En Aras del pasado
Capítulo
56
Reencuentros II parte.
─
¡Dios esto recién comienza! ─ murmuró para sí, una cabreada Francis que era una
simple espectadora de todo lo que sucedía ante sus ojos.
─
¡Francis! ─ llamó Anette a su vástago.
─
Madre ─ repuso ésta.
─ Te
recuerdo que estamos en un tiempo de concesiones ─ advirtió Anette viendo a su
hija como a las chicas que estaban enfrascadas en abrazos, besos con sus
compañeros. ─ Es su derecho a despedirse de lo que estuvieron antes que tú,
hija mía.
─ Lo
sé, madre ─ contestó Francis, haciendo una mueca de disgusto. ─ Pero llevamos
30 minutos en ello.
─ Hija
mía ─ señaló Anette. ─ hay muchas cosas que aún debes aprender y una de ellas,
es la paciencia y consideración hacia los demás. Quiero que entiendas que deben despedirse de los
que formaron parte de su vida por mucho tiempo; ya que están dejándolo todo por
ustedes. Familia, hogar, país, amigos e incluso sus estudios que deberán
terminar en otra universidad. No puedes privarles de ese legítimo derecho dado
que su entrega es total y regalarles ese lapso será bienvenido por ambas. Ellas
lo apreciaran mucho en su momento ¿no te parece?
─ Mamá
tiene razón, hermana ─ intervino Anabelle viendo a las chicas. ─ Ellas dejan todo por nosotras
y aunque su lugar es al lado nuestro. No están obligadas a renunciar a sus
cosas por mucho que nos amasen. Comprendo tu sentir mejor que nadie, pero no puedo
desconocer que nuestra madre ha dicho una gran verdad. Ellas no volverán a este país en mucho tiempo
y debemos concederles estos minutos extras.
─ Ok.
Entendí ─ terminó por aceptar Francis sin dejar de mostrar esa displicencia
hacia toda esa situación. ─ No volveré a quejarme, solo espero que avancemos un
poco antes que termine el día.
─ ¿Qué
hubieses hecho tú en lugar de Sara? ─ cuestionó su madre.
─ ¿A
qué te refieres, madre? ─ Contra preguntó Francis un poco descolocada ante la
pregunta.
─ Si
hubieses sido tú, Francis Calguiere; quién hubiese tenido que dejarlo todo por
amor ─ respondió sagazmente Anette, sopesando a su hija. ─ ¿habrías sido capaz
de dejar a tu familia, amigos, país y estudios? Por seguir a tu pareja.
¿Habrías renunciado a tus cosas por amor? A todo lo que estás acostumbrada y
empezar de cero. En una nueva cultura, educación, idioma. Todo tan ajeno a lo
que has vivido. ¿Lo harías, hija mía?
Ese
simple cuestionamiento, dejo más desconcertada la menor de los Calguiere que le
pareció absurdo la pregunta dado que no estaba contemplado que un hecho así
pudiera ocurrir.
─ No
tiene sentido tal pregunta, madre ─ expuso Francis. ─ No estamos hablando de
mí, sino de lo que las chicas deben hacer y del tiempo que están empleando en
despedirse de sus disque amistades.
─
¡Insisto! ¿Hubieses dejado todo por amor? ─ persistió Anette viéndola
severamente. ─ ¡respóndeme Francis!
─
Madre…Yo no veo el caso. ─ trato de justificar la rubia.
─ ¡Sin
evasivas! ─ exigió Anette.
─ Me
costaría mucho a decir verdad. ─ al fin respondió con sinceridad Francis. ─ No
me veo en otro lugar que no sea Inglaterra. Tengo todo en casa. Una vida hecha
y plena. Pero tendría que hacer ese cambio ya que se trata de Sara y por mucho
que me costase, lo haría por amor.
─
Entonces… ¿puedes entender el sacrificio que hace tu prometida? ─ refirió
Anette sin dejar de ver a su hija menor. ─ Una cosa es amar con todo
tu ser a una persona y otra cosa muy distinta es el renunciar a todo por esa
persona. Son dos cosas muy distintas, hija mía. Ella no solo te ama sino que te
ante pone por sobre todo lo que tiene en este lugar. Toda esa vida plena y
hecha de la cuál tú señalaste, es la misma que tu pareja está renunciando por
ti. Es más que un simple sacrificio, es una entrega que no todos están
dispuestos hacer. ¿Puedes comprender ahora porqué debes ser considerada con ella?
─
Madre… ¡yo lo siento! ─ se disculpó Francis visiblemente avergonzada por su
egoísmo. ─ He sido desconsiderada con Sara y le estoy privando de algo tan
pequeño cuando ella, me lo está dando todo por estar conmigo.
─ ¡Al
fin has podido comprenderlo hija mía! ─ dijo Anette más tranquila de haberle
hecho recapacitar. ─ Amar no es una entrega corporal entre dos personas o
firmar una acta que acredite que se encargaran de velar por ese individuo. Amar
es más complejo y a la vez, hermoso. De seguro les llevará un tiempo comprobar
la real magnitud que conlleva esa palabra. Con los años podrán tener una
respuesta más concreta y apropiada según sus vivencias.
─
Espero poder vivir todo aquello que tú dices; madre ─ convino Francis aún
avergonzada de percatarse de su conducta egoísta. ─ siempre creí que el amor
eran cuentos rosas bonitos y lo que hacía que un matrimonio prevaleciese era el
respeto, comunicación y la fidelidad. Si bien el cariño que uno pudiera sentir
por su esposo también era fundamental. A pesar de ver mucho el cariño que
ustedes; mis padres; se profesaban.
Encontraba que ello fuese a ser válido
para todas las personas.
Más
bien creía firmemente en los mutuos acuerdos y respeto. Para mí, la familia es
lo más valioso; pero no quitaba que le viese como un negocio entre dos personas
que acordaban pasar toda la vida juntos y concebir niños para perpetuar el
legado.
Sin
duda, todo esto cambio desde aquel día en que vi entrar a Sara al salón. Todo
lo que imaginaba y tenía proyectado se fue por el atolladero; ya que me vi
cuestionando absolutamente todo. Jamás de los jamases sufrí por amor, tampoco
tuve la necesidad de mendigar y esforzarme tanto por conquistar a un chico.
No
hubo un momento en que no me replanteará todo desde que ella entró a mi vida.
Luché en vano por seguir con mis planes, pero todo era inútil hasta que caí en
cuenta que cometía el más graso de mis errores al negar lo que mi corazón
sentía. Recién ahí, pude comprender el significado de amar a alguien y
necesitarlo tanto en tú día a día. Se esfumaron cada una de las convicciones
que antes creía válida.
Anhelé
desde ese día formar una hermosa familia con Sara, pero por amor y dar todo la
capacidad de amar y proteger que estaba presente en mí.
Ahora
heme aquí, deseando con todas mis fuerzas que su tiempo sea solo para mí; por
muy egoísta que suene a los demás. Yo no concibo mi vida sin ella y a pesar de
ser una chica joven a mis 20 años, me siento como si hubiese crecido a una
velocidad abismal.
No
tengo la capacidad de siquiera hacer una cuarta parte de la entrega que mi
novia está haciendo al quedarse junto a mí. Pero de una cosa les puedo asegurar
que daré cada segundo de mi tiempo en recompensar ese tremendo sacrificio de
amor que Sara y que su amor hoy por hoy, lo significa todo para mí─ Finalizó su
explicación Francis, dejando escapar un gran suspiro de aceptación completa.
No
hubo dudas que para Anette Calguiere, escuchar aquellas palabras tenían más que
un valioso significado sino que además, eran claras señales que su hija, la
menor. Hoy daba pasos para ese crecimiento que se espera de todo adulto. Y tal
como lo dijese su propia hija, contaba con apenas 20 años que en esa etapa de la vida simplemente es pura y netamente
diversión. Eran pequeños muestras, no obstante, estaban siendo claros indicios
que comenzaba a tener un punto de vista más equilibrado.
—Celebro
escuchar que expresas tu sentir y punto de vista más justo para con otros que
no sea uno mismo. —
alabó Anette. —
comienzas a dar muestras que el amor está haciendo un buen trabajo en ti.
—No
podía ser de otra forma, madre — repuso Francis. — Sé mejor que nadie que suelo ser un poco
arrogante y denostó las cosas que para otros son valiosas. Es mi forma de ser
así y no quita que pueda ir puliendo un poco más cada día, lo que pueda ser
considerado debilidades de juventud.
— Aun falta un poco de humildad en ti, hija mía —
amonestó un poco Anette. — Pero el tiempo muy sabio se encarga de pulir
nuestras falencias.
— Concuerdo plenamente contigo, madre. — esta vez intervino Anabelle. — La vida es una escuela dónde nunca dejas de
aprender y el tiempo todo lo templa, ya sea a largo o corto plazo.
—Sin
duda — convino Anette. —
ahora seamos pacientes en esperar a las
chicas.
—En
todos los casos. Ellas se ven realmente felices de ver a sus antiguos
compañeros — hizo hincapié Anabelle observando a su prometida con sus pares.
—Pienso
igual, hermanita — secundó Francis también viendo a su novia. — Ellas realmente están
disfrutando este encuentro.
—Les
vuelvo a recordar que ellas por mucho que las amen a ustedes, añoran su hogar,
su gente, su cultura, sus raíces. —
mencionó Anette con un dejo de pesar, por estar consciente mejor que nadie de
ese sacrificio de amor. —
Nos es nada fácil despegarse de todo de la noche a la mañana. Por eso, les pido
que sean comprensivas. Después las tendrán todo el tiempo con ustedes.
—De
acuerdo, madre. —
aceptaron ambas rubias sin dejar de verlas.
—
¿Necesitan algo? — preguntó una mujer pálida con un encendido cabello, mal
tinturado por decirlo de ese modo.
—Estamos
esperando a las muchachas — respondió Anette. — Vienen hablar con el decano de Arquitectura.
— ¿No
será jefe de carrera? — cuestionó la mujer.
—No sé
el término exacto que ustedes emplean acá para llamar a sus docentes — señaló
Anette. — Nosotras
hemos venido desde Inglaterra para acompañar a las muchachas y solicitar
documentación respectiva para que ellas continúen sus estudios allá.
— ¿De
Inglaterra? — preguntó la mujer. —
que yo sepa solo tenemos dos estudiantes allá haciendo un intercambio ¡Un momento!
¿Ustedes acompañan a Raniel Larson y
Sara Taffra?
—Efectivamente
— respondió Anette. —
ellas están con algunos compañeros hablando en estos momentos.
— ¡No
lo puedo creer! — dijo la mujer viendo hacia el interior. — No esperaba está visita ¡Mil
disculpas a ustedes! Mi nombre es María Teresa Silva y soy la jefa de carrera
de Arquitectura o como ustedes dicen; el decano de esta facultad.
—Un
gusto en conocerla — saludó Anette, estrechando algo fría con su mano a la
docente. — Ellas
son mis hijas, Anabelle y Francis Calguiere.
—El
gusto es mío en conocerlas chicas — expresó la decano algo curiosa puesto que
estaba al tanto de ciertos detalles con respecto a la estadía de las estudiantes en dicho
país.
Ambas
hermanas Calguiere, estrecharon la mano de la docente y también, intuyeron algo
particular en esa mujer. No tenía un aspecto muy acorde a su cargo; más parecía
de esas adolecentes curiosas por preguntar algún que otro chisme del cuál
comentar.
—Por
favor, acompáñenme y así podemos platicar un poco sobre la estadía de las
chicas en su país —
dijo suelta de cuerpo el decano. —
Tenía entendido que ellas habían ido de visitas a Inglaterra…
Sin
duda que Anette, no se equivocó en sus apreciaciones con respecto a la
profesional de dicha rama y es que las invitó con el motivo de enterarse de
primera fuente sobre el motivo de la visita prologada de las muchachas.
Las
cuatro ingresaron a la oficina que también se encontraban las chicas con sus
compañeros y quedaron sorprendidas de ver a Anette y sus prometidas platicando
con la jefa de carrera. Así fue cómo tuvieron que ir entregando un poco de
información extra curricular para poder ir directo al grano y solicitar la
documentación tal como precisaban.
Lo que
se suponía que sería unos 20 minutos pasó a transformarse en 45 minutos exacto
de un interludio de trámites, tramites y confidencias. Consiguieron despedirse
de la señora Silva y luego de ello, dispusieron que Raniel las acompañase a
finanzas para zanjar cualquier pendiente económico que pudiesen tener las chicas.
Mientras que Sara se fue directo al DAE que estaba más alejado de todo y pedir
todos los documentos faltantes. Hoja de vida académica de ambas.
Cuando
pudieron desocuparse de finanzas, biblioteca, se fueron nuevamente a la
facultad de Arquitectura y al tercer piso dónde asistían a clases sus
compañeros. Pidieron el permiso
respectivo y el docente en turno les otorgó un tiempo para reencontrarse con
los chicos. A excepción de Sara que aún permanecía en el DAE.
Estando
todos a las afueras del aula y en pleno pasillo, se le unió Sara que venía cargada de una gran
carpeta con documentos. Que se entregó a
manos de Anette y les compartió sus impresiones de todo lo que lleva consigo
dicho archivo.
Terminado
esto, se unió a sus antiguos compañeros
entre abrazos y llanto de parte de algunos que las estimaban mucho. Quedando
nuevamente relegadas las tres Calguiere.
Hubo
un ambiente muy emotivo y distendido entre todos hasta que el profesor les
comunicó que se acercaba la hora de rendir un examen y el tiempo se les haría
más corto de proseguir en tan grata platica. Tuvieron que asumir el llamado del
docente y uno a uno, se fue despidiendo de las chicas para retornar a su aula.
—
¿Queda algo más qué hacer aquí? — preguntó sutilmente Anette.
—Ya
hemos terminado. —
respondió Raniel.
—Les
parece si regresamos a la casa y así, poder salir con tus padres tal como
habíamos convenido — dijo Anette.
—Por
supuesto —aceptaron
ambas muchachas que limpiaban un poco sus rostros de tantas emociones vividas
en poco tiempo.
Tomaron
el elevador y llegaron a la planta baja de la facultad y salieron por la puerta
principal, pudiendo dar un último vistazo a su casa universitaria. Luego,
tomaron el camino de regreso al estacionamiento entre muchos estudiantes y
docentes que iban y venían a sus respectivas aulas.
Se
fueron prestas al lugar que les esperaba el taxi y en un momento Sara, se
detuvo porque uno de sus cordones de zapato se aflojó y se agachó para atarlos.
Quedando un poco relegada del grupo y también de su novia que no se percató de
inmediato.
La
joven Taffra estaba concluyendo de solucionar el problema cuando sintió una
presencia cerca de ella y por el rabillo de sus ojos confirmó que alguien estaba
parada justo detrás de ella. Se fue incorporando despacio e iba a retomar el camino, haciendo caso
omiso a dicha presencia, cuando…
— ¿Eres
tú Sara? — preguntó una voz de mujer a
espaldas de la chica.
Una
corriente helada traspasó la columna de la joven Taffra, puesto que ese timbre
de voz le era muy conocido y a pesar del tiempo transcurrido, no lo había
olvidado. Supo de inmediato de quién se trataba.
Sus
manos exudaron repentinamente y tragó en seco. Jamás se lo espero encontrarse
ante una situación como ésta. Hasta su rostro se tensó y sus mejillas las
sentía tensa como si estuviesen adormecidas por anestesia.
— ¿Por
qué no volteas a verme Sara Taffra? — insistió nuevamente la mujer detrás suyo.
Volvió
a tragar saliva y no lograba pensar bien las cosas. No estaba preparada para
esto. No ahora. ¿Por qué le sucedían estas cosas a ella? Justo cuando estaba
por marcharse de la ciudad, del país, de todo. Tenía que presentarse de la nada
después de tanto tiempo ¡era una verdadera ironía! Una que le incomodaba mucho
en estos momentos. Una que no esperaba y tampoco necesitaba.
¡Justo
ahora en que había rehecho su vida! En el momento más inoportuno, en el que su
prometida se encontraba a unos pasos de ella. ¿Por qué?
—
¡Sara! — demandó por tercera vez la mujer.
Esta
vez lo hizo con mayor fuerza en su tono y consiguió su objetivo. Sara, fue
volviéndose gradualmente hasta quedar de frente con una morena de ojos grises
como los suyos. Un rostro que la chica Taffra conocía muy bien.
—Lorena
— fue el susurró tembloroso que salió de los labios de Sara.
— ¡Al
fin te dignas en darme la cara! — amonestó la morena y sonriendo
descaradamente, añadió. —
Cualquiera puede creer con solo verte que has visto al mismo diablo.
—Hubiera
preferido no encontrarme contigo — fue la sincera respuesta de Sara.
— ¿Por
qué? — preguntó Lorena. —
Pensé que te alegrarías verme nuevamente, ya que pasaron muchos años desde que terminamos.
—
¡Corrección! — contra dijo Sara. —
No lo hicimos. Simplemente te largaste de Punta Arenas sin decirme nada y
dejaste una carta que me entregó tu tía. Te faltó valor para terminar las cosas
como se debía. Preferiste huir que dar la cara.
—Ha
pasado el tiempo y tú sigues guardando rencor por una pequeñez como esa — señaló Lorena que se acercó
más a la muchacha. —
Creí que podías llegar a ser más sensata y entender que apenas éramos unas
niñas y mi lugar estaba con mis padres en Santiago. Una no puede enfrascarse en
una relación seria cuando aún no tiene forjado un futuro con cuál valerse más
adelante.
—Eso
no lo voy a discutir contigo porque es muy válido — indicó Sara y dio un
paso atrás para verla más seria que
nunca. — Pero no
te falto sensatez para llevarme directo a la cama. ¡Ahí si estabas más que
clara! ¿No es cierto?
—Sara
¡No seas rencorosa! — alegó Lorena. —
lo más bien que tú querías también, porque yo sepa nunca te puse una pistola en
la espalda. Fue de mutuo acuerdo ¿lo recuerdas?
—Lo
fue — respondió la joven Taffra. —
solo en esa instancia porque lo demás querías que se mantuviera en secreto para
no tener que lidiar con tu familia y el qué dirán de la gente. Solo fue una
relación impersonal y de poca monta para ti.
—Te
dije que no estaba lista para que supieran mi tendencia — defendió Lorena.
— era válido en ese
momento para mí.
—Me di
cuenta con el tiempo — se lamentó Sara. —Ahora
¿no sé qué haces aquí? Que yo sepa ya no tienes a nadie en este lugar. Tú tía
falleció hace mucho.
—Vine
porque fui traslada acá — respondió Lorena. — Vengo a impartir clases como docente de
enfermería en esta universidad aparte de ejercer mi profesión en el hospital de
la armada.
—Lamentablemente
tuviste que volver a un lugar que no querías después de todo — mencionó Sara.
—Debe ser difícil para
ti, que no deseabas llevarte recuerdo alguno de acá.
—
¡Estás equivocada! — refutó Lorena. —Tenía
un recuerdo presente y es el motivo por qué también regresé.
—
¡Así! ¿Cuál? —
indagó Sara.
—Tú —
respondió sin rodeos Lorena que sonrió al ver el rostro descomponerse de la
joven.
—
¡Sara! — llamaron de pronto a la joven desde otro sitio.
Al girarse
se topó de lleno con unos ojos azules que la veían seriamente…
— ¿Qué
está sucediendo aquí? — preguntó de lleno la rubia Calguiere, asiendo del
brazo a la joven.
— ¿Tú
quién eres? — se anticipó Lorena a los hechos viendo con curiosidad a la rubia
que se mostraba un tanto posesiva en como sostenía el brazo de Sara. — Para
interrumpir nuestra conversación.
—Mi
nombre es Francis Calguiere — respondió la rubia le dio una mirada poco
amistosa a la otra mujer. — Y para saciar tu indesmentible curiosidad; soy nada
menos que la novia de Sara; lo que me da el derecho de interrumpir cuando lo
desee.
— ¡Vaya,
vaya! —exclamó con malicia Lorena y se detuvo solo para dirigir sus palabras a
Sara. — ¿Con que tienes una novia? Fuiste muy rápida Sara para cambiar de amor
tan fácilmente.
— ¡Un
momento! — demandó Francis que no le gusto en nada el tenor de las palabras de
esa desconocida que se tomaba muchos derechos con su novia. — ¿Por qué le
hablas a mi novia de ese modo? ¿Quién eres?
— ¿Acaso
nuestra querida Sara no te contó nada sobre su pasado? — contra preguntó Lorena
que vio una oportunidad de provocar un conflicto entre ambas. — ¡Me extraña
Sara! ¿Cómo has podido ocultarle algo tan relevante e importante de tu vida?
— ¡Cállate!
—exigió Sara tratando de evitar un impasse que tenía connotación de ponerse
feo. — No asunto tuyo lo que yo haga con mi vida, Lorena.
— ¡Por
favor! — exclamó divertida ésta. — Ten la amabilidad de aclararle a tu novia
¿quién soy yo en tu vida?
—No
eres nada — respondió cortantemente Sara.
— ¿Segura?
— cuestionó Lorena abriendo sus brazos y gesticulando con ellos en forma
burlesca. — Pues a mí no me parece que intentes esconderme delante de los ojos
de tu novia.
—No te
estoy escondiendo — refutó Sara. — Simplemente eres un mal recuerdo del que no
quiero hablar delante de ella.
—Si
fuera tan así como dices. No te pondrías tan nerviosa con mi presencia y mucho
menos evadirías decirle a tu novia que fui yo tu gran y único amor — Enrostró
Lorena apuntando a la rubia. — ¡Desmiénteme! Si creo que la razón por la que no
lo has hecho es exclusivamente por nunca pudiste olvidarme como tampoco dejaste
de amarme ¿No es así Sara?
¡Esa
fue la gota que rebalso el vaso! Fue un golpe certero para el corazón de la
joven Taffra que lejos de poder responderle de inmediato quedo completamente en
shock. No se lo esperaba del mismo modo que tampoco contaba con volver a encontrarse después
de 6 largos años. ¡Ese era un mal día! Uno
muy malo por cierto.
— ¡Lorena!
¿Así te llamas no es así? — intervino Francis viendo seriamente a la morena.
—Sí,
Lorena Ivratovic. — repuso ésta.
—Respóndeme
una pregunta — mencionó Francis.
—Dime —
contestó Lorena. — ¿Qué deseas saber?
— ¿Aún
amas a Sara? — preguntó sin rodeos Francis.
— ¿Por
qué lo preguntas? — contra preguntó Lorena.
—Responde
lo que te pregunté — demandó seca Francis.
—Sí —
respondió Lorena y añadió. — ¿Por qué te interesa saberlo? ¿Vas a dejarme el
camino libre acaso?
— ¡Claro
que no! —repuso contundentemente Francis. —Me interesaba saberlo más que nada
para darme cuenta la clase de amor que profesabas a Sara. Y pude darme cuenta
que lo tuyo no es amor en la más mínimo porque si la amases como pregonas jamás
hubieras hecho la bajezas que hiciste. Te hubieras alegrado en cierta forma con
ver a tu ex pareja siendo feliz con otra; porque cuando uno ama se es capaz de
alcanzar ese nivel de consideración por el ser amado. Se acepta la elección que
tomó y se libera para que pueda disfrutar de esa dicha que tú ya no puedes
darle y que encontró con otra persona. ¡Eso es amar!
—Pues
que lastima porque yo no lo veo así — objetó Lorena. — cuando uno ama, no
renuncias al ser amado y tampoco lo entrega a otra persona como tú dices, sino
que luchas para hacerle ver que eres tú la indicada para hacerle feliz y no
otro. No se puede andar regalando a cualquiera lo que fue creado para ti. Uno
merece ser feliz también ¿De lo contrario qué gracia tendría que todo el mundo
seas feliz menos tú? ¿Postergarte a ti mismo para terminar haciendo trizas tu
corazón? ¡Discúlpame que no coincida contigo! Tengo el mismo derecho en ser
feliz como cualquier otro individuo. No vine al mundo para sacrificarme como lo
hizo Jesucristo. Fui creada para ser feliz y disfrutar a plenitud de todo
cuanto pueda.
—Veo
que tu forma de amar es la más egoísta de todas — espetó Francis a su
contrincante. — Solo piensas en ti misma y no en la mujer que dices amar.
— ¡Bravo!
Ha hablado una futura canónica de la iglesia cristiana— se mofó Lorena. — dime
una cosa tú ahora, buena samaritana ¿Habrías renunciado a Sara para que fuese
feliz a mi lado? ¿Podrías aceptar que me amase a mí y no a ti? ¡Habla pues!
—Voy a
responderte porque soy consecuente con lo que pienso — repuso Francis y viendo
a su novia, añadió sin más preámbulos. — Con el dolor de mi corazón la hubiese dejado ir
porque sé que ella estaría siendo feliz a tu lado. Me importa más su dicha que
verla siendo infeliz conmigo en el largo plazo. No te niego que me dolería
horrores porque no soy de fierro, pero en el fondo de mi corazón jamás la
dejaría de amar porque ella significa todo para mí. Con el tiempo sabría que
hice lo correcto.
— ¡Insisto!
Estás calcada para el papel de mártir cristiana — dijo Lorena con sorna. —
¿Cuánto crees tú que un corazón puede soportar un revés cómo ese? Lo dije hace
un rato, nosotros no somos el hijo de Dios para tamaño sacrificio de amor, tan
solo somos seres humanos con debilidades. No nacimos para sufrir a ese nivel de
desprendimiento y entrega. No podemos superar una pérdida como esa sin que nos fracturemos
en el proceso. ¡Entiéndelo! Yo no soy como tú, jamás te entregaría a Sara.
— ¡Qué
bueno que no eres como yo! — repuso Francis. — No puedes entender lo que soy
capaz de hacer por esta mujer que tú despreciaste antes.
—Vemos
el mundo con distinta mirada — refutó Lorena. —Amar no tiene un solo
significado y tampoco pertenece a unos cuantos. Es para todos según tú
necesites.
—Tienes
razón en una cosa — acotó Francis y tomando la mano de su novia, dijo. —Pensamos
distinto. Ahora si nos disculpas, nos retiramos mi novia y yo.
—Sara —
llamó Lorena al verlas caminar.
—Dime—
se detuvo ésta y giró para verla.
—Regrese
por ti — señaló Lorena. —Eso debe significar algo ¿no te parece?
—Solo
te diré esto — respondió Sara viéndola seriamente. — ¡Llegaste muy tarde! Aquel
sentimiento que sentía dentro de mí, tú misma te encargaste de matarlo con tu
partida. ¡Ya nada queda para ti!
Esta
vez, Lorena, fue incapaz de decir algo porque sentía en carne propia lo que una
vez le tocó vivir a Sara y le dolió como muerte ese rechazo a su propuesta de
amor. Tragó saliva porque un nudo se le hizo en su garganta. Era una completa humillación a su querer y
frente a una contrincante que la vio con la ceja alzada y fríamente.
—Ahora
sí ¿Nos vamos a casa? —demandó Francis viendo a su pareja sin mucha expresión
de júbilo por el triunfo obtenido.
— ¡Vayamos
amor! — aceptó Sara, tomándola del brazo y sintiéndose amada y protegida por
aquella rubia.
Unos
pocos pasos más allá las esperaban, su madre, hermana y cuñada. Que habían
observado y escuchado todo y se abstuvieron de entrometerse puesto que sabían
que le correspondía solucionar aquella adversidad a ellas como pareja.
— ¡Bien
hecho hermana! — expresó Anabelle así,
su respaldo a la joven en defender su
amor y a su pareja.
—Estoy
orgullosa de ti, hija mía— celebró Anette dándole unas palmaditas en el hombro
a su retoño y viendo a su futura nuera, agregó. —Se nota que te ama.
—Lo sé
y lo comprobé aún más hoy — aceptó los hechos Sara.
— ¡Vayamos
a casa! —demandó Raniel pícaramente. — Tenemos otros compromisos que atender ¿no
les parece?
—Efectivamente,
princesa. — secundó Anabelle que supo a lo que se refería su prometida. —Por el
bien de todas, ¡Vámonos!
No
hubo que esperar una respuesta verbal ya que las cuatros se vieron y la sonrisa
que se formó en sus labios era épica y solo Anette se carcajeó para sus
adentros con el comentario y las intenciones de sus hijas.
En la
vida se gana y se pierde. Y lo que una
vez dejaste ir puedes con el tiempo lamentar profundamente porque los
reencuentros no siempre suelen traer buenas noticias para las personas.
1 comentario:
Hay dios! por un momento pensé que todo terminaría mal entre Francis y Sara, pero el amor y la actitud de Francis, grandiosa!
Ya con esto finalizado regresaran a Inglaterra y llegara el tan esperado reencuentro entre estas tres mujeres...se me va hacer larga la espera...Gracias por el capítulo...Saludos
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