Epílogo el legado de la Orquídea.( I parte)
─ Te amo Sara Taffra ─ susurró con todo su ser
Francis y con una suave voz, que expresaba ternura y devoción absoluta a la
joven. ─ ¿Quieres ser mi novia?
Esa fue la pregunta más crucial que Sara o cualquier
otra mujer desea escuchar de aquella persona que su corazón escogió y se
enamoró. Una respuesta que solo las paredes de esa recámara escucharían y
darían el vamos a una nueva relación en el castillo, en el seno de la familia
Calguiere y una más a la historia de amor de esa estirpe. Bien sabemos que en
sus anales consta el romance sostenido por Anabelle Calguiere y Rowine Mcraune,
hermoso, apasionado pero fallido a manos de una tercera persona. Provocando que
volviesen a reencarnar y con favorables augurios de concretar su romance y
unión. Dos historias y las mismas mujeres.
Sin embargo, en esta circunstancias la pareja
formada por Francis y Sara, tienen más cosas favorables a su relación y un
significado distinto del que ellas puedan imaginarse. Y esto tiene relación a
que Ernest Calguiere, primer Duque de Calguiere, dejo una herencia y legado
infranqueable para sus descendientes y sumado que fue respaldado por el es
entonces regente y soberano de Inglaterra con un decreto y sello personal en
una carta entregada a la cámara de los
comunes de ese entonces. Además, de mantener la original bajo siete llaves en
el castillo del Ducado.
Este legado obliga a cada hijo del linaje Calguiere
a someterse a las tradiciones establecidas y que además, todos ellos deben
escoger una flor como símbolo heráldico. No obstante, la clausula más delicada
de todas es que el heredero solo debía ser una niña, la mayor de la nueva
generación y que asumía su derecho al cumplir los 25 años de edad y esto sería
de ese modo en todas las generaciones a no ser que la legítima heredera
claudicará a favor de una hermana o no tuviese hijos de por medios (niñas) En
ese caso, la tradición obliga a la anterior Duquesa, dejar amarrada a una de
sus otras hijas a las obligaciones del Ducado. Para que ello se cumpla, debe
escoger la flor para la sucesora en caso de que su primogénita no pudiese
cumplir con sus obligaciones.
Por este motivo, la flor que la madre designe a sus
hijos es muy importante. Debe ser una flor que no solo sea especial como tal
sino que realce las características de la niña, dones y aptitudes de la futura
sucesora. Se toman en cuenta, muchos factores que deben incidir en la decisión
de la Duquesa madre y escoger muy bien a la hija que deba asumir en caso de no
hacerlo su primogénita. Esos factores no solo implican ser mujer, sino mucho
más cosas de las que se pueden suponer.
Todas las Duquesas de Calguiere han debido pasar
por la misma situación y dentro de sus otras hijas dejar constancia ante el
libro de la familia y ante un juez nombrado por el rey o reina en de la época
para oficializar, quién debiera asumir las responsabilidades como nueva Duquesa
de Calguiere.
Es así que, Anette Calguiere designó cada flor
según la importancia dentro del seno de la familia. Para su hija mayor asignó
la Magnolia, para el varón un Lirio, para la segunda hija la Azalea y la
tercera de sus hijas, la Orquídea. Estaba muy claro el orden y la jerarquía de
cada una de ellas, por eso Magnolia significa nobleza y pureza; y su sucesora
equivale en su elegancia, belleza y seducción. Es decir…Quién sucede a Anabelle
al título de Duquesa de Calguiere es la que fue asignada con las cualidades de
esa flor.
Aquella joven habrá de convertirse en Duquesa
siempre y cuando la actual, decline por su propia voluntad o no entregue
herederas al título. Permitiendo que sea su prole quién tenga la nueva
descendencia a las tradiciones del Ducado. Sin embargo, que pueda o no suceder
un hecho de esta naturaleza; no la exime de las obligaciones que tendrá a lo
largo de su vida. La joven sucesora desde su nacimiento deberá pasar por las
mismas responsabilidades que la hermana primogénita. Eso incluye, estudios en
diversas áreas financieras, idiomas, asistir a reuniones sociales y de la
realeza, viajes en representación de la familia o de diplomacia, eventos de
beneficencia en pos países con pobreza, visitas y asistencias a hospitales de
niños, clases de protocolo inglés, administración de fincas y predios agrícolas
( propiedades de la familia), conocimientos en historia y demografía mundial.
Además de todo ello, un currículum intachable en sus estudios, cultura general y participación
destacada en deportes que concedan honor a su casta como a su amada Inglaterra.
Sin duda que es una agenda de muchas obligaciones y
deberes a lo largo de su vida con la cual deberán vivir por el resto de su
existencia. Pero que asumen desde el momento en que su madre les presenta a la
edad de 5 años el legado de Ernest Calguiere y su compromiso con la monarquía
inglesa y con el Ducado.
Esta singular tradición que aún se efectúa en
algunos países de la vieja Europa, es desconocida para muchos en la actualidad
y sólo se rige en lugares que están arraigados a su historia y la celebran con
fidelidad.
Se debe aclarar que la clausula final de este legado,
queda solo en conocimiento de la anterior y actual Duquesa de Calguiere según
las épocas. Quedando bajo secreto el nombre de la sucesora (resguardado en el
libro de actas) y evitando de este modo rivalidades y discordias dentro del
seno de la familia y sería develado solo sí incurriesen en los dos puntos antes
mencionados.
Será así que, llegado el momento en que se celebren
los primeros votos y se oficialice el noviazgo de la que es la sucesora y
contando con la aprobación de la madre de ésta, se pondrá en conocimiento a la
joven como a su novio/a de las responsabilidades que asumirán junto a la nueva
Duquesa y que demandará un ardua preparación de parte de; en este caso Anabelle
y Anette, para preparar a la joven pareja para asumir esa obligación a nivel
familiar, eventos sociales, viajes y sobre todo asumir la participación en los
negocios y empresas de la familia. Sin duda, un gran compromiso a asumir y por
lo demás, una sorpresa tanto como para el nuevo integrante a la familia como
aquella flor que fue escogida para suceder a futuro.
Sin duda que esto último conmocionaría la vida de
dos jóvenes y que estaba por caerles encima más pronto de lo que creían y solo
Anabelle ya estaba en conocimiento de ello. Sin olvidar los sucesos acaecidos
en la noche anterior en que la joven Duquesa fue testigo en que una de sus
hermanas entraba de lleno a las puertas del compromiso y con ello, se sellaba
su destino. Dejando su corazón con claros signos de regocijo por la relación en
que se embarcaba como el futuro que les deparaba.
Siempre fue muy importante para Anabelle, estar
pendientes de cada paso que dieran sus hermanas y también ser un buen ejemplo
para ellas. En especial de aquella que fue escogida como sucesora. Y al momento
de constatar que su joven hermana era correspondida de igual manera de quién se
enamoró, supo que ella estaba en muy buenas manos y le daría mucha alegría y
placer instruirlas en sus obligaciones.
El Ducado de Calguiere muy pronto se vestiría de
galas y anunciaría las bodas de dos de sus flores y con ello, estaría asegurado
la continuidad y prosperidad de toda la comarca.
Y aún resonaba en el aire…
─ Te amo Sara Taffra ─ susurró con todo su ser
Francis y con una suave voz, que expresaba ternura y devoción absoluta a la
joven. ─ ¿Quieres ser mi novia?
Han pasado unas cuantas horas desde que Francis,
formulase aquella pregunta justo en el momento en que entraban en el umbral de
su dormitorio.
Los primeros rayos de luz se dejaban sentir tímidos
por los ventanales de aquella alcoba y se adentraban en la habitación,
inundándola con su manto de luz y dejando al descubierto la siluetas de dos
mujeres, abrazadas una a la otra. Las sábanas apenas cubrían parte de sus
cuerpos desnudos, testigos de una noche de pasión y entrega en la cual ambas entregaron
todo el amor que sentían una por la otra desde ese primer instante en que se
conocieron.
Un espectáculo hermoso de contemplar y ver los
vestigios del amor desbordado durante la noche de pasión que debieron vivir la
joven pareja de amantes. De las dos, más se podía apreciar la silueta de
aquella joven de cabellos dorados, que estaban esparcidos entre su rostro y
gran parte de la almohada. Hay que decir que tiene una abundante cabellera lisa
que a juzgar a simple vista cubre más abajo del omóplato. Uno de sus brazos
cubre en forma posesiva parte de la cintura de la otra chica, su torso blanquecino
de un busto mediano, firme y que no alcanzaba a ser cubierto por las sábanas.
El resto de su cuerpo se haya entrelazado con la joven de cabellos cobrizos y
las cubiertas de su cama. Su rostro se aprecia tranquilo y denotando un
semblante de absoluta relajación, no hay un solo músculo que indique lo
contrario.
Por su parte, su joven acompañante se encuentra de
espaldas a la rubia y siendo abrazada por ésta; que por cierto la tiene muy
asida de su cintura como también sus piernas entrelazadas con la rubia, un
típico gesto territorial e inconsciente de su parte. Su cabeza reposa entre la
almohada y una de sus manos como si fuese posición fetal.
Al margen de las posturas lógicas y esperadas
después de lo vivido en la noche, lo que será relevante de ahora en adelante,
son las decisiones que deberán hacer y las responsabilidades que deberán asumir
junto con la confesión de su situación ante los padres de una de ellas.
Las manecillas del reloj marcaban las 7 de la
mañana en Londres y a pesar de ser fin de semana, muchos lugares estaban
prestos a comenzar una nueva jornada y la universidad de Kingston mantendría
actividad hasta el medio día por los talleres que debían realizarse durante la
jornada. Siendo el momento preciso en que aquel aparato también anunció que era
tiempo de levantarse y comenzar en aprovechar al máximo el nuevo día.
─ ¡Mi Dios, olvidé desconectarte! ─ murmuró
somnolienta Francis, estirando su brazo para coger aquel aparato.
─ Es muy ruidoso tu despertador, mi vida ─ mencionó
Sara, abriendo sus ojos al mismo tiempo que su pareja y en parte del susto.
─ Ni que lo digas, tesoro ─ acotó Francis, tomando
al dichoso aparato entre sus manos y desconectando enseguida su alarma para
volver a dejarlo sobre el comodín.
─ ¿Tesoro? ─ preguntó Sara, al mismo tiempo que se
giraba para ver a su pareja. ─ ¿oí bien?
─ Sí, amor ─ afirmó Francis, envolviendo entre sus
brazos a su chica tras robarle un breve beso matutino siendo el primero a
contar de anoche. ─ Tú eres ahora mi tesoro, mi mayor e invaluable tesoro y de
ese modo te llamaré frente a todos de ahora en adelante.
─ ¡Um!...Me gusta ─ convino sonriente Sara,
acariciando la mejilla de su pareja. ─ No sabes lo que me agrada oírte decir
que soy tu mayor tesoro. Es increíble vivir esto contigo, me parece un sueño
todavía después de lo que vivimos en un comienzo en que no podíamos estar sin
enfrentarnos.
─ ¡Aha! ─ exclamó divertida Francis, al recordar
aquel inicio y poniendo cara de inocente, añadió. ─ Usted mi hermosa señorita
Taffra, es la mujer más confrontacional que he conocido y muy peleona por
cierto. Para nada la imagen de las chicas latinas que tenía en mente.
─ ¿Estás hablando en serio? ─ preguntó algo picada
Sara.
─ Muy en serio tesoro mío ─ respondió Francis,
cuyos ojos eran muy burlones en ese momento puesto que sabía de sobra que su
pareja iba a refutarle con todo.
─ Que yo recuerde, señorita Calguiere ─ refutó con
pica Sara y haciéndose la ofendida. ─ Eras tú, quién buscaba enfrentarse
conmigo por cualquier pretexto y no soy peleona, solo que no dejo que me pasen
a llevar.
─ Jajaja ─ estalló en una franca risotada Francis,
que no se contuvo al ver los cachetes inflados y esa mirada fulminante de niña
regañada de su pareja y le hizo tanta gracia, que en forma automática la tomó
de sus caderas y la apegó por completo a su cuerpo. ─ Será porque eres
irresistible y no podía desaprovechar la oportunidad de llamar tu atención y
hacer que te concentraras solo en mí.
─ No te burles, Francis ─ reprochó Sara, volteando
a un costado su rostro para no ser besada por la joven. ─ Además, eres el colmo
de egocéntrica.
─ ¿Egocéntrica yo? ─ inquirió sorprendida Francis,
pero sin dejar de insistir en besar a su chica y se valió de sus manos para
someterla mediante caricias en sus senos que la hizo gemir de inmediato y
quedar a su merced y continuó con sus descargos. ─ No lo soy tesoro. Solo soy
como mi flor, elegante, bella y sensual.
─ ¡Aha! ─ soltó con dificultad Sara, que temblaba
de placer en manos de su amante. ─ ¿Y eso no es ego?
─ No ─ corrigió sensualmente Francis, tomando entre
sus labios, uno de los pezones de su pareja y sometiéndolo a sus caricias. ─ porque
soy tal cual es la suprema orquídea. Una flor de suma elegancia, de gran
belleza y seductora. No hay ego en ello, pero si vanidad y orgullo de lo que
soy.
─ ¿No es… lo mismo? ─ Apenas susurraba Sara entre
gemidos que salían de su garganta producto del escarnio que estaba siendo
sometido sus senos a manos de Francis.
─ Parecido, pero no es ni será lo mismo, tesoro
mío. ─ murmuró entre dientes Francis, dando un breve respiró al atormentado
pezón que a esas alturas estaba endurecido por las caricias de esos labios
ávidos de volver a sentirlo padecer en su boca y bajo su lengua.
─ Francis ─ balbuceó Sara, mordiendo sus labios al
sentir deslizar la mano de la joven a la altura de su bajo vientre.
─ Dime ─ dijo ésta, mordisqueando el pezón con
alevosía, buscando despertar la pasión en su amante y poder disfrutar de esas
caricias y al mismo tiempo que sus dedos jugaban ya con sus labios mayores.
─ ¿No deberíamos de…dejar…lo…par…a… más…tar…de? ─
murmuró entre cortado Sara, que le costaba muchísimo controlarse ante las
caricias de la joven y cuyos labios estaban ensañados con sus pezones y los
reclamaban con suma urgencia.
─ ¡Um! ─ exclamó Francis sin soltar el objeto de
sus deseos y su respuesta fue clara y concisa al succionar en forma intensa a
ese terso pezón y solo al cabo de unos segundos, añadió. ─ ¿dejar de hacerlo?...No
lo creo, ¡Eres mi novia Sara!
Flash back
─ ¿Quieres ser mi novia Sara? ─ fue la petición de
Francis tras confesarle su amor a la joven Taffra y depositarla en su lecho.
Haciendo que lentamente se recostará sobre aquella
amplia cama con la ayuda de su propio cuerpo que ejercía presión para llevarla
a tenderse por completo sobre aquel lecho y dejar que sus cuerpos expresaran
por completo lo que les dictaban sus corazones y su instinto.
Una de las manos de la joven Calguiere subió
despacio por el vientre de su pareja, jugando deliberadamente con sus dedos a
medida que recorrían el tramo que la separaba de su destino. No fue lento, si
no endiabladamente tortuoso ya que la piel de Sara, quedaba erizada por
completo y más aún cuando rozo intencionalmente el valle de sus senos y ahí,
detuvo por unos segundos su camino para prodigar intensas caricias a esos senos
que aún estaban cubiertos por ese suéter y el sostén que muy poco podía evitar
la oleada de sensaciones que en ellos se despertó.
Sin duda que, Francis, disfrutaba ver las
sensaciones que se iban reflejando en el rostro de la muchacha y sus ojos
brillaban como nunca antes de disfrutar tan digno espectáculo que anheló desde
un comienzo y es que jamás se mintió a sí misma de esos sueños húmedos que Sara
provocó desde la primera noche a su llegada y sólo su almohada fue testigo de
sus gemidos al dormir y soñarla amándola de mil formas.
Luego, de un rato prolongado y placentero, continuó
con su recorrido y dejando fuego a su paso puesto que encendían con poco esa
piel y sin muy poco esfuerzo arrancaba gemidos tímidos en un comienzo que más
tarde se tornarían intenso y roncos a causa de la pasión que despertaría cada
una de las caricias de Francis.
Su mano prosiguió su camino hasta detenerse justo en
el borde de aquellos frágiles labios, suaves, bellos para ella y muy tentadores
por lo demás. Elevó un solo dedo y con el filo de su uña, levemente larga, bien
cuida y embellecida con un esmalte rosa. Delineó todo el contorno de esos
labios en forma rasante y provocadora.
─ ¡Aún no respondes mi pregunta mi hermosa
hechicera! ─ susurró Francis.
En el
momento que con la ayuda de otro de sus dedos hizo que se abrieran esos labios
y viendo con malicia a la joven, introdujo un poco de su dedo y la respuesta no
se hizo esperar y esa boca absorbió despacio y en forma sensual un poco más de
ese dedo en su interior viéndola con una mirada cargada de deseo.
Esa reacción que consiguió de parte de la joven
Taffra, solo provocó que el deseo reprimido en Francis, aflorara más
intensamente y sin pensarlo mucho, atrapó con sus propios labios aquella boca
que la enloquecía más de la cuenta. Fue un beso más osado, nada de explorador
como en el comienzo, sino ávido de provocar respuestas inmediatas en la joven.
Sus manos no permanecieron quietas y fueron de
plano hasta el borde del suéter y se introdujeron en él, hacia arriba en busca
de sus senos y atormentarlos con sus caricias. Mientras que sus bocas se
devoraban, con besos muy apasionados.
Cuando llegó al borde del encaje del sostén,
extendió por completo la palma de su mano sobre el seno y comenzó a masajearlo
todo para luego, dedicarse de lleno a su pezón, envolviéndolo con sus dedos y
pellizcándolo sin contemplación alguna.
Entre esos besos, se podía escuchar gemidos que
brotaban de la garganta de Sara, que estaba siendo atacada no solo con besos
sino que las caricias iban en aumento y a ello, se sumaba, la rodilla de
Francis, que comenzó a subir un poco por entre las piernas de la joven Taffra y
al situarse en medio, pujaba por subirle aquella minifalda para permitirle el
acceso a esa zona que deseaba sentir y degustar pronto.
Francis, de a poco fue bajando la intensidad de sus
besos con la joven hasta separar sus labios de la joven y quedarse viéndola en
forma inquisitiva y alzando una ceja, se le escuchó decir…
─ ¿Cuánto más debo provocarte para que respondas mi
pregunta Sara? ─ inquirió Francis, que ahora se valía de su mano para bajar por
el vientre de la joven en dirección de su entre pierna y centro de su femineidad.
Fue justo ahí, que Sara, comprendió que no le había
dado ninguna respuesta a su planteamiento, pensó tontamente que Francis, se
había olvidado de los lineamientos y protocolos de una relación para dar paso a
la pasión propiamente tal.
─ ¡Así que deseas mi respuesta! ─ fue el turno de
Sara para provocar a la joven Calguiere. ─ Si no lo hago, me expongo a que
sometas a mayores tormentos.
─ ¡Así es! ─ respondió Francis a la provocación de
la chica y sin más, entre sus dos dedos tiro fuerte del pezón derecho e hizo
patente su amenaza. ─ Tú te expones a que sea de ese modo y que además, aún no
olvido cuanto me provocaste con ese baile y esto es solo una revancha por aquel
día.
─ Francis, claro que acepto ser tu novia ─
respondió sin más Sara, con el único propósito de hacer lo que se cruzó por la
mente al oír a chica.
─ ¡Um! ─ murmuró entre dientes ésta, y acercando
sus labios ahora directo sobre el pezón de la joven, procedió a morderlo con
sus labios y añadir. ─ No es lo suficientemente convincente preciosa.
─ ¿Qué deseas que diga o haga? ─ inquirió Sara,
confundida por la respuesta de aquella rubia.
─ Que me lo demuestres ─ provocó pícara Francis, a la vez que atormentaba
aquel botón rosa de la chica. ─ De una única forma que sienta que es tu corazón,
tu cuerpo y tu voz, quién responda mi pregunta.
─ ¿Lo quieres todo no es así? ─ preguntó con un
dejo sensual en su voz, Sara.
─ No me conformó con menos ─ Sentenció sin rodeos
Francis. ─ Lo quiero todo de ti: tu corazón, tu amor, tu cuerpo, tus deseos,
gemidos y el placer que sientas mientras te hago el amor y compruebas por ti
misma que a partir de hoy, no habrá nadie más que yo.
─ Eso es muy posesivo de tu parte señorita
Calguiere ─ refutó divertida y a la vez, seducida por lo que encerraban sus
palabras.
─ No, solo demarcó lo que hoy será mío en adelante
─ aclaró sin empacho Francis, a la vez que comenzaba a sacarle de una el suéter
a Sara. ─ Te aclaró preciosa que no suelo ser celosa, pero no he compartido jamás
lo que es mío y aunque tú seas muy coqueta y provocadora, no me des motivos
para tenerte bajo siete llaves.
─ ¡Francis! ─ protestó Sara ─ No soy coqueta y
menos provocadora; bueno solo una vez; pero fue contigo nada más.
─ Más le vale, señorita Taffra ─ musito Francis,
mientras con los dientes retiraba los tirantes de aquel sostén, que se
interponía en su camino. ─ Quiero exclusividad total.
─ ¡Aha! ─ murmuró entre cortado Sara, al sentir el
roce de esos dientes en su piel. ─ ¿Se aplica por igual?
─ Por supuesto, preciosa ─ afirmó con vehemencia
Francis, alcanzando su objetivo y tomo entre sus manos aquellos senos que
estaban libres para sus caricias y deleite. ─ Me considero una mujer fiel, mi
bella Sara. Solo tengo ojos para ti y mi corazón ya es tuyo, así que, puedes
comprobarlo las veces que tú quieras. Te lo dije ya y lo vuelvo a repetir,
quiero que seas lo más importante en mi vida como yo en la tuya.
─ ¡Oh Francis! ─ exclamó emocionada Sara, en cuyos
ojos asomó un brillo intenso y unas lágrimas escaparon de ellos sin permiso.
─ ¿Qué es eso? ─ inquirió enseguida Francis, al
pasar su mano por la mejilla de la joven. ─ Nada de lágrimas Sara, no quiero
volver a verlas en tus ojos. Este es un momento para disfrutar y ser felices
nada más.
─ Son solo de alegría nada más ─ repuso ella, sujetando
su mano sobre su mejilla y prolongar más ese toque delicado de ternura.
─ Mi preciosa Sara solo por esta vez nada más ─
convino enternecida Francis y con su dedo pulgar no dejo de acariciar el
contorno de esos ojos grises que desde un comienzo fueron su debilidad.
─ Francis ─ musito una dichosa y vulnerable Sara,
tratando de aclarar su voz un poco producto de esas emociones que se agolpaban
en su garganta por salir raudas. ─ yo …yo…
─ ¡¿Si?! ─ instó la joven Calguiere, acercando su
rostro tan a ras del de Sara y clavar sus azules en esos grises.
Sara, tragó con dificultad y es que la forma en que
Francis la veía, la pusieron muy nerviosa; al punto de sentir hormigueo en su
vientre y su ansiedad se disparó porque intentaba sacar la voz, pero no le
salía y es que aquella mirada la estaba aniquilando de tal manera, que el sudor
se hizo patente enseguida. ¿Qué manera de intimidarla?
─ ¿Tú qué? ─ insistió Francis, rozando sus labios
con los de ella, pero sin besarla todavía.
No supo cómo el corazón se le quedo atorado en su
garganta de la emoción y nervios que le causo el estar siendo seducida de esa
manera y es que Sara; aunque tuviese ya experiencia en una relación, esta era
la primera vez que la dejaban completamente desarmada e inutilizada, no podía
mover un músculo en ese momento y eso que si era una chica sensual, pero
ahorita, estaba a merced de la mayor provocación, sensualidad, tentación a
manos de una mujer y no podía reaccionar en forma alguna.
─ ¡Um! ─ exclamó sensual Francis, dándole un
pequeño lametón entre su cuello y oreja, que consiguió que una corriente de
escalofríos brotara en la piel de la joven Taffra y su piel se puso de gallina
y el percibir aquello, solo consiguió que su perversión dominase sus sentidos y
entre lamidas en la parte baja de su cuello, añadió. ─ ¿Dónde quedo aquella
sexy y sensual chica que bailó para mí?
¡Suficiente! Ese fue el pensamiento de Sara, que de
golpe reaccionó a la provocación de Francis y en cosa de segundos, su mano se
interponía entre ella y la joven Calguiere, poniendo un alto de frentón a aquel
martirio.
─ ¿Estás provocándome Francis Calguiere? ─ preguntó
con pica Sara y a pesar de ser muy delgada en complexión, se las ingenió para que con ayuda de su rodilla hicieran caer
a un costado a la joven.
─ ¡Cómo crees! ─ respondió Francis con ojos
totalmente burlones que desmentían sus palabras y lo estaba haciendo a
propósito.
─ ¡Aha! ─ exclamó Sara que no se creyó el cuento y
sujetó ambas muñecas de Francis y las puso a la altura de su cabeza,
impidiéndole movimiento alguno. ─ Voy aclararte de una buena vez y para que lo
recuerdes siempre que es mala idea desafiarme, lindura. Ahora atente a las
consecuencias.
Escucharla amenazarla de ese modo solo consiguió
excitarla de una manera que no se puede decir así de simple, por lo que salió a
relucir todo su lado provocador y pervertido; y fue de lleno por su castigo.
─ ¿Podrás conmigo? ─ provocó con saña Francis y sus
ojos se oscurecieron por la sola idea de ver qué sería capaz de hacerle. ─ No
soy fácil de complacer y menos, seguirme el ritmo.
Aquello dio en clavo y consiguió su objetivo,
dejando descolocada a Sara por un leve segundo y con la boca abierta, pero fue
solo un mísero instante porque aquellos ojos grises se entrecerraron muchísimo
casi al punto de parecer cerrados.
Dicen que es malo, pero muy malo provocar a un
pelirrojo natural, porque se les caracteriza por ser muy apasionados y de un
tremendo carácter cuando se les provoca. De seguro que Francis estaba jugando
con fuego y uno de pasión latina, ¡Quizás sabía en qué se estaba metiendo! Por
qué su mirar era demasiado coqueta y burlona por lo demás.
─ ¿Así? ─ inquirió Sara tanteando el terreno.
─ Porque crees que sigo soltera aún ─ siseó
divertida Francis calculando la posible
reacción de su chica y para echarle más leña al fuego, agregó. ─ No logran
ponerme esa soga al cuello y someterme con sus encantos.
Punto y set a favor de Francis, que consiguió de
inmediato la respuesta a su provocación y es que Sara, se enderezó de golpe sin
permitirle que la rubia pudiese mover siquiera, ya que dejo sentir su pierna
sobre el vientre de la joven y arrancando una cinta que llevaba en su brazo a
modo de pulsera. Ató sus cabellos en una cola de caballo, arregló su sostén
nuevamente en su lugar y luego de terminar, clavo fieramente su mirada en el
rostro de la menor de los Calguiere y procedió a darle su merecido.
─ ¡Con que esas tenemos! ─ masculló Sara e
inclinando su torso hacia la rubia y agarró del mentón a la muchacha y
advirtió. ─ ¿Quieres que sea tu novia? En cuerpo y alma dijiste ¿no es así?
Un brillo intenso se desprendió de los ojos azules
de Francis y una sonrisa amplia y cargada a la perversión fue la respuesta y el
vamos a lo que se vendría para ella; porque Sara, no dudo en tomarla más fuerte
de la barbilla y jaló de ésta hasta hacerla levantar de la cama y dejarla
sentada en el borde del lecho. Tomó la mantilla que estaba desparramada en el
piso y luego, cogió ambas manos de la rubia y las amarró con la prenda detrás
de su espalda. Y con una sonrisa ladina, le volvió a tomar del mentón, para
susurrarle sensualmente…
─ Voy a darte la exclusividad que me pediste guapa
─ murmuraba coquetamente Sara y soplaba sobre los labios de la chica para
despertar su necesidad de besarla y en poco obtuvo lo que deseaba y añadió
pícara. ─ te daré el show de tu vida y luego de ello, reclamaré el derecho de
convertirme en tu novia y me entregarás ese corazón que será solo mío ¿queda
claro?
─ Demoras mucho Sarita ─ desafió una vez más
Francis, que estaba complacida de ver a la dulce Sara Taffra convertida en una
felina.
─ No te quejes después ─ siseó Sara y se puso en
pie en busca de un móvil que estaba en el tocador de la joven Calguiere y lo
había visto de reojo al entrar a la alcoba.
No le fue nada difícil encontrar lo que buscaba y
luego de teclear una cosas, se escuchó fuerte y claro como los acordes de «Wanna
Be your baby» de Zara Larsson. Para luego, coger una pañoleta de seda que
estaba en el respaldo de un sitial y comenzar con su show.
Y es que Sara Taffra iba a jugársela con todo en su
primer y único Striptease de su vida y sin más echó para adelante dispuesta
hacerla padecer al igual que lo hizo con su baile.
Acomodó la pañoleta sobre su cuello a modo de
bufanda y mientras Zara Larson inundaba con su tema la habitación, Sara,
comenzó por mover su cuerpo al ritmo de la melodía. Jugó con esa prenda
paseándola por todo su cuerpo desde su cuello, pasarla por sus senos y su
cintura de una manera sexy y sensual. Luego, caminó en dirección de la rubia,
acentuando sus caderas al caminar y amarrar sus
manos con la misma prenda y pasarla por sobre su cabeza en la medida que
proseguía en su trayecto.
Al estar a unos dos pasos de la menor de los
Calguiere, bajo sus brazos y deshizo el nudo de ese falso amarre y estirándola por
completo y a modo de cinturón, abrió un poco sus piernas y la paso entre ellas
y lujuriosamente se balanceaba en forma coqueta de atrás para adelante;
moviendo cadenciosamente sus caderas al ritmo de la música. Siempre sin dejar
de ver aquellos azules que estaban abiertos en demasía y estaban cargados del
mismo deseo que constató luego de bailar esa bachata solo para ella. No cabía
duda que Sara, sabía sacar su mayor sensualidad y conseguir su objetivo de
llamar la atención de la mujer que se enamoró.
Su sonrisa se dibujo algo torcida y coqueta en la
comisura de sus labios. Esa era la respuesta que esperaba. Volvió a tomar esa
pañoleta y se giró dándole la espalda a la rubia y poner la prenda frente a sus
pechos y sin dejar de bailar, llevando una de sus manos a la espalda, quito
hábilmente el broche de sus sostén. Luego de ello, cubrió su torso con el
antebrazo por encima de la pañoleta y procedió a quitar lentamente su bracier y jugando un poco con él a modo de soga,
terminó por lanzarlo a un costado y se volvió a girar y quedar de frente con
Francis.
Llevó sus manos hasta sus pechos y comenzó a
retirar la tela sensualmente y luego, la volvió a colocar como bufanda, bailando lo más coqueta
posible. Acortó la distancia entre ambas y tras comprobar lo sometida que
estaba la rubia, se quitó la pañoleta y esta vez, la dispuso sobre el cuello de
la rubia y luego, colocó un pie al costado de Francis y se acercó rosando el
cuerpo de la joven con el suyo con movimientos suaves y cortos, provocativos.
Consiguiendo que aquella rubia rosara de vez en cuando con sus labios su pierna
y parte de sus caderas.
Cuando la dejo que se centrara en ello, llevo su
mano directo al mentón de la chica y lo alzó bruscamente para que la viese
directamente a los ojos y después que vio dilatarse las pupilas por el deseo,
frente a esos azules, llevó su mano hasta su cabeza y soltó el amarre de sus
cabellos y éstos cayeron en forma de cascada sobre su piel, su espalda y torso,
cubriendo parte de sus pechos y con alevosía llevo ahora las dos manos y
comenzó a jugar con su melena en forma sensual, pasando la punta de esa
cabellera cobriza por sus propios labios con total provocación. Consiguiendo
que automáticamente los labios de Francis se abrieran, jadeantes y expectantes.
Ese fue el golpe de gracia de parte de Sara, ya que
era el punto débil de aquella rubia y su cuerpo se estremeció por completo y
sintió como en su entrepierna se humedeció de pronto y es que la dejo excitada
a un nivel muy peligroso.
Francis, mordió sus labios al ver cómo la joven
Taffra seguía incitándola con esos movimientos de sus cabellos y necesitaba
zafarse cuanto antes de esa mantilla que ataba sus manos y responderle a Sara,
ya no estaba para juegos. No después de eso, jugó con fuego y se quemó por
completa. Necesitaba a esa mujer entre sus brazos, siendo dueña de sus besos,
de su cuerpo, de su corazón, de su todo.
─ ¡Ya basta! ─ suplicó Francis, que intentó ponerse
de pie y exigir que la desatara. ─ ¡Quítame esto!
Sara, sonrió ante la desesperación de Francis y la
volvió a sentar, para luego, inclinar su torso y rosar el cuello de la rubia
sin contemplación y sin más, tomó de ambos extremos de la pañoleta sin quitarla
de su portadora y despacio con sus movimientos logró incorporarlas a ambas y
tirar de la prenda hasta hacer que el cuerpo de la chica quedase pegado al suyo
y sin contemplación, la provocó con sus besos por todos lados sin tocar su boca
por el momento.
─ ¿Me deseas? ─ susurró descaradamente Sara,
mientras que sus pechos rozaban parte de los labios de Francis. Consiguiendo
sus primeros gemidos.
─ ¡Muchísimo! ─ balbuceó jadeante Francis.
─ Entonces ─ insinuó a medias Sara.
─ ¿Entonces qué? ─ preguntó de frentón Francis, que
ya no podía contenerse más y esa prenda en sus manos la estaba desquiciando.
─ ¿Puedo ahora ser tu novia? ─ inquirió
sugestivamente Sara.
─ ¡Ya eres mi novia! ─ confirmó de una Francis
sobre los labios de Sara y agregó. ─ Ahora vas a ser mi mujer, solo mía, Sara
Taffra.
¡Listo! El punto álgido cobró sus víctimas y es que
Francis, se adueñó de inmediato de los labios de Sara y la respuesta no se hizo
esperar de parte de la joven Taffra, que cruzó ambos brazos por sobre el cuello
de la rubia y permitió que ésta la devorase con sus besos.
La pasión ya estaba instalada en esa alcoba y en
cosa de minutos, la mantilla que ataba las manos de Francis, cedía a las manos
de Sara y liberaba a la rubia de esa fastidiosa prenda. Que no se hizo esperar
y alzó en vilo a la joven Taffra en sus brazos y la depositó al centro de la
cama. Besando cada parte de su cuerpo con pasión, a la vez que la pelirroja ya
había conseguido arrancarle la blusa y luchaba por quitarle ese pantalón con
dificultad, pero con una poca ayuda, aquella prenda cayó a un costado junto con
la ropa interior de Francis y dejarlas a ambas completamente desnudas.
Por unos momentos, se observaron con un dejo de
lujuria y admiración por lo que sus ojos apreciaban de la otra. Ambas estaban
más que complacidas con el cuerpo de la otra y esa mirada cargada de ternura y
deseo, solo consiguió excitarlas más y fue en un abrir y cerrar de ojos que sus
labios besaban cada parte de sus cuerpos. Rindiéndose a la pasión y a la
necesidad que tenían de amar y entregarse la una a la otra.
Solo gemidos se escucharían y guardarían entre las
paredes de esa habitación que estaba sumida por la pasión que se había desatado
en esas dos mujeres y que las llevaría a vivir una de las noches más memorables
para ellas y que recordarían siempre. Su primera vez, su entrega y su sello de
amor, de una manera distinta y especial. Teniendo un solo factor decisivo…El
amor.
Fin del flash back
─ ¡Eres mi novia Sara! ─ reclamó Francis,
adueñándose por completo de los labios de la chica, mientras el agua de la
regadera caía sobre sus cuerpos.
Sara, no pudo responder en esta ocasión porque
estuvo completamente anulada de todas las formas posibles y no le quedo más
remedio que dejarse llevar y ser amada por Francis, que le dio una buena dosis
de pasión que las llevo alcanzar su tercer orgasmo en lo que ya iba de esa
mañana.
Después de consumar su amor en el baño, Francis,
cubrió el cuerpo de su novia con una bata y la condujo al dormitorio para que
desayunasen. Había llamado a Odete para que les preparase el desayuno y se lo
llevasen a su recámara. El que ya estaba dispuesto junto al diván en un carrito
abarrotado de frutas, jugos, una tetera de porcelana, pasteles, tostadas y
otras cosas más.
─ ¡Wow! ─ exclamó impresionada Sara al contemplar
el carrito con alimentos. ─ ¡Cuanta cantidad de alimentos hay aquí! ¿No crees
que sea mucho?
─ Es lo justo que precisamos ─ respondió Francis,
abrazándola por detrás y ladeando su cara, le estampó un beso en su mejilla. ─
Además, me comprometí y di mi palabra a Albert, de que yo cuidaría de ti de
ahora en adelante.
─ ¡Um! ¿Y esos jugos verdes y rojos qué son? ─
inquirió Sara, nada convencida de que sean apetitosos. ─ Porque no tienen buen
aspecto a mis ojos.
─ Jajaja ─ rió ante el comentario Francis y aclaró
enseguida. ─ Son concentrados de Espinacas, albahacas y kiwi. El otro es zumo
de tomate, betarraga y perejil. Ambos son para desintoxicarte y mejorar la flora intestinal.
Además de ser un golpe vitamínico para el cuerpo y mantenerte llena de
energías.
─ ¡Guacaleé! Ni loca voy a tomar un jugo de verduras ─
protestó enseguida Sara e iba huir cuanto antes del lugar para que no la
obligasen a tomar esa cosa.
─ ¡Aha! Nada de eso mi hermosa pelirroja ─ reprendió
de inmediato Francis, sujetándola fuerte del brazo y verla con una mirada
cargada de ternura, le exigió. ─ Eres mi novia y es obvio que yo me preocupe de
tu salud y te puedo garantizar que te va encantar al punto que tú misma me lo
pedirás todas las mañanas. ¡Dale una oportunidad! Si no es así, haré lo que me
pidas.
─ ¡Ufffff! ─ resopló resignada Sara ante la mirada
de su novia y no le quedo más remedio que aceptar. ─ De acuerdo, pero solo una
vez y si no me gusta me llevarás desayuno durante un mes a la cama.
─ Trató hecho, tesoro ─ consintió encantada
Francis, muy segura de su triunfo y apartándose de ella, la condujo a la silla
y la sentó en ella para servirle en un vaso la bebida. ─ ¡Aquí tienes tu
bebida!
Sara, miró con espanto aquel brebaje verde y se
puso tan pálida de pensar que esa cosa pasaría por su garganta, que sintió
escalofríos de ya sentirlos. Sin embargo, al tomarse unos segundos de dudas
pertinentes, quedo más que asombrada cuando la propia Francis, para motivarla
se tomó de golpe su brebaje y se relamió como un niño pequeño sus labios y
procedió a beberse el zumo rojo. Aquellos ojos grises estaban fijos en ver cómo
la joven Calguiere se bebía esa cosa y lo disfrutaba a plenitud y volvía a
servirse un poco más. Dejándola pensativa al ver una y otra vez su vaso sin
probar.
─ ¡No debe ser tan malo después de todo! ─ murmuró
quedo Sara y cerrando un poco los ojos, se bebió aquella bebida hasta no dejar
nada en su interior.
─ ¿Y bien? ─ preguntó Francis con expectación.
─ ¡Um!... ─ exclamó Sara sin prisa y viendo el
fondo de ese vaso vacío. ─ Nada mal.
─ Jajaja ─ estalló en una espontanea carcajada
Francis, complacida de la reacción de su pareja. ─ ¿Quieres un poco más?
─ No, quiero probar el otro ─ respondió de
inmediato Sara.
─ Como tú digas, preciosa ─ acató Francis y sirvió
el brebaje y le dio a su novia. ─ ¡Buen provecho!
Sara, no supo cómo se lo tomó todo de golpe y con
ojos pícaros veía la jarra con ese contenido rojo y no necesitó abrir su boca
para pedir, ya que su expresión fue suficiente para Francis, que volviera a
servirle en su vaso, pero hasta llenarlo del todo.
─ ¡Um! ─ murmuró fascinada Sara, pasando su lengua
delante de sus labios. ─ ¡Qué rico!
─ Me complace saber que te gustaron estos zumos,
amor ─ señaló Francis, ahora preparando algunas tostadas con quesillo. ─ ¿Quisieras
mañana más de ellos?
─ Sí ─ respondió en el acto Sara y al ver esos ojos
azules verla tan fijamente, se avergonzó un poco y añadió. ─ ¡Por favor!
─ Cuenta con ello, tesoro ─ consintió Francis, y
pasarle tostadas a su novia. ─ ¿Qué te gustaría hacer hoy? No debo ir a clases
y tengo todo el día para dedicarlo a ti.
Justo en ese preciso momento, tocan a la puerta e
interrumpen la conversación entre las chicas. Francis sin más, fue abrir la puerta y ver de quién se trataba a
esas horas porque aún era muy temprano para estar levantados.
─ ¡Buenos días! ─ Saludó el joven Nataniel también
envuelto en una bata, pero con un semblante preocupado. ─ Disculpa que tenga
que molestarte a esta hora, pero mi hermana sufrió uno de sus ataques y fui a
ver a Sara a su cuarto, pero no la hallé y ¡Bueno! Pensé que podría estar
contigo.
─ ¡Buenos días Nataniel! Y no es molestia, por
favor, ten la bondad de pasar. Sara se encuentra aquí ─ invitó de una Francis e
indagó, de inmediato. ─ ¿Qué sucede con mi cuñada?
─ ¿Qué sucede con Rani? ─ interrumpió Sara, que
alcanzó a oír al joven Larson. ─ Dime ¿Qué tiene mi monstruito?
─ Mi hermana despertó gritando por causa de esas
pesadillas del pasado ─ informó Nataniel, tomando asiento en donde su cuñada le
indicó. ─ Mamá, me pidió que te informase porque Rani, no podrá acompañarte a
Kingston hoy y Anette, dijo que Claudine iría contigo en su lugar. Sara, por
favor, perdona que tenga que darte estas malas noticias, pero mi hermana, no
está en condiciones. Está con fiebre una vez más.
─ Nat, no disculpes ─ aclaró Sara, muy preocupada
por la salud de su mejor amiga. ─ Mira, lo mejor será no ir a Kingston porque
la salud de mi Rani, es ante todo. No la dejaré sola, quiero verla y saber en
qué puedo ayudarle.
─ Mamá la está cuidando ahora junto con su
prometida ─ respondió Nataniel. ─ Nos pidió que estuviésemos tranquilos porque
no es la primera vez que sufre de esos recuerdos desde que llegó a Inglaterra.
Anette, nos comentó que ya ha tenido recaídas antes y gracias a una joven, que
le operó en sus heridas, puede sobrellevarlo de mejor modo.
─ ¡Así es! ─ confirmó Francis, viendo a su cuñado
(por lo de su hermana Claudine). ─ Nadine, poseen un don para curar heridas
espirituales y fue gracias a ella, que mi cuñada no ha vuelto a tener que sufrir tan intensamente cada vez que los
recuerdos florecen.
─ Comprendo ─ dijo Nataniel. ─ Entonces deberemos
dejarla descansar y visitarla más tarde.
─ De todos modos, me quedaré con ella ─ señaló
Sara, después de oír a su novia referirle aquellos hechos.
─ ¿Por qué debías ir a Kingston? ─ preguntó
Francis, que desconocía aquello.
─ Rani, me pidió que fuese hablar hoy con el decano
Williams ─ explicó Sara viendo a la rubia directo a los ojos. ─ Mi monstruito
concertó una cita con él, para que me permitiese asistir a clases de oyente y
aprender la metodología que imparte acá y que contribuyesen en mi formación
como Arquitecto.
─ ¡Ya veo! ─ dijo Francis y tras meditar unos
segundos, añadió. ─ Estoy más que segura que mi cuñadita hubiese querido que
asistieses a esa reunión con el decano. Por lo que te sugiero que vayas tesoro
y así le das las buenas nuevas a Raniel. Es más, yo misma te acompañare junto a
Claudine.
─ ¡Pero! ─ puntualizó Sara nada convencida. ─ yo
agradezco que desees acompañarme, pero Rani, no se encuentra bien y no quiero
dejarla sola.
─ Francis, tiene razón, dulce Sara ─ instó Nataniel
al ver lo terca que puede llegar a ser su amiga y tomando sus manos, le prodigo
ciertas caricias para convencerla. ─ Mi hermana estaría más que feliz si tú fueses a ver a ese decano. Ella no se
perdonaría que hubieses perdido esa oportunidad por causa de su salud. Tú la
conoces mejor que nadie y sabes que Rani, luchó porque ese señor te recibiera.
¡Dale en el gusto, preciosa!
Sara, bajo su cabeza al piso un poco avergonzada de
ser egoísta y no pensar en el esfuerzo que hizo su mejor amiga para que le
permitiesen asistir como oyente. No debía ser desconsiderada con su monstruito.
─ De acuerdo, Nat. Asistiré a Kingston ─ consintió
Sara. ─ voy a convencer a ese decano a como dé lugar y traerlas buenas noticias
a mí, Rani.
─ Perfecto, Sara ─ acotó Nataniel. ─ Ahora, les
dejo porque deberían alistarse para ir a esa universidad. Te estaremos
esperando, preciosa.
─ Vale ─ respondió Sara y besó la mejilla de
Nataniel.
El joven Larson, estuvo a punto de gastarle una
broma a su amiga, pero al ver de reojo aquellos ojos azules, se le quitaron las
ganas enseguida y es que a Francis, no le hizo gracia que tomase las manos de
su novia entre las de él y le diera caricias muy intimas.
Sin más, Nataniel, hizo el típico gesto con la
cabeza de retirarse y al momento en que cruzó el umbral y salió al corredor,
oyó decir.
─ Nataniel ─ llamó Francis con un rostro serio.
─ Dime ─ respondió ésta, girándose un poco para
verla.
─ Ella ahora es mi novia ─ aclaró Francis, viéndolo
suspicazmente y dándole un mensaje muy claro y conciso. ─ No vayas a olvidarlo
y en el futuro mantén alejadas tus manos de Sara.
─ Somos amigos desde hace mucho y jamás le faltaría
el respeto a Sara ─ respondió Nataniel, que no se dejo intimidar. ─ Pero
descuida, me queda claro el mensaje. Me alegro que sean novias, pero déjame
decirte algo; no vayas a lastimarla o te burles de sus sentimientos porque no
habrá un sitio que te puedas esconder de mí. Sara, es mucho más que una amiga;
ella es mi hermana y como tal, te lo advierto, Francis.
─ No tengo pensado hacer tal cosa ─ refutó seca
Francis sin dejar de verle directo a los ojos. ─ Ella es muy importante para mí
al punto de que la presentaré a mis padres y cumplir con la tradición de mi
familia y hacer de Sara, mi esposa. Lo que te dice que no tengo intenciones de
dejarla ir jamás.
Nataniel al escuchar los argumentos de la joven
Calguiere, tanto en su fuero interno como exterior, quedo muy complacido con la
noticia. Se cumplían sus predicciones. Y esa rubia era la que no tenía
escapatoria alguna y su corazón le pertenecía por completo a la única
dueña…Sara.
─ Me alegra saberlo y te felicito porque te llevas
a una mujer extraordinaria ─ admitió Nataniel sonriente y sin ánimos de
confrontarse más con aquella rubia. ─ Solo cuida mucho de Sara, por favor.
─ Tienes mi palabra ─ consintió Francis, ahora ya
mucho más relajada y cuando estaba a punto de voltearse para ingresar a su
alcoba, agregó. ─ Yo también te pido de favor que cuides de mi hermana.
Claudine, es una joya que no solo se debe valorar sino que procurar su corazón,
que es único.
En verdad, que hoy era un día de confesiones e
indirectas en todo el castillo, porque se vendrían sorpresas y anécdotas con
respecto a un par de jovencitas que habían puesto de cabeza todo el lugar.
El joven Larson a modo de respuesta sonrió
ampliamente y se giró para irse rumbo a su dormitorio a la vez, que Francis,
entraba a su dormitorio.
─ En verdad es una mujer muy territorial ─ murmuró
entre dientes Nataniel mientras continuaba con su trayecto. ─ Definitivamente
no regresaras a casa, Sara.
El joven, quedo meditando en eso último y recordó
las palabras que dijese hace mucho tiempo su hermano Carlos, en que una de
ellas arrastraría a la otra y se irían de casa. Precisamente eso es lo que
estaba sucediendo y es que su hermana al venir de visita encontró el amor en
Inglaterra y de paso arrastró a Sara a su fiesta de compromiso, en donde el
amor también la estaba esperando a ella.
─ Sin duda que nada es coincidencia ─ se dijo para
sí, Nataniel. ─ Y también ahora está ella… ¡Um!...¡Claudine!
Otro que había sido flechado por Cupido y tendría
que tomar decisiones a corto plazo; porque aquellos ojos verdes de esa
colorina; no solo lo deslumbraron al primer instante sino a medida que más se
conocían, más le agradaba su compañía.
No serían solo las chicas que dejarían todo por
causa del amor sino que serían 4 en total los que se establecerían en tierras
sajonas.
Mientras en la recámara de…
─ ¿Todo bien? ─ preguntó Sara al ver entrar a su
novia con un semblante algo distante.
─ Nada de qué preocuparse, tesoro ─ aseguró
Francis, envolviendo a su novia en sus brazos y besando sus cabellos. ─ Por
cierto, ¿Tienes pensado estudiar acá?
─ No, amor ─ respondió Sara honestamente. ─ Era por
el tiempo de mi estadía nada y aprovechar el tiempo y adquirir mayores
conocimientos y de paso, practicar más mi Inglés.
─ ¡Ya veo! ─ mencionó Francis sopesando las
palabras y fue directo al grano. ─ ¿No te gustaría quedarte a mi lado?
─ Claro que sí ─ repuso Sara, apoyando su cabeza en
el torso de su novia. ─ Pero debo ver muchas cosas antes con mi familia para
que podamos estar juntas.
─ Comprendo ─ acotó Francis y deshaciendo ese
abrazo, añadió. ─ Tesoro, debemos alistarnos, el decano Williams es muy puntual
en los horarios.
─ Ok ─ dijo a regañadientes Sara, que no le gustó
dejar ese lugar tan confortable.
─ Solo será unas horas nadas más, tesoro ─ confortó
amorosamente Francis.
─ Ha de ser ─ aceptó Sara y con un profundo suspiro,
busco sus ropas que estaban en una banqueta y la cogió y se fue hacia la
puerta.
Estaba posando su mano sobre la manija y comenzaba
abrirse la puerta, cuando una mano paso por el costado de su cara y con fuerza
la cerró por completo e impidió que saliera de la alcoba.
─ ¿Se puede saber qué estás haciendo tesoro? ─
preguntó Francis, a espaldas de la joven y respirándole sobre su cabeza en
forma pesada.
─ Voy a mi dormitorio a vestirme e ir con el decano
─ respondió sorprendida Sara. ─ Por si no lo sabes, mi ropa está allá y no acá.
─ ¡Aha! ─ exclamó Francis y en el acto la corrigió.
─ Sí, pero no olvides lo que dije anoche que este iba a ser nuestro cuarto de
ahora en adelante.
─ No lo olvido, pero debo vestirme ahora y aquí no
hay nada mío con que arropar mi cuerpo. ─ señaló Sara, dándose vuelta para ver
a su novia.
─ ¿Estás segura de ello? ─ inquirió Francis con una
mirada bien retadora y sus manos se posaban de las caderas de la joven Taffra y
la apegaban a su cuerpo. ─ Si quieres, yo te arropo con mi cuerpo todo el
tiempo.
─ ¡Francis! ─ susurró Sara, que se estremeció con
lo sugerente de sus palabras, pero no había tiempo para ello, por lo que
añadió. ─ Deja eso para más tarde y déjame ir a mi dormitorio porque se nos
hará tarde.
─ Te lo vuelvo a preguntar ─ insistió Francis ─
¿Estás segura que tus cosas no están en nuestro dormitorio?
Los parpados de Sara, se abrieron bastante por la
pregunta y es que no había forma alguna que pudiese algo de ella estar en esa
recámara salvo lo que utilizó anoche y ella misma, claro está.
─ Eso es imposible ─ indicó Sara ─ No he salido de
tu cuarto y solo tengo lo que llevaba puesto anoche.
Francis, después de escucharla. Sonrió ampliamente
y tomando la mano de su pareja, la llevo hasta una sala adjunta al dormitorio
que era su armario personal. Encendió la luz del lugar y pudo observar todo
divido en tres secciones: Ropa formal impecablemente colgada, vestimenta casual
doblada en varias repisas que iba desde pantalones, yérsey, poleras, etc. Y lo
último estaba dedicado al área de calzado tan variado como podrías esperar de una
tienda de zapatos. Junto a ello, había dos banquetas para disponer de la ropa
que se iba a utilizar y un gran espejo para verse.
─ Puedes echar un vistazo y responder mi pregunta ─
sugirió Francis, tirando de la chica y dejándola en el centro de ese gran
closet.
─ Pero ─ protestó la pelirroja y rascando un poco
su cabeza de los nervios ─ No comprendo por qué me has traído aquí, si ya te
dije que mi ropa está en mi dormitorio y en el armario que me asignó Anette
para mis cosas.
─ ¿Puedes revisar por favor? ─ amonestó Francis con
ternura pero a la vez, sin ceder a sus deseos. ─ Y dejar de protestar tanto,
tesoro mío.
─ ¡Francis! ─ chilló Sara por el regaño ─ Yo no… (No
pudo seguir porque al pasar su vista por todo aquel armario, chocó con unas
prendas conocidas para ella)
─ ¡¿Sí?! ─ apremió suspicazmente Francis, viendo en
la dirección que veía su pareja. ─ ¿Has visto algo que sea de tu agrado?
─ ¿Pero cómo? ─ preguntó Sara, que no daba crédito
a lo que veía. ─ Esas son prendas son mías, de hecho está toda mi ropa aquí.
¿Qué están haciendo aquí y en qué momentos las has traído?
─ Son muchas preguntas, tesoro ─ Bromeó Francis,
abrazando por la espalda a su chica. ─ Pero con gusto te las responderé. Fui
muy clara anoche contigo en decirte que éste sería nuestro dormitorio y pedí a
Albert que me trajese todas tus pertenencias y las acomodé todas, mientras tú
dormías plácidamente. Eso sí, deberemos salir de compras cuanto antes porque es
muy poca ropa la que tienes y Londres, se caracteriza en tener un clima cambiante
entrada las distintas estaciones.
Sara, estaba atónita mientras escuchaba la
explicación de su novia y tomo conciencia ahí, que Francis, era una joven muy
decidida cuanto tomaba una decisión y cumplía sus promesas de inmediato. Y con
ello, le demostraba que hablaba muy en serio en cuanto a la seriedad de su
relación. Iba con todo y no estaba dejando cabos sueltos que dieran lugar a
dudas. Por un momento, recordó lo que le dijese Claudine sobre la seriedad del
compromiso y todo eso del protocolo Inglés. ¡Vaya que sorpresas que le deparó
la vida! Ella terminó enamorándose de una chica inglesa y se fue al carajo su
promesa ante Rani, de no involucrarse con un snob inglés, porque eso eran para
ella, la mayoría de los ingleses, muy elitistas y tradicionales; por no decir,
tremendamente protocolares y ceremoniales.
─ ¡Te has quedado muda preciosa! ─ mencionó
Francis, viendo el semblante de su novia a través del espejo. ─ ¿Tienes algún
problema con lo que he dicho?
─ Ha decir verdad, estoy sorprendida ─ respondió
francamente Sara. ─ Pero no es solo por el hecho de que hayas traído mis cosas
acá, sino que del hecho de haberme enamorado de una inglesa y percatarme que
terminé comiéndome mis palabras que le dije a mi monstruito.
─ ¿Y cuáles serían esas? ─ instó con cariño
Francis, que también recordó el enfrentamiento entre ambas a la salida de la
capilla y la confesión de su novia con respecto al estilo de vida Inglés.
─ Que ni loca me fijaría en un inglés; mejor dicho
inglesa; estirada, vanidosa, arrogante, elitista y cursi. ─ confesó
abiertamente Sara, al tiempo que sus mejillas se teñían de rojo por la
vergüenza. ─ Y terminé comiéndome mis palabras una a una, porque mi corazón le
pertenece a una hermosa inglesa.
─ ¡Tesoro mío! ─ susurró complacida, llena de ego y
a la vez, orgullosa de ser el amor de la joven Taffra. ─ No sabes lo feliz que
me hacen tus palabras, pero yo también debo confesar que esperaba conocer a un
sexy y guapo chico latino. Y en su lugar, hallé el amor en una hermosa
pelirroja que puso de cabeza mi mundo y sin pedirme permiso, se adueñó de mi
corazón y me hizo su prisionera eternamente y con la cual quiero pasar el resto
de mi vida y formar una hermosa familia.
Ahora fue el turno de Sara, de quedar por las nubes
y es que si bien, era su segunda relación con una mujer. No cabía duda que
Francis, le estaba conquistando más y más. Demostrándole con cada acto suyo,
eran pruebas de que lucharía por ella y eso era lo más hermoso e infinito que
pudiese vivir, sentir y experimentar su joven corazón. Un amor único.
─ ¿En verdad quieres tener hijos conmigo? ─ se
atrevió a preguntar Sara. ─ Tú deseabas tener esos niños y muchos según
recuerdo, pero con un hombre.
─ ¡Um! Si bien es cierto que deseaba tener esa
familia con un chico ─ aclaró Francis honestamente. ─ Es algo que no se podrá,
ya que el amor lo encontré junto a ti. Ahora, no puedo ni quiero tener hijos
que no sea contigo, solo de ti. Y espero tener una gran familia con muchos
pequeñines corriendo por la casa.
─ ¡Amor! ─ susurró conmovida Sara y la abrazó tan
fuerte que necesitaba hacerla sentir lo que había dentro de su interior en ese
instante. ─ Aunque sean muchos, yo te daré esos pequeñines que tanto quieres.
─ ¿Pueden ser 7? ─ inquirió pícara Francis sin
cortarse un ápice con la petición.
─ ¡¿7?! ─ exclamó Sara un poco nerviosa, pero al
ver aquellos ojos azules tan suplicantes y deseos de ello, se armó de valor y
añadió. ─ Serán siete entonces.
─ ¡Mi hermosa Sara! ─ repuso feliz Francis,
abrazándola y alzándola un poco más arriba que ella, y girando dichosa junto a
ella. ─ Ya no le pido más a la vida. Soy la mujer más feliz de este planeta.
─ ¡Te creo amor! Pero me voy a marear con tantos
giros ─ señaló Sara, que ya se veía en el piso. ─ ¿podemos celebrarlo de otro
modo y cuando llegue el momento?
─ Claro, claro que sí, tesoro ─ convino Francis y
la puso en el piso sin dejar de verla sonriente y con cara de boba, cosa que
disparó el corazón de Sara por las nubes.
Se quedaron por unos momentos viéndose a los ojos
sin pronunciar palabra alguna y es que no las necesitaban. Tenían un lenguaje
distinto de expresar todo el cariño que sentían la una por la otra a través de
sus ojos.
En eso…
─ ¡Cielos debemos vestirnos cuanto antes! ─ señaló
Francis, recordando la entrevista con el decano. ─ Tesoro, cuando regresemos a
casa vamos a hablar con mis padres un momento sobre nuestra relación.
─ Me parece bien, amor ─ consintió Sara y viendo su
ropa, añadió. ─ con tu permiso buscare algo para cubrir mi cuerpo.
─ ¡Adelante preciosa! ─ convino Francis y también
buscó entre sus ropas algo para la ocasión.
En tiempo record, ambas chicas se vistieron de
pantalón de vestir café, una blusa beige y una chaqueta de gamuza de la misma
tonalidad que sus pantalones, con adornos de parches en sus codos en el caso de
Sara y unos jeans blancos, botas negras y largas, un suéter negro con gorro en
el caso de Francis, bien juvenil por lo demás.
─ ¡Wow! ─ alabó Sara, mientras maquillaba sus ojos
─ ¡Estás preciosa! Y luces muy distinto a lo que he visto de ti.
─ Gracias preciosa por el cumplido ─ dijo Francis y
luego, añadió sin más. ─ Con lo que me ponga, me veo hermosa. Quise dejar un
poco de lado la formalidad y estar más cómoda y relajada junto a mí novia.
─ ¡Pero qué ego el tuyo! ─ exclamó Sara ─ ¡Lo
olvidaba!....Eres la suprema Orquídea Sajona… ¡Bella, elegante y seductora!
─ Jajaja ─ se carcajeó Francis y recalcó. ─ Así es
y ahora soy ¡Tú Orquídea Sajona! Y de nadie más.
─ Eso me gusta más aún ─ coincidió esta vez Sara ─
Que seas mi flor, mi novia y mi amor.
─ ¡Ven acá preciosa! ─ demandó Francis, estirando
su mano hacia ella.
─ Aquí me tienes ─ repuso Sara y colocando su mano
sobre la de su novia.
─ No sabes lo bien que me haces y que si no fuera
porque debemos irnos ya; estarías disfrutando de mis caricias en esa cama hasta
muy tarde ─ murmuró con lascivia y amor, Francis, jalando sutilmente de la
joven y robándole un beso. ─ Es hora de irnos ya.
─ ¡Um! ─ balbuceó Sara algo frustrada. ─ ya van dos
veces que me dejas con las ganas.
─ Jajaja ─ soltó en risas Francis, que le resultó
fascinante oírla y ver sus cachetes inflados por la frustración. ─ Te lo compensaré muy pronto vida mía.
No hubo respuesta a ello, porque Sara, realmente
estaba algo berrinchuda y no le dio la gana decir sí. Por lo que provocó aún
más la ternura en su novia y que no paraba de reír a expensas de su pareja.
Sin más se la le llevó con ella y salieron raudas a
reunirse con Claudine que ya las esperaba y para sorpresas de las chicas,
Alesia, que llegó muy temprano, se ofreció en llevarlas a la universidad. Esto
causó que Francis, tomara resguardo de no darle chance de preguntas a su prima
que era muy zagas e inteligente para sus cosas.
─ ¡Buenos días chicas! ─ saludó Alesia, viendo de
un modo peculiar a su prima menor. ─ Estás muy radiante hoy Francis y ¿a qué
debemos que estés levantada tan temprano en tu día de descanso?
─ ¡Buenos días! ─ saludaron las dos al mismo
tiempo.
─ ¡Vaya! ─ dijo Alesia. ─ ¡Interesante!
─ ¿Qué cosa es lo interesante? ─ preguntó de
frentón Francis, mientras subían al coche de su prima.
─ Las vueltas de la vida ─ soltó divertida Alesia,
mientras se acomodaba al volante. ─ ¿Me acompañas Francis?
─ No gracias. Me iré junto con Sara ─ respondió
rotundamente ésta.
─ Ves que tengo razón ─ se burló Alesia y viendo a
su otra prima, demandó. ─ Aquí, preciosa. Me gusta la compañía y una buena
plática. El silencio no es lo mío.
─ Eso lo sabemos, Alesia ─ concordó Claudine, muy
divertida por como su prima abordaba los temas y a las personas. Siempre sabía
qué decir y cómo actuar. ─ Sólo te falta una compañía exclusiva para ti ¿no
crees?
¡Zas! Y hablando de indirectas y al callo. ¡Ahí
estaba! Era el turno de Alesia de ser puesta a prueba. Pero como siempre dicen,
más vale diablo sabido por viejo que diablo nuevo. Solo muy expertos ojos hubiesen
podido ver ese brillo melancólico que por unas milésimas de segundos, asomó en
la retina de la Condesa de Brigston y que desapareció en el acto.
─ Algún día ─ respondió Alesia, con una sonrisa
viendo por el rabillo de sus ojos a Claudine. ─ No es mi tiempo todavía y estoy
a gusto conmigo misma. No tengo apuros de esa exclusividad prima.
─ ¡Si tú lo dices, Alesia! ─ acotó Claudine. ─ Eres
una mujer muy lista y bellísima por lo demás.
─ Gracias por el cumplido ─ repuso divertida
Alesia. ─ No esperaba menos de otra belleza.
─ Jajaja ─ rió de buena gana Claudine. ─ Eres
demasiado aduladora.
─ Sincera, Claudine ─ corrigió Alesia y de pronto
algo llamó su atención en el momento que vio por el retrovisor para salir de la
propiedad de los Calguiere.
Alesia, sonrió cínicamente con lo que pudo ver y
luego de ello, se concentró en ver que nada viniese para tomar la pista que le
correspondía. Fue así que, el viaje resultó bastante ameno por parte de las
cuatro y conversaron de todo. Lo que derivó en que en poco tiempo ya estuviesen
en Londres y muy cerca del estacionamiento de Kingston.
Cuando llegaron, tuvieron que pedir permiso al
guardia para que las dejasen entrar, dado que hoy solo asistían docentes nada
más y el alumnado estaba con descanso. Estacionaron muy cerca del Depto. de asuntos estudiantiles y todas las chicas
se bajaron del coche.
─ Nosotras nos vamos ya porque el decano Williams
debe estar esperando ─ repuso Claudine.
─ ¡Vayan! ─ ordenó Alesia, que sabía la importancia
de la puntualidad de ese hombre.
─ Sara, espera ─ demando Francis y la abrazó con
fuerza para trasmitirle su apoyo y susurrando muy bajito. ─ ¡suerte tesoro!
─ Gracias ─ dijo Sara y devolvió el gesto con una
amplia sonrisa.
─ ¡Vamos! ─ apuró Claudine, tomando del brazo a la
joven Taffra. ─ Nos queda menos de cinco minutos.
─ Ok ─ convino Sara y apuró el paso.
Mejor dicho, ambas volaron por los jardines y
entraron más que raudas a las oficinas. Encontrándose de plano con el hombre
que había ido en busca de un café.
─ ¡Buenos días, Claudine! ─ saludó el decano
Williams. ─ ¿qué la trae tan aprisa y tan temprano por estos sitios! Según
tengo entendido, hoy no tienen clases por haber consejo.
─ ¡Buenos días Decano Williams! ─ saludó la joven
Calguiere y añadió. ─ vengo en representación de mi cuñada. Que no podrá
asistir por salud.
─ ¿Qué tiene la joven Larson? ─ preguntó el hombre.
─ Tuvo una recaída y por orden de su madre,
postergó la visita que tenía con usted ─ explicó Claudine.
─ Comprendo bien ─ repuso el decano. ─ No se puede
contradecir una orden de una madre.
─ Así es ─ concordó Claudine. ─ por eso he venido
en su lugar para presentar a la joven que deseaba ser entrevistada.
─ Por favor, acompáñenme a mi oficina ─ indicó el
decano sin más.
Aquello fue la confirmación de que las recibiría
sin objeción alguna. Las hizo tomar asiento frente a un gran escritorio de
madera labrado y que a simple vista se presume de por lo menos un siglo de
antigüedad. Luego, el tomo su lugar y buscó dentro de su agenda, una
información que le proporcionará Raniel.
─ ¡Veamos! ─ dijo Williams ─ Según tengo entendido
la joven Larson, solicito que entrevistara a una compañera de universidad en
Chile ¿Es correcto?
─ Sí ─ respondió Claudine. ─ Ella es Sara Taffra,
compañera de la carrera de Arquitectura en la universidad que asistía Raniel.
─ ¡Buenos días decano Williams! ─ saludo Sara,
extendiendo su mano tal como el protocolo inglés demandaba en estos casos.
─ ¡Buenos días Sara! ─ correspondió éste y yendo al
grano preguntó. ─ ¿qué es exactamente lo que tú deseas pedirme?
─ Estoy de visita en casa de los Calguiere por el
compromiso de Raniel y Anabelle ─ comenzó diciendo Sara y prosiguió. ─ Y quiero
aprovechar la oportunidad de conocer la metodología de estudio que tienen
ustedes y por ello, le solicito que me permita asistir como oyente en lo que
dure mi estadía en Inglaterra. Me comprometo en tener las mismas obligaciones
que cualquier otro estudiante de Kingston. Ello contribuiría a conocer un poco
más la Arquitectura que se emplea en este país. Por eso, Raniel, solicitó esta
entrevista.
─ Interesante ─ fue lo que dejo ver el decano, que
era un hombre muy visionario. ─ No tengo inconveniente en dejarla asistir,
previo compromiso de la familia y en que Claudine, aquí presente sea su tutora
por el tiempo que se encuentre con nosotros.
─ Mi madre, me dio esta carta para entregársela a
usted ─ mencionó Claudine y entrego el documento al decano. ─ Y yo me
comprometo en ser la tutora de Sara.
El decano, recibió la carta y procedió en abrirla.
Luego de leer su contenido, frotó su mentón y se reclinó en su asiento y quedo
viendo fijamente a la joven Taffra, meditando en lo solicitado y en lo expuesto
en la carta.
─ No alarguemos más esto ─ señaló el decano
Williams. ─ Sara, comienza este Lunes asistir a clases y seré yo mismo que
presente su pase a la junta de docentes de Arquitectura para informarles de su
situación.
─ Muchas gracias ─ repuso contenta Sara y agregó
algo más. ─ Decano. Hay otra cosa que me gustaría pedirle.
─ ¿Qué sería? ─ preguntó éste.
─ Por Raniel, estoy enterada que su promoción
tendrán exámenes esta semana y me gustaría que me dejasen rendirlos y poner a
prueba mis conocimientos para evaluar en qué nivel estoy con respecto a
ustedes. ─ explicó Sara.
El hombre que ya era una eminencia no solo en
conocimientos y formación sino también en años. Sabía reconocer de inmediato
cuando algo o alguien era prometedor y ver el potencial que había en algunos
jóvenes.
─ Es sorprendente que una joven que está de visita
quiera utilizar ese tiempo en adquirir más conocimientos y formación. En vez de
dedicarse a disfrutar de la vida acorde a sus años ─ Puntualizó Williams. ─ Sin
duda, que usted no es cualquier jovencita. Celebró eso y por mi parte, su
solicitud es aceptada. Pruébese a sí misma y demuestre lo que vale.
─ Muy agradecida, decano Williams ─ acotó más que
feliz Sara.
─ Le deseo éxito en esos exámenes ─ auguró el
decano. ─ ahora quedan libertad de volver a casa.
Ambas jóvenes, se pusieron de pie e iban ya
saliendo, cuando se oyó…
─ Claudine, espere un momento ─ ordenó el decano.
─ Por favor, Sara, espérame afuera ─ indicó
Claudine a la joven.
Una vez que Sara, se retiró. Claudine volvió a
ocupar su lugar frente al decano.
─ Usted dirá ─ dijo Claudine.
─ Quiero saber con cuánto tiempo cuento esta vez ─ soltó
el decano sin rodeos.
─ ¿Tiempo? ─ inquirió Claudine con asombro.
─ Así es Claudine. ─ respondió Williams. ─ Algo me
dice que Sara muy pronto formará parte de Kingston y quiero saber cuánto tiempo
dispongo para presentar sus antecedentes en rectoría y pase como alumna
regular.
─ Es algo que no puedo decirle ─ respondió
sinceramente Claudine. ─ Depende solo de ella y lo que diga su familia.
─ Mire Claudine, seré bien honesto con usted al
igual que su madre y siento que Sara es muy valiosa y no estoy dispuesto a
dejar ir a una joven como ella ─ confesó el decano. ─ Jóvenes como ella
necesita una casa de estudios como es Kingston. Reclutamos lo mejor y tenemos
fama por ello. Así que, haga hasta lo imposible en reunirme documentos para
presentarlos a la brevedad posible.
─ Con gusto me ocuparé de ello ─ convino Claudine
complacida del respaldo que el decano le estaba dando a Sara y para impresionar
a un hombre como ese, había que ser muy bueno.
─ Perfecto entonces ─ dijo Williams ─ Dígale a su
madre, que se hará su voluntad y concuerdo plenamente con ella.
─ Se lo informaré a mi madre. ─ expuso Claudine. ─
con su permiso, me retiro.
─ ¡Adelante! ─ consintió éste.
No cabía duda que, Sara, era muy especial al igual
que Raniel. No dejaban de sorprender a ese hombre de estudios y Claudine,
estaba feliz y orgullosa de las chicas y por sus hermanas, puesto que tanto
Raniel como Sara, eran dignas de sus hermanas.
─ ¿Todo bien? ─ preguntó Sara al ver a Claudine.
─ Muy bien, Sara ─ dijo Claudine en respuesta. ─ Vamos
con las demás.
─ Ya quiero que llegue el Lunes ─ soltó de pronto
Sara muy emocionada.
─ ¿Tanto deseas estudiar? ─ preguntó Claudine con
curiosidad.
─ Por supuesto ─ contestó Sara. ─ No concibo mi
vida sin los estudios o estar adquiriendo mayor conocimientos. Yo disfruto
estudiar y cuando estoy de vacaciones siempre le dejo una hora para estudiar un
tema en cuestión y repasar apuntes.
─ Te comprendo muy bien ─ también confesó Claudine.
─ siempre estudio en vacaciones o tomo algún curso.
─ Genial ─ repuso Sara.
Ambas siguieron platicando de estudios y también de
la amistad con Raniel, mientras se encaminaban hacia dónde estaban las demás
esperándolas.
Por su parte en el estacionamiento…
─ Aún no respondes mi pregunta, prima ─ volvió a la
carga Alesia, mientras las chicas acudían a la entrevista con el decano.
─ ¿Cuál pregunta? ─ indicó Francis, que no
recordaba por lo demás.
─ ¿Qué provocó que estuviese levantada tan temprano
en tu día de descanso? ─ Reformuló la pregunta Alesia.
─ ¡Ah, eso! ─ expuso Francis sin mucha emoción que
digamos. ─ Es muy simple Alesia, deseaba acompañar a Sara.
─ ¿Por qué? ─ insistió Alesia viendo fijamente a su
prima. ─ Según recuerdo, dijiste que no deseabas saber más de Sara, que no
tenías interés más por ella y que no rogarías más.
─ Alesia ¿Por qué siento que abusas mucho de tu
suerte? ─ confrontó Francis y cuya mirada era bien severa. ─ Te dije bien claro
que no te metieras en mis asuntos.
─ ¡Aha! ─ soltó sin miramientos Alesia. ─ Pero ella
no es tu asunto, por lo que tengo todo el derecho en preocuparme porque Sara es
muy importante para mí. Lo que lo hace mi asunto ahora.
─ Pues no debería serlo más ─ corrigió en el acto
Francis y le envió un mensaje muy claro en sus ojos. ─ De ella me ocupo yo y
ninguna otra persona. ¿Has entendido Alesia?
─ ¿Con qué derecho? ─ indagó sin tapujos Alesia,
que era implacable cuando quería serlo.
─ Alesia, no colmes mi paciencia con tus preguntas
que no eres mi madre ─ masculló cabreada Francis.
─ No lo soy y no busco serlo ─ aclaró de plano la
Condesa. ─ Si tú eres terca, yo lo soy más. Sara es importante y no la dejaré a
merced de ninguna persona que no sepa apreciarla como es debido y le dé el
lugar que ella se merece.
Eso último, hizo comprender a Francis, que su prima
no buscaba meterse en sus cosas sino que mostraba una genuina preocupación por
la joven Taffra y para que una persona como Alesia Brigston tuviese ese tipo de
sentimientos; era porque en verdad le tenía mucho cariño a Sara y la quería
tanto como a la familia e iba a protegerla de quién sea. Eso era amor fraternal
y muy especial viniendo de una de las mujeres más jóvenes y temidas de Londres
por su carácter y por su fortaleza. Aquello, dejo más tranquilo el corazón de
Francis y no pudo sentirse complacida de saber que su novia era querida por un
miembro de su familia.
─ Deseo pasar el mayor tiempo posible junto a Sara
y no necesito decirte cuál es el derecho que me asiste. Tú ya lo sabes bien ─
cedió un poco Francis al contarle los motivos de su presencia.
─ Te lo dije desde un principio que Sara es muy
especial ─ acotó Alesia, relajando su actitud e igualmente complacida por ver
que su prima se abría a lo que intuía; pero no deseaba hacerle ver que lo sabía
más de lo que imaginaba.
─ Eso es verdad ─ concordó Francis ─ Sara es única
y lo…
No pudo continuar hablando porque ese momento
llegaban las chicas…
─ ¿Cómo les fue? ─ preguntó Alesia sin más.
─ Muy bien. ─ respondió Claudine. ─ Sara fue
aceptada por el decano y me pidió que fuese su tutora todo el tiempo que esté
aquí. Además, de permitirle rendir exámenes junto con los compañeros de Raniel.
─ ¿Estás contenta Sara? ─ inquirió la Condesa. ─
¿qué te parece medirte con los mejores de Inglaterra?
─ Claro que lo estoy ─ contestó ésta, justo en el
momento en que Francis se acercó a ella y la abrazó. ─ y nada me gustara que
ver en qué nivel estoy con respecto a ustedes.
En eso…
─ ¡Felicidades tesoro! ─ felicitó Francis a su novia, besando su mejilla. ─ Sé que es un
pequeño logro y me hace muy feliz por ti y que estés conmigo.
Y se oyó decir…
─ ¿Te gustaría estudiar en Kingston y probarte a ti
misma que eres la mejor? ─ la pregunta fue directa y sin rodeos por parte de
Alesia. ─ ¿qué me dices Sara?
─ Depende Alesia, no te niego que sería muy bueno
para mi formación, pero ─ respondió enseguida Sara, viendo a la Condesa. ─
Necesito un motivo muy especial para estudiar aquí y hablar con mis padres para
que me dejen hacerlo.
Eso fue suficiente para que dos personas sopesasen
las palabras de la joven Taffra y una de ellas, se adelantó a la otra y decidió
plantearle sus deseos.
─ Yo te daré ese motivo especial al presentarte con
mis padres como mi novia y así, te quedes conmigo ─ planteó con fuerza Francis
y sin más, selló esa promesa con un beso que le robó a la joven delante de su
hermana y prima.
Sara, no objeto nada y en forma autómata rodeo el
cuello de su novia con sus brazos y se dejo consentir por el amor de Francis. No
necesita responder porque sabía muy bien lo que deseaba su corazón y ella
misma. Era el amor de la menor de los Calguiere y con eso era más que
suficiente.
Por su parte…
Tanto Alesia como Claudine, abrieron tamaños ojos
al contemplar como la esquiva Francis, sin tapujos ni vergüenza besaba a Sara,
delante de ellas. Como lo más natural del mundo.
Y es que no era para menos su sorpresa y es que la
joven Calguiere, siempre fue reservada con respecto a su vida sentimental y no
se le vio nunca con persona alguna besarse o tomarse de las manos, que
indicasen que esa persona era el afortunado. Eso sí, a excepción de Claudine
que sabía de las conquistas de su hermana, pero solo en persona llegó a conocer
a Frederick, el resto solo de nombre. Así fue de reservada Francis con su vida
privada y vaya que le hizo honor.
Después del sopor de verlas besarse, vino la otra
cara de la moneda y es que ambas muchachas se quedaron viendo y sonrieron entre
sí al ver consumarse algo que ellas mismas sabían o intuían venir.
Claudine por su parte, estaba feliz por su hermana
porque Sara, era perfecta para ella en todos los sentidos. Además de, saber que
sería la única persona capaz de domar a su querida Francis y enseñarle lo que
era amar en verdad.
Por su parte Alesia, veía de un modo distinto
aquello, porque supo desde el principio de la lucha que sostuvo su prima para
reconocer que el amor se presentó con rostro de mujer. No tenía duda alguna que
iban a ser muy felices porque cuando venía rumbo a Londres, vio por el
retrovisor a Francis acariciar la mejilla de Sara y besar su mano tiernamente.
Y eso le decía que el amor puede lograr el mayor de los cambios en una persona
y que bien le sentaba a ambas chicas por igual. Ahora, podía estar tranquila y
dejar en paz a su prima para que disfrutase de su relación con su chica. Eso
sí, sabía de ante mano que el tiempo apremiaba para su prima, puesto que su
hermano estaba detrás de Sara y eso podría empeorar las cosas entre las dos.
Esta vez nada podría hacer la Condesa de Brigston puesto que ese era solo
derecho y deber de Francis en velar por su pareja y darle el lugar que le
corresponde dentro de la familia y dejar sin chance alguna a John.
Sin duda que esta historia tendría ribetes muy interesante
en un corto plazo y si salvaba esos dos obstáculos tendrían vía libre para
vivir su amor a plenitud.
Un motivo más para que la Orquídea Sajona, muestre
su poder y de lo que está hecha.
2 comentarios:
bueno. bueno, esto fue la frutilla del postre. realmente un placer leerte. sera un martirio esperar hasta tu proxima actualizacion, pero como una fiel seguidora sabre esperar.despues de todo lo mejor siempre esta al final.te mando un beso desde el norte de argentina.
sayuri
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