mujer y ave

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viernes, 19 de julio de 2024

Después de...

 

Capítulo 16, polos opuestos.

Después de…


 Patricia                                    Lucia              

Una mirada pérdida en el horizonte, mejor dicho, en la nada. Intentando sopesar las cosas que ya eran bastantes difíciles de digerir.

—Esto no está bien — susurró una voz femenina viendo a la nada.

Mientras que en otro sitio y de igual forma intentaban meditar en todo cuanto estaba sucediendo. Era inevitable no hacerlo y es que debió guardar un secreto contra todo y todos y que no se permitió siquiera develar a persona alguna, mucho menos a su familia. Aquella que formó junto a su pareja y a pesar de conocer ciertas tendencias y gustos de su parte desconocía la profundidad de su pasado.

—El pasado me persigue como carroñero infatigable. — masculló con dientes apretados. — ¡Rayos! ¿no me puede estar pasando?

Otra mujer que se daba de cabezazos mentales por la situación que se presentaba ante ella y que había enterrado en lo más profundo de la tierra de los recuerdos.

—Esto va escalando mucho y aunque todo esto no sea mi deseo, deberemos reunirnos. — se dijo para sí la mujer dándose palmazos en la frente. — Todo se sabrá si no tenemos cuidado ¡Mierda!

Apretaba su mandíbula una y otra vez para quitarle la rigidez en sus pómulos debido a una discusión que sostuvo telefónicamente con otra persona y debió asumir las cosas tal cual se le presentaron sin mucho que decir u objetar.

—¡Soy una estúpida! — bramó ella perdiendo los estribos y dando un manotazo a la mesa de centro de su sala de estar, tirando todo a su paso debido al coraje que la consumía.

Este no ha sido ni siquiera un día difícil, sino todo lo contrario, el más denso de digerir. Ella se prometió y se contra juro no dejar que su familia se viera involucrada en nada relacionado a sus acciones pasadas.

Llevaba dos meses asumiendo las cosas como un mero espectador quién ve una película y solo debe ceñirse a su papel de lo que es…observador simple y llanamente.

Jamás de los jamases imaginó siquiera que su retoño iba a parar a un sitio que ella conocía a ojos cerrados y por un tiempo fue el lugar en dónde halló lo que estaba buscando y necesitando. Pero eso era lo que precisaba ella y solo ella.

Ahora todo estaba cambiando en el escenario de la vida, de su familia y laboral. Esto se convertiría en una avalancha si no le ponía un atajo.

Era hora de moverse y dejar de ser quién siempre acataba y sometía su voluntad y necesidades. Todo cambió y no era de quedarse mudo y en sosiego.

Dándose el último palmetazo en su frente, buscó su móvil que estaba en una repisa. Dirigió sus pasos hasta el sitio, desbloqueó y marco un determinado número.

Al otro lado sonó unos segundos de marcado hasta que…

—Debemos hablar ya — demandó aquella mujer.

—¿No puede esperar? — preguntaron con desgano al otro lado. —Tengo cosas que resolver acá en casa.

—Es por el bien de las dos — puntualizó la mujer. — de nuestras hijas porque me supongo que tampoco está en casa ¿no es así Lucía?

—No —contestó ésta resoplando con fastidio. — Ella se la llevó simplemente.

—Dime ¿te importa Tania? — cuestionó la otra.

—Por supuesto que sí — replicó en el acto Lucía. — ¿Es de mi hija de quién estamos hablando?

—Entonces ven a mi casa — demandó la mujer sin más preámbulo cortó la llamada.

Un silencio se produjo en ambos inmuebles y solo dos mujeres quedaron viendo el aparato telefónico sobre sus manos y el ceño se fue frunciendo más y más al punto de lanzarlos al espacio sideral por así decirlo.

Cinco, diez, quince minutos que desfilaba la manecilla larga del minutero del reloj de pared de aquella sala hasta que un golpe seco se dejó sentir en la puerta principal de aquella casa.

Una joven mujer de unos treinta y pico de años, de aspecto delgado, cabellera larga y lisa con unos ojos almendrados y una tez más que pálida que tostada o bronceada se le quiera llamar porque blanquecina su piel no era, pero hoy palidecía mucho hasta el punto de estar algo cadavérico.

Abandonó su lugar en aquel sitial a la espera de quién debía venir y al oír aquel toque se dispuso a recibir a su invitada.

Al abrir la puerta, no se decepcionó para nada ya que frente a ella estaba precisamente a quién estaba en espera. Su contra parte, una mujer bajita, más que delgada casi un palo, blanquita de tez, cabellera castaña y ondulado, unos ojos grises. Cuya mirada hablaba de no estar para bromas hoy.

—He venido tal cual me exigiste…Patricia — siseó seca Lucía.

—Ten la bondad de pasar — solicitó la mencionada.

—Gracias — repuso Lucía ingresando a la sala de estar.

—¿Quieres algo de beber? — preguntó lo más educada como anfitriona Patricia.

—Supongo que lo nos convoca será amargo para ambas — señaló Lucía viendo a su contra parte y añadió. — ¿tienes wiski?

—Sí — fue la respuesta de parte de Patricia. —¿con hielo o no?

—Me gusta seco como la hiel en esta ocasión — ironizó Lucía que tomaba asiento en un sofá aledaño.

—Bien — repuso Patricia.

Dispuso de su bar todo cuanto necesitaba para preparar sus bebidas y con la salvedad que esta vez no utilizó un vaso mediano sino una caña larga.

—Toma — instó la dueña de casa entregando su bebida a la otra mujer.

—¡Vaya! — exclamó Lucia alzando una ceja ante lo inusual del recipiente. — Veo que será para largo el asunto.

—Lo será — afirmó lo otra tomando su lugar en el sitial.

—Ok. Tú dirás entonces…Patricia — resolvió directo Lucía. — ¿De que deseas hablar?

Aquellos ojos almendrados quedaron viendo por un segundo a la que es su colega, jefa y compañera de trabajo y algo más.

—Las chicas — contestó Patricia bebiendo un tanto de su trago. — y lo que está pasando con ellas.

—¡Um! — exclamó profundamente Lucía viendo el contenido de su vaso para agregar. — Es algo que no debería estar pasando simplemente.

—Por supuesto que no debería ser — replicó Patricia viéndola seriamente. — Ellas nunca deberían siquiera haberse acercado a este mundo. No tenían por qué seguir nuestros pasos de ninguna manera,

—¿Crees que no lo sé? — contra preguntó Lucía jugando con el contenido del vaso para quitar la tirria del asunto. — Yo puedo aceptar que mi hija tenga una inclinación u atracción hacia las mujeres y sería cínica de mi parte si me opusiera a ello. Lo acepté, aunque siempre he tenido miedo a que sufra más de la cuenta porque este mundo es una porquería y difícilmente tengan cabida de empatía como suelen gritar a viva voz todos cuanto andan de tras de votos políticos. Aquí no hay nada de eso y por eso, me las muerdo por como pueda ser el futuro para Tania.

Muy distinto es lo que está sucediendo ahora y verla que se relaciona en el mundo del sado ha sido más que fatal para mí. Es un duro golpe a todo cuanto he construido hasta hora.

Y no sabes cómo me maldigo por haberla llevado a trabajar con Mirelles pensando estúpidamente que estaría a salvo de esas mierdas que le acechan en ventas.

¡Jodí a mi propia hija! Y es que no fui una estúpida sino una mierda como madre al creer que Tania podía estar lejos de esas rabo verdes y haría su practica en paz hasta que se titulase y todo se acabaría ahí.

No fui una ingenua sino es irreproducible lo que puedo denostarme al respecto, pero no sacó nada con llorar sobre la leche derramada, sino que intentar o esperar que esto acabe pronto. Aunque no me engaño que mi hija no se alejara tan simplemente de Alexandra. Realmente ella está obsesionada con esa mujer a muy pesar mío.

—Ahorita me las tengo que a bancar todas hasta que la traiga de regreso y de paso pasar hablar las cosas como son con Mirelles. — finalizó su descargo Lucia que bebía y le sabía cómo acido aquel trago.

—¿No harás nada más? — cuestionó Patricia viendo su propio brebaje.

—¿Qué más puedo hacer? — contra dijo Lucia viéndola con mala cara. —¿Qué denuncie a Mirelles? ¿Bajo qué cargos? ¿Qué es una pervertida dominante?

—No — fue la escueta respuesta de parte de Patricia.

—No tengo ningún reclamo legal que hacer porque ella no ha incurrido en delito alguno por el contrario es mi hija a quién pueden acusar de acosadora porque intentó de todo para que Alexandra se fijase en ella — expuso Lucia que continuaba dándole sorbos a su trago y más y más agrio sabía a medida de la conversación.

—Pero sabes que esto no está bien, Lucía — replicó Patricia con mal sabor de boca. —No es un futuro bueno para Tania y menos para Laura.

—Lo sé ¡Maldita sea! — despotricó Lucía apretó con su mano su rostro.

—Tú mejor que nadie sabe lo que está en juego para mí con toda esta situación —recriminó más para sí que otra persona. — No puedo permitir que ella sepa la verdad. No desearía verme en su vida.

—¡Cálmate! Patricia, ¡quieres! — exigió Lucía que se levantó de golpe de su asiento para abrazar a la otra mujer.

—No puedo, Lucy — gimió desesperada la madre de Laura. —Tengo miedo de que todo se destape y pierda a mi hija.

—No necesariamente tiene que saberse cosas que son parte de tu pasado. — objeto Lucía acariciando la espalda de su compañera. — Sé que nosotras cerramos un ciclo hace años y no debería porque interferir con nuestras vidas actualmente. Lastimosamente se han cruzado caminos en la vida de Tania y Laura y ya no tenemos como evadirlo, pero eso no significa que Martina pretenda sacar a luz cosas que a ella no le corresponden y estoy segura de que no lo hará de todos modos.

—Eso no me tranquiliza, Lucía — señaló Patricia sacudiendo su cabeza al recordar ciertos sucesos. — Hicimos una promesa de silencio total.

—Lo recuerdo muy bien — respondió ésta. — Ninguna ha faltado a esa promesa y bien lo sabes. En este mundillo se respeta los acuerdos.

—Eso espero — dijo Patricia resignada y bajando el nivel de ansiedad. — no tengo más remedio de llamar a Calixta y vernos las caras nuevamente.

—¿Estás segura? — inquirió Lucía con varias dudas al respecto. — Recuerda que no solo hicimos una promesa aquel día de silencio, sino que también acordamos que no volveríamos a encontrarnos nuevamente y que si surgía un suceso mayor lo haríamos vía teléfonos y en lo posible solo una vez. Tú y yo estamos vetadas de acercarnos a cualquier sitio que se relacione con ellas y lo sabes de sobra.

—Lo sé — contestó Patricia rascando su frente de los nervios. — Estoy consciente de lo que implica solicitar su presencia. Aun así, debo hacerlo, tengo mucho que perder en esta historia.

—Ni que lo digas — secundó Lucia al recordar algo que se bajó el perfil desde hace ya mucho. —Todavía tengo en la retina cuando nos cruzamos con Mirelles después de unos años en el hotel. Aún tengo escalofríos y nos tuvimos que bancar todo cuanto se nos dijo. Es alto el precio y puedo entenderte mejor que nadie.

—No tengo más alternativa — asumió Patricia que de un golpe se bebió todo el contenido de su vaso, cerrando sus parpados ante la quemazón de su tráquea. — No puedo darme más licencias de relajo. Tomo resguardos o me hundo hasta el fondo.

—Escúchame bien Patricia— declaró Lucia que de igual modo se bebió su trago y lo depositó en la mesita de centro. — Tú no estás sola en esta historia e igual que aquella vez prometí mantener bajo siete llaves aquella decisión. También en esta ocasión voy a ayudarte y citaré a Mirelles a mi casa para proteger lo que debe permanecer en el anonimato.

—Lucía — protestó ésta. —Pero tú no…

—Nada de peros, amiga mía — interrumpió las quejas de la otra mujer. — Una cosa es nuestro pasado y otra cosa muy distinta que desgracie a nuestras hijas y más tratándose de Laura.

—El pasado que nos persigue como hienas hambrientas — se lamentó Patricia asumida de las cosas. — Son consecuencias que deberemos lidiar hasta el final para bien o mal.

—Es una verdad más grande que el universo mismo — coincidió Lucia sujetando la mano de la otra mujer y añadió. — Tomar decisiones son actos que no deben ser tomados a la ligera porque son indisolubles y traen repercusiones en todos los plazos.

—Lucía — llamó Patricia.

—Dime — dijo ésta.

—Gracias. — acotó Patricia viéndola directo a los ojos. — Aprecio tu respaldo y sé que no es necesario que te expongas con Alexandra. Sin embargo, quiero decir que me siento realmente afortunada de contar con tu apoyo y amistad.

—Tontita — reprochó Lucía dejándose de tonteras y se abalanzó abrazarla para darle consuelo porque sabía el pavor que la embargaba. — Hemos sido amigas desde hace mucho y estaremos juntas hasta el final de nuestras vidas.

—No sabes lo que significa para mí — murmuró con un dejo de dolor Patricia. — Después de tantos años en que mis padres me obligaron a casarme y no ha habido un día que haya podido sentirme apreciada por lo que soy y es lo que tú has hecho para conmigo todo este tiempo. Gracias por todo el cariño, apoyo y tiempo que has brindado en mi vida.

—Tú hubieras hecho lo mismo conmigo — convino Lucia que a esas alturas tenía unas cuantas lágrimas derramándose sobre su mejilla. —Nadie puede elegir a los padres que nos tocan. Simplemente nos tocó vivir con ello y fin del cuento.

—No tengo como pagar todo lo que has hecho por mí — confesó de pronto Patricia a esas alturas lloraba al recordar tantos hechos dolorosos. — Acogerme en tu hogar, brindarme tu apoyo y jugártela por completo para ponerme de pie. En verdad, no podré jamás pagar mi deuda contigo.

—¡Oye cómo se te ocurre! — recriminó una llorosa Lucía. — Hay cosas que no tienen precio, tontita. ¡Déjate de hablar leseras! Mira que no me gusta llorar y lo estoy haciendo como cabra chica ¡Qué horror!

—No te hagas la fuerte Lucía que ambas somos unas lloronas empedernidas — soltó con pica Patricia.

—Te mato si lo divulgas — amenazó ésta.

—Tranquila que tu secreto está a salvo conmigo — aseguró Patricia.

—Lo sé bien — murmuró entre risas y lágrimas. — Es inevitable ponerse un tanto vulnerables con toda nuestra historia de por medio.

—Ni que lo digas — concordó Patricia. — Tenemos como para escribir un libro que podría llegar a ser un best Sellers con tanta locura.

—Eso sí que no — se opuso Lucía rompiendo el abrazo y mirándola suspicazmente, añadió. — Primero muerta que ser la comidilla de gente morbosa de copuchas (chismes)

—No te hagas que todavía compras esas novelas Corín Tellado que venden en la feria — sacó a colación Patricia.

—Ya te pusiste suelta de lengua — protestó Lucia y viendo  por la ventana. — Creo que, si no hay algo más que desees decirme, voy andando para esperar a Tania y hablar con Alex.

—Ya no tengo nada que más decir — indicó Patricia viendo en la misma dirección. — Al menos tu hija está cerca de ti.

—¿Y Laura dónde está? — preguntó curiosa Lucia que se pensaba que podría estar en Viña al menos.

—Martina se la llevó a Totoralillo — respondió Patricia.

—¿Te pidió permiso al menos? — indagó Lucia asombrada.

—No, solo me aviso nada más — contestó ella. — Se paso por la raja mi condición de madre.

—¡Shus! — exclamó con la mandíbula caída Lucía al escucharla decir groserías de ese calibre ya que no era dada a ese tipo de soeces. — Realmente creo que estás mujercitas están mezclando las cosas aquí y por mucho que sean dominantes. Aquí las que mandamos somos nosotras y no ellas ¿no te parece?

—Es lo mismo que le recriminé a Calixta — se quejó Patricia. — Pero se lo paso por… ¿Tú sabes?

—No es necesario que lo reproduzcas — protestó Lucia que sonrió ante el tenor de los descargos de su compañera. — Habrá que aclarar ciertas cosas con ellas o tendremos que citar falta a la cuarta clausula ¿no estás de acuerdo Pati?

—¡¿Qué?! — objetó ésta última que abrió tamaños ojos ante aquel desliz. — ¿Vas en serio con eso?

—Lo mismo te pregunté hace un rato atrás y al igual que tú, estoy asumiendo lo que nos significa citar a una dominante después del despido — explicó Lucía viéndola seriamente. — Aquí ya no hay retorno para ninguna de nosotras dos.

—Pero Alexandra no es tu dominante — aclaró Patricia que no entendió la implicancia para su compañera. — Y dudo que la tuya te deje hacerlo.

—Olvidas que aquí estamos hablando de todo un entorno de esta cofradía mal llamada VHBDSM— expuso Lucía. — Y en este país no se rige de igual forma que en otros lugares.

—Ya había olvidado ese hecho en particular. — mencionó Patricia. — Ni modo. Habrá que ir con todo no más.

—Así es y como bien tú misma dijiste…No hay más alternativa — concluyó Lucia y dio por terminada aquella conversación. — Es hora de irme a casa.

—Gracias por venir y darme tu respaldo — expresó Patricia.

—Nada que decir de mi parte en ese asunto — puntualizó Lucía. — aunque ese trago estuvo de pelos. Muy cargado pero significativo.

—Pienso que revive muertos — coincidió Patricia.

—¿Nos revivió o no? — indagó Lucía un tanto risueña a esas alturas ya sea por el efecto del alcohol o porque lo malo ya había pasado.

—Sí — fue la respuesta de la otra mujer.

—Nos veremos mañana en el trabajo — indicó Lucia besando la mejilla de su compañera. — Veremos que nos responderán ellas y de ahí, actuaremos en concordancia.

—Claro. — respondió Patricia.

—Chao — se despidió la pequeña mujer y se fue rumbo a la calle para tomar movilización hacia otra dirección.

Al verla irse quedo meditando en lo último que se dijese y eso la hizo reaccionar y actuar.

Marcó nuevamente un número que mantenía resguardado en un archivo especial en su celular. Espero unos segundos hasta que obtuvo respuesta…

—Dime — fue la respuesta un tanto parca al otro lado de línea.

—Tenemos que hablar…Calixta — mencionó Patricia mordiendo un tanto su labio inferior.

—¿No lo estamos haciendo? — cuestionó la dominante.

—Debemos hacerlo en persona — contravino Patricia.

No hubo respuesta más que silencio por unos segundos que agudizó más el nerviosismo de parte de la madre de Laura.

—¿Sabes lo que ello implica para ti? — inquirió peligrosamente Calixta. —Acordaste no volver a verme nunca más en tu vida.

—Sé muy bien lo que prometí ante ti — respondió Patricia y se tragó el orgullo y añadió. — Es muy importante para mí y asumiré las consecuencias que conlleva pedirte esto.

Se produjo otro silencio que esta vez se prolongó más de lo debido y solo se escuchó decir…

—¿Cuándo? — fue el cuestionamiento de parte de la dominante.

—Lo antes posible — contestó Patricia tragando saliva porque sabía que tendría que acatar todo cuanto su dominante decidiera.

—Ven mañana en la tarde directo a la suite — demandó Calixta. — Te presentaras con el conserje que te dejará libre el acceso al edificio junto con la llave para que ingreses. Una vez ahí, esperaras apropiadamente en el lugar que te corresponde. Tal vez demore un poco más ya que tengo agendada una reunión de negocios con unos inversionistas la que no puedo posponer.

—Entiendo — aceptó Patricia.

—¿Entiendes qué? — fue el duro trato de parte de Calixta.

—Lo siento, no es mi lugar entender tus acciones — admitió sumida Patricia.

—Olvidas que las cosas han cambiado para ti, Patricia— enrostró Calixta. — Las implicancias que vendrán con tu petición.

Ahora hubo silencio por parte de la parte que solicitó la reunión con su dominante y trago saliva dolorosamente tal como había señalado Lucía había un precio que pagar y quedaba completamente sin efecto los acuerdos previamente hechos anteriormente. Todo era mandado por el caño del retrete y era mucho para ella, para todo lo que implicaba y, sin embargo, estaba dispuesta a todo con tal de defender aquello que valía la pena proteger.

—Patricia — demandó Calixta tras la demora en respuestas.

—Dime — fue la respuesta de parte de ella y de inmediato, la rectificó. — Dígame mi señora.

—Ha de ser muy importante lo que deseas hablar conmigo para tener que aceptar mi dominio sobre ti una vez más — indicó Calixta sopesando ciertas cosas.

—Lo es — contestó Patricia sin decir más.

—Bien — aceptó los términos la dominante a su vez. — ¿Tienes más compromisos dentro del día?

—No — respondió ella. — Solo trabajo.

—De eso me encargo yo — adujo Calixta. —Hablaré con Alex para que te libere por dos días. ¿tus hijas?

—Carlina está con su padre — señaló ella. — Y Laura está con Martina.

—¿Cuándo regresa la menor? — indagó la dominante.

—Estará con él por una semana al menos — mencionó Patricia.

—¿Desde hace cuánto está con él? — insistió Calixta.

—Desde ayer — repuso Patricia.

—Eso nos da tiempo suficiente para zanjar el asunto entre las dos — adujo la dominatriz sacando cálculos mentales. — Hablaré con Martina para saber sobre sus planes con Laura.

—Ok — fue todo de parte de Patricia cerrando sus ojos asumida de las cosas.

—Patricia — demandó Calixta al notar el tono de voz.

—Sí — dijo ésta.

—¿Sí qué? — fue nuevamente reprendida por la dominante.

—Sí, mi señora — acató prontamente la mujer.

—No traigas nada contigo más que tus documentos ¿queda claro? — ordenó Calixta.

—Sí, mi señora — contestó Patricia.

—Bien — expuso la dominante cuando de pronto cambio de parecer y lo hizo saber. — Esperaras en tu lugar de trabajo, enviaré al chofer para que te pase a recoger. ¿Horario en que te acomode?

—A las cuatro es más que suficiente para que me retire — respondió Patricia.

—¿Algo más que deba saber? — inquirió Calixta que un sexto sentido le indicó que averiguara antes de retomar una posición que había dado por terminada.

—Laura no debe saber — fue la petición de parte de Patricia.

Aquello dejo asombrada a la dominatriz dado que era la propia hija de su sumisa que también estaba envuelta en una relación sado con Martina y no veía el problema en que supiera que su madre estaba con ella. Aquí había algo que no se estaba diciendo e intuyó que tendrían que conversarlo pronto debido a que la decisión que había tomado Patricia para solicitar su presencia significaba asumir muchas repercusiones que cambiarían por completo la vida de la mujer nuevamente. 

Y temía que se destaparía algo profundo que suponía su separación y los motivos se los llevo en su momento Patricia. Ahora estaba de regreso y quería respuestas a esas preguntas que no hizo en su momento. Era hora de saldar cuentas entre ambas.

—Hablaremos de ello una vez que estemos juntas — aceptó Calixta y viendo su reloj de pulsera, agregó. — ¿Algo más que necesites?

—No, mi señora — respondió Patricia.

—Nos vemos mañana — repuso Calixta y sin más dio por terminado todo.

Una lágrima se deslizaba por la mejilla de Patricia que veía con pesar por el ventanal de su casa.

—Laura — fue el murmullo de parte de su madre. — Te protegeré al costo que sea.

Muy lejos de ahí…

—¡Mamá! — balbuceó una joven que despertó en medio de la oscuridad.

 


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