Destino Implacable Capítulo 20
─ Volverás al campamento ─ volvió a retumbar en su
mente aquellas palabas como si aún no encajase del todo esa pieza de
rompecabezas.
Ya habían pasado varias horas de escuchar esa
orden de su superior y aún no lo podía creer. Recostada sobre la cama en su
habitación, no dejaba de observar el cielo raso y darle vueltas una y otras vez
a esa orden. Llegó a estar casi una hora abocada en ese asunto y la sonrisa
boba no se quitaba con nada de su rostro y es que razones tenía y de sobra.
Dentro de muy poco volvería a embarcarse en un bus rumbo al campamento junto a
ella. Y fue que recordó…
─ Por lo visto no la visto aún ─ murmuró para sí y
alzó sus ojos sobre la pared sopesando los hechos. ─ ¿Se habrán encontrado ya?
Espero que la puerta no se cierre para mí porque no estoy dispuesta a dejarla
ir. Ha sido muy duro de aceptar que terminé enamorándome de una mujer como para
dejarme vencer justo cuando ella me dado esta oportunidad que no voy a
desperdiciar aunque eso me signifique irme contra el mismo diablo. No voy a
entregarte a la mujer que amo, Ariza. Eso jamás.
Unos cuantos golpecito en la puerta, vinieron a
sacarla de sus pensamientos.
─ ¿Quién? ─ preguntó la rubia.
─ Soy yo hermana ─ respondió la voz de mujer.
─ ¡Adelante Jessica! ─ dijo la inspectora. ─
Puedes pasar.
La puerta se abrió y entró una muchacha muy
parecida a la joven recostada sobre su cama. Era casi tan alta como ella, tez
blanca con varias pecas sobre sus mejillas. Una cabellera dorada pero lisa y a
diferencia de su hermana muy corta. Sus ojos de la misma tonalidad que la otra
chica. La misma complexión física dado que toda la familia es amante de los
deportes y pertenecen a un grupo de folclore regional participando como
bailarines.
─ Pensé que ya estabas durmiendo ─ mencionó
Jessica, sentándose a los pies de la cama de su hermana.
─ Es muy temprano aún para que duerma ─ corrigió
la joven inspectora.
─ Lo sé, pero el viaje es larguísimo desde
Posesión hasta acá y más encima estuviste como dos horas en la oficina
principal. Eso agota a cualquiera.
─ ¡Muy cierto hermanita! Pero tú sabes que a mí no
─ repuso la rubia. ─ Tengo energía suficiente como estar toda la noche dando
vueltas por ahí. Vengo de una familia que se caracteriza por ser muy activos.
─ Marce… Eso no está en duda ─ refutó Jessica,
viéndola fijamente y añadió. ─ No digo que te falte energías o que estés
cansada. Lo que me preocupa es otra cosa.
─ ¿Qué sería? ─ preguntó Marcela, viéndola a los
ojos.
─ Mamá me dijo que cuando te vio aún quedaban
rastros de que has estado llorando mucho─ soltó Jessica sin dejar de verla. ─ Y
ahora que te veo lo puedo comprobar. ¿Puedes decirme que está pasando hermana?
Las pupilas de la inspectora se empequeñecieron un
poco al escuchar los argumentos de su hermana menor. Sabía que había muchas
cosas que no podía ocultar a simple vista y menos a la familia.
─ Y ¿Tú no tienes algún examen que preparar para
la U? ─ inquirió Marcela desviando el tema.
─ Marcela no empieces a tratarme como una niña.
¡Mira que tengo 28 años! Y hace mucho rato que soy independiente ─ reprendió
Jessica. ─ Además, quede sorprendida cuando llamé a mamá y me dijo que estabas
en casa. Tú no debías llegar como dentro de 5 días. Así que algo tuvo que
sucederte para que hayas vuelto antes y con esos ojos que te delatan sola.
─ ¿Cuál es el punto? ─ apremió Marcela,
enderezándose hasta quedar sentada sobre la cama.
─ Muy simple. ¿Por qué regresaste antes? ─ indagó
Jessica. ─ Y te encierras en tu cuarto cuando siempre que llegas a casa nos
buscas para que salgamos a divertirnos un poco o charlar tomándonos un trago en
algún bar.
─ Será porque deseaba estar sola ─ respondió
evasiva Marcela.
─ Eso solo lo haces cuando estás triste ─ mencionó
Jessica. ─ Y tú no eres una mujer dada la tristeza o que sufra de depresión.
Por lo tanto, algo sucedió en tu trabajo ¿no es así?
─ ¡Vaya que estamos en postura detectivesca! ─ se
burló Marcela.
─ ¡Ya suéltalo de una vez! ─ espetó con la misma
seriedad Jessica. ─ Nosotras nunca hemos tenido secretos. ¿Qué tienes?
─ Es tu tema delicado…Jessica ─ dijo la
inspectora.
─ ¿Qué tanto? ─ preguntó ésta.
─ Es bien complejo ─ mencionó Marcela.
─ ¿Está relacionado con tu trabajo? ─ indagó
Jessica.
─ Más o menos ─ repuso la rubia.
─ ¿Está en riesgo tu permanencia en la pega
(trabajo)? ─ inquirió Jessica.
─ En parte no y en parte sí ─ indicó Marcela.
─ ¿Cómo es eso? ─ cuestionó Jessica.
─ Te dije que era complejo ─ refirió Marcela.
─ Me inquietas hermana ─ señaló Jessica. ─ ¿Qué es
tan grave para que puedas correr peligro en el trabajo?
─ Jessica ¿Podemos dejarlo para otra ocasión? ─
preguntó Marcela.
─ Me gustaría hacerlo, pero sé de sobra que te
está afectando ─ soltó la otra Paredes. ─ Se te nota que deseas desahogarte.
─ No solo se trata de trabajo si no que hay mucho
más que eso hermana ─ confidenció la inspectora. ─ Y es por la razón que estoy
de vuelta en casa y por la que tuve que ir a la oficina principal de Enap
porque fui mandada a llamar por uno de los grandes.
─ ¿Tan grave es? ─ inquirió algo pasmada Jessica
que lo supo de inmediato cuando su hermana asintió con la cabeza. ─ Podemos
salir a beber algo y conversar tranquilamente. Si te preocupas por la mamá.
─ ¡Está bien! ─ accedió Marcela, bajando de su
cama y yendo a su closet. ─ Déjame cambiarme y nos vamos.
─ Nada de eso ─ refutó Jessica. ─ Estás bien así.
Y por tu propio bien es mejor que salgamos cuanto antes.
─ Pero… ─ protestó Marcela que fue jalada de un
tirón y le entregaron sus botines.
─ ¡Póntelos ya! ─ demandó Jessica.
─ Ok mamá ─ respondió Marcela.
─ ¡Chistosita! ─ amonestó Jessica. ─ deja las
burlas para otra.
─ No podría... ─ habló en voz alta la inspectora,
olvidándose de su hermana. ─ jamás la vería con esos ojos, ni me burlaría de
ella.
─ ¡¿What’s do you say?! ─ escupió Jessica en otro
idioma que solo lo hacía cuando algo la superaba con creces.
─ ¡Mierda! ─ exclamó la inspectora tomando
conciencia que fue indiscreta. ─ Hablé demás.
─ ¡Ah no! No saldrás de aquí hasta que me digas
¿Qué quisiste decir con ELLA? ─ exigió Jessica.
─ ¡Shis! ─ mandó a callar Marcela a su hermana,
poniendo su mano sobre la boca de su hermana. ─ ¿Quieres qué mamá nos oiga
tontona?
─ No. Claro que no ─ contestó Jessica cuando
liberaron sus labios.
─ Si te lo digo aquí serías capaz de escupir toda
la casa. Por lo que no diré una sola palabra hasta que lleguemos a un lugar
dónde podamos hacerlo ─ señaló Marcela. ─ ¡Así que andando!
─ Ok ─ convino la menor.
Ya juntas salieron de la habitación con rumbo a la
planta baja y se toparon con su madre.
─ ¿Saldrán? ─ preguntó la señora.
─ Daremos una vuelta ─ respondió Jessica. ─ Le
hará bien tomar un poco de aire ¿No lo crees tú?
─ Por supuesto que sí ─ dijo la madre. ─ Has que
se distraiga un poco. Lo que sí; no regresen tan tarde.
─ Claro que no, Mamá ─ respondió Marce. ─ Solo
será un rato para conversar.
─ Lo sé ─ repuso la señora. ─ ¡Anda!
─ Nos vemos al rato, mi vieja ─ señaló Jessica.
Ambas chicas Paredes, salieron al jardín donde se
hallaba el auto de la menor y se embarcaron en él y una vez arriba y cuando ya
comenzaban avanzar por la avenida España. Se escuchó decir…
─ Ella es Bianca Rangel ─ soltó de pronto Marcela.
─ Y es la razón porque estoy de vuelta en Punta Arenas.
─ ¿What? ─ vociferó con tamaños ojos Jessica,
mientras conducía rumbo al centro de la ciudad en busca de un local y no dejaba
de ver con pavor a su hermana. ─ ¡Shet!... (Al rato dijo)… ¿No me digas qué tú?...
(Sacando conclusiones)… ¿Tú y ella?
─ No soy lesbiana si es que eso estás pensando ─ aclaró
Marcela, mirando por la ventanilla.
─ ¿No? ─ entre preguntó y concluyó Jessica,
poniendo en orden sus pensamientos al rato dijo.─ No estoy entendiendo mucho
que digamos… ¡A ver!... No lo eres, claro está… ¡Lo sé, se te nota que no eres
de esas!...Pero… ¿Qué tiene que ver esa mujer contigo entonces?... ¡Explícame!
─ Me enamoré de esa mujer ─ sentenció sin rodeos
Marcela sin dejar de observar el paisaje, no había necesidad de mirar a su
hermana pues la veía por el vidrio de su ventanilla.
─ ¡Shet!... ¡Mierda!... ¿Cómo?... ¡Madre de
Dios!... ¡Por la cresta! ─ despotricó cuanto epíteto le vino a la mente y
pasando su mano por su boca, agregó. ─ De una cosa estoy segura… Necesito un
Whisky doble o toda la botella…Se me secó la boca.
─ A mí me das
un agua tónica ─ señaló Marcela, mientras se toca las sienes. ─ De tragos ya
tuve suficiente anoche.
Esto último vino a dejar taciturna a la menor de
las Paredes, que comprendió que su hermana no lo estaba pasando nada bien ¡Y no
era para menos! Acababa de confesar que se enamoró de una mujer y eso sería una
hecatombe de proporciones en su familia. Ahora comprendía el dolor en sus ojos
y temor cuando la confrontó hace un rato. Esta iba a ser una noche muy larga y
de muchas confesiones.
Un trago iba a ser muy poco para la joven Paredes
después que en el lapso de la noche le develarían cosas que jamás imaginó que
estuviesen sucediendo y en el riesgo que podría encontrarse su hermana a manos
de su rival.
Un rodar por la calle semi escarchada y una camino
serpenteante de muchas sorpresas y descubrimientos aguardaban a las dos
hermanas mientras el vehículo se desplazaba por la calzada.
Mientras en Punta Arenas la vida continuaba con
sus acostumbrados pasajes y actividades rutinarias. Lejos de ahí, a unos 160
Kilómetros…
─ Es hora de regresar ─ señalo Ariza, que mantenía
muy abrazada a su pareja, mientras veían la pequeña laguna frente a ellas. ─
Muy pronto anochecerá y la vista de un caballo se reduce mucho.
─ Bueno ─ fue la respuesta de Bianca, que no se
despegó del pecho de la estanciera.
─ ¿No quieres irte verdad? ─ preguntó Ariza,
acariciando los cabellos de la joven Rangel.
─ No ─ fue su sincera respuesta. ─ Es el único
momento de paz que he tenido desde hace meses.
─ Romí ─ susurró con pesar la estanciera. ─ Vas a
tener esa paz. Te lo prometo.
─ Eso quiero creer, Ariza ─ murmuró Bianca y esta
vez sí se despegó de su lado.
─ Confía en mí ─ solicitó ésta, tomando su mano
entre la suya. ─ ¡Vayamos a casa!
─ Espero que Don Alejandro lo tome a bien ─
respondió Bianca y sopesando esas palabras.
─ ¡Más le vale que lo haga! ─ dijo cortantemente
Ariza. ─ No dejaré que te sigan utilizando para torcerme la mano. Tú estás al
margen de cualquier problema que pudiera tener con la estatal.
─ Es por mí que comenzó toda esta casería de
brujas. ─ aclaró Bianca, suspirando. ─ De su parte y de la tuya. Así que no nos
saquemos la suerte entre nosotras.
─ ¡Ya veo! ─ repuso Ariza con una sonrisa torcida.
─ Entre gitanos la suerte no corre ¿no es así?
─ ¿Gitanos? ─ inquirió Bianca viéndola con
curiosidad por el dicho.
─ Así es. Gitanos ─ confirmó Ariza, caminando
hasta dónde estaba su caballo. ─ Te recuerdo que desde que nos unimos por la
ley de mi pueblo, tú eres una más de nosotros.
─ Pero… ¡Eso fue en el pasado! ─ protestó Bianca y
de repente le quedo viendo y al ver esos ojos verdes, sacudió su cabeza nada
más. ─ ¡Olvida lo que dije!
─ Eres una hermosa gitana por lo demás. ─ susurró
coquetamente Ariza, guiñando un ojo a su Romí.
─ ¡Eres el colmo! ─ se quejó Bianca, antes de
volver a subirse al caballo.
─ ¡Puede ser! ─ repuso Ariza, tomando las bridas y
poniendo en marcha a su semental. ─ Pero nunca me cansaré de decirte lo bella
que eres porque es un placer que no me pienso negar más.
─ Lo que tú digas ─ convino Bianca que la sola
cercanía y la sensualidad en la voz de la estanciera la dejaba con escalofríos
en todo su cuerpo.
─ Estás muy complaciente Bianca. ─ adujó Ariza que
le resultó gracioso que la joven aceptara todo de buenas a primeras. ─ ¡Diría
que estás bajando la guardia muy pronto!
─ Digamos que es una tregua momentánea ─ corrigió
la joven Rangel, con cierto ardor de mejillas.
─ Sigues teniendo casi el mismo carácter del
pasado ─ rememoró Ariza. ─ Nunca fuiste de someterte de buenas a primeras y
siempre me diste mucho trabajo para hacerte entender las cosas.
─ ¿Te estás quejando del pasado ahora? ─ increpó
Bianca que no le causo ninguna gracia la queja.
─ No sería mal idea ─ afirmó con un dejo de burla.
─ Tal vez pudiese recibir un poco de retribución por aquel esfuerzo en el
pasado ¡digo yo! En pedir no hay engaño.
─ En tus sueños más profundo Ariza ─ rectificó con
pica Bianca. ─ No se puede pedir una especie de reembolso por las acciones que
emprendemos. Sé hacen porque uno lo desea y es desinteresado sin dar algo a
cambio.
─ Jajaja… ¡Ay Romí! ─ exclamó la estanciera que le
daba una grata sensación de estar llevándose mejor entre las dos. ─ ¡Ves qué
tengo razón! Sigues siendo la misma de siempre.
─ ¡Que no lo soy! ─ defendió Bianca. ─ Son ideas
tuyas nada más que te aferras todo el tiempo a nuestro pasado.
─ ¡Um! ─ fue la exclamación de boca de la
estanciera. ─ Es mi presente el que habla. Eres tú. Bianca Rangel. Eres mi
presente que se comporta como tal.
Ese fue un buen punto de vista y que por cierto
dejo sin argumentos a Rangel. Solo abría y cerraba sus labios sin poder brotar
palabra alguna de ellos. ¡En verdad no tenía cómo!
─ Como dije… Disfrutemos de este tiempo solamente
─ susurró con un dulce ronroneo Ariza, logrando que una corriente fría bajase
desde el cuello hasta la plante de los pies de la joven ingeniera.
Sería bastante complejo mantenerse libre por así
decirlo, de las provocaciones de la estanciera y sin salir sin rasguño alguno.
Al parecer la convivencia sería más intensa de lo que Bianca suponía. ¡Nadie va
a la boca del lobo y quiere quedar indemne de sus ataques!
Negros pensamientos por así decirlo; no, picaros;
desfilaban en la mente de la ingeniera que al estar tan pegada a la estanciera
podía sentir mucho más cosas de las que deseaba admitir en verdad y es que la
respiración le daba muy cerca de su oreja izquierda y parte terminaba en su
cuello y a esas alturas la piel estaba de gallina como dicen en jerga Chilena.
Demasiado sensible a ese jueguito que se traía la dueña de los pozos y su
antiguo amor.
Como leyendo las reacciones de la muchacha. Ariza,
intensificó un poco más aquellas sensaciones pues deseaba ver hasta qué punto
podía tolerar su Romí y de paso disfrutar de su compañía. Ni tonta ni perezosa,
fue cerrando más su brazo sobre la cintura de la joven Enapina y pegarla más y
más a su cuerpo de una forma delicada y calculada para no despertar un
sobresalto en ella.
Tampoco la estanciera no dejaba de pensar las cosas
mientras se dedicaba por partida doble a guiar a su corcel como provocar a su
pareja. Recordaba muy claramente todo lo dicho por ella de no hacer presiones
muy notorias al igual que no la obligase a firmar nada que comprometiese su
momentánea relación por el tiempo que durase su estadía en la propiedad de la
ganadera.
«Solo pediste que no hubiese una firma de por
medio…Pero… No dijiste nada de celebrar una boda…Así que tengo vía libre para
consumarlo» Fueron las oscuras intensiones que se proyectaban en la mente de
Ariza.
De a poquito en la comisura de sus labios se fue
plasmando una clara sonrisa; bastante retorcida puesto que sus planes para nada
habían cambiado y de alguna forma u otra, llevaría a cabo sus planes. Jugaría
todas sus cartas y estas incluían la conquista, seducción y perspicacia para
envolver el corazón de la joven Rangel y hacer que sucumba a sus encantos y
hacerle que aceptase ser su esposa nuevamente.
Y aunque el viento comenzó a levantarse en medio
de las pampas y hacer menos grato la estadía a la intemperie de cualquier ser
vivo que anduviese deambulando por sus alrededores. También hizo que la
estanciera apurase más el paso de su caballo.
─ ¡De prisa tormenta! ─ Apremió la estanciera
clavando su pie en el costado de su animal por no poder usar su brida al estar
ocupada su mano sobre la cintura de su esposa.
Se dice que cuando clavan espuelas en las
costillas de un caballo. Este reacciona rápidamente porque el dolor es
insoportable para el animal y se muestra en postura de sumisión para no recibir
más clavadas. En un dos por tres el pura sangre de la estanciera ya no paseaba
como en un principio a paso lento sino que ya estaba trotando y bufando como
loco. Y al rato ya estaba en carrera.
─ ¡Así se hace! ─ celebró a su modo Ariza y guiaba
a su caballo para evadir coirones y arbustos de calafates. ─ Pronto llegaremos
a casa y podrás descansar.
─ ¿A quién le dices? ─ preguntó Bianca luchando
con el movimiento del caballo como el frío que le daba de lleno en el rostro.
─ A tormenta ─ respondió Ariza. ─ Hoy se ha esforzado
mucho para llegar a ti y se merece un buen descanso. Gracias a él, pude
interceptarte a tiempo y evitar que te lastimases.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó Bianca y conmovida por las
palabras de la estanciera, con su mano acarició al animal por sobre su crin y
costado. ─ ¡Gracias Tormenta! Te debo mucho.
Por su parte, Ariza, quedo complacida por las
palabras y el geste presente en la muchacha para con su corcel y aprovechó la
ocasión para…
─ También podrías extender tu gratitud para
conmigo ─ soltó sensual Ariza, acercando su rostro a la mejilla de la joven lo
más que le permitía su posición. ─ No me enojaría si lo hicieses por el
contrario sería reconfortante.
No solo fueron las palabras combinado con el
aliento tibio que golpeó su mejilla y electrificó su espina dorsal ante la
sensualidad de su voz que por poco y le da un infarto dado que su corazón
golpeaba pesado en sus oídos y retumbaba en su pecho como martillo de fábrica.
─ ¡Ariza! ─ Se quejó Bianca, tocándose el pecho. ─
¡No hagas eso!
─ ¿Por qué no? ─ preguntó la estanciera y volvió a
la carga pero esta vez muy cerca de su cuello. ─ He pedido algo pequeño para mi
gusto.
─ ¡¿Pequeño?! ─ exageró la pregunta Bianca. ─ Pues
no me lo parece y por lo demás, me refería a que no me asustarás de ese modo.
─ ¡Ah! ─ exclamó Ariza y sin tomar en cuenta el
consejo, se posesionó justo sobre la oreja de la joven y susurró. ─ ¿Y no me
darás el gusto?
Ahora sí que la corriente de escalofrío se sintió
por todo el cuerpo de la joven ingeniera y es que se encogió de hombros al
sentir el aire tibio sobre su oído y el timbre de voz la estaba sacando de sus
cabales.
─ Gracias ─ cedió Bianca que temblaba de pies a
cabeza con la provocación de la estanciera.
─ ¿Eso es todo? ─ preguntó Ariza con alevosía en
su oreja.
─ Debería ser suficiente ─ contradijo Bianca que
intentó separarse un poco del cuerpo de la morena para no ser más el blanco de
sus perversiones. ─ Dijiste que extendiera la gratitud, pues bien, eso hice.
─ Jajaja ─ se burló Ariza que volvió a ceñirla a
su pecho y suelta de cuerpo, agregó. ─ Me refería a una caricia de tu parte
como un beso ¡Quizás!
─ No seas
fresca ─ reprendió Bianca que estaba más roja que la grana. ─ Despacio,
por favor. ¡No abuses!
─ Pero no estoy abusando ─ refutó Ariza y sin más
dejo sentir sus labios sobre la mejilla de la joven Rangel. ─ Tan solo no lo
puedo evitar.
─ ¡Ariza! ─ protestó Bianca ahora sí, pálida a más
no poder.
─ ¿Qué? ─ preguntó como si nada la estanciera.
─ Tú… ¡Dios!... ─ gesticulaba palabras Bianca y
movía su cabeza al mismo tiempo. ─ ¡Ay señor!... ¡Olvídalo!
─ ¡Pero qué creyente estás querida! ─ se burló
Ariza a expensas de la muchacha. ─ Hacía rato que no veía a alguien llamar
tanto a Dios.
─ ¡Si serás! ─ masculló Bianca, que giró su rostro
enojada y con los cachetes inflados. ─ ¡eres el colmo! No solo te insinúas y me
acosas si no que te das el lujo de burlarte de mí y todo cuanto diga.
─ ¿Yo?... ─ contra preguntó la estanciera con cara
de yo no fui y luego, puso una cara de seductora. ─ ¿Cómo crees? Si lo que
deseo hacer contigo es mucho más intenso y privado y no con tanta palabrería de
por medio.
─ ¡Tú!... ¡Tú!... tu eres de lo peor ─ acusó
Bianca sonrojada hasta lo indecible y con tamaños ojos. ─ Eres una pervertida.
─ Jajaja ─ soltó en una risotada la morena cuyos
ojos eran un monumento a mucho más que palabras sino acción. ─ No lo niego. Me
has pervertido desde que te conocí y aún más en la intimidad. En parte tú eres
la culpable que sea una pervertida.
─ Eso no es cierto ─ rebatió Bianca tragando en
seco al ver como se acercaba el rostro de la estanciera que no dejaba de verle
los labios. ─ Tú sola has sido… ¡Este!... ¡No me mires así!
─ ¿Mirarte cómo? ─ inquirió sensualmente Ariza,
acercando mucho su boca a la de la joven.
─ Co… ─ no alcanzó a decir más Bianca, cuando
sintió los labios de aquella morena sobre los suyos al mismo tiempo que el
caballo se detuvo en seco.
Se dice que muchas cosas se confabulan en la vida
para que determinados sucesos ocurran y encuentros se den. En este caso, fue la
complicidad de aquel cuadrúpedo que les ayudo un poco en ese reencuentro tan
especial y cargado de muchas emociones que debían aflorar aun.
Fue en cámara lenta el acercamiento que llevo a un
beso que se fue adueñando de las emociones de ambas mujeres y la caricia se
volvió más intensa sin perder la delicadeza. Puesto que en ese instante no
había el fuego de una pasión exacerbada de parte de ninguna de las dos. Se
diría que era un beso más exploratorio con un dejo de pedir permiso para
invadir más y más aquella cavidad y volcar la intensa ternura que embargaba a
la otrora gitana. Dejo de lado su pasión desbordante que le provocaba su pareja
y solo se concentró en ir despacio conquistando con pequeños detalles de
ternura y delicadeza.
Por su parte, en la joven Rangel un sinfín de
emociones se estaba agolpando en su corazón como en su mente. Si bien, aquel
beso era delicado no quitaba ser invasivo como lo era todo en la estanciera.
Sin embargo, esta vez, había ternura que la obligaba aceptar aquella caricia,
sus labios, su lengua que exploraba la cavidad de su interior como reconociendo
por primera vez aquel lugar.
Se dejo envolver por el beso que le robaba Ariza y
a la vez, en cierta forma reclamaba algo que ya le pertenecía desde hace mucho.
Por un momento, abrió sus ojos y vio el semblante de la morena tan en paz y
disfrutando de la caricia como si fuese aquello lo mejor que le pudiese
suceder. Y verla tan en paz, le trajo algo de nostalgia y simplemente volvió a
cerrar sus parpados y sumergirse un poco más en la profundidad de ese beso que
olvido todo por un instante hasta que…
«Es tan distinto a la forma de besar que tiene
Marcela» Bastó esa simple comparación en su mente para que se congelará por
completo y sus ojos se abrieron de golpe al recodar su promesa.
La inercia repentina de parte de la joven Rangel,
no paso desapercibida para la estanciera que también abrió sus ojos y contempló
aquellos ojos grises.
─ ¿Qué sucede Bianca? ─ preguntó Ariza, echando un
poco para atrás su cabeza y observar mejor a la chica.
─ Lo siento. ─ se disculpó ésta y giró su cara
hacia un costado porque de buena gana se hubiese lanzado abajo del caballo. ─
Yo no puedo hacerlo.
Para Ariza, aquello fue duro en parte porque sabía
que no le era nada indiferente a su Romí sino que algo debió cruzarse por su
mente para que se comportara de ese modo.
─ ¿Es por ella? ─ inquirió Ariza sin dejar de ver
el rostro de la muchacha. ─ ¿La estaba recordando mientras te besaba?
─ No es así ─ se apresuró en decir Bianca. ─
Simplemente es muy pronto dejarme llevar por algo que puede nublarme mi juicio.
Debes entenderlo Ariza, necesito estar clara en lo que puedo o no sentir por
ti.
─ ¡Ya veo! ─ mencionó Ariza, sopesando las cosas y
mordiendo un poco su despecho. ─ Para mí ha de ser el veneno y para ella, la
miel. ¿No es así Bianca?
─ Es contigo con quién tengo el mayor de los
problemas ─ señaló Bianca. ─ Con ella no tengo ningún inconveniente y ha sido
muy trasparente desde que me confesó que le gustaba.
─ Por lo visto no dejarás de verme con malos ojos
─ acusó dolida Ariza y acortando las bridas de su caballo, lo hizo retomar el
camino. ─ Y es mejor que continuemos porque no voy a insistir con este asunto
porque también tengo dignidad y las migajas son para los animales domésticos no
para mí.
─ Ariza, no se trata de eso ─ refutó de inmediato
Bianca reaccionando ante lo dicho por la otra parte. ─ Yo solo…
─ ¡Por favor, no sigas! ─ interrumpió seria la
estanciera, con sus ojos oscurecidos por sus emociones. ─ Ahórrate la
explicación, Bianca. No deseo seguir con este tema.
No hubo tiempo para respuesta alguna de parte de
la joven Rangel porque lo cortante de las palabras de Ariza, le dejaron claro
que había sido dura en sus comentarios y la había lastimado. No tenía caso
decir lo que realmente pensaba y sentía. ¡Ahora sí las había jodido! Le bastó
con ver la dureza en las facciones de la morena y saber que no conseguía
llevarse bien del todo con ella como era su deseo.
« Así nunca podré aclarar mis sentimientos con
respecto a ella» sopesaba mentalmente Bianca.
«Es cómo si la castigase inconscientemente por lo que sucedió en el
pasado. Debo dejar de hacerlo para comenzar a vivir el presente como
corresponde»
En lo que duró la cabalgata ninguna de las dos se
volvió a pronunciar dado que estaban sumidas en sus pensamientos y solo el
bufido del caballo era el único sonido que se dejaba oír por momentos.
Las cuchillas se clavaban directo al corazón de la
estanciera una y otra vez. Todo lo que salían de los labios de su viejo amor
eran esas dagas que se clavaban cada vez más profundo en su corazón y no sabía
cuánto tiempo más podría soportarlo sin volverse loca por completo.
« Si sigues así, dejarás totalmente seco mi
corazón y no podré curarlo si no me ayudas, Bianca. ¿Es tan difícil para ti
perdonarme? » Estos eran los pensamientos de Ariza, algo lúgubres e inciertos
porque no dependía de ella solamente; si no que su Romí debía ayudarla a
redimirse para alcanzar un acuerdo que les permitiese convivir un tiempo y
descubrir sus verdaderos sentimientos en lo que hoy eran Ariza Pedrales y
Bianca Rangel.
Ya no serían más Arlyn y Anaí, muy atrás quedaron
ellas como su pasado. Hoy debían escribir su propia historia y para su
desgracia habían comenzado con el pie izquierdo.
1 comentario:
ay bianca,lo pasado pisado.el presente es lo que cuenta y lo que marcara el futuro.
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