─
¿Por qué? ─ se preguntó Bianca con el corazón doliéndole a mil. ─ Todo lo que
hice en el pasado para liberarme de su poder, su embrujo y sus engaños ¿y para
qué? Para nada. Y hoy no puedo torcerle la mano al destino. Huí de casa porque
había indicios en las cartas, en mis sueños, esa adivina lo predijo que estaba
cada vez más cerca de mi pasado, de una mujer que me perseguía y ¿qué conseguí?
Correr directo hacia la trampa que ya estaba preparada. ¿Y ahora qué? No sé
cómo lidiar con todo esto ¿Hay alguna opción para mí? Me cerró todo los caminos
y ahora estoy contra la espada y la pared.
Mi
desgracia es tan grande en este momento y para colmo de males no me queda más
remedio que elegir. ¡Qué desgraciada es mi vida!
¿Marcela
o yo?, ¡mierda!...Esto no puede estar pasando. Que todo se vuelva en mí contra todo porque el
universo conspira a mis expensas y se confabula a favor de ella.
¿Qué
rayos estaba pensando cuando acepté seguir el juego y ser la supuesta novia de
Marcela? ¡Pobre ilusa! Solo conseguiste desatar que las puertas del infierno se
abrieran en tu contra. ¡Jugaste con fuego! Al no recordar lo terrible que se
puede volver un gitano ¡Porque eso es ella!...Una gitana aunque hoy allá nacido
en el seno de otra familia, país y cultura.
¿Olvidaste
que uniste tu vida a ella bajo juramento ante las estrellas? Quise arrancar esa
promesa de mi memoria, de mis pensamientos, de mi piel, de mi corazón. Y que
solo fuera como la bruma que se disipa sin más ante el sol, sin dejar rastros,
ni huellas de su presencia. ¡Así quería arrancar su nombre y su voto! Pero todo
fue inútil. ¡Jamás podré librarme de esa promesa! ¡De ese juramento!
¿De
qué sirve ahora lamentarme? Cuando ya está casi todo consumado y una vez más
debo enfrentarme a ese destino que jure una y otra vez vencer costase lo que
costase. ¡Dicen que uno hace su propio destino! ¡Patrañas! No es mi caso, lo
intenté en el pasado y ahora. ¿Y todo para qué? Para terminar doblegando mi
voluntad y dejarme arrastrar una vez más.
Lejos
de casa y sin que nadie pueda siquiera darme un consejo, una palabra, un
aliento hasta un mísero ¡Ánimo! Porque hasta esa simple palabra confortaría mi
alicaído espíritu. O un abrazo que pudiese vaciar todo mi sentir y llorar hasta
que se me secará todo gota de agua que hubiese dentro de mi ser. ¡Así de
miserable me siento hoy!, ¡Condenada a muerte! Sin derecho a defensa o queja
alguna. No tengo opinión en toda esta historia.
Mi
lucha ahora es existencial. No puedo hacerme la loca y simplemente ser una
egoísta más en este paupérrimo mundo, que se olvide de la bondad o piedad que
se debe tener con el prójimo. ¡Ojala nunca hubiese sabido de valores y
principios! Porque no tendría esta dualidad en mí y estaría solo pensando en
mí, solo en mí. ¡Que me importase un bledo lo que sucediese con la empresa, su
personal y Marcela!
¿A
quién quiero engañar? No soy así, no puedo actuar tan cobardemente y salvar mi
pellejo sin importarme las consecuencias de las amenazas de ella. Pero no, no y
no…Por más que lo trate siquiera de pasar como una opción…No puedo, no puedo
¡Por Dios que no puedo!
¡Son
personas! Tienen familia, hijos, esposas, bocas que alimentar… ¡No quiero ni
pensar cuántos tendrán que ser despedidos por causa mía! ¿Cómo podría vivir un
segundo de mi vida teniendo sobre mi conciencia el futuro de esas familias?...
Definitivamente, no puedo ser una cara dura más como tantos los hay en este
mundo.
Me
gustaría tener un poco de la frialdad con que ella hace todo lo que hace sin
importarle nada en absoluto ¿Cómo fue a cambiar tanto?...No la reconozco… No es
la misma Arlyn de la que una vez me enamoré perdidamente. Es ahora tan
distinta, tan fría, tan calculadora… ¡Tan implacable!
Y
de tanto pensar en otros, siento que mi cabeza va explotar en cualquier
momento. No puedo cerrar los ojos un momento y dejar mi mente en blanco. Y es
que los rostros de todos esos trabajadores me persiguen como fantasma al acecho
de mi alma para devorarla sin un ápice de piedad.
¡Mierda!
¿No es justo? Que lleve esta carga tan pesada sobre mis hombros por culpa de un
amor que no fue, que se niega a dejarme ir, a que sea libre o que acepte que no
deseo volver a pasar por lo mismo que viví en el pasado.
Ni
siquiera estas malditas lágrimas consiguen aliviarme… ¿Por qué estoy llorando?,
¿Por ellos? ¿O por mí? No tengo la capacidad para discernir bien en este
momento cuál es mi verdad.
Y
este frío que inunda más y más esta habitación, como queriendo sepultarme en un
ataúd de hielo. ¿Tal vez sería lo mejor? Así nadie sufriría por mi causa y ella
no tomaría represalias contra nadie. No habría causal para desquitarse, motivos
para seguir con esta encarnizada cacería.
¡Me
oigo! Y me da miedo escuchar mis sórdidos pensamientos. Mi vida es un dramón de
esos de telenovelas dónde la protagonista se perfila a punta de masoquismo
puro. ¡Así de absurda es mi existencia!
¡En
fin! No hay nada más que hacer o lamentarse. Para bien o para mal debo
decidirme hoy. No tengo más alternativa, ni puerta de escapatoria. ¿Será
Marcela junto con Enap o será mi libertad a medias?... ¿Libertad?... ¿No me
hagas reír Bianca Rangel? …¿A quién engaño? Nunca seré libre de los deseos de
Ariza.
¡Tengo
la suerte echada sobre el telón del destino! Mis dados no resultaron ganadores
en esta ocasión.
¡Marcela!
Es lo único que no puedo decidir tan a la ligera. ¡Tú! A quién en verdad no
deseo lastimar porque no te mereces un mal como el que tengo que darte. ¡Creí
en tus palabras! Me parecieron tan sinceras y fueron como un rayo de esperanza
para mi fatigado corazón y sin embargo, no podré evitar tu dolor y por más que
quiera. No tengo opción. ¡Por favor, perdóname Marcela!
No
podré mirarte a la cara nunca más después de hoy. Tengo la esperanza que
llegues a perdonarme algún día. Es lo único que ruego con vivo interés en este
minuto ¡Marcela! ─ Balbuceaba Rangel entre lágrimas y la voz entre cortada
producto del dolor que la inundaba.
Toc…Toc…Fueron
los golpes que se dejaron sentir en la puerta.
Bianca,
ladeó un poco la cabeza y puso atención a ese rectángulo de madera labrada de
lenga que las hacía de pórtico.
Toc…Toc…Nuevamente
se volvió a escuchar…
─
¡Sí! ─ dijo Bianca.
─
Bianca, soy Ata ─ respondió el inspector al otro lado. ─ ¿Puedo pasar?
─
Un momento ─ solicitó la joven Rangel.
─
Ok ─ respondió Atalía.
La
joven Ingeniera, se llevó automáticamente las manos al rostro y limpio
rápidamente aquellas rebeldes lágrimas que se escurrían por su rostro. Se vio
por el costado de la ventana y ordenó un poco su cabello para pretender pasar
lo más desapercibida que pudiese. ¡Aunque eso estaba muy lejos de ser creído!
En
unos cuantos pasos, llegó al umbral y abrió sin demora…
─
¡Pasa! ─ señaló Bianca.
No
hubo que ser muy listo para darse cuenta que la joven lucía horrible en ese
momento. Tenía el rostro muy demacrado y unos ojos rojos que no podían
desmentir que hubiese estado llorando. Por lo que el inspector bajó su ceja alzada
de su parpado y le bajo el perfil de inmediato. No quería incomodar más a la
muchacha que se notaba a leguas que lo estaba pasando fatal con todo lo que
estaba sucediendo.
─
Mira chiquilla. Vengo a buscarte por órdenes de Alejandro para llevarte de
regreso al campamento ─ comentó lo más explicito que pudo Atalía. ─ Así que,
recoge tus cosas que debemos irnos cuanto antes.
─
¡¿Así de simple?! ─ protestó Bianca con el ceño fruncido. ─ ¿Es todo lo que soy
para ustedes? Una pieza que mueven de allá para acá cuando se les antoje y a la
hora que se le venga en gana.
─
Bianca ─ quiso templarla un poco Ata, restregando sus manos entre sí de los
nervios por tanta tensión. ─ No es lo que yo quiera o crea; sino lo que manda
los que están a cargo de esta empresa. Nosotros somos solo empleados que
aceptamos los términos de un contrato que nos obliga a cumplir con nuestros deberes nada más.
─
No hace falta que me lo expliques, lo sé perfectamente ─ replicó Bianca. ─ Soy
lo suficientemente sensata para saber cuáles son mis obligaciones. Pero no les
da derecho a que se me trate del modo con que lo han estado haciendo. Soy un
ser humano, no una máquina sin emociones.
─
No deseo discutir ni llevarte la contraria ─señaló Ata, tratando de calmarla. ─
Las cosas son de este modo. Cuando todo esto pase, tendrás esa tranquilidad que
tanto necesitas y que mereces.
─
¿En serio? ─ preguntó seca Bianca. ─ ¿Cuándo?
─
¡Ya acabará todo esto! ─ replicó Atalía, rascando su barbilla. ─ Solo deja que
las cosas se solucionen con las personas que tienen que hacerlo.
─
En otra ocasión yo te hubiera creído a pies juntos, Ata ─ refutó Rangel, con
los ojos nuevamente inundados de rabia y lágrimas. ─ Pero no esta vez, porque
es mi vida con la que están jugando todos ustedes y les importa un carajo por
lo que estoy viviendo. ¿Ustedes no saben cómo me siento? Solo esperan torcerle
la mano a la estanciera a costa mía. Dime ¿Qué pasaría si fueras tú el que
estuviera en mis zapatos?
Tanto
la pregunta como la réplica de la joven, le resultaron dolorosas para el
inspector. Le dolía verla en ese estado. Ver como sus ojos estaban conteniendo
ese deseo de llorar y no mandarlos a la mierda. Era una muchacha que llegó al
lugar equivocado y se topó con la persona equivocada, con quién nunca tuvo que
cruzarse. Esa sería la culpa que llevaría consigo, Atalía.
─
No puedo estar en tus zapatos ─ dijo Ata. ─ Porque no soy tú y porque no puedo
entender que pasa por la cabeza de esa mujercita con respecto a ti. Porque
después de muchos años de relación laboral haya perseguido tan despiadadamente
a un funcionario de Enap. No puedo entenderlo por más que me rebane los sesos
pensando. Simplemente no puedo.
─
Es mejor que no continuemos hablando inútilmente de este tema ─ repuso Bianca
al no ver luz en la conversación. ─ No conseguiremos nada. Déjame guardar mis
cosas en la mochila y partimos.
─
Ok. Te espero afuera ─ indicó Atalía.
─
Ok ─ fue la escueta respuesta de la joven Rangel.
No
le tomo más que unos cinco minutos en poner unas cuantas cosas y la joven
ingeniera salió de ese cuarto con sus manos tullidas aún por el frío y por la
tensión. Antes de subirse a la camioneta, se acercó su compañero de San
Gregorio.
─
¡Cuídate Bianca! ─ mencionó Darío, apretando sus manos brindándole su apoyo. ─
No dejes que esto te siga afectando más. ¡Estos son incapaces de ponerse en tu
lugar! Cuando puedas salir, te vienes conmigo a casa y con gusto con mi señora
te damos hospedaje para que descanses.
─
Muchas gracias por el ofrecimiento ─ respondió la joven, apretando su mandíbula
para no romper a llorar. ─ Cuando esto acabé iré a casa o quizás nunca salga de
este maldito lugar.
─
No digas eso ─ rebatió conmovido Darío. ─ Verás que todo se va acabar pronto.
Eso te lo doy firmado.
─
Bueno ─ repuso Bianca escuetamente para no alargar más un gasto de palabras
innecesarias, puesto que nadie sabía el precio a pagar por su libertad.
─
Nos veremos en un rato más ─ indicó Darío y se despidió con la mano de Atalía. ─
Ve con cuidado y no las sigas cagando. Es una mujer que no se te olvide.
─
Que lo sé ─ refutó Ata, cabreado por tanta retadera. ─ Has pronto el informe y
lo llevas a Pato.
─
Ok ─ fue la respuesta del encargado de la pequeña refinería.
─
Te espero ─ repuso Atalía y echó andar la camioneta.
El
viaje sería muy silencioso porque ninguno de los dos estaba dispuesto a cruzar
palabras porque estaba fuera de toda posibilidad y de deseo alguno.
Mientras
la camioneta comenzó su viaje con retorno al campamento que sería 1:20
aproximadamente hasta llegar al campamento más apartado que tenía Enap en todo
el territorio, que contaba de otros tres lugares más en la región y cuál de
todos más inhóspitos, pero éste era el más alejado de todos.
El
clima por fin hizo una tregua con toda la zona y cortó de lleno su incesante
aguacero. Permitiendo que soplase un viento suave y despejara un tanto ese
manto de nubes y unos débiles rayos de sol asomaban más que tímidos sobre
aquellas camadas de nubes que eran reacias a disiparse de buenas a primeras.
¡Quizás se compadeció de lo que estaba sucediendo en aquel lugar! Nadie puede
asegurar nada en una región tan inhóspita como esa.
Solo
Dios podía saber la verdad de todo lo sucedido con un facto climático como ese
y los sucesos que se suscitaron en el lugar. Lo único seguro que el silencio
era abismal en todos lados y extraño e ilógico o no. Cuando la camioneta rodaba
por esos interminables charcos de agua que más parecían diminutos lagos. El
viento acallaba su susurro como guardando respeto por la joven, porque al paso
del vehículo dejaba de agitarse en complicidad con ese duelo personal que se
llevaba en el corazón. ¿Coincidencias? ¡Quizás! Pero por muy extraño que
parezca, el universo y el entorno están en una completa armonía y están
vigilantes de lo que sucede con toda la creación. Solo nosotros los seres humanos
no lo notamos nada más.
Aquellos
ojos grises miraban abatidos por la ventanilla de la camioneta sin necesidad de
estar concentrados en los parajes; sino que su vista descansaba pululante por
todos lados y por ninguno a la vez.
Se
podría decir que no había brillo en su mirada, estaba muy opacada su retina y
con muchos vestigios de estar cargados de una base líquida que se mantenía
detenida más que por una cortina mental, pero a punto de romperse con un solo
pestañeo.
Lo
que una vez fue motivo de mucha admiración; como lo es el paraje y las
sensaciones que sobrecogían su corazón; hoy no lograban causar más que vacío y
conmoción. ¡Realmente estaba harta de todo eso! Cabreada de ser utilizada como
una pelota de pin pon que va de un lugar a otro.
Si
pudiera retroceder el tiempo, jamás hubiese venido aunque le hubiesen ofrecido
una millonada por el puesto. No vendería su alma a nadie y mucho menos a una
empresa que solo utiliza a sus empleados de una manera poco digna. Al menos en
su caso. Le habían faltado tanto el respeto que solo sentía ser una mísera
marioneta.
Una
pieza de un tablero de ajedrez que sería disputada a muerte entre las dos
posiciones que estaban en batalla. Y no deseaba serlo, no quería que la
manipulasen de esa forma. De un modo en que no fueran tomadas en cuenta sus
opiniones como su sentir.
Como
dirían los mismos campesinos u ovejeros. Simplemente ahora sentía en carne
propia lo que era ser un cordero al sacrificio. Por muy absurdo que pudiese
parecer si lo miras y analizas un poco no estaba muy lejos de parecerse a un
episodio muy espiritual en la raza humana. Ella debía sacrificarse, su vida por
la vida de otros. Su libertad por la de otros. Su sufrimiento por la
estabilidad económica de muchas familias. Sus lágrimas por la paz de muchos.
¡En fin! Son las ironías de la vida. Nadie está exento de vivir su propio
calvario a cambio de un bien mayor.
Una
mano se poso suavemente por encima de las apretadas de la joven y…
─
Tiene que pasar ─ habló Ata conmovido por el semblante de la joven.
No
hubo respuesta de la otra parte tan solo una mirada lastimosa como resignada de
los hechos que ya estaban desatados.
Un
viaje que sería más incómodo de lo que se esperaría y el sentimiento de culpa
que rondaba la mente del inspector por haberla orillado a ir ese fatídico día
en que se toparon la joven Enapina y la estanciera. Un día que jamás se
olvidaría en la memoria del funcionario de la estatal.
La
camioneta rodaba como en cámara lenta entre barrial, piedrecillas y charcos de
agua. Se hundía al igual que barco sobre la marejada incesante de olas que lo
tiraban de un lado a otro. De ese mismo modo iba aquel vehículo entre los hoyos
que se forman, las cuestas y bajadas inciertas que poco denotaban el sendero
por estar poco visible entre tanta agua.
Una
constante cortina de agua y lodazal caían tanto a los costados y encima del
parabrisas del coche se formaba al paso de éste. Entre saltos y golpes duros
que se le daba a la caja de cambios para no quedar empantanados. Giros de
volante bruscos y ciertas marchas atrás para liberar las ruedas a pesar de ser
un vehículo cuatro por cuatro. Lejos estaba diseñado para sufrir todo ese
maltrato que estaba siendo sometido. Una vida útil que se reduciría a la mitad
con semejante bestialidad con se conducía bajo esa situaciones.
Uno
fueron pasando los pasos que delimitaban los accesos y deslindes de los demás
estancieros; que sea dicho eran de menos poderío que la dueña de los pozos;
puesto que a pesar de 15 en total que eran éstos ni juntos redoblaban la cantidad
de hectáreas y poder económico que poseía Ariza Pedrales. Por eso era ama y
señora de la comarca. Demás está decir que, era propietaria de casi todos los
frigoríficos de la región y cada estanciero debía acudir a ella ya sea para
faenar sus animales como facturar su lana (esquila y empaque) para ser
exportada a China y otros países. En pocas palabras todo pasaba por sus manos e
influenciaba el comercio interno como externo, gracias a sus relaciones
comerciales con potencias mundiales. ¡Mucho poder para una sola persona!
A
medida avanzaba más el vehículo Enapino, más las nubes se iban despejando y
abriendo paso al astro sol que comenzaba a bañar con sus rayos toda esa tierra
morena y esteparia. Después de tan atropellado recorrido comenzaban a
vislumbrarse la chimenea de la principal planta de Enap junto con el aeropuerto
y el reten de carabineros que las oficializaba de fiscalizadores de paz y
justicia en la zona.
Unos
alicaídos ojos vieron como más y más se acercaban al lugar de esa imponente
planta. Antes le daba una alegría inmensa llegar de San Gregorio al campamento
porque nunca antes en su vida vio un paraje como ese y se enamoró perdidamente
de esa tierra inhóspita. Pero, hoy por hoy, distaba mucho el sentir de la joven
ingeniera.
Ya
faltando unos cuantos metros por estar cerca, un ñandú cruzó intempestivamente
el camino perseguido por un zorro chilla que la daba cacería a todo lo que sus
pequeñas piernas le permitían. Pero por esfuerzo no se quedaba.
Aquello
provocó que el inspector girase su volante tan bruscamente que casi queda
incrustado con el cercó que delimitaba el territorio argentino; solo 5 metros
hacia la diferencia limítrofe.
─
¡Mierda con esos animales! ─ vociferó Ata, tirando la palanca de cambios
bruscamente hacia atrás y usar la reversa. ─ Si no es una cosa es otra. Debemos
salir de aquí pronto o nos quedaremos pegados.
Dicho
y hecho, la rueda quedo dando vueltas en el aire por un momento y el charco de
barro saltaba a raudales a los costados. Cosa que molestó en verdad al Enapino,
que detuviera el motor y se bajo a ver. Al poco se percató del problema y
comenzó a mirar por todos lados una posible herramienta para salir. Camino unos
pasos y recogió cuanto piedrecilla mayor encontró y de la parte posterior de la
camioneta, saco dos tacos de madera. Con la mano limpio un poco debajo de la
rueda, relleno con todas las piedrecillas y encima de ellas colocó los tacos de
madera. Movió unos objetos que tenía hacia la cola del coche para ejercer
palanca. Volvió a subir y encendió el contacto.
─
Esperemos que resulte ─ murmuró con dientes apretados Ata, puso marcha atrás
nuevamente y despacio comenzó a ejercer presión para salir.
Tuvo
éxito la solución del inspector y entre giros del volante, consiguieron ponerse
en camino una vez más.
─
¿Puedes creer que hasta los animales nos ponen obstáculos para llegar? ─
preguntó Atalía, más para sí, que para su acompañante.
La
joven, no se tomó la molestia en contestar la pregunta al aire que hizo el
inspector, porque en su mente había otros pensamientos que merodeaban
incesantemente.
─
Como ese ñandú me siento yo ─ balbuceo en voz alta Bianca y apretando sus
labios por la desazón que ello le provocó. ─ perseguida sin piedad.
Atalía,
ladeó un poco su cabeza para verla y tragó saliva al contemplar como unas
lágrimas asomaban ya por las mejillas de su joven compañera. Estaba visto que
nada podía hacer o decir para confortarla. No sabía cómo proceder. Aunque la
estimaba mucho, no se sentía capaz de hacerlas de padre, menos de amigo porque
no salía nada de su interior para levantarle el ánimo a aquella chiquilla
devastada.
Lo
único que hizo fue apretar fuertemente el volante y hacer vista gorda del pesar
de la muchacha. No estaba en sus manos devolverle su libertad. Él no tenía
tanta incidencia sobre la plana mayor de Punta Arenas. Por lo que se mordió la
lengua y enfrió sus emociones.
Cuando
el coche quedo a la altura de las tres edificaciones del lugar…Llámese
helipuerto, planta y reten de carabineros. En medio de ellas, mejor dicho; una
a la izquierda y dos a la derecha. Sucedieron dos cosas que al mismo tiempo que
la camioneta cruzaba ese triangulo. Una de ellas fue que al reten venía
llegando un furgón de esa institución y al pasar cerca de ellos, le quedaron
viendo con curiosidad. La otra tuvo relación a…
«Ella
está llegando en este momento» fue el mensaje que se envió justo cuando ante sus
ojos pasaba el coche de la empresa y procedió cerrar todo y apagar el
aparato. Ese fue el segundo suceso que acaeció tras la
aparición de la camioneta de Enap.
Al
mismo tiempo y a la par, sonaron dos bip fuerte en distinto lugares,
advirtiendo de ese mensaje originado a la altura de ese triángulo.
Unas
delicadas manos con disimulo deslizan la pantalla de su celular y lee
raudamente el mensaje entrante.
Por
otra parte… El sonido que vibró dentro de la camioneta hizo tomar conciencia al
inspector que la trampa había hecho morder el anzuelo al informante de la
estanciera. Clavó la vista en dirección a la derecha y quedo viendo con ceño
fruncido al lugar.
─
Solo hay una persona que puede ser ─ masculló iracundo Atalía. ─ ¡Mal nacido!
Pronto nos vamos a ocupar de ti.
Los
ojos grises vieron por el rabillo al inspector, había escuchado nítidamente las
palabras iracundas de su acompañante y dedujo que se le cernían serios
problemas para alguien más y es que tampoco paso inadvertido ese zumbido. Ella
sabía que era un beeper antiguo y personalizado que se usa para rastreo de
celulares. Sin embargo, no quiso preguntar ni tampoco sintió curiosidad por el
sujeto que estaban rastreando. Puesto que ella misma sufrió ese tipo de
consecuencias al utilizarse un Gps en su jeep.
Suspiró
pesadamente y volvió a dejar su vista perdida por la ventanilla de su puerta…
─
Tengo cosas de las que ocuparme y resolver para bien o mal ─ susurró muy
despacito Bianca, bajando el perfil a lo escuchado a su acompañante.
El
viaje procedió su dirección y al cabo de 15 minutos más de recorrido, la
camioneta vio a su izquierda como asomaba el campamento con sus casas,
oficinas, galpones, bomba bencinera, teatro, gimnasio, estacionamiento y taller
dónde se guardaba maquinaria y piezas de plataforma y perforación, antenas,
clínica, etc. Todo lo que puede hallarse en un campamento petrolero o minero.
Todo
se veía pequeño a los ojos como si fuesen juguetes para una maqueta. Pero a
medida que se acercaban al lugar todo fue tomando su real tamaño y más y más se
fueron acercando hasta llegar a la garita de estacionamiento.
Camiones,
furgones y camionetas ocupaban gran parte del estacionamiento principal y solo
había un claro dónde aparcar. Y en
ese mismo sitio, había funcionarios
esperando la llegada del vehículo. Entre estos estaban varios de la plana mayor
del campamento y otros empleados como Valeria y Fernanda, compañeras de Rangel.
Todos
veían hacia el interior de la camioneta a sus ocupantes, pero la mayoría
apuntaba en dirección de la joven ingeniera.
─
¡Vamos! ─ dijo Ata, apagando el motor del vehículo.
Otra
vez no hubo respuesta y solo, desató su cinturón de seguridad. Tomó su mochila
y se bajo sin más. Por su parte, el inspector bajo la cabeza apenado porque
todo era infructuoso de su parte por hacer que la joven pudiese hablar un poco.
La
joven Rangel, colocó su mochila sobre su hombro y caminó en dirección donde se
hallaba su objetivo…Alejandro Miranda.
Poco
le importó en quedar como mala educada y no responder a los demás. Iba pasando
a su lado solo viendo sus miradas angustiadas y lastimeras. Solo veía entre lo
nublado de sus ojos, gesticular labios de unos y otros, porque no los escuchaba.
Estaba sorda a todas sus palabras.
Uno,
dos, tres, cuatro pasos y quedo enfrente del mandamás de la estatal. Alzo su
barbilla y le encaró sin decir una sola palabra. Sus ojos hablaban por sí
solos. Estaban cargados de rabia, decepción e impotencia.
La
quijada de Miranda se tensó rápidamente al contemplar el rostro de la joven
Rangel. Tragó con dificultad ante tal mirada. Sabía que si no cuidaba sus
palabras iban a desatar un infierno mayor para ella y para todos. Y tenía
órdenes que cumplir, le gustase o no. Tener poder y autoridad no es nada fácil
cuando se deben tomar las decisiones más complejas y drásticas que se puedan
gestar.
Todos
alrededor quedaron impactados ante la escena y guardaron silencio sepulcral,
puesto que presentían que se desataría una pelea de proporciones entre ambos.
Nunca antes habían visto un enfrentamiento de ese tipo entre un funcionario y
un subalterno, porque ahí todo se solucionaba despotricando e insultando al por
mayor.
Valeria,
asió fuertemente el brazo de Fernanda porque le dio pavor ver cómo se miraban
esos dos. Y más se complicó las cosas,
cuando ambos manos de la joven Rangel se recogieron y empuñaron con tal fuerza,
que hizo que…
─
¡Dios, Bianca no! ─ exclamó entre nervios Valeria. ─ no vayas hacer una locura.
Lejos
estaba la enfermera de suponer el alcance de las cosas que pasaban por la mente
de su compañera de casa. Ese enfrentamiento no iba a ser como suelen serlo los
demás. Puesto que las miradas decían más que mil palabras o gestos.
De
pronto la joven, abrió su chaqueta y se arrancó la tifa de identificación que
colgaba sobre su cuello. Sin dejar de ver los ojos de Miranda, prácticamente
casi se la incrustó sobre su pecho y…
─
¡Se acabó! ─ masculló con toda la rabia contenida Bianca y soltando la tifa,
añadió. ─ Ustedes se equivocaron y este juego lo perdieron. ¡Mi decisión ya
está tomada! Déjeme ir por el bien de
todos ustedes. No exponga a sus compañeros a una desgracia. No hay nada que
ustedes puedan hacer por mí o revertir esta situación. No pueden vencerla.
Las
palabras de Bianca fueron como cuchillos cortando a todos los presentes en sus
presunciones así como en sus temores. Puñales a sus principios egoístas y maquinaciones.
Entre tantas más que encerraban cada uno de esos corazones. Solo ellos sabían
que esperaban de la conducta de la joven ingeniera.
La
tifa fue a parar directo al piso y su sonido fue como un estallido al final de
cuentas por muy diminuto en su proporción y peso, pero fue el impacto lo que
provocó esa sensación.
Sin
otra palabra que pronunciar, aquellos ojos grises vieron por última el rostro
de su jefe y arrastrando la mirada comenzó a moverse a un costado y caminar
hacia donde se encontraban el resto de sus pertenencias.
Ni
siquiera Alejandro Mirando fue capaz de decir algo, porque quedo impactado y
desalmado ante la sentencia que le infringió la joven subalterna.
Patricio
que fue el último en quedar de frente con la joven mientras avanzaba al
interior del campamento y sintió que dentro de su ser todo se confrontaba y
revolvía en una forma casi dolorosa. Por primera vez, sintió remordimiento puro
de lastimar a una persona a costa de su seguridad, de su propio beneficio. No
era justo y él no era esa clase de persona. Pero ¿Ir contra la corriente y
exponer a su familia? ¡Dios, no podía! Clavó la mirada en esos ojos grises y
con ellos, le suplicaban que se detuviese que no cometiese una locura. Pero…
─
Piensa en tu familia ante todo ─ murmuró Bianca al ver a su mejor compañero de
basquetbol, mirarla con angustia. ─ Y sigue adelante.
No
detuvo su andar y pronto despegó sus ojos del encargado de planificación o cop
de la estatal. Uno, dos, tres pasos más entre los charcos de aguas presentes en
el lugar. Bajo su cabeza mientras continuaba caminando por aquella acera y sin
que nadie impidiera su actuar.
Dos,
tres, cuatro pasos más y de pronto, otros pies quedaron enfrentados en su
trayectoria. Alzó la cabeza y sus ojos quedaron de piedra cuando se percató de
quién se trataba.
No
supo como esa persona se abalanzó sobre ella y la abrazó tan fuerte como si le
arrancasen la vida con ello.
─
¡Marce! ─ balbuceó con la voz quebrada en ese punto Bianca, al volver a verla.
─
No lo hagas por favor ─ suplicó Marcela y muy cerca de su oído le susurró. ─
¡Cásate conmigo y olvida todo esto!
Ese
fuel colmo de los males que podía soportar Bianca y una estocada letal se dejo
sentir en lo profundo de su corazón. Y fue el colapso para la joven ingeniera,
que no pudo más con tanta tensión y terminó por ceder a las emociones.
─
¡Marce! ─ murmuró entre lágrimas Bianca y fue ella quién se aferró a ese
abrazo. ─ Yo…Yo…yo (fue incapaz de continuar porque el llanto pudo más)
No
hubo más palabras, ni nadie que dijese nada porque todos o casi todos agacharon
sus cabezas apenados por lo que vieron y escucharon. Por la vergüenza, por el
miedo y el egoísmo que debía primar en sus vidas ante todo.
Solo
Alejandro Miranda, mantuvo su rostro alzado y sus ojos de hombre, mantenían una
lucha enconada por no dejar salir nada de su interior. Levantó los ojos al
cielo y apretó aún más su mandíbula. En cierta forma, era su forma de orar sin
que nadie lo notase. Él un hombre que debía mantener el control y serenidad
completa.
La
suerte estaba echada sobre aquellas tierras y poco se podía hacer para doblarle
la mano al destino.
Todo
se confabulaba a favor y así, lo sintió dentro de su ser interior porque su
corazón dio un vuelco muy grande y sus ojos se desviaron un poco de los demás y
quedaron viendo el horizonte.
─
¡Ahora ven a mí! ─ murmuró para sí, Ariza presintiendo que ya estaba más cerca
la hora de la llegada de su Romí. ─ ¡Ven a mí, Anaí!
En
medio de toda Posesión, el sol se abrió paso por completo sobre el manto de
nubes y se dejo ver en toda su inmensidad y poderío.
Era
hora de colocar las cosas en su lugar y gestar una nueva etapa sobre toda la
comarca. Un destino que nunca dejaría escapar a sus prisioneros. Quiéranlo o
no, somos todos títeres del anfiteatro de la vida y del universo.
3 comentarios:
Muchas gracis x este gran capitulo, cada vez me enamoro mas te esta historia
es genial ya esperaba algo asi, pero quien saco a marce de la carcel? aceptara su propuesta? cuando llega la familia de ARIZA? cuantos capitulos faltan ? estoy al borde de la locua
Pobre Bianca queriendo llevarle la contraria a su destino y más si en su camino esta Ariza.Un maravilloso capítulo y ahora solo queda esperar el siguiente.Saludos..
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