mujer y ave

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martes, 1 de enero de 2019

Confusión.


Atada por un testamento, capítulo 21.


Desde el momento en que tuvo la mala fortuna de desvanecerse por causa de aquellos problemas en su corazón y tener que ser llevada a ver un especialista de la materia. Sumado a que fue un viaje de retorno tremendamente largo e intenso a pesar de estar a solo dos horas de camino dado que fue totalmente más de lo que podía imaginar o espera. Tan solo eso…Dos días que se habían vuelto casi una eternidad y sin contar que en la estancia estaba todavía sumado un caos gracias a su sabotaje y las consecuencias estaban visible por donde se mirase y el más fiel reflejo era ver el rostro sombrío de los trabajadores que hacían un doble esfuerzo por salvar las cosechas.


La profundidad de esos ojos celestes observaban todo con atención tratando de vislumbrar una solución que pudiese ayudar a reparar en parte el gran desastre que ella misma ocasionó. No dejaba de observarlo todo mientras el jeep se perfilaba hacia la casona. Decenas de trabajadores estaban inmersos trabajando arduamente por conseguir el objetivo de salvar las siembras.

Cuando llegaron hasta la entrada de la vivienda. Carlos, estacionó justo en el momento que Pedro se acercaba con algunos objetos pequeños en su mano y en cuyo semblante se veía reflejado, la pre ocupación por lo que les tocaba vivir. No obstante a ello, también le preocupaba el estado de salud de la joven Sotomayor a sabiendas que ella tenía mucha implicancia en todo lo que estaba sucediendo.

─ ¿Cómo les fue? ─ preguntó Pedro a su jefa.
─ Problemas del corazón. Tiene antecedentes familiares ─ contestó sin rodeos Akiane y viendo a Karina que descendía por la otra puerta. ─ ¡Por favor espérame adentro Karina!
─ ¿Segura? ─ contradijo Karina viéndola seriamente. ─ Hay mucho por hacer y no puedo darme el lujo de quedarme sentada mientras los demás reparan mi desastre.
─ Estoy consciente de ello, pero necesito hablar antes con Pedro y luego, veremos en qué puedes ayudarnos. ─ explicó Akiane que no se alteró por  la actitud de Karina. ─ ¡confía en mí! No voy a excluirte.
─ No me queda de otra por lo visto ─ fue la respuesta seca de Karina que no le gustaba aceptar las cosas de buenas a primera, pero lo había prometido y tendría que hacer concesiones.
Akiane, decidió guardar silencio solamente y la siguió con la mirada hasta que se perdió tras la puerta principal y sólo recién ahí, se enfocó en su capataz.
─ ¿Todo bien entre ustedes? ─ inquirió Pedro que la observaba mientras su jefa seguía la mirada de la chica Sotomayor. ─ Me parece que Karina no es la misma que salió de aquí.
─ Claro que no lo es ─ repuso Akiane viéndolo a los ojos. ─ el médico fue bien claro en decir que Karina tiene problemas cardiacos; no tan severos como llegué a pensar en un principio; pero requieren de controles continuos dado que las mujeres Mondriatti padecen de insuficiencia cardiaca y su tiempo de vida no es tan longevo como se esperaría. El asunto es que no debe pasar por fuertes emociones o situaciones que le originen un estrés mayor porque afecta a su corazón a corto y mediano plazo.
─ Complejo el tema ─ adujo Pedro al sopesar la información y los hechos acaecidos anteriormente. ─ Dado que la permanencia en los alerces ha influido en su condición. ¿Qué harás con respecto al tiempo que aún le queda por permanecer aquí?
─ No tengo más alternativa que acelerar las cosas y hacer venir a Mauricio para que lea el testamento de Adriana. ─ respondió Akiane. ─ Le prometí que hablaríamos con total franqueza acerca de lo que me solicitó su hermana, pero aun así; estoy atada de manos dado que no puedo permitirme a estas alturas que el esfuerzo y lo que implica la petición de mi cuñada se vaya por el caño.
─ ¡Um! ─ exclamó Pedro tras escuchar a su patrona. ─ dime honestamente ¿lo haces por el testamento o por ti?
─ Por las dos cosas ─ afirmó Akiane con un dejo de pesar. ─ Me gustaría decirte que solo es por mí, pero hay mucho en juego en ese testamento que debe ser respetado por el bien de la propia Karina.
─ ¿Y tú? ─ insistió Pedro sin dejar de verla. ─
─ Simplemente pierdo todo por cuanto estoy luchando, Pedro. ─ señaló Akiane esforzando su voz por sonar calmada. ─ No puedo permitirme perderla. ¡No ahora!
─ ¿Por su condición? ─ indagó Pedro cautelosamente.
─ No ─ fue la respuesta de parte de Akiane. ─ Porque al fin he conseguido que las puertas de su corazón se abran para mí. Y  aunque es ínfima la apertura, no dejaré pasar esta oportunidad de conquistarla.
─ Comprendo. ─dijo Pedro. ─ Entonces… ¡Hazlo por el bien de las dos y de todos!
─ ¿Y eso? ─ fue el turno de Akiane en preguntar.
─ Por muy descabellado que suene, si ustedes siguen enfrentándose como lo han hecho hasta ahora, los únicos perjudicados serán los trabajadores que podrían perder la fuente de sustento con que se ganan la vida y no creo que deseen que eso suceda o ¿me equivoco Akiane? ─ explicó Pedro.
─ Por supuesto que no ─ respondió tajantemente la albacea. ─ por la misma razón, dejaré que Karina nos ayude a salvar la cosecha y reparar el daño en la lechería.
─ ¡Y hablando de eso! ─ recordó Pedro los objetos que tenía en la mano y agregó. ─ Estas piezas no calzan en los motores de la cegadora dado que son alemanes y el mecánico no puede hallarle el calce.
─ Tendremos que pedirle ayuda a Karina ─ puntualizó Akiane. ─Estoy segura que ella podrá encontrar la solución.
─ Pero  ¿y su salud? ─ refutó Pedro. ─ no puede trabajar directamente con los motores. Demanda mucho esfuerzo.
─ Puede dirigir, Pedro ─ aclaró Akiane girando sobre sus talones en dirección de la casa. ─ Ellas darás las indicaciones y los hombres harán el resto.
─ Ahora sí, nos entendemos ─ coincidió el capataz siguiéndole el paso. ─ Iré hablar con los muchachos y tendremos todo listo para cuando venga Karina.
─ Perfecto ─ acotó Akiane. ─ Iré hablar con ella de inmediato.
─ Nos vemos al rato. ─ dijo Pedro.
─ Oka ─ repuso Akiane y entró a la casona.

Sinceramente las cosas tendrían que cambiar; mejor dicho mejorar por el bien de todos, ya que muchas cosas dependían de ello y tal como dijese Pedro, si no hallaban un punto de concordia serían los demás los que saldrían perjudicados y cuando hablamos de terceros en esta historia ser refiere a mucho más que los trabajadores de Akiane, hay más peces en la mar suelen decir los entendidos.

La joven Rosemberg, antes de dirigirse hacia su despacho, fue hasta la cocina y ordenó a Greta que le preparase comida liviana para los trabajadores que redoblarían turno para sacar adelante la cosecha al igual que la lechería. De seguro iban a necesitar todo tipo de ayuda para conseguir un objetivo que hasta hora tenía todo el aspecto de ser adverso para la albacea. Luego de hablar con su nana se fue hacia su cita con el destino y el amor.

Al entrar lo primero que notó fue que Karina estaba de pie junto a la ventana y desde ahí, podía observar el movimiento que se hacía en los campos. Y de estar tan sumida en sus pensamientos y remordimientos que sentía al ver las consecuencias de sus maquinaciones.

─ De seguro no tiene buen aspecto, pero estoy segura que podremos revertirlo a nuestro favor. ─ habló Akiane detrás de las espaldas de la muchacha.
¡No sabría si fue el susto o que la encontrase vulnerable! Lo que hizo que Karina, diera un pequeño respingo al escuchar la voz de Akiane casi pegada a ella.
─ No te sentí llegar. ─ respondió Karina. ─ Veo que no has tardado mucho.
─ Así es ─ repuso Akiane. ─ Porque no tomas asiento.
─ Creo que no es tiempo de tomar un descanso cuando hay mucho que hacer. ─ reparó Karina.
─ Eso  lo sé muy bien, Karina. ─ adujo Akiane. ─ No obstante, tenemos una pequeña conversación antes de serles útil.
─ Bien ─ aceptó Karina que nada de renuente se sentó en frente de la albacea. ─ ¿Tú dirás?
─ Como ya te dije antes, necesito que confíes plenamente en mí y por ello, me atrevo en pedirte que nos ayudes pero indicándoles a mis trabajadores qué hacer con unos motores que estamos teniendo dificultades─ Mencionó Akiane. ─ Sé que te gusta estar con las manos en la maza como se dice en jerga campesina, pero tú sabes que por salud no voy arriesgarme a que te suceda algo con respecto a tu corazón.
─ ¡Qué considera de tu parte! ─ refirió escéptica Karina, levantando una ceja. ─ Dada las circunstancias se necesitan muchas manos para reparar esas máquinas.
─ Estoy consciente de ello ─ respondió Akiane serenamente. ─ Pero mantendré mi postura con respecto a ti por tu propio bien.
─ Por lo visto, tú te empeñas en regir mi vida y acciones al precio que sea. ─ reprochó seria Karina.
─ Karina ¡entiende de una vez que no busco un conflicto contigo! ─ objetó Akiane. ─ ¿Por qué se te hace tan difícil entender que busco protegerte?
  Y por qué a ti  no se mete en tu cerebrito  el hecho de que no deseo que me estés protegiendo─ refutó molesta Karina que perdía los estribos fácilmente cuando le llevaban la contra. ─ Que soy lo suficientemente capaz de cuidarme perfectamente sola y mi corazón, no es excusa para mí el vivir la vida plenamente.
─ Porque tienes un problema que no es ninguna jugarreta y que tienes antecedentes familiares que indican que debes tomar resguardos. ─ contradijo Akiane golpeando la mesa con su mano. ─ Y mientras estés bajo mi techo y cuidado no permitiré que te excedas más de lo necesario.

Los ojos celestes de Karina se empequeñecieron al tenor del golpe y la fuerza de las palabras.  En otra ocasión la hubiera mandado a freír espárragos al África, pero sabía que debía contenerse dado que todo lo que estaba sucediendo era su culpa y de alguna forma debería revertir el desastre.

─ No vamos a llegar a ninguna parte así ─ fue el comentario que brotó de los labios de Sotomayor. Guardando su impulsividad y agresividad para con la albacea.
─ Solo hay un camino Karina ─ señaló en respuesta Akiane tratando de frenarse de igual modo porque no iba a permitir que pudiera sucederle algo. ─ Tú decides si aceptas o no, mi propuesta.

Karina se tomó unos segundos antes de responder y le quedo viendo con una cara de malas pulgas hasta que tomó una decisión finalmente.

─ Como siempre tu voluntad se impone…Akiane. ─ terminó por ceder Karina. ─ Haré lo que me pides.
─ Gracias ─ respondió Akiane más aliviada.
─ Tengo un desastre que arreglar ─ dijo Karina, levantándose de su asiento. ─ Y no es a mí a quién tienes que agradecer sino a tu gente que te está apoyando en solucionar las cosas.
─ Eso lo haré en su momento ─ convino Akiane y poniéndose en pie de igual forma. ─ ¿Deseas comer algo antes?
─ No ─ fue la cortante respuesta de Karina. ─ Alimenta a tu gente primero.  Más tarde yo misma vendré con Greta por algo de comer.
─ Eres terca Karina ─ acuso sutilmente Akiane que le vio seriamente.
─ ¡Mira quién habla! ─ enrostró Karina. ─ La mujer que sigue empecinada en hacer las cosas a su manera por encima de mis propios deseos.
─ Karina. ─ intentó protestar Akiane.
─ Nada de Karina. ─ increpó ésta. ─ es mejor que olvidemos esta conversación porque de lo contrario terminaremos peleando feo como siempre y no voy a malgastar mi tiempo en discusiones sin sentido.
─ Ok ─ fue el turno de Akiane de ceder. ─ Tú ganas esta vez.
─ ¿Ganar? ─ preguntó Karina y viéndola con malos ojos  al tiempo que se giraba sobre su eje para salir, añadió. ─ No me hagas reír…Rosemberg.
─ ¿Rosemberg? ─ Contra preguntó Akiane saliendo disparada tras ella. ─ Pensé que habíamos hecho las paces y nos podíamos tutear con más confianza.
Solo giró un poco su cuello para verla y continuó con su camino…
─ Realmente eres una descerebrada ─ Soltó con pica Karina.
─ Gracias por  lo que me toca ─ protestó Akiane haciéndose la ofendida. ─ Olvido tu lado tierno cuando te enojas.
─ ¿Qué? ─ chilló Karina parando en seco sus pasos. ─ ¿Cuál es tu maldita queja ahora conmigo?
─ ¡Ey… Ey! ¿Cálmate quieres? ─ frenó en seco Akiane. ─ solo trato de poner paños fríos contigo y bajar la tensión entre nosotras. Pero no es para que te defiendas de ese modo. Yo no soy tu enemiga en este momento y no tienes por qué estar a la defensiva conmigo.

Esta vez, el comentario causo el efecto deseado de frenar a la joven Sotomayor que estaba realmente a la defensiva con su jefa y molesta por no permitírsele hacer lo que realmente deseaba y eso la cabreaba hasta el infinito.

─ Dejemos claro una cosa señorita dueña del mundo ─ aclaró Karina y viéndola a los ojos. ─ prometí confiar en ti, pero se necesita que la cosa sea reciproca de tu parte y con tantas objeciones en lo que puedo o no hacer. No ayuda mucho que digamos. Me cabrea que cada paso que doy, estás detrás de mí como una sombra y que para colmo de males ni siquiera una sola cosa puedo decidir por mí misma sin tomar en cuenta tu parecer. ¡Confiar también significa ceder libertad de acción! ¿No te parece?
─ ¿Qué propones? ─ fue directo al grano Akiane observando esos grises que destellaban fuego.
─ Acabo de decirlo ─ contradijo Karina ─ Libertad Rosemberg… ¡No soy una ave en una jaula!
─ Por supuesto que no lo eres ─ aclaró Akiane y haciendo honor a su sentido del humor, añadió. ─ Creo que con ese trinar tuyo, difícilmente se te puede mantener enjaulada como dices.
─ ¡Oh por Dios! ─ exclamó atónita Karina dándose un manotazo con su propia mano sobre su rostro. ─ Olvido que tienes el peor sentido del humor para contrarrestar  una discusión. Deberías visitar de vez en cuando a un matasanos y ver si no se te aflojó un tornillo a tu desquiciante cerebrito.
─ Acepto siempre y cuando me acompañes ─ dijo pícara Akiane. ─ ¿qué dices?
─ Realmente me pregunto si me volveré loca con este encierro o tú vas acabar con mi poca cordura que me queda. ─ espetó Karina y sacudiendo su cabeza, optó por seguir caminando.
─ Me gustaría la segunda opción. ─ señaló Akiane que se dispuso pronto a su lado y viéndola por el rabillo de sus ojos, se apresuró a corregir. ─ Digo que me encantaría poder derribar esas barreras y que te permitas relajarte y descubrir  que la vida de campo es realmente un paraíso.
─ ¡Si cómo no! ─ objetó Karina y con la vista al frente, cambio de tema. ─ ¿qué necesitas que haga realmente?
─ Hay problemas con los motores de las cegadores y quiero que le des las indicaciones a los mecánicos para que puedan solucionarlo pronto. ─ contestó la pregunta Akiane.
─ ¿Cuántas segadoras tienes? ─ preguntó nuevamente Karina.
─ Tres ─ respondió Akiane.
─ ¿Procedencia? ─ inquirió Karina.
─ ¿De las cosechadoras o los repuestos? ─ Contra preguntó Akiane.
─ Las cosechadoras ─ repuso Karina.
─ Canadiense ─ contestó Akiane.
─ Y los repuestos son Alemanes ─ habló para sí misma Karina, meditando las cosas. ─ Eso quiere decir que el ensamblaje se efectuó en Canadá, pero los componentes en su mayoría son de Alemania.
─ ¿No se supone que Canadá es el mayor fabricante de maquinaria agrícola? ─ preguntó Akiane.
─ No lo son ─ respondió Karina. ─ Verás. Alemania, EE.UU  e Inglaterra son los que llevan la delantera en tecnología automotriz –Agrícola; por eso que la mayoría de los híbridos corresponden a dichos países.  Canadá está entrando de lleno al mercado junto con Australia, pero aún están en pañales con respecto a los demás.
─ Comprendo ─ fue lo único que pudo decir Akiane que no podía explayarse mucho en materia de híbridos y de pronto, recordó. ─ ¿Los híbridos son tu área no es así?
─ Así es ─ dijo Karina. ─ Aunque en autos más que nada, pero estoy al tanto de la maquinaria agrícola.
─ ¿Nos ayudarás? ─ preguntó Akiane. ─ Sé que la pregunta es estúpida y está demás, pero no quita que lo haga.
─ Bien estúpida diría yo. ─ reprochó Karina. ─ dada las circunstancias debo hacerlo sin necesidad que lo pidas o preguntes.  Además, es lo menos que puedo hacer. Antes no hubiera movido un solo musculo por ayudar, pero ahora es distinto.
─ ¿Qué lo hace distinto? ─ inquirió Akiane con viva curiosidad.
─ En mi palabra que empeñé contigo ─ repuso Karina con un semblante cansado. ─ Y en que no quiero llevar sobre mis hombros  y en mi conciencia la pérdida del sustento para las familias de tus trabajadores.
─ ¡Ya veo! ─ dijo Akiane consciente de esa carga emocional. ─ Entonces ayúdanos a revertir esta situación e instruye a mi gente para salvar la cosecha.
─ Es lo que pretendo ─ respondió Karina, bajando las escalinatas de la casa y saliendo por la parte posterior de la casona.
─ Los muchachos están esperando por ti ─ señaló Akiane que dirigía sus pasos hacia los galpones dónde se guardaba la maquinaria agrícola.
─ ¡Hagámoslo! ─ dijo Karina justo en el momento en que entraban al recinto.

Varias cabezas se voltearon a verlas cuando entraban y de inmediato salieron a su encuentro el mecánico y varios ayudantes, además de Pedro.

─ ¿Qué haremos? ─ preguntó Javier frente a su jefa. ─ Desarmamos todo como lo pediste.
─ Karina va a darles indicaciones para ensamblar los motores ─ señaló Akiane. ─ hagan caso a todo lo que ella les diga.
─ De acuerdo ─ convino el mecánico y viendo a la joven Sotomayor. ─ ¡Tú dirás!
─ Primero que nada trabajaremos en grupo de tres simultáneamente. ─ indicó Karina y remangando las mangas de su camisa, prosiguió con sus órdenes. ─ Pedro y tú, Akiane.  Dejen todos los repuestos sobre una mesa en medio de nosotros. Pongan todas las empaquetaduras de agua, culata y aceite en primera fila, luego me dejan los pistones, anillos  y válvulas de escape con la de admisión  y las nuevas bielas con la cubierta de balancines.  En otro costado me dejan las poleas y cigüeñal.  El Carter debe estar limpio y seco, el ventilador con sus correas al final.
─ ¡Ya la oíste! ─ apuntó Akiane viendo a su capataz.─ manos a la obra. No la hagamos esperar o conoceremos el lado mandón de la nueva jefa.
─ Es lo que menos quiero ver ¡Créeme! ─ secundó Pedro. ─ Tiene un carácter de por sí solo que te dejan con ganas de estar muy distante de ella.
─ Jajaja ─ soltó en carcajadas Akiane que se giró de inmediato antes de enfrentar la mirada asesina de Karina y evitar entrar en detalles.
─ ¿Qué problemas estaban teniendo? ─ preguntó Karina siguiendo con la mirada a la albacea.
─ Las bielas, el cigüeñal y la camisa del cilindro ─ respondió el mecánico.
─ ¡Muéstrame! ─ ordenó Karina que al fin apartó la mirada de su jefa y se concentró de lleno en lo que le mostraba el mecánico.

Mientras la joven Sotomayor revisa detalladamente los repuestos y mostrarles la nueva manera de ensamblarlos al equipo de trabajo. El capataz y la albacea, terminaban de quitar toda la basura que iban dejando y a la vez, sumaban más manos  para terminar de acoplar el primero motor a la cegadora frontal Claas con disco 3600 move. Que le tomó un tiempo de 2 horas de trabajo. Y luego, vendrían las dos cegadores de tambor serie MF. Llevándoles 3 horas de un extenuante trabajo.

─ ¡Al fin! ─ dijo Javier haciendo andar la última de las maquinarias. ─ Estamos listos para depurar los campos.
─ Hay que llevarlas de inmediato con los jefes de cuadrilla ─ señaló Akiane pasando su mano por la frente secando el sudor. ─ Ponlas a trabajar.
─ Enseguida ─ acató el mecánico haciendo señales a sus dos ayudantes que estaban montados en las otras. ─ ¡Ya oyeron a la jefa!

La orden no se hizo esperar y fueron saliendo de a una del taller con rumbo a los sembradíos dónde les esperaban los peones y mucho por hacer.

─ Gracias por ayudarnos ─ habló Akiane que se dirigió hasta dónde se encontraba la joven sentada en un piso descansando.
─ ¡Ya te dije que no hay nada que agradecer! ─ refutó Karina, pasando un pañuelo por su cuello. ─ Son a tus hombres que debes reconocer.  Yo solo arregló mi desastre.
─ Karina no seas tan dura contigo misma ─ mencionó Akiane viendo el rostro de su protegida. ─ A pesar de que te pedí que no hicieras fuerza igualmente te las arreglaste para poner tus manos en la masa y ahora, estás llena de grasa por todos lados. Y  es algo que valoro mucho ya que te esforzaste más de lo que debías por solucionar las cosas.
─ No te engañes ─ contravino Karina que le apartó la mano que intentaba limpiar su rostro de rastros de grasa. ─ Hago las cosas por mi propia convicción y sigo con el plan que me tracé. Ni tú ni nadie podrá jamás cambiar mi forma de ser o pensar. He sometido mis convicciones aquí porque no me queda más remedio pero esto es lo que soy Akiane Rosemberg.

En la retina de aquellos verdes ojos, había un titilar más brillante de lo normal lo que hacía más profunda y analítica su mirar.

─ ¿Se puede saber por qué estás a la defensiva ahora? ─ preguntó Akiane resintiendo un poco el rechazo de la joven. ─ Cambiaste de un rato para otro.
─ Porque eres tú la que se comporta de manera extraña ─ espetó Karina. ─ hablas de paz y confianza, pero olvidas rápidamente tus acuerdos. Debes ganarte la confianza de las personas no basta con unas palabritas bonitas y conciliadoras que salvan un momento tenso y confrontacional.
─ ¿Qué sucede contigo? ─ Contra preguntó Akiane que vio reflejada en las palabras y en la mirada de la joven que está de lleno y regreso a una lucha sin cuartel entre ambas.
─ Sigues siendo doble estándar ─ respondió Karina poniéndose de pie y con su resoplido, agregó. ─ cuando te decidas hablar con la verdad me buscas para oír tus excusas. Yo ahora me retiro iré con Greta por un poco de comida.

Sin más, encaminó sus pasos fuera del taller dejando tanto a la albacea como el capataz con la boca abierta y más confundida que nunca.

La mirada intensa de Akiane se posó sobre la figura de Karina sin poder reaccionar porque realmente quedo descolocada ante la actitud de Karina.

─ Pensé que las cosas se estaban arreglando entre ustedes ─ señaló Pedro colocándose al lado de su patrona.
─ Lo mismo creí yo ─ repuso Akiane.
─ Por lo visto, Karina;  no confiará en ti ─ se lamentó Pedro. ─ Y las cosas seguirán tal cuál estaban antes de todo este desastre.
─ No lo creo ─ objetó Akiane viendo la puerta del taller. ─ No tengo la menor idea que le sucedió en este transcurso de horas, pero de una cosa te puedo asegurar Pedro…Yo no voy a dejar las cosas así.
─ ¿Qué harás? ─ preguntó el capataz. ─ Ella es muy cambiante.
─ Acabo de verlo ─ coincidió Akiane. ─ Iré a buscarla y ver que tiene.
─ Pues hazlo antes de que siga molestándose más y más. ─ instó Pedro. ─ Karina sufre de dosis de bipolaridad sumado a su carácter.
─ Tampoco exageres ─ contradijo Akiane respirando más pesado que antes. ─ Algo debe haberle molestado y voy averiguar qué es.
─ Ustedes tienen todo a su favor para escribir una teleserie de esas que le gustan a mi mujer ─ dijo Pedro rascando su cabeza mientras hablaba. ─ Son puro tira y aflojas igualito que las que dan en televisión.
─ Jajaja… ¡Te pasas Pedro! ─ repuso Akiane que le hizo gracia la comparación y encaminando sus pasos hacia la salida. ─ ¡Voy entonces con mi dulcinea!
─ ¡Pues yo diría que la fiera! ─ soltó entre bromas Pedro. ─ Se parece mucho al personaje de la Claudia di Girolamo.
─ ¡Pero que antiguo Pedrito! ─ se burló Akiane en el filo del umbral. ─ Esa es de la era casi de las cavernas. Ponte a la moda, ahora las que la llevan son las novelas turcas.
─ Sí ya sé, mi mujer no se pierde una de esas ─ concordó Pedro y haciendo señas con su mano, añadió. ─ ¡Vete por tu fierecilla indomable!
─ Fierecilla sí, pero ¡Indomable! ─ se jactó Akiane guiñando un ojo antes de desaparecer de la vista de su capataz. ─ está por verse.
─ Jajaja ─ fue la risotada que se escuchó en el interior del taller o galpón.

No cabía duda alguna que la vida en la hacienda los alerces era realmente una teleserie tan real y vivida. Que al igual que la vida de las personas tenían una gran dosis de Confusión.

5 comentarios:

gaby dijo...

feliz año espero que lo recibieras con tus seres querido, me agrado mucho el regalo navideño y este regalo de año nuevo fue gratificante y muy esperado por esta actualización de esta historia que la sigo desde que estaba en amor yaoi muchas gracias.

Lesbigirl dijo...

AHV casi me da un ataqué al corazón cuándo lo leí, está súper buenismo, feliz año para usted y actualiza porfa. Eso está de ataqué

Delfi Castillo dijo...

Me perdí por largo tiempo y veo que hay capítulos nuevos así que me pongo a la par con lo más reciente y Feliz Año aunque un poco tarde.
Gracias por este capítulo y por lo que veo esto sigue igual con el tira y afloja y más con Karina que no quiere ceder. Saludos y nos vemos en el próximo

Unknown dijo...

Me encanto como siempre recibe unos XOXO desde México

Unknown dijo...

Woaaaa esta historia me encanta, gracias por tu gran trabajo y dedicacion.

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