mujer y ave

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domingo, 19 de octubre de 2014

Las vueltas de la vida.


El camino de rosas y espinas.

Oneshot

Las vueltas de la vida

Una joven lleva bastante tiempo embelesada viendo por la ventana de su apartamento ver caer la lluvia y cada gota resbalando por el ventanal, se siente como pequeñas dagas sobre su corazón.

Ha intentado ya muchas veces dejar de pensar en aquello que le roba su paz interior y por más que se prometió mantenerse al margen y a muchos metros de su alcance. Resultó más que poco factible.

Y es que cuando los pasos de dos personas están destinados a encontrarse en la senda de la vida; nada ni nadie podrán evitar el desenlace final y tarde o temprano quedaron frente a frente y Cupido hará de las suyas de una forma u otra.


Muchas veces intento mentirse de que todo había sido un espejismo hormonal nada más, producto de ese porte sensual que irradiaba y que se confabulaba con la excesiva seguridad que de ella emanaba.

Era un magnetismo que jamás había visto en mujer alguna y eso que estaba acostumbrada a estar constantemente rodeada del sexo femenino, dado porque provenía de una familia de puras mujeres, que estudió en un colegio de monjas y en la universidad dicho número era mayoritariamente del llamado sexo débil.

Llevaba tanto tiempo esquivando cualquier contacto con su persona, que en muchas ocasiones terminaba discutiendo con ella con el propósito de mantenerla lo más alejada suyo y así estar a salvo.

Sin embargo, el tiempo que ha transcurrido le ha jugado en su contra y lo que comenzó como una simple curiosidad y de ser muy directa en sus comentarios, terminaron por romper los cimientos de un matrimonio y de cierta forma se sentía culpable por lo sucedido.

Por momentos deseaba volver el tiempo atrás y no haber dicho nada que pudiese perjudicar la vida familiar de una de sus jefas y como se suele decir en el campo; lo que siembras lo cosechas a larga.

Aún recordaba cuando recién egresada de la universidad se presentó a una entrevista de trabajo en una prometedora constructora, cuyas dueñas eras tres jóvenes Arquitectas y que estaban en busca de personal administrativo y contable para su empresa.

Flash back

Cuando la joven se presentó en aquella diminuta oficina para dicha entrevista, quedo impactada al chocar de frente con aquellos ojos verdes que tenían la mirada más inquisitiva que en su vida hubiese visto. Tenía un grado tal de frialdad como análisis y parecía desnudar tu alma con su solo mirar.

Le tomó más de unos minutos, sacudirse la impresión del cuerpo y poner atención a las preguntas que las tres mujeres le estaban haciendo. Cuando ya tuvo control sobre sus emociones, pudo resolver satisfactoriamente cada pregunta que le hicieron y fue gratamente aceptada por dos de las socias y sólo una de ellas, estaba reacia en confiar en una joven novata y sin nada de experiencia. Y tuvo que ser ella precisamente la que se oponía a necesitar sus servicios.


─ Es tan solo un niña en pañales ─ argumentó en esa oportunidad la joven Arquitecta ─ es mucha la responsabilidad que recaerá sobre sus hombros. Pienso que debe ser un hombre y no una mujer para el cargo.

Sus dos socias trataron de convencerla de lo contrario por diversas razones, pero sería la propia muchacha que llevada por su instinto y que en parte herida en su amor propia, se defendió por sí sola.

─ Con todo el respeto que se merece. Usted no puede juzgar a una persona con la primera impresión, eso es poco profesional ─ rebatió la joven viendo directamente aquellos ojos verdes y sin inmutarse, continuó. ─ Muchos suponen que ser joven es sinónimo de imprudencia e irresponsabilidad y sin embargo, yerran en esa suposición, ya que un joven tiene los bríos que los adultos por temor o desconfianza no se atreven en arriesgar e ir más allá por costumbre de ir a lo seguro. Por otro lado, una mujer está mucho más capacitada que un hombre por el simple hecho de que es perfeccionista por naturaleza y no competitiva por deporte como es el caso de los varones.

Cuando la muchacha terminó de exponer sus descargos, se produjo un silencio casi sepulcral y es que jamás se espera que en una entrevista de trabajo, un postulante puede comportase de ese modo dado que por lo general hay mucho nervio de por medio y se necesita de mucho desplante para expresarse a ese nivel sin ser mal educado o insolente.

Sólo una ceja alzada de aquella Arquitecta fue la primera y más clara reacción de las tres socias y es que las otras dos estaban más que impresionadas de la personalidad y tenacidad de la joven contadora.

Sin emitir ninguna palabra, ambas colegas solo voltearon a ver a su socia y dejaron que fuese ella; quién determinará el destino de la postulante. Al percibir la reacción de sus colaboradoras. Ésta se tomó unos minutos para observar detenidamente a la joven y pudiese analizar minuciosamente su desempeño en toda aquella reunión.

─ Muy bien ─ mencionó la Arquitecta y sin dejar de verla a los ojos ─ Espero que seas capaz de demostrar aquello que tanto haces alarde y no seas una brabucona de muchos que son incapaces de cumplir con su palabra como objetivos.
─ No me considero una brabucona ─ esgrimió sin amilanarse la muchacha ─ siempre sostengo lo que digo y me caracterizo por no dejar nada a medias.

Nuevamente la joven postulante dejaba sin palabras a las tres profesionales y provocando diversas reacciones pero con un factor en común.

─ Ese es el espíritu y la actitud que estamos necesitando en la empresa ─ mencionó una Arquitecta de cabellos cobrizos y ojos azules ─ ¿Cuándo estarías dispuesta a comenzar?
─ Cuando ustedes lo determinen ─ respondió la joven sin rodeos y dando por hecho que ya el puesto era suyo.
─ Entonces ─ demandó aquella mujer de ojos verdes ─ Comienzas hoy mismo.
─ ¿Hoy mismo? ─ exclamó algo perturbada la chica, que no contaba con un hecho así ocurriese.
─ ¿Acaso no has dicho cuándo nosotras determinásemos? ─ soltó la rubia desafiándola con la mirada ─  o… ¿Tienes miedo ahora?
─ Eso jamás ─ respondió con fuerza la muchacha.
─ ¡Bienvenida a Almapric! ─ expuso la tercera Arquitecta. Una trigueña de ojos grises y muy risueña.
─ Muchas gracias por su confianza ─ señaló la joven postulante. ─ Señor… (No terminó de hablar pues se percato de que no sabía sus nombres)
─ Jajaja ─ Bromeó la Arquitecta al ver el estupor en la chica ─ Mi nombre es Casandra Goicochea, a mi derecha Sofía Almagro y a mi izquierda; la rubia malas pulgas; Mariela Sopric.
─ Encantada de conocerlas ─ fue todo lo que atino en decir la chica, ya que sentía atravesarle el alma, eso odiosos ojos verdes.
─ Bueno… ¿Cómo has dicho que te llamabas? ─ soltó irónicamente Mariela y a las vez desafiándola más. ─ ¡Así!...Creo que te llamas… ¿Ramos?... Carla Ramos ¿No es así?
─ Así me bautizaron ─ respondió de igual modo Carla.
─ Bien, Señorita Ramos ─ ordenó Mariela ─ Tienes dos minutos para salir de mi oficina y comenzar a trabajar.
─ Como usted ordene ─ atinó en decir Carla y se dispuso en retirarse cuanto antes de aquel lugar o sufriría un colapso nervioso.

La joven estaba por coger la manija de la puerta, cuando de súbito tocaron su hombro, sobresaltándola mucho al punto de llegar a saltar y al darse vuelta quedo de plano frente a los burlones ojos verdes de Sopric.

─ Creo que estas olvidando algo vital ─ señaló Mariela, cuyo rostro reflejaba la ironía ejemplarizada ─ Y es saber hacia dónde debes dirigirte y qué hacer ¿No te parece señorita perfección?
─ Adivina no soy y está más que claro ─ refuto Carla, que a duras penas contenía el enojo por el olvido de preguntar y no hacer el ridículo como lo estaba haciendo. ─ Y asumo mi error.
─ ¡Admitiendo tu derrota antes de tiempo! ─ exclamó con alevosía Mariela ─ Pensé que durarías más tiempo dando batalla. Veo que no me equivoqué en mi primera impresión contigo.

En respuesta, Carla, suspiró lenta y pesadamente, conteniéndose al máximo para no mandar al carajo a semejante petulante y es que en media hora de permanencia con ella y había conseguido arrancarle la paciencia en menos de cien metros planos y creía que nadie podría aguantar a semejante mujer, con mucha suerte quizás un esposo y eso sería un milagro de Dios.

─ Le pido disculpas por mi olvido, Arquitecta Sopric ─ mencionó Carla, tratando de templar al máximo su carácter ─ No volverá a tener quejas  mías en un futuro. Eso se lo doy firmado.
─ ¡Qué soberbia y engreída eres para ser tan joven! ─ acusó Mariela y cuya mirada se volvió totalmente fría y escéptica. ─ Seré yo misma, quién me encargue de supervisar tu trabajo y si encuentro un solo y mísero error de tu parte, tendré el placer de poner de patitas en la calle ¿Queda claro?
─ Claro como el agua ─ asumió Carla y escondió muy bien su molestia, pues no  quería darle motivos a esa bruja para que la corriese por el momento.
─ Perfecto entonces ─ mencionó Mariela y le entregó un documento a la joven ─ Ve a recursos humanos y que hagan tu ficha de ingreso y luego te presentas con Ricardo para que te ponga al día con las facturas y todo el papeleo legislativo y sólo cuando hayas acabado, te podrás retirar a tu hogar. Tómalo como un relajo para ser tu primer día de trabajo.

Aquellos ojos pardos por poco y asesinan a su jefa, más le tomó menos de dos segundos y logró mostrar una indiferencia absoluta y así, no responder al ataque de aquella mujer.

─ Será como usted ordene ─ fue la escueta respuesta de Carla.
─ Como ya entendiste. Sal de mi vista, prospecto de perfección  ─ soltó mordaz Mariela.

No se hizo esperar la reacción de la joven y sólo le quedo viendo por un segundo y se largó sin más de aquella oficina conteniendo su ira con guardias de seguridad mental para no darle su merecido al ogro de su jefa.

Cuando la muchacha cerró la puerta detrás de sí. Las reacciones de las demás no se hicieron esperar.

─ ¡Por Dios, Mariela! ─ espetó con incredulidad Sofía ─ ¿Tenías que ser tan pedante con ella?
─ Concuerdo con Sofí ─ acotó Casandra ─ ¿Qué te hizo esa pobre chica para que la tratases de ese modo?
─ Tengo mis motivos ─ se excuso sin más Sopric ─ Me desagradan las personas fanfarronas que mucho dicen y poco hacen.
─ Para que digas tal cosa, debes tener más tiempo de conocerla ─ rebatió Sofía ─ Ella apenas ha sido entrevistada y no le has dado argumentos para defenderse laboralmente hablando.
─ Descuida, Sofí ─ aclaró Mariela ─ te aseguro que a contar de hoy me dará todos los argumentos que necesito y sólo cuando haya pasado un año, asumiré mi equivocación y me disculparé personalmente ante ustedes.
─ Aun así, Mariela ─ refutó Sofía ─ Yo confío plenamente en tus deducciones o como decisiones. Más te aseguro que esta chica, este día no olvidará jamás y es que fuiste muy dura con ella.
─ Es por su propio bien ─ mencionó ésta ─ es la mejor forma de darle motivos para esforzarse y no ser una mediocre.
─ Te puedo asegurar que esa joven no es una de esas ─ corrigió Sofía ─ se notó enseguida con solo oírla hablar.
─ Carla, tiene un desplante único y fue suficiente para mí ver cómo te dejo sin argumentos cada vez que la confrontabas ─ expuso Casandra, muy divertida. ─ ¡Admítelo! Tiene agallas.
─ Sostengo mis palabras de hace un rato ─ contravino Mariela ─ Esa una niña en pañales aún.
─ Sabes lo que creo que es ─ repuso Casandra.
─ ¿Qué cosa según tú? ─ apremió Mariela.
─ Te lo diré con todas sus letras y así lo digieras mejor ─ señaló burlonamente Casandra ─ «Encontraste la horma de tu zapato»
Aquellos ojos verdes de Mariela, se abrieron como platos ante lo expuesto por su colega y socia. Y solo con el transcurrir del tiempo se comprobaría aquella teoría.

Fin del flash back

Rememorar aquel día, le trajo nostalgias y también agregó mas pesar a su corazón alicaído y es que nada parecía darle consuelo a su vida. Por más que lo intentará siempre terminaba en el mismo lugar de siempre en sus pensamientos…La Arquitecta Sopric.

Aunque no quisiera admitirlo; necesitaba la sonrisa burlona y palabras tajantes de esa coraza hecha mujer. Y por más que tratase de mantenerse a un kilometro de su persona, terminaba por llegar a su puerta como siempre y se maldecía una y otra vez. Y es que podía ver en aquellos ojos verdes reflejado un  sentimiento que le asustaba como atormentaba hasta lo indecible a causa de no poder más con la vergüenza de haber sido la causante de la ruptura matrimonial a unos meses de haber nacido el primogénito de esa familia.

Aún recordaba la mirada de desprecio del esposo de la Arquitecta, cuando fue a encararla a su hogar y de paso agradecerle por mandar al diablo su matrimonio y si no fuese suficiente con ello, le escupió en el rostro que le dejaba como herencia al bebé, porque sin asco le soltó que ese niño fue concebido pensando en ella, cuándo su esposa al terminar de hacer el amor, la nombró y a partir de ese día ya no la volvió a tocar más, ya que ésta no se lo permitió.

Ese día se convirtió en un verdadero infierno, ya que sus padres descubrieron parte de su verdad tras oír los gritos exacerbados del esposo de su jefa y le dieron a elegir entre su familia y destierro total lejos de su casa.

Carla, no tuvo más alternativa que asumir las consecuencias y se marchó del hogar de sus padres y rentó un apartamento por un tiempo hasta que pudo optar al propio.  Permaneció por dos años alejada de su familia y sólo la enfermedad de su madre, le dio una tregua y vino  a brindarles otra oportunidad como familia. Tras una larga conversación llena de dolor y lágrimas, pudieron reconciliarse padres e hija y desde ahí, mantuvieron un vínculo más cercano y unido, debido a que sus padres aceptaron la forma de su ser de su hija.

No obstante, la contadora, permaneció inmutable ante la Arquitecta Sopric y se esforzó por cambiar las cosas y optó por salir con muchos chicos ante la vista y paciencia de Mariela y así, olvidarse de ella de una vez por todas.

Más aquello jugo en su contra, ya que podía ver reflejado el rencor en aquello ojos verdes y por cada chico que le venía a buscar a la salida del trabajo; al día siguiente su jefa estaba de un humor de perros y se descargaba su frustración de lleno en ella, llenándola de trabajo y fastidiándola hasta lo infinito.

─ Así como tienes mucho tiempo para divertirte, lo tendrás para cumplir con tus labores y tener esto antes de que te marches ─ ordenaba sin miramientos Mariela.
─ ¡Pero esto es demasiado para un solo día! ─ aulló con espanto Carla. ─ ¿Te has vuelto loca o qué?
─ Acaso no presumías que no dejabas nada a medio terminar ─ desafió Mariela ─ cumple con tu trabajo y si te tienes que quedar hasta tarde no es mi problema, por último cobrarás horas extras.
─ Deberías buscarte a otro contador y así, podrías explotarlo como se te antoje ─ soltó con rabia Carla ─ porque según tú, no doy la talla. Ahora, tienes argumentos para refregarme en la cara mi incompetencia.
─ Nada de eso querida ─ refutó sin asco Mariela ─ tu tiempo para renunciar expiró hace mucho y ahora, debes asumir tus obligaciones.
─ Te puedes ir al carajo, Mariela ─ rabió Carla sin contenerse más ─ Me largo de este puto trabajo. Me tienes harta de tu pesadez y mal humor. Quédate con tu bendito empleo y búscate a otro idiota para que te bese los pies y haga tu reverenda voluntad.

La contadora, tiro los documentos al escritorio. Recogió su cartera y abrigo y se dispuso a largarse de aquel lugar.

─ ¿Adónde demonios crees que vas? ─ increpó Mariela, agarrándola fuertemente del brazo.
─ Dónde no pueda ver más tu odioso rostro ─ replicó Carla y se soltó del agarre. ─ No vuelvas a tocarme, idiota ególatra.
─ ¡Así que te soy odiosa! ─ espetó Sopric y esta vez jalo de ambos brazos a la muchacha hasta pegarla a su cuerpo. ─ pues déjame aclararte que esta ególatra esta como una idiota por tu culpa.
─ ¿Qué quieres decir con eso? ─ inquirió Carla, tratando de zafarse de los brazos de Sopric ─ ¡Suéltame Mariela de una vez!
─ Que has hecho de mi vida un infierno desde que te conocí y no tengo sosiego ni paz al punto de hacer añicos mi matrimonio ¿Y sabes por qué? ─ masculló fuera de sí, Mariela.
─ No me interesa saberlo. ¡Sólo suéltame ya! ─ demandó seca Carla y sin conseguir deshacer el abrazo que la mantenía cautiva.
─ No te voy a soltar ─ rebatió Mariela y cerró aún más el abrazo entre ellas ─ ¿Cómo no te das cuenta cómo me tienes?
─ Yo no te hecho nada ─ protestó Carla ─ déjame ir Mariela.
─ Nunca ─ gritó a viva voz, ésta ─ no tengo vida a causa tuya, Carla. No duermo, ni como bien y sólo una cosa podrá devolverme la paz como el respeto por mí misma.
─ ¿Qué cosa deseas para dejarme tranquila? ─ preguntó sin más Carla, dispuesta a escucharla.
─ Esto ─ fue la escueta respuesta de Mariela y sin darle tiempo a nada, se adueñó de los labios de Carla.

La contadora quedo estupefacta al sentir sobre sus labios, los de Mariela y fue incapaz de reaccionar y dejo que la Arquitecta, hiciera con ella lo que quisiera, porque no tuvo fuerzas para negarse a sí misma lo que anhelaba su corazón desde aquella vez en que en una fiesta de aniversario de Almapric, y con un par de copas de más en  el cuerpo y sumado a lo condenadamente sexy que lucía Sopric, Y que cediendo a sus hormonas alborotadas, acabó por llevarse a su cama a su jefa y vivir la noche de pasión más intensa de su vida y que jamás podría olvidarse como negar que desde ese día no tenía ojos más que para su malhumorada Arquitecta y su corazón le pertenecía por completo aunque ella tratase de negar su amor por ella al costo que fuese.
─ No vuelvas a salir con nadie más ─ susurró Mariela sin desprenderse de su boca ─ No puedo soportarlo. Tú eres mía desde esa noche y no te compartiré con persona alguna.


La vida muchas veces te depara tantas sorpresas que terminan por dejar tu mundo de cabeza al punto de envolverte en una situación que jamás hubiese imaginado y desbarajustan todo el escenario que habías formado y encontrarte con tu propia verdad. Simplemente son las vueltas de la vida.

1 comentario:

Alexsa dijo...

Genial *-*
Así que eso se traían esas dos cx
GracIaS por compartir esta historia (:

Que estés excelentemente c:

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