mujer y ave

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martes, 29 de agosto de 2017

Tú y yo, una cuenta pendiente II parte.


Destino implacable

CAPÍTULO 18   TU Y YO, UNA CUENTA PENDIENTE II PARTE


Uno, dos, tres y…los minutos corrían como saetas veloces llenando el vasto espacio del reloj del tiempo. Así mismo…Uno, dos, tres pasos dados por los cascos de aquel corcel que dejaba una huella sobre la tierra húmeda y calcinada por esas lluvias torrenciales porque no le dio tregua alguna para absorberla rápidamente y convertirse en un gran barrial…Uno, dos, tres, era el subir y bajar de las ruedas en cada hoyo que caía y rugía su motor por sacarlo de la cavidad y no quedar atascado.


¿Podrían importar las circunstancias en ese momento? O ¿tomar conciencia que se podía estar cometiendo un error de proporciones y salir más de alguien lastimado? La lógica parece razonable en las situaciones adversas y consigue detener justo a tiempo lo que se podría transformar en un desastre. Pero, como bien dicen los pesimistas; para todo un bendito pero. Difícilmente estuvieran con las neuronas bien puestas en ese momento porque se notaba a leguas que no estaban razonando si no que dejándose llevar más que por los sentimientos y la imprudencia era quién llevaba la conducción de sus acciones.

Un escenario que daba pavor con tal solo observarlo por mucho que emocionara la adrenalina y lo desafiante de la pasión. Cuando tus acciones involucran a terceros la cosa cambia y por lo mínimo debes pensar en las consecuencias sí o sí porque de lo contrario el arrepentimiento será  el trago más amargo que deberes beber por el resto de tu vida y nada podrá remediar lo hecho.

Y como bien dice el título de este pasaje…Una cuenta pendiente estaba por saldarse entre las protagonistas para bien o para mal. Un desenlace que tenía cara de muchas probabilidades.

─ Solo un poco más ─ murmuró para sí Bianca. ─ Y habré acabado con todo esto.

Y en el anverso de la moneda…

─ No habrá escapatoria para ti ─ masculló desafiante Ariza mientras el viento helado golpeaba su rostro por la velocidad de su cabalgada. ─ Se terminaron los jueguitos.

Mientras que en…

─ Duerme tranquila que tendrás que luchar a brazo partido por el amor de esa mujer  en cuanto llegues a casa─ susurró Valeria al despertarse por un golpe que dio el bus en uno de los hoyos del camino y observar el semblante de la inspectora.

Y en una oficina…

─ Cuento contigo…Bianca. ─ dijo Carlos, mientras pasaba su mano por su cabeza al observar por la ventana la inmensidad del estrecho de Magallanes. ─ No vayas a decepcionarme.

Cuatro personas y cuatro objetivos muy distintos en sus cabezas. Y esta historia tomaba un matiz distinto y los egoísmos personales salían a relucir en todo su esplendor. ¿Quién podría tener la razón?, ¿El amor o los intereses propios?

¿Quién dijo que todo es color de rosa? La vida es  un abanico de sucesos y oportunidades y hay que lucharlas a brazo partido y con una voluntad férrea si se desea vencer.  Nunca olviden que solo somos un eslabón más en el ciclo de la vida y piezas de un gran tablero de ajedrez.  ¿Pensabas que eras dueño de ti mismo? Respóndete tú mismo y ve si puedes alterar el orden de las cosas y solo ahí sabrás si tenías razón o no.

Es lo mismo que iban averiguar nuestras dos protagonistas y estaban a punto de llevarse una gran sorpresa porque ese factor es el que a la larga hace la gran diferencia.

La conducción del jeep se tornaba cada vez más difícil por lo terrible del terreno y ya estaba por entrar a la zona más dura de todas que era uno de los temidos por los enapinos cuando era época de invierno y era las pendientes con curvas cerradas que se extendían por todo el sector que acercaba a la entrada principal de la estancia los pozos, dominio de Ariza Pedrales.

El vehículo zigzagueaba entre tanto bache en el camino, pero que en nada su conductora disminuía la velocidad y al poco de rodar salvajemente se topo de lleno con el tercer paso y que al igual que los dos anteriores se hallaba abierto y con sus guardianes más alejados del camino porque habían sido advertidos del peligro de estar muy cerca.

Fue tanta la presión que ejerció al pasar por la tubería de ese puente que el último salió de cuajo de los demás y llego a parar dos metros más allá del camino y dejo con un semblante mortal a los peones de la estanciera.

─ Esa mujer está demente ─ soltó un peón que no daba crédito  a la maniobra. ─ Por mucho que sea la esposa de la patrona, debería respetar un poco que sea.
─ ¡Deja de quejarte y anda a buscar ese tubo! ─ ordenó el encargado. ─ Que no tenemos derecho a replicar las acciones de la patrona o de su esposa. Lo que ellas digan, se hace.
─ ¿Yo no sé quién es más chúcara? ─ preguntó en voz alta otro peón más viejo. ─ Si la patrona o su esposa.
─ Sin duda que la patrona ─ respondió el encargado, ayudando a cerrar el portón. ─ porque apenas sabemos algo sobre su esposa y nuestra señora Ariza, tiene un prontuario bien grande.
─ Sí lo sé ─ acotó el hombre viejo. ─ Bien lo sabe, una de las piernas de mi padre cuando la desafió y lo dejo con muletas de por vida. Cuando apenas era una chiquilla.
─ Pero bien sabes que ella tuvo que darse a respetar por sus trabajadores ─ corrigió el encargado. ─ En el campo es muy difícil que una mujer pueda triunfar sin que tenga un hombre a su lado y la patrona no se deja pasar a llevar por nadie y tampoco volvió a castigar a ningún otro de sus empleados.
─ Por algo es la dueña de los pozos ─ acotó el viejo peón. ─ Una fiera y al parecer su esposa lleva las mismas que ella.
─ ¡Quizás! ─ convino el encargado. ─ Pero no es asunto nuestro meternos en su vida. Ahora vayamos a buscar algo caliente para tomar mientras esperamos que nos releven.

Los hombres tras colocar el tubo en su lugar, se fueron a una de las camionetas estacionadas en un costado y beber algo para el frío.

Por su parte y en el mismo instante que el vehículo cruzaba el tercer paso, fue alcanzado a ser visto por la estanciera que detuvo su marcha en una loma entre ambos pasos, puesto que al salir al encuentro de su Romí había tomado un sendero que iba directo por en medio de sus predios y llegaba hasta la casa del segundo paso.

─ Se está arriesgando mucho al conducir de ese modo ─ dijo Ariza, frunciendo el ceño y dejando de lado su soberbia para preocuparse seriamente ante la actitud de su esposa. ─ Debo llegar cuanto antes a ella y detenerla antes que se pueda lastimar seriamente.

Tomo fuertemente la brida de su caballo y golpeando con sus botas los costados de su corcel, volvió a ponerlo en carrera y cuanto más pronto llegará con ella podría evitar una posible desgracia porque estaba sopesando que las acciones tomadas por su romí en la conducción de su vehículo ya estaban siendo demasiado peligrosas sin hacer hincapié en las condiciones del terreno.

De solo imaginarse que pudiese ocurrir un suceso de esa magnitud hizo que una gota fría de sudor recorriese su mejilla provocando escalofríos en su cuerpo de solo sopesar las cosas y ver a su esposa mal herida.

─ ¡Maldición no lo permitiré! ─ masculló Ariza con dientes apretados y con la fusta  o rebenque apremió más a su caballo.

El corcel de la estanciera redobló esfuerzos para volar entre los coirones y algunos incluso saltando por encima de ellos porque debían llegar cuanto antes a la zona de curvas antes que la joven funcionaria porque si no bajaba la velocidad con lo lodoso del camino estaba casi asegurado que su vehículo se ronceaba y perdería el control del volante porque eran muy cerradas esas curvas. En pocas palabras, el terreno constaba de ocho curvas cerradas y en una pendiente bien pronunciada. Lo que dificultaba sobre manera la conducción con un clima desfavorable. Por eso le llamaban el cañadón de la Quintrala, porque antes de llegar a su estancia había que sudar la gota gorda si no conocías el terreno antes de llegar a su propiedad.

Con sus ojos verdes observando atentamente el camino y acortar lo más posible la distancia entre las dos al punto que uno de los cercos que delimitaban una zona especial para sus ovejas paridas, forzó a su caballo a volver atrás y tener más tiempo para saltar la valla de alambre rosando por apenas un pelo aquel cercado que de por sí ya era alto.

Cuando los cascos de su azabache tocaron el suelo, la estanciera giró a ambos costados para comprobar que su corcel no tuviese  algún rasguño debido a ese salto. Una vez constatado que no hubiese herida alguna. Volvió afijar su mirada hacia delante y observar en la dirección en que venía el jeep de su esposa.

Alcanzó a ver que estaba muy próxima a la zona de curvas y solo unos cuantos metros la separaban de ese bendito camino. Por lo que con la fusta pegó a su animal y sacó mayor carrera para alcanzar llegar a tiempo.

Si pudiésemos ver un minutero emprendiendo su loca carrera por todo el contorno del reloj, así sería, la comparación entre la estanciera y esa pieza de metal porque iba a una velocidad atroz para un cuadrúpedo y su jinete. Es que realmente volaban por los matorrales entre saltos y galope.

Bestia y jinete exhalaban con dificultad debido al trayecto. Uno por esfuerzo y el otro por el frío y la preocupación. Una respiración que por momentos se volvió una sola, acompasada y compenetrada. Un solo corazón latiendo a toda prisa por tan loca carrera.

Por su parte y ajena a todo lo que estaba  sucediendo a campo abierto y a unos metros más arriba de ella. La joven Rangel mantenía la vista fija al igual que su botín pegado al acelerador. Definitivamente estaba siendo muy terca y tozuda al mantener semejante decisión de ir a toda velocidad sin importarle ni siquiera su propia vida.

Es verdad cuando dicen que cuando te domina el enojo, el odio y la congoja, todo puede suceder de un momento a otro y las consecuencias de las acciones volverse un campo incierto y de mal augurio.  Y como dicen los prevencionistas de riesgo, eres un factor inseguro conducta irresponsable. De ser vista por el segurito de la empresa en menos de lo que canta un gallo estaría con amonestación y con psicólogo por una temporada en casa, fuera del campo laboral.

Poco y nada le importaban las normas de la empresa  en ese momento a la ingeniera tan solo una cosa quería  e iba tras ella.

─ Ariza ─ balbuceó Bianca centrando toda su energía en llegar con ella y acabar su martirio definitivamente.

Si las palabras fuesen llevadas con el viento al oído de su destinataria, aquellos ojos verdes se empequeñecieron mucho y su corazón se disparo con aquel susurró.

─ Bianca ─ fue la respuesta de la estanciera y más apremio a su caballo.

En el instante que las ruedas del jeep se aprestan en abrirse camino hacia la zona de curvas. Asoma la presencia de la estanciera montada en su cabello por encima (loma) de la Enapina  y al ver que nada podía hacer para impedir que se detuviese en ese instante, de inmediato corre a la par con el vehículo en descenso y buscar la forma de obstaculizar su trayectoria.

Tragando saliva y apretando el volante firmemente, Bianca, entró de lleno a la temida área y sin retractarse de su conducta asume que ira con todo. Mordió sus labios  y al cerrar sus ojos por un leve segundo; más parecido a una oración; se arrojó a su suerte y bajo por aquella pendiente oscilante.

Decir que el coche temblaba toda su carcasa producto de la velocidad y que se iba cuneteando (jerga de conducción) de lado a lado para que la cola no se volviera en su contra. Era decir poco, porque era tan comparable como lo que siente una persona cuando se halla con un movimiento telúrico y aún estaba por venir lo mejor.

Su trayectoria iba siendo seguida de muy cerca por la estanciera que sintió pavor verdadero y un brillo se desprendió de sus ojos al ver que las cosas se iban a poner peores de no hacer algo de inmediato. Por lo que exigió más a su animal y se apegó más al camino entre lo que el cerco se lo permitía y sacando un poco más de ventaja. Y un pensamiento cruzó por su mente y estirando la mano derecha hacia atrás logró sacar una pequeña escopeta que llevaba en su alforja y sin pensarlo dos veces; disparó al aire dos veces para llamar la atención de la conductora como poner en aviso a sus hombres más abajo.

El plan consiguió su objetivo porque al primer estruendo hizo que la joven Rangel, diera un brincó sobre su asiento y de inmediato fue quitando el pie del acelerador y a jugar con la caja de cambio para disminuir la velocidad sin emplear los frenos de golpe. Al segundo estallido empleo el freno de mano, sacando y colocándolo para recobrar más el control de su jeep.

Mientras que el vehículo luchaba con sus maniobras, los empleados de la estanciera al escuchar los disparos más arriba intuyeron que se trataba de su patrona que les advertía del peligro y quitaron las dos camionetas que estaban impidiendo el avance hacia el otro lado del camino más al sur hacia el sector de Daniel central. Dejando vía libre de paso a lo que viniese más arriba. Ingresaron los vehículos a la propiedad y se apostaron en distintos aéreas del camino con escopeta en mira en caso de que hubiese complicaciones aunque sabían que se trataba de la joven esposa de la patrona; pero aún así, esos disparos significaban peligro.

A su vez…

La aguja del velocímetro del jeep bajaba de los 180 a 120 casi de golpe, pero con serias dificultades para agarrarse al terreno y permitirle un control de la maquina. E iba por la cuarta curva en bajada y el vehículo se ronceaba cada vez más y los coletazos desestabilizaban más el coche.

Ya a esas alturas la suerte estaba echada y solo la pericia podría dar un nuevo giro a lo que se venía.

Bianca, aparte de estar más pálida que la misma muerte y tener la garganta seca por la situación que no sopeso responsablemente. Intentaba mantener en posesión su jeep y en las vueltas de esas curvas, las ruedas traseras quedan al filo del  abismo cada vez que se iba a la izquierda.

Estaba tratando de luchar con dominar su coche cuando recordó un consejo que le diera Carlos Pachi de encontrarse con el terreno en mal estado y en pendiente( se refería a la bajada del acantilado de Dunguenes) de tirar el volante hacia la pared y con la punta de su capot usarlo para amortiguar la velocidad y usarlo de freno e impedir que la cola se siguiese ronceando.

─ ¡Veamos si sirve! ─ murmuró Bianca, mordiendo sus labios y llevando la punta del jeep contra la pared y casi incrustando parte de un costado. ─ Esto me va a doler y harto, pero me dolerá más si me vuelco.

Casi toda la parte de los focos derechos se hicieron pedazos con la maniobra, pero estaba resultando porque de alguna forma estaba consiguiendo disminuir un poco la marcha y cuando la siguiente curva se abría en el sentido contrario, volvía a emplear la técnica. ¡Con mucha suerte iba a encontrar algo de sus focos porque ambos estaban quedando hecho añicos con tanto contacto con las paredes.

Ya había pasado la sexta curva y solo le restaban dos y no obstante, la velocidad aún no se reducía por completo y el barro en nada ayudaba por las sobresalientes eran más peligrosas que las mismas curvas.

Quito el freno de mano y solo empleo el método que le diese su compañero mientras descendía por aquella ladera.

Por su parte…

Ariza, iba con el alma pendiendo de un hilo y seguía su vista puesta en el coche al mismo tiempo que hacía lo suyo por salvar los obstáculos que se le presentaban entre cercos y matorrales. Su caballo estaba al borde del esfuerzo y se las arreglaba para abrirse paso.

Sus manos llevaban unos rasguños productos de las maniobras que debió realizar para quitarse de encima algunas ramas de calafate y no le dieran de lleno en la cara. No obstante a ello, poco le importaba a esas alturas sino que su preocupación  se centraba en el vehículo y su ocupante.

─ ¡Te juro que haré todo lo posible para que no vuelvas a conducir en mucho tiempo! ─ murmuró con dientes apretados la estanciera y sosteniendo firme las bridas de su caballo.

Y nuevamente se veía las protagonistas con sus rostros visiblemente preocupado. En la cabina del coche su ocupante no dejaba de morderse los labios, mientras que el jinete no dejaba de murmurar represalias a su joven esposa por lo estúpido de sus actos.

Mientras que las ruedas del coche iban rodando en la última curva, los cascos del caballo llegaban en ese momento a una loma pronunciada  que podía ser vista por sus hombres desde su posición, una vez que asomase en la cima de esta misma.

Ya a esas alturas, el velocímetro marcaba 100 Km/h y el barro estaba haciendo su trabajo disminuyendo más la celeridad del coche.

Ahora sí, la ingeniera estaba usando de a poco sus frenos y sus ruedas rugían para zafarse del barro que deseaba atascar sus ruedas. Un poco más y en un abrir y cerrar de ojos ya el jeep de la joven Rangel dejaba atrás la última curva y descendía los metros restantes en pendiente recta.

Cuando llevaba más que unos 400 metros rodando y frenando… Una sombra pasa volando por sobre el techo y parabrisas de su vehículo. Haciendo que presionara en seco sus frenos del susto que le dio ver esa sombra sobre su cabeza.

─ ¡Mierda es la patrona! ─ exclamaron sus hombres al ver como la estanciera saltaba por encima del automóvil que venía en descenso.

El cuerpo de Bianca, casi quedo incrustado con el volante por la maniobra que tuvo que realizar y quedando completamente cruzada sobre el camino con los nervios de punta por esto último.

A mano izquierda se dejo caer los cascos de aquel azabache que al igual que fuese un gato, poso sus piernas delanteras para dejar caer las traseras. Y el impacto consiguió desestabilizarlo y poner nervioso al animal que comenzó a corcovear y a pararse en sus patas delanteras.

Solo la mano dura de la estanciera consiguió mantenerla sobre su silla y hacer que dé a poco se fuese tranquilizando su caballo a la par que sus peones venían corriendo para socorrerla. Fueron unos cuantos brincos y coces que diese el animal de un lado a otro hasta que se fue dejando dominar una vez más por su ama.

¡Vaya locura paralela! Dos mujeres demasiados arriesgadas y con mucha, pero mucha suerte para librarse del peligro. O simplemente este par de locas no le tenía miedo a nada. ¿Locas? Claro que sí y de remate.

Cuando por fin, consiguió que su caballo se quedase quieto por completo. La estanciera, respiro profusamente y recupero el color de su semblante.

─ ¿Se encuentra bien patroncita? ─ preguntó uno de sus peones, que llegaba junto con el resto también con escopetas en mano como era costumbre.
─ Lo estoy ─ fue la respuesta de parte de la estanciera.

No terminaba de hablar cuando se escuchó detrás suyo…

─ ¿Te has vuelto loca o qué? ─ fue la acusación que le formulase Bianca, que había bajado de su jeep raudamente al ver de quién se trataba.

Muy despacio la estanciera fue girando sobre su asiento para contemplar a su acusadora. Desde su lugar, le quedo viendo. Aquellos ojos verdes no dejaban de observarla y pestañeaban incrédulos ante la interpelación que se dejaba caer sobre ella.

─ ¡Oiga no le voy a permitir que hable de ese modo de la patrona! …─ protestó uno de los fieles peones de la estanciera, que olvido por completo que estaba frente a la esposa de la hacendada.

De inmediato, Ariza, alzo su mano e interrumpió a su empleado…

─ Deja que yo me encargue de mi esposa ─ amonestó suavemente Ariza, que le gusto la fidelidad de su peón, pero ese era asunto de ella nada más.
─ ¡Discúlpeme patroncita! ─ Se excusó avergonzado el empleado.
─ Tranquilo ─ dijo Ariza.

Tomo las riendas de su caballo e hizo que avanzará hasta dónde se encontraba su Romí. Detuvo justo a unos cuantos pasos de ella y la quedo viendo con burla en su mirada.

─ ¿Cuál de las dos está más loca, Romí? ─ preguntó irónicamente Ariza. ─ Porque tu actitud irresponsable hizo que te metieras en serios problemas al descender semejante pendiente a esa velocidad y tuve que intervenir para salvarte la vida.

Bianca, abrió sus labios perpleja a medida que escuchaba hablar a la estanciera y  tomo conciencia de que los disparos los había echó ella.

─ ¿Pero cómo? ─ se preguntó Bianca perpleja porque no entendía bien.
─ Te he seguido a lo largo de todo el camino y no me quedo más alternativa que disparar al aire y poder detener tus acciones para que tomases conciencia del peligro en que estabas ─ aclaró Ariza, intuyendo las dudas de su pareja. ─ Desde que entraste al cuarto paso que vengo tratando de alcanzarte.
─ Yo no sabía ─ trató de justificar Bianca, meditando en lo que vivió en el camino hasta que por fin, añadió. ─ Gracias.
─ ¿Por qué? ─ inquirió a sabiendas Ariza.
─ Por disparar e intentar salvarme la vida. ─ respondió Bianca.
─ ¿Intentar salvarte la vida? ─ contradijo Ariza con la ceja derecha alzada en forma inquisitiva─ Que yo sepa no fue un intento sino que te salve la vida que es muy distinto.

¡Vaya que le sentó mal aquellas palabras a la joven Rangel! Porque el tono como la autoridad con que refuto sus dichos, la puso en evidencia que estaba en desventaja otra vez frente a la estanciera o mejor dicho, su esposa del pasado.

─ ¡Um! ─ exclamó Bianca sin atreverse a confirmar lo dicho por la estanciera.
─ ¿Y eso es todo lo que vas a decir? ─ interpeló ahora, Ariza con una sonrisa ladina en sus labios.
─ Ariza ─ balbuceó ceñuda Bianca.
─ ¿Si? ─ indagó con más burla, ésta. ─ Ese es mi nombre, Romí.
─ Gracias ─ volvió a decir Bianca con su mano apretada por verse forzada a ceder.
─ Prefiero que me lo agradezca de otra forma ─ se burlo con picardía Ariza y viendo sus reacciones y agregó. ─ No obstante, me conformaré por el momento con eso.
─ ¡Eres…! ─ masculló molesta Bianca.
─ Tú esposa es lo que soy Bianca Rangel ─ puntualizó sin rodeos Ariza.
─ No empieces con eso ─ desafió Bianca que le tocaron un punto muy sensible y le recordó de porque estaba en ese lugar. ─ Que no he venido a darte en el gusto ni ahora ni nunca.

Ahora fue el turno de la estanciera de verla con incredulidad puesto que suponía que eran otras las razones que la traían a sus tierras. Ya que había sido muy clara en que debía tomar una decisión con respecto a ellas dos o sufrir las consecuencias.

Sus ojos verdes se empequeñecieron al sopesar las palabras de su esposa y le estaba a molestando anticipadamente suponer que trataba de decir.

─ ¿Entonces a qué has venido? ─ preguntó de plano Ariza, acercando un poco más hacia donde estaba la joven. ─ Quiero saber porque vienes a mis tierras sin tener presente mis advertencias anteriores.
─ No voy aceptar tu chantaje ─ respondió seria Bianca. ─ Puedes hacer lo que desees con la estatal, pero yo no voy a estar contigo.
─ ¡Así! ─ exclamó con enojo la estanciera, que hizo que su caballo se acercará más a la joven y se inclinó para alzar el rostro de la joven. ─ ¿Y por qué no? ¡Respóndeme Bianca!
─ Porque tú sigues siendo la misma Arlyn del pasado, que no le importa nada más que sus caprichos y no tomas en cuenta los sentimientos de los demás. ─ respondió Bianca, viendo con cierto pavor los ojos verdes de Ariza. ─ Tú solo quieres tenerme como un trofeo de lo que se te quito en la vida pasa. No importa mi corazón ni mucho menos mis sentimientos. Solo piensas en ti nada más.
─ ¿Eso piensas? ─ Contra preguntó Ariza, escudriñando intensamente en esos ojos grises. ─ Veo que no sabes nada de mí y que de nada te sirvió vivir conmigo en el pasado.
─ Estoy muy segura por la forma en que has actuado desde que nos volvimos a encontrar. Eres autoritaria, déspota e intransigente como si yo fuese de tu propiedad. ─ refutó Bianca. ─ Has hecho lo mismo que en el pasado sin importar lo que yo pueda sentir o decir. Es tu falta de sensibilidad la que jugado en tu contra esta vez porque déjame decirte que hay otra persona interesada en mí y que se preocupa realmente por lo que yo siento en verdad.

Un golpe duro para la estanciera que casi rechinó los dientes al escuchar a su amor, expresarse de ese modo y viéndola fieramente, preguntó…
─ ¿Paredes? ─ fue más una mera formalidad la pregunta porque la sabia de sobra.
─ Sí, Marcela ─ contestó desafiante Bianca.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó Ariza, mordiendo la rabia por dentro e indagó un poco más. ─ ¿Y qué es lo extraordinario que puede hacer Paredes por ti?
─ Ella me ha pedido que sea su esposa ─ respondió sin vacilación Bianca, tragando con dificultad porque el semblante de la estanciera le dio pavor en ese momento. ─ Ella es una mujer preocupada por mi persona, detallista y sensible que se preocupa por hacerme sentir bien y no como tú, que impones todo.

¡Ahí estaba un puñal dado directo al corazón de Ariza! Solo la respiración pesada y los ojos cerrados, indicaron que la estanciera hacia esfuerzos supremos por contener esa oleada de celos y rabia que la estaban embargando en ese instantes. Abrió de golpe sus ojos y quedo viendo aquellos grises en una forma indescifrable…

─ ¿Cuál fue tu respuesta? ─ preguntó de lleno Ariza conteniendo su enojo al máximo posible. ─ ¿aceptaste ser su esposa?
─ Aún no. ─ respondió Bianca, que sentía como aquellos ojos verdes le decían mil cosas y consiguieron ponerla muy nerviosa. ─ Que antes yo iba…

No pudo seguir porque esa mirada la estaba matando…

─ ¿Qué tú ibas a qué? ─ presionó Ariza que en su mente estaba planeando vengarse de saber que la respuesta era favorable a la inspectora.
─ Que… ─ intentaba responder Bianca, pero que no podía hacerlo por el rostro intimidante de Ariza. ─ No puedo.
─ Habla de una vez, Bianca ─ demandó tajantemente Ariza y la asió fuertemente del brazo. ─ estás acabando con mi paciencia.
─ Es a lo que me refería ─ se quejo Bianca que se sobre puso un poco a sus miedos. ─ Todo lo tuyo es por la fuerza nada es por amor. Obligas a que te ame y eres incapaz de hacerme sentir bien, a gusto contigo. ¡Entiéndeme que no soy parte de tu propiedad ni una posesión más! Soy una persona, una mujer que necesita sentirse amada y no obligada a quererte.

Los ojos de la estanciera se dilataron al escuchar las quejas de quién fuese su gran amor y suavizó el agarré y sin dejar de verle a los ojos, volvió a preguntar.

─ ¿Cuál fue tu respuesta? ─ insistió Ariza, con más suavidad. ─ necesito saberlo, Bianca.
─ ¿Por qué deseas tanto saberlo? ─ Contra preguntó Rangel. ─ ¿De qué te serviría después de lo que te he confesado?
─ De mucho ─ respondió seria Ariza. ─ Porque de tu respuesta es cómo voy actuar de ahora en adelante.

Con un suspiro, la joven Rangel, accedió en responder…

─ Le dije que antes de responderle, vendría hablar contigo ─ respondió Bianca con total sinceridad. ─ Que necesitaba descubrir mi verdad antes de embarcarme en una relación seria. Tenía que saber que si aún sentía algo por ti o solo era parte del pasado y que mis temores me llevaron a escapar de ti. Que debía enfrentarme con mi pasado y saber si podría ser amada esta vez como Bianca Rangel y no como Anaí. Que deseaba dejar de lado el pasado y vivir la vida de hoy y no estar más atada a un pasado que fue muy doloroso para mí.
No quiero estar más atada a unas cadenas de la vida pasada, que deseo por sobre toda amar y disfrutar de este tiempo por sobre todo.
Ella accedió a que viniese hablar contigo a sabiendas que esto le puede hacer sufrir muchísimo pero que aún así, tomaría el riesgo porque yo valía la pena y estaba dispuesta a esperarme y una vez que tomase mi decisión regresaría para darle mi respuesta definitiva. ─ finalizó la explicación Bianca, tragando con más dificultad que antes porque esos ojos se veían más sombríos que nunca.


La estanciera permaneció en silencio sopesando mentalmente al igual que en su corazón los dichos de la joven Rangel por muy doloroso que fuese eso para ella, porque estaba destrozada por dentro y le dolía como carajos aquella confesión. En cierta parte, lo veía venir desde el minuto en que la inspectora le soltó de sopetón que eran novias. Había que tener cojones para calarse semejante confesión y quedarse impávida y no desatar las penas del infierno sobre su rival y sobre la persona de su amor. Porque difícilmente se puede pensar con la cabeza fría mientras te hacen añicos por dentro.

Bianca, se puso más nerviosa al no tener respuesta a sus dichos y ver que aquella mirada era impenetrable en ese momento. Algo en su interior se estremeció con solo contemplar su semblante sombrío y distante. No podía tampoco responder porque le dolió verla de ese modo si lo único que conseguía cada vez que estaban juntas eran enfrentamientos. Pero esta vez, no hubo una tercera guerra mundial ni nada por el estilo tan solo hubo silencio y doloroso.
                                            
─ Hablaremos otro día ─ murmuró Bianca y quitó su rostro de la mano de la estanciera y retrocedió unos cuantos pasos para añadir. ─ Es mejor que no continuemos por hoy. Vendré cuando puedas recibirme y no volveré a correr tan solo dile a tus hombres que me dejen pasar.

Bianca, con un nudo en la garganta que no sabía explicar en ese instante, giró sobre sus talones y caminó hacia su jeep. Siendo seguida con la mirada por aquel grupo de trabajadores que le veían apresumbrados al igual que su patrona. En cierta forma se condolían de la desgracia de su señora porque fueron testigos del duro revés que sufrió y quienes pensaban que eran legítimamente esposas.

No había más que unos tres metros de distancia de donde quedo la estanciera y estaba ya por alcanzar la manija de su puerta cuando, sintió los cascos del caballo cernirse sobre ella y en el acto, fue cogida por la cintura y elevarla hasta colocarla sobre la montura del cuadrúpedo.

─ ¡No harás nada de eso! ─ susurró en su oído la estanciera. ─ Vas a tener ese tiempo para descubrir tus verdaderos sentimientos pero lo harás junto a mí. Voy conseguir que me ames con cada fibra de tu ser y latido de tu corazón. Pero esta vez será como Ariza Pedrales y no como Arlyn.

Envolvió más la cintura de la joven Rangel con su brazo y lo apegó a su cuerpo con fuerza y delicadeza e hincando sus botas suavemente sobre su caballo, salió del lugar a medio galope. Ante la atenta mirada de sus trabajadores que alzaron los puños al aire en señal de triunfo y apoyo a su patrona.

En vez de irse en dirección hacia la casa patronal, el caballo galopó con dirección sur hacia donde se encontraba el faro por ubicarlos en el plano geográfico.

─ No dejaré que vuelvan arrebatarme lo que más amo en esta vida. ─ susurró con dificultad Ariza, mientras conducía a su caballo por el camino. ─ Ya una vez te deje ir y no puedo dejar que eso vuelva ocurrir.

Bianca, al oírle decir aquello se giró instintivamente y alzo sus ojos para verle de frente y cuando lo hizo vio como las lágrimas inundaban el rostro de la estanciera y desde el rabillo de sus ojos verdes quedo viéndole fijamente.

─ Ariza ─ susurró con pesar Bianca, que le dolía muchísimo verla así. Sentía su dolor atravesarle el corazón.

─ ¡Vas amarme Bianca Rangel! Y te demostraré que mi amor puede hacerte feliz y darte todas aquellas cosas que has pedido ─ dijo desde su dolor Ariza y asumiendo también su verdad. ─ Te prometo que esta vez será distinto de nuestro pasado.

Por respuesta o simplemente instinto, Bianca, apoyó su cabeza sobre el torso de la estanciera y guardo silencio. Dejándose llevar por primera vez desde que se separaron en el pasado.

Fue de este modo que en el horizonte un caballo se abría paso en el camino con dos jinetes a cuestas y que solo deseaban una oportunidad para ser felices. No sabrían cómo resultarían las cosas más adelante pero ambas protagonistas solo dejaban que la voz de su corazón fuese las que las guiase.

Una mujer que debió rebajar su orgullo hasta lo indecible y jugarse el pellejo por aferrarse al amor que la invadía hacia su esposa del pasado y una joven que deseaba ser amada en esta vida sin engaños ni obligaciones más que no fuesen los dictámenes del corazón.

Mientras ellas se dejaban envolver por la tela de araña del amor. Un mensaje entraba en aquel aparato que estaba guardado en la guantera del jeep…


… Estaré esperando por ti… tuya… Marcela.

3 comentarios:

Sayuri dijo...

Guau que capitulooo!!fue intenso como el amor mismo que se tuvieron y se tendran.muero por saber como sigue.un beso enorme

Delfi Castillo dijo...

Oh! dios..un buen capítulo y muy intenso..solo espero que Bianca no se la ponga más difícil de lo que ya lo ha hecho.Así que esperare el siguiente capítulo con ansias locas de una lectora adicta a tus historias..Saludos y nos vemos en el siguiente..

Unknown dijo...

😱😱😱

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