Polos opuestos
Capítulo 4
Se suponía que era sábado y eso significaba
diversión y bajar el nivel de estrés. Había terminado relativamente más
temprano de lo que comúnmente hacía en rutina y sin embargo, hoy tuvo ese
pequeño impasse con el personal de
piscinas temperadas y qué decir que tuvo la genial idea de llamar a Lucia y
ahí, la cosa se puso desagradable porque era una de las áreas tabú de la jefa
de operaciones. Eran los protegidos de la funcionaria.
Y a la hora de saber que habían sanciones para dos
de los chicos, significó una discusión bien acalorada con Lucia que le tomó una
hora en zanjar las cosas. Si bien, la jefa de operaciones estaba a cargo del
funcionamiento de toda la empresa, ya era bien sabido que habían algunos
empleados con ciertos privilegios y que habían sido puesto en conocimiento de
Alexandra que lo pudo comprobar insitu.
Llegó a su casa en poco tiempo porque realmente
voló con su moto por la carretera y es que le habían molestados las palabras de
la jefa de operaciones y sabía que el plazo que le habían dado sus padres ya
estaba por acabar y una decisión debía tomar para bien o para mal que le
pudiera resultar.
Guardó su moto en su cochera y al entrar a su
dormitorio recibió una llamada de unas amigas para que saliesen a Viña del mar
y poder pasar un tiempo juntas.
Después de dejar algunas cosas listas en casa, se bañó con tranquilidad y se alistó para un
buen rato de diversión. ¡Y cuándo decimos que se tomó su tiempo lo fue! En
pocas palabras se produjo para la ocasión.
Tras una hora y media de quedar perfecta según
ella. Dejo puesto el censor de las luces y salió nuevamente a la chochera y
esta vez sacó su otra moto…La Harley. Era una bestia de moto de esas clásicas y
con ese sello propio de los motoqueros.
Dejo activada la alarma desde la cochera y se
despidió de su guardián. Una vez que se montó en la Harley, se colocó sus gafas
y casco. Y salió a una buena velocidad, sacando una chorrera de silbidos de
parte de los adolescentes de la población.
Ya en la carretera fue un alma libre y en su ambiente…La
velocidad, la motocicleta y la libertad de ser ella misma sin tapujos. Con el
cambio en el acelerador fue una verdadera felina que se desplazaba a alta
velocidad por la autopista principal de camino las palmas.
Lo que habitualmente le tomaría al menos una hora y
minutos llegar. Fue acortado en treinta y cinco minutos justos y estacionar a
las afueras de un moderno restaurante ubicado en avenida Perú, más conocida
como la costanera.
De lejos sus amistades la reconocieron porque
estaban en la terraza y una de ellas, fue a su encuentro y tras saludarse se
unió al grupo.
— ¡Te
ves regía como siempre! — alabó una morena de cabellos rizados. — Por ti el tiempo no pasa.
—
¡Hola, buenas noches! — saludó de entrada Alex y besó en la mejillas a sus seis
amigas de colegio y universidad.
Después
de los saludos típicos de esas amigas que pasan por todo juntas. Comenzaron la
ronda de pedidos de bebidas alcohólicas.
—Yo
esta vez paso chicas. —
se excusó Alexandra. —
Tengo un largo viaje a casa, pero sí les acompaño con algo sin alcohol.
— ¿Por
qué no te quedas hoy en mi Depto.? —
preguntó Pía, una de sus dos mejores amigas.
—
¡Podría ser! — dijo
Alexandra. —
Déjame ver cómo va la noche y si hay algo bueno, depongo tu invitación.
—Jajaja
— bromeó Pía. —
¡Como en los viejos tiempos!
—Exacto.
— repuso Alexandra.
— Hace mucho que no salgo
a divertirme.
—Mucho
diría yo — mencionó Ariana, una rubia de cabello melena con sus años bien
puestos. — el
trabajo te absorbe mucho últimamente.
—Eso
no te lo niego. — contestó Alex. , bebiendo su bebida. — Han pasado algunas cosas que
me tienen más de cabeza.
— ¿Qué
sucede? — indagó Martina, una pelirroja de ojos verdes dándole un sorbo a su
Daiquiri.
—Hay
un problema con unos depósitos que se hicieron algunos años atrás y no logro
saber en lugar fueron a parar. —
confesó Alexandra. —
Lo que provocó un descuadre y nos llevó a estar en números rojos un tiempo.
— ¿Por
ese motivo es que te enviaron tus padres de regreso? — Calixta, una trigueña de
ojos miel.
—Fue
uno de los motivos por los cuales regresé hace seis años — explicó Alexandra,
jugando con su trago— Y el otro ustedes ya lo saben.
—
¡Brigitte Darcuv! —
respondieron varias.
—No
era necesario que sacaran su nombre a colación. — hizo hincapié Alex. — Es una parte de mi pasado que
enterré y así se quedará.
— ¡Ya
olvidemos eso! — instó Pía. —
Muchachas ¿Qué dicen de irnos ya a nuestro lugar favorito?
—Excelente
idea — convinieron las demás.
—Lo
que sí, una de ustedes tendrá que llevarme — señaló Martina. — Tengo mi moto en el taller y no
la entregan hasta el miércoles.
—Yo lo
hago encantada. —
se ofreció Alexandra sensualmente. —
Hay bastante especio en la mía.
—
¿Estás Flirteando conmigo Mirelles? — insinuó Martina con la misma coquetería.
— Pensé que habías dejado
por un tiempo las ligas.
—Digamos
que hoy tengo necesidad de distraerme y quitarme de la cabeza a un mosquito que
anda rondando— soltó Alexandra sin empacho. Dejando asombradas a sus amigas.
— ¡No!
— exclamó Pía. —
¿Por qué no me habías contado?
—Porque
tuve la desgracia de conocerla hace muy poco y me dediqué bajarle el perfil—respondió
Alexandra con cara de fastidio.
— ¿Y
es alguna de las que frecuentan nuestro circulo? — preguntó Ariana.
—No.
— fue la respuesta de
Alex.
— ¿Una
novata acaso? — inquirió Calixta. —
Qué desea que la principies en su vida.
— En parte — dijo Alex haciendo una mueca
desagradable al recordar a esa persona.
—
¡Alto ahí! — ordenó Pía. —
por tu cara creo que es alguien cercano a ti.
—Algo
parecido — repuso evasivamente Alex.
— ¡Anda
y no des tantas vueltas! — propuso Martina. — entre nosotras hay confianza ¿no es así? Puedes
contarnos. Sabes que tú secreto está a salvo con nosotras.
—No es
que no quiera contarles — aclaró Alexandra pensando las cosas. — Sino que el tema es
complicado porque se relaciona con mi trabajo.
— ¿Y
eso qué? — inquirió Pía extrañada de lo dicho por su amiga. — Siempre en los trabajos hay
una cuantas que les gusta explorar cosas más profundas. Y en tu pega hay una
que hace rato que te tiene ganas.
— ¡UF!
— exclamó rendida Alexandra, bebiéndose de golpe su trago. — eso lo sé perfectamente y en
cuánto a esa mujer que te refieres jamás me ha tincado. El problema es otro;
mejor dicho, es otra.
—
¡Cuéntanos entonces! —
habló Calixta. —
¿De quién se trata? Para tanto misterio.
—De la
hija de la jefa de operaciones — confesó al fin, Alexandra.
— ¿No
sabía que Lucía tuviese una hija tan mayor? — indagó Martina.
—Yo
tampoco — repuso Pía sorprendida. —
¿qué edad tiene entonces?
—Chicas
no sean tan malvadas— expuso Ariana. —
Puede que la haya tenido siendo bien joven, pero que a lo sumo será unos años
más joven tú. ¡Deduzco yo! Para que te hagas un lío, yo sé que no te gusta
salir con mujeres menores, pero no creo que este sea el caso.
—Ese
es el problema —señaló sin emoción Alexandra, jugando con su vaso. — Es menor.
— ¡Ya
bueno! — dijo Calixta. —
sí puede que sea menor ¿pero qué tanto puede ser?
—Tiene
22 — respondió seca Alexandra, viendo el fondo del vaso.
—
¡¿Qué?! —
exclamaron Pía y Calixta.
—
¡Mierda! — exclamó Ariana.
—Ahora
te entiendo perfectamente — convino Martina. — por qué necesitas distraerte.
— ¡Un
minuto! — dijo Pía. —
Martina tiene razón. ¿Quieres distraerte por causa de esa chica? ¿Eso quiere
decir que te gusta?
—Sí a
tu primera pregunta. —
respondió Alexandra y levantándose de su asiento y viéndolas muy seriamente— Y
no a la segunda. Jamás me involucraría con una pendeja.
— ¿Y
entonces cuál es el inconveniente? — adujo Pía confundida de verla actuar de
ese modo. — qué yo
sepa eso nunca te ha detenido. Simplemente no las pescas y fin del cuento.
—Eso
sería sencillo— repuso en tono irónico Alexandra. —el problemita es que la
chiquilla esa, se me insinúa de todas las formas posibles y para colmo de mis
males. Su madre me pidió que hiciera su práctica conmigo.
—
¡Wow! — exclamó divertida Martina. —es
poner el postre a tu mesa ¡Es bien idiota Lucía!
— ¿Y
porque no la pones con alguna de tus empleadas? — preguntó
Pía que se preocupó de la situación de su amiga.
— Porque
la bendita madre del año, solo quería que trabajase exclusivamente conmigo— respondió
cabreada Alexandra.
—Yo
veo que tienes dos caminos a seguir — mencionó Calixta. — uno…Te sirves el postre a
paciere y sin reclamos. O la segunda, le mandas a dar una vuelta a Dubái y así
la corta la cabra chica.
—Ya le
envié a freír espárragos al África y me fue como las reverendas. — aclaró Alexandra. — Saben, no quiero seguir
hablando del tema. Lo único que quiero pasarlo bien un rato nada más.
— ¡Así
se habla! — secundó Martina y tomando de la mano a Mirelles. — Vamos a divertirnos en
grande. ¡Haré que te olvides de esa chiquilla!
—Eso
quiero — consintió Alexandra. —
Solo por esta noche hazme olvidar.
—Cuenta
con ello, preciosa — aseguró Martina. —
para eso somos las amigas.
El
resto no dijo nada y simplemente se fueron al estacionamiento en busca de sus
motos, ya que todas eran motoqueras de tomo y lomo. Tal como había prometido
Alexandra, se llevó consigo a Martina y las cinco motociclistas con rumbo a la
parte alta de Viña camino a Con—Con.
Esa
misma noche y en casa de Laura. La joven Briceño se reunía con ella para salir
a divertirse un poco.
— ¡Ya
estoy lista! — dijo Laura, retocando un último detalle de su maquillaje.
— ¿Cómo me veo?
—
¡Bellísima! — aseguró Tania repasando todo el vestuario y maquillaje de su
amiga.
—Gracias
— acotó feliz Laura. —
¡Ah por cierto! Hoy saldremos con mis primos e iremos a Viña.
—
¿Viña? — preguntó sorprendida Tania. —
Pensé que nos quedaríamos aquí en Limache y daríamos unas vueltas por ahí si
estaba mal el panorama.
— ¿Y aburrirme
a morir? — contra preguntó Laura. —
ni en sueños. ¿Cómo se te ocurre? Este pueblo es una lata de noche. ¿No vas
acobardarte ahora?
— ¡Oye
qué te pasa! — recriminó Tania. —
solo pensé… ¡Hello!
—Perdonada
entonces. —
respondió Laura. —
además es Viña… ¡Hello!
—Parece
que llegaron tus primos. —
señaló Tania al ver estacionarse un auto.
—Son
ellos — acotó Laura. —
¿Nos vamos?
—Sí —
respondió Tania. —
¿Adónde iremos por cierto?
—A una
disco que está camino a Con—Con. —
contestó Laura. —
Dicen que hay de todo y para todos.
—Suena
genial— dijo Tania, subiendo al auto de los primos de su amiga.
— ¡Ya
verás que te vas a divertir! — refirió Luis primo de Laura que se unió a la
conversación. —
Hay un piso exclusivo para nosotros (guiño un ojo cómplice) Claro que hay otros
Hetero. Además, me contaron que hay dos más en el subterráneo, pero son
exclusivos para Vip o personajes exclusivos. ¿Tú me entiendes?
—Por
supuesto, siempre hay una zona V.I.P — mencionó divertida Tania. — dudo que nos dejen pasar,
pero con lo demás me conformo.
—
¿Quién sabe si no conocemos alguien famoso o especial y conocemos esa zona
exclusiva? —
preguntó Luis.
— Sueña
querido — molestó Ricardo, otro primo.
— Eso no es para nosotros ¿No es así primita?
— Totalmente
en acuerdo. — dijo Laura viendo a su amiga. — ¿A menos que tú quieras ir a
esa zona Briceño?
—Descuida,
no me tinca — respondió pícara Tania. — Ahí no hay nada que me interese y tú
mejor que nadie sabes lo que me tinca ahora.
— ¡Ay
por Dios no! — reprendió Laura. —
Deja de pensar en esa bruja por un momento. ¡Prohibido nombrarla y acordarse!
Es nuestra noche ¿Ok?
—Ok—
acotó Tania risueñamente.
—
¡Entonces vamos todos al antro de la diversión! — animó Luis apuntando a Tania.
—Vamos
— repuso la joven Briceño.
La
noche seguía su curso y el reloj marcaba ya la una de la madrugada, cuando el
coche con los jóvenes llegaba a destino y consiguieron hacerse de un lugar para
aparcar ya que todo el sitio estaba repleto a morir.
Tras
presentar sus entradas y ser revisados por los guardias y cerciorarse de que no
llevasen armas, alcohol o drogas. Los dejaron pasar y tuvieron que tomar un
ascensor para subir a la recepción que estaba en el cuarto nivel.
—
¡Buenas noches! —
saludó una joven bar tender, que les entregó su trago correspondiente a cada
uno. — ¡Qué disfruten
de la noche!
— Gracias—
dijeron los cuatro.
Tras
contemplar un poco ese nivel, que por cierto, estaba muy abarrotado. Los cuatro
decidieron ir al primer piso que era de ambiente gay.
— ¡Vaya
esto está atestado! — dijo Laura.
— ¿Cuánta hermandad hay acá?
— Sí —
repuso Tania, sirviéndose un poco de su
trago.
— Hay de todo — señaló Luis al contemplar la
pista. — Jóvenes y
algunos maduritos por ahí.
— ¡Qué
horror para ti! — se burló Ricardo que sabía que su primo le daba un paro de
saber que podía ser pretendido por alguien mayor.
—
¡Estúpida! — reprendió Luis lanzando un palmazo al aire. — ¡Vamos a bailar mejor!
—Vamos.
— secundaron las chicas
antes de que su primo tuviese su ataque de reina Quin.
Los
cuatro jóvenes se fueron abriendo paso en la pista hasta llegar al centro y
darle rienda suelta a ese espíritu indomable de dejarse llevar por el baile.
Por ese entonces tocaban unos temas de Rihanna y luego, una x cantidad de
reggaetón que desató un mar de hormonas a flor de piel y algo más.
— ¡Wow!
— aulló eufórico Luis que bailaba con Tania y disfrutaban a concho la sincronía
y sensualidad que había entre los dos. — Esto es vida… ¡Mierda!...Ser libre.
—Oye
que no se te desarmen las trenzas. — se burló Ricardo viendo a la joven
Briceño. — Mira que no deseo llevarte en calidad de bulto ¿no es así primita?
—Seguro
— concordó Laura muerta de la risa.
—Whorever!!!!!
— dijo picado Luis y una actitud soberbia y con un ademán muy gay para sus
cosas, les hizo un desaire típico de él. — ¡no oigo!... ¡Lero, Lero!...
—No
les hagas caso — le aconsejó Tania tirando de él y pegarlo más a ella para solo
bailar y olvidarse del mundo. —Es tu noche y es lo único que cuenta.
—
¡Aleluya al fin alguien que me comprende! — alabó en su mayor alter ego Luis. —
eres una diosa del baile y juntos vamos a reventar este lugar.
—Cuenta
conmigo para eso — secundó Tania y llevó sus manos a la altura de su cabeza y
dejo que la sensualidad fluyese de todo su ser.
— ¡Así
se hace hermana! — incentivo un bien encendido Ricardo que atrajo a su prima
para que le siguiese el ritmo.
—
¡Déjalo salir! — dijo Laura, uniéndose a Tania a la danza y con sus sensuales
movimientos de cadera, pegándose a su espalda y susurró en su oído. — ¿Y así no
querías venir?
—Solo
fue un lapsus de perdición nada más. — aclaró divertida Tania pegando su
espalda más y más al torso de Laura provocándola a ser más sensual. — Ahora ya
estoy devueltas en las pistas y siendo yo misma.
— ¡Ya
lo veo! — murmuró divertida Laura y la tomo de la cintura para sacar ronchas en
la pista. — ¿Cómo en los viejos tiempos?
—Por
supuesto — aceptó Tania y sus caderas se dejaron llevar al ritmo de la música y
calentando el ambiente a mil. — Solo quiero divertirme un poco.
—Solo
hazlo preciosa — convino Laura y marcó un ritmo sensual que fue secundado tanto
por la joven Briceño como sus primos.
Realmente
el ambiente se prendió tanto que muchos se detuvieron al ver la complicidad y
lo inhibidos que eran los cuatro jóvenes al bailar tan sensualmente ese
ardiente baile de locura y algo más. Que motivo a que otros se unieran y fue
así que estarían compartiendo por unas dos horas al límite de su capacidad que
de otros pisos o ambientes, vendrían a observar el espectáculo que se llevaba
en ese nivel.
En
otro sitio y lejos de ahí…
— ¿Te
lo estás pasando bien? — preguntó Martina al oído de una mujer.
—Estoy
tratando de hacerlo encanto — dijo sensual Alexandra y tratando de ser
complaciente le devolvió la caricia. —Tú sabes que somos amigas nada más.
—Lo sé
muy bien — repuso Martina, mordiendo el labio de la otra. — Pero dijiste muy
claro que deseabas olvidar a cierto mosquito y me diste luz verde para hacerlo.
—No
estoy pensando en ella — contra dijo Alexandra.
—Buen
intento, Mirelles — mencionó Martina, parando sus juegos con su fusta. —Pero no
cambia el hecho de que tu mente y cuerpo está lejos de aquí.
—Lo
siento — se disculpó Alex y se enderezó de su silla.
—Es
mejor que nos detengamos y subamos un rato — dijo Martina y dándole la mano. —
Vamos por un poco de aire fresco y buen trago.
—Acepto
—convino Alexandra, tomando la mano de la otra chica.
—Un
poco de distracción allá arriba y podrás escoger alguna buena presa que te
saque ese bichito de la cabeza. — señaló Martina. —Ya que no fui capaz de
ayudarte con eso.
—En
verdad, lo siento— repuso Alexandra. — En verdad que trate de concentrarme.
—Tranquila
Mirelles. — indicó Martina y besando su mejilla. —Todas sabemos qué hace mucho
que no salías y puede que estés algo fuera de ritmo ¡Créeme que un poco de
baile lo conseguirá! Además de recrear la vista ¿no te parece?
—
¡Quizás! — fue la escueta respuesta con desgano de Alexandra que a esas alturas
estaba molesta con ella misma por joder la noche.
—Ya
cambia esa cara — pidió Martina y le dibujo con sus dedos una sonrisa en el
rostro. — ¡Animo chica bella!
Esta
vez, Mirelles no dijo e intentó decir nada, ya que estaba cabreada y le
encontró razón a su amiga que arriba podría distraerse y animarla para terminar
su noche de la mejor manera dado que en lo que iba, estaba resultando un
fiasco.
Aún
tomadas de la mano salieron fuera del ascensor al sector de cantinas y desde
ahí, pudieron apreciar la algarabía que había un piso más abajo, ya que todo
los tragos estaban en el nivel superior es decir en el cuarto y de ahí para
abajo solo eran niveles de baile y dos privados para clientes especiales.
— ¿Cuál
es el alboroto? — preguntó Martina a Pía que había subido también por unos
tragos.
—Es en
el área gay — salió a responder la bar tender. — Chicos que vienen y dejan la
grande.
—
¿Frecuentes? — inquirió Pía a la cantinera.
—No,
son nuevos — respondió ésta, preparando su coctel. —No los he visto antes, pero
sí que tienen arrastre. Han venido varios a pedir tragos para invitarles y
conquistarlos ¿Tu sabes?
—Claro
que lo sé. — repuso Pía viendo a sus amigas. — es una técnica tan antigua para
llevarte a alguien a la cama.
—Viejos
tiempos que no cambian— apuntó Martina. — Pobres cabros que no cambian el
repertorio.
— ¿Qué
no les aburre hacer todo el tiempo lo mismo? — se preguntó más para sí,
Alexandra. —Es por lo que no vengo, siempre la misma lata de siempre.
Estaban
hablando cuando de pronto se escuchó unos gritos más subidos de tono que
despertó la curiosidad de las mujeres y del mismo bar tender.
— ¿Por
qué no lo ven con sus ojos? — aconsejó la cantinera. — y recrean la vista un
poco.
—Te
creo — respondió Pía. — Veamos qué tanto es el escándalo.
—Me
apunto — secundó Martina y viendo a su acompañante. — ¿Vienes?
—Luego
— contestó Alexandra, esperando su trago y restándole importancia al jolgorio. —
Vayan que les sigo al rato.
—Te
espero — dijo Martina coquetamente y siguió a su otra amiga.
Luego
de que se marcharán, la bar tender preguntó.
—Hace
mucho que no te veía— señaló la chica.
—Bueno
sí — respondió molesta Alexandra. — El trabajo me tiene absorta.
—
¡Aquí tienes! — dijo la bar tender ofreciendo el trago a su cliente. —Ve con
tus amigas y distráete un poco hay mucho dónde mirar ¡Créeme!
—No
estoy de cacería hoy — mencionó Alexandra dándole un sorbo a su bebida. —No
creo que haya nada que sea de mis gustos, solo un montón de imberbes buscando
una noche loca como siempre.
—Puede
ser — convino la bar tender y con un gesto en sus manos y cara risueña, agregó.
—No pierdes nada con echar un vistazo.
—Está
bien lo hare solo por no darte la lata con mi presencia. —aceptó Alexandra. —Tu
sabes…una mala noche.
— ¡Ya
sé! — repuso y guiñando un ojo, dijo. — Necesitas distraerte y recuperar tiempo
perdido…Alex.
—Ok—fue
la rotunda respuesta de Mirelles que no quiso seguir por el rumbo de la
conversación y simplemente se alejó.
Estaba
claro que la joven cantinera la conocía desde mucho por el nivel de confianza y
el del porqué de su consejo en cuanto a recuperar el tiempo.
—No
consigo sacármela de la cabeza— masculló con dientes apretados Alexandra
acercándose a dónde se hallaba el resto de sus amigas. —Esto es una tortura.
¡Y qué
tortura iba a resultar! Pues no tenía la menor idea de que un piso más abajo
estaba la manzana de su discordia y de
sus reclamos.
Camino
despacio hasta llegar junto a los demás y ver la cantidad de personas prendidas
en esa pista que gritaban exacerbados por la locura de la provocación de la
música y de la forma de bailar de algunos.
Fue
barriendo con la mirada y veía algunos rostros de mujeres conocidas por ellas.
Chicas de una sola noche pero que no fueron más que algo ocasional. Luego, fijo
sus ojos miel en el centro de la pista dónde estaba el alboroto mayor. Ahora
sus ojos se sorprendieron al percatarse de dos jóvenes mujeres que bailaban
entre sí, provocando a sus dos acompañantes.
Sin
duda que sus movimientos eran una clara señal de provocación y calentura a
desnivel. Lo que provocó que fijase más su mirada en aquellas chicas y seguir
sus movimientos sensuales. Fue recorriéndolas despacio de pies a cabeza.
Subiendo tan lento como examinando en cámara lenta por sus piernas, caderas,
vientre y bustos… ¡Algo pequeños, pero interesantes!
Después
subió un poco más y ahí, fue su sorpresa al darse cuenta que le eran
familiares…
—
¡Mierda! — exclamó Alexandra abriendo sus ojos muchísimo al reconocerlas. — ¿No
puede ser ella?
—
¿Dijiste algo? — preguntó de pronto Pía que la alcanzó a escuchar.
—Nada —
respondió Alexandra, girándose de súbito.
—
¿Dónde vas? — fue el turno de Martina de preguntar.
—Ya
vuelvo— dijo Alexandra y desapareció de sus vistas.
Las
escalerillas que la conducían a la planta de abajo, las bajo como si nada y
unos cuantos pasos más, ya se encontraba de frente con lo que había visto desde
arriba. Se quedó observando fijamente a las jóvenes que continuaban con su
danza sin percatarse de nada.
Sus puños
los apretó tan fuertemente tras un rato de contemplación y auto flagelación,
que decidió acercarse tan despacio como se lo permitían los demás que bailaban
alrededor de las muchachas. A tan solo unos dos pasos, les quedo viendo y fue
tan intensa su mirada que consiguió incomodar a las dos bailarinas que
desviarían su mirada en su dirección.
Mayúscula
fue la sorpresa en el rostro de las dos chicas que habían visto al mismo diablo
delante suyo. Una palideció y la otra casi se le desencajó la mandíbula de ver
con sus propios ojos a su jefa frente suyo, mejor dicho a su lado.
— ¡Ay
no! — fue la exclamación de parte de Laura, viendo pasmada a la jefa de
finanzas.
—A…¡Alex!
— balbuceó Tania tan sorprendida como asustada de haber sido encontrada
bailando en esa forma tan insinuante.
La
susodicha solo les vio con cara de muy pocos amigos y acortó la distancia entre
ellas y asiendo fuertemente del brazo a la joven Briceño, la tiró hasta
apegarla a su pecho.
— ¿Así
que te gusta jugar con fuego? — preguntó Alexandra viéndola con ojos demasiado
maliciosos. — ¡Quién busca, encuentra
niñita!
Sin
decir más, la arrastró con ella sacándola de la pista y dejando boca abierta su
amiga Laura que no alcanzó a objetar nada y mucho menos a sus primos que
intentaron ponerse en su camino, pero ni les alcanzó para detenerla; ya que esa
mujer tenía una sola idea en la cabeza y la iba a cumplir.
En
unas cuantas zancadas se hallaban dentro del ascensor y Mirelles marcó directo
al subterráneo. Tras cerrarse la puerta, tiro de Briceño hasta estampillarla en
su pecho y alzarla el rostro…
—Vas
conocer el lado más sórdido de esta noche — amenazó Alexandra y de un tirón
arrancó unos cuantos botones de la camisa de la chica. —Te dije que lo pensarás
dos veces antes de meterte conmigo y no quería reclamos después. Ahora ya es
muy tarde para ti.
—
¿Dónde me llevas? — preguntó Tania que sentía subir y bajar su pecho en forma
irregular debido al susto y a esa sensación de estar a las puertas del peligro.
—A mi
mundo— respondió Alexandra y tirando de sus cabellos le alzó más el rostro, sin
dejar de verle a los ojos. —y voy a encargarme de cumplir todas tus fantasías y
muchas otras cosas más.
—
¡Hazlo! —susurró Tania llena de una especie de algarabía de saber que se haría
realidad su deseo de tener en sus brazos aquella mujer.
—Claro
que lo haré — respondió Alexandra y bajando su cabeza hasta llegar a su oído, jugando
con su lengua en el lóbulo y morderlo con alevosía y finalmente decirle. — ¿conoces lo que es una
dominatriz?
Aquellos
ojos negros se abrieron desmesuradamente al escuchar aquella pregunta y la
sacudió una corriente helada al recién caer en cuenta en cómo vestía en ese
minuto Mirelles.
— ¡Tú!
— fue todo lo que alcanzó en decir Tania viéndola de pies a cabeza.
—Lo
soy — fue la respuesta Alexandra y con una mirada hambrienta de deseo, añadió. —
Y tú serás a partir de hoy mi…Sumisa.
Con un
apretón pequeño pero demandante reclamó sus labios con ferocidad y desde ese
instante comenzaría a conocerse lo más íntimo y sórdido de dos mundos muy opuestos.
1 comentario:
waaaaaaa, eso no me lo esperaba, se va a poner buenísimo, jojojo, ¿alguna palabra clave? jejeje
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