Capítulo
21 Concesiones y disputas
A
pesar de que habían partido con una tregua momentánea entre las dos y al calor
de las distintas emociones que se estaban albergando en lo profundo de sus
corazones. El ambiente entre las dos seguía tal cual iniciase desde la primera
que se toparon a orillas del camino…Muy tirante.
Una
tenía sus emociones a flor de piel puesto que ahora se sentía culpable por no
haber medido sus palabras y haber lastimado realmente a la estanciera. Si bien
era dada a solucionar sus asuntos rápidamente. Éste precisamente era el que le
costaba una enormidad ya que la involucraba sentimentalmente hablando y de un
pasado que le daba a beber un sabor bien agras.
Sentía
la presión en su pecho de querer solucionar este impase pero sabía de sobra que
sus conversaciones terminaban mal quiéralo o no. Había sido un verdadero error
haber comparado o pensado en la forma de besar de ellas porque sin duda que
Ariza, dedujo rápidamente que se trataba de la inspectora y eso cambió las
cosas drásticamente. Y no tenía justificación alguna pero tampoco podía negar
que ambos besos le resultaban tan distintos y le provocaban una diferente
sensación en su ser, mente y corazón.
Realmente
deseaba saber qué le estaba sucediendo a su corazón porque tenía muy claro que
no se puede amar a dos personas a la vez. Eso lo tenía claro y sin embargó,
debía diferenciar muy bien un amor de un querer. Tenía muy en cuenta que una
mujer no puede dividir su corazón al indistinto que suele verse en el género
masculino que pueden amar y casarse con varias mujeres. Y por cada una podrá
darle lo que les corresponde de la mejor manera. No obstante, muy distinto es
para una mujer porque el corazón no lo comparten sentimentalmente o
románticamente hablando. Es de una sola persona al extremo que puede amar más
de una persona pero lo haré terminando un ciclo y no dos a la vez.
Bianca,
tenía un panorama bastante complejo y entramado a resolver porque fue ella
misma quién provocó esta situación en busca de respuesta a su corazón y hoy por
hoy, debía esclarecer sus sentimientos. Saber a quién amaba y a quién tenía
cariño. Sin duda, una situación bien difícil porque simplemente estaba
sintiendo por ambas y eso sí era un lío dantesco. El corazón no se comparte.
¡Cómo
fuese o no de complejo! Debía comenzar por buscar las respuestas en su corazón
cuanto antes y para ello debía dejar de lado el pasado y de culpar o hacer
sentir mal a la estanciera cada vez que el diálogo se diera entre las dos. ¡Ya
no debía haber más excusas por su parte! ¿Quería saber si podía amar o no a
Ariza en este tiempo sin prejuicios ni cadenas del pasado? Y para eso, debía
comenzar por conocerla y darle la oportunidad que ella misma le brindó.
Así
que no había que ser muy listo para darse cuenta que atrás debían quedar las
recriminaciones y buscar la forma de iniciar un acercamiento entre ambas.
¡Decirlo
es mucho más fácil que hacerlo!...El sube y baja de ideas cruzar por la mente
de la joven ingeniera iban como montaña rusa y ninguna le servía puesto que nada
salía hacia el exterior y se materializaba ese propósito. ¡Dura tarea tendría
reconciliar y hacer acuerdos!
Mientras
que en el anverso o contracara de la misma moneda. La estanciera mantenía una
actitud cortante y distante para con la joven que mantenía apresada contra su cuerpo
y las bridas de su caballo a la vez que lo guiaba a galope por las pampas rumbo
a su estancia.
Aunque
el viento se dejaba sentir en ambos cuerpos y besaba los pómulos de ambas
mujeres. Pedrales tenía mucho más aguante y eso que su cutis lucia lozano a
pesar del clima existente. Ese frío era una alpargata en comparación con hielo
que se estaba gestando en su corazón con tanto desaire y es que para colmo de
males y por enésima vez, volvían a despreciar su amor como sus caricias y eso
ya la tenía por la cuerda floja. Era un nudo grande el que tenía atravesado en
su garganta y por mucho que la joven que en su pasado fuese su Romí; estaba ya
junto a ella y permanecer un tiempo hasta esclarecer sus sentimientos no le
significaban nada porque cada vez más grande era su rechazo y la lastimaba
hasta lo indecible y ella era, Ariza Pedrales, una mujer que se hacía respetar
y era temida por muchos. ¡Menos por su esposa! ¿Ironías de la vida o justicia
divina?
Por
mucho que le doliera todo este asunto, no le quedaba otra más que asumir que
las cosas se estaban dando de ese modo y ella tenía que escoger dos
caminos…Asumir y luchar… o ... Perder y renunciar.
El
sabor de sus labios le sabía a amargura y agras porque le dolía a más no poder
tanto desprecio, pero hiciera lo que hiciera en este instante le llevaría un
tiempo hacer que esta mujer la volviese o la amase como lo deseaba con todas
sus fuerzas.
─
¡Quisiera arrancarte de mí y no puedo! ─ susurró para sí, Ariza al mismo tiempo
que una lágrima se escapaba de sus ojos.
Apretó
más la brida de su animal para apresurar más el paso ya que estaban por llegar
a la unión del camino que las llevaría directo a la entrada principal de los
pozos.
Aunque
el susurro fue apenas audible para su portador no paso desapercibido para la
joven que estaba con ella y fue el momento en el cual pagó su precio porque su
corazón se resintió fuertemente y se contrajo haciéndole sentir el dolor que
ella misma estaba provocando en la morena.
Bianca,
palideció de golpe y la temperatura corporal perdió sus buenos grados haciendo
que se sintiese desfallecer y la vista comenzó a nublarse de pronto hasta
hacerla perder el conocimiento y de una, se desvaneció en los brazos de la
estanciera.
─
¿Bianca qué sucede? ─ preguntó de lleno Ariza al sentir que su cuerpo se quedo
flácido de golpe e ido hacia delante.
Al
no tener respuesta, detuvo en seco a su corcel y trató de girar a la joven para
verle y fue cuando se dio cuenta que había perdido la conciencia y en vano le
resultó tratar de hablarle y hacerla volver en sí.
─
¡Mierda! ─ exclamó preocupada Ariza y estaba vez, acomodó de tal manera a la
joven a su cuerpo y lo sostuvo presionado a ella con una de sus manos. Mientras
que con la otra, se las ingenió para tomar las bridas de su caballo y hacerle
que reanudará el paso nuevamente. ─ ¡Vamos tormenta llévanos a casa ya!
Se
dice que cuando hay conexión entre una persona y su animales, ésta se nota
porque el cuadrúpedo bufó como si con ello respondiese a la orden de su ama y
se puso a galopar sin necesidad de apremiarlo con espuelas o rebenque.
¡Qué
decir de las cosas que se cruzaban por la mente de la estanciera! Iban de la
preocupación hasta un punto de temor. En
el qué se veía ante consecuencias que no deseaba volver a vivir.
Una
gota de sudor frío cruzo relampagueante por su mejilla y fue la prueba de que
por más que fuese la mujer más temida de la comarca. Tenía un punto débil que
la hacía extremadamente vulnerable ante los demás y ese era precisamente, quién
yacía en sus brazos inconsciente.
─
¡Aguanta un poco más Bianca! ─ murmuró Ariza, cuidando de que no se lastimase
por el galope que llevaba su caballo, dado que entre galope y salto, el cuerpo
de la joven ingeniera, sufría en parte las consecuencias. ─ Solo un poco más
Romí y estaremos en casa.
Apenas
vio la unión de caminos. Hizo señales a sus hombres apostados en el portón
provisorio para que abriesen el sierro. Éstos al ver la carrera que traía la
dueña, se agolparon para abrirlos de inmediato.
─
Mi señora ¿qué sucedió? ─ alcanzó a preguntar uno de los peones justo cuando se
detuvo unos segundos el caballo con su jinete. ─ ¿está bien su esposa?
─
Ha sido un desmayo ─ respondió Ariza, manteniendo quieto a su caballo que se
puso intranquilo de repente. ─ ocúpate de llevar el jeep de mi esposa de
inmediato y apuesta más gente en este portón.
─
De inmediato, mi señora ─ contestó el peón.
─
¡Dense prisa! ─ demandó Ariza e hizo que su caballo retomase la marcha. ─ No
hay paso a nadie que yo no autorice ¿queda claro?
─
Así se hará, patrona ─ obedeció el peón, haciendo señas a otros compañeros a la
vez que el subía al jeep de la joven Enapina.
Con
cada bufido de su alazán, el corazón de la estanciera se contaría más por la
preocupación por llegar ya a su hogar.
Apretó
más las bridas y el equino volvió a imprimir más velocidad a sus patas como
deseándole dar el gusto a su dueña. La distancia entre la entrada principal y
la casa patronal era de sus buenos metros, pero que se acortó rápidamente
gracias a la cooperación del caballo y en pocos momentos. Se detenían justo a
la entrada principal de la casona justo cuando se abrían las puertas de casa y
salían a su encuentro un hombre con dos sirvientas detrás de él.
─
Ariza ─ llamó su hermano recibiéndola y ayudándola en recibir el cuerpo de la
joven Rangel. ─ ¿Qué ha sucedido hermana?
─
No lo sé bien, Marcial ─ respondió la estanciera, bajándose de su caballo y
dirigiéndose a una de sus empleadas. ─ ¡Llamen a Manuel para que lleve a
tormenta a los establos!
─
Sí, mi señora ─ repuso la empleada y se fue en dirección dónde se hallaba el
caballerizo.
─
Dime ¿Qué está sucediendo? ─ insistió Marcial, viendo de reojo a su hermana y
con el rostro serio. ─ Veo que las cosas no están bien del todo. ¿Puedes
explicarme?
─
Primeramente llevemos a Bianca adentro para que la examinen e iré respondiendo
tus preguntas, hermano. ─ fue la respuesta por parte de Ariza, cuyo semblante
estaba contraído por la angustia.
─
De acuerdo ─ consintió éste.
Junto
entraron a la casa y la dueña de los pozos, mandó a llamar a un especialista que tenia para sus
trabajadores.
Mientras
conducían a la joven ingeniera hasta la recámara que fue mandada a preparar por
la señora de la casa y una vez en el dormitorio fue dejada sobre aquella cama
labrada en madera y con un hermoso dosel. Fue la misma estanciera, que retiró
los botines de la joven al igual que sus calcetines. Limpió sus pies y les
arropó con una especie de pantuflas para no enfriarlos.
─
Se ve bastante pálida ─ comentó Marcial, viendo el semblante de la esposa de su
hermana. ─ Veo en su rostro vestigios de estar con una especie de anemia
presente bajo sus parpados.
─
También me percaté de ello ─ coincidió Ariza, pasando sus dedos por el contorno
de sus ojos. ─ Al parecer su estadía en la estatal le ha traído complicaciones
en su salud. Desde la última vez que nos vimos no tenía estas marcas.
─
¿Hace cuánto tiempo de ello? ─ preguntó de frentón Marcial que no le agradó
mucho sacar conjeturas al respecto.
─
Honestamente deje de verle hace un mes ─ refirió Ariza, recordando la última
vez que se vieron en la comisaria. ─ Estuvo recluida en un sitio en el cuál
paso frio y la privaron de su libertad.
─
¿Cómo que recluida? ─ inquirió asombrado Marcial. ─ No estoy entendiendo mucho
que digamos. ¡Hazme el favor de explicarme! Es una empleada y no estamos
hablando de una reclusa para que me digas que fue recluida.
─
Marcial, aquí las cosas se manejan de un modo distinto ─ aclaró Ariza, viéndolo
directo a los ojos sin una pisca de temor porque sabía por dónde iba la
conversación. ─ Así como nosotros los ganaderos hacemos las cosas a nuestra
manera, también la estatal lo hace y aplica sus normas para su personal.
─
Hermana, no me digas lo que ya sé ─ rebatió Marcial que no le gustó la
explicación. ─ Viví gran parte de mi juventud en estas tierras. Lo que deseo
saber es cómo una empresa como Enap, mantiene recluido a un miembro de su
personal en total desmedro de su salud.
Eso va contra toda lógica y ley laboral.
─
Es una de las razones por la cual te pedí ayuda, hermano. ─ Comenzó en explicar
Ariza, tomando entre sus manos la de su esposa. ─ Desde que fui en busca de mi
Romí, la estatal y parte de su personal tomó cartas en el asunto y la
mantuvieron aislada en primera instancia lejos de mí. Ella estaba asignada a
toda la parte sur que están en mis tierras, pero desde ese día la excluyeron y
la tuvieron marginada de su lugar de trabajo. Además, fue objeto de amenazas
con otros enapinos que deseaban que la despidiesen o la enviasen a otro
campamento. Después que conseguí verla, el mandamás de la petrolera optó por
recluirla en San Gregorio, le que generó que su salud se complicara.
Una
vez que terminó la explicación de la estanciera, Marcial, sacó sus propias
conclusiones e hizo más averiguaciones.
─
Dime, Ariza ¿tienes pruebas de ello? ─ Preguntó su hermano.
─
Por supuesto ─ respondió la joven, tomó su móvil y mostró todos los mensajes
que recibió de parte del funcionario de la estatal. ─ Él me mantuvo informada
de lo que sucedía en el campamento.
─
¡Ya veo! ─ dijo Marcial, revisando los mensajes. ─ Tú informante ha sido muy
útil por lo visto. Ahora, deberás ponerte en contacto para saber más de las
acciones que emprendan en la petrolera.
─
Una vez que examinen a mi Romí, me ocuparé personalmente de llamarle ─ mencionó
Ariza.
─
Y hablando de tu esposa ¿Aceptó tus condiciones? ─ indagó Marcial.
─
En gran parte, sí ─ respondió Ariza y observando el semblante de la joven que
yacía en su lecho, agregó. ─ Sin embargo, no podré celebrar una unión por el
civil por el momento dado que fue una de las condiciones que ella pidió a
cambio de estar a mi lado.
─
Eso no es bueno, Ariza ─ puntualizó de inmediato Marcial. ─ Sabes muy bien que
debes legalizar tu unión con ella ante la ley para demandar tus derechos ante
la estatal.
─
Estoy muy consciente de ello ─ aclaró la morena un tanto parca. ─ Y sin
importar lo que deje de hacer la estatal en mi contra, voy a respetar sus
deseos por el momento. Lo que Bianca no desea es una firma de por medio que la
obligue hacer algo en contra de su voluntad.
─
¿Estás consciente de que para un gitano infringir la ley es peligroso? ─
preguntó su hermano viendo seriamente a la morena. ─ Tú me has mandado a llamar
en base a nuestra ley y acudí a ti a la brevedad. Por lo tanto, debo exigirte
que cumplas con tus obligaciones y tomes una decisión referente a tu esposa.
─
Lo sé muy bien ─ dijo Ariza, que sabía el peso que recaía sobre ella y su Romí.
─ Te lo vuelvo a repetir hermano. Respetaré su voluntad por el momento.
─
Si las cosas están en este punto, tendré que demandar el cumplimiento de la ley
e interferir ya mismo─ indicó indignado Marcial. ─ Y como tu hermano y cabeza
de familia te lo pido antes que sea demasiado tarde. Escoge Ariza y toma una
decisión. ¡Tu deber o la muerte de tu esposa!
La
amenaza se cernió de sopetón sobre la morena, cuyo semblante palideció tanto
como el de su Romí y a sabiendas de lo que se vendría sobre ella, respondió.
─
La vida de mi Romí está por encima de todo ─ fue la contestación de la
estanciera tragando con dificultad. ─ Respetaré su voluntad aunque esto me
signifiqué oponerme a las leyes que nos rigen.
─
¡Por todos los cielos, Ariza! ─ exclamó cabreado Marcial. ─ ¡Recapacita
hermana! ¿Qué no ves que pones tu vida en riesgo?
─
Ya lo dije y no echaré pie atrás ─ dijo con denuedo la morena viéndolo con el
mentón en alto. ─ Eres tú que no se da cuenta que para mí, su vida vale más que
todo y que estoy buscando la forma de regresarla conmigo sin presionarla del modo
que ella teme. No voy a renunciar a mi esposa, Marcial y para ello, tengo en
mente otra alternativa.
Los
ojos negros de su hermano, le quedaron viendo fijamente y tratar de comprender
lo que se le estaba diciendo. Sopesó unos instantes lo dicho y preguntó…
─
¡Habla! ─ demandó Marcial del modo más cortes que podía a pesar de la sangre
que corría por sus venas.
─
Bianca solamente me ha pedido que no firmemos ningún documento que la obligue a
estar unida a mí sin tener claro sus sentimientos hacia mi persona. Después que
disipe sus dudas, me dará a conocer su decisión final. ─ explicó Ariza. ─ He
aceptado por dos razones. La primera es por el tiempo que nos brindara a ambas
y el cuál aprovecharé al máximo. Segundo y el más importante para mí, es que
tengo la chance de volver a mi favor las circunstancias y hacer que ella vuelva
a unirse conmigo por medio de nuestra ley, que vale más que la que rige a esta
nación. ¿Puedes entender mis razones ahora, hermano?
─
Comprendo ─ repuso Marcial, buscando más opciones para su hermana y tras
meditar las cosas un poco más, dijo. ─ ¿Quieres renovar tus votos de unión con
Anaí?
─
No ─ respondió Ariza tajantemente.
─
¿Entonces? ─ preguntó su hermano algo perplejo. ─ ¿Qué pretendes?
─
Anaí es parte de mi pasado ─ explicó Ariza viendo a su hermano y señalando a la
joven sobre la cama. ─ Lo que nos unió una vez, hoy no significa mucho para
ella.
─
Sigo sin entender ─ dijo contrariado Marcial.
─
En el presente se llama Bianca y es con ella con quién deseo unirme ─ Aclaró
Ariza sin dejar de verla y observar a su vez por el rabillo de sus ojos a su
hermano. ─ Quiero celebrar un nuevo voto, una nueva promesa de unión ante
nuestra familia. Dejando de lado nuestro pasado para vivir el tiempo que hoy
nos corresponde. ¿Me hago entender ahora?
─
Su pasado es lo que atormenta a tu Romí y lo que desea dejar de lado. Por eso
deseas que desposarla siendo quién es hoy ─ repuso Marcial, que poso sus ojos
esta vez en la muchacha sobre el lecho. ─ Veo que de este modo no incumples en
nuestra ley y te aseguras de volver a tener contigo a tu viejo amor.
─
Efectivamente ─ concordó Ariza más aliviada de que su hermano comprendiese sus
razones. ─ Marcial, yo no puedo renunciar a ella suceda lo que suceda porque no
escogí amarla si no que la he amado desde siempre y no ha menguado el amor que
antes le tuve. Aunque hoy por hoy, tenga heridas en mi corazón. Estoy
encadenada a ella y haga lo que haga mis cadenas no se romperán porque até mi
corazón al de ella en el pasado y sigue tan unido al suyo.
─
¿De cuánto tiempo fue el acuerdo de permanecer juntas? ─ se atrevió en
preguntar su hermano.
─
El tiempo que ella necesite ─ contestó Ariza. ─ Porque necesita aclarar sus
sentimientos. Vino a mí en busca de respuestas y no porque por cumplir con lo
que le pedí. Además, hay otra mujer de por medio que ha trastocado su corazón
confundiéndola más. Por eso, eligió venir a mí no por salvar al personal de la
petrolera.
─
Cuando te refieres a otra mujer ¿Te refieres a esa mujer de la cuál
mencionaste? ─ indagó Marcial.
─
La misma, Marcela Paredes no solo desea apartarla de mí sino que además le propuso matrimonio─
mencionó Ariza con un dejo de pesar y asumida de ello, algo poco común en ella.
─ Esa mujer quiere arrebatarme a la mujer que amo.
─
Ahora entiendo porque deseas respetar sus deseos de no llevar a cabo esa unión
por el registro civil.─ Concluyó Marcial.
─
Si la obligó más se resistirá y se opondrá a mí ─ declaró Ariza. ─ Quiero que
tome conciencia de que el amor que por ella profeso es verdadero. Soy capaz de
luchar por su amor con toda la fuerza de mi cuerpo, mente y corazón con tal de
ser nuevamente la dueña de su amor. Y para eso, necesito que confíe en mí.
─
¡Está bien, hermana! ─ terminó por ceder Marcial. ─ Se hará como deseas. Voy
apoyarte en esto y velaré porque consumas tu propósito. Pero antes, necesito
que me dejes hacerme cargo de la estatal porque nuestros padres y la familia
vienen en camino.
─
Iremos hablar mañana con el mandamás de la petrolera porque no deseo que sigan
sometiendo a Bianca a nuevas sanciones. ─ expuso Ariza. ─ Necesito que me
acompañes porque no dejaré que ella esté presente cuando los obligué a ceder a
mis peticiones. Esta vez no seré condescendiente con ellos ni con nadie más.
─
Perfecto ─ secundó Marcial, sobando sus manos. ─ Tengo algunas cosas guardadas
bajo la mango en caso de que estos tipos se quieran pasar de listos y no cedan
a tus demandas. Será un placer acompañarte hermana.
─
Gracias, Marcial por todo tu apoyo ─ reconoció Ariza con una leve sonrisa a
pesar de la preocupación persistente en su pecho a causa de su esposa. ─ Y por
hacerte venir hasta aquí sin que yo haya cumplido con el rigor de la ley de los
gitanos.
─
No debes agradecer lo que no es obligado, hermana mía ─ mencionó Marcial,
acercándose a ella y tomando su mano para depositar un beso sobre su dorso. ─ Además,
debo reconocer que no incurres en falta sino por el contrario, te aseguras de
respetar tu compromiso pero de un modo distinto y eso, me satisface plenamente.
Me siento honrado de la clase de hermana que tengo junto a mí.
Estaban
en un mutuo contexto de admiración, cuando unos golpes a la puerta los
interrumpieron.
─
¡Adelante! ─ instó Ariza.
─
Con su permiso, mi señora ─ dijo una doncella. ─ Aquí he traído al paramédico.
─
¡Hazlo pasar por favor, Adelina! ─ ordenó Ariza, levantándose del lecho.
Al
instante…
─
¡Buenas tardes, patrona! ─ saludó el hombre. ─ ¿Usted me mandó a llamar?
─
Así es ─ confirmó Ariza y señalando a la joven sobre el lecho, añadió. ─
Necesito que revises a mi esposa y ver si necesita que mandes a llamar al
médico de cabecera desde Natales.
─
Enseguida ─ convino. ─ Por favor. ¿Pueden darme unos momentos?
─
Por supuesto ─ dijo Ariza, tomando del brazo a su hermano. ─ Nosotros
esperaremos afuera. ¡No tardes mucho!
─
No lo haré, patrona ─ respondió el paramédico que sabía de sobra lo que esa
orden significaba.
─
Esperaré entonces ─ adujo Ariza, saliendo junto a su hermano.
Se
dispusieron en caminar un poco por los pasillos justo cuando les salió al
encuentro el encargo de relaciones exteriores que enviase el gobierno central.
Ambos hermanos pusieron al tanto al funcionario e hicieron acuerdos para estar
los tres presentes en la reunión con la empresa del petróleo. Quedaron en
visitar a primera hora el campamento y hablar con el encargado antes de que
fuese contra prudencial hacerlo por las gestiones que llevaba a la par la
empresa nacional.
Estaban
en plena conversación, cuando el paramédico salió de las habitaciones en busca
de su patrona y la halló en compañía de los demás. Delante de todo puso al
tanto a la estanciera de su revisión.
─
¿Cómo se encuentra mi esposa? ─ preguntó con apremio Ariza.
─
Su desvanecimiento se debió a un grado de estrés y cansancio acumulado ─ señaló
el paramédico. ─ Con reposo y cuidados se repondrá pronto. No es necesario
hacer venir al médico. Lo que sí, debe llevarla para que le hagan un examen a
la sangre porque presenta claros signos de tener anemia por una posible mala
nutrición o falta de yodo.
─
¡Lo sabía! ─ exclamó con fastidio Ariza, viendo al funcionario. ─ Ahora puede
usted comprender mi preocupación por las acciones emprendidas por la estatal en
contra de mi esposa. No es exageración por la reclusión a la que fue sometida
terminó por ir en desmedró de su salud. ¡Vea usted que tengo motivos validos
para imputar el contrato de Enap con mi consorte!
─
Comprendo perfectamente su preocupación sobre la salud que afecta a su esposa ─
convino el funcionario. ─ Es por ello, que me comunicaré hoy mismo con mis
superiores y ponerlos al tanto de lo que ahora sucede con respecto al proceder
de la empresa en contra de sus interese personal referente a su cónyuge.
─
Apreciaría mucho tal acción a favor de mi esposa ─ mencionó complacida Ariza
que salió a relucir la altanarería de costumbre y viendo a su hermano, agregó. ─
Ha de saber que cuenta con toda nuestra disposición en esclarecer esta
bochornosa situación en la que nos vemos envueltos en este momento y
colaboraremos en lo que se nos solicite con la justicia y la obligación
ciudadana.
─
Es gratificante escucharla, estimada señorita Pedrales ─ repuso con admiración
el funcionario, besando su mano. ─ Hacen falta muchas personas entregadas como
usted y su hermano para provecho de la nación.
─
Comparto sus dichos y por esto, le invitó a que conversemos este tema y otros
en el despacho para que dejemos a mi hermana velar por la salud de su esposa
por unos momentos. ─ instó Marcial. ─ Usted sabe que es menester de la mujer ocuparse de los suyos en
privado.
─
Sin duda ─ afirmó apresumbrado un poco el hombre, pues aún le resultaba
increíble que tamaña mujer estuviera unida a otra, cuando debía estar unida a
un hombre de su talla y envergadura.
─
Si nos disculpas, hermana ─ dijo Marcial. ─ Te dejaré libre para dedicarle tu
tiempo en atender a tu esposa.
─
Adelante, hermano ─ convino Ariza, que sonrió con un dejo de malicia porque se
percató de las intenciones de ese funcionario y de la forma en que su hermano,
cortó de raíz cualquier ilusión y por ello, recalcó mucho la condición de
casada de la estanciera.
Se
dirigió sus pasos por el pasillo y antes de llegar a su dormitorio fue
interceptada por una de sus empleadas que le entregaron un aparato.
─
Gracias ─ dijo Ariza viendo el aparato en sus manos. ─ Puedes retirarte.
Sin
más llegó a su recámara y entró en ella sin hacer mayormente ruido alguno.
Comprobó que su Romí descansaba y procedió a taparla con unas mantas por el
momento y así no tuviese frío alguno. Luego, ella se acomodó en uno de los
sitiales frente a su lecho y desde ahí, observó largamente a la joven Rangel.
Después de un buen rato de observación, dejo su menester para ocuparse del
aparato que aún estaba en sus manos.
─
¡Vaya aún existen! ─ exclamó Ariza por el aparato.
Reviso
todos los mensajes que en ese beeper había y cuando llegó a los dos últimos fue
que le cambió el semblante y la mirada se endureció por completo. Tras
comprobar a quién pertenecía el dichoso aparato. Lo apretó con tal fuerza como
deseándolo romper de una.
─
Tendrás que pasar por encima de mi cadáver si crees que te dejaré que te
acerques nuevamente a mi esposa ─ masculló con total encono Ariza con dientes
apretados y unos verdes desbordantes de furia. ─ Suficiente tuve con que le
propusieses matrimonio a Bianca. Primero te mato antes que vuelvas a
confundirla otra vez. Y esta vez te juro que no voy a fallar.
Justo
en ese preciso momento, una rubia que bebía un trago en compañía de su hermana,
estornudo con fuerza y supo que no era resfriado sino que tuvo en
presentimiento de que alguien se estaba acordando de ella porque la piel de sus
brazos se le erizó por completo.
─
¿Sucede algo? ─ preguntó Jessica al ver el rostro algo pálido de su hermana.
─
Tengo la corazonada de que se están acordando de mí ─ mencionó Marcela y en un
tono más bajo mas para sí, que otra cosa, dijo. ─ Y es malo…De seguro es ella.
Un
rostro blanquecino con pecas en sus mejillas y confrontado a la par que el de
una morena que destilaba molestia sobre su faz. Con un mismo sentimiento de por
medio y un mismo objetivo.
¿Cuál
de las dos se quedaría con la joven Rangel? La rubia inspectora o la morena
estanciera que además, era su esposa del pasado.
Una
tormenta estaba a punto de desatarse entre ambas por el corazón de la Bianca. Y
sería una disputa sin igual porque no estaban dispuestas a rendirse ante su
contrincante.
2 comentarios:
guau esto se esta volviendo un dispusta candente.me encanto!
ARIZA NO DEJES DE LUCHAR X TU ROMI
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