mujer y ave

mujer y ave

martes, 23 de enero de 2024

Remoranzas.

 

Capítulo 30, destino implacable.

 

 





Aquella palabra o el tono demandante hicieron estragos en la mente y en el corazón de la morena y sus labios se abrieron cual capullo de flor al más leve atisbo de esa voz y la trasladaron en un abrir de ojos al pasado justo cuando…

Dilo Exigió una joven de largos cabellos castaños claros que estaba ataviada en una especie de camisón de seda.

¿Qué? fue la pregunta de la morena que estaba boqui abierta y algo aturdida.

¡Arlyn!  Protestó la joven que se levantó de sus aposentos cómodos y entrecerró sus ojos, no muy complacida.

Dime Anaí insistió la llamada Arlyn aún sin poder recomponerse del todo.

Aquellos ojos grises de la joven Anaí mostraban una leve confusión al ver el comportamiento extraño de la morena.

¿Qué sucede? preguntó Anaí con preocupación y tomando su rostro entre sus manos, añadióestás comportando de una manera extraña. Tú no sueles quedarte callada con nada y menos tratándose de una noche tan especial como está.

Yo…no…sé admitió Arlyn bajando un tanto su cabeza avergonzada de su reacción.

Romí murmuró entre dientes Anaí que se enterneció mucho ver de ese modo a su amor.estará todo bien.

¡Repítelo! suplicó Arlyn con sus ojos brillando con una chispa tan vibrante que opacaba al resplandor de las mismas estrellas.

Romí acató Anaí con un énfasis que denotaba que lo esgrimía como un escudo y espada a la vez. Arlyn, mi romí.

Lo soy y tú lo eres de mí afirmó Arlyn sacudiéndose la bruma de vulnerabilidad que la acongojó por unos instantes.  Al fin nos hemos desposados.

Claro que lo hemos hecho aseguró Anaí mostrando sus dientes en una sonrisa que eclipsaba al sol y mostrando su mano vendada en cuya superficie estaba el testimonio de que se unieron según lo dictaba sus tradiciones.

Esos ojos verdes se clavaron en la mano extendida de su esposa y también ella, en acto reflejo levanto su mano derecha y quedo viendo ese vendaje que dejaban ver hilachos de sangre que comenzaban a secarse sobre la tela.

Jamás pensé que debería ofrecer mi sangre como una joya de unión. dijo Anaí un tanto admirada de todo.

No sólo es nuestra sangre que cierra nuestra promesa de unión según la ley de mi pueblo refirió Arlyn tocando con su otra mano a la altura de su pecho.si no que la marca de tu voto, es la argolla que dejará en claro nuestra situación marital ante mi gente y cualquier otro que ose pedirte en nupcias. Tú ahora, eres mía y yo soy tuya.

Lo soy y con orgullo confirmó Anaí también llevando su mano dónde estaba el tatuaje del voto de su ahora flamante esposa.Aunque duela un poco la llevaré con honor de saberme tu romí.

Amor mío susurró quedito Arlyn con su pecho altivo a más no poder.

Y razones tenía para mostrarse altiva y desafiante porque había ido contra todo cuanto conocía y debía respetar por alcanzar su más grande y anhelado deseo de hacer a Anaí, su romí.

Si bien es sabido a lo largo de la historia de la sociedad humana que siempre ha habido relaciones entre personas de un mismo sexo y lo era más común encontrarlos en cortes y palacios de todo Europa y en otras civilizaciones a los cuales solían llamarlos el favorito o favorita de un rey, no era más que el/la amante del regente. Aunque tendría una influencia muy relevante en muchos asuntos, no era permitido por nada ser el consorte legal de un monarca y debía actuar detrás de una cortina sin más derecho a ser escuchado en la seguridad de la privacidad.

Tampoco ha sido desconocido los arreglos que se hacían entre distintas monarquías para despojar a sus herederos con mujer/hombre para prolongar el legado y asegurar la descendencia.

También era el caso de la joven Arlyn, a quién su padre había dado en matrimonio a un noble a la edad de sus seis años y tendría que cumplir de un modo u otro esta palabra empeñada.

Por eso mismo, su mentón se elevó con arrogancia al saberse que pudo torcerle esa mano al destino y tener junto a sí,  a la persona que lo era todo para ella…Su romí.

Ella lucho con todo lo que tenía y se asió de lo más fuerte que podía contar con lo que no se puede revertir y pasar por encima aunque se trate del mismo rey…La ley gitana.

Desde el momento en que se conocieron algo fuerte trastocó el corazón de la joven gitana y no pudo apartar sus ojos de la doncella que fue presentada por una de las hermanas de su madre y que visitaba con mucha frecuencia el hogar de la joven ya que el padre ésta abastecía con hermosos vestidos traídos de Italia y otros reinos para engalanar a las más poderosas y bellas damas de la corte.

Desde ese día que buscó mil pretextos para acompañar a su pariente al hogar del mercader y siempre se las ingeniaba para llamar la atención de la hija del mercader, que era muy joven en esos años y reacia a compartir cualquier tipo de comunicación con nobles porque no se permitía tales actitudes. Arlyn no solo se valió de su belleza y encanto si no que convenció a su padre que le permitiese estar en compañía de la niña y éste acepto gustoso puesto que no había nada que le pudiera negar a su hija amada.

Día con día y gradualmente fue derribando las barreras de la muchacha hasta ganarse por completo su confianza y también parte de su tiempo y afectos que fueron despertando con el tiempo y se volvieron fuertes y demandantes.

Y eso bien lo sabía Arlyn que en ocasiones quedaba petrificada con lo dominante que podía volverse Anaí cuando quería algo y no se detenía con nada. Ella se jactaba de ser quién tenía el control y poder de todo en su vida y pisaba fuerte en su caminar. No obstante, era una seda en las manos hábiles de la jovencita.

Aunque no lo admitiría delante de otra persona, ella sabía que para su ego no era bueno decirlo en voz alta para que no fuese usado en su contra y solo en la privacidad, admitiría la derrota completa.

Arlyn llamó Anaí.

contestó ésta.

Nuevamente estás perdida en tus pensamientos señaló la joven que tenía sus manos apoyadas en el pecho de su joven esposa.

Yo… lo siento se disculpó Arlyn a veces no puedo evitar pensar que viendo a tras estemos realmente juntas.

¿Y por qué dudas tanto? preguntó Anaí, ahora tocando la mejilla de su romí.No es propio de ti.

Lo sé confesó Arlyn sonriendo avergonzada pero con un semblante feliz.es cosa de que me acostumbre nada más.

¿Segura? insistió Anaí.

Muy segura respondió Arlyn.

Entonces dijo Anaí, volviendo a poner sus manos sobre aquellas ropas de seda de su esposa y apartándolos despacio, agregó con sus ojos clavados en los verdes.reafirmemos nuestra promesa…

Al instante, los ojos verdes se encendieron de lujuria como una ráfaga de viento y su sonrisa era muy descarada.

Dilo…demandó Anaí─ …Recita nuestro voto.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Una verdad del pasado

  Capítulo 24, atada por un testamento. —Amor — murmuró quedamente sopesando cada letra de esa palabra. Mientras que a la distancia era ...