mujer y ave

mujer y ave

domingo, 26 de noviembre de 2017

Mi pasado, mi tormento I parte.



Capítulo 51 mi pasado, mi tormento I parte.

─ Alesia ─ volvió a susurrar la rubia, mientras sus manos sostenían el volante y trataba de mantenerse concentrada en el trafico; que sea dicho de paso a esa hora era de mucha congestión.

Mantener la calma a su vez que su mente era un torbellino de pensamientos. Algunos de los cuales eran de angustia, de pavor y el más profundo de dolor.
Cuando asumió hace tres años las consecuencias de su decisión de seguir los dictámenes de su corazón; jamás pensó que tendría que volver a rememorar viejos y dolorosos episodios de su pasado.
No había sido suficiente con soportar la pérdida; la vejación, humillación y denigración por parte de los que hicieron de su actual vida un infierno sin sentido. Dejándola completamente vacía.
Y que hoy se veía enfrentada a tener que actuar en un asunto que para ella estaba muerto y enterrado junto con la esperanza que formó parte de su vida por un breve tiempo.
No bastaba con todo lo que tuvo que vivir y callar por todos estos tres años que más encima debía  hacer algo que se juro llevarse a la tumba. Ahora debía enfrentarse a uno de sus mayores temores.  A ese que verdaderamente tenía un miedo atroz de confrontar y era precisamente superior a toda su voluntad. ¡No era justo! Porque de nada le serviría guardar silencio por más tiempo porque la verdad estaba golpeando fuertemente  a su puerta.
Gotas de sudor corrían por su cien. Ahora estaba jodidamente pérdida y lo peor de todo. Es que nuevamente tendría que pagar las consecuencias de sus actos por culpa de otros; porque lo que se le venía encima sobrepasaba todo.
Ya lo había palpado recientemente con esa llamada telefónica y ver la reacción de la madre de la que fuera su esposa. Era tan solo un pequeño entremés de lo que se avecina como plato principal. Y era por quién el sudor resbalaba por su mejilla. Y ese miedo se llamaba…Alesia Brigston.

Sentía como las pulsaciones estaba a mil por minuto y el pecho se comprimía de la angustia que la embargaba. Enfrentarse con su ex pareja no era un reto precisamente a enfrentar, todo lo contrario. Era la dificultad más grande por la que atravesaba. ¿Cómo podría explicarle lo que sucedió hace tres años?, ¿Cuál iba a ser su reacción?
¡Si tan solo se hubiese mantenido todo como estaba! Nada de esto estaría sucediendo y todo el mundo; mejor dicho los involucrados; estarían en paz por así decirlo.  Y ella no tendría que salir en busca de su esposa ¿Si es que se podía llamar aún de ese modo? Porque ya iban tres años de separación y aunque tuvieron que volverse a reunir debido a ese proyecto de universidad. No estaba en sus planes volver con la Condesa, aunque el mismo infierno se desatase sobre ella. Iba a dar la pelea hasta el final. Era su libertad, su tranquilidad. No sería capaz de estar a su lado sin tener que revivir todo una y otra vez el pasado cada vez que la viese a los ojos.
¿Por qué? La vida se ensañaba con ella de este modo. ¿Qué había hecho de malo para ser castigada de esa forma?
Sus manos temblaban al sostener ese volante que le resultaba resbaladizo por causa de los nervios que le invadían. ¡Quería gritar! Pero no podía. No había tiempo para eso. Debía tratar de controlarse porque había cosas más importantes en riesgos y la vida de otros pendía de un hilo sino actuaba de prisa.
Necesitaba llegar cuanto antes con Alesia o de lo contrario podría desatarse una tragedia de saberse la verdad. Aún no estaba segura de cuánto es lo que su esposa sabía de los hechos del pasado. Pero de saberse lo más delicado estaba más que segura que iban a despertar un demonio dormido en el corazón de la joven Condesa. Conocía de sobra su carácter. No solo era una joven mujer alegre, sociable e inteligente. Alesia era mucho más que eso. Detrás se ocultaba una mujer tenaz e implacable que no dejaba pasar nada  y que jamás permitirían que le pasasen por encima o le faltasen el respeto ¡Pobre del cristiano que se atreviese a entrometerse con lo que la Condesa consideraba intocable!...La familia.
─ ¡Mierda esto no puede estar pasando! ─ despotricó Misha conteniendo la respiración al máximo de tan solo imaginar su reacción.
Volteó a mirar nuevamente el semáforo a la vez que sus dedos daban golpecitos sobre el volante…Uno, dos, tres  y los segundos seguían a paso lento y no cambiaba la luz para avanzar y llegar a tiempo.

─ ¡Date prisa!... ¡cambia ya de una vez! ─ rabió Misha, exhaló fuertemente justo en el momento en que la luz cambió y piso el acelerador como si le quemasen el pie con el fierro del pedal.
Hasta los coches que estaban delante suyo;  quedaron viendo de dónde provenía el ruido de llantas y motor y salieron de sus dudas cuando un deportivo paso al filo de su costado casi rosando sus propios vehículos. ¡Y dicen que los ingleses son relajados en la conducción!...Solo palabras nada más. El con ansias corre dónde sea.
Decir la velocidad a la que iba estaba demás tratándose de una ciudad tan concurrida como Londres dónde la afluencia vehicular es de locos al igual que muchas capitales del mundo.
Fue zigzagueando por vía evitando y adelantando a cuanto coche iba en su camino. Necesitaba volar en esos momentos y todo se volvía un obstáculo. La aguja del velocímetro se mantenía fuera del margen autorizado pero que poco importaba a la conductora en ese punto.
Dos cuadras a la derecha y tres más a la izquierda, casi arrolla a un joven en bicicleta en una esquina por pasar despacio por cruce y descargó toda su fuerza sobre el centro del manubrio y la bocina casi mató de un infarto al pobre conductor de dos ruedas.
Un último viraje que casi deja desechos sus neumáticos delanteros sobre la acera al doblar y frenar de golpe justo al costado de un vehículo conocido para ella.
─ ¡Sabía que vendrías por él! ─ masculló Misha. ─ ¡Maldición Alesia!
Dos vueltas al volante y retrocedió un poco y parqueó su coche justo detrás de aquel otro vehículo y bajo dando un portazo a la puerta de su auto. Corrió hasta la puerta principal de aquel edificio y al momento de enfrentarse al conserje. Misha, sacó su identificación y la dejaron subir de inmediato.
Entró al elevador justo cuando éste estaba por cerrar sus puertas y marcó el piso dónde se encontraba el despacho de su padre.
Al abrirse las puertas del elevador, se topo con que mucho del personal abandonada sus lugares y en eso encontró a una de las secretarias del juez.

─ ¿El juez Dorwen se encuentra? ─ preguntó atropelladamente Misha.
─ ¡Buenas tardes! ─ demarcó la mujer que no puso buen semblante por la falta de educación.
─ ¡Buenas tardes! ─ rectificó cabreada Misha. ─ Disculpe, pero no estoy para protocolos en este momento. Necesito saber si él se encuentra aquí.
─ ¿Quién es usted? ─ preguntó con desconfianza la secretaria. ─ ¿Tiene cita con él?
─ Soy Misha Dorwen…Su hija ─ respondió seca Misha.
─ ¡Disculpe usted! Pero no sabía que el juez Dorwen tuviese una hija. ─ mencionó la empleada. ─ Él no suele hablar de su vida.
─ ¡No me extraña! ─ dijo sarcásticamente Misha. ─ Hay muchas cosas que no sabe de mi padre y es mejor que no se entere.
─ ¿En qué puedo ayudarle? ─ consultó la mujer.
─ Busco a mi padre ─ señaló Misha. ─ ¿Se encuentra aún?
─ Lo lamento, pero no puede ser molestado ─ comunicó la secretaria. ─ El juez está reunido con una señorita y no quiere ser molestado en lo absoluto y nos autorizó a retirarnos antes de la jornada para que no le interrumpiesen.
─ Dijo usted ¿una joven? ─ inquirió Misha. ─ ¿Cómo era ella?
─ Una mujer joven bastante insolente ─ respondió la empleada. ─ Y muy mal educada. No se presentó e irrumpió en la oficina del juez.
─ ¿Es ella? ─ preguntó Misha, mostrando un retrato de una mujer que estaba oculto en el anverso de su dije.
─ Sí, es la misma ─ respondió alterada la mujer al recordarla. ─ Aunque tengo la impresión de haberla visto. Pero no puedo recordar porque apenas pude cruzar palabras con ella.
─ Avise al conserje que no deje subir a nadie más al despacho del juez Dorwen. ─ demandó Misha. ─ ¿queda alguien más?
─ Soy la última del despacho ─ informó la secretaria. ─ ¿sucede algo?
─ Nada que sea de su incumbencia ─ adujo Misha. ─ Es un asunto familiar. ¡Por favor retírese a casa!
─ ¡Um! Porque mucho que sea la hija del juez Dorwen, yo no recibo ordenes suyas ─ protestó la mujer.
─ Tiene razón. ─ siseó Misha, mostrando un rostro poco amistoso. ─ Pero no querrá que hago un reclamo en su contra a mi padre. Debe conocer a la perfección el comportamiento de su jefe cuando le pasan a llevar algo que cree de su pertinencia ¿No es así?
─ No hace falta que me recuerde las represalias de mi jefe ─ dijo a regañadientes la empleada. ─ ¡usted gana! Me voy.
Dicho esto, desapareció tras las puertas del elevador con un semblante de pocos amigos. Mientras que Misha, giró sobre sus talones y se fue por el pasillo pasando una a una las puertas de los distintos jueces y empleados del lugar hasta llegar hasta la puerta que indicaba ser el despacho del juez.
Iba a colocar su mano sobre el pomo de la puerta y tembló en forma violenta producto de los nervios que ya estaban más que a flor de piel. Aspiró profundo y reunió todo las fuerzas mentales y físicas para coger valor.
1, 2, 3 y bruscamente colocó su mano en el pomo y abrió la puerta…

─ ¡Alesia! ─ fue el grito que brotó de su garganta.

¡Su temor se hizo realidad!…El espectáculo que estaba delante de sus ojos no era lo que deseaba hallar aunque lo temía de sobra.
─ ¡Bienvenida! ─ saludo la nombrada. ─ ¿Por qué no terminas de pasar?
─ ¿Qué has hecho? ─ preguntó Misha, cuyos labios temblaban al observar todo el conjunto.
─ Aún nada que deba provocarte espanto, querida ─ repuso la Condesa, irguiéndose de  a poco para estar a la altura debida y con una severa mirada, ordenó. ─ ¡Entras por las buenas o lo hago por las malas!

Misha, tragó en seco al percibir el mandato en la petición. Y es que no había que ser idiota para no darse cuenta de que su mirada no iba a tolerar le contradijesen.
─ ¡Pasa ya! ─ ordenó seca Alesia. ─ Y cierra esa puerta.
Estaba vez no hubo necesidad de hacerse repetir la orden, porque el timbre de voz ya de por sí daba temor.
─ ¡Buena chica! ─ dijo burlonamente Alesia. ─ Sabía que vendrías corriendo a defender a esta mierda que tienes de padre. ¿Por qué fue el causante que me dejases no es así?
─ Alesia, puedo explicarte ─ convino Misha, tratando de ocultar sus miedos. ─ Si quieres voy contigo dónde sea, pero déjalo ir.
─ ¿Dejarlo ir? ─ inquirió inquisitivamente la Condesa. ─ ¡Explícame por qué debería dejarlo ir!
─ Porque es mi padre ─ respondió Misha.
─ ¡Padre! ─ refutó Alesia, levantando el mentón del juez. ─ ¿puede esta basura considerarse padre después de todo lo que te hizo?
─ No busques hacer justicia por tu mano, Alesia ─ suplicó Misha. ─ Tú no eres así. Él tendrá que responder por lo que hizo, pero esta no es la forma.
─ ¿En serio? ─ masculló contradictoriamente ésta. ─ No me digas que ahora me conoces mejor. Después de tres años de abandono puedes poner tus manos al fuego por mí. ¿Sabes realmente quién soy yo? ¡Habla!
─ No sigas con esto. No es justo para ninguna de las dos confrontarnos de este modo ─ persistió Misha.
─ ¿Por qué lo defiendes Misha? ─ preguntó Alesia. ─ Después de todo lo que te hizo.
─ Tú no sabes realmente lo que hizo mi padre ─ refutó la joven Dorwen.
─ Es verdad. ─ aseveró Alesia, avanzando hasta dónde se encontraba su esposa. ─ Tan solo sé lo que se me informó. Ya que estamos reunidos los tres, porque no me dices en persona ¿Qué fue lo que te hizo tu honorable padre?
─ Alesia ─ murmuró Misha, tragando en seco.
─ ¡Vamos Misha! ─ apremió la Condesa, tomando la barbilla de su esposa cuando acortó la distancia entre las dos. ─ Por que no me cuentas ¿A qué se debió tu estadía reiterada en un convento? Y ¿por qué hay tantos partes médicos que hablan de lo delicado de tu salud?
─ Este no es el lugar ni el momento de hablar de ese tema ─ rebatió Misha tratando de negarse hablar y persuadir a su esposa de olvidar aquel escabroso tema.
─ No me tomes por idiota, mi querida esposa. ─ Siseó peligrosamente Alesia, viendo a través de sus ojos. ─ No voy  a esperar más para saber lo qué sucedió en el pasado y lo que te hizo tu padre. Si tú no deseas hablar. Entonces le preguntaremos a él ¿no te parece? Tengo una forma de sonsacarle la verdad y créeme que no le va a gustar como a ti tampoco. ¿Lo recuerdas?
─ ¡Por Dios, Alesia! ─ contravino Misha. ─ No te atrevas hacerlo. Él no está en condiciones. ¡Míralo!
─ ¿Te preocupas por su estado? ─ indagó con provocación Alesia, entre cerrando sus ojos y volteando a ver al progenitor de su esposa. ─ Creo que aún puede aguantar mucho más. Tan solo está inconsciente después de darle a conocer mi sentir con respecto a ti.
─ Tú te has excedido y puede esto perjudicarte si se da a conocer que agrediste a un juez ─ señaló preocupada Misha. ─ Independiente que sea o no, mi padre.
─ ¡Puede ser! ─ coincidió Alesia, viendo fijamente al hombre derrumbado sobre su escritorio. ─ Pero es algo que no me preocupa demasiado. Sabes muy bien que entrené un tiempo en la marina para rendir servicio a mi país. Y que ahí, se me enseñó técnicas de defensa y ataque en que no dejase indicios físicos en mi oponente. Por lo tanto, no hay nada que me relacioné con una posible agresión, Salvo ese hilacho de sangre de sus labios que es insignificante por lo demás. Es su palabra contra la mía y en a mi favor tengo pruebas fehacientes de la conducta inapropiada del honorable juez Dorwen ¿te imagina lo qué dirá la opinión pública cuando salga a relucir las agresiones intrafamiliares que les daba a ti y a tu madre?
─ ¿No serías capaz de sacarlo a la luz pública? ─ Consultó Misha con espanto. ─ Se daría a conocer tu vida también que estás ligada a una mujer.
─  ¿Y tú crees que eso a mí me importa? ─Contra preguntó Alesia asiéndola firmemente de los brazos─ Nunca fue motivo de preocupación que la sociedad supiese que estaba ligada sentimentalmente a una mujer. Tampoco temí a mis padres cuando les confesé que estaba enamorada de ti. Enfrente cada obstáculo con la misma convicción que mantengo hasta hoy y si callé todo este tiempo mi condición y sentimientos fue exclusivamente porque tú me lo pediste. Mantuve mi matrimonio en secreto e incluso de mi propia familia, mis hermanos por respeto a tus deseos. Eras la única persona que he respetado todo este tiempo. Pero eso se acabo. No volveré a postergarme más.
─ Entonces ¿Qué deseas? ─ preguntó  Misha. ─ Para detener toda esta locura.
─ La verdad ante todo, Misha ─ exigió Alesia viéndola fieramente. ─ He soportado muchas cosas a lo largo de estos años y llegado hasta esta instancia con tal de defender lo único que he creído que vale la pena luchar. Así qué, habla de una vez o tu padre hablará por las malas.
La joven Dorwen no tuvo dudas que Alesia iba a cumplir sus amenazas. Lo sabía con tan solo ver sus ojos. Esa determinación estaba escrita con fiereza en la retina de sus pupilas. No había más vuelta que darle. O develaba la verdad de lo sucedido o su padre iba a resultar seriamente lastimado.
¡Ya no había rastros de la joven de la cual se enamoró! Esa gentileza y adoración con la cual la procuraba siempre. En su lugar fue ocupado por la dureza, la posesividad y frialdad con que la trataba hoy por hoy. ¡Ya no era la misma Alesia de su adolescencia!
─ ¡Está bien! ─ cedió Misha cerrando sus ojos por un leve segundo en señal de derrota y abrirlo con sumisión. ─ Te diré toda la verdad, pero no en este lugar. ¡Vayamos a tu departamento por favor!
─ ¿Crees que es tan fácil Misha? ─ indagó Alesia, moviendo su cabeza. ─ Te di la oportunidad de hablar en casa. ¿Cuántas veces te pregunté? Y tú no decías nada. ¿Crees que voy a confiar nuevamente en ti?
─ ¡Por favor confía en mí! ─ suplicó Misha. ─ Estoy hablando muy en serio. Tienes mi palabra.
─ No es suficiente tu palabra, querida ─ contradijo Alesia. ─ ¡Ya no vale para mí! Tienes que ganarte ese derecho de la confianza. La desperdiciaste con tu silencio. Te dije que no habría tratos especiales si me desafiabas. Ha sido tu error jugar tantas veces con mi paciencia y abusar del cariño que siempre te profesaba.
─ Si es así… ¿Qué debo hacer para que vuelvas a creer en mí? ─ inquirió Misha que sopeso las consecuencias de las palabras de su esposa. ─ Y que mi palabra esta vez será válida.
─ ¡Muy fácil! ─ respondió Alesia, que dirigió sus pasos hasta el escritorio del juez y tomo un bolígrafo y un papel oficio de una rema de computador para dárselas a su esposa. ─ Por escrito quiero tu compromiso de hablar con la verdad acerca de lo qué sucedió hace tres años y me explicarás cada informe médico que me traerá Katherine a casa. Luego, firmarás una clausula en que me cederás la potestad de tus bienes para que los administre personalmente en tu nombre. Dejarás de trabajar y permanecerás a mi lado hasta que la muerte nos separé. Y finalmente quiero que dejes por escrito que no volverás a tener comunicación o contacto con Brandon Dorwen. Estos serían mis términos justos y compensatorios para no tomar revancha en la persona de tu progenitor. Tú decides ahora, Misha.
─ ¿No estás hablando en serio? ─ preguntó ésta, descompuesta por la extorsión que la sometía su propia esposa.
─ No estoy jugando, Misha ─ respondió tajantemente Alesia.
─ Esto es muy injusto y lo sabes ─ rebatió con pesar la rubia. ─ No me dejas alternativa.
─ Tú tampoco me dejaste opción hace tres años y bien que tuve que asumirlo ─ acusó Alesia. ─ Y en cuanto a tu padre. ¡No te pierdes la gran cosa!
─ Esto no es ojo por ojo…Alesia ─ dijo Misha.
─ No debería serlo…Pero no hay más opción. ─ Convino la Condesa. ─ Además, no te hará mal recibir un poco de tu propio chocolate. Así aprenderás a no hacer lo que no deseas que te hagan.
─ ¡Me condenas al igual que lo hicieron ellos! ─ señaló Misha, tratando de aguantar las ganas de llorar e impotencia que tenía al ser puesta contra la pared una vez más.
─ No te equivoques, querida. ─ espetó Alesia, alzando una vez más su barbilla. ─ Yo no soy como ellos. Solo estoy exigiendo mis derechos. Esos que tú misma te encargaste de arrostrar sin un ápice de consideración por mi persona. Ahora, deja el teatro para más luego y escribe lo que te pedí.

En esta ocasión no hubo respuesta ni queja de parte de la joven Dorwen. Simplemente asumió con dolor las exigencias de su esposa y con mano temblorosa. Comenzó a redactar todo lo que le solicitó la Condesa. Una vez que terminó de hacerlo, lo firmó y entregó en manos de la joven Brigston.

─ ¡Excelente! ─ exclamó Alesia, leyendo el documento. ─ Ahora vamos a darle a tu querido padre  un recuerdo para que no me olvide y no haga nada tonto.
Dicho esto, guardó en su abrigo el documento de su esposa y sacó su móvil y envió un mensaje con una fotografía al celular del juez. Y antes de retirarse, acomodó al hombre sobre el escritorio para que no despertase violentamente.
Todo fue observado por aquellos ojos azules que veían como la Condesa, hacía tal cual había dicho que haría con su padre. No dejo de verle sin dar crédito a cómo había cambiado.
─ ¡Hora de irnos! ─ demandó Alesia, sacándola de sus pensamientos y tomándola fuertemente del brazo. ─ Nos espera una larga conversación.
Juntas salieron del despacho del juez y tomaron el ascensor hasta llegar a la planta baja y despedirse del conserje sin advertirle que el magistrado quedaría trabajando hasta muy tarde.
Una vez en la calle. Alesia, decidió subirse al deportivo de su esposa y mandar a Marcus a recoger su coche. Frente al volante tomo las riendas de la conducción sin tomar en cuenta el parecer de su mujer. Condujo en silencio por un largo trecho.

─ Nos vamos a quedar en mi apartamento hasta que acondicionen una recámara apropiada en palacio y podamos trasladar todas tus pertenencias ─ señaló sin miramientos Alesia. ─ Una vez que pongas tus pies en casa, serás presentada oficialmente como mi esposa a mis hermanos y al personal de palacio. Luego, será el turno de hacerlo con mis primos en una cena familiar. Más tarde en acuerdo con mis padres, renovaremos nuestros votos y haremos oficial nuestro compromiso ante su majestad. Asumirás la responsabilidad y deber de ser la consorte de la Condesa de Brigston como debió ser desde un principio.
─ Será como tú digas ─ asumió resignada Misha, mientras observaba el paisaje que desfilaba ante sus ojos y a su vez por dentro, su corazón lloraba su desgracia. Aun faltaba una herida más que sobre llevar y sería la más delicada de todas.
Nada más fue dicho entre ellas a lo largo del trayecto hacia la ciudad de… De vez en cuando al filo del rabillo de aquellos ojos azules, observaban silenciosamente el semblante de aquella rubia.
Las emociones iban y venían en su interior pero nada podía hacer. La decisión estaba tomada y sería el inicio de una nueva etapa. Un cambio extremo, pero necesario por el bien de las dos.

─ ¡Voy a descubrir lo que realmente sucedió hace tres años! ─ se dijo para sí, Alesia, sin dejar de observar por el rabillo de sus ojos a su esposa.

Mientras el auto avanzaba rumbo a las afueras de Londres…
En el palacio Brigston…

─ Michael ¿Has oído lo que he dicho? ─ preguntó Mariana, tras ver el semblante de su esposo.
─ ¡Disculpa cariño! ─ dijo él. ─ Estaba pensando. Una cosa te puedo decir y es que Alesia cuenta con mi total respaldo sea cual sea las acciones que ha tomado en contra de esos dos hombres y debe ser de este modo porque ella es ahora, la Condesa de Brigston y como familia cerraremos filas tras ella suceda lo que suceda.
─ Así se hará querido ─ aceptó Mariana y añadió. ─ ¿Y con respecto a Misha?
─ Ella tuvo todo nuestro respaldo desde un principio y nos defraudo finalmente. ─ mencionó Michael. ─ Ahora está solo en manos de nuestra hija lo que sucederá con ella. Ya nada podemos hacer. Es Alesia quién decidirá.
─ Misha tendrá que asumir su rol como la esposa de Alesia, le guste o no ─ convino del mismo modo Mariana.
─ Así es ─ fue la cortante respuesta del Michael.
Ambos esposos se quedaron viendo y estrecharon sus manos en espera de la llamada de la mayor de sus hijos y saber el desenlace final con el encuentro de la Condesa y el juez Dorwen.
Una nueva etapa comenzaba en el palacio de los Brigston, un pasado que iba esclarecerse y una herida que sería abierta y traería consecuencias en la vida de dos mujeres que habían arrastrado las consecuencias de su amor.

Son las aras de un pasado escrito con engaños, egoísmo y secretos que contribuyeron a desatar el dolor más grande que puede sobrellevarse dentro de un  corazón.

3 comentarios:

Sayuri dijo...

Ohhh diosssssss!!!!tiene que haber un libro con tus historias!!!

elisiem dijo...

me muero de la emoción!!!! caraayyy!! estuvo fenomenal.

SEMA dijo...

Me encanta esta pareja jajaja, realmente Alesia si que tiene los pantalones puesto. Realmente fantástico, espero con ansias el siguiente capitulo ��

Publicar un comentario

Una verdad del pasado

  Capítulo 24, atada por un testamento. —Amor — murmuró quedamente sopesando cada letra de esa palabra. Mientras que a la distancia era ...