Atada por un testamento, capítulo 20.
Después
de dejar atrás la hermosa ciudad de Puerto Varas. El jeep continuaba su
trayecto por la carretera si así podríamos decir ya que aunque es pavimentado
dicta un poco de ser una autopista como en otros lugares del país. Dígase la
zona norte o centro.
Sus
ocupantes estaban inmersos en sus propios pensamientos y Carlos por su parte
mantenía la vista fija en el camino dado que era angosto y los automóviles
suelen correr mucho por esta parte.
Mientras
aquellos ojos celestes se mantenían clavados en la ventanilla de su costado en
ver los paisajes. Otro parte de ojos verdes quedaban viendo su celular que
había emitido una alerta de mensaje.
«─ ¿Puedo verla? ─ fue la pregunta que le hicieran» Era el mensaje en el
visor de su móvil.
La joven disimuladamente a través de su rabillo,
observó a su acompañante y al comprobar que se mantenía igual de centrada en
ver por la ventanilla. Procedió a escribir.
«Es imposible por el momento el que puedas verla Maria José, ya que ella
no desea verte. Dame un poco más de tiempo» respondió la joven.
Al poco rato volvió a entrar otro mensaje…
«
¿Cuánto debo esperar? Ya que debo regresar a mi trabajo. Tengo agendada unas
operaciones con pacientes que no pueden ser postergadas»
Y después de leerlo, volvió a mirar para su costado
y tras comprobar que nada cambiaba. Volvió a escribir.
«Esto
no depende de mí. Es Karina, quién decide» tipió la joven.
A los segundos después, volvía en entrar un nuevo
mensaje…
«Está
bien, Akiane, me quedare una semana más ya que es todo lo que puedo retrasar mi
viaje. Espero t
tu llamada»
Con un suspiro de pesar, respondió la joven
Rosemberg…
«
Gracias y haré todo lo posible para que puedan hablar. Aunque esto me cueste
más de un dolor de cabeza»
Tras enviar el mensaje. Quedo meditando y en eso se
escuchó…
─ Veo que la tecnología te mantiene tan ocupada
como todo el mundo ─ fue el comentario de Karina tras observarla un rato.
─ ¡Eh!... ─ balbuceó torpemente Akiane que casi se
muere del susto tras oírla.
─ ¿Qué sucede para que pongas esa cara? ─ preguntó
Karina, observando sus reacciones.
─ ¡Disculpa pero estaba en otra parte! ─ dijo
Akiane a modo de disculpa. ─ ¿Podrías ser más específica a qué te refieres con
lo último?
─ Veo que realmente estás distraída Rosemberg ─ acusó Karina empequeñeciendo
bastante sus ojos como oliendo el embuste. ─ Es como cuando los padres suelen
pillar infraganti a sus hijos en alguna
travesura.
─ ¡No nada de eso! ¡Quédate tranquila! ─ defendió
Akiane colocando su mejor cara de santa. ─ Tan solo revisaba mi celular y
respondía alguno de esos mensajes.
─ ¡Ya veo! ─ murmuró Karina aún no muy convencida e
insistió. ─ Parecías algo sospechosa y temerosa en escribir.
─ ¡Vaya! ─ exclamó atónita Akiane. ─ Para ser una
chica algo distante y mostrarse indiferente ante lo que hago parece ser que
estás más al tanto de mis pasos que cualquier otra cosa. Y la verdad sea dicha,
me siento halagada contar con tanta atención.
─ ¡UF! ─ Se quejó Karina. ─ Tú en verdad eres bien
desagradable cuando te pones en plan de seductora.
─ ¿Seductora yo? ─ preguntó con cierta perversión
Rosemberg.
─ ¿Quién más? ─ Contra preguntó Karina, tirando un
poco hacia atrás su cabeza. ─ ¿Ves alguien más aquí?
─ A decir verdad, no veo más que mi irresistible y
encantadora persona ─ apuntó Akiane, guiñando un ojo coquetamente. ─ Llena de
ternura, sensualidad, inteligencia y un poco de humor.
─ ¡Ja! ─ Se mofó Karina con tamaños ojos de
incredulidad. ─ ¡Perdóname! Pero te falto agregar… ¡Modestia aparte!
─ Jajaja ─ fue la risa que no ocultó Akiane y de no
ser por lo severa de la mirada de aquellos ojos celeste, hubiese reído con más
soltura y salió al paso en decir. ─ Tú sabes que hace bien sentir un poco de
amor propio ¿no te parece?
─ ¿Amor propio? ─ inquirió Karina. ─ Eso sería el
caso de una persona con una baja autoestima, pero ese ni remotamente se ajusta
a tu persona. Eres la persona más engreída que he conocido en mi vida.
─ ¿En serio? ─ refutó la pregunta Akiane.
─ Por supuesto ─ respondió Karina.
─ Pues no me lo parece ─ contradijo Akiane,
colocando un dedo en sus labios al meditar un poco en su respuesta. ─ Soy una
mujer bastante consciente de mis cualidades y a tributos; sea dicho; soy bien
apetecible por así decirlo para los espectadores. Y no estoy siendo modesta,
solo digo lo que soy. No obstante y tomando en cuenta tu comentario…Diría que
tal vez tú seas la que se ha rodeado de personas engreídas y con aires de
superioridad por estar rodeada de ingleses que siempre ven por encima del
hombro al resto del mundo. Y eso mi querida Karina no es solo superficialidad
sino arrogancia.
─ Perdona que te refuté tus argumentos ─ repuso con
pica Karina. ─ ¿Qué tienen que ver los ingleses aquí? Solo estamos hablando de
ti y no de todo el mundo.
─ ¡Vez! A eso me refería ─ argumentó Akiane. ─ No
se les puede decir o contradecir en nada porque se alteran enseguida y muy
educadamente, te rebaten hasta hacerte parecer que eres tú el que está errado.
─ ¡Insisto! ¿Qué tiene que ver? ─ rebatió Karina. ─
estaba hablando solamente de ti.
─ Y te respondí de mi parte que no soy yo la
engreída ─ aclaró Akiane, disfrutando sacarla de sus casillas. ─ Pero tú no
deberías serlo, pero te contagiaste con tu medio ambiente.
─ ¡Por Dios! ─ soltó molesta Karina. ─ ¿No me
puedes salir con algo así? Te creía más inteligente.
─ Lo soy ─ respondió al talante Akiane.
─ A veces me preguntó si eres real o no ─ señaló
Karina irónicamente. ─ Porque me parece insólito que una persona que vivió en
el extranjero con otro tipo de cultura sea tan retrograda para sus cosas y me
salga con una burrada como esa. ¡Por Dios, Akiane! ¡Habla serio!
─ Vuelvo a decirlo y sostengo mis dichos…No soy yo
la engreída ─ refutó con calculada intención Akiane. ─ Y por haber vivido gran
parte de mi niñez y adolescencia en Australia, es que baso mis argumentos. Tú
allá jamás verás personas altivas o estiradas, tan preocupadas de las
apariencias. Al contrario son personas amables, alegres y divertidas que se
dedican a disfrutar su vida en plenitud. Eso sí, son optimistas en demasía y se
les nota hasta en los poros por el contrario de los rostros sombríos de los
ingleses que temen expresar realmente al ser que son interiormente. Imagen
calculada nada más.
─ Se cuidan de hacer el ridículo o hacer algo
inapropiado ─ corrigió Karina, sin darle o no la razón a su contra parte.
─ ¡Fachada nada más! ─ insistió Akiane. ─ ¡Admítelo
de una vez! Nosotros somos muy distintos. Somos de piel, Karina.
─ No voy a seguir con este tema porque podríamos
hablar semanas y nunca llegar a un consenso ─ acotó sin ceder Karina.
─ Si que eres testaruda, mi bella Karina ─ espetó
divertida Akiane. ─ No vas admitir jamás tu derrota.
─ Te lo había advertido ya ─ señaló Karina alzando
su ceja. ─ Deberías haberme tomado en serio.
─ Yo siempre te tomo muy enserio ─ soltó Akiane con
un dejo de malicia. ─ ¡Y sino que me acusen de mentirosa!
─ ¡¿What?! ─ masculló pasmada Karina, tocándose el
pecho.
─ Jajaja ─ se carcajeó Akiane, sin contenerse más. ─
¡Yo tenía razón! Te salió ese lado Inglés que tienes. Hasta ya hablas como uno
de ellos cuando los increpan… ¡Que divertida eres!
─ ¡Idiota! ─ exclamó con enojo mal disimulado
Karina, volteándose a ver por la ventanilla.
─ Jejeje… ¡Lo siento! ─ trató de disculparse
Akiane, sobando su estomago y poder controlarse. ─ En mi defensa diré que:
¡Eres encantadora!
─ ¡Si cómo no! ─ siseó Karina sin mirarla siquiera.
─ Al menos puedes darme el crédito que te divertido
un poco ─ mencionó risueña Akiane. ─ Me encanta debatir contigo…Es…de otro
mundo.
─ ¿Y más encima te burlas? ─ Increpó Karina que se
giró para verla a los ojos.
─ Nunca podría burlarme de ti ─ repuso una tierna
Akiane y posando sus dedos sobre la mejilla de Karina, agregó. ─ Eres muy
importante para mí para hacer tal cosa. ¡Cambia esa cara por favor!
─ Tú…Tú… ¡No me provoques entonces! ─ dijo Karina
visiblemente nerviosa ante aquella sutil caricia.
─ ¡Um! ¿Provocarte? ─ susurró para sí, Akiane
rascando su barbilla y agregó. ─ Si hiciera eso precisamente; creo que; no
tendrías reparo alguno y muy complacida se te vería. ¡Sí eso me parece más
apropiado!
─ ¡Cristo Dios! ─ Casi vociferó Karina viéndola con
ojos casi asesinos. ─ ¿Por qué a mí?, ¿Qué fue lo malo que hice para toparte
contigo en esta vida?
─ No sé si
malo, pero lo mejor es que eres la hermana menor de Adriana y tarde o
temprano teníamos que toparnos ─ acotó Akiane, viendo la retina de esos
celestes, leyendo sus impresiones más íntimas.
─ ¡Castigo querrás decir! ─ objetó Karina ─ he sido
el conejillo de indias para Adriana y sus oscuros deseos. ¿Sabe Dios que más
hubiese hecho de tener más tiempo?
─ ¿Piensas que hay algo más? ─ inquirió Akiane,
cambiándole la cara por completo porque la sonrisa de su rostro se esfumó por
arte de magia.
─ No lo creo, pero de haberlo tenido estoy segura
que me casa con el mismo Papa para poder demostrarme que he estado equivocada
todos estos años. ─ repuso Karina. ─ Adriana le encantaba andar arreglándoles
la vida a los demás y eso que al menos en lo personal no sé lo pedí.
─ Quizás seas muy severa en tu comentario ─ refutó
cuidadosamente Akiane. ─ Ella era tu hermana y te amaba demasiado.
─ ¿Qué sabes tú? ─ espetó Karina. ─ ¿Crees haberla
conocido más que yo?
─ Por supuesto que no ─ admitió Akiane. ─ No obstante,
estaba muy consciente del amor que te profesaba sobre todo llegué a conocer más
de ella tras ese fatídico accidente. Te puedo resumir que era una mujer tan
preocupada de su hermana que hubiese estado dispuesta a dar su vida por ti. Y
perdóname que lo diga de esa forma, pero por más lazo sanguíneo que hubiera, no
se compara con la devoción que tenía por su pequeña hermana. Y déjame aclararte
que fui testigo privilegiada de ver cómo cerró sus ojos y apagó su luz
susurrando tu nombre. Ella se fue llamándote porque nadie fue más importante
para Adriana en ese ínfimo segundo de vida; que no fueses tú, Karina.
─ ¡Lo siento! ─ Se disculpó la joven Sotomayor. ─
En verdad no estuve ahí para rebatir tus dichos. No sabía que hubiese muerto llamándome… ¡Um! …Me duele
escucharlo (su voz se quebró al imaginarla)
─ No te disculpes Karina ─ dijo con voz dulce
Akiane para confortarla y de paso, sobó su espalda en forma cariñosa. ─ No
pretendía hacerte sentir mal, solo quería que supieras lo mucho que te amaba
Adriana.
─ Gracias por comentarlo ─ repuso Karina. ─ A veces
suelo ser un poco obtusa para mis cosas y omito lo verdaderamente importante.
─ Seguro ─ fue lo único en que atinó en decir
Akiane porque luchaba por no ser grosera y burlarse de la joven.
─ ¿Ahora por qué la cara? ─ preguntó impávida
Karina que leía claramente en los ojos verdes de la albacea. ─ ¿Te estás
burlando de mí?
─ ¿Cómo crees? ─ contradijo Akiane resultando ser
una farsante de primera.
─ ¡Mentirosa! ─ increpó sin asco Karina.
─ Ok… ¡Está bien lo admito! ─ cedió Akiane. ─
Digamos que lo pensé, pero no lo dije.
─ Pero se te noto en la cara, idiota ─ reprendió
Karina. ─ Eres una pésima actriz. Lo que no dices verbalmente, lo haces en
gestos o con la mirada que te delatan.
─ ¡Pues no lo sabía! ─ declaró Akiane haciéndose la
desentendida.
─ ¿En verdad me tomas el pelo de puro gusto? ─
preguntó molesta Karina con unos ojos brillantes por el coraje de ser burlada
sin más.
─ ¿Yo?... ¡Jamás! ─ señaló Akiane con una cara de
yo no fui. ─ ¿Me crees capaz?
─ De ti puedo esperar eso y mucho más ─ respondió
aplastantemente Karina.
─ ¿Quién lo diría? ─ se cuestionó así misma Akiane.
─ Es bueno saberlo.
─ ¡Me rindo! ─ soltó de pronto Karina al ver que no
iban a ninguna parte con la conversación.
─ ¿Tan pronto? ─ preguntó con la misma intensidad
Akiane, quería probar más facetas de la joven Sotomayor.
─ ¿Y te parece poco? ─ Contra preguntó Karina
alzando su barbilla en forma desafiante. ─ Pregunto una cosa y me llevas
paseando entre las ramas como mono y desvías el curso de la conversación hacia
rumbos desconocidos. Me tildas de ser esquiva pero tú me ganas por lejos.
Akiane le quedo viendo fijamente y trataba de dilucidar en la profundidad celeste la verdadera persona de Karina, esa que oculta a todos.
─ ¿Qué deseas saber? ─ inquirió Akiane dejando de
lado las bromas.
─ ¿Serás sincera esta vez? ─ preguntó Karina.
─ Tienes mi palabra ─respondió Rosemberg.
─ Es la segunda vez que empeñas tu palabra de lo
que va de este día ─ señaló Karina. ─ Espero puedas cumplir con ello.
─ ¿Deseas que firme algún papel para que me creas y
puedas confiar en mi palabra? ─ contradijo Akiane sutilmente para no hacer
enojar a su contra parte.
─ No es necesario. Como ya te dije anteriormente.
Confiaré en ti ─ aclaró Karina. ─ Eso si debes saber que doy una o dos veces
confianza y si la traicionas nunca más volverás a tener ese privilegio. Así que
no se te ocurra engañarme.
─ Ni que estuviera demente ─ contestó con la misma
honestidad la albacea. ─ Estoy muy consiente de tus resquemores como para hacer
una estupidez que me lleve a perder la única oportunidad que me brindas. Como
también te dije ya. Confía en mí es todo lo que te estoy pidiendo.
─ Ok. De acuerdo, confiaré en ti ─ convino Karina. ─
dime ¿Cuándo hablaremos acerca de mi libertad?, ¿Qué ganas tú con todo esto de
voluntad de mi hermana?, ¿con quién te escribías hace un rato?, ¿Qué esperas
conseguir de mí después de que acabe este año?
Esas fueron preguntas muy directas al callo tanto
así que la tercera persona que les acompañaba en el viaje de regreso a casa,
les quedo viendo por el retrovisor y no es que desease estar escuchando. Pero
era más que obvio que era un vehículo y no había un muro o división que le
escudará de tener que prestar atención a una conversación que lejos no le concernía
en lo absoluto. Y sin embargo, era inevitable no pensar en las preguntas de la
joven Sotomayor porque bien sabido era la situación de ésta en la hacienda y lo
mucho que había trastocado la vida en el lugar porque no pasó desapercibida
para ningún trabajador del lugar. Así que también era él un espectador
expectante de las respuestas que daría la albacea.
─ ¡Um! Bastantes preguntas y cuál de todas de mayor
importancia ─ Señaló Akiane sopesando
las cosas.
─ Precisamente ─ acotó Karina. ─ Y espero tu
respuestas a cada una de ellas.
─ ¡Veamos entonces! ─ inició la ronda de respuestas
Akiane. ─ En respuesta a la primera pregunta ya había dicho en ese punto que
hablaríamos llegando a casa y no sin antes mostrarte algunos documentos.
Con respecto a la segunda, es mucho más que ganar
porque no hablamos de cosas materiales por lo tanto, no trata de ganar o vencer
sino que lo que recibes al final de cuentas y eso, mi querida Karina está
estrechamente ligado a emociones que valen mucho más que cualquier cosa de este
mundo.
Tercera estaba enviando un mensaje a una persona
que me preguntaba acerca de un tema que no es propicio hablarlo porque es
delicado para ti. E insisto que no diré más al respecto por respeto a ti misma.
Y cuarto, al finalizar esta convivencia forzada
como podríamos llamarla desde un punto de vista imparcial. Es tan simple para mí ya que tiene relación
con tu persona, es decir; espero que al final pueda haber conseguido ganarme un
lugar aquí ─ respondió directamente Akiane, posando sus dedos justo en la zona
del corazón. ─ Es lo más importante y relevante para mí. Es por lo que acepté
ser la albacea de la voluntad de Adriana.
La profundidad de esos ojos celestes no dejaba de
leer en la retina de los que tenía enfrente. Repasaba una y otra vez con la
vista, lo que veía en ellos. Era como una sonar sondeando lentamente y estar
atenta al más mínimo cambio de lectura que pudiese detectar. Tras un buen rato
de observación y con un profundo suspiro más que nada de resignación. Terminó
por sucumbir ante la trasparente de esa mirada verdosa.
─ Habrá que esperar entonces. No hay de otra ─
admitió finalmente Karina.
─ Tendrás que confiar en mí como ya te lo había
dicho ─ afirmó Akiane. ─ Por mucho que cueste hacerlo por todo lo que hay en mi
contra. Es la única manera.
─ Ya lo acepté ─ concluyó seria Karina, tocando su
barbilla y meditando unos segundos. ─ No vale la pena continuar hablando y sin
embargo, supongo que te referías a ella cuando mencionaste que enviabas un
mensaje ¿No es así?
─ ¡Um! Creí que me habías pedido que no hablará de
ella por respeto a tu persona ─ indicó Akiane. ─ Y estoy tratando de mantener
esa promesa del mejor modo posible.
─ Tan solo dime si es lo que estoy suponiendo sin
importar lo que dije anteriormente ─ demandó Karina.
─ ¿Segura que eso quieres oír? ─ preguntó la
albacea.
─ Sí ─ fue la respuesta de ella.
─ Bien ─ respondiendo Akiane. ─ Efectivamente era a
Majo a quién enviaba un mensaje.
─ Creí que te había pedido que no tuvieses contacto
con esa mujer ─ espetó Karina viéndola con su mentón alzado en soberbia.
─ Lo prometí ─ afirmó Akiane. ─ Y sin embargo, debo
decirte que por consideración fue que respondí su mensaje. Verdaderamente está
preocupada por ti.
─ Con ella nunca estaría segura de « su
preocupación » fuese de lo más honesta ─ se descargó Karina muy reticente en creer ese argumento.
─ Esto bien difícil para mí, Karina ─ mencionó
honestamente Akiane. ─ Estás tú que eres lo más importante y por el otro, está
ella que me parece genuina su preocupación sin ser parcial con lo que les
sucedió en el pasado. Déjame decirte que nadie se da el tremendo pique desde
tan lejos solo por fingir una preocupación que no siente. Creo que ella lo está
pasando mal en verdad, además de postergar su trabajo por ti. Sabes tan bien
como yo que hay niños que requieren del profesionalismo de esa mujer para que
sus operaciones tengan éxito y aplacen más su estadía con los suyos. ¡Ten
presente esto! Y luego, toma una decisión.
Karina no dejaba de verla sorprendida de
escucharle, precisamente ella que se opuso desde un comienzo a que cualquier
persona se acercará.
─ ¡Cómo ha cambiado tu forma de pensar Akiane! ─
exclamó Karina.
─ No es que haya cambiado sino que tenía mis
reservar en un principio, pero todos tenemos derecho a una segunda oportunidad
tal como yo lo estoy pidiendo ─ expuso Akiane. ─ El hacerlo no nos rebaja en lo
absoluto Karina, al contrario, demuestra la madurez y grandeza de corazón que
podemos y debemos tener.
─ Permíteme que a futuro te recuerde esto mismo ─
dijo Karina, aspirando profundamente y añadió. ─
Reconozco que tienes razón en varias puntos y no te prometo nada. Tan solo pensaré un poco por mucho que no desee saber más en la vida de Majo.
Reconozco que tienes razón en varias puntos y no te prometo nada. Tan solo pensaré un poco por mucho que no desee saber más en la vida de Majo.
─ Esta vez ella no es culpable de lo que viste
Karina ─ adujo Akiane en favor de la médico. ─ No la juzgues tan severamente.
─ ¡Vaya! ─ exclamó irritada Karina. ─ Veo que
sigues empeñada en defenderla.
─ No sé trata de eso, Karina ─ refutó la albacea. ─
Tan solo pido que la escuches más adelante cuando estés más calmada y tengas la
cabeza fría para sacar una conclusión más imparcial de lo que viste entre
nosotras.
─ ¿Existe un ustedes? ─ preguntó con rencor Karina.
─ ¿En qué quedamos?
─ ¡Uf! ¿Qué difícil es hablar contigo cuando te
cierras a escuchar? ─ indicó Akiane. ─ No existe un nosotras con Majo. No
podría ser como supones porque ella no me interesa en lo más mínimo como mujer.
Es bella todo lo que quieras pero no es una mujer que me atraiga o me haga
sentir cosas dentro de mi corazón. En resumen,
María José Rubilar, no es el tipo de mujer con la me involucraría
sentimentalmente.
─ ¡Ah!.. ¿Segura de eso? ─ inquirió poco convencida
Karina.
─ ¡Mi Dios Karina! En qué idioma te lo digo…─
espetó Akiane moviendo su cabeza. ─ Ella no me gusta, no me atrae y ¡Métetelo
en tu cabecita de una vez! Y deja de ser
tan terca y desconfiada por favor.
─ Que no lo soy ─ refutó Karina con pica.
─ ¡Aha! ─ exclamó Akiane cabreada. ─ ¡Y yo soy la
Madre Teresa!
─ ¿Tú de monja? ─ preguntó sin ceder Karina.
─ ¡Válgame el cielo! ─ casi despotricó Akiane, levantando
una mano al cielo. ─ Tu apellido debería ser Contreras y no Sotomayor.
─ ¿Tienes algo con mi apellido ahora? ─ contradijo
Karina.
Los ojos verdes de la albacea le quedaron viendo
tan perplejamente que casi no daba crédito a lo que veía ante sus ojos…hasta
que…
─ Jajaja… ¡Me rindo! ─ declaró finalmente Akiane
moviendo su cabeza a la vez que veía a la persona que iba conduciendo agregó. ─
Puedes darme un paracetamol para quitarme la jaqueca que me vino de repente.
El hombre al volante abrió tamaños ojos por el
retrovisor como diciendo que tenía parte en esa pelea. Y Tras vez la
insistencia en mirada de su jefa, sacó una caja de la guantera del jeep.
─ Gracias ─ fue la respuesta de Akiane y tomó la
botella que estaba entre los asientos delanteros e ingirió pastilla y líquido. ─
¡Ahora sí! Con esto se me quita.
─ ¿En verdad tenías jaqueca? ─ preguntó Karina como
si nada.
─ ¿Tú que crees? ─ Contra preguntó Akiane.
─ Supongo ─ respondió Karina.
─ No supongas porque era así ─ rebatió Akiane. ─
Pedro tenía razón…Eres como un Toro que está listo para darte una cornada.
─ ¿Qué? ─ chilló Karina. ─ ¿Un toro yo?...
¡Imbécil!... ¡Descerebrada!... Eres una estúpida ¿Lo sabías?
─ Te aclaro que no son mis dichos, pero es lo que
muchos en la hacienda piensan. ─ refutó Akiane. ─ Pero debes admitir que eres
una mujer sumamente difícil de tratar lo que hay cierta similitud en la
comparación. Nunca te dejarías avasallar sin enfrentarlo. Tienes que aceptarlo,
hay un parecido ¿No te parece a ti?
─ Idiota ─ fue la contundente respuesta de Karina y
se volteó a ver la ventanilla enojada.
Por su parte Akiane, jugó con sus dedos sobre su
frente porque en verdad le dolía un poco y es que ha tenido que pasar por
situaciones bien difíciles esta semana que van entre el desastre que provocó su protegida, la compra de
repuestos a Santiago, la delicada salud de Karina y las pocas horas de sueños
la tenían viviendo una constante tensión que hoy comenzaba a pasarle la cuenta.
─ ¡Um! ─ fue el suave clamor de los labios de
Akiane tratando de calmar su molestia.
Aunque estuviese casi completamente molesta por los
dichos de la albacea, la joven Sotomayor clavó sus ojos en la ventanilla y ver
el reflejo de su jefa sobre el paño de vidrio. Desde ahí, contempló a la mujer
y su pequeño gemido vino a mostrarle que quizás sí estaba con malestar y para
su desgracia contribuyó en aumentar más la carga que tenía sobre sus hombros. Estaba
consiente que lidiar sola con toda la responsabilidad que conlleva dirigir una
hacienda y velar por que todo funcionase como reloj es porque quién estaba al
mando lo hacía impecablemente.
Karina pudiese ser o no una citadina empedernida y
dada a ser muy buena en alegar todo lo concerniente a su jefa, pero sabía
reconocer cuando una persona era realmente buena y valiosa laboralmente
hablando y méritos de sobra tenía Akiane. Por mucho que no le gustase darle ese
crédito, pero la verdad no se puede negar u ocultar. En parte y muy en su fuero
interno admiraba a la joven Rosemberg ya por muchas cosas que se habían
acumulado a su favor. Aunque decirla en voz alta, eso sí sería una labor de
gran envergadura. Ganarle a un obstinado es como luchar contra una montaña. ¡A
ver sí ganas!
Estando sumida en la visión del reflejo es que
volvió escucharla ese sonido suave y breve. Ese gemido que intenta pasar
desapercibido.
─ ¡Déjame ayudarte! ─ dijo con un tono más amable
Karina.
Posó suavemente sus largos dedos sobre la sien de
Rosemberg y con ambos pulgares inició leves movimientos circulares. Removiendo
la tensión que pudiese hallarse en esa zona.
Unos ojos verdes no dejaban de verle con sorpresa
en un inicio para luego convertirse en dicha que a los pocos segundos cerraron
sus parpados y se dejó consentir por aquel masaje y atención que estaba
recibiendo.
─ ¡Disculpa! ─ fue el murmullo que salió de los
labios de Karina.
─ ¿Por qué? ─ preguntó Akiane sin abrir sus ojos.
─ Por las molestias que te ocasioné ─ respondió
Karina. ─ No es fácil lidiar conmigo.
─ Sin duda hoy ha sido un día de fortunio y
sorpresas ─ mencionó Akiane con sus parpados aún cerrados y una sonrisa que
luchaba por no salir de sus labios al tiempo que hablaba. ─ Acepto tu disculpas
y también hago mi mea culpa y me disculpo contigo por los malos ratos que has
pasado junto a mí.
Un soplido de fastidio o contrariedad provino de la
joven Sotomayor por respuesta a eso último…
─ Tal vez esas disculpas debieron venir hace mucho ─
espetó Karina. ─ Porque realmente lo pase mal contigo desde un principio.
─ Nunca es tarde para pedir perdón por nuestros
errores. ─ Contradijo sinceramente Akiane. ─ Y voy a demostrarte que las cosas
pueden mejor entre nosotras.
─ Deberías dejar de hablar tanto y relajarte para qué
pase ese malestar ─ reprendió Karina que prefería bajarle el perfil al asunto o
terminarían en desacuerdo como siempre.
La orden no necesitó volver a repetirse porque de
inmediato guardó silencio la albacea y solo se centró en relajarse con ese
masaje personalizado que estaba teniendo de parte de aquella mujer que le
robaba hasta el aliento como la paciencia en muchas ocasiones.
Los dedos de la joven seguían con su labor tan delicadamente
como profusamente en su cometido de aliviar esa tensión. Mientras que sus manos
continuaban su labor, aquellos ojos celestes contemplaban el rostro de su jefa
y albacea. Estudiaba a profundidad cada línea de expresión que habían cerca de
sus parpados, surcos de cansancio que afloraron por la falta de sueño y la
fatiga de estar sometida a un estrés tremendo. Sin proponérselo en sí y más
llevada por un impulso, recorrió con su dedo índice todo el contorno de sus
cejas y una y otra vez, las recorrió con suavidad como una trayectoria de
memorización.
Y se sumió en tan placentero deleite que no se
percató del todo cuando esos parpados se abrieron y el verdoso de la retina quedaba
viéndola hipnotizadamente.
Al momento en que sintió clavada esa mirada en su
persona fue que tomó conciencia y de inmediato detuvo aquella acción
involuntaria.
─ ¡Por favor no te detengas! ─ suplicó Akiane.
─ Yo…Yo… yo ─ se turbó por completo Karina subiendo
la temperatura facial al máximo.
─ ¡Continua por favor! ─ insistió Akiane con una
mirada de arrobamiento.
Fue tal la intensidad de esa mirada que la joven
Sotomayor, como impulsada por un resorte volvió a posar sus dedos sobre la
línea de sus cejas y volver a demarcarla con pasmosa suavidad y delicadeza.
─ ¡Um! ─ fue el susurró de parte de Akiane. ─ Es
tan placentero sentirte de este modo.
─ ¡Eh! … ─ exclamó Karina y de sopetón cayó en
cuenta de las palabras de la albacea. ─ Creo que se acabó. Fue suficiente
porque veo que ya te sientes mejor.
─ ¡Oh! ─ fue el lamentó de Akiane que no dejo de
verla y comprendió que todo lo bueno termina abruptamente. ─ Fue tan poquito,
pero se agradece.
─ Ok ─ respuesta concisa de parte de Karina por no
decir escueta porque rapidito se giró para ver por la ventanilla y observar el
paraje. ─ Creo que estamos por llegar. ¿No te parece?
─ Sí ─ coincidió cortésmente Akiane que no dejaba
de observarla. ─ Gracias.
─ ¿Por qué? ─ fue la pregunta de Karina.
─ Por el masaje. ─ contestó Akiane.
─ ¡Ah! ─ exclamó Karina, escondiendo sus manos en
su chaqueta.
─ Y por darme la oportunidad de volver a intentar
relacionarnos de otro modo. ─ mencionó Akiane, cuyos ojos brillaban tanto en
ese instante que no podía saberse si era por posibles lágrimas o una fuerte
emoción que le inundaba desde su interior.
─ No la desperdicies ─ dijo Karina sin voltear a
verla.
─ Eso tenlo por seguro ─ aseguró Akiane, posando su
mano sobre la pierna de la joven. ─ Nada saldrá mal esta vez.
Sin embargo, no hubo respuesta de parte de la joven
Sotomayor porque justo llegaban a la entrada de la hacienda y fueron recibidos
por los porteros.
Por mucho que sus palabras se desvanecieron del
aire, el eco quedo impregnado en su cabeza y una y otra vez venían a turbarla
más que todo lo que hubiese vivido anteriormente. Sus manos temblaban dentro de
su chaqueta, ocultando los nervios que le produjeron y lo peor de todo, no era
eso. Sino que apenas podía respirar y las palpitaciones estaban sobre su
garganta quemándola viva. Y esta vez no era por causa de una anomalía congénita
o cardiaca. Esta vez era por razones muy, pero muy distintas.
─ ¡No puede estar sucediéndome a mí! ─ fue el
balbuceante lamento dentro de sus pensamientos.
Y una lágrima comenzó a desprenderse de sus ojos e
iniciar una loca carrera por su mejilla…Una insignificante fisura se dejó abrir
por toda la superficie de aquel órgano y…Se convirtió en una grieta que socavó
toda la barrera que levantó tras años de calculada estrategia.
Solo unos pocos pueden romper el muro más
impenetrable de todos…Un corazón herido.
9 comentarios:
zasss buenisimoooo esperare el proximo y muchas gracias por tan agradable historia.
MY GOD!!!!! Esta historia me tiene atrapada desde un principio, es tan bella y perfecta!
GRACIAS. NOS VEREMOS PRONTO.
ANRHIA
Gracias y es agradable leer tus palabras.
Atada es y será una de mis favoritas por razones muy personales.
Saludos.
ANRHIA
waw, es exquisito leerte. tuve que empezar desde el primer capitulo nuevamente pero lo he disfrutado al maximo, me gustan todas tus historias ojala actualices pronto.
Gracias por tan hermoso capitulo espero el prosimo pronto
Se que no es fácil escribir historias tan perfectas como esta tan rapido o seguido, pero deseo que te enfocaras un poco más en actualizar esta historia más que las otras.
Leo todas las historias de tu blog, pero esta es mi #1. No te miento que entro casi todos los días para ver las actualizaciones.
Espero no te sientas presionada con mi comentario, repito que entiendo a la perfección no es fácil actualizar a diario y siempre espero con ansias las nuevas actualizaciones.
Te mando un saludo muy afectuoso desde México y muchas felicidades por tus trabajos.
Bueno días... Primero que nada gracias por tu comentario. Has de saber que por mi fuera dedicaría 24 en solo escribir y dar rienda suelta a la imaginación y no obstante, es poco factible porque no puedo ser escritora de tiempo completo dado que tengo compromisos y obligaciones con las cuales se debe lidiar a diario como toda persona.
Sin embargo, tendré presente tu petición ya que no he escrito mucho de Atada y si de otras de mis novelas y te explicaré porque e ello: aunque mi elemento es el fuego 🔥 y su carácter es complejo. Tengo gran afinidad con el agua y toda la imaginación que surge brota de este elemento, es decir, tengo transiciones de calma, agitación y tempestad y no es de por gusto que actualizo según me nazca y siente una historia en particular. Ahora podrás hacerte a la idea de por qué las actualizaciones surgen de ese modo. No me siento como un escritor convencional que escribe y fuerza su corazón a plasmar por compromiso. Hay mucho libros que les falta vida, ya sea en las distintas lenguas con las que se haga.
Un libro o novela, es tu vida y tu don.
Espero puedas comprender que escribir va mucho más allá de un deseo, es verdaderamente un arte sin igual.
Pronto sabrás de mis historias, un abrazo desde Chile.
ANRHIA
solo paso por aquí para saber de ellas... esta historia me encanta.
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