mujer y ave

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viernes, 22 de septiembre de 2017

Tu y yo, una cuenta pendiente III

Destino inmplacable

CAPITULO 19 TÚ Y YO UNA CUENTA PENDIENTE PARTE III


─ Espero que haya llegado mi mensaje a ti, amor ─ susurró Marcela, frotando sus manos al descender del bus y coger su mochila del porta equipaje.
─ ¡Cielos cuánto frío hace acá! ─ mencionó Valeria, recogiendo también su bolso. ─ Comienzo a creer que estamos mejor en el campamento que en Punta Arenas.
─ ¿No era que amas tu ciudad más que nada? ─ preguntó Marcela viendo inquisitivamente a su compañera.
─ ¡Of course! ─ respondió Valeria y sacudiendo sus hombros del frío. ─ Lejos mi amada Punta Arenas es la mejor ciudad de todo Chile y no la cambiaría por nada del mundo. Pero hoy hace un frío de perros que no sé si es porque el estrecho está horrible o simplemente he estado ciega todo este tiempo.
─ Jajaja ─ se carcajeó la inspectora ante lo dicho por su compañera. ─ ¿A estas alturas vienes a darte cuenta que el estrecho influye mucho en la temperatura que enfrente la ciudad?
─ Digamos que tenía dudas con respecto a eso ─ contestó Valeria. ─ Y la verdad, me cuesta asumirlo.
─ Eres una loca ─ indicó Marcela, colocando su mochila sobre sus hombros.
─ ¡Oye más respeto! ─ exclamó y exigió Valeria.


Justo en ese momento, se acercó un funcionario de la estatal al estacionamiento del nuevo edificio de la petrolera.

─ ¿Alguna de ustedes es Marcela Paredes? ─ preguntó el empleado.
─ Soy yo ─ respondió la inspectora.
─ La están esperando en el otro edificio ─ comunicó el funcionario.
─ ¿Quién? ─ preguntó curiosa Marcela.
─ Don Carlos Gallardo llamó hace una media hora atrás y dijo que se fuera inmediatamente para allá porque necesitaba hablar con usted. ─ informó el empleado.
─ Ok. ─ dijo Marcela. ─ Gracias.

El hombre se volvió por el mismo camino con el cual llegó…

─ ¡Como se nota que este tipo no sabe nada! ─ señaló con disgusto Valeria observando al empleado alejarse. ─ No tiene idea del personal con el cual trabaja.
─ No seas tan severa con él. Se nota que no lleva más de un año acá y en labor administrativa en este edificio que no sirve mucho que digamos ─ refutó Marcela.
─ Por eso mismo lo digo ─ contradijo Valeria. ─ Estos administrativos no saben nada de nada. Somos los que estamos en terreno que hacemos el trabajo duro y éstos se ganan la plata, sentados y calentitos. ¡Y qué decir que reclaman por todo en los sindicatos!
─ ¡No seas así! ─ recriminó suavemente la inspectora. ─ somos compañeros nos guste o no. Sean de campo o escritorio. Tal vez a ti algún día te toque estar en oficinas por acá.
─ ¡Yo no! ─ refutó de inmediato Valeria. ─ Soy enfermera y nada tengo que hacer acá. En cambio tú si estás apuntada para llegar a ocupar un cargo importante en esta empresa en unos años más.
─ No lo tengo contemplado por el momento, mejor dicho; espero que no sea en un buen tiempo porque mis planes están en Posesión junto a Bianca. ─ mencionó Marcela.
─ ¡Ya veo! ─ adujo Valeria. ─ Pero no vayas a olvidar que ella solo estará un años nada más en la estatal y dudo con todo lo que está pasando quiera prolongar más su tiempo por estas tierras.
─ No lo olvido ─ repuso Marcela, frunciendo el ceño. ─ Soy la más interesada que salga de ese lugar. Pero también sé mejor que nadie cuánto ella ama su trabajo y que es una mujer de campo y lo único favorable que pudiese ocurrir es que la trasladen a sombrero y continúe con su trabajo lejos de esa mujer.
─ Comprendo ─ atinó en decir la enfermera que sabía que no debía seguir con ese tema.
─ Ahora cambiemos de tema ─ se adelantó Marcela en decir al contemplar el semblante de su colega. ─ Y vayamos con Carlos y ver qué desea.
─ Me parece bien y de paso, le entrego este documento que envía Alejandro ─ comunicó Valeria. ─ Y no vaya a traerme problemas con la mutual.
─ ¡Vas a estar bien! ─ señaló Marcela y se fueron en busca de un furgón de la compañía que las llevara hasta el edificio de calle Roca….
─ ¿Crees que nos lleven en un furgón o tendremos que hacerlo por nuestra cuenta? ─ preguntó Valeria, viendo como el sujeto que les dio la información se alejó sin esperar respuesta.
─ Déjame preguntar si no pedimos un taxi ─ mencionó Marcela.
─ Si porque caminando ni loca voy hasta allá ─ protestó Valeria. ─ son muchas cuadras como para pegarse tremenda caminata.
─ Dicen que caminar hace bien ¿No te parece a ti? ─ expuso burlonamente la inspectora que sabía que la enfermera no era dada a los deportes y a esos esfuerzos físicos. ─ Pero no te preocupes que no lo haremos. Tendré piedad de ti por esta oportunidad.
─ ¡Desgraciada! ─ insultó con pica Valeria. ─ Como me dices eso cuando estoy acompañándote en esta locura. ¡Merezco más respeto y consideración de tu parte! ¿No te parece?
─ Jajaja ─ rió Marcela y añadió. ─ Por supuesto que lo mereces… ¡Gracias!
─ ¿Por qué? ─ indagó la enfermera.
─ Por acompañarme y apoyarme ─ respondió Marcela. ─ Pocos hacen esto.
─ ¡No seas loca! ─ exclamó Valeria encogiéndose de hombros. ─ en la vida son pocos los momentos o situaciones que verdaderamente hacemos las cosas desinteresadamente. ¡y créeme que la vida pasa volando!
─ Lo sé y aprecio lo que haces por mí ─ señaló la inspectora, acercándose a uno de los guardias y preguntando. ─ ¿Va alguno al edificio central que nos pueda llevar?
─ Por supuesto señorita Paredes ─ respondió el guardia que sí la conocía de hace mucho y apuntando con  el dedo a uno de los choferes. ─ Gastón sale en unos momentos a dejar una documentación. ¡Váyase con él!
─ Gracias ─ contestó Marcela y haciendo señas a su colega, fueron hasta dónde se encontraba dicho hombre. ─ ¿Podemos acompañarlo? Nos espera Carlos Gallardo en la oficina central.
─ Como no. Suban ─ dijo Gastón.

Al cabo de unos cinco minutos, el furgón salió del estacionamiento de avenida … con dirección a la oficina central. El tráfico fue algo complejo en ese momento dado que la ciudad era visitada por autoridades importantes de tres ministerios y el vicepresidente por lo que había carabineros apostados por todos lados resguardando el paso de la caravana. Después de 35 minutos eternos pudieron llegar a destino y descender del vehículo justo en la esquina de la plaza, frente a la catedral. Lugar que estaba también atestado por policías.

Ambas mujeres llevaron sus mochilas a cuestas y esperaron que el funcionario de carabineros les diera el derecho a paso a los transeúntes y cruzaron rápidamente ambas esquinas y finalmente ingresar a ese imponente edificio de más de un siglo que era el emblema de la empresa nacional del petróleo. ENAP.

Fueron recibidas por más guardias en el recibidor de la primera planta y tras mostrar sus tifas de identificación ingresaron al interior, tomando el ascensor que las llevaría al noveno piso. Apenas se abrieron las puertas de ascensor se toparon con varios colegas de la planta de cullie e intercambiaron impresiones para despedirse y buscar las oficinas del gerente de operaciones y extracciones.

No acaban de llegar al conjunto de modulares de varias administrativas, cuando fueron recibidas por…

─ ¡Al fin llegas Marcela! ─ señaló Verónica, la secretaria de gerencia. ─ Don Carlos te estaba esperando desde ayer.
─ ¡Buenas tardes Vero! ─ saludo Marcela, viéndola seriamente porque esa mujer podía ser bien desagradable cuando se lo proponía y había que ser muy protocolar con ella.
─ ¡Ah…Disculpa! ¡Buenas tardes! ─ corrigió Verónica.
─ La verdad me fue imposible viajar anoche ─ explicó vagamente Marcela y viendo a su compañera. ─ ¿Puedes ayudar  a Valeria, tiene documentos que entregar?
─ Claro ─ respondió Verónica. ─ No faltaba más, para esos somos secretarias ¿No es así?
─ Tú lo has dicho ─ espeto educadamente Marcela con una leve sonrisa cínica de su parte (no es buena relación personal de campo y administrativo). ─ Entonces ¿Se encuentra él en su oficina?
─ Está esperándote ─ señaló con fastidio Verónica ante el gesto de la inspectora. ─ Hay cosas que no se pueden repetir a cada rato ¿no te parece?
─ ¡Obviamente! ─ concordó Marcela y viendo a la enfermera, añadió. ─ ¿Me esperas?
─ ¡No vayas a demorar mucho eso sí! ─ suplicó Valeria que le cargaba quedarse con esa bruja.
─ Creo que estás en buenas manos ─ dijo socarronamente la inspectora y se fue derechito a la puerta que decía gerencia.

La mirada asesina que le diera la administrativa a Marcela, hizo que la piel de Valeria, se pusiera como de gallina y tragó saliva con dificultad porque sabía de sobra que con ella se iban a desquitar por el sarcasmo que fue enrostrada. Y dicho y hecho, no se hizo esperar…

─ ¿Qué es lo que necesitas tú realmente? ─ preguntó molesta Verónica. ─ Espero que no sea para hacerme perder mi tiempo.
─ ¡Aha! ─ exclamó Valeria y con pica dejo los documentos sobre el escritorio de la susodicha. ─ Es de parte de Don Alejandro  y dudo que sean para hacerle perder su tiempo.
─ ¡Así que vienen en plan de guerra ustedes por lo visto! ─ acusó furiosa la secretaria. ─ Bien decía mi abuelo que en paz descanse. Que la gente bruta del campo es insulsa para casi todas sus cosas.
─ Trabajar en terreno no es lo mismo que ser campesino por si no sabía ─ corrigió con alevosía Valeria viéndola burlonamente. ─ También decía sabiamente mi abuelito que también en paz descanse. Que no es lo mismo usar traje de sastre que usar ropa de cuero de chancho porque una se desgata por trabajo y la otra por el simple polvo.

¡Auch! Sería la exclamación de cualquier presente en esa guerra declarada de personal de terreno versus el de oficina. Es muy típico del país ver esta rivalidad presente a lo largo de todo el territorio nacional.

─ Será mejor que le eché un vistazo a los documentos y  no prestar oído a tan banal palabrería. ─ replicó con disgusto Verónica.

La sonrisa a flor de piel de la enfermera lo decía todo. Había salido airosa de esta fusta entre las dos y eso le hizo ensanchar el pecho de orgullo y ego a más no poder.

Mientras ahí se gestaba un panorama tenso en…

─ ¿Se puede? ─ preguntó Marcela, tocando y a la vez entrando de lleno a la oficina.
─ ¡Adelante! ─ instó desde adentro el gerente de operaciones.
─ ¿Querías hablar conmigo Carlos? ─ inquirió Marcela, cuando ya estaba en el centro de ese despacho.
─ ¡Así es Marcela! ─ respondió éste, girándose desde su asiento y viendo directamente a la joven inspectora. ─ Tenemos asuntos pendientes que tratar por lo que te suplico que te sientes de una vez. Porque lo nuestro será para largo.
─ ¿Tú dirás? ─  exclamó la inspectora, tomando asiento en el sillón que le indicasen.
─ Son tres puntos bien importantes ─ respondió Carlos, levantando la mano e indicando con sus dedos y prosiguió con su explicación. ─ Uno…La denuncia que hiciste en contra de Ariza Pedrales…Dos, Bianca Rangel… y Tercero…Cambio de planes.
─ ¡Ya veo! ─ murmuró Marcela sopesando los puntos dichos por su jefe y de inmediato, indagó el trasfondo de éstos. ─ ¿Por cuál quieres comenzar? O serán por el orden de los que nombraste.
─ Que te parece si comenzamos por el más relevante en este momento que ha encendido el polvorín en Posesión ─ inició las averiguaciones Carlos, posando sus manos cruzadas bajo su barbilla y viéndola inquisitivamente, añadió. ─ Bianca Rangel…y ¿tus sentimientos?

Las pupilas verdosas se dilataron muchísimo al escuchar la primera pregunta de parte del gerente y jefe directo en asuntos de productividad. ¡Ahí estaba! Su temor se cumplió y estaba siendo cuestionada por sus afectos y tendencias de índoles sentimental como personal. ¡Ya no había vuelta atrás! O hablaba con honestidad y asumía las consecuencias inmediatas por involucrarse con un colega o simplemente negaba todo y disfrazaba las circunstancias con ropajes falsos.

─ ¿Tan relevante es para ti lo que pueda o no sentir por ella? ─ se atrevió en preguntar Marcela y lo hacía en nombre de la amistad que mantenían por años.
─ No es por mí ─ respondió de inmediato Carlos. ─ Es por la empresa y sus intereses. No es nada personal Marcela. Simplemente debo ajustarme a los estatutos de Enap y hacer los sumarios pertinente en caso de hallar falta de tu parte.
─ Comprendo ─ dijo la inspectora y comenzó a explicar. ─ ¡Que sea lo que tenga que ser entonces! Honestamente Bianca es muy importante para mí…

De este modo comenzaban a esclarecerse los hechos según pidiera el gerente y estratega de la petrolera. Contaba con la sinceridad e integridad de la funcionaria y sabía de sobra que no habría cabos sueltos y podía ampliar aún más su información al respecto de lo sucedido en posesión y tener todo bien calzado para tomar decisiones trascendentales para la petrolera.

La conversación se iba a prolongar más de lo que pensaban porque la inspectora en jefe no dudo en aclarar los hechos tal cual ocurrieron y las explicaciones estaba siendo basadas en hechos reales y no supuestos como aducían los abogados de la estanciera. Al final de cuentas para Carlos Gallardo, mientras oía los descargos de su subalterna, tomaba conciencia de que tenía una ventaja a su favor y una carta sobre la manga para utilizar a su favor en caso de ponerse complicada la situación frente a la dueña de los pozos.

A segundo plano paso para él, los sentimientos que profesaba la inspectora hacia su compañera de labores en un sentido más  ordinario laboralmente hablando. Lo que sí para era relevante para el estratega, eran las acciones emprendidas de parte de la estanciera con respecto a la joven Rangel y es ahí, que tenía su asidero para jugar a favor de la estatal.

Después de escuchar tanto la relación interpersonal con la ingeniera y la denuncia que se hiciera en el retén de carabineros en Posesión. Y de exponer las consecuencias directas a mediano y largo plazo. El estratega de Enap, pasó al último punto y planteó de frentón, el deseo de integrarla al nuevo proyecto de Enap y asociados.

Aquello sí tomó por sorpresa a la inspectora en jefe, que no entendía muy bien ese cambio radical de parte de Enap y luego de escuchar los argumentos de su jefe, sopesó bastante antes de dimitir una respuesta definitiva.

La conversación seguiría su curso mientras más detalles se exponían y nuevas conclusiones se sacaban al respecto.

Mientras que todo esto se desarrollaba en las oficinas principales de la petrolera…En tierras más al norte o mejor dicho, varios cientos de kilómetros costa afuera... Otra escena tenía su propio desenlace después de un encuentro bastante violento como inesperado por parte de una de ellas.

Los cascos del corcel golpeaban la tierra con el mismo empuje que hacía unos momentos atrás cuando debió hacer la carrera de su vida en manos de su jinete y ama. Sin embargo, en esta ocasión no había prisa ni apuro que llevase a darlo y tan solo el silencio es lo único predominante en esa cabalgata.

Ninguna de las jinetes que lo montaban cruzaban palabras entre sí y el silencio se volvía más que pesado. Es como si ninguna de las dos quisiera hablar o cruzar alguna palabra entre ellas. Cada cual iba sumida en sus pensamientos y sopesando lo sucedido antes. Ninguna podía borrar de sus pensamientos las palabras de la otra como tampoco el sentir que tuvieron ambas.

Solo el caballo; entre comillas; era el único que emitía un sonido propio al respirar más profundo también producto del cansancio que llevaba aún a cuestas.

Estaba bien difícil el escenario para ambas protagonistas porque les gustase o no, debían resolver las cosas de un modo u otro y mantener silencio de nada les serviría, aunque en esta ocasión les hacia cierto favor para hacerlas por primera vez sopesar las cosas antes de dejarse llevar tan impetuosamente como era su costumbre.

Una llevaba a cuestas muchas cosas en su cabeza y entre ellas,  a cierta rubia que se encontraba en Punta Arenas y los sentimientos discordantes que le generaba su viejo amor. Una amalgama de emociones, sensaciones y vivencias que en cierto modo le daban resquemor. ¡En qué lio se había metido! Por primera vez enfrentaba una situación como la que estaba sintiendo. Y es que el amor puede ser muy valioso e importante, pero al final de cuentas es uno solo. Y su problema era precisamente ese… ¿Quién es su verdadero amor en la actualidad? No se pueden sentir lo mismo por dos personas distintas. ¡Algo estaba mal! Uno es amar y la otra querer, pero… ¿A quién se ama y a quién se quiere?  Y cuando decimos querer es cariño, muy distinto que amar verdaderamente a esa persona especial que lo es todo en la vida y más que ésta misma. Sin duda, que enfrentaba la disyuntiva más grande de su vida y descubrir a quién su corazón estaba eligiendo honestamente.

Porque era muy cierto que tenía sentimientos por las dos y ese era el gran dilema a dilucidar. ¿Saber a quién amaba? Por la rubia inspectora, compañera y jefa, había comenzado a profesar un cariño que iba mucho más allá de la amistad y estaba muy consciente que no la veía como una amiga sino como una mujer. Y estaba también el hecho que cada acción que había visto por parte de la jefa de inspectores la tenían cautiva, ver y constatar aquel sentimiento y preocupación por su persona y esa faceta tan deliciosa de estar en completa armonía y compenetración con aquella rubia. Disfruta cada momento compartido, sus emociones, sus sentimientos que le confesara, su preocupación, su osadía en desafiar a una posible rival sin importarle las consecuencias. Esta demás decir, que estaba el hecho más importante que le atraía mucho la persona de Paredes, sus besos como caricias, se sentía atraída por ella y estaba plenamente consciente de que podían llegar más lejos en una relación.

Por otro lado y al anverso de esta dualidad sentimental. Estaba la mayor de las dificultades y era precisamente su viejo amor…Arlyn, aunque ahora se llamase Ariza Pedrales y fuese mayor que ella.

Si bien estaba muy clara que su relación actual se basaba solo en enfrentamientos, imposiciones, chantajes y amenazas. Estaba más que segura que: ¡Dónde hubo fuego, cenizas quedan! Y vaya que las había.

Solo su viejo amor sabía muy bien como despertarla y hacerla sentir como ninguna otra persona lo hizo en el pasado. Había bastado el encuentro en su habitación de la casa I para percatarse que estuvo a solo un paso de ceder y entregarse por completo sino hubiese sido por la interrupción precisamente de la parte opositora…Marcela Paredes. Sino otro gallo le cantaría pues bien sabía que de consumar un encuentro pasional entre ambas, su destino se cerraba en seco sobre ella y es que por ley estaba obligada a seguir a su pareja dónde quiera que ésta decidiera y no podía objetar nada al respecto porque la lealtad marital entre gitanos no se cuestiona si no se acata.

Independiente a ello, había otras cosas que tampoco podía negar o desmentir. Si bien, desde que se encontrasen en aquel camino tuvo la certeza que algo había despertado en su interior con su reencuentro. Sabía de la tenacidad de su antigua esposa y lo que era capaz de hacer con tal de protegerla y velar que nadie se acercase a ella. Era una mujer que marcaba muy bien su territorio y tenía la prueba del grabado de sus nombres en el cuerpo. Eso lo decía todo. Jamás consentiría que le quitasen algo suyo como era su consorte.

También estaban las emociones que solo ella era capaz de generarle aun cuando estuviese decidida a mantenerla a cientos de kilómetros de distancia. Estaba consciente de la atracción física que había entre ellas y la forma de buscarse con la mirada y decirlo todo a través de la misma.

Y sumado a eso, estaba un factor más relevante y era su corazón. No podía negar como se agitaba dentro suyo cada vez que se encontraba con la estanciera y lo duro que le era luchar contra sus emociones o sensaciones que le provocaba ese loco corazón suyo.

¡Cómo le dolió verla tan abatida hoy! Su dolor, se volvió el de ella y eso le dolía muchísimo más de lo que estaba  ella dispuesta  a admitir frente a la estanciera. Le dolía horrores verla llorar, la destrozaba por dentro sentirla de ese modo. Recordó antiguas escenas que presenció cuando se conocieron por primera vez y todo lo que se oponían para que ellas pudieran siquiera relacionarse porque el protocolo era muy grande y las reglas a seguir marcaban la vida de la princesa gitana. Debía obediencia a esas normas y a su padre. No obstante, luchó y aunque sufrió en el proceso, no dejo que la vencieran en lo que más anhelaba su corazón que era estar con la joven Anaí. En ese tiempo no era amor en una primera instancia, pero había una fuerte química entre ambas y una necesidad inmensa de estar juntas. Siempre con el pretexto de profundizar en su amistad y con el correr del tiempo se volvió algo mucho más fuerte y que llevó a la gitana a traspasar esa línea delgada de la amistad y pasar a un encuentro más profundo que solo los amantes pueden vivir.

Y desde ese día, se convirtieron en pareja y no dejaron de buscarse y encontrar miles de argumentos que presentarles a sus padres para que les permitiesen verse más y más seguido hasta el día en que la belleza gitana, urdió su mayor hazaña en complicidad con el chaman de su pueblo y se realizó su unión o boda gitana según las leyes que la regían. Desde ese momento hizo de la joven Anaí, su Romí, aún a expensas de las posibles represalias de su rey, su padre.

Recordar todo aquello, solo vino a dejar más acongojado el corazón de la joven ingeniera porque llevaba en lo profundo de sus memorias las vivencias que compartió con su antiguo amor. En lo bueno como lo malo.

Por eso le dolía mucho verla tan vulnerable. Y con ello, tomaba conciencia de que aún sentía cosas profundas por ella y quería descubrir si realmente se trataba de amor o solo el bello recuerdo de lo que una vez las unió.

¿Se puede amar dos veces a una misma mujer con distintas vidas? Realmente deseaba saber por mucho que hubiesen reencarnado, debía saber si era en este tiempo que podía vivir el mismo sentimiento con la misma intensidad que debe vivir todo amor verdadero. O tan solo era una ilusión más y ya era muy tarde para ellas como parejas. O simplemente se aferraban a un pasado que ya no podía ser más. Necesitaba respuesta cuanto antes y poder decidir lo mejor para ella y una respuesta sincera hacia ambas mujeres. Tanto para Ariza como para Marcela.

Un escenario bastante complicado es el que tenía Bianca y una dura decisión que tomar al final.

─ ¡Solo a mí me pasan estas cosas! ─ se lamentó Bianca en voz alta.

Aquellas palabras taladraron la mente de aquella morena que la sostenía por la cintura y que mantenía clavada la vista en el camino totalmente desolada en su interior por lo que tuvo que vivir hace un momento atrás.

─ Tienes que dejar de pensar por un momento ─ susurró Ariza, pegado a los cabellos de su Romí. ─ No es bueno que sigas forzando a tu mente como a tu corazón a elegir algo que no puede ser tomado a la ligera.
─ ¿Y tú puedes hacerlo? ─ preguntó seria Bianca sin mirarla, pues sabía que aún había rastros de llanto que caían sobre su hombro.
─ Estoy luchando por no pensar ─ respondió una Ariza más aturdida que furibunda por el revés que le tocó vivir. ─ No es fácil para mí aceptar esta situación. Pero te prometí que las cosas cambiarían entre nosotras y si no estoy haciendo un infierno de todo esto; es porque realmente quiero demostrarte que te amo a pesar de todos estos obstáculos.
─ Va en contra de tu forma de ser ─ objetó Bianca que sabía la fama que tenía la estanciera. ─ ¿no te preocupa que te vean con otros ojos?  Y parecer débil ante los demás.
─ ¡Um! ─ exclamó Ariza, que suavemente la estrechó más contra ella y poder sentir su calidez y darle un cierto alivio a su apresumbrado corazón. ─ Acaso no pase por encima de todo lo establecido y sobrelleve la vergüenza que arrastré con tu abandono. ¿Crees que me importe la opinión de los demás nuevamente?
─ Pero hoy no te he abandonado ─ objetó Bianca ─ Porque no soy tu esposa. Así que no es lo mismo.
─ Para mi pueblo, mi gente y mi sangre…La vergüenza de ser abandonado por tu pareja va más allá de una simple vergüenza. ─ Aclaró Ariza más dolida que nunca. ─ Es un deshonra total. Una afrenta como esa solo se paga con el precio de la sangre y tú lo sabes mejor que nadie, puesto que fuiste mi Romí y a pesar de que vinimos a una nueva vida, seguimos tan unidas como en el pasado. Y la prueba son las marcas que cada una llevamos en nuestros cuerpos, son los votos que no se borraron aún con nuestras muertes pasadas.
─ No he olvidado aquello, pero hoy son otros tiempos Ariza ─ aclaró Bianca paseando su vista alrededor de esa tierra de estepas. ─ Nos regimos por nuevas reglas y estamos bajo la legislación de un nuevo país. Las que debemos acatar queramos o no. Además, nosotras no estamos unidas bajo ninguna ley en actualidad que nos obligue a estar juntas como pareja.
─ Es verdad que son otros tiempos y nuevas reglas que obedecer ─ rebatió Ariza, manteniendo su vista fija en el camino. ─ No obstante a ello, debo recordarte que si realmente hubiésemos venido sin nexo entre nosotras no llevaríamos grabados en la piel nuestra antigua alianza marital. Eso es una prueba fehaciente que seguimos unidas en esta vida.

 De lo contrario nada de esto tendría sentido hoy, el volvernos a reencontrar con el mismo aspecto físico, el grabado de nuestros votos, nuestros recuerdos de esa vida pasada y en lo personal, aún profesarte el mismo amor que antes. ─ aclaró en forma aplastante la estanciera─ Recapacita un poco y piensa ¿tendría sentido esta reencarnación? Si solo fuésemos dos mujeres sin nada que decirnos. ¿Crees que hubiese gastado mi tiempo en esperar un imposible teniendo tantas opciones como oportunidades?
─ No puedo rebatir lo que has dicho, Ariza ─ respondió Bianca, sopesando cuidadosamente las cosas. ─ No es coincidencias que volvamos a una nueva vida exactamente como fuimos en el pasado. Y eso respalda tu punto de vista, pero eso no quita que los sentimientos pudieran no ser los mismos y por esa razón estoy aquí para descubrir esa verdad y no hacer algo de lo que tendría que arrepentir de por vida nuevamente. No quiero volver a sufrir como lo hice antes. ¿Puedes entenderlo? No puedo amarte solo porque tú lo digas o basados en hechos pasados. Somos distintas hoy por hoy. Mi corazón no es el mismo y necesita volver a sentir verdaderamente. Se supone que yo huí de ti y que solo podría sentir por ti nada más que odio, por tu engaño.

Cada palabra que salía de boca de la joven Rangel, eran dagas cargadas de veneno para el corazón de la estanciera y se resentía más y más. Sentía como la garganta se le cerraba en un nudo que le escocía toda la tráquea. Apretaba sus ojos, una y otra vez para contener las lágrimas que se pujaban por salir a raudales. Y es que la estaban matando a pausa con esas palabras y por más que fuese una mujer de un carácter fuertísimo, no era insensible al dolor y menos a todo lo relacionado con su esposa. ¿Dolía? Más que cualquiera cosa que le hubiese provocado cierta dolencia por decirlo suavemente.  ¿Contenerse? No le quedaba de otra a la morena. Solo meditar dentro de todo ese caos emocional, físico  y sentimental que estaba viviendo.

─ Me gustaría decirte que estás en lo correcto y que puedes irte cuando lo desees ─ confesó Ariza, trabajando en lo sumo el timbre de su voz. ─ Pero el asunto no es tan sencillo o fácil. Tengo razones poderosas para no dejarte ir y rebatir todo lo que dices. Obligarte a cumplir tu palabra al precio que sea. El desprecio que le haces a mi corazón es demasiado que no sé si pueda tolerarlo mucho más ¡Maldita sea!, ¡Duele escucharte hablar tan livianamente de lo qué tú sientes! Que te olvidas que esta historia es compartida  y que yo estoy encadenada a ti, a tu corazón, a tu cuerpo y a tu amor que por más que deseara no verte nunca más y olvidarte ¡Me sería imposible! Que no puedo ver a nadie más que no seas tú, que solo tengo ojos y corazón solo para ti y oírte me está matando viva por dentro. Dime ¿qué puedo hacer yo? ¡Con mis sentimientos!

Ahora fue el turno de Bianca de sentir en carne propia como las palabras de Ariza, le estaba atravesando el corazón de lado a lado y quemaba demasiado por dentro. Que sentía sofocarse por momentos. Era doloroso para ella saberla tan herida por sus palabras. Haberla lastimado con solo decirle la verdad. ¡Estaba claro que algo había entre ellas! Una conexión las unía más que antes.
─ Ahora es tiempo el que necesitamos ─ dijo Ariza. ─ Pero entre nosotras y para nosotras. La distancia no nos va ayudar a resolver nuestras diferencias o esclarecer nuestros sentimientos. Creo que debes quedarte un tiempo junto a mí y darme la oportunidad de demostrarte que no es un amor ilusionado en el pasado sino que mi amor por ti está intacto y no ha variado ni disminuido una milésima. Pero si lo que necesitas es que te ame como Bianca, entonces deberás permitir que ello suceda y el único modo es estar contigo. No me niegues este derecho.
─ ¡Um! ─ exclamó quedamente Bianca, reflexionando en la solicitud  de la estanciera.
─ ¿Qué dices? ─ apremió Ariza que no se iba a rendir ante este obstáculo.
─ No es tan fácil, Ariza ─ aclaró Bianca. ─ Ambas tenemos que ceder en nuestras posturas para que ello ocurra. En este momento hay muchas cosas que juegan en nuestra contra.
─ ¿Te refieres a Enap? ─ preguntó sin rodeos Ariza. ─ O ¿es por aquella mujer?
─ En parte es por la estatal ─ respondió Bianca. ─ No deseo que toda esta situación pase a mayores para ti y que personas inocentes paguen las consecuencias de un asunto que solo nos concierne a nosotras dos.
─ Comprendo. Los portones serían por mi parte lo que tendría que ceder ─ señaló Ariza. ─ Y que esas personas prosigan con sus empleos y… ¿En qué cederías tú?
─ Quedarme contigo un tiempo ─ contestó sinceramente Bianca. ─ Pero con una condición.
─ ¿Cuál? ─ inquirió Ariza.
─ Que no me obligues a firmar ningún documento que nos una legalmente hasta no tener la certeza de que te amo verdaderamente ─ explicó Bianca.
─ ¿Sólo eso? ─ preguntó Ariza.
─ Sí ─ fue la respuesta de Bianca.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó Ariza, vislumbrando un escenario muy particular. ─ ¿A partir de cuándo?
─ Desde hoy si tú aceptas mis términos ─ indicó Bianca.
─ ¿Y de cuánto tiempo estaríamos hablando? ─ insistió en preguntar Ariza, sopesando bien las cosas.
─ Del que sea necesario ─ mencionó Bianca. ─ Siempre que no exceda el término de contrato que mantengo con Enap eso sí.
─ Comprendo ─ dijo Ariza y agregó de inmediato. ─ No veo ningún inconveniente a lo que estás pidiendo y de mi parte, solo tengo una petición que hacerte.
─ ¿Cuál? ─ fue el turno de Bianca en preguntar.
─ Aceptarás que sea yo quién haga un arreglo con la estatal para tu protección ─ respondió Ariza. ─ Además que me dejes acompañarte para recoger tus pertenencias de esa casa.
─ ¿Quieres que viva contigo todo el tiempo? ─ indagó Bianca. ─ Yo trabajo en Enap.
─ Ya te dije que la distancia no nos iba ayudar para resolver nuestros asuntos. ─ aclaró Ariza. ─ Es la única manera que tenemos de pasar tiempo juntas y además, será para protegerte de esas personas que están detrás de tus superiores. Estoy segura que ellos no se detendrán con tal de salirse con la suya y tú ya has salido perjudicada por sus acciones y es algo que voy a solucionar de una vez.
─ Ariza ─ dijo Bianca justo en el momento en que se detenían en…─ Pero debo continuar con mi trabajo en la estatal.
─ Eso no cambiara ─ Aclaró la estanciera, bajando de su corcel  y dándole la mano a la joven Rangel para que bajase. ─ por eso necesito que me dejes llegar a un arreglo con ellos. Es la única forma de protegerte. ¿Aceptas?
─ Ariza, hay un contrato que me obliga a permanecer en el campamento por un año y no sé si será posible que abandone las instalaciones en lo que resta de ese acuerdo ─ terminó en explicar Bianca justo que detenía su vista en su derredor. ─ ¿dónde estamos?
─ ¡Estás dando muchas excusas Bianca! ─ rebatió Ariza, tomando las bridas de su caballo y amarrándola a un arbusto. ─ Quieres que ceda a tus deseos pero no das la misma reciprocidad en el acuerdo.
─ No es una excusa si no lo que debes enfrentar al querer llegar a un  acuerdo con la petrolera─ mencionó Bianca, deteniendo por el brazo a la estanciera que avanzaba unos pasos.
─ Dime Bianca ¿Quieres ese tiempo conmigo o no? ─ preguntó de plano Ariza, girando sobre sus talones y alzando el rostro de la joven ingeniera. ─ Para aclarar tus sentimientos de una buena vez.
─ Debería decir no, pero ─ Repuso Bianca.
─ ¡¿Pero qué?! ─ indagó Ariza, tratando de templar su carácter porque ya iban muchas vueltas a una simple respuesta.
─ La antigua Bianca te hubiera dicho que no con tal de mantener su libertad ─ explicó ésta misma. ─ Sin embargo fui yo quién te propuso llegar a un acuerdo y tienes razón esto debe ser reciproco. Así que la respuesta es Sí.
─ ¡Vaya! ─ exclamó pasmada Ariza de escuchar tanto planteamiento para algo tan sencillo.
─ ¿Qué sucede? ─ preguntó curiosa Bianca tras ver el semblante de la estanciera. ─ ¿Acaso esperabas otra respuesta de mi parte?
─ A veces; mi querida Romí, te contradices tú misma ─ respondió la estanciera.
─ ¡Explícate! ─ demandó Bianca.
─ Has venido a mí buscando una solución favorable para tus compañeros y luego, me planteas un acuerdo que básicamente trata de que ambas partes cedamos algo ─ aclaró Ariza viéndola fijamente a los ojos. ─ Y cuando se trata de dar una respuesta afirmativa, retrocedes al pasado y titubeas en tu decisión. Debes estar muy clara en tus acciones y mantener esa convicción hasta el final.
─ Solo estaba justificando mi respuesta con temores incluidos y todo ─ refutó Bianca, frunciendo el ceño.
─ Hay un dicho en esta tierra de ovejeros y dice: El camino culebrero no es vida para un hombre─ refirió Ariza.
─ ¡Um! Y eso… ¿qué significa? ─ inquirió Bianca sin entender.
─ Que el destino de un hombre no debe ser zigzagueante por causa de los obstáculos sino recto por tu voluntad y firmeza ─ respondió Pedrales.
─ ¿Y eso qué tiene que ver conmigo? ─ preguntó la joven Rangel, más confundida que nunca.
─ ¡Mi Dios! ─ exclamó Ariza, que está vez se separó de la joven unos cuantos pasos y añadió─ Veo que es un poco complicado hacerte entrar en razón y la verdad, debo hacerlo por el bien de las dos. Tú en estos momentos tienes un camino culebrero exclusivamente pavimentado por tus miedos. Huiste en el pasado, ahora de tu tierra y sigues haciéndolo indirectamente al justificar tus acciones. Cuando lo más sencillo es decir sí o no y mantener una postura sólida. Solo así, podrás vencer esos obstáculos que te quitan el sueño.

La joven quedo boca abierta al ser expuesta en sus debilidades y en su realidad actual. Eran sus miedos del pasado. El volver a sufrir un desengaño sentimental. El confiar y entregar su corazón una vez más. Y lo peor, era estar visiblemente confundida entre dos mujeres. ¿Cómo podía refutar aquellos argumentos? No tenía nada que decir, sólo asumir.

─ A veces es difícil para mí, confiar ciegamente y entregarme de lleno a una persona ─ admitió al fin Bianca. ─ Desde esa vez, no fui la misma y hoy por hoy, me cuesta mucho tratándose de asuntos sentimentales. ¡Pueden pedirme confianza para todo! Pero no para mi corazón. ¡Cuesta mucho! Una y otra vez salta el resquemor y las dudas carcomen la razón hasta hacerte presa de los miedos y asoma el fantasma de la traición como olas golpeando tu corazón. ¿Esa no es vida Ariza?

Ahora fue el turno de la estanciera en quedar pasmada ante lo dicho tan sentidamente por su viejo amor y constatar por ella misma, las secuelas del pasado. Había mucha verdad en esos temores y en el fondo, reconocía que era culpable de habérselos provocado por no hablar a tiempo con sinceridad. Sólo tenía un solo camino a seguir y poder curar ese corazón que fue suyo en la otra vida y que deseaba con todas las fuerzas de su ser volver hacerlo suyo.

─ Es por ello, que te pido que nos des este tiempo juntas para curar tu corazón y redimirme ante ti y hacer que las cosas realmente funcionen entre nostras ─ señaló Ariza, atrayendo a su cuerpo el de la joven y haciendo que descansase en ella y aliviarla de esos miedos. ─ Te prometo que hare hasta lo imposible por hacerte feliz. No te dejaré ir más. Voy a gastar mi vida buscando escusas para darte los mejores momentos de tu vida. ¡Por favor vuelve a confiar en mí! Te lo suplico Bianca. Dame esa oportunidad.
─ Ari…za ─ Balbuceó entre cortado la joven Rangel y cerrando sus ojos por un momento, dejo que su corazón hablase y escuchase al otro.

Pasó su brazo por la cintura de la estanciera y se abrazó un poco más a ella para sosegar a su angustiado corazón. Permanecerían un buen tiempo, sumidas en ese abrazo, que solo el viento susurrante, mejor dicho, esa brisa congelante les vino a recordar que estaban en plena pampa.

─ Perdona mi insistencia ─ persistió una vez más Pedrales. ─ Pero necesito saber tu respuesta a lo que he pedido. El tiempo apremia y hay que dar soluciones a esto que nos está tocando vivir. De lo contrario ambas sufriremos más de lo que ya lo hemos hecho.

Bianca, aspiró un poco de ese aire helado y se apartó despacio del cuerpo de la estanciera y encaminó sus pasos hacia delante de la otra mujer y viendo el paisaje, procedió en responderle…

─ Fui muy honesta en decirte que he venido en busca de respuestas con respecto a lo que siento o no por ti ─ inició Bianca sus argumentos para responder a lo sugerido por la otra parte involucrada. ─ Como también te hice ver que no estoy dispuesta hacer las cosas por imposición tuya. En un comienzo pensaba sacrificarme por el bien de todos, pero comprendí que ese no es el camino. Ya he tenido suficiente de favorecer a otros a costa de mi tranquilidad y nada conseguí al fin de cuentas.
Sobre el ceder cosas por ambas partes, lo sostengo y acepto convivir contigo un tiempo para aclarar esta situación entre las dos. No obstante a ello, sabes muy bien que no solo se trata de ti y de mí, sino que hay otra persona ahora involucrada y no deseo lastimarla por el simple hecho de favorecer a los demás.
Esa oportunidad que has pedido te la estoy dando aún sabiendas que tengo resquemores que arrastro conmigo y que pueden traer dificultades entre las dos. Aún así, haré ese intento y que sea lo que Dios quiera.
En cuanto a Enap, puedes acompañarme, pero no puedo garantizar que dejen que intervengas en asuntos contractuales. Es un tema delicado y por más que sean tus tierras en las que extraen el crudo. No te faculta para intervenir sobre sus trabajadores.
En resumen, Ariza, estoy respondiendo Sí a tus peticiones ─ concluyó la explicación Rangel.

La estanciera se había girado por completo a ver a la muchacha y sopesaba cada palabra dicha por ella. Alzó los ojos al cielo y en silencio elevó una oración en su lengua natal. La romané. Para luego, volver su mirada sobre la persona de Rangel.

─ Tu honestidad es aplastante para mí, tratándose de esa otra mujer ─ fue el turno de Ariza en sincerarse, caminando despacio hacia la joven. ─ Pero no daré más vueltas al asunto. Es lo que hay entre las dos hoy y al igual que tú, acepto los términos de este acuerdo. Ahora, sellemos esa promesa entre nosotras del modo que corresponde.
─ ¿A qué te refieres con eso de sellar? ─ saltó Bianca inquieta, retrocediendo unos cuantos pasos.

Una sonrisa ladina se dibujo de inmediato en los labios de la estanciera al constatar los miedos de la muchacha.

─ A esto…─ aclaró la estanciera y tomando fuerte del brazo a la joven, subió la manga de la chaqueta de ésta y de su propio pantalón sacó una pequeña navaja en forma de corbo. ─ ¿lo recuerdas?
─ ¡Ah! ─ exclamó pasmada a pesar del recelo del arma blanca, añadió. ─ pensé en otra cosa.
─ Aún no reclamaré tus labios…─ mencionó Ariza, posando el filo del arma sobre la muñeca de la chica. ─ Por el momento.
─ Ok ─ dijo Bianca tragando saliva con cierto alivio por haber besado no hace mucho a la inspectora.
─ ¿Estás lista? ─ preguntó de lleno Ariza.
─ Sí ─ repuso Bianca.

Acercó más el brazo a ella y lo dejo suspendido en el aire, para luego, colocar su propio brazo en posición contraria de la joven y desnudarlo a la misma semejanza. Cuando ambas muñecas quedaron enfrentadas y sin ningún titubeo, paso rasante el filo del corbo sobre ambas manos. Dejando a todo lo largo, una delgada línea de sangre en un principio y que luego aumentó en volumen y cuando ya comenzaba a chorrear por sus costados. Guardó su arma y con la otra mano libre, puso ambas muñecas una sobre la otra para que se mezclaran su sangre. Alzando sus ojos verdes sobre el rostro de la joven ingeniera, ordenó…

─ Ahora recita el acuerdo─ instó Ariza viéndola directo a los ojos.
─ Yo, Bianca Rangel, acuerdo contigo, Ariza Pedrales, respetar este acuerdo en convivir el tiempo que hemos establecido. Prometo respetarlo y guardar esta promesa hasta el último día sin faltar al honor que tiene el pueblo gitano. ─ recitó Bianca, cuya mirada no dejo ver la profundidad en los otros ojos. ─ Con nuestra sangre pacto contigo este arreglo entre las dos y dejo a ti el cierre de esta promesa.
─ Según la ley de mis ancianos con la sangre derramada entre las dos, sellamos un acuerdo que no será roto por ningún poder humano. Bebo de ti, como tú, de mí ─ secundó el voto Ariza y con ello finalizó la promesa. ─ ¡Ahora bebé y guarda tu promesa, Bianca!

La joven sin dejar de ver aquellos ojos verdes, tomó el brazo de la estanciera y lo llevo a sus labios sorbiendo un poco de la sangre de ambas. Del mismo modo hizo la estanciera cruzando el otro brazo y bebiendo de igual forma la sangre que salía de la muñeca de Rangel.

Solo fueron unos segundos en que el sabor de la sangre se acostumbró al pasar la garganta de ambas mujeres y ambas manos fueron liberadas tras probarla y sellar de ese modo el acuerdo entre las dos. En breve, la estanciera, extrajo un pañuelo que fue rasgado en dos para colocar un trozo sobre la herida expuesta de la joven Rangel y hacer un torniquete que estancará el sangrado y evitara una infección hasta no ser curada como correspondía.

Fue el turno para que Bianca tomase el otro trozo de pañuelo y cubriese la herida de la estanciera. Era deber la una con la otra en velar de ese modo según las costumbres que se regían los gitanos.

─ Siempre serán extremas tus costumbres ─ soltó de pronto Bianca y suspirando pesado, agregó. ─ Y sin embargo, ya acepté una vez.
─ La palabra que empeña un gitano para con los suyos pesa más que cualquier acuerdo legal que pueda existir y el precio de la sangre, es el mismo precio de la vida y un acuerdo sellado de ese modo no puede ser roto y lo sabes muy bien ─ esclareció Ariza, viendo el semblante de la joven. ─ Quieras o no, formas parte de mi pueblo aún, hoy.
─ Lo sé ─ respondió Bianca. ─ Por eso dije que ya había aceptado tus costumbres. No puedo desentenderme de mi palabra como si nada. No soy una estúpida en ese aspecto.
─ Nadie ha dicho que seas estúpida, Romí. ─ rebatió al estanciera, tomando su mano y depositando un beso sobre el vendaje que estaba semi teñido con la sangre de ambas. ─ Pero no desconozco que eres muy testaruda y eso te pone en riesgo como hoy. O ¿lo negarás?
─ Puedo aceptar lo de testaruda, pero ponerme en riesgo no. Así que explícate ─ contradijo Bianca.

Fue la propia estanciera, que tomó de la cintura a la muchacha y giró para hacerle ver hacia el norte del lugar e indicar un hecho particular.

─ ¿Ves como está todo el lugar y el camino? ─ Preguntó Ariza, señalando el suelo.
─ Húmedo a causa de las lluvias ─ respondió Bianca.
─ Entonces, me dirás ¿Por qué a sabiendas de las condiciones del camino venías a exceso de velocidad? ─ reclamó Ariza y mostrando una de las pendientes en el camino. ─ ¿No se llama eso poner tu vida en riesgo? Podías haberte matado en esa pendiente sino hubiese llegado a tiempo para disparar al aire.

Instintivamente, Bianca, se mordió los labios de los nervios al tomar conciencia que estuvo a poco de hacer precisamente lo que decía la estanciera.

─ Está bien, lo acepto. ─ respondió Bianca, bajando su cabeza apenada. ─ puse mi vida en riesgo al estar molesta contigo. Solo quería darte una lección del mismo modo en que lo habías hecho tú conmigo.
─ No debes hacer de la ley del talión una consigna, Romí. ─ mencionó Ariza, atrayendo a la joven a su pecho. ─ Llevo mucho tiempo viviendo en estas tierras y las conozco como la palma de mi mano y a diferencia tuya. No podía dejar que salieses lastimada por causa de tu testarudez para conmigo.
─ Pero estuviste a punto de hacerme volcar hace un tiempo ¿Acaso eso no contradice tus dichos Ariza? ─ reclamó Bianca, apartándose de inmediato del lado de la estanciera. ─ Ibas casi la misma velocidad que yo, por lo que no puedo creer que estés reprochándome algo así. No tienes vergüenza alguna.
─ ¡Ay señor! ─ exclamó la estanciera y volviendo a cogerla del brazo pegarla a ella y cerrarla en un abrazo. ─ ¡Deja de pelear conmigo! No fue mi intención ponerte en riesgo en esa oportunidad pero no tuve más remedio. Eres tan testaruda que nunca aceptarás los hechos como son.
─ Ariza… ¡Suéltame! ─ demandó Bianca contrariada. ─ No quiero llegar a ningún acuerdo contigo. ¡Eres de lo peor!
─ No lo haré hasta que te calmes ─ replicó Ariza, colocando más fuerza en el abrazo. ─ Te lo vuelvo a repetir. No sigas peleando conmigo y el acuerdo ya está hecho, Romí. No puedes retractarte.
─ ¡Odio cuándo me haces esto! ─ protestó Bianca, luchando aún por zafarse. ─ Eres una abusiva usando las cosas contra mí.
─ No he abusado esta vez ─ refutó Ariza, de lo más calmada. ─ Fui idea tuya que llegásemos a un acuerdo y yo solo acaté tus deseos.
─ ¡Vez que tengo razón! ─ reclamó más brava Bianca, golpeando su pecho con sus puños. ─ sigues usando mis palabras contra mí… ¡Te odio Ariza!
─ No me odias y lo sabes bien ─ contradijo la estanciera que sentía el dolor de su pareja. ─ Solo tienes miedo de aceptar que aún me amas y es algo que voy a cambiar por el bien de las dos.
─ ¡No quiero! ─ protestó Bianca al borde del llanto. ─ No puedes obligarme a que te quiera.
─ No lo estoy haciendo ─ rebatió una Ariza, que sentía en cada medula de su ser, el fuego que la quema a causa del amor que sentía por ella. ─ Has venido a mi libre y has decidido por ti misma. Es tu propia voluntad que te tiene aquí en querer descubrir tu verdad. La  de tu corazón y tu sentir.
─ Yo…Yo… ¡Maldita sea! ─ rabió con dolor Bianca incapaz de rebatir los argumentos de la estanciera. ─ ¿por qué?... ¿por qué tuve que volverte a encontrar?
─ Por que ese era nuestro destino ─ respondió Ariza, cerrando sus ojos ante la presencia de los miedos de la joven. ─ Nos pertenecemos desde la otra vida y no podemos negarlo más.
─ No… ─ aulló de dolor Bianca, terminando por fracturarse por dentro y rompiendo a llorar sin dejar de golpear el pecho de la estanciera. ─ No lo acepto…No otra vez…Me hiciste mucho daño…tú que me juraste lealtad, me fallaste… Rompiste mi corazón…No puedo confiar…No puedo… vas a volver a lastimarme.
─ No lo haré ─ afirmó Ariza, apretando sus labios tratando de aclarar aquel nudo en la garganta que le dificultaba seguir hablando. ─ ¡Lo siento mucho!... Nunca quise lastimarme amor mío… ¡lo siento tanto!
─ ¡Mierda! ─ exclamó entre sollozos Bianca. ─ duelen tus palabras porque llegaron tarde a mi corazón.
─ Nunca es tarde para pedir perdón, Romí ─ repuso Ariza. ─ Nunca será tarde para enmendar errores del pasado y curar viejas heridas en forma personal. Nunca es tarde para comenzar otra vez  y nunca será demasiado tarde para pedir una segunda oportunidad e intentarlo nuevamente. ¡Jamás lo será! El amor no tiene fecha de expiración o caducación solo has dejado de intentar para que los sentimientos duerman perpetuamente dentro de ti. Sí es amor verdadero, nunca morirá porque no puede ser un error amar con todo lo que tú eres, sientes y puedes dar. Un amor que no tiene precio, fecha de término, fronteras, clases sociales o dogmas. Amar no es el suave beso del cariño sino una llama que jamás se podrá apagar porque no conoce poder que lo someta.
─ Tú… Tú eres ─ susurró entre dientes Bianca sin poder continuar.
─ Soy la mujer que te ama con todo su ser, su fuerza y que una vez fue tu compañera en el pasado y que desea que le des la oportunidad de redimirse ante ti y demostrarte que puede hacerte feliz. ─ señaló Ariza, dejando salir todo cuanto guardaba dentro de sí.
─ Tiem…po ─ balbuceó entre sollozos Bianca. ─ Necesito tiempo.
─ Ya lo tienes ─ respondió firmemente Ariza. ─ dije que no reclamaré tus labios por el momento hasta que estés lista y dispuesta a darme por voluntad propia, lo que una vez fue mío y que también deseo hoy.
─ Yo ─ intentó decir Bianca.
─ No hables más ─ pidió Ariza. ─ No es necesario más palabras entre nosotras. Tenemos tiempo para ello. Solo deja que tu corazón sea libre otra vez.

Tal como pidiese la estanciera, la joven no dijo más, solo asintió dentro de ese abrazo y buscó calmarse de tanto dolor guardado de la otra vida. La tibieza de ese abrazo fue mitigando parte del dolor pasado y brindándole una parte de alegría porque muy en el fondo, aquel corazón añoraba volver a sentirse amado, cálido y pertenecer a alguien. Mejor dicho a su dueño; corrección, dueña. La responsable de todo su sentir.

Aquellos ojos verdes vieron el manto de nubes puestas en el horizonte y pensó que mañana sería un día mejor porque vaticinaban buenos tiempos. ¡Quizás para todos!

─ Volverás al campamento ─ fue lo expresado por un hombre que observaba a una joven mujer frente a él.

No hubo respuesta a la dicho sino que en su lugar una sonrisa se bordo tímida en un principio para luego, ensancharse por completo. Y el resplandor brilló en sus pupilas verdosas.

Un destino que se escribía entre la verdad de un pasado y la realidad del presente. Un destino que venía a saldar cuentas con sus protagonistas.


3 comentarios:

Sayuri dijo...

ohhh por dioss este capitulo si que fue intenso!!!tantos sentimientos encontrados,me encanto.esperare con ansias el siguiente.un besote enorme desde argentina

Anrhia dijo...

Me alegra mucho saber que te ha gustado. Saludos desde Chile

Anrhia

Unknown dijo...

En lo dicho bellesimo este capitulo hojala y pronto subas el siguiente vale la pena la espera

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