Recuerdos.

En aras del pasado, capítulo 6.

FLASH BACK

El salón estaba repleto de invitados, quiénes habían asistido a celebrar la ascensión de la nueva Duquesa de Calguiere. Muchos nobles de toda Inglaterra habían concurrido, incluso un delegado de su alteza la Reina Victoria, había sido enviado.

Toda la ceremonia resultó esplendida. Los discursos de la Duquesa madre y la nueva Duquesa Anabelle. Todo era, dicha y alegría para la familia en especial para Henrietta, quién veía en su hija, la continuación de su obra.

Anabelle, lucía radiante y hermosa, junto a su esposo. Era sin duda, motivo de tranquilidad y augurio de una descendencia perdurable en el tiempo.

«Todo estaba en su lugar» pensó Henrietta.

─ Amigos míos ─ dijo Henrietta─ sin duda, esta noche es inolvidable para mi familia. La dicha me embarga y quiero compartirla con vosotros, os invito a disfrutar de esta velada (hizo señas a los músicos para dar comienzo al baile).

Pocos minutos después, logró ver a una familia que recién acaba de llegar y Henrietta les saludó, muy afable.

─ Sean ustedes bienvenidos a mi hogar, Enios, Joan ─saludó Henrietta y mirando de soslayo, se dirigió a una joven pareja ─ también ustedes queridos míos (refiriéndose a Octavio y su joven esposa)

El ambiente era  distendido. Todos hacían galas de sus dotes en el vals, pero sin duda, una joven pareja llamaba la atención de todos, por la gracia y hermosura de la joven.

─  Eres la mujer más hermosa de esta noche ─comentó Octavio─ y me siento el hombre más afortunado de tenerte a mi lado.
─ Sabes muy bien que he venido en contra de mi voluntad    ─ dijo Rowine, dejando descansar su barbilla en el hombro de su esposo.
─ No deberías decir eso. No vaya a ser que te oiga tu padre ─ exclamó serio Octavio ─ Ha sido una invitación especial de la Duquesa, además, ella siempre ha sido tu amiga desde la infancia.
─ ¡Ya no somos nada! ─ dijo esto visiblemente molesta ─ además, no quiero tener nada que ver con esta gente.
─  La verdad, ¿no sé qué sucedió entre ustedes? ─ señaló Octavio ─ pero deberías cuidar tus palabras, como tu esposo, te lo ordeno.

La música cesó  y muchos de los concurrentes volvieron a sus lugares. Fue ahí, donde los ojos de Anabelle, dieron con Rowine. Ella, estaba con Octavio, sin duda, era la criatura más hermosa del condado y de la fiesta. Su corazón dio un vuelco al reconocer a su gran amor, pero en el momento en que sus miradas se cruzaron por unos instantes, ésta solo vio frialdad e indiferencia por parte de Rowine.

Cansada del gentío y también, irritada por tener que haber asistido, por más que suplicó a su esposo. Rowine, se dirigió a las afueras del castillo, por un poco de aire fresco y tranquilidad.

─ Veo que no estás disfrutando de la velada, querida ─ dijo una voz que jamás olvidaría y por la cual sentía un profundo resentimiento.
─ ¿Acaso me ha seguido señora? ─ dijo molesta Rowine.
─ Este es mi hogar y puedo ir y venir por dónde se me antoje ─ contestó Henrietta con altanería.
─  ¿Cuál ha sido el motivo de su invitación? ─ preguntó Rowine─ según recuerdo, me quería lejos de su hija.
─  Por supuesto que sí ─ contestó desafiante Henrietta ─ aunque han pasado ya cinco años. Quería que vieras con tus propios ojos, todo lo que tú, jamás podrías haberle dado.
Rowine, apretó fuertemente los puños, que estaban apoyados en la baranda y sarcásticamente contestó.
─  Está equivocada, señora ─ dijo molesta la joven─  a mí, no me interesa en absoluto, lo que le suceda con su hija.
─  ¿Segura? ─ Preguntó la mujer, quién aún tenía recelos de aquella jovencita y  aunque se había casado, era consciente de que Anabelle, había cambiado por su culpa.
─ Señora estoy casada con Octavio ─ mencionó con rabia, Rowine ─ él, me ha hecho la mujer más feliz, esto es amor verdadero. ¡Debería alegrarse!, ¿no cree?
─ ¿Es eso cierto, Rowine? ─ se escuchó una voz detrás de ellas, era la voz de Anabelle, que la veía con tristeza.
FIN DEL FLASHBACK

¡Anabelle!...

¡Anabelle! ─ llamó por segunda vez su madre.

─ ¡Disculpa madre! ─ exclamó la joven Anabelle, logrando sobreponerse a su impresión.
_ No te quedes ahí inmóvil ─ demandó su madre─  y ten la gentileza de saludar a nuestra invitada.
─ ¡Perdón! ─ saludó la aludida─ mi nombre es Anabelle Calguiere, encantada de conocerte (estirando su mano para saludar)
─ Raniel Larson ─ correspondió ésta─ el gusto es mío (y estrecho la mano de la joven)

Al instante, de juntar sus manos, un escalofrió recorrió de golpe, el cuerpo de ambas. Estremeciéndolas por completo  e hizo que sus corazones latieran, aún más acelerados de lo que ya estaban. Anabelle, frunció el ceño y retiró rápidamente su mano. Ante ese acto, Raniel, sólo entrecerró sus ojos, agudizando su mirada en la joven.

Por su parte Anabelle, partió en dirección donde estaba un joven alto, quién la recibió con un beso en los labios.

─ ¡Bienvenida amor! ─ saludó éste─ terminaste justo a tiempo.
Alesia, que vio con cierta incredulidad lo ocurrido entre ambas y viendo lo pálida de Raniel, procedió a presentarla al resto de la familia.

─ Raniel ─ dijo Alesia─  él, es James, esposo de mi tía Annette. Ellos son: Charles, Claudine y Francis, hermanos de Anabelle.
─ Por último y no menos importante, Robert, prometido de Anabelle ─ mencionó Alesia.
─ Encantados ─ respondieron los aludidos.
─ El placer es mío en conocerles ─ respondió Raniel.
─ Se nota mi querida niña, que tienes una muy buena educación ─ comentó Annette.

Era tal el asombro de Annette, en aquella muchacha, que sintió una gran curiosidad de saber más acerca de ella y de su procedencia.

─ ¿Por qué me siento así?... Mi corazón late muy rápido ─ se preguntó para sus adentros,  Anabelle, mientras llevaba una de sus manos al corazón, con mucho cuidado de ser vista.
─ ¡Vaya! ─ se lamentó Raniel─ creo que he cometido un error al venir aquí.

Los ojos esmeraldas de la joven, se desviaban una y otra vez hacia la joven de sus bocetos. Aquella mujer, era de carne y hueso. Algo que la tenía profundamente conmovida.

Mientras que la otra joven. Se debatía en un estado de miedo y curiosidad.