Atada por un testamento
Capítulo 22
A
pesar de que se fue con Greta por un poco de alimentos para su estómago, que
realmente lo necesitaba dada las horas que habían transcurrido. Varias a decir; ya que no probó bocado desde
que salieron de Puerto Varas.
Intentaba
de buenas ganas que la comida le resultara provechosa y mitigar su cansancio,
pero estaba lejos de llegar a ser dado que sus pensamientos le devoraban la
psiquis cual alimaña rastrera.
No
podía evitar pensar en las palabras que salieran de boca de la albacea y de ser
testigo en primera fila de su comportamiento gentil y paciente que tuvo con
ella en toda la visita al médico como al regreso. Sin duda que no podía evitar
pensar y reconocer que aquel comportamiento le pareció extraño pero a la vez
placentero.
A esas
alturas del partido tenía más o menos claro que su jefa o mejor dicho Akiane
Rosemberg, sentía algo sincero por ella. Y
no hablamos de una conquista de una noche; claro está que este no sería
una noche porque llevaban bastante tiempo tratando, por lo que pasajero no era.
Tampoco
le parecía que fuese un tetra para engatusarla y mantenerla más tiempo en esa
hacienda en contra de su voluntad. Nadie absolutamente se daba tremendo trabajo
para no ganar nada verdadero con ello.
Sabía
que aquí había algo ¡qué tan profundo era! No podía saberlo con certeza, pero
había algo sincero dado que no había rastros de ser un juego para diversión
como tampoco una aventurilla de esas de verano en que si te vuelvo a ver no me
acuerdo. Estaba claro que tanto las palabras como las acciones de Akiane
apuntaban en estar sintiendo algo real.
¿Aceptarlo?
Era lo complejo en ese momento y razones había de peso. A ninguna persona y
menos mujer les gustaría confesar que se estaba comenzando a enamorar de su
captor. Eso tenía un nombre a esa dependencia enfermiza. ¡Este no era el caso!
Porque lejos estaba de serlo. Si bien estaba cautiva, podía disfrutar de
ciertas libertades y tratar con gente superficialmente y eso hacia la gran
diferencia. No obstante, le era bastante difícil digerir que estaba llegando al
punto de que sus sentimientos estuvieran trastocados con lo último que
compartieron ambas.
Como
dijimos, le era dificultoso solo imaginarse que podría enamorarse de una mujer
como Akiane Rosemberg, por quién hasta hace poco era su acérrima enemiga. Y
darle en bandeja de plata su corazón estaba fuera de toda lógica.
¿Cómo
llegó hasta este punto? No lo sabía y menos cuando todo comenzó a cambiar
¿sería que el incidente suscitado con Majo tuviese injerencia en todo esto? Por
más que le buscará una respuesta cuerda a esa pregunta, no le cuadraba. Ella no
era ninguna tonta y podía darse cuenta perfectamente de que las cosas no surgen
de la noche a la mañana o de un momento a otro; menos en las circunstancias que
les tocó a ellas vivir.
Y para
llegar a ese punto, es porque realmente venía o se gestó desde un tiempo ¿en
qué momento? Le daba vueltas una y otra vez, pero no lograba dar con ese
momento exacto que cambió el curso de las cosas. Tampoco, le parecía lógico que
hubiese tenido relación esa noche en que casi fue abusada por su misma captora.
Por
más que le daba vuelas en su cabecita, no conseguía dilucidar el misterio en
que todo se fracturo o se trastocó. Eso sí, tenía claro que su corazón le jugó
una mala pasada porque le cedió terreno en demasía a quién creyó el ser más
aborrecible de todos.
Ella
necesitaba esa respuesta urgente. No podía permitirse volver a caer en las
redes del amor y volver a sufrir por otra mujer. Estaba clara que aún estaba
lejísimos de ser algo fuerte o serio de su parte, pero sí había un sentimiento
hacia esa mujer. Que le gustase o no, había conseguido derribar muros que le
tomó tiempo en construir y hablamos de una elaborada coraza defensiva. ¿Para
qué? Para terminar siendo hecha añicos por una mujer demasiado astuta o tuvo
ayuda desde lo alto ¿milagro? Seguramente porque hay que saber muy bien qué
pieza mover para conseguir que un gran laberinto tenga una salida medianamente
accesible. ¡Aquí había gato encerrado!
No
tenía una milésima de prueba, pero ella las iba a conseguir y poder descubrir
¿cómo fue que una simple mujer pudiese tener tan poder y astucia? Una mujer;
valga la redundancia; tan distinta a ella misma. En nada parecidas, crianza,
educación, estilos de vida, complexión física y por sobre todo sentido del
humor. ¿Humor? Sí, ya que para nada era dada a usar esa gracia sarcástica de
andar burlándose de todo y de todos.
Pero
sí había que reconocer que su jefa, la albacea tenía ese humor hilarante y
pervertido que la hacía tremendamente odiosa a sus ojos; ya que sus bromas la
sacaban de las casillas rápidamente y por lo general le obsequiaba una rotunda
cachetada como respuesta. ¡Así era ella! ¿Qué le iba hacer? ¡Mundos opuestos!
Por
más que mascaba despacio la comida para que el sabor le fuera aún más
placentero, pasaba irremediablemente en ser casi insípido. No era culpa de
Greta; ya que era una excelente cocinera y bien podría competir con un chef
profesional y hasta ganarle.
Pero…Ese
bendito pero…No había caso, le sabía raro los alimentos y todo porque no dejaba
de darle vueltas a las cosas y eso terminaba superando todo.
Entre
suspiros de fastidios y un cansancio visible, consiguió llamar la atención de…
─ ¿En qué piensas tanto? ─ fue la pregunta que le
hicieran detrás de su espalda. ─ Para que suspires tan resignada.
Como
si le hubiesen clavado algo rápido y conciso, se dio vuelta en un dos por tres
y se encontró con la presencia de ella…Su jefa.
«
¿Acaso olerá mis pensamientos también? Aparece en los momentos más inoportunos »
se preguntó en su mente Karina.
Por su
parte, Akiane, había llegado sin hacer mucho ruido y le causó tanto asombro
verla sumida en otro mundo que le hizo señas a Greta para que no delatará su
presencia y se dedicó a observarla unos momentos en silencio hasta que tanto
suspiro le picó la curiosidad.
─ ¿Te quedarás callada? ─ volvió a insistir Akiane,
tomando un banco y situarse a su lado.
─ Tan inquisidora como siempre ─ enrostró Karina y
le bajo el perfil al asunto y se concentró en su comida.
─ Y tú, tan especialistas para las fugas a gran
escala ─ indicó Akiane que no se inmutó con ese acto de indiferencia. ─ ¿Te
sabe bien la comida?
Karina, alzó la mirada y ladeó su rostro para
verle, estaba claro que su jefa sabía cómo sacarle los choros del canasto
(hacerla perder la paciencia)
─ ¿Por qué lo preguntas? ─ desvió el tema Karina
astutamente.
─ Porque hace rato tienes la misma cantidad servida
en el plato y no creo que Greta haya perdido el toque en sus platos por lo que
deduzco que no gustó o algo te quita el apetito. ─ respondió Akiane sin dejar
de verla a los ojos.
¡Tamaños ojos abrió Karina! Sus celestes se
intensificaban en color tras darle en el clavo y de paso, dejarla vulnerable a
su presencia tras tan extensa meditación. Aun así, se las arregló para
responderle…
─ ¿Has oído algo parecido a la privacidad? ─
preguntó en tono burlón Karina sin dejar de jugar con su tenedor en el plato.
─ ¡Veamos! ─ comenzó Akiane en explicar no sin
antes quitarle el tenedor y probar ella misma la comida para añadir. ─ Hay
variadas opciones en el término privacidad: 1 Dice que todo lo que está dentro
de un ámbito personal llámese alcoba o baños es privado. 2 las decisiones que
tomes en lo general son privadas ya que nadie puede hacerlo por ti ya que no
eres un robot. 3 las relaciones sexuales de una pareja son de carácter privado.
4 privado es lo que tú confieses a un sacerdote y así, sucesivamente. Ahora, la
comida está deliciosa; algo fría sí; pero rica. Por lo tanto, solo algo debe tenerte inquieta para que
pierdas el apetito y no aprecies tan buen platillo.
Y 1 y 2 certeros comentarios hechos como mucha
objetividad y precisión. Dejando a una temblorosa Karina, que se le había
cerrado la garganta y no le salía sonido alguno producto de lo sorprendida que
fue.
─ ¿Y bien? ─ preguntó Akiane. ─ ¿qué sucede
contigo?
1, 2, 3, 4, 5…contaba mentalmente Karina para no
dejar salir su divino carácter. Nuevamente…1, 2, 3…Etc…Una lucha sin cuartel.
─ ¡Uf! ─ fue el resoplido que exhaló Karina al
frenar su dominante carácter.
─ ¿Es todo lo que me vas a decir? ─ cuestionó
Akiane.
─ Aburres al diablo ¿Sabías? ─ ahorita sí, le
salieron las palabras a Karina como a tiro de cañón y es que era polvorita con
esa mujer.
─ No; pero me habían dicho que agotaba la paciencia
de los Santos ─ repuso Akiane aflorando una gigante sonrisa de paso.
─ Totalmente de acuerdo ─ coincidió Karina,
moviendo su cabeza y quitándole el tenedor de las manos, añadió. ─ Me desagrada
que me piñizquen mi plato. Es de mala educación. Por último se pide permiso o
se pregunta.
─ Jajaja ─ estalló en una sonora risotada Akiane.
─ ¿Cuál es lo gracioso? ─ reprochó al tacto Karina,
viéndola con malos ojos.
─ Tú ─ respondió la joven Rosemberg.
─ ¿Yo? ─ cuestionó Karina más picada que nunca. ─
¡Explícate!
─ Haces mucho escándalo por algo tan simple como
eso. ─ explicó Akiane. ─ Pareces una niña berrinchuda al que le quitan un
caramelo.
─ ¿Berrinchuda? ─ protestó Karina que ya le picaban
las manos por darle un Suacate a su jefa. ─ Por molestarme que toquen mi
comida.
─ Sí ─ fue la respuesta de Akiane que no se cortó
un ápice y volvió a quitarle el tenedor y sacar comida del plato. ─ ¡Abre la
boca!
─ ¡¿Qué?! ─ exclamó horrorizada Karina con los ojos
saltones. ─ ¿estás demente o qué?
─ No ─ respondió Akiane. ─ como no deseas comer por
ti misma, me veo en la obligación de darte de comer, ya que tienes sumamente
preocupada a Greta y se va a sentir porque desprecias su comida tan rica.
─ ¡What´s! ─
Chilló Karina al toque.
─ Se buena niña y abre esa boquita linda ─ dijo
Akiane jugando con el tenedor al igual que un avioncito. ─ Diga un A…Gigante.
─ ¡Estúpida! ─ fue el alarido enconado de Karina y
de pronto la comida ya estaba en su boca, dejándola con catarsis infinita.
─ ¿Ves? ─ dijo pícaramente Akiane. ─ era muy fácil
y así, Greta queda más contenta.
Solo se veía la mandíbula de Karina, tratando de
digerir los alimentos con una mirada asesina de esas que te dan escalofríos de
la pura emoción.
─ ¿Una más? ─ preguntó Akiane que ya tenía cargado
el tenedor para un nuevo ataque.
─ ¡Vete al diablo! ─ soltó Karina al tragarse la
comida de un sopetón. ─ ¡Dame ese tenedor!
─ ¡Por favor! ─ exigió traviesa Akiane.
─ ¡Uy! ─ exclamó conteniéndose al máximo Karina. ─
Eres una zopenca.
─ ¡Ay que feo! ─ reprendió Akiane. ─ Una chica tan
linda diciendo cosas soeces. No me gustas mucho así, te lo voy advirtiendo.
─ ¿Qué? ─ exclamó furibunda Karina. ─ ¡Dame ese
tenedor Akiane! O
─ ¿O qué? ─ instigó Akiane con más picardía.
─ Voy a incrustar este plato en tu bocota ─ siseó
molesta Karina.
─ Porque no dejas otra cosa sobre mis labios ─
provocó pervertida mente la albacea.
─ ¿Así? ─ masculló Karina y buscando con la mirada
y halló algo interesante que agarró rápidamente. ─ Eso quieres…Eso tendrás.
¿Nadie se lo imagino? Como tampoco grabó el momento
exacto en que las manos de Karina, agarraron una cinta adhesiva y cortando un
pedazo, lo incrustó de golpe sobre la boca de su jefa.
─ Así no saldrán más estupideces de esa bocota tuya
─ rabió Karina, terminando de quitarle el tenedor y se puso a comer con enojo.
« ¡Dios mío! » fueron los pensamientos que brotaron en Greta que
se había mantenido al margen con tamaños ojos y con una tremenda preocupación
de que no estallará la tercera guerra mundial justo en su cocina.
Por su parte, Akiane, después de ser sorprendida
intempestivamente por aquel ataque. Quitó de sus labios la cinta adhesiva
despacio y luego, quedo viendo a la joven Sotomayor.
─ Por lo menos cumplí mi misión de que comieses ─
se ufanó Akiane, sobando sus labios lentamente y sin dejar de verla, agregó. ─
Igualmente me debes un cariñito de tu parte por el esfuerzo ¿No te parece?
Ahora sí que Karina quedo noqueada, puesto que cayó
en cuenta que todo fue un ardid simplemente para hacerle caer y comer por sus
propios medios. ¡Eso solo quería decir una cosa! Era la misma estrategia que
usaba su madre con ella cuando era pequeña. La técnica del engaño y para su
desgracia, cayó redondita.
─ ¡Tú!... ¡Ay!... ¡Eres!... ¡Uy! ─ intentaba urdir
alguna queja Karina. ─ ¿Cómo es qué?... ¡olvídalo!
─ ¿Olvidar qué? ─ preguntó Akiane divertida. ─ ¡Que
eres un encanto!.. Eso lo he sabido desde que te conocí el primer día. Es tu
lado más sexy conquistador que tienes.
─ ¡Akiane! ─ chilló Karina casi al punto de doblar
el tenedor hasta que…─ ¡Déjame comer en paz!
─ Yo solo vine hacerte compañía y charlar un
poquito ─ defendió Akiane haciéndose la loca. ─ ¿Tan mala es mi presencia para
ti?
─ No, pero eres algo odiosa ─ se quejó de lleno
Karina, comiendo antes que intentarán darle de comer otra vez. ─ No sabes
cuándo rendirte y te encajas a uno como plomo.
─ ¿Tan
pesada soy? ─ indagó Akiane juguetona moviendo sus cejas pícaramente.
A la propia Karina se le cayó el tenedor después de
escuchar aquella pregunta. No cabía duda que Dios era grande y poderoso, pero
¡esta mujer! Era TREMENDA.
─ Espera yo te paso otro ─ dijo Akiane levantándose
para ir a buscar otro cubierto. ─ ¡Aquí tienes!
─ No hacía falta ─ señaló Karina aceptándolo y
entregando el otro tenedor a Greta. ─ Gracias de todas formas.
─ Siempre será un placer ayudarte ─ soltó Akiane e
hizo señas a Greta por un poco de comida. ─ Ahora si comes un poco más lento;
por tu pobre estomago; y me permites que te acompañe degustando tan rico
pastel, podemos de paso hablar un poco las dos y hacer buenas relaciones
sociales ¿Qué me dices?
─ Supongo que no tengo más alternativa ─ acepto de
mala gana Karina y bajo el ritmo de comer. ─ Además, es de mala educación fijarse
en cómo se alimenta una persona. Es desconsiderado de tu parte. No estaba
faltando a ninguna regla de protocolo que yo sepa.
─ Jajaja ─ rio de buena gana Akiane con el discurso
de su protegida.
─ ¿Cuál es el chiste ahora? ─ atacó Karina
viéndola directo a los ojos.
─ Seré honesta ─ aclaró Akiane llevando un bocado a
su boca y limpiando con la servilleta, agregó. ─ me divierte ver que tienes una
respuesta para todo y una queja también. Deberías haber pensado ser abogada.
Estás perfecta para el perfil.
─ ¡Cristo! ─ aulló Karina y sin poder evitarlo más,
golpeó con su mano la cabeza de la albacea. ─ Realmente eres una descerebrada
con mayúscula.
─ ¡Auch! ─ se quejó Akiane sobando su cabeza. ─
¿Por qué? ¿Qué hice ahora?
─ Nada… ¡Más que abrir tu bocota! ─ reprendió
encolerizada Karina que se iba a levantar. ─ Hay que ver que tú metes las patas
a cada rato. Eres la mujer con cero tinos que he visto en mi vida. ¿Por qué
tuve que conocerte pedazo de bruta?
─ ¡Ey! Espera ─ solicitó Akiane, sujetándola del
brazo. ─ No te vayas. Tan solo intento romper el hielo contigo y poder
distraerte de tus preocupaciones.
─ ¿Qué? ─ preguntó por inercia Karina.
─ Ya te dije que te vi muy preocupada antes e
intentó hacer que te distraigas ─ Explicó Akiane, suspirando con alivio cuando
la vio volver a su sitio. ─ No es mi intención ofenderte. Prometí que las cosas
iban a cambiar entre nosotras y lo estoy cumpliendo. ¡Por favor acompáñame
almorzar!
Varias veces intentó Karina decir algo, pero le
costaba decir algo. Sin duda, aquella mujer la dejaba cada vez más sorprendida
con sus actos y la verdad, ya no sabía qué creer a esas alturas. ¡¿Milagro?!
Tal vez.
─ ¡Está bien! ─ dijo después de un rato. ─ Pero no
salgas con más burradas, por favor.
─ No lo haré. ─ respondió Akiane y obsequiándole
una sonrisa algo tímida, añadió. ─ Gracias.
─ ¡Déjalo así! ─ repuso Karina y viendo a Greta,
continuó. ─ ¡Por favor Greta, puedes servirme un poco más pero calentito!
─ Claro que sí ─ contestó ésta y retirando el plato
frío. ─ Aquí tienes.
─ Gracias ─expresó Karina sonriendo a la mujer
mayor. ─ Me disculpo contigo por lo de hace un rato. Realmente está delicioso.
Solo que estaba algo distraída.
─ Tranquila Karina ─ señaló Greta. ─ yo comprendo y
tú siempre has disfrutado de mis comidas como nadie.
─ Es que realmente nada tienes que envidiarle a un
chef profesional. ─ acotó Karina totalmente distendida en ese momento olvidando
todo. ─ Tu sazón, todo lo pones un gran amor en lo que cocinas que creo que
nadie puede igualar ese toque y cariño
que le colocas a tus alimentos. Es lo mejor que he comido por años.
─ ¿De verdad? ─ preguntó asombrada Greta.
─ Lo juro ─ repuso con vehemencia Karina y
brindando la mejor de sus sonrisas.
─ Gracias ─ dijo Greta emocionada que se arrimó y
la abrazó con mucho cariño.
─ Eres muy afortunada, nana ─ intervino Akiane que
fue una espectadora feliz de ver algo que le trajo una emoción grande a su
corazón. ─ Has conquistado el corazón de esta linda citadina. Digo, su estómago
y expectativas.
─ ¡Por Dios, Akiane! ─ reprochó Karina sonriente
pero con las mejillas ardiendo de la vergüenza. ─ no seas tan exagerada.
─ No lo soy ─ refutó ésta última. ─ digo la verdad.
Es el mejor cumplido que puede recibir una persona. ¡Admítelo! Te conquistó con
puro amor.
─ ¡Um! ─ balbuceó Karina que le dio escalofríos
escucharla decir eso, por algo más personal. ─ Sí, es verdad.
─ Es que eres muy especial, Karina ─ expresó Greta
feliz cota. ─ Una no puede dejar de quererte y atenderte de la mejor manera.
─ ¿Hablas enserio? ─ preguntó la joven Sotomayor
tan pasmada. ─ ¿No es que soy malas pulgas y gruñona?
─ De gruñona, lo eres y de malas pulgas cuando te
hacen enojar. ─ se adelantó en responder Akiane que no perdió la oportunidad
para bromear. ─ Pero eres la cosita más dulce y bella que hemos visto ¿no es
así, nana?
─ Por supuesto ─ secundó Greta tan feliz de verlas
sin pelear. ─ Eres una preciosa mujer.
─ ¡Este! …¡Yo! ─ intentaba aceptar Karina. ─
Ustedes me avergüenzan con sus comentarios.
─ ¿Por decir la verdad? ─ indagó Akiane.
─ No es eso ─ respondió Karina. ─ Sino que creo que
exageran. Yo no soy ninguna tonta para no saber que las personas piensan de mí.
No soy un amor de persona que digamos. Tengo mi carácter que me ha gastado
enemigos a lo largo de mi vida y desde que llegué a esta casa, sé perfectamente
lo que dicen a mis espaldas. La fama que tengo y las apuestas que hay en mi contra con eso de que soy un toro en
una corrida. Por eso creo que sus palabras se contradicen con la realidad.
─ ¿Sabías lo de las apuestas? ─ preguntó una total
y asombrada Akiane que dejo un lado su comida.
─ ¿Te crees que llegué a estas alturas de mi vida
siendo una ingenua? ─ Contra preguntó Karina. ─ No soy ninguna ilusa,
Akiane. Sé perfectamente que todo está
en tu contra y de esa pizarra que tiene Pedro en su oficina. Para tu
información tengo oídos y ojos con los que veo perfectamente y escuchó más de
lo que ustedes se piensan.
─ Karina ─ fue lo que expreso Greta que sabía de
sobra lo inteligente que era la joven. ─ No te hace justicia nada de lo que los
demás digan. Hay que conocerte más afondo para llegar a saber qué clase de
persona eres.
─ ¡Wow! ─ exclamó Akiane que no salía del asombro. ─
No sé qué me produce más asombro si lo que tú has dicho nana o tú, Karina. ¡Por
Dios! ¿Por qué no dijiste nada?
─ Porque no puedo cambiar el concepto que los demás
tengan a primera vista de mí. ─ respondió ésta levantando la cabeza con
orgullo. ─ Si no se han dado el trabajo de conocerme o el intento. Yo no voy a
cambiarles de parecer. Como dicen muchos, no soy monedita de oro para caerles
bien a todos y no me voy a desgastar intentando algo imposible y descabellado.
Lo único que debe importarme es ser fiel conmigo misma y tener en cuenta la
opinión de aquellos que sí me importan.
─ Comprendo ─ dijo Akiane que no salía de su
asombro y sopesaba las cosas. ─ ¿puedo preguntar algo?
─ Claro ─ fue la respuesta de Karina. ─ Creí que
estábamos haciendo relaciones sociales como tú habías dicho antes.
─ Jajaja ─ fue el turno de Greta de reír por el
comentario de la joven. ─ ¡Perdón! No debí.
─ Tranquila, nana ─ disculpó Akiane. ─ estás en tu
derecho de reírte a mi costa. Hasta a mí me parece gracioso el asunto.
─ ¡Decías entonces! ─ insistió Karina que disfrutó
a expensas de su jefa.
─ ¡Directo al hueso! Me gusta eso de ti. ─ apuntó
Akiane.
─ ¡Déjate de payadas y pregunta! ─ exigió Karina.
─ Tan impaciente ─ contravino Akiane y con una
seriedad pasmosa, preguntó directo al grano. ─ ¿yo te importo? Dentro esos
afortunados.
¡Suacate! No fue una pregunta al hueso sino a la
medula misma que dejo rota interiormente a la joven Sotomayor. No sé la
esperaba para nada y comprobaba que ella misma metía las patas a fondo cuando
se trataba de hablar con sinceridad. Había sido muy descuidada y ahorita estaba
a merced de su jefa.
Decir que las manos de Karina, temblaban era decir
poco. Estaba peor que una coctelera mientras se agita su contenido. Era una
madeja de nervios y no tenía como evadir la pregunta, ni esconderse, ni sufrir
de amnesia imprevista y qué decir de su corazón…Le jugó la peor de las
traiciones ya se fue directo al patio contrario y saltaba de algarabía dentro
de su caja torácica. Abandonándola sin ninguna contemplación. ¿Qué suelo o
milagro la sostenía?
Hasta que…
─ Me pregunto si la bruta no soy yo definitivamente
─ se lamentó sinceramente Karina, mordiendo sus labios de los puros nervios al
quedar expuesta a una situación que se buscó ella misma.
─ No lo eres ─ se apresuró en decir Akiane. ─ Solo
cuesta que confíes en otros.
─ Puede que tengas razón ─ secundó la propia Karina.
─ ¿Puede? ─ contravino Akiane.
─ Lo soy ─ terminó por aceptar Karina.
─ ¿Entonces? ─ instó sutilmente Akiane. ─ ¿Te
importo o no?
─ Debería decir no por mi propio bien. ─ contestó
Karina bajando la cabeza. ─ Pero no es mi estilo andar engañando a la gente.
Sí, es mi respuesta. Eres de esos afortunados.
─ ¡Mírame a los ojos! ─ ordenó con dulzura Akiane,
levantando el mentón de la joven.
─ Dime ─ preguntó Karina al alzar los ojos con sus
mejillas teñidas de rubor.
─ Nunca te avergüences de quién eres y menos de lo
que sientes ─ expresó sinceramente Akiane, acariciando su mejilla. ─ También
eres muy importante para mí y lo sabes de sobra.
─ Sí ─ repuso Karina. ─ Estoy tratando de
digerirlo.
─ ¡Qué bueno! ─ dijo Akiane. ─ ¿te parece si
seguimos probando los manjares de Greta?
Un cambio de tema y acción, oportuno que agradeció
sinceramente Karina y no seguir siendo más expuesta.
─ Por supuesto ─ respondió ésta más aliviada.
─ ¿Te gustaría dar un paseo conmigo después de
comer? ─ preguntó Akiane que volvió a probar sus alimentos.
─ Sí, puede ser ─ dijo Karina llevando a su boca la
comida y recordó. ─ ¿A caballo?
─ No, a pie ─ respondió Akiane. ─ Pero si gustas
vamos a caballo.
─ No ─ fue la pronta respuesta de Karina.
─ ¿Por qué no? ─ preguntó de inmediato Akiane. ─ Es
mi idea o ¿Tienes miedo a los caballos?
─ No es tu idea ─ aclaró Karina. ─ Tengo pavor a
los animales. En especial caballos.
─ No sabía ─ dijo Akiane.
─ No tenías cómo saberlo ─ puntualizó Karina. ─
Dudo que Adriana, te haya comentado de mi fobia.
─ ¿Tienes fobia a qué? ─ preguntó de plano Akiane
que le preocupó el tema. ─ ¿Qué sucedió contigo?
─ Una caída en caballo cuando niña con mi yayo ─
confesó Karina. ─ Vi sus patas caerme encima y estuve lastimada un tiempo.
Nunca más quise ir al campo. Me daba terror que volviera a lastimarme un
animal.
─ ¡Karina por dios! ─ exclamó consternada Akiane. ─
¿por qué no lo dijiste la primera vez que te llevé a los establos o en la
lechería?
─ Por que no iba a dejar que mis miedos me
dominaran ─ se excusó ésta mordiendo los labios de los nervios. ─ No me gusta
andar dando lastima. Además, me molesta
dar a conocer mis debilidades a otros o extraños.
─ Pero yo no soy ninguna extraña ─ rebatió Akiane.
─ Pero lo eras en su minuto ─ defendió Karina. ─ amigas
no éramos precisamente en el comienzo ¿lo recuerdas?
─ Tienes razón ─ aceptó Akiane. ─ Me disculpo por
eso. De haberlo sabido no te hubiera dejado sola.
─ Por eso mismo no ando contando mis cosas ─
reprendió contrariada Karina. ─ ¡Me carga que me sobre protejan! Cuándo lo van
a entender que lucho todos los días contra mis debilidades para superarlas y
que no necesito que me traten con pinzas, ya que no soy ninguna minusválida.
─ Lo siento ─ repuso Akiane, tocando su brazo. ─ No
fue mi intención ofenderte o hacerte sentir incomoda. Lo decía porque yo misma
me hubiera ocupado de que fueras perdiendo esos miedos de a poco. No para
libarte de ese obstáculo sino para apoyarte a que los vencieras. ¿Comprendes
ahora mis intenciones?
─ Sí. Ahora sí ─ convino Karina. ─ soy yo la que me
disculpo contigo. Me adelante en sacar conjeturas.
─ Descuida, todos cometemos errores ─ mencionó
Akiane. ─ Vamos a salir a pasear a caballo juntas, pero iremos gradualmente y
si quieres podemos hacerlo con tu acosador amigo.
─ ¿Lo dices por el besador? ─ preguntó pasmada
Karina.
─ Ese mismito ─ dijo Akiane risueña. ─ Hay que ver
que es un sortudo. Ya daría yo por estar en su lugar.
─ ¡Por Dios, Akiane! ─ protestó Karina. ─ No puedes
compararte con un animal.
─ No me comparo ─ rebatió ésta. ─ Pero deseo hacer
lo que él hace.
─ ¡¿Qué?! ─ fue la exclamación de Karina atónita.
─ Esto ─ señaló Akiane y sin previo aviso, depositó
un suave beso en los labios de la muchacha.
La sorpresa fue mayúscula y la respuesta también lo
fue, al cabo de unos segundos en que el efecto del sopor pasó, devolvió el beso
de su contra parte.
No fue un minuto en que ambas mujeres se besaron,
pero fue lo más significativo que han tenido desde que comenzaron su
coexistencia.
Al poco rato, los mismos labios acosadores, fueron
los que se retiraron despacio de los otros. Y unos ojos verdes veían a los
celestes con total trasparencia y felicidad.
─ Espero no ganarme otra cachetada ─ soltó
sorpresivamente Akiane que por arte de magia ya estaba sobando su mejilla.
─ Jajaja ─ fue la risotada que se escapó
sonoramente de parte de Karina y movía la cabeza de una lado a otro por las
ocurrencias de su jefa.
Simplemente el rostro de la chica Sotomayor se
transformó de tal forma que sus facciones se suavizaron tanto y sus ojos
brillaban igual que estrellas titilantes. Definitivamente era otra mujer que
estaba frente a los rostros de Akiane y Greta que a esas alturas, le brotaron
unas lágrimas de felicidad.
─ Eres más hermosas que un ángel descendiendo del
cielo. ─ susurró totalmente embobada Akiane.
En el acto, la mirada celeste descendió a la altura
del rostro de la albacea y fue con sus propias manos, que lo atrajo al suyo y
devolvió el beso con una ternura y timidez jamás imaginada por nadie.
La respuesta no se hizo esperar, Akiane, abrió sus
labios para recibir aquella boca que anhelaba desde hace mucho y de hace unos
segundos. Eran tantos sus anhelos que le parecía mentira que estuviera siendo
besada por voluntad propia por aquella arisca joven mujer.
A pesar de ser más alta y estar sentada, pasó sus
brazos por el cuello de la muchacha y acortar la distancia entre ellas en forma
total. Un beso tímido y a la vez explorador. Un beso tan suave y delicado que
daba vestigios de abrir las puertas de su ser por más de aquello que se le
ofrecía.
Se fueron sumergiendo en el beso que siguió siendo
lento y delicado y nada les importó a su alrededor. Y hasta la propia Greta, se
puso colorada como una manzana pero muy contenta de verlas prodigarse ese tipo
de amor. Así que sin más, tomó la mano de su compañera de trabajo y juntas
salieron de la cocina sin hacer mayor ruido y no distraer a la pareja. ¡Si es
que se podía llamar así ya!
En eso Pedro, iba directo a la cocina y fue tomado
del brazo por Greta y lo sacó de inmediato para que no interrumpiera.
─ Pero si muero de hambre ─ protestó Pedro. ─ solo
me haré un sándwich o cogeré un trocito de pastel y me voy. Lo prometo.
─ No harás nada de eso ─ señaló Greta. ─
¡Acompáñame!
─ Pero…Gretita ─ intentaba convencer Pedro.
─ Ya dije que no ─ repuso Greta. ─ Interrumpirías,
Pedro.
─ ¿A quién? ─ preguntó el capataz.
─ A las chicas ─ respondió Greta.
─ ¿Qué chicas? ─ volvió en preguntar Pedro
confundido. ─ Que yo sepa las únicas son A…
─ Ellas mismas ─ terminó en decir Greta al capataz.
─ ¿Están en términos amistosos? ─ indagó
entusiasmado Pedro con su idea descabellada. ─ Lo digo para que no hayas dejado
que entrase a tu templo culinario.
─ ¡Adulador! ─ reprendió Greta. ─ Y sí, están en
esos mismos términos que estás pensando.
─ ¡Al fin! ─ exclamó feliz Pedro celebrando con sus
brazos al aire. ─ ¡Dios ya era hora de humo blanco!
─ Jajaja ─ rio Greta de buena gana con el entusiasmo del
hombre de confianza de su niña. Parecía un padre para ella de lo mucho que se
preocupaba por su bienestar y felicidad.
─ Las cosas tienen que mejor de ahora en adelante. ─
mencionó Pedro viendo a lo lejos la puerta de la cocina.
─ Verás que sucederá ─ coincidió Greta sonriendo
por la dicha de ambas y de ellos mismos.
─ Bueno ya que estamos de buenas noticias ¿te
parece si me acompañas a comernos unos huevitos revueltos que hace Luis? ─ dijo
Pedro.
─ ¿Están cocinando en la lechería? ─ indagó Greta. ─
¿desde cuándo?
─ Desde ayer ─ respondió Pedro. ─ Tú sabes que ni
tiempo nos da para venir a comer a nuestros hogares o en el galpón y están
haciendo una fritanga para apoyar a los compañeros por la jornada larga que
tenemos.
─ ¡Vayamos a probar esa mano de Luis! ─ aceptó
Greta. Cogiendo el brazo de su compañero de años y amigo. Además de padrino de
su hija menor.
─ ¡Vamos pues! ─ instó feliz cote Pedro. ─ Dejemos
que ellas sigan haciendo las pases para que tengamos campanas más adelante.
─ Eso espero, querido Pedro ─ concordó Greta. ─ les
hace falta darse esa oportunidad de ser felices.
─ También lo espero, Greta. ─ Coincidió Pedro. ─
Son las únicas que pueden cambiar las cosas por su propio bien y Akiane ha dado
más allá de sus capacidades por conquistar a esa mujer. Necesita ver el fruto
de todo ese esfuerzo bestial que ha hecho con tal de cumplir su palabra con
Adriana.
─ Y Karina, merece dejarse amar por mi niña ─ acotó
Greta. ─ Son dos mujeres que nacieron para encontrarse y pertenecerse.
─ Lo creo verdaderamente después de tanto tiempo. ─
repuso Pedro.
Ambos salieron fueron de la casona y se fueron
conversando hasta llegar a la lechería dónde se hallaban la mayoría de los
trabajadores probando alimentos.
Mientras que muy lejos de todo lo que sucedía en
los alerces…
Unos pasos iban y venían de un lugar a otro. No
dejaban de hacerlo ya que su portadora estaba realmente inquieta…
─ Karina…─ fue el llamado que se desprendió de los
labios de aquella mujer de cabellos dorados que estaba dentro de la habitación
del hotel.
Al mismo tiempo y presintiendo el llamado…los
parpados se abrieron y los ojos celestes quedaron viendo a la nada…
Muy lejos se está de dar por sentado algo y darlo
por hecho y santiguado. La vida siempre tiene algo más que decir. Las pruebas
nunca acaban en la vida de las personas.
Cuando las heridas se abren y se limpian para
comenzar a sanar verdaderamente. El pasado cobra su lugar en la historia de una
persona y se verifican muchas cosas. Quedando en evidencia muchas interrogantes
que no fueron respondidas en su minuto por haberlas pasado por alto debido a
las circunstancias.
Después de los resquemores de Karina, recién comenzaba
a escribirse su verdad de aquél día. ¿Tendría el valor de hacerle frente? Y
continuar con su vida.
Era la jugada que no fue capaz de prever Adriana y
dejaba totalmente expuesta a su hermana menor.
Uno siempre debe enfrentar sus temores tarde o temprano y la verdad sea
dicha de paso…Melissa nunca fue el problema en la vida de la joven Sotomayor,
sino lo era otra persona, otra mujer.
3 comentarios:
hey. gracias por subir otro capitulo mas de esta historia,
la verdad me quede waooooooo y no se que paso asi lea varias veces el cap y quede impaktaddd
Excelente capítulo. Es bueno saber que por fin Karina rompió ese cascaron y ya se dio cuenta de sus sentimientos. Gracias por el capítulo.
Ándale pues! no que no tronabas hojita! al fin el beso de la paz!
tan lindas ellas.
Y ahora que va a pasar si no es Melissa entonces quién es la otra mujer?
Punto a tu favor... que nos dejas picadas así que espero no tardes con el siguiente. Gracias y saludos
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