mujer y ave

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miércoles, 20 de marzo de 2019

Reencuentros II parte.


En Aras del pasado



Capítulo 56
Reencuentros  II parte.

─ ¡Dios esto recién comienza! ─ murmuró para sí, una cabreada Francis que era una simple espectadora de todo lo que sucedía ante sus ojos.
─ ¡Francis! ─ llamó Anette a su vástago.
─ Madre ─ repuso ésta.

─ Te recuerdo que estamos en un tiempo de concesiones ─ advirtió Anette viendo a su hija como a las chicas que estaban enfrascadas en abrazos, besos con sus compañeros. ─ Es su derecho a despedirse de lo que estuvieron antes que tú, hija mía.
─ Lo sé, madre ─ contestó Francis, haciendo una mueca de disgusto. ─ Pero llevamos 30 minutos en ello.
─ Hija mía ─ señaló Anette. ─ hay muchas cosas que aún debes aprender y una de ellas, es la paciencia y consideración hacia los demás.  Quiero que entiendas que deben despedirse de los que formaron parte de su vida por mucho tiempo; ya que están dejándolo todo por ustedes. Familia, hogar, país, amigos e incluso sus estudios que deberán terminar en otra universidad. No puedes privarles de ese legítimo derecho dado que su entrega es total y regalarles ese lapso será bienvenido por ambas. Ellas lo apreciaran mucho en su momento ¿no te parece?
─ Mamá tiene razón, hermana ─ intervino Anabelle viendo  a las chicas. ─ Ellas dejan todo por nosotras y aunque su lugar es al lado nuestro. No están obligadas a renunciar a sus cosas por mucho que nos amasen.  Comprendo tu sentir mejor que nadie, pero no puedo desconocer que nuestra madre ha dicho una gran verdad.  Ellas no volverán a este país en mucho tiempo y debemos concederles estos minutos extras.
─ Ok. Entendí ─ terminó por aceptar Francis sin dejar de mostrar esa displicencia hacia toda esa situación. ─ No volveré a quejarme, solo espero que avancemos un poco antes que termine el día.
─ ¿Qué hubieses hecho tú en lugar de Sara? ─ cuestionó su madre.
─ ¿A qué te refieres, madre? ─ Contra preguntó Francis un poco descolocada ante la pregunta.
─ Si hubieses sido tú, Francis Calguiere; quién hubiese tenido que dejarlo todo por amor ─ respondió sagazmente Anette, sopesando a su hija. ─ ¿habrías sido capaz de dejar a tu familia, amigos, país y estudios? Por seguir a tu pareja. ¿Habrías renunciado a tus cosas por amor? A todo lo que estás acostumbrada y empezar de cero. En una nueva cultura, educación, idioma. Todo tan ajeno a lo que has vivido. ¿Lo harías, hija mía?
Ese simple cuestionamiento, dejo más desconcertada la menor de los Calguiere que le pareció absurdo la pregunta dado que no estaba contemplado que un hecho así pudiera ocurrir.

─ No tiene sentido tal pregunta, madre ─ expuso Francis. ─ No estamos hablando de mí, sino de lo que las chicas deben hacer y del tiempo que están empleando en despedirse de sus disque amistades.
─ ¡Insisto! ¿Hubieses dejado todo por amor? ─ persistió Anette viéndola severamente. ─ ¡respóndeme Francis!
─ Madre…Yo no veo el caso. ─ trato de justificar la rubia.
─ ¡Sin evasivas! ─ exigió Anette.
─ Me costaría mucho a decir verdad. ─ al fin respondió con sinceridad Francis. ─ No me veo en otro lugar que no sea Inglaterra. Tengo todo en casa. Una vida hecha y plena. Pero tendría que hacer ese cambio ya que se trata de Sara y por mucho que me costase, lo haría por amor.
─ Entonces… ¿puedes entender el sacrificio que hace tu prometida? ─ refirió Anette  sin dejar de ver  a su hija menor. ─ Una cosa es amar con todo tu ser a una persona y otra cosa muy distinta es el renunciar a todo por esa persona. Son dos cosas muy distintas, hija mía. Ella no solo te ama sino que te ante pone por sobre todo lo que tiene en este lugar. Toda esa vida plena y hecha de la cuál tú señalaste, es la misma que tu pareja está renunciando por ti. Es más que un simple sacrificio, es una entrega que no todos están dispuestos hacer. ¿Puedes comprender ahora porqué debes ser considerada con ella?
─ Madre… ¡yo lo siento! ─ se disculpó Francis visiblemente avergonzada por su egoísmo. ─ He sido desconsiderada con Sara y le estoy privando de algo tan pequeño cuando ella, me lo está dando todo por estar conmigo.
─ ¡Al fin has podido comprenderlo hija mía! ─ dijo Anette más tranquila de haberle hecho recapacitar. ─ Amar no es una entrega corporal entre dos personas o firmar una acta que acredite que se encargaran de velar por ese individuo. Amar es más complejo y a la vez, hermoso. De seguro les llevará un tiempo comprobar la real magnitud que conlleva esa palabra. Con los años podrán tener una respuesta más concreta y apropiada según sus vivencias.
─ Espero poder vivir todo aquello que tú dices; madre ─ convino Francis aún avergonzada de percatarse de su conducta egoísta. ─ siempre creí que el amor eran cuentos rosas bonitos y lo que hacía que un matrimonio prevaleciese era el respeto, comunicación y la fidelidad. Si bien el cariño que uno pudiera sentir por su esposo también era fundamental. A pesar de ver mucho el cariño que ustedes; mis padres;  se profesaban. Encontraba que ello  fuese a ser válido para todas las personas.
Más bien creía firmemente en los mutuos acuerdos y respeto. Para mí, la familia es lo más valioso; pero no quitaba que le viese como un negocio entre dos personas que acordaban pasar toda la vida juntos y concebir niños para perpetuar el legado.
Sin duda, todo esto cambio desde aquel día en que vi entrar a Sara al salón. Todo lo que imaginaba y tenía proyectado se fue por el atolladero; ya que me vi cuestionando absolutamente todo. Jamás de los jamases sufrí por amor, tampoco tuve la necesidad de mendigar y esforzarme tanto por conquistar a un chico.
No hubo un momento en que no me replanteará todo desde que ella entró a mi vida. Luché en vano por seguir con mis planes, pero todo era inútil hasta que caí en cuenta que cometía el más graso de mis errores al negar lo que mi corazón sentía. Recién ahí, pude comprender el significado de amar a alguien y necesitarlo tanto en tú día a día. Se esfumaron cada una de las convicciones que antes creía válida.
Anhelé desde ese día formar una hermosa familia con Sara, pero por amor y dar todo la capacidad de amar y proteger que estaba presente en mí.
Ahora heme aquí, deseando con todas mis fuerzas que su tiempo sea solo para mí; por muy egoísta que suene a los demás. Yo no concibo mi vida sin ella y a pesar de ser una chica joven a mis 20 años, me siento como si hubiese crecido a una velocidad abismal.
No tengo la capacidad de siquiera hacer una cuarta parte de la entrega que mi novia está haciendo al quedarse junto a mí. Pero de una cosa les puedo asegurar que daré cada segundo de mi tiempo en recompensar ese tremendo sacrificio de amor que Sara y que su amor hoy por hoy, lo significa todo para mí─ Finalizó su explicación Francis, dejando escapar un gran suspiro de aceptación completa.
No hubo dudas que para Anette Calguiere, escuchar aquellas palabras tenían más que un valioso significado sino que además, eran claras señales que su hija, la menor. Hoy daba pasos para ese crecimiento que se espera de todo adulto. Y tal como lo dijese su propia hija, contaba con apenas 20 años que en esa etapa  de la vida simplemente es pura y netamente diversión. Eran pequeños muestras, no obstante, estaban siendo claros indicios que comenzaba a tener un punto de vista más equilibrado.
—Celebro escuchar que expresas tu sentir y punto de vista más justo para con otros que no sea uno mismo. — alabó Anette. — comienzas a dar muestras que el amor está haciendo un buen trabajo en ti.
—No podía ser de otra forma, madre — repuso Francis. — Sé mejor que nadie que suelo ser un poco arrogante y denostó las cosas que para otros son valiosas. Es mi forma de ser así y no quita que pueda ir puliendo un poco más cada día, lo que pueda ser considerado debilidades de juventud.
 Aun falta un poco de humildad en ti, hija mía —  amonestó un poco Anette.  Pero el tiempo muy sabio se encarga de pulir nuestras falencias.
 Concuerdo plenamente contigo, madre.  esta vez intervino Anabelle.  La vida es una escuela dónde nunca dejas de aprender y el tiempo todo lo templa, ya sea a largo o corto plazo.
—Sin duda — convino Anette. — ahora  seamos pacientes en esperar a las chicas.
—En todos los casos. Ellas se ven realmente felices de ver a sus antiguos compañeros — hizo hincapié Anabelle observando a su prometida con sus pares.
—Pienso igual, hermanita — secundó Francis también viendo a su novia. — Ellas realmente están disfrutando este encuentro.
—Les vuelvo a recordar que ellas por mucho que las amen a ustedes, añoran su hogar, su gente, su cultura, sus raíces. — mencionó Anette con un dejo de pesar, por estar consciente mejor que nadie de ese sacrificio de amor. — Nos es nada fácil despegarse de todo de la noche a la mañana. Por eso, les pido que sean comprensivas. Después las tendrán todo el tiempo con ustedes.
—De acuerdo, madre. — aceptaron ambas rubias sin dejar de verlas.
— ¿Necesitan algo? — preguntó una mujer pálida con un encendido cabello, mal tinturado por decirlo de ese modo.
—Estamos esperando a las muchachas — respondió Anette. — Vienen hablar con el decano de Arquitectura.
— ¿No será jefe de carrera? — cuestionó la mujer.
—No sé el término exacto que ustedes emplean acá para llamar a sus docentes — señaló Anette. — Nosotras hemos venido desde Inglaterra para acompañar a las muchachas y solicitar documentación respectiva para que ellas continúen sus estudios allá.
— ¿De Inglaterra? — preguntó la mujer. — que yo sepa solo tenemos dos estudiantes allá haciendo un intercambio ¡Un momento! ¿Ustedes  acompañan a Raniel Larson y Sara Taffra?
—Efectivamente — respondió Anette. — ellas están con algunos compañeros hablando en estos momentos.
— ¡No lo puedo creer! — dijo la mujer viendo hacia el interior. — No esperaba está visita ¡Mil disculpas a ustedes! Mi nombre es María Teresa Silva y soy la jefa de carrera de Arquitectura o como ustedes dicen; el decano de esta facultad.
—Un gusto en conocerla — saludó Anette, estrechando algo fría con su mano a la docente. — Ellas son mis hijas, Anabelle y Francis Calguiere.
—El gusto es mío en conocerlas chicas — expresó la decano algo curiosa puesto que estaba al tanto de ciertos detalles con respecto  a la estadía de las estudiantes en dicho país.
Ambas hermanas Calguiere, estrecharon la mano de la docente y también, intuyeron algo particular en esa mujer. No tenía un aspecto muy acorde a su cargo; más parecía de esas adolecentes curiosas por preguntar algún que otro chisme del cuál comentar.
—Por favor, acompáñenme y así podemos platicar un poco sobre la estadía de las chicas en su país — dijo suelta de cuerpo el decano. — Tenía entendido que ellas habían ido de visitas a Inglaterra…
Sin duda que Anette, no se equivocó en sus apreciaciones con respecto a la profesional de dicha rama y es que las invitó con el motivo de enterarse de primera fuente sobre el motivo de la visita prologada de las muchachas.
Las cuatro ingresaron a la oficina que también se encontraban las chicas con sus compañeros y quedaron sorprendidas de ver a Anette y sus prometidas platicando con la jefa de carrera. Así fue cómo tuvieron que ir entregando un poco de información extra curricular para poder ir directo al grano y solicitar la documentación tal como precisaban.
Lo que se suponía que sería unos 20 minutos pasó a transformarse en 45 minutos exacto de un interludio de trámites, tramites y confidencias. Consiguieron despedirse de la señora Silva y luego de ello, dispusieron que Raniel las acompañase a finanzas para zanjar cualquier pendiente económico que pudiesen tener las chicas. Mientras que Sara se fue directo al DAE que estaba más alejado de todo y pedir todos los documentos faltantes. Hoja de vida académica de ambas.
Cuando pudieron desocuparse de finanzas, biblioteca, se fueron nuevamente a la facultad de Arquitectura y al tercer piso dónde asistían a clases sus compañeros.  Pidieron el permiso respectivo y el docente en turno les otorgó un tiempo para reencontrarse con los chicos. A excepción de Sara que aún permanecía en el DAE.
Estando todos a las afueras del aula y en pleno pasillo,  se le unió Sara que venía cargada de una gran carpeta con documentos.  Que se entregó a manos de Anette y les compartió sus impresiones de todo lo que lleva consigo dicho archivo.
Terminado esto,  se unió a sus antiguos compañeros entre abrazos y llanto de parte de algunos que las estimaban mucho. Quedando nuevamente relegadas las tres Calguiere.
Hubo un ambiente muy emotivo y distendido entre todos hasta que el profesor les comunicó que se acercaba la hora de rendir un examen y el tiempo se les haría más corto de proseguir en tan grata platica. Tuvieron que asumir el llamado del docente y uno a uno, se fue despidiendo de las chicas para retornar a su aula.
— ¿Queda algo más qué hacer aquí? — preguntó sutilmente Anette.
—Ya hemos terminado. — respondió Raniel.
—Les parece si regresamos a la casa y así, poder salir con tus padres tal como habíamos convenido — dijo Anette.
—Por supuesto —aceptaron ambas muchachas que limpiaban un poco sus rostros de tantas emociones vividas en poco tiempo.
Tomaron el elevador y llegaron a la planta baja de la facultad y salieron por la puerta principal, pudiendo dar un último vistazo a su casa universitaria. Luego, tomaron el camino de regreso al estacionamiento entre muchos estudiantes y docentes que iban y venían a sus respectivas aulas.
Se fueron prestas al lugar que les esperaba el taxi y en un momento Sara, se detuvo porque uno de sus cordones de zapato se aflojó y se agachó para atarlos. Quedando un poco relegada del grupo y también de su novia que no se percató de inmediato.
La joven Taffra estaba concluyendo de solucionar el problema cuando sintió una presencia cerca de ella y por el rabillo de sus ojos confirmó que alguien estaba parada justo detrás de ella. Se fue incorporando despacio  e iba a retomar el camino, haciendo caso omiso a dicha presencia, cuando…

— ¿Eres tú Sara? —  preguntó una voz de mujer a espaldas de la chica.
Una corriente helada traspasó la columna de la joven Taffra, puesto que ese timbre de voz le era muy conocido y a pesar del tiempo transcurrido, no lo había olvidado. Supo de inmediato de quién se trataba.
Sus manos exudaron repentinamente y tragó en seco. Jamás se lo espero encontrarse ante una situación como ésta. Hasta su rostro se tensó y sus mejillas las sentía tensa como si estuviesen adormecidas por anestesia.
— ¿Por qué no volteas a verme Sara Taffra? —  insistió nuevamente la mujer detrás suyo.
Volvió a tragar saliva y no lograba pensar bien las cosas. No estaba preparada para esto. No ahora. ¿Por qué le sucedían estas cosas a ella? Justo cuando estaba por marcharse de la ciudad, del país, de todo. Tenía que presentarse de la nada después de tanto tiempo ¡era una verdadera ironía! Una que le incomodaba mucho en estos momentos. Una que no esperaba y tampoco necesitaba.
¡Justo ahora en que había rehecho su vida! En el momento más inoportuno, en el que su prometida se encontraba a unos pasos de ella. ¿Por qué?
— ¡Sara! — demandó por tercera vez la mujer.
Esta vez lo hizo con mayor fuerza en su tono y consiguió su objetivo. Sara, fue volviéndose gradualmente hasta quedar de frente con una morena de ojos grises como los suyos. Un rostro que la chica Taffra conocía muy bien.
—Lorena — fue el susurró tembloroso que salió de los labios de Sara.
— ¡Al fin te dignas en darme la cara! — amonestó la morena y sonriendo descaradamente, añadió. — Cualquiera puede creer con solo verte que has visto al mismo diablo.
—Hubiera preferido no encontrarme contigo — fue la sincera respuesta de Sara.
— ¿Por qué? — preguntó Lorena. — Pensé que te alegrarías verme nuevamente, ya que pasaron muchos años desde que  terminamos.
— ¡Corrección! — contra dijo Sara. — No lo hicimos. Simplemente te largaste de Punta Arenas sin decirme nada y dejaste una carta que me entregó tu tía. Te faltó valor para terminar las cosas como se debía. Preferiste huir que dar la cara.
—Ha pasado el tiempo y tú sigues guardando rencor por una pequeñez como esa — señaló Lorena que se acercó más a la muchacha. — Creí que podías llegar a ser más sensata y entender que apenas éramos unas niñas y mi lugar estaba con mis padres en Santiago. Una no puede enfrascarse en una relación seria cuando aún no tiene forjado un futuro con cuál valerse más adelante.
—Eso no lo voy a discutir contigo porque es muy válido — indicó Sara y dio un paso  atrás para verla más seria que nunca. — Pero no te falto sensatez para llevarme directo a la cama. ¡Ahí si estabas más que clara! ¿No es cierto?
—Sara ¡No seas rencorosa! — alegó Lorena. — lo más bien que tú querías también, porque yo sepa nunca te puse una pistola en la espalda. Fue de mutuo acuerdo ¿lo recuerdas?
—Lo fue — respondió la joven Taffra. — solo en esa instancia porque lo demás querías que se mantuviera en secreto para no tener que lidiar con tu familia y el qué dirán de la gente. Solo fue una relación impersonal y de poca monta para ti.
—Te dije que no estaba lista para que supieran mi tendencia — defendió Lorena. — era válido en ese momento para mí.
—Me di cuenta con el tiempo — se lamentó Sara. —Ahora ¿no sé qué haces aquí? Que yo sepa ya no tienes a nadie en este lugar. Tú tía falleció hace mucho.
—Vine porque fui traslada acá — respondió Lorena. — Vengo a impartir clases como docente de enfermería en esta universidad aparte de ejercer mi profesión en el hospital de la armada.
—Lamentablemente tuviste que volver a un lugar que no querías después de todo — mencionó Sara. —Debe ser difícil para ti, que no deseabas llevarte recuerdo alguno de acá.
— ¡Estás equivocada! — refutó Lorena. —Tenía un recuerdo presente y es el motivo por qué también regresé.
— ¡Así! ¿Cuál? — indagó Sara.
—Tú — respondió sin rodeos Lorena que sonrió al ver el rostro descomponerse de la joven.
— ¡Sara! — llamaron de pronto a la joven desde otro sitio.
Al girarse se topó de lleno con unos ojos azules que la veían seriamente…
— ¿Qué está sucediendo aquí? — preguntó de lleno la rubia Calguiere, asiendo del brazo  a la joven.
— ¿Tú quién eres? — se anticipó Lorena a los hechos viendo con curiosidad a la rubia que se mostraba un tanto posesiva en como sostenía el brazo de Sara. — Para interrumpir nuestra conversación.
—Mi nombre es Francis Calguiere — respondió la rubia le dio una mirada poco amistosa a la otra mujer. — Y para saciar tu indesmentible curiosidad; soy nada menos que la novia de Sara; lo que me da el derecho de interrumpir cuando lo desee.
— ¡Vaya, vaya! —exclamó con malicia Lorena y se detuvo solo para dirigir sus palabras a Sara. — ¿Con que tienes una novia? Fuiste muy rápida Sara para cambiar de amor tan fácilmente.
— ¡Un momento! — demandó Francis que no le gusto en nada el tenor de las palabras de esa desconocida que se tomaba muchos derechos con su novia. — ¿Por qué le hablas a mi novia de ese modo? ¿Quién eres?
— ¿Acaso nuestra querida Sara no te contó nada sobre su pasado? — contra preguntó Lorena que vio una oportunidad de provocar un conflicto entre ambas. — ¡Me extraña Sara! ¿Cómo has podido ocultarle algo tan relevante e importante de tu vida?
— ¡Cállate! —exigió Sara tratando de evitar un impasse que tenía connotación de ponerse feo. — No asunto tuyo lo que yo haga con mi vida, Lorena.
— ¡Por favor! — exclamó divertida ésta. — Ten la amabilidad de aclararle a tu novia ¿quién soy yo en tu vida?
—No eres nada — respondió cortantemente Sara.
— ¿Segura? — cuestionó Lorena abriendo sus brazos y gesticulando con ellos en forma burlesca. — Pues a mí no me parece que intentes esconderme delante de los ojos de tu novia.
—No te estoy escondiendo — refutó Sara. — Simplemente eres un mal recuerdo del que no quiero hablar delante de ella.
—Si fuera tan así como dices. No te pondrías tan nerviosa con mi presencia y mucho menos evadirías decirle a tu novia que fui yo tu gran y único amor — Enrostró Lorena apuntando a la rubia. — ¡Desmiénteme! Si creo que la razón por la que no lo has hecho es exclusivamente por nunca pudiste olvidarme como tampoco dejaste de amarme ¿No es así Sara?
¡Esa fue la gota que rebalso el vaso! Fue un golpe certero para el corazón de la joven Taffra que lejos de poder responderle de inmediato quedo completamente en shock. No se lo esperaba del mismo modo que  tampoco contaba con volver a encontrarse después de 6 largos años.  ¡Ese era un mal día! Uno muy malo por cierto.
— ¡Lorena! ¿Así te llamas no es así? — intervino Francis viendo seriamente a la morena.
—Sí, Lorena Ivratovic. — repuso ésta.
—Respóndeme una pregunta — mencionó Francis.
—Dime — contestó Lorena. — ¿Qué deseas saber?
— ¿Aún amas a Sara? — preguntó sin rodeos Francis.
— ¿Por qué lo preguntas? — contra preguntó Lorena.
—Responde lo que te pregunté — demandó seca Francis.
—Sí — respondió Lorena y añadió. — ¿Por qué te interesa saberlo? ¿Vas a dejarme el camino libre acaso?
— ¡Claro que no! —repuso contundentemente Francis. —Me interesaba saberlo más que nada para darme cuenta la clase de amor que profesabas a Sara. Y pude darme cuenta que lo tuyo no es amor en la más mínimo porque si la amases como pregonas jamás hubieras hecho la bajezas que hiciste. Te hubieras alegrado en cierta forma con ver a tu ex pareja siendo feliz con otra; porque cuando uno ama se es capaz de alcanzar ese nivel de consideración por el ser amado. Se acepta la elección que tomó y se libera para que pueda disfrutar de esa dicha que tú ya no puedes darle y que encontró con otra persona. ¡Eso es amar!
—Pues que lastima porque yo no lo veo así — objetó Lorena. — cuando uno ama, no renuncias al ser amado y tampoco lo entrega a otra persona como tú dices, sino que luchas para hacerle ver que eres tú la indicada para hacerle feliz y no otro. No se puede andar regalando a cualquiera lo que fue creado para ti. Uno merece ser feliz también ¿De lo contrario qué gracia tendría que todo el mundo seas feliz menos tú? ¿Postergarte a ti mismo para terminar haciendo trizas tu corazón? ¡Discúlpame que no coincida contigo! Tengo el mismo derecho en ser feliz como cualquier otro individuo. No vine al mundo para sacrificarme como lo hizo Jesucristo. Fui creada para ser feliz y disfrutar a plenitud de todo cuanto pueda.
—Veo que tu forma de amar es la más egoísta de todas — espetó Francis a su contrincante. — Solo piensas en ti misma y no en la mujer que dices amar.
— ¡Bravo! Ha hablado una futura canónica de la iglesia cristiana— se mofó Lorena. — dime una cosa tú ahora, buena samaritana ¿Habrías renunciado a Sara para que fuese feliz a mi lado? ¿Podrías aceptar que me amase a mí y no a ti? ¡Habla pues!
—Voy a responderte porque soy consecuente con lo que pienso — repuso Francis y viendo a su novia, añadió sin más preámbulos. — Con el  dolor de mi corazón la hubiese dejado ir porque sé que ella estaría siendo feliz a tu lado. Me importa más su dicha que verla siendo infeliz conmigo en el largo plazo. No te niego que me dolería horrores porque no soy de fierro, pero en el fondo de mi corazón jamás la dejaría de amar porque ella significa todo para mí. Con el tiempo sabría que hice lo correcto.
— ¡Insisto! Estás calcada para el papel de mártir cristiana — dijo Lorena con sorna. — ¿Cuánto crees tú que un corazón puede soportar un revés cómo ese? Lo dije hace un rato, nosotros no somos el hijo de Dios para tamaño sacrificio de amor, tan solo somos seres humanos con debilidades. No nacimos para sufrir a ese nivel de desprendimiento y entrega. No podemos superar una pérdida como esa sin que nos fracturemos en el proceso. ¡Entiéndelo! Yo no soy como tú, jamás te entregaría a Sara.
— ¡Qué bueno que no eres como yo! — repuso Francis. — No puedes entender lo que soy capaz de hacer por esta mujer que tú despreciaste antes.
—Vemos el mundo con distinta mirada — refutó Lorena. —Amar no tiene un solo significado y tampoco pertenece a unos cuantos. Es para todos según tú necesites.
—Tienes razón en una cosa — acotó Francis y tomando la mano de su novia, dijo. —Pensamos distinto. Ahora si nos disculpas, nos retiramos mi novia y yo.
—Sara — llamó Lorena al verlas caminar.
—Dime— se detuvo ésta y giró para verla.
—Regrese por ti — señaló Lorena. —Eso debe significar algo ¿no te parece?
—Solo te diré esto — respondió Sara viéndola seriamente. — ¡Llegaste muy tarde! Aquel sentimiento que sentía dentro de mí, tú misma te encargaste de matarlo con tu partida. ¡Ya nada queda para ti!

Esta vez, Lorena, fue incapaz de decir algo porque sentía en carne propia lo que una vez le tocó vivir a Sara y le dolió como muerte ese rechazo a su propuesta de amor. Tragó saliva porque un nudo se le hizo en su garganta.  Era una completa humillación a su querer y frente a una contrincante que la vio con la ceja alzada y fríamente.

—Ahora sí ¿Nos vamos a casa? —demandó Francis viendo a su pareja sin mucha expresión de júbilo por el triunfo obtenido.
— ¡Vayamos amor! — aceptó Sara, tomándola del brazo y sintiéndose amada y protegida por aquella rubia.
Unos pocos pasos más allá las esperaban, su madre, hermana y cuñada. Que habían observado y escuchado todo y se abstuvieron de entrometerse puesto que sabían que le correspondía solucionar aquella adversidad a ellas como pareja.
— ¡Bien hecho hermana! —  expresó Anabelle así, su respaldo a la joven en defender  su amor y a su pareja.
—Estoy orgullosa de ti, hija mía— celebró Anette dándole unas palmaditas en el hombro a su retoño y viendo a su futura nuera, agregó. —Se nota que te ama.
—Lo sé y lo comprobé aún más hoy — aceptó los hechos Sara.
— ¡Vayamos a casa! —demandó Raniel pícaramente. — Tenemos otros compromisos que atender ¿no les parece?
—Efectivamente, princesa. — secundó Anabelle que supo a lo que se refería su prometida. —Por el bien de todas, ¡Vámonos!

No hubo que esperar una respuesta verbal ya que las cuatros se vieron y la sonrisa que se formó en sus labios era épica y solo Anette se carcajeó para sus adentros con el comentario y las intenciones de sus hijas.
En la vida  se gana y se pierde. Y lo que una vez dejaste ir puedes con el tiempo lamentar profundamente porque los reencuentros no siempre suelen traer buenas noticias para las personas.

1 comentario:

Delfi Castillo dijo...

Hay dios! por un momento pensé que todo terminaría mal entre Francis y Sara, pero el amor y la actitud de Francis, grandiosa!
Ya con esto finalizado regresaran a Inglaterra y llegara el tan esperado reencuentro entre estas tres mujeres...se me va hacer larga la espera...Gracias por el capítulo...Saludos

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