Capítulo 38, Destino implacable.
Una ráfaga de viento cruzó y beso
la humedad de las pampas bañadas de agua para hacerle sentir todo su poder y
esplendor. Abrazándose a su piel morena
como una segunda dermis y fusionarse completamente a ella.
Esos lazos invisibles y poderosos
de la naturaleza removieron todo a su paso, estremeciendo por completo a sus
habitantes en su derredor y de igual modo una sensación abrumadora se dejó
instalar en pleno corazón de esa oficina de Enap.
Se suele decir que cuando una bandurria desaparece o ausenta en el periodo de migración que le corresponde estar, traerá una cadena de consecuencias de hechos que se fueron gestando en su silencio (ausencia) previo hasta formarse en un espiral de sucesos que desencadenaran una desgracia y que tan palpablemente se nota en la naturaleza.
Una reflexión que fuese hecha por un funcionario cuya
experiencia de la observación le enseñó a tomar en cuenta estos pequeños y
simples acontecimientos como una advertencia de los posibles problemas que iban
a sobrevenir.
¡Y aquí estaba la prueba fehaciente de ello!
Unos ojos verdes se veían
fieramente entre sí, casi sacando chispas literalmente y a un paso del
inevitable enfrentamiento entre ellas.
Las indecisiones de cualquiera de
las partes sumado a otros factores externos de lo que no se posee ningún tipo
de control provocaran que la desgracia se abalance cual avalancha de nieve sobre la montaña y ahora descubrirían
su magnitud.
— ¡Tú! — masculló una furiosa
Ariza que estaba al borde de explotar.
No hubo contestación a ello pero
dirigió sus pasos hasta el borde del escritorio de su jefe y dejó sobre éste
los documentos que fueron solicitados y luego, giró sus talones hacia su
objetivo y a unos pasos de distancia nada más, alzó su rostro en forma altiva y
con la misma intensidad de mirada que su contra parte, expuso…
— ¡Ahora sí! — Se excusó la rubia
inspectora y continuó— ¿Qué necesita señorita Pedrales?
—Veo que estamos muy formales,
Paredes — Siseó Ariza que acortó la distancia entre ellas en un abrir y cerrar
de ojos. — Lejos quedo la mujer que irrumpió en mi casa, que se tomó la libertad
de tutearme y amenazarme sin asco. ¿Cómo cambian las cosas no?
—Estoy en mi lugar de trabajo —
ilustró Marcela sin amilanarse ante la fiereza de la morena. — Y te recuerdo
que es dónde mismo estás ahora.
— ¡Eres una hipócrita! — escupió
con saña Ariza e iba a darle una lección de una buena vez.
Cuando una persona se interpuso
entre ambas mujeres…
— ¡Ariza! — rogó Bianca colocando
una de sus manos sobre el pecho de la estanciera. — No… ¡Por favor!
Solo oír su voz consiguió que
esos ojos verdes de la estanciera se desviaran de la otra mujer para posarse
sobre el rostro de la joven Rangel y escudriñó a profundidad los grises de ésta
y tras unos segundos, cedió.
—Bien — fue la escueta respuesta.
El aire salió pesadamente de los
pulmones de la joven Rangel y no pudo evitar esos pequeños temblores que
sacudieron su cuerpo por la presión contenida.
Agachó su cabeza solo un momento
para poder centrarse y retomar las cosas cuando…
— ¡Bianca! — llamó una voz a su
costado muy próxima a ella.
Un nuevo escalofrío la golpeó
como ráfaga de cien kilómetros de frentón y la dejó más pálida de lo que ya era
en ese instante.
El tiempo no es que se detuviera
literalmente hablando, si no que se rente lizo casi en cámara lenta para la
joven Rangel y cerró sus ojos para armarse de valor y mientras levantaba su
cabeza a medida que sus ojos se abrían en el proceso.
Al igual que una marea, gris
chocó con la profundidad verdosa de quién la llamase y el estremecimiento
volvió a golpear de lleno hasta la raíz de sus pies. Dejándola con una
sensación abrumadora y totalmente expuesta.
Esa mirada la perforó hasta la
misma médula y tragó saliva producto de los nervios. Realmente no estaba
preparada tal nivel de escruta miento. Era muy intimidante sentir esa presión
con solo una mirada.
— ¿Acaso no vas a saludarme? —
increpó la inspectora viéndola fijamente sin prestar mayor atención a la
morena.
— ¡Ah!... — se dificultó en
hablar la joven por los nervios hasta que pudo dominarse. — Hola…Marcela.
—Hola a ti — Saludó la rubia que
sonrió suavemente a la joven. — Muchos días sin vernos.
Esto último fue dicho con un tono
cargado de doble intención y su mirada se tornó maliciosa de adrede. Logrando
un efecto de bofetada no física sobre el rostro de la estanciera, pero un golpe
certero al fin y al cabo.
Solo le bastó una mirada para
especular el escenario que tenía frente de sí con respecto a su compañera de
trabajo e intuía que aún había una posibilidad para ella puesto que nunca en
los años que conocía a la estanciera; que por cierto no habían tratado tanto en
persona; se le vio actuar de la forma en que lo estaba haciendo. Era una mujer imperturbable
de carácter sí, pero con un dominio de sí misma como pocas personas suelen
tener control. Si bien tenía sus arranques déspotas, era calculada para
conseguir siempre sus objetivos y verle perder la paciencia y estar tan
irritable no podía significar otra cosa que “inseguridad” no de su persona
propiamente tal sino de algo fuera de su poder y control y esto tenía nombre y
apellido, Bianca Rangel.
No tenía que ser una clarividente
para darse cuenta que las cosas entre ellas no estaba bien y que la dueña de
los pozos no había cumplido con su cometido inicial de conquistar plenamente a
la joven Rangel y apartarla definitivamente.
La inspectora lo supo, el amor no
puede ser impuesto si no que conquistado gradualmente con actos claros y
precisos y eso significaba que…Todo no estaba dicho.
Había esperanza, mejor dicho; una
amplia oportunidad de ser quién conquistará definitivamente a la joven e iba a
ir por ello. Esa sería su apuesta definitiva.
Y en el anverso de la moneda…
Lo dicho por la inspectora fue un
mensaje entre líneas para aquella mujer dueña de las estepas magallánicas y
estaba claro desde su punto que iba por más de lo que uno puede arriesgarse
jugando contra un oponente mayor.
— ¡Paredes! — Advirtió Ariza que
se interpuso entre ambas mujeres con una mirada sumamente hostil. — No te
atrevas.
Ésta por su parte acercó su
rostro casi encima de la estanciera y le sonrió socarronamente,
— ¿A qué? — desafió la rubia
observando las expresiones de su rival. — Tan solo salude nada más o ¿estás
preocupada por algo?
—No intentes pasarte de lista
inspectorcita — siseó Ariza que respiró casi encima de la rubia y añadió. — Sé
muy bien lo que pretendes.
—No me digas — espetó ésta con
bastante provocación. — No sabía que poseías un don para la adivinación o
simplemente le temes a lo que no puedes controlar y escapa de tus manos. Porque
hasta dónde yo sé no hecho nada todavía que puedas argumentar en mi contra para
amenazarme del modo en lo que haces o ¿estoy imaginándome las cosas al igual
que tú?
¡Bum! Fue la estocada dada
nuevamente por la inspectora que hábilmente manejó las cosas frente a todos los
que estaban presentes sin caer en una confrontación vulgar y fuera de los
márgenes laborales. Ella estaba plenamente consciente de quiénes estaban en esa
oficina y lo que involucraría para su carrera profesional. No se iba arriesgar
a perder su trabajo pero…No significaba que no sacaría las uñas y las clavaría
y arrastraría despacio hasta hacerle sangrar a su rival.
No le daría ningún margen de
ventaja a la estanciera y tampoco se iría con rodeos con su propósito de conquistar a Bianca. Iba a jugar
bien sus cartas y para ello, se valdría de cuánto pudiera para hacer la
diferencia entre ella y Ariza. Poder versus delicadeza.
¿Quién ganaría? No se sabía, pero
nunca se debe olvidar de lo principal y es la persona en cuestión. Su pensar y
sentir.
Y hablando de ello…
— ¡Suficiente! — ordenó Bianca
que perdió todo tipo de paciencia. — ¡Paren ustedes dos! No están solas aquí y
hay otras personas observando todo.
Ese fue el balde de agua fría que
vino a cortar brevemente esa disputa entre ambas mujeres.
—Señoras — fue el turno de Don
Alejandro de tomar las riendas.
Estaba más que claro que los
demás presentes en aquella oficina no perdieron de vista todo lo acaecido en
lugar y a su vez pudieron hacerse una
opinión de los hechos.
—Solo compórtense por una vez. — masculló
con dientes apretados Bianca, siendo ahora ella quién alzó su mentón con
molestia viva aun en medio de ambas mujeres.
Ambos rostros voltearon a verle y
sus ojos verdes clavados en la joven Rangel y es que ninguna de las dos estaba dispuesta
a ceder un milímetro de lo que fuera y el colmo de la paciencia de la ingeniero
había llegado a su punto de inflexión. No podía ser ignorada más.
—Hablaremos cuando todo esto
termine— Murmuró con más molestia en su voz.
No se necesitó decir más porque
fue ella misma quién retornó a su lugar y se acomodó en esa silla con un rostro
hosco y con la sangre hirviendo.
Ante esto, una ceja se elevó en
el rostro del mandamás que sacaba sus propias conclusiones de todo cuanto vio y
estaba seguro que se vendrían otras replicas más cuando conocieran lo que tenía
por decir.
Por su parte, solo una chispa
visual pasó entre las otras dos involucradas y sin decir nada que avivará más el fuego entre ella, se apartaron y cada
cual tomó asiento distante una de la otra.
—Viendo que la cosa se calmó —
señaló Alejandro y viendo hacia donde estaba el moreno, agregó— Y mientras
esperamos la llegada de Héctor, voy a presentarles a quién será el encargado de
hacernos la auditoria. Por favor te puedes presentar tú mismo.
No había que decir que todas las
miradas convergieron dónde se hallaba el moreno, Que estaba de piernas cruzadas
y tomaba notas de cuanto él percibía que podía ser importante de tan insólita
reunión.
— ¡Buenos días tengan todas
ustedes! — Principió el moreno, dejando de lado su cuadernillo.
— ¡Buenos días! — fue el saludo
generalizado de todas.
—Mi nombre es Daniel Román —
continuó con su presentación el hombre. — y tal como lo dijese Don Alejandro
aquí presente seré quién hará las investigaciones y elevará el sumario interno
a contar desde este minuto. Por lo tanto, les solicitó a la señorita Bianca
Rangel y Marcela Paredes que cesaran sus funciones por el espacio de tiempo que
yo determine y no podrán dejar las dependencias de la empresa bajo ninguna
circunstancias.
— ¿Qué está queriendo decir? —Interrumpió
Ariza que no le agrado nada la orden y para dónde iba también.
— ¿Señorita Ariza pedrales no es
así? — preguntó Román un poquitín confundido por ciertas cosillas.
—Correcto — respondió ésta.
—Voy hacerle bien sincero y con
todo el respeto que usted pueda merecerme. —Confesó Román uniendo sus manos
entre sí y restregando entre ellas en forma lenta y moderada; señal clara de
autoridad. — He escuchado esta peculiar charla entre ustedes tres y me parece
bastante inaceptable este tipo de comportamientos dentro una empresa y con
algunas connotaciones fuera de todo ámbito laboral por así decirlo.
Además, me impresiona que una
persona externa y ajena a todo lo que tenga relación con Enap pueda siquiera
estar presente aquí en esta reunión y permitido también por quién es el encargado
de esta planta.
Desconozco las razones porque se
realizan este tipo de prácticas y se toleran y sin embargo, puedo hacerme una
pequeña idea pero es parcial por el momento y voy a profundizar más ello. No
les quepa la menor duda.
Por otro lado, según tengo
entendido e informado por mi superior en
que usted señorita Pedrales es la parte declamatoria en contra de nuestra
empresa y la razón principal de realizar este sumario interno y me parece
contra producente su presencia aquí.
No estoy al tanto de los términos
y acuerdos que usted sostenga con Enap Magallanes, pero en lo que a mí respecta
y según las órdenes de la mesa central, no puede estar dentro las dependencias
mientras se lleve a cabo la auditoria.
No puede intervenir en asuntos
netamente de esta empresa por mucho que algunas de nuestras plantas estén
dentro de su propiedad. Le da derecho sí a tener compensaciones de carácter
monetario cuando se perjudiquen sus interés y estamos hablando tanto de la
tierra como el ganado ovino o cualquier daño a alguna infra estructura de su propiedad.
Como lo mencioné antes desconozco
acuerdos extra ordinarios pero sin duda, hablaré con mis superiores al igual
que si usted lo permitiese hablaremos en sus términos y en su propiedad.
Y lamento profundamente haber
sido testigo de una conversación, si me permiten decirlo por su nombre, más de
carácter de peleas amorosas entre ustedes y eso nada tiene que ver Enap.
Antes de que se vuelvan a desatar
una horda de amenazas sin sentido voy a solicitarles amablemente que tanto
Usted como don Alejandro tenga la bondad de salir de esta oficina y me dejen hablar con las involucradas de esta
investigación. — Concluyó Román sus descargos.
El punto álgido se elevó a mil y
no se hizo esperar…
—Román, su discurso es impecable
no cabe duda alguna y reconozco que hay mucha razón en ello y también estoy más
que segura de que esto (sacó un documento que dejo sobre la mesa) sabrá
justificar mi presencia aquí como también dejar en claro que Enap tendrá que
pagar un precio por irrespetar un acuerdo firmado entre la cúpula de Santiago
como por el cabecilla de Punta Arenas Y eso es algo que tendrán que resolver
ustedes ahora.
Además quiero ponerle al tanto de
un hecho que desconoce plenamente por lo visto y es que una sola orden mía
basta para que su dichosa empresa no vuelva a funcionar en lo que a usted le
reste de vida y déjeme retribuirle el favor que usted tan locuazmente me ha
impuesto en esta reunión y le deje claro que no es una amenaza si no un hecho.
Voy a esperar a Bianca dentro del
área de estacionamiento lo que sea necesario y si ella no regresa conmigo, le
aseguro que faltaran minutos en el reloj para comprar el tiempo que van a estar
sin funcionar — Respondió más que altiva Ariza y no contenta con ello, remató. —Esto
señor, ahora ya es muy personal.
La estanciera se levantó de su
asiento y viendo en dirección de Bianca, dijo…
—Esperare por ti— repuso Ariza. —
Romí.
Fue todo cuanto la estanciera dijo
y salió de dicha oficina sola y con la cabeza en alto. Sin esperar la compañía de
nadie más.
Unos ojos sorprendidos quedaron
viendo el lugar por dónde se fuera aquella mujer que lo dejo meditando al
respecto.
—Y hablando de no amenazas —murmuró
Román para sí mismo.
Por su parte Alejandro Miranda,
cerró los ojos porque sabía que se iba a iniciar una guerra sin cuartel con la
dueña de los pozos y todavía faltaba la resolución de Punta Arenas. Al parecer
no pinta bien para Carlos.
—Algunas cosas no cambiaran nunca
— Se dijo la rubia inspectora viendo hacia la nada.
Y solo unos grises luchaban por
contener su dolor porque sabía que su esposa, no estaba jugando. También reconoció
internamente que le dolió verla irse y el trato por segunda vez le molestaba mucho.
Era difícil de explicar bien,
pero entre más atacaban a Ariza más le dolía a su corazón y más quería
protegerla de los demás. Era inevitable no sopesar las cosas y ver los pros y
contras de la que ha de ser su decisión final.
En esta vida hay que tener
cuidado con lo que se desea y los medios que se van a usar para conseguir
dichos objetivos porque una persona llevada al límite puede resultar ser irreconocible
e intratable.
Esta vez, no será Bianca quien
está siendo puesta a prueba si no la propia Ariza y sus emociones están
resultando ser un verdadero caldero en ebullición.
¿Podrá el amor soportarlo todo?
Acompañados por el tema de Sam Smith "Dancing with stranger"
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