mujer y ave

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jueves, 8 de junio de 2017

A orillas del camino.


Destino implacable.

Capítulo 16  a orilla del camino.

Junto sus manos, las frotó un poco para llevarlas a la altura de su boca y echarse un poco de aire caliente de sus labios.

─ ¡Dios cuánto frío hace hoy! ─ Murmuró Alejandro Miranda, tras salir de su casa e ir rumbo al casino para desayunar más temprano de lo habitual.



No estaba tan lejos del casino ya que su casa estaba a unas cuantas cuadras, pero pequeñas en comparación en las que hay en la ciudad sobre todo esas antiguas cuadras. Empujo un poco la puerta y estaba el joven turno de Sodexo para recibir el ticket de cada funcionario y por el cual, la empresa le cobraba a Enap por prestación servida o cliente asistido (alimentación y hotelería, es decir aseo en la habitación)

─ ¡Estamos más madrugador que nunca Don Alejandro! ─ Hiso hincapié el joven empleado.
─ ¡Buenos días! ─ saludó el hombre, firmando el ticket. ─ Hay mucho que resolver hoy.
─ Ya lo creo ─ concordó el empleado. ─ Que tenga un buen día.
─ Igualmente ─ correspondió Alejandro.

Paso a recoger su bandeja y sus respectivos alimentos y se fue a sentar a una mesa más alejada de los cinco pelagatos que ya estaban desayunando. No deseaba entablar conversación con ninguno y mucho menos con Mario, que bastante cabreado lo tenía y sí por él fuera, ya lo habría despedido hace mucho tiempo.

Se preparó un café bien cargado y eso sí que fue extraño porque no necesita ya que hay maquinas dispensadoras de café en sus oficinas. Pero hoy quería hacerlo. Necesitaba sacarse de encima muchas cosas y estar con los sentidos muy atentos porque hoy se vendría muy pesado tanto para él y dos de sus empleadas. Además de, unas cuantas llamadas de atención y de encarar al soplón que había en el campamento. Sin duda que sería un día muy ajetreado y más cuando en Punta Arenas supiesen que Bianca Rangel, había renunciado a la estatal y no iba a dar pie atrás como tampoco ya tenían ellos argumentos para seguir reteniéndola.

Iba a ser uno de esos días en que deseas dos cosas. Marcarlo con letras rojas y tacharlos en x para que jamás se te fuese olvidar y la segunda opción es, enterrarlo de tu mente como del calendario.

En cuanto probó su café, casi escupió su contenido porque se le olvido poner azúcar y le supo como los mil carajos. Después de limpiar un poco la mesa. Quedo meditando en sus cavilaciones porque en honor a la verdad, estaba ansioso y poco pudo dormir después de ver lo que vio. Ver a dos mujeres que por fuerzas de la vida tenían que separarse y aún confesando sus sentimientos. ¡Jamás esperó un hecho así! No es que sea un devoto pero tampoco es un santurrón porque en la vida cuando se es hombre, se ve casi de todo. Sabía que las reglas internas en la empresa no se debían infringir, pero… ¿Quién diablos puede con el sentir de un corazón? Si se atraen y hay química ¿Por qué no?

¿Cuántos años llevaba junto a Marcela?...8 o más, pero a pesar de todo el tiempo no llego a conocerla en profundidad porque de lo contrario se hubiese percatado en algo de lo que estaba sintiendo con respecto a su compañera de trabajo. Nunca hubo un indicio que dijese que su Subalterna y segunda a bordo en jerarquía, tuviese predilección por las mujeres. Si mal no recordaba fue testigo de que ella estuvo un tiempo saliendo con un joven y llegaron casi al matrimonio de no ser porque fue la propia inspectora que decidió poner fin a esa relación sin dar ninguna explicación a su grupo o entorno del trabajo. Tan solo su familia conocía las verdaderas razones de la ruptura.

Y ahora no hace más que unas pocas horas atrás confesó delante de todos que estaba enamorada de Bianca, mejor dicho, le propuso matrimonio. ¿Qué podía decirle?... Que se retractara y respetara las reglas… ¿A quién iba a engañar con eso?... Nadie manda en el corazón. Y para llevar casi 8 meses desde la llegada de Rangel a la petrolera, supo muy bien esconder sus emociones y guardar el sentimiento. ¡Hasta él como hombre podría comprender esa lucha! Porque paso un buen tiempo y aún así, no dejaba relucir sus sentimientos por la joven ingeniera.

─ ¡Qué desgracia! ─ balbuceó para sí, Alejandro.
─ Tan temprano y hablando solo ─ indicó un hombre a su lado.

El mandamás, ladeó un poco su cabeza para toparse al dueño de ese comentario. Vio por el rabillo de sus ojos al alto rubio jefe del área del Cop y solo hiso una mueca de desagrado.

─ ¿Y a ti quién te boto de la cama tan temprano? ─ acusó Alejandro, indicando con la mano que se sentará junto a él.
─ La verdad que no dormí y me quede toda la noche haciendo turno con los demás ─ explicó Patricio. ─ Por primera vez desde que entré a trabajar en esta empresa que no quise llegar a dormir. ¿Me creerías que me sentí solo? A pesar de que hay tres más en casa, pero realmente me sentí muy solo, luego de ver lo que sucedió ayer con las chicas.
─ Te creo ─ contestó Alejandro sin emoción y sorbiendo su café, agregó. ─ Al igual que tú por primera vez entendí que no somos una familia como nos hemos estado mintiendo todos estos años. Es que no sabes nada de nosotros mismos, de nuestros sentimientos ¡De lo que es vivir toda una vida aquí haciendo todos los días lo mismo! Sin saber qué pasa con tu compañero de al lado ¡porque eso hace una familia de verdad! Se protege y se interesa por los suyos. ¿Qué sabemos de nosotros mismo?, ¿qué se yo de ti? ¿O de los otros? No sé un maldito carajo y también me sentí miserable ¡más solo que un pucho de cigarro!
─ Estamos cagados porque se supone que somos hombres y no unas mujercitas para andar llorando por los rincones ─ señaló Pato. ─ Pero la verdad, es que esta cuestión ya no será la misma una vez que se hayan ido las dos.
─ Entiende una cosa. Ellas no se irán ─ refutó Alejandro duramente. ─ Al menos no Marcela, no dejaré que le hagan daño y menos la saquen de la empresa.
─ Entiendo ─ convino Pato y viéndolo fijamente, añadió. ─ ¿Y Bianca?
─ ¡Uf! ─ fue el resoplido de Alejandro, moviendo su cabeza con ello. ─ No sé responderte en este momento porque no pasa por mí sino por ella y lo que esa condenada mujer tenga en mente. Pero una cosa te digo, me duele más que la cresta tener que perder una funcionaria por culpa de una chiflada y de unos políticos de mierda que no saben ni donde están parados. Aunque quisiera no puedo retenerla más en este lugar y ella tiene razón ¿Cuántas cabezas rodaran por ello? La entiendo mejor que nadie porque no está pensando en sí misma sino en todos nosotros como persona y no por lo que pueda pasar con Enap. ¿Puedes entender porque no sé responderte cómo tú deseas?
─ ¡Ya entendí! ─ respondió mortificado Patricio.
─ No es nada fácil dejarla ir ─ adujo Alejandro y con un dejo de amargura, agregó. ─ Y más aún, sabiendo lo que está sintiendo Marcela en este momento ¿Puedes hacerte una idea de lo difícil que va a ser todo esto para ella?
─ Ya no sigas ─ rebatió Pato sin morder sus labios con encono vivo. ─ Mira que fue por eso que no fui a dormir porque no puedo hacerme el loco viendo como dos de mis compañeras tienen que separarse por el bienestar mayor de la empresa.
─ Así son las cosas ─ indicó sin más Alejandro. ─ Toma en cuenta que nosotros lo sentiremos un rato, pero ella, tendrá que vivir con eso toda su vida y sabe Dios ¿cuánto tiempo le va a costar superarlo?
─ ¡Quizás  no lo haga nunca! ─ convino Patricio. ─ Porque un amor no se olvida jamás.
─ Se lo robaron de las manos ¡huevón! ─ escupió con dolor Alejandro. ─ abrirse a un amor como el de ellas que ya por sí es complicado por la sociedad y ahora, se lo quitan como si nada porque a una hija de la gran puta se encaprichó con una jovencita ¡porque eso es Bianca! Una muchacha muy joven para los años que tiene esa bendita mujer. ¿Cuántos son doce? Si no es que es más. ¿No es así?
─ Según Héctor,  esa mujer tiene 36 ─ aclaró Pato. ─ Porque ese idiota se sabe la vida de ella como enciclopedia.
─ Nos da 12 y de por sí ya es mucha diferencia. ─ soltó con encono Alejandro. ─ date cuenta que le sumas un poco más y hasta podría ser hasta su madre ¿No crees que está fuera de lógica?
─ Sí, pero acuérdate que a veces la diferencia de años no la toman en cuenta ─ explicó Patricio, meditando en lo que decía. ─ Tú sabes que a nuestros viejos los casaban con esa diferencia de edades  en muchos casos. Además, te recuerdo que también Marcela, está en las mismas. Ella cumplió 32 y también hay sus buenos años que digamos.
─ Eran otros tiempos ¡Pato por Dios! Solo eran los hombres los mayores y no las mujeres que casi eran unas niñas ─ Corrigió un cabreado Alejandro. ─ Y con la diferencia entre Marcela y Bianca es menos notoria que la otra. ¿No te parece?
─ Como tú digas ─ secundó un cansado Pato que supo que no iban a llegar a ningún lado dado la tozudez y poco imparcial punto de vista de su compañero. ─ Lo que ahora si nos debe preocupar es ver qué va a pasar en cuanto ambas despierten y cada una siga su camino. ¿Te haces a la idea de las explicaciones que vas a tener que dar a todos los trabajadores?
─ Es algo que ya tengo claro ─ aclaró Alejandro. ─ Lo pensé todo el viaje en el supuesto y contando con que Bianca se pudiese ir a su región. Ahora sobre Marcela, diremos que debe ausentarse por cuestiones de salud tras el disparo y sabes que aún debe ser examinada por un especialista.
─ Como se nota que tienes pensado todo ─ soltó mordaz Pato.
─ Por algo estoy a cargo de todo ─ se ufanó Alejandro. ─ Esa es mi pega velar por el bienestar del personal y el tranquilo funcionamiento de las operaciones de extracción de petróleo y gas.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó Patricio. ─ Y dime una cosa gran mandamás ¿Qué tienes para las penas del corazón?
─ ¡Ya te pusiste desagradable! ─ protestó Miranda. ─ Bien sabes que nada puedo hacer en ese ámbito.
─ Pero deberías anticipar las cosas en ese punto ─ señaló Pato, que rascó su barbilla y agregó sin más. ─ Porque no hay peor enfermedad y casi sin cura que un mal de amor. Ligerito caen en depresión y a ti, no te conviene que eso suceda con Marcela. Porque en la línea de jerarquía y organigrama es la segunda en rango y que además, Carlos Gallardo, la tiene en lista para ascenso y vía directa para hacerse cargo de sombrero. ¡Piensa en cómo lo vas hacer! Porque ella no puede darse el lujo de perder esa oportunidad. Tiene más opciones que todos en seguir haciendo carrera y tú lo sabes mejor que nadie.
─ Lo sé ─ contestó Alejandro. ─ Es por lo que están pidiendo cuidarla y mantenerla fuera del alcance de la estanciera y no repercuta en su hoja de vida lo que sucedió en casa de la Quintrala.
─ ¡Entonces asegúrate que así sea! ─ exigió Patricio sin asco. ─ Porque esa mujer puede perjudicarla mucho. Ya consiguió salirse con la suya de sacar a Bianca de Enap y no podemos dejar que arruine ahora a Marcela.
─ Eso sí que no ─ respondió molestó Alejandro. ─ Dije que no voy a permitirlo y es porque lo voy a cumplir aún que ello me cuesta la salida.
─ Si esto te sirve de consuelo amigo mío ─ expuso de pronto Pato, viéndolo con un dejo de tristeza a la vez. ─ Cuenta conmigo para lo que sea necesario para protegerla. Si me necesitas para atestiguar u otra cosa ahí estaré.
─ Te lo agradezco ─ expresó un más calmado Miranda, que le dio un último sorbo a su café ya frío. ─ ¡Por la puta madre que sabe mal frío!
─ No es lo único que te sabrá mal hoy. ─ aconsejó Patricio. ─ Así que hazte uno con canela llegando a  tu oficina y te mantendrá sosegado un resto.
─ ¿Doctor Chapatín ahora? ─ preguntó con asombro Alejandro.
─ No, pero mi mujer me da cada vez que llego  a la casa y antes de darme la tremenda lista de quejas de las niñas ─ Confesó quedito Pato.
─ Jajaja ─ soltó en risas el mandamás y agregó. ─ Te endulza un poco antes de lanzarte la tremenda bomba.
─ ¡Así es la cosa! ─ justificó Patricio. ─ sabe cómo darme el notición, sin que me salte la úlcera.
─ ¡Qué desgracia! Somos tremendos pailones y controlados como títeres por nuestras mujeres sin más. ─ Se quejó Miranda.
─ ¡Qué le vamos hacer! ─ comulgó de igual forma Patricio y levantándose de la mesa, dijo. ─ Es hora de comenzar este perro día.
─ Ni modo ─ secundó Alejandro y retirando su bandeja, añadió con desprecio. ─ ¡Habrá que bailar con la vieja no más!

Ambos hombres salieron del casino y cada uno tomo rumbos distintos. Uno se fue al cop y el otro en busca de su camioneta para irse a obras.

Mientras todo esto se desarrollaba a temprana hora. Ya había movimientos en la casa I de mujeres. El agua se sentía caer en uno de los baños y una figura estaba inmersa en la cocina tratando de hacer funcionar el dicho, pero a mal traer hervidor eléctrico.

Unos pequeños movimientos se gestan justo entre los dos sofás que estaban apegados y en ellos descansaban dos mujeres.

Unos verdes ojos, comienzan abrirse paulatinamente entre los tenues rayos de luz que provienen de la cocina. Le costó ajustar su visión y tras parpadear un par de veces más. Tuvo noción que estaba en la sala. Y fijo su vista en todo su alrededor y fue ahí que se percató que estaba compartiendo lecho con ella.

Su rostro estaba pálido y sus parpados se veían tan hinchados aún por el llanto que derramó y le provocó que tragase con dificultad al contemplar sus facciones. Tuvo un impulso de volver a llorar, pero se abstuvo porque decidió que había sido suficiente de llorar por algo que siempre intuyó que no podría funcionar por miles de razones. Qué pero para ella, eran las más dolorosas de tener que sellar en su pecho sus sentimientos por aquella joven que despertó la más hermosa pasión y sentimiento que ser humano alguno puede tener.

Continuó unos momentos más observándola y cuando quiso sacar una de sus manos que estaban adormecidas o entumecidas por un peso, se dio cuenta que no era peso sino estaba entrelazada con la de Bianca.

Aquello le provocó un desgarramiento más duro a su pobre corazón. De tener unidas sus manos sin habérselo propuesto sino que entre sueños se buscaron y eso le dolió como demonios, porque era más de lo que podía tolerar ya a esas alturas.

─ Aún así, nos buscamos ─ susurró con dolor Marcela sin dejar de mirarla y una lágrima se desprendió sin permiso de sus ojos.

En eso, una sombra se apoyó en el umbral de la división de la sala de estar y la cocina. Y se quedo viéndola por un segundo y…

─ ¡Buenos días! ─ saludó Valeria.
─ ¡Buenos días Valeria! ─ devolvió el saludo Marcela con una notable voz apagada.
─ Sé que está demás decirlo, pero ¿Te sientes mejor? ─ se atrevió en preguntar a la enfermera.
─ Después de haber estrellado mi corazón y hacerlo mil pedazos, se puede estar mejor ─ dijo con total ironía Marcela. ─ Puede que sea así, porque la verdad, no siento nada. Ni frío, ni calor.
─ Marce ─ murmuró con dolor Valeria y acercándose a ella, le acarició su mejilla. ─ Por favor, no digas eso. Sé que no puedo ayudarte en lo que sientes, pero bien sabías que era muy difícil que funcionase lo de ustedes.
─ Sí ya sé ─ soltó con mayor tristeza la inspectora. ─ ¿Por qué no te hice caso y me deje arrastrar por mi corazón?
─ Aunque suene ilógico y contradictorio en lo que te voy a decir ─ confortó un poco Valeria. ─ No podías ir en contra de tu corazón porque es algo que no podemos combatir sin resultar más lastimados aún. Te atreviste a decir lo que sentías y procuraste ayudarla, pero ya no estaba en tus manos cambiar el destino que ella trae consigo.
─ Es lo que más me duele ─ confesó amargamente Marcela entre congoja. ─ Porque en el fondo creí estúpidamente que podría hacerlo. Que podía abrir mis alas  y con mi amor poder liberarla de esa cadena y hacer que llegase amarme con el tiempo.
─ ¡Ay Marce! ─ interrumpió con un nudo en la garganta Valeria que tapó sus labios para no decir nada más impropio porque ya no sabía que decir o hacer para ayudarla.
─ Esa mujer ganó ─ admitió con pesar Marcela. ─ Y me duele como no tienes idea, el tener que dejarla ir y no hacer nada para luchar por su amor. Que estoy vencida antes de siquiera comenzar.
─ Marce… Marce… ¡Por favor! ─ instó la enfermera. ─ no te sigas atormentando más. Debes hacerlo antes de que duela más y no puedas sanar de esta gran decepción que hoy vives.
─ Es por eso que duele más ─ increpó Marcela. ─ Porque estoy haciéndolo. ¡Dejándola ir! Como una vil cobarde, incapaz de jugarme la vida por la mujer que amo. ¡Es lo que ahora me está matando más! Respetando su decisión, aunque con ello se me sequé mi corazón de tanto amarla y llorarla porque sé que nunca podremos estar juntas.
─ ¡Mi Dios, no! ─ exclamó Valeria con lágrimas en sus ojos, apretaba las manos sobre sus propios labios porque le dolía demasiado verla sufrir de eso modo.
─ Es lo que me tocó vivir ─ asumió finalmente Marcela y se enderezó del sofá, soltando su mano de la joven Rangel. ─ Es mejor que me vaya antes de que ella despierte porque si no, no sé si podré hacerlo. Si tendré las fuerzas para despedirme para siempre.

Dicho esto, quitó las mantas de su lado y se fue al extremo superior para salir del sofá sin despertar a su acompañante. Cogió las mantas y las puso delicadamente sobre la muchacha. Limpió unas últimas lágrimas y se abrazó por un momento a su mejor amiga de trabajo. Juntas lloraron en silencio para luego de unos instantes, ambas se separasen.

─ ¡La función debe continuar! ─ soltó con amargura Marcela. ─ Y tengo un bus que tomar para darles el gusto a esos imbéciles.
─ Yo te acompañare en esta ocasión ─ señaló Valeria.
─ ¿Por qué? ─ preguntó la inspectora. ─ Que yo sepa tú no cambias turno hasta el jueves que vienes.
─ Lo sé ─ explicó Valeria. ─ Alejandro me pidió que te acompañara. Que él se reunirá con nosotras más tarde en Punta Arenas porque debe dejar solucionado cosas antes y en especial sobre Héctor y Bianca.
─ Entiendo. ─ dijo Marce sin emoción. ─ ese es otro que debe irse conmigo para que lo examinen en la clínica, gracias a las acciones de esa perra.
─ ¡Uy! ─ exclamó Valeria ante el epíteto de su compañera.
─ Lo único que siento es no poder acompañarla un poco más ─ se dijo más para sí misma Marcela. ─ Aunque no gano nada pensando en eso. ¡Al final de cuentas nada puedo hacer al respecto!
─ No sigas ─ aconsejó Valeria dentro de lo que se podía. ─ Es mejor que vayas a prepararnos para irnos.
─ ¡Vayamos! ─ secundó al final Marcela.
─ Por cierto, deje preparado café para llevar por si no quieres desayunar ─ indicó Valeria.
─ No, gracias ─ repuso la inspectora. ─ No deseo nada.
─ Ok ─ convino Valeria y se fue hacia su dormitorio.

La Inspectora se quedo un segundo viendo a la joven que yacía sobre el sofá y con un profundo y pesado suspiro, giró sobre sus talones sin antes decir…

─ ¡Adiós amor! ─ murmuró con el mayor dolor de su corazón.

No dio pie atrás y se metió en su dormitorio. Que por cierto era junto con el de la ingeniera los únicos individuales ya que los otros dos eran compartidos. Al igual que el baño.

No quiso tomarse un tiempo para dejar salir sus emociones si no que sacó toda su ropa y la metió en su mochila. Casi toda estaba limpia porque apenas alcanzó a estar dos días desde que llegara en contra turno y con su detención poco se cambió de ropa.

Arrugó su nariz mientras refunfuñaba para sus adentros…

Cuando ya tenía casi todo, excepto las prendas con las que se iría que no era precisamente ropa de trabajo sino una tenida que usaba cuando se iba a casa. Luego, fue al baño principal pero como lo estaba ocupando Fernanda, no tuvo más remedio que utilizar el baño pequeño que era usualmente ocupado por Bianca.

Una vez dentro, vio todas las cosas de aseo de la joven y aún más le bajo la congoja, pero hiso tripas corazón y se metió en la regadera a ducharse rápidamente antes que ella se despertase. No supo como lo hiso, pero no se quebró con todo lo que significaba estar junto a las cosas de su amor, pero no podía darse el lujo de convertirse en una María Magdalena. Debía ponerse en pie pronto y salir adelante a pesar de todo. Como dijo hace un rato, la función debía continuar.

Al rato, estaba secando su cuerpo y se aprestaba en salir del cuarto de baño. Al hacerlo, se topo con sus otras dos compañeras que le vieron con pesar. No digo nada e ingreso a su habitación sin más.

─ Estoy contra el tiempo ─ balbuceó la inspectora mientras se vestía velozmente.

Sabía de ante mano que en cualquier momento podía despertar y ello, significaría más problemas de los que ya cargaba sobre sus espaldas. No tendría valor para decirle adiós sin derrumbarse frente suyo por lo que decidió huir antes que la viera hacerlo y eso no podría soportarlo.

Unos jeas ajustados, una camisa a cuadros (bien femenina la blusa) Unos botines de caña alta y resistente para la nieve. Una casaca azul piedra. Cogió sus cabellos en una cola alta y se puso sobre si, una gorra de la NBA que le regalase la propia Bianca en un comienzo. Y sin más salió de su cuarto.

Al llegar al corredor. Fernanda y Valeria ya la estaban esperando.

─ Que tengas un buen viaje dentro de todo ─ deseó Fernanda. ─ Espero que todo salga bien Punta arenas y pronto estés con nosotros nuevamente.
─ Gracias ─ respondió sin emoción Marcela y abrazó a su compañera porque le tenía mucho aprecio. ─ ¡Ya veremos que dicen en la oficina!
─ Estoy segura que toda saldrá bien ─ expuso una esperanzada Fernanda. ─ Eres una funcionaria muy valiosa para Enap.
─ ¡Si cómo no! ─ Contra dijo la inspectora. ─ tanto que escogieron darle el gusto a esa mujer. ¡Eso es lo que valgo para Enap! Una mierda.
─ ¡No digas eso! ─ suplicó Fernanda.
─ No te engañes a ti misma, Feña ─ instó mordazmente Marcela. ─ Todos somos desechables para la empresa. Así de simple. Nadie es indispensable para ninguna empresa.
─ Bueno… Bueno ─ interrumpió Valeria. ─ No deseo ser más aguafiestas, pero nos espera el bus o nos iremos a pata a Punta arenas y yo con tacos ni a misa voy.

Si hubiese sido otra la ocasión, de buena gana se hubiesen escuchado un par de carcajadas ante la sandez que salió la enfermera que era bien sabido que ella era una pinturita de esas que no se rompía una uña con esfuerzo alguno.

─ ¡Vámonos ya! ─ demandó Marcela, que vio por el rabillo de sus ojos algo que la asustó.
─ Ok ─ convino Valeria, que le dio un beso a Fernanda.

Las dos salieron más que rauda fuera de la casa y fueron recibidas por el amanecer que ya estaba muy claro y pronto a salir el sol en un momento más. Bajaron raudas el camino hasta la garita y entregaron las llaves de sus cuartos para su reemplazo que debía llegar dentro de la tarde. Se registraron y antes de abordar fueron despedidas por Alejandro, Patricio y Atalía.

─ En la noche estoy viajando a Punta Arenas ─ señaló Alejandro. ─ a primera hora me contactare contigo para que vayamos hablar con Carlos e ir juntos al comité disciplinario.
─ ¡La inquisión querrás decir! ─ contravino Marcela.
─ Cómo sea ─ dijo Alejandro. ─ la cosa es que vamos a estar juntos en esto hasta las últimas consecuencias y sea lo que tenga que ser. No voy a dejarte sola en este momento.
─ Gracias por tu apoyo ─ repuso Marcela. ─ Aunque me da igual en este momento lo que pueda suceder conmigo en la empresa.
─ Estás en todo tu derecho de estar sentida, Marcela ─ contra dijo Patricio, su patner en muchas cosas. ─ Pero metete en tu cabecita que nosotros, tus compañeros y amigos, estamos contigo hasta el final.
─ ¿Nosotros? ─ inquirió Marcela.
─ Alejandro, Ata y yo ─ respondió Pato. ─ Somos tus amigos aquí y fuera ¿No es así?
─ Claro que sí ─ respondió la inspectora.
─ Chicos ─ interrumpió Valeria. ─ No me excluyan por favor. Marcela es mi amiga y tampoco pienso dejarla sola en este momento y en cualquier otro. Si debemos dar la pelea, cuenten conmigo también.
─ ¡Ya vez! ─ sugirió Alejandro ─ No estás sola. Nos tienes a todos nosotros que vamos a dar la pelea del siglo frente a Enap.
─ ¡Gracias chicos! ─ murmuró conmovida Marcela, aguantándose las ganas de llorar. ─ Esto no lo voy a olvidar nunca.
─ Nosotros tampoco ¡Créeme! ─ fue el turno de Atalía. ─ ya es suficiente de dejarnos pasar a llevar si de marionetas es lo que desean llenarse. Entonces que se busquen a otros porque no seguiremos siendo unos lame botas de esa maldita mujer.
─ ¡Así es! ─ secundó Pato.
─ Esto tiene que acabarse de una buena vez ─ advirtió Alejandro. ─ Solo voy a darle un poco más de tiempo a ella y luego, seré quién la enfrente una vez por todas.
─ ¿Te refieres a…? ─ Marcela, no quiso terminar la pregunta.
─ Así es ─ respondió Alejandro. ─ Ella tampoco está sola en esto. Voy a dar mi última batalla por que se quede con nosotros y mande al diablo a esa mujer.
─ ¡Ya veo! ─ murmuró Marcela, haciendo esfuerzos por callar sus impresiones. ─ Esa es su batalla. Así lo quiso ella.
Los demás quedaron un poco frío ante el comentario y tras haber sido testigos de la escena anterior y de todo lo que ello implicó. Sin embargo, ninguno fue capaz de decir nada al respecto porque comprendieron el dolor que debía estar viviendo la inspectora y esa postura no era lo que sus ojos verdaderamente expresaban en ese momento.

─ ¡Es hora de irnos! ─ señaló fríamente Marcela y viendo a su superior, añadió. ─ Te estaré esperando.
─ Allá estaré ─ acotó Alejandro.

En ese momento el chofer anunció la partida y dio el encendido para salir. Despacio comenzó el retroceso justo cuando los primeros rayos del astro sol comenzaban asomar tras las cumbres del sector.

Cuando alcanzó su tope final, el chofer, giró volante y usando la caja de cambios en las marchas respectivas, se puso en marcha por el angosto sendero del ingreso al campamento y fue de este modo que en ese bus comenzó a desaparecer con el personal que iba de regreso a la ciudad. Atrás quedaban tres hombres con un claro signo de impotencia y coraje.

─ Bueno es hora de qué nos hagamos cargo de un chistosito que se paso de listo ─ indicó Alejandro. ─ Le va a costar dolores de parto a su madre nuevamente por el desgraciado que le toco por hijo.
─ ¡Ya era hora! ─ avivó la cueca Patricio. ─ No le van a quedar ganas ni para susurrarle esta vez a la Quintrala.
─ De seguro que lo mojo muy bien ─ supuso Ata.
─ Sí, pero no le va a bastar con toda la plata para volverse a poner de pie y hacerlas de soplón.─ Amenazó Alejandro.
─ Te había dicho que a hay veces que te amo ─ se burló de lo lindo Pato y alabando las acciones de su jefe.
─ Será mejor que lo guardes muy dentro tuyo ─ amonestó Alejandro, viéndolo con burla.
─ Ok ─ respondió Pato. ─ ¡Yo decía no más!

Después de bromear entre ellos, juntos fueron en una camioneta con rumbo del helipuerto…

Mientras en la casa I…

Unos ojos grises se abrieron de golpe y quedo viendo a su alrededor como buscando algo desesperadamente…

─ Ella se ha ido ─ fue la respuesta de una mujer.

Tamaños ojos se abrieron al oír la respuesta y Bianca, se enderezó rápidamente y paseó su vista hasta toparse con la presencia de Fernanda, que tomaba café en el sillón contiguo que ya había sido puesto en su lugar.

─ ¿Te quedarás así? ─ preguntó Feña al ver el semblante de su compañera.
─ ¿A qué te refieres? ─ Contra preguntó Bianca.
─ En que dejarás las cosas así y no harás nada al respecto ─ explicó Fernanda. ─ Ella se jugó hasta el pellejo por cuidar de ti y expresar lo que sentía por ti para que no seas capaz de despedirte al menos de ella como es debido. Aunque les duela demasiado en estos momentos. Se merece eso de tu parte ¿o estabas jugando con los sentimientos de Marcela?
─ Claro que no ─ rebatió Bianca. ─ nunca haría una cosa así.
─ ¡Entonces qué esperas para ir a despedirla! ─ instó severamente Feña.
─ Pero ella ya se fue ─ contra vino Bianca. ─ El bus debió partir ya.
─ ¡Señor! ─ exclamó Fernanda, levantándose de golpe y coger un objeto del recibir, las arrojó sobre la chica. ─ se te olvida que tienes vehículo propio, tontona.
─ ¡Gracias, Feña! ─ mencionó Bianca, dando un salto fuera del sofá y calzándose sus botines, agregó. ─ Te debo una.
─ Unas cuantas, diría yo ─ rebatió Feña, que le alcanzó una casaca negra a la joven. ─ Abrígate que está helado aún.
─ Gracias, otra vez ─ dijo Bianca, que cerraba su casaca.
─ Por cierto ─ mencionó sin pelos en la lengua Feña. ─ ya calenté tu jeep para que puedas darle alcance a Marcela y puedas hacer las cosas correctamente. Porque aún no es tarde para enmendar los errores y darle soluciones a los obstáculos porque yo sepa, no eres ninguna cabra chica para qué te digan lo que tienes qué hacer ¿O no?

La joven Rangel, se giró sobre sus talones para quedar viendo a su compañera tras oír aquellos descargos y luego, de unos breves segundo. Una gran sonrisa fue la respuesta que brotó en los labios de la ingeniera a modo de respuesta.

Sin más,  salió aprisa de la casa  y a unos cuantos pasos de la casa estaba su jeep que estaba completamente desempañado y listo para darle encendido. Se subió de prisa y echo andar. Puso la reversa hasta estar a una distancia prudente para salir. Puso primera y salió rauda del lugar dejando una estela de polvo a su paso.

Por su parte y en el umbral de la puerta de la casa, Feña, daba un nuevo sorbo a su café y mirando al cielo, dijo…

─ Estoy segura que no la vas a tener nada fácil  a contar de ahora…Ariza Pedrales ─ murmuró tranquilamente Fernanda. ─ Si no te cuidas, el latido frágil que siente el corazón de Bianca, se hará más fuerte a favor de Marcela ¡Ya lo verás! Aún no está dicho todo en esta historia.

Como si fuese un espejo partido en dos, la visión mostró a: la profesora sonriendo mientras bebía su café y en su contra parte, unos dientes apretados de una morena de ojos verdes que intuyeron la maldición o mal augurio para sus planes. Los dos lados de una misma moneda y un solo propósito.

─ Anaí ─ fue lo que balbuceó aquellos labios de la morena con sus manos empuñadas en sus costados.

Lejos de todos ello, a lo largo del infinito camino de piedrecillas, lodo y charco. Un bus proseguía su rumbo con sus cuantos ocupantes. Porque solo personal de Sodexo (empresa contratista) eran los que hacían relevo de trabajadores y con ellos, iban ambas mujeres sumidas en sus pensamientos.

El viaje proseguía entre saltos por lo socavones que se habían echó tras las lluvias copias de los dos últimos días. Fue una verdadera montaña rusa todo el trayecto y para quienes tengan la dicha de conocer sabrán porque le dicen la tierra del olvido o dejada de la mano de Dios, porque ahí no se ve nada que no sea coirones y ovejas. Sin árboles ni nada que pueda mostrar algo bello a los ojos. Un paisaje casi estepario.

Un rodar tras otro y fueron pasando uno a unos los pasos estancieros que los alejaban cada vez más del campamento  y de sus camaradas de trabajo.

Aquellos ojos verdes, no dejaban de ver a través de la ventana y solo desfilaban cosas borrosas ante su retina porque la acuosidad seguía persistentemente en su orbe sin ganas de abandonarla. ¿A quién quería engañar?, ¿Así misma? Por más que luchase contra sus emociones y su corazón que no dejaba de dolerle en su pecho. No quería olvidar… ¡Mejor dicho y en honor a la verdad!... No deseaba borrar de su memoria, aquel rostro que llegó a ser para ella más importante que sus padres y hermanos. Al punto que dejo de pensar en ¡El qué dirán! Para preocuparse en solo liberarse y dejar que la fuerza que surgió dentro de su corazón, la avasallase con toda su potencia y le mostrase lo hermoso que es la vida y el…Amar.

¿Estaba dispuesta acallar definitivamente su corazón? Es la pugna que estaba lidiando fieramente dentro de su ser como en su mente. ¡Olvidar! Ya era suficientemente doloroso tener que dejar ir como para propinarle otro golpe bajo a su alicaído corazón… No se podía ser tan vil, tan despiadado.

Ahogo un suspiro dentro de su pecho inconscientemente y no llamar más la atención de los otros como lo había hecho con sus ojos tan hinchados como los tenía.

Por su parte, era exasperante para la enfermera permanecer impávida ante la situación de ver como se hundía más en la tristeza a quién apreciaba más que cualquier otra persona. E incluso por sobre algunos miembros de su familia.

Se rascaba una y otra vez, una de sus cejas ante la ansiedad que sentía de querer sacudirla y decirle que ¡Ya era suficiente de sufrir! Que escogiera entre luchar o dejarse morir en agonía por la decepción. ¡Cuántas ganas de hacerlo! ¿Pero qué ganaría con ello?, ¿Ayudarla o hundirla más en la desesperación?, ¡Dios qué hacer!

Y para colmo de males, nadie hablaba en ese bus, ni música envasada como para distraer los pensamientos. Nada. Simplemente todo se prestaba para hacer una agonía ese viaje.

Entre el silencio y los sube y baja del camino. Mientras todos permanecían sumidos en su propio mundo justo en la bajada y en una curva bien cerrada, se escuchó al chofer despotricar una artillería de groserías hacia algo o alguien.

Todos prestaron atención y fijaron su vista al frente, cuando de nuevo volvieron oírle decir…

─ ¿Quién te enseñó a conducir hijo de la gran….? ─ vociferaba el chofer, gesticulando con sus manos a medida que conducía.

A pesar de que los insultos continuaron de parte del chofer y como no podían ver mucho que digamos por estar en zona de curvas. Muchos regresaron a lo suyo.

─ De seguro que debió ser algún fanfarrón de esos estancieros ─ dijo Valeria en voz alta. ─ Típico de esos macanudos (cabrones, etc.) se creen dueños del mundo.
─ ¡Tal vez! ─ mencionó Marcela para no ser grosera con su compañera.
─ ¿Tal vez? ─ preguntó incrédula Valeria. ─ Ellos actúan siempre de ese modo.
─ No lo digo por eso ─ refutó cansada Marcela y viendo nuevamente por la ventana. ─ Sino que a lo mejor podría tratarse de un estanciero. Puede ser cualquiera.
─ Bueno eso si también es verdad. ─ aceptó Valeria.

 Y no terminó de agregar más cuando volvieron a oír…

─ ¿Qué pretendes animal? ─ rugió en esa pregunta el chofer.

Todos se quedaron viendo los unos a los otros y entre tres frenadas que tuvo que verse forzado hacer el chofer. Se levantaron de sus asientos para poder ver bien hacia delante y vieron como un vehículo al parecer le estaba cerrando el paso. Cruzándose de un lado al otro para luego salir disparado hacia delante, rebasando los 120 km/h porque a eso ya iba el bus con la cólera que llevaba el chofer.

─ ¿No era qué no se puede ir a más de 80? ─ preguntó estupefacta Valeria viendo a Marcela.
─ Sí, pero no sé qué sucede con él ─ respondió Marcela y por ser la con mayor rango, no le quedo de otra que. ─ Iré a ver qué sucede.

Tras ello y al darle el paso para que saliera de su asiento. La inspectora fue hasta dónde se encontraba el chofer y abriendo la puerta que los separaba del conductor, preguntó de lleno.

─ ¿Qué sucede? ─ inquirió Marcela. ─ Para que vaya tan rápido. El tablero dice que va a más de 100 y eso no está permitido.
─ ¡Lo siento mucho señorita Paredes! ─ se disculpó de inmediato el chofer y fue bajando el pie del acelerador. ─ Pero no hallaba como quitarme de encima a ese infeliz que se cruzó de repente.
─ No importa lo que otros hagan. Usted abóquese  en cumplir con las normas o le van a pasar una sanción llegando a Punta Arenas ─ ordenó Marcela. ─ ¡Hágame caso! No se arriesgue por gente que no vale la pena.
─ Como usted diga ─ fue la respuesta del chofer, que sintió vergüenza que le llamasen la atención por su descuido. Tenía arto que perder después de todo y más con una de las jefas a bordo.

El viaje se normalizó de inmediato y la inspectora no llegaba aún a su asiento (por estar casi al final) cuando escuchó decir al chofer que dejo la puerta abierta…

─ ¡Ahí estás infeliz! ─ rabió a duras penas y contenidas al hombre.

Marcela, encamino su paso hacia delante nuevamente cuando a propósito el chofer bajo la velocidad a 30 por lo bajo y se fue acercando hasta donde ya comenzaba a vislumbrarse la figura del vehículo detenido a un costado del camino. Cuyo ocupante estaba a un costado de su jeep. Observando cómo se acercaba muy despacio el bus con los trabajadores de Enap.

Como si fuese en cámara muy lenta, el bus fue acortando las distancia y se acercó más y más aquel vehículo detenido sobre un costado del camino y cuando la trompa de la maquina quedo frente al jeep. Unos ojos grises alzaron la vista en dirección de la cabina del conductor y en ese mismo instante, llegaba hasta el chofer, la presencia de una mujer que de inmediato clavo su vista sobre el coche que yacía a un costado del camino.

Fue en ese preciso momento que un brillo centelló en el iris de aquellos ojos verdes e hizo conexión con esos grises que la veían desde su lugar. Abriendo sus ojos desmesuradamente y su boca se abrió del mismo asombro que le causaba estar pre esenciando lo que estaba ante sus ojos. Fue tal su sorpresa y como resorte quedo pegada a la puerta del bus sin dejar de verle y por mucho que paso despacio, no pudo evitar avanzar.

─ ¡Dios santo! ─ exclamó Marcela y sin dejar de ver por la puerta, hasta que consiguió reaccionar ante la lejanía que se estaba gestando con el vehículo en el camino. ─ ¡Detenga el bus!
─ ¿Qué? ─ preguntó pasmado el chofer. ─ No puedo hacerlo por mucho que desee increpar a esa mujer por idiota.
─ ¡Qué detenga el bus! ─ ordenó seca Marcela y con ansiedad mal contenida ─ O le aseguro que tendrás quejas de mí en la oficina principal.
─ De acuerdo, pero no hace falta que me amenace ─ contestó el chofer y detuvo en seco la maquina.

De un solo golpe, Marcela, abrió la puerta y saltó los tres escalones que la separan del suelo mismo. Y desde ese lugar quedo viendo a unos metros (50) más allá como la joven comenzaba a encaminarse en dirección del bus y guiada por el impulso más fuerte que su conciencia. Echó a correr a todo lo que sus piernas se lo permitían entre tanto barro y agua que yacía en todo el lugar.
En uno, dos, tres y más pasos que alcanzó a dar cuando no supo como ya estaba entre los brazos de la inspectora y se abrazó a ella con todas sus fuerzas. Entre unos cuanto giros; que no sé sabían bien porque; consiguió poner sus pies nuevamente en tierra. Sea dicho, la joven era mucho más baja que Paredes. Y era una gran diferencia entre ambas. Cuando consiguieron calmarse y dejar que recuperasen el aliento con tanto vaivén que se dieron entre sí. Al fin una de ellas, pudo articular palabra…

─ ¿Por qué? ─ balbuceó Marcela, tratando de recuperar el aliento. ─ ¿porqué lo hiciste?, ¿Qué estás haciendo aquí?
─ Ups… ¡Aún me falta el aire! ─ se quejó Bianca, tocando su pecho. ─ ¿Acaso no te alegras que lo haya hecho?
─ ¡Por supuesto que sí! ─ confesó Marcela sin disimular su alegría. ─ Pero, necesito saber el por qué.
─ Marce…vine porque necesitaba decirte que no voy aceptar tu adiós ─ aclaró de frente y con honestidad Bianca, acariciando la mejilla de la inspectora. ─ entre sueños te escuché decirlo y no vine hasta aquí para despedirme sino para decirte que este será un hasta pronto hasta que ambas podamos resolver nuestros asuntos y sólo ahí, decidiremos qué vamos hacer. Pero lo haremos juntas. Sin presiones sino libremente.
─ ¿Eso quiere decir? ─ indagó con mucha ansiedad Marcela, viéndola con esa necesidad en sus ojos y buscando en los otros, esa misma verdad.
─ Que a pesar de que sea egoísta de mi parte, no voy  a cerrar la puerta que has abierto ─ reveló Bianca. ─ No me voy a negar a esa oportunidad, pero antes debo aclarar que si lo que siento es amor o enamoramiento.
─ ¿De mi parte? ─ preguntó tontamente Marcela entre confusión y dicha. ─ O ¿Lo que yo te hago sentir?
─ De lo que tú provocas en mí ─ correspondió Bianca en sinceridad.
─ Comprendo ─ dijo la inspectora y de pronto, le quedo viendo. ─ ¿Y sobre ella?
─ Es por lo que estoy aquí ─ aclaró Bianca. ─ Siendo muy honesta contigo. Debo aclararme y saber a quién amo verdaderamente. Lo mío con Ariza se remonta al pasado y que hay un vínculo muy fuerte entre nosotras, pero yo no puedo decir que es influenciado por ese mismo pasado o solo una ilusión. Son confusos mis sentimientos en este momento.
─ ¡Um! ─ exclamó un tanto parca Marce, pero sopesando las cosas, añadió. ─ Aunque no me guste del todo. Tendrás que averiguarlo de una vez por todas ¿No es así?
─ ¡Así es! ─ contestó Bianca sin ocultar la situación. ─ Es lo único que puedo ofrecer en este momento y si tan solo tú quieres, ruego que me esperes un poco más. Yo sabré darte una respuesta sincera de mi parte. ¡Prometo no jugar con tus sentimientos! Por eso he venido por ti. Para decirte mi verdad. Yo tengo sentimientos hacia ti, Marcela. Pero están confusos y necesito aclararme y saber qué decisión tomar correctamente.

Si bien era fuerte la confesión como muy brutalmente sincera. No dejaba de vislumbrar una pequeña posibilidad de tener una oportunidad con ella. Y Marcela Paredes, estaba más que clara que en la vida hay que arriesgar más allá de todo y apenas sopeso todo mentalmente, respondió…

─ ¡Aceptó Bianca! ─ respondió Marcela con total convicción y siendo igualmente sincera con ella misma como con la joven. ─ Acepto tus términos y prometo ser paciente al esperarte. No te niego que será una agonía al saberte cerca de ella, pero es algo que también debo convivir. Tú necesitas descubrir tus verdaderos sentimientos y yo necesito que tú vengas muy clara de qué es conmigo que deseas estar por toda una vida. Te necesito por completo y no a medias. ¡Así que haz lo que debas hacer! Pero no me dejes tanto tiempo sin saber de ti ¡lo prometes!
─ Es una promesa ─ aceptó Bianca, feliz de que pudieran darse las cosas entre ellas y sin pedir permiso o algo, le estampó un beso en los labios, por arrebato o qué, pero lo hiso.

No hubo que ser muy listo para darse cuenta que en el acto, Marcela, tras la sorpresa de ese beso. Correspondió con toda la intensidad y fuerza de su corazón y la pasión que dentro de ella comenzaba a desatarse.

Tras un profundo y demandante beso que fue interrumpido por el aire y los silbidos que se dejaron oír metros más allá por parte del resto de los ocupantes del bus. Ambas se separaron un poco solo para apoyar sus frentes entre sí.

─ Por muy lejos que estemos la una de la otra, me las voy arreglar para mantener comunicación contigo ─ señaló Marcela y sacando un pequeño bíper personal, lo entregó a la joven. ─ ¡Cuídalo mucho! Porque es por ahí que mantendremos el puente entre nosotras.
─ Lo haré ─ respondió Bianca y depositando unos pequeños besos sobre la mejilla de la inspectora, añadió. ─ Tú no dejes que te lastimen. Sea quien sea ¿lo prometes?
─ Cuenta con ello ─ dijo muy segura Marcela. ─ Soy una mujer de batalla, cariño.
─ ¡Marce! ─ balbuceó embobada Bianca y le obsequió un nuevo beso como premio por su ternura.

Nuevamente se escucharon silbidos y les vino a recordar que no estaba solas en ese sitio y que además, debían cada cual proseguir su camino.

─ Creo que ahora si debemos despedirnos ─ repuso a regañadientes Marcela, haciendo muecas al respecto.
─ No es una despedida ya te lo dije ─ corrigió con ternura Bianca. ─ Es solo un hasta pronto, mi bella inspectora.
─ ¡Gracias por lo de bella! ─ repuso con falsa modestia Marcela con mucho alborozo en su corazón.
─ ¡No te hagas que bien sabes que eres una mujer muy guapa! ─ amonestó con picardía Bianca y sacando dos pasos más atrás distancia.
─ ¿Por qué huyes? ─ preguntó con asombro Marcela, que la veía con malicia.
─ Porque veo tus oscuras intenciones ─ aclaró francamente Bianca sin dejar de sonreír.
─ ¡Mira tú! ─ exclamó la inspectora y en menos que canta un gallo, ya la había atrapado otra vez y era ella esta vez, quién le robaba un beso para añadir sin más. ─ Pues muy tarde te percataste del peligro señorita Rangel porque ya es muy tarde para ti ¿Lo sabías?
─ ¡Ahora me doy cuenta! ─ confirmó Bianca entre sonrisas y complacida en parte por todo lo que estaba viviendo en ese momento.
─ ¿Te arrepientes? ─ preguntó Marcela viendo esos bellos ojos grises y su profundidad.
─ En absoluto ─ sentenció Bianca sin una pizca de remordimientos.
─ ¡Excelente! ─ convino Marcela y robando un segundo beso, agregó. ─ Porque tienes un acuerdo conmigo. El cual te hare respetar hasta el día en que hablemos con la verdad por delante.
─ Así se hará ─ respondió enérgicamente Bianca y apoyando su cabeza en el torso de la inspectora, agregó. ─ hasta entonces, tienes mi palabra.
─ Con eso me basta ─ aseguró Marcela y abrazando fuertemente a la que se podía decir entre comillas, su chica. ─ Es el mejor comienzo que puedo tener.
─ ¿Segura? ─ preguntó Bianca algo dudosa por lo poco que podía ofrecerle.
─ Muy segura de lo que estoy diciendo ─ respondió Marcela y ahora, se apartaron ambas. ─ Ahora tengo motivos para dar la pelea en todos los sentidos.
─ Ambas la daremos ─ acotó Bianca. ─ No dejaré que me sometan esta vez. Si no es por amor, entonces no estaré con nadie que yo no ame.
─ Es lo mejor que pueden haber oído mis orejitas ─ señaló un tanto traviesa la inspectora.
─ ¡Ah! ─ exclamó Bianca sin creérsela.
─ ¡Tontita! No pongas esa cara ─ mencionó rápidamente Marcela. ─ no saques conclusiones precipitadamente.  Es la mejor de todas las noticias. Saber que vas a luchar y no te dejarás pasar a llevar por nadie y menos por Ariza.
─ Es lo que debí hacer desde un comienzo ─ adujo Bianca en respuesta.
─ Nunca es tarde para comenzar hacer cambios, cariño ─ sugirió positivamente Marcela.
─ Es verdad. ─ concordó Bianca.
─ Creo que debo irme ─ indicó Marcela, al ver por el rabillo que Valeria, le hacía señas de que iban a ir. ─ Nos mantendremos en contacto.
─ Sí ─ correspondió Bianca.
─ ¡Hasta entonces cariño! ─ se despidió Marcela. ─ lucha por ti misma y por tu derecho a ser feliz, mi bella Bianca.
─ Lo haré ─ fue el turno en despedirse de la joven Rangel y le dio un breve beso como despedida. ─ Nos veremos pronto, mi hermosa inspectora.
─ ¡Nos vemos! ─ fue ya lo último en decir a Marcela, que se echó a correr antes que el bus la dejará abajo porque habían dado el encendido.

Al instante reanudo la marcha con una silbadora por parte de los bromistas y fueron acallados de inmediato por la inspectora al exigir respeto y que su vida privada era de ella y no del resto. Por su parte, el chofer aún no podía creer todo lo que vio, pero se las guardó para adentro. Por lo menos tendría una excusa para pedir ayuda en caso de necesitarla si alguno lo acusaba de exceso de velocidad.

─ No digas nada ─ repuso seria Valeria. ─ con lo que vi es más que suficiente.
─ ¡Qué bueno! ─ aclaró Marcela tras dejarse caer rendida en su asiento. ─ No pensaba decirte de todos modos.
─ ¿Estás de bromas o qué? ─ increpó totalmente picada Valeria, pellizcando el brazo de su acompañante. ─ ¡Suéltalo ya!
─ Jajaja ─ por fin pudo volver a sonreír Marcela y como una niña traviesa dijo, antes de cerrar sus ojos. ─ Lo único que puedo decirte es que soy la mujer más feliz y que tengo una oportunidad con Bianca. Eso es…

No terminó de decir más al respecto porque de súbito el cansancio la venció y la mandó directo a los brazos de Morfeo. Dejando pasmada a la enfermera.

─ ¡No lo puedo creer! Se durmió sin más. ─ murmuró Valeria y luego de ver el semblante sereno y feliz de su amiga, añadió contenta. ─ Feña tenía razón. Aún no está dicho todo en esta historia.

La enfermera tomo una manta que estaba arriba del maletero de mano y la colocó sobre su acompañante y tras observarla un poco más. Ella también cerró sus ojos y se abandonó al sueño porque le quedaban 3 horas de viaje hasta llegar a la capital magallánica.

─ También estoy segura que ahora comienzan tus problemas…Ariza ─ fueron las palabras que cruzaron los pensamientos de Valeria antes de perderse en el mundo de los sueños.

Mientras el bus continuaba su viaje. Una joven miraba ya a lo lejos perderse aquella maquina en que iba la mujer que le importaba y que estaba dispuesta en darse esa oportunidad a pesar de que tenía que esclarecer su situación pasada con la estanciera.

─ Ahora es mi turno de hacerme respetar ─ murmuró para sí Bianca, mientras subía a su jeep y daba partida. ─ Tendrás que ganarte el derecho a que te ame y no me impondrás más cosas según te dé la gana. Si tu amor es tan verdadero como dices y no es un capricho más como el pasado. Tendrás que luchar por mí corazón limpiamente. ¡Ya no será como tú quieres Ariza!

Dicho esto arrancó veloz del camino y se fue en dirección al campamento, donde le estarían esperando Alejandro con una interesante propuesta.

Como si el mismo paraje fuese oídos, los pensamientos llegaban al lugar en que se encontraba la otra protagonista de esta historia y al presentir como se cernía un peligro sobre ella, sacó fuerzas de su ser para prepararse mentalmente para lo que se vendría tras la decisión que había tomado la joven Enapina.

─ ¡Ya veremos si te sales con la tuya! ─ mascullo con rabia Ariza viendo el horizonte. ─ ¡Te estoy esperando Bianca Rangel!

De este modo comenzaba a plantearse un nuevo escenario bastante diferente de lo que muchos creyeron que podría llegar a ocurrir y en un costado del camino. Una de ellas dejo plantado…los miedos y la sumisión que lleva consigo a cuestas por temor de no lastimar a otros. Pero esta vez, no sería más así…En el costado del camino quedo inerte la antigua Bianca Rangel y hoy nacía una mujer diferente a lo que fue en el pasado y a la que fue hasta hace poco.


1 comentario:

Delfi Castillo dijo...

La verdad no se como vaya a terminar todo esto...Marcela a la espera de algo que tal vez no se realice.Bianca decidida a dar batalla y Ariza dispuesta a recuperar lo que es suyo por derecho.
Que lío con este trío amoroso..Que estés bien y nos vemos en el siguiente...Saludos....

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