Capítulo
9 polos opuestos
Mascaras…
─
Quiero que repitas lo que acabas de decir ─ demandó Alexandra cuyas emociones
estaban tomando tonalidades variadas entre un fuego rojo intenso y uno azul
oscuro.
La
joven Briceño apoyó su mano derecha debajo de su mentón, mejor dicho; apoyó su
barbilla sobre su mano y le quedo viendo con un semblante que decía a leguas
¿Qué quieres decir? Y toda su postura era de una calma intencionada.
Y la
demora en responder al cuestionamiento solo consiguió que su contra parte hiciera el primer movimiento impulsivo del
momento.
─
¿estás sorda? ─preguntó con impaciencia Alexandra. ─ O ¿simplemente te estás
haciendo la idiota conmigo?
Tampoco
hubo respuesta por parte de la joven si no que ladeó su cabeza un poco a la
derecha y desde su lugar solo contemplaba las reacciones en el rostro de su
jefa. ¡Simplemente un espectáculo!
─ ¡Ya
veo tu jueguito! ─ expuso irritada Alexandra apoyando su cabeza entre sus manos
que estaban apoyadas en la mesa, continuó. ─ ¿Quieres hacerme perder la
paciencia niña?
Esta
vez, fue su mano izquierda que mostró su palma abierta a modo de respuesta
diciendo algo así como…« ¡Y a mí qué! »
Aquello
fue la pisca que hizo subir la espuma efervescente del fondo del vaso hasta el
borde filoso de éste mismo. La pálida piel de Mirelles se tornó escarlata del
coraje que se acumuló en ella por la provocación de aquella jovencita, mejor
dicho, a quién hizo su sumisa.
─
Trata de no agotar mi paciencia ─ masculló con dientes apretados Alexandra
conteniendo al máximo su carácter.
─ Yo
no la agoto ─ siseó de adrede Tania y aprovecho a darle un sorbo más a su
refresco. ─ Además acabas de repetir una misma cosa y eso es poco habitual en
ti. Digo…Perder el rumbo de las cosas.
Un par
de pestañas dos veces se cerraron entre sí y al volver abrirse ante el
espectador, mostró todo su brillo en esplendor y estaba lejos de mostrar un
escenario optimista a simple vista; ya que la cortina de pestañas dejaron ver
esas orbes miel en un punto álgido de molestia mal contenida.
De
pronto dejó caer su mano derecha sobre la mesa y con sus dedos comenzó un
tamborileo en desarmonía única y cargada a inusual y marcada presión sobre la
superficie. Indicio claro que su temperamento está por salir disparado.
─
¡¿Qué demonios quieres?! ─ preguntó Alexandra yendo directo al asunto.
─
Podría intentarlo si tú quieres ─ tanteó aún más Tania.
─
Habla ─ Instó Mirelles.
─
Dejemos esto hasta aquí por el bien de las dos ─ señaló Tania que daba sorbos
pequeños con el único fin de tener una distracción y motivo de pausa para
continuar presionando su suerte por así decirlo. ─ ¿Te parece?
─ De
ninguna manera ─ objetó Alexandra con una mirada fulminante. ─ ¡Hazte cargo de
tus decisiones anteriores!
─ En
eso estoy ─ contradijo Tania. ─ Haciéndome cargo de mis acciones y buscando una
solución equitativa para ambas partes.
─ ¿Y
por qué el cambio? ─ cuestionó Alexandra. ─ Será que te entró el miedo y
quieres salir huyendo al darte cuenta de la metida de patas que hiciste.
─
¿Miedo? ─ Contra pregunto Tania.
─ Sí,
miedo ─ respondió fríamente Mirelles.
─ Sería
satisfactorio para ti, oírme decirlo ─ adujo Tania. ─ Pero no es el caso
querida Alex; ya te dije que no tengo miedo y si busco una salida es meramente
por otros motivos.
─
¿Cuáles? ─ inquirió Alex.
─ Son
privados ─ dijo Tania bajando el perfil.
─ ¿Así?
¡No me digas! ─ repuso Mirelles. ─ Pues déjame decirte algo para refrescarte tu
cabecita y no vayas a olvidarlo a priori. Desde el momento que cruzaste la
línea conmigo, dejaste de tener secretos o vida privada. No olvides que ahora
eres mi sumisa.
─ No
lo olvido Alex─ afirmó Tania dejando su
vaso sobre la mesa y viéndola de lleno a los ojos. ─ ¿por qué no me dejas ir?
Te libras de mi presencia y recuperas tu tranquila vida de mujer pulcra.
─
Tienes una lengua filosa que no sabe contenerse, niña ─ expuso ésta. ─ Y por
mucho que tu oferta me parezca atractiva desde el punto de vista laboral. No
quiere decir que esté dispuesta a tranzar solo porque a ti se te dio la real
gana ahora de cambiar de planes. Yo cuando me involucro en algo, mantengo mi
postura y convicción hasta las últimas consecuencias.
Ahora
fue el turno de que las pupilas negras de la joven Briceño resplandecieran más
que satisfactoriamente ante el escenario que fue creando sutilmente para hacer
caer a su jefa, justo y precisamente estaba en dónde la quería.
¡Quizás
fue la sonrisa! Que intentó formarse en la comisura de los labios que alertó a
Mirelles que algo estaba más que mal ahí. Todas sus alarmas se activaron dentro
de su cabeza y la pusieron en alerta ya que intuyó que estaba de lleno a una
trampa.
Es muy
parecido cuando un habitual cazador huele el peligro en el aire al aspirarlo y
como un hábil predador siente que debe retroceder un poco para tener más
opciones de ver que triunfará por sobre su presa.
El
iris miel de sus ojos se expandió de golpe al reconocer que estaba al filo de
un precipicio y aunque las señales preventivas llegaron, lo hicieron demasiado
tarde.
«
¿Cómo pude ser tan estúpida y no darme cuenta? » mentalizó Alexandra que
observaba consternada los hechos y a la muchacha que tenía enfrente.
─
¡Rayos! ─ exclamó molesta Mirelles sin poder contenerse y volteando su rostro a
un costado por el coraje que la sumió.
─
¿Sucede algo? ─ preguntó sutilmente Tania que observó con más atención el
semblante de su jefa.
─ Nada
─ fue la aplastante respuesta de Mirelles sin verla de frente.
─ ¿Realmente?
─ cuestionó Tania enmarcando una ceja y ocultando al máximo su sentir.
─ Verdaderamente
eres molesta cuando presionas más de la cuenta ─ bramó Alexandra mordiendo la
rabia porque realmente se sentía estúpida por dejarse caer y no se molestó en
mirarla.
─ No
siempre puedes estar en control ─ repuso Tania apoyando su mentó sobre su mano
derecha y se mantenía vigilando las reacciones de Mirelles. ─ Reconoce que no
puedes manejarme a tu antojo.
─ ¡No
te des tantas ínfulas! ─ recriminó Alex ya cabreada de la provocación de la
muchacha y volteó a verla con mala cara y enrostró las cosas un poco más. ─ Si
me da la gana puedo tener a otra en tu lugar con un chasquido de dedos. ¡No
eres indispensable como crees!
─ ¿Qué
te detiene? ─ inquirió Tania; guardando para sí lo que significó oír aquellas
palabras. ─ Yo no tengo problema alguno con eso, por el contrario; me
facilitarías las cosas y me permitiría también estar en una relación abierta
entre ambas.
¡Zas!
Fue la bofetada estratégica y emocional perfecta para hacer tambalear el
orgullo dantesco que tenía Mirelles y sin olvidar a su autocontrol que se fue
por el caño del retrete.
Las
miradas asesinas existen aquí y en la quebrada del ají. Y esta era una de esas
circunstancias en que las vibraciones negativas estaban a punto de rebalse y se
derramaban oscilantes hacia fuera de su recipiente. Los ojos miel bullían de
coraje mal contenido al no poder frenar las insinuaciones desquiciantes de la
joven.
─
Olvidas lo que significa el término «Sumisa» querida. ─ mordió las palabras
Alexandra acercando su rostro al de la joven. ─ O ¿Quieres que te refresque la
memoria un poco?
─ Eres
tú la que no quiere asumir tu rol, no yo ─ cuestionó sin asco Tania y siseando
un poco más a su suerte, acortó la distancia entre ambas limitándola a unos
milímetros entre ambos rostros. ─ No es mi culpa que dejes abiertas ventanas
que me dan a entender que puedo no tomar en serio nuestra sádica relación y
sentirme en libertad de buscar otros horizontes; ya que no hay mayor interés en
ti y no voy a perder mi tiempo en buscar algo que no quieres dar.
Las
pupilas miel se dilataron más dentro de su capacidad ocular dado que no podía
dar crédito a lo que oía y a tanta provocación. Sabía que no podía detenerse
ahora en ser remilgada y calculadora. Ese planteamiento se fue a la basura con
la joven Briceño. Estaba claro que tenía dos opciones: o jugaba seriamente o se
arriesgaba a ser el hazme reír de una chiquilla maquiavélicamente manipuladora.
─ Ten
cuidado con lo que estás buscando chiquilla ─ advirtió Alexandra, respirando
sobre sus labios y sonriendo con medida sensualidad, vestida de lujuria y
arrogancia. ─ ya probé que no eres inmune a mis encantos y puedo ponerte de
rodillas si me lo propongo.
─ Si
fuera el caso, habría que ver quién pierde más en esta ronda ─ susurró con voz
calma Tania, sin alterarse por la proximidad de esa boca que estaba casi sobre
la suya. ─ Sabes que…No se puede mostrar dos veces una misma jugada.
─
¿Así? ─ cuestionó Mirelles que tiró delicadamente el labio inferior de la chica
solo para hacerla caer.
─ Sí ─
fue la respuesta a dientes apretados de Tania que aguantaba estoicamente el no
ceder la tentación de la mujer mayor. ─ ¿Sabías que la repetición de algo no es
efectiva?
─
¿Quieres comprobarlo? ─ Provocó Mirelles picando con la punta de su lengua
sobre el borde de los labios de la muchacha.
─
¡Quizás en otra ocasión! ─ se burló Tania alejándose del rostro de la mujer y
tomando su chaqueta entre sus manos y alzar una ceja y agregar. ─ Mamá me
espera en casa y he demorado ya un poco ¿No te parece?
«
¡Mierda! La chiquilla listilla esta» mordió la frustración en su mente
Mirelles.
─ Tú,
madre ─ masculló Alexandra se dejó caer sobre su asiento y la miró con un dejo
de molestia, pero se sobre puso a ello. ─ tienes razón. Debes volver a tu
seguridad.
Llamó
al mesero y pidió la cuenta. Luego de pagarla y se encaminaron hacia el estacionamiento sin volver a cruzar
palabras entre ellas.
Subieron
a la motocicleta con rumbo al domicilio de la joven Briceño. Cuando hubieron
llegado, se aseguró que la muchacha se bajara para largarse de prisa, pero…Una
llamada interfirió con sus planes y al ver la pantalla y reconocer el número
decidió contestar sin dejar de ver a la muchacha que permanecía aún frente a
ella.
─
¡Calixta! Dime…─ instó Alexandra.
Mirelles
escuchó atentamente lo que se le estaba diciendo y fue cuando una sonrisa
perversa se bordó en la comisura de sus labios hasta ensancharse cínicamente
delante de la joven.
─ Por
supuesto que iré contigo ─ siseó Alexandra viendo los ojos negros de Briceño. ─
Necesito un poco de adrenalina y la compañía que me propones es; como decirlo; interesante.
Estaré en Viña en unos 30 minutos más menos. Por supuesto Darling, nos vemos al
rato.
Colgó
la llamada y guardó su celular en su chaqueta para quedar viendo a la morena
que no le quitaba los ojos de encima.
─ Nos
vemos el lunes en el trabajo ─ mencionó fríamente Alexandra antes de encender
su moto nuevamente.
─ ¿No
irás mañana? ─ preguntó Tania manteniendo imperturbable ante lo sucedido. ─
Pregunto porque querías que fuese a trabajar ya.
─ En
tu caso, sí ─ respondió rotundamente Alex con un timbre burlón. ─ en mi caso
necesitare descansar ya que estaré muy ocupada esta noche.
─ ¡Ya
veo! ─ exclamó Tania y se giró para largarse de la vista de su jefa. ─ no te retengo más.
Los
ojos miel no dejaron de observar a la muchacha hasta que entró al hogar y se
perdió de su vista. Nuevamente una sonrisa perversa afloró en sus labios.
─ ¡Ya
verás! ─ murmuró Alexandra y se marchó del lugar. ─ Vas a perder.
Mientras
que en el interior de la casa…
─
Disfruta de tu salida…Alex ─ masculló con dientes apretados Tania que mordía su
propia rabia. ─ Será la última.
El
coraje detonó en su propio ser y una lágrima rebelde resbaló de sus ojos. Las
que quitó con soberbia e indignación. Estaba lejos de perder una batalla y
mucho menos una guerra.
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