Atada por un testamento, capítulo 21.
Desde
el momento en que tuvo la mala fortuna de desvanecerse por causa de aquellos
problemas en su corazón y tener que ser llevada a ver un especialista de la
materia. Sumado a que fue un viaje de retorno tremendamente largo e intenso a
pesar de estar a solo dos horas de camino dado que fue totalmente más de lo que
podía imaginar o espera. Tan solo eso…Dos días que se habían vuelto casi una
eternidad y sin contar que en la estancia estaba todavía sumado un caos gracias
a su sabotaje y las consecuencias estaban visible por donde se mirase y el más
fiel reflejo era ver el rostro sombrío de los trabajadores que hacían un doble
esfuerzo por salvar las cosechas.
La
profundidad de esos ojos celestes observaban todo con atención tratando de vislumbrar
una solución que pudiese ayudar a reparar en parte el gran desastre que ella
misma ocasionó. No dejaba de observarlo todo mientras el jeep se perfilaba
hacia la casona. Decenas de trabajadores estaban inmersos trabajando arduamente
por conseguir el objetivo de salvar las siembras.
Cuando
llegaron hasta la entrada de la vivienda. Carlos, estacionó justo en el momento
que Pedro se acercaba con algunos objetos pequeños en su mano y en cuyo
semblante se veía reflejado, la pre ocupación por lo que les tocaba vivir. No
obstante a ello, también le preocupaba el estado de salud de la joven Sotomayor
a sabiendas que ella tenía mucha implicancia en todo lo que estaba sucediendo.
─ ¿Cómo les fue? ─ preguntó Pedro a su jefa.
─ Problemas del corazón. Tiene antecedentes
familiares ─ contestó sin rodeos Akiane y viendo a Karina que descendía por la
otra puerta. ─ ¡Por favor espérame adentro Karina!
─ ¿Segura? ─ contradijo Karina viéndola seriamente.
─ Hay mucho por hacer y no puedo darme el lujo de quedarme sentada mientras los
demás reparan mi desastre.
─ Estoy consciente de ello, pero necesito hablar
antes con Pedro y luego, veremos en qué puedes ayudarnos. ─ explicó Akiane que
no se alteró por la actitud de Karina. ─
¡confía en mí! No voy a excluirte.
─ No me queda de otra por lo visto ─ fue la
respuesta seca de Karina que no le gustaba aceptar las cosas de buenas a
primera, pero lo había prometido y tendría que hacer concesiones.
Akiane, decidió guardar silencio solamente y la
siguió con la mirada hasta que se perdió tras la puerta principal y sólo recién
ahí, se enfocó en su capataz.
─ ¿Todo bien entre ustedes? ─ inquirió Pedro que la
observaba mientras su jefa seguía la mirada de la chica Sotomayor. ─ Me parece
que Karina no es la misma que salió de aquí.
─ Claro que no lo es ─ repuso Akiane viéndolo a los
ojos. ─ el médico fue bien claro en decir que Karina tiene problemas cardiacos;
no tan severos como llegué a pensar en un principio; pero requieren de
controles continuos dado que las mujeres Mondriatti padecen de insuficiencia
cardiaca y su tiempo de vida no es tan longevo como se esperaría. El asunto es
que no debe pasar por fuertes emociones o situaciones que le originen un estrés
mayor porque afecta a su corazón a corto y mediano plazo.
─ Complejo el tema ─ adujo Pedro al sopesar la
información y los hechos acaecidos anteriormente. ─ Dado que la permanencia en
los alerces ha influido en su condición. ¿Qué harás con respecto al tiempo que
aún le queda por permanecer aquí?
─ No tengo más alternativa que acelerar las cosas y
hacer venir a Mauricio para que lea el testamento de Adriana. ─ respondió
Akiane. ─ Le prometí que hablaríamos con total franqueza acerca de lo que me
solicitó su hermana, pero aun así; estoy atada de manos dado que no puedo
permitirme a estas alturas que el esfuerzo y lo que implica la petición de mi
cuñada se vaya por el caño.
─ ¡Um! ─ exclamó Pedro tras escuchar a su patrona. ─
dime honestamente ¿lo haces por el testamento o por ti?
─ Por las dos cosas ─ afirmó Akiane con un dejo de
pesar. ─ Me gustaría decirte que solo es por mí, pero hay mucho en juego en ese
testamento que debe ser respetado por el bien de la propia Karina.
─ ¿Y tú? ─ insistió Pedro sin dejar de verla. ─
─ Simplemente pierdo todo por cuanto estoy luchando,
Pedro. ─ señaló Akiane esforzando su voz por sonar calmada. ─ No puedo
permitirme perderla. ¡No ahora!
─ ¿Por su condición? ─ indagó Pedro cautelosamente.
─ No ─ fue la respuesta de parte de Akiane. ─
Porque al fin he conseguido que las puertas de su corazón se abran para mí.
Y aunque es ínfima la apertura, no
dejaré pasar esta oportunidad de conquistarla.
─ Comprendo. ─dijo Pedro. ─ Entonces… ¡Hazlo por el
bien de las dos y de todos!
─ ¿Y eso? ─ fue el turno de Akiane en preguntar.
─ Por muy descabellado que suene, si ustedes siguen
enfrentándose como lo han hecho hasta ahora, los únicos perjudicados serán los
trabajadores que podrían perder la fuente de sustento con que se ganan la vida
y no creo que deseen que eso suceda o ¿me equivoco Akiane? ─ explicó Pedro.
─ Por supuesto que no ─ respondió tajantemente la
albacea. ─ por la misma razón, dejaré que Karina nos ayude a salvar la cosecha
y reparar el daño en la lechería.
─ ¡Y hablando de eso! ─ recordó Pedro los objetos
que tenía en la mano y agregó. ─ Estas piezas no calzan en los motores de la
cegadora dado que son alemanes y el mecánico no puede hallarle el calce.
─ Tendremos que pedirle ayuda a Karina ─ puntualizó
Akiane. ─Estoy segura que ella podrá encontrar la solución.
─ Pero ¿y su
salud? ─ refutó Pedro. ─ no puede trabajar directamente con los motores.
Demanda mucho esfuerzo.
─ Puede dirigir, Pedro ─ aclaró Akiane girando
sobre sus talones en dirección de la casa. ─ Ellas darás las indicaciones y los
hombres harán el resto.
─ Ahora sí, nos entendemos ─ coincidió el capataz
siguiéndole el paso. ─ Iré hablar con los muchachos y tendremos todo listo para
cuando venga Karina.
─ Perfecto ─ acotó Akiane. ─ Iré hablar con ella de
inmediato.
─ Nos vemos al rato. ─ dijo Pedro.
─ Oka ─ repuso Akiane y entró a la casona.
Sinceramente las cosas tendrían que cambiar; mejor
dicho mejorar por el bien de todos, ya que muchas cosas dependían de ello y tal
como dijese Pedro, si no hallaban un punto de concordia serían los demás los
que saldrían perjudicados y cuando hablamos de terceros en esta historia ser
refiere a mucho más que los trabajadores de Akiane, hay más peces en la mar
suelen decir los entendidos.
La joven Rosemberg, antes de dirigirse hacia su
despacho, fue hasta la cocina y ordenó a Greta que le preparase comida liviana
para los trabajadores que redoblarían turno para sacar adelante la cosecha al
igual que la lechería. De seguro iban a necesitar todo tipo de ayuda para
conseguir un objetivo que hasta hora tenía todo el aspecto de ser adverso para
la albacea. Luego de hablar con su nana se fue hacia su cita con el destino y
el amor.
Al entrar lo primero que notó fue que Karina estaba
de pie junto a la ventana y desde ahí, podía observar el movimiento que se
hacía en los campos. Y de estar tan sumida en sus pensamientos y remordimientos
que sentía al ver las consecuencias de sus maquinaciones.
─ De seguro no tiene buen aspecto, pero estoy
segura que podremos revertirlo a nuestro favor. ─ habló Akiane detrás de las
espaldas de la muchacha.
¡No sabría si fue el susto o que la encontrase
vulnerable! Lo que hizo que Karina, diera un pequeño respingo al escuchar la
voz de Akiane casi pegada a ella.
─ No te sentí llegar. ─ respondió Karina. ─ Veo que
no has tardado mucho.
─ Así es ─ repuso Akiane. ─ Porque no tomas
asiento.
─ Creo que no es tiempo de tomar un descanso cuando
hay mucho que hacer. ─ reparó Karina.
─ Eso lo sé
muy bien, Karina. ─ adujo Akiane. ─ No obstante, tenemos una pequeña
conversación antes de serles útil.
─ Bien ─ aceptó Karina que nada de renuente se
sentó en frente de la albacea. ─ ¿Tú dirás?
─ Como ya te dije antes, necesito que confíes
plenamente en mí y por ello, me atrevo en pedirte que nos ayudes pero
indicándoles a mis trabajadores qué hacer con unos motores que estamos teniendo
dificultades─ Mencionó Akiane. ─ Sé que te gusta estar con las manos en la maza
como se dice en jerga campesina, pero tú sabes que por salud no voy arriesgarme
a que te suceda algo con respecto a tu corazón.
─ ¡Qué considera de tu parte! ─ refirió escéptica
Karina, levantando una ceja. ─ Dada las circunstancias se necesitan muchas
manos para reparar esas máquinas.
─ Estoy consciente de ello ─ respondió Akiane
serenamente. ─ Pero mantendré mi postura con respecto a ti por tu propio bien.
─ Por lo visto, tú te empeñas en regir mi vida y
acciones al precio que sea. ─ reprochó seria Karina.
─ Karina ¡entiende de una vez que no busco un
conflicto contigo! ─ objetó Akiane. ─ ¿Por qué se te hace tan difícil entender
que busco protegerte?
─ Y por qué
a ti no se mete en tu cerebrito el hecho de que no deseo que me estés
protegiendo─ refutó molesta Karina que perdía los estribos fácilmente cuando le
llevaban la contra. ─ Que soy lo suficientemente capaz de cuidarme
perfectamente sola y mi corazón, no es excusa para mí el vivir la vida
plenamente.
─ Porque tienes un problema que no es ninguna
jugarreta y que tienes antecedentes familiares que indican que debes tomar
resguardos. ─ contradijo Akiane golpeando la mesa con su mano. ─ Y mientras
estés bajo mi techo y cuidado no permitiré que te excedas más de lo necesario.
Los ojos celestes de Karina se empequeñecieron al
tenor del golpe y la fuerza de las palabras.
En otra ocasión la hubiera mandado a freír espárragos al África, pero
sabía que debía contenerse dado que todo lo que estaba sucediendo era su culpa
y de alguna forma debería revertir el desastre.
─ No vamos a llegar a ninguna parte así ─ fue el
comentario que brotó de los labios de Sotomayor. Guardando su impulsividad y
agresividad para con la albacea.
─ Solo hay un camino Karina ─ señaló en respuesta
Akiane tratando de frenarse de igual modo porque no iba a permitir que pudiera
sucederle algo. ─ Tú decides si aceptas o no, mi propuesta.
Karina se tomó unos segundos antes de responder y
le quedo viendo con una cara de malas pulgas hasta que tomó una decisión
finalmente.
─ Como siempre tu voluntad se impone…Akiane. ─
terminó por ceder Karina. ─ Haré lo que me pides.
─ Gracias ─ respondió Akiane más aliviada.
─ Tengo un desastre que arreglar ─ dijo Karina,
levantándose de su asiento. ─ Y no es a mí a quién tienes que agradecer sino a
tu gente que te está apoyando en solucionar las cosas.
─ Eso lo haré en su momento ─ convino Akiane y
poniéndose en pie de igual forma. ─ ¿Deseas comer algo antes?
─ No ─ fue la cortante respuesta de Karina. ─
Alimenta a tu gente primero. Más tarde
yo misma vendré con Greta por algo de comer.
─ Eres terca Karina ─ acuso sutilmente Akiane que
le vio seriamente.
─ ¡Mira quién habla! ─ enrostró Karina. ─ La mujer
que sigue empecinada en hacer las cosas a su manera por encima de mis propios
deseos.
─ Karina. ─ intentó protestar Akiane.
─ Nada de Karina. ─ increpó ésta. ─ es mejor que
olvidemos esta conversación porque de lo contrario terminaremos peleando feo
como siempre y no voy a malgastar mi tiempo en discusiones sin sentido.
─ Ok ─ fue el turno de Akiane de ceder. ─ Tú ganas
esta vez.
─ ¿Ganar? ─ preguntó Karina y viéndola con malos
ojos al tiempo que se giraba sobre su
eje para salir, añadió. ─ No me hagas reír…Rosemberg.
─ ¿Rosemberg? ─ Contra preguntó Akiane saliendo
disparada tras ella. ─ Pensé que habíamos hecho las paces y nos podíamos tutear
con más confianza.
Solo giró un poco su cuello para verla y continuó
con su camino…
─ Realmente eres una descerebrada ─ Soltó con pica
Karina.
─ Gracias por
lo que me toca ─ protestó Akiane haciéndose la ofendida. ─ Olvido tu lado
tierno cuando te enojas.
─ ¿Qué? ─ chilló Karina parando en seco sus pasos. ─
¿Cuál es tu maldita queja ahora conmigo?
─ ¡Ey… Ey! ¿Cálmate quieres? ─ frenó en seco
Akiane. ─ solo trato de poner paños fríos contigo y bajar la tensión entre
nosotras. Pero no es para que te defiendas de ese modo. Yo no soy tu enemiga en
este momento y no tienes por qué estar a la defensiva conmigo.
Esta vez, el comentario causo el efecto deseado de
frenar a la joven Sotomayor que estaba realmente a la defensiva con su jefa y
molesta por no permitírsele hacer lo que realmente deseaba y eso la cabreaba
hasta el infinito.
─ Dejemos claro una cosa señorita dueña del mundo ─
aclaró Karina y viéndola a los ojos. ─ prometí confiar en ti, pero se necesita
que la cosa sea reciproca de tu parte y con tantas objeciones en lo que puedo o
no hacer. No ayuda mucho que digamos. Me cabrea que cada paso que doy, estás
detrás de mí como una sombra y que para colmo de males ni siquiera una sola
cosa puedo decidir por mí misma sin tomar en cuenta tu parecer. ¡Confiar
también significa ceder libertad de acción! ¿No te parece?
─ ¿Qué propones? ─ fue directo al grano Akiane
observando esos grises que destellaban fuego.
─ Acabo de decirlo ─ contradijo Karina ─ Libertad
Rosemberg… ¡No soy una ave en una jaula!
─ Por supuesto que no lo eres ─ aclaró Akiane y
haciendo honor a su sentido del humor, añadió. ─ Creo que con ese trinar tuyo,
difícilmente se te puede mantener enjaulada como dices.
─ ¡Oh por Dios! ─ exclamó atónita Karina dándose un
manotazo con su propia mano sobre su rostro. ─ Olvido que tienes el peor
sentido del humor para contrarrestar una
discusión. Deberías visitar de vez en cuando a un matasanos y ver si no se te
aflojó un tornillo a tu desquiciante cerebrito.
─ Acepto siempre y cuando me acompañes ─ dijo
pícara Akiane. ─ ¿qué dices?
─ Realmente me pregunto si me volveré loca con este
encierro o tú vas acabar con mi poca cordura que me queda. ─ espetó Karina y
sacudiendo su cabeza, optó por seguir caminando.
─ Me gustaría la segunda opción. ─ señaló Akiane
que se dispuso pronto a su lado y viéndola por el rabillo de sus ojos, se
apresuró a corregir. ─ Digo que me encantaría poder derribar esas barreras y
que te permitas relajarte y descubrir
que la vida de campo es realmente un paraíso.
─ ¡Si cómo no! ─ objetó Karina y con la vista al
frente, cambio de tema. ─ ¿qué necesitas que haga realmente?
─ Hay problemas con los motores de las cegadores y
quiero que le des las indicaciones a los mecánicos para que puedan solucionarlo
pronto. ─ contestó la pregunta Akiane.
─ ¿Cuántas segadoras tienes? ─ preguntó nuevamente
Karina.
─ Tres ─ respondió Akiane.
─ ¿Procedencia? ─ inquirió Karina.
─ ¿De las cosechadoras o los repuestos? ─ Contra
preguntó Akiane.
─ Las cosechadoras ─ repuso Karina.
─ Canadiense ─ contestó Akiane.
─ Y los repuestos son Alemanes ─ habló para sí
misma Karina, meditando las cosas. ─ Eso quiere decir que el ensamblaje se
efectuó en Canadá, pero los componentes en su mayoría son de Alemania.
─ ¿No se supone que Canadá es el mayor fabricante
de maquinaria agrícola? ─ preguntó Akiane.
─ No lo son ─ respondió Karina. ─ Verás. Alemania,
EE.UU e Inglaterra son los que llevan la
delantera en tecnología automotriz –Agrícola; por eso que la mayoría de los
híbridos corresponden a dichos países.
Canadá está entrando de lleno al mercado junto con Australia, pero aún
están en pañales con respecto a los demás.
─ Comprendo ─ fue lo único que pudo decir Akiane
que no podía explayarse mucho en materia de híbridos y de pronto, recordó. ─
¿Los híbridos son tu área no es así?
─ Así es ─ dijo Karina. ─ Aunque en autos más que
nada, pero estoy al tanto de la maquinaria agrícola.
─ ¿Nos ayudarás? ─ preguntó Akiane. ─ Sé que la
pregunta es estúpida y está demás, pero no quita que lo haga.
─ Bien estúpida diría yo. ─ reprochó Karina. ─ dada
las circunstancias debo hacerlo sin necesidad que lo pidas o preguntes. Además, es lo menos que puedo hacer. Antes no
hubiera movido un solo musculo por ayudar, pero ahora es distinto.
─ ¿Qué lo hace distinto? ─ inquirió Akiane con viva
curiosidad.
─ En mi palabra que empeñé contigo ─ repuso Karina
con un semblante cansado. ─ Y en que no quiero llevar sobre mis hombros y en mi conciencia la pérdida del sustento
para las familias de tus trabajadores.
─ ¡Ya veo! ─ dijo Akiane consciente de esa carga
emocional. ─ Entonces ayúdanos a revertir esta situación e instruye a mi gente
para salvar la cosecha.
─ Es lo que pretendo ─ respondió Karina, bajando
las escalinatas de la casa y saliendo por la parte posterior de la casona.
─ Los muchachos están esperando por ti ─ señaló
Akiane que dirigía sus pasos hacia los galpones dónde se guardaba la maquinaria
agrícola.
─ ¡Hagámoslo! ─ dijo Karina justo en el momento en
que entraban al recinto.
Varias cabezas se voltearon a verlas cuando
entraban y de inmediato salieron a su encuentro el mecánico y varios ayudantes,
además de Pedro.
─ ¿Qué haremos? ─ preguntó Javier frente a su jefa.
─ Desarmamos todo como lo pediste.
─ Karina va a darles indicaciones para ensamblar
los motores ─ señaló Akiane. ─ hagan caso a todo lo que ella les diga.
─ De acuerdo ─ convino el mecánico y viendo a la
joven Sotomayor. ─ ¡Tú dirás!
─ Primero que nada trabajaremos en grupo de tres simultáneamente.
─ indicó Karina y remangando las mangas de su camisa, prosiguió con sus
órdenes. ─ Pedro y tú, Akiane. Dejen todos
los repuestos sobre una mesa en medio de nosotros. Pongan todas las
empaquetaduras de agua, culata y aceite en primera fila, luego me dejan los
pistones, anillos y válvulas de escape
con la de admisión y las nuevas bielas
con la cubierta de balancines. En otro
costado me dejan las poleas y cigüeñal.
El Carter debe estar limpio y seco, el ventilador con sus correas al
final.
─ ¡Ya la oíste! ─ apuntó Akiane viendo a su capataz.─
manos a la obra. No la hagamos esperar o conoceremos el lado mandón de la nueva
jefa.
─ Es lo que menos quiero ver ¡Créeme! ─ secundó
Pedro. ─ Tiene un carácter de por sí solo que te dejan con ganas de estar muy
distante de ella.
─ Jajaja ─ soltó en carcajadas Akiane que se giró
de inmediato antes de enfrentar la mirada asesina de Karina y evitar entrar en
detalles.
─ ¿Qué problemas estaban teniendo? ─ preguntó
Karina siguiendo con la mirada a la albacea.
─ Las bielas, el cigüeñal y la camisa del cilindro ─
respondió el mecánico.
─ ¡Muéstrame! ─ ordenó Karina que al fin apartó la
mirada de su jefa y se concentró de lleno en lo que le mostraba el mecánico.
Mientras la joven Sotomayor revisa detalladamente
los repuestos y mostrarles la nueva manera de ensamblarlos al equipo de
trabajo. El capataz y la albacea, terminaban de quitar toda la basura que iban
dejando y a la vez, sumaban más manos para terminar de acoplar el primero motor a la
cegadora frontal Claas con disco 3600 move. Que le tomó un tiempo de 2 horas de
trabajo. Y luego, vendrían las dos cegadores de tambor serie MF. Llevándoles 3
horas de un extenuante trabajo.
─ ¡Al fin! ─ dijo Javier haciendo andar la última
de las maquinarias. ─ Estamos listos para depurar los campos.
─ Hay que llevarlas de inmediato con los jefes de
cuadrilla ─ señaló Akiane pasando su mano por la frente secando el sudor. ─
Ponlas a trabajar.
─ Enseguida ─ acató el mecánico haciendo señales a
sus dos ayudantes que estaban montados en las otras. ─ ¡Ya oyeron a la jefa!
La orden no se hizo esperar y fueron saliendo de a
una del taller con rumbo a los sembradíos dónde les esperaban los peones y
mucho por hacer.
─ Gracias por ayudarnos ─ habló Akiane que se
dirigió hasta dónde se encontraba la joven sentada en un piso descansando.
─ ¡Ya te dije que no hay nada que agradecer! ─
refutó Karina, pasando un pañuelo por su cuello. ─ Son a tus hombres que debes
reconocer. Yo solo arregló mi desastre.
─ Karina no seas tan dura contigo misma ─ mencionó
Akiane viendo el rostro de su protegida. ─ A pesar de que te pedí que no
hicieras fuerza igualmente te las arreglaste para poner tus manos en la masa y
ahora, estás llena de grasa por todos lados. Y es algo que valoro mucho ya que te esforzaste
más de lo que debías por solucionar las cosas.
─ No te engañes ─ contravino Karina que le apartó
la mano que intentaba limpiar su rostro de rastros de grasa. ─ Hago las cosas
por mi propia convicción y sigo con el plan que me tracé. Ni tú ni nadie podrá
jamás cambiar mi forma de ser o pensar. He sometido mis convicciones aquí
porque no me queda más remedio pero esto es lo que soy Akiane Rosemberg.
En la retina de aquellos verdes ojos, había un
titilar más brillante de lo normal lo que hacía más profunda y analítica su
mirar.
─ ¿Se puede saber por qué estás a la defensiva
ahora? ─ preguntó Akiane resintiendo un poco el rechazo de la joven. ─
Cambiaste de un rato para otro.
─ Porque eres tú la que se comporta de manera extraña
─ espetó Karina. ─ hablas de paz y confianza, pero olvidas rápidamente tus
acuerdos. Debes ganarte la confianza de las personas no basta con unas
palabritas bonitas y conciliadoras que salvan un momento tenso y
confrontacional.
─ ¿Qué sucede contigo? ─ Contra preguntó Akiane que
vio reflejada en las palabras y en la mirada de la joven que está de lleno y
regreso a una lucha sin cuartel entre ambas.
─ Sigues siendo doble estándar ─ respondió Karina poniéndose
de pie y con su resoplido, agregó. ─ cuando te decidas hablar con la verdad me
buscas para oír tus excusas. Yo ahora me retiro iré con Greta por un poco de
comida.
Sin más, encaminó sus pasos fuera del taller
dejando tanto a la albacea como el capataz con la boca abierta y más confundida
que nunca.
La mirada intensa de Akiane se posó sobre la figura
de Karina sin poder reaccionar porque realmente quedo descolocada ante la
actitud de Karina.
─ Pensé que las cosas se estaban arreglando entre
ustedes ─ señaló Pedro colocándose al lado de su patrona.
─ Lo mismo creí yo ─ repuso Akiane.
─ Por lo visto, Karina; no confiará en ti ─ se lamentó Pedro. ─ Y las
cosas seguirán tal cuál estaban antes de todo este desastre.
─ No lo creo ─ objetó Akiane viendo la puerta del
taller. ─ No tengo la menor idea que le sucedió en este transcurso de horas,
pero de una cosa te puedo asegurar Pedro…Yo no voy a dejar las cosas así.
─ ¿Qué harás? ─ preguntó el capataz. ─ Ella es muy
cambiante.
─ Acabo de verlo ─ coincidió Akiane. ─ Iré a
buscarla y ver que tiene.
─ Pues hazlo antes de que siga molestándose más y
más. ─ instó Pedro. ─ Karina sufre de dosis de bipolaridad sumado a su carácter.
─ Tampoco exageres ─ contradijo Akiane respirando
más pesado que antes. ─ Algo debe haberle molestado y voy averiguar qué es.
─ Ustedes tienen todo a su favor para escribir una
teleserie de esas que le gustan a mi mujer ─ dijo Pedro rascando su cabeza
mientras hablaba. ─ Son puro tira y aflojas igualito que las que dan en
televisión.
─ Jajaja… ¡Te pasas Pedro! ─ repuso Akiane que le
hizo gracia la comparación y encaminando sus pasos hacia la salida. ─ ¡Voy
entonces con mi dulcinea!
─ ¡Pues yo diría que la fiera! ─ soltó entre bromas
Pedro. ─ Se parece mucho al personaje de la Claudia di Girolamo.
─ ¡Pero que antiguo Pedrito! ─ se burló Akiane en
el filo del umbral. ─ Esa es de la era casi de las cavernas. Ponte a la moda,
ahora las que la llevan son las novelas turcas.
─ Sí ya sé, mi mujer no se pierde una de esas ─
concordó Pedro y haciendo señas con su mano, añadió. ─ ¡Vete por tu fierecilla
indomable!
─ Fierecilla sí, pero ¡Indomable! ─ se jactó Akiane
guiñando un ojo antes de desaparecer de la vista de su capataz. ─ está por
verse.
─ Jajaja ─ fue la risotada que se escuchó en el
interior del taller o galpón.
No cabía duda alguna que la vida en la hacienda los
alerces era realmente una teleserie tan real y vivida. Que al igual que la vida
de las personas tenían una gran dosis de Confusión.
5 comentarios:
feliz año espero que lo recibieras con tus seres querido, me agrado mucho el regalo navideño y este regalo de año nuevo fue gratificante y muy esperado por esta actualización de esta historia que la sigo desde que estaba en amor yaoi muchas gracias.
AHV casi me da un ataqué al corazón cuándo lo leí, está súper buenismo, feliz año para usted y actualiza porfa. Eso está de ataqué
Me perdí por largo tiempo y veo que hay capítulos nuevos así que me pongo a la par con lo más reciente y Feliz Año aunque un poco tarde.
Gracias por este capítulo y por lo que veo esto sigue igual con el tira y afloja y más con Karina que no quiere ceder. Saludos y nos vemos en el próximo
Me encanto como siempre recibe unos XOXO desde México
Woaaaa esta historia me encanta, gracias por tu gran trabajo y dedicacion.
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