─ accedió éste. ─ ¿quieres que te acompañe?
─ No muchas gracias ─ se excuso Sara. ─ necesito un tiempo a solas.
─ De acuerdo ─ convino Charles, que detuvo el baile y le acompañó hasta uno de los balcones y la dejo en compañía de su privacidad, retornando al salón.

Luego, que el joven Calguiere, la dejase en libertad y en más compañía que la soledad. Sara, se dedicó  a disfrutar de ese aire puro y aspiró profundamente sin darle mayor importancia nada a su alrededor.

─ ¡Um! ─ exclamó Sara, extasiada de cómo el aire penetraba sus pulmones. ─ Es exquisito respirar aire puro.
Tan absorta estaba que no se percató que no estaba sola en aquél lugar y un par de ojos la observaban desde la oscuridad sin delatar su presencia.

Luego de varios minutos de deleitarse en esa tranquilidad, un sonido vino a perturbar su paz como darle un susto mayúsculo y un vuelco a su corazón.

─ Pensé que disfrutaba del baile, señorita Taffra ─ se escuchó decir a una voz muy conocida para la joven.

Sara, pegó el brincó de su vida al oír aquella voz y a ciegas buscó entre la oscuridad de dónde provenía. Fue cuando, la figura de Francis Calguiere emergió desde el final del balcón y el brillo intenso de sus ojos, la estremeció de pies a cabeza.

─ Francis ─ balbuceó aterrada Sara, llevando la mano a su corazón para detener los latidos de éste mismo. ─ Pensé que estaba sola.
─ Pues se equivoca como siempre señorita Taffra ─ repuso ésta, con un rostro parco.
─ Yo solo salí a descansar y en busca de un poco de aire fresco ─ se excuso de prisa Sara, que estaba ya girando sus pies en pos de la entrada.
─ ¿Tan pronto se va? ─ acusó Francis, viendo las intenciones de la joven.
─ Como dije, solo vine a tomar aire nada más ─ respondió Sara. ─ volveré al salón, es más aconsejable.
─ De seguro que mi hermano se lo agradecerá ─ soltó picada Francis y con algo de despecho.
─ Su hermano es muy amable conmigo ─ dijo Sara ingenuamente sin percatarse del sentido que le dio Francis.
─ Charles, es un hombre muy interesante y tiene su encanto con las mujeres ─ manifestó Francis, llevando a otro plano a la joven. ─ él sabe que es irresistible y puede tener a cualquier mujer que se le dé la gana.
─ ¿Qué insinúa? ─ preguntó de lleno Sara.
─ No insinúo nada, señorita Taffra ─ acotó Francis ─ solo dijo que mi hermano es afortunado nada más y disculpe si mal interpretó las cosas.

A Sara, le sentó fatal aquellas palabras y sumado a que ya estaba harta de que la llamará señorita Taffra a cada rato como si fuese un insulto.

─ Ahórrese las disculpas. Sé muy bien lo qué quiso decir. ─ espetó Sara, molesta a decir basta y dispuesta a mandarla al mismo carajo. ─ Yo no vine a buscar una aventura con su hermano ni con nadie, solo vine acompañar a mi mejor amiga. Pero, por lo visto ha sido la peor decisión que pude haber tomado. Hubiese sabido que iba a toparme con una persona como usted, ni loca vengo a pasar malos ratos e incomodarle con mi presencia porque se nota que su disgusto crece cada vez que me ve cerca suyo.

Sara, ya se había girado para irse del lugar, cuando fue detenida por su brazo y le impidieron su objetivo.

─ ¡Por favor, espere! ─ murmuró Francis, con un timbre de voz quebrado.
─ ¿Qué desea? ─ preguntó seca Sara.
─ Por favor, entiéndeme ─ suplicó la joven Calguiere, acercándose más a la joven.
─ ¿Entender qué? ─ replicó molesta Sara. ─ Usted y yo sabemos que no podemos estar en el mismo lugar sin enfrentarnos.
─ Sara ─ se atrevió a llamarla por primera vez por su nombre en su presencia y sus rostros quedaron enfrentados y vio la rabia reflejada en esos ojos grises que la turbaban tanto. ─ Yo no…

Francis, fue incapaz de terminar la frase porque un nudo en la garganta se lo impidió y fue cuando, Sara, vio en aquellos ojos color del cielo, una tristeza tal que la sacudió por completo e hizo que su corazón se disparase al verla tan vulnerable.

─ No sé cuál es su problema conmigo, pero es mejor que nos mantengamos lejos la una de la otra y evitarnos más disgusto. ─ es la excusa que presentó Sara, porque no se atrevió a preguntar qué le sucedía.

Francis, trago con dificultad, estaba tratando de ser honesta por primera vez y dejándose llevar, pero el escuchar aquella sugerencia vino a tirar por la borda su pequeño y tímido propósito de acercarse a la joven y tratar de llevarse bien. Mordió su labio y retrocedió unos pasos y terminó por ceder a su orgullo y éste prevaleció de sobre manera.

─ Bueno, no le quito más tiempo señorita Taffra ─ expresó con una brutal frialdad Francis. ─ Es usted libre de volver a sus menesteres.

Sara, aspiró fuertemente y se dispuso irse, pero a ella también lo pudo más el orgullo que nada y antes de irse…

─ Francis. ─ dijo Sara.
─ ¿Qué? ─ preguntó la joven Calguiere.
─ Mi nombre es Sara y no Taffra ─ soltó con rabia la muchacha. ─ al menos dígalo por educación, se lo agradecería.

Los ojos azules se dilataron mucho al oír la queja de la joven e iba a decir algo, pero no pudo ya que Sara, se largó sin darle chance a responderle.

Justo en ese mismo instante aparecía su hermana Claudine que veía un tanto sorprendida salir a la joven Taffra y al toparse con Francis en el balcón, tuvo la impresión de que ahí paso algo e iba averiguar.

─ ¿Qué le sucede a Sara? ─ preguntó de lleno Claudine.
─ Ni la menor idea ─ respondió evasivamente Francis. ─ No estoy en la mente de la señorita Taffra.
─ ¡Francis! ─ reprendió Claudine. ─ Se llama Sara.
─ ¿Y? ─ inquirió con fastidio ésta.
─ Hermanita creo que tú y yo debemos hablar de lo que te está sucediendo con Sara ─ puntualizó sin rodeos Claudine. ─ Ella te está afectando más de lo que creí y el problema que actúas pésimo Francis.

La menor de los Calguiere, no dijo nada al respecto por el momento, solo quedo meditando unos momentos en lo dicho por su hermana y con una exhalación muy profunda, procedió a soltarse y es que Claudine, lejos de ser su hermana, era su mejor amiga y confidente.

─ No puedo decirte con claridad lo que me sucede con ella. ─ comenzó por explicar Francis y desahogar su alma. ─ me confunde más que cualquiera persona que haya conocido en mi vida y a la vez, me produce una excesiva ansiedad que no puedo controlar al punto que mis estados de ánimos son tan volátiles que siento que voy a enloquecer.

Francis, se detuvo y guardó silencio como si quisiera ser analizada por su hermana y Claudine, sabía que cuando las cosas eran muy importantes para su hermana, buscaba la opinión de una amiga que le diese su opinión. Pero jamás pensó que la amiga de su futura cuñada fuese tan relevante para tener inquieta a su hermana de ese modo. Así que decidió ayudarla.

─ ¿Te has preguntado por qué? ─ indagó Claudine.
─ Me da pavor hacerlo ─ respondió Francis.
─ ¿Por qué? ─ insistió Claudine.
─ Ella está haciendo que mi mundo esté de cabeza ─ admitió Francis.
─ ¿En qué forma? ─ consultó Claudine, cuidadosamente de llevarla a un plano que ya estaba entreviendo.
─ En la forma de cuestionarme todo ─ refirió Francis, con un dejo de angustia. ─ Ella tiene un poder de hacerme dudar de lo que consideraba mi plan de vida y mis objetivos a futuro. Todo se ha ido al tacho de la basura. Tengo dudas, Claudine como nunca antes en mi vida.
─ Hermanita ─ murmuró Claudine, al verla tan frágil y prosiguió buscando ser lo más cuidadosa en lo que iba a preguntar. ─ ¿tienes miedo de dejarla entrar a tu corazón?
─ Claro que sí ─ admitió Francis. ─ yo tenía planes de formar una familia, de tener hijos y un esposo. Jamás imaginé que se podía ver a una persona de otra forma. No forma parte de mis objetivos. Yo no imaginé esto. Simplemente es una locura todo esto.
─ Francis, no creo que sea una locura ─ aseguró Claudine. ─ sólo debes atreverte a preguntártelo y luego decidir, si vale la pena dejar tus planes de lado y darte la oportunidad de experimentar algo distinto y de ser feliz.
─ ¿Cómo puedo hacer eso? ─ inquirió angustiada Francis. ─ no es fácil, hermana.
─ Claro que no lo es, pero recuerda que las cosas no suceden por caprichos o jugarretas de la vida, todo tiene un propósito ─ aconsejó Claudine y tomando la mano de su hermana entre la suya. ─ ¿Y cómo puedes hacerlo? Simple, mira a nuestra hermana Anabelle y su historia con Raniel. Para ella no fue fácil dado que estaba ya en una relación.
─ Ellas vienen con una historia del pasado ─ refutó Francis. ─ Es muy distinto de mi situación. No tengo ningún nexo con ella.
─ Francis, atrévete a llamarla por su nombre ─ demandó sabiamente Claudine. ─ Es una forma de perder tus miedos y además, te facilitará las cosas. Entre más te esfuerzas por negarlo, más atas tu alma a la de Sara y eso te hará sufrir mucho. Date la oportunidad de descubrir lo que realmente sientes y si no es para ti, déjalo ir lo más pronto posible. Dime que al menos lo pensarás.
─ No te prometo nada, Claudine ─ convino Francis. ─ Pero lo intentaré, aunque debes saber que ella no me facilitara las cosas.
─ Francis ¿en qué quedamos? ─ reprendió tiernamente Claudine, alzando su ceja derecha.
─ Ok…Se llama…Sara ─ consintió resignada Francis y moviendo su cabeza, añadió ─ Mejor volveré con los demás o de lo contrario comulgaré como monja contigo.
─ Jajaja ─ bromeó enseguida Claudine ─ solo sé tocar tu corazón hermanita.
─ ¡Aha! ─ masculló Francis. ─ Pero no abuses que ya suficiente tengo con quién quiere entrar en él.
─ Se llama Sara, hermanita ─ amonestó Claudine.
─ ¡Yap! ─ resopló cansada Francis. ─ nos vemos hermana.
─ Ok ─ afirmó Claudine, viendo como su hermana entraba al salón.

Momentos después, Claudine quedo muy pensativa con todo lo que confesó su hermana y tuvo la fuerte impresión que esto no acabaría ahí. Conocía de sobra a Francis y estaba más que segura que no dejaría que las cosas se le fuesen de las manos e  iba a presentar batalla de algún modo u otro y eso sería cuestión de momentos nada más; dado que la estadía de Sara en casa de sus padres tendría que llegar a su fin muy pronto y el tiempo se acortaba para su hermana.

Solo había una solo punto que le preocupaba realmente y era precisamente la joven Taffra. Claudine, podía hacerse una idea de lo que estaba sintiendo su hermana, pero otra cosa, era lo que sucedía con Sara. ¿Podría ella estar experimentando lo mismo que Francis?, ¿sería correspondida su hermana de la misma forma?, ¿qué pasaría con ellas a futuro al regresar a casa Sara? Definitivamente tendría que vigilar muy de cerca a la joven Taffra y poder de algún modo ayudar a su hermana a despejar sus dudas y apoyarla en cualquier decisión que tomase.

─ Realmente esto es más serio de lo que creí ─ murmuró Claudine. ─ Sin duda que este viaje sorpresa ha dejado a muchos con el mundo de cabeza.

Sin duda que no solo Francis, tenía sus problemas a cuestas con la venida de los familiares de Raniel, sino que para Claudine Calguiere, no era la excepción y es que Nataniel Larson dejo una fuerte impresión en su ser  y como todo chica, se preguntaba miles de cosas. Al igual que sus hermanas el amor irrumpió en sus vidas sin pedir permiso y menos consentimiento. En su caso, el tiempo diría si era el verdadero amor o no.

En el interior del castillo…

En los salones, la orquesta comenzaba a tocar acordes de música tropical a petición de los más jóvenes y fue así que casi todos ocupaban la pista al ritmo de salsa y fue la ocasión especial que los sudamericanos hicieron gala de sus dotes de bailarines.

La misma Raniel, hizo de las suyas juntos a sus hermanos y en complicidad con Sara, que tuvo por pareja de baile a Nataniel.  Causando una grata impresión en todos los presentes, que veían complacidos el ritmo en la sangre que tenían los chicos latinos.

─ Sara ¿te encuentras bien? ─ preguntó Nataniel, mientras la tomaba de la cintura por detrás al ritmo de la salsa.
─ ¿Por qué lo preguntas? ─ Contra preguntó ésta. ─ ¿tanto se me nota?
─ Te conozco bien mi dulce Sara ─ señaló Nataniel, muy cerca de su oído.
─ No lo estoy Nat ─ confesó ella. ─ desearía irme ya a casa.
─ ¿Es por ella? ─ inquirió Nataniel.
─ Sí ─ admitió Sara. ─ No fue buena idea venir, amigo.
─ No digas eso, Sara ─ amonestó Nataniel. ─ Te lo prohíbo. Recuerda que eres la mejor amiga de mi hermana. Es más, eres como su verdadera hermana.
─ Lo sé ─ contestó ella. ─ Es por lo que estoy aquí para apoyar a mi monstruito.
─ Sara, dime una cosa ─ dijo Nataniel.
─ dime, Nat ─ consintió Sara.
─ ¿Te gusta mucho? ─ preguntó sin rodeos Nataniel al mismo tiempo que la giraba hacia sí y la pegaba a su cuerpo.
─ Nataniel ─ murmuró Sara.
─ Respóndeme Sara ─ demandó él.
─ Sí ─ confirmó la joven.
─ ¿Sí mucho o sí un poco? ─ insistió Nataniel,
─ Lo suficiente para tenerme dándome de cabezazos ─ respondió sinceramente Sara.
─ ¡Ya veo! ─ murmuró Nataniel, meditando un poco mientras veía hacia donde la joven Calguiere estaba en compañía de su familia. ─ ¿quieres llamar su atención y saber si le importas?
─ ¿Cómo? ─ inquirió Sara, separando un poco su rostro del joven y viéndolo a los ojos. ─ ¿Quieres que ella se burle de mí?
─ No, para nada ─ respondió Nataniel e inquirió. ─ ¿estás dispuesta a seguirme en todo?
─ ¿Qué quieres hacer Nat? ─ indagó Sara, ahora sí bien preocupada.
─ Solo dime sí o no ─ apremió éste.
─ Ok, tú ganas ─ respondió Sara. ─ Hazlo que debas hacer.
─ Antes que nada, quiero que saques toda tu sensualidad y bailes como nunca en tu vida ─ explicó Nataniel y prosiguió ─ prométemelo.
─ Tienes mi palabra, Nat ─ consintió Sara.
─ Perfecto ─ señaló Nataniel. ─ Ella no se podrá resistir a tus encantos, mi hermosa Sara. Ella va a babear por ti todo lo que resta de esta noche. Eso te lo puedo asegurar.
─ Comienzas a darme miedo ─ soltó Sara, inquieta.
─ Nada de acobardarse ahora, Sarita ─ amonestó Nataniel.
─ Claro que no ─ se defendió ésta. ─ vamos con todo.
─ ¡Vamos a darle con todo! ─ expresó Nataniel y girando con ella en brazos, se acercó hasta dónde estaba su hermano gemelo. ─ Gonza, tengo un pequeño encargo para ti.

Los 4 jóvenes se detuvieron en el centro de la pista y hablaron unos segundos de su plan y con pequeño apretón de manos, se pusieron en marcha. Gonzalo se fue directo hasta el lugar donde se encontraba la orquesta y Nataniel, habló un segundo con Anette para pedir su permiso. Siendo concedido de inmediato.

La música cesó por unos momentos y Gonzalo, se dirigió a todos los presentes.

─ ¡Muy buenas noches a todos! ─ saludo Gonzalo. ─ Siendo esta noche una ocasión especial, queremos darle un presente a la feliz pareja de Anabelle y Raniel con la demostración de un sensual baile a cargo de la mejor pareja de ritmo tropical aquí presente, y junto con quién les habla, que prestaré mi voz y así, esperamos deleitarlos con este hermoso obsequio. Y dice así…

Gonzalo, asintió a los músicos y en breve comenzaron a tocar los acordes de una bachata…

─ Por y para el amor ─ comenzó a introducir Gonzalo al tema. ─ Quiéreme de Johnny Sky.

En el centro de la pista se ubicó Nataniel junto a Sara y al momento en que Gonzalo, comenzó a cantar, la pareja de baile comenzó hacer de las suyas.

Sara, mantuvo su posición y Nataniel, hizo sus movimientos para llamar a la joven y ésta a la orden de su compañero, caminó en la forma más sensual y coqueta que ha hecho en su vida. (Atrayendo las miradas de todos los presentes) Luego, paso de largo al lado de Nataniel y éste le detuvo colocando su mano en la cadera y atrayéndola y apegándola a su cuerpo en una forma dominante y sensual. De ahí, sus movimientos se hicieron uno solo. En dónde Nataniel, guiaba a la joven Taffra en una forma magistral. Explotando toda la sensualidad que había en ella.

El afiato de los dos jóvenes era único y tan mágico que parecía como si estuviesen haciendo el amor al bailar, con pasión y sensualidad. Dejando pasmados a casi todos y a otros tantos con la boca abierta a los hombres del salón.

Sin duda que, los consejos de Nataniel surtieron efecto en la joven Taffra y es que se olvido de todo y dejo que su cuerpo y corazón hablasen por sí solos. Expresando en cada movimiento su sentir  y lo que había guardado en lo profundo de su corazón. Hasta sus ojos brillaban de una manera única, dejando ver todo lo que había guardado en su interior. Utilizó sus cabellos, los que movía en forma coqueta al pasar sus manos por ellos y desafiar sensualmente a su pareja de baile; aunque era otro su objetivo. Y no bastó con hacer gala de toda esa artillería de erotismo, pasión y algo de lujuria a la vez, sino que cada vez que quedaba enfrentada hacia la mesa en que se encontraba el clan Calguiere, susurraba con provocación el coro en que decía…QUIEREME.

El plan de Nataniel, cumplió su objetivo cabalmente y fue directo al corazón de Francis Calguiere, que sufrió como nunca antes en su vida de ver como aquella pelirroja la estaba matando viva con esos movimientos provocativos y la estaba arrastrando a un torbellino de emociones que ya difícilmente podía controlar.

Y es que desde que regreso al salón, Francis, busco de inmediato a la joven Taffra con la mirada y es que no lo podía evitar. Necesitaba sentirla, verla y saberla cerca suyo. Era la gran contradicción en su ser y nada podía hacer para evitarlo.

Cuando la orquesta se detuvo, en forma autómata la busco rápidamente y la hallo en el centro junto con los hermanos de Raniel y se puso alerta enseguida; puesto que presintió que algo tramaban esos cuatro. Y sin duda, que no se equivocó dado que al poco rato, uno de los gemelos comenzó a dirigirse al público y vio como Sara, se acomodaba bien en el centro de la pista y al sonar las primeras letras. Comenzó su mayor tormento. Ver desplazarse en forma felina a Sara hasta donde se encontraba su joven acompañante, le sacó todo el aire de los pulmones y su corazón despego directo hacia la luna a velocidad luz.

Francis, vio en cámara lenta y agónica cómo la joven Taffra bailaba con la mayor sensualidad que había visto en una mujer hasta ahora. Cada movimiento era una daga a su corazón, como sus piernas resaltaban esas curvas y sus pechos verse tan tentadores. Y ese condenado juego de sus cabellos como si fuese una gitana llamando la atención, la tenían jadeando a mil. Pero, la mayor flagelación fue ver en su cara el deseo expresado y manifestado cuando balbuceaba en sus labios un…Quiéreme.

Definitivamente había un antes y un después de este baile para Francis Calguiere, que sentía arder su cuerpo con toda esa provocación. Realmente la tenían embrujada con esos movimientos y su mirada se oscureció completamente, respondiendo de este modo a la joven Taffra.

─ ¡Apártate de él! ─ masculló entre dientes fieramente Francis y es que salió el lado más oscuro de la menor de los Calguiere, su lado posesivo y territorial. Su mirada estaba oscurecida por el deseo y alzo su mentón, exigiéndole  a la joven cumplir sus deseos. ─ No me sigas provocándome. No me obligues a ir por ti.

Nada en el mundo, podría cambiar lo que estaba sucediendo y lo que iba a desencadenar a partir de ese minuto.

La pareja continuó con su baile y Nataniel a su vez, deslizaba sus manos a lo largo del cuerpo de Sara, como si fuese su dueño. Era un juego de seducción entre ambos que no dejaban de mostrar su sensualidad y sus dotes de excelentes bailarines.

Sus juegos de seducción y pasión, tenían a la audiencia completamente absorta en ellos, que seguían cada paso, cada movimiento, cada caricia y como se desplazaban por la pista con una compenetración como si fuesen más que una pareja de baile sino amantes de la sensualidad. Así se podía describir o llamar a esa danza que sostenían los jóvenes.

Ya casi por finalizar, Nataniel, se ubicó detrás de Sara, y se abrazó a ella, colocando sus manos sobre sus pechos y el movimiento fue más lento y sensual que dejo con la boca seca a muchos de los presentes. Y luego, desplazó su mano hasta llegar al rostro de la muchacha y la giró hacia la suya y de a poco fue acercando sus labios a los de ella. Era la cúspide de la seducción

Y en eso cuando ya estaban por rozar sus labios…

─ Sara…no ─ fue el clamor que brotó de los labios de Francis, que se paró de su puesto inconscientemente y estaba lista para saltar a la pista en busca de la pelirroja

Pero no fue necesario, ya que fue el último acto de los jóvenes bailarines que quedaron viendo de frente a la menor de los Calguiere y al mismo tiempo en que Gonzalo finalizaba su bachata. Dejando expectantes a todos por ese beso que no fue.

Francis, creyó morir de la vergüenza al verse de pie y sola, pero fue salvada por la campana y es que su hermana Claudine, que no perdió de vista las reacciones de su hermana menor. Se puso de pie de prisa y comenzó aplaudir a la pareja de bailarines, lo que generó que todos los presentes le imitaran y felicitaran de este modo a los jóvenes.

─ Esa chica es tuya, mi querida Sara ─ mencionó divertido Nataniel, haciendo una reverencia a los presentes junto con su acompañante.
─ ¿En verdad lo crees? ─ inquirió con ansiedad Sara y con agitación producto del baile.
─ Que no viste como estaba por saltarnos encima ─ declaró emocionado Nataniel. ─ Esos son unos tremendos e indesmentibles CELOS.
─ Francis ─ susurró con un dejo de ternura y emoción Sara, al levantarse de esa reverencia.
─ Fue muy claro cuando tú, Francis, dijo no cuando nos íbamos a besar ─ aseguró Nataniel, viendo a la joven Taffra. ─ Es cuestión de tiempo para que la tengas a tus pies y siendo la dueña de tu corazón y tú, el de ella.
─ Quisiera creerlo ─ murmuró tímidamente Sara, sonriendo a los presentes y sin dejar de ver aquellos ojos azules que la devoraban con la mirada.
─ ¡Pues créelo, Sara! ─ instó Nataniel, abrazando a su amiga y yendo a buscar a Gonzalo y añadió. ─ Antes de que me vaya a casa. Ella estará pidiendo que seas su novia y tú, mi querida Sara, no regresaras al hogar de tus padres hasta no ser la señora de Calguiere.
─ Las locuras que dices ─ expuso Sara, aunque en parte deseaba que fuese cierto. ─ Esos son palabras mayores.
─ Te lo doy firmado ─ afirmó con vehemencia y convencimiento Nataniel. ─ No pasará mucho antes que ella se atreva a tomar posesión de lo que ya cree suyo.
─ ¡Oye eso es muy territorial! ─ refutó Sara, abrazando a Gonzalo y dirigiéndose a su mesa.
─ Esa niña tiene la palabra territorio pegada en la frente ─ se burló Nataniel ─ ¿No crees lo mismo hermano?
─ No solo esa chica ─ concordó Gonza. ─ toda esta familia son territoriales.
─ ¡Chicos! ─ amonestó Sara, a sus amigos. ─ Que no los oigan.
─ Jajaja ─ bromearon los gemelos.

Los tres chicos estaban llegando a la mesa y fue el mismo instante en que Sara, se percató que John venía hacia ella, por lo que se disculpo con el resto y se fue con dirección de los baños. Se puede decir que alcanzó a librarse olímpicamente del peligro. Se contempló por unos momentos al espejo y vio su rostro aun acalorado por el baile y procedió mojarlo.

Estaba semi inclinada sobre el lavabo tratando de refrescarse un poco que no se percató de nada más y de pronto sintió una corriente fría recorrerle desde sus pies hasta la misma raíz de sus cabellos. Lo que hizo que alzará su rostro hacia el espejo y en éste se hallaba reflejado la figura de una rubia ataviada de un hermoso vestido azul. Quién no era otra que la rubia de sus tormentos, Francis Calguiere.

Aquellos ojos grises quedaron viendo fijamente a la muchacha, sin pestañear siquiera como tratando de confirmar que era ella y no un espejismo producto de su anhelo que se volvía insoportable por momentos y eso que luchaba por no demostrar nada ante la joven Calguiere. No quería arriesgarse a que se burlarse de sus sentimientos; que por cierto no fueron buscados, solo surgieron y no los podía reprimir; o que siguiera en con su habitual conducta de reprocharle todo cuanto hacia, ya sea por educación o simplemente por cualquier pretexto.

No obstante, Sara, era incapaz de moverse o hacer algún movimiento siquiera, puesto que sentía sus pies clavados al piso y lo único que podía era observar al motivo de sus preocupaciones y tormentos.

Pero fue la propia Francis, que tras comprobar que la muchacha no haría nada por escapar, avanzó hasta ella y se colocó detrás y sin dejar de verla por el espejo, fue acortando la distancia entre ellas al punto de rozarla con su propio cuerpo y despertando una nueva ola de escalofríos en la joven Taffra.

─ ¿Qué pretendes? ─ inquirió Francis con una voz muy cargada aún de las emociones que la muchacha despertará en ella.
─ ¿Yo? ─ indagó Sara, haciéndose la inocente a cualquier costo.
─ Sí, tú la misma que bailó en esa forma tan exquisita y sensual ─ murmuró Francis, que sin preguntar o pedir permiso, poso sus manos sobre las caderas de la joven Taffra y fue subiendo despacio por sus costados, causando estragos y pequeñas convulsiones en la muchacha. ─ ¿Qué buscabas conseguir?

Sara, tragó en seco y mordió fuertemente sus labios ahogando un gemido que le provocaron las manos de Francis, recorriendo su piel y ante la pregunta que le hiciera, por primera vez quiso ser más osada aún y comprobar si las palabras de Nataniel, eran ciertas y…

─ ¿No era obvio lo que buscaba? ─ Desafió Sara con otra pregunta y a pesar de los esfuerzos que hacía, no dejaba de temblar ante las caricias de la joven Calguiere.

Por su parte, Francis, interpretó de una sola manera aquella pregunta y siguió recorriéndola perversamente acentuando más sus caricias y de sin más, la giró tan despacio, rozando y provocando con su propio cuerpo miles de sensaciones a ambas por igual. Cuando ya la tuvo por completo frente suyo, se apegó a ella tanto que parecían fundirse en un solo ser sin siquiera tocarse más íntimamente.

La mano traviesa de la joven Calguiere cruzó desde el vientre de la joven pasando por el valle de sus senos hasta llegar a la altura de su cuello y de ahí, subió más lento, torturante, provocando que un gemido se escapará de los labios de Sara y desatando la satisfacción completa en Francis, cuya sonrisa vino a iluminar su rostro en una forma coqueta y perversa a la vez.

Con ello en mente, con un solo dedo alzó la barbilla de la joven mientras su rostro descendía hasta ella con un solo propósito; sin encontrar oposición en aquellos ojos grises que la veían perdidamente y entregada a lo que iba a suceder y cuando comenzaba a cerrar ya sus parpados…

─ Francis, menos mal que te encuentro ─ interrumpió Alesia que la buscaba de hace un rato y se detuvo abruptamente en sus pasos al ver aquella escenas. ─ ¡Perdón!, ¿interrumpo algo?

Como si una descarga violenta se tratase al oír la voz de la Condesa, las dos jóvenes se apartaron tan veloces como pudieron y es que las pillaron en forma infraganti. Aunque para una de ellas, ello vino a arruinar sus planes y dejarla con las ganas de besar aquella pelirroja.

─ No interrumpes nada Alesia─ se apresuró en decir Sara, arreglando su vestido un poco y sin poder evitar ponerse al descubierto.

Francis, al verla, aspiró profundamente y miró con enfado a su prima y decidió despacharla cuanto antes.

─ ¿Para qué me buscabas Alesia? ─ inquirió de inmediato Francis, cuya mirada era un monumento al…Dilo pronto y te largas.
─ El mayordomo entregó un recado del joven Frederick, indicando que pudieses verlo a eso de las 2 y pasar más tiempos juntos porque te extrañaba mucho ─ mencionó sin emoción Alesia, estudiando a ambas chicas y sus reacciones a su mensaje.

No había que ser adivino para saber que aquel mensaje fue un balde de agua fría para ambas chicas y la que sacó la peor parte fue Sara, que se sintió humillada y burlada al mismo tiempo. Ella que estuvo a punto de hacerse ilusiones con la menor de los Calguiere, cayó en cuenta que todo fue solo un juego al comprobar que fue incapaz de desmentir las palabras de Alesia y permaneció impávida sin decir nada al respecto.

Sara, no tuvo necesidad de permanecer más en ese lugar y echó un vistazo a sus cabellos, pero más que nada para comprobar que sus ojos no fuesen a delatarla y tras ello, dijo.

─ Con su permiso, iré con los demás ─ señaló Sara, guardando las apariencias. ─ Nos vemos Alesia.
─ Adelante ─ consintió Alesia, viéndola por el rabillo de sus ojos y sin perder de vista a su prima.

Cuando Sara, se había marchado del baño, Alesia, en postura de detective, colocó su mano sobre su cadera y procedió a encarar a su prima.

─ Si buscas iniciar algo nuevo en tu vida. Debes dejar el pasado de lado y no darle alas para que se ilusione nuevamente contigo ─ reprendió Alesia. ─ Fui bien clara el otro día en que deberías tener cuidado en cómo estabas actuando porque estabas yendo contra la corriente. Pero veo que no tomaste en cuenta mi consejo, Francis.
─ ¿Y a ti no te enseñaron a no divulgar secretos frente  a otros? ─ acusó ésta, sumamente molesta. ─ Tu falta de discreción me sorprende, Alesia.
─ Pensé que estabas sola ─ defendió ésta, sin inmutarse con el enojo de su prima. ─ El error fue tuyo no mío. Nunca has hecho que llamen a casa.
─ ¡Mierda! ─ rabió Francis y tuvo que reconocer los hechos. ─ Si no tienes más qué decir, te dejo; debo resolver mis asuntos.
─ No ─ respondió Alesia y antes se cruzó frente a su prima y advirtió. ─ No te atrevas hacerle daño a Sara o te las verás conmigo.
─ ¿Es una amenaza? ─ preguntó furiosa Francis.
─ Es una advertencia por el momento ─ repuso Alesia. ─ Sino no es importante para ti, déjala ir, hay varios interesados en ella.
─ No te metas en mis cosas, Alesia ─ masculló Francis con la mandíbula apretada del coraje. ─ Y olvídate de lo último.

Francis, no dejo que su prima respondiese y se marchó del lugar con mucha premura. No fue con los demás, sino que directo al despacho de sus padres y tomó el auricular marcando a un número particular. Después de unos momentos de hablar por teléfono. Colgó el aparato y salió del despacho con rumbo a los salones, donde proseguía la fiesta y estaba en todo su esplendor.

Al llegar ahí, observó todo en busca de la joven Taffra y para su desgracia se encontraba junto a su primo John y el mal humor brotó espontáneamente y es que le desagradó de sobre manera verla junto a él. Después de vivir un momento único y de haberle seducido con ese baile. No podía hacerle eso y desquitarse de esa manera.

Tuvo que conformarse y sentarse junto a su hermano y padres y contemplar como Sara, disfrutaba del baile y le mostraba una absoluta indiferencia que la estaba hiriendo profusamente y dejando su corazón desbastado.

En la vida no puedes jugar a dos bandos porque tarde o temprano caerás en tu propia trampa y las consecuencias serán nefastas para ti y lo que más puedes anhelar en tu vida, se escapara como agua entre tus dedos.

─ ¡Maldición! ─ murmuraba frustrada Francis. ─ No me hagas esto…Sara.


Aquella noche sería interminable para dos jóvenes que intentaron acortar las distancias y se dejaron llevar por sus emociones, pero una mala decisión provocó la desazón en una y la desilusión en la otra.

11 comentarios:

Unknown dijo...

Estimada amiga, gracias por estos capítulos, yo imagino tu tiempo es cabal, pero no puedo evitar rogar te esto aunque se que suena egoista!!....pública el próximo por favor, esto me esta matando lentamente!!

gwen1991 dijo...

Yo apoyo el comentario de arriba es una agonia esperar el siguiente capitulo regalanos otro cap ya q tamos en semana santa se buena con el projimo y regalanos otro cap es estresante esperar

gwen1991 dijo...

Apoyo el comentario de arriba es frustrante y estresante esperar ya que tamos en semana santa regalanis otro cap se buena con el projimo ademas de ganarte otro escalon al cielo.
saludos

Unknown dijo...

Estimada amiga, gracias por estos capítulos, yo imagino tu tiempo es cabal, pero no puedo evitar rogar te esto aunque se que suena egoista!!....pública el próximo por favor, esto me esta matando lentamente!!

Unknown dijo...

Estimada amiga, gracias por estos capítulos, yo imagino tu tiempo es cabal, pero no puedo evitar rogar te esto aunque se que suena egoista!!....pública el próximo por favor, esto me esta matando lentamente!!

gwen1991 dijo...

Espero la publicacion.......

Unknown dijo...

Chicas buenas noches. Lamentablemente debo decirles que no puedo publicar por el momento porque estoy con una infección en mis ojos y debo seguir tratamientos.
Tengan un poco de paciencia porfa

Unknown dijo...

Chicas buenas noches. Lamentablemente debo decirles que no puedo publicar por el momento porque estoy con una infección en mis ojos y debo seguir tratamientos.
Tengan un poco de paciencia porfa

Garritas dijo...

Espero te mejores pronto, sigue tu tratamiento al pie de la letra. Y se paciente, cuídate mucho y recibe un saludo desde México con cariño, esperaremos por ti.

Garritas dijo...

Espero te mejores pronto, sigue tu tratamiento al pie de la letra. Y se paciente, cuídate mucho y recibe un saludo desde México con cariño, esperaremos por ti.

gwen1991 dijo...

Pronta mejoria

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