Un nuevo amanecer, capítulo 7.
─ ¡Sofía! ─ exclamó una atónita Florencia, que no daba
crédito a quién tenía delante suyo.
El rostro de la joven estaba totalmente conmocionado
por la sorpresa de ver a Sofía Almagro, su jefa; en vez de su compañera y
amiga.
─ ¡Buenas noches! ─ volvió a saludar Sofía, que acortó
la distancia entre ambas y sus ojos buscaban en los de la joven, sus
impresiones mas internas…las de su corazón.
Aunque desconcertada y todo, consiguió sobreponerse y
corresponder el saludo de Sofía.
─ ¡Buenas noches Sofía! ─ saludo entre cortado
Florencia e involuntariamente clavó sus ojos negros en los azules de la
Arquitecta.
Ese sencillo detalle, fue la llave o el vamos para que
Sofía, comenzará a dar forma a todo cuanto anhelaba y aspiraba su corazón con
respecto a la joven Villar. Desde que regreso al país que se había propuesto
darse una oportunidad de entablar una relación personal e íntima con la
muchacha y el primer paso sería conocerla en profundidad y saber el sentir de Florencia.
Los ojos azules de la Arquitecta, brillaron tan
intensamente, que parecían luceros de la noche y es que tenían ese resplandor
tan especial, únicamente por tener frente a ella, la responsable de ese fulgor,
porque sin pedirlo, ni buscarlo, encontró el amor en el rostro de una mujer y
su sonrisa fue la flecha dorada que jamás se disolvió en su corazón. Cambiando
su vida por completo y para mejor.
─ Esta noche luces muy hermosa, mi querida Florencia ─
susurró Sofía, que cogió la mano de la joven y depositó en ella, un delicado
beso, sin dejar de verla a los ojos y luego, añadió ─ ¡Espero que mi presencia
no te incomode! Y podamos tener una grata velada las dos.
Florencia, sintió que la tierra se la iba a tragar, ya
que el piso se movió a sus pies y unos pequeños temblores comenzaron a subir
por todo su ser hasta el punto de que
una descarga se produjo con el leve contacto de los labios de Sofía en su mano.
Su cuerpo fue presa de miles de sensaciones con un
simple beso que caló en lo más profundo e intimo de su ser. Eran emociones que nunca antes había sentido con alguna otra
mujer y todo se debía a que la muchacha no estuvo involucrada sentimental con
nadie, aunque en tiempo de universidad una chica llamó levemente su atención,
más ella prefirió dedicarse a sus estudios. Optando en dejar a la vida que le
presentará una oportunidad de amar más a futuro y vaya que estuvo en lo correcto.
No obstante, Florencia, era una novata en cuestiones
amorosas y aunque como toda mujer está dotada de sensualidad y tiene conciencia
de que cuenta con un lado romántico que le permite buscar medios para
conquistar y ser seducida a la vez.
Más este no era
el caso, ya que la joven estaba totalmente en desventaja con respecto a Sofía,
quién sí poseía un magnetismo natural que seduce con solo mirarla, pues está
muy consciente que despierta pasiones en muchos de sus colegas, amigos e
incluso una vez en épocas de universidad y en una noche de juerga en casa de
Mariela, estuvo a punto de provocar que la misma Sopric, con algunas copas
demás en el cuerpo estuvo a punto de besarla en uno de esos jueguitos atrevidos
que se suelen tener y de no ser porque Almagro, alcanzó a reaccionar sino
hubiesen cometido la mayor de sus travesuras juveniles.
Por lo tanto, la joven Villar estaba a punto de vivir
y experimentar momentos inolvidables, que no lo hubiese imaginado ni en sus
mejores sueños.
─ La verdad es toda una sorpresa verte aquí, ya que
esperaba a Carla ─ logró pronunciar Florencia, aún hipnotizada por esos ojos.
─ Entonces. Espero que este pequeño intercambio sea de
tu agrado ─ murmuró Sofía, acariciando con su dedo pulgar los nudillos de la
mano de Flo. ─ Por cierto y antes que lo olvide, Carla, me pide que la
disculpes, pero le surgió un imprevisto que debía resolver a la brevedad.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó con algo de pesar Florencia y
bajo la mirada ─ Así que has tenido que venir en su lugar por obligación.
En el mismo instante que Florencia, acabó de terminar
esas palabras, una mano levantó su mentón por medio de una rosa y alzar sus
ojos se encontró a escasos centímetros del rostro de Sofía.
─ No vuelvas a decir una cosa así nuevamente ─
contravino Sofía, que con el botón de esa rosa acarició el rostro de la
muchacha. ─ He venido porque deseaba hacerlo y quiero que sepas que tú eres muy
especial para mí y ésta es la oportunidad perfecta de hacerte saber muchas
cosas y de paso aclarar un punto pendiente que tenemos desde la última vez.
No sólo las palabras sino ese delicioso mimo que le
brindaba Sofía, habían conseguido inundarla de un deleite pleno que realmente
la tenía subida por las nubes y para ser honesta, no deseaba que la trajesen a
la realidad. Simplemente estaba experimentando cálidas sensaciones y su corazón
estaba siendo consentido por la mujer más maravillosa, aquella que eligió
libremente para amar sin importarle nada más. Un corazón a que escogió a quién
pertenecer.
─ ¡Mi dulce Florencia! No tienes idea cómo me agrada
estar en tu compañía una vez más ─ murmuró melosamente Sofía, que no dejaba de
pasar delicadamente ese capullo de rosa por el rostro de su amada, delineando y
perfumando ese semblante, muy peculiar. ─ No me hubiese perdido esto por nada
de este mundo.
Si las palabras cautivan o envuelven a una persona,
ésta era la ocasión perfecta de demostrarlo, ya que Florencia, estaba
totalmente a merced de la Arquitecta y sentía que estaba clavada al piso,
prisionera del embrujo de Sofía.
─ So…fía ─ susurró Florencia, apenas en un hilacho de
voz.
─ ¡Dime, mi bella sureña! ─ instó con ternura Sofía,
al contemplar lo frágil y vulnerable que estaba su chica.
─ ¿Qué deseas de mí? ─ se atrevió a preguntar sin
rodeos Florencia, clavando sus ojos negros en los de su jefa.
─ Esta noche vas a tener tu respuesta ─ respondió
Sofía.
Cesando de acariciar a la muchacha y se retiró unos
buenos pasos atrás para que la joven se recuperase antes de proseguir con lo
planeado en su mente desde que salió de casa y que por lo demás; llegaba tiempo
imaginando. El día en que le confesará sus sentimientos a lo mismo que había
sucedido con su madre, su mejor amiga y
dentro de unos días, le tocaría el turno de la familia de su difunto esposo,
porque no estaba dispuesta; por principios; a iniciar una nueva relación
sentimental basada en la mentira o dejando algo inconcluso y para ello, cerraría
en forma definitiva una etapa de su vida y podría dar vuelta la página.
Permitiéndose una oportunidad de construir y forjar un futuro al lado de
Florencia.
La decisión estaba tomada y no había vuelta atrás, le
gustase a quién le gustase. Sabía de ante mano que habrían mas de unos
problemillas al respecto, ¿Pero quién no los tiene en la vida cuándo decide
iniciar algo o hacer cambios? Más ella era
Sofía Almagro y no necesitaba del permiso de otros para ser feliz y
mucho menos tomarles el parecer, sólo le bastaba el cariño y respeto de sus
padres, hermanos y amigos. El resto le tenía sin cuidado.
Carácter era lo que más le sobraba a la Arquitecta y
bien lo supo Cristóbal, que nunca dejo de alabarle esa cualidad tan propia de
ella y que llegó a conquistarlo a él y terminó por pedir su mano antes de que
la joven pudiese siquiera cuestionarse las cosas. 10 años de matrimonio
hablaban de que fue asertivo en su decisión.
Más ahora, él formaba parte de su pasado que nunca más
volvería a su vida y como todo en la vida…la función debe continuar.
Ahora, son vientos de cambios y es otra la persona,
quién será la protagonista de acompañar a la Arquitecta en el viaje de la vida.
Una nueva compañera, una confidente, cómplice, amiga y amante...Y tal vez algo
más, ya que en la relación anterior, faltó algo muy importante y fundamental
para dos seres que se aman y es la culminación de su amor…Familia.
─ ¡Ten la bondad de acompañarme! ─ repuso Sofía, que
extendió su mano en dirección de la muchacha ─ Ven y descubre por ti misma, mi
verdad, la que está guardada en lo profundo de mi corazón.
El enganché estaba hecho y no había forma de escapar.
No había cabida para dudas o resquemores y una decisión debía tomarse para bien
o para mal. Era tiempo de arriesgarse.
─ ¡Ven a mí! ─ demandó sensual Sofía, y su postura
como su actitud, lo decían todo. ─ Ven conmigo hermosa Florencia y déjame
regalarte más que las estrellas esta noche.
En ese momento; como un cómplice y jugando a favor de
Sofía; una suave brisa sopló en todo el lugar, envolviendo en un aire romántico
el instante y haciendo ondear el cabello cobrizo de la Arquitecta, resaltando
no solo su rostro aún más; sino que
permitió tomar conciencia a la joven Villar, en toda su figura y sólo ahí, cayó
en cuenta en cómo lucía su jefa.
─ ¡Mi Dios!... ¡Qué guapa está! ─ murmuró Florencia,
más que embobada sino que aturdida con lo bella que lucía la Arquitecta.
Y es que Sofía, estaba ataviada en un vestido negro,
que le llegaba hasta un poco más arriba de los tobillos, que tenían sus hombros
descubiertos y a la vez que un chal de raso negro cubría parte de sus brazos
como su espalda. Una gargantilla fina y diminuta; adornaba parte de su cuello y
que además, era su único adorno, aparte de un bolso de mano en cuero negro y
culminaba en unos hermosos zapatos de tacón alto y fino. Todo el conjunto le brindaban una apariencia,
elegante, sencilla y muy, pero muy sensual.
Demás estaba en decir, que Sopric, no mintió cuando
dijo que su apariencia cautivarían a la joven Constructora y no se equivocó en
absoluto, ya que Florencia, estaba con la boca abierta al percatarse de lo que
en un principio paso por alto… simplemente es muy despistada.
Sofía, al ver la reacción de la muchacha, alzó su
mentón en forma triunfal y una sonrisa coqueta y sexy se bordó en sus labios.
Había conseguido ya dos de sus objetivos y muy pronto obtendría sus tres
faltantes.
─ ¿Vendrás conmigo? ─ interrumpió sutilmente Sofía,
que camino muy despacio hacía la joven y quedando a dos pasos de ella, volvió a
extender su mano a Florencia.
La respuesta no se hizo esperar más y en el acto, fue
la mano de la joven constructora, que descansó
en la de la Arquitecta.
─ Sí ─ respondió Florencia, aunque algo turbada, no
quiso prolongar más la agonía a su corazón y dejarse llevar por la mujer que le
quitaba más que el sueño. ─ Iré contigo, Sofía.
─ Muchísimas gracias por aceptarme como tu acompañante
─ señaló Sofía, quién atrapó esa mano y la unió a la de ella. ─ Este es un
pequeño presente y el primero de muchos que vendrán con el correr de esta
noche, porque voy hacer de esta velada especial e inolvidable para ti.
En ese momento le entregó el ramillete de rosas
blancas, como símbolo de un sentimiento puro y sincero que había surgido desde
el mismo instante en que la conoció y que fue convirtiéndose en algo muy
profundo con el correr de los días o meses.
─ Sofía… ¡Son muy hermosas! ─ repuso una emocionada
Florencia, que gustaba de las flores ─ muchas gracias, pero no debiste
molestarte.
─ Nunca será molestia regalarle, una flor a otra
hermosa flor ─ murmuró seductoramente Sofía ─ toda mujer debe ser tratada con
delicadeza y tratada como una princesa.
Florencia, se apartó un poco para poder leer en esos
ojos del color cielo y descubrir la verdad y fue tan intensa su mirada, que
sobrecogió de cierta forma a Sofía.
─ ¿Te incomodaron mis palabras? ─ se atrevió a
preguntar la Arquitecta.
─ Para nada ─ respondió Flo e instintivamente le
devolvió una cálida sonrisa en compensación. ─ Simplemente me di cuenta que
eres más que una hermosa mujer y que al obsequiarme flores, me has dejado ver
tu lado atento, romántico y detallista. Una faceta que seduce a cualquier
mujer.
─ Gracias por el cumplido, mi bella dama ─ acotó
divertida Sofía ─ ayudas hacer crecer un
poco más el ego femenino.
─ ¡Sofía! ─ exclamó avergonzada Florencia y roja como
la grana.
─ Sólo bromeaba, señorita ─ se apresuró en decir Sofía
y acarició sutilmente la mejilla arrobada de su chica. ─ ¡Eres tan hermosa! Que
la sorprendida soy yo en haber encontrado a una mujer espléndida y única.
Sin haberse percatado antes, desde hace diez minutos
que eran observadas por la dueña de la pensión que les veía desde una ventana
con media cortina corrida algo mal disimulada y que logró captar la atención de
Sofía, que en modo de respuesta, devolvió una sonrisa ante la espectadora.
─ Creo que es hora de irnos ─ demandó Sofía, que tomó
la mano de Flo y la entrelazó con la suya y añadió ─ De lo contario nos
privaremos de una deliciosa cena y de una grata plática. Además, de ciertos
menesteres que nos depara esta noche.
Florencia, asintió solamente, ya que quedo muda ante
lo último y más aún, estaba pasmada de ver unida su mano a la de Sofía, como si
fuesen ya una pareja. Simplemente estaba aturdida ante el gesto, no sabía qué
pensar en ese momento y más aún, qué pretendía Almagro con en ella. ¿Cuáles
eran sus intenciones verdaderas?
Una cosa, era un beso furtivo, nacido de un momento
propicio y especial; a otro muy distinto en pretender mostrar o dejar entrever
algo más serio como tomarse de las manos sin ser siquiera novias.
Sin duda que esta noche, tendría respuesta a esa
pregunta como muchas otras, porque esa cena le brindaría la oportunidad
perfecta de esclarecer todo de una buena
vez y rogaba internamente al cielo, que todo ello, no fuese una jugarreta o un
simple capricho de la Arquitecta por la falta de compañía o ausencia de su
esposo.
«No juegues conmigo,
Sofía» meditaba en su mente Florencia.
Después de caminar unos
cuantos metros, llegaron hasta dónde se encontraba el coche de Sofía y fue ella
misma que primero abrió la puerta de su acompañante.
─ Tenga la bondad de subir, mi bella dama ─ solicitó
en un tono dulce y a la vez galante, Sofía. Mientras sostenía la puerta para
que la joven ingresara.
Al momento en que Florencia, ingresaba y estaba a la
altura del rostro de la Arquitecta, ésta le guiñó un ojo coquetamente, haciendo
que los colores inundaran la mejilla de la muchacha. Consiguiendo con ello, una
sonrisa triunfal en Sofía y es que no era para menos, ya que cada vez que la
joven se ruborizaba; más prendado tenía a su corazón con su ingenuidad.
Y es que la mujer más poderosa en el rubro de la
construcción, terminó siendo conquistada con sólo ternura y la tenían de cabeza
esos ojos de borreguito asustado y de mirada angelical.
La joven Almagro, antes de subir a su coche, alzó sus
ojos al cielo y alcanzó a ver las primeras estrellas de la noche y le
parecieron más luminosas que nunca y como nunca antes, pidió un deseo.
«Denme fuerzas para
conquistar su corazón y ser su dueña. Y convertirla esta noche en mi pareja» imploró
entre murmullos Sofía.
Como si fuese un alivio
para su alma, suspiró profundamente y sin más subió al jeep para poner en
marcha su plan.
─ ¿A qué lugar quisieras que fuésemos? ─ inquirió
Sofía, mientras se abrochaba su cinturón.
─ Eres muy considerada conmigo al darme a escoger el
lugar ─ mencionó Florencia, viéndole fijamente ─ Te lo agradezco, pero la
verdad salgo muy poco y no conozco casi nada, salvo algunos lugares que me
lleva Carla, por lo que no puedo decir.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó Sofía, dando arranque a su coche
y pendiente del camino, añadió. ─ Es un honor para mí escoger un tu lugar. Te
llevaré a uno que de seguro te agradará.
─ ¿Cuál? ─ espontáneamente preguntó con mucha
curiosidad Florencia.
─Jajaja ─ bromeó Sofía ─ ¡Eres muy curiosa, preciosa!
Déjame que te sorprenda.
─ Está…bien ─ respondió avergonzada Flo, y bajó un
poco su cabeza.
Sofía, que la veía por el rabillo de sus ojos, no
dejaba de tener el corazón acelerado a causa de esa inocencia que la estaba
volviendo loca. ¡Cómo deseaba robarle un beso y mitigar un poco esa necesidad
de acariciarla que cada vez mas crecía día con día y por ratos se volvía
intolerable.
Sin darse cuenta, la joven Villar, se había vuelto
como una droga al punto de añorarla hasta lo indecible cada vez que debía
regresar sola a casa y sentir tan grande y vacío ese inmueble que no tenía
sentido vivir ya ahí. Que además, por razones de índole personal como
emocional, ya estaba pensando venderla y cambiarse a un departamento.
Reiniciando su vida al lado de su ser amado, siempre y cuando ella aceptará sus
sentimientos.
En muy poco tiempo, ya estaba en estación central con
rumbo a Providencia y un lugar en particular.
─ Florencia, me gustaría retomar tu pregunta del fin
de semana y podamos aclarar un mal entendido que surgió por ello ─ comenzó
sutilmente Sofía a buscar el modo de esclarecer los hechos y concluir su
respuesta.
─ ¿Es necesario que lo hagamos hoy? ─ preguntó algo
alicaída ésta al recordar esa conversación.
─ Es muy necesario e importante ─ aclaró Sofía, que ya
tomaba calle Orrego Luco ─ dado a que estamos viviendo una situación muy
especial entre las dos y que antes de proseguir debemos dejar aclarado todo entre
nosotras.
─ Comprendo ─ respondió Florencia que suspiró y se
preparó mentalmente a cualquier hecho que pudiese surgir tras esa conversación
─ Tú dirás, Sofía.
─ Te responderé adentro, ya que hemos llegado a
nuestra destino y una velada está esperando por nosotras, ¿Qué me dices? ─
explicó Sofía, que detuvo su jeep frente a La Ostia, un local de españoles. Muy
lógico viniendo de descendientes de españoles.
─ Me parece bien ─ respondió Florencia, sin dejar de
verla con cierta atención y acotó ─ Déjame adivinar, ¿Un restaurante
español?...no me digas nada…tu apellido.
─ Así es, encanto ─ Concordó Sofía ─ es uno de mis
tres locales favoritos y como tú eres especial, quería traerte a este lugar.
La Arquitecta, descendió de su coche y procedió
abrirle la puerta a Florencia y juntas entrar al local. Al momento de ingresar
fueron recibidas por un garzón mayor, conocido de Sofía.
─ ¡Buenas noches, señora Sofía! ─ saludó el hombre ─
es un honor tenerla nuevamente aquí.
─ ¡Buenas noches, Paco! ─ saludó Sofía ─ El gusto es
mío. El volver a mi rincón es impagable.
─ ¿El mismo rincón de siempre? ─ preguntó Paco, que
reparó en la joven a su lado, y que además, sabía que ese lugar era el favorito
del matrimonio Peters Almagro ─ o la llevo a otro apartado junto a su joven
acompañante.
─ Podrías ubicarnos un nuevo sitio que tenga más
privacidad ─ solicitó Sofía, que optó por cambiar viejas costumbres.
─ Tengo el lugar indicado para ello ─ mencionó Paco ─
Acompáñenme por favor.
El hombre les llevó hasta el lugar más apartado del
local y que era exclusivo para parejas que deseaban algo de privacidad y que
estaba engalanado muy al estilo locales de Barcelona y que además contaba con
una gran pecera como punto focal y distractivo.
─ ¿Qué se van a servir? ─ preguntó Paco, una vez que
ambas mujeres se ubicaron en sus asientos.
─ ¡Puedes traerme la carta! ─ solicitó Sofía. ─ Quiero
que mi joven acompañante escoja por sí misma lo que desea de cenar.
─ Como no ─ respondió el hombre y al instante entregó
lo solicitado.
─ ¡Ahora es tu turno de escoger, Flo! ─ instó Sofía.
Florencia, no respondió solo se limitó en recibir la
tablilla y hojear toda esa lista de recetas y en honor a la verdad, se sentía
abrumada con todo eso, ya que de comida española no sabía nada de nada.
Sofía, en breve se percató de lo incómoda que estaba
la muchacha y salió en su auxilio.
─ Cómo es tu
primera vez aquí, seré yo, quién escoja el platillo para ambas ─ repuso Sofía,
tomando la mano de la joven entre la suya, aliviándola de la tensión ─ ¿Te
parece bien?
─ Como tú digas ─ respondió Florencia.
─ ¡Veamos!... ─ mencionó Sofía, que hecho un rápido
vistazo y concluyó lo siguiente. ─ La gastronomía española es muy variada y
quiero que vayas de a poco familiarizándote con ella, por lo tanto, probaremos
con unas tapas y un aperitivo.
─ Ok ─ manifestó Florencia, que daba gracias a que le
quitaron esa responsabilidad de encima.
─ Paco, traiga una ocho variedades de tapas y solo
tres salsas nada más ─ ordenó Sofía.
─ Perfecto ─ contestó éste ─ ¿Y para beber?
─ Una botella de jerez, por favor ─ solicitó Almagro.
─ Enseguida les traigo su orden ─ mencionó Paco y se
fue rumbo al mostrador.
Al poco de marcharse el garzón, Sofía, reparó en un
hecho que pasó por alto.
─ ¿Bebes? ─ preguntó sin más Sofía ─ Creo que decidí
sin antes consultar contigo.
─ Descuida ─ repuso Florencia ─ no bebo mucho, algunos
vinos en las comidas y en ocasiones especiales.
─ ¿Algún vino en particular? ─ inquirió con vivo
interés Sofía, amante del buen vino y excelente sommelier.
─ Carménère ─ respondió Florencia ─ En casa mi familia
es adepta de esta cepa.
─ Alabo tu gusto. Su inconfundible sabor a vayas y su
color intenso lo hacen favorito de muchos enólogos ─ explicó Sofía con mucha
propiedad.─ Más es recomendable beber este vino joven y no añejado, ya que
estás macerando su tanino y dándole un sabor algo rancio como el Cabernet.
─ ¡Vaya que estás al tanto de vinos! ─ exclamó
admirada Florencia ─ Hablas como toda
una experta.
─ Jajaja… ¡Puede ser! ─ respondió Sofía, sin dar a
conocer mucho por el momento y prosiguió ─ Bien mi señorita Villar, creo que ya
ha sido mucho andar por las ramas y hablemos de cierto asunto pendiente entre
nosotras.
─ ¡Directo al grano! ─ acotó Florencia ─ No dejas
escapar nada, ¿Verdad?
─ Así es bella Florencia y menos abandonaré algo que
es de suma importancia para mí, como lo eres tú. ─ repuso enérgica Sofía, sin
dejar lugar a dudas.
Al mencionar esto último, sus ojos se clavaron en los
de Florencia, sin permitirle eludir su mirada y obligarla a tomar en serio sus
palabras.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó Florencia y optó por devolverle
el favor y responder con la misma sinceridad. ─ Sofía, te lo vuelvo a
preguntar, ¿Qué quieres de mí?, ¿Qué estás buscando?
─ Muy simple Florencia ─ se apresuró en responder
Sofía, y levantándose de la mesa, tomó el mentón de la chica y le robó un beso,
dulce pero breve y volvió a ocupar su lugar y agregó. ─ Esto es lo que estoy
buscando y es a ti a quién quiero en mi vida. ¿He respondido a tu pregunta?
Antes de que Florencia, pudiese responder, fueron
interrumpida por Paco y su compañero, quiénes depositaron en la mesa, una serie
de bandejas con variados picadillos que iban desde aceitunas, carnes, y mini
sándwich. Luego, destaparon la botella de jerez y sirvieron en sus respectivas
copas.
─ ¡Buen provecho! ─ dijo Paco, retirándose del lugar.
Sofía, invitó a Florencia a servirse y mientras
degustaban algunas tapas, la Arquitecta nunca dejo de observarla mientras; ya que ansiaba oír de esos labios que el
sentimiento era mutuo y los minutos pasaban raudos y aún no obtenía su ansiada
respuesta, intervino suspicazmente…
─ Quiero proponer que hagamos un brindis por esta
velada y por nosotras ─ mencionó Sofía, que alzó su copa y desafió con la
mirada a la joven.
Un brillo se asomó en los ojos negros de Florencia y
comprendió que la mujer que tenía en frente era muy persistente y que estaba
esperando sus descargos a lo dicho anteriormente.
Fue así que la
novata, hiso gala de su sensualidad dormida y decidió seguirle la corriente en
una forma muy peculiar.
─ Entonces hagamos ese brindis por Carla que nos
reunió, por nosotras y una noche memorable ─ adujo pausadamente Florencia,
arrastrando las palabras y a la vez, que
su copa la llevaba a la altura de su rostro, quedando al centro y alzándola un tanto
para guiñar su ojo coquetamente junto con ello. ─ Salud…Arquitecta.
Aquello fue un golpe asertivo y efectivo al corazón,
pues dejo a Sofía con escalofríos de pies a cabeza, pues la provocación fue muy
obvia. Tragó saliva ante la insinuación que había en lo último y nada perezosa,
confrontó del mismo modo.
─ Salud por ello y por que hoy sea el principio de
muchas más en las que pueda robarte hasta el aliento… Mi hermosa hechicera ─
respondió sensualmente Sofía y emuló el gesto de la copa, sin perder el
contacto visual entre ambas.
Se dice que en la guerra del amor está todo permitido
y las mujeres son especialistas en esas lides. Son guerreras consumadas en el
toque de la seducción y cuentan en su arsenal con un sinfín de atributos como
para captar la atención de su víctima y llevarla hasta la rendición absoluta.
La cuestión es qué sucede cuando dos mujeres son las protagonistas de una misma
historia…Sólo el tiempo dará la respuesta a esa interrogante.
─ Tu respuesta ha sido ambigua Sofía ─ mencionó de
improviso Florencia, dando un sorbo a su jerez ─ Me señalas que me quieres en
tu vida, ¿En qué modo?, ¿Profesional o amistoso? Porque de otra forma no es
posible. Según recuerdo dejaste muy claro que no eras lesbiana y que las
mujeres nunca te han atraído y tú sabes que yo sí lo soy, por lo tanto es sonso
pretender un acercamiento amoroso entre tú y yo.
Así que dime con sinceridad qué estás buscando o
quieres una aventura conmigo, porque de ante mano te digo que nunca la tendrás
porque no soy juguete de nadie. ─ concluyó Florencia, cuyo rostro se volvió muy
serio, atrás quedaba la muchacha tierna.
Sofía, dejo de lado su copa y se reclinó en su asiento
y aspiró profundamente antes de responder al cuestionamiento de la joven.
─ Florencia, aclaremos este mal entendido de una buena
vez ─ sopesando cuidadosamente sus palabras al hablar. ─ Antes quiero dejarte
muy en claro que no busco ninguna aventura contigo y yo también me respeto
mucho como para una cosa como esa.
En relación a
lo que comenté el otro día, era correcto y ahora voy a completar lo que no me
permitiste hacer ese fin de semana.
Yo no me defino
como lesbiana porque nunca me han gustado las mujeres y no puedo verlas con
otros ojos, porque siempre fui heterosexual por así decirlo.
Soy una mujer
que luego de enviudar nunca pensó en volver a enamorarse de alguien más; porque
Cristóbal lo era todo para mí. Sin embargo, la vida o el destino te ponen pruebas que jamás sospechaste en vivir,
cambiando todo hasta tus propias bases fundamentales como también creencias y
prejuicios que adquieres por costumbres de una sociedad egoísta e hipócrita.
Lo cierto es que desde el día en que te conocí, todo
mi mundo se trastocó al punto de que me replanteé tantas cosas. Y sin
proponérmelo o buscarlo, fuiste apoderándote de mi ser, llegando a pensarte
noche y día, tu rostro me perseguía a cualquier parte que fuere y sin darme
cuenta tu sonrisa, sencillez e ingenuidad fueron adueñándose por completo de mi
corazón ─ refirió Sofía, bebiendo de golpe el contenido de su copa para armarse
de valor y finalizar con lo último . ─ Ahora lo único que me queda por
confesarle señorita Villar, es decirle que estoy locamente enamorada de usted y
deseo con todas mis fuerzas que mi amor sea correspondido por ti.
Al finalizar sus palabras; fue la misma Sofía, que
descubrió que su cuerpo estaba temblando producto de los nervios. Tenía pavor
de ser rechazada por la joven y que se le negase lo que más anhelaba en su
vida…El amor de Florencia.
Bajó la mirada a causa de esa ansiedad que la devoraba
en ese instante. Ella una consumada y madura mujer que estaba más vulnerable
que nunca y expuesta hasta lo infinito.
El tiempo se detuvo en ese preciso instante que
pareció una eternidad y donde se hizo un silencio sepulcral en el cual la
Arquitecta creyó morir al no tener respuesta a su confesión. Llegando al punto
en que dejó su mirada perdida sobre la mesa y su mente voló lejos como
queriéndola proteger de un posible mal augurio.
Estaba tan absorta en el limbo de sus pensamientos que
no se percató de la persona que se situó junto a ella y muy despacio alzó su
rostro para que pudiese verle directamente.
─ ¡Sofía! ─ murmuró Florencia, muy cerca de sus labios
y sin más, la besó.
La respuesta fue inmediata y Sofía, dio rienda suelta
a sus sentimientos por medio de ese beso y en medio de esa caricia, podía
sentir como su corazón quería explotar de alegría al sentir que la mujer que
amaba, estaba respondiendo por medio de ese roce íntimo de sus labios.
Fueron unos eternos minutos en que dos almas se decían
el amor que sentían una por la otra por medio de un simple beso. Fue Florencia,
que muy despacio fue separándose de la joven Almagro e interpuso su mano entre
ambos labios para luego, acariciar su mejilla con el borde interno de sus
dedos.
─ Yo también estoy enamorada de ti, Sofía ─ confesó
Florencia ─ desde el momento en que te conocí, sentí una fuerte sentimiento de
procurarte y hacerte feliz. Tú eres la dueña de mi corazón desde hace mucho.
─ Mi Flo…─ exclamó Sofía, fascinada y que sin
remediarlo, la inundó de puros pequeños besitos en sus labios como en su
mejilla ─ Me has hecho la mujer más dichosa de toda la tierra.
Esos pequeños besitos, dieron paso a uno largo y
profundo que fue apoderándose de las dos mujeres y el fuego de la pasión hizo
su entrada, envolviéndolas en un fuego abrasador. Nada podía evitar lo que
sucedió en un instante de lujuria en que Sofía, ya tenía desabrochada gran
parte de la blusa de Florencia y ésta última, perdía sus manos por su espalda y
bajaba un poco más allá, su trasero… Simplemente el deseo hizo presa de ellas y
muy poco se podía hacer para evitarlo.
─ Regálame esta noche, mi vida ─ imploró ronca de
pasión Sofía, en el lóbulo de la oreja de su chica ─ Quiero que me dejes
amarte. Te necesito tanto…Por favor. Vente conmigo.
Un fuerte escalofrío recorrió a Florencia, tras
aquella petición de su amada. Estaba al borde de la locura y esas caricias
estaban llegando a niveles insospechados en dónde no habría retorno alguno y
haciendo un sobre esfuerzo, quiso advertirle de algo esencial a Sofía.
─ Sofía… yo nunca he estado con alguna mujer ─ declaró
Florencia, cabizbaja ─ Soy… Virgen.
Una fuerte punzada atravesó el corazón de la
Arquitecta, que no podía creer que la vida fuese tan generosa y le brindase a
una mujer única que hoy era todo en su existencia y que además, le diese la
inocencia de aquella joven… simplemente era muy afortunada.
─ Mi dulce y hermosa Florencia. ─ murmuró entre
cortado Sofía, cuya respiración era muy agitada en ese momento. ─ No tengas
miedo cariño, seré muy gentil y haré de esta noche algo especial. Confía en mí
por favor, ¿Lo harás?
─ Sí ─ fue la breve respuesta de Florencia, que ocultó
su rostro en el pecho de Sofía.
La Arquitecta, la envolvió con sus brazos y sus ojos
estaban ya cristalizándose de tanta emoción y dicha.
─ Cariño, debemos irnos y estar en privado ─ expuso
Sofía, que se percató de la presencia de Paco hace unos segundos, tras mirar
por el rabillo.
Abotonó rápidamente la blusa de la muchacha, le colocó
su saco y ella misma reviso su vestimenta. Luego, sacó de su bolso, el dinero
del consumo, agregando un poco más por la propina y lo dejó sobre la mesa.
Tomó del brazo a su chica y se despidió de Paco, que
estaba algo turbado por lo que vio. Salieron con dirección al jeep y antes de
subirse, volvió a reclamar los labios de Florencia por unos breves momentos y
una ráfaga de viento le recordó que debían irse ya.
Sofía, arrancó su auto con dirección de a Andrés
Bello, en vez de irse a casa. No deseaba llevarla ahí, pues aquél sitio estaba
inundado de recuerdos de su esposo y sería muy mortificante para Florencia,
estar en la misma casa y cama dónde estuvo el otro amor de la Arquitecta.
─ ¿Dónde vamos? ─ quiso saber Florencia, que sabía que por ese lugar no vivía Sofía.
─ Iremos a mi departamento ─ respondió Sofía con
franqueza ─ No puedo llevarte a un lugar que te sería incómodo. Además, será mi
nuevo hogar hasta que vuelva a construirme otra casa, ya que la anterior está
en venta.
─ Comprendo ─ dijo Florencia, que veía con cariño a
Sofía por su sinceridad.
─ Florencia, no quiero por nada del mundo, pienses que eres menos de
lo que fue Cristóbal en su momento ─ expresó Sofía ─ Lo amé muchísimo, pero ya
no está. La persona a la que amo hoy; eres tú y deseo darte todo lo que te
mereces. Por este motivo, cambié mi residencia a la espera de que tú aceptases
mi amor y quisieras formar parte de este nuevo hogar. De que me dieras la
oportunidad de convertirme en tu pareja.
─ Mientras tú seas feliz, yo lo seré, Sofía ─
respondió amorosamente Florencia.
─ ¡Mi Flo! ─ murmuró Sofía, que la vio con admiración
por su generosidad de pensar en ella y no en sí misma ─ Desde que te conocí,
que me haces feliz, cariño.
La conversación se detuvo al rato, porque el jeep,
entró en un condominio de edificios y fueron recibidas por el guardia de
seguridad y el conserje.
Tras identificarse, Sofía, se fue directo al
estacionamiento de la torre 4, aparcando su coche y asistiendo a su compañera
al bajarse y tomadas de la mano, subieron
al último piso del edificio, que era una suite única y exclusiva.
─ ¡Es muy bello! ─ alabó Florencia al entrar al
departamento.
─ ¿Te gusta? ─ preguntó Sofía, mientras colgaba sus
llaves, y prendía la calefacción central
para temperar el lugar.
─ Si ─ respondió Florencia.
─ Me alegra saberlo ─ señaló Sofía sonriente, mientras
la envolvía en sus brazos ─ Fue la última adquisición con la cual me quede por
contrato y a contar de hoy, será nuestro hogar.
─ ¿Por contrato?, ¿Nuestro hogar? ─ preguntó con
curiosidad Florencia, que se dejo envolver en esos cálidos brazos.
─ En cada proyecto que licito, hay una clausula en la
que se me concede un piso del edificio para mi patrimonio como cancelación de
mi arancel personal ─ explicó Sofía y robando un beso, agregó ─ Si mi vida. Este
será nuestro refugio y hogar, ya que no dejaré que sigas en esa pensión un
minuto más, ahora que te has convertido en mi pareja.
Florencia, pestañeó varias veces; un tic nervioso de
pequeña; tras oír lo último expresado por Sofía.
─ Sofía ─ murmuró Florencia. ─ ¡Este!... (No terminó
de hablar porque no deseaba ser grosera y menos descortés con la mujer que
amaba.
─ ¿Qué sucede cariño? ─ inquirió Sofía, cuyos ojos
enseguida buscaron a los de su pareja y ver qué estaba sucediendo. ─ ¿He dicho
algo que te incomodara?
─ Sofía… ¿No estaremos yendo muy rápido? ─ preguntó de
plano Florencia y agregó ─ Sólo hoy hemos confesado nuestros sentimientos y aún
no nos hemos preguntado si deseamos ser pareja. Disculpa que lo diga, solo que
yo… soy apegada a la antigua usanza. Tú sabes, la formalidad y esas cosas.
─ ¡Mi amor! ─ exclamó Sofía, apegando su frente con la
de Florencia y deslizando sus dedos por esa mejilla trigueña que tanto amaba. ─
¡Eres maravillosa! Y no te disculpes porque también soy una mujer arraigada a
la formalidad en una relación y si me adelante a los hechos es por la sencilla
razón que ha sido un calvario anhelarte tanto, teniéndote tan cerca y no poder
tocarte, amarte y muchos menos tener el placer de verte despertar en cada
amanecer, que por ello quise acortar la distancia. Te ruego me disculpes tú a
mí.
─ No digas eso, por favor ─ contravino Florencia, que posó sus manos en
el rostro de la mujer que amaba, obligándola a verla a los ojos. ─ Tú no debes
disculparte, sólo fue una pregunta que nació producto de mi falta de madurez y
de lo impulsiva que soy a veces. Yo no deseo presionarte; Sofía, sólo que soy
algo chapada a la antigua y me asustó un poco lo de vivir juntas sin antes
prometernos. Eso es todo.
─ ¡Mi dulce Flo! ─ repuso Sofía, besando sus pómulos,
despacio y con ternura, para luego, bajar a la altura del abdomen de la
muchacha y posar una de sus rodillas en el piso y sostenerle la mano derecha y
añadir. ─ ¿Quieres aceptar todo el amor que tengo dentro de mi corazón para
ofrecerte el resto de mi vida y brindarme el honor de ser mi novia? Poniendo por
testigo al universo entero y haciendo de estas palabras, mi voto perpetuo y
promesa de amor eterno, por lo cual sello mi compromiso ante las leyes
universales que rigen nuestra existencia.
Como mil descargas eléctricas en un segundo, golpearon
todo el ser de Florencia, conmocionándola a tal punto de temblar al instante y
sus ojos se inundaron de gotitas de agua que pugnaban por salir a raudales y
quién podía contenerlas cuando surgían en respuesta de la más hermosa petición
de amor que una mujer puede vivir en su vida.
Nadie la preparó para un momento como ese y menos le
dijeron que los latidos de su corazón retumbarían en sus oídos en forma
ensordecedora y que su corazón alzaría el vuelo más raudo y desenfrenado de su
breve existencia, queriendo romper el cofre en el cuál estaba sellado, para
tocar las mimas estrellas y brillar en el firmamento junto a ellas.
Florencia, bajo despacio hasta situarse a la altura de
Sofía y nivelar sus miradas para sumergirse en ese azul profundo del cual
estaba locamente enamorada y una sonrisa adornó un rostro inundado de lágrimas
de felicidad.
─ Acepto el amor que me ofreces, mi hermosa Sofía y
desde hoy me comprometo ante ti: Amarte y procurarte cada segundo de mi existencia
brindándote lo mejor de mí. Sometiéndome a leyes del universo que el amor que
hay dentro de mi corazón es sincero y ha nacido sólo para ti, por lo que yo,
Florencia Villar, acepto desde hoy ser tu novia. Prometiendo a ti que cuidare
de este amor con mi vida y mantendré siempre cálido ese bello corazón que
tienes y hoy me pertenece ─ profesó Florencia, su promesa de amor.
Ambas, sintieron como sus corazones, respondieron de
una forma muy especial contrayéndose al mismo tiempo y sintieron como un fuego
comenzaba a quemarles desde el centro de su corazón y se expandía por todo su
ser. Una respuesta a la promesa hecha ante el universo y la cual sello su
unión.
Impulsadas y dejándose llevar por los dictamen de su
corazón y el sentimiento que llevan guardado consigo, buscaron sellar ellas
mismas esa unión a través de la mejor muestra de cariño presente en las
personas…Un beso.
Un beso que las llevó a desnudar su alma por completo
y completamente entregadas a él. Fueron entregándose sin resistencia al amor y
también al deseo propio que nace de la mano de este sentimiento.
En cosa de segundos, eran devoradas por el fuego de la
pasión y Sofía, no resistiendo más la agonía, tomó de la cintura a su compañera, sin dejar de besarla y de
espaldas al departamento fue avanzando hasta llevarlas a su alcoba. Dónde
encendió muy hábilmente la luz y situó despacio a su chica en el centro de la
habitación, enfrente de una amplia cama, finamente adornada por pétalos de
rosas que fueron dispuestos ahí y en complicidad con su mejor amiga, Mariela,
mientras ella iba a recoger a Florencia a la pensión.
─ Hoy te amaré con toda mi alma y fundiré mi cuerpo al
tuyo hasta volvernos una sola y así, hacerte mi mujer para siempre ─ susurró
Sofía, entre besos, impidiendo romper el momento.
Sin permitirle responder, la fue arrastrando hasta
depositarla en la cama y procedió a desvestirla despacio entre caricias y
palabras de amor para mantenerla serena en todo momento.
Lentamente la ropa de ambas fue cayendo al costado de
la cama y solo gemidos de placer se escuchaban en el aire. En cámara lenta la
escena de dos amantes se volvió a pintar en una alcoba y el fuego terminó por
devorarlas hasta llevarlas al clímax del deseo y reclamaron su premio.
─ ¡Te amo, mi dulce y hermosa Florencia! ─ susurró una
apasionada Sofía, en el instante que despojaba de su inocencia a su amada y la
convertía en su mujer.
Un gemido mayor, brotó de los labios de la joven
Villar en el momento en que sintió dentro de su feminidad, los dedos de Sofía, arrebatándole
su virginidad y entregándole placer y amor hasta enloquecerla y hacerla acabar
en su primer orgasmo.
Le tomó unos minutos poder recuperarse totalmente. En
dónde Sofía, nunca dejo de seguir amándola y otorgarle más placer y hacerla
sentir viva, especial y completamente feliz.
Una vez que consiguió retornar sus fuerzas, fue el
turno de Florencia; para llevar a Sofía a tocar el cielo con las manos y
devolver caricia por caricia, beso con beso y placer con placer hasta que fue
presa del fuego de la pasión y el placer que le prodigaba su amante que en
cuestión de segundos, también ella alcanzó su orgasmo. El que fue más especial,
ya que nunca creyó que una mujer pudiese hacerla sentir y vibrar tanto y es que
cuando se ama de verdad no importa el género sino el corazón y los sentimientos
que éste despierta en cada persona.
─ Nunca podré dejar de agradecer a Dios el haberte
puesto en mi camino y es que tú eres más de lo que llegué a imaginar siquiera y
me maravilla ver y sentir como tienes loco a mi corazón ─ expresó agotada una
Sofía, que dejaba caer despacio su cuerpo junto al de Florencia, totalmente
rendida después de haberse amado por espacio de casi toda una noche.
Ya faltaba muy poco para que comenzara a despuntar la
claridad de un nuevo día y la pareja había expresado todo su amor de mil formas
y caricias y era tiempo de reposo para ambas, ya que tendrían mil noches para
seguir consumando su amor.
─ Sofía… Te amo ─ exclamó apenas Florencia y cobijo en
su pecho a su mujer y cayó en brazos de Morfeo.
Sofía, alzó el rostro y quedo un segundo viéndola como
se dormía y una sonrisa coronó su rostro y es que era la mujer más feliz de la
tierra al tener junto a ella al amor de su vida… el definitivo.
─ La vida no es una comparación entre personas. No
obstante, lo que me has hecho vivir hoy está por sobre lo que por muchos años
viví y sentí junto a Cristóbal. Me doy
cuenta de lo que quiso decir mi madre, que con simples detalles puedes
diferenciar el verdadero y único amor ─ confesó Sofía por primera vez y besó
los labios de su mujer. ─ Duerme bien, Flo, mi verdadero amor.
Tras decir ello, Sofía, cayó rendida en el sueño,
apoyada en el pecho de su mujer.
Un nuevo camino comenzaban a pavimentar dos mujeres,
unidas por el destino y por las circunstancias de la vida. Dónde sin querer o
proponerlo, descubrieron…El amor.
Mucho horas más tarde en el departamento. Dos mujeres
charlaban en el living, degustando un café.
─ Entonces, ¿Nos estaremos viendo en una semana
aproximadamente? ─ inquirió Mariela.
─ Así es ─ Respondió Sofía, que entregaba las llaves
de su despacho y las de la obra de Sapunar. ─ Necesitamos ese tiempo para
nosotras. Además, que será la instancia perfecta para presentarla ante mi
familia y así se vaya familiarizando con todos.
─ Con su forma de ser, muy pronto la van a llegar a
querer mucho ─ acotó Mariela ─ Florencia, tiene una habilidad innata para
ganarse el cariño y respeto de los demás. Entre esos me incluyo y espero no se
lo digas, pero ha habido varias ocasiones que me han dado ganas de abrazarla
por ser tan ella, sin maldad ni engaños.
─ ¡Vaya, vaya! ─ exclamó sorprendida Sofía ─ ¿Quién lo
diría? Nuestra impertérrita Arquitecta
Sopric, ha sucumbido a la ternura.
─ ¡Ya no te burles! ─ reprochó Mariela ─ mira que
tengo una imagen que cuidar y si algo le llegas a decir, te juro que no te
hablo en un año.
─ Jajaja ─ Bromeó Sofía ─ Descuida, tu secreto está a
salvo conmigo y nadie sabrá jamás que eres una niña tierna también.
─ Sofía ─ demandó Mariela ─ será mejor que me vaya.
Mira que tanta dulzura terminará afectándome, que para eso tengo a esa loca
contadora que se las da de Cupido.
─ ¿Te refieres a Carla? ─ preguntó Sofía, con suma
curiosidad.
─ A quién más ─ respondió Mariela, con cierto gesto de
cansancio y resignación ─ Ella es una de esas mujeres que dan ganas de matarla
muchas veces por lo ciega que es.
─ ¿Ciega? ─ inquirió pasmada Sofía ─ ¿A qué te
refieres?
─ Nada, no me hagas caso ─ salió rápido del paso,
Sopric, cuyos ojos se oscurecieron mucho de pronto ─ yo me entiendo. Bueno te
dejo y cuida de ella porque te necesitará más que nunca, porque serán el blanco
de muchos idiotas.
─ Lo sé ─ contestó firme Sofía ─ No dejaré que nadie
le haga o diga algo a mi mujer. Sabré
cuidarla bien.
─ Me alegra oírlo, Sofía ─ mencionó Mariela, besando
la mejilla de su amiga y colega ─ Disfruta de esa luna de miel junto a tu novia
y sé feliz amiga mía. Yo me haré cargo del resto.
─ Gracias. Mar ─ repuso Sofía ─ nos vemos la semana
entrante.
─ Nos vemos ─ se despidió Mariela, cuya sonrisa lo
decía todo.
Por un leve instante, Sofía, se quedo viendo a
Mariela. Algo le llamó la atención en su mirada y recordó sus palabras.
─ Ciega, loca ─ se dijo para sí, Sofía, cerrando la puerta. ─
Esas son las mismas palabras que empleaba Carla, para referirse a Mariela,
cuando entró a trabajar para nosotras. ¿Serán coincidencias?
Cuando llegó a su recámara, vio el cuerpo de su
Florencia, desnudo sobre su cama. Estaba cubierta hasta la cintura por una
sábana y su espalda la cubría una parte por su larga cabellera negra y su
rostro descansaba sobre una almohada. Tenía el aspecto de una niña al verla
dormir de ese modo. Sin embargo, no era para nada una niña y bien lo descubrió
anoche mientras hacían el amor.
─ Es hora de reclamarte, mi vida ─ murmuró en voz alta
Sofía, mientras entraba a la cama y una sonrisa pervertida se dibujó en su
rostro y sus manos se fueron directo a lo que ansiaba ─ Será una exquisita luna
de miel.
2 comentarios:
=). Fenomenal como siempre. Conti...
:3 cuanta dulce ternura, me hace derritir, me encanta *-* GracIaS por el capi.
Que estés excelentemente y tengas un lindo fin de semana :)
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