mujer y ave

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viernes, 5 de abril de 2024

Una verdad del pasado

 

Capítulo 24, atada por un testamento.

—Amor — murmuró quedamente sopesando cada letra de esa palabra.

Mientras que a la distancia era observada por no solo funcionarios de carabineros a la espera de que las cosas se mantuvieran relativamente en orden y a la par que unos ojos verdes contemplaban aquel acercamiento con demasiada incomodidad.

No deseaba reconocerlo, pero tenía temor porque sabía que no estaba en sus manos como tampoco tenía injerencia en lo que pueda decir aquella mujer que estaba a varios metros de ella y lo significaba todo para su corazón.

«No le des chance para que puedan robarme tu corazón» gritaba tanto en sus pensamientos como su propio corazón.

Mientras…

Esos ojos celestes no dejaban de contemplar a la persona que tenía enfrente suyo. Parecía inverosímil hacer coincidir aquella rubia que hablaba de amor con la misma que encontró infraganti en su propio lecho con nada menos que la mujer que amaba, su novia, su compañera, su amante.

¿Qué clase de amor puede ser este? Simplemente no encajaban, no había caso que le buscará la quinta pata al gato para tratar de hacer coincidir dos piezas en un mismo lugar.

Y no es que estuviera haciéndolo a propósito y bajarle el perfil a su ya acrecentado enojo hacia la persona que dice amarla. Simplemente por primera vez en su vida Karina Sotomayor, se tomó la molestia de ser imparcial con algo o alguien. O también puede que ayudase que lo acaecido con su salud hicieran que no estuviese explotando como era su costumbre ¿milagro? No sé sabe, pero ciertamente hubo un antes y un después para esta joven mujer.

Solo por un leve segundo cerró sus ojos y los volvió abrir para recordar las palabras de su madre…

«Habrá cosas que tendrás que enfrentar por mucho que te duelan y en un futuro estarás cara a cara con tu pasado. Ese que has esquivado por no dejarles ver cuánto ha dolido su traición» Fueron las últimas que dijese Angela Mondriatti antes de fallecer.

Un clic y los volvió a cerrar para dejar ir ese doloroso recuerdo de cómo su madre le instó a no guardar más dolor en su corazón y ser valiente para poder luchar, enfrentarlo y cerrar una etapa que no podía seguir suspendida en el tiempo porque era una verdadera bomba de tiempo para un corazón frágil y sangrante. Era hora de aceptar y vivir ese luto que se encapsuló en un baúl sellado en lo más profundo de una mazmorra interior.

Una respiración, una exhalación…y muy despacio sus parpados se fueron abriendo hasta dejar ver aquellos ojos grises convulsionados en una vorágine de emociones que iban desde la incredulidad, ira, decepción y escepticismo. Una mezcla no muy recomendable para quién la tiene que recibir y que, sin embargo, era necesaria para hacer su propia redención de aquel suceso.

—Amor — volvió a murmurar la joven clavando sus ojos en aquellos azules de su contraparte.

Un nudo se formó en la garganta de esa misma joven porque su nivel de ansiedad se disparaba con cada segundo de demora y que, además, estaba más que consciente de que la mujer que tenía enfrente era sumamente compleja y conocía de sobra su carácter.

Por algo no se le permitió ningún tipo de explicación en aquel entonces que pudiese de alguna manera justificar sus acciones. Aunque nada podría hacerlo jamás.

Lo sabía y había cargado con esa culpa por años. Fue una bajeza muy grande, pero la única alternativa que tenía para desenmascarar a Melissa y de sus muchas correrías. Jugó el papel más horrible de todos y pagó caro por ello. Perdió el contacto, el respeto y la confianza de la única mujer que era sagrada para ella.

Si bien tuvo la oportunidad de enmendar en algo lo sucedido en aquella llamada telefónica, no era lo mismo que personalmente.

Ahora era su primera vez después de tantos años y en honor a la verdad, la superba mucho porque temía la reacción de Karina.

—Majo — habló Karina.

—Dime — respondió ésta tragando con dificultad por los nervios.

—¿cómo puedes llamar amor a lo que dices sentir? — cuestionó Karina. — Si bien hablamos de los motivos que tuviste para hacer lo que hiciste y en esa ocasión te dije que nada justificaba una traición como la tuya y que te daría una oportunidad para que hablásemos. Hoy me resulta terriblemente doloroso estar frente a ti sin poder devolver en algo todo el dolor que ustedes dos me provocaron.

—Karina — balbuceó Majo.

—No me interrumpas — objetó la joven. — ¿has pedido hablar conmigo no es así?

—Si— contestó Majo con la ansiedad por las nubes.

—Entonces me escucharás todo cuanto tengo que decirte — espetó Karina escudriñando su rostro profusamente. — y no vayas a preocuparte por mi salud o mi corazón. Que sé muy bien fuiste tú quién le dijo a Akiane sobre el padecimiento que sufrimos las Mondriatti. Es algo que no voy a agradecer porque una vez más traicionaste mi confianza al divulgar algo que es mío y no del conocimiento público.

—Pero Karina — rebatió Majo que se acercó a la joven y le tomó del brazo. — Eso no puedes reprocharlo, es tu salud, tu vida y me importa muchísimo.

—¡Mientes! — bramó Karina que se safo de su toque. — y si tanto te importo ¿cómo mierda me haces una cosa como la que tú me hiciste? —Ya te expliqué Karina — respondió Majo que no pudo evitar que las lágrimas comenzaran a inundar su rostro. — No hay día en que no me reproche mi error y el dolor que te causé. Sé que para ti no hay nada que pueda justificar mis acciones y tendré que vivir con eso. Pero también quiero dejar de lado el pasado y demostrar que no soy la misma mujer que te hirió y aunque tú no me creas, estoy aquí para pedir una oportunidad.

—¿Oportunidad? — inquirió Karina.

—Sí — respondió vehemente Majo.

—¿En base a qué? — cuestionó Karina. — ¿A valerte de personas para llegar hasta mí? O mejor dicho ¿acostarte con Akiane para separarla de mí?

—¡Por Dios Karina! — reprochó dolida Majo con más dolor del que cría poder sentir que en el pasado. — Lo hice una sola vez y no volvería hacerte una cosa así nuevamente. También en una bajeza condenarme a que siempre haré lo mismo.

—Cuando uno comete una fechoría se vuelve costumbre — condenó Karina. — ¿no te parece?

—¡Me lo merezco! Por todo el daño que te hice y que aun cargas en tu corazón. — Admitió Majo que le costaba hablar desde su propio dolor. — y es muy doloroso para mí ver que la mujer que amo me tiene un resentimiento tan atroz y que a lo mejor nunca puedas perdonarme.

—No es que te odie Majo — replicó Karina acercándose ella ahora y alzó su rostro entre sus manos, agregó. — Es dolor y desconfianza todo lo que me provocan tus acciones. Verte con Melissa fue el golpe más duro de toda mi vida y me guardé todo en lo más profundo de mi ser. Me negué a derramar una sola lágrima por causa de ustedes. No me permití vivir el proceso de mi duelo para que nadie viera jamás que hicieron trizas mi corazón.

¿Sabes lo que se siente acaso? Vaciarte de emociones, de sentimentalismo, de esperanza de amar. Me lo quitaron todo Majo, las dos y lo peor de todo ¿sabes qué es? Que también soy culpable de permitirles llegar a ese estado.

Vulneraron mi vida porque no tenían derecho a jugar con mi corazón porque ni siquiera saben cuánto me costó enamorarme de una mujer con todos mis miedos y demonios.

¿Creías acaso que me llovía el romance en mi adolescencia? Sabes mejor que nadie que vengo de una familia terriblemente tradicional y que los prejuicios sociales son una carga terrible de llevar. Mis padres no me recibieron con los brazos abierto cuando les hablé de orientación.

Callé todo cuanto se me dijo, visité a especialista tras especialista para pudieran entender que no era una enfermedad y que no me iba a convertir en una libertina por escoger a una mujer a quién amar.

¿Todo para qué? Para nada, para que fuesen testigos de como en mi propia cara se burlaron de mis sentimientos y que no se podía tomar en serio las relaciones de personas de un mismo sexo. Solo eran una aventura de un rato nada más que no valían la pena tomarlas enserio.

¿Qué crees que dirían ellos al saber que me amas? Es algo que tú ni yo podremos saber al final de cuentas por que no están.

Y sin embargo, ahora no se tratan de lo que ellos piensen, sino que se trata de mi y todo cuanto veo de ti me hace cuestionar tus acciones.

Regresó a casa para despedirme de Adriana y me encuentro con toda una telaraña que montó para retenerme bajo los pretextos más absurdos que puedan existir y entre toda esta farsa que montaron te halló a ti, precisamente en una posición nada mas comprometedora con Akiane ¿y qué crees que pensé? La historia se repitió otra vez.

¿no te parece que tengo motivos para desconfiar de tus acciones? Nuevamente me enfrentó contigo en un escenario que hizo salir toda la mierda que guardé por tanto tiempo.

¿Cómo quieres que sienta que tu amor es real? Tú la mujer que me llevó a conocer el mismo infierno y que nuevamente se cruza en mi camino. ¿Qué te hice Majo para que te ensañes así conmigo?

Dime ¿Qué clase de amor es? Porque te juro que no puedo entenderlo y no soy ninguna tarada como para no darme cuenta de las cosas y es que simplemente no concibo a la misma mujer que dice amarme — se descargó Karina que a esas alturas también tenía nublados sus ojos con lágrimas.

—¡Lo siento tanto Karina! — se disculpó Majo tocando el rostro de la otra mujer. — ¡Perdóname por todo el sufrimiento que te causé! Yo me equivoqué con lo de Melissa y por eso te ruego que me permitas enmendar ese daño en la forma que tú digas porque reconozco que no tenía ningún derecho de hacer lo que hice y demostrarte que no soy más esa mujer. Por eso necesito que me creas cuando te digo que entre Akiane y yo no hay absolutamente nada. Si soy honesta contigo, esa mujer te ama tanto como yo y a diferencia de mí, jamás osaría hacerte una cosa como la que te hice.

Aquellas palabras calaron hondo en el corazón dolido de la joven Sotomayor al punto de hacerle dolor más que nunca porque no pudo evitar sentir que ambas cargaban con ese sentimiento en lo más profundo de su ser y que no había sido resuelto.

Su madre tuvo razón en sus palabras ¿acaso ella supo de los sentimientos de María José?

¡Dios! Ahora entendía que su familia podría haberlo sabido desde hace mucho y por eso el comportamiento de su madre y hermana que hablaban del perdón.

—¿Por qué? — murmuró entre lágrimas Karina que luchaba entender.

—Karina — susurró Majo y la envolvió entre sus brazos. — ¡Perdóname!

—¿Por qué callaste? — cuestionó Karina en su llanto.

—Tuve miedo — respondió igualmente entre llantos Majo.

—¿De mí? — preguntó Karina separando su rostro del pecho de la otra mujer.

—Sí — afirmó Majo viéndole a los ojos bañados por el dolor y el llanto. — temía que no fueses a creerme y que llegarás a odiarme.

—Terminaste lastimándome más que la propia Melissa porque de una forma u otra también te quería y eras importante para mí — confesó Karina.

—Karina — balbuceó con dolor y vergüenza la joven Rubilar.

—Ya no se puede hacer nada — admitió Karina tocando ella ahora la mejilla de la rubia. — Es pasado y no lo podemos cambiar.

—Es verdad, es nuestro pasado — asumió Majo que supo en ese instante que iba a necesitar mucho más que un perdón. — Creo que se necesita tiempo para que ambas sanemos ¿no es así?

—Sí — fue la escueta respuesta de Karina.

—Bueno es mucho más de lo que podría esperar — asumió Majo respirando pesadamente.

—¿Qué esperabas? — preguntó Karina. — Sé sincera conmigo.

—Nada en verdad — confesó Majo duramente y siendo fiel así misma por primera vez. — Solo quería saber que estabas bien por lo de tu corazón y no creía que pudiéramos hablar mucho en verdad.

—¿Y aun así me confesaste tu amor nuevamente? — inquirió Karina— Eres algo contradictoria Majo.

—Solo te vi y — intentó decir majo.

—¿Y qué? — instó Karina a que le respondiesen.

—Quería decir lo que gritaba mi corazón desde que era una niña — admitió finalmente Majo mordiéndose los labios con tristeza.

Tamaños ojos abrió Karina tras oírle decir aquella confesión y llevó su mano a la boca por la admisión de Majo.

—¡Por dios Majo! — exclamó con dolor Karina— ¿cuánto tiempo has callado?

—Te dije que tuve miedo — recalcó la joven Rubilar mordiéndose los labios de puro nervio.

—¿Desde cuándo? — demandó Karina que no iba a dejar las cosas sin resolver.

—Desde que tenía nueve años — confesó ella.

—¡Oh cielos! — murmuró Karina. — ¿tus padres lo sabían?

—Siempre lo han sabido desde esa misma edad — contestó Majo.

En eso se vino una pregunta a la cabeza de la joven Sotomayor.

—¿Mis padres lo sabían? — interrogó Karina con mucha necesidad de saber la verdad.

—Tía Angela se enteró cuando me escuchó hablando con una amiga en casa y me confrontó— reveló Majo. — Ella habló con mamá muchas horas, pero no dejo de hablarme e invitarme a tu casa para que siguiésemos compartiendo como siempre.

—¡Vaya! — exclamó sorprendida Karina que se hizo una idea de porque su madre terminó por aceptar la inclinación de su hija por así decirlo de algún modo. — Ahora entiendo todo.

—¿Qué cosa entiendes? — fue el turno de preguntar de Majo por que le causó extrañeza.

—Mi madre no tuvo problemas en que yo amasé a una mujer si no que vio con malos ojos a Melissa porque no eras tú de quién me enamoré si no de ella— respondió Karina pasmada de darse cuenta de los hechos algo muy tarde. — Ese era su enojo conmigo.

—Yo no sabía eso — defendió Majo porque pensó que la culparían de otra cosa que no provocó. Era mucha su carga mental.

Aquellos ojos celestes le quedaron viendo con un dejo de ternura inusual de su parte. Se notaba que le temía y estaba en guardia porque era tal el peso de sus acciones pasadas que realmente era una cruz que llevaba consigo.

—No te preocupes Majo — señaló Karina tocando su mejilla a modo de disculpa. — No te estoy culpando por algo de mi madre. Solo que hoy me doy cuenta de que en parte ella te aprobó como una posible pareja para mí.

—¿Pero no tú? — inquirió ella más un cuestionamiento para ella en voz alta.

—No mando o mejor dicho, no mandé en mi corazón en ese tiempo — explicó Karina. — me enamoré de Melissa simplemente y nunca te vi con otros ojos. Te quería mucho lo confieso.

—¿No como mujer? — ahora si preguntó de frente Majo.

—No — contestó sinceramente Karina. — Sí, te veía como alguien muy querido en ese tiempo.

—¿Y ahora? — insistió Majo.

—Es complicado — repuso Karina viéndola seriamente. — Hay mucho dolor entre las dos y pienso que solo el tiempo nos dará una respuesta de lo que sentimos verdaderamente.

—Gracias — dijo Majo.

—¿Por qué? — interrogó Karina viéndola confundida.

—Por tu sinceridad y porque me estás dando la oportunidad que pedí, al dejarme una puerta abierta para más adelante volver a conversar de esto — explicó Majo.

—No será fácil Majo — aclaró Karina viendo de reojo hacia un costado dónde se hallaba una persona que le observaba desde hace mucho. — Hay varias cosas que debo resolver antes y la primera es mi libertad.

—¿Habías dicho que estaba todo bien contigo? — indicó Majo. — que tenías una relación laboral con Akiane.

—Eso correcto en parte — afirmó Karina sin dejar de ver por su rabillo. — No deseo causarle daño alguno a Akiane con las autoridades por lo que voy a pedirte que no intervengan ni tú como tampoco la tía Eloísa. Es algo que voy a resolver por mí misma.

—¿Estás segura de esto? — preguntó Majo viendo el semblante de Rossemberg a la distancia. — ¿tu salud? Me mantendrás informada de cualquier cosa.

—Majo, no debería tener ninguna consideración contigo — replicó Karina.

—Lo sé — respondió ésta con pesar. — Me preocupas.

—También lo sé — adujo Karina. — Y te prometo que te mantendré informada y a tía Eloísa.

—Gracias — dijo Majo y sin dejar de ver hacia dónde se encontraba la albacea, agregó. — ella es muy afortunada.

—¿Por qué lo dices? — interrogó Karina a sabiendas de quién se refería.

—Por que te ama y aunque ha hecho todo un teatro con lo del testamento de Adriana, está luchando con todo porque tú la ames — aclaró Majo suspirando algo más tranquila o resignada.

—No voy a responder a eso — señaló Karina viéndola directo a los ojos. — porque también veo amor en tus ojos a pesar de todo lo que ha pasado y solo el tiempo dirá si volveré amar a otra mujer o no.

—¡Wow! — exclamó sorprendida Majo que no se lo esperaba. — Creo que ambas lo tendremos difícil.

—Así es — concluyó Karina. — Es hora de despedirnos Majo y sé que hay niños que cuentan contigo y esa esperanza que han depositado en tus manos. No quiero retenerte más.

—Gracias por escucharme — expresó María José que la abrazó y depositó un beso en su mejilla. — Espero volvernos a ver pronto.

—Lo haremos, lo prometo — concertó Karina y sin apartar sus ojos de los azules de la otra y de pronto depositó un beso en los labios de Majo, una pequeña caricia a…— Gracias por haberme amado en silencio.

—Karina…Yo — murmuró con un nudo en la garganta.

—No digas nada más — demandó ésta posando un dedo sobre los labios de la joven y verle con dolor en sus ojos. — no mando en mi corazón.

—Lo sé— asintió Majo con igual dolor. — Ahora lo sé.

—Ve a casa Majo — pidió Karina volteándose para ir con rumbo a hacia la casona.

Le tomó un segundo a María José en reaccionar y se apresuró en seguir a Karina hasta llegar a su lado y juntas llegar hasta dónde se hallaban los demás.

Y una vez que estuvieron enfrente de los demás, fue la propia Majo quién hablo.

—Estamos listos señores — señaló Majo con la voz un poco rasposa por la congoja que llevaba consigo.

—¿Segura señorita Rubilar? — cuestionó el oficial a cargo.

—Ya hemos terminado— respondió Majo sin dejar de ver a Karina. —Ella y yo hemos resueltos nuestras cosas ¿verdad Karina?

—Así es — respondió seria Karina que le molestaba esos oficiales a esas alturas del partido.

—Entonces nos retiramos — dijo el Sargento viendo a la joven Rossemberg. — Le haremos saber la resolución del juez a cargo.

—Estaré esperando por ello — contestó Akiane que no dejo de ver los ojos de ambas mujeres y ver cómo ojos celestes le rehuían.

—Hasta luego — fue lo último en decir del oficial al subir a su vehículo.

Por su parte María José, sacó las llaves de su propio choche y viendo hacia la albacea, dijo…

—Lamentó haber llegado a estas instancias Akiane — mencionó Majo y sin de verle, agregó. — era el único camino para saber de Karina y te pido disculpa por este inconveniente y las molestias que te acarrearon.

—Ok — fue todo lo que obtuvo de parte de Akiane que no estaba nada contenta pero no deseaba más enfrentamientos en ese momento.

—Me despido entonces — convino Majo y girándose hacia Karina. —¡Cuídate por favor!

—Lo haré — aceptó Karina dándole un abrazo. — ¡Hazlo tú también!

—Lo prometo — repuso Majo y dejo un beso en la mejilla de Karina— Te veré pronto amor.

Con eso dicho, se fue hasta su jeep y subió para salir del lugar sin dejar de ver a Karina mientras avanzaba y sus ojos se inundaron de lágrimas que no pudieron contenerse más.

Pronto el coche de Majo se perdió tras el camino y de la vista de los demás que permanecían en el lugar.

No había que ser adivino para saber que todo aquello dejo en los ánimos de varios sorpresa, tristeza y dolor en otro.

Fue solo un segundo que le tomó a Karina para tomar conciencia y salir de su aturdimiento y respirando pesadamente giró sobre sus talones para irse hacia otro lugar.

No dio más que unos cuantos paso cuando fue sujetada firmemente del brazo hasta hacerle voltear para quedar enfrente de…

—Tú y yo tenemos que hablar — demandó con frialdad Akiane.

—No ahora Akiane — contradijo Karina. — Necesito mi espacio, necesito estar sola.

Esto fue todo por que no le permitió replicar nada más y se encaminó con dirección lejos de casa dejando completamente en shock a la albacea.

«¿por qué Karina? Cuando abriste tu corazón a mi querer, ahora te alejas nuevamente ¿Qué has hecho Majo?» se lamentó con dolor Akiane.


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