Atada por un testamento
Capítulo
23
Complejidades
legales y entre otros.
─ Karina ─ volvió a susurrar una joven mujer de
cabellos rubio ceniza.
Llevaba tiempo entre que miraba por el ventanal del
hotel y otras tantas que se paseaba como gato encerrado a punto de perder el
control.
No aguantó con la desesperación que acabó con sus
esfuerzos por mantenerse serena y esperar el momento en que fuera llamada para
tener una minúscula oportunidad de poder hablar con ella.
Buscó entre su cartera, su aparato celular y
directamente en la agenda de contactos hasta que halló el número de quién
esperaba la llamada.
Marcó al celular y estuvo atenta a la respuesta;
pero. Fue en vano ya que no contestaron en primera instancia por lo que colgó y
volvió a marcar hasta que la contestadora casi la deriva al buzón de voz. Así
hizo varios intentos más pero el resultado seguía siendo el mismo.
« ¡Maldición! » vociferó mentalmente la rubia.
Con el coraje vivo lanzó su celular a la cama y con
suerte no le paso nada producto del arrebato de la joven que apenas contenía su
frustración que la estaba invadiendo completo.
─ ¡Por la cresta confíe en ella! ─ se lamentó la
rubia. ─ No puedo seguir aplazando más mi estadía aquí sin hablar con Karina. Hay niños que me necesitan en
Santiago. Su bienestar es tan importante y no puedo estar jugando con sus
esperanzas.
Caminando unos cuantos pasos más hasta que recordó
algo y avanzó hasta la cama y agarrar nuevamente su celular. Marcó rápidamente
a…
─ ¡Buenas noches! ─Saludaron al otro lado de la
línea.
─ Anita por favor comunícame con mamá─ ordenó la
joven.
─ ¿Señorita María José? ─ preguntó la mujer.
─ Sí, Anita ─ respondió ésta. ─ por favor, dame
urgente con mi madre.
─ La comunicó ─ dijo la empleada y enlazó la
llamada.
Al cabo de unos segundos…
─ Hija ─ habló Eloísa. ─ ¿Qué sucede para que
llames con tanta premura?
─ Mi tiempo se acaba madre ─ respondió María José. ─
Tú sabes que vine con el objetivo de verla y hacer las cosas bien, pero no
están funcionando. Todo ha resultado adverso para mí y tú lo sabes.
─ Estoy consciente de ello. ─ dijo Eloísa. ─ ¿qué
sucedió con Akiane?
─ Hablé con ella después de lo que sucedió con
Karina y ella se comprometió en ayudarme, pero Karina enfermó y se pospuso
nuestra conversación ─ explicó la joven Rubilar mordiendo sus labios. ─ Y
después de intentar varias veces llamarle, no tengo respuesta de su parte y
hace poco llamarón del hospital que requieren mi presencia porque tengo cinco
operaciones con niños que llevan tiempo esperando las cirugías. Por eso no
puedo aplazar más mi estadía aquí en Puerto Varas.
─ ¡Es una lástima que tenga qué suceder justo
ahora! ─ Se quejó Eloísa que sabía lo responsabilidad que tenía su hija con sus
pacientes. ─ ¿Qué necesitas hija mía que haga por ti?
─ Puedes hablar con el comandante de carabineros
para que se me permita ingresar a ver a Karina. ─ señaló María José. ─ Puesto
que hay hombres armados en la entrada y yo no deseo provocar inconvenientes que
se salgan de control. Tan solo pido una oportunidad de hablar con ella y luego,
regresar una vez que me haya desocupado de mis compromisos con mis pacientes.
─ Déjame ver qué puedo hacer ─ mencionó Eloísa. ─
Tú sabes bien que comprometí mi palabra en no interferir con los asuntos de
Akiane, pero de complicarse las cosas cambiaría el rumbo de mis acciones.
─ Por eso te lo estoy pidiendo, madre ─ expuso
María José. ─ La salud de Karina es lo que me preocupa. Akiane tuvo que llevarla urgente a un
cardiólogo para que la examinase, pero no me respondió claramente qué fue lo
que le encontraron tan solo que se estaba recuperando. Tú sabes tan bien como
yo que el tema del corazón en las Mondriatti son palabras muy serias y no
estaría pidiendo que faltarás a tu promesa si no fuera realmente importante
este tema. ¡Se trata del corazón de Karina! Y para mí no es ninguna jugarreta.
─ Ni una palabra más ─resolvió Eloísa seriamente. ─
no necesito más explicaciones porque es
suficiente causal para intervenir. Dame unos minutos para hacer las gestiones
con el comandante o quién precise para que lleves una escolta y puedas verla.
─ ¡Gracias madre! ─ dijo María José.
─ No agradezcas aún ─ señaló Eloísa. ─ hasta no
tener una respuesta concreta. Además que estoy también lo hago por la madre de
Karina. Fue mi promesa de velar por sus hijas antes de que muriera y ya que no
pude hacerlo con Adriana al menos puedo hacerlo por la menor de sus hijas.
─ Madre ─ murmuró María José que comprendió el lazo
afectivo que unía a ambas mujeres.
─ Es una cruz que siempre llevaré conmigo ─ expuso
Eloísa. ─ El faltar a mi promesa con una amiga entrañable que tuve que perder a
temprana edad.
─ Puedes remediarlo ahora ─ instó María José en
forma consolatoria.
─ Eso voy hacer ─ respondió la abogada. ─ Ahora te
dejo y espera mi llamada.
─ Cuento contigo, madre ─ dijo María José y fue
quién cortó la llamada.
Tras dejar el aparato sobre la cama, caminó por la
habitación intentando en vano de calmarse o al menos tratar de buscar un
sosiego momentáneo que le diera un respiro a su apesumbrado corazón. No podía
más con tanta angustia después de haber vivido tantos sucesos desafortunados
que le llevaron a distanciarse de la joven Sotomayor. Primeramente la
ocurrencia de dejar en evidencia a Melissa y provocar la agonía de la joven
para culminar en años de separación y ahora, justo ahora que le dieron una
breve oportunidad de enmendar las cosas, tuvo que ser descubierta en una
situación comprometedora que se mal interpretó en forma atroz y tuvo que
recibir por primera vez los descargos y la ira de Karina. Eso fue tan
devastador para su corazón al igual que sus pretensiones.
No sabía si creer en la mala suerte o pensar que el
universo conspiraba contra ella para truncarle el camino al corazón de la joven
Sotomayor. Lo que más anhelaba y necesitaba en la vida, le era totalmente
esquivo y adverso. ¡Años de espera! Fueron tantos acallando sus sentimientos y
cuando decide jugarse el todo por el todo, comete la peor estupidez que pudiese
haber.
Era tan angustiante todo, pero no le quedaba más
opción de continuar con su lucha hasta al menos obtener una conversación cara a
cara con Karina para bien o para mal de sus pretensiones.
─ Espero que se puedan dar las cosas o tendré que
partir sí o sí. ─ murmuró Majo.
Llevó sus manos a su rostro y en un movimiento
inconfundible de ansiedad o angustia o como se le quiera llamar, las movía
sobre su faz con cierta frecuencia; algunas veces más marcadas que otras, provocado por algún pensamiento pesimista o
angustiante.
─ ¡Ay Dios esta espera me va a matar! ─ Se lamentó
Majo.
A duras se podía concentrar en algo que no tuviese
relación con la joven Sotomayor y hacerlo hubiese sido una verdadera pérdida de
tiempo por lo demás.
Estaba más que claro que estaba a punto de volverse
loca de la pura ansiedad que estaba sintiendo y aunque suene reiterativo. Eso
era lo que vivía, sentía y experimentaba en primera persona.
La manecilla de su reloj de pulsera no avanzaba tan
rápido como ella quisiese y en honor a la verdad. Son momentos como estos en
que el tiempo se detiene en forma dramática para burlarse de nuestras
necesidades. La única vez que se vuelve caprichoso y eso nos desespera a un
punto de desquiciarnos hasta decir basta.
No le quedaba más remedio que comerse sus
ansiedades y resignarse a esperar hasta tener luz verde para ir a la hacienda
de Rosemberg o luz roja para volverse a Santiago y atender a sus pacientes. Tan
solo una decisión y dos caminos. ¡Ya se vería cuál!
Mientras esto sucedía en las habitaciones de un
hotel a las orillas del lago. En otro lugar se desarrollaba otra escena muy
distinta y con otros ribetes.
Parecían horas y no minutos como eran realmente
eran desde que unieron sus labios en un
beso al principio dulce y gentil. Explorador al cabo de unos momentos para
luego volverse más demandante sin caer en el cliché de lo sexual porque aún
había x años luz para llegar a ese punto.
Como dicen los más sabidos, todo lo bueno debe terminar;
y no es ser sarcástico; sino que en este caso los pulmones se deben llenar de
oxígeno para el buen funcionamiento del cuerpo.
Muy despacio fue rompiéndose aquel beso que ambas
disfrutaron en lo posible y en verdad fue muy despacio la separación hasta
alcanzar unos centímetros. Y sus ojos también fueron abriéndose lentamente
hasta quedar enfrentados de una manera tan especial y deliciosa para el
romanticismo clásico.
Ninguna dijo nada por unos segundos hasta que esos
ojos celestes fueron los primeros en salir de ese trance. Estaba más que claro
que no fue la que propicio este arranque de cariño y se debe mencionar que
también le sorprendió la acción de la albacea; aunque siendo bien honesta no le
extrañaba mucho a estas alturas, su jefa es una mujer muy dada a ser impulsiva
y decir que molesta no estaba. Además que participo gratamente de esa
placentera experiencia.
─ ¿Por eso te disculpaste anteriormente? ─ preguntó
tranquilamente Karina.
─ Más que nada fue para justificar algo que deseaba
hacer desde hace mucho tiempo ─ aclaró Akiane dándole una sonrisa tímida.
─ ¡Vaya que te intimido! ─ expuso Karina siendo
consciente de aquel gesto.
─ ¿Por qué lo dices? ─ indagó Akiane con una
visible preocupación en sus ojos verdes. ─ ¿Qué hice ahora?
─ ¡Tranquila! ─ dijo Karina enderezando su torso
para verle mejor y a su vez colocando una pequeña barrera entre ambas. ─ No has
hecho nada que me parezca malo, solo me llamó la atención que te has vuelto
tímida en algunas ocasiones a mi alrededor ultimadamente.
─ Bueno ¡Eso sí! ─ confirmó suelta de cuerpo Akiane
y recuperando su habitual forma de ser. ─ Creo que he cometidos algunos errores
contigo que me hacen tambalear a veces en mi determinación.
─ Muchos y no unos cuantos ─ corrigió Karina con
una ceja alzada en forma defensiva.
─ No entraré en un eterno debate contigo con
respecto a ese punto, pero sí los he cometido ─ señaló Akiane y tomando una de
las manos de la joven, agregó. ─ A pesar de ello, me gustó mucho poder volver a
besarte y demostrarte lo que tú me gustas
como mujer.
Fue el turno de Karina de observar un poco más las
facciones de la albacea, por mucho que le agradase ese nuevo comportamiento y
sinceridad de la joven había algo que le hacía dudar de sus acciones y muy
difícilmente podía ofrecer bajar todas sus defensas porque en verdad tenía
miedo de salir lastimada y creer algo que podría tornarse peligrosa para su
corazón como Psiquis.
─ A mí tampoco me desagradó ─ confesó Karina viendo
la mano de la joven sobre la suya y por costumbre adquirida retiró la propia
para mantener las cosas en suspenso
mientras hablaban. ─ Pero no significa que deje que entres en mi vida de buenas
a primeras Akiane. Hay mucho de lo que tenemos que hablar y luego ver en qué
situación nos hallamos.
─ Entiendo ─ respondió ésta con un poco de
decepción que supo disimular muy bien. ─ ¿qué deseas saber?
Justo cuando era el turno de Karina de responder,
golpearon fuertemente la puerta de la cocina. Descolocando a amabas mujeres
pero reponiéndose rápidamente por que los golpes continuaron con mucha
insistencia.
─ Debemos atender ─ solicitó Karina viendo hacia la
puerta. ─ Dejaremos para más tarde nuestra conversación.
Akiane solo la miró nada más y aceptó los hechos
con un gesto de cabeza para luego volver a ver…
─ ¡Adelante! ─ instó Akiane.
Al instante ingreso su capataz.
─ Siento interrumpir chicas, pero hay un coche con
un delegación de carabineros que desean hablar con Karina. ─ informó Pedro
viendo seriamente a su jefa. ─ Vienen con una orden desde Santiago.
─ ¿Quién es? ─ preguntó de frentón Akiane que le
supo a problemas.
─ Solo me dijeron que de parte del Gral. González ─
respondió Pedro con preocupación. ─ Traen una orden directa.
─ ¡Mierda! ─ exclamó Akiane que saltó de la silla y
viendo a su capataz añadió. ─ Déjalos entrar y que me esperen en el cobertizo.
¿los demás dónde están?
─ Greta está con las mujeres en los jardines ─
contestó Pedro. ─ voy a dar la orden para que ingresen.
─ ¡Hazlo! Y dile a Greta que en ingresen a la casa
de inmediato. ─ ordenó Akiane.
─ Enseguida ─ repuso el capataz que salió raudo.
─ ¿Qué está sucediendo? ─ preguntó el instante
Karina. ─ ¿Qué busca carabineros aquí?
─ No lo sé del todo, pero puedo tener una sospecha
de qué trata ─ respondió Akiane mientras sacaba su móvil y viendo a la joven
Sotomayor. ─ Por favor no salgas por nada Karina a menos que te lo pida.
─ ¿Por qué sería eso? ─ cuestionó ésta viendo con
ceño fruncido. ─ ¿Qué tienen que ver conmigo?
─ Ahora no quiero entrar en detalles pero te
informaré en su minuto ─ dijo tajantemente Akiane.
─ Como siempre pospones las cosas Akiane y me dejas
al margen de todo con tus secretos ─ enrostró Karina que le disgustó aquellas
acciones.
─ No es mi intención hacerlo y debes creerme pero
esto me pilla desprevenida ─ explicó Akiane que sabía que le traerías más
complicaciones con Karina. ─ Y olvide algunas cosas que ahora tengo que
resolver sí o sí.
─ En ese caso ya puedes irte ─ dijo con un tono
mordaz Karina. ─ No quiero retenerte.
─ Karina no es para que te enfades ─ indicó Akiane
al percatarse de la molestia. ─ estamos avanzando bastante para que todo se
eche a perder por un aplazamiento momentáneo.
─ ¡Aplazamiento momentáneo! ─ exclamó irritada la
joven Sotomayor y meneando su mano en alto, añadió─ ¡Mejor vete de una vez!
─ Está bien ─ dijo resignada Rosemberg y antes de
salir de la cocina volteó a verla. ─ En cuanto me desocupe hablare contigo.
─ Me da igual ─ repuso fríamente Karina sin
siquiera mirarla.
─ Hablaremos de todos modos ─ mencionó Akiane y
salió del lugar un tanto cabreada por la testarudez de la mujer.
En cuanto puso un pie en el área de estacionamiento
de la casa patronal, la joven pudo distinguir una patrulla de la carabineros
junto a dos motocicletas de la misma institución escoltando a un vehículo
particular que no reconoció en primera instancia.
Tuvo que esperar que se acercaran más para apreciar
de quién se trataba y el color le
abandonó de su rostro al identificar al visitante. Pero del mismo modo que le
produjo una conmoción instantánea
también fue la molestia que reverberó en
el acto tras acordarse de ciertos acuerdos y en su frente surcó una línea expresiva
demasiado notoria.
Tomó unos pocos segundos desfigurar de su cara las
emociones negativas y mostrar un mejor semblante que ocultase sus impresiones y
no permitirse ninguna acciones que fuese interpretada como predispuesta a
obstaculizar el debido procedimiento policial. Eso sí, se mantuvo firme en su
lugar de espera y solo fue una simple espectadora hasta que los vehículos se
lograsen aparcar y descendieran sus ocupantes.
─ ¡Buenas! ─ saludó un oficial a cargo. ─ soy el
sargento Flores y vengo de parte del General González para revisar si en este
domicilio se encuentra Doña Karina Sotomayor Mondriatti (leyendo un documento)
─ ¡Buen día sargento! ─ devolvió el saludo Akiane.
─ ¡Buen día señora…!─ volvió a el saludo protocolar el oficial pero
se quedó en blanco al desconocer a quién se dirigía.
─ Akiane Rosemberg ─ finalizó la albacea.
─ Señora Rosemberg como ya le expliqué en busca de
la persona que le mencioné anteriormente ─ comunicó el sargento Flores. ─ Puede
indicarme si ella se encuentra en este domicilio.
─ ¿Tienen alguna orden del juzgado? ─ cuestionó
Akiane sin responder a la pregunta.
─ Por supuesto ─ respondió el oficial mostrando el
documento en cuestión y procedió a leerlo. ─ con fecha de hoy, Baltazar Muñoz
en calidad de ministro de la corte suprema confiere poder al representante del
juzgado de policía local de Puerto Varas para allanar el domicilio Los Alerces
4523 e investigar el paradero de la Señorita Karina Sotomayor Mondriatti que se
presume recluida en dicho inmueble. Sírvase a cumplir dicho mandato a la
autoridad pertinente.
No hubo más que decir al respecto y para desgracia
de la albacea y sus objetivos personales, aquello superaba todos los arreglos que
había alcanzado a urdir con contactos que mantenía en la institución de dicha
zona, pero una orden directa emitida de la capital estaba por encima de todo y
de cualquier cuestionamiento. Sin embargo, no pudo evitar el malestar que le
produjo e inevitablemente sus ojos no pudieron desmentir su sentir y clavo la
mirada en la gestora de aquel acontecimiento.
─ Supongo que no puedo impedirles que revisen mi
domicilio y darle en el gusto aquí a la señorita Rubilar ─ masculló con un tono
frío Akiane. ─ Al final de cuentas cumpliste tu amenaza de acudir a otras
instancias si negaba tu deseo ¿no es así?
─ No me dejaste más opciones Akiane ─ defendió su
postura Majo sin intimidarse con la mirada intimidante de su contra parte. ─ He
sido paciente, pero estamos hablando de la salud de Karina y eso está por
encima de mis propios intereses.
─ Podrías haberme llamado ¿no te parece? ─
cuestionó Akiane sin miramientos. ─ Y evitarnos todo asunto.
─ Repito que fui demasiado paciente y el tiempo
apremia ─ respondió Majo.
─ Teníamos un acuerdo ─ replicó Akiane.
─ El cual no respetaste ─ acusó Majo. ─ Yo hice mi
parte, pero no puedo esperarte eternamente a saber del estado de salud de
Karina.
─ Pero tampoco es el mejor momento, Majo ─ increpó
Akiane. ─ Para esta visita.
─ No estoy en calidad de visita Akiane. ─ repuso
Majo y viendo al oficial. ─ por favor Sargento puede proceder a revisar este
domicilio.
─ Majo ─ susurró con dientes apretados Akiane.
─ ¡Por supuesto! ─ respondió el oficial. ─ Vamos a
proceder a buscar a la señorita Sotomayor.
Tres carabineros iban de camino a ingresar a la
casa patronal cuando una figura femenina
se presentó ante ellos por un costado de la vivienda.
─ No es necesario ─ respondió la mujer. ─ Soy a
quien están buscado, Karina Sotomayor.
En el acto tanto el oficial como María José y la
propia Akiane se giraron sobre sus talones para toparse con la figura de
Karina.
─ ¿Es usted la señorita Sotomayor entonces? ─
preguntó el oficial.
─ Lo soy ─ respondió Karina.
─ Tenía entendido que usted se encontraba retenida
contra su voluntad en esta hacienda ¿es correcto? ─ indagó de inmediato el
sargento.
Esta fue la instancia más clara de toda su
existencia de dar unos cuantos golpes bajos a la autora material de sus
desgracias en el país y pudo notar el estupor que se pintó en el semblante de
la albacea. ¡Era hora de ajustar
cuentas! Sin embargo…
─ Digamos que en una primera instancia pudo ser de ese modo─ Confirmó Karina sin
apartar los ojos de su jefa y de mirar de soslayo a la otra mujer y continuó
con sus argumentos. ─ Sin embargo, en estos momentos tengo un acuerdo
voluntario y laboral con la señorita Rosemberg que me hacen permanecer en esta
haciendo por un periodo más de tiempo.
─ ¿Quiere decir que no está en contra de su
voluntad? ─ inquirió el oficial. ─ Como tampoco fue secuestrada y retenida a la
fuerza por orden de su difunta hermana y en complicidad con la Señorita
Rosemberg.
─ Como le dije oficial, en su primer momento lo fue
─ respondió Karina. ─ Y la verdad que la
única persona responsable de todo ello, fue mi hermana Adriana con un
testamento que dejo con cláusulas a seguir. Lógicamente lo cuestioné e hice mis
descargos a la persona aquí presente.
─ ¿Entonces niega que está retenida en este lugar? ─
insistió el sargento. ─ Usted sabe que en este país el delito de secuestro con
lleva penas gravísimas y proteger a la señorita Rosemberg podría acarrearles
también complicaciones a usted.
─ No veo en qué parte de lo que ya he respondido no
quede claro ─ defendió Karina. ─ Estoy en
esta estancia por motivos laborales y también baja una clausula
testamentaria. Podría decirme usted ¿para qué me estaban buscando realmente?
─ Por privación de libertad y presunto secuestro ─
informó el oficial. ─ Además de motivos de salud según nos informará la señorita
Rubilar aquí presente.
─ ¡Ya veo! ─ dijo Karina posando su mirada en la
mencionada mujer y volviendo a ver al uniformado. ─ Usted puede constatar que
no estoy retenida en esta hacienda en contra de mi voluntad. Por lo tanto, no
se podría tipificar la figura de secuestro ¿No es así?
─ Dama para que nos entendamos bien. Recibimos
instrucciones desde Santiago con el propósito de registrar este domicilio en
busca de su persona. ─ Aclaró el Sargento. ─ Cosa que no tuvimos necesidad ya
que usted se presentó personalmente y nos aclara que no está retenida en contra
de su voluntad ¿hasta ahí estamos claros?
─ Sí ─ respondió Karina.
─ Bien. ─ continuó el oficial. ─ Ahora para
constatar su versión de los hechos necesitamos pruebas de su relación
contractual con la señorita Rosemberg y verificar que la información es
fidedigna y no documentos que infrinjan la ley. ¿Tenemos documentaciones que respalden sus dichos?
─ Los hay ─ intervino Akiane. ─ Si me permite ir en
busca de esos documentos o gusta ingresar a mi despacho para que pueda
corroborar lo que informó la señorita
Sotomayor.
─ Prefiero que usted vaya y los traiga en persona. ─
contestó el Sargento.
─ Deme un momento y regreso ─ dijo Akiane y viendo
a Pedro le hizo un gesto de que estaba a cargo.
Una vez que la albacea se fue al interior de la
casona. Los demás cayeron en un silencio
muy incómodo que se podría decir que se cortaba con una hoja de Gillette. Sin embargo, fue cortado por la propia
Karina.
─ Después de que verifique que está en regla mi
situación aquí en la hacienda ¿qué más necesitará para que pueda estar seguro
de mi bienestar? ─ expresó Karina con su
porte arrogante de siempre.
─ Primero veamos los documentos y después le
respondo ─ contestó el carabinero sin impresionarse del tono de la mujer. ─ Nosotros
aquí no actuamos igual que en la capital con un trámite burocrático, solucionamos
las cosas de inmediato según nuestra competencia.
─ Como en todo pueblo chico, infierno grande ─
siseó Karina que presionó mucho contra la autoridad.
─ Dama me gustaría que entendiera que cumplo con mi
trabajo nada más y usted con esa actitud solo obstaculiza mi labor y podría
tomarse como un delito si sigue presionando más de lo debido ─ refutó enérgicamente el oficial.
Las palabras cayeron justo en su lugar hacia Karina
que tuvo que mordérselas ante la amenaza del carabinero y tuvo que asumir para
no empeorar las cosas en contra de Akiane porque estaba claro que sería la más
perjudicada y por una vez en su vida, uso toda su capacidad para controlar su
temperamento.
El silencio se volvió a instalar en el lugar y solo
miradas especulativas se deban entre sí, salvo Karina que mantuvo una fachada
glacial ante los demás y ocultó todo su sentir bajo esa coraza.
Al poco tiempo regresó Akiane con una carpeta con
documentos para entregarlos.
─ Aquí tiene todos los documentos como contrato de
trabajo, afiliación en AFP, Isapre ─ explicó Akiane al entregar la carpeta al
oficial. ─ Además de informes bancarios con depósitos a una cuenta extrajera en
el país en que ella reside por conceptos de salario así como los fondos para workplace pensión a
futuro.
La incredulidad se reflejó en el semblante de la
joven Sotomayor al escuchar los detalles en especial la última parte que la
sorprendió por completo puesto que desconocía esa información; mejor dicho, no la hubiera
soñado siquiera.
El oficial se tomó sus buenos minutos hojeando los
documentos presentados hasta que satisfecha su investigación visual, entregó la
carpeta un funcionario civil que supuestamente debía ser del juzgado de
policial local como es rigor. Del mismo modo se tomarían otros minutos más para
corroborar lo ya expuesto. Luego de eso, una mirada se intercambió entre
el sargento y el funcionario, además de
cruzar unas palabras entre ambos y conciliar una opinión común.
─ Hemos comprobado la relación laboral que existe
entre usted y la señorita Rosemberg está en regla. ─ señaló el Sargento. ─
Descartando la figura de secuestro. Ahora en base a lo que se nos solicitó nos
queda confirmar el estado de salud en que se encuentra y según tengo entendido,
realizó unos exámenes en una clínica particular y necesito me den estos
informes y el nombre del especialista que la atendió.
─ ¿Tienen facultad también para eso? ─ cuestionó de
inmediato Karina que le dio más que coraje la intromisión del funcionario en un
asunto privado y personal. ─ Es mi vida personal y no es asunto de ustedes.
─ Karina ─ llamó Akiane que intentaba frenar el
carácter de la joven.
─ ¡Por favor permítame responderle! ─ demandó el
oficial levantando la mano e interrumpir a la albacea. ─ Dama como le mencioné
hace un rato, estamos aquí por orden de un tribunal y cualquier cuestionamiento
que tenga deberá presentarlo en un juzgado y dejarnos de una vez por todas
hacer nuestro trabajo y si no puede controlarse le sugiero que retorne al
domicilio y esperé que acabemos con el procedimiento.
La ira podía sentirla recorrer todo su cuerpo y
hacerla temblar casi en forma perceptible a los ojos de los otros. No
quedándole más remedio que morderse el labio por dentro y dejar que la rabia se
disminuyera por si sola. No obstante, no pudo evitar lanzarle una mirada
asesina a Majo y crucificarla de mil maneras inimaginables.
Estaba más que claro que la energía negativa se
elevaba en crestas de luz oscura en contra de la joven Rubilar, que tragó con
dificultad al palpar el acero presentado en esos ojos celestes que podrían
intimidar hasta el más valiente; pero que en este caso; no era intimidación
sino un juramento implícito de venganza no verbal.
Aún en contra de este escenario adverso para ella,
estaba muy claro para Majo que no se rendiría sin antes hablar con aquella
tozuda mujer a la que por desgracia amaba más de lo que merecerse. A pesar de
sus equivocaciones anteriores. Ella se equivocó rotundamente y ha pagado lo suficiente
como para no merecer hacer un último intento cueste lo que cueste.
En eso se oyó…
─ Con respecto a lo que está solicitando solo tengo
en mi poder el recibo de un bono de salud nada más ─ mencionó Akiane. ─ El
informe puede pedirlo directamente en la clínica ya que quedaron de enviarme
resultado en dos más. Puedo darles el nombre del especialista que la atendió.
Esto cuanto puedo hacer por cooperar con su investigación.
─ Puede entregárselo aquí a mi subalterno que
tomará nota ─ dijo el Sargento y volviendo la mirada ahora a la contra parte. ─
Estimada señorita Rubilar, hemos hecho todo en cuanto estaba a nuestro alcance
y el informe final de esta investigación la daremos a conocer a más tardar
mañana. Puedo asegurarle para su
tranquilidad que la señorita en cuestión no ha sido secuestrada como tampoco
está contra su voluntad. Pero cabe esperar la parte médica.
─ Se lo agradezco profundamente ─ habló Majo por
primera vez en todo la conversación. ─ Y personalmente testificaré según fue
solicitado en Santiago. Ahora solo me resta hacer que se cumpla la petición que
se extendió a través de mi madre.
─ ¿De qué hablas? ─ preguntó Akiane viéndola con un
semblante más sombrío que de costumbre.
─ ¡Así es! ─ indicó el funcionario policial. ─ Se
nos solicitó facilitar una dialogo directo entre la señorita Rubilar y la dama
afectada en este asunto.
─ ¡¿Qué?! ─ chilló Karina que estaba lista para
saltarle a la vena yugular a cualquiera que la obligase hacer algo en contra de
su voluntad.
─ Dama, insisto una vez más que deje de lado su
actitud de ir al choque a todo y permita que se cumplan los procedimientos
respectivos. ─ demandó ya cansado el Sargento que tenía legible el ceño molesto
en su semblante. ─ ¡Hágase un gran favor! Y permita que todo esto concluya como
debe ser. Entre más obstáculos ponga, más se extenderá todo y la única
perjudicada será usted a largo plazo.
Un rechinar de dientes fue la respuesta de parte de
Karina que a esas alturas tenía nublado el juicio ante la amenaza. Tuvo que
recurrir a todo su fuerza interior para calmarse, tomando bocanadas de aires
muy profundas. Al cabo de un tiempo.
─ ¡Acompáñame! ─ Ordenó Karina viendo a la otra
mujer. ─ Quiero hablar en privado y no con gente desagradable.
─ Karina ─ intervino Akiane con preocupación en su
rostro. ─ Tal vez no sea prudente y deberías hacerlo delante de carabineros.
─ De ningún modo lo hare ─ espetó ésta viendo con
mala cara a los oficiales. ─ Pueden estar tranquilos, no la voy a matar ni
agredir si es lo que creen.
─ Dama ─ protestó el oficial. ─ No siga por ese
camino y por nosotros puede hablar con la señorita Rubilar pero a la vista
nuestra. Somos observadores del orden público
¿Usted comprende eso?
─ Por supuesto ─ respondió Karina con su cara impertérrita. ─ Descuide
estaremos al alcance de sus ojos.
No hubo respuesta de la autoridad y fue la señal
para que Karina diera los primeros pasos hacia un costado de la casa patronal
en que pudieran ser vistas.
─ ¿Sigues o te quedas? ─ apremió Karina lanzándola
una mirada fiera hacia la otra mujer.
─ Voy ─ respondió Majo tragando pasando saliva en
su garganta pues conocía de sobra el tenor de esa mirada.
Atrás quedarían Akiane, el capataz y los oficiales
de carabineros que a pesar de la situación,
dejaron un poco de lado esto último y hablaron un poco sobre asuntos
agrícolas ya que conocían la calidad de cultivos y frutos que provenían de la
hacienda los alerces. Eso sí, la albacea
no dejo del alcance de su vista la figura de su protegida mientras que varios
pensamientos turbios iban y venían conjeturando motivos de esa plática entre
ambas mujeres.
Ajenas de aquello, ambas mujeres continuaban
caminando bajo un silencio incómodo y desgarrador provocado por el temor por
parte de una.
La impotencia y el resentimiento por parte de la otra. Sentimientos
que no ayudaban en iniciar la bendita conversación.
Sus cuerpos vibraban en anticipación por las
sensaciones que estaban envolviendo sus auras y que cargaban el aire entre
ellas y se podía decir que se volvía enrarecido por la mezcolanza de energía involucrada.
Un paso y luego otro, así sucesivamente hasta que
los pies de Sotomayor se detuvieron de golpe y se ladeó parte de su cuerpo para
enfrentarse con la otra mujer.
─ No sé cuáles sean tus intenciones ahora Majo,
pero te aseguro que no tengo ni una sola pisca de interés ─ inició la
conversación Karina. ─ Estoy escuchándote o intentando hacerlo solo porque me
están obligando. Que te quede bien claro.
─ Lo sé ─ contestó Majo. ─ Gracias por ello.
─ Habla de una vez ─ instó Karina.
─ Antes de explicarte las cosas que pueden o no
interesarte, necesito que me prometas que me dejarás hablar hasta el final por
respeto y educación. ─ mencionó Majo.
─ Empezamos mal en ese aspecto ─ cuestionó de
inmediato Karina. ─ El respeto de tu parte n o ha existido.
─ Karina, por favor ─ espetó Majo. ─ No podré
hacerlo si no dejas que continúe. Además no cuento con mucho tiempo dado que
debo regresar hoy mismo a Santiago por mi trabajo.
─ ¿Entonces qué haces aquí si tu deber te llama? ─
preguntó Karina más enojada.
─ Tú ─ fue la respuesta de parte de Majo. ─ Siempre
has sido tú.
La retina de aquellos ojos celestes se expandió al
observar a la mujer frente a ella y sopesó de igual modo ese brillo en los
otros ojos Karina podría tener un porte
terrible y ser insolente en algunas ocasiones pero sabía de sobra cuando debía
dejar de lado su coraza y ceder ante la lógica y raciocinio. Esta parecía ser
una de esos momentos.
─ Te dejaré hablar ─ dijo Karina. ─ Pero no te
prometo que terminemos dándonos la mano porque hay un gran daño entre tú y yo.
─ Lo sé ─ repuso Majo. ─ También me he disculpado
por eso.
─ Habla ─ demandó Karina.
─ Necesito tu palabra antes ─ insistió Majo.
─ No hagas perder mi tiempo Majo ─ espetó Karina. ─
Solo habla de una vez.
─ Karina. ─ No cedió Majo.
─ ¡Mierda! ─ explotó Karina. ─ ¿Qué parte de habla
no entendiste? Eso sería más que suficiente para convencerte de que te dejaré
que hables. Eso querida es una muestra de confianza, de mi confianza que no
mereces pro cierto.
─ Ok ¡entendí! ─ protestó Majo.
─ Habla
entonces ─ instó nuevamente Karina. ─ ¿De qué deseas hablar realmente?
─ Antes que me no pueda decirlo y no me dejes
hacerlo…Lo diré. ─ retomó Majo su alegato con bastante nerviosismo. ─ Yo…yo…
─ ¿Tú qué? ─ empujó Karina.
─ ¡Um! ─ Balbuceó con dificultad Majo y con un
suspiro pesado, finalizó. ─ Yo te amo Karina desde hace tantos años que he
perdido la noción del tiempo y estoy aquí exclusivamente por ti porque eres y
serás la razón que me obliga a ir más allá.
Eres todo para mí.
Esos ojos se empequeñecieron a medida que
escuchaban esa confesión que sabía desde la conversación telefónica pero
escucharle en vivo y en directo de persona a persona, es muy diferente de oírlo
tras un aparato de comunicación.
─ ¡Repítelo! ─ exigió Karina en forma pedante.
─ Te amo ─ fue la respuesta de Majo.
Ahora un brillo peligroso se desprendió de la
retina de la joven Sotomayor al volver a oír aquellas palabras y terminó por
acercarse a la otra mujer irrumpiendo el espacio personal.
─ ¿Amor? ─ increpó Karina observando sus ojos profundamente.
─ Sí ─ silabó Majo intentando controlar sus
temblores ante la actitud desafiante de Karina.
─ Amor ─ susurró Karina quedamente sin hacer más.
Solo contemplando.
Del mismo modo en que la joven Sotomayor lo hacía
con Majo, era observada incómodamente por unos ojos verdes que no perdían de
vista cada acción de esa mujer. Sin
poder controlar su ansiedad y temor.
─ Karina ─ susurró Akiane con dolor de ver esa
cercanía. ─ No le des oportunidad de robarme tu corazón.
1 comentario:
Actualiza porfavorrrr
Publicar un comentario