mujer y ave

mujer y ave

jueves, 19 de junio de 2025

Hijas

 Capítulo 30, Hijas, la otra historia. (Laura y Carlina)

     Carlina          Laura

Sopló un poco de aire caliente en sus manos para darse un poco de calor ya que dónde se encontraba se caracterizaba por las lluvias y un frío extremo.

Uno, dos, tres intentos más y solo ahí consiguió entrar en calor y con un profundo suspiro se centró ahora sí en revisar por enésima vez el mensaje que le llegase a su móvil. No mentiría que no se esperaba uno de parte de su madre ya que era muy protectora con cualquiera de ellas dos y a lo sumo podrían recibir unos diez mensajes y cuatro llamadas a lo largo de un día rutinario.

Lo que no se esperaba y la dejo terriblemente preocupada fue el mensaje en sí. Eso no era típico de su progenitora y por más que le llamó no pudo concretar contactarse con ella ya que el celular caía en buzón de voz. Por lo que decidió intentar con su hermana y ahí la cosa le fue peor, cero posibilidades ya que claramente le advertía que el móvil estaba apagado. Un último intento fue con su tía Lucía y la misma situación por lo que optó por seguir el único camino que le quedaba y era regresar al día siguiente porque no hubo vuelos disponibles. En pocas palabras en unas horas más ya que era de noche casi en la ciudad.

En vano intentó conciliar una conversación adecuada con su padre y esto fue lo más desalentador que le pudo ocurrir. Realmente había sido un error venir de improviso y menos cuando le comunicó que debía devolverse. Nunca ha podido entender cómo su madre estuvo casada diez años con él ya que era por decirlo con el mayor respeto, Apático hasta decir basta, frío y distante como si le molestase que le interrumpiesen su espacio personal.

No era fácil para ella estar detrás de su padre todo el tiempo y buscar su respeto como cariño. Era agridulce decir que contaba con la dicha de tener un padre casi pasaba a ser una figura decorativa nada más. No había apego emocional y menos decir físico, si ha tenido unos cuantos abrazos de su parte han sido contados con todos los dedos de sus manos y pies y pare de contar.

¡Quizás algún día podrían cambiar las cosas! Tal vez sí o tal vez no, era tan relativo todo con él y la verdad por mucho que lo ame, no podía luchar contra la corriente, su padre era así y nada más se podía hacer.

—Bueno, me iré a dormir papá — avisó la joven. — ¿necesitas algo? Lo digo porque mañana puede que no te vea.

—No y no sé por qué has venido — contestó en respuesta el hombre. —Se supone que vendrías para mediados de enero.

—Papá ya te dije que fue un receso de la universidad y aproveché para verte ¿qué tiene de malo? — cuestionó su hija.

—No me gusta que me alteren la rutina — objetó el padre. — suficiente tuve con tu mamá para que ahora mi hija intente controlarme.

—¡Ey! Nunca lo hecho — protestó la muchacha. —Sabes es mejor que me vaya a dormir, no voy a pelear contigo.

—¡Buenas noches! — fue la brutal respuesta de parte del progenitor.

—Ok — fue todo lo dicho por la joven.

Una vez en su dormitorio se preguntaba ¿Qué tenía realmente su padre? Era como si le desagradase ser padre, al menos esa impresión le daba cuando estaba así de denso. Por primera vez en sus 19 años iba hacerle caso a su hermana mayor y se concentraría en sus estudios y no perseguir a su padre.

—Aunque me duela un poco — musito la joven dejando caer su cabeza sobre la almohada. — Tienes razón Laura. Es lo mejor para mí.

Mientras ella iba a conciliarse en brazos de Morfeo y a cientos de kilómetros del sur del país, en la entrada principal de una prestigiosa universidad de la ciudad jardín, un joven espera paciente para reunirse con un alumno de dicha casa de estudio.

Pasarían unos minutos más y cuando el reloj marcaba exactamente las ocho de la tarde o noche para otros. Una joven se apresuraba a salir por las puertas de vidrio de dicha casa de estudio, Federico Santa María.

—Lamento haberte hecho esperar hermano — se disculpó la joven estudiante con un bolso y varios planos en mano. — debí terminar un examen primero.

—Descuida Vane — indicó el joven, besando ambas mejillas de su hermana menor. — No es mucho tampoco lo que esperé. Solo que fue imprevisto que mamá nos pidiese que la viésemos acá en viña. Yo estaba por llegar a Quilpué cuando me llamó y tuve que tomarme el metro de vuelta.

—Álvaro, te dijo mamá ¿Cuál es el motivo de reunirnos acá? — preguntó Vanessa. — Podríamos haberlo hecho en casa. No veo la razón de hacerlo en este lugar. Además, ella sabe que estoy en horarios de clases hasta más tarde los miércoles.

—No, Vane — respondió su hermano. — Solo dijo que te viniese a recoger y esperásemos acá porque nos enviaría un taxi por nosotros.

—Bueno no se puede hacer mucho que digamos — expuso su hermana. —Sí mamá lo dice, se hace ¿no es así?

—Sí — correspondió Álvaro.

En eso…

—Disculpen que los interrumpan, mi nombre es Samuel ¿son ustedes los hijos de la señora Lucía? — preguntó un hombre vestido con traje y estampa militar en su presencia.

—Así es — respondió Álvaro viendo al hombre. —¿por qué lo pregunta?

—Me ha enviado mi señora Pía Calladrie a recogerlos para llevarlos a dónde se reunirán con ella, su madre y hermana — explicó Samuel que era el chofer de la rubia dominante y que estaba repuesto de cierto incidente acaecido más temprano. —Tendrían la amabilidad de acompañarme, por favor. Tengo el vehículo estacionado a media cuadra.

—De acuerdo Samuel, nosotros le acompañamos — accedió Álvaro y tomando las pertenencias de su hermana. — Dirija el camino.

—Bien, joven — adujo Samuel que se enfiló hacía las afueras de la casa de estudio.

—¿Quién es? — preguntó bajito su hermana. — me suena el nombre de esa mujer.

—Es la dueña de la empresa en que trabajo — mencionó Álvaro.

—¡Ah! — exclamó Vanessa pensativa un tanto. — ¿y qué hace con mamá?

—Te acuerdas de que les conté que había visto retratos de mamá cuando era una adolescente en el despacho de mi jefa — aclaró su hermano.

—Sí, tienes razón — secundo Vane.

—Creo que fueron cercanas en ese tiempo — intuyó el mellizo de Tania. — De todas formas, igual vamos a saber la conexión entre ellas ¿no te parece?

—Él señor este dijo que Tania estaba con ellas u ¿oí mal? — inquirió Vanessa.

—Sí — convino su hermano.

—Bueno abra que ver quién es tu jefecita, hermano — molestó Vane que le encantaba fastidiarlo por su seriedad. — Pues por la forma que hablas de ella le tienes un altar por lo visto.

—Vane — replicó Álvaro. — respeto hermana.

—¿Qué hice? — cuestionó Vanessa pícara. — Solo expuse que la admiras mucho a la señora Calladrie. Insisto que me suena el nombre, aunque ahorita no puedo recordar porque se me fundió el cerebro con ese examen.

—Es señorita, Vane — aclaró su hermano.

—¿Señorita? — preguntó asombrada ésta con cara de no creérselas. —¿estás seguro? Si tú mismo dijiste que era de la edad de mamá. No creo que sea señorita como tú dices hermano. Divorciada o viuda tal vez, pero ¿señorita?

—Respeto hermana — reclamó Álvaro. — No nos concierne cuestionar el estado civil de mi jefa. Además, te pido que te comportes acorde a lo que mamá te ha inculcado en valores. No hagas una burrada y hacer quedar mal a nuestra madre.

—Está bien — asumió la joven resoplando todo el aire como una niña pequeña al ser regañada. — seré un ángel.

—Eso espero, Vane — acordó el joven Briceño. — tu siempre has sido muy educada.

—No lo recalques mira que no estoy para vestir de monja, eso sí que no — planteó Vanessa. — Me comportaré y podré conocer a la mujer que tanto admiras, hermanito ¿trato hecho?

—De acuerdo — aceptó éste.

—Tengan la amabilidad de subir, por favor — interrumpió Samuel a los hermanos, abriéndoles la puerta.

—Gracias — dijeron ambos hermanos.

—De nada — fue lo dicho por el chofer que tras cerrar la puerta se fue presto a ocupar su lugar al volante.

Mientras el vehículo comenzó a rodar por la arteria principal de la avenida de la costa porteña, ambos jóvenes apreciaron la elegancia y comodidad de aquel coche.

—¡Wow! — exclamó la menor de los Briceño. — ¡Esto es de otro mundo!

—Vane — corrigió Álvaro a su hermana. — Compórtate.

—No he dicho nada malo — protestó ésta.

—Por cierto ¿te ha llamado Carlina? — preguntó su hermano para desviar y bajarle el perfil al asombro de su hermana y lo sin filtro que puede llegar a ser por momentos.

—No me hables de esa idiota — respondió Vanessa que giró su cara para ver por el ventanal.

—¿Qué te hizo ahora? — inquirió perplejo Álvaro por el tono de voz.

—Se atrevió a irse sin avisarme — repuso molesta la muchacha. — me carga cuando hace ese tipo de cosas.

—Tal vez se olvidó porque fue imprevisto el paro en la católica (universidad de Valparaíso) — señaló el joven Briceño tratando de hacerle ver a su hermanita que no tranza con ciertas cosas y a pesar de ser una chica de 18 años, tenía un carácter intransigente que pocos conocían, siempre le asociaron a mucha ternura y desconocían su lado oculto. — y aprovechó para estar con su papá. No la puedes culpar.

—¿Qué digo yo? — cuestionó seca Vanessa. — Es dueña de hacer lo que se le dé la gana. Te dije que no me hablarás de ella.

—Cuando regrese de puerto Montt podrás hablar más con ella — instó Álvaro. — Sabes que los estudios la absorben mucho y medicina es cotota (dura) y más estando en tercer año. Ni tiempo le da para tener un pololo (novio)

—¡Aha! — soltó más cabreada la muchacha. — no quiero hablar más de Carlina. No me interesa ¿estamos?

—Será — terminó por ceder el joven Briceño.

El silencio se plantó entre ambos hermanos que no quisieron insistir en una conversación y a pesar de amarse mucho, algunos temas sacaban ronchas y Álvaro estaba clarísimo que sus dos hermanas eran un par de ángeles en lo amorosas y cordiales que eran, pero desaparécete cuando se enojan porque realmente es malo. Siempre supo su forma de pensar, sus gustos, sus sueños y objetivos ya que eran dados a platicar mucho en familia. Se podría decir que todas las mujeres de su familia tenían una vena complicada con la que lidiar. Eran tozudas a morir cuando una situación o persona las hacía enojar.

Mientras esto sucedía en el interior del vehículo en la parte delantera y separados de los ocupantes, Samuel aprovechando una luz roja del semáforo, marcó…

—Dime Samuel — contestaron al otro lado de la línea.

—Voy en camino con sus hijos, mi señora — comunicó el chofer.

—Perfecto — celebró Pía cuya sonrisa floreció de inmediato en sus labios, sonaba placentero escucharlo decir a otros, sus hijos y de pronto recordó un particular. — Samuel pasa a recoger en Sikel (tienda de ropa) el pedido que hice temprano. No tengas miedo de dejarlos solos un momento, lo sucedido hoy con Tania no volverá a ocurrir y ella se disculpará contigo como es debido.

—Se hará como usted ordene — repuso el chofer. — En cuanto a la señorita Tania, fue un incidente, mi señora.

—Samuel, ninguno de mis hijos se comportará inapropiadamente con mi personal — declaró tajantemente Calladrie. — Tania aprenderá el respeto ante todo y por muy joven que ella sea, la educación es fundamental para mí. Dejarás que mi hija rectifiqué sus acciones contigo ¿Se entiende mis órdenes?

—Perfectamente, mi señora — acató Samuel. — Pasaré a recoger su pedido en unos minutos.

—Bien — dijo Pía. — los estaré esperando (cortando la llamada)

—Ella es muy amable y considerada— dijo para sí, Samuel meditando en lo sucedido en el transcurso del día. — debió verse sobre pasada para haber reaccionado así y creo que fue más la influencia de la otra muchacha que detonó tal comportamiento. Mi señora no dejará pasar un acto como este, aunque sea de su propia hija. Es una lástima, conocerá la cara intratable de la señorita Pía Calladrie Defount.

Estaba en lo correcto el empleado de Calladrie, que la rubia dominante tenía un lado intransigente y rígido que no transaba con nada ni nadie y Tania lo iba averiguar muy pronto.

Mientras en la parte baja de Reñaca, en la propiedad de Calixta Bezanni, que estaba cercana a la playa, construida completamente en piedra sacada de la zona y otras de canteras. El movimiento frenético de los empleados yendo y viniendo con los preparativos para atender a la familia estaba en plena ebullición.

Una mujer miraba por el ventanal con vistas al mar, llevaba un buen rato viendo la serenidad del océano y meditaba en los sucesos acaecidos horas atrás.

—¿Qué sucede cariño? — preguntaron cerca de su oído y abrazándola por detrás. —¿qué te tiene tan pensativa?

—Es Carlina — respondió Patricia sin apartar sus ojos del mar.

—¿Qué tiene ella? — preguntó de frentón Calixta.

—Le envié un mensaje temprano diciéndole que estaría fuera de casa por unos días y que me avisará el día de su regreso — explicó Patricia. — Pero al parecer preocupé a mi hija y me envió un email avisándome que estará de regreso mañana y que a Javier no le gustó mucho su visita.

—¡Ya veo! ¿en qué se viene? — inquirió Bezanni sacando cálculos sobre unos hechos en particular.

—En avión — repuso Pati. — se viene en el primer vuelo.

—Enviaré a Sebastián a recogerla al aeropuerto — declaró Calixta. — nos brindará la oportunidad perfecta para hablar con ella y disfrutar de su compañía ya que el hombrecito desprecio el gesto de amor de Carlina, yo sabré valorar y hacerla sentir querida.

—Gracias, por preocuparte por mi hija, Cali — apreció Patricia girándose en brazos de su señora y besando sus labios brevemente. — ella no siempre regresa bien cuando visita a su padre.

—Dirás nuestra hija, Pri — corrigió firmemente Calixta acariciando las mejillas de su sumisa. — Ya es un hecho cariño, que Carlina es mi hija, hablé con mi abogado hace un momento para iniciar las gestiones pertinentes que presentará mañana y calza justo con su llegada. Todo está a mi favor.

—¡Oh, Cali! — exclamó conmovida de las acciones de su señora. Comprobaba insitu que estaba cumpliendo su palabra de velar por el bienestar de ambas muchachas por igual y llevada por las emociones que la embargaban, soltó. — ¡Te quiero tanto!

Esto fue totalmente sorpresivo e inesperado para aquella dominante cuyos ojos se expandieron en su iris por la conmoción y tras unos segundos, aquellos celestes se inundaron de lágrimas tras asimilar esas palabras.

Y era entendible la conmoción porque en el mundo del sado palabras o términos como; «te quiero», «te amo» no está en el lenguaje cotidiano empleado por dominantes y sumisas. Se ha dicho que no es cuestión de sentimentalismos, es otra la vivencia, placer.

—Mi hermosa mujer — murmuró con total deleite la dominante besando el rostro de su pareja y se dejó llevar de igual modo. — Yo también te quiero mucho, mi avecilla bella.

—Cali — fue todo cuanto alcanzó en decir Patricia cuando fue reclamada por unos labios hambrientos de su señora.

Aquel beso plasmaría el sentir de ambas mujeres que se dejaron consentir tras años de separación y estarían inmersas disfrutando de aquel acto que no se percataron en lo absoluto que unos ojos almendrados las estaban observando desde hace unos momentos.

«Así que es ella, la dominante de mamá. Nunca la vi comportarse así y menos la escuché decir que quería sentimentalmente a una mujer» medito en su mente mientras observaba a la pareja prodigarse amor en ese beso. «Es realmente hermosa y se nota que hace feliz a mi madre. Y está el hecho de que mi mantita tiene su olor. ¿no sé cómo lo habrán hecho? Solo sé que significa que ella es…»

Una lágrima loca salió disparada de sus ojos por lo que ello implicaba y solo se dedicó en contemplarlas en silencio. Era irreal, estaba más que segura de eso, pero en la vida nada está dicho y siempre hay sorpresas gratas e inesperadas. ¿quién es ella para reprochar? Nadie ¿negarlo? Es una estupidez ¿luchar? No ¿aceptarlo? Gradualmente se iría adaptando a la situación ¿disfrutarlo? Sin duda que lo haría ya había tenido suficiente de tanto cuestionamiento en sus cortos años que no estaba para achacarse más por cosas que no tiene control y que no puede incidir. Después de todo busca lo mismo que cualquier ser humano ordinario…Amar y ser feliz.

Sabía que no pasaría desapercibida por mucho tiempo y que en breve sabrían que estaba despierta pues imaginaba que ese beso no duraría eternamente y tampoco deseaba ver algo más profundo e íntimo ¡Era su madre después de todo! no era ninguna fisgona ni nada que se le pareciera, así qué, decidió salir rapidito del paso porque era consciente que estar con una dominante implicaba mucha fogosidad y lujuria a un nivel elevadísimo. Si no pregúntele a su pelirroja y las cosas que le hacía a su cuerpo.

Sacudió sus pervertidos pensamientos y se puso manos a la obra…

—No es mi intención interrumpirlas, pero quisiera levantarme— habló la joven Tello desde su lugar.

En el acto se detuvo abruptamente ese beso y ambas mujeres voltearon a ver a la muchacha tendida en la cama que las observaba pasivamente.

—¡Laura! — exclamó su madre.

—Mamá — correspondió el gesto ésta.

—¿Cómo te sientes? — fue el turno de hablar de Calixta que deshizo el abrazo de su pareja y tomándola de la mano se acercó a la cama donde se hallaba su hija.

—Mejor — respondió Laura sonriendo tímidamente. — Eres mucho más efectiva que mi mantita.

—¡¿Así?! — inquirió una sonriente Bezanni que se sentó frente a la joven viéndola a los ojos.

—Sí — repuso Laura escudriñando los ojos celestes de la mujer y todos sus rasgos.

—¿Sabes porque tu mantita tiene mi olor? — directo al grano fue la pregunta de parte de Calixta escudriñando también los ojos almendrados de su hija.

—Me hago una idea — respondió a medias Laura poniéndolas a prueba. —Pero estoy abierta a escuchar sus versiones.

—Eres astuta mi pajarito — reprendió una sonriente Bezanni y tomándola del mentón, añadió. — No arriesgas, pero no sueltas.

—¿Pajarito? — cuestionó Laura traviesamente. — Pensé que mamá me había bautizado como Laura o ¿estoy equivocada mamá?

—Laura — advirtió Patricia.

—Las escucho — eludió Laura sentándose ahora en la cama y viéndola seriamente.

—No andaré con rodeos de mi parte, mi hermoso pajarito — espetó resueltamente Calixta. — mi olor en tu mantita se debe a que tú eres mi hija.

—¿Soy tu hija? — insistió Laura con la voz quebrada.

—Así es Laura — afirmó con determinación Calixta. — Yo soy tu otra mamá.

—¿Cómo? — indagó Laura directo al grano también.

—Inseminación — respondió Patricia.

—¿Javier? — persistió Laura.

—Es solo un simple donante — contestó con total desprecio Bezanni. —Un hombrecito irrelevante, nada importante.

—¡Ya veo! — dijo con pesar Laura. — Ahora entiendo porque su molestia conmigo y supongo que la persona que no podía soportar eras tú. Ahora todo tiene sentido.

—No estés triste por ese hombre — refutó Calixta tomándola nuevamente del mentón. — él no merece ninguna lágrima tuya o de tu hermana. Ya no dejaré que se acerque más a ustedes, ya no podrá lastimarlas más.

—Debías haber estado con nosotras hace mucho — enrostró Laura con dolor. — No sabes cuánto duele crecer con alguien que te mira con enojo todo el tiempo y significas menos que una cucaracha como solía decirle a sus amigos.

—¡Oh, mi amor! — se disculpó Patricia tomando en sus brazos a su hija. — Yo no sabía que Javier se refería de ese modo a ti. Lo siento tanto, por favor perdóname.

—No es tu culpa mamá — refutó Laura entre lágrimas.

—Perdóname por no haber estado ahí para ti — expresó con dolor Calixta que no podía creer que ese hombre fuese tan desalmado para decir una cosa semejante a una niña.

—¡Me hiciste falta! — soltó Laura que extendió su brazo y atrajo a Bezanni a su cuerpo. — no vuelvas alejarte de mi vida y la de mamá, se nota que ella es feliz a tu lado porque ha vuelto a sonreír.

—Laura…mi bella hija — musito con la voz quebrada Calixta y abrazó a sus dos mujercitas. — Nunca más estarán lejos de mí, se los prometo. Ustedes dos son mi razón de ser.

—Ma…má — balbuceó entre cortado Laura y dio rienda suelta a sus emociones y el llanto otra vez se hizo presente.

¡Nuevamente otra sorpresa! Para aquella dominante que estaba a un paso de sufrir una crisis o paro respiratorio y es que escucharle llamarla de ese modo fue el punto álgido de todo.

—Hija mía — susurró feliz entre lágrimas Bezanni para luego besar aquellos cabellos de su retoño.

Pasarían sus buenos minutos abrazadas hasta que todo se calmó gradualmente y entre caricias, acabaron las tres tendidas en esa inmensa cama.

Era el comienzo de un nuevo camino en conjunto para tres mujeres unidas no solo por un pasado, un estilo de vida, sino por un lazo indisoluble como es el sanguíneo o parental. Dependería de ellas ahora formar algo superior a ese nexo, un vínculo que solo se puede crear o formar con la interacción entre personas.


Un atisbo de...






No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Hijas

  Capítulo 30, Hijas, la otra historia. (Laura y Carlina)      Carlina          Laura Sopló un poco de aire caliente en sus manos para darse...