Capítulo 21, Hora pactada, las consecuencias de llamarte .
Atrás quedarían muchas cosas y entre ellas, la vergüenza
porque se tiene después de marcharse y ahora tener que regresar con la cola
entre el rabo. No obstante, estaba lejos otras cosas que se pudieran dejar
enterradas en el pasado.
Se dice que cuando uno se va sin que lo echen, regresa sin
que lo llamen y eso lo tenía más que claro Patricia y por eso lo mencionado
anteriormente.
Y, además, estaba un punto en particular que tanto ella como
Lucía habían olvidado por completo o se querían hacer las lesas simplemente y
este implicaba el motivo del porqué se alejaron y no la escueta respuesta que
dieron en su oportunidad.
Ellas no contaban que sus dominantes por mucho que haya pasado el tiempo no habían olvidado aquel día y que las carcomía aún, por mucho que los años hayan pasado. Siempre se deja una huella indeleble en la vida de una persona y cómo hemos mencionado anteriormente, no hay excepciones en nada: desde lo más alto a lo más bajo, de lo grande a lo pequeño, socialmente rico al incansable trabajador. En todos ellos se plasmará la marca de un suceso relevante que nos hará ser quién somos hoy por hoy.
Era hora de colocar las piezas en el tablero e iniciar una
nueva partida en este juego de relación sado/amantes.
Despacio fue conducida nuevamente por el corredor que las
llevaría a esa amplia sala de estar que no estaba en el comienzo del
apartamento sino en su parte final con vistas a una terraza con piscina, por
algo se compró toda la planta de aquel edificio y constataba de sus buenos
metros cuadrados.
Si bien hizo todo cuanto se le indicó en las instrucciones
dadas por su dominante, pasó por alto otras tantas que no estaban en el pasado
y ahora que estaba de regreso en el apartamento fue tomando nota de estos
significativos detalles y dejo un tanto perpleja a Patricia, pues no se lo
esperaba.
Una vez llegado a su destino en aquella sala fue dejada en
el centro sin ser invitada a sentarse por Bezanni y ésta a su vez caminó
alrededor de quién fuese su sumisa observando todo y cada detalle de esa mujer
de su pasado.
Era impresionante sentir esa presión sobre su persona y es
que nunca olvido lo analítica que podía ser su antigua señora. Fue inevitable
sentir escalofríos como hace tantos años y es que se podría decir que hasta el
silencio y la observación eran parte del dominio que ejercía Calixta Bezanni
sobre ella, aún hoy.
Inevitablemente no pudo morder su labio inferior y que una
gota de sudor frío cruzara por su mejilla debido a la ansiedad que le generó
ese escudriñamiento de su dominante.
Por mucho que las aguas hayan pasado bajo el puente, no
cabía duda alguna que siempre el curso de éstas serían las mismas y viejas
costumbres no cambiarían.
De pronto se encontró con Calixta sobre ella y con una
mirada casi animal en asecho de su presa y posó las manos sobre sus hombros y
mencionar…
—Aún sigues con ese tic nervioso tuyo — señaló Calixta
desplazando sus dedos entre las solapas de su abrigo y desplazando la prenda de
vestir hacia los costados muy lentamente y con intención de comprobar si todavía
tenía la capacidad de incapacitar a su sumisa. —Y me complace ver que no ha
desaparecido sino acentuado mucho más con los años, lo que lo hace
extremadamente sensual en ti.
¡Zas! punto al primer disparo y es que Patricia; sin ser cliché;
de golpe sintió el escalofrío en toda su columna dorsal y le temblaron las
rodillas como nunca antes.
Nada había cambiado a simple vista y los años solo habían conseguido
mejorar atributos físicos, proporcionar más curva en el lugar preciso que no se
tenía en la adolescencia y como dicen en el campo, el vino madura y sabe mejor
con los años y esto lo constató de primera mano la audaz y perspicaz dominante
en cuyos ojos daba rastros de un ardiente deseo.
Lo que hizo que las mejillas de aquella mujer se tornasen de
escarlata viva y tragase saliva con dificultad.
El objetivo se había
cumplido y la dominatriz tuvo la certeza plena de que aún conservaba su toque y
ejercía poder sobre su dominio. Además, de constatar que la química que las
unió en el pasado estaba presente todavía y era cuestión de tiempo para reclamar
a su sumisa como debía ser.
A pesar del tiempo transcurrido entre ambas, tenía una
segunda oportunidad para recuperar lo que era suyo desde el principio y ahora,
todo estaba servido en bandeja de plata y no se iba a contener como tampoco
ponerse en el plano remilgado u ofendido, ya tendría tiempo para desempolvar
las respuestas que estaban enterradas en el pasado. Tendría toda la noche y el
día venidero para orillar a su amante a revelar la verdad tras su partida.
—Quiero que te relajes completamente — susurró Calixta
pegado a su oído mientras sus manos despojaban de los hombros esa tela de
abrigo que le privaba de palpar en sus dedos la piel de aquella mujer por la
que había esperado tanto tiempo. — Sabes que cuidaré de ti está noche y todas
las que han de venir. Despertaré esa pasión dormida y tendré tu placer en la
comisura de mis labios.
¡Paf! Segundo y contando a favor de la dominante que deslizó
sus manos sobre la espalda de su sumisa y desplazó el abrigo finalmente y de
paso, aprovechó para respirarle sobre la clavícula envolviendo en sus labios
una trozo de piel que consiguió un jadeó de parte de Patricia que no pudo
esconderlo.
Consiguiendo que las labios de su dominante se ampliaran
descaradamente en una sonrisa y sopló un aire tibio sobre la piel expuesta y la
respuesta no se hizo esperar, un temblor no pudo ser contenido.
Despacio y con intención se retiró de ella solo para quedar
enfrentadas nuevamente y contemplar las consecuencias de sus acciones.
—Ahora sé que nadie pudo borrar de tu cuerpo lo que escribí
en él y aunque te casaste y tienes hijas, no consiguieron lo que solo yo puedo
hacer — se jactó Calixta con una mirada altiva, sosteniendo el mentón de su
sumisa para que no evadiera esta gran verdad. —No pienses ni por un instante
que no voy a ejercer mi reclamo al dominio sobre ti, independiente a lo que
tengas que hablar conmigo. El precio que pagaras por reunirnos nuevamente será
tu libertad ¿lo entiendes?
—Calixta — clamó Patricia por un poco de benevolencia.
—¿Lo entiendes? —persistió la dominante.
—Señora — intentó protestar Patricia.
—Aún no uses ese término, querida— advirtió Calixta
arrastrando sus uñas por las mejillas de la mujer hasta llegar a su cuello. —Lo
harás una vez que hayas firmado el contrato entre las dos y te aseguro que no
pasará de esta noche.
¡Ahí estaba! El tercer disparo directo a la psiquis y el
corazón de la mujer sin miramiento alguno. Se ha dicho que es intransigente y
lo es verdaderamente.
¿Qué estaba pensando realmente? Fue lo que cruzó por la
mente de Patricia que sentía morir ahora, después que la dejaron como gelatina
de nervios; le asestaban el balde de agua fría y esto recién comenzaba para
ella.
—Aún no te escuchó responder mi pregunta…Patricia — Demando
Calixta que se movió con la prenda de vestir en dirección de un apartado para
abrigos.
Esa separación le dio tiempo para respirar un poco a Vidal
(apellido de la mujer) y levantar la mirada al cielo raso del apartamento.
Sopesó los hechos del pasado y extraño su antiguo acuerdo en que podía mantener
una vida relativamente dependiente de su dominante, pero que le daba ciertas
ventajas y espacios para hacer su vida normal. Atrás quedo esa cláusula de
reunirse dos veces por semana. Ahora lo que leyó en ese contrato fue
simplemente aplastante.
—Tengo una vida que no puedo abandonar porque sí — expuso
Pati con una lucha de nervios y ansiedad. — Mis hijas, mi trabajo, mis
compromisos. Sé que pedí esto, pero es mucho lo que pides…Calixta.
Un, dos, tres pasos se dejaron sentir a su costado que pasó
por alto por la adrenalina que la embargaba en esos instante.
—¿De verdad piensas eso? — cuestionó Calixta envolviendo la
cintura de su amante desde atrás y cerrando la distancia entre ambas.
—Sí — fue la temblorosa respuesta de parte de Patricia.
—Te recuerdo que es el mismo precio que yo pague con tu
partida — espetó roncamente Calixta mordiendo delicadamente el lóbulo de su
oreja y proseguir con sus descargos. —Fueron veinte y un años Patricia y si yo
pude, tú también podrás conllevar lo que nos resta juntas. Es el equilibrio de
una balanza ¿no te parece?
—Cali…no — protestó Patricia tras una nueva ronda de
mordiscos en su cuello como en la oreja.
—Aún no cariño, todavía no puedes llamarme de ese modo —
amonestó Calixta que sujetó firme los mechones de cabello sobre su mano y jaló
en reprimenda a su osadía. — Debes ganarte ese privilegio ¿lo entiendes?
—Sí — contestó Pati respirando con dificultad cuando fue
tomada por asalto en uno de sus senos.
—¡Buena chica! — murmuró Calixta mordiendo en el cuello con
justa presión. — Es una delicia en cómo responde tu cuerpo a mis caricias. Es
tan placentero y entrañable que no sabes lo prendida que estoy con solo
sentirte nuevamente.
—¡Por favor! — rogó Patricia a duras penas. —Calixta…Necesito
que me escuches antes de continuar con todo esto.
—Lo estoy haciendo por sí no te habías percatado — aclaró la
dominante apegándola más a ella. — Estoy cumpliendo con tus deseos y de paso
asegurando mi reclamo a la vez. O ¿pensaste ingenuamente que saldrías ilesa de
nuestro encuentro?
¡Cuarto disparo! y contando al igual que el número de cláusulas
que estaban plasmadas en ese contrato.
—No — adujo Pati con dientes apretados cuando sintió una
dura nalgada que le refrescó sus olvidos pasados y presentes.
—Tú y yo hablaremos de todo cuanto te preocupa y a cambio
recibiré todo cuanto desee y eso incluye respuestas…Pri — susurró Calixta
tirando los cordones de aquella blusa uno a uno sin dejar de pellizcar piel en
su torso. — Y antes que acabe la noche habrás firmado ese contrato y serás
completamente mía.
¡Pum! Disparo final y las intenciones de la dominante
quedaron plasmada en la psiquis de su otrora sumisa, cuyo adjetivo no aplicaría
más ya que desde ese instante pasaba a actualizarse propiamente tal.
—Comienza a hablar, cariño — ordenó Calixta quitándola la
blusa y arrojándola al piso sin asco. — y puede que si te portas apropiadamente
te deje descansar en el sofá o de lo contrario será una larga noche de pie a mi
merced.
¡Zas! La gota que rebalso el vaso y pulverizó el cerebro de
su sumisa que terminó por aceptar los hechos y quedar sin salidas.
¡Adiós al consejo de Lucía! No se pudo ni siquiera intentar
¿qué concesión o que ocho cuartos? Simplemente con Calixta Bezanni todo se
podía ir por el mismo retrete. Con ella los planes anticipados no iban, no
podías jugar con quién es estratega casi por deporte.
La prueba de ello estaba en que había en menos de 24 horas
hablado con Martina, Alexandra y Pía, consiguiendo sus objetivos y de paso
preparando el escenario y las piezas precisas para dejar una sola vía para su
sumisa y de paso arrastrar a su mejor amiga (Lucía)
Se dice que las revanchas se sirven en platos fríos y con un
espumante de paciencia como bebestible.
La ironía más grande es pensar que puedes alejarte como si
nada y que la vida no cobrara la factura ¡Realmente eres un iluso si piensas
así! No sé sale de un mundo, así como así, si no costeaste el precio de dicha
libertad, todos recibimos dividendos de nuestras acciones y el pasado
inconcluso termina plantándose delante de ti con una boleta del porte de un
buque. ¡líbrate su puedes!
—¿Entonces? — inició suspicazmente la conversación Calixta quitando
el broche del sostén de su amante y jalando sus cabellos para inmovilizarla de
paso.
Cerró sus ojos por el escozor que le provocó aquella acción
y le tomaría un tiempo volver acostumbrarse a dicho tratamiento.
—No deseo que mi hija sepa que fui sumisa — aceptó la orden
Patricia.
—¿Por qué no? — inquirió Calixta llevando la prenda hacia
adelante y marcando su propiedad con caricias severas.
—Porque Laura no sabe de mis actividades del pasado. —admitió
Patricia cuya cabeza estaba rígida sostenida hacia atrás desde sus cabellos en
manos de Bezanni. —Ninguna de mis hijas sabe nada al respecto.
Esto resultó ser más revelador de lo que la dominante
imaginaba y también habría el camino hacia ciertos hechos que estaban en la nebulosa
del silencio.
—¡Ya veo! — musitó Calixta arrojando la otra prenda hacia un
costado y jugando con su dedo sobre un pezón de su amante, añadió. —¿Y Javier?
—¿Qué pasa con mi esposo? — cuestionó imprudentemente
Patricia y cerró en el acto sus ojos al percatarse del error cometido.
—¿En serio? — clamó con voz potente Calixta forzando más su
agarre sobre esa cabellera. — ¿Pretendes jugar ese rol conmigo?
—No — corrigió de inmediato Vidal que no podía intuir que se
le vendría encima. Su mente voló buscando tener un plan b para desviar a su
señora o se le pondría cuesta arriba. — Solo me sorprendió la pregunta.
—¡Patricia! — siseó quedito Calixta soltando el agarre sobre
sus cabellos. —Patricia.
Luego de ello, solo hubo silencio por un minuto o un poquito
más, que verdaderamente fue casi una eternidad y la ansiedad se disparó a la estratosfera.
No deseaba girarse para saber que estaba pasando con su dominante y sabía mejor
que nadie que sin autorización no se les permite ejecutar ningún acto. Tragó
saliva y sus ojos estaban yendo y viniendo al frente intentando leer un posible
escenario. Cuando de pronto lo siente sobre su humanidad el contacto con una
paleta (pala) caer sobre sus nalgas y el grito no se pudo contener… ¡Graso
error! No puedes siquiera lamentarte si no has convenido una palabra de
seguridad entre ambas partes y menos, si se trata de algo tan pequeño dentro
del ámbito del sado. Sin mencionar que sabes de sobra que solo darán ese
tratamiento si eres pillado infraganti en una omisión o algo más.
—Mi ausencia en tu vida a contribuido a que hayas desarrollado
una cualidad tan despreciable como es la mentira. — espetó Calixta a la vez que
una segunda dosis se dejaba sentir nuevamente sobre el trasero de su sumisa sin
asco o contemplación. — ¿Pensaste siquiera que no sabría nada?
—No — respondió Patricia que a esa altura recibía su cuarto
golpe y solo cerraba sus ojos cada vez que la pala caía sobre ella.
—Entonces Pri… ¿por qué me has mentido? — exigió Calixta sin
dejar de disciplinar a su amante. — respóndeme con la verdad o tendrás mucho
más intensidad en lo que se vendrá.
—La verdad… ¿No sé qué quieres saber de Javier? — señaló Vidal
al centrarse en no contar el número de paletazos que le estaban dando y poder
concentrarse en explicar. — No pensé era importante para ti lo que hiciera con
mi vida una vez que se me despidió.
—¿Eso has pensado todo este tiempo? — preguntó Calixta sin
dejar de aplicar el castigo correspondiente.
—Sí en parte — admitió Patricia. — ¿Qué se supone que debía
creer? Fui la que se alejó de ti. No iba a pintarme castillos en el aire cuando
sabía que mi decisión pudo haberte lastimado o molestado. Me autoimpuse que
todo había acabado y debía dejarlo así. De ese modo he permanecido sin sacar
conclusiones concerniente a ti.
Una vez que finalizó con la respuesta de parte de Vidal,
también se detuvo el castigo y nuevamente volvió a reinar el silencio por unos
segundos.
De pronto escuchó los tacos de su dominante alejarse de ella
y tampoco quiso voltearse a ver. Ese comportamiento lo tenía grabado en la piel
como su subconsciente. Actuaba como autómata en ese aspecto, no había acciones impulsivas
o dominadas por la rabia o cualquier otra emoción.
—¡Quítate esos pantalones! — ordenó Calixta desde otro
lugar.
Con un suave suspiro, acató lo que se le ordenó, aunque de
paso se resintió de inmediato y es que el solo roce de la prenda de vestir le
corta como cuchilla. Entre cerrando sus ojos en el proceso de bajarlos y poder
quitarlos. Fue una tarea sencilla pero dolorosa para una persona que olvidó en
su memoria física lo que implica tales gestos.
Cuando iba a recoger la prenda, fue detenida por su
dominante que se la quitó de las manos.
—¡Derecha Pri! — demandó Calixta al momento de recoger otras
prendas y dejarlas sobre un puf.
Ese fue otro esfuerzo de aguantarse el dolor en su humanidad
y, no obstante, hizo lo que le ordenaron.
A los pocos segundos tenía sobre si, la presencia de su
señora y nuevamente estaba de espaldas a ella.
—Creí haberte dicho que te quitaras tu ropa — replicó
Calixta. — Y cuando dije pantalones incluía tu tanga también. Te has hecho un
flaco favor, cariño.
Aquellas palabras dejaron un tanto descolocada a Patricia
que hizo lo que se le pidió y toda decisión extra es derecho de su dominatriz
por eso, su conmoción inicial.
—¡Solo relájate ahora! — solicitó Calixta en el momento en que
su mano quitaba con cuidado la tela interior muy despacio. —Tu descuido será
muy placentero para mí.
En verdad que lo fue porque la dominante a su vez tenía unos
cubos de hielo que provocaron temblores, gemidos y escozor sobre la piel
flagelada.
Tal como lo mencionó su dominatriz fue un disfrute completo
porque no perdió detalle de las consecuencias de sus acciones en cuidados a su
sumisa.
—¡Ya está! — dijo Calixta terminando con el padecimiento de
su amante. — no olvides que no puedes mentirme Pri, así que, responde mi
pregunta sobre Javier.
—¡Qué desea saber? — contra pregunta Patricia un poquitín
más aliviada del dolor, pero muy revolucionada.
—¿Estaba al tanto de tu pasado? — preguntó de frentón
Calixta.
—Sí — respondió Vidal. —Lo supo desde siempre.
—Define desde siempre — indagó Calixta acercando su cuerpo a
su sumisa y pasando las manos por su cintura. —No omitas nada.
—Desde antes de dejarte — develó Patricia tragando saliva
pues iba camino a un sector peligroso, pero no podría manejar otra ronda de
castigos.
Aquella confesión pilló desprevenida a la dominante que
entrecerró sus ojos peligrosamente y su reacción fue inevitable de contener al
igual que las emociones que despertó. Atrajo férreamente a la mujer entre sus
brazos y su lado más irracional despertó después de todos estos años.
—¿Estás diciéndome que te veías en secreto con ese hombre a
costa mía? — masculló molestísima Calixta. — ¿estabas engañándome?
—Nunca te engañé — se sinceró Patricia intentando forcejear
con su dominante para verle la cara.
—¡Quieta Pri! — ordenó Calixta que revalidó un hecho en
particular en su sumisa.
—No — objetó aireada Patricia intentando zafarse del agarre.
— No puedes acusarme de una bajeza como esa. Jamás te fui infiel y lo
sabes…Calixta.
—Lo sé, acabó de constatarlo aún más — aclaró Bezanni.
—Entonces porqué me preguntas esa idiotez — recriminó
Patricia que despertó algo dormido y que es un rasgo que heredó la mayor de sus
hijas. — Puedo haber sido una friqui a los ojos de mi familia y ser una desleal
contigo por atreverme a abandonarte, pero jamás tuve ojos para nadie que no
fueses tú. ¡mierda Calixta! Eso no.
Sin percatarse de la información que soltó a su dominante,
Patricia, seguía intentando soltarse porque perdió los estribos y la hicieron
enojar en verdad.
Lo que no intuyó con dicha revelación es que la sonrisa que
se bordó en los labios de Bezanni era dantesca y soberbia a rabiar. Estaba
consiguiendo su segundo objetivo que era tener respuestas.
—¡Quieta de una vez por todas Pri! — replicó con tono
autoritario Calixta. — Si no te sabes controlar no habrá concesiones de mi
parte y lo sabes bien. Todavía tenemos una larga noche y asuntos que zanjar.
¡Ahí estaba! El freno preciso con que detener un acto de
sublevación de parte de su sumisa.
En el acto, se detuvo los movimientos de parte de Vidal que
dejo pérdida la mirada en la pared.
—¡Buena chica! —elogió Calixta y compensando a su amante con
caricias en su mejilla por el acto de obediencia, siguió con su cometido. —
Ahora cariño ¿cuándo piensas decirme sobre tu divorcio?
—¿Lo sabías? — inquirió asombrada Patricia.
—Por supuesto — contestó Calixta ahora moviendo sus manos
sobre el torso de su sumisa y deleitándose en sus senos. — Estoy al tanto de
muchas cosas y solo son pocos los sucesos que se me escapan con respecto a ti.
Nunca he dejado de estar pendiente de tu persona y solo hay dos cosas que
necesito aclarar, pero lo dejaremos para el final. Quiero escuchar tu versión
de los hechos de tus propios labios, así qué, instrúyeme, cariño.
—Llevo más de diez años divorciada de Javier — comenzó a
develar Patricia no tenía alternativa y tampoco deseaba seguir negando hechos. —
él fue que me lo pidió una vez que salió aprobada la ley. Deseaba rehacer su
vida y quise apoyarlo también.
—¿Por qué te casaste con él? — fue directa la pregunta de
parte de Calixta.
—¿Es necesario responderte eso? — contra preguntó Patricia
entre gemidos porque jamás se detuvieron las caricias de parte de su dominante
ahora que la tenía completamente desnuda y a su merced.
—Quiero saberlo todo…Pri — espetó Calixta con un gruñido en
su voz por la negación. — No quiero que me prives de los detalles que me
negaste esa noche en que me quitaste todo cuanto era mío.
Y con ello, un mordisco brusco se dejó palpar en su
clavícula que arrancó un sonoro gritó de parte de su amante.
—¡Está bien! … lo haré — asumió Patricia que a esas alturas difícilmente
podía controlar las respuestas de su cuerpo como el deseo que había comenzado a
despertarse en forma efervescente y estaba amenazándola con avasallarla.
—Nos casamos porque mis padres me obligaron — develó
Patricia asumida y consumida por la habilidad de su señora de llevarla a tales
condiciones de necesidad y honestidad. —Papá amenazó con matarme si no accedía
a sus deseos de darle una descendencia como era mi deber como mujer.
Ahora fue el turno de Calixta de cerrar los ojos ante lo
expuesto y sintió un dolor profundo en su corazón al saber las verdaderas
razones de su abandono. Nunca sospechó que esa familia tuviese conocimiento de
que Patricia estuviese en una relación con alguna mujer.
Se dice que el mundo es un pañuelo en cuestiones de secretos
que no están tan ocultos como algunos sospechan y lo volvía a constatar en
carne propia. Nada podrá permanecer oculto mucho tiempo en el manto de las
sombras.
Sus engranajes mentales trabajaban a toda máquina por hacerse
el cuadro completo y aunque faltaban algunas otras piezas, éste estaba tomando
forma, una nítida y dolorosa a la vez. Y por primera vez en su vida deseó haber
tenido esta expertis que le faltó en su juventud y le hubiese permitido
anticiparse a los hechos y evitar las consecuencias de ese descuido. El precio
fue alto también para ella y solo su grupo íntimo de amigas de toda una vida
conocían los pormenores de lo sucedido tras esa noche de despido.
—¿Tienes algún contacto con ellos? — inquirió Calixta sin
emoción alguna.
—No— respondió Patricia sin permitirse volver a sentir pena
alguna. — Por mis hermanos sé que están viviendo hace unos años en Concepción y
para ellos, estoy muerta.
—Entiendo — adujo Calixta que momentáneamente detuvo unos segundos
su trabajo en el cuerpo de su amante. — ¿tus hijas tienen algún contacto?
—No los conocen y tampoco desean hacerlo — develó Patricia. —
Sus únicos abuelos son los padres de Javier.
—Bien — expresó Bezanni que volvió a la carga con su
objetivo. — Respaldaré el deseo de tus hijas y me encargaré de que se cumpla.
No hubo respuesta por parte de Patricia que no veía la
necesidad de formar parte de algo que sus progenitores ya habían decidido hace
mucho tiempo. Simplemente no existía para ellos.
—Ahora necesito saber la relación que tienen ellas con Javier
— demandó Calixta haciendo una pausa a su trabajo. — ¿Dónde vive? Según
recuerdo Carlina está con él por una semana. ¿no debe estar ella en clases?
—Hubo una semana de receso en la universidad y Carlina me
solicitó visitarlo — informó Patricia que de nuevo sintió esas manos sobre su
cuerpo sin contemplación alguna y le era difícil concentrarse a esas alturas en
una conversación.
—¿Dónde vive? — insistió Calixta mordiendo el cuello de Patricia.
—Puerto Montt — apenas dijo Patricia entre dolor y placer.
—¿Cómo es su relación? — instigó la dominante sin dejar
cabos sueltos.
—Con mi hija menor es relativamente buena — adujo Pati
cerrando los ojos entre la tortura que le estaban dando. — Lo visita una vez al
año por una semana nada más.
—¿Y con Laura? — continuó con la carga de preguntas Calixta.
—Pésima — develó Patricia a secas.
—¿Por? — instó curiosa Bezanni ante los hechos y en la
actitud de su sumisa.
—Su relación siempre ha sido tirante — admitió Patricia
recordando sucesos. — Son incompatibles en carácter los dos. No se soportan.
—¿Razón? — inquirió Calixta más que curiosa de aquello y
sopesando algo siniestro que se le cruzó por la mente.
—Laura de niña escuchó a Javier comentarle a un amigo que había
una sangre suya solamente y que la otra le recordaba a cierta persona que no podía
ver ni en pintura — confesó la mujer asumida ya de que ciertas cosas iban a
resaltar tarde o temprano. Era inevitable después de todo. — Ella nunca olvidó
ese día como tampoco le perdonó.
—¡Ya veo! — exclamó la dominante con una ceja alzada ante lo
expuesto por su amante. — Realmente es un pobre diablo y Laura no se pierde
nada.
Aquellas palabras dejaron en shock a Patricia ya que
percibía el mismo desprecio de parte de su dominante de quién fue su esposo y
su cómplice por un tiempo.
—¿Qué más te preocupa de Laura? — preguntó Calixta.
—Ya te dije que sepa sobre mi pasado — repuso Patricia. —
Ella está en una relación con Martina y no quiero que tu amiga hable cosas
sobre mí.
—¡Um! — exclamó Calixta meditando en aquello. — Demasiado
tarde Pri.
—¿Qué quieres decir con demasiado tarde? — contra preguntó
Patricia en un intento de voltearse y verle la cara a su dominante.
—No me hagas repetirme nuevamente…Pri — reprendió Calixta
sujetándola de los hombros. — A partir de hoy he vuelto a ser tu señora y no
permitiré que pongas en cuestionamientos mis órdenes. Si quieres algo, tendrás
que merecerlo. ¿estamos?
—Sí — respondió Patricia.
—¿Sí qué? — instigó Calixta duramente.
—Sí, Calixta — corrigió ésta.
—Insisto — exigió con más dureza la dominante y jaló de sus
cabellos.
—Pero tú…Dijis… ¡Rayos! — cayó en cuenta de algo Patricia y
bajo la cabeza asumida. — Sí, mi señora.
—Así me gusta — repuso complacida Calixta y detuvo la
aprensión sobre su sumisa. — Que captes el mensaje que se te da y en cuanto a
lo de Martina, es inevitable lo que me pediste porque Laura ya está al tanto de
que eras un miembro del sado. Pero desconoce con quién estabas emparejada. Solo
fue un desliz de parte de magnolia ya que tu hija es una fierecilla intratable
y le ha dado muchos dolores de cabeza en más de una ocasión. Puedes estar tranquila
que no habrá más impertinencias de parte de Tina porque de lo contrario
responderá ante mí.
—Ok — fue lo esgrimido de parte de Patricia que sintió morir
de la vergüenza de saber que su hija ya estaba al tanto y tendría que
enfrentarse a ella muy pronto.
Temía cuál sería su reacción y dado a lo sucedido con su ex
esposo le venía a aumentar la ansiedad y el miedo de perder el respeto de su
hija.
—Te pedí encarecidamente que te relajaras conmigo, Pri ¿por
qué desobedeces mis deseos? — señaló Calixta en su oído y que se hizo una idea
de lo podía estar pasando por su cabeza. — Laura puede ser tu hija, pero no le
da el derecho a recriminarte por tu pasado y menos cuando está en las mismas
circunstancias ¡sería una hipócrita si lo hiciera! Y tampoco le consentiré que
te irrespete.
—Es duro para mí que ella sepa y se haya involucrado en esto
en la forma que lo hizo — refirió con pesar Patricia con su voz cargada de ese
sentir.
—Lo sé, Pri — coincidió Calixta conocedora del sentir de su
amante y se permitió consolar a su sumisa de la forma en qué sabía. — Voy a
quitarte toda esa carga de una buena vez. Dejaremos para más tarde el resto de
la conversación.
De inmediato pasó su brazo detrás de sus piernas y la otra
por debajo de su axila y la alzó en vilo al estilo nupcial y se la llevó a la
primera habitación que había en el apartamento.
Un cuarto que estaba atestado de varios implementos de sado,
bondage, accesorios y muebles acordes para el acto de dominación.
No cabía duda de que sería una noche muy larga y tal como
dijo Bezanni la iba a disfrutar plenamente. Después de tantos años tenía nuevamente
en sus manos cuánto anhelaba y requería en su vida y tal como prometió a Calladrie,
sería una revancha satisfactoria y no le permitiría a nadie que volviesen arrebatársela.
Mostraría a todos; les gustará o no; que aquella mujer era suya en todo el
tenor y la extensión de la palabra.
Un mundo en que contrasta con lo cotidiano de la vida y que
es completamente opuesto a lo que se espera.
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