mujer y ave

mujer y ave

viernes, 27 de marzo de 2020

Una pausa en el tiempo


Aras del pasado


Capítulo 57

Una pausa en el tiempo

Tras abandonar su vieja universidad y darles una nuevas indicaciones al conductor del taxi. Las cinco mujeres hicieron unas parada primeramente a las afueras de la ciudad en un frigorífico inglés que estaba ligado a un conocido de la matriarca de los Calguiere. Tras una charla pertinente de una hora para ser exactos y de compartir apartados postales y números telefónicos pertinentes, quedaron en volver a reunirse antes de retornar a Inglaterra. Luego de ello, hicieron una última parada en un hostal familiar de una amiga y compañera de Raniel y de Sara de escuela haciendo los arreglos respectivos y para finalizar con dirección a casa de los padres de la joven Larson.


Una vez que estacionaron, Anette Calguiere; dejo un coche para subir a otro y acompañar de este modo a los padres de ambas nueras para una cena familiar de consuegros y pulir una próxima reunión en el país sajón dónde se llevarían a cabo la segunda fase del compromiso de Francis y Sara junto con ultimar los detalles para la boda de ambas parejas. Demandaría de una prolongada conversación entre padres con respecto a un paso tan decisivo en la vida de las chicas y el cumplimiento de las tradiciones familiares.

Antes de partir, la matriarca les hizo prometer a sus hijas que sabrían comportarse y estar a tiempo para el descanso. Se abstuvo de entrar en detalles más específicos porque sabía de ante mano que esa última detención en casa de una amiga de las chicas, tenía carácter íntimo y ella, como mujer sabía de las necesidades y requerimientos que demandaba estar en una relación y aunque todas ellas eran mayores de edad, sabía que debía guardar un cierto decoro por estar fuera de casa y más si se trataba de sus anfitriones, por ello, les permitió ese disfrutar de ese pequeño placer.

─ Espero cumplan su palabra es todo lo que voy a decir ─ aclaró Anette antes de subir al vehículo de la familia Larson. ─ No malgasten mi tiempo hijas mías, solo sean prudentes es todo.

No les dejo siquiera expresar una mísera palabra porque tampoco deseaba poner en evidencia a las jóvenes antes sus consuegros y padres de ambas nueras. Por lo que les dio una última mirada antes de cerrar la puerta, una que fue muy clara para ambas Calguiere.

Momentos más tarde, las cuatro mujeres se quedaron viendo las unas a las otras asimilando su situación y la sugerencia de Anette.

─ ¿Qué piensan ustedes? ─ fue la pregunta de parte de Francis y la que rompió con ese silencio un tanto incómodo.
─ Encuentro que mamá tiene razón en su punto ─ señaló Anabelle viendo a su prometida y acariciando sus manos. ─ Pero deseo ese tiempo con Raniel y por mucho que estemos en casa de sus padres y a pasos de celebrar nuestra unión definitiva; necesito demostrarle cuánto la amo de todas las formas posibles.
─ Comparto tu sentir amor. ─ apoyó Raniel frotando su cara en el hombro de su pareja. ─ Es una necesidad tan avasallante que duele por momentos tanta separación y mucho más en nuestro caso que debimos sufrir una ausencia tanta grande como la que vivimos en el pasado. Mi corazón y mi cuerpo se niegan a estar lejos de ti, a mantener esa distancia aunque sea momentánea. ¡Duele demasiado!
─ ¡Princesa! ─ murmuró Anabelle sintiendo profundamente las palabras de su amor. ─ Me tienes y me tendrás por siempre.

Sara y Francis se quedaron viendo entre sí, comprendiendo en parte la necesidad y el sentir de la otra pareja. Ellas no habían vivido un amor anterior como el de las otras, pero sabían mejor que nadie ese afecto tan intenso de querer expresar físicamente y espiritualmente el amor que profesaban por su pareja. Simplemente se abrazaron y contemplaron a las otras dos chicas dándoles una sonrisa en complicidad.

─ Creo que no hace falta más palabras entre nosotras y tan solo salgamos de aquí ─ indicó Francis después de unos momentos. ─ La tarde es joven, pero el tiempo apremia ¿No les parece?
─ Completamente de acuerdo contigo, hermana ─ convino Anabelle y viendo a su prometida, extendió su mano y añadió. ─ Vamos dónde esa amiga tuya y poder disfrutar un poco de privacidad ya que tanto celo y control de parte de sus padres me tiene bajo un estrés atroz.
─ Cariño ─ murmuró Raniel conmovida por ese agobio de su pareja.
─ En honor  a la verdad  más pura, es que estamos rayando los otrora tiempos medievales. ─ Se quejó Francis en forma aplastante. ─ Por poco y debemos usar esos horribles cinturones de castidad para que no mancillen el honor de la doncella ¡Por Dios cuanta exageración! De parte de tus padres, tesoro mío.
─ ¡Francis! ─ protestó débilmente Sara, cuyas mejillas se cubrieron de rojo más que nada por la vergüenza.
─ Son italianos ¿Qué esperabas? ─ intervino Raniel condolida por su amiga de infancia. ─ Te advertí que tío Pietro es sumamente celoso de su hija.
─ Será descendiente y todo, pero no fanático ─ espetó Francis con el ceño fruncido. ─ Estamos en pleno siglo 21 y solo le faltó mandarnos con chaperona. Hace rato que sé cruzar la calle solita, cuñadita.
─ Jajaja…Lo sé ─ dijo Raniel bajándole el perfil y tratar de bromear un poco. ─ Lo tuyo es otra cosa, mi querida cuñada.
─ ¿Así? ─ presionó Francis con pica al rebatirse sus planteamientos.
─ Una noche de pasión para quitarte ese terrible estrés que traes contigo ─ soltó sin asco Raniel y guiñando un ojo a Sara. ─ Dime si me equivoco o no.
─ ¡Grosera! ─ escupió con un falso enfado y una mirada pervertida. ─  Te recuerdo que estás en las mismas condiciones querida  ya que al ponernos frenos a nosotras, ustedes también salen perjudicas ¿No piensas lo mismo hermanita?
─ ¡Francis Calguiere! ─ reprendió Anabelle, golpeando el hombro de ésta. ─ Como dijo mamá, debemos guardar la compostura;  estamos lejos de casa.
─ ¿Hablas enserio? ─ cuestionó la menor de los Calguiere.
─ Muy en serio ─ Afirmó Anabelle.
─ ¡Na! ─ exclamó Francis. ─ A otra con esas patrañas. Sé que te mueres por hincarle el diente a la pobre de tu prometida y se te nota en esa mirada tan ardiente con  que la estás viendo en este preciso momento.
─ Jajaja ─ se carcajeó Anabelle por el comentario de su hermana. ─ No tenías que ser tan evidente hermanita y estoy plenamente de acuerdo contigo, tengo mis necesidades (viendo con cara picarona a su mujer) y tanta palabrería solo me está deseando llegar de inmediato a esa posada y tener mi recompensa a tanta espera.
─ Jajaja ¡Lo sabía! ─ secundó Francis, cogiendo de la cintura a su novia. ─ ¡Vámonos cariño! Suficiente hemos tenido.

Tan solo una mirada dada entre Raniel y Sara, fue la complicidad que les hizo recordar su niñez en que compartían secretos y fechorías infantiles. Y ésta claramente era una de su agrado y muy placentera por lo demás.

De este modo las cuatro chicas salieron fuera del inmueble de la familia Larson y caminaron unos cuantos pasos para detener un colectivo que pasaba en ese preciso momento. Después de saludar al chofer, dieron las señas al lugar en que se dirigían.

─ España con Kuzma Slavic ─ indicó Raniel al chofer. ─ Y páguese los pasajes de las cuatro.
─ ¿No tiene más sencillo? ─ preguntó el hombre.
Raniel, tocó su chaqueta para ver si tenía suelto algunas monedas, pero le fue negativo y quedo viendo a su compinche de infancia.
 ─ Yo cargó dos mil ─ repuso Sara y viendo al chofer. ─ ¿Le sirve? No tengo más sencillo conmigo.
─ Eso está mejor ─ contestó éste y aceptó el dinero, devolviendo lo restante en monedas. ─ Nadie paga con veinte mil un simple pasaje.
─ No era mi intención incomodarlo, pero no tuve tiempo en  sencillar ─ defendió Raniel su acción. ─ En este lugar no hay un cajero cerca y menos una tienda.
─ Para la otra consígalo, se ahorrara problemas ─ espetó el chofer que siguió en lo suyo.

Aquello dejo con una clara molestia  a las chicas que se quedaron viendo entre sí y solo fueron calmadas por las rubias Calguiere que entendieron que el hombre era un poco gruñón.

─ No le des más importancia ─ susurró Anabelle al oído de su prometida. ─ No vale la pena princesa.
─ Tienes razón ─ aceptó Raniel posando su cabeza en el hombro de su prometida.

Por su parte, la joven Taffra no tuvo la misma suerte ya que iba en el asiento del copiloto y tuvo que conformarse con ver esos ojos azules de su novia y ser consolada de alguna manera.

Al cabo de unos minutos el coche se detenía en la esquina de la avenida España con Slavic y las chicas descendieron del vehículo sin cruzar más palabra con aquel hosco hombrecito.
─ ¿Y ahora dónde? ─ preguntó Francis observando sus alrededores.
─ Sé paciente cariño ─ respondió Sara que se agarró de su brazo y la instó a caminar hacia la parte baja de la calle Slavic. ─ debemos caminar un poco y tendrás tu recompensa.
─ Eso me agrada más ─ coincidió Francis robándole un beso a su pareja.
─ Se supone que los ingleses son calmos y prudentes ya que no son dados a los arrebatos ─ Provocó con picardía Raniel a expensas de su cuñada.
─ Cuñadita quisiera en este momento estrangularte ─ contestó con pica Francis. ─ Pero sé que no podré tener ese placer ya que mi hermanita aquí presente no me dejará. Pero debo decirte que el mito del que hablas se hizo a pulso y conciencia y por ello, nos caracterizamos y nos sentimos orgullosos.
─ ¡Aha! ─ exclamó Raniel jugando con sus cejas divertidas, pues sabía que la respuesta vendría de inmediato de parte de cualquiera de las dos hermanas Calguiere.
─ No provoques Raniel Larson de Calguiere ─ reprendió ahora su prometida que entendía a la perfección el proceder de su hermana. ─ seremos ingleses y todo lo que tú quieras, pero somos seres humanos con nuestras debilidades y necesidades.

Una encantadora sonrisa comenzó a dibujarse en los labios de la joven Larson y era lo que la complacía en demasía, saber que podían ser dados a la pulcritud y mantener las buenas apariencias y modales; pero al fin al cabo no dejaban de ser simples mortales.

« No puedo culparlos es parte de su forma de ser y de su cultura. Aunque haya nacido aquí; en el pasado forme parte de Britania y me guste o no, tengo sangre  inglesa por mis venas y no puedo renegar contra ello » pensamientos que rondan en la cabeza de la joven Larson que trata de todas las formas de conciliar su presente con su pasado.

─ Te has queda pensativa princesa ─ reclamó Anabelle que por el rabillo de sus ojos mantenía vigilancia sobre la joven. ─ ¿Sucede algo?
Aquello sacó del trance momentáneo que se había sumido la muchacha y tan luego se ubicó en su mente, ladeó su cabeza y añadió a su prometida.
─ Solo tonterías que son solo eso ─ respondió Raniel.
─ ¿Segura? ─ preguntó no muy convencida Anabelle.
─ Sí ─ fue su escueta y definitiva respuesta.
─ Está bien princesa ─ aceptó a medias la Duquesa. ─ lo dejaré así por el momento. Pero debo aclararte que no me convence del todo.
─ ¿Por qué siempre quieres saber todo Anabelle? ─ cuestionó bruscamente Raniel. ─ Hay cosas que a veces son íntimas de uno y no es que no confíe en ti, solo que hay instancias en que solo uno puede conllevar o experimentar. Y si dije que son sin importancia es porque lo son en realidad. No vale la pena de explicarlo.

Esos ojos azules se abrieron con asombro no por las palabras emitidas sino por la dureza que estaba detrás de ella. Por ratos olvidaba que el despertar de Rowine en su totalidad en su reencarnación traía consigo una personalidad más dura, escéptica en ocasiones y confrontacional. Lejos había quedado esa mujer de su pasado, que si bien era directa, pero siempre cortés. Muy intachable en su proceder, muy apropiado al estilo Inglés.

Tendría que aceptar los hechos como eran o tal vez, estar más vigilante para ayudar a Raniel a mantener una comunión o equilibrio en su personalidad. O esto terminaría perjudicarlas más adelante.

─ Creo que no hay justificación de tu parte en ese comentario. ─ refutó Anabelle viendo al frente con el mentón en alto, en parte su orgullo inglés salía a relucir también. ─ Sabes que me preocupo por ti y si estoy invadiendo tu privacidad, lo lamento entonces. Además, las explicaciones ambiguas muchas veces acarrean cuestionamientos en uno.  No dejan claridad y suenan  como son ambiguas y sin peso.

Ahora fue el turno de Raniel de abrir tamaños ojos ante la respuesta de su novia y parpadeó unas tantas veces como para sacudirse el asombro un poco. Por su parte otros ojos azules veían preocupados a los grises de su novia porque no pudieron abstenerse de oír la dureza en ambas partes.

─ ¡Ladies!  ─ llamó la atención Francis viendo a las otras dos. ─ Muy poco me gusta inmiscuirme en asuntos espinosos entre parejas, pero les recuerdo que hemos pasado por mucho estos días; por no decir; enclaustradas y en celibato para que desperdicien este albedrio que nos han dado ¿No les parece?

Dos pares de ojos se quedaron viendo entre si perdiéndose por unos segundos hasta que en una secuencia de parpadeos, se despojaron de esa vibra que las estaba envolviendo y muy pronto sonoras carcajadas de parte de ambas, vinieron avisar que la bruma oscura se había desplazado de ellas.

─ Siempre tan atinada como siempre hermanita. ─ mencionó una aún risueña Anabelle y extendiendo su mano hacia su pareja que la recibió con cariño.
─ Estoy de acuerdo contigo amor ─ concordó Raniel. ─ Siempre tan acertada y directa.
─ ¡Oye! ¿Qué te pasa? ─ protestó Francis ante su cuñada. ─ ¿Estás burlándote de mí?
─ ¿Yo? ¿Cómo crees? ─ inquirió Raniel con una cara de burla que no disimulaba una pisca. ─ No dudes de mí por favor, soy casi una santa.
─ Jajaja ─ explotó al costado una atacada Sara que no se aguantó la risa e intervino a su modo. ─ ¿Santa?
─ ¡Lo ves! ─ enrostró Francis con los cachetes inflados de la pica que le provocaba. ─ ¡Ahí lo tienes! Hasta mi novia duda de tus palabras.
─ Yo solo dije que eras acertada y directa, nada más ─ contravino Raniel ofendida, pero divertida en su fuero interno. ─
─ No fueron tus palabras, aunque esa última parte es bien cuestionable; sin mencionar el acento que pusiste para escupirlas ─ reprochó Francis con las mejillas aún hinchadas de aire.
─ ¡Chicas! ─ llamó ahora Anabelle. ─ La paz por favor.
─ Apoyo esa moción ─ secundó Sara levantando la mano. ─ De lo contrario nos desviaremos del tema.
─ Muy buen punto, tesoro ─ dijo Francis jugando con sus cejas coquetamente a su novia. ─ Hay mejores maneras  de pasar nuestro tiempo.
─ ¡Francis! ─ protestó Sara con la cara roja a más no poder.
─ ¿Qué? ─ preguntó ésta. ─ solo señalo lo que es obvio o no, tesoro.
─ ¡Idiota! ─ exclamó con un bufido Sara y le golpeó el hombro de un manotazo.
─ ¡Auch! ─ se quejó de inmediato Francis. ─ ¡Oh nena! Utiliza esas manos de un modo más cariñoso y más íntimo.
─ ¡Mi Dios! ─ Se lamentó Sara que se en unos cuantos pasos pasó rauda hacia adelante y se alejó de las demás totalmente mortificada. ─ Eres una tarada descarada.

Las tres se quedaron impávidas en el lugar y observaron como la pelirroja iba a tren bala despotricando a diestra y siniestra.

─ ¿Qué hice ahora? ─ se preguntó la menor de los Calguiere.
─ ¡Ay hermanita! ─ señaló Anabelle moviendo su cabeza y poniéndose en camino nuevamente. ─ Aún no aprendes a utilizar la sutileza, Claudine tiene razón en decir que necesitas clases extras de delicadeza y seducción.
─ ¡¿Qué?! ─ chilló Francis con tamaños ojos y poniendo sus pies en marcha. ─  ¡Jamás! ¡Es inaudito de solo pensarlo! ¡Me ofendes Anabelle Calguiere!
─ No lo digo yo ─ refutó la Duquesa sin voltear a verla y escuchar sus rápidos pasos tratando de seguirla. ─ Eres tú misma la zoquetuda querida hermanita.
─ Jajaja ─ Fue el turno de Raniel de explotar en un ataque de risa y que fue reprendida por un par de ojos azules que la veían con el ceño fruncido. ─ Lo siento, no pude evitarlo. Eres muy graciosa cuñadita.
─ Ahórrate tus comentarios Raniel ─ demandó Francis con los cachetes nuevamente inflados de la pica. ─ Te agradecería que me apoyases en vez de tirarme tantas buenas vibras. Sabes cómo se pone Sara cuando se enoja conmigo.
─ ¡Jijiji! ─ exclamó divertida Raniel y moviendo sus cejas cómicamente. ─ Sarita es de temer y tendrás que hacer mucho mérito. Una vez me tomo todo un día hacer las paces con ella.
─ ¡Raniel! ─ chilló nuevamente Francis. ─ ¡No ayudes tanto quieres!
─ Solo una cosa te puedo decir ─ inició Raniel manteniendo silencio, luego.
─ ¡Qué sería esa única cosa? ─ preguntó Francis ansiosa.
─ La curiosidad mato al gato ─ se burló Raniel.
─ Raniel Larson ─ siseó Francis que le saltaba encima. ─ Déjame de joder y habla, mujer.
─ Y es que Sara Taffra tiene un solo punto débil ─ indicó Raniel.
─ ¿Cuál es? ─ inquirió Francis muy interesada.
─ ¡Tú! ─ respondió Raniel.
─ ¿Yo? ─ Contra preguntó Francis sorprendida y a la vez, dudosa.
─ Sí, tú ─ afirmó Raniel viéndola seriamente. ─ Ella no es de tener debilidades, puede que carácter sí, pero  flaquezas no. Te aclaro esto porque la conozco mejor que nadie y te estoy confiando esta infidencia porque deseo que la utilices con sabiduría y no en perjuicio. No hay nada que mi mejor amiga pueda negarte. Así que cuñadita no te atrevas a lastimarla.
─ ¡Cómo se te ocurre! ─ rebatió con énfasis en sus palabras Francis. ─ Jamás la lastimaría. Sara es mi tesoro, mi gran y preciado tesoro. En todos los casos, gracias por decirme haré buen uso de esto, puedes estar tranquila.
─ ¡Ya sabes lo que debes hacer! ─ mencionó Raniel risueña. ─ para ganarte a Sarita.
─ Por supuesto ─ respondió Francis. ─ cuenta con ello.
─ ¡Así se habla! ─ instó Raniel moviendo sus cejas traviesamente. ─ y es hora que yo también me ponga manos a la obra antes que mi prometida se amurré conmigo.
─ ¿Hablando de méritos? ─ cuestionó de cierta forma Francis. ─ Lo tuyo es más fuerte que lo mío. ¿no te parece cuñadita?
─ Digamos que sí ─ contestó la joven Larson viendo hacia más adelante. ─ Pero no hay nada que no se pueda revertir.
─ Muy cierto ─ apoyó Francis y golpeó suavemente el hombro de su cuñada. ─ A ella le dura muy poco el enojo y menos si se trata de ti. También eres su punto débil.
─ Estoy consciente de ello ─ reconoció Raniel.
─ Ambas somos puntos débiles para ellas ─ dijo Francis pensando en aquello. ─ Deberemos cuidarnos de que otros no solo sepan o podrían perjudicarlas ¿No te parece cuñadita?
─ Coincido contigo plenamente. ─ aseguró Raniel entre cerrando sus ojos peligrosamente. ─ Ya lo hicieron en el pasado una vez y salimos muy lastimadas. Pero no volverá a ocurrir, de eso puedes estar segura Francis. No permitiré que mi vieja enemiga ni nadie vuelvan a utilizarla en mi contra.
─ No sabes cómo aprecio oírtelo decir ─ convino la menor de los Calguiere. ─  Y te puedo asegurar que mi hermana tampoco lo permitirá. Pero tendrás que estar muy alerta de ahora en adelante puesto que irán detrás de ustedes.
La joven Larson detuvo sus pasos en seco y quedo viendo el rostro de su cuñada que también detuvo su caminar y le quedo viendo sin apartar la mirada.
─ ¿Sabes algo que yo desconozca? ─ preguntó de lleno Raniel.
─ No más que tú ─ respondió francamente Francis sin evadirle. ─ Pero sabes que no eres la única que reencarnó junto a mi hermana y tú misma lo confirmaste. Tu rival puede estar más cerca de lo que imaginas y debes prepararte para que no dejes cabos sueltos que puedan utilizar en contra vuestro. Ella irá con todo contra ti para quedarse con Anabelle.
─ Eres la única que se ha atrevido hablar con la verdad y no ocultarme cosas. ─ reconoció  Raniel posando su mano sobre el hombro de la joven. ─ Gracias por advertirme y para tu tranquilidad puedo decirte que aquí dónde me ves, no he dejado de recordar y pensar sobre mi pasado y en los errores que cometí. Los cuales no estoy dispuesta a reincidir nuevamente.  Vivian o como se quiera llamar en este tiempo no tendrá las mismas regalías que en el pasado y voy a devolverle uno a uno sus agravios. Eso puedes darlo por firmado.
─ Te creo Raniel,  creo en esa fuerza y rabia con la que hablas ─ repuso Francis. ─ Pero debo pedirte que no bajes la guardia y menos te confíes de esa mujer. Es el mismo diablo.
─ Algo me dicen tus palabras de que sabes quién es en este tiempo ─ Adujo Raniel perceptivamente. ─ Pero descuida no obligaré a que me develes su identidad. Nos volveremos a ver las caras muy pronto y estoy segura que sabré reconocerla.
─ Eso espero Raniel ─ admitió Francis un tanto insegura. ─ Tú eres la felicidad de mi hermana y ella la tuya. Y aunque los segundos votos en nuestra tradición son irreversibles para cualquiera, no quita que ella pueda lastimarlas antes de permitirles ser felices realmente.
─ Una arpía como Vivian no se detendrá por un tecnicismo legislativo o tradicional ─ aclaró Raniel muy convencida de lo que hablaba. ─ Con reglas o sin ellas, intentará salirse con la suya a como dé lugar. Ya viví esa experiencia y el único camino que tenemos Anabelle y yo, es destruirla de una vez por todas.
─ Espero que no hables de la muerte ─ suplicó alarmada Francis. ─ Mira que no deseo por nada del mundo que terminen ambas encerradas por una mujer ; que si bien merece una tunda dantesca; no vale la pena a ese extremo porque saldría ganando de todas formas. ¡Y diablos!  No, estamos hablando de mi hermana, no quiero pensarlo siquiera.
─ ¡Tranquila! ─ llamó Raniel palmeando la mejilla de su cuñada. ─ Eso no sucederá, puedes confiar en mí.
─ Gracias ─ dijo Francis cabizbaja. ─ Este tema me desquicia un poco de solo pensar en los posibles escenarios que pudieran surgir.
─ Mejor cambiemos de tema ─ instó la joven Larson y reanudando su caminata y arrastrando a la muchacha consigo. ─ Pensemos cómo sacar el mayor provecho de estas horas de libertad.
─ ¡Oh sí nena! ─ alabó extasiada Francis. ─ al fin estamos hablando en el mismo idioma.
─ Jajaja ─ Se carcajeó Raniel moviendo su cabeza divertida. ─ Ahora entiendo a la pobre de Sara, tienes que ser sutil a veces.
─ ¿De qué hablas? ─ cuestionó Francis descaradamente. ─ estás que cortas las huinchas por lanzarte sobre los huesos de mi hermana. Ustedes dos son imparables, no olvides que había días que poco te veía bribona.
─ Jajaja ─ estalló en risotadas Raniel que llamó la atención de las dos chicas más adelante. ─ ¡Eres única!
─ ¡Pues claro! ─ admitió sin tapujos Francis jugando con sus cejas perversamente. ─ La magnificencia hecha mujer.
─ ¡Dios que falta de humildad! ─ exclamó Raniel con las manos al cielo. ─ ¡inglesas al fin y al cabo!
─ Te recuerdo queridísima que tienes la misma sangre corriendo por tus venas ─ Amonestó Francis con dignidad y soberbia. ─ La excelencia no se puede negar. Somos una raza sublime.
─ ¡Qué horror! ─ Se quejó Raniel  y se apresuró en reunirse con su prometida ante tanto disparate junto.
Al llegar a su lado, simplemente la abrazó con todas sus fuerzas y fue acogida gratamente por la Duquesa.
─ ¿Todo bien? ─ preguntó Anabelle complacida por la muestra de cariño.
─ Más que bien ─ aseguró Raniel besando de inmediato a su rubia favorita.

La respuesta no se hizo esperar y fue correspondida en la misma forma y con una pasión desbordante que no dejaba a dudas que el tiempo de celibato había sido mucho y amenazaba con desbordarse al primer contacto u oportunidad que se le diera.

─ ¡Ejem! ─ carraspeó Francis divertida al llegar a su lado. ─ Las exhibiciones para la privacidad de una habitación es lo apropiado según nuestra madre.

Entre sonrisas, la pareja culminó el beso ardiente y quedaron viéndose entre sí con claras muestras de amor que dejaban muy poco a la imaginación pervertida de cualquier espectador y más de la joven Calguiere que simplemente sacudió su cabeza y le dio alcance a su novia que seguía reticente con ella.

─ ¡Hola encanto! ─ saludó Francis tras darle alcance y pasar su brazo posesivamente por la cintura de la muchacha. ─ ¿Qué me dices de permitirme redimirme en la intimidad de nuestra habitación?
─ Harás mérito ─ respondió tajantemente Sara. ─ Y ahí veremos Calguiere.
─ Lo qué tú digas, preciosa. ─ convino Francis con una sonrisa quita el aliento de seductora.
─ Esperemos entonces ─ aceptó finalmente Sara.

Ambas parejas continuaron su caminata, unidas en muestras de ternura y devoción plena que era muy grata a la vista.

En cosa de unos minutos más llegaron frente a una fachada de estilo medieval con todo de piedra y barrotes antiguos como protecciones.  A unos metros más alto, se hallaba un cartel de madera tallada que decía claramente posada y hostal Rustikos, tal cual salía escrito de esa forma tan peculiar y fuera de toda regla gramatical.

─ Entremos chicas ─ sugirió Raniel.
─ Vamos ─ fue la respuesta asertiva de las otras tres.

En su interior fueron recibidas por una vieja compañera de universidad Liana Castellón,  que se emocionó en verlas después de tantos meses sin verse.

Fue la propia Raniel que solicitó hospedaje por separada para ambas parejas y su compañera y colega, las miró de lo más divertida ya que entendió a la perfección la necesidad y sin decir más, les  entregó llaves de dos habitaciones que se ubicaban bien alejadas una de la otra y en la segunda planta.

─ Nos vemos más tarde ─ dijo Raniel a la otra pareja.
─ ¡Solo diviértete cuñadita! ─ señaló Francis burlona. ─ Mira que no tendremos otra oportunidad hasta no llegar a casa.
─ ¡Aguafiestas! ─ protestó Anabelle guiñando un ojo a Sara. ─ Le quitas el encanto a la salida.
─ Yo solo decía no más ─ respondió defensivamente Francis.
─ ¡Silencio amor! ─ fue el turno de Sara de colocar un dedo en los labios de su pareja y llevársela con ella.
─ ¡Grande Sarita! ─ Alabó Raniel con porras con su brazo en alto más que divertida. ─ ¡Así se hace!

No tuvo más tiempo de seguir molestando a la pareja, cuando un fuerte tirón no solo la entró en una habitación sino que la dejo apegada a la pared y con sus manos sujetas firmemente por las de su pareja y silenciada por unos sedosos labios que estaban hambrientos de los suyos.

─ Es hora de recuperar el tiempo perdido princesa. ─ susurró sensualmente Anabelle sin despejar sus labios de los otros. ─ Vamos a sacarle el mayor provecho a este tiempo.

Y sin mediar o permitir respuesta hablada de su prometida, reclamó sus labios nuevamente a la vez que una mano descendió hasta  el borde de los pantalones de la joven Larson y solo un clic fue lo que se escuchó al romperse su cremallera o eso es lo que supondremos.

Todo el ambiente de romance, pasión y lujuria se estaba creando a medida que subía la temperatura en esa  habitación. Un tiempo, una pausa bien merecida para cuatro chicas y en especial a esta pareja que tenía mucho que saldar en todos los ámbitos posibles y uno de esos, eran el escenario de su amor.
Uno que fue negado por un avaro, egoísta e insensible ser que nada sabe del juego de amor verdadero que pueden llegar a vivir y disfrutar los amantes que están destinados a ser.

2 comentarios:

B-612 dijo...

Muchas Gracias por actualizar la historia, espero que todo esté bien con tu vida y con tu salud, y cuídate mucho y de nuevo gracias por tus buenos deseos.

maria dijo...

esplendida historia espero puedas seguir con la continuación todas sus historias son hermosas ya la le leido por 2da vez estare a la espera de su proximo capitulo y muchas felicidades por tan hermosa novela espero se cuide mucho y deseando que todo en el mundo se normalice

Publicar un comentario

Una verdad del pasado

  Capítulo 24, atada por un testamento. —Amor — murmuró quedamente sopesando cada letra de esa palabra. Mientras que a la distancia era ...