Capítulo 34
Rodar y rodar por esta larga carretera que por espacios
de tiempo parecía eterna tal como las que hay en Australia y aquí estaba su
versión sudamericana, larga y solitaria por grandes tramos.
Llevaban en ella casi tres horas de conducción en esa oscuridad borrascosa de lluvia tan finita que era mucho más que una garúa, era intensa de esas que en unos minutos te dejan bien mojado y con más frio que la lluvia torrencial. Así era el clima de esta región, abrumador e implacable con todo tipo de habitantes.
Hacer soberanía en tierras alejadas de todo lo que
conecta a un país, es realmente por momentos desconsolador. Es una zona de una
belleza sobre natural y sobrecogedora, hostil, salvaje e indomable. Bien lo
saben todos cuanto habitan aquí. Es una lucha cada día por salir adelante y
triunfar.
Una tierra hermosa, cubierta de montañas nevadas,
glaciares, lagos, extensas estepas cubiertas de coirones y algunos otros
arbustos. Eso te da una idea con estas condiciones extremas donde el viento
suave de ochenta kilómetros tiene completamente sometido a los árboles tan
agazapados que es muy característico ver postales con ellos doblados por las
jugarretas de los ventoleras australes y sumado a la breve estación estival o
mejor dicho cálidas, no permiten cultivar nada que no sea por medio de
invernaderos y por eso todo viene del centro del país, haciendo de esta tierra
morena dependiente en su totalidad y eso no es placentero para su gente oriunda
y orgullosa de sus costumbres.
Así como todos pensaban, incluso los dos únicos ocupantes
de ese vehículo que luchaba a su manera con los vientos y esa llovizna
intratable.
─ Al
parecer nos llevará algo más de tiempo llegar a Gregorio ─ comentó el chofer que hacia una mueca porque
el viento le complicaba mantener toda la estabilidad de su coche.
─ Así
veo ─ coincidió su acompañante viendo por la
ventanilla de su asiento. ─ Siempre
hay un pero en todo cuando tiene relación contigo.
─ ¡Disculpe!
─ se quejó el chofer que se ofendió con el
comentario. ─ Yo no
tengo nada que ver con las inclemencias del tiempo señorita Paredes.
─ No me
refería a usted ─ explicó
Marcela. ─ estaba pensando en otra
persona. Siento el mal entendido.
─ Usted
disculpará mi atrevimiento en lo que voy a decirle ─ dijo el hombre viéndola por segundos por el
retrovisor. ─ Aunque
llevo unos pocos años en la empresa, he observado que todos los que trabajan en
Gregorio llegan con las pilas bien recargadas, pero cuando regresan bien
cabreados hasta la tuza (colmo) y es como si allí hubiera una energía negativa
los poseyera y le hace cambiar el genio y el caracho (rostro) en un parpadear
de ojos.
─ ¿Cuántos
años tienes en Enap, Román? ─ preguntó
la inspectora.
─ Tres
años ─ Respondió éste.
─ Es
poco tiempo para saber que cada uno de los que trabajamos en Posesión tenemos
un gran dolor de culo, llamado Ariza Pedrales que realmente nos hace la vida a
cuadritos cuando se le da la gana ─ explicó Marcela. ─ Pero fuera de eso por lo general nuestra
rutina laboral es como en todas las otras plantas de Enap.
─ Se
nota que la cabrea mucho dicha mujer ─ comentó Román al percatarse del tono pesado
con la que habló la enapina.
─ En
honor a la verdad antes me importaba un rábano lo que hiciera o no, todos
habíamos sido advertidos antes de venir a trabajar a este campamento y hacíamos
la vista gorda a sus arrebatos para no calentarnos la sangre con ella─ confidenció Marcela en un momento de
vulnerabilidad.
─ Pero
ahora ─ instigó Román que deseaba saber que se
cocinaba en estas tierras alejadas de la mano de Dios.
─ Todo
cambio ─ respondió Marcela frunciendo el ceño antes de
proseguir con sus descargos. ─ Desde su llegada y aprendimos de ella que no
todo en la vida puede ser ceder a ciegas sin importar nuestras vidas,
necesidades. Que no somos títeres de esa mujer infernal. Que podemos aprender a
llegar acuerdos si decidimos hacernos valer.
─ ¿Tanto
les pudo afectar esta nueva persona? ─ Cuestionó Román admirado que una simple
persona tuviese tanta influencia en otros empleados que llevaban años bajo la
gobernación de los más poderosos de la empresa como las estancias. ─ Qué pueda hacerles cambiar años de costumbres
arraigadas y dígame una cosa ¿todos piensan igual?
Lo referido por el hombre hizo clic en la mente de la
inspectora que se percató que había algo más en el chofer. Su curiosidad iba
más allá.
─ Si mal
no recuerdo, tú nunca has trabajado haciendo esta ruta ─ refirió Marcela con los ojos entrecerrados
sopesando unas cuantas cosas. ─
¿Para
quién trabajas Román?
─ Para
Enap, por supuesto ─ contestó
de inmediato el hombre. ─ ¿Acaso
no llevo el uniforme de la empresa? De lo contrario no podría siquiera estar
aquí con usted.
─ No me
mal intérpretes, Román ─ Corrigió de inmediato la inspectora. ─ Lógicamente eres parte del personal de Enap,
pero no me vengas que no fuiste puesto como chofer justo conmigo hoy. Vuelvo a
preguntar y lo haré mejor ¿Quién te puso aquí?
─ Señorita
Paredes ─ iba aclarar él cuando fue interrumpido por
esta misma que se acercó mucho al chofer que casi le respiraba en la nuca.
─ ¡Ahórrate
darte vueltas por las ramas! Y dime ¿Quién fue? ─ exigió Marcela con una vena asomando en su
cuello.
─ Don
Carlos ─ respondió Román
─ Porque
no me extraña ─ admitió
Paredes─ siempre está actuando detrás de escena.
¿Desde cuándo espías a tus compañeros o es solo a mí?
─ Como
ya tiene una idea de cómo va esto, la pondré en antecedentes en que no soy un
simple chofer ─ repuso
Román─ Estoy aquí por órdenes de Santiago y hacer un
sumario interno no sólo es usted señorita Paredes, sino también Miranda y
Rangel.
─ ¿Cuáles
son las causas de este sumario? ─ preguntó Marcela que estaba atando cabos y
sopesando que si les hacían una auditoria, la cosa era muy seria.
─ Digamos
que eso es secreto, pero simplifiquémoslo de la siguiente manera. Conductas inadecuadas
laboralmente hablando y que pueden poner en riesgos a los demás miembros del
personal ─ aclaró
Román.
─ ¿Estás
de broma verdad? ─ cuestionó
Marcela que no le pareció justo lo que esto implicaba. ─ llevó más años en esta empresa de lo que te
puedes imaginar y jamás he puesto en riesgo la vida de ninguno de mis
compañeros y mucho menos que afecte a la empresa en su rendimiento o producción.
─ Hay
antecedentes en que atento usted contra la vida de una persona inocente al
invadir propiedad ajena y en horarios fuera del trabajo─ puso en conocimientos el hombre.
─ ¡Ya! Y
dime ¿qué sucedió contra el intento de homicidio al intentar volcar el auto de
Bianca Rangel o el disparo qué se me dio y qué me está dejando secuelas en mi
audición y el irrumpir en las dependencias de una casa enapina y destruir dicha
propiedad junto con un tiro que se le dio al encargado de asuntos
ganaderos ─ enumeró
Marcela . ─ ¿sabías
eso señor Román? O me dirás que te enviaron a limpiar el buen nombre de Ariza
Pedrales, quién gestó esta cacería de brujas.
─ Es por
lo que estoy aquí ─ contestó
el hombre. ─ soy
funcionario auditor de la empresa a cargo de resolver ciertas anomalías y cómo
veo que es muy astuta para sus deducciones, la puse en conocimiento de lo que
se hará en Gregorio.
─ Ahora
entiendo porque venías refunfuñando todo el trayecto ─ observó la inspectora. ─ Solo un afuerino no tiene idea de cómo
manejarse con el viento y demora lo que tú haces al conducir viendo un GPS.
─ Es muy
observadora señorita Paredes ─ Señaló
Román. ─ Pensé que no llamaba la atención al usar la
aplicación de caminos.
─ No por
nada soy jefa de inspectores. La observación es lo mío señor investigador ─ indicó Marcela que se reclinó nuevamente en
su asiento y con menos deseos de hablar con el hombre.
─ ¿Le
desagrado aún más por ser auditor? ─ preguntó el hombre ya entrando en camino
hacia Gregorio.
─ No se
trata de que me agrade o no y lo que deba hacer la empresa para aclarar las
irregularidades que puedan ocurrir para evitar desgracias ─ explicó Paredes. ─ lo que me fastidia es que le crean a todo el
mundo menos a su personal, que se hagan oídos sordos a nuestros reclamos y se
mezclen como uno más de nosotros para señalar nuestros errores con P mayúscula.
Usted, Román, no es infalible.
─ Explíquese
─ señaló éste.
─ Puede
usar el uniforme y verse como nosotros pero jamás será uno de los nuestros ─ mencionó Marcela con desprecio en su voz. ─ Usted sentado desde su escritorio nunca podrá
saber lo que es un enapino, lo que debemos lidiar cada día, con los abusivos
estancieros, el clima, el cansancio y el terreno y la falta de empatía desde la
mesa central cuando aquí se parte el lomo contra el viento y la nieve para
extraer el gas y el petróleo que ustedes disfrutan sin más. Aquí señor
investigador, aprendemos lo que es ser familia, nos protegemos y cuidamos. Nos
levantamos en cada caída y siempre hay un trato cordial entre todos, cosa que
usted desconoce por completo porque solo un extraño nos trata como lo hizo
conmigo.
─ ¡Ya
veo! ─ dijo Román─ Tendré presente su observación, pero déjeme aclararle
algo antes de que lleguemos.
─ Usted dirá
─ habló Marcela.
─ No soy
su enemigo como tampoco de sus compañeros solo vengo averiguar que está
sucediendo en este lugar ─ Aclaró
Román. ─ No tengo intenciones de perjudicar a ningún
trabajador si no constatar la realidad tal cual es y tampoco me creo todo lo
que se dice en Santiago, yo soy de constatar en terreno de lo que muchos políticos
y administrativos desconocen del
funcionamiento de sus empresas estatales. Nunca pretendo ser parcial en mis
juicios y si fui directo en hacer preguntas es porque necesito oír su versión
de los hechos como de los demás involucrados y verificar lo que se me fue
pedido.
─ Haga
su trabajo ─ señaló
la inspectora que ya veía las luces del campamento. ─ Solo espero que no se deje influir por los
encantos y poder de Ariza Pedrales como el resto lo ha hecho.
─ Descuide
lo tendré presente. ─ respondió
éste.
─ ¡Al
fin llegamos! ─ agregó
Marcela más que feliz de zafarse de ese hombre y se bajó más que rauda del
vehículo con rumbo a la casa de mujeres. ─ Nos vemos mañana para su investigación.
─ Trate
de descansar ─ sugirió
Román que también bajo del coche y cerró éste. ─ Los malos ratos se pasan cuando nos olvidamos
de ellos.
─ No me
diga ─ desafió Marcela que se giró a verle y un tono
de burla, añadió. ─ Entonces
cuando desaparezca Ariza Pedrales de nuestras vidas podremos volver a la
normalidad y trabajar con gusto, si no pregúntele a cualquiera de los enapino y
le dirá cuál es su problema. Con su permiso me retiro.
─ Adelante
─ dijo éste por cortesía porque se percató que
a la rubia inspectora le apestaba la existencia de la estanciera hasta decir
basta─ Se nota que no es sólo un tema laboral. Aquí
es muy personal. Ya veremos de qué trata todo esto.
El auditor de Enap no estaba nada equivocado en su primera
apreciación y es que algunas cosas son muy difícil de separar.
En todo el lugar la que fuese una llovizna con la que
tuvieron que viajar ahora se volvía un aguacero de padre y señor mío.
Eran recién las ocho de la tarde en el reloj de la pared
del estudio.
─ No podremos
salir con este aguacero ─ indicó
la morena que veía tras la ventana. ─ Será mejor que lo posterguemos para mañana.
Es exponernos a una desgracia.
─ Entiendo
que no desees que permanezca allá pero llevó tres días aquí y todo lo mío está
allá ─ demandó la joven Rangel. ─ Si no fuera porque mi jeep está hecho un
desastre ya lo hubiera ido a buscar.
─ Eso ha
sido descuido tuyo, Romí ─ Amonestó
Ariza que se volvió hacia su pareja y la abrazó como si nada con la certeza de
que no sería rechazada. ─ Dale
unos días al mecánico para que le puedan llegar los repuestos que solicitó y
podrás tener tu vehículo funcionando otra vez. No vuelvas arriesgarte de ese
modo otra vez ¡Lo prometes?
─ Tendré
más cuidado Ariza ─ aceptó
Bianca que le agradó ese abrazo pues encontró consuelo en sus brazos sin peleas
entre ellas.
─ No
puedo soportar que algo malo te pase ─ susurró Ariza con un dejo de dolor en su voz. ─ Eres todo para mí.
─ Ariza ─ murmuró bajito Bianca que se estremeció al
escucharla.
Jamás dejaría de impactarla las diferentes facetas que
mostraba con ella y aunque algunas las detestaba y no compartía su proceder.
Sin embargo, era su forma de ser, le gustase o no los demás.
Ariza Pedrales es y será una mujer intratable y ella,
Bianca Rangel, una contradicción hecha mujer.
Los caminos de la vida son insoldables hasta para los más
expertos y un enigma para aquellos que se aferran con poder controlarlos.
Una actualización acompañada de la cortesía de “tatoo”
Loreen.
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