mujer y ave

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jueves, 28 de mayo de 2020

Complejidades legales y entre otros.


Atada por un testamento


Capítulo 23

Complejidades legales y entre otros.

─ Karina ─ volvió a susurrar una joven mujer de cabellos rubio ceniza.

Llevaba tiempo entre que miraba por el ventanal del hotel y otras tantas que se paseaba como gato encerrado a punto de perder el control.
No aguantó con la desesperación que acabó con sus esfuerzos por mantenerse serena y esperar el momento en que fuera llamada para tener una minúscula oportunidad de poder hablar con ella.


Buscó entre su cartera, su aparato celular y directamente en la agenda de contactos hasta que halló el número de quién esperaba la llamada.
Marcó al celular y estuvo atenta a la respuesta; pero. Fue en vano ya que no contestaron en primera instancia por lo que colgó y volvió a marcar hasta que la contestadora casi la deriva al buzón de voz. Así hizo varios intentos más pero el resultado seguía siendo el mismo.

« ¡Maldición! » vociferó mentalmente la rubia.

Con el coraje vivo lanzó su celular a la cama y con suerte no le paso nada producto del arrebato de la joven que apenas contenía su frustración que la estaba invadiendo completo.

─ ¡Por la cresta confíe en ella! ─ se lamentó la rubia. ─ No puedo seguir aplazando más mi estadía aquí sin hablar  con Karina. Hay niños que me necesitan en Santiago. Su bienestar es tan importante y no puedo estar jugando con sus esperanzas.

Caminando unos cuantos pasos más hasta que recordó algo y avanzó hasta la cama y agarrar nuevamente su celular. Marcó rápidamente a…

─ ¡Buenas noches! ─Saludaron al otro lado de la línea.
─ Anita por favor comunícame con mamá─ ordenó la joven.
─ ¿Señorita María José? ─ preguntó la mujer.
─ Sí, Anita ─ respondió ésta. ─ por favor, dame urgente con mi madre.
─ La comunicó ─ dijo la empleada y enlazó la llamada.
Al cabo de unos segundos…
─ Hija ─ habló Eloísa. ─ ¿Qué sucede para que llames con tanta premura?
─ Mi tiempo se acaba madre ─ respondió María José. ─ Tú sabes que vine con el objetivo de verla y hacer las cosas bien, pero no están funcionando. Todo ha resultado adverso para mí y tú lo sabes.
─ Estoy consciente de ello. ─ dijo Eloísa. ─ ¿qué sucedió con Akiane?
─ Hablé con ella después de lo que sucedió con Karina y ella se comprometió en ayudarme, pero Karina enfermó y se pospuso nuestra conversación ─ explicó la joven Rubilar mordiendo sus labios. ─ Y después de intentar varias veces llamarle, no tengo respuesta de su parte y hace poco llamarón del hospital que requieren mi presencia porque tengo cinco operaciones con niños que llevan tiempo esperando las cirugías. Por eso no puedo aplazar más mi estadía aquí en Puerto Varas.
─ ¡Es una lástima que tenga qué suceder justo ahora! ─ Se quejó Eloísa que sabía lo responsabilidad que tenía su hija con sus pacientes. ─ ¿Qué necesitas hija mía que haga por ti?
─ Puedes hablar con el comandante de carabineros para que se me permita ingresar a ver a Karina. ─ señaló María José. ─ Puesto que hay hombres armados en la entrada y yo no deseo provocar inconvenientes que se salgan de control. Tan solo pido una oportunidad de hablar con ella y luego, regresar una vez que me haya desocupado de mis compromisos con mis pacientes.
─ Déjame ver qué puedo hacer ─ mencionó Eloísa. ─ Tú sabes bien que comprometí mi palabra en no interferir con los asuntos de Akiane, pero de complicarse las cosas cambiaría el rumbo de mis acciones.
─ Por eso te lo estoy pidiendo, madre ─ expuso María José. ─ La salud de Karina es lo que me preocupa.  Akiane tuvo que llevarla urgente a un cardiólogo para que la examinase, pero no me respondió claramente qué fue lo que le encontraron tan solo que se estaba recuperando. Tú sabes tan bien como yo que el tema del corazón en las Mondriatti son palabras muy serias y no estaría pidiendo que faltarás a tu promesa si no fuera realmente importante este tema. ¡Se trata del corazón de Karina! Y para mí no es ninguna jugarreta.
─ Ni una palabra más ─resolvió Eloísa seriamente. ─ no necesito más explicaciones porque  es suficiente causal para intervenir. Dame unos minutos para hacer las gestiones con el comandante o quién precise para que lleves una escolta y puedas verla.
─ ¡Gracias madre! ─ dijo María José.
─ No agradezcas aún ─ señaló Eloísa. ─ hasta no tener una respuesta concreta. Además que estoy también lo hago por la madre de Karina. Fue mi promesa de velar por sus hijas antes de que muriera y ya que no pude hacerlo con Adriana al menos puedo hacerlo por la menor de sus hijas.
─ Madre ─ murmuró María José que comprendió el lazo afectivo que unía a ambas mujeres.
─ Es una cruz que siempre llevaré conmigo ─ expuso Eloísa. ─ El faltar a mi promesa con una amiga entrañable que tuve que perder a temprana edad.
─ Puedes remediarlo ahora ─ instó María José en forma consolatoria.
─ Eso voy hacer ─ respondió la abogada. ─ Ahora te dejo y espera mi llamada.
─ Cuento contigo, madre ─ dijo María José y fue quién cortó la llamada.

Tras dejar el aparato sobre la cama, caminó por la habitación intentando en vano de calmarse o al menos tratar de buscar un sosiego momentáneo que le diera un respiro a su apesumbrado corazón. No podía más con tanta angustia después de haber vivido tantos sucesos desafortunados que le llevaron a distanciarse de la joven Sotomayor. Primeramente la ocurrencia de dejar en evidencia a Melissa y provocar la agonía de la joven para culminar en años de separación y ahora, justo ahora que le dieron una breve oportunidad de enmendar las cosas, tuvo que ser descubierta en una situación comprometedora que se mal interpretó en forma atroz y tuvo que recibir por primera vez los descargos y la ira de Karina. Eso fue tan devastador para su corazón al igual que sus pretensiones.

No sabía si creer en la mala suerte o pensar que el universo conspiraba contra ella para truncarle el camino al corazón de la joven Sotomayor. Lo que más anhelaba y necesitaba en la vida, le era totalmente esquivo y adverso. ¡Años de espera! Fueron tantos acallando sus sentimientos y cuando decide jugarse el todo por el todo, comete la peor estupidez que pudiese haber.

Era tan angustiante todo, pero no le quedaba más opción de continuar con su lucha hasta al menos obtener una conversación cara a cara con Karina para bien o para mal de sus pretensiones.

─ Espero que se puedan dar las cosas o tendré que partir sí o sí. ─ murmuró Majo.

Llevó sus manos a su rostro y en un movimiento inconfundible de ansiedad o angustia o como se le quiera llamar, las movía sobre su faz con cierta frecuencia; algunas veces más marcadas que otras,  provocado por algún pensamiento pesimista o angustiante.

─ ¡Ay Dios esta espera me va a matar! ─ Se lamentó Majo.

A duras se podía concentrar en algo que no tuviese relación con la joven Sotomayor y hacerlo hubiese sido una verdadera pérdida de tiempo por lo demás.

Estaba más que claro que estaba a punto de volverse loca de la pura ansiedad que estaba sintiendo y aunque suene reiterativo. Eso era lo que vivía, sentía y experimentaba en primera persona.

La manecilla de su reloj de pulsera no avanzaba tan rápido como ella quisiese y en honor a la verdad. Son momentos como estos en que el tiempo se detiene en forma dramática para burlarse de nuestras necesidades. La única vez que se vuelve caprichoso y eso nos desespera a un punto de desquiciarnos hasta decir basta.

No le quedaba más remedio que comerse sus ansiedades y resignarse a esperar hasta tener luz verde para ir a la hacienda de Rosemberg o luz roja para volverse a Santiago y atender a sus pacientes. Tan solo una decisión y dos caminos. ¡Ya se vería cuál!

Mientras esto sucedía en las habitaciones de un hotel a las orillas del lago. En otro lugar se desarrollaba otra escena muy distinta y con otros ribetes.

Parecían horas y no minutos como eran realmente eran desde que unieron sus labios en  un beso al principio dulce y gentil. Explorador al cabo de unos momentos para luego volverse más demandante sin caer en el cliché de lo sexual porque aún había x años luz para llegar a ese punto.
Como dicen los más sabidos, todo lo bueno debe terminar; y no es ser sarcástico; sino que en este caso los pulmones se deben llenar de oxígeno para el buen funcionamiento del cuerpo.

Muy despacio fue rompiéndose aquel beso que ambas disfrutaron en lo posible y en verdad fue muy despacio la separación hasta alcanzar unos centímetros. Y sus ojos también fueron abriéndose lentamente hasta quedar enfrentados de una manera tan especial y deliciosa para el romanticismo clásico.

Ninguna dijo nada por unos segundos hasta que esos ojos celestes fueron los primeros en salir de ese trance. Estaba más que claro que no fue la que propicio este arranque de cariño y se debe mencionar que también le sorprendió la acción de la albacea; aunque siendo bien honesta no le extrañaba mucho a estas alturas, su jefa es una mujer muy dada a ser impulsiva y decir que molesta no estaba. Además que participo gratamente de esa placentera experiencia.

─ ¿Por eso te disculpaste anteriormente? ─ preguntó tranquilamente Karina.
─ Más que nada fue para justificar algo que deseaba hacer desde hace mucho tiempo ─ aclaró Akiane dándole una sonrisa tímida.
─ ¡Vaya que te intimido! ─ expuso Karina siendo consciente de aquel gesto.
─ ¿Por qué lo dices? ─ indagó Akiane con una visible preocupación en sus ojos verdes. ─ ¿Qué hice ahora?
─ ¡Tranquila! ─ dijo Karina enderezando su torso para verle mejor y a su vez colocando una pequeña barrera entre ambas. ─ No has hecho nada que me parezca malo, solo me llamó la atención que te has vuelto tímida en algunas ocasiones a mi alrededor ultimadamente.
─ Bueno ¡Eso sí! ─ confirmó suelta de cuerpo Akiane y recuperando su habitual forma de ser. ─ Creo que he cometidos algunos errores contigo que me hacen tambalear a veces en mi determinación.
─ Muchos y no unos cuantos ─ corrigió Karina con una ceja alzada en forma defensiva.
─ No entraré en un eterno debate contigo con respecto a ese punto, pero sí los he cometido ─ señaló Akiane y tomando una de las manos de la joven, agregó. ─ A pesar de ello, me gustó mucho poder volver a besarte y demostrarte lo  que tú me gustas como mujer.

Fue el turno de Karina de observar un poco más las facciones de la albacea, por mucho que le agradase ese nuevo comportamiento y sinceridad de la joven había algo que le hacía dudar de sus acciones y muy difícilmente podía ofrecer bajar todas sus defensas porque en verdad tenía miedo de salir lastimada y creer algo que podría tornarse peligrosa para su corazón como Psiquis.

─ A mí tampoco me desagradó ─ confesó Karina viendo la mano de la joven sobre la suya y por costumbre adquirida retiró la propia para mantener  las cosas en suspenso mientras hablaban. ─ Pero no significa que deje que entres en mi vida de buenas a primeras Akiane. Hay mucho de lo que tenemos que hablar y luego ver en qué situación nos hallamos.
─ Entiendo ─ respondió ésta con un poco de decepción que supo disimular muy bien. ─ ¿qué deseas saber?

Justo cuando era el turno de Karina de responder, golpearon fuertemente la puerta de la cocina. Descolocando a amabas mujeres pero reponiéndose rápidamente por que los golpes continuaron con mucha insistencia.

─ Debemos atender ─ solicitó Karina viendo hacia la puerta. ─ Dejaremos para más tarde nuestra conversación.

Akiane solo la miró nada más y aceptó los hechos con un gesto de cabeza para luego volver a ver…

─ ¡Adelante! ─ instó Akiane.

Al instante ingreso su capataz.

─ Siento interrumpir chicas, pero hay un coche con un delegación de carabineros que desean hablar con Karina. ─ informó Pedro viendo seriamente a su jefa. ─ Vienen con una orden desde Santiago.
─ ¿Quién es? ─ preguntó de frentón Akiane que le supo a problemas.
─ Solo me dijeron que de parte del Gral. González ─ respondió Pedro con preocupación. ─ Traen una orden directa.
─ ¡Mierda! ─ exclamó Akiane que saltó de la silla y viendo a su capataz añadió. ─ Déjalos entrar y que me esperen en el cobertizo. ¿los demás dónde están?
─ Greta está con las mujeres en los jardines ─ contestó Pedro. ─ voy a dar la orden para que ingresen.
─ ¡Hazlo! Y dile a Greta que en ingresen a la casa de inmediato. ─ ordenó Akiane.
─ Enseguida ─ repuso el capataz que salió raudo.
─ ¿Qué está sucediendo? ─ preguntó el instante Karina. ─ ¿Qué busca carabineros aquí?
─ No lo sé del todo, pero puedo tener una sospecha de qué trata ─ respondió Akiane mientras sacaba su móvil y viendo a la joven Sotomayor. ─ Por favor no salgas por nada Karina a menos que te lo pida.
─ ¿Por qué sería eso? ─ cuestionó ésta viendo con ceño fruncido. ─ ¿Qué tienen que ver conmigo?
─ Ahora no quiero entrar en detalles pero te informaré en su minuto ─ dijo tajantemente Akiane.
─ Como siempre pospones las cosas Akiane y me dejas al margen de todo con tus secretos ─ enrostró Karina que le disgustó aquellas acciones.
─ No es mi intención hacerlo y debes creerme pero esto me pilla desprevenida ─ explicó Akiane que sabía que le traerías más complicaciones con Karina. ─ Y olvide algunas cosas que ahora tengo que resolver sí o sí.
─ En ese caso ya puedes irte ─ dijo con un tono mordaz Karina. ─ No quiero retenerte.
─ Karina no es para que te enfades ─ indicó Akiane al percatarse de la molestia. ─ estamos avanzando bastante para que todo se eche a perder por un aplazamiento momentáneo.
─ ¡Aplazamiento momentáneo! ─ exclamó irritada la joven Sotomayor y meneando su mano en alto, añadió─ ¡Mejor vete de una vez!
─ Está bien ─ dijo resignada Rosemberg y antes de salir de la cocina volteó a verla. ─ En cuanto me desocupe hablare contigo.
─ Me da igual ─ repuso fríamente Karina sin siquiera mirarla.
─ Hablaremos de todos modos ─ mencionó Akiane y salió del lugar un tanto cabreada por la testarudez de la mujer.

En cuanto puso un pie en el área de estacionamiento de la casa patronal, la joven pudo distinguir una patrulla de la carabineros junto a dos motocicletas de la misma institución escoltando a un vehículo particular que no reconoció en primera instancia.

Tuvo que esperar que se acercaran más para apreciar de quién se trataba y el color  le abandonó de su rostro al identificar al visitante. Pero del mismo modo que le produjo una conmoción  instantánea también  fue la molestia que reverberó en el acto tras acordarse de ciertos acuerdos y en su frente surcó una línea expresiva demasiado notoria.

Tomó unos pocos segundos desfigurar de su cara las emociones negativas y mostrar un mejor semblante que ocultase sus impresiones y no permitirse ninguna acciones que fuese interpretada como predispuesta a obstaculizar el debido procedimiento policial. Eso sí, se mantuvo firme en su lugar de espera y solo fue una simple espectadora hasta que los vehículos se lograsen aparcar y descendieran sus ocupantes.

─ ¡Buenas! ─ saludó un oficial a cargo. ─ soy el sargento Flores y vengo de parte del General González para revisar si en este domicilio se encuentra Doña Karina Sotomayor Mondriatti  (leyendo un documento)
─ ¡Buen día sargento! ─ devolvió el saludo Akiane.
─ ¡Buen día señora…!─  volvió a el saludo protocolar el oficial pero se quedó en blanco al desconocer a quién se dirigía.
─ Akiane Rosemberg ─ finalizó la albacea.
─ Señora Rosemberg como ya le expliqué en busca de la persona que le mencioné anteriormente ─ comunicó el sargento Flores. ─ Puede indicarme si ella se encuentra en este domicilio.
─ ¿Tienen alguna orden del juzgado? ─ cuestionó Akiane sin responder a la pregunta.
─ Por supuesto ─ respondió el oficial mostrando el documento en cuestión y procedió a leerlo. ─ con fecha de hoy, Baltazar Muñoz en calidad de ministro de la corte suprema confiere poder al representante del juzgado de policía local de Puerto Varas para allanar el domicilio Los Alerces 4523 e investigar el paradero de la Señorita Karina Sotomayor Mondriatti que se presume recluida en dicho inmueble. Sírvase a cumplir dicho mandato a la autoridad pertinente.

No hubo más que decir al respecto y para desgracia de la albacea y sus objetivos personales, aquello superaba todos los arreglos que había alcanzado a urdir con contactos que mantenía en la institución de dicha zona, pero una orden directa emitida de la capital estaba por encima de todo y de cualquier cuestionamiento. Sin embargo, no pudo evitar el malestar que le produjo e inevitablemente sus ojos no pudieron desmentir su sentir y clavo la mirada en la gestora de aquel acontecimiento.

─ Supongo que no puedo impedirles que revisen mi domicilio y darle en el gusto aquí a la señorita Rubilar ─ masculló con un tono frío Akiane. ─ Al final de cuentas cumpliste tu amenaza de acudir a otras instancias si negaba tu deseo ¿no es así?
─ No me dejaste más opciones Akiane ─ defendió su postura Majo sin intimidarse con la mirada intimidante de su contra parte. ─ He sido paciente, pero estamos hablando de la salud de Karina y eso está por encima de mis propios intereses.
─ Podrías haberme llamado ¿no te parece? ─ cuestionó Akiane sin miramientos. ─ Y evitarnos todo asunto.
─ Repito que fui demasiado paciente y el tiempo apremia ─ respondió Majo.
─ Teníamos un acuerdo ─ replicó Akiane.
─ El cual no respetaste ─ acusó Majo. ─ Yo hice mi parte, pero no puedo esperarte eternamente a saber del estado de salud de Karina.
─ Pero tampoco es el mejor momento, Majo ─ increpó Akiane. ─ Para esta visita.
─ No estoy en calidad de visita Akiane. ─ repuso Majo y viendo al oficial. ─ por favor Sargento puede proceder a revisar este domicilio.
─ Majo ─ susurró con dientes apretados Akiane.
─ ¡Por supuesto! ─ respondió el oficial. ─ Vamos a proceder a buscar a la señorita Sotomayor.

Tres carabineros iban de camino a ingresar a la casa patronal  cuando una figura femenina se presentó ante ellos por un costado de la vivienda.

─ No es necesario ─ respondió la mujer. ─ Soy a quien están buscado,  Karina Sotomayor.

En el acto tanto el oficial como María José y la propia Akiane se giraron sobre sus talones para toparse con la figura de Karina.

─ ¿Es usted la señorita Sotomayor entonces? ─ preguntó el oficial.
─ Lo soy ─ respondió Karina.
─ Tenía entendido que usted se encontraba retenida contra su voluntad en esta hacienda ¿es correcto? ─ indagó de inmediato el sargento.

Esta fue la instancia más clara de toda su existencia de dar unos cuantos golpes bajos a la autora material de sus desgracias en el país y pudo notar el estupor que se pintó en el semblante de la albacea.  ¡Era hora de ajustar cuentas! Sin embargo…

─ Digamos que en una primera instancia  pudo ser de ese modo─ Confirmó Karina sin apartar los ojos de su jefa y de mirar de soslayo a la otra mujer y continuó con sus argumentos. ─ Sin embargo, en estos momentos tengo un acuerdo voluntario y laboral con la señorita Rosemberg que me hacen permanecer en esta haciendo por un periodo más de tiempo.
─ ¿Quiere decir que no está en contra de su voluntad? ─ inquirió el oficial. ─ Como tampoco fue secuestrada y retenida a la fuerza por orden de su difunta hermana y en complicidad con la Señorita Rosemberg.
─ Como le dije oficial, en su primer momento lo fue ─ respondió Karina. ─  Y la verdad que la única persona responsable de todo ello, fue mi hermana Adriana con un testamento que dejo con cláusulas a seguir. Lógicamente lo cuestioné e hice mis descargos a la persona aquí presente.
─ ¿Entonces niega que está retenida en este lugar? ─ insistió el sargento. ─ Usted sabe que en este país el delito de secuestro con lleva penas gravísimas y proteger a la señorita Rosemberg podría acarrearles también complicaciones a usted.
─ No veo en qué parte de lo que ya he respondido no quede claro ─ defendió Karina. ─ Estoy en  esta estancia por motivos laborales y también baja una clausula testamentaria. Podría decirme usted ¿para qué me estaban buscando realmente?
─ Por privación de libertad y presunto secuestro ─ informó el oficial. ─ Además de motivos de salud según nos informará la señorita Rubilar aquí presente.
─ ¡Ya veo! ─ dijo Karina posando su mirada en la mencionada mujer y volviendo a ver al uniformado. ─ Usted puede constatar que no estoy retenida en esta hacienda en contra de mi voluntad. Por lo tanto, no se podría tipificar la figura de secuestro ¿No es así?
─ Dama para que nos entendamos bien. Recibimos instrucciones desde Santiago con el propósito de registrar este domicilio en busca de su persona. ─ Aclaró el Sargento. ─ Cosa que no tuvimos necesidad ya que usted se presentó personalmente y nos aclara que no está retenida en contra de su voluntad ¿hasta ahí estamos claros?
─ Sí ─ respondió Karina.
─ Bien. ─ continuó el oficial. ─ Ahora para constatar su versión de los hechos necesitamos pruebas de su relación contractual con la señorita Rosemberg y verificar que la información es fidedigna y no documentos que infrinjan la ley. ¿Tenemos  documentaciones que respalden sus dichos?
─ Los hay ─ intervino Akiane. ─ Si me permite ir en busca de esos documentos o gusta ingresar a mi despacho para que pueda corroborar  lo que informó la señorita Sotomayor.
─ Prefiero que usted vaya y los traiga en persona. ─ contestó el Sargento.
─ Deme un momento y regreso ─ dijo Akiane y viendo a Pedro le hizo un gesto de que estaba a cargo.
Una vez que la albacea se fue al interior de la casona.  Los demás cayeron en un silencio muy incómodo que se podría decir que se cortaba con una hoja de Gillette.  Sin embargo, fue cortado por la propia Karina.
─ Después de que verifique que está en regla mi situación aquí en la hacienda ¿qué más necesitará para que pueda estar seguro de mi bienestar? ─ expresó Karina  con su porte arrogante de siempre.
─ Primero veamos los documentos y después le respondo ─ contestó el carabinero sin impresionarse del tono de la mujer. ─ Nosotros aquí no actuamos igual que en la capital con un trámite burocrático, solucionamos las cosas de inmediato según nuestra competencia.
─ Como en todo pueblo chico, infierno grande ─ siseó Karina que presionó mucho contra la autoridad.
─ Dama me gustaría que entendiera que cumplo con mi trabajo nada más y usted con esa actitud solo obstaculiza mi labor y podría tomarse como un delito si sigue presionando más de lo debido ─  refutó enérgicamente el oficial.

Las palabras cayeron justo en su lugar hacia Karina que tuvo que mordérselas ante la amenaza del carabinero y tuvo que asumir para no empeorar las cosas en contra de Akiane porque estaba claro que sería la más perjudicada y por una vez en su vida, uso toda su capacidad para controlar su temperamento.

El silencio se volvió a instalar en el lugar y solo miradas especulativas se deban entre sí, salvo Karina que mantuvo una fachada glacial ante los demás y ocultó todo su sentir bajo esa coraza.

Al poco tiempo regresó Akiane con una carpeta con documentos para entregarlos.

─ Aquí tiene todos los documentos como contrato de trabajo, afiliación en AFP, Isapre ─ explicó Akiane al entregar la carpeta al oficial. ─ Además de informes bancarios con depósitos a una cuenta extrajera en el país en que ella reside por conceptos de salario  así como los fondos para workplace pensión a futuro.

La incredulidad se reflejó en el semblante de la joven Sotomayor al escuchar los detalles en especial la última parte que la sorprendió por completo puesto que desconocía  esa información; mejor dicho, no la hubiera soñado siquiera.

El oficial se tomó sus buenos minutos hojeando los documentos presentados hasta que satisfecha su investigación visual, entregó la carpeta un funcionario civil que supuestamente debía ser del juzgado de policial local como es rigor. Del mismo modo se tomarían otros minutos más para corroborar lo ya expuesto. Luego de eso, una mirada se intercambió entre el  sargento y el funcionario, además de cruzar unas palabras entre ambos y conciliar una opinión común.

─ Hemos comprobado la relación laboral que existe entre usted y la señorita Rosemberg está en regla. ─ señaló el Sargento. ─ Descartando la figura de secuestro. Ahora en base a lo que se nos solicitó nos queda confirmar el estado de salud en que se encuentra y según tengo entendido, realizó unos exámenes en una clínica particular y necesito me den estos informes y el nombre del especialista que la atendió.
─ ¿Tienen facultad también para eso? ─ cuestionó de inmediato Karina que le dio más que coraje la intromisión del funcionario en un asunto privado y personal. ─ Es mi vida personal y no es asunto de ustedes.
─ Karina ─ llamó Akiane que intentaba frenar el carácter de la joven.
─ ¡Por favor permítame responderle! ─ demandó el oficial levantando la mano e interrumpir a la albacea. ─ Dama como le mencioné hace un rato, estamos aquí por orden de un tribunal y cualquier cuestionamiento que tenga deberá presentarlo en un juzgado y dejarnos de una vez por todas hacer nuestro trabajo y si no puede controlarse le sugiero que retorne al domicilio y esperé que acabemos con el procedimiento.

La ira podía sentirla recorrer todo su cuerpo y hacerla temblar casi en forma perceptible a los ojos de los otros. No quedándole más remedio que morderse el labio por dentro y dejar que la rabia se disminuyera por si sola. No obstante, no pudo evitar lanzarle una mirada asesina a Majo y crucificarla de mil maneras inimaginables.

Estaba más que claro que la energía negativa se elevaba en crestas de luz oscura en contra de la joven Rubilar, que tragó con dificultad al palpar el acero presentado en esos ojos celestes que podrían intimidar hasta el más valiente; pero que en este caso; no era intimidación sino un juramento implícito de venganza no verbal.

Aún en contra de este escenario adverso para ella, estaba muy claro para Majo que no se rendiría sin antes hablar con aquella tozuda mujer a la que por desgracia amaba más de lo que merecerse. A pesar de sus equivocaciones anteriores. Ella se equivocó rotundamente y ha pagado lo suficiente como para no merecer hacer un último intento cueste lo que cueste.

En eso se oyó…

─ Con respecto a lo que está solicitando solo tengo en mi poder el recibo de un bono de salud nada más ─ mencionó Akiane. ─ El informe puede pedirlo directamente en la clínica ya que quedaron de enviarme resultado en dos más. Puedo darles el nombre del especialista que la atendió. Esto cuanto puedo hacer por cooperar con su investigación.
─ Puede entregárselo aquí a mi subalterno que tomará nota ─ dijo el Sargento y volviendo la mirada ahora a la contra parte. ─ Estimada señorita Rubilar, hemos hecho todo en cuanto estaba a nuestro alcance y el informe final de esta investigación la daremos a conocer a más tardar mañana.  Puedo asegurarle para su tranquilidad que la señorita en cuestión no ha sido secuestrada como tampoco está contra su voluntad. Pero cabe esperar la parte médica.
─ Se lo agradezco profundamente ─ habló Majo por primera vez en todo la conversación. ─ Y personalmente testificaré según fue solicitado en Santiago. Ahora solo me resta hacer que se cumpla la petición que se extendió a través de mi madre.
─ ¿De qué hablas? ─ preguntó Akiane viéndola con un semblante más sombrío que de costumbre.
─ ¡Así es! ─ indicó el funcionario policial. ─ Se nos solicitó facilitar una dialogo directo entre la señorita Rubilar y la dama afectada en este asunto.
─ ¡¿Qué?! ─ chilló Karina que estaba lista para saltarle a la vena yugular a cualquiera que la obligase hacer algo en contra de su voluntad.
─ Dama, insisto una vez más que deje de lado su actitud de ir al choque a todo y permita que se cumplan los procedimientos respectivos. ─ demandó ya cansado el Sargento que tenía legible el ceño molesto en su semblante. ─ ¡Hágase un gran favor! Y permita que todo esto concluya como debe ser. Entre más obstáculos ponga, más se extenderá todo y la única perjudicada será usted a largo plazo.

Un rechinar de dientes fue la respuesta de parte de Karina que a esas alturas tenía nublado el juicio ante la amenaza. Tuvo que recurrir a todo su fuerza interior para calmarse, tomando bocanadas de aires muy profundas.  Al cabo de un tiempo.

─ ¡Acompáñame! ─ Ordenó Karina viendo a la otra mujer. ─ Quiero hablar en privado y no con gente desagradable.
─ Karina ─ intervino Akiane con preocupación en su rostro. ─ Tal vez no sea prudente y deberías hacerlo delante de carabineros.
─ De ningún modo lo hare ─ espetó ésta viendo con mala cara a los oficiales. ─ Pueden estar tranquilos, no la voy a matar ni agredir si es lo que creen.
─ Dama ─ protestó el oficial. ─ No siga por ese camino y por nosotros puede hablar con la señorita Rubilar pero a la vista nuestra. Somos observadores del orden público  ¿Usted comprende eso?
─ Por supuesto ─ respondió Karina  con su cara impertérrita. ─ Descuide estaremos al alcance de sus ojos.

No hubo respuesta de la autoridad y fue la señal para que Karina diera los primeros pasos hacia un costado de la casa patronal en que pudieran ser vistas.

─ ¿Sigues o te quedas? ─ apremió Karina lanzándola una mirada fiera hacia la otra mujer.
─ Voy ─ respondió Majo tragando pasando saliva en su garganta pues conocía de sobra el tenor de esa mirada.

Atrás quedarían Akiane, el capataz y los oficiales de carabineros que a pesar de la situación,  dejaron un poco de lado esto último y hablaron un poco sobre asuntos agrícolas ya que conocían la calidad de cultivos y frutos que provenían de la hacienda los alerces.  Eso sí, la albacea no dejo del alcance de su vista la figura de su protegida mientras que varios pensamientos turbios iban y venían conjeturando motivos de esa plática entre ambas mujeres.

Ajenas de aquello, ambas mujeres continuaban caminando bajo un silencio incómodo y desgarrador provocado por el temor por parte de una. 
La impotencia y el resentimiento por parte de la otra. Sentimientos que no ayudaban en iniciar la bendita conversación.

Sus cuerpos vibraban en anticipación por las sensaciones que estaban envolviendo sus auras y que cargaban el aire entre ellas y se podía decir que se volvía enrarecido por la mezcolanza de energía involucrada.

Un paso y luego otro, así sucesivamente hasta que los pies de Sotomayor se detuvieron de golpe y se ladeó parte de su cuerpo para enfrentarse con la otra mujer.

─ No sé cuáles sean tus intenciones ahora Majo, pero te aseguro que no tengo ni una sola pisca de interés ─ inició la conversación Karina. ─ Estoy escuchándote o intentando hacerlo solo porque me están obligando. Que te quede bien claro.
─ Lo sé ─ contestó Majo. ─ Gracias por ello.
─ Habla de una vez ─ instó Karina.
─ Antes de explicarte las cosas que pueden o no interesarte, necesito que me prometas que me dejarás hablar hasta el final por respeto y educación. ─ mencionó Majo.
─ Empezamos mal en ese aspecto ─ cuestionó de inmediato Karina. ─ El respeto de tu parte n o ha existido.
─ Karina, por favor ─ espetó Majo. ─ No podré hacerlo si no dejas que continúe. Además no cuento con mucho tiempo dado que debo regresar hoy mismo a Santiago por mi trabajo.
─ ¿Entonces qué haces aquí si tu deber te llama? ─ preguntó Karina más enojada.
─ Tú ─ fue la respuesta de parte de Majo. ─ Siempre has sido tú.

La retina de aquellos ojos celestes se expandió al observar a la mujer frente a ella y sopesó de igual modo ese brillo en los otros ojos  Karina podría tener un porte terrible y ser insolente en algunas ocasiones pero sabía de sobra cuando debía dejar de lado su coraza y ceder ante la lógica y raciocinio. Esta parecía ser una de esos momentos.

─ Te dejaré hablar ─ dijo Karina. ─ Pero no te prometo que terminemos dándonos la mano porque hay un gran daño entre tú y yo.
─ Lo sé ─ repuso Majo. ─ También me he disculpado por eso.
─ Habla ─ demandó Karina.
─ Necesito tu palabra antes ─ insistió Majo.
─ No hagas perder mi tiempo Majo ─ espetó Karina. ─ Solo habla de una vez.
─ Karina. ─ No cedió Majo.
─ ¡Mierda! ─ explotó Karina. ─ ¿Qué parte de habla no entendiste? Eso sería más que suficiente para convencerte de que te dejaré que hables. Eso querida es una muestra de confianza, de mi confianza que no mereces pro cierto.
─ Ok ¡entendí! ─ protestó Majo.
─ Habla  entonces ─ instó nuevamente Karina. ─ ¿De qué deseas hablar realmente?
─ Antes que me no pueda decirlo y no me dejes hacerlo…Lo diré. ─ retomó Majo su alegato con bastante nerviosismo. ─ Yo…yo…
─ ¿Tú qué? ─ empujó Karina.
─ ¡Um! ─ Balbuceó con dificultad Majo y con un suspiro pesado, finalizó. ─ Yo te amo Karina desde hace tantos años que he perdido la noción del tiempo y estoy aquí exclusivamente por ti porque eres y serás la razón que me obliga a ir más allá.  Eres todo para mí.

Esos ojos se empequeñecieron a medida que escuchaban esa confesión que sabía desde la conversación telefónica pero escucharle en vivo y en directo de persona a persona, es muy diferente de oírlo tras un aparato de comunicación.

─ ¡Repítelo! ─ exigió Karina en forma pedante.
─ Te amo ─ fue la respuesta de Majo.

Ahora un brillo peligroso se desprendió de la retina de la joven Sotomayor al volver a oír aquellas palabras y terminó por acercarse a la otra mujer irrumpiendo el espacio personal.

─ ¿Amor? ─ increpó Karina observando sus ojos  profundamente.
─ Sí ─ silabó Majo intentando controlar sus temblores ante la actitud desafiante de Karina.
─ Amor ─ susurró Karina quedamente sin hacer más. Solo contemplando.

Del mismo modo en que la joven Sotomayor lo hacía con Majo, era observada incómodamente por unos ojos verdes que no perdían de vista cada acción de esa mujer.  Sin poder controlar su ansiedad y temor.

─ Karina ─ susurró Akiane con dolor de ver esa cercanía. ─ No le des oportunidad de robarme tu corazón.

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