Capíutlo 40, Destino implacable
—Tú y yo tenemos que hablar —
susurró una voz pegada en su nuca— Bianca.
De inmediato sus ojos grises se
cerraron al oír esa voz respirarle encima de sí y fue todo para ella.
Estaba claro que hay eventos que
muchas veces buscamos eludir porque no estamos preparados para hacerles frente
o no es el tiempo indicado para que ello ocurra. Otras tantas no tenemos cómo
zafarnos de situaciones desagradables con las cuáles no queremos lidiar de
ninguna manera y por ese motivo; las posponemos tanto que solo agudizan nuestro
sufrimiento al respecto.
Bianca no podría eludir por mucho más tiempo una respuesta que debía dar tal como lo prometió y lo más difícil era que no había una para ser honesta.
Una corriente comenzó a inundarla desde la misma planta de los
pies; subiendo lentamente por sus piernas estremeciendo cada nervio sensitivo
de su cerebro al paso de esta por la columna y erizando los vellos de sus
brazos. Era una sensación fría, incómoda y penetrante que desacomodaba todo
dentro de sí.
No era nada parecido con lo que
le ha tocado vivir y menos tenía relación a una dichosa tensión sexual presente
en algunos encuentros iniciales. Aquí no había nada de eso.
Es una sensación realmente
abrumadora que te fatiga tanto psicológicamente como físicamente. Te consume
más allá de lo impensable y se entreteje con cada fibra de tu ser trastornando
todo cuánto pensabas y habías establecido.
Esa desgastante carga que recae
en tus hombros y te hunde tan profundamente que sientes que estás pisando sobre
arenas movedizas de las cuáles no sabes cómo zafarte porque te sientes
realmente incapaz de poder conseguirlo.
Al fin de cuentas es una
alucinación nacida de tus más trabajado y ocultos temores que tan hábilmente
has ocultado pero que jamás se han ido. Por el contrario se han vueltos
fuertes, asfixiantes y devoradores de lo poco de paz que te va quedando.
Esa es la verdad que vive dentro
de aquella joven que de valiente ya no le queda mucho y todo por haberse
atrevido a desafiar a su propio destino y huir con tal de que la verdad no la
alcanzara jamás.
Es muy cierto que en esta vida
breve y efímera se pueden cambiar las cosas y dar vuelta a muchas situaciones
con las que se debe lidiar y para poder siquiera concretarlo hay primeramente
que darles la cara, estudiarlos a profundidad aunque se nos espante el alma en
el proceso. No conseguiremos nada con eludirlas y fantasear con que la suerte y
las circunstancias podrán hacer el trabajo por nosotros. Eso jamás ocurrirá.
O nos decimos las cosas como son
y por su nombre o viviremos permanentemente en un infierno mental que solo nos
acarreara sufrimiento y perder más de lo que podemos sospechar.
Es lo que se debe enfrentar, le
guste o no…
—Bianca — volvieron a llamarle
sin siquiera despegarse de su nuca.
Otro escalofrió y un profundo suspiro
salió de sus labios y muy despacio comenzó abrir sus ojos para quedar viendo el
horizonte por dónde solo una estela de nada quedó con la partida de la
estanciera.
—Ahora no Marcela — contestó
Bianca que no quiso verle de frente. — No estoy en condiciones de hablar.
— ¿Cuándo entonces? — cuestionó
la rubia sin dejarle que se apartará de ella. — Cuando otros nos impidan volver
a vernos ¿Eso quieres?
Sus ojos grises volvieron a
cerrarse por la impotencia y la culpa que la estaba consumiendo viva.
—Porque no tengo una respuesta
para ti en este momento— admitió finalmente la joven. — porque me lo he pasado
peleando una y otra vez con todos y con nadie a la vez. Que ni siquiera yo sé
lo que realmente quiero en este momento. Tengo todo revuelto en mi cabeza y soy
incapaz de concentrarme en algo concreto.
—Es comprensible después de lo
que has tenido que pasar — dijo Marcela que la apegó más a su cuerpo para
confortar un poco su alma por la necesidad de saberla suya por esa agónica
espera que enfrentaba. — Es duro de asumir, pero…
— ¿Pero qué? — instó Bianca sin
abrir sus ojos todavía.
—También lo es para mí — confesó
la inspectora restregando suavemente su nariz por los cabellos de la muchacha a
modo de caricia. — No puedes imaginar lo mucho que te he extrañado.
—Yo quisiera — repuso con
dificultad ella, le era duro hablar en ese instante. — No lastimarte…Marcela.
Un nudo se formó en la garganta
de la rubia inspectora tras oírle decir eso último. Tuvo que morderse los
labios para no ceder a esa sensación derrotista que la invadió de golpe y
porrazo. Sabía que podía enfrentar un escenario adverso, pero no lo quería
contemplar, no todavía, en honor a la verdad; no lo iba hacer.
Ella no era de andar por la vida
siendo una derrotista o con una nube negra de pesimismo o peor aún, no era para
nada de baja autoestima que digamos. Sabía que debía luchar más de la cuenta
para muchas cosas y esta era una por la cual no debía jamás bajar la guardia.
No lo consentiría.
—No voy a permitirlo tampoco —
advirtió Marcela y colocando ambas manos a los costados de la cadera de la
joven, agregó—aunque no estés lista aún para tomar una decisión, sé que no la
amas porque pude comprobarlo hoy y te advierto que me voy a jugar el todo por
el todo por conquistarte.
—Marce —Susurró Bianca abriendo
finalmente sus ojos y en su iris se veía una tenue luminosidad. — Tú no
entiendes que…
—No digas nada más — intervino la
rubia que ejercicio presión en sus caderas e hizo que la joven comenzara a
girarse hacia ella.
Fue tan despacio e intencionadamente
aquel movimiento por parte de la inspectora tomándose su tiempo para dejar que
sus palabras se asentaran en la mente como en corazón de la joven y que
hicieran su trabajo.
Ella sabía muy bien que en la
vida había que sembrar para luego cosechar, lo tenía muy claro porque esa era
su estrategia e intuía que le daría resultados al corto plazo.
Cuando logro conseguir tenerla
completamente frente a ella sus ojos verdes le trasmitieron lo que las palabras
no podían decir del todo. Exhibiendo al desnudo y en carne viva lo que sentía
dentro de sur y lo que solo ella provoca en su ser.
Una mirada que puede decir más
que mil palabras innecesarias, que se muestra sin tapujos y completamente en
libertad con una honestidad casi brutal.
Eso es lo que proyectó la rubia inspectora
a la joven Rangel haciendo que su labio inferior le temblase de los puros
nervios y le impidiese hablar porque simplemente quedo incapacitada para
hacerlo. Las palabras no saldrían de ella por eso y mucho más.
En verdad Bianca no comprendía en
qué realmente se había metido al dar alas a un corazón también hambriento de
amar y ser amado.
—No dejaré que te apartes de mi
vida — murmuró desafiante Marcela y sin previo aviso depositó un suave beso en
su mejilla a la altura de su oído para retirarse de inmediato.
No solo sus palabras sino que eso
último terminaron por rematar todo lo poco que quedaba de cordura de Bianca y
si no fuese porque escuchó pasos a un costado de ellas se hubieran desvanecido
por la presión que estaba sintiendo.
— ¿Cómo les fue? —fue la pregunta
al callo del mandamás del campamento.
—El hombrecito nos tendrá de la
pera un tiempo — respondió Marcela que se había apartado a tiempo de la joven
ya que lo había visto venir hacia ellas. — Realmente me descoloca ese hombre y
no sé a qué vino realmente porque se ha ensañado con nosotras y sospecho que a
Héctor tampoco le irá muy bien.
—Tendrán que ser paciente ustedes
dos porque hablé con Carlos y no puede hacer nada al respecto — explicó Alejandro.
—Esas son patrañas — acusó
Marcela viendo a su jefe. — Sabes muy bien Alejandro que ese hombrecito no da
punta sin hilo y la mejor prueba soy yo.
— ¿Por? — inquirió éste.
—Hizo que viniera con la excusa
de preparar a Ata para cuando viajase a Santiago pero no puedo hacer nada con
el dichoso auditor encima que no dejará trabajar hasta cuando se le ocurra. —
Aclaró la rubia.
—Nos tendieron una trampa. —Balbuceó
Bianca que reaccionó a lo que escuchó. — Su intención era que estuviésemos los
tres que hemos tenido problemas con Ariza.
— ¿Disculpa? —replicó confundida
Marcela.
—No te pongas en ese plano
Marcela — contravino Bianca que le vio seriamente. — Ese es su nombre y es con
ella con quienes tenemos problemas y por eso la auditoria.
— ¿Qué estás tratando de decir
Bianca? — fue el turno de Alejandro de averiguar.
—Que esto no tiene mucha relación
con Enap y más bien creo que van tras otra cosa — Explico Bianca sopesando las
cosas. — ¿Qué puede ser?
Ni Alejandro como Marcela dijeron
nada al escuchar a la joven Rangel tan solo se quedaron viendo entre ellos por
un buen tiempo. Manteniendo su mirada entre ellos de complicidad que se
adquiere con el compartir de los años y la rutina.
Algo no estaba bien y por más que
se rebanaba los sesos pensando en qué podría ser. No daba con la respuesta a su
pregunta.
—«Debe ser por Ariza, pero ¿por
qué? » meditaba más profundamente Bianca.
Sin darse cuenta que había
comenzado a caminar sin sentido mientras divagaba y como tampoco prestó
atención que era vigilada por dos pares de ojos que no se apartaban de su
persona.
—« ¿Quién tiene más interés en
todo esto? » proseguía con sus cavilaciones la joven.
Siguió avanzando moviendo sus
manos como si dibujara cosas en el aire a la vez que las pensaba.
—« si esó fuera así ¿Cuál sería su punto débil? »Reflexionaba.
Estaba tan distraída que no se
percató de nada a su alrededor y tan solo se concentró en buscar esa respuesta
hasta que…
— ¡Mierda! — exclamó aturdida la
joven.
Y justo tras ella estaba…
— ¿Qué sucede Bianca? — preguntó
aquella rubia que la giró rápidamente e intempestivamente.
—Yo…este... ¡um! — balbuceó ésta
que volvió a quedar en shock pero ahora por otras cosas.
—Bianca no me gusta verte de ese
modo— mencionó Marcela que le costaba mucho contenerse por estar dentro de las
instalaciones de la empresa a vista de todos. — Y menos que cargues con el peso
de todo lo que está pasando. Has estado sometida bajo mucha presión y tu salud
se resiente y eso es lo que más preocupa. Por favor intenta no pensar en nada
más.
—Marce — contradijo Bianca y
viéndola directamente a los ojos. — Es imposible lo que me pides. Sabes que
todo esto tiene relación conmigo y aunque una vez quise mandar al carajo todo.
No puedo hacerlo porque nunca podría cargar con la culpa de que otros pierdan
su trabajo por culpa mía.
—No digas eso— rebatió la rubia con
molestia. — Ninguno va a perder su trabajo por las razones que estás diciendo.
No subestimes a los que están a cargo de Enap. Ellos no dejarán jamás que
ninguna persona o circunstancias impidan su funcionamiento.
—No veo que hayan hecho algo al
respecto cuando se cerraron los portones estos días. — Rebatió la joven Rangel.
— Y desde que llegué a este lugar he comprobado que siempre tienen problemas
con estancieros y no resuelven las cosas.
Todo sigue tal cuál Marcela.
—No voy a discutir sobre eso pero
has de saber que muchas veces los puntos en conflictos se resuelven a puertas
cerradas y se llegan acuerdos. — Aseguró
la rubia. — nosotros no tenemos injerencia alguna en ese aspecto. Nos queda
esperar solamente.
—Definitivamente es algo que no
podré entender — confesó la joven.
—Como dije no está en nuestra
manos resolverlo — expuso la inspectora. —Lo único que ahora tiene mi mayor
preocupación eres tú.
— ¿Yo por qué? — preguntó
confundida Bianca.
—Resulta que todo esto te ha afectado mucho a tu salud y no sé cómo
puedes siquiera estar pensando en otros en vez de ti — cuestionó Marcela.
— ¿Lo dices por Ariza? — contra
preguntó Bianca.
—Preferiría que no la nombrases; pero
ni modo — replicó cabreada la rubia. — Pero no es solamente ella sino que tú
sientes que eres responsable por el futuro de todos aquí y eso no es así
Bianca. No puedes seguir sintiéndote culpable por las decisiones de los demás
¿Cuándo lo vas a entender?
—Marcela, mis decisiones si han
afectado — defendió su pensar la joven. — De no haber venido a esta región,
nada de esto estaría pasando y menos te hubieran lastimado con ese disparo como
tampoco lo que sucedió con Héctor. No puedes negar que de una forma u otra les
ha afectado.
— ¡Bianca escúchame bien! —
ordenó Marcela sacudiendo a su compañera que se cerraba al entendimiento. — No
ha sido tu culpa de ninguna forma.
— Dime Marcela ¿Cómo puedes decirme que no es mi
culpa? Cuando te dispararon porque fuiste a buscarme a casa de ella — refutó
ella.
— ¡Oh Bianca! — exclamó contrariada
la rubia inspectora. — Contigo o sin ti hubiésemos tenido un altercado con esa
mujer porque estábamos en un punto de quiebre y podría haber sido cualquier
otro compañero de trabajo y hubiera reaccionado del mismo modo.
—No te engañes Marcela — replicó
cansada Bianca apartándose de ella. — Ella jamás hubiera actuado de esa forma tratándose
de otra persona. Lo que te dice claramente que he sido yo la causa de su
comportamiento.
—No eres ni serás responsable del
compartimiento o acciones de esa calaña de mujer — reprendió Marcela sujetándola
del brazo para finalmente envolverla en un abrazo posesivo. — Y te prohíbo que
sigas defendiéndole. Ella no vale ninguna lágrima y angustia de tu parte.
—Marce…—balbuceó Bianca pero fue
interrumpida por la otra.
—No sigas— demandó la inspectora
aferrándose a la joven. — Ella no merece tu amor ¿cómo no te das cuenta? Cuando
amas no arriesgas la vida de tu ser amado de esa manera. No usa excusas, ni
chantajes, no se vale de artimañas para someter a una persona a que la amen. No
puede obligarte a quererla solo porque fueron algo en el pasado. No se da el
tiempo a conocerte solo impone, no le interesa saber cómo te sientes. Es solo
ella y su deseo egoísta de amar algo que fue. Nunca pensará en ti y en tus
necesidades.
Aquellas palabras terminaron por estremecer
a la joven Rangel que no tenía las fuerzas para lidiar con dos realidades que la
estaban fracturando desde adentro. Ella era el reflejo de un trozo de vidrio
que no es por golpe o caída sino desde el interior de su núcleo dónde se gesta
la ruptura.
—Ella simplemente no merece que
la ames cuando te ha llevado hasta este punto— finalizó Marcela que esta vez
terminó por quebrarse porque tampoco era indiferente a lo que le sucedía a la
muchacha.
Las lágrimas bañaron el rostro de ambas mujeres que por razones distintas pero con un solo objetivo en común, terminaban cediendo a la presión de amar en un camino dónde por el momento no había respuestas.
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