mujer y ave

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domingo, 5 de octubre de 2014

Un juego peligroso.


Destino implacable, capítulo 7.

Han pasado ya varios días de aquel incidente en que la dueña de la estancia los pozos intentará llevarse consigo a Bianca y revelarle la verdad del pasado de ambas.

Desde ese entonces en que la joven Enapina ha tenido que estar recluida en las instalaciones de Buque quemado junto a Mario en el primer rol y luego, proseguir con Oscar. Ambos con las mismas órdenes de no descuidar o dejar sola a la joven Rangel y avisar inmediatamente en caso de ver aparecer la camioneta de Ariza Pedrales, merodeando por los alrededores.


Toda esta situación tenía descompuesta a la muchacha, ya que no soportaba estar lejos de las verdaderas instalaciones que le correspondían, pero que por orden autoritaria de la jefa de inspectores debió acatar y que para colmo de males fue respaldada por Alejandro Miranda y el Gerente General de Enap Magallanes, que solicitó una reunión en privado con el mandamás de Posesión, una vez que retornó de Santiago y así, ponerlo al tanto de la resolución optada por la casa central.

Dos semanas que fueron cruciales para la empresa petrolera en la zona, ya que por órdenes expresas del presidente de la empresa se prohibió que la muchacha siguiese desarrollando su trabajo en la zona de Daniel Central. Debido a que a nivel de gobierno se había levantado un sumario interno y se estaba viendo realizar gestiones legales en contra de la estanciera por cuasi intento de homicidio.

Fueron unos días para el olvido y en que el ambiente de trabajo se volvió muy tenso y por momentos intratables en que lidiaban dos posturas en pugna. Los que estaban a favor de la decisión de Miranda y los de Héctor, entre los cuales se encontraban los más veteranos y que no deseaban ser perjudicados en su fuente laboral porque sabían de ante mano que serían motivo de represalias por parte de la estanciera.

No está demás decir; que la muchacha debía sentir en carne propia como fue casi aislada del resto y que más encima muchos de sus compañeros no le dirigían la palabra por creerla responsable y una amenaza a su fuente de ingresos. Cuando llegaba al casino, todos se apresuraban en tomar sus alimentos e irse cuanto antes del lugar. Provocando que el corazón de la muchacha se resintiera por el desaire de sus colegas.

─ Un recién llegado sabe ubicarse y no se las da de sabelotodo ante un pez gordo como la dueña de los pozos y que pone en riesgo a sus compañeros. ─ fueron algunas de las advertencias hechas por sus compañeros más radicales ─ Aquí se acata lo que se te manda sin chistar. Aprende a ser humilde.

Día tras día fue objeto de hostigamiento por parte de varios enapinos y hubiesen proseguido con sus fechorías de no ser por Marcela,  que descubrió a uno de ellos restregándole en la cara a Bianca, su estupidez y fue ahí, que se llamó a una reunión con los involucrados y se les advirtió que depusieran sus actitudes o se les mandaría una amonestación a la inspección de trabajo por acoso y persecución hacía un compañero, cosa que está penada en este país.

La joven Rangel estuvo a punto de presentar su renuncia y  mandar todo al carajo, ya que sus nervios estaban colapsados después de dos semanas en las que no fue suficiente con descubrir de golpe y porrazo su pasado. Sino que además, estuvo bajo estrés laboral extremo y eso la terminó por quebrar y con la ayuda de Valeria, pudo deponer su decisión y continuar a pesar de todo lo que estaba sucediendo.

En el campamento, finalizaba otro rol y regresaban los demás, entre los cuales estaban Marcela y Mario. Además, del insoportable Héctor que aún guardaba resentimiento en contra de la joven empleada y la culpaba de todo el mal que aquejaba a la empresa y aún tenía en la retina el maltrato que le diese a su idolatrada…Ariza Pedrales. En pocas palabras este rol solo traía más problemas a la muchacha.

La susodicha ya se encontraba por terminar su turno  de la jornada y es que en cambios de roles; se acababa más temprano y así, dar los pormenores de la jornada a los recién llegados. Por lo tanto, reviso las presiones y verificó que las válvulas estuviesen en perfectas condiciones, antes de anotar el reporte y despedirse de Oscar y Luis (cocinero)

Cuando concluyó con la lectura, presentó su reporte al operador de Buque y después de una breve plática de quince minutos. Decidió marcharse, declinando la once que le tenía preparada Luis.

─ Ve no más, Bianca ─ instó Oscar ─ Yo acompañó a Luis y te alcanzó en el camino.
─ De acuerdo ─ repuso ésta ─ Por cierto, no iré a la reunión porque deseo hablar con Don Alejandro antes de que parta.
─ No hay problema. Yo le aviso a Mario ─ convino Oscar.
─ Gracias ─ señaló Bianca ─ Nos vemos y que tengas buen viaje.
─ Muchas gracias y que tú tengas una mejor semana ─ mencionó el operador.
─ Dios te oiga ─ expuso Bianca y se marchó del modulo.

Resoplando fuerte por sus fosas nasales tras lo expuesto por su compañero y con deseo de desaparecer del mapa. Quiso ser libre por unos momentos, por lo que llegando a la camioneta desconectó  la chicharra y se dispuso en disfrutar un poco de libertad.

Se quitó el casco y en su lugar se colocó una gorra de la NBA, se montó sus gafas de sol y echó andar su camioneta y programó algo de música. Bajo el alza vidrios y salió algo lenta para no levantar sospechas en sus colegas y cuando ya estaba fuera de alcance; apretó el acelerador y muy pronto alcanzó los 120 Km/h.

La música y la brisa que entraba por su ventana, se confabularon para darle alivio y sumergirla en sus pensamientos y en todo lo que estaba viviendo y es que se sentía como un ave cautiva y doblemente cautiva… Primero por su propia empresa de trabajo y la segunda, la más fundamental de todas por la responsable de sus males pasados como presentes y es que irónicamente y por segunda vez, la misma mujer venía a destrozar su precaria vida.

No concebía que nuevamente tuviese que sufrir a causa de Arlyn o Ariza, no era justo. Hizo todo lo que estuvo a su alcance para evitar toparse en esta vida con ella. Dejo casa, familia, amigos…Todo con tal de librarse de su peor pesadilla y todo resultó un fiasco y hoy debía pagar caro todas sus decisiones.

─ Quisiera regresar el tiempo y evitar toda esta pesadilla ─ murmuró entre dientes Bianca, que se resintió en su corazón e inconscientemente y como desahogo a su angustia; piso casi a fondo el acelerador hasta alcanzar una velocidad muy peligrosa para un camino ripioso.

Una inmensa polvareda se dejo ver en todo el camino de Buque a Posesión y es que la camioneta volaba por la angosta senda, saltando piedras por doquier a medida que el coche avanzaba.

Sin duda que la joven no estaba para nada atenta al camino y es que su visión se volvió borrosa, producto de las lágrimas que escurrían por sus ojos y era un verdadero peligro para sí misma, conduciendo en ese estado.

Lo único que le importaba a esas alturas, era escapar tan lejos como pudiese y como no podía concretarlo, encontró en la velocidad esa libertad…Ese escape que le permitió liberarse de todo lo que estaba acumulado dentro de su ser interior.

Tan rápido iba por aquella tierra de nadie, que en la intercesión que daba con los que venían  por el camino principal de Punta Arenas, se topo con el bus que llevaba al grupo de Enap rumbo al campamento y fue el mismo chofer que debió hacer una maniobra inesperada y cederle el paso a tan impetuosa camioneta de la empresa. Sacando insultos por mayor del hombre como asombro de muchos de los que ahí iban.

─ ¿Quién diantres conduce esa camioneta? ─ rabió a más no poder el chofer ─ ¡Maldito enajenado! Para eso te dan licencia, animal.

No solo fue él que protestó sino que de inmediato lo hicieron sus compañeros de viaje y sólo unos ojos verdes, se mantuvieron impertérritos ante lo sucedido…

« ¿Podrá ser ella? » reflexionó esa persona.

Ajena a la oleada de insultos y en su loca carrera. Bianca, seguía sumida en sus pensamientos y que esas alturas ya parecían carroñeros sedientos de sangre y de darse el festín de sus vidas.

No había alivio para su congoja y solo la velocidad le daba ese poco sereno, que sin embargo, la estaba exponiendo a más problemas.

Mientras enfilaba por esa montaña rusa de camino, nuevamente se topo de lleno con otro vehículo que venía opuesto a ella y que por causa de venir sumida en sus pensamientos, no se percató ni por un momento a quién pertenecía en verdad.

Al momento de quedar enfrentada ventanilla con ventanilla y como si fuese en cámara lenta. Un rostro moreno y de penetrantes ojos verdes clavó sus ojos en el conductor de esa camioneta y se quedo viéndole fijamente. No perdió detalle de la persona que iba detrás del volante y aunque su cabellera estuviese cubierta por la gorra, unos cabellos castaños claro danzaban con el  viento que le golpeaba de costado y por más lentes de sol que llevase puesto, el perfil de su rostro era inconfundible. Comprobando que esa persona no era otra que Bianca Rangel. Y en cosa de segundos toda la imagen desapareció ante sus ojos por lo raudo de su paso.

Sin duda que hallarle en el camino fue toda una sorpresa, más la velocidad con la que iba le causo mayor conmoción y a unos cuantos varios metros más allá consiguió detener su coche y por el espejo lateral comprobó la estela de polvo que levantó aquel coche Enapino y el peligro que podría ocasionar conducir de esa forma.

No podía dar crédito a lo que vio…Jamás se imaginó que ella corriese de esa manera ya que siempre y en lo poco tiempo que llevaban de conocerse; lucía serena y sólo en su presencia se mostraba totalmente diferente.

Aunque debía atender unos asuntos en Puerto Natales con urgencia, decidió dejarlo de lado e ir detrás de la muchacha, por lo que encendió nuevamente su camioneta y giró su volante y se fue con rumbo al campamento.

─ Será mejor que me asegure de que estás bien ─ murmuró para sí ─ Esto no pinta nada bien para ti.

Momentos más tardes y ya casi aproximándose a las inmediaciones de la primera estación y con tanta señal de advertencia de los peligros que habían en el camino; Bianca, recién reaccionó y fue bajando la velocidad gradualmente hasta alcanzar la requerida y se las arregló para volver a conectar la chicharra; aunque esto no iba a servir mucho que digamos porque todo vehículo es monitoreado por Gps en el Cop y estos ya se habían percatado del hecho.

A menos de un kilometro entró de lleno en las inmediaciones del campamento y tomo el segundo camino alternativo para entrar directo a obra y así, poder hablar con Alejandro Miranda.

Una vez dentro, aparcó su camioneta marcha atrás como era obligación y la dejo andando por unos momentos mientras se fue en busca de su jefe.

Al llegar, Alejandro le quedo viendo fijamente en cómo está lucía ya que en ningún minuto se quitó la gorra como las gafas.

─ ¿Todo bien Bianca? ─ preguntó Alejandro.
─ La verdad. No ─ respondió secamente la muchacha.
─ ¿Qué sucede? ─ indagó algo preocupado el mandamás.
─ Necesito salir del campamento por unos días o ausentarme del trabajo por un breve tiempo ─ expuso Bianca.

Alejandro, intuyó que su empleada deseaba escapar de toda esa tensión y no la culpaba. Sin embargo, no podía hacerlo hasta que concluyese el sumario y ver qué decidirían en Santiago con respecto al futuro de la joven. Por lo tanto, decidió optar por una solución más lógica y más factible para la empresa y de paso darle un breve descanso a la muchacha.

─ Bianca, por más que desease darte ese permiso no puedo contravenir las órdenes que se me dieron con respecto a ti en la casa matriz ─ explicó Alejandro ─ Lo que sí puedo hacer es darte unos días de descanso, pero deberás permanecer en el campamento. Además, debo recordarte que fuiste tú misma la que presentantes una propuesta a Enap en que firmaba un contrato por un año de permanencia en el campamento sin perjuicio para la empresa, la cual te la aceptaron sin problemas y ahora no puedes desdecirte de tu compromiso.

Aquello le vino a propinar un revés en sus planes a la muchacha y es que deseaba tanto largarse del lugar que no se detuvo a pensar en el contrato que firmó en que la empresa era la responsable de su integridad en lo que iba de esa año por lo que ella debía ajustarse a las normas de la empresa. Brindándole hospedaje y unos días extras de descanso si ella así lo requería, pues no estaba sometida a roles de trabajo como el resto de sus compañeros por lo que ella trabajaba de Lunes a Viernes, descansando los fin de semanas.

─ Comprendo ─ repuso ella ─ Entonces me acogeré a esos días de descanso.
─ ¿Cuántos días necesitas? ─ preguntó Alejandro.
─ Una semana si se puede ─ respondió Bianca.
─ ¿A contar de mañana? ─ indagó Alejandro ─ para así avisar a Punta Arenas y que Carlos Gallardo esté al tanto.
─ Está bien ─ afirmó Bianca.
─ ¿Necesitas algo más? ─ inquirió el superior.
No. Nada más señaló seria Bianca. ─ Me retiro y muchas gracias.
─ Bianca antes de que te vayas ─ acotó Alejandro.
─ Dígame ─ instó la joven.
─ ¿Has pensado en lo que te sugirió Marcela? ─ indagó Alejandro. Estudiando el rostro de la muchacha que lucía bastante decaído.
─ ¿Se refiere a la demanda contra la dueña de los pozos? ─ respondió con otra pregunta la joven.
─ En efecto ─ afirmó Alejandro.

A la joven le estaba molestando que la pusieran contra la espada y la pared. Se sentía un títere en las manos de Enap como de Ariza y era más de lo que podía soportar. Aún así, debía hacer algo o de lo contrario terminaría arruinando a una de las parte le gustase o no. No obstante, había algo que sin quererlo o no, no deseaba hacer y la respuesta yacía en lo profundo de su corazón.

─ Don Alejandro. ─ comenzó por refutar Bianca ─ Usted cree que yo deba hacer algo de esa índole cuando estoy en el ojo del huracán en la empresa. En dónde mis compañeros me han hecho la ley del hielo, insultado y que tengo que lidiar con una de las mujeres más poderosas de estas tierras y que por una de sus locuras me vi envuelta en un accidente que no provoque y que hoy me está costando casi un colapso nervioso ¿para qué desean que interponga esa denuncia?...Acaso no se dan cuenta que lo único que van a conseguir que aquí se desate el mismo infierno y que a esa mujer no se detendrá hasta destruirnos a todos juntos.
─ Es mi idea o ¿le tienes miedo ahora? ─ especuló sarcásticamente Alejandro, que se levantó de su asiento y se aproximó hasta la joven ─ Porque esa no es la misma Bianca Rangel que yo deje antes de viajar a Santiago.  Aquella tenía agallas y más que todos los que llevamos tiempo en esta empresa. Te creía distinta y ahora resulta que te acojonaste de la noche a la mañana.
─ Yo no soy ninguna cobarde. Don Alejandro ─ replicó con firmeza Bianca y con una fiera mirada; ya que no le gustó el termino que utilizaron con ella. ─ Si no deseo una confrontación con ella es precisamente por ustedes, porque serán los que sufrirán las consecuencias de las represalias de esa mujer. Por la misma razón deseo alejarme un tiempo y que las cosas se calmen un poco y que Enap vea que es más conveniente.
─ Aclárame una duda ─ indagó seco el superior, golpeando con los nudillos de su mano la mesa ─ No fuiste tú misma que dijo que esta empresa estaba llena de lame botas y que no se debía hacer todos los caprichos de Ariza cada vez que se le antojará o ¿me equivoqué de persona?
─ Claro que no se equivocó ─ replicó Bianca.
─ ¡Entonces qué te paso! ─ amonestó Don Alejandro. ─ O será que Ariza consiguió amenazarte en caso de que la denunciarás.
─ Ella no ha hecho tal cosa ─ respondió seca Bianca ─ Y tampoco se lo consentiría.
─ Que no ves que con ello podemos frenar la andanzas de Ariza Pedrales y tener un poco más de libertad de actuar  y respeto como personas ─ mencionó Alejandro. ─ Lo que tú hagas será decisivo para el futuro de cualquier trabajador de esta empresa. Es por una causa común y que beneficiará a todos en este campamento y a los que vengan a futuro. ¡Piénsalo un poco! Y luego, me haces saber tu decisión.
─ Está bien, Don Alejandro ─ señaló una pensativa Bianca, que no pudo dejar de encontrar la razón en algunos puntos ─ Estos días me servirán para reflexionar un poco más los hechos.
─ Me parece perfecto ─ concordó éste ─ Ahora ve a descansar y por cualquier cosa, tienes mi número. Llámame si necesitas algo a la hora que sea.
─ Lo tendré presente ─ respondió Bianca ─ Con su permiso, me retiro.

El mandamás se quedo meditando en la actitud y palabras de Bianca, mientras que ésta, salió conteniendo al máximo su molestia y subió al vehículo y salió del recinto con rumbo a la casa I de mujeres, para sacarse el uniforme y hacer algo que se le vino en mente.

Por otro lado y en ese mismo instante; el bus se estacionaba frente a la garita de Sodexo y a los pocos segundos, descendía el personal del nuevo turno e iba en busca de su equipaje e irse rumbo al Cop para la reunión de entrega e informe. Estando en esos menesteres, un hombre se acerca hasta dónde se encontraba sacando su mochila, un superior de relevo.

─ Marcela, te sugiero que veas cuanto antes quién conducía esa camioneta o éstos otros tendrán argumentos de sobra para hacer un incendio y no creo que Alejandro quiera más problemas al respecto ─ Apremió, Carlos, jefe de coordinación en la mesa central.
─ Descuida, yo me haré cargo personalmente de ese tema ─ señaló Marcela, cargando su mochila al hombro ─ Veré quién es el responsable y que reciba la amonestación correspondiente.
─ Eso espero ─ expuso Carlos ─ Nos vemos en la reunión.
─ Oka ─ dijo Marcela y fue a retirar las llaves de su casa y habitación.

Al mismo tiempo que todo ello se desarrollaba en dicho lugar y a unos cuantos metros más allá; se encontraba aparcada una camioneta en el camino principal que daba frente a las inmediaciones del campamento. Su conductor permanecía en su interior expectante de todo cuanto se estaba gestando en el lugar. Desde su posición observaba todos los movimientos que hacían los funcionarios de Enap y permaneció impávido como observador hasta que algo llamó su atención e hizo que no perdiera detalles de la dirección del objeto en cuestión.

─ ¡Así que ahí vives! ─ murmuró dicha persona con su habitual sonrisa burlona ─ Es muy interesante saberlo. Es una pena que ella llegase justamente hoy para privarme del placer de hacerte una visita de cortesía.

Como sí de pensamientos cruzados se tratase, justo en ese preciso momento, Marcela Paredes, salía de la oficina de Sodexo, cuando instintivamente clavo sus ojos en dirección en el que se encontraba el vehículo estacionado. Llamando poderosamente su atención y enseguida su entrecejo se contrajo involuntariamente, puesto que tuvo un mal presentimiento con ese vehículo que al que no reconocía y es que nunca antes lo había visto por la zona. Sin embargo, un pálpito o sexto sentido le advirtieron del peligro y su ceño fruncido era la confirmación de sus conjeturas

Marcela, llevada por su instinto, avanzó unos cuantos pasos y así, sacarse las dudas, más no continuó ya que fue llamada por Pato, para que se fueran juntos a la reunión.

─ ¿Dónde ibas Marce? ─ preguntó Patricio, que le ayudo con el bolso.
─ Quería ver un asunto que llamó mi atención ─ señaló la inspectora ─ pero creo que lo dejaré para otra ocasión.
─ Sea lo que sea es lo más aconsejable porque tú sabes que no podemos faltar bajo ningún motivo porque somos los encargados de sacar adelante este campamento ─ recordó Pato.
─ Hombre no necesito que me recuerdes mis obligaciones ─ espetó burlonamente Marce─ fue solo un asunto sin importancia.
─ ¡Uy! ─ exclamó del mismo modo Pato ─ parece que llegamos de mal genio parece.
─ ¡Aha! ─ ironizó Marcela ─ Lo que tú digas.
─ ¡Ya mujer relájate! ─ entre risas Pato, que le encantaba hacerla enfadar ─ Sólo estaba bromeando.
─ A veces tienes un sentido del humor muy negro, Pato ─ reprochó de mala gana Marcela.
─ Es que soy el que marca la diferencia en este lugar ─ fanfarroneó Patricio, sobando la espalda de la inspectora a modo de consuelo. ─ Tú sabes que no me gusta ser como los demás. Es tan insulsa su forma de comportarse y tan carente de estilo. Son bien mediocres estos giles.
─ Un poco de humildad no te haría nada mal, Patricio ─ soltó mordaz la inspectora que lo veía de reojo.
─ Primero muerto que sencillo, mi querida Marcela ─ contravino éste ─ No me gusta que me echen al mismo saco que estos idiotas. Sería rebajarme a su nivel de vulgaridad.
─ Recuerda que son tus compañeros, querido mío ─ adujo burlonamente Marcela ─ Sin ellos, esto no funcionaría.
─ Son mano de obra barata nada más ─ señaló déspotamente Pato ─ Si fuesen profesionales de clase, estarían en altos puestos. Son sólo tipo que entraron con cuñas nada más. No son como nosotros que postulamos por concurso y eso nos da otro nivel y roce.
─ ¡Ya veo! ─ se limitó en decir la inspectora y cambiando de tema ─ Espero que no haya muchas novedades y esté todo tranquilo.
─ Lo dudo mucho. Con estos ineptos siempre hay problemas ─ expuso mordazmente Pato ─ ¿cuánto quieres apostar que hay más dramas que cuando nos fuimos?
─ Espero que te equivoques esta vez ─ acotó Marcela, entrando al Cop. ─ mira que ya tenemos asuntos muy delicados en estos momentos.
─ No me lo recuerdes… ─ masculló Pato ─ El caso Pedrales está que nos explota en la cara y esa niñita que juega a hacerse la difícil por puro fastidiarnos un poco más el colon.

La inspectora le cayó como patada al hígado el comentario de su colega y encargado del Cop en el turno. Y tener que mordérselas ya de por sí era bastante molesto por su persona y más si venía de una persona como Patricio, que muchas veces le hacía la vida a cuadros a varios en el campamento, por lo que debió hacerse la loca y hacer como si no hubiese escuchado nada.

Justo en ese momento, entraba al lugar Alejandro Miranda y les saludo e instándolos a pasar a la reunión.

─ Veo que vienen muy renovados ─ soltó divertido Alejandro, haciendo alusión a Pato y sus malas vibras ─ el descanso les sentó bien ya que tienen una semana cargada de trabajo.
─ Tú sabes que siempre llegamos con la mejor disposición de sacar los cachos que otros nos dejan y que se les van en collera ─ mencionó con total soltura de cuerpo e ironía Pato─ La pega nunca nos queda chica ¿No es así Marcela?
─ Por supuesto ─ aseveró Marcela, siguiendo la corriente a su compañero ─ Siempre listos en dar lo mejor.
─ Eso es fantástico, muchachos ─ alabó Alejandro y con humor negro, añadió ─ Porque deberán solucionar la rotura de dos compresores en San Gregorio y Dunguenes y como nosotros ya nos vamos yendo, el revelo lo solucionará como siempre.
─ ¡Te lo dije, Marce! ─ exclamó Pato, elevando sus brazos con exageración ─ cuando no es pascua en Diciembre.

La inspectora queda viendo al mandamás de la empresa en busca de alguna señal que desmintiera lo dicho, pero en su lugar vio un rostro serio y supo que no era ninguna broma.

─ ¿Desde cuándo? ─ preguntó Marcela.
─ Desde anoche y tienen parada la mitad de la producción ─ mencionó Alejandro ─ así que les sugiero que se aboquen de lleno a ello para que todo vuelva a la normalidad.
─ ¿Estamos listos para comenzar con la reunión? ─ interrumpió Marcos, segundo a Bordo del Cop.

Todos los presentes, superiores, operarios y aprendices asintieron y dio inicio a una habitual traspaso de roles y se les informó los pormenores de la semana…La dichosa charla se extendería más de lo habitual.

Por su parte, en la casa I…

Bianca, tomaba un baño y dejaba que el agua sobre su cuerpo aliviara en parte la pesadez que llevaba consigo. En un momento se abrazó a sí misma queriendo mitigar la necesidad de consuelo que deseaba en ese preciso instante. Y es que la muchacha comenzaba a resentirse al estar tan sola de su familia, sin amigos y para colmo de males, aisladas por voluntad propia de sus compañeros.

La marginaron de todo hasta lo más insólito como era el participar en partidos de Básquet y jugar bowling cada noche después de finalizar la jornada de trabajo. Ni siquiera las profesoras de Educación Física, que estaban a cargo de mantener en forma a los Enapinos, deseaban compartir tiempo con ella y eso que eran compañeras de casa.

Las cosas son bastante difíciles en un campamento minero o petrolero; en que un grupo de personas están confinadas a espacios pequeños y deben verse las caras los unos a los otros casi las 24 horas del día.

─ Saldré a despejarme un poco ─ murmuró Rangel.

Cerrando la llave de la ducha, tomó su toalla y secó todo su cuerpo. Luego, se fue a su habitación que estaba a unos pasos del baño. Miró dentro de su pequeño armario; que sea dicho de paso, era una habitación tan estrecha que apenas cabía una cama de plaza, una mesita de escritorio, un velador y el armario y eso sería todo; al mejor estilo del ejercito; minimalista.

Le tomó muy poco enfundarse en unos jeans negro, un yérsey rosado, zapatillas y una casaca verde claro, ya que el clima en las pampas australes es muy hostil y cala hasta los huesos mismo y uno llega a resentirse con el paso del tiempo. Es un clima muy extremo y hay que tomar los resguardos necesarios.

En la cocina preparó un termo con cocoa caliente, unas galletas y tomó una linterna en caso de que se le hiciera de noche y sucediese algo. Tomó las llaves de su jeep, echó andar y salió con dirección sur.

Ninguna de las personas que estaban visibles en ese momento en el campamento, le tomó importancia hacia dónde se dirigía el jeep, pasando delante de Dirección de obras y oficinas de inspectores. Absolutamente nadie reparó en el coche y prosiguieron en sus asuntos sin más.

La joven por su parte, luego de echar un vistazo por el retrovisor y cerciorarse de que nadie salió de obras tras su paso por las instalaciones. Respiró con más tranquilidad y es que contaba con que la mayoría de la jefatura en esos instantes se encontraba en plena reunión y no impedirían sus planes.

─ Es un alivio no saber que se interpondrán en mi camino ─ murmuró para sí, la joven Rangel, mientras veía el camino lleno de baches y polvoriento ─ Al menos podré descansar de todos ellos y su hipocresía.

Sumida en sus pensamientos continuó conduciendo mientras se iba internando hacia su destino y olvidándose por completo de todo lo demás. Y es que la joven creía que nadie notaría su ausencia dado que debían solucionar el problema de los comprensores.

No obstante, Bianca, estaba lejos de estar en lo cierto y es que había dos personas muy pendientes de sus acciones como de sus decisiones. Una de ellas, veía constantemente y con disimulo el reloj en la sala de reuniones y mentalmente contaba los minutos para verla y ver cómo se encontraba.

Por otro lado; la segunda persona involucrada en esta historia, contemplaba todo en silencio desde su lugar y sólo estaba aguardando el momento exacto para actuar. Dejando que su presa diese los primeros pasos y que le condujese al lugar preciso en que se dirigía.

Y es que Bianca, en ningún momento tomó conciencia de la camioneta estacionada en un costado del camino y que hacía un buen rato estaba observando todo lo que sucedía en el campamento. Fue testigo presencial en como el jeep de la muchacha iba con dirección sur y una pequeña sonrisa torcida se dibujó en los labios del conductor de la camioneta.

Desde su posición privilegiada, podía ver cada paso (sitio enumerado de un cierro, hecho por los estancieros) que la joven iba cruzando y sólo aguardaba un poco más para ponerse en marcha.

En el preciso momento en que el jeep, atravesó el paso 14, los ojos verdes del conductor de la camioneta brillaron intensamente, esa era señal que estaba esperando…
─ ¡Ahora ya estás en mis dominios! ─ exclamó en forma altiva el conductor y puso en marcha su camioneta. Conduciendo muy despacio y a propósito a no más de 30 Km/h.

Sin duda que Bianca, se había metido en problemas y es que al llegar al dichoso paso 14, se adentraba directamente en las tierras de la estancia los pozos, propiedad de Ariza Pedrales, ama y señora de sus  dominios, no por nada la apodan la reina de las pampas.

Estaba más que claro que la joven Rangel, había ido en contra de las órdenes de sus superiores al internarse con rumbo a Daniel central u otra de las estaciones más al sur como Dunguenes.

Sin embargo, la muchacha no tenía contemplado estar en ninguna de las instalaciones de Enap, por el contrario su vehículo paso raudamente por Daniel central y siguió de largo conduciendo por más de 45 minutos que la llevaron directamente al desfiladero del fin del mundo, sitio en que se hallaban la estación de Dunguenes y el faro más austral del continente y es ahí, dónde realmente se dirigía la joven.

Eligió el camino alternativo que la llevaba por el lado argentino y daba justo al costado de dicho faro, que por cierto estaba a cargo de dos familias de marinos que vigilaban la soberanía del país y que a su vez, era un lugar turístico por obligación.

Llegando al lugar, estacionó su jeep en el único sitio disponible para viajeros y charló con uno de los uniformados, que ya la conocían y con  quién mantenía una relación de amistad por ser ambos de oriundos de Iquique.

Tras unos minutos de amena platica, la joven pidió permiso para subir al faro y tomar unas cuantas fotos y llevarlas de recuerdo para su familia.

Sentir el viento helado y puro a esos 24 metros de altura, la llenó de paz y alivio. Sin mencionar con la espectacular vista que tenía de todo el sector. La refinería, la pampa, el mar y el incontable número de plataformas petroleras que se hallaban en el interior del estrecho, que parecían pequeños puntos.

Tras sacar un buen número de fotografías y mientras apuntaba el foco de su cámara hacía uno de los tantos senderos, quedo viendo un coche que se dirigía hacia el lugar. Sacó la foto y por un leve y breve instante quedo viendo ese vehículo y tuvo la corazonada que debía irse del lugar. Por lo tanto, guardo su cámara y bajo rápidamente, se despidió de su amigo oficial y se fue con rumbo a la playa y así estar sola y tranquila.

Después de caminar un buen trecho en los que aprovechó de fotografiar a las aves del lugar, llegó hasta un banco de arena, en el que se acomodó y se dedicó a disfrutar plenamente, fue tanta la paz que halló, que dejando de lado sus cosas, se abrazó a sus rodillas y apoyando su mentón en ellas, cerró sus ojos y se dedicó a escuchar el sonido del mar, perdiéndose por completo en tan placentero embrujo y al punto de quedar sumida en ello, sin percatarse de nada a su alrededor.

Estaba tan absorta en escuchar ese sonido tan envolvente que no notó de la presencia de otra persona que se aproximaba a ella.

Cada romper de olas en la orilla, traía paz y sosiego a su corazón acongojado. Los graznidos de las aves peleándose por la comida, daban el arrullo perfecto que su alma necesita y que a la vez le recordaban viejas vivencias de su tierra natal.

Todo se confabulaban para mantenerla adormilada y llena de paz: El viento, el romper de las olas, las aves y la soledad del lugar.

─ El mar siempre es un bálsamo para el alma y nos renueva de todo lo malo que llevamos a cuestas ─ se escuchó decir a una voz conocida para la joven y que vino a interrumpir su disfrute.

Bianca, abrió de golpe sus ojos al escuchar aquella voz y no necesitaba ser adivina para saber de quién se trataba.

─ ¿Qué deseas Ariza? ─ preguntó Bianca sin voltear a verla y dejando que su mirada se perdiese en el mar.
─ Es extraño escucharte llamarme por mi nombre ─ mencionó ésta, sin responder a la pregunta.
─ ¿A qué has venido? ─ volvió a preguntar Bianca, sin dejar de ver el mar.
─ Quiero saber si estás te encuentras bien ─ repuso Ariza, mirándola desde lo alto y sus ojos verdes clavados en ella.
─ ¿Qué te hace suponer que me encuentro mal? ─ inquirió seria Bianca.
─ Por la forma en la que conducías, me dio a entender que no lo estabas pasando bien ─ señaló Ariza, que se sentó a su lado y también fijo su mirada en el mar.
─ ¿En qué te afecta a ti que yo esté bien o mal? ─ preguntó sin emoción Rangel, sin prestar atención a la estanciera y añadió. ─ Desde que te conocí has traído problemas a mi vida y si la estoy pasando mal es por tu culpa y tu afán de revivir el pasado.

Ariza, sintió como una puñalada las palabras de la muchacha y su corazón se contrajo de inmediato y es que le dolió saber que su viejo amor sentía esa aversión por su persona. Parecía que no quedaba rastro del amor que una vez le profesó.

─ Me afecta más de lo que te imaginas, Bianca ─ refutó Ariza, clavando sus ojos verdes en la joven ─ ¿Crees que es irrelevante para mí saber que tú estás pasando por malos momentos?
─ ¡Entonces por qué te empeñas en seguir con algo absurdo! ─ reclamó Bianca, volteándose a verla.

En eso preciso momento en que el viento jugaba con sus cabellos, sus miradas se cruzaron y ninguna de las dos dejo de verse con cierta ansiedad y algo más…

─ Porque nunca podrá el amor ser considerado absurdo ─ declaró resueltamente Ariza ─ Y aunque sea la única capaz de recordar nuestro pasado, jamás deje de amarte y en esta vida sigo sintiendo lo mismo por ti, Bianca.
─ ¿Cómo puedes aferrarte tanto al pasado? ─ preguntó con desgano la joven ─ Que no te das cuenta que lo nuestro fue un error y que retomar algo inconcluso no es más que una pérdida de tiempo.
─ ¡Pérdida de tiempo! ─ exclamó con pesar Ariza ─ No puedo creer que seas la misma mujer que tanto amé y que sea la misma que expresa tal desprecio por lo que una vez sentimos y que jamás me atrevería en llamarle un error.
─ ¿Y cómo quieres que le llame? ─ indagó molesta Bianca ─ Cuando decías y presumías amarme y fuiste capaz de traicionarme contrayendo matrimonio con un noble importante. ¡Dime si no fue la mayor equivocación de nuestras vidas pasadas!
─ Nunca pretendí traicionarte ─ se defendió Ariza ─ Estaba obligada a ese compromiso mucho antes de conocerte y aunque hubiese querido, no podía romperlo.
─ ¡Entonces nunca debiste involucrarte conmigo! ─ reprochó seca Bianca ─ porque no solo jugaste con mi corazón y mis sentimientos sino que además, hicisteis toda una parodia de tus costumbres gitanas con ese estúpido ritual que resultó ser más que una farsa al igual que tus sentimientos.

Aquellas palabras resultaron ser un golpe bajo para el corazón de la estanciera y es que la joven; que hasta hace poco no recordaba mucho de su pasado; ahora con saña y cual dedo en la llaga abierta, le infringía aun más dolor a aquellos recuerdos que venían a confirmar la angustia y desesperación que debió pasar al intentar infructuosamente liberarse de ese compromiso que pactará su padre y sólo trajo desgracias a su vida.

─  No estaba en mis manos acabar con esa unión ─ mencionó Ariza, cuyos ojos estaban muy oscurecidos en ese momento. ─ Por eso busque la única solución posible y a mi alcance. De la cual nadie podría romper jamás, ni siquiera mi propio padre, el rey. Ese estúpido ritual al que llamas con tanto desprecio y para tu información; fueron las verdaderas nupcias que contraje ese día contigo y ante la ley de los gitanos, es un lazo indisoluble y eterno.
─ ¿Y eso qué? ─ inquirió con ironía Bianca, al tiempo que alzaba sus hombros como ademán. ─ Eso no impidió que te casaras o ¿me equivoco?
─ Bianca ─ respondió con impaciencia Ariza, que ya retornaba a su acostumbrado despotismo. ─ Mi matrimonio termino siendo tan solo un arreglo económico impuesto por mi padre y de mutuo acuerdo con el que fuese mi esposo en esa vida. Y es que ni siquiera el rey pudo ir en contra de la ley de los gitanos y tuvo que respetar mi unión contigo y se me concedió reunirme contigo  esa infame noche después del compromiso.

La joven Rangel, quedo confundida con la aclaración que hiciera la estanciera y es que algo no le cuadraba en todo ello…

─ ¡Te refieres a esa noche… ─ no acabó de terminar la frase Bianca, cuando algo se lo impidió.
─ La misma noche en que tú me abandonaste ─ finalizó Ariza ─ Quise hablar contigo y explicarte las cosas y pedirte que me esperases unos días hasta que estuviese listo un lugar para nosotras, lejos de la ciudad en el cual no fuésemos molestadas.
─ Si mal no recuerdo, nunca estuvo en tus planes decírmelo, ya que tú único interés esa noche fue recalcarme que no me permitirías que me alejase de tu lado ─ señaló Bianca al memorar esos momentos ─ no vi un gesto de tu parte que confirmase lo que acabas de mencionar.
─ Permíteme recordarte, querida ─ contradijo mordaz Ariza ─ que no me dejaste ninguna alternativa apuntándome con un arma. Fuiste tú misma la que nos negó esa oportunidad y no ibas a creer nada que saliera de mi boca, ya que me llamaste una mentirosa con todas sus letras.
─ ¿Qué deseabas que hiciera? ─ Indagó Bianca, que desvió la mirada y la dejo que descansará sobre el mar. ─ Me mantuviste alejada por un mes del pueblo y mi familia. Y cuando retorno descubro que todos hablaban del gran acontecimiento y de lo feliz que eras con tu esposo. No iba a escucharte dijeses lo que dijeses. No me interesaba saber más nada de ti e hice lo único que me permitiría estar lejos y libre de tus manipulaciones.
─ ¡Te das cuentas que nos condenaste a ambas con tu actitud egoísta! ─ incriminó Ariza, buscando en el rostro de Bianca, un vestigio que le indicase que todavía había rastros de su antiguo amor.

Bianca, exhaló un suspiro de resignación, ya que nada conseguiría con aquella absurda conversación.

─ Te lo vuelvo a repetir, Ariza ─ expuso cansada Bianca y colocándose de pie ─ No tiene caso que te sigas aferrando al pasado porque yo no tengo interés en retomar una vieja historia. Ahora, mi vida es otra y tú no formas parte de ella.

Como si fuese un resorte, la estanciera se alzó de golpe y sujetando firmemente el brazo de la muchacha. Su mirada era muy intimidante y demostraba que no estaba dispuesta a ser relegada como si fuese cualquier cosa.

─ A mí no me vas a desechar por segunda vez en tu vida ─ increpó Ariza ─ Yo no soy cualquier mujer que acepta sumisa lo que tú digas. Voy hacer que honres nuestra promesa ya que lo que nos unió en otra vida, lo atamos en el los cielos.
─ No puedes obligarme ─ desafió Bianca, tratando de zafarse del agarre ─ No volveré a ser tu títere.
─ Claro que puedo hacerlo, querida ─ amenazó la estanciera, apegando bruscamente el cuerpo de la joven al suyo ─ Y tengo todo el derecho porque yo soy tu esposa; te guste o no.
─ No tienes pruebas de lo que dices ─ rabió Bianca, que lucho con todas sus fuerzas para liberarse de ella.
─ ¡Así que quieres pruebas! ─ exclamó sarcásticamente Ariza, buscando entre sus ropas─ Muy bien, encanto. Si eso quieres, eso tendrás.
─ ¿Qué haces? ─ preguntó con espanto Bianca. ─ ¡Suéltame de una vez!
─ Darte pruebas ─ masculló Ariza, mientras forcejeaba con ella ─ Y nunca te dejaré ir otra vez de mi vida.

La estanciera con un hábil movimiento abrió de sopetón la chaqueta de la muchacha y levantó su demás ropas. Dejando expuesta gran parte de la cintura de la joven Rangel y de sus ojos de desprendió un brillo intenso al encontrar lo que estaba buscando.

─ ¡Ahí lo tienes! ─ Exclamó con soberbia Ariza, señalando un tatuaje en letras en romané─ Es el símbolo de unión entre los gitanos y eso te indica que tú eres mi esposa, Bianca Rangel o debo decir, Anaí.

Bianca, instintivamente poso sus ojos en su vientre y podía ver claramente esas letras que la acompañaban desde su nacimiento y que provocó el asombro de sus padres, ya que no podían explicar un hecho como ese puesto que nadie en la familia Rangel Inostroza, tenían marcas de nacimiento.

─ Ahora no tienes más argumentos para oponerte, querida mía ─ dijo burlonamente Ariza, envolviéndola en sus brazos ─ como dije, haré que cumplas tus votos para bien o mal tuyo.
─ ¿Qué quieres decir con eso? ─ inquirió temerosa Bianca.
─ Significa que te daré un plazo de unos días para que por voluntad propia vengas a mí ─ indicó Ariza, tomando el mentón de Rangel ─ De lo contrario será tu querida empresa y tus compañeros, quienes paguen el precio de tu rechazo.
─ ¿No estarás hablando en serio? ─ indagó espantada Bianca ─ Eso es chantaje, Ariza.
─ Hablo muy enserio ─ respondió Ariza, cuyos ojos reflejaban la determinación de sus palabras. ─ Y no es chantaje, mi amor. Sino que reclamar lo que por derecho me pertenece.
─ Yo no te pertenezco ─ soltó Bianca, al mismo tiempo que esquivo los labios de la estanciera ─ Eso fue en el pasado.
─ Ya te dije que lo que unimos en la tierra lo atamos en los cielos. Eres eternamente mía, Anaí ─ mencionó Ariza, que inmovilizó con una sola mano, el rostro de la muchacha y reclamó sus labios sin consideración alguna.

Por más que Bianca, luchó fue en vano, ya que no era oponente para la reina de las pampas, que dicho sea de paso; era mucho más alta que la joven, de contextura más gruesa y contaba con mucha más fuerza que el delgado y diminuto cuerpo de la muchacha. Definitivamente era desigual las condiciones entre una mujer a otra.

Tal como la besó, Ariza, se apartó de ella sin soltar su rostro y viéndola fijamente, agregó…

─ Espero que reflexiones muy bien las cosas y sopeses las consecuencias de tus actos ─ expresó Ariza ─ recuerda que sólo tendrás unos días nada más y si llegó a saber que tienes problemas en Enap, no dudaré en ir a buscarte antes y hacerles pagar muy caro su atrevimiento.

Tras sus últimas palabras, la estanciera la soltó y se disponía en marcharse, cuando la propia Bianca, la detuvo.

─ Ariza, espera ─ demandó Rangel.
─ ¿Qué sucede? ─ instó ésta, que volvió sobre sus talones y la confrontó.
─ No puedes acercarte a mí estando en el campamento ─ reveló Bianca, aunque no debía, no podía evitar inconscientemente protegerla ─ sobre ti pesa una denuncia que pueden usar en tu contra y por lo demás, yo no puedo trabajar en las instalaciones que están en tus tierras, por ordenes de Santiago.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó Ariza, que tomó nuevamente el rostro de la joven ─ Así que ese fue el motivo por el cual no te había visto por más que te busque. Y veo también que ha sido la causa de tu tristeza además.

Bianca, no respondió a lo señalado por Ariza y se limitó en desviar sus ojos a un costado, para no dejar ver más su interior y su congoja.

─ Agradezco que me hayas puesto al tanto, más no debes preocuparte yo sé cómo tratar con esa gente ─ dijo con total desprecio Ariza ─ razón suficiente para no tener contemplación alguna.
─ Ariza ─ balbuceó Bianca ─ deja las cosas como están y olvídate de mí de una vez.
─ Nunca ¡Me oyes! ─ bramó seca ésta ─ No olvides mi advertencia, solo cuentas con unos días y no voy dudar en hacerlos trizas.

La estanciera no dejo que la joven respondiese a sus descargos y se marchó del lugar con paso firme, desapareciendo de su vista tal como apareció.
Bianca, cerró sus ojos y apretó fuertemente sus puños. Por segunda vez en un día la ponían contra la espada y la pared. No les importaba lo que ella estuviese sintiendo o lo que opinaba, la cuestión era tener la razón y demostrar a los otros que vencerían sin importar nada más.

Después de unos minutos tratando de apaciguar su molestia, intentó buscar una salida que le permitiese librarse de ambas partes.

─ Si al menos tuviese un motivo ─ susurró compungida Bianca ─ podrían detener toda esta locura.

Llevó sus manos por sus rostro, refregándolas por toda su superficie como queriendo calmar su angustia. Al no conseguirlo, decidió irse y dejar que la velocidad nuevamente le diera esa paz que otra vez volvía a necesitar.

Cuando llegaba al faro, vislumbró a lo lejos como la camioneta de Ariza, iba subiendo por el desfiladero y a su vez, otro vehículo descendía por el sendero.

En eso una pequeña puntada a la altura de su corazón, le previno que se aproximaban problemas para ella y vaya que no estaba mal en sus deducciones puesto que el otro coche resultó ser una camioneta de Enap.

─ Mejor será que me marche cuanto antes ─ se dijo Bianca, viendo el horizonte y se dispuso a subir en su jeep y arrancó raudamente el lugar.

Mientras la joven Rangel, se disponía a retornar al campamento. Dos camionetas se cruzan en la mitad del desfiladero y al reconocerse sus conductores, hace que el vehículo particular en una maniobra arriesgada quede atravesado al medio, impidiendo el paso del otro y haciéndolo que frenase bruscamente para evitar una colisión entre ambos.

─ Contigo quería hablar, Paredes ─ enfrentó llena de cólera Ariza, al bajarse de su camioneta.
─ ¡Aquí me tienes, Ariza! ─ respondió de igual modo Marcela.

Dos mujeres volvían a verse las caras nuevamente y un escenario problemático se instaló en esa parte tan alejada de la mano de Dios y una ráfaga de viento helado se dejo sentir, presagio de que un juego peligroso comenzaba a gestarse para una joven que solo deseaba escapar de su pasado como de su presente.


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