mujer y ave

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viernes, 23 de febrero de 2024

Inevitable

 

Capítulo 38, Destino implacable.


 

Una ráfaga de viento cruzó y beso la humedad de las pampas bañadas de agua para hacerle sentir todo su poder y esplendor. Abrazándose  a su piel morena como una segunda dermis y fusionarse completamente a ella.

Esos lazos invisibles y poderosos de la naturaleza removieron todo a su paso, estremeciendo por completo a sus habitantes en su derredor y de igual modo una sensación abrumadora se dejó instalar en pleno corazón de esa oficina de Enap.

Se suele decir que cuando una bandurria desaparece o ausenta en el periodo de migración que le corresponde estar, traerá una cadena de consecuencias de hechos que se fueron gestando en su silencio (ausencia) previo hasta formarse en un espiral de sucesos que desencadenaran una desgracia y que tan palpablemente se nota en la naturaleza.

Una reflexión que fuese hecha por un funcionario cuya experiencia de la observación le enseñó a tomar en cuenta estos pequeños y simples acontecimientos como una advertencia de los posibles problemas que iban a sobrevenir.

¡Y aquí estaba la prueba fehaciente de ello!

Unos ojos verdes se veían fieramente entre sí, casi sacando chispas literalmente y a un paso del inevitable enfrentamiento entre ellas.

Las indecisiones de cualquiera de las partes sumado a otros factores externos de lo que no se posee ningún tipo de control provocaran que la desgracia se abalance cual avalancha  de nieve sobre la montaña y ahora descubrirían su magnitud.

— ¡Tú! — masculló una furiosa Ariza que estaba al borde de explotar.

No hubo contestación a ello pero dirigió sus pasos hasta el borde del escritorio de su jefe y dejó sobre éste los documentos que fueron solicitados y luego, giró sus talones hacia su objetivo y a unos pasos de distancia nada más, alzó su rostro en forma altiva y con la misma intensidad de mirada que su contra parte, expuso…

— ¡Ahora sí! — Se excusó la rubia inspectora y continuó— ¿Qué necesita señorita Pedrales?

—Veo que estamos muy formales, Paredes — Siseó Ariza que acortó la distancia entre ellas en un abrir y cerrar de ojos. — Lejos quedo la mujer que irrumpió en mi casa, que se tomó la libertad de tutearme y amenazarme sin asco. ¿Cómo cambian las cosas no?

—Estoy en mi lugar de trabajo — ilustró Marcela sin amilanarse ante la fiereza de la morena. — Y te recuerdo que es dónde mismo  estás ahora.

— ¡Eres una hipócrita! — escupió con saña Ariza e iba a darle una lección de una buena vez.

Cuando una persona se interpuso entre ambas mujeres…

— ¡Ariza! — rogó Bianca colocando una de sus manos sobre el pecho de la estanciera. — No… ¡Por favor!

Solo oír su voz consiguió que esos ojos verdes de la estanciera se desviaran de la otra mujer para posarse sobre el rostro de la joven Rangel y escudriñó a profundidad los grises de ésta y tras unos segundos, cedió.

—Bien — fue la escueta respuesta.

El aire salió pesadamente de los pulmones de la joven Rangel y no pudo evitar esos pequeños temblores que sacudieron su cuerpo por la presión contenida.

Agachó su cabeza solo un momento para poder centrarse y retomar las cosas cuando…

— ¡Bianca! — llamó una voz a su costado muy próxima a ella.

Un nuevo escalofrío la golpeó como ráfaga de cien kilómetros de frentón y la dejó más pálida de lo que ya era en ese instante.

El tiempo no es que se detuviera literalmente hablando, si no que se rente lizo casi en cámara lenta para la joven Rangel y cerró sus ojos para armarse de valor y mientras levantaba su cabeza a medida que sus ojos se abrían en el proceso.

Al igual que una marea, gris chocó con la profundidad verdosa de quién la llamase y el estremecimiento volvió a golpear de lleno hasta la raíz de sus pies. Dejándola con una sensación abrumadora y totalmente expuesta.

Esa mirada la perforó hasta la misma médula y tragó saliva producto de los nervios. Realmente no estaba preparada tal nivel de escruta miento. Era muy intimidante sentir esa presión con solo una mirada.

— ¿Acaso no vas a saludarme? — increpó la inspectora viéndola fijamente sin prestar mayor atención a la morena.

— ¡Ah!... — se dificultó en hablar la joven por los nervios hasta que pudo dominarse. — Hola…Marcela.

—Hola a ti — Saludó la rubia que sonrió suavemente a la joven. — Muchos días sin vernos.

Esto último fue dicho con un tono cargado de doble intención y su mirada se tornó maliciosa de adrede. Logrando un efecto de bofetada no física sobre el rostro de la estanciera, pero un golpe certero al fin y al cabo.

Solo le bastó una mirada para especular el escenario que tenía frente de sí con respecto a su compañera de trabajo e intuía que aún había una posibilidad para ella puesto que nunca en los años que conocía a la estanciera; que por cierto no habían tratado tanto en persona; se le vio actuar de la forma en que lo estaba haciendo. Era una mujer imperturbable de carácter sí, pero con un dominio de sí misma como pocas personas suelen tener control. Si bien tenía sus arranques déspotas, era calculada para conseguir siempre sus objetivos y verle perder la paciencia y estar tan irritable no podía significar otra cosa que “inseguridad” no de su persona propiamente tal sino de algo fuera de su poder y control y esto tenía nombre y apellido, Bianca Rangel.

No tenía que ser una clarividente para darse cuenta que las cosas entre ellas no estaba bien y que la dueña de los pozos no había cumplido con su cometido inicial de conquistar plenamente a la joven Rangel y apartarla definitivamente.

La inspectora lo supo, el amor no puede ser impuesto si no que conquistado gradualmente con actos claros y precisos y eso significaba que…Todo no estaba dicho.

Había esperanza, mejor dicho; una amplia oportunidad de ser quién conquistará definitivamente a la joven e iba a ir por ello. Esa sería su apuesta definitiva.

Y en el anverso de la moneda…

Lo dicho por la inspectora fue un mensaje entre líneas para aquella mujer dueña de las estepas magallánicas y estaba claro desde su punto que iba por más de lo que uno puede arriesgarse jugando contra un oponente mayor.

— ¡Paredes! — Advirtió Ariza que se interpuso entre ambas mujeres con una mirada sumamente hostil. — No te atrevas.

Ésta por su parte acercó su rostro casi encima de la estanciera y le sonrió socarronamente,

— ¿A qué? — desafió la rubia observando las expresiones de su rival. — Tan solo salude nada más o ¿estás preocupada por algo?

—No intentes pasarte de lista inspectorcita — siseó Ariza que respiró casi encima de la rubia y añadió. — Sé muy bien lo que pretendes.

—No me digas — espetó ésta con bastante provocación. — No sabía que poseías un don para la adivinación o simplemente le temes a lo que no puedes controlar y escapa de tus manos. Porque hasta dónde yo sé no hecho nada todavía que puedas argumentar en mi contra para amenazarme del modo en lo que haces o ¿estoy imaginándome las cosas al igual que tú?

¡Bum! Fue la estocada dada nuevamente por la inspectora que hábilmente manejó las cosas frente a todos los que estaban presentes sin caer en una confrontación vulgar y fuera de los márgenes laborales. Ella estaba plenamente consciente de quiénes estaban en esa oficina y lo que involucraría para su carrera profesional. No se iba arriesgar a perder su trabajo pero…No significaba que no sacaría las uñas y las clavaría y arrastraría despacio hasta hacerle sangrar a su rival.

No le daría ningún margen de ventaja a la estanciera y tampoco se iría con rodeos con su  propósito de conquistar a Bianca. Iba a jugar bien sus cartas y para ello, se valdría de cuánto pudiera para hacer la diferencia entre ella y Ariza. Poder versus delicadeza.

¿Quién ganaría? No se sabía, pero nunca se debe olvidar de lo principal y es la persona en cuestión. Su pensar y sentir.

Y hablando de ello…

— ¡Suficiente! — ordenó Bianca que perdió todo tipo de paciencia. — ¡Paren ustedes dos! No están solas aquí y hay otras personas observando todo.

Ese fue el balde de agua fría que vino a cortar brevemente esa disputa entre ambas mujeres.

—Señoras — fue el turno de Don Alejandro de tomar las riendas.

Estaba más que claro que los demás presentes en aquella oficina no perdieron de vista todo lo acaecido en lugar y  a su vez pudieron hacerse una opinión de los hechos.

—Solo compórtense por una vez. — masculló con dientes apretados Bianca, siendo ahora ella quién alzó su mentón con molestia viva aun en medio de ambas mujeres.

Ambos rostros voltearon a verle y sus ojos verdes clavados en la joven Rangel y es que ninguna de las dos estaba dispuesta a ceder un milímetro de lo que fuera y el colmo de la paciencia de la ingeniero había llegado a su punto de inflexión. No podía ser ignorada más.

—Hablaremos cuando todo esto termine— Murmuró con más molestia en su voz.

No se necesitó decir más porque fue ella misma quién retornó a su lugar y se acomodó en esa silla con un rostro hosco y con la sangre hirviendo.

Ante esto, una ceja se elevó en el rostro del mandamás que sacaba sus propias conclusiones de todo cuanto vio y estaba seguro que se vendrían otras replicas más cuando conocieran lo que tenía por decir.

Por su parte, solo una chispa visual pasó entre las otras dos involucradas y sin decir nada que avivará  más el fuego entre ella, se apartaron y cada cual tomó asiento distante una de la otra.

—Viendo que la cosa se calmó — señaló Alejandro y viendo hacia donde estaba el moreno, agregó— Y mientras esperamos la llegada de Héctor, voy a presentarles a quién será el encargado de hacernos la auditoria. Por favor te puedes presentar  tú mismo.

No había que decir que todas las miradas convergieron dónde se hallaba el moreno, Que estaba de piernas cruzadas y tomaba notas de cuanto él percibía que podía ser importante de tan insólita reunión.

— ¡Buenos días tengan todas ustedes! — Principió el moreno, dejando de lado su cuadernillo.

— ¡Buenos días! — fue el saludo generalizado de todas.

—Mi nombre es Daniel Román — continuó con su presentación el hombre. — y tal como lo dijese Don Alejandro aquí presente seré quién hará las investigaciones y elevará el sumario interno a contar desde este minuto. Por lo tanto, les solicitó a la señorita Bianca Rangel y Marcela Paredes que cesaran sus funciones por el espacio de tiempo que yo determine y no podrán dejar las dependencias de la empresa bajo ninguna circunstancias.

— ¿Qué está queriendo decir? —Interrumpió Ariza que no le agrado nada la orden y para dónde iba también.

— ¿Señorita Ariza pedrales no es así? — preguntó Román un poquitín confundido por ciertas cosillas.

—Correcto — respondió ésta.

—Voy hacerle bien sincero y con todo el respeto que usted pueda merecerme. —Confesó Román uniendo sus manos entre sí y restregando entre ellas en forma lenta y moderada; señal clara de autoridad. — He escuchado esta peculiar charla entre ustedes tres y me parece bastante inaceptable este tipo de comportamientos dentro una empresa y con algunas connotaciones fuera de todo ámbito laboral por así decirlo.

Además, me impresiona que una persona externa y ajena a todo lo que tenga relación con Enap pueda siquiera estar presente aquí en esta reunión y permitido también por quién es el encargado de esta planta.

Desconozco las razones porque se realizan este tipo de prácticas y se toleran y sin embargo, puedo hacerme una pequeña idea pero es parcial por el momento y voy a profundizar más ello. No les quepa la menor duda.

Por otro lado, según tengo entendido e  informado por mi superior en que usted señorita Pedrales es la parte declamatoria en contra de nuestra empresa y la razón principal de realizar este sumario interno y me parece contra producente su presencia aquí.

No estoy al tanto de los términos y acuerdos que usted sostenga con Enap Magallanes, pero en lo que a mí respecta y según las órdenes de la mesa central, no puede estar dentro las dependencias mientras se lleve a cabo la auditoria.

No puede intervenir en asuntos netamente de esta empresa por mucho que algunas de nuestras plantas estén dentro de su propiedad. Le da derecho sí a tener compensaciones de carácter monetario cuando se perjudiquen sus interés y estamos hablando tanto de la tierra como el ganado ovino o cualquier daño a alguna infra estructura de su propiedad.

Como lo mencioné antes desconozco acuerdos extra ordinarios pero sin duda, hablaré con mis superiores al igual que si usted lo permitiese hablaremos en sus términos y en su propiedad.

Y lamento profundamente haber sido testigo de una conversación, si me permiten decirlo por su nombre, más de carácter de peleas amorosas entre ustedes y eso nada tiene que ver Enap.

Antes de que se vuelvan a desatar una horda de amenazas sin sentido voy a solicitarles amablemente que tanto Usted como don Alejandro tenga la bondad de salir de esta oficina y me  dejen hablar con las involucradas de esta investigación. — Concluyó Román sus descargos.

El punto álgido se elevó a mil y no se hizo esperar…

—Román, su discurso es impecable no cabe duda alguna y reconozco que hay mucha razón en ello y también estoy más que segura de que esto (sacó un documento que dejo sobre la mesa) sabrá justificar mi presencia aquí como también dejar en claro que Enap tendrá que pagar un precio por irrespetar un acuerdo firmado entre la cúpula de Santiago como por el cabecilla de Punta Arenas Y eso es algo que tendrán que resolver ustedes ahora.

Además quiero ponerle al tanto de un hecho que desconoce plenamente por lo visto y es que una sola orden mía basta para que su dichosa empresa no vuelva a funcionar en lo que a usted le reste de vida y déjeme retribuirle el favor que usted tan locuazmente me ha impuesto en esta reunión y le deje claro que no es una amenaza si no un hecho.

Voy a esperar a Bianca dentro del área de estacionamiento lo que sea necesario y si ella no regresa conmigo, le aseguro que faltaran minutos en el reloj para comprar el tiempo que van a estar sin funcionar — Respondió más que altiva Ariza y no contenta con ello, remató. —Esto señor, ahora ya es muy personal.

La estanciera se levantó de su asiento y viendo en dirección de Bianca, dijo…

—Esperare por ti— repuso Ariza. — Romí.

Fue todo cuanto la estanciera dijo y salió de dicha oficina sola y con la cabeza en alto. Sin esperar la compañía de nadie más.

Unos ojos sorprendidos quedaron viendo el lugar por dónde se fuera aquella mujer que lo dejo meditando al respecto.

—Y hablando de no amenazas —murmuró Román para sí mismo.

Por su parte Alejandro Miranda, cerró los ojos porque sabía que se iba a iniciar una guerra sin cuartel con la dueña de los pozos y todavía faltaba la resolución de Punta Arenas. Al parecer no pinta bien para Carlos.

—Algunas cosas no cambiaran nunca — Se dijo la rubia inspectora viendo hacia la nada.

Y solo unos grises luchaban por contener su dolor porque sabía que su esposa, no estaba jugando. También reconoció internamente que le dolió verla irse y el trato por segunda vez le molestaba mucho.

Era difícil de explicar bien, pero entre más atacaban a Ariza más le dolía a su corazón y más quería protegerla de los demás. Era inevitable no sopesar las cosas y ver los pros y contras de la que ha de ser su decisión final.

En esta vida hay que tener cuidado con lo que se desea y los medios que se van a usar para conseguir dichos objetivos porque una persona llevada al límite puede resultar ser irreconocible e intratable.

Esta vez, no será Bianca quien está siendo puesta a prueba si no la propia Ariza y sus emociones están resultando ser un verdadero caldero en ebullición.

¿Podrá el amor soportarlo todo?


Acompañados por el tema de Sam Smith "Dancing with stranger"

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