Aras del pasado, capítulo 58
Cada gota resbalaba sobre su piel como mitigando el calor
que aún la consumía por dentro después de 3 horas extensas de ser sometida a
continuos tratamientos de placer. Fue arcilla en manos de su hambrienta y
seductora prometida que se valió de todo para someterla y tenerla enfocada solo
en ella y bajo su cuerpo. Se puede decir que más fue un participante más pasivo
que protagonista y siendo honesta consigo misma, no le molestó en lo absoluto.
Fue placentero sentirse avasallada y compensada en el amor y la pasión por la
misma mujer que le fue negada hace tanto tiempo y ahora cobraba con creces a la
vida por tal privación.
« Es reconfortante poder disfrutar de ella y lo más placentero es tenerla nuevamente conmigo » reflexionaba la trigueña bajo el torrente de agua de la ducha.
Echó hacia atrás su cabeza para recibir en su rostro todo
el líquido de la regadera y dejarse llevar por ese placer que nos da el
sabernos realmente satisfechos con nosotros mismos y con la vida, con todo
cuanto precisamos. Además de ser una terapia de relajación increíble y
energética. El agua realmente revitaliza toda nuestra aura y ser.
─ Princesa ─
llamaron desde la habitación. ─ no
demores mucho ya que debemos estar a tiempo en casa antes de que llegue mamá y los demás.
─ Voy cariño ─
respondió la trigueña asumiendo que lo bueno debía acabar.
─ Es extraño que ella no haya querido acompañarme en la ducha ─ se
dijo para sí. ─ de
seguro debe tramar algo o tal vez, realmente le teme a tío Pietro.
Quedo un tanto pensativa al respecto y tras meditarlo…
─ Debe ser tío Pietro ─
Asumió Raniel sacudiendo su
cabeza. ─ No
hay otra explicación posible.
Terminó de bañarse, secó su cuerpo y se fue al dormitorio
donde encontró a su prometida casi vestida por completo.
─ ¡Tenemos
prisa por volver! ─ se burló Raniel al verla terminar de
maquillarse.
─ Me gustaría quitarte esa sonrisa burlona amor de tu
rostro y colocarte sobre esa cama y que no te levantes en una semana ─
defendió Anabelle dando el último retoque de sombra
sobre sus ojos sin dejar de verle en el espejo. ─
Pero me comprometí con
mamá de que estaríamos a tiempo sin colocarnos en una situación embarazosa y
justificarnos frente al padre de Sara. Y no pienso faltar a mi palabra y
exponernos a un sermón innecesario.
─ Protocolarmente muy inglés ─
acusó divertida Raniel mientras
se quitaba la toalla y buscaba entre sus prendas de vestir de repuestos que habían traído consigo. ─
Nunca decepcionan.
─ Princesa estás siendo muy traviesa en tu
comentario ─ protestó Anabelle y guardando su sed de maquillaje en
su bolso, se acercó a su novia y…─
Tengo miles de maneras de castigarte cuando estemos en nuestra alcoba, pero no
sigas acumulando tanto en tu contra o no podrás salir de nuestro departamento en mucho
tiempo.
Con alevosía tirón de un pezón de la joven mientras
mordía su oreja con la misma intensidad. Consiguiendo una reacción inmediata en
un gemido ronco y profundo.
─ ¡Pórtate bien! ─
demandó traviesa Anabelle apartándose de inmediato antes de
que su novia pudiese cobrar revancha.
─ No es justo ─
protestó Raniel que no tuvo
suficiente con ese tiempo a solas e íntimo.
─
Tendremos que partir pronto y será un
viaje largo.
─ Lo sé mi
amor, pero pronto estaremos en casa y nada podrá apartarte de mis brazos. ─ señaló Anabelle depositando un
breve beso sobre sus labios. ─ Debemos ser un poco
más paciente hasta el día que te despose y sea completamente tu legítima esposa
y dueña.
─ ¡Um! Eso me sonó muy territorial casi posesivo ─
burló Raniel guiñando un ojo pícaramente.
─ Los Calguiere somos una familia muy
protectora de lo que es suyo y sí somos territoriales ─
enfatizó Anabelle con una mirada muy
penetrante. ─ Además,
te recuerdo que yo no volveré a
cometer los mismos errores de nuestro pasado y no te dejaré fuera de mi vista
nuevamente.
Eso gatilló en Raniel un dejavu que sintió hace un tiempo
antes de partir de Inglaterra en el pasado y sin poder evitarlo, su mirada se
oscureció bastantísimo casi en un verde petroleó que claramente dejaba entrever
emociones fuertes arremolinándose en su retina.
─ ¿Estás segura? ─ fue
la pregunta directa de Raniel.
Anabelle se despegó un poco de la joven y examinar el
rostro de su amada. Al igual que en su vida pasada, reconoció esa resplandor,
esa altivez y fiereza. Rasgos característicos de su amor, Rowine Mcraune.
─ Muy segura mi querida Raniel ─
defendió su postura Anabelle
acariciando nuevamente su mejilla con el pulgar. ─
Aunque debería
decir…Rowine.
─ ¿Has
podido percibirme? ─ preguntó Raniel perpleja por que
mantenía sutiles los cambios.
─ Digamos que desde hace poco he podido
reconocer algunas señales de la presencia de Rowine ─
aclaró la Duquesa meditando en los
hechos en sí. ─ Si
fuésemos personas comunes,
enloqueceríamos
con eso de la reencarnación.
No obstante, no es nuestro caso. Ambas tenemos conciencia de esa vida anterior
y de cómo fuimos con todos sus rasgos. Por eso, no me es complicado reconocerte.
Aún permanecen en ti, atributos propios como la intensidad de mirada, tu forma
de tomar el arco y la puntería certera, la postura al cabalgar, la pasión con
que defiendes lo que amas y sobre todo, uno de los rasgos más distintivos que
es odiar la mentira por sobre todo. Junto con una habilidad asombrosa de pintar
que mantienes contigo firmemente.
─ Me halaga escucharte decirlo, preciosa ─
alabó Raniel muy complacida. ─ Es
bueno conocernos tan íntimamente
y personalmente. Y solo dos personas que se aman pueden hacerlo posible.
─ Sin duda, princesa ─
coincidió Anabelle robando un beso de
paso. ─ Y
para no desviarnos de lo importante aquí. No quiero que pienses que no seré
capaz de defender nuestro amor en esta vida, no importa que si esa mujer volvió
igual que nosotras. Tal vez pueda ser más peligrosa de lo que Vivian Bringston
fue en el pasado, pero no estoy dispuesta a dejar que salga con la suya una vez
más, sea quien sea en esta vida.
─ Anabelle, debes tener presente por lo
que ha dicho Anette que ella ya ha estado cerca de ti ─
refirió Raniel sopesando ese punto.
─ Y
eso me indica que no la reconociste en su momento.
─ Tú lo
has dicho cariño ─
acotó la Duquesa. ─ En
ese tiempo no lo hice porque no había despertado a mis recuerdos y tal vez, la
reencarnación de Vivian no se asemeje mucho en esta vida. Lo mismo me sucedió
contigo en un principio. Tenía una sensación muy tirante que me llevaba a ti
una y otra vez, pero no lo atribuí hasta que desperté mi conciencia. Sin
embargo, yo me enamoré de ti mucho antes de eso, siendo tú Raniel Larson y no
Rowine Mcraune.
─ Tienes un buen punto ahí, amor ─
aceptó Raniel al recordar su
primer encuentro ya que ella pasó por
algo similar. ─ Nuestros recuerdos fueron despertando
en forma gradual una vez que nos enamoramos siendo quien somos en el presente.
Quizás no tenemos forma de anticipar quién es la mujer que viene reencarnada de
Vivian, pero necesitaremos todo el apoyo de Anette para descubrirla.
─ Hablaremos con mamá una vez que lleguemos a
Londres y podamos estar preparadas ─
convino Anabelle. ─ De seguro ella se presentará
muy pronto en nuestras vidas y querrá apartarnos nuevamente.
─ ¿La
dejarás hacerlo? ─
Inquirió Raniel viendo a su
prometida expectantemente.
─
Sobre mi cadáver─ fue
la respuesta aplastante de Anabelle. ─ ¿Y tú amor?
─ La mataré con mis propias manos antes
de permitírselo nuevamente ─ siseó Raniel peligrosamente. ─ No
desperdiciare la oportunidad que la vida nos ha obsequiado como dejar que otros
nos arrebaten la felicidad que merecemos.
─ Lo
sé princesa. ─
respaldo la Duquesa tomando en sus brazos a su pareja. ─
Tampoco permitiré que otros se salgan con la suya. Juntas defenderemos este
amor contra viento y marea.
─ Te
amo tanto Anabelle Calguiere ─ dijo emocionada
Raniel depositando besos en la mandíbula
de su prometida, su Duquesa y compañera.
─ No
dejaré que te alejes de mí nunca más.
─ Te
amo igual de mal princesa. ─ susurró con dulzura ésta dejándose querer ante las
caricias. ─ No te quitaré los ojos de encima como lo
hice en el pasado. Seré tu
sombra a cada momento, tan pegada a ti que seremos como siamesas. Así de mal te
quiero en mi vida y así de obsesiva. Aunque sea mal visto a los ojos de los
demás, no escatimaré esfuerzos por estar siempre en tu compañía.
─
Estoy encantada de saberlo y veré que
lo cumplas a cabalidad mi querida Duquesa de Calguiere ─
aceptó Raniel orgullosa de lo fiel
y amorosa que es su mujer.
─ Ahora
mi dulzura, concentrémonos para llegar con las demás e ir a casa de tus padres.
─
demandó Anabelle separándose de su prometida.
─ ¡Um! ─
exclamó Raniel haciendo un puchero
de paso que le valió una mirada enternecida de su pareja.
─ ¡Sin reclamos amor! ─
indicó Anabelle y terminó de guardar todo en el bolso
de mano que traían
consigo.
─ De
acuerdo ─
respondió de mala gana Raniel, procediendo a vestirse, o
lo poco que le faltaba.
Al cabo de unos minutos,
ambas chicas ya estaban en el recibidor principal del hostal, en espera de las
otras dos mujeres.
─ ¿Han esperado mucho? ─
preguntó Francis al llegar al lugar
de la mano con su novia y entregando la llave de su habitación.
─ Un
poco más de lo presupuestado, pero dentro de lo esperado ─
mencionó Anabelle viendo el reloj de
pared y de pronto, su vista se fijó en
el cuello de su hermana. ─ Creo que tendrás que tapar esa pequeña marca de amor o el padre
de Sara tendrá
motivos para torturarte hasta lo indecible o bien no deja que te lleves a su
adorada hija.
─ ¡¿Qué?! ─
exclamó espantada Francis viendo su
reflejo en el espejo del mostrador. ─ ¡Rayos! Es muy notorio,
tesoro.
─ No
me culpes. ─ defendió Sara traviesamente. ─ Yo
solo cumplí con
tus deseos.
─ ¡Tesoro! ─
protestó indignada Francis. ─ Lo
haces sonar como si no hubieses disfrutado del encanto de tenerme en tus
brazos.
─ No
lo niego ─ respondió sin empachos Sara sorprendiendo a las otras
dos mujeres ya que no suele ser tan abierta a su privacidad. ─ ¿Qué? (Viendo a Raniel) Ni una palabra monstruito, tienes una que
cubrir en tu cuello.
─ ¡Ups! ─
exclamó ésta viéndose la zona afectada y
volviéndose a ver a su pareja que
se encogió de
hombros inocentemente.
En eso…
─
Creo que esto les servirá ─ intervino su compañera de universidad y amiga,
pasándoles unos pañuelos regionales con alusión a parajes turísticos. ─ Será un bonito recuerdo después de todos para que no nos
olviden chicas.
─ ¡Oh! ─
exclamaron ambas hermanas Calguiere al observar las prendas.
─ No
lo haremos, Pau ─ respondió Sara tomando una de las
prendas. ─ Recuerda que tengo a toda mi familia
aquí y Magallanes es y será mi tierra amada donde
quiera que yo esté.
Jamás podré olvidarme de mis raíces y mi gente.
─ Lo
mismo digo ─ acotó Raniel tomando la segunda prenda
y sin dejar de ver a su prometida. ─ No
importa la distancia, Punta Arenas es y será mi
hogar. La tierra que me vio nacer y crecer para convertirme en lo que soy. Le
debo mucho a este lugar que me acogió
cuando más sola me encontré.
─
Rani…Hablas como si hubieses
vivido otra vida. ─ señaló perpleja Paula. ─ Que
yo sepa nunca has estado sola. Siempre has estado rodeada de tu familia. ¿Estás bien amiga?
Aquello hizo tomar
conciencia a la joven Larson que repasó con la mirada los rostros de las otras
tres mujeres junto a ellas y vio su preocupación en sus semblantes.
─ ¡Discúlpame! Me perdí al recordar las vivencias
de mi Tátara abuela y su soledad ─dijo
Raniel a modo de disculpa. ─ Solo me vino a la
cabeza. Lo siento.
─ ¡Oh eso! Tranquila por un
momento me preocupaste ─ señaló Pau e intentando recordar
algo. ─ Y
ahora que recuerdo vi hace tiempo el mausoleo de tu familia y vi un nombre de
una mujer ahí…Se llamaba…Ro…Romi…Ro…era extranjero me parece.
─ ¿Rowine? ─
preguntó Raniel a sabiendas.
─ Ese
mismo ─
repuso Pau moviendo su cabeza en respuesta de igual modo.
─
Rowine Mcraune es mi…─
aclaró Raniel pensando antes de
afirmar algo que no debía. ─ Mi
tátara…abuela.
─
Ella era una ciudadana inglesa ─ intervino Sara que
vio lo incómoda que se sintió su amiga de infancia. ─ Que
llegó desde Italia sin su
familia, dejando escrito muchos de sus recuerdos más preciados en cartas que
hace poco Rani leyó.
Por eso de sus palabras al decir que le debe mucho a esta tierra. Se convirtió en su hogar y aquí formó su
familia y toda su descendencia.
─ ¡Me imagino! Toda las
personas que llegan acá
terminan enamorándose
de esta tierra austral ─ repuso con orgullo magallánico la joven Pau. ─
Espero sinceramente volver a verlas antes de que tenga que partir. Aunque sea
conviertan en turistas. ¡Ustedes saben negocios!
─
Jajaja ─ río de buena gana Sara al escuchar
a su antigua compañera. ─ ¡Eres toda una magallánica de tomo y lomo! Y te
aseguro que vendremos de visita. Al menos yo lo haré o papá me matara.
─ Te
creo ─
respondió Pau. ─ ¿No sé cómo te deja irte tan lejos?
─ Por
amor ─
respondió Sara viendo a su novia. ─ Es
la única manera de que papá me deje partir.
─ Lo
sé ─
dijo Pau y viendo a Raniel. ─ Creo que también te veré en un futuro. Pero ahora,
te sugiero que te coloques ese pañuelo y no tengas que dar explicaciones
embarazosas.
─ ¡Oh sí! ─ señaló Raniel acomodando la
prenda.
─ ¡Permíteme princesa! ─
intervino Anabelle que le arrebató el
pañuelo y lo acomodó apropiadamente en su
prometida. ─ ¡Ahí
está perfecto!
─
Gracias, cariño ─
dijo Raniel y viendo a su compañera
de universidad. ─ Bueno Pau, creo que es hora
de despedirnos y agradecerte por todo. Prometo que volveré y nos reuniremos para
celebrar viejos tiempos. ¡Eso
sí! Quiero un video de tu
titulación y nosotras con Sara haremos lo mismo.
─
Cuenten con ello ─ respondió la joven. ─ les
pediré a los demás que hagamos uno grupal
para ustedes o tal vez, les llamemos en directo por zoom ¿Le parece?
─ Por
supuesto ─ respondió Sara. ─ Será emocionante verlos en vivo.
─
Haremos lo mismo desde Londres ─ expuso Raniel y
abrazando a su compañero.
─
Gracias nuevamente Pau y cuídate
mucho.
─
Ustedes también ─
dijo ésta que se emocionó un poco al saber que no las
volvería a ver en mucho tiempo y
unas lágrimas escaparon de sus
ojos. ─ Cuídense chicas, por favor.
─ Lo
haremos ─
respondieron al unísono
Raniel y Sara.
─ ¡Adiós! ─ Se
despidió Paula y les acompañó a las afueras del
hostal.
Hubo un par de abrazos ahora
de parte de las rubias Calguiere y se comprometieron en traer a las chicas de
regreso para compartir con sus amistades y familia. Aunque la Duquesa sabía que
la familia de su prometida en un tiempo más, emigrarían a tierras Británicas
por petición de Joseph Mcraune. Pero eso no impediría que volviesen a visitar
la austral morada que albergó a su amor en el pasado y hoy.
«Volveré a este lugar con
ella y nuestros hijos. Es una promesa» se dijo mentalmente la Duquesa de
Calguiere.
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