mujer y ave

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miércoles, 21 de febrero de 2024

Un apronte

 Capítulo 37 Destino implacable


 

— ¿En qué puedo ayudarlo? — Preguntó el mandamás.

Ese fue el cuestionamiento directo hizo que el auditor no se estremeciera al igual que una mujer si no que tuvo la impresión que estaba adentrándose en una tierra escabrosa con apariencias de un terreno llano y liso. Un espejismo visual sin duda era lo que tenía por delante.

 

—Vera — inició la conversación Daniel Román e iba dar un pequeño preámbulo como toda persona pero…

—Directo al grano — interrumpió Alejandro sin miramientos hacia el funcionario. — No se vaya por las ramas conmigo y dígame ¿Qué es lo que necesita y por qué?

—Vengo mandado por Benuamont — respondió Román siguiendo las instrucciones que s ele dieran. — Como usted sabe es el que ve los asuntos internos de la empresa de índole legal y asuntos ganaderos en las zonas de Magallanes y Aysen.

—Entonces estamos hablando de que fue aceptada la demanda de la dueña de los pozos — inquirió Miranda.

—En parte es así — repuso Román.

— ¿En parte? — cuestionó Miranda algo confundido. — ¿Qué me estoy perdiendo?

—La señora Pedrales y su hermano Marcial tal cómo usted lo mencionó interpusieron una querella en contra de personal de esta planta a través de la fiscalía en el ministerio de relaciones exteriores—informó el auditor.

—La cosa es compleja si está interviniendo el ministerio— señaló Alejandro. — ¿Es la razón por la que usted está aquí?

—Por favor Don Alejandro me gustaría que me deje explicar sin que me interrumpa tanto— solicitó el auditor. —Puedo entender la animosidad que tenga conmigo por la labor que debo realizar pero no es necesario que esté a la defensiva y tal cómo se lo comentó a la señorita Parades, no soy enemigo de ustedes. Vengo por razones de trabajo y no hacer una cacería de brujas con el personal.

—Usted dirá entonces, amigo — instó Alejandro reclinándose más en su silla mientras observaba al hombre n cuestión.

—Mi superior me pidió estrictamente que investigará lo ocurrido en este campamento y para ello, tomé contacto con Don Carlos para averiguar administrativamente la situación acontecida en este lugar. — informó Román y sacando unos documentos que traía consigo y que se los entregó al mandamás de Posesión para continuar con su relato. — Usted podrá darse cuenta que hay cosas que no están en concordancia con lo que se nos informó en Santiago. Como diría un buen abogado hay varios vacíos e incongruencias.

—Prosiga por favor — dijo Alejandro mientras leía los documentos. — Puedo leer mientras usted habla.

—Como le decía nos topamos algunos vacíos y es lo que deseamos constatar en terreno y con los afectados dado que hay una figura de delito contra la propiedad privada, agresión e intento de homicidio y ataque en legítima defensa— concluyó a grandes rasgos Román. — Por lo cual puede apreciar que tendríamos  todas las de perder y ceder a la demanda presentado por los hermanos Pedrales. Pero

— ¿Pero qué? — cuestionó de inmediato Miranda.

—No hay suficientes pruebas al respecto para tomar la tipificación de lo que se nos acusa — Aclaró Román. — Por las conversaciones tanto con don Carlos como con Paredes y las fotografías que usted mismo enviase hacia la mesa central está claro que la cosa no es tan así como hacen presumir la parte demandante.

—Por supuesto que no es así — afirmó el mandamás— la evidencia salta a la vista pero lastimosamente es un tema delicado para una empresa como Enap que debe mantener buenas relaciones con los estancieros de la zona dónde se hallan nuestras plantas y más ahora que nunca que fui informado que los hermanos Pedrales buscan convertirse en inversionistas.

—Estoy al tanto de eso también —aseguró Daniel. — y es lo que más me resulta controversial en todo este asunto y no entiendo ¿por qué presentar una demanda? Cuando se busca ser parte de un consorcio.

—Usted se sorprenderá de muchas otras cosas que suceden en este lugar— mencionó Alejandro y viendo el reloj en la pared. — dentro de unos minutos llegaran aquellos según me informó Marcela, están siendo investigado y le pido que los esperemos y pueda hacerse una idea de lo que está involucrándose.

— ¿no le importuna mi presencia entonces? — repuso Román.

—No, por el contrario será valioso para mí  — afirmó Miranda. — Más de lo que pueda imaginarse.

—Bien — dijo Román— le parece que mientras esperamos pueda darme sus impresiones al respecto de lo que está sucediendo.

— ¡Cómo no! — respondió Miranda e inició sus descargos.

Llevarían sus buenos minutos en la charla dentro de las dependencias de Cop.

Mientras en la sala de control…

— ¡Buenos días! — saludó la inspectora. — ¿Cómo fue el turno?

— ¡Buenos días Marce! — Saludo Patricio con cara de tuto. —Tranquilo pero tengo la tinca (suposición) que y tú sabes como soy yo cuando tengo una corazonada.

— ¿Y cuál sería esa tincada? — preguntó la inspectora.

—No he oído ninguna Bandurria en estos días y eso significa que nos va a caer una mala — reveló Pato.

— ¿Lo dices por el auditor? — inquirió Marcela.

—No solo por él — contestó Pato.

— ¿Entonces? — presionó la inspectora que intuía algo.

—Te lo digo así mejor— repuso su colega viéndola con el rostro altivo. — Llegaste tú de improviso, Bianca que no asoma, Héctor que  se escondió y la guinda de la torta, ese tal Román ¿no te parece perfecto para un desastre?

—Un poco — respondió la rubia que le sonrió a medias y agregó. — pero no veo ¿Qué tiene que ver las bandurrias aquí?

—Cuando desaparecen los pajarracos estos, ¡Zas! Que se viene un aguacero de proporciones —explicó Pato.

—En todos los casos — confirmó la inspectora.

—Y hablando de cosas inusuales ¿Qué haces acá? — indagó su compañero. — ¿no era que les van hacer una auditoria hoy día?

—Sí — respondió Marcela. — Pero vine a buscar unos informes que me pidió Alejandro antes de presentarme con el hombrecito este.

— ¡Ah! — exclamó Pato sonriendo y sabiendo de lo que estaba hablando fue en busca de ello. — ¡Aquí tienes!

— ¡Cuánta eficiencia y clarividencia de tu parte! — Se burló la rubia sin empacho tomando dicho informe.

—Nada de eso mija — aclaró Patricio. — Tú jefe me llamó anoche bien tarde para pedírmelo.

—Nuestro jefe, dirás — corrigió Marcela.

—Sí cuando me conviene — repuso sin tapujos su compañero.

—Que no te oiga o se desquitará de lo lindo— señaló divertida la inspectora. — Bueno. Me voy mejor.

—Sí hazlo, tienes un aura de malas pulgas hoy — indicó Patricio. — así que vete pronto y no me salpiques con ellas.

— ¡Hay qué pesado! — enrostró la rubia y salió de la oficina antes que le lanzarán cualquier cosa por su cabeza.

Y justo cuando ella salía con rumbo a su camioneta…

Otra de color azul, marca Ford estacionaba a las afueras del complejo en el recinto para buses.

—Dame un momento para preguntarle al guardia— sugirió una joven.

— ¡Hazlo! —repuso el otro ocupante de la camioneta.

Caminó hacia la portería e hizo las averiguaciones con el portero.

—No puedo ingresar a buscar mis cosas hasta no hablar con Don Alejandro— explicó la joven. — Mi ausencia de seguro me traerá problemas.

—Hablare con ese hombrecito — contestó seca la morena.

—Debo esperar a que me indiquen si puede recibirnos— mencionó la muchacha un poco preocupada. — Es la primera vez que no se me permite ingresar a las dependencias de Enap.

—En todos los casos no te pierdes la gran cosa— Aseguró la otra mujer.

— ¡Por Dios Ariza! — replicó la joven ante los dichos de la estanciera. — Es mi trabajo y es importante para mí con eso me gano la vida.

—Será importante para ti, mi Romí pero sin duda no lo es para mí — expuso altiva la estanciera. — Y tampoco te cortaran las manos si te llegasen a despedir. Eres una mujer trabajadora y luchadora. Sólo ellos saldrían perdiendo si lo hicieran, Bianca.

—Por supuesto que no me cortaran las manos Ariza— indicó la joven Rangel. — Pero si debo irme que sea por la puerta ancha y no por cosas ajenas a mi trabajo.

— ¿De qué te preocupas? — preguntó Ariza viéndola a los ojos.

—De que pueda afectar mi historial laboral— contestó francamente Bianca.

—Romí — murmuró la morena tomando su rostro en sus manos y viéndola con cariño. — Aunque llegase a suceder a mi lado nada te faltara y tendrás más oportunidades de las que te puedes imaginar.

—No creo que puedas tener una empresa petrolera entre tus negocios— dijo sin pensar Bianca que solo tenía su mente puesta en el trabajo y no le tomó el peso a lo último mencionado por la morena.

Solo un suspiro cansado es lo que salió de los labios de la estanciera pues no había caso hacerle entender a su amor algunas cosas.

— ¡Quizás! — contesto ambiguamente Ariza.

Bianca iba a preguntar cuando tocaron a la ventanilla de la camioneta.

—Don Alejandro las está esperando — informó el guardia.

—Gracias — dijo Bianca.

Una vez que se marchó el hombre, Ariza se dispuso en dirección de las dependencias administrativas que ya conocía de sobra.

Tal como se esperaba tuvo que estacionarse según las normas de la estatal y se dispusieron a ir con el mandamás.

A su vez, otra camioneta emprendía rumbo al mismo lugar.

Y…

En dicha oficina se discutía los planes entre el auditor y Carlos junto con Alejandro vía telefónica. Y estaban en ello cuando golpearon a su puerta.

— ¡Adelante! — solicitó Alejandro.

Segundos después, ingresó la joven Rangel y su acompañante.

—Bianca — murmuró Miranda viendo a la otra persona junto a ella.

— ¡Buenos días don Alejandro! — saludó la joven Rangel.

— ¡Buenos días! — correspondió el saludo e hizo señas con su mano. —Estaba esperando por ti pero no esperaba que vieneses en compañía.

—Creí haber sido bien clara en nuestra última reunión de que me ocuparía personalmente de las cosas de Bianca — contestó Ariza sin amilanarse ante lo dicho por el mandamás de Enap. — Y esta es una muestra concreta de que cumplo con lo que prometo.

—Sin duda alguna — dijo Alejandro guardándose sus impresiones al respecto. — Por favor ¡Tomen asiento!

—Gracias — respondió Bianca viendo a la morena altiva y esperando que ésta lo hiciese pues percibía malas vibras en el ambiente.

Ella estaba segura de que todo esto era una locura pero había aceptado los hechos y prometió que dejaría que se hiciese cargo de algunas cosas según el acuerdo entre ambas. No obstante, tenía una mala corazonada al respecto.

Bastaba ver el semblante de la estanciera para saber que la ira estaba a flor de piel y es que se percató de las palabras de su jefe con respecto a la compañía y el mensaje era que no era bienvenida en el lugar.

Deseaba ella misma tomar la mano de la morena y sacarla del lugar porque si bien era consciente de su arrogancia y lo déspota que solía ser, pero tampoco le agrado que fuese objeto de ese menosprecio que vio en el rostro de su superior.

Tenía muy claro la animosidad que existía en la empresa con respecto a la estanciera pero no les daba derecho a comportarse groseramente con ella. Eso le disgustaba muchísimo y mermaba aún más las esperanzas de permanecer en el lugar con dichas actitudes. Ya la tenían bien cabreada.

Iba a tomar acciones cuando fue la propia Ariza que dio el paso necesario y ocupo una de las sillas que fueron sugeridas.

Eso bastó para que la joven Rangel respirase con más tranquilidad. Ahora iba por lo que había venido…

—Don Alejandro, se me informó que no puedo ingresar a las dependencias de Enap hasta no hablar con usted. —mencionó Bianca.

—Efectivamente no puedes ingresar a la empresa hasta resolver  lo de tu ausencia — confirmó el mandamás. — y como bien sabes hay reglas que seguir y leyes laborales que se deben respetar. Nos guste o no.

—Lo tengo claro — respondió Bianca.

—Bianca de no haber una indicación médica de por medio que justifique tu ausencia por estos tres días tendrás que poner escrito cuál fue la razón de por qué no te presentaste a trabajar — señaló Alejandro y asumiendo que no habría tal certificado, entregó una hoja en blanco a modo de. — Es lo que se me está solicitando desde Punta Arenas.

—Yo — balbuceó Bianca pero…

—Sabes muy bien porque ella se ausentó Miranda — increpó Ariza que inclinó su cuerpo hacia adelante y retirando la hoja de las manos de la joven. — y Ponerle un papel en blanco habla de una bajeza de tu parte y de los tuyos cuando ella les salvo el culo a todos ustedes de no perder su empleo.

—Señorita Pedrales — dijo el mencionado cruzando ambas manos entre sí para agregar. — Este no es asunto que esté relacionado con su persona. Es netamente un tema entre mi empleada y sus obligaciones.

—Escúchame bien — habló Ariza. — Si bien tienes razón en lo tocante a lo legal de tu empresa y sus derechos con respecto a su personal. Voy a recordarte para que no te sigas haciendo el desentendido de que ustedes tienen un acuerdo firmado conmigo en dónde uno de mis requerimientos específicos tenía relación a Bianca y fue aceptado por tu superior como los de Santiago o ¿lo vas a desconocer ahora?

—No —respondió el mandamás.

— ¿Entonces? — Rebatió Ariza impertérrita — ¿por qué persistes en Bianca y su ausencia?

—Sólo sigo órdenes de mis superiores, Ariza — contestó Alejandro que se inclinó hacia adelante y añadió con un tono  superior. — Y tienen relación a que Bianca está siendo sometida a un sumario interno ordenado desde Santiago junto a otros dos compañeros suyos.

— ¡¿Qué?! —exclamó sorprendida Bianca que no dio crédito a lo informado por su jefe.

— ¡Así es Bianca! —explicó Alejandro tomando un documento que presento a la joven. — Son órdenes de la casa central.

—No puede ser — murmuró ésta leyendo la notificación.

— ¿De qué diablos estás hablando Miranda? — preguntó Ariza que no pudo comprobar lo escrito.

—Te pondré en conocimiento entonces, Ariza — aclaró Alejandro disfrutando personalmente la situación. — a contar de hoy Bianca, Héctor y Marcela deberán permanecer en las dependencias de Posesión mientras están sujetos a investigación.

— ¡¿Qué mierda?! — bramó Ariza que se puso de pie con la sangre hirviendo.

—Y todo le debemos a ti — enrostró con alevosía Alejandro. — Es el resultado de tus acciones Ariza Pedrales.

— ¿Qué? — fue la exclamación de la estanciera que ya no cabía en sí del coraje.

—Estas son las consecuencias de tu demanda — terminó de asestar el último golpe Alejandro.

Y en eso, un golpecito…

— ¡Pase! — ordenó el mandamás.

—Permiso — se disculpó entrando una rubia que hacía su entrada a la oficina. — Aquí traigo lo que me pediste Alejandro.

Uno…dos…y tres…

— ¡Lo que me estaba faltando con esta infeliz! — despotricó una muy cabreada Ariza Pedrales.

Tras acabar sus palabras, la reacción no tardó en llegar y unos ojos verdosos se clavaron en quién osaba insultarla tan abiertamente.

— ¡Ariza! — masculló entre dientes la rubia inspectora.

 A su vez…

Un rostro se volvió pálidamente mortal…

— ¡Marcela! — murmuró con un nudo en la garganta Bianca.

 

Tal como lo había pronosticado Patricio con respecto a su corazonada de las bandurrias, el silencio solo era augurios de una tormenta o desgracia.

 En esa oficina el aire se enrareció súbitamente y tornándose pesado y solo una persona desde su lugar observaba todo pacíficamente. Había sido pasado por alto por todos los presentes y relegado a un segundo plano de adrede.

— ¡Interesante! — exclamó el moreno.


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