Destino implacable, capítulo 7.
Han pasado ya varios días de
aquel incidente en que la dueña de la estancia los pozos intentará llevarse
consigo a Bianca y revelarle la verdad del pasado de ambas.
Desde ese entonces en que la
joven Enapina ha tenido que estar recluida en las instalaciones de Buque
quemado junto a Mario en el primer rol y luego, proseguir con Oscar. Ambos con
las mismas órdenes de no descuidar o dejar sola a la joven Rangel y avisar
inmediatamente en caso de ver aparecer la camioneta de Ariza Pedrales,
merodeando por los alrededores.
Toda esta situación tenía
descompuesta a la muchacha, ya que no soportaba estar lejos de las verdaderas
instalaciones que le correspondían, pero que por orden autoritaria de la jefa
de inspectores debió acatar y que para colmo de males fue respaldada por
Alejandro Miranda y el Gerente General de Enap Magallanes, que solicitó una
reunión en privado con el mandamás de Posesión, una vez que retornó de Santiago
y así, ponerlo al tanto de la resolución optada por la casa central.
Dos semanas que fueron
cruciales para la empresa petrolera en la zona, ya que por órdenes expresas del
presidente de la empresa se prohibió que la muchacha siguiese desarrollando su
trabajo en la zona de Daniel Central. Debido a que a nivel de gobierno se había
levantado un sumario interno y se estaba viendo realizar gestiones legales en
contra de la estanciera por cuasi intento de homicidio.
Fueron unos días para el olvido
y en que el ambiente de trabajo se volvió muy tenso y por momentos intratables
en que lidiaban dos posturas en pugna. Los que estaban a favor de la decisión
de Miranda y los de Héctor, entre los cuales se encontraban los más veteranos y
que no deseaban ser perjudicados en su fuente laboral porque sabían de ante
mano que serían motivo de represalias por parte de la estanciera.
No está demás decir; que la
muchacha debía sentir en carne propia como fue casi aislada del resto y que más
encima muchos de sus compañeros no le dirigían la palabra por creerla
responsable y una amenaza a su fuente de ingresos. Cuando llegaba al casino,
todos se apresuraban en tomar sus alimentos e irse cuanto antes del lugar.
Provocando que el corazón de la muchacha se resintiera por el desaire de sus
colegas.
─ Un recién llegado sabe ubicarse y no se las da de sabelotodo ante un
pez gordo como la dueña de los pozos y que pone en riesgo a sus compañeros. ─
fueron algunas de las advertencias hechas por sus compañeros más radicales ─
Aquí se acata lo que se te manda sin chistar. Aprende a ser humilde.
Día tras día fue objeto de
hostigamiento por parte de varios enapinos y hubiesen proseguido con sus
fechorías de no ser por Marcela, que
descubrió a uno de ellos restregándole en la cara a Bianca, su estupidez y fue
ahí, que se llamó a una reunión con los involucrados y se les advirtió que
depusieran sus actitudes o se les mandaría una amonestación a la inspección de
trabajo por acoso y persecución hacía un compañero, cosa que está penada en
este país.
La joven Rangel estuvo a punto
de presentar su renuncia y mandar todo
al carajo, ya que sus nervios estaban colapsados después de dos semanas en las
que no fue suficiente con descubrir de golpe y porrazo su pasado. Sino que
además, estuvo bajo estrés laboral extremo y eso la terminó por quebrar y con
la ayuda de Valeria, pudo deponer su decisión y continuar a pesar de todo lo
que estaba sucediendo.
En el campamento, finalizaba
otro rol y regresaban los demás, entre los cuales estaban Marcela y Mario.
Además, del insoportable Héctor que aún guardaba resentimiento en contra de la
joven empleada y la culpaba de todo el mal que aquejaba a la empresa y aún
tenía en la retina el maltrato que le diese a su idolatrada…Ariza Pedrales. En
pocas palabras este rol solo traía más problemas a la muchacha.
La susodicha ya se encontraba
por terminar su turno de la jornada y es
que en cambios de roles; se acababa más temprano y así, dar los pormenores de
la jornada a los recién llegados. Por lo tanto, reviso las presiones y verificó
que las válvulas estuviesen en perfectas condiciones, antes de anotar el
reporte y despedirse de Oscar y Luis (cocinero)
Cuando concluyó con la lectura,
presentó su reporte al operador de Buque y después de una breve plática de
quince minutos. Decidió marcharse, declinando la once que le tenía preparada Luis.
─ Ve no más, Bianca ─ instó Oscar ─ Yo acompañó a Luis y te alcanzó en
el camino.
─ De acuerdo ─ repuso ésta ─ Por cierto, no iré a la reunión porque
deseo hablar con Don Alejandro antes de que parta.
─ No hay problema. Yo le aviso a Mario ─ convino Oscar.
─ Gracias ─ señaló Bianca ─ Nos vemos y que tengas buen viaje.
─ Muchas gracias y que tú tengas una mejor semana ─ mencionó el
operador.
─ Dios te oiga ─ expuso Bianca y se marchó del modulo.
Resoplando fuerte por sus fosas nasales tras lo expuesto por su
compañero y con deseo de desaparecer del mapa. Quiso ser libre por unos
momentos, por lo que llegando a la camioneta desconectó la chicharra y se dispuso en disfrutar un
poco de libertad.
Se quitó el casco y en su lugar se colocó una gorra de la NBA, se montó
sus gafas de sol y echó andar su camioneta y programó algo de música. Bajo el
alza vidrios y salió algo lenta para no levantar sospechas en sus colegas y
cuando ya estaba fuera de alcance; apretó el acelerador y muy pronto alcanzó
los 120 Km/h.
La música y la brisa que entraba por su ventana, se confabularon para
darle alivio y sumergirla en sus pensamientos y en todo lo que estaba viviendo
y es que se sentía como un ave cautiva y doblemente cautiva… Primero por su
propia empresa de trabajo y la segunda, la más fundamental de todas por la
responsable de sus males pasados como presentes y es que irónicamente y por
segunda vez, la misma mujer venía a destrozar su precaria vida.
No concebía que nuevamente tuviese que sufrir a causa de Arlyn o Ariza, no
era justo. Hizo todo lo que estuvo a su alcance para evitar toparse en esta
vida con ella. Dejo casa, familia, amigos…Todo con tal de librarse de su peor
pesadilla y todo resultó un fiasco y hoy debía pagar caro todas sus decisiones.
─ Quisiera regresar el tiempo y evitar toda esta pesadilla ─ murmuró
entre dientes Bianca, que se resintió en su corazón e inconscientemente y como
desahogo a su angustia; piso casi a fondo el acelerador hasta alcanzar una
velocidad muy peligrosa para un camino ripioso.
Una inmensa polvareda se dejo ver en todo el camino de Buque a Posesión
y es que la camioneta volaba por la angosta senda, saltando piedras por doquier
a medida que el coche avanzaba.
Sin duda que la joven no estaba para nada atenta al camino y es que su
visión se volvió borrosa, producto de las lágrimas que escurrían por sus ojos y
era un verdadero peligro para sí misma, conduciendo en ese estado.
Lo único que le importaba a esas alturas, era escapar tan lejos como
pudiese y como no podía concretarlo, encontró en la velocidad esa libertad…Ese
escape que le permitió liberarse de todo lo que estaba acumulado dentro de su
ser interior.
Tan rápido iba por aquella tierra de nadie, que en la intercesión que
daba con los que venían por el camino
principal de Punta Arenas, se topo con el bus que llevaba al grupo de Enap
rumbo al campamento y fue el mismo chofer que debió hacer una maniobra
inesperada y cederle el paso a tan impetuosa camioneta de la empresa. Sacando
insultos por mayor del hombre como asombro de muchos de los que ahí iban.
─ ¿Quién diantres conduce esa camioneta? ─ rabió a más no poder el
chofer ─ ¡Maldito enajenado! Para eso te dan licencia, animal.
No solo fue él que protestó sino que de inmediato lo hicieron sus
compañeros de viaje y sólo unos ojos verdes, se mantuvieron impertérritos ante
lo sucedido…
« ¿Podrá ser ella? » reflexionó esa persona.
Ajena a la oleada de insultos y en su loca carrera. Bianca, seguía
sumida en sus pensamientos y que esas alturas ya parecían carroñeros sedientos
de sangre y de darse el festín de sus vidas.
No había alivio para su congoja y solo la velocidad le daba ese poco
sereno, que sin embargo, la estaba exponiendo a más problemas.
Mientras enfilaba por esa montaña rusa de camino, nuevamente se topo de
lleno con otro vehículo que venía opuesto a ella y que por causa de venir
sumida en sus pensamientos, no se percató ni por un momento a quién pertenecía
en verdad.
Al momento de quedar enfrentada ventanilla con ventanilla y como si
fuese en cámara lenta. Un rostro moreno y de penetrantes ojos verdes clavó sus
ojos en el conductor de esa camioneta y se quedo viéndole fijamente. No perdió
detalle de la persona que iba detrás del volante y aunque su cabellera
estuviese cubierta por la gorra, unos cabellos castaños claro danzaban con el viento que le golpeaba de costado y por más
lentes de sol que llevase puesto, el perfil de su rostro era inconfundible.
Comprobando que esa persona no era otra que Bianca Rangel. Y en cosa de
segundos toda la imagen desapareció ante sus ojos por lo raudo de su paso.
Sin duda que hallarle en el camino fue toda una sorpresa, más la
velocidad con la que iba le causo mayor conmoción y a unos cuantos varios
metros más allá consiguió detener su coche y por el espejo lateral comprobó la
estela de polvo que levantó aquel coche Enapino y el peligro que podría
ocasionar conducir de esa forma.
No podía dar crédito a lo que vio…Jamás se imaginó que ella corriese de
esa manera ya que siempre y en lo poco tiempo que llevaban de conocerse; lucía
serena y sólo en su presencia se mostraba totalmente diferente.
Aunque debía atender unos asuntos en Puerto Natales con urgencia,
decidió dejarlo de lado e ir detrás de la muchacha, por lo que encendió
nuevamente su camioneta y giró su volante y se fue con rumbo al campamento.
─ Será mejor que me asegure de que estás bien ─ murmuró para sí ─ Esto
no pinta nada bien para ti.
Momentos más tardes y ya casi aproximándose a las inmediaciones de la
primera estación y con tanta señal de advertencia de los peligros que habían en
el camino; Bianca, recién reaccionó y fue bajando la velocidad gradualmente
hasta alcanzar la requerida y se las arregló para volver a conectar la
chicharra; aunque esto no iba a servir mucho que digamos porque todo vehículo
es monitoreado por Gps en el Cop y estos ya se habían percatado del hecho.
A menos de un kilometro entró de lleno en las inmediaciones del
campamento y tomo el segundo camino alternativo para entrar directo a obra y
así, poder hablar con Alejandro Miranda.
Una vez dentro, aparcó su camioneta marcha atrás como era obligación y
la dejo andando por unos momentos mientras se fue en busca de su jefe.
Al llegar, Alejandro le quedo viendo fijamente en cómo está lucía ya que
en ningún minuto se quitó la gorra como las gafas.
─ ¿Todo bien Bianca? ─ preguntó Alejandro.
─ La verdad. No ─ respondió secamente la muchacha.
─ ¿Qué sucede? ─ indagó algo preocupado el mandamás.
─ Necesito salir del campamento por unos días o ausentarme del trabajo
por un breve tiempo ─ expuso Bianca.
Alejandro, intuyó que su empleada deseaba escapar de toda esa tensión y
no la culpaba. Sin embargo, no podía hacerlo hasta que concluyese el sumario y
ver qué decidirían en Santiago con respecto al futuro de la joven. Por lo
tanto, decidió optar por una solución más lógica y más factible para la empresa
y de paso darle un breve descanso a la muchacha.
─ Bianca, por más que desease darte ese permiso no puedo contravenir las
órdenes que se me dieron con respecto a ti en la casa matriz ─ explicó
Alejandro ─ Lo que sí puedo hacer es darte unos días de descanso, pero deberás
permanecer en el campamento. Además, debo recordarte que fuiste tú misma la que
presentantes una propuesta a Enap en que firmaba un contrato por un año de
permanencia en el campamento sin perjuicio para la empresa, la cual te la
aceptaron sin problemas y ahora no puedes desdecirte de tu compromiso.
Aquello le vino a propinar un revés en sus planes a la muchacha y es que
deseaba tanto largarse del lugar que no se detuvo a pensar en el contrato que
firmó en que la empresa era la responsable de su integridad en lo que iba de
esa año por lo que ella debía ajustarse a las normas de la empresa. Brindándole
hospedaje y unos días extras de descanso si ella así lo requería, pues no
estaba sometida a roles de trabajo como el resto de sus compañeros por lo que
ella trabajaba de Lunes a Viernes, descansando los fin de semanas.
─ Comprendo ─ repuso ella ─ Entonces me acogeré a esos días de descanso.
─ ¿Cuántos días necesitas? ─ preguntó Alejandro.
─ Una semana si se puede ─ respondió Bianca.
─ ¿A contar de mañana? ─ indagó Alejandro ─ para así avisar a Punta
Arenas y que Carlos Gallardo esté al tanto.
─ Está bien ─ afirmó Bianca.
─ ¿Necesitas algo más? ─ inquirió el superior.
─ No. Nada
más ─ señaló seria Bianca. ─ Me retiro y muchas gracias.
─ Bianca antes de que te vayas ─ acotó Alejandro.
─ Dígame ─ instó la joven.
─ ¿Has pensado en lo que te sugirió Marcela? ─ indagó Alejandro.
Estudiando el rostro de la muchacha que lucía bastante decaído.
─ ¿Se refiere a la demanda contra la dueña de los pozos? ─ respondió con
otra pregunta la joven.
─ En efecto ─ afirmó Alejandro.
A la joven le estaba molestando que la pusieran contra la espada y la
pared. Se sentía un títere en las manos de Enap como de Ariza y era más de lo
que podía soportar. Aún así, debía hacer algo o de lo contrario terminaría
arruinando a una de las parte le gustase o no. No obstante, había algo que sin
quererlo o no, no deseaba hacer y la respuesta yacía en lo profundo de su
corazón.
─ Don Alejandro. ─ comenzó por refutar Bianca ─ Usted cree que yo deba
hacer algo de esa índole cuando estoy en el ojo del huracán en la empresa. En
dónde mis compañeros me han hecho la ley del hielo, insultado y que tengo que
lidiar con una de las mujeres más poderosas de estas tierras y que por una de
sus locuras me vi envuelta en un accidente que no provoque y que hoy me está
costando casi un colapso nervioso ¿para qué desean que interponga esa
denuncia?...Acaso no se dan cuenta que lo único que van a conseguir que aquí se
desate el mismo infierno y que a esa mujer no se detendrá hasta destruirnos a
todos juntos.
─ Es mi idea o ¿le tienes miedo ahora? ─ especuló sarcásticamente
Alejandro, que se levantó de su asiento y se aproximó hasta la joven ─ Porque
esa no es la misma Bianca Rangel que yo deje antes de viajar a Santiago. Aquella tenía agallas y más que todos los que
llevamos tiempo en esta empresa. Te creía distinta y ahora resulta que te
acojonaste de la noche a la mañana.
─ Yo no soy ninguna cobarde. Don Alejandro ─ replicó con firmeza Bianca
y con una fiera mirada; ya que no le gustó el termino que utilizaron con ella. ─
Si no deseo una confrontación con ella es precisamente por ustedes, porque
serán los que sufrirán las consecuencias de las represalias de esa mujer. Por
la misma razón deseo alejarme un tiempo y que las cosas se calmen un poco y que
Enap vea que es más conveniente.
─ Aclárame una duda ─ indagó seco el superior, golpeando con los
nudillos de su mano la mesa ─ No fuiste tú misma que dijo que esta empresa
estaba llena de lame botas y que no se debía hacer todos los caprichos de Ariza
cada vez que se le antojará o ¿me equivoqué de persona?
─ Claro que no se equivocó ─ replicó Bianca.
─ ¡Entonces qué te paso! ─ amonestó Don Alejandro. ─ O será que Ariza
consiguió amenazarte en caso de que la denunciarás.
─ Ella no ha hecho tal cosa ─ respondió seca Bianca ─ Y tampoco se lo
consentiría.
─ Que no ves que con ello podemos frenar la andanzas de Ariza Pedrales y
tener un poco más de libertad de actuar y respeto como personas ─ mencionó Alejandro. ─
Lo que tú hagas será decisivo para el futuro de cualquier trabajador de esta
empresa. Es por una causa común y que beneficiará a todos en este campamento y
a los que vengan a futuro. ¡Piénsalo un poco! Y luego, me haces saber tu
decisión.
─ Está bien, Don Alejandro ─ señaló una pensativa Bianca, que no pudo dejar
de encontrar la razón en algunos puntos ─ Estos días me servirán para
reflexionar un poco más los hechos.
─ Me parece perfecto ─ concordó éste ─ Ahora ve a descansar y por
cualquier cosa, tienes mi número. Llámame si necesitas algo a la hora que sea.
─ Lo tendré presente ─ respondió Bianca ─ Con su permiso, me retiro.
El mandamás se quedo meditando en la actitud y palabras de Bianca,
mientras que ésta, salió conteniendo al máximo su molestia y subió al vehículo
y salió del recinto con rumbo a la casa I de mujeres, para sacarse el uniforme
y hacer algo que se le vino en mente.
Por otro lado y en ese mismo instante; el bus se estacionaba frente a la
garita de Sodexo y a los pocos segundos, descendía el personal del nuevo turno
e iba en busca de su equipaje e irse rumbo al Cop para la reunión de entrega e
informe. Estando en esos menesteres, un hombre se acerca hasta dónde se
encontraba sacando su mochila, un superior de relevo.
─ Marcela, te sugiero que veas cuanto antes quién conducía esa camioneta
o éstos otros tendrán argumentos de sobra para hacer un incendio y no creo que
Alejandro quiera más problemas al respecto ─ Apremió, Carlos, jefe de
coordinación en la mesa central.
─ Descuida, yo me haré cargo personalmente de ese tema ─ señaló Marcela,
cargando su mochila al hombro ─ Veré quién es el responsable y que reciba la
amonestación correspondiente.
─ Eso espero ─ expuso Carlos ─ Nos vemos en la reunión.
─ Oka ─ dijo Marcela y fue a retirar las llaves de su casa y habitación.
Al mismo tiempo que todo ello se desarrollaba en dicho lugar y a unos
cuantos metros más allá; se encontraba aparcada una camioneta en el camino
principal que daba frente a las inmediaciones del campamento. Su conductor
permanecía en su interior expectante de todo cuanto se estaba gestando en el
lugar. Desde su posición observaba todos los movimientos que hacían los
funcionarios de Enap y permaneció impávido como observador hasta que algo llamó
su atención e hizo que no perdiera detalles de la dirección del objeto en
cuestión.
─ ¡Así que ahí vives! ─ murmuró dicha persona con su habitual sonrisa
burlona ─ Es muy interesante saberlo. Es una pena que ella llegase justamente
hoy para privarme del placer de hacerte una visita de cortesía.
Como sí de pensamientos cruzados se tratase, justo en ese preciso
momento, Marcela Paredes, salía de la oficina de Sodexo, cuando instintivamente
clavo sus ojos en dirección en el que se encontraba el vehículo estacionado. Llamando
poderosamente su atención y enseguida su entrecejo se contrajo
involuntariamente, puesto que tuvo un mal presentimiento con ese vehículo que
al que no reconocía y es que nunca antes lo había visto por la zona. Sin
embargo, un pálpito o sexto sentido le advirtieron del peligro y su ceño
fruncido era la confirmación de sus conjeturas
Marcela, llevada por su instinto, avanzó unos cuantos pasos y así,
sacarse las dudas, más no continuó ya que fue llamada por Pato, para que se
fueran juntos a la reunión.
─ ¿Dónde ibas Marce? ─ preguntó Patricio, que le ayudo con el bolso.
─ Quería ver un asunto que llamó mi atención ─ señaló la inspectora ─
pero creo que lo dejaré para otra ocasión.
─ Sea lo que sea es lo más aconsejable porque tú sabes que no podemos
faltar bajo ningún motivo porque somos los encargados de sacar adelante este
campamento ─ recordó Pato.
─ Hombre no necesito que me recuerdes mis obligaciones ─ espetó
burlonamente Marce─ fue solo un asunto sin importancia.
─ ¡Uy! ─ exclamó del mismo modo Pato ─ parece que llegamos de mal genio
parece.
─ ¡Aha! ─ ironizó Marcela ─ Lo que tú digas.
─ ¡Ya mujer relájate! ─ entre risas Pato, que le encantaba hacerla
enfadar ─ Sólo estaba bromeando.
─ A veces tienes un sentido del humor muy negro, Pato ─ reprochó de mala
gana Marcela.
─ Es que soy el que marca la diferencia en este lugar ─ fanfarroneó
Patricio, sobando la espalda de la inspectora a modo de consuelo. ─ Tú sabes
que no me gusta ser como los demás. Es tan insulsa su forma de comportarse y
tan carente de estilo. Son bien mediocres estos giles.
─ Un poco de humildad no te haría nada mal, Patricio ─ soltó mordaz la
inspectora que lo veía de reojo.
─ Primero muerto que sencillo, mi querida Marcela ─ contravino éste ─ No
me gusta que me echen al mismo saco que estos idiotas. Sería rebajarme a su
nivel de vulgaridad.
─ Recuerda que son tus compañeros, querido mío ─ adujo burlonamente
Marcela ─ Sin ellos, esto no funcionaría.
─ Son mano de obra barata nada más ─ señaló déspotamente Pato ─ Si
fuesen profesionales de clase, estarían en altos puestos. Son sólo tipo que
entraron con cuñas nada más. No son como nosotros que postulamos por concurso y
eso nos da otro nivel y roce.
─ ¡Ya veo! ─ se limitó en decir la inspectora y cambiando de tema ─ Espero
que no haya muchas novedades y esté todo tranquilo.
─ Lo dudo mucho. Con estos ineptos siempre hay problemas ─ expuso
mordazmente Pato ─ ¿cuánto quieres apostar que hay más dramas que cuando nos
fuimos?
─ Espero que te equivoques esta vez ─ acotó Marcela, entrando al Cop. ─
mira que ya tenemos asuntos muy delicados en estos momentos.
─ No me lo recuerdes… ─ masculló Pato ─ El caso Pedrales está que nos
explota en la cara y esa niñita que juega a hacerse la difícil por puro
fastidiarnos un poco más el colon.
La inspectora le cayó como patada al hígado el comentario de su colega y
encargado del Cop en el turno. Y tener que mordérselas ya de por sí era
bastante molesto por su persona y más si venía de una persona como Patricio,
que muchas veces le hacía la vida a cuadros a varios en el campamento, por lo
que debió hacerse la loca y hacer como si no hubiese escuchado nada.
Justo en ese momento, entraba al lugar Alejandro Miranda y les saludo e
instándolos a pasar a la reunión.
─ Veo que vienen muy renovados ─ soltó divertido Alejandro, haciendo
alusión a Pato y sus malas vibras ─ el descanso les sentó bien ya que tienen
una semana cargada de trabajo.
─ Tú sabes que siempre llegamos con la mejor disposición de sacar los
cachos que otros nos dejan y que se les van en collera ─ mencionó con total
soltura de cuerpo e ironía Pato─ La pega nunca nos queda chica ¿No es así
Marcela?
─ Por supuesto ─ aseveró Marcela, siguiendo la corriente a su compañero ─
Siempre listos en dar lo mejor.
─ Eso es fantástico, muchachos ─ alabó Alejandro y con humor negro,
añadió ─ Porque deberán solucionar la rotura de dos compresores en San Gregorio
y Dunguenes y como nosotros ya nos vamos yendo, el revelo lo solucionará como
siempre.
─ ¡Te lo dije, Marce! ─ exclamó Pato, elevando sus brazos con
exageración ─ cuando no es pascua en Diciembre.
La inspectora queda viendo al mandamás de la empresa en busca de alguna
señal que desmintiera lo dicho, pero en su lugar vio un rostro serio y supo que
no era ninguna broma.
─ ¿Desde cuándo? ─ preguntó Marcela.
─ Desde anoche y tienen parada la mitad de la producción ─ mencionó
Alejandro ─ así que les sugiero que se aboquen de lleno a ello para que todo
vuelva a la normalidad.
─ ¿Estamos listos para comenzar con la reunión? ─ interrumpió Marcos,
segundo a Bordo del Cop.
Todos los presentes, superiores, operarios y aprendices asintieron y dio
inicio a una habitual traspaso de roles y se les informó los pormenores de la
semana…La dichosa charla se extendería más de lo habitual.
Por su parte, en la casa I…
Bianca, tomaba un baño y dejaba que el agua sobre su cuerpo aliviara en
parte la pesadez que llevaba consigo. En un momento se abrazó a sí misma
queriendo mitigar la necesidad de consuelo que deseaba en ese preciso instante.
Y es que la muchacha comenzaba a resentirse al estar tan sola de su familia,
sin amigos y para colmo de males, aisladas por voluntad propia de sus
compañeros.
La marginaron de todo hasta lo más insólito como era el participar en
partidos de Básquet y jugar bowling cada noche después de finalizar la jornada
de trabajo. Ni siquiera las profesoras de Educación Física, que estaban a cargo
de mantener en forma a los Enapinos, deseaban compartir tiempo con ella y eso
que eran compañeras de casa.
Las cosas son bastante difíciles en un campamento minero o petrolero; en
que un grupo de personas están confinadas a espacios pequeños y deben verse las
caras los unos a los otros casi las 24 horas del día.
─ Saldré a despejarme un poco ─ murmuró Rangel.
Cerrando la llave de la ducha, tomó su toalla y secó todo su cuerpo.
Luego, se fue a su habitación que estaba a unos pasos del baño. Miró dentro de
su pequeño armario; que sea dicho de paso, era una habitación tan estrecha que
apenas cabía una cama de plaza, una mesita de escritorio, un velador y el
armario y eso sería todo; al mejor estilo del ejercito; minimalista.
Le tomó muy poco enfundarse en unos jeans negro, un yérsey rosado,
zapatillas y una casaca verde claro, ya que el clima en las pampas australes es
muy hostil y cala hasta los huesos mismo y uno llega a resentirse con el paso
del tiempo. Es un clima muy extremo y hay que tomar los resguardos necesarios.
En la cocina preparó un termo con cocoa caliente, unas galletas y tomó
una linterna en caso de que se le hiciera de noche y sucediese algo. Tomó las
llaves de su jeep, echó andar y salió con dirección sur.
Ninguna de las personas que estaban visibles en ese momento en el
campamento, le tomó importancia hacia dónde se dirigía el jeep, pasando delante
de Dirección de obras y oficinas de inspectores. Absolutamente nadie reparó en
el coche y prosiguieron en sus asuntos sin más.
La joven por su parte, luego de echar un vistazo por el retrovisor y
cerciorarse de que nadie salió de obras tras su paso por las instalaciones.
Respiró con más tranquilidad y es que contaba con que la mayoría de la jefatura
en esos instantes se encontraba en plena reunión y no impedirían sus planes.
─ Es un alivio no saber que se interpondrán en mi camino ─ murmuró para
sí, la joven Rangel, mientras veía el camino lleno de baches y polvoriento ─ Al
menos podré descansar de todos ellos y su hipocresía.
Sumida en sus pensamientos continuó conduciendo mientras se iba
internando hacia su destino y olvidándose por completo de todo lo demás. Y es
que la joven creía que nadie notaría su ausencia dado que debían solucionar el
problema de los comprensores.
No obstante, Bianca, estaba lejos de estar en lo cierto y es que había
dos personas muy pendientes de sus acciones como de sus decisiones. Una de
ellas, veía constantemente y con disimulo el reloj en la sala de reuniones y
mentalmente contaba los minutos para verla y ver cómo se encontraba.
Por otro lado; la segunda persona involucrada en esta historia,
contemplaba todo en silencio desde su lugar y sólo estaba aguardando el momento
exacto para actuar. Dejando que su presa diese los primeros pasos y que le
condujese al lugar preciso en que se dirigía.
Y es que Bianca, en ningún momento tomó conciencia de la camioneta
estacionada en un costado del camino y que hacía un buen rato estaba observando
todo lo que sucedía en el campamento. Fue testigo presencial en como el jeep de
la muchacha iba con dirección sur y una pequeña sonrisa torcida se dibujó en
los labios del conductor de la camioneta.
Desde su posición privilegiada, podía ver cada paso (sitio enumerado de
un cierro, hecho por los estancieros) que la joven iba cruzando y sólo
aguardaba un poco más para ponerse en marcha.
En el preciso momento en que el jeep, atravesó el paso 14, los ojos
verdes del conductor de la camioneta brillaron intensamente, esa era señal que
estaba esperando…
─ ¡Ahora ya estás en mis dominios! ─ exclamó en forma altiva el
conductor y puso en marcha su camioneta. Conduciendo muy despacio y a propósito
a no más de 30 Km/h.
Sin duda que Bianca, se había metido en problemas y es que al llegar al
dichoso paso 14, se adentraba directamente en las tierras de la estancia los
pozos, propiedad de Ariza Pedrales, ama y señora de sus dominios, no por nada la apodan la reina de
las pampas.
Estaba más que claro que la joven Rangel, había ido en contra de las
órdenes de sus superiores al internarse con rumbo a Daniel central u otra de
las estaciones más al sur como Dunguenes.
Sin embargo, la muchacha no tenía contemplado estar en ninguna de las
instalaciones de Enap, por el contrario su vehículo paso raudamente por Daniel central
y siguió de largo conduciendo por más de 45 minutos que la llevaron
directamente al desfiladero del fin del mundo, sitio en que se hallaban la
estación de Dunguenes y el faro más austral del continente y es ahí, dónde
realmente se dirigía la joven.
Eligió el camino alternativo que la llevaba por el lado argentino y daba
justo al costado de dicho faro, que por cierto estaba a cargo de dos familias
de marinos que vigilaban la soberanía del país y que a su vez, era un lugar
turístico por obligación.
Llegando al lugar, estacionó su jeep en el único sitio disponible para
viajeros y charló con uno de los uniformados, que ya la conocían y con quién mantenía una relación de amistad por
ser ambos de oriundos de Iquique.
Tras unos minutos de amena platica, la joven pidió permiso para subir al
faro y tomar unas cuantas fotos y llevarlas de recuerdo para su familia.
Sentir el viento helado y puro a esos 24 metros de altura, la llenó de
paz y alivio. Sin mencionar con la espectacular vista que tenía de todo el
sector. La refinería, la pampa, el mar y el incontable número de plataformas
petroleras que se hallaban en el interior del estrecho, que parecían pequeños
puntos.
Tras sacar un buen número de fotografías y mientras apuntaba el foco de
su cámara hacía uno de los tantos senderos, quedo viendo un coche que se
dirigía hacia el lugar. Sacó la foto y por un leve y breve instante quedo
viendo ese vehículo y tuvo la corazonada que debía irse del lugar. Por lo
tanto, guardo su cámara y bajo rápidamente, se despidió de su amigo oficial y
se fue con rumbo a la playa y así estar sola y tranquila.
Después de caminar un buen trecho en los que aprovechó de fotografiar a
las aves del lugar, llegó hasta un banco de arena, en el que se acomodó y se
dedicó a disfrutar plenamente, fue tanta la paz que halló, que dejando de lado
sus cosas, se abrazó a sus rodillas y apoyando su mentón en ellas, cerró sus
ojos y se dedicó a escuchar el sonido del mar, perdiéndose por completo en tan
placentero embrujo y al punto de quedar sumida en ello, sin percatarse de nada
a su alrededor.
Estaba tan absorta en escuchar ese sonido tan envolvente que no notó de
la presencia de otra persona que se aproximaba a ella.
Cada romper de olas en la orilla, traía paz y sosiego a su corazón
acongojado. Los graznidos de las aves peleándose por la comida, daban el
arrullo perfecto que su alma necesita y que a la vez le recordaban viejas
vivencias de su tierra natal.
Todo se confabulaban para mantenerla adormilada y llena de paz: El
viento, el romper de las olas, las aves y la soledad del lugar.
─ El mar siempre es un bálsamo para el alma y nos renueva de todo lo
malo que llevamos a cuestas ─ se escuchó decir a una voz conocida para la joven
y que vino a interrumpir su disfrute.
Bianca, abrió de golpe sus ojos al escuchar aquella voz y no necesitaba
ser adivina para saber de quién se trataba.
─ ¿Qué deseas Ariza? ─ preguntó Bianca sin voltear a verla y dejando que
su mirada se perdiese en el mar.
─ Es extraño escucharte llamarme por mi nombre ─ mencionó ésta, sin
responder a la pregunta.
─ ¿A qué has venido? ─ volvió a preguntar Bianca, sin dejar de ver el
mar.
─ Quiero saber si estás te encuentras bien ─ repuso Ariza, mirándola
desde lo alto y sus ojos verdes clavados en ella.
─ ¿Qué te hace suponer que me encuentro mal? ─ inquirió seria Bianca.
─ Por la forma en la que conducías, me dio a entender que no lo estabas
pasando bien ─ señaló Ariza, que se sentó a su lado y también fijo su mirada en
el mar.
─ ¿En qué te afecta a ti que yo esté bien o mal? ─ preguntó sin emoción
Rangel, sin prestar atención a la estanciera y añadió. ─ Desde que te conocí
has traído problemas a mi vida y si la estoy pasando mal es por tu culpa y tu
afán de revivir el pasado.
Ariza, sintió como una puñalada las palabras de la muchacha y su corazón
se contrajo de inmediato y es que le dolió saber que su viejo amor sentía esa
aversión por su persona. Parecía que no quedaba rastro del amor que una vez le
profesó.
─ Me afecta más de lo que te imaginas, Bianca ─ refutó Ariza, clavando
sus ojos verdes en la joven ─ ¿Crees que es irrelevante para mí saber que tú
estás pasando por malos momentos?
─ ¡Entonces por qué te empeñas en seguir con algo absurdo! ─ reclamó
Bianca, volteándose a verla.
En eso preciso momento en que el viento jugaba con sus cabellos, sus
miradas se cruzaron y ninguna de las dos dejo de verse con cierta ansiedad y
algo más…
─ Porque nunca podrá el amor ser considerado absurdo ─ declaró
resueltamente Ariza ─ Y aunque sea la única capaz de recordar nuestro pasado, jamás
deje de amarte y en esta vida sigo sintiendo lo mismo por ti, Bianca.
─ ¿Cómo puedes aferrarte tanto al pasado? ─ preguntó con desgano la
joven ─ Que no te das cuenta que lo nuestro fue un error y que retomar algo
inconcluso no es más que una pérdida de tiempo.
─ ¡Pérdida de tiempo! ─ exclamó con pesar Ariza ─ No puedo creer que
seas la misma mujer que tanto amé y que sea la misma que expresa tal desprecio
por lo que una vez sentimos y que jamás me atrevería en llamarle un error.
─ ¿Y cómo quieres que le llame? ─ indagó molesta Bianca ─ Cuando decías
y presumías amarme y fuiste capaz de traicionarme contrayendo matrimonio con un
noble importante. ¡Dime si no fue la mayor equivocación de nuestras vidas
pasadas!
─ Nunca pretendí traicionarte ─ se defendió Ariza ─ Estaba obligada a
ese compromiso mucho antes de conocerte y aunque hubiese querido, no podía
romperlo.
─ ¡Entonces nunca debiste involucrarte conmigo! ─ reprochó seca Bianca ─
porque no solo jugaste con mi corazón y mis sentimientos sino que además,
hicisteis toda una parodia de tus costumbres gitanas con ese estúpido ritual
que resultó ser más que una farsa al igual que tus sentimientos.
Aquellas palabras resultaron ser un golpe bajo para el corazón de la
estanciera y es que la joven; que hasta hace poco no recordaba mucho de su pasado;
ahora con saña y cual dedo en la llaga abierta, le infringía aun más dolor a
aquellos recuerdos que venían a confirmar la angustia y desesperación que debió
pasar al intentar infructuosamente liberarse de ese compromiso que pactará su
padre y sólo trajo desgracias a su vida.
─ No estaba en mis manos acabar
con esa unión ─ mencionó Ariza, cuyos ojos estaban muy oscurecidos en ese
momento. ─ Por eso busque la única solución posible y a mi alcance. De la cual
nadie podría romper jamás, ni siquiera mi propio padre, el rey. Ese estúpido
ritual al que llamas con tanto desprecio y para tu información; fueron las
verdaderas nupcias que contraje ese día contigo y ante la ley de los gitanos,
es un lazo indisoluble y eterno.
─ ¿Y eso qué? ─ inquirió con ironía Bianca, al tiempo que alzaba sus
hombros como ademán. ─ Eso no impidió que te casaras o ¿me equivoco?
─ Bianca ─ respondió con impaciencia Ariza, que ya retornaba a su
acostumbrado despotismo. ─ Mi matrimonio termino siendo tan solo un arreglo
económico impuesto por mi padre y de mutuo acuerdo con el que fuese mi esposo
en esa vida. Y es que ni siquiera el rey pudo ir en contra de la ley de los
gitanos y tuvo que respetar mi unión contigo y se me concedió reunirme contigo esa infame noche después del compromiso.
La joven Rangel, quedo confundida con la aclaración que hiciera la
estanciera y es que algo no le cuadraba en todo ello…
─ ¡Te refieres a esa noche… ─ no acabó de terminar la frase Bianca,
cuando algo se lo impidió.
─ La misma noche en que tú me abandonaste ─ finalizó Ariza ─ Quise
hablar contigo y explicarte las cosas y pedirte que me esperases unos días
hasta que estuviese listo un lugar para nosotras, lejos de la ciudad en el cual
no fuésemos molestadas.
─ Si mal no recuerdo, nunca estuvo en tus planes decírmelo, ya que tú
único interés esa noche fue recalcarme que no me permitirías que me alejase de
tu lado ─ señaló Bianca al memorar esos momentos ─ no vi un gesto de tu parte
que confirmase lo que acabas de mencionar.
─ Permíteme recordarte, querida ─ contradijo mordaz Ariza ─ que no me
dejaste ninguna alternativa apuntándome con un arma. Fuiste tú misma la que nos
negó esa oportunidad y no ibas a creer nada que saliera de mi boca, ya que me
llamaste una mentirosa con todas sus letras.
─ ¿Qué deseabas que hiciera? ─ Indagó Bianca, que desvió la mirada y la
dejo que descansará sobre el mar. ─ Me mantuviste alejada por un mes del pueblo
y mi familia. Y cuando retorno descubro que todos hablaban del gran
acontecimiento y de lo feliz que eras con tu esposo. No iba a escucharte
dijeses lo que dijeses. No me interesaba saber más nada de ti e hice lo único
que me permitiría estar lejos y libre de tus manipulaciones.
─ ¡Te das cuentas que nos condenaste a ambas con tu actitud egoísta! ─ incriminó
Ariza, buscando en el rostro de Bianca, un vestigio que le indicase que todavía
había rastros de su antiguo amor.
Bianca, exhaló un suspiro de resignación, ya que nada conseguiría con
aquella absurda conversación.
─ Te lo vuelvo a repetir, Ariza ─ expuso cansada Bianca y colocándose de
pie ─ No tiene caso que te sigas aferrando al pasado porque yo no tengo interés
en retomar una vieja historia. Ahora, mi vida es otra y tú no formas parte de
ella.
Como si fuese un resorte, la estanciera se alzó de golpe y sujetando
firmemente el brazo de la muchacha. Su mirada era muy intimidante y demostraba
que no estaba dispuesta a ser relegada como si fuese cualquier cosa.
─ A mí no me vas a desechar por segunda vez en tu vida ─ increpó Ariza ─
Yo no soy cualquier mujer que acepta sumisa lo que tú digas. Voy hacer que
honres nuestra promesa ya que lo que nos unió en otra vida, lo atamos en el los
cielos.
─ No puedes obligarme ─ desafió Bianca, tratando de zafarse del agarre ─
No volveré a ser tu títere.
─ Claro que puedo hacerlo, querida ─ amenazó la estanciera, apegando
bruscamente el cuerpo de la joven al suyo ─ Y tengo todo el derecho porque yo
soy tu esposa; te guste o no.
─ No tienes pruebas de lo que dices ─ rabió Bianca, que lucho con todas
sus fuerzas para liberarse de ella.
─ ¡Así que quieres pruebas! ─ exclamó sarcásticamente Ariza, buscando
entre sus ropas─ Muy bien, encanto. Si eso quieres, eso tendrás.
─ ¿Qué haces? ─ preguntó con espanto Bianca. ─ ¡Suéltame de una vez!
─ Darte pruebas ─ masculló Ariza, mientras forcejeaba con ella ─ Y nunca
te dejaré ir otra vez de mi vida.
La estanciera con un hábil movimiento abrió de sopetón la chaqueta de la
muchacha y levantó su demás ropas. Dejando expuesta gran parte de la cintura de
la joven Rangel y de sus ojos de desprendió un brillo intenso al encontrar lo
que estaba buscando.
─ ¡Ahí lo tienes! ─ Exclamó con soberbia Ariza, señalando un tatuaje en
letras en romané─ Es el símbolo de unión entre los gitanos y eso te indica que
tú eres mi esposa, Bianca Rangel o debo decir, Anaí.
Bianca, instintivamente poso sus ojos en su vientre y podía ver
claramente esas letras que la acompañaban desde su nacimiento y que provocó el
asombro de sus padres, ya que no podían explicar un hecho como ese puesto que
nadie en la familia Rangel Inostroza, tenían marcas de nacimiento.
─ Ahora no tienes más argumentos para oponerte, querida mía ─ dijo
burlonamente Ariza, envolviéndola en sus brazos ─ como dije, haré que cumplas
tus votos para bien o mal tuyo.
─ ¿Qué quieres decir con eso? ─ inquirió temerosa Bianca.
─ Significa que te daré un plazo de unos días para que por voluntad
propia vengas a mí ─ indicó Ariza, tomando el mentón de Rangel ─ De lo contrario
será tu querida empresa y tus compañeros, quienes paguen el precio de tu
rechazo.
─ ¿No estarás hablando en serio? ─ indagó espantada Bianca ─ Eso es
chantaje, Ariza.
─ Hablo muy enserio ─ respondió Ariza, cuyos ojos reflejaban la
determinación de sus palabras. ─ Y no es chantaje, mi amor. Sino que reclamar
lo que por derecho me pertenece.
─ Yo no te pertenezco ─ soltó Bianca, al mismo tiempo que esquivo los
labios de la estanciera ─ Eso fue en el pasado.
─ Ya te dije que lo que unimos en la tierra lo atamos en los cielos.
Eres eternamente mía, Anaí ─ mencionó Ariza, que inmovilizó con una sola mano,
el rostro de la muchacha y reclamó sus labios sin consideración alguna.
Por más que Bianca, luchó fue en vano, ya que no era oponente para la
reina de las pampas, que dicho sea de paso; era mucho más alta que la joven, de
contextura más gruesa y contaba con mucha más fuerza que el delgado y diminuto
cuerpo de la muchacha. Definitivamente era desigual las condiciones entre una
mujer a otra.
Tal como la besó, Ariza, se apartó de ella sin soltar su rostro y
viéndola fijamente, agregó…
─ Espero que reflexiones muy bien las cosas y sopeses las consecuencias
de tus actos ─ expresó Ariza ─ recuerda que sólo tendrás unos días nada más y
si llegó a saber que tienes problemas en Enap, no dudaré en ir a buscarte antes
y hacerles pagar muy caro su atrevimiento.
Tras sus últimas palabras, la estanciera la soltó y se disponía en
marcharse, cuando la propia Bianca, la detuvo.
─ Ariza, espera ─ demandó Rangel.
─ ¿Qué sucede? ─ instó ésta, que volvió sobre sus talones y la
confrontó.
─ No puedes acercarte a mí estando en el campamento ─ reveló Bianca,
aunque no debía, no podía evitar inconscientemente protegerla ─ sobre ti pesa
una denuncia que pueden usar en tu contra y por lo demás, yo no puedo trabajar
en las instalaciones que están en tus tierras, por ordenes de Santiago.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó Ariza, que tomó nuevamente el rostro de la joven ─
Así que ese fue el motivo por el cual no te había visto por más que te busque. Y
veo también que ha sido la causa de tu tristeza además.
Bianca, no respondió a lo señalado por Ariza y se limitó en desviar sus
ojos a un costado, para no dejar ver más su interior y su congoja.
─ Agradezco que me hayas puesto al tanto, más no debes preocuparte yo sé
cómo tratar con esa gente ─ dijo con total desprecio Ariza ─ razón suficiente
para no tener contemplación alguna.
─ Ariza ─ balbuceó Bianca ─ deja las cosas como están y olvídate de mí
de una vez.
─ Nunca ¡Me oyes! ─ bramó seca ésta ─ No olvides mi advertencia, solo
cuentas con unos días y no voy dudar en hacerlos trizas.
La estanciera no dejo que la joven respondiese a sus descargos y se
marchó del lugar con paso firme, desapareciendo de su vista tal como apareció.
Bianca, cerró sus ojos y apretó fuertemente sus puños. Por segunda vez
en un día la ponían contra la espada y la pared. No les importaba lo que ella
estuviese sintiendo o lo que opinaba, la cuestión era tener la razón y
demostrar a los otros que vencerían sin importar nada más.
Después de unos minutos tratando de apaciguar su molestia, intentó
buscar una salida que le permitiese librarse de ambas partes.
─ Si al menos tuviese un motivo ─ susurró compungida Bianca ─ podrían
detener toda esta locura.
Llevó sus manos por sus rostro, refregándolas por toda su superficie
como queriendo calmar su angustia. Al no conseguirlo, decidió irse y dejar que
la velocidad nuevamente le diera esa paz que otra vez volvía a necesitar.
Cuando llegaba al faro, vislumbró a lo lejos como la camioneta de Ariza,
iba subiendo por el desfiladero y a su vez, otro vehículo descendía por el
sendero.
En eso una pequeña puntada a la altura de su corazón, le previno que se
aproximaban problemas para ella y vaya que no estaba mal en sus deducciones
puesto que el otro coche resultó ser una camioneta de Enap.
─ Mejor será que me marche cuanto antes ─ se dijo Bianca, viendo el
horizonte y se dispuso a subir en su jeep y arrancó raudamente el lugar.
Mientras la joven Rangel, se disponía a retornar al campamento. Dos
camionetas se cruzan en la mitad del desfiladero y al reconocerse sus
conductores, hace que el vehículo particular en una maniobra arriesgada quede
atravesado al medio, impidiendo el paso del otro y haciéndolo que frenase
bruscamente para evitar una colisión entre ambos.
─ Contigo quería hablar, Paredes ─ enfrentó llena de cólera Ariza, al
bajarse de su camioneta.
─ ¡Aquí me tienes, Ariza! ─ respondió de igual modo Marcela.
Dos mujeres volvían a verse las caras nuevamente y un escenario
problemático se instaló en esa parte tan alejada de la mano de Dios y una
ráfaga de viento helado se dejo sentir, presagio de que un juego peligroso
comenzaba a gestarse para una joven que solo deseaba escapar de su pasado como
de su presente.
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