Capítulo 30, Hijas, la otra historia. (Laura y Carlina)
Sopló un poco de aire caliente en sus manos para darse un poco de calor ya que dónde se encontraba se caracterizaba por las lluvias y un frío extremo.
Uno, dos, tres intentos más y solo ahí consiguió entrar en calor y con un profundo suspiro se centró ahora sí en revisar por enésima vez el mensaje que le llegase a su móvil. No mentiría que no se esperaba uno de parte de su madre ya que era muy protectora con cualquiera de ellas dos y a lo sumo podrían recibir unos diez mensajes y cuatro llamadas a lo largo de un día rutinario.
Lo que no se esperaba y la dejo terriblemente preocupada fue el mensaje
en sí. Eso no era típico de su progenitora y por más que le llamó no pudo
concretar contactarse con ella ya que el celular caía en buzón de voz. Por lo
que decidió intentar con su hermana y ahí la cosa le fue peor, cero
posibilidades ya que claramente le advertía que el móvil estaba apagado. Un último
intento fue con su tía Lucía y la misma situación por lo que optó por seguir el
único camino que le quedaba y era regresar al día siguiente porque no hubo
vuelos disponibles. En pocas palabras en unas horas más ya que era de noche
casi en la ciudad.
En vano intentó conciliar una conversación adecuada con su padre y esto
fue lo más desalentador que le pudo ocurrir. Realmente había sido un error
venir de improviso y menos cuando le comunicó que debía devolverse. Nunca ha
podido entender cómo su madre estuvo casada diez años con él ya que era por
decirlo con el mayor respeto, Apático hasta decir basta, frío y distante como
si le molestase que le interrumpiesen su espacio personal.
No era fácil para ella estar detrás de su padre todo el tiempo y buscar
su respeto como cariño. Era agridulce decir que contaba con la dicha de tener
un padre casi pasaba a ser una figura decorativa nada más. No había apego
emocional y menos decir físico, si ha tenido unos cuantos abrazos de su parte
han sido contados con todos los dedos de sus manos y pies y pare de contar.
¡Quizás algún día podrían cambiar las cosas! Tal vez sí o tal vez no,
era tan relativo todo con él y la verdad por mucho que lo ame, no podía luchar
contra la corriente, su padre era así y nada más se podía hacer.
—Bueno, me iré a dormir papá — avisó la joven. — ¿necesitas
algo? Lo digo porque mañana puede que no te vea.
—No y no sé por qué has venido — contestó en respuesta el
hombre. —Se supone que vendrías para mediados de enero.
—Papá ya te dije que fue un receso de la universidad y
aproveché para verte ¿qué tiene de malo? — cuestionó su hija.
—No me gusta que me alteren la rutina — objetó el padre. — suficiente
tuve con tu mamá para que ahora mi hija intente controlarme.
—¡Ey! Nunca lo hecho — protestó la muchacha. —Sabes es mejor
que me vaya a dormir, no voy a pelear contigo.
—¡Buenas noches! — fue la brutal respuesta de parte del
progenitor.
—Ok — fue todo lo dicho por la joven.
Una vez en su dormitorio se preguntaba ¿Qué tenía realmente
su padre? Era como si le desagradase ser padre, al menos esa impresión le daba
cuando estaba así de denso. Por primera vez en sus 19 años iba hacerle caso a
su hermana mayor y se concentraría en sus estudios y no perseguir a su padre.
—Aunque me duela un poco — musito la joven dejando caer su
cabeza sobre la almohada. — Tienes razón Laura. Es lo mejor para mí.
Mientras ella iba a conciliarse en brazos de Morfeo y a
cientos de kilómetros del sur del país, en la entrada principal de una
prestigiosa universidad de la ciudad jardín, un joven espera paciente para
reunirse con un alumno de dicha casa de estudio.
Pasarían unos minutos más y cuando el reloj marcaba exactamente
las ocho de la tarde o noche para otros. Una joven se apresuraba a salir por
las puertas de vidrio de dicha casa de estudio, Federico Santa María.
—Lamento haberte hecho esperar hermano — se disculpó la
joven estudiante con un bolso y varios planos en mano. — debí terminar un
examen primero.
—Descuida Vane — indicó el joven, besando ambas mejillas de
su hermana menor. — No es mucho tampoco lo que esperé. Solo que fue imprevisto
que mamá nos pidiese que la viésemos acá en viña. Yo estaba por llegar a
Quilpué cuando me llamó y tuve que tomarme el metro de vuelta.
—Álvaro, te dijo mamá ¿Cuál es el motivo de reunirnos acá? —
preguntó Vanessa. — Podríamos haberlo hecho en casa. No veo la razón de hacerlo
en este lugar. Además, ella sabe que estoy en horarios de clases hasta más
tarde los miércoles.
—No, Vane — respondió su hermano. — Solo dijo que te viniese
a recoger y esperásemos acá porque nos enviaría un taxi por nosotros.
—Bueno no se puede hacer mucho que digamos — expuso su
hermana. —Sí mamá lo dice, se hace ¿no es así?
—Sí — correspondió Álvaro.
En eso…
—Disculpen que los interrumpan, mi nombre es Samuel ¿son
ustedes los hijos de la señora Lucía? — preguntó un hombre vestido con traje y
estampa militar en su presencia.
—Así es — respondió Álvaro viendo al hombre. —¿por qué lo pregunta?
—Me ha enviado mi señora Pía Calladrie a recogerlos para
llevarlos a dónde se reunirán con ella, su madre y hermana — explicó Samuel que
era el chofer de la rubia dominante y que estaba repuesto de cierto incidente
acaecido más temprano. —Tendrían la amabilidad de acompañarme, por favor. Tengo
el vehículo estacionado a media cuadra.
—De acuerdo Samuel, nosotros le acompañamos — accedió Álvaro
y tomando las pertenencias de su hermana. — Dirija el camino.
—Bien, joven — adujo Samuel que se enfiló hacía las afueras
de la casa de estudio.
—¿Quién es? — preguntó bajito su hermana. — me suena el
nombre de esa mujer.
—Es la dueña de la empresa en que trabajo — mencionó Álvaro.
—¡Ah! — exclamó Vanessa pensativa un tanto. — ¿y qué hace
con mamá?
—Te acuerdas de que les conté que había visto retratos de
mamá cuando era una adolescente en el despacho de mi jefa — aclaró su hermano.
—Sí, tienes razón — secundo Vane.
—Creo que fueron cercanas en ese tiempo — intuyó el mellizo
de Tania. — De todas formas, igual vamos a saber la conexión entre ellas ¿no te
parece?
—Él señor este dijo que Tania estaba con ellas u ¿oí mal? —
inquirió Vanessa.
—Sí — convino su hermano.
—Bueno abra que ver quién es tu jefecita, hermano — molestó
Vane que le encantaba fastidiarlo por su seriedad. — Pues por la forma que
hablas de ella le tienes un altar por lo visto.
—Vane — replicó Álvaro. — respeto hermana.
—¿Qué hice? — cuestionó Vanessa pícara. — Solo expuse que la
admiras mucho a la señora Calladrie. Insisto que me suena el nombre, aunque
ahorita no puedo recordar porque se me fundió el cerebro con ese examen.
—Es señorita, Vane — aclaró su hermano.
—¿Señorita? — preguntó asombrada ésta con cara de no
creérselas. —¿estás seguro? Si tú mismo dijiste que era de la edad de mamá. No
creo que sea señorita como tú dices hermano. Divorciada o viuda tal vez, pero
¿señorita?
—Respeto hermana — reclamó Álvaro. — No nos concierne
cuestionar el estado civil de mi jefa. Además, te pido que te comportes acorde
a lo que mamá te ha inculcado en valores. No hagas una burrada y hacer quedar
mal a nuestra madre.
—Está bien — asumió la joven resoplando todo el aire como
una niña pequeña al ser regañada. — seré un ángel.
—Eso espero, Vane — acordó el joven Briceño. — tu siempre
has sido muy educada.
—No lo recalques mira que no estoy para vestir de monja, eso
sí que no — planteó Vanessa. — Me comportaré y podré conocer a la mujer que
tanto admiras, hermanito ¿trato hecho?
—De acuerdo — aceptó éste.
—Tengan la amabilidad de subir, por favor — interrumpió
Samuel a los hermanos, abriéndoles la puerta.
—Gracias — dijeron ambos hermanos.
—De nada — fue lo dicho por el chofer que tras cerrar la
puerta se fue presto a ocupar su lugar al volante.
Mientras el vehículo comenzó a rodar por la arteria
principal de la avenida de la costa porteña, ambos jóvenes apreciaron la
elegancia y comodidad de aquel coche.
—¡Wow! — exclamó la menor de los Briceño. — ¡Esto es de otro
mundo!
—Vane — corrigió Álvaro a su hermana. — Compórtate.
—No he dicho nada malo — protestó ésta.
—Por cierto ¿te ha llamado Carlina? — preguntó su hermano
para desviar y bajarle el perfil al asombro de su hermana y lo sin filtro que
puede llegar a ser por momentos.
—No me hables de esa idiota — respondió Vanessa que giró su
cara para ver por el ventanal.
—¿Qué te hizo ahora? — inquirió perplejo Álvaro por el tono
de voz.
—Se atrevió a irse sin avisarme — repuso molesta la
muchacha. — me carga cuando hace ese tipo de cosas.
—Tal vez se olvidó porque fue imprevisto el paro en la católica
(universidad de Valparaíso) — señaló el joven Briceño tratando de hacerle ver a
su hermanita que no tranza con ciertas cosas y a pesar de ser una chica de 18
años, tenía un carácter intransigente que pocos conocían, siempre le asociaron a
mucha ternura y desconocían su lado oculto. — y aprovechó para estar con su
papá. No la puedes culpar.
—¿Qué digo yo? — cuestionó seca Vanessa. — Es dueña de hacer
lo que se le dé la gana. Te dije que no me hablarás de ella.
—Cuando regrese de puerto Montt podrás hablar más con ella —
instó Álvaro. — Sabes que los estudios la absorben mucho y medicina es cotota (dura)
y más estando en tercer año. Ni tiempo le da para tener un pololo (novio)
—¡Aha! — soltó más cabreada la muchacha. — no quiero hablar
más de Carlina. No me interesa ¿estamos?
—Será — terminó por ceder el joven Briceño.
El silencio se plantó entre ambos hermanos que no quisieron
insistir en una conversación y a pesar de amarse mucho, algunos temas sacaban
ronchas y Álvaro estaba clarísimo que sus dos hermanas eran un par de ángeles
en lo amorosas y cordiales que eran, pero desaparécete cuando se enojan porque
realmente es malo. Siempre supo su forma de pensar, sus gustos, sus sueños y
objetivos ya que eran dados a platicar mucho en familia. Se podría decir que
todas las mujeres de su familia tenían una vena complicada con la que lidiar.
Eran tozudas a morir cuando una situación o persona las hacía enojar.
Mientras esto sucedía en el interior del vehículo en la
parte delantera y separados de los ocupantes, Samuel aprovechando una luz roja
del semáforo, marcó…
—Dime Samuel — contestaron al otro lado de la línea.
—Voy en camino con sus hijos, mi señora — comunicó el
chofer.
—Perfecto — celebró Pía cuya sonrisa floreció de inmediato
en sus labios, sonaba placentero escucharlo decir a otros, sus hijos y de
pronto recordó un particular. — Samuel pasa a recoger en Sikel (tienda de ropa)
el pedido que hice temprano. No tengas miedo de dejarlos solos un momento, lo sucedido
hoy con Tania no volverá a ocurrir y ella se disculpará contigo como es debido.
—Se hará como usted ordene — repuso el chofer. — En cuanto a
la señorita Tania, fue un incidente, mi señora.
—Samuel, ninguno de mis hijos se comportará inapropiadamente
con mi personal — declaró tajantemente Calladrie. — Tania aprenderá el respeto
ante todo y por muy joven que ella sea, la educación es fundamental para mí.
Dejarás que mi hija rectifiqué sus acciones contigo ¿Se entiende mis órdenes?
—Perfectamente, mi señora — acató Samuel. — Pasaré a recoger
su pedido en unos minutos.
—Bien — dijo Pía. — los estaré esperando (cortando la
llamada)
—Ella es muy amable y considerada— dijo para sí, Samuel
meditando en lo sucedido en el transcurso del día. — debió verse sobre pasada
para haber reaccionado así y creo que fue más la influencia de la otra muchacha
que detonó tal comportamiento. Mi señora no dejará pasar un acto como este,
aunque sea de su propia hija. Es una lástima, conocerá la cara intratable de la
señorita Pía Calladrie Defount.
Estaba en lo correcto el empleado de Calladrie, que la rubia
dominante tenía un lado intransigente y rígido que no transaba con nada ni
nadie y Tania lo iba averiguar muy pronto.
Mientras en la parte baja de Reñaca, en la propiedad de
Calixta Bezanni, que estaba cercana a la playa, construida completamente en
piedra sacada de la zona y otras de canteras. El movimiento frenético de los
empleados yendo y viniendo con los preparativos para atender a la familia
estaba en plena ebullición.
Una mujer miraba por el ventanal con vistas al mar, llevaba
un buen rato viendo la serenidad del océano y meditaba en los sucesos acaecidos
horas atrás.
—¿Qué sucede cariño? — preguntaron cerca de su oído y
abrazándola por detrás. —¿qué te tiene tan pensativa?
—Es Carlina — respondió Patricia sin apartar sus ojos del
mar.
—¿Qué tiene ella? — preguntó de frentón Calixta.
—Le envié un mensaje temprano diciéndole que estaría fuera
de casa por unos días y que me avisará el día de su regreso — explicó Patricia.
— Pero al parecer preocupé a mi hija y me envió un email avisándome que estará
de regreso mañana y que a Javier no le gustó mucho su visita.
—¡Ya veo! ¿en qué se viene? — inquirió Bezanni sacando
cálculos sobre unos hechos en particular.
—En avión — repuso Pati. — se viene en el primer vuelo.
—Enviaré a Sebastián a recogerla al aeropuerto — declaró
Calixta. — nos brindará la oportunidad perfecta para hablar con ella y
disfrutar de su compañía ya que el hombrecito desprecio el gesto de amor de
Carlina, yo sabré valorar y hacerla sentir querida.
—Gracias, por preocuparte por mi hija, Cali — apreció
Patricia girándose en brazos de su señora y besando sus labios brevemente. — ella
no siempre regresa bien cuando visita a su padre.
—Dirás nuestra hija, Pri — corrigió firmemente Calixta acariciando
las mejillas de su sumisa. — Ya es un hecho cariño, que Carlina es mi hija, hablé
con mi abogado hace un momento para iniciar las gestiones pertinentes que
presentará mañana y calza justo con su llegada. Todo está a mi favor.
—¡Oh, Cali! — exclamó conmovida de las acciones de su señora.
Comprobaba insitu que estaba cumpliendo su palabra de velar por el bienestar de
ambas muchachas por igual y llevada por las emociones que la embargaban, soltó.
— ¡Te quiero tanto!
Esto fue totalmente sorpresivo e inesperado para aquella
dominante cuyos ojos se expandieron en su iris por la conmoción y tras unos
segundos, aquellos celestes se inundaron de lágrimas tras asimilar esas
palabras.
Y era entendible la conmoción porque en el mundo del sado
palabras o términos como; «te quiero», «te amo» no
está en el lenguaje cotidiano empleado por dominantes y sumisas. Se ha dicho
que no es cuestión de sentimentalismos, es otra la vivencia, placer.
—Mi hermosa mujer — murmuró con total deleite la dominante
besando el rostro de su pareja y se dejó llevar de igual modo. — Yo también te
quiero mucho, mi avecilla bella.
—Cali — fue todo cuanto alcanzó en decir Patricia cuando fue
reclamada por unos labios hambrientos de su señora.
Aquel beso plasmaría el sentir de ambas mujeres que se
dejaron consentir tras años de separación y estarían inmersas disfrutando de
aquel acto que no se percataron en lo absoluto que unos ojos almendrados las
estaban observando desde hace unos momentos.
«Así que es ella, la dominante de mamá. Nunca la vi comportarse así y
menos la escuché decir que quería sentimentalmente a una mujer» medito en su
mente mientras observaba a la pareja prodigarse amor en ese beso. «Es realmente
hermosa y se nota que hace feliz a mi madre. Y está el hecho de que mi mantita
tiene su olor. ¿no sé cómo lo habrán hecho? Solo sé que significa que ella es…»
Una lágrima loca salió disparada de sus ojos por lo que ello implicaba y
solo se dedicó en contemplarlas en silencio. Era irreal, estaba más que segura
de eso, pero en la vida nada está dicho y siempre hay sorpresas gratas e
inesperadas. ¿quién es ella para reprochar? Nadie ¿negarlo? Es una estupidez
¿luchar? No ¿aceptarlo? Gradualmente se iría adaptando a la situación ¿disfrutarlo?
Sin duda que lo haría ya había tenido suficiente de tanto cuestionamiento en
sus cortos años que no estaba para achacarse más por cosas que no tiene control
y que no puede incidir. Después de todo busca lo mismo que cualquier ser humano
ordinario…Amar y ser feliz.
Sabía que no pasaría desapercibida por mucho tiempo y que en breve
sabrían que estaba despierta pues imaginaba que ese beso no duraría eternamente
y tampoco deseaba ver algo más profundo e íntimo ¡Era su madre después de todo!
no era ninguna fisgona ni nada que se le pareciera, así qué, decidió salir
rapidito del paso porque era consciente que estar con una dominante implicaba
mucha fogosidad y lujuria a un nivel elevadísimo. Si no pregúntele a su
pelirroja y las cosas que le hacía a su cuerpo.
Sacudió sus pervertidos pensamientos y se puso manos a la obra…
—No es mi intención interrumpirlas, pero quisiera
levantarme— habló la joven Tello desde su lugar.
En el acto se detuvo abruptamente ese beso y ambas mujeres
voltearon a ver a la muchacha tendida en la cama que las observaba pasivamente.
—¡Laura! — exclamó su madre.
—Mamá — correspondió el gesto ésta.
—¿Cómo te sientes? — fue el turno de hablar de Calixta que deshizo
el abrazo de su pareja y tomándola de la mano se acercó a la cama donde se
hallaba su hija.
—Mejor — respondió Laura sonriendo tímidamente. — Eres mucho
más efectiva que mi mantita.
—¡¿Así?! — inquirió una sonriente Bezanni que se sentó
frente a la joven viéndola a los ojos.
—Sí — repuso Laura escudriñando los ojos celestes de la
mujer y todos sus rasgos.
—¿Sabes porque tu mantita tiene mi olor? — directo al grano
fue la pregunta de parte de Calixta escudriñando también los ojos almendrados
de su hija.
—Me hago una idea — respondió a medias Laura poniéndolas a
prueba. —Pero estoy abierta a escuchar sus versiones.
—Eres astuta mi pajarito — reprendió una sonriente Bezanni y
tomándola del mentón, añadió. — No arriesgas, pero no sueltas.
—¿Pajarito? — cuestionó Laura traviesamente. — Pensé que
mamá me había bautizado como Laura o ¿estoy equivocada mamá?
—Laura — advirtió Patricia.
—Las escucho — eludió Laura sentándose ahora en la cama y
viéndola seriamente.
—No andaré con rodeos de mi parte, mi hermoso pajarito — espetó
resueltamente Calixta. — mi olor en tu mantita se debe a que tú eres mi hija.
—¿Soy tu hija? — insistió Laura con la voz quebrada.
—Así es Laura — afirmó con determinación Calixta. — Yo soy
tu otra mamá.
—¿Cómo? — indagó Laura directo al grano también.
—Inseminación — respondió Patricia.
—¿Javier? — persistió Laura.
—Es solo un simple donante — contestó con total desprecio
Bezanni. —Un hombrecito irrelevante, nada importante.
—¡Ya veo! — dijo con pesar Laura. — Ahora entiendo porque su
molestia conmigo y supongo que la persona que no podía soportar eras tú. Ahora
todo tiene sentido.
—No estés triste por ese hombre — refutó Calixta tomándola
nuevamente del mentón. — él no merece ninguna lágrima tuya o de tu hermana. Ya
no dejaré que se acerque más a ustedes, ya no podrá lastimarlas más.
—Debías haber estado con nosotras hace mucho — enrostró
Laura con dolor. — No sabes cuánto duele crecer con alguien que te mira con
enojo todo el tiempo y significas menos que una cucaracha como solía decirle a
sus amigos.
—¡Oh, mi amor! — se disculpó Patricia tomando en sus brazos
a su hija. — Yo no sabía que Javier se refería de ese modo a ti. Lo siento
tanto, por favor perdóname.
—No es tu culpa mamá — refutó Laura entre lágrimas.
—Perdóname por no haber estado ahí para ti — expresó con
dolor Calixta que no podía creer que ese hombre fuese tan desalmado para decir
una cosa semejante a una niña.
—¡Me hiciste falta! — soltó Laura que extendió su brazo y
atrajo a Bezanni a su cuerpo. — no vuelvas alejarte de mi vida y la de mamá, se
nota que ella es feliz a tu lado porque ha vuelto a sonreír.
—Laura…mi bella hija — musito con la voz quebrada Calixta y
abrazó a sus dos mujercitas. — Nunca más estarán lejos de mí, se los prometo. Ustedes
dos son mi razón de ser.
—Ma…má — balbuceó entre cortado Laura y dio rienda suelta a
sus emociones y el llanto otra vez se hizo presente.
¡Nuevamente otra sorpresa! Para aquella dominante que estaba
a un paso de sufrir una crisis o paro respiratorio y es que escucharle llamarla
de ese modo fue el punto álgido de todo.
—Hija mía — susurró feliz entre lágrimas Bezanni para luego
besar aquellos cabellos de su retoño.
Pasarían sus buenos minutos abrazadas hasta que todo se
calmó gradualmente y entre caricias, acabaron las tres tendidas en esa inmensa
cama.
Era el comienzo de un nuevo camino en conjunto para tres
mujeres unidas no solo por un pasado, un estilo de vida, sino por un lazo
indisoluble como es el sanguíneo o parental. Dependería de ellas ahora formar
algo superior a ese nexo, un vínculo que solo se puede crear o formar con la
interacción entre personas.
Un atisbo de...
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