mujer y ave

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jueves, 20 de julio de 2017

Tu y yo una cuenta pendiente.

 Destino implacable.

CAPÍTULO 17, TÚ Y YO, UNA CUENTA PENDIENTE I PARTE

Una vez que el bus se alejó y muy poco se veía desde su lugar, fue el turno para la joven ingeniera de poner manos a la obra y comenzar a esclarecer sus dudas como sus sentimientos. Sin más se fue en dirección de su jeep. Volvió encender el su coche y luego, de poner las respectiva marcha atrás. Giró por completo su volante y retomó el camino que la llevase nuevamente hacia el campamento de la petrolera.


─ Antes de ir hablar con ella, debo avisarle a Don Alejandro es lo menos que puedo hacer por él y su confianza que depositó en mí. ─ determinó de ese modo Bianca.

En esta ocasión mantuvo un poco la velocidad porque no tenía necesidad de volcar sus emociones en la conducción por lo tanto fue un viaje bastante tranquilo por así decirlo a unos 80 Km/h reglamentarios.

El trayecto fue relativamente pasivo por así decirlo, porque no se topo con nadie que fuese de la estatal y eso no dejo de causarle cierta duda porque a esa hora por lo menos unas cuatro camionetas debían ir a varios sectores. ¡Como fuese! Ella tenía bastante cosas por las que ocuparse y fue así que a unos 20 minutos de conducción llegó al triangulo como hemos mencionado anteriormente.

Cuando el vehículo se desplazaba entre ese sector, no pudo ver que entre la torre de control del helipuerto y el estacionamiento habían tres camionetas de la estatal fuera del operador que allí se desempeñaba. Causando extrañeza en la joven puesto que sabía que solo una visita a nivel de gobierno o un asunto muy importante convocaban a un buen número de personal. De lo contrario significaban que algo malo estaba sucediendo.

Y no estaba muy lejos de la verdad porque no eran cualquier camioneta las que allí estaban reunidas y el asunto en verdad era delicado.

No obstante a ello y de suponer algunas cosas; es decir presentir que algo no estaba bien. Decidió bajarle el perfil porque el tiempo apremiaba y debía solucionar sus propios problemas.

Fijo la vista en el camino y se olvido por completo de lo que había en ese estacionamiento y en pocos minutos entraba por la senda angosta que conducía hacia el aparcadero principal y paso de largo hasta entrar al sector del Cop y dejar en el pequeño estacionamiento su jeep.

Bajo de prisa y se fue en busca de Patricio y para su sorpresa no le encontró y en su lugar halló a Eugenio, el controlador del sistema de vigilancia de monitorear los diversos posos petroleros y plataformas en el estrecho de Magallanes.
El funcionario la puso al tanto que el encargado no se hallaba porque debió salir de prisa a resolver una situación que se presentó junto a otros dos compañeros. Después de charlar unos momentos con Eugenio, con quién mantenía una relación laboral bastante aceptable dentro de los parámetros profesionales.

─ ¿Entonces no hay nadie más? ─ preguntó Bianca.
─ Solo está Ricardo al mando del buque hasta que regresen los otros ─ mencionó Eugenio. ─ la verdad no sé cuánto vayan a demorar por lo que te sugiero que hables con él.
─ No queda de otra ─ señaló Bianca. ─ debo poner al tanto a Don Alejandro.
─ ¿Irás como funcionaria de Enap o lo harás en forma personal? ─ preguntó Eugenio.
─ Iré como Bianca Rangel ─ respondió ella. ─ Ya bastantes problemas hay como para darle más motivos a la dueña de los pozos para que los use en contra de Enap.
─ Te deseo la mejor de las suertes ─ dijo el controlador. ─ Mira que ya han ido dos enapinos y han vuelto heridos a manos de esa Quintrala.
─ ¿Dos? ─ inquirió Bianca confundida. ─ ¿Qué no era solo Marcela?
─ Nada de eso mija. Se nota que te has perdido la mitad de la vida encerrada allá en Gregorio─ explicó Eugenio. ─ A Héctor también le metió un tiro y lo dejo como monigote. También lo van a enviar a Punta Arenas para que lo revisen.
─ Lamento oír eso ─ mencionó Bianca. ─ No me alegro con lo sucedido pero eso pasa por ser un…. (Se detuvo de continuar hablando más de la cuenta)
─ ¡Lame botas! ─ terminó la frase Eugenio. ─ descuida que estamos en confianza. Y por lo demás, ni siquiera siendo un lame botas fue suficiente para salvarlo de la ira de la Quintrala.
─ Como dije es una lástima. ─ dijo Bianca y dándose la vuelta para irse, añadió. ─ Será mejor que ponga en marcha.
─ ¡Cuídate de esa mujer, Bianca! ─ suplicó Eugenio. ─ Regresa pronto con nosotros.
─ Eso hare ─ fue todo lo que adujo la joven Rangel y dio por terminada la conversación.

Salió de la oficina del Cop bastante cabreada porque cada vez más, eran las quejas en contra de Ariza y sus desastrosas acciones que en vez de ayudarla hacían que la distancia creciera más entre ellas.

Una vez arriba de su jeep salió del lugar  conduciendo a una baja velocidad por lo demás. Su vehículo se desplazo calle arriba hasta la loma en que se encontraba todo el entramado principal de dirección técnica y operadora llamada Dirección de obras.

Una vez que ingreso al lugar, rodo su volante para estacionar su jeep de cola y no saltarse las normas. Bajo y se adentró al inmueble principal que conocía de sobra ya ese lugar se desempeñaba gran parte de la plana mayor como Alejandro Miranda e inspectores.

Al ingresar a la primera puerta no pudo sobrecogerse y ver desocupado el asiento de la jefa de inspectores y estaba sumida en sus pensamientos cuando por otra puerta aledaña, ingresó Ricardo, otro de los inspectores pero de planta.

─ ¡Buenos días Bianca! ─ Saludó Ricardo. ─ ¿qué te trae por aquí?
─ Venía hablar con Don Alejandro, pero ya me dijeron que no está ─ explicó la joven Rangel. ─ Es más que nada para avisarle que voy a solucionar las cosas con la dueña de los pozos.
─ Comprendo ─ dijo Ricardo. ─ No te preocupes que yo le informare a Alejandro en cuanto regrese.
─ Perfecto ─ repuso Bianca y dándose la vuelta para irse. ─ Me voy entonces.
─ ¡Espera un momento! ─ demandó Ricardo.
─ ¿Qué desea? ─ preguntó Bianca, volviendo a ver al inspector.
─ Yo sé que no somos muy afines y que solo hablamos lo justo y preciso. ─ repuso Ricardo. ─ Pero quiero saber si estás segura de lo que vas hacer. Lo preguntó por qué estás tirando por el caño tu futuro laboral.
─ Estoy muy segura de lo que hago ─ contestó un tanto cabreada la joven. ─ De lo contrario esto pasará a mayores y es algo que no quiero llevar en mi conciencia.
─ No cuestionó tu decisión chiquilla ─ explicó Ricardo y rascando su barbilla, agregó. ─ Para serte bien sincero voy a confesarte algo que es reservado, pero es relevante que en cierta parte conozcas la verdad.
─ ¿A qué se refiere con eso? ─ preguntó Bianca.
─ ¿Sabías tú que hay una cantidad de pozos ocultos que perforaron los gringos en el comienzo?. ─ fue el cuestionamiento del inspector.
─ No tenía idea ─ respondió Bianca.
─ Enap va hacer un proyecto en conjunto con una nueva firma para reutilizar dichos pozos y generar más productividad para el estado. ─ reveló Ricardo. ─ Y están buscando personal capacitado para dicho proyecto.
─ ¿Y eso qué tiene que ver conmigo? ─ indagó Bianca. ─ ustedes bien saben que yo solo permaneceré solo un año en la estatal.
─ Tiene que ver mucho ─ aclaró el inspector. ─ hay una lista de 20 profesionales. Los mejores de cada especialidad y tú, estás incluida en ella. No muchos pueden darse el lujo de tener esa oportunidad llevando tan poco tiempo en el rubro. ¡Así que piénsatelo bien! Es una muy buena oportunidad.

Para la joven ingeniera, la confesión la pilló desprevenida y a la vez, sorprendida de saberse entre los profesionales de dicho proyecto.

─ Aprecio lo que usted me dice, pero yo no puedo responderle en este momento hasta no resolver mi asunto con la dueña de los pozos ─ respondió con total sinceridad Bianca. ─ Y después de eso, podremos hablar más tranquilamente de ese tema.
─ Me parece bien ─ señaló Ricardo. ─ Pero te sugiero que no dejes pasar esta oportunidad ya que es Carlos Gallardo, quién te ha escogido y dudo mucho que él te deje ir así como si nada. Es un hombre muy convincente y no va a perder a una funcionaria como tú.
─ Como le dije, no puedo responder ahora ─ reiteró Bianca. ─ Pero lo pensaré detenidamente.
─ Recuerda esto que voy a terminar de revelarte. ─ confidenció el inspector. ─ De los 20 funcionarios solo tú has sido escogida personalmente por él y a los otros los avala su trayectoria en Enap. Así que no desperdicies la posibilidad de hacer carrera en esta empresa.
─ Lo tendré presente ─ respondió Bianca incómoda por la situación  como a su vez, sorprendida por esa confianza que en ella depositaban. ─ Ahora si me disculpa, me retiro porque debo salir cuanto antes a los pozos.
─ ¡Ve chiquilla! ─ Indicó Ricardo.
─ Nos vemos ─ se despidió Bianca y giró en sus talones para salir rápidamente de esa oficina.

Una vez que la muchacha desapareció de la vista del funcionario. Éste descolgó el teléfono y llamó a…

─ Tal como me lo pediste, ya le informé a ella de tus planes. ─ informó Ricardo.
─ ¡Excelente! ─ respondieron al otro lado de la línea.
─ Ahora solo te falta que Marcela llegue a firmar el contrato y las tendrás a ambas ─ señaló Ricardo.
─ Así es ─ confirmó.
─ Solo te quedará salvar el obstáculo de la dueña de los pozos─ mencionó el inspector. ─ me pregunto si habrás hecho bien, ya que ella no está acatando las órdenes que le dieras a Alejandro.
─ Justamente ella está haciendo lo que esperaba que hiciera. ─ confidenció al otro lado de la línea telefónica. ─ Al desobedecer mis órdenes me permitirá tener a raya a la dueña de los pozos. Porque estoy más que seguro que ella será el talón de Aquiles de Ariza Pedrales.
─ ¡Vaya! Se nota que lo tenías todo bien calculado ─ afirmó Ricardo después de oír los planes de su superior. ─ No por algo eres la mente maestra y el mayor estratega de Enap ¿No es así Carlos?

─ Los títulos o apodos no valen nada si no se consigue el objetivo mayor ─ admitió Carlos Gallardo. ─ Y mi plan no estará completo hasta no tener a esas dos dentro de la lista de personal que entrara en faena a fines de año.
─ ¿Estás seguro que ella no será un impedimento para los planes de la estatal? ─ preguntó dubitativo Ricardo.
─ Ricardo…Ricardo ─ aclaró Carlos. ─ Lo vuelvo a reiterar. Bianca Rangel será la pieza clave y la debilidad de la dueña de los pozos e independiente la situación que tienen entre ellas.  Esto me va a permitir torcer la mano de la estanciera teniendo de nuestro lado a Rangel. ¡Es cosa de tiempo! Te lo puedo asegurar.
─ Te creo ─ apoyó Ricardo luego de escuchar a su jefe. ─ ¿Entonces comenzamos el llamado?
─ ¡Mira! Yo creo ─ repuso Carlos y procedió a dar las instrucciones.

Esa conversación les llevaría mucho tiempo como también decidiría el futuro de al menos 4 funcionarios del campamento e incluía a la inspectora como la joven ingeniera para trabajar en conjunto a en ese nuevo proyecto. Sin contar con los planes que ya había trazado la otra protagonista de esta historia. Ariza Pedrales.

Lejos de conocer las verdaderas intenciones de uno de los directivos de la estatal y ajena a un complot por parte de los funcionarios de la estatal. La joven Rangel, ya estaba aparcando su vehículo frente a la casa I.

Como era de esperarse no halla a Fernanda en la casa porque debía hallarse en su lugar de trabajo o desayunando por lo que se fue directo al baño y tomo una ducha rapidísima porque le hacía falta después de una noche de tanto llanto.

Tras unos minutos en las que se aseó y retornó a su dormitorio, se vistió con ropa de civil. En unos jeans negros, una camisa verde a cuadros, unos botines para la nieve, una casaca deportiva de color verde y gris en sus hombros como brazos. Se ajustó un jockey con diseño de halcón (fanática de dicha ave) y se colocó unas gafas negras para el sol por estar en una zona altamente dañina por la capa de ozono. Y sin más volvió a salir de la casa. Se acomodó al volante, colocó un cd de su grupo favorito entre comillas con el tema Infinity de one direction. Encendió su coche y salió en busca de su destino o esclarecerlo al menos.

Al llegar a la plazoleta, fijo se venía algún otro vehículo y luego, cruzó el camino con rumbo hacia el sur.

Tomo el camino angosto que conducía por debajo de las instalaciones de obra y al llegar al cruce con el camino principal. Repaso todo lo vivido con Marcela y luego de un suspiro, simplemente puso en camino su jeep.

El tablero de velocímetro marcaba los 80 Km/ m  y comenzaba el recorrido hacia su objetivo. Fue rodando más y más cerca de las tierras de la mujer que la había puesto en contra la espada y la pared.

─ ¡Esto se acabó Ariza! ─ murmuró Bianca para sí. ─ De ahora en adelante tendrás que respetarme y si tanto dices que me amas, tendrás que ganarte mi corazón en esta vida y no imponerme por la fuerza a que esté contigo. ¡Ya veremos la clase de amor que tienes hoy!

Fue así que piso el acelerador y al llegar a los 1200 metros antes del paso 14 llegaba a los 100km/h.

Y seguía aumentando la velocidad 600 metros antes del paso, el marcador llegaba a los 140 Km/h y sin un dejo de bajar la marcha.

En el horizonte ya se vislumbraba los portones en la lejanía… Y unos hombres que estaban apostados en el lugar, se percataron del  coche que se desplazaba hacia ellos.

─ ¡Estén atentos a ese vehículo! ─ Ordenó un hombre que estaba apostado lejos de ellos con un rifle de alto alcance. ─ No olviden lo que dijo la patrona. Nadie debe pasar este portón.

En el acto los otro cuatro hombres, tomaron sus lugares y recargando sus escopetas de paso para enfrentar al visitante que presumían que podría tratarse de algún funcionario de la estatal.

400 metros para llegar al paso, el velocímetro alcanzaba los 160 Km/h y no indicaba nada que fuese a reducir la velocidad.

Cuanto ya solo faltaban 100 metros, de un solo frenazo y entre chirridos de llantas, por fin se detuvo en seco el jeep. De él se bajo una persona que no pudieron identificar si se trataba de algún funcionario de la estatal por no estar con el uniforme característico.

─ ¡Será mejor que te detengas ya! ─ ordenó un peón que se acercó un poco al portón y con su arma apuntó directo sobre la cabeza del individuo. ─ No hay paso para nadie.

En una primera instancia, la joven Rangel, sintió pavor de que un disparo pudiera darle de inmediato y apretó fuertemente sus manos.

─ Marce ─ murmuró Bianca mientras avanzaba hacia los portones. ─ Yo lo prometí. No puedo retractarme ahora.

Solo bastó con recordar la imagen de la rubia inspectora para que la joven ingeniera se llenara de más confianza y siguiera caminando resuelta a que la dejaran pasar.

─ No te hagas el gil y detente idiota ─ volvió amenazar el peón y esta vez paso el gatillo en posición de apriete. ─ ¡Voy a volarte los sesos si no te detienes!

La joven ingeniera no se intimidó con la amenaza y siguió avanzando. Consiguiendo que el hombre se pusiera nervioso ante la actitud porque tenían órdenes que cumplir  y a pesar de temer a la justicia más le temían a la estanciera y no les iba a quedar más alternativa que darle un escarmiento al susodicho.

Por su parte, Bianca, se quitó su jockey de su cabeza y enseguida sus cabellos se acomodaron sobre sus hombres y dejaron ver de quién se trataba.

Y justo cuando el peón se aprestaba a darle el tiro de gracia, se escuchó una potente voz gritarles…

─ ¡No disparen! ─ ordenó el hombre apostado con el rifle. ─ Ella es la persona que estaba esperando la patrona.

Los hombres se quedaron viendo entre sí y sin atreverse a bajar las armas hasta que llegó corriendo a su lado, el que estaba encargado de ese portón y que era el segundo hombre de confianza de la estanciera.

─ Es la señorita Rangel ─ mencionó el capataz.
─ ¡Qué! ─ exclamó el primer peón y quién estuvo a punto de dispararle.

Todos bajaron de inmediato las armas porque sintieron escalofríos de saber que estuvieron a punto de lastimar a la persona que estaba esperando su patrona.

─ ¿Está seguro ño (modismo campesino de señor)? ─ preguntó de lleno el peón.
─ Claro que lo estoy ─ respondió viendo a la joven acercándose. ─ Ella es la única persona por quién espera la patrona y que tiene permitido pasar.
─ ¡Mierda! ─ vociferó otro de los peones. ─ se da cuenta que la ama nos va despellejar vivos si se entera que estuvimos a punto de llenarla de plomo.
─ ¡Ya veremos cómo lo hacemos para disculparnos! ─ señaló el capataz.

Mientras en ese preciso momento llegaba al portón la muchacha y estaba decidida a pasar como fuera.

─ ¡Déjenme pasar! ─ demandó Bianca. ─ Necesito hablar con su patrona. No vengo como funcionaria de Enap.
─ ¿Se acuerda de mí señorita Rangel? ─ preguntó el capataz que se acercó hasta el sierro. ─ Soy Rafael.
─ Por supuesto que me acuerdo de usted, Rafael ─ respondió Bianca. ─ siempre me ayudaba con las ovejas en Daniel Este.
─ Siempre fue un placer ayudarla señorita Rangel. ─ indicó el capataz.
─ Si eso fuese así dígame ¿Por qué ahora sus hombres me apuntan con un arma? ─ reclamó molesta Bianca. ─ ¿Qué les hecho yo a ustedes para que me amenacen de esa forma?
─ Usted no ha hecho nada ─ aclaró de inmediato Rafael en respuesta a las preguntas de la joven. ─ Solo obedecemos órdenes de nuestra patrona. ¡Compréndanos por favor!
─ Créame que me gustaría mucho poder entender la forma en que tratan a los demás, pero me es imposible hacerlo ya que a punta de escopeta intenten imponer su voluntad. ─ enrostró Bianca. ─ Por algo existe la justicia.
─ ¡Aquí arreglamos las cosas de este modo! ─ replicó el primer peón en defensa de su forma de vida. ─ es la ley del campo y como dijo don Rafael, son las órdenes de nuestra patrona y no vamos a desobedecerla porque usted no le guste la forma en que se manejan las cosas acá.
─ ¡Linda manera de resolverlas! ─ protestó Bianca ante la respuesta del otro empleado. ─ metiendo bala a todo. Ni siquiera su patrona está por encima de la justicia.
─ Señorita Rangel, nosotros no deseamos discutir con usted ─ intentó mediar Rafael porque no veía solución posible para zanjar las dos posturas y agregó sin más. ─ Solo cumplimos lo que nos manda la patrona y ella nos ordenó solo dejarla pasar a usted y nadie más.
─ Entiendo ─ respondió Bianca sin dejar de ver al peón. ─ Pasaré entonces.
─ ¡Ya escucharon! ─ ordenó Rafael. ─ abran el portón para que la señorita Rangel pueda pasar.

En el acto dos hombres se las arreglaban para quitar los cuatro candados con gruesas cadenas que impedían el transito a cualquier transeúnte o vehículo.

Por su parte, la ingeniera se giró sobre sus talones y se subió a su jeep y lo puso en marcha. Una vez que traspaso el puente de tubos de acero, bajo la ventanilla de su costado y detuvo por un momento su jeep para hablar con el capataz.

─ Gracias Rafael ─ dijo Bianca. ─ Por favor, no cierre los portones porque yo regresaré lo más rápido posible  y no quiero estar molestando a cada rato para que me dejen pasar.
─ Eso no se va a poder señorita Rangel ─ se excusó el capataz. ─ La patrona fue muy clara de mantenerlos cerrados y no puedo contradecir su órdenes.
─ ¡Es una lástima! ─ se quejó contrariada Bianca. ─ Tener que pasar por todo esto por un capricho de Ariza.

El capataz le quedo viendo fijamente y sopesando los dichos de la muchacha y en cierta forma,  se compadeció un poco de ella y…

─ Me comprometo a esperarla para que la dejen pasar sin ningún inconveniente ¿le parece señorita Rangel? ─ mencionó Rafael.
─ No tengo más opción que aceptar ese trato, Rafael ─ repuso Bianca moviendo su cabeza asumida de los hechos. ─ ¡En fin es lo que hay! Nos vemos dentro de poco.
─ La estaré esperando señorita Rangel ─ acordó el capataz.
─ Ok ─ dijo Bianca y cerró su ventana lateral.

Tan pronto cerró la ventanilla puso en marcha su vehículo a una velocidad prudente y mentalizada en una sola cosa. Hablar cuanto antes con la mujer que se ha convertido en su peor pesadilla, su acosadora, su tormento, su congoja y su malestar. A diferencia de la situación con la inspectora, bien desfavorable era el escenario para la dueña de los pozos. Todo estaba en su contra y no pintaba nada bien a decir verdad. ¿Podría revertir la situación a su favor teniendo minado gran parte del camino? Debido a sus propias acciones que serían a la larga su mayor obstáculo o quizás sería un amor mermado a causa de esos errores del pasado.

─ Es hora de poner fin a todo esto. ─ murmuró entre dientes Bianca mientras conducía.

Luego de que el vehículo de la joven Enapina traspasará el paso. Los peones se apresuraron en cerrar nuevamente los portones con esos inmensos candados.

─ ¿Usted cree que la patrona la deje regresar? ─ preguntó el primer peón viendo al capataz que no perdía de vista al coche que se alejaba de ellos.
─ No lo sé ─ respondió Rafael, moviendo su cabeza con ello.
─ Entonces no debió darle falsas esperanzas a la señorita ─ reprochó el peón viéndolo con seriedad. ─ Nadie que se meta con la patrona vuelve para contarlo y usted lo sabe mejor que nadie. Nunca ella ha dejado que sin castigo a los insolentes como esa mujer y los otros.
─ El problema es que no podía llevarle la contra a la señorita Rangel porque es como llevársela a la patrona ─ adujo Rafael pensativamente.
─ ¿Qué quiere decir con eso ño? ─ inquirió perplejo el peón al igual que sus otros compañeros que escuchaban la conversación. ─ Que yo sepa nadie puede compararse o igualarse con la patrona y mucho menos una desconocida como esa mujercita.
─ Escucha bien lo que te voy a decir porque no se volverá a repetir. ─ Aclaró tajantemente Rafael. ─ Que no te oiga la patrona expresarte así de la señorita Rangel porque a ella no le va a gustar la forma que tienes de tratarla.
─ ¡Óigame ño! ─ interrumpió cabreado el peón y lo tomo del brazo cuando el capataz se retiraba a un costado. ─ Acláreme eso que está diciendo y no me rete como cabro chico que no lo soy. Yo no le he faltado el respeto a nadie aquí y solo dije que ella es una desconocida como darle tanta consideración si no es nada de la patrona.
─ ¿Eso crees? ─ contradijo Rafael.
─ Pues claro ─ defendió el peón. ─ ella es una desconocida y más encima es funcionaria de la petrolera. Lo que la hace una enemiga de la patrona y no veo porque deberíamos darle un mejor trato.
─ Para que lo sepan de una vez y no vayas a meter las patas frente a la patrona─ comenzó aclarando Rafael a sus hombres. ─ Esa desconocida como tú la llamas, es nada menos que la esposa de nuestra señora Ariza.
─ ¿Me está hueviando (garabato chileno)? ─ preguntó pasmado el peón y qué decir de los otros, su rostro lo decía todo.
─ ¿Es una broma no es así don Rafael? ─ indagó el otro trabajador.
─ ¿Esposa de la patrona? ─ cuestionó el cuarto hombre.
─ No es ninguna broma. ─ respondió serio Rafael. ─ fue nuestra señora Ariza quién me lo comunico y por ese mismo motivo yo no pude contradecir los deseos de la señorita Rangel porque es como hacerlo con la patrona. O ¿algunos de ustedes quieren enfrentarse a ella?
─ ¡Miercale! ─ exclamó el primer peón. ─ está frega la cosa.
─ Me pegó un tiro antes que desafiar a la patrona ─ respondió un segundo peón.
─ Ahora ya saben que de ahora en adelante deberemos proteger a la señorita Rangel a como dé lugar. ─ señaló Rafael. . ─ Contra quién sea y con mayor razón de la estatal porque son los deseos expresos de la patrona.
─ ¿Y cómo lo vamos hacer cuando ella esté en las instalaciones de la estatal? ─ preguntó uno de los empleados.
─ Tendremos que buscar le modo de hacernos amigos de los trabajadores contratista para que nos mantengan informados y mantener informada a nuestra patrona. ─ mencionó Rafael.
─ Tendremos que hacerlo no más ─ asumió el primer peón y meditando una cosa, agregó. ─ Una cosa más ño ¿cómo debemos dirigirnos a su esposa? Porque no creo que a la patrona le haga mucha gracia que le digamos señorita. Usted sabe que aquí en el campo cuando una mujer se casa adopta el apellido del marido y en este caso; debería ser el de la nuestra señora ¿no le parece?
─ ¡Um! ─ sopesó un poco el capataz y dijo. ─ Por el momento le diremos señora Bianca hasta que la patrona nos diga cómo debemos dirigirnos a su esposa.
 ─ Así lo haremos entonces. ─ convino el peón y los otros asintieron con la cabeza en conformidad.
─ Bien ─ acotó Rafael.
─ ¡Avísele a los demás para que la dejen pasar! ─ advirtió el primer peón. ─ Y de paso, péguese una llamada  a la patrona porque si no se enfadará bastante por no haberle puesto sobre aviso y tomará represalias con todos nosotros y yo no quiero tener problemas con ella.
─ Toda la razón ─ convino el capataz.

De inmediato sacó el celular y marcó de inmediato al privado de su patrona y enseguida conectó con el móvil de la estanciera.

─ La señorita Rangel acaba de pasar por este paso hace un momento y va hacia usted ─ informó Rafael.
─ ¡Excelente noticia me acabas de dar Rafael! ─ exclamó victoriosa Ariza. ─ Ella ha venido más pronto de lo que creí y debo recibirla como se merece. Haz los arreglos para que abran de inmediato los portones a mi esposa.
─ Como usted ordene, mi señora Ariza ─ acató Rafael.

Fue la propia Ariza, quién cortó la llamada porque sabía que su capataz debía contactarse con sus demás empleados apostados en los otros cuatro pasos.

─ ¡Al fin! ─ exclamó jubilosa Ariza y empuñando su mano al aire, añadió. ─ Después de tanto tiempo puedo cobrarle revancha a la vida y recuperar lo que me quitaron. La espera valió la pena y ahora por fin puedo reclamarte como es debido, mi Romí.

¡Vaya qué fue larga la espera! Toda una vida pasada y gran parte de la presente, en la que debió confiar solo en sí misma y en sus corazonadas. Sin dejar nunca de visualizar su objetivo porque tan solo eso tenía…La esperanza de reencontrarse con aquella mujer que lo fue todo en su otra vida. Por más descabellado que fuese aquella idea de esperar por una persona que no se sabía a ciencia cierta si realmente existía, ¿sí ella vivía en este tiempo? Y ¿en qué parte del mundo se encontraría? Preguntas que muchísimas veces rondaron por su cabeza y muchas más tuvo que callar para sus adentros ese sentimiento de ansiedad, de tener algún indicio que le dijese que no estaba loca o sufría tal de esquizofrenia; porque cualquiera podría decir que alucinaba con algo inexistente. Solo el corazón de Ariza guardó su esperanza y la alimentó con pensamientos positivos, con recuerdos de días felices y con un anhelo que se mantenía ardiendo dentro de su pecho a pesar de que los años pasaban inexorablemente y no había señales de ese viejo y magro amor. Hasta que el milagro sucedió.

Ese mismo milagro se consumó en carne y huesos con la presencia de una joven funcionaria de Enap que debido a su imprudencia la llevó a andar por sus terrenos fuera de los horarios convenidos entre ella y la petrolera y que gracias al señor; esa joven pasó por alto ese acuerdo tácito le brindo la mejor de las oportunidades y le trajo la mayor de las dichas de traerle a su viejo amor. ¡Definitivamente fue un milagro! Porque dicha joven llevaba ya tres meses en la empresa y nunca antes se toparon por casualidades de la vida y quizás porque aún no era su momento. ¡Quién sabe! Cosas de la vida o de algún plan divino.

La cuestión en sí, era que sin importar el tiempo al fin podía reclamar todos sus derechos ¡Y vaya que lo haría! Independiente  a la situación compleja que tuviese con la petrolera. A ella solo una cosa le interesaba más que todo en la vida y esa razón tenía nombre y apellido…Bianca Rangel…Otrora…Anaí, su romí.

La estanciera sin demorar más y llamando a una de sus doncellas más antiguas. La que se presentó en el acto al igual que un resorte.

─ Dígame mi señora. ─ respondió la empleada.
─ Haz que de inmediato preparen el cuarto más amplio como mi nueva recámara que utilizaré junto a mi esposa y acomoden todo y dejen listo para  ser usado esta noche. ─ ordenó sin rodeos Ariza.
─ Como usted ordene, mi señora. ─ respondió la mujer.
─ Otra cosa. Necesito que digas a Manuel que mande a ensillar a mi caballo ─ señaló Ariza.
─ ¿Cuál de los dos, mi señora? ─ preguntó la doncella.
─ Tormenta ─ respondió la estanciera.
─ De inmediato ─ dijo la empleada y haciendo una reverencia se retiró de la presencia de su patrona.


Tras dar las ordenes a su empleada, la estanciera se fue directo a su alcoba para colocarse una vestimenta apropiada para montar dado que hoy especialmente, lucía un vestido dado que aún mantenía en casa la presencia de los funcionarios públicos y no quería mostrarse desarreglada ante sus invitados y deseaba lucir muy femenina y delicada. Como toda mujer gustaba de sacar provecho de su apariencia personal y deslumbrar no solo con su belleza, elegancia y delicadeza entre otros encantos ya dichos anteriormente. ¡La vanidad femenina después de todo!

Y su atuendo lo componía lo más típico que suelen usar los estancieros, muy al estilo de la equitación. Pantalones blancos, botas negras para montar, una blusa blanca y casaca negra de manga corta. Su cabello fue trenzado y caía por delante de su costado izquierdo.

Después de verse ante el inmenso espejo de pared y comprobar que lucía perfecta. Salió del cuarto con una sonrisa y una mirada que lo decía todo. Se sentía lo máximo en esos instantes, aparte de ser poderosa, creía que estaba por encima de ese mismo don.

Fue tanta esa aura de poder y triunfo que en su camino se topo con su hermano Marcial, que venía de dar un paseo por los alrededores y no pudo evitar tomar conciencia de esa estampa que emanaba de su hermana.

─ ¿Cuál es el motivo que provoca que luzca de esa manera tan imponente? ─ preguntó sin rodeos Marcial al llegar junto a ella.
─ Nada más y nada menos que lo único que puede darme lo que tanto he ansiado ─ respondió Ariza sonriente y altanera. ─ Ella está en camino.
─ ¡Excelente noticia hermana mía! ─ felicitó Marcial y la envolvió en un abrazo. ─ Derrochas esa aura de triunfo y no es para menos. ¡Es tu premio a la espera de tu esposa!
─ Así es hermano ─ concordó Ariza. ─ Y por eso mismo voy a su encuentro.
─ No sabes la dicha que siento en mi corazón por ti ─ señaló Marcial, emocionado de saber que al fin su hermana podría quitarse la deshonra de su vida y reclamar sus justos derechos. ─ Es tiempo de exigir tus privilegios, mi querida Ariza.
─ No dudes que lo haré ─ convino la estanciera, derrochando aún más esa aura de superioridad.
─ ¡Ve con ella entonces! ─ demandó Marcial. ─ Que yo mismo me haré cargo de los preparativos para recibir a nuestra familia y en cuanto pueda me haré cargo de los funcionarios de Enap.
─ Es tu derecho hermano mío ─ respaldó Ariza y añadió lo siguiente. ─ Solo Paredes es asunto mío.
─ Cuenta con ello ─ respondió Marcial con un semblante algo cínico puesto que sabía de sobra a lo que se refería su hermana en cuanto a decir asunto suyo. ─ Digamos que es un terreno que no deseo pisar porque los duelos entre hembras son eso. No es de mi injerencia y tampoco puedo sentir lástima por esa mujer. Ella se buscó lo que le vendrá.
─ ¡Exacto! ─ acotó Ariza y alzando su barbilla en forma desafiante. ─ Un gitano hace sentir a su oponente de la forma más fiera cuando pretende arrebatar algo de su propiedad. Y ella traspasó todo límite y le haré sentir mi todo mi enojo muy pronto.
─ ¡Bien dicho! ─ alabó Marcial que era mucho más implacable que su hermana. ─ Ahora ve cuanto antes al encuentro de tu esposa.
─ Nos vemos ─ afirmó Ariza besando la mejilla de su hermano.

Ambos hermanos Pedrales tomaron rumbos distintos. Uno se fue directo a un estudio para contactarse con diferentes personalidades y la otra, fue directo a los establos en busca de su caballo. En el lugar ya la estaban esperando Manuel y el cuidador de las caballerizas. De inmediato le entregaron un semental azabache como la misma noche y de una larga crin y cola. Tan indomable como su dueña y solo se dejaba montar por ella. Se podía decir que ambos se respetaban y solo el cuadrúpedo se dejaba dominar por la estanciera que apunta de rebenque logró amansarlo sin siquiera caerse ni una sola vez de su silla. Demostrando que el ama, era ella y no la bestia. No por nada era temida la estanciera en toda la comarca. Ella misma domaba a sus caballos y ni siquiera sus peones podían igual su racha.

Una vez arriba de su caballo, la estanciera salió a galope tendido en dirección norte de sus tierras. Mientras que en un lugar distinto y opuesto. El vehículo de la joven ingeniera proseguía su trayecto hacia la estancia los pozos.

Luego de pasar la laguna de los flamencos como solían denominar el sector por la llegada de estas aves en verano. El jeep mantenía una marcha al máximo límite permitido porque ya está próxima a un área que solía haber mucho ganado ovino.

Manteniendo la vista fija en el camino y tras rodar el kilometro que falta para llegar al segundo paso, se encontró con la novedad que el portón se hallaba abierto y con los peones a un costado y en fila.

Cuando las ruedas del choche pasaron justo por el puente de fierros, la joven no pudo evitar mirar por el rabillo de sus ojos y ver como los hombres la miraban sin pestañear. Y justo cuando quedo enfrentada con sus rostros. Fueron los peones, quienes inclinaron sus cabezas ante el paso de la joven. Dejándola completamente y sorprendidas y que al terminar de pasar y sus ojos se fueron directos al retrovisor y ver que las puestas eran cerradas de inmediato.

Sin poder evitarlo su entrecejo se demarcó de inmediato con aquel acto, pero pudo más aquella sensación espantosa de haber presenciado un acto muy similar al que vivió con los empleados de la estanciera.

─ ¿Qué pretendes Ariza? ─ se preguntó a sí misma, Bianca, entrecerrando sus ojos para poder recordar.

Y no paso más que unos cuantos segundos cuando lo recordó. Ella había vivido una situación parecida cuando fue Anaí y los empleados de Arlyn, le reverenciaban por ser ella, la esposa de la princesa gitana.

El volver a rememorar aquellos momentos no hizo más que enfadarla y empuñando su mano derecha, golpeó el volante del coraje que le dio percatarse de las intenciones de la estanciera.

─ ¡Con qué esas tenemos! ─ masculló con coraje encendido Bianca por creerse que una vez sería vulnerada en sus derechos y decidió darle una lección de una vez por todas a la dueña de los pozos.

Un brillo especial se desprendió de la retina de aquellos ojos grises y sin pensarla dos veces, agarró la palanca de cambios de su jeep y  enseguida le subió a cuarta al mismo tiempo su pie del acelerador se presionó fuertemente y la aguja se disparó de los 80 km/h a los 140 de golpe y porrazo. Levantado un barrial de proporciones a su paso.

Su quijada estaba endurecida y su semblante era sombrío en esos instantes. Solo tenía una cosa en mente y era darle de su propio chocolate a la estanciera. Volvió a profundizar su pie en el acelerador y no le importó en lo absoluto mirar a los costados por si veía algunas ovejas en el camino.

Y en cosa de minutos ya estaba sobre el tercer paso y en vez de bajar la velocidad para no perder el estabilidad del coche por lo inestable de esos tubos de acero, le subió y la aguja ya marcaba 180  cuando pasaba y se topo de lleno con una poza de agua bastante grande que levantó una cortina de agua que por poco les cae encima de los peones apostados que pudieron tirarse para atrás y esquivar la avalancha de agua. Pero igualmente quedaron enlodados por el barro del suelo.

─ ¡Miercale! ─ exclamó uno de los peones sacudiéndose la ropa y sorprendido de las acciones de la ingeniera. ─ Como se nota que es la esposa de la patrona.
─ Esa mujer es igual de fiera que la patrona ─ acotó el encargado, corriendo a cerrar el portón─ y  es que no podía ser de otra manera.
─ ¡Sálvense quién pueda con dos mujeres así! ─ exclamó otro peón con la cara descompuesta por el susto que le dieron.
─ ¡Avisen a los demás! ─ instó uno de los empleados. ─ O de lo contrario se los llevará con ella.

Y los hombres no podía estar más en lo cierto porque el jeep llevaba una velocidad muy peligrosa y tampoco estaban errados en sus presunciones con respecto a la joven Rangel en cuanto a ser una fiera Y es que cuando la joven se molestaba no había poder en el mundo que pudiese contenerla.

Su botín presionó más el acelerador sin tomar en cuenta nada en su alrededor y la aguja ya estaba lejos de marcar algo prudente…

─ Veremos si te agrada que hagan lo mismo que tú haces con nosotros, Ariza ─ murmuró con dientes apretados la joven Rangel.

Y su coche seguía un transitar por un camino culebrero lleno de hoyos, charcos de agua y un lodazal dantesco. Pero que a la larga no importaba en lo absoluto.

Todas y cada una de las acciones eran seguidas por unos ojos verdes que observaban por medio de unos binoculares el sendero que conducía hasta su propiedad.

─ ¿Qué estás haciendo Bianca? ─ Se preguntó Ariza y tras apartar un momento los binoculares de sus ojos quedo pensando un momento.

Volvió a observarla una vez más por medio del aparato de visión y tras comprobar que mantenía la misma conducta. Una sonrisa ladina se dibujo en su rostro porque recordó perfectamente de qué era capaz aquella mujer de la que se enamoró en la otra vida.

─ Como se nota que no has cambiado en absoluto, Anaí y sigues desafiándome como en el pasado ─ susurró con lasciva Ariza.

La estanciera reconocía el carácter de su esposa y bien lo sabía ella de lo que era capaz de hacer cuando la muchacha se enojaba a pesar de tener una conducta amable y pasiva. Pero que dominaba por el enojo podía llevarse por delante a quién sea y varias ocasiones lo comprobó la gitana en carne propia y tuvo que hacer los arreglos necesarios para calmarla y mantenerla sosegada porque era de armas tomar y bien lo supo cuando la enfrentó con arma en mano y la quito de su vida sin asco.

Sabía de lo que era capaz. Conocía de sobra ese carácter indomable de su Romí y eso no le impedía desear dominar a la muchacha como solo ella sabía y podía hacerlo. Como dicen por ahí… ¡El fuego se lleva con el fuego! Es decir. Solo una verdadera mujer puede avasallar a otra mujer igual de apasionada.

─ ¡Sí es lo que quieres Romí! ─ exclamó Ariza, pasando la punta de su lengua por sus labios, saboreando el momento de someter a su mujer. ─ Te daré en el gusto. Eres una fiera que voy a dominar con gusto.

Quitó los binoculares y los guardó en su estuche. Con el rebenque en mano, le marcó a su caballo la orden de correr. Descendió de la loma en que se hallaba y cortó camino que le permitiera llegar justo al portón principal de su propiedad.

Sin duda que era una loca carrera emprendida no solo por la dueña de los pozos si no que también por la joven funcionaria de Enap. Ambas iban una en busca de la otra y no se detendrían por nada con tal de ganar  el pequeño gallito (desafío de fuerzas entre hombres)

Una imagen que nunca antes se había visto en la comarca y que muy difícilmente olvidarían los testigos de aquellos pasos. Dos mujeres que estaban dispuestas a todo con tal de salir triunfante en sus cometidos.

Mientras que las ruedas del jeep se perdían entre charcos de agua y barro. Unos cascos de caballo se abrían paso entre coirones y matorrales que se cruzaban en su camino. Ambos levantando barro y agua por doquier en su trayecto. Por su lado uno rugía en su motor por la fuerza con salía de los charcos. El otro bufaba y exhalaba vapor de su hocico por la velocidad con la que corría.

Dos máquinas colosales y de gran poderío que estaban siendo puestos a prueba por sus dueñas para alcanzar sus objetivos y quedarse con el premio mayor.


Unos ojos grises endurecidos por la rabia y unos ojos verdes que brillaban altaneros por la forma en que había sido desafiada. ¿Quién vencería de las dos?

2 comentarios:

Hilda dijo...

Hermoso capitulo cuando subes mas para seguir con esta hermosa historia

Delfi Castillo dijo...

Un muy buen capítulo y demostrando que ambas mujeres tienen su carácter de no dejarse, así que veremos en que termina todo esto..Saludos..

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