mujer y ave

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jueves, 14 de marzo de 2024

Sin respuestas

  

Capíutlo 40, Destino implacable


—Tú y yo tenemos que hablar — susurró una voz pegada en su nuca— Bianca.

De inmediato sus ojos grises se cerraron al oír esa voz respirarle encima de sí y fue todo para ella.

Estaba claro que hay eventos que muchas veces buscamos eludir porque no estamos preparados para hacerles frente o no es el tiempo indicado para que ello ocurra. Otras tantas no tenemos cómo zafarnos de situaciones desagradables con las cuáles no queremos lidiar de ninguna manera y por ese motivo; las posponemos tanto que solo agudizan nuestro sufrimiento al respecto.

Bianca no podría eludir por mucho más tiempo una respuesta que debía dar tal como lo prometió y lo más difícil era que no había una para ser honesta.

Una corriente comenzó  a inundarla desde la misma planta de los pies; subiendo lentamente por sus piernas estremeciendo cada nervio sensitivo de su cerebro al paso de esta por la columna y erizando los vellos de sus brazos. Era una sensación fría, incómoda y penetrante que desacomodaba todo dentro de sí.

No era nada parecido con lo que le ha tocado vivir y menos tenía relación a una dichosa tensión sexual presente en algunos encuentros iniciales. Aquí no había nada de eso.

Es una sensación realmente abrumadora que te fatiga tanto psicológicamente como físicamente. Te consume más allá de lo impensable y se entreteje con cada fibra de tu ser trastornando todo cuánto pensabas y habías establecido.

Esa desgastante carga que recae en tus hombros y te hunde tan profundamente que sientes que estás pisando sobre arenas movedizas de las cuáles no sabes cómo zafarte porque te sientes realmente incapaz de poder conseguirlo.

Al fin de cuentas es una alucinación nacida de tus más trabajado y ocultos temores que tan hábilmente has ocultado pero que jamás se han ido. Por el contrario se han vueltos fuertes, asfixiantes y devoradores de lo poco de paz que te va quedando.

Esa es la verdad que vive dentro de aquella joven que de valiente ya no le queda mucho y todo por haberse atrevido a desafiar a su propio destino y huir con tal de que la verdad no la alcanzara jamás.

Es muy cierto que en esta vida breve y efímera se pueden cambiar las cosas y dar vuelta a muchas situaciones con las que se debe lidiar y para poder siquiera concretarlo hay primeramente que darles la cara, estudiarlos a profundidad aunque se nos espante el alma en el proceso. No conseguiremos nada con eludirlas y fantasear con que la suerte y las circunstancias podrán hacer el trabajo por nosotros. Eso jamás ocurrirá.

O nos decimos las cosas como son y por su nombre o viviremos permanentemente en un infierno mental que solo nos acarreara sufrimiento y perder más de lo que podemos sospechar.

Es lo que se debe enfrentar, le guste o no…

—Bianca — volvieron a llamarle sin siquiera despegarse de su nuca.

Otro escalofrió y un profundo suspiro salió de sus labios y muy despacio comenzó abrir sus ojos para quedar viendo el horizonte por dónde solo una estela de nada quedó con la partida de la estanciera.

—Ahora no Marcela — contestó Bianca que no quiso verle de frente. — No estoy en condiciones de hablar.

— ¿Cuándo entonces? — cuestionó la rubia sin dejarle que se apartará de ella. — Cuando otros nos impidan volver a vernos ¿Eso quieres?

Sus ojos grises volvieron a cerrarse por la impotencia y la culpa que la estaba consumiendo viva.

—Porque no tengo una respuesta para ti en este momento— admitió finalmente la joven. — porque me lo he pasado peleando una y otra vez con todos y con nadie a la vez. Que ni siquiera yo sé lo que realmente quiero en este momento. Tengo todo revuelto en mi cabeza y soy incapaz de concentrarme en algo concreto.

—Es comprensible después de lo que has tenido que pasar — dijo Marcela que la apegó más a su cuerpo para confortar un poco su alma por la necesidad de saberla suya por esa agónica espera que enfrentaba. — Es duro de asumir, pero…

— ¿Pero qué? — instó Bianca sin abrir sus ojos todavía.

—También lo es para mí — confesó la inspectora restregando suavemente su nariz por los cabellos de la muchacha a modo de caricia. — No puedes imaginar lo mucho que te he extrañado.

—Yo quisiera — repuso con dificultad ella, le era duro hablar en ese instante. — No lastimarte…Marcela.

Un nudo se formó en la garganta de la rubia inspectora tras oírle decir eso último. Tuvo que morderse los labios para no ceder a esa sensación derrotista que la invadió de golpe y porrazo. Sabía que podía enfrentar un escenario adverso, pero no lo quería contemplar, no todavía, en honor a la verdad; no lo iba hacer.

Ella no era de andar por la vida siendo una derrotista o con una nube negra de pesimismo o peor aún, no era para nada de baja autoestima que digamos. Sabía que debía luchar más de la cuenta para muchas cosas y esta era una por la cual no debía jamás bajar la guardia. No lo consentiría.

—No voy a permitirlo tampoco — advirtió Marcela y colocando ambas manos a los costados de la cadera de la joven, agregó—aunque no estés lista aún para tomar una decisión, sé que no la amas porque pude comprobarlo hoy y te advierto que me voy a jugar el todo por el todo por conquistarte.

—Marce —Susurró Bianca abriendo finalmente sus ojos y en su iris se veía una tenue luminosidad. — Tú no entiendes que…

—No digas nada más — intervino la rubia que ejercicio presión en sus caderas e hizo que la joven comenzara a girarse hacia ella.

Fue tan despacio e intencionadamente aquel movimiento por parte de la inspectora tomándose su tiempo para dejar que sus palabras se asentaran en la mente como en corazón de la joven y que hicieran su trabajo.

Ella sabía muy bien que en la vida había que sembrar para luego cosechar, lo tenía muy claro porque esa era su estrategia e intuía que le daría resultados al corto plazo.

Cuando logro conseguir tenerla completamente frente a ella sus ojos verdes le trasmitieron lo que las palabras no podían decir del todo. Exhibiendo al desnudo y en carne viva lo que sentía dentro de sur y lo que solo ella provoca en su ser.

Una mirada que puede decir más que mil palabras innecesarias, que se muestra sin tapujos y completamente en libertad con una honestidad casi brutal.

Eso es lo que proyectó la rubia inspectora a la joven Rangel haciendo que su labio inferior le temblase de los puros nervios y le impidiese hablar porque simplemente quedo incapacitada para hacerlo. Las palabras no saldrían de ella por eso y mucho más.

En verdad Bianca no comprendía en qué realmente se había metido al dar alas a un corazón también hambriento de amar y ser amado.

—No dejaré que te apartes de mi vida — murmuró desafiante Marcela y sin previo aviso depositó un suave beso en su mejilla a la altura de su oído para retirarse de inmediato.

No solo sus palabras sino que eso último terminaron por rematar todo lo poco que quedaba de cordura de Bianca y si no fuese porque escuchó pasos a un costado de ellas se hubieran desvanecido por la presión que estaba sintiendo.

— ¿Cómo les fue? —fue la pregunta al callo del mandamás del campamento.

—El hombrecito nos tendrá de la pera un tiempo — respondió Marcela que se había apartado a tiempo de la joven ya que lo había visto venir hacia ellas. — Realmente me descoloca ese hombre y no sé a qué vino realmente porque se ha ensañado con nosotras y sospecho que a Héctor tampoco le irá muy bien.

—Tendrán que ser paciente ustedes dos porque hablé con Carlos y no puede hacer nada al respecto — explicó Alejandro.

—Esas son patrañas — acusó Marcela viendo a su jefe. — Sabes muy bien Alejandro que ese hombrecito no da punta sin hilo y la mejor prueba soy yo.

— ¿Por? — inquirió éste.

—Hizo que viniera con la excusa de preparar a Ata para cuando viajase a Santiago pero no puedo hacer nada con el dichoso auditor encima que no dejará trabajar hasta cuando se le ocurra. — Aclaró la rubia.

—Nos tendieron una trampa. —Balbuceó Bianca que reaccionó a lo que escuchó. — Su intención era que estuviésemos los tres que hemos tenido problemas con Ariza.

— ¿Disculpa? —replicó confundida Marcela.

—No te pongas en ese plano Marcela — contravino Bianca que le vio seriamente. — Ese es su nombre y es con ella con quienes tenemos problemas y por eso la auditoria.

— ¿Qué estás tratando de decir Bianca? — fue el turno de Alejandro de averiguar.

—Que esto no tiene mucha relación con Enap y más bien creo que van tras otra cosa — Explico Bianca sopesando las cosas. — ¿Qué puede ser?

Ni Alejandro como Marcela dijeron nada al escuchar a la joven Rangel tan solo se quedaron viendo entre ellos por un buen tiempo. Manteniendo su mirada entre ellos de complicidad que se adquiere con el compartir de los años y la rutina.

Algo no estaba bien y por más que se rebanaba los sesos pensando en qué podría ser. No daba con la respuesta a su pregunta.

—«Debe ser por Ariza, pero ¿por qué? » meditaba más profundamente Bianca.

Sin darse cuenta que había comenzado a caminar sin sentido mientras divagaba y como tampoco prestó atención que era vigilada por dos pares de ojos que no se apartaban de su persona.

—« ¿Quién tiene más interés en todo esto? » proseguía con sus cavilaciones la joven.

Siguió avanzando moviendo sus manos como si dibujara cosas en el aire a la vez que las pensaba.

—« si esó fuera así  ¿Cuál sería su punto débil? »Reflexionaba.

Estaba tan distraída que no se percató de nada a su alrededor y tan solo se concentró en buscar esa respuesta hasta que…

— ¡Mierda! — exclamó aturdida la joven.

Y justo tras ella estaba…

— ¿Qué sucede Bianca? — preguntó aquella rubia que la giró rápidamente e intempestivamente.

—Yo…este... ¡um! — balbuceó ésta que volvió a quedar en shock pero ahora por otras cosas.

—Bianca no me gusta verte de ese modo— mencionó Marcela que le costaba mucho contenerse por estar dentro de las instalaciones de la empresa a vista de todos. — Y menos que cargues con el peso de todo lo que está pasando. Has estado sometida bajo mucha presión y tu salud se resiente y eso es lo que más preocupa. Por favor intenta no pensar en nada más.

—Marce — contradijo Bianca y viéndola directamente a los ojos. — Es imposible lo que me pides. Sabes que todo esto tiene relación conmigo y aunque una vez quise mandar al carajo todo. No puedo hacerlo porque nunca podría cargar con la culpa de que otros pierdan su trabajo por culpa mía.

—No digas eso— rebatió la rubia con molestia. — Ninguno va a perder su trabajo por las razones que estás diciendo. No subestimes a los que están a cargo de Enap. Ellos no dejarán jamás que ninguna persona o circunstancias impidan su funcionamiento.

—No veo que hayan hecho algo al respecto cuando se cerraron los portones estos días. — Rebatió la joven Rangel. — Y desde que llegué a este lugar he comprobado que siempre tienen problemas con estancieros y no resuelven las cosas.  Todo sigue tal cuál Marcela.

—No voy a discutir sobre eso pero has de saber que muchas veces los puntos en conflictos se resuelven a puertas cerradas y se llegan  acuerdos. — Aseguró la rubia. — nosotros no tenemos injerencia alguna en ese aspecto. Nos queda esperar solamente.

—Definitivamente es algo que no podré entender — confesó la joven.

—Como dije no está en nuestra manos resolverlo — expuso la inspectora. —Lo único que ahora tiene mi mayor preocupación eres tú.

— ¿Yo por qué? — preguntó confundida Bianca.

—Resulta que todo esto te  ha afectado mucho a tu salud y no sé cómo puedes siquiera estar pensando en otros en vez de ti — cuestionó Marcela.

— ¿Lo dices por Ariza? — contra preguntó Bianca.

—Preferiría que no la nombrases; pero ni modo — replicó cabreada la rubia. — Pero no es solamente ella sino que tú sientes que eres responsable por el futuro de todos aquí y eso no es así Bianca. No puedes seguir sintiéndote culpable por las decisiones de los demás ¿Cuándo lo vas a entender?

—Marcela, mis decisiones si han afectado — defendió su pensar la joven. — De no haber venido a esta región, nada de esto estaría pasando y menos te hubieran lastimado con ese disparo como tampoco lo que sucedió con Héctor. No puedes negar que de una forma u otra les ha afectado.

— ¡Bianca escúchame bien! — ordenó Marcela sacudiendo a su compañera que se cerraba al entendimiento. — No ha sido tu culpa de ninguna forma.

—  Dime Marcela ¿Cómo puedes decirme que no es mi culpa? Cuando te dispararon porque fuiste a buscarme a casa de ella — refutó ella.

— ¡Oh Bianca! — exclamó contrariada la rubia inspectora. — Contigo o sin ti hubiésemos tenido un altercado con esa mujer porque estábamos en un punto de quiebre y podría haber sido cualquier otro compañero de trabajo y hubiera reaccionado del mismo modo.

—No te engañes Marcela — replicó cansada Bianca apartándose de ella. — Ella jamás hubiera actuado de esa forma tratándose de otra persona. Lo que te dice claramente que he sido yo la causa de su comportamiento.

—No eres ni serás responsable del compartimiento o acciones de esa calaña de mujer — reprendió Marcela sujetándola del brazo para finalmente envolverla en un abrazo posesivo. — Y te prohíbo que sigas defendiéndole. Ella no vale ninguna lágrima y angustia de tu parte.

—Marce…—balbuceó Bianca pero fue interrumpida por la otra.

—No sigas— demandó la inspectora aferrándose a la joven. — Ella no merece tu amor ¿cómo no te das cuenta? Cuando amas no arriesgas la vida de tu ser amado de esa manera. No usa excusas, ni chantajes, no se vale de artimañas para someter a una persona a que la amen. No puede obligarte a quererla solo porque fueron algo en el pasado. No se da el tiempo a conocerte solo impone, no le interesa saber cómo te sientes. Es solo ella y su deseo egoísta de amar algo que fue. Nunca pensará en ti y en tus necesidades.

Aquellas palabras terminaron por estremecer a la joven Rangel que no tenía las fuerzas para lidiar con dos realidades que la estaban fracturando desde adentro. Ella era el reflejo de un trozo de vidrio que no es por golpe o caída sino desde el interior de su núcleo dónde se gesta la ruptura.

—Ella simplemente no merece que la ames cuando te ha llevado hasta este punto— finalizó Marcela que esta vez terminó por quebrarse porque tampoco era indiferente a lo que le sucedía a la muchacha.

Las lágrimas bañaron el rostro de ambas mujeres que por razones distintas pero con un solo objetivo en común, terminaban cediendo a la presión de amar en un camino dónde por el momento no había respuestas. 

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