Atada por un testamento, capítulo 17.
Laberinto
de pasiones.
─ Respóndeme ─ rugió Akiane ─ no habrá nada ni
nadie que te pueda salvar en esta ocasión…Karina.
La susodicha quedo de piedra al ver frente a sus
ojos aquel celular, en el que se le enviaba un mensaje de parte de Nacha y
confirmaba que la transacción se había llevado a cabo y que la víbora recibía
su primer cobro de venenoso.
Por primera vez en su vida, sintió que el piso se
le movió en una forma estrepitosa ante la noticia que delataba su delito y
además, se encontraba en el peor lugar de todos en lo que se pudiese refugiar y
era nada menos que la alcoba de su jefa y albacea.
─ ¿Y bien? ─ apremió una Akiane, que a duras penas
podía controlar su cólera en contra de la muchacha. ─ Trata de no acabar con mi
poca paciencia que me va quedando.
─ No tienes derecho en revisar mis cosas ─ acusó
Karina, tratando de desviar el tema y salvar olímpicamente el escollo, aunque
eso estaba lejos de ocurrir.
La albacea, acabó por ceder a la presión y dejo
sentir su frustración al darle un puñetazo a la almohada que estaba al lado de
la joven Sotomayor.
─ No me vengas con tus estúpidas tetras de hacerte
la ofendida, cuando sabes muy bien que la única que ha actuado en forma
desalmada eres tú ─ recriminó Akiane, acercando su rostro al de la chica y sus
ojos echaban chispas por doquier. ─ O me lo vas a negar.
─ ¿No sé de qué estás hablando? ─ refutó Karina,
haciéndose la desentendida a propósito.
─ ¿Así que no sabes de lo que estoy hablando? ─
inquirió seca Akiane y cogiendo las ropas de cama que las sacó de cuajo del
lecho.
─ ¿Qué vas a hacer? ─ preguntó con espanto Karina.
─ Voy a refrescarte la memoria maldita mentirosa ─
escupió con rabia Akiane y la tiró fuertemente del brazo.
─ Déjame en paz, Akiane ─ protestó Karina, que fue
sacada a la fuerza de la habitación en tan solo pijama y era arrastrada por la
casa. ─ ¡Suéltame!
─ No ─ contradijo seca Akiane y siguió
arrastrándola por el corredor de la casa con dirección a la puerta.
─ ¡Akiane detente! ─ suplicó Karina, que vio que
estaba siendo observada por algunas empleadas.
Ante los gritos de la joven Sotomayor, fue la
propia Greta, que asomó al corredor y vio una escena que la dejo con el alma en
vilo y tapó sus labios con la mano puesto que la mirada que le lanzó Akiane,
fue bastante directo.
─ Regresen a sus obligaciones ─ reprendió Akiane. ─
o las que seguirán serán ustedes.
Esa orden fue suficiente aliciente para que todas
las mujeres se hicieran humo de la vista de su patrona. Nadie podía intervenir
en los asuntos de su jefa.
─ ¡Suéltame bruta que me lastimas! ─ insultó fuera
de sí Karina, pues la fuerza que estaba ejerciendo la albacea sobre su muñeca
era descomunal.
Por más que la joven gritó e insultó a Rosemberg,
ésta no se compadeció en lo más mínimo y cuando alcanzó la puerta, más presión
ejerció y de una sola zancada bajaron los peldaños de la escalerita que había.
─ ¡Detente estúpida! ─ volvió a insultar Karina que
tenía el brazo enrojecido por la presión. ─ ¡suéltame de una vez grandísima
animal!
Por más que despotricó Karina en contra de su jefa,
lo único que consiguió fue aumentar más el enojo y esta vez no fue su mano que
tiró, sino que tiro de su ante brazo ferozmente…
─ ¡Auch! ─ se quejó Karina y en un arranque
desesperado por zafarse, hizo palanca inclinándose hacia el contrario a pesar
de su tamaño, haciendo que se fueran de bruces al suelo.
La caída puso de más mal humor a Rosemberg, que se
puso en pie en un santiamén y viéndola con fastidio y sin consideración, la
tomó del brazo poniendo en pie a Karina.
─ Si te vas a quejar de algo más en tu vida, hazlo
en concordancia a tus errores ─ sentenció Akiane. ─ Ya que eres maestra en tus
fechorías.
─ ¿De qué rayos estás hablando? ─ preguntó Karina,
que a esas alturas estaba más que irritada. ─ Porque si hablamos de desalmadas,
tú eres la número que encabezas la lista con tu vendito complot con ese
estúpido abogado que tienes y el cuentito de la herencia de mi hermanita.
─ ¿Finges no recordar? ─ acusó nuevamente Akiane y
jaló otra vez de la muchacha, llevándosela a la rastra. ─ Solo hay un modo de
hacerte hablar.
─ ¡Oye qué te pasa! ─ bramó Karina, que se resistió
lo que más pudo e incluso se acercó y la mordió fuertemente en el brazo.
─ ¡Con un demo…! ─ chilló Akiane, que bruscamente
la quito de encima y la vio con una cara de muy poco amigos. ─ No basta que
seas una citadina buena para nada sino que más encima actúas como una neurótica
berrinchuda, terca, malas pulgas, insolente, soberbia, cobarde y una grandísima
cara dura, que no sabe cuando admitir su derrota o ser honesta por una vez en
tu puta vida. ¿Piensas acaso que todo el mundo tiene que soportar tu arranque
de egolatría falseta que te gastas? O que los debamos pagar los platos rotos
porque una mujer te vio la cara y jugó con tus sentimientos ¿Quién te crees que eres?
Sin duda que la joven Rosemberg, acabo por perder
los estribos y descargó toda la artillería pesada directo al centro del corazón
de Karina y provocó que los mismos cimientos de la tierra se estremecieran y
cual catapulta disparada, se lanzó contra la albacea.
─ ¡Cállate! ─ gritó Karina y cuya mano se estampó
en seco sobre la mejilla de la Akiane y no contenta con ello, golpeó fuerte el
pecho de su jefa con su puño cerrado, mientras se contenía para no dar rienda
suelta al llanto. ─ ¡Eres una idiota!...una idiota…tú…no… ¡Te odio Akiane!...
¿Cómo puedes hacer una bajeza así?...Tú…Tú no sabes nada…No sabes lo que es
amar y que te rompan en mil pedazos…Tú…Yo…Jamás…Lo entenderías.
─ ¿No me digas? ─ masculló entre dientes Akiane,
dejando que la joven descargará en su pecho toda la rabia y no opuso
resistencia. ─ lo vivo diariamente, pero no por ello, descargó mi frustración
con el resto y dejo que mis acciones los perjudiquen por el simple hecho que
necesito una revancha para sentirme bien conmigo misma o demostrar lo infantil
e inmadura que puedo ser. Así que, no me vengas con esa cantaleta porque no te
salvará esta vez y vas asumir las
consecuencias de tus actos, porque te juro por lo más sagrado que existe que
vas hacerte cargo de cada cosa que hayas hecho. ¡Así que andando señorita
embustera!
Karina, sintió como la mano de su jefa jaló tan
fuerte de ella que le sacó el aire de sus pulmones y nuevamente era tironeada
por la albacea a vista y paciencia de Pedro y un grupo de trabajadores que
descargaban sacos en ese momento.
El capataz al ver aquella escena, no tuvo necesidad
de preguntar o intervenir, tuvo la certeza de que la joven Sotomayor era la
responsable de lo que estaba sucediendo y por uno segundo, cerró sus ojos y
contuvo toda la rabia que provocó en su ser saber que varios de los
trabajadores saldrían perjudicados por las acciones de dicha muchacha y al
volverlos abrir siguió con la mirada a ambas mujeres y al contemplar el semblante de su jefa,
comprendió que habrían consecuencias para Karina.
─ Oiga Don Pedro ─ murmuró un trabajador.
─ ¿Qué quieres? ─ preguntó el capataz.
─ Debería hablar con la patrona porque le va a
romper el brazo a esa pobre muchacha─ mencionó el trabajador. ─ Ella no es para
trabajar aquí y por más que la patroncita le exija, no lo conseguirá. Es un
caso perdido hacer que una mujer de ciudad trabaje en el campo.
El capataz, quedo viendo al hombre y por mucho que
quisiera darle la razón, esta vez, no quiso hacerlo y menos salir en defensa de
la joven citadina.
─ ¿Desde cuándo te pagan para que te metas en los
asuntos de tu patrona? ─ reprendió Pedro, lanzándole una severa mirada. ─ Yo
que tú, no la defendería tanto, mira que de pobre no tiene nada y más te vale
que te dediques a trabajar y dejes que la patrona resuelva sus asuntos y eso va
para todos ustedes. Vean o escuchen algo, no se metan porque la que manda aquí
es Akiane y nadie más ¿les queda claro?
─ Sí ─ contestó el hombre y los otros se limitaron
a bajar la cabeza nada más porque en el campo las órdenes del patrón no se
discuten.
Mientras el grupo de empleados continuaron con sus
labores. Patrona y empleada continuaban con su camino forzado.
Karina, debilitada en su interior ya muy poca
resistencia ofrecía y el dolor de su brazo como el de sus pies, que sea dicho
de paso, estaba descalza dado que no la dejaron poner un mísero zapato y tuvo
que soportar todo el trayecto de la tierra y las piedras. No obstante a ello,
era otro lo que más dolía en ese instante y la mantenía en un estado de letargo
por lo que no protesto y se dejo llevar.
Sus ojos estaban nublados y en su garganta había un
nudo que le impedía gesticular cualquier sonido y mantenía la mandíbula rígida
de tanto estar contraída. Y es que nada le podía calmar o confortar después de
los descargos de su jefa y lo peor de todo ello, se estaba gestando en su
interior, en un profundo y recóndito lugar, el más especial y el cual había
mantenido protegido después de tanto tiempo…Su corazón.
Sin duda que, eso era lo que más dolía y por más
que intentaba negarse a sí misma los hechos, éstos merodeaban como asesinos en
su ser y no la dejaban pensar con claridad.
Paradójicamente, Karina Sotomayor, a su pesar y
para su desgracia se hallaba en la misma situación que hace un par de años
atrás.
Por más que intentó poner una coraza, acabó por
sucumbir y lo que ahora se venía, iba hacer más difícil de asumir para ella. Una
cosa es suponer y otra cosa admitir. En este caso, aceptarlo sería una
verdadera odisea para una mujer como ella.
Entre sus pensamientos y su congoja personal, no se
dio cuenta de cómo llegó junto a las dependencias de la lechería y cuando al
fin recapacito en dónde se encontraba. Un vuelco en su corazón le indicó que
estaba en problemas y se puso tensa en el acto. Ahora comprendía las palabras
de su jefa con respecto a las fechorías. No cabía duda alguna, había sido
descubierta y el enfado pronunciado en el rostro de la albacea tenía su
justificación.
Akiane, paró en seco sus pasos al llegar al umbral
de la puerta principal y jaló con tanta fuerza a la muchacha lanzándola hacia
el interior con tal brusquedad que cayó de lleno en el piso.
─ Contempla tu obra Karina ─ acusó sin asco Akiane
acercando sus pasos hasta ella. ─ ahí tienes el fruto de tu venganza.
La joven Sotomayor, vio desde su posición como
cientos de lecheros aún permanecían en el piso con casi nada de su contenido y
mucha de ella permanecía en el suelo derramada como testificando su delito y
aunque Luis y su ayudante junto a otros hombres se esforzaban por limpiar, el
desastre era tal que harían falta muchos más para dejar aseado todo el lugar.
─ ¿Cómo
pudiste hacer una cosa así? ─ preguntó con rabia contenida Akiane. ─ Te pusiste
a pensar en qué habían trabajadores que dependen de esto y que con tu estúpida
venganza los has perjudicado. Tu problema era solo conmigo y no con ellos. Te
felicito Karina, porque gracias a ti, mis trabajadores no recibirán su
gratificación a fin de año y me veré obligada a despedir gente por tus
jueguitos vengativos.
Karina, tragó en seco al escuchar aquello y todo el
dolor desapareció al instante al constatar que sus actos se habían excedido y ahora,
sí, se sentía devastada por completo. Al final su jugada terminó por rebotarle
a ella misma.
─ Dime, Karina ─ murmuró entre dientes Akiane. ─
¿estás contenta con tu venganza?
La joven Sotomayor, fue incapaz de contestar y se
mantuvo en el piso con la vista perdida…
─ ¡Contéstame Karina! ─ gritó Akiane y la levantó
del piso con muy poca delicadeza y al enfrentarse con sus ojos, se podía
apreciar la rabia en uno y el miedo en los otros. ─ ¿Estás satisfecha ahora?
Porque deberías estar feliz de que tu plan funcionó de las mil maravillas. No
es así, señorita ingeniero automotriz.
Un último NK de parte de Akiane y aquellos ojos
celestes quedaron tan abiertos y en su retina se podía ver claramente el
asombro que le causo escuchar eso último.
─ ¿Te quedarás callada? ─ imputó Akiane, con sus
ojos sacando chispas por montón y algo más. ─ no me digas que ahora te falta valor
para defenderte o abrir tu boca como siempre lo haces quejándote por todo y de
todo.
No sé sabe cuántas veces los parpados de la joven
Sotomayor parpadearon sin siquiera atreverse a pronunciar palabra alguna y es
que la verdad, estaba ida y no conseguía reaccionar por más que así lo quisiera
en su fuero interno.
─ Hasta para eso ere una grandísima cobarde ─ acusó
Akiane, asiéndola del brazo y poniéndola de pie frente a ella. ─ Como no
quieres reconocer tu delito. Entonces vas a enmendarlo por completo y no vas a
moverte de este lugar hasta que me dejes todo limpio y luego, vas a disculparte
con mis trabajadores ¿me has oído?
─ ¿Quieres que limpie todo esto? ─ inquirió
aturdida Karina, pues el desastre era dantesco.
─ Por supuesto. No te gustó provocar este desastre,
ahora asume las consecuencias. ─ ordenó tajantemente Akiane y volteando a ver
su empleado, añadió. ─ Luis, trae una cubeta y escobillones para que la
señorita aquí presente limpie todo. Ustedes solo limítense a recoger todos los
lecheros y dejen que ella ocupe el lugar de ustedes porque le dará mucho gusto
relevarlos de tan ingrata tarea ¿no es así Karina?
La joven solo atinó en bajar la cabeza y Luis como
su ayudante quedaron algo confundidos, pero fueron incapaces de contravenir las
órdenes de su jefa y fueron por lo que solicitó la patrona.
─ Luis, quédate en este lugar hasta que la señorita
Sotomayor acabé de limpiar todo ─ demandó Akiane ─ No quiero que nadie le ayude
ni le facilité su tarea. Cuando lo haya terminado la llevas a la casa o me
mandas a buscar. No quiero que por ningún motivo la dejen sola ¿les queda claro
a los dos?
─ Sí patrona ─ respondió Luis.
─ Perfecto, yo iré a supervisar que la cosecha se
pueda salvar ─ dijo Akiane, mirando fieramente a Karina. ─ Otro favor que debo
agradecerte querida.
La albacea dejo sin palabras a la joven y sin más
giró sobre sus talones y se marchó de la lechería. Dejando a los tres sumidos
en sus propios pensamientos.
─ ¿Quiere qué le traiga unas botas? ─ preguntó Luis
al ver los pies descalzos de la muchacha.
─ No, gracias Luis ─ señaló Karina ─ me ocuparé de
limpiar nada más.
─ ¿Y sus pies? ─ inquirió éste algo compasivo. ─
puedes resbalar con este lodo que hay.
─ Apreció su preocupación, pero estaré bien ─ dijo
Karina y con un resoplido de mucho pesar, comenzó con su labor.
Ninguno de los hombres dijo más nada y la joven con
escobillón en mano, fue limpiando el desastre que ella misma provocó. Lejos
estaba de estar molesta o su habitual furia en contra de la albacea, su
semblante era otro casi taciturno, he ido.
No importaba cuanto se esforzará en limpiar, el
chiquero por así decirlo; era tan grande que con sus propias pisadas esparcía
más y más la leche.
Y por si esto fuese poco, los pensamientos no
dejaban de atormentarla como carroñeros en pugna por los despojos que yacían a
sus pies. Así se sentía, Karina Sotomayor; en su mente retumbaban las palabras
de Akiane, que la acusaban, recriminaban y a su vez la desnortaron hasta lo
infinito al recordarle su fallida relación con una mujer casada y además de que
le remordía la conciencia a esas alturas saber que sus acciones podrían costar
la fuente laboral a otros.
Sin dudarlo, aquellas fichas de domino que se
desplomaron en contra de la albacea, acabaron por arrastrarla de igual modo y
para su desgracia veía el fruto de su planificación ser su desgracia hoy.
Aunque ya el atardecer estaba comenzando por extinguirse
y anunciaba la llegada de la noche, fueron lentas y agonizantes las horas que
le tomó a Karina, dejar aseado aquella lechería y no hubo un momento de
descanso, porque no se lo permitió ya sea por orgullo o por vergüenza después
de ver la congoja de aquellos dos hombres que veían aún horrorizados el fruto
de su trabajo irse por el retrete.
Solo unas lágrimas rebeldes se perdían por la
mejilla de Sotomayor como queriendo liberarla de la presión que sentía por
dentro.
Cuando al fin hubo dejado el último m2 del lugar
decentemente limpio, devolvió las herramientas a Luis, que la veía con
preocupación.
─ ¿Quiere que la lleve en la camioneta? ─ se
atrevió a preguntar Luis.
─ No hace falta, caminaré a la casa ─ mencionó
Karina, bajando la mirada.
─ Como usted diga señorita ─ dijo Luis.
─ Luis ─ llamó Karina, antes de retirarse.
─ Mande Señorita Karina. ─ instó éste.
─ Lo siento mucho ─ se disculpó sin más Karina. ─
nunca quise traerles problemas.
─ ¿Problemas? ─ inquirió confundido Luis, rascando
su cabeza. ─ usted no tiene la culpa de este desastre.
Karina, ladeó su cabeza y quedo viendo al hombre
sin poder creer que fuese tan ingenuo de no asociar las cosas. Aspiró
profundamente con resignación y solo agregó…
─ De todos modos, discúlpeme ─ insistió Karina y se
marchó del lugar.
En eso, Luis, recordó que no debía dejar sola a la
joven Sotomayor y mandó a su ayudante avisarle a la patrona para que fuese en
su busca.
─ ¡Cáspitas! ─ exclamó Luis, rascando su cabeza con
histeria. ─ la patrona se va molestar mucho.
Por su parte en…
El camino de regreso a la casa patronal fue un
martirio para los pies de Karina. Estos estaban tullidos por el frío, sucios
por líquido vertido en el piso y adoloridos por las piedras que estaban en el
sendero. Definitivamente aquellos pies eran muy delicados para semejante
maltrato. Cada pisada que daba, sentía como las piedrecillas puntiagudas
dejaban sensible la planta de los pies y cada paso dado era un suplicio.
Se esforzó al máximo por no llorar y dejar salir
aquel grito que tenía atascado en su garganta como en su corazón. Además de
lidiar con el mitote que había en su cabeza. La verdad sea dicha, aquella mujer
estaba a punto de colapsar y es que su sistema nervioso era una olla en
ebullición.
Nunca antes le había resultado tan doloroso un
camino como este y es que Karina, no solo estaba sufriendo físicamente sino que
también sus heridas internas guardadas con siete llaves, quedaron expuestas a
flor de piel y lo que no sufrió o mejor dicho desahogarse como tenía que haber
sucedido, ahora estaba cobrando un precio muy elevado para un corazón más
frágil del que muchos suponían. Y es que Akiane, jamás se equivocó, Karina,
solo era una coraza hecha mujer que disfrazaba su vulnerabilidad con un
carácter confrontacional y huía a cualquier cosa que comprometiese su ser
interno. Emociones, sentimientos y esperanzas; aquella que abandonó cuando su
ex pareja la traicionó de la forma más vil junto con un ser muy querido para
ella.
No se podría decir a ciencia cierta si la joven
Sotomayor, había sido traslada a otro plano del pasado, porque el dolor en su
pecho era insoportable y por mucho que deseara ser nuevamente dueña de sus
emociones, no podía acallar la voz de su propio corazón.
Mientras avanzaba por esa huella de piedras que
estaba delante suyo, vio como muchos trabajadores la quedaban viendo con
rostros de pocos amigos: cansados, molestos y agobiados por todo lo que estaba
sucediendo. Iban y venían trayendo sacos a sus espaldas que descargaban de una
camioneta e iban a dejarlos a los graneros. Sin duda, que aquellas miradas la
intimidaban más de la cuenta. Era como estar viendo en sus pupilas ver toda la
verdad y las recriminaciones estaban dichas en silencio. Ese silencio mortificante
y acusador.
Tragó en seco y cada vez que un empleado pasaba por
su lado, Karina, no podía soportar la intensidad de las miradas y bajaba la
vista tan avergonzada cargando con la culpa y los remordimientos.
En eso…
─ ¡Oiga! ─ se oyó decir a un hombre fornido y de
mal talante. ─ No le han dicho que las mujeres estorban en este lugar, mientras
nosotros nos partimos el alma cargando estos sacos tratando de salvarle la
cosecha a la patrona y usted se da el lujo de pasear ante nuestras narices
descalza y sin preocupación alguna. ¿Por qué no se va a otro sitio a descansar
su majestad?
Karina, que detuvo sus pasos en esos instantes,
quedo petrificada ante la descarga emocional del mocetón, que le había salido
al paso y le impidió seguir avanzando.
─ ¿Qué estás haciendo Danilo? ─ se escuchó decir al
capataz a espaldas del trabajador.
─ Nada que no fuera verdad Don Pedro. ─ respondió
altivo éste. ─ recordándole que es una empleada más también y que no abuse del
privilegio de ser la protegida de la patrona.
Ante los mismos ojos celestes de Karina, vio como
el capataz en dos pasos cogió fieramente del cuello de la camisa al empleado y
lo levanto unos cuantos centímetros del piso.
─ ¿Quién te dio el derecho de llamarle la atención?
─ reclamó con voz prepotente Pedro. ─ Nunca un trabajador estará por sobre la
dueña de los Alerces. Agarra tus cosas porque te quiero fuera de esta hacienda.
─ Pero ¿por qué? ─ protestó el afectado. ─ yo no
tengo la culpa de lo que esta mujer haga, solo me pareció injusto que se paseara
delante de nosotros.
─ Ya te lo dije, ningún peón está por encima de la
dueña ─ recalcó con enojo vivo Pedro. ─ Y no voy a consentir que le faltes el
respeto a una mujer, así que, andando por tus pilchas y mandate a cambiar.
─ ¿Me echa de la pega por una mujer? ─ inquirió el
hombre ya iracundo a esas alturas. ─ ¿Desde cuándo un hombre pierde la pega por
una mujerzuela? Le falta llevar bien puestos los pantalones Don Pedro.
Solo bastó un segundo de tiempo para que la mano
empuñada del capataz azotara la mandíbula del trabajador, haciendo que éste traspillara
ante el impacto y de paso, hizo que Karina, diera un brinco de la impresión
ante aquella escena. Pero esto no terminaría ahí, porque el trabajador recuperó
el equilibrio y se fue de lleno en contra del capataz y lanzó dos buenos golpes
al mentón de su jefe; aunque volvió a recibir otro derechazo que lo mando
directo al piso y casi noqueado ante la fuerza del golpe.
No obstante fueron interrumpidos por otros
trabajadores que se interpusieron entre el capataz y el empleado. Bajando el
perfil de aquella pelea y calmar los ánimos enardecidos por los inconvenientes que estaban sucediendo en
los Alerces.
─ Saquen a este bueno para nada antes que lo mande
a la capacha ─ ordenó Pedro, limpiándose la sangre de sus labios con el dorso
de la mano. ─ Escuchen muy bien todos ustedes, si otro vuelve a faltarle el
respeto a esta mujer correrá la misma suerte.
Los demás empleados quedaron viendo al capataz y
palidecieron un resto ante la advertencia del hombre de confianza de Akiane.
Solo bajaron la cabeza a modo de resignación y entre dos levantaron al
compañero caído y lo sacaron a la brevedad posible lejos de la presencia de Don
Pedro.
Por su parte Karina, se mantuvo a un costado
visiblemente afectada por todo lo sucedido y con un profundo remordimiento en
que sus acciones nuevamente estaban afectando a otros y estos hechos eran como
pequeños dardos que se iban incrustando en su corazón.
Dejando que los hombres se alejasen un poco, se
acercó hasta donde estaba el capataz y quiso disculparse de algún modo.
─ Pedro…─ comenzó vacilante diciendo Karina. ─
Yo…Yo…Lamento
─ No te disculpes Karina ─ interrumpió seco éste y
con la mandíbula algo desencajada por la molestia. ─ es una hipocresía de tu
parte, cuando eres la responsable de toda esta calamidad y no fue por ti por
quién lo hice. Sino por Akiane y evitarle tener que rebajarse a defender a una
mujer sin escrúpulos como tú, que no hace otra cosa que causarle problemas y
malos ratos. Por qué déjame decirte que ella no merece tus malos tratos cuando
se está jugando hasta el pellejo por conseguir lo que tu familia no logró.
Las pupilas de la joven Sotomayor estaban tan
expandidas en el momento que cada palabra se fue encajando en su masa
encefálica y procesando los dichos del capataz. Era tan grande su conmoción que
cada palabra que saliera de la boca de otros, solo provocaba que se sintiera
más miserable, porque parecían torpedos dirigidos al centro de su corazón y la
estaban disminuyendo anímicamente al punto que comenzó a sudar tan frio que su
temperatura corporal descendió drásticamente.
No pudo articular una sola palabra que pudiese
detener las agresiones que se volcaban en su contra. Solo sus ojos podían
levemente mostrar un poco de su sentir y es que tenían un brillo cristalino y
acuoso a la vez.
─ Sino te molesta voy a continuar con mi trabajo ─ retomó
sus palabras Pedro, que lanzó una mirada con cierto desprecio por su persona. ─
Deberías buscar la forma de enmendar tus errores y dejar de lastimarla.
Sin decir más, Pedro, se marchó de su lado
despotricando a los cuatro vientos por haber llegado lejos y agarrarse a combos
con un empleado.
A su vez Karina, apretó fuertemente sus manos pero
no era por el coraje como solía suceder, sino que esta vez trataba de no
colapsar. Y es que en solo unas horas habían sucedido tantas y pocas cosas,
duplicando su impacto sobre ella y a decir verdad, son pocos los que salen
ilesos a tantas humillaciones y que su corazón no se fracturase, ya sean estos
hombres o mujeres. Ser fuertes no es frase cliché sino conoces de que estas
hecho cuando enfrentas el peor lado de la vida y sus circunstancias.
Por unos instantes se quedo inmóvil en aquel lugar
sin saber qué hacer consigo misma; hasta que el juicio comenzó a descender nuevamente
a su atormentada cabeza y saliendo de su ensimismamiento comenzó a caminar
nuevamente rumbo a la casona. Demás está decir que a esas alturas ya poco
importaba el dolor en sus pies, era otro el que no daba luces de apaciguarse.
Paso a paso, lento y martirizante fue acercándose a
la vivienda y no había rastros de asomar su carcelera y no fue hasta que dobló
en uno de los costados que pudo notar la presencia de un jeep extraño
estacionado a la entrada.
No supo cómo ni por qué, de súbito comenzó a sudar
frío y en breve, una punzada a la altura de su corazón lo contrajo tan fuerte
que le faltó el aire y sentía que se desvanecería otra vez y si no fuese porque
se alcanzó asir de una planta; se va de bruces al piso e iba perdiendo la
visión de todo a su alrededor.
Le costó recuperarse de aquella inusitada sensación
y se las ingenió para apoyarse al costado de la casa y se quedo quieta por unos
momentos hasta en mejores condiciones para proseguir su camino y hacer lo que
tenía en mente.
─ ¡Uf! ─ exclamó Karina, sobando aún la parte dónde
se hallaba su corazón. ─ Seguir de este modo será lo mismo que mi madre y no
puedo permitirme que ella se enteré de esto. Es lo que menos necesito ahora.
Aspiró profundamente y encaminó sus pasos hasta la
entrada. Procurándose mantener lo más serena posible y no despertar sospechas
en algunas de las empleadas de lo contrario lueguito le irían con el cuento a
su patrona y adiós a su libertad.
Abrió la puerta con un poco de dificultad porque
sentía que todo era muy pesado para sus brazos o simplemente perdió su fuerza
normal. Ninguna persona le salió al paso, por lo que dirigió sus pasos hasta
su dormitorio y cuando paso por la sala
principal, vio un bolso muy peculiar y de diseñador, nada que pudiera usar la
albacea y no cabía la menor duda que se trataba de una mujer lo que llamó su
atención como su curiosidad. Y pudo más ésta última y sin pensarlo se encaminó
hacia el estudio de la albacea, tocó a la puerta, pero nadie respondió, por lo
que entró con sigilo y al constatar que no había ocupantes, se giró para irse
cuando vio sobre el escritorio su celular y ni tonta ni perezosa lo cogió antes
de que desapareciera definitivamente de su vida.
Al igual que un ladrón salió más que rauda del
estudio antes que fuera sorprendida y vinieran las recriminaciones como los castigos
por cada acto que hacía o decía.
Al comprobar que nadie la estuviese viendo acomodo
bien su móvil en su bolsillo y se fue rumbo a su cuarto. Sin duda que estaba
sorprendida por no ver ninguna servidumbre ni a Rosemberg, gritándole como era
su costumbre, por lo que, se quedo meditando unos instantes y supo que algo no
estaba bien o comenzaba a delirar con tanto caos que tenía en su cabeza.
Sus reflexiones duraron lo que unos cuantos
pestañeos y volvió a encaminar sus pasos, cuando llegando a unos de los
ventanales que se encuentran en el pasillo, instintivamente sus ojos se van de
plano hacia una silueta que se ve a lo lejos.
Karina, movida como un resorte siguió a sus
instintos y quiso sacarse la duda de lo que vio por el ventanal y de lado
quedaron tristeza, dolor y aflicción, solo una cosa cruzaba por su mente y no
habría poder en el mundo que la detuviera porque un sexto sentido la impulso de
lleno a saciar su curiosidad por sobre toda cosa: discreción, tino, respeto,
educación y cuanto se quisiera decir, pero eso no importo a la joven Sotomayor,
que por una puerta aledaña salió fuera de casa y sus pasos ya se acercaban más y más a dónde se encontraba aquella
silueta.
Tan sigilosa como un gato se fue acercando hasta el
lugar y de pronto sus pasos quedaron detenidos tan abruptamente como habían
avanzado.
Aquellas pupilas celestes quedaron tan dilatadas al
esclarecerse de quién se trataba y fue testigo como la silueta no era una sino
dos y se trataban de dos mujeres que estaban casi una en brazos de otra en una
pose tan particular como íntima.
Karina, quedo de piedra y es que no quería dar
crédito a lo que sus ojos le mostraban. No podía ser posible aquello.
En su retina se apreciaba a esas dos mujeres y a
una de ellas, acariciar la mejilla de la otra con tanto cariño que sintió como
si un temblor la sacudiese por completo y su premonición se hizo realidad.
Ante sus ojos podía apreciar la peor de sus
pesadillas…
─ ¡Majo! ─ fue el grito desgarrador que brotó de lo
profundo de la garganta de Karina.
Y en el acto ambas mujeres se volvieron para
encontrarse con la joven Sotomayor, que les estaba viendo como alma muerta en
vida.
Por segunda vez, María José Rubilar, provocaba una estocada en el corazón
de Karina y esta vez, estaba muy lejos de tener una excusa válida para
justificar lo que vio.
─ ¡Karina! ─ balbuceó con pavor Majo y deshizo
aquella postura con la otra mujer y se apresuró en ir hasta donde estaba la muchacha.
No había dado más que unos cuantos pasos, cuando la
joven Sotomayor, movía su cabeza de un lado a otro, negándose los hechos.
─ No…No…No… otra vez ─ murmuraba para sí Karina y
cayó de bruces al suelo y lo inevitable se dejo sentir. Lágrimas salieron a
raudales, bañando el rostro de aquella testaruda muchacha que nuevamente se
veía enfrentada a una desilusión con la misma mujer de hace 7 años atrás.
En eso…
─ Karina ─ murmuró Majo, que se arrodilló para
quedar a la altura de la mujer que amaba o eso parecía. ─ ¡mi vida!
Unos ojos celestes inundados por lágrimas, se
alzaron de golpe para quedar de frente con los de la joven Rubilar y fue cosa
de un segundo, cuando una mano se estrelló contra su rostro. Volteándole la
cara con una fuerza inusitada, salida desde lo más profundo de su ser interior
y que encerraba todo el enojo, la ira acumulada desde hace tanto tiempo y que
salió por primera vez.
─ ¡Maldita mentirosa! No vuelvas a llamarme nunca
más así en tu perra vida ─ masculló indignada Karina, que se levantó asqueada
de ver frente suyo a la mujer que más daño le había provocado en su vida. ─
¿qué me vas a decir ahora?, ¿qué es para rescatarme de Akiane? Porque de seguro
justificación tienes para todo.
Majo, fue incapaz de decir algo y solo llevo su
mano hasta su mejilla y no se atrevió a levantar la vista para verla, porque
podía percibir sus malas vibras y en verdad, ahora sí, tenía miedo de
enfrentarse a ella. Era cruel su destino y se ensañaba con ella por segunda
vez.
─ Hazme un favor ─ ordenó Karina, que luchaba para
que su voz no se quebrara más de lo que ya estaba. ─ Desaparece de mi vida para
siempre y es que te juro en lo que me reste de ella, borrare todo rastro tuyo
porque para mí estás muerta Majo.
Dicho esto caminó dos pasos y enfrento a la otra mujer…
─ En cuanto a ti ─ masculló Karina con odio y
señalándola con el dedo. ─ Voy a darte en el gusto a ti y a tu sucio abogado en
quedarte con todo porque me largo de este maldito lugar y si quieres retenerme
por los daños, no te preocupes que pagare cada céntimo, porque muy poco me importa
el testamento de loca de mi hermana, esta estúpida hacienda y muchos menos me
interesas tú y nada que se relacione contigo. Lo único que puedo sentir por
ustedes dos es repulsión y no quiero volver a verlas en mi vida.
Sin más se giró y se fue sin detenerse a ver
aquellos ojos verdes que la miraban con los ojos empequeñecidos.
─ Karina, espera ─ insistió Majo, reteniéndola por
el brazo cuando pasaba por su lado. ─ ¡Déjame explicarte!
─ ¡No me toques! ─ vociferó Karina, quitando
bruscamente la mano de Majo. ─ ya te dije… ¡Estás muerta Majo!
─ Ka…rina ─ balbuceó entrecortado Majo y con un
nudo en la garganta, pero no se atrevió a contradecirla.
Karina, le lanzó una mirada asesina antes de
largarse del lugar y se fue tan veloz como sus pies se lo permitían, aún
estaban muy adoloridos.
Al poco rato dentro de casa…
La joven Sotomayor, estaba en su cuarto y tenía
toda su ropa sobre la cama y estaba buscando su maleta, cuando golpearon a la
puerta.
Despotricó unos cuantos epítetos en Italiano, pero
no consiguió ahuyentar a la otra persona, quién siguió golpeando a la puerta.
─ ¡Con un demonio! ─ masculló con rabia Karina, que
cerró de un portazo su pequeño closet y se fue hasta la puerta y añadió en el
momento que la abría. ─ No te enseñaron que cuando uno responde no, es no…
¡Tú!... ¿Qué quieres?
─ Primeramente a llevarte a mi alcoba ─ mencionó
sin emoción Akiane y la tomó firme de la mano para que no le cierre la puerta
en las narices. ─ Segundo, te advertí que no saldrías de esta hacienda aunque
ello me signifique irme a la misma cárcel y tercero, vas aprender a luchar por
lo que es tuyo y te pertenece.
─ ¡¿Estás demente o qué?! ─ inquirió fuera de sí,
Karina.
Y antes que la joven Sotomayor hiciera de las suyas
y abofetearle como era su costumbre, la jaló tan fuerte que la dejo estampada
en su pecho.
─ ¡Escúchame Bien! ─ advirtió Akiane y clavando sus
ojos en ella, añadió. ─ No podrás hacerme a un lado como lo hiciste con
Maritza, porque yo no soy ella. Y por más que esté disgustada contigo por tu
venganza ni el cielo ni el infierno te salvarán de mí. Podrás hacer mil de tus
jugarretas vengativas, pero no podrán agotar mi paciencia como tampoco mermar
mis sentimientos. Así que, hazte a la
idea dulzura que estarás cautiva de por vida en este lugar y dentro de muy poco
vas a saber las razones que te atan a mí.
Ni cien, ni mil o millones de escudos o abogados
hubiesen podido proteger a un corazón que se desquebrajó por completo y las
grietas se fueron abriendo paso a diestra y siniestra cual sismo se abre camino
sin oposición ni permiso. Dejando una ola de desolación a su paso porque de
cada grieta, una lluvia de sangre brotaba en ebullición y cobrarían su máximo
precio a pagar.
─ ¡No quiero! ─ soltó en un grito Karina, todo su
sentir y luchando como nunca antes en su vida, consiguió apartarse de la
albacea. ─ No me interesa el dinero, las propiedades, esta hacienda, ni Adriana
y mucho menos tú, Akiane Rosemberg. No me importa lo que pienses, lo que tengas
planeado, tus sentimientos, tus amenazas y tus palabras las pueden arrojar a
cualquiera imbécil que ande por ahí, necesitada de afectos; porque yo no
necesito de tu lastima y mucho menos tus consejos.
Quiero que seas tú la que le quede claro en su
cabezota que no quiero verte más. Que me cansé de ti, de tus maltratos y tu
sadismo para conmigo. Asumo que no actué bien al perjudicar a tus trabajadores,
pero no puedes culparme por querer devolverte el favor y cobrarme revancha por
forzarme a permanecer en este lugar ¿Qué esperabas?, ¿Qué asumiera todo con
tranquilidad y alegría? Cuando me privaste de libertad y no me dejaste ninguna
salida que no fuera vengarme y así, supieras lo que se siente tener cautivo a
una persona en contra de su voluntad.
Si mi venganza te molesto, no fue más que el fruto
de tu propio trabajo por pensar solo en ti y en lo que la loca de mi hermana te
ordenó. Jamás tomaste en cuenta mis sentimientos y eso que has derrochado
palabrería a cuanto te quieren oír que profesas un gran amor por mí. Si eso
hubiese sido cierto, te hubieses detenido a pensar en cómo me sentía al ponerme
contra la espada y la pared. Que no sabes que es una pésima idea acorralar a un
animal herido.
¿Cómo puedes gritar a los cuatro vientos que me
amas? Si nunca te has puesto en mi lugar y menos, has tratado de ganarte mi
corazón limpiamente y ahora, resulta que te encuentro muy acaramelada y feliz
con esa mujer; con la única mujer que no debías tocar ni acercarte por respeto
o consideración hacia mi corazón porque sabías lo que viví con Majo y Maritza.
Y te importó un bledo y así, dices quererme. ¡Perdóname! Por despreciar tu
amor, pero ese tipo de afecto no quiero en mi vida, no lo necesito. Es más, me
asquea saber que conociendo todo lo sucedido tuviste el valor para involucrarte
con ella.
No importa cuánto intentes amenazarme para que siga
en esta haciendo. No lo haré. Se acabó y solo quiero que me devuelvas mi
pasaporte y dejes que me largue de una buena vez ─ señaló finalmente Karina,
que hacia un supremo esfuerzo por mantenerse de pie y esconder algo muy
importante y valioso para ella.
─ ¿Terminaste? ─ inquirió Akiane, que no dejo de
escucharla y permaneció con los puños apretados conteniendo sus propios
sentimientos.
─ Sí ─ respondió Karina y dio unos pasos hacia
atrás. ─ ¿No creo que tengamos algo más que decirnos?
─ Que bueno que ya acabaste, querida ─ espetó
Akiane, cuya mirada era bastante fría y escudriñaba demasiado a la otra joven. ─
Porque yo sí, tengo algo que decirte. No importa cuán mal parezca todo
alrededor de ti, pero siempre te las arreglas para parecer como víctima y no
debes bajarle nunca el perfil a tus propios actos, Karina. Porque lo que
siembras, cosechas en la vida.
Respecto al testamento de tu hermana, no es culpa
mía que ella lo haya querido de ese modo y encerrarte en este lugar. En vez de
reprochar tanto, deberías sacudirte tus malas vibras y preguntarte, qué fue lo
hiciste a lo largo de tu vida para que tu propia hermana haya tomado semejante
decisión y qué te quiere decir con ello. Reflexiona un poco y hallarás la
salida.
Ahora sobre dejar esta hacienda, disculpa que suene
majadera de mi parte, pero de aquí no saldrás y no es ninguna amenaza. Así como
tú eres terca y necia. Yo también lo soy y no voy a dejar que te marches hasta
que logres entender las cosas y cuando tengas tu mente muy abierta comenzaremos
a hablar y hacer nuevos acuerdos.
Referente a mis sentimientos con respecto a ti. Es
algo querida, que no puedes vapulear como se te dé la gana, porque ni cerca
estás de conocer su alcance porque yo solo te he dicho que te quiero, no que te
amo. Por lo tanto, no sabes ni supones lo que yo siento por ti, sino has dejado
que me acerque a tu corazón por temor a ser lastimada y no puedes vanagloriarte
de un amor que no conoces y que no has permitido recibir. No presumas de mi
amor, si no sabes nada de mí y lo que siento y guardo en mi corazón.
Cuando te dije que haría que luches por lo que es
tuyo, fui muy sincera y no cambiaré en ese sentido. Voy ayudarte a valorarte
como persona y como mujer. Haré que salga ese amor propio y respeto por ti
misma y nunca más volverás a huir de los problemas.
En cuanto a lo que viste con Majo. Déjame decirte
querida mía, que te apresuras mucho en sacar conclusiones sin ver más allá y
sin ser odiosa contigo, le debes una disculpa a esa mujer como la denostaste
hace un rato. Y para tu información y reafirmando lo que dije hace un rato atrás;
no soy la clase de persona que fue Maritza. Jamás en mi vida, rebajaría a la
mujer que amo de ese modo ni trataría de demostrar nada, porque sé muy bien lo
que es sufrir por un amor que no te corresponde.
Ahora, Karina, quedan aclarada tus dudas y puestas
las cartas sobre la mesa ─ concluyó Akiane, acercándose a la joven y
atrapándola justo del brazo cuando comenzaba otra vez a retroceder. ─ Se acabó
esta plática y vendrás conmigo porque necesitas descansar después de asear la
lechería y porque mañana te quiero a primera hora arreglando esas maquinas que
averiaste.
─ ¿Qué parte no entiendes de lo que te dije? ─
replicó Karina, tratando de zafarse del agarre de su jefa. ─ No quiero saber
nada de ti y que me voy de este infierno.
─ Te oí perfectamente, querida mía ─ respondió
Akiane, acortando la distancia entre las dos. ─ Eres tú la que no escucha. No
dejaré que te marches. Hazte a la idea Karina, que no podrás abandonar los
Alerces hasta conseguir el objetivo que me encomendó Adriana y depende de ti, acelerar
las cosas y obtener tu libertad.
─ No lo
haré…No me qu… ─ no terminó de protestar Karina, cuando comenzó a sentirse
sofocada y no pudo articular más palabra porque se le fue la voz y un intenso
calor en su pecho, comenzó a inundarla, cerrando su garganta y nublando su
mente, privándole de aire fresco. Tornándose todo el cuarto en oscuridad.
─ ¿Karina qué tienes? ─ exclamó con preocupación
Akiane, cuando en sus brazos recibió el cuerpo desvanecido de la joven
Sotomayor. ─ ¡Mierda!
No supo cómo se las arregló para abrir la puerta
con Karina en brazos y salir de esa diminuta habitación.
─ ¡Nana! ─ llamó a gritos Akiane. ─ Nana, ven
pronto.
En menos que canta un gallo…
─ ¿Qué sucede mi niña? ─ preguntó Greta, que salió
corriendo de su cuarto y al ver a la joven en brazos de su patrona. ─ ¡Oh por
Dios!
─ Después te explico, Nana ─ señaló Akiane. ─ ve
por Carlos cuanto antes.
─ De inmediato ─ contestó Greta y se fue rauda en
busca del médico.
Por su parte, Akiane, con la ayuda de otra de sus
empleadas, recostó en su cama a la joven Karina, a la espera del doctor.
─ ¿Qué sucede contigo? ─ se preguntó con angustia
Akiane, mientras la arropaba. ─ Tanto desmayo no es normal.
En eso…
─ ¿Me mandaste a llamar? ─ preguntó Carlos.
─ Es Karina ─ respondió Akiane ─ Últimamente se
está desmayando mucho.
─ Deja que la examine y te digo ─ señaló Carlos ─
Si me permites dejarme a solas con ella.
─ Claro ─ dijo Akiane y abandonó su dormitorio.
─ ¿Qué está sucediendo? ─ preguntó Pedro que
llegaba en ese momento. ─ Greta me
informó que las cosas estaban mal.
─ Es Karina, se ha vuelto a desmayar ─ indicó
Akiane. ─ De súbito perdió la noción mientras discutíamos.
─ ¡Ya veo! ─ dijo el capataz. ─ Akiane, no será que
ella no soportar las emociones fuertes.
─ ¿Por qué lo dices? ─ inquirió ésta. ─ De ser así,
Adriana, me lo hubiera dicho.
─ Es que hoy no ha sido un buen día para todos. En
especial para ella, que ha tenido que soportar hasta los insultos de algunos
trabajadores.
─ ¿Qué estás diciendo Pedro? ─ preguntó contrariada
Akiane, cuyos ojos se abrieron mucho al oír a su capataz. ─ ¿Cómo es eso de que
Karina fue insultada y a mí no se me dijo nada?
─ Un trabajador la atajo cuando venía de vuelta y
descargó toda su rabia contra ella ─ respondió éste, algo avergonzado. ─ Ya lo
despedí. Si eso te preocupa.
─ Pedro, no se trata de despedir gente o no ─
corrigió Akiane. ─ Sino que mis empleados le falten el respeto a una mujer y
mucho menos a ella. Eso no lo consentiré jamás y no quiero volver a saber que
no me digas lo que está sucediendo en mi hacienda. Absolutamente nadie, puede
decir o hacer algo en contra de Karina. Ella es mi responsabilidad.
En eso fueron interrumpidos por el médico que salió
al pasillo…
─ Carlos, ¿cómo se encuentra ella? ─ preguntó de
inmediato Akiane, que dejo de lado a su capataz.
─ Ella se encuentra bien este momento, tuve que
darle un relajante muscular porque todos sus músculos estaban agarrotados ─
Señaló el médico. ─ Akiane, hay algo que debo decirte.
─ ¿Qué sucede Carlos? ─ preguntó sin preámbulos Akiane.
─ Quiero que lleves a Karina a ver un cardiólogo
cuanto antes ─ mencionó éste. ─ necesito confirmar mis sospechas.
─ ¿Qué sospechas? ─ inquirió Akiane con curiosidad
y ansiedad a la vez.
─ Akiane, me temo que las emociones fuertes que ha
vivido Karina, estén afectando su corazón y por ello, sus continuos desmayos.
Como no tengo a quién consultarle si en su familia ha habido antecedentes
antes, quiero que se haga ese examen. ─ mencionó Carlos. ─ Tú sabes, necesito
descartar posibles enfermedades.
─ Te comprendo. ─ respondió una Akiane, más
preocupada de lo que aparentaba. ─ Lo haré en cuanto esté mejor. ¿Qué me
recomiendas hacer ahora?
─ Que la dejes descansar y por nada del mundo la
sometan a presiones hasta que yo se los indique ─ indicó el médico. ─ llévala
cuanto antes, porque su temperatura bajo mucho.
─ Lo haré, no te preocupes. ─ afirmó Akiane.
─ Ahora con tu permiso, me retiro ─ dijo Carlos y
se marchó del lugar.
─ Por favor, Pedro, hazte cargo de la cosecha y
mandar a buscar a Puerto Varas, los repuestos que llegan esta noche ─ ordenó
Akiane.
─ Como tu digas ─ asintió el capataz y antes de
irse. ─ Cuida de ella, Akiane, porque ya suficiente cargas tienes encima como
para que se enferme y te culpes por ello, además.
─ Descuida, Pedro ─ murmuró Akiane. ─ No dejaré que
esto empeore. Hablaré con Mauricio para adelantar las cosas.
─ Me parece lo más apropiado ─ concordó el capataz
y dicho esto se fue.
Akiane, quedo unos minutos meditando las cosas y
fueron tantas las imágenes que se le vinieron a la mente, que de repente, se
asustó de verdad.
Y fue hasta su escritorio y busco su móvil y buscó
en la libreta de contactos hasta hallar a quién andaba buscando…
─ Akiane ─ susurraron al otro lado de la línea…
─ Lamento todo lo sucedido hoy, pero necesito tu
ayuda ─ mencionó Akiane.
─ En estos momentos voy rumbo al aeropuerto ─
mencionó la persona en cuestión, con la voz bastante gastada. ─ ¿en qué puedo
ayudarte?
─ Majo. ¿Tú sabes si en la familia de Karina hay
antecedentes de problemas cardiacos? ─ indagó Akiane sin rodeos.
─ ¿Porqué me preguntas eso, Akiane? ─ inquirió con
sobresalto Majo. ─ Dime, ¿qué está sucediendo?
─ ¡Por favor, respóndeme! ─ insistió Akiane.
─ Si los hay ─ confirmó Majo. ─ Por parte de los
Mondriatti, existen antecedentes de enfermedades del corazón y solo las mujeres
presentan estos síntomas, y se salta una generación por medio. De hecho, la
madre de Karina falleció de un infarto al corazón siendo muy joven. Ahora, dime
¿qué sucede?
─ Es Karina ─ respondió a duras penas Akiane, que
tragaba con dificultad. ─ Ella…se desmayó y
fue vista por Carlos, el médico de la hacienda y quiere saber de algún
antecedente.
─ ¡Mi Dios! ─ exclamó con pesar Majo. ─ ¡Es
imposible!...Yo voy a regresar…Tengo que verla.
─ Espera Majo ─ detuvo Akiane. ─ No es aconsejable
que vengas. No querrá verte y temo su reacción. Le harías más mal que bien.
─ Akiane, no me pidas eso ─ suplicó Majo. ─ No
sabes el dolor que ya tengo en mi corazón como para saber que soy responsable
de su corazón, además. Es más de lo que puedo soportar. Quiero verla.
─ No puedo hacerlo, Majo. Lo siento, no puedo
exponerla ─ señaló Akiane con pesar. ─ Quédate unos días en Puerto Varas y yo
te mantendré informada.
─ Yo… ¡Mi Dios! ¿Por qué es tan injusta la vida? ─
se lamentó Majo y con un amargo suspiro, acató lo que se le ordenó. ─ De
acuerdo, haré lo que me pides, pero no dejes de decirme lo que tiene Karina.
Necesito saberlo.
─ Tienes mi palabra. ─ afirmó Akiane y cortó la
llamada.
Dejo el celular encima de su escritorio y se abrazó
tan fuerte porque le dolía el alma haberse enterado de aquella aflicción que
afectaba a los Mondriatti.
─ ¿Por qué no me dijiste nada Adriana? ─ preguntó
Akiane con un nudo en la garganta y no lo pudo soportar más y terminó por
quebrarse, su llanto brotó desde lo más profundo de su ser y dejo salir, pues
necesitaba desahogarse del cúmulo de emociones.
Tras largo rato sumida en su dolor, dejo que su
corazón se calmará para poder irse a su dormitorio.
Cuando llegó a su alcoba, le costó abrir la puerta,
es como si temiera ver algo que no deseaba ver. Tuvo que reunir fuerzas
mentales para darse ánimos, porque a esas alturas con todo lo vivido, estaba
muy debilitada interiormente.
Al entrar, comprobó que la joven yacía dormida en
su cama, con un semblante más relajado, con más color en su piel y con la
temperatura normal.
Estuvo un buen tiempo contemplándola desde su lugar
hasta que la necesidad de descansar la venció y fue al baño para tomar un baño
que le quitará la mugre que llevaba con ella, es decir, que mitigara, esa
suciedad del alma; porque se sentía sucia, fatal.
Hay que decir que muchas veces, no es lo que uno
espera, ni se imagina que puede llegar a suceder y te vez enfrentado a
sensaciones que no habías lidiado antes y comienzas a sentirte cansado,
agobiado o quizás frustrado de tanto remar contra la corriente. Y para Akiane,
que temple tenía por derrochar a cada momento, esta vez, estaba ida, vacía y
sin palabras.
La ducha fue la más larga que se haya dado antes y
cuando estuvo lista para irse a dormir. No pudo evitar sentir ansiedad de saber
qué sucedería de ahora en adelante.
En silencio se vistió e hizo lo propio con Karina,
quito sus ropas, limpio sus pies con mucha delicadeza y resentía más su corazón
al ver la planta de sus pies. Arropó a la joven Sotomayor y se acomodó lo mas a
la orilla posible y desde ahí, contempló a la muchacha.
─ ¿Por qué tú? ─ murmuró Akiane, mientras lágrimas
recorrían sus mejillas. ─ Sólo déjame ayudarte Karina. No me apartes de tu
lado.
La joven albacea, se quedo en silencio y mucho
tiempo después, la venció el cansancio físico como mental.
Tiempo después, se escuchó en su mente…
Es hora de que actúes como tu corazón desea. Tu
amor es lo único que mi hermana necesita. No te rindas Akiane. ─ Fue lo que se escuchó
en el subconsciente e hizo que aquellos ojos verdes, se abrieran al instante.
─ Adriana ─ balbuceó Akiane.
Un futuro incierto se vislumbraba para ambas
protagonistas y estaba por venirse muchos otros obstáculos que podrían a prueba
el temple, la paciencia, el amor y…La salud de una de ellas.
El tiempo dirá, si Adriana Sotomayor, estuvo en lo
correcto de encerrar por un año a su hermana o simplemente se equivocó
rotundamente.
5 comentarios:
Aahhh cm es posible esto, akiane esta sufriendo mucho.
Espero que todo lo que esta pasando akiane sea recompensado por ella..
Se lo merece.
Me encanta esta historia, mujer no veo la hora del proximo capitulo.
Te admiro como te expresas en cada palabra y es como si tu lo sintieras
Se siente tan vivido.
@tt. Leidy.
Me encanto este capítulo, tienes una forma de escribir que atrapa y se siente como si se estuviese viviendo. :D espero con emoción el próximo capítulo.
Tanto tiempo sin pasar por aquí y me encuentro capítulo nuevo...
Un gran capítulo de fuertes emociones tanto para Akiane como para Karina....Bien solo queda esperar el siguiente y saber que tan grave es el padecimiento de Karina..Nos vemos y que estés bien...
Dios! Es en serio Anrhia???? Que capitulo ehhhhh!!!! Que desesperación la de Karina, de tener que estar en un lugar donde no quiere?? ya está al limite de sus fuerzas y obvio ya sucumbió con tanta presión por parte de Akiane que sigue empeñada en tenerla allí, aunque dejame hacerte un humilde comentario, como que siento que la parte donde encuentra Karina a Akiane y Maria José en el despacho esta improvisada o fuera de lugar? así lo sentí yo, por como estaba desenvolviéndose el capitulo no tiene continuidad pero bueno tu eres la escritora y la que decide como,cuando y porque darle ese giro a la historia por lo demás te felicito por tu manera de escribir me encantan todas tus historias aunque me falta tiempo para poder leerlas como quisiera muchos saludos!!!
Dios! Es en serio Anrhia???? Que capitulo ehhhhh!!!! Que desesperación la de Karina, de tener que estar en un lugar donde no quiere?? ya está al limite de sus fuerzas y obvio ya sucumbió con tanta presión por parte de Akiane que sigue empeñada en tenerla allí, aunque dejame hacerte un humilde comentario, como que siento que la parte donde encuentra Karina a Akiane y Maria José en el despacho esta improvisada o fuera de lugar? así lo sentí yo, por como estaba desenvolviéndose el capitulo no tiene continuidad pero bueno tu eres la escritora y la que decide como,cuando y porque darle ese giro a la historia por lo demás te felicito por tu manera de escribir me encantan todas tus historias aunque me falta tiempo para poder leerlas como quisiera muchos saludos!!!
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