Destino implacable
CAPÍTULO 18
TU Y YO, UNA CUENTA PENDIENTE II PARTE
Uno, dos, tres y…los minutos corrían como saetas
veloces llenando el vasto espacio del reloj del tiempo. Así mismo…Uno, dos,
tres pasos dados por los cascos de aquel corcel que dejaba una huella sobre la
tierra húmeda y calcinada por esas lluvias torrenciales porque no le dio tregua
alguna para absorberla rápidamente y convertirse en un gran barrial…Uno, dos,
tres, era el subir y bajar de las ruedas en cada hoyo que caía y rugía su motor
por sacarlo de la cavidad y no quedar atascado.
¿Podrían importar las circunstancias en ese
momento? O ¿tomar conciencia que se podía estar cometiendo un error de
proporciones y salir más de alguien lastimado? La lógica parece razonable en
las situaciones adversas y consigue detener justo a tiempo lo que se podría
transformar en un desastre. Pero, como bien dicen los pesimistas; para todo un
bendito pero. Difícilmente estuvieran con las neuronas bien puestas en ese
momento porque se notaba a leguas que no estaban razonando si no que dejándose
llevar más que por los sentimientos y la imprudencia era quién llevaba la
conducción de sus acciones.
Un escenario que daba pavor con tal solo
observarlo por mucho que emocionara la adrenalina y lo desafiante de la pasión.
Cuando tus acciones involucran a terceros la cosa cambia y por lo mínimo debes
pensar en las consecuencias sí o sí porque de lo contrario el arrepentimiento
será el trago más amargo que deberes
beber por el resto de tu vida y nada podrá remediar lo hecho.
Y como bien dice el título de este pasaje…Una
cuenta pendiente estaba por saldarse entre las protagonistas para bien o para
mal. Un desenlace que tenía cara de muchas probabilidades.
─ Solo un poco más ─ murmuró para sí Bianca. ─ Y
habré acabado con todo esto.
Y en el anverso de la moneda…
─ No habrá escapatoria para ti ─ masculló
desafiante Ariza mientras el viento helado golpeaba su rostro por la velocidad
de su cabalgada. ─ Se terminaron los jueguitos.
Mientras que en…
─ Duerme tranquila que tendrás que luchar a brazo
partido por el amor de esa mujer en
cuanto llegues a casa─ susurró Valeria al despertarse por un golpe que dio el
bus en uno de los hoyos del camino y observar el semblante de la inspectora.
Y en una oficina…
─ Cuento contigo…Bianca. ─ dijo Carlos, mientras
pasaba su mano por su cabeza al observar por la ventana la inmensidad del
estrecho de Magallanes. ─ No vayas a decepcionarme.
Cuatro personas y cuatro objetivos muy distintos
en sus cabezas. Y esta historia tomaba un matiz distinto y los egoísmos
personales salían a relucir en todo su esplendor. ¿Quién podría tener la
razón?, ¿El amor o los intereses propios?
¿Quién dijo que todo es color de rosa? La vida
es un abanico de sucesos y oportunidades
y hay que lucharlas a brazo partido y con una voluntad férrea si se desea
vencer. Nunca olviden que solo somos un
eslabón más en el ciclo de la vida y piezas de un gran tablero de ajedrez. ¿Pensabas que eras dueño de ti mismo?
Respóndete tú mismo y ve si puedes alterar el orden de las cosas y solo ahí
sabrás si tenías razón o no.
Es lo mismo que iban averiguar nuestras dos
protagonistas y estaban a punto de llevarse una gran sorpresa porque ese factor
es el que a la larga hace la gran diferencia.
La conducción del jeep se tornaba cada vez más
difícil por lo terrible del terreno y ya estaba por entrar a la zona más dura
de todas que era uno de los temidos por los enapinos cuando era época de
invierno y era las pendientes con curvas cerradas que se extendían por todo el
sector que acercaba a la entrada principal de la estancia los pozos, dominio de
Ariza Pedrales.
El vehículo zigzagueaba entre tanto bache en el
camino, pero que en nada su conductora disminuía la velocidad y al poco de
rodar salvajemente se topo de lleno con el tercer paso y que al igual que los
dos anteriores se hallaba abierto y con sus guardianes más alejados del camino
porque habían sido advertidos del peligro de estar muy cerca.
Fue tanta la presión que ejerció al pasar por la
tubería de ese puente que el último salió de cuajo de los demás y llego a parar
dos metros más allá del camino y dejo con un semblante mortal a los peones de
la estanciera.
─ Esa mujer está demente ─ soltó un peón que no
daba crédito a la maniobra. ─ Por mucho
que sea la esposa de la patrona, debería respetar un poco que sea.
─ ¡Deja de quejarte y anda a buscar ese tubo! ─
ordenó el encargado. ─ Que no tenemos derecho a replicar las acciones de la
patrona o de su esposa. Lo que ellas digan, se hace.
─ ¿Yo no sé quién es más chúcara? ─ preguntó en
voz alta otro peón más viejo. ─ Si la patrona o su esposa.
─ Sin duda que la patrona ─ respondió el
encargado, ayudando a cerrar el portón. ─ porque apenas sabemos algo sobre su
esposa y nuestra señora Ariza, tiene un prontuario bien grande.
─ Sí lo sé ─ acotó el hombre viejo. ─ Bien lo
sabe, una de las piernas de mi padre cuando la desafió y lo dejo con muletas de
por vida. Cuando apenas era una chiquilla.
─ Pero bien sabes que ella tuvo que darse a
respetar por sus trabajadores ─ corrigió el encargado. ─ En el campo es muy
difícil que una mujer pueda triunfar sin que tenga un hombre a su lado y la
patrona no se deja pasar a llevar por nadie y tampoco volvió a castigar a
ningún otro de sus empleados.
─ Por algo es la dueña de los pozos ─ acotó el
viejo peón. ─ Una fiera y al parecer su esposa lleva las mismas que ella.
─ ¡Quizás! ─ convino el encargado. ─ Pero no es
asunto nuestro meternos en su vida. Ahora vayamos a buscar algo caliente para
tomar mientras esperamos que nos releven.
Los hombres tras colocar el tubo en su lugar, se
fueron a una de las camionetas estacionadas en un costado y beber algo para el
frío.
Por su parte y en el mismo instante que el
vehículo cruzaba el tercer paso, fue alcanzado a ser visto por la estanciera
que detuvo su marcha en una loma entre ambos pasos, puesto que al salir al
encuentro de su Romí había tomado un sendero que iba directo por en medio de
sus predios y llegaba hasta la casa del segundo paso.
─ Se está arriesgando mucho al conducir de ese
modo ─ dijo Ariza, frunciendo el ceño y dejando de lado su soberbia para
preocuparse seriamente ante la actitud de su esposa. ─ Debo llegar cuanto antes
a ella y detenerla antes que se pueda lastimar seriamente.
Tomo fuertemente la brida de su caballo y
golpeando con sus botas los costados de su corcel, volvió a ponerlo en carrera
y cuanto más pronto llegará con ella podría evitar una posible desgracia porque
estaba sopesando que las acciones tomadas por su romí en la conducción de su
vehículo ya estaban siendo demasiado peligrosas sin hacer hincapié en las
condiciones del terreno.
De solo imaginarse que pudiese ocurrir un suceso
de esa magnitud hizo que una gota fría de sudor recorriese su mejilla
provocando escalofríos en su cuerpo de solo sopesar las cosas y ver a su esposa
mal herida.
─ ¡Maldición no lo permitiré! ─ masculló Ariza con
dientes apretados y con la fusta o
rebenque apremió más a su caballo.
El corcel de la estanciera redobló esfuerzos para
volar entre los coirones y algunos incluso saltando por encima de ellos porque
debían llegar cuanto antes a la zona de curvas antes que la joven funcionaria
porque si no bajaba la velocidad con lo lodoso del camino estaba casi asegurado
que su vehículo se ronceaba y perdería el control del volante porque eran muy
cerradas esas curvas. En pocas palabras, el terreno constaba de ocho curvas
cerradas y en una pendiente bien pronunciada. Lo que dificultaba sobre manera
la conducción con un clima desfavorable. Por eso le llamaban el cañadón de la
Quintrala, porque antes de llegar a su estancia había que sudar la gota gorda
si no conocías el terreno antes de llegar a su propiedad.
Con sus ojos verdes observando atentamente el
camino y acortar lo más posible la distancia entre las dos al punto que uno de
los cercos que delimitaban una zona especial para sus ovejas paridas, forzó a
su caballo a volver atrás y tener más tiempo para saltar la valla de alambre
rosando por apenas un pelo aquel cercado que de por sí ya era alto.
Cuando los cascos de su azabache tocaron el suelo,
la estanciera giró a ambos costados para comprobar que su corcel no
tuviese algún rasguño debido a ese
salto. Una vez constatado que no hubiese herida alguna. Volvió afijar su mirada
hacia delante y observar en la dirección en que venía el jeep de su esposa.
Alcanzó a ver que estaba muy próxima a la zona de
curvas y solo unos cuantos metros la separaban de ese bendito camino. Por lo
que con la fusta pegó a su animal y sacó mayor carrera para alcanzar llegar a
tiempo.
Si pudiésemos ver un minutero emprendiendo su loca
carrera por todo el contorno del reloj, así sería, la comparación entre la
estanciera y esa pieza de metal porque iba a una velocidad atroz para un
cuadrúpedo y su jinete. Es que realmente volaban por los matorrales entre
saltos y galope.
Bestia y jinete exhalaban con dificultad debido al
trayecto. Uno por esfuerzo y el otro por el frío y la preocupación. Una
respiración que por momentos se volvió una sola, acompasada y compenetrada. Un
solo corazón latiendo a toda prisa por tan loca carrera.
Por su parte y ajena a todo lo que estaba sucediendo a campo abierto y a unos metros
más arriba de ella. La joven Rangel mantenía la vista fija al igual que su
botín pegado al acelerador. Definitivamente estaba siendo muy terca y tozuda al
mantener semejante decisión de ir a toda velocidad sin importarle ni siquiera
su propia vida.
Es verdad cuando dicen que cuando te domina el
enojo, el odio y la congoja, todo puede suceder de un momento a otro y las
consecuencias de las acciones volverse un campo incierto y de mal augurio. Y como dicen los prevencionistas de riesgo,
eres un factor inseguro conducta irresponsable. De ser vista por el segurito de
la empresa en menos de lo que canta un gallo estaría con amonestación y con
psicólogo por una temporada en casa, fuera del campo laboral.
Poco y nada le importaban las normas de la
empresa en ese momento a la ingeniera
tan solo una cosa quería e iba tras
ella.
─ Ariza ─ balbuceó Bianca centrando toda su
energía en llegar con ella y acabar su martirio definitivamente.
Si las palabras fuesen llevadas con el viento al
oído de su destinataria, aquellos ojos verdes se empequeñecieron mucho y su
corazón se disparo con aquel susurró.
─ Bianca ─ fue la respuesta de la estanciera y más
apremio a su caballo.
En el instante que las ruedas del jeep se aprestan
en abrirse camino hacia la zona de curvas. Asoma la presencia de la estanciera
montada en su cabello por encima (loma) de la Enapina y al ver que nada podía hacer para impedir
que se detuviese en ese instante, de inmediato corre a la par con el vehículo
en descenso y buscar la forma de obstaculizar su trayectoria.
Tragando saliva y apretando el volante firmemente,
Bianca, entró de lleno a la temida área y sin retractarse de su conducta asume
que ira con todo. Mordió sus labios y al
cerrar sus ojos por un leve segundo; más parecido a una oración; se arrojó a su
suerte y bajo por aquella pendiente oscilante.
Decir que el coche temblaba toda su carcasa
producto de la velocidad y que se iba cuneteando (jerga de conducción) de lado
a lado para que la cola no se volviera en su contra. Era decir poco, porque era
tan comparable como lo que siente una persona cuando se halla con un movimiento
telúrico y aún estaba por venir lo mejor.
Su trayectoria iba siendo seguida de muy cerca por
la estanciera que sintió pavor verdadero y un brillo se desprendió de sus ojos
al ver que las cosas se iban a poner peores de no hacer algo de inmediato. Por
lo que exigió más a su animal y se apegó más al camino entre lo que el cerco se
lo permitía y sacando un poco más de ventaja. Y un pensamiento cruzó por su
mente y estirando la mano derecha hacia atrás logró sacar una pequeña escopeta
que llevaba en su alforja y sin pensarlo dos veces; disparó al aire dos veces
para llamar la atención de la conductora como poner en aviso a sus hombres más
abajo.
El plan consiguió su objetivo porque al primer
estruendo hizo que la joven Rangel, diera un brincó sobre su asiento y de
inmediato fue quitando el pie del acelerador y a jugar con la caja de cambio
para disminuir la velocidad sin emplear los frenos de golpe. Al segundo
estallido empleo el freno de mano, sacando y colocándolo para recobrar más el
control de su jeep.
Mientras que el vehículo luchaba con sus
maniobras, los empleados de la estanciera al escuchar los disparos más arriba
intuyeron que se trataba de su patrona que les advertía del peligro y quitaron
las dos camionetas que estaban impidiendo el avance hacia el otro lado del
camino más al sur hacia el sector de Daniel central. Dejando vía libre de paso
a lo que viniese más arriba. Ingresaron los vehículos a la propiedad y se
apostaron en distintos aéreas del camino con escopeta en mira en caso de que
hubiese complicaciones aunque sabían que se trataba de la joven esposa de la
patrona; pero aún así, esos disparos significaban peligro.
A su vez…
La aguja del velocímetro del jeep bajaba de los
180 a 120 casi de golpe, pero con serias dificultades para agarrarse al terreno
y permitirle un control de la maquina. E iba por la cuarta curva en bajada y el
vehículo se ronceaba cada vez más y los coletazos desestabilizaban más el
coche.
Ya a esas alturas la suerte estaba echada y solo
la pericia podría dar un nuevo giro a lo que se venía.
Bianca, aparte de estar más pálida que la misma
muerte y tener la garganta seca por la situación que no sopeso
responsablemente. Intentaba mantener en posesión su jeep y en las vueltas de
esas curvas, las ruedas traseras quedan al filo del abismo cada vez que se iba a la izquierda.
Estaba tratando de luchar con dominar su coche
cuando recordó un consejo que le diera Carlos Pachi de encontrarse con el
terreno en mal estado y en pendiente( se refería a la bajada del acantilado de
Dunguenes) de tirar el volante hacia la pared y con la punta de su capot usarlo
para amortiguar la velocidad y usarlo de freno e impedir que la cola se
siguiese ronceando.
─ ¡Veamos si sirve! ─ murmuró Bianca, mordiendo
sus labios y llevando la punta del jeep contra la pared y casi incrustando
parte de un costado. ─ Esto me va a doler y harto, pero me dolerá más si me
vuelco.
Casi toda la parte de los focos derechos se hicieron
pedazos con la maniobra, pero estaba resultando porque de alguna forma estaba
consiguiendo disminuir un poco la marcha y cuando la siguiente curva se abría
en el sentido contrario, volvía a emplear la técnica. ¡Con mucha suerte iba a
encontrar algo de sus focos porque ambos estaban quedando hecho añicos con
tanto contacto con las paredes.
Ya había pasado la sexta curva y solo le restaban
dos y no obstante, la velocidad aún no se reducía por completo y el barro en
nada ayudaba por las sobresalientes eran más peligrosas que las mismas curvas.
Quito el freno de mano y solo empleo el método que
le diese su compañero mientras descendía por aquella ladera.
Por su parte…
Ariza, iba con el alma pendiendo de un hilo y
seguía su vista puesta en el coche al mismo tiempo que hacía lo suyo por salvar
los obstáculos que se le presentaban entre cercos y matorrales. Su caballo
estaba al borde del esfuerzo y se las arreglaba para abrirse paso.
Sus manos llevaban unos rasguños productos de las
maniobras que debió realizar para quitarse de encima algunas ramas de calafate
y no le dieran de lleno en la cara. No obstante a ello, poco le importaba a
esas alturas sino que su preocupación se
centraba en el vehículo y su ocupante.
─ ¡Te juro que haré todo lo posible para que no
vuelvas a conducir en mucho tiempo! ─ murmuró con dientes apretados la
estanciera y sosteniendo firme las bridas de su caballo.
Y nuevamente se veía las protagonistas con sus
rostros visiblemente preocupado. En la cabina del coche su ocupante no dejaba
de morderse los labios, mientras que el jinete no dejaba de murmurar
represalias a su joven esposa por lo estúpido de sus actos.
Mientras que las ruedas del coche iban rodando en
la última curva, los cascos del caballo llegaban en ese momento a una loma
pronunciada que podía ser vista por sus
hombres desde su posición, una vez que asomase en la cima de esta misma.
Ya a esas alturas, el velocímetro marcaba 100 Km/h
y el barro estaba haciendo su trabajo disminuyendo más la celeridad del coche.
Ahora sí, la ingeniera estaba usando de a poco sus
frenos y sus ruedas rugían para zafarse del barro que deseaba atascar sus
ruedas. Un poco más y en un abrir y cerrar de ojos ya el jeep de la joven
Rangel dejaba atrás la última curva y descendía los metros restantes en
pendiente recta.
Cuando llevaba más que unos 400 metros rodando y
frenando… Una sombra pasa volando por sobre el techo y parabrisas de su
vehículo. Haciendo que presionara en seco sus frenos del susto que le dio ver
esa sombra sobre su cabeza.
─ ¡Mierda es la patrona! ─ exclamaron sus hombres
al ver como la estanciera saltaba por encima del automóvil que venía en
descenso.
El cuerpo de Bianca, casi quedo incrustado con el
volante por la maniobra que tuvo que realizar y quedando completamente cruzada
sobre el camino con los nervios de punta por esto último.
A mano izquierda se dejo caer los cascos de aquel
azabache que al igual que fuese un gato, poso sus piernas delanteras para dejar
caer las traseras. Y el impacto consiguió desestabilizarlo y poner nervioso al
animal que comenzó a corcovear y a pararse en sus patas delanteras.
Solo la mano dura de la estanciera consiguió
mantenerla sobre su silla y hacer que dé a poco se fuese tranquilizando su
caballo a la par que sus peones venían corriendo para socorrerla. Fueron unos
cuantos brincos y coces que diese el animal de un lado a otro hasta que se fue
dejando dominar una vez más por su ama.
¡Vaya locura paralela! Dos mujeres demasiados
arriesgadas y con mucha, pero mucha suerte para librarse del peligro. O
simplemente este par de locas no le tenía miedo a nada. ¿Locas? Claro que sí y
de remate.
Cuando por fin, consiguió que su caballo se
quedase quieto por completo. La estanciera, respiro profusamente y recupero el
color de su semblante.
─ ¿Se encuentra bien patroncita? ─ preguntó uno de
sus peones, que llegaba junto con el resto también con escopetas en mano como
era costumbre.
─ Lo estoy ─ fue la respuesta de parte de la
estanciera.
No terminaba de hablar cuando se escuchó detrás
suyo…
─ ¿Te has vuelto loca o qué? ─ fue la acusación
que le formulase Bianca, que había bajado de su jeep raudamente al ver de quién
se trataba.
Muy despacio la estanciera fue girando sobre su
asiento para contemplar a su acusadora. Desde su lugar, le quedo viendo.
Aquellos ojos verdes no dejaban de observarla y pestañeaban incrédulos ante la
interpelación que se dejaba caer sobre ella.
─ ¡Oiga no le voy a permitir que hable de ese modo
de la patrona! …─ protestó uno de los fieles peones de la estanciera, que
olvido por completo que estaba frente a la esposa de la hacendada.
De inmediato, Ariza, alzo su mano e interrumpió a
su empleado…
─ Deja que yo me encargue de mi esposa ─ amonestó
suavemente Ariza, que le gusto la fidelidad de su peón, pero ese era asunto de
ella nada más.
─ ¡Discúlpeme patroncita! ─ Se excusó avergonzado
el empleado.
─ Tranquilo ─ dijo Ariza.
Tomo las riendas de su caballo e hizo que avanzará
hasta dónde se encontraba su Romí. Detuvo justo a unos cuantos pasos de ella y
la quedo viendo con burla en su mirada.
─ ¿Cuál de las dos está más loca, Romí? ─ preguntó
irónicamente Ariza. ─ Porque tu actitud irresponsable hizo que te metieras en
serios problemas al descender semejante pendiente a esa velocidad y tuve que
intervenir para salvarte la vida.
Bianca, abrió sus labios perpleja a medida que
escuchaba hablar a la estanciera y tomo
conciencia de que los disparos los había echó ella.
─ ¿Pero cómo? ─ se preguntó Bianca perpleja porque
no entendía bien.
─ Te he seguido a lo largo de todo el camino y no
me quedo más alternativa que disparar al aire y poder detener tus acciones para
que tomases conciencia del peligro en que estabas ─ aclaró Ariza, intuyendo las
dudas de su pareja. ─ Desde que entraste al cuarto paso que vengo tratando de
alcanzarte.
─ Yo no sabía ─ trató de justificar Bianca,
meditando en lo que vivió en el camino hasta que por fin, añadió. ─ Gracias.
─ ¿Por qué? ─ inquirió a sabiendas Ariza.
─ Por disparar e intentar salvarme la vida. ─
respondió Bianca.
─ ¿Intentar salvarte la vida? ─ contradijo Ariza
con la ceja derecha alzada en forma inquisitiva─ Que yo sepa no fue un intento
sino que te salve la vida que es muy distinto.
¡Vaya que le sentó mal aquellas palabras a la
joven Rangel! Porque el tono como la autoridad con que refuto sus dichos, la
puso en evidencia que estaba en desventaja otra vez frente a la estanciera o
mejor dicho, su esposa del pasado.
─ ¡Um! ─ exclamó Bianca sin atreverse a confirmar
lo dicho por la estanciera.
─ ¿Y eso es todo lo que vas a decir? ─ interpeló
ahora, Ariza con una sonrisa ladina en sus labios.
─ Ariza ─ balbuceó ceñuda Bianca.
─ ¿Si? ─ indagó con más burla, ésta. ─ Ese es mi
nombre, Romí.
─ Gracias ─ volvió a decir Bianca con su mano
apretada por verse forzada a ceder.
─ Prefiero que me lo agradezca de otra forma ─ se
burlo con picardía Ariza y viendo sus reacciones y agregó. ─ No obstante, me
conformaré por el momento con eso.
─ ¡Eres…! ─ masculló molesta Bianca.
─ Tú esposa es lo que soy Bianca Rangel ─
puntualizó sin rodeos Ariza.
─ No empieces con eso ─ desafió Bianca que le
tocaron un punto muy sensible y le recordó de porque estaba en ese lugar. ─ Que
no he venido a darte en el gusto ni ahora ni nunca.
Ahora fue el turno de la estanciera de verla con
incredulidad puesto que suponía que eran otras las razones que la traían a sus
tierras. Ya que había sido muy clara en que debía tomar una decisión con
respecto a ellas dos o sufrir las consecuencias.
Sus ojos verdes se empequeñecieron al sopesar las
palabras de su esposa y le estaba a molestando anticipadamente suponer que
trataba de decir.
─ ¿Entonces a qué has venido? ─ preguntó de plano
Ariza, acercando un poco más hacia donde estaba la joven. ─ Quiero saber porque
vienes a mis tierras sin tener presente mis advertencias anteriores.
─ No voy aceptar tu chantaje ─ respondió seria
Bianca. ─ Puedes hacer lo que desees con la estatal, pero yo no voy a estar
contigo.
─ ¡Así! ─ exclamó con enojo la estanciera, que
hizo que su caballo se acercará más a la joven y se inclinó para alzar el
rostro de la joven. ─ ¿Y por qué no? ¡Respóndeme Bianca!
─ Porque tú sigues siendo la misma Arlyn del
pasado, que no le importa nada más que sus caprichos y no tomas en cuenta los
sentimientos de los demás. ─ respondió Bianca, viendo con cierto pavor los ojos
verdes de Ariza. ─ Tú solo quieres tenerme como un trofeo de lo que se te quito
en la vida pasa. No importa mi corazón ni mucho menos mis sentimientos. Solo
piensas en ti nada más.
─ ¿Eso piensas? ─ Contra preguntó Ariza,
escudriñando intensamente en esos ojos grises. ─ Veo que no sabes nada de mí y
que de nada te sirvió vivir conmigo en el pasado.
─ Estoy muy segura por la forma en que has actuado
desde que nos volvimos a encontrar. Eres autoritaria, déspota e intransigente
como si yo fuese de tu propiedad. ─ refutó Bianca. ─ Has hecho lo mismo que en
el pasado sin importar lo que yo pueda sentir o decir. Es tu falta de
sensibilidad la que jugado en tu contra esta vez porque déjame decirte que hay
otra persona interesada en mí y que se preocupa realmente por lo que yo siento
en verdad.
Un golpe duro para la estanciera que casi rechinó
los dientes al escuchar a su amor, expresarse de ese modo y viéndola
fieramente, preguntó…
─ ¿Paredes? ─ fue más una mera formalidad la
pregunta porque la sabia de sobra.
─ Sí, Marcela ─ contestó desafiante Bianca.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó Ariza, mordiendo la rabia por
dentro e indagó un poco más. ─ ¿Y qué es lo extraordinario que puede hacer
Paredes por ti?
─ Ella me ha pedido que sea su esposa ─ respondió
sin vacilación Bianca, tragando con dificultad porque el semblante de la
estanciera le dio pavor en ese momento. ─ Ella es una mujer preocupada por mi
persona, detallista y sensible que se preocupa por hacerme sentir bien y no
como tú, que impones todo.
¡Ahí estaba un puñal dado directo al corazón de
Ariza! Solo la respiración pesada y los ojos cerrados, indicaron que la
estanciera hacia esfuerzos supremos por contener esa oleada de celos y rabia
que la estaban embargando en ese instantes. Abrió de golpe sus ojos y quedo
viendo aquellos grises en una forma indescifrable…
─ ¿Cuál fue tu respuesta? ─ preguntó de lleno
Ariza conteniendo su enojo al máximo posible. ─ ¿aceptaste ser su esposa?
─ Aún no. ─ respondió Bianca, que sentía como
aquellos ojos verdes le decían mil cosas y consiguieron ponerla muy nerviosa. ─
Que antes yo iba…
No pudo seguir porque esa mirada la estaba
matando…
─ ¿Qué tú ibas a qué? ─ presionó Ariza que en su
mente estaba planeando vengarse de saber que la respuesta era favorable a la
inspectora.
─ Que… ─ intentaba responder Bianca, pero que no
podía hacerlo por el rostro intimidante de Ariza. ─ No puedo.
─ Habla de una vez, Bianca ─ demandó tajantemente
Ariza y la asió fuertemente del brazo. ─ estás acabando con mi paciencia.
─ Es a lo que me refería ─ se quejo Bianca que se
sobre puso un poco a sus miedos. ─ Todo lo tuyo es por la fuerza nada es por
amor. Obligas a que te ame y eres incapaz de hacerme sentir bien, a gusto
contigo. ¡Entiéndeme que no soy parte de tu propiedad ni una posesión más! Soy
una persona, una mujer que necesita sentirse amada y no obligada a quererte.
Los ojos de la estanciera se dilataron al escuchar
las quejas de quién fuese su gran amor y suavizó el agarré y sin dejar de verle
a los ojos, volvió a preguntar.
─ ¿Cuál fue tu respuesta? ─ insistió Ariza, con
más suavidad. ─ necesito saberlo, Bianca.
─ ¿Por qué deseas tanto saberlo? ─ Contra preguntó
Rangel. ─ ¿De qué te serviría después de lo que te he confesado?
─ De mucho ─ respondió seria Ariza. ─ Porque de tu
respuesta es cómo voy actuar de ahora en adelante.
Con un suspiro, la joven Rangel, accedió en
responder…
─ Le dije que antes de responderle, vendría hablar
contigo ─ respondió Bianca con total sinceridad. ─ Que necesitaba descubrir mi
verdad antes de embarcarme en una relación seria. Tenía que saber que si aún
sentía algo por ti o solo era parte del pasado y que mis temores me llevaron a
escapar de ti. Que debía enfrentarme con mi pasado y saber si podría ser amada
esta vez como Bianca Rangel y no como Anaí. Que deseaba dejar de lado el pasado
y vivir la vida de hoy y no estar más atada a un pasado que fue muy doloroso
para mí.
No quiero estar más atada a unas cadenas de la
vida pasada, que deseo por sobre toda amar y disfrutar de este tiempo por sobre
todo.
Ella accedió a que viniese hablar contigo a
sabiendas que esto le puede hacer sufrir muchísimo pero que aún así, tomaría el
riesgo porque yo valía la pena y estaba dispuesta a esperarme y una vez que
tomase mi decisión regresaría para darle mi respuesta definitiva. ─ finalizó la
explicación Bianca, tragando con más dificultad que antes porque esos ojos se
veían más sombríos que nunca.
La estanciera permaneció en silencio sopesando
mentalmente al igual que en su corazón los dichos de la joven Rangel por muy
doloroso que fuese eso para ella, porque estaba destrozada por dentro y le
dolía como carajos aquella confesión. En cierta parte, lo veía venir desde el
minuto en que la inspectora le soltó de sopetón que eran novias. Había que
tener cojones para calarse semejante confesión y quedarse impávida y no desatar
las penas del infierno sobre su rival y sobre la persona de su amor. Porque
difícilmente se puede pensar con la cabeza fría mientras te hacen añicos por
dentro.
Bianca, se puso más nerviosa al no tener respuesta
a sus dichos y ver que aquella mirada era impenetrable en ese momento. Algo en
su interior se estremeció con solo contemplar su semblante sombrío y distante.
No podía tampoco responder porque le dolió verla de ese modo si lo único que
conseguía cada vez que estaban juntas eran enfrentamientos. Pero esta vez, no
hubo una tercera guerra mundial ni nada por el estilo tan solo hubo silencio y
doloroso.
─ Hablaremos otro día ─ murmuró Bianca y quitó su
rostro de la mano de la estanciera y retrocedió unos cuantos pasos para añadir.
─ Es mejor que no continuemos por hoy. Vendré cuando puedas recibirme y no
volveré a correr tan solo dile a tus hombres que me dejen pasar.
Bianca, con un nudo en la garganta que no sabía
explicar en ese instante, giró sobre sus talones y caminó hacia su jeep. Siendo
seguida con la mirada por aquel grupo de trabajadores que le veían
apresumbrados al igual que su patrona. En cierta forma se condolían de la
desgracia de su señora porque fueron testigos del duro revés que sufrió y
quienes pensaban que eran legítimamente esposas.
No había más que unos tres metros de distancia de
donde quedo la estanciera y estaba ya por alcanzar la manija de su puerta
cuando, sintió los cascos del caballo cernirse sobre ella y en el acto, fue
cogida por la cintura y elevarla hasta colocarla sobre la montura del
cuadrúpedo.
─ ¡No harás nada de eso! ─ susurró en su oído la
estanciera. ─ Vas a tener ese tiempo para descubrir tus verdaderos sentimientos
pero lo harás junto a mí. Voy conseguir que me ames con cada fibra de tu ser y latido
de tu corazón. Pero esta vez será como Ariza Pedrales y no como Arlyn.
Envolvió más la cintura de la joven Rangel con su
brazo y lo apegó a su cuerpo con fuerza y delicadeza e hincando sus botas
suavemente sobre su caballo, salió del lugar a medio galope. Ante la atenta
mirada de sus trabajadores que alzaron los puños al aire en señal de triunfo y
apoyo a su patrona.
En vez de irse en dirección hacia la casa
patronal, el caballo galopó con dirección sur hacia donde se encontraba el faro
por ubicarlos en el plano geográfico.
─ No dejaré que vuelvan arrebatarme lo que más amo
en esta vida. ─ susurró con dificultad Ariza, mientras conducía a su caballo
por el camino. ─ Ya una vez te deje ir y no puedo dejar que eso vuelva ocurrir.
Bianca, al oírle decir aquello se giró
instintivamente y alzo sus ojos para verle de frente y cuando lo hizo vio como
las lágrimas inundaban el rostro de la estanciera y desde el rabillo de sus
ojos verdes quedo viéndole fijamente.
─ Ariza ─ susurró con pesar Bianca, que le dolía
muchísimo verla así. Sentía su dolor atravesarle el corazón.
─ ¡Vas amarme Bianca Rangel! Y te demostraré que
mi amor puede hacerte feliz y darte todas aquellas cosas que has pedido ─ dijo
desde su dolor Ariza y asumiendo también su verdad. ─ Te prometo que esta vez
será distinto de nuestro pasado.
Por respuesta o simplemente instinto, Bianca,
apoyó su cabeza sobre el torso de la estanciera y guardo silencio. Dejándose
llevar por primera vez desde que se separaron en el pasado.
Fue de este modo que en el horizonte un caballo se
abría paso en el camino con dos jinetes a cuestas y que solo deseaban una
oportunidad para ser felices. No sabrían cómo resultarían las cosas más
adelante pero ambas protagonistas solo dejaban que la voz de su corazón fuese las
que las guiase.
Una mujer que debió rebajar su orgullo hasta lo
indecible y jugarse el pellejo por aferrarse al amor que la invadía hacia su
esposa del pasado y una joven que deseaba ser amada en esta vida sin engaños ni
obligaciones más que no fuesen los dictámenes del corazón.
Mientras ellas se dejaban envolver por la tela de
araña del amor. Un mensaje entraba en aquel aparato que estaba guardado en la
guantera del jeep…
… Estaré esperando por ti… tuya… Marcela.
3 comentarios:
Guau que capitulooo!!fue intenso como el amor mismo que se tuvieron y se tendran.muero por saber como sigue.un beso enorme
Oh! dios..un buen capítulo y muy intenso..solo espero que Bianca no se la ponga más difícil de lo que ya lo ha hecho.Así que esperare el siguiente capítulo con ansias locas de una lectora adicta a tus historias..Saludos y nos vemos en el siguiente..
😱😱😱
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