mujer y ave

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miércoles, 4 de junio de 2014

Siénteme dentro de tu corazón, Parte II


Atada por un testamento, capítulo 10.

Las circunstancias de la vida pueden colocar o llevar a una persona a niveles insospechados, dónde la paciencia o la lógica terminan por volverse en su contra, ya que nada resulta según lo que se estructuró mentalmente antes de verse a sí misma en el plano de los hechos.

Los ojos celestes de Karina se perdieron por la ventanilla del jeep y sus pensamientos volaron lejos…a tierras inglesas, queriendo acallar ciertas sensaciones que comenzaron a adentrarse en su mente y ya estaban haciendo mella en ella y eso sería lo último que deseaba en su vida.



Con un respingo en su nariz y un suspiro que apenas salió emitido de su boca, se concentró del todo en los paisajes, dispuesta a olvidarse de la escena de hace unos minutos atrás en casa de su jefa.

Por otro lado, unos ojos verdes, no dejaban de verla de reojo y estaban no sólo pendientes del camino sino de su persona.

─Si deseas puedes poner algo de música para que puedas relajarte, ya que no tienes intenciones alguna de cruzar una palabra conmigo ─señalo de improviso Akiane.

Los ojos celestes de Karina, voltearon a verla y sus pupilas se dilataron más al verla de perfil y comprobar que resaltaba más su belleza, que había pasado desapercibida por ella a causa de todo el resentimiento que formó en su contra por culpa de ese testamento y de su actitud autoritaria que siempre mantenía para con ella, como si fuese de su propiedad o tal vez algo más, que no lograba descubrir por más vueltas que le daba al asunto.

─¿Porqué debería tomarme la molestia siquiera de conversar contigo? ─preguntó taciturna Karina. ─que yo sepa, tú y yo no somos amigas y jamás lo seremos, al menos no de mi parte.

La joven Rosemberg, entrecerró sus ojos al oír las palabras sinceras y  tajantes de Karina, y luego de un breve segundo, una sonrisa coqueta inundó todo su rostro y ladeó un poco su rostro para poder verla de frente y comentó…

─Por la sencilla razón de que el camino es muy largo para ignorarnos todo el tiempo ─argumentó Akiane ─además, estoy más que segura de que en un año las cosas pueden cambiar entre tú y yo, eso te lo puedo asegurar.
─¿Se puede saber en qué te basas? ─inquirió sorprendida Karina, ante la vehemencia de las palabras de su jefa. ─pues tu actitud es muy petulante por lo demás. No cuentas para nada lo que yo tenga que decir en ese aspecto.
─Mi querida Karina, no hace falta que te diga las cosas, sino que mis actos demuestren los hechos como han de suceder en su debido tiempo ─explicó Akiane.
─¡Santo Dios! Pero qué engreída que eres ─exclamó anonada Karina ─acaso eres sorda o te haces para no reparar en mis advertencias.
─Si yo prestará atención a todas tus palabras, me hubiese desmoralizado en cuestión de segundos desde el primer día que nos conocimos, pues eres un monumento a poner trabas a todo lo que diga o haga ─aclaró Akiane ─por lo tanto, si quiero profundizar en mi relación contigo no prestare oídos a tus continuas quejas.
─¡Eres el colmo! ─bramó Karina ─¿En qué diantres estaba pensando mi hermana para dejarme bajo tus cuidados? Ni que fuera una niña para hacer semejante estupidez.
─Adriana, fue lo más sensata e inteligente al dejarlo estipulado, ya que se notaba cuanto te amaba y pensó que era lo mejor para ti ─acotó Akiane, mientras su vista permanecía fija en el camino.
─¡Lo mejor para mí! ─reprochó con enconó Karina, oscureciendo duramente sus ojos celestes. ─desde cuándo puede llamarse «mejor» a que te dejen varada en un país que no deseas estar y que además, debes permanecer como prisionera sin derecho alguno bajo las ordenes de una idiota como tú, que nada tienes que envidiarle a tiranos de la talla de Nerón y Atila. Perdóname, pero no comparto tu punto de vista a eso que dices ser «por mi bien».

Para Akiane, en vez de ofenderle el término con que fue increpada, le resultó divertido y se lo hizo saber.

─¡¿Atila?! ─exclamó irónica Akiane ─que divertido resulta que me compares con él, ya que ese personaje no era tirano sino un bárbaro en todo el sentido de la palabra, mi querida Karina.
─¿Y acaso tú no lo eres? ─refutó mordaz ésta, clavando sus ojos en ella.
─Jajaja ─soltó la carcajada Akiane y luego, añadió. ─¿bárbara, yo?...¡Umm!, entonces, no me queda más remedio que comportarme al mejor estilo de Atila y así, darte en el gusto mi bella citadina, para que tengas razones de peso para apodarme de ese modo.

Karina, no dio crédito a lo que su contra parte comentó y quedo de una pieza y con la boca abierta, por más que intentó pronunciar palabra alguna no lo consiguió y por un buen rato le quedo viendo de ese modo sin apartar sus ojos del rostro de la joven Rosemberg.

─Cambia esa cara, pues no he dicho nada malo y que tú no desees por lo demás ─agregó Akiane, que la veía por el rabillo de sus ojos. ─además, me encantará complacerte (guiñando un ojo a la joven Sotomayor)
─¡Descerebrada! ─escupió de inmediato Karina, rompiendo su antiguo ensimismamiento y con un profundo suspiro de resignación, volteó su mirada a la ventanilla del coche.
─Pero cuánto epíteto usas conmigo y eso que llevamos apenas dos meses de convivencia ─bromeó Akiane, cuyos ojos eran de lo más coquetos y burlones que se hayan visto. ─ ¿Qué otra cosa más me darás en los meses que nos restan juntas, bella citadina?
─¿Se puede  saber qué pretendes con tus insinuaciones? ─inquirió Karina, sin dejar de ver por ventanilla.
─Antes de responderte, quiero señalarte que me gusta que miren a los ojos cuando hablo y que no lo hagas me demuestra que tu actitud es grosera ─espetó Akiane.

Karina, no pudo objetar ese punto, pues ella también sabía que estaba siendo descortés y de malas ganas giró su cuerpo y quedo viendo el rostro de su jefa.

─Contenta ahora, su señoría ─respondió irónica Karina, al momento que sus ojos se cruzaron con los verdes de Akiane.
─Eso está mucho mejor preciosa ─indicó con una voz muy  sensual Akiane.
─¿Puedes dejar de llamarme así? ─demandó Karina, que no le gustó el tono meloso de su jefa, pues le ponía la piel de gallina y sus brazos estaban erizados no solo por lo provocativo de su voz, sino también por sus dichos como su mirada coqueta.
─ ¿Llamarte cómo? ─confrontó Akiane, bajando su timbre de voz a un nivel mínimo haciéndolo muy seductor al oído de cualquiera.
─A que dejes de llamarme preciosa o bella citadina ─objetó Karina.

Que trató de no prestarle mucha importancia al timbre de su voz, aunque…difícil teniendo cuenta la proximidad que se encontraban ambas y la forma en que se encontraba vestida la pelirroja… toda una bomba sexy, que le hacía imposible abstraerse de apartar su vista de ella y que para colmo de sus males, ésta usaba un perfume dulce y suave que le tenía adormecido su olfato, por no decir, que estaba embriagada con su aroma.

─Karina…─susurró Akiane ─no puedo hacer lo que me pides, ya que estaría yendo en contra de mi forma de ser y actuar, pues no puedo callar una verdad como esa. Eres una mujer preciosa, inteligente y sensual por lo demás. Muy afortunada será la mujer que tengas por pareja y compañera de viaje. Te aseguro que será la envidia de muchas.

Si como de sorpresas se tratase, Karina, quedo sin habla y los colores le subieron al rostro de golpe. Definitivamente, Akiane, tenía el poder de ponerla en aprietos como nunca antes lo había conseguido mujer alguna y de sólo pensar que les quedaba mucho tiempo por compartir, hizo que un escalofrío la recorriese por toda su columna vertebral.

«No quiero ni pensar qué sucederá más adelante. Debo alejarme de ella cuanto antes. Necesito la ayuda de Majo, es la única que puede ayudarme» reflexionó para sus adentros Karina.

─Cualquiera diría que estás planeando huir cuánto antes de mí ─expuso una Akiane, que tenía muy empequeñecidos sus ojos e intuía por la cara de espanto que tenía, no estaba muy errada en su pensar.
─No me digas que ahora también eres vidente ─dijo burlona Karina, que hizo un esfuerzo por disimular la turbación que le causó que hubiese dado en el blanco con sus conjeturas. ─ya sería el acabose de mi mala suerte desde que llegué a este país.
─¡OH vamos querida! Estás exagerando un poco las cosas ─comentó con espantoso desenfado Akiane. ─llámalo intuición nada más y que por cierto, con el correr del tiempo admitirán esos hermoso labios, que he sido lo que mejor te ha sucedido este año.
─¡Válgame el cielo! ─exclamó consternada Karina ante la desfachatez de la joven. ─eres la máxima expresión de egolatría que he visto en toda mi vida.
─Jajaja ─estalló en carcajadas Akiane y añadió ─eres una tontita que se enfada por cualquier cosa, no tienes sentido del humor mi gruñona citadina.
─¿ Me vas a decir ahora que era una broma? ─preguntó con tamaños ojos Karina.
─Por supuesto que sí lindura ─respondió Akiane, que volteó a verla y le guiñó un ojo. ─eres muy guapa cuando te enojas, mi dulce Karina.

Karina, cuyas mejillas, se habían teñido de un rojo intenso y que también ya a esas alturas, no sabía ni que decir o hacer para confrontar a su albacea, estaba cual barca a la deriva, sujeta lo que el destino le presentara. De una cosa si estaba muy segura, si le daban la más mínima o remota posibilidad de encontrarse con Adriana en vida o en el otro mundo, se vengaría sin contemplación alguna.

Para evitar seguir en tan incómoda plática, recordó de súbito las palabras de Akiane.

─¿Puedo poner algo de música? ─Preguntó Karina, clavando su mirada en el diminuto aparato.
─Por supuesto que sí. Creo habértelo dicho hace un rato ─respondió Akiane, que se sonreía en ver como la joven hacías esfuerzos por evadirla a como diera lugar.

«No podrás evadirme todo el día preciosa» se lisonjeaba en su interior Akiane.

Karina, si bien es muy tecnológica y moderna, hay cosas que simplemente la superan, entre más sencillo puede llegar a ser un aparato, mayúscula es su complejidad para ella, se enredaba toda, siendo apodada por su hermana como dedos de mantequilla, apodo que le disgustaba en demasía.

Sus ojos celestes, pestañeaban más de lo normal, tratando de comprender el uso de una simple radio de cd, aunque había mucho botones, después de todo no era tan sencilla como parecía. Después de estudiarla con detenimiento por unos segundos, se animó en buscar una emisora, pero le fue infructuoso, no consiguió sintonizar nada y terminó por desprogramar todo el equipo.

─Déjame ayudarte. Esto es así ─indicó Akiane, posando su mano sobre la de Karina y acto seguido, una corriente comenzó a subir por el brazo de ambas a toda velocidad, consiguiendo de inmediato que sus ojos se clavaran uno en el otro y un escalofrío las recorrió de pie a cabeza.
─Gracias, ya entendí ─se apresuró en decir Karina para salir del paso, roja como la grana y turbada como nunca en toda su vida.
─Cuando gustes, preciosa ─señaló Akiane, divertida de ver el efecto que tenía sobre Karina.
Escuchando un tema de Rihana, prosiguieron su trayecto hasta que en 20 minutos más tarde, tomaron calle Ricardo Neumann y enfilar al centro de dicha ciudad, que más que eso, es un pueblo más turístico que ciudad.

Minutos más tarde, el jeep se aparcaba en el estacionamiento de calle el salvador, en Niklischet, una de las tiendas más importantes de la ciudad.

─Hemos llegado ─expuso Akiane, mientras cerraba su coche.─ acá encontrarás de todo y si no es de tu agrado, podemos ver otras tiendas.
─No busco nada ostentoso o de marca ─Advirtió Karina ─sino cómodo y sencillo, que me permita recambiar mi «guardarropa laboral». Después de todo, es un año el que estaré acá.
─Sin duda será un año exquisito en tu compañía, mi dulce citadina ─adujo pícara Akiane, mientras con unos cuantos pasos alcanzó a la joven y se colocó a su lado.
─Haré como si no hubiese escuchado nada ─refutó Karina, lanzándole una dura mirada –porque tú no oyes o te conviene hacerte la tonta.
─Es muy difícil hacerse el tonto con semejante belleza a mi lado, ¿no te parece a ti? ─contra atacó Akiane, a la vez que soltó un poco su capa para llamar su atención y consiguió de inmediato su objetivo.

Los ojos celeste de Karina, se clavaron en los movimientos que hacía la joven Rosemberg, como si estuviese hipnotizada. No podía evitar, estar muy conciente de la belleza de su jefa y lo sensual que lucía.

Tragó en seco al percatarse que la estaba viendo de un modo muy lujurioso, pues sus pensamientos por un instante, la imaginaron completamente desnuda; y los colores se agolparon en sus mejillas.

« ¿Pero qué rayos estás pensando Karina?» se recriminó ésta.

No obstante, no era la única que veía a Akiane de un modo especial, por así decirlo, ya que a media cuadra de donde ellas transitaban, un grupo de obreros de la construcción venían observando con morbo a la joven Rosemberg, e hicieron su tan acostumbrado saludo de piropos  como suele conocerse en todas partes del país.

─Corazón, quién fuese cápita para abrigarte todita ─gritó uno de los hombres.
─ ¡Mamacita, tú tan bella y yo con tanto frío! ─gritó otro a todo pulmón, sacando jocosas carcajadas en los transeúntes que pasaban y veían a un joven mocetón hacer la mímica de tener frío.

Tanto Karina como Akiane, se voltearon a ver al grupo de trabajadores, que sacaban sus cascos para saludarlas.

─¡Regálame un besito para morir contento en este día! ─vociferó uno regordete con una cara de pícaro y de galante «chanta».

Akiane, le causó mucha gracia tanto los piropos como ver los rostros de esos hombres que no dejaban de verle con mucho morbo y sólo les devolvió el gesto con una cálida sonrisa, ya que le causó mucha gracia todo ello.
Sin embargo…

─¡Qué vulgares! ─exclamó consternada Karina, con un tono molesto y apresuró sus pasos para alejarse cuanto antes de esos tipos.

«Es imaginación mía, o esos eran celos» reflexionó Akiane a la vez que sus ojos se perdían en la espalda de Karina.

Para Akiane, imaginarse que esa molestia presente en la joven Sotomayor, eran producto de estar sintiendo celos, le indicaban que no le era nada de indiferente del todo y eso la complacía de sobre manera, pues todo lo que le dijo Adriana, se cumplía al pie de la letra y en eso recordó…

Flash back
─No olvides mis palabras Akiane, sigue al pie de la letra mis indicaciones y muy pronto verás que ella comenzará a amarte y no pondrá obstáculos a sus sentimientos ─señaló Adriana, que le veía desde su cama fatigada por el esfuerzo que le significaba hablar estando tan delicada.
─Es muy arriesgado tu plan Adriana. Estamos hablando de tu hermana y los sentimientos no se imponen jamás ─refutó ésta, bastante incómoda por lo obcecada que resultaba ser su cuñada.
─Conozco mejor que nadie a Karina y te puedo asegurar que de buenas a primera ninguna mujer la conquistará, pues ella está muy reacia a involucrarse sentimentalmente con alguien más, después de lo de Melisa y Majo, no volverá a confiar ─explicó Adriana.
─Está bien Adriana, tú ganas, seguiré con tu plan y veremos qué sucede cuando Karina se encuentre en el país ─afirmó Akiane ─por lo que me has contado de ella, no será nada fácil de tratar y menos someterla a tus deseos.
─Descuida, sé muy bien lo que estoy haciendo. Mi hermana Karina, es una Mondriatti de tomo y lomo, son pocos los que pueden jactarse de torcerles la mano y tú vas hacer una de ellas, siempre y cuando te ciñas a mis indicaciones ─advirtió Adriana  ─Óyeme bien, no quiero que titubees en tus acciones, debes ser intratable hasta que puedas mermar su fuerza interior y eso te tomará a lo sumo cuatro meses por lo bajo y luego de ello, tienes carta blanca para proceder según tu sentir.
─Das miedo, Adriana, ¿en verdad amas a tu hermana? Mira que no quisiera tenerte por enemiga ─acotó una taciturna Akiane, que no dejaba de pasearse por toda la habitación de la clínica.

La joven Sotomayor, entrecerró sus ojos y quedo unos segundos en silencio, volviendo su mirada nuevamente sobre su cuñada y sus ojos dentro de su dolor, eran cálidos y sinceros.

─Eres una tonta cuñada. Claro que amo a mi hermana, es lo único que tengo y por eso, que estoy guiándote para que puedas ser la dueña del corazón de Karina. Sé que serás su felicidad así como su gran amor ─argumentó Adriana.
─Sólo espero que todo resulte favorable, de lo contrario tendré que lidiar con una mujer que me odiará como nadie y que será sometida a la fuerza a permanecer en un lugar que no es su hogar ─indicó Akiane, viéndola fijamente a los ojos.
─Deja de preocuparte tanto, ya que no eres una mujer que se intimide ante nadie y menos que otra mujer lo haga. Por lo tanto, sólo concéntrate en mi hermana y no le des chance a alguna de hacer algún movimiento,  de lo contrario, prepárate a conocer a la mujer más indomable que hayas visto en tu vida ─advirtió Adriana.
─¡Vaya! ¿ pero qué manera de animarme? ─exclamó espantada Akiane , ante los dichos de su cuñada. ─te agradezco tu manera de apoyarme.
─De nada dulzura ─acotó una débil, pero sonriente Adriana, que hacía esfuerzos por mantener la conversación, en la medida que se lo permitía las heridas en su cuerpo. ─por cierto, debes cuidar tu rostro lo más que puedas.
─¿Qué quieres decir con eso? ─preguntó de frentón la joven Rosemberg.
No obstante, no fue escuchada por Adriana, que cayó en un sueño profundo, dando por terminada la plática.
Fin del flash back.

En un dos por tres, Akiane, nuevamente la alcanzó y de reojo observó el rostro molesto de la joven.
«Es una pena que tan lindos ojos, tengan que verse tan fríos como el hielo» meditó en su interior Akiane.
En ese preciso momento, ambas entraron a la tienda y en cosa de segundos, eran recibidas por un joven y apuesto vendedor, que quedó extasiado ante la belleza de la pelirroja y que no perdía ocasión de brindarle la más encantadora de sus sonrisas como sus atenciones que cada vez eran más personalizadas en su persona.

Por unos minutos, Karina,  que estaba unos metros más allá, los contempló disimuladamente mientras revisaba una par de blusas y no daba crédito a lo descarado que resultaba ser el dependiente, se notaba que estaba baboso por su jefa y eso se le notaba a kilómetros, no era preciso ser muy inteligente para darse cuenta de que estaba coqueteando descaradamente con una clienta.

Cansada de prestarle más atención de la debida y lanzándole una mirada glacial a la albacea, se alejó y fue en busca de la sección de pantalones.

Karina, en forma instintiva, clavó su vista en prendas de vestir formal. Después de todo era su estilo y sello personal. Sin embargo, aunque lo quisiera, no era ropa apropiada para trabajos agrícolas.
Con un suspiro de resignación, abandonó aquel sector y llegó al área más informal y deportiva de la tienda. Buscó entre los muchos colgadores algo que fuese de su agrado, pero nada le complacía y ya comenzaba a perder la paciencia.

─¡Ay Nacha!, ¿porqué no eres tú, la que estuviese junto a mí ahora? ─se preguntó en voz alta Karina.
─¿Puedo ayudarla en algo? ─inquirió una vendedora, que se había situado a espaldas de Karina.

En el acto, Karina se dio vuelta a verla, siendo muy abrupto su movimiento que la dejó de frente a un par de ojos miel de una trigueña, que la veía muy risueña, ya que ambas quedaron en una posición bastante comprometedora, por unos breves instantes no dejaron de verse a los ojos hasta que oyeron una voz detrás de ellas.

─¿Está todo bien Karina? ─preguntó una inquisitiva Akiane.

Ambas, reaccionaron ante las palabras y la mencionada, fue la primera en romper aquella postura y fijarse en la albacea que estaba a sus espaldas.

─Sí, todo bien. No hace falta que estés al pendiente mío, cuando estas un tanto «ocupada» y no quisiera interrumpirte ─atacó disgustada Karina.

Tomando la mano de la vendedora y desafiando con la mirada a su jefa, pasó en medio de ésta y de su baboso acompañante y antes de alejarse del todo, la provocó…

─¿Podrías mostrarme un par de cosas, encanto? ─murmuró con voz muy sensual Karina, cerca del oído de la vendedora, pero lo suficientemente alto, como para ser escuchado por los otros dos.
─Encantada de ayudarte ─fue la respuesta igual de coqueta de la joven vendedora.

Con un dejo de complicidad entre ambas, se perdieron por el pasillo. Sin embargo, esto provocó la inmediata reacción de Akiane, que no disimuló su desagrado ante la conducta de Karina.

«Ni te creas que te dejaré que te salgas con la tuya» profirió mentalmente Akiane.

Desabrochando su capa del todo, se dio la media vuelta y fue en busca de su presa. Dejando helado a su joven dependiente, que no consiguió llamar su atención con su encantadora sonrisa y quedó clavado al piso al ser ignorado de forma tan abrumadora.

Mientras Karina, se probaba unos jeans en uno de los vestidores, la joven Rosemberg, aguardó pacientemente  fuera de los mostradores, interponiéndose entre la vendedora y su objetivo.
Minutos después…

─Me quedaré con los negros y los blancos. Los otros no me gustan como se me ven ─mencionó Karina, pasando las prendas a la que creía era la vendedora.
─Es una pena que no haya podido darte mi opinión de cómo lucen en ti, esos pantalones ─provocó divertida Akiane ─debes verte muy bien en ellos. Hubiese sido todo un espectáculo para recrear la vista.

A Karina, no sólo la sorprendió escuchar aquella voz tan familiar sino que toparse con esos ojos verdes frente a los suyos, provocó que perdiera el balance y por poco pierde el equilibrio sino fuese por la rápida reacción de Akiane, que la sostuvo firme de la cintura, atrayéndola completamente hacia sí y sin dejar de verla a los ojos, acercó sus labios a los de la joven Sotomayor hasta adueñarse por completo de éstos, en un beso que resultó deliberadamente suave y a la vez demandante, quedando ésta última sumida en la magia que esos labios despertaron en todo su ser.

Aquel beso, las envolvió dejándose llevar por la pasión que las estaba dominando en este preciso momento y no repararon en que estaban en un lugar público y que era objeto de miradas curiosas por parte de clientes y vendedores que estaban con la boca abierta, pues ver besarse a dos mujeres era poco usual y más a vista de todo el mundo.

Sólo la oportuna intervención de la joven vendedora, terminó de sopetón con aquella escena y caricia entre ambas.

─Siento mucho interrumpirlas, pero están pisando las prendas de nuestra tienda ─señaló la vendedora.

Las palabras produjeron el efecto deseado, ya que en Karina, reaccionó al instante y despego sus labios de los de Akiane. Por su parte. Ésta última, con cierta molestia y renuente fue soltando el abrazo que las unía hasta dejar libre a la joven Sotomayor.

─Te ruego, nos disculpes ─se disculpó Karina, ayudando a recoger los pantalones, luchando al máximo por ocultar el rubor en sus mejillas y de paso, olvidarse de lo sucedido con su jefa. ─además, no debimos dar un espectáculo como ese.
─Descuida suele suceder, no es nada del otro mundo ─acotó divertida la vendedora.
─No tienes porque disculparte ante nadie Karina, por lo que acabamos de hacer, es un beso entre dos mujeres que se gustan y que además, no es de incumbencia de los demás, ya que somos mujeres adultas y no debemos explicar nada de nuestros actos ─rebatió firme Akiane.

Ambas mujeres quedaron de una pieza ante las palabras de la pelirroja, que en forma muy provocadora y demandante, agarró la mano de Karina y la entrelazó con la suya y clavando la vista en los ojos de la vendedora, señaló…

─Ya no son necesarios tus servicios. ─ordenó implacable Akiane ─conmigo es más que suficiente y tendrá toda mi atención y exclusividad, por lo tanto, te ruego que te retires o harás que me queje ante unos de tus superiores, ¿queda claro el mensaje?
─Muy claro ─respondió intimidada la joven y su cara lo decía todo.

Incapaz de rebatir algo, la joven se esfumó del sitio a los mismo que los demás compañeros, que vieron en el rostro de la joven Rosemberg, mucha seriedad y claros signos de no estar jugando, sus amenazas iban muy enserio y todos se dispersaron dentro del local.

─¿ Qué crees que estás haciendo? ─preguntó Karina con total disgusto por lo imperativo de sus dichos y también por lo de sus manos entrelazadas.
─Creo que es muy obvio, mi bella citadina ─repuso Akiane ─a partir de este momento, yo seré tu única guía y asesora en todo lo que transcurra del día. Seré tu sombra preciosa.
─Estás demente, ¿lo sabías? ─reprochó Karina ─además, ¿quién te dio permiso de coger mi mano de este modo?
─Tú ─indicó Akiane, depositando un beso breve sobre sus mejillas. ─al momento de corresponder mi beso.
─¡¿Qué?! ─exclamó con tamaños ojos Karina, ante la desfachatez de la joven y de no contentarse y volver a sus andanzas con ese otro beso, que hizo que sus mejillas se tiñeran más de color carmesí.
─Por cierto. ─acotó muy pícara Akiane ─besas muy bien, dulzura.

Ni una sola palabra, pudo gesticular Karina y sólo se tuvo que conformar con ser arrastrada por su jefa a otro sector del local, dónde fue la que busco personalmente ropa para ella.

Había que admitirlo después de todo, ya no le causaba tanto disgusto tener sobre sí, la presencia de su albacea. No podía negar, que esa dedicación especial la seducía sobre manera y se sentía alagada, de ver cómo la hacía probarse todo cuanto le pasaba y corregir postura, formas de cómo le quedaba le vestuario y dar su aprobación. Ese simple hecho, gustaba mucho a Karina, que siempre deseo tener a su pareja y hacer cosas tan simples como salir de compras; lástima que con Melisa nunca consiguió hacerlo.

No se percató que su mirada quedó por unos breves segundos clavadas en el piso y era observada por unos inquisidores ojos verdes que no perdieron detalle, de cómo su mirada se volvió triste por un momento.

─Es una lástima que ella no haya sabido valorarte ─exclamó de pronto Akiane, mientras se acercó a doblar el cuello de la blusa de Karina, y rozando con sus dedos su rostro, continuó. ─perdió a una gran y bella mujer.

─Yo…este…yo ─balbuceó tímida Karina, ya que las palabras calaron hondo en ella.
─No digas nada, preciosa ─concluyó Akiane, robando un beso de sus labios, para luego acomodar su cabello en una de sus orejas. ─a decir verdad, no me gusta cómo se te ve esta blusa, no te hace justicia, es muy simple para ti.
─¿Lo dices enserio? ─preguntó Karina.
─Completamente. Eres muy guapa Karina y esta prenda no te sienta ─comentó Akiane ─Adriana, tenía razón en decir que eres una mujer extraordinaria que merece todo la atención y desvivirse por hacerte feliz.
─ ¿Mi hermana, te dijo eso?─ preguntó con asombro ésta.
─Tú hermana te amaba como nadie ─acotó Akiane, entregando otra prenda. ─prueba con ésta, estoy segura que se verá genial en ti.

Karina, se quedo viendo por un momento la blusa y le llamó la atención el diseño, pues era un tanto sexy como para un trabajo de campo.

─¿No crees que es algo un tanto atrevido para llevar en la hacienda? ─expuso Karina.
─Una mujer siempre debe lucir linda en cualquier lugar y situación. Obviamente no podrías andar de tacos en medio de la tierra, claro está, pero mostrarse bella, joven y sexy, no es ningún pecado que yo sepa ─explicó Akiane guiñando un ojo y agregó ─además, es un digno espectáculo para ver, ¿no te parece así?

Karina, le quedó viendo de un modo muy, pero muy curioso y sus ojos se empequeñecieron un tanto, escudriñando en los ojos verdes de la joven y luego de un breve segundo, comentó…

─Definitivamente tú no tienes arreglo ─refutó Karina, sacudiendo su cabeza. ─eres muy descarada después de todo.
─Llámalo disfrutar de los buenos placeres de la vida ─indicó Akiane, muy pícara. ─no es algo que se vea todos los días y que por cierto, hay que sacarles el mayor partido posible.
─¡OH mi Dios! ─exclamó  ya entre risas Karina ─podrían acusarte de acosadora, ¿lo sabías?
─Que no ─se burló Akiane y con pose de inocente, añadió. ─¿podrías acusar a tan simpática, dulce, tierna, guapa y estupenda damita, como yo?

Karina, rompió todos los esquemas del pasado entre ellas y explotó en una espontánea  y sonora carcajada. Fue tanta la gracia del comentario, que terminó por convertirse en un ataque sincero de risa que no podía detener y contagió con ello a Akiane del mismo modo.

─Jaja ─bromeó entre risas Karina. ─sé nota que tú no conoces la palabra humildad.
─No tiene nada que ver con la humildad ─replicó apenas Akiane, entre jocosas risas. ─lo que pasa es que yo me amo y valoro mucho, que es distinto.
─Pues vaya que lo haces ─indicó Karina, apretándose su vientre de tanto reír. ─eres todo un caso de amor propio.
─Claro que lo soy ─afirmó Akiane, que se aproximó a ella y le robó un beso que no duró más que unos segundos. ─continuemos con las compras o nos dará todo el día y quiero que vayamos a almorzar pronto.

Ambas seguían unidas en un abrazo, que surgió tan inesperadamente como el beso y en ese preciso momento los ojos celestes de Karina, se abrieron quedando fijos en aquellos ojos verdes de su jefa y la profundidad de su mirada terminó por cortarla por completo.

No obstante a eso, se sobrepuso a tan particular situación y se zafó lo más rápido que pudo de ese abrazo y tomando sus cosas, se fue hasta el mostrador de un vendedor para hacer su compra. Dejando a una Akiane, muy sonriente y complacida de cómo estaban saliendo de favorables las cosas entre ellas.
Por su parte, en el mostrador…

─¿Cómo va a cancelar? ─preguntó el vendedor ─¿En efectivo o con tarjeta?

En el momento justo en que Karina, iba a responder, alguien se adelantó…

-Yo pagaré las prendas de la señorita y lo haré en efectivo ─señaló Akiane.

Tomando de su bolso, el monto que el vendedor le indicase a Karina, procedió a entregárselo al joven, dejando a una estupefacta Karina, que en nada le pareció aquello.

─Ten la bondad de cancelarte ─dijo Akiane. ─hazme el favor de dejar los bolsos en custodia, porque nosotras vamos a seguir viendo algunas cosas más en la tienda antes de retirarnos.
─Con mucho gusto ─dijo el vendedor, que no pudo disimular su cara de emoción al ver la propina que le diese la joven Rosemberg.

Sólo cuando, el joven desapareció de la vista de ambas, Karina, hizo saber su parecer.

─¿Qué se supone que estás haciendo? ─preguntó de frentón Karina ─¿acaso no sabes que yo puedo pagar por mis propias cosas?
─De eso no me cabe la menor duda, encantó ─dijo sin inmutarse Akiane, por el tono de molestia en la chica. ─sin embargo, te recuerdo que tu salario lo tengo yo y que además, todos tus ahorros están bajo mi resguardo y que si tienes algo de efectivo encima,  no ha de ser mucho o ¿me equivocó Karina?

La joven, se mordió la lengua para no responder, ya que haberle refutado algo, hubiese levantado sospechas de que tenía más medio económicos de lo que su jefa suponía y eso sería su perdición. Debido que  no le costaría levantar un dedo para apoderarse de ese dinero y dejarla más sometida ella y eso sí que no lo consentiría, por lo que templó su carácter de golpe y fue un tanto más dócil en esta ocasión.

─Entonces supongo que ha de ser descontado de mi salario, ¿no es así? ─inquirió con serenidad Karina.
─Debería ser lo lógico dada las circunstancias ─explicó con pasmosa sinceridad Akiane. ─pero, como siempre, estás muy alejada de la verdad, mi dulce citadina.
─¿Qué estás insinuando? ─preguntó curiosa ésta.
─No he insinuado nada, lindura ─confrontó Akiane ─claro está, que te aclararé tus dudas. Esta compra y la invitación a almorzar corren por mi cuenta.
─¿Porqué motivo? ─indagó más picada Karina que nunca.
─Por la sencilla razón de que tú estás bajo mi responsabilidad y me corresponde velar por tu bienestar y necesidades ─explicó la albacea.
─No lo puedo creer ─se mofó sarcásticamente Karina. ─ya que velas por mi bienestar, porqué no me entregas mi pasaporte para regresar a mi hogar.
─Eso ni pensarlo, dulzurita ─sentencio Akiane ─ tu hogar y lugar está en la hacienda, junto a mí. Algún día lo entenderás, mientras tanto sé feliz con lo que tienes y vive al máximo esta oportunidad que la vida te ofrece. Llámalo vacaciones forzadas, mi citadina.
─¿Vacaciones forzadas? ─preguntó ésta ─¿ te das cuenta de lo que estás diciendo?
─Perfectamente, preciosa ─respondió con ademán de fastidio Akiane. ─no veas todo lo que te sucede en forma negativa, ve el conjunto en su totalidad y podrás darte cuenta que estás viviendo una etapa en tu vida muy especial y que aprendes cosas que jamás pensaste que podrías experimentar y que resultaste ser muy buena en ello, aunque sean situaciones muy sencillas y ordinarias, para lo que tú estás acostumbrada en el diario vivir.

Karina, lejos de explotar en su acostumbrado temperamento italiano, quedo pensando en las palabras de su jefa y debía concederle la razón. Ella fue criada en ciudad y hecha para su vida ajetreada. Sin embargo, el que fuese atada a un testamento, le cambió toda su vida de golpe y porrazo, debiéndose conformar y asumir que no tenía opción, se dejaba llevar o moría luchando por algo que estaba perdido en un comienzo. Después de todo, ¿acaso los cambios no son para mejor?

─Puede que discrepe mucho de ti en ese sentido ─refutó Karina ─no obstante, no soy tan estrecha de mente como para no admitir una verdad como esa. Lo que no quiere decir, que me guste la vida de campo.
─Jajaja ─se burló Akiane ─sin duda eres un hueso duro de roer mi bella citadina. Estoy más que segura, que llegarás amar esta tierra tanto o más que Adriana.
─Deja de decir tanta tontera junta ─advirtió Karina ─no lograrás convencerme de ese hecho, pues no soy como mi hermana y muy pronto te darás cuenta.
─Está mas que visto que ambas, son muy distintas en toda la palabra ─corroboró Akiane ─y en especial tratándose de ti, que no eres quién dices ser, porque te empeñas en demostrar ser fuerte cuando no lo eres y escondes muy bien tu verdadero yo, de todos cuanto te rodean.
─¿Acaso sacaste una radiografía mía, mientras dormía? ─inquirió muy curiosa y anonadada Karina. ─pues no pensé que fueses tan minuciosa en tus observaciones.
─Para tú información, soy un encanto de persona y una cajita de sorpresas a mil ─contestó Akiane, bajándole la intensidad de la conversación. ─te invito a descubrirme por completo.
─¡Ay no! ─exclamó espantada Karina ─tú eres incorregible y no te privarás de fastidiarme hasta que te dé hipo.
─Toda la razón guapa ─afirmó risueña Akiane, por la cara de horror de la joven. ─así que, te invito a que continuemos con nuestras compras o de lo contrario te seduciré aquí mismo.
─¡Santo Dios! ─exclamó la joven Sotomayor, tomando ella misma la mano de su jefa y tirando de ésta hasta llevársela a otro lugar. ─por primera vez estoy de acuerdo contigo, te acompaño dónde sea con tal de que no molestes más.

Akiane, ni tonta no perezosa, se tomó muy apecho todo ello, afianzando más el agarre de sus manos y no conforme con eso, acercó sus labios al oído de Karina y le susurró…

─Me encanta cuando me demuestras tu cariño ─murmuró muy sensual Akiane. ─amo esa faceta tuya.

Lejos de responderle, los ojos celestes de Karina, se abrieron en desasía y sus mejillas se tiñeron de escarlata en el acto.

─Adorable ─murmuró divertida la joven Rosemberg ─te ves muy sexy toda sonrojada.
─¡Uf! ─exhaló con fuerza Karina.
─Anda anímate y regálame una hermosa sonrisa ─apremió muy coqueta Akiane.
─Por lo visto tú no conoces el termino rendirse ─repuso una agotada Karina, que sonrió muy fingidamente.
─¡¿Qué horror?! ─exclamó Akiane, que enmarcó su ceja derecha en forma reprobatoria. ─eso se vio escalofriante, Karina. Eso fue como pedirle a un guardia de palacio de Buckingham que lo hiciera.
─Pero ellos, no pueden hacer eso, ni siquiera hablar ─indicó Karina.
─Exacto, pero tú si puedes hacerlo ─desafió Akiane ─anda vamos, dame una sonrisa de tus hermosos labios.

Karina, se le quedo viendo un segundo y con cierta malicia, dijo…

─De acuerdo, tu ganas ─admitió Karina. ─te daré lo que tanto pides.

En eso, se dispuso muy cerca de la albacea y en el momento en que se disponía en regalarle la más hermosa sonrisa, con un movimiento ágil de su mano derecha, tomó una camisa que estaba tirada sobre un mesón y la lanzó sobre el rostro de Akiane y luego, soltó una sonora carcajada y añadió…

─¡Ya está! ─exclamó muy burlona Karina ─espero te lo hayas disfrutado, como lo he hecho yo.
─Eso es trampa ─recriminó Akiane, a la vez que quitaba la camisa de su rostro y le miraba con ojos de estar ofendida. ─ya verás que me la cobraré.

Karina, haciendo honor al lado siniestro de todo italiano, pasó su mano por dentro de su cabello y con deliberada provocación, y enredó sus dedos en él y lo arrastró hacia delante y que fue acompañado con una lenta mordida de su labio inferior y finalizando curvando este mismo en un burlón mohín.
No conforme con ello, la desvistió con la mirada, para luego acotar…

─Eso esta por verse lindura ─dijo socarronamente Karina, a la vez que se alejó cuanto pudo de ella.

En un dos por tres, ya estaba a su lado y muy peligrosamente se allegó a ella, tomándola de la cintura, sin darle chancee a nada.

─Con que estás retándome ─desafió Akiane ─no te quejes después hermosa, no voy responder de mis actos.
─¿No serías capaz o sí? ─indagó nerviosa Karina. ─hay demasiadas personas en el local.
─ Y eso desde cuando sería un problema para mí ─intimidó Akiane, ya más cerca de su boca, cuyos ojos verdes estaban clavos en los labios de su presa.
─ Detente de una vez ─ demandó una muy nerviosa Karina.
 ─ ¿Porqué tanto miedo preciosa? ─Preguntó la albacea, ya rozando los labios de la otra. ─ Me dirás ahora qué no deseas que te beses, porque tus ojitos dicen otra cosa.

 Al final, Karina, fue incapaz de negarlo como tampoco detener el beso que se las envolvió nuevamente, ya era como la tercera vez que era victima de las caricias y perversiones de su jefa y en ninguna de esos acercamientos, hizo algo al respecto para ponerle un alto o para devolver el gesto con sus acostumbradas «caricias»  sobre su mejilla.

Como toda mujer, se dejo llevar por la ternura y suavidad de ese beso, profundizándolo aún mas, después de todo no era un témpano de hielo o mujer de piedra como para negar algo que ya estaba despertando miles de sensaciones en su interior y Karina, no era ninguna «monja” o «santa», era toda una mujer  de piel y nada indiferente a tan placentera «tortura».

 Ambas, se dejaron envolver y perdieron noción del tiempo y el espacio y sólo un comentario mordaz de una señora mayor, que con aires de «santidad” dejó sentir su aversión a dicha situación.

 ─Es increíble como los degenerados ya no sienten respeto por los demás, deberían encerrarlas por desvergonzadas e inmorales ─fue el homo fóbico aporte de la mujer.

 Y no conforme con ello, las miraba para que desistieran su actitud y falta de respeto por las personas de «buen vivir»  de la sociedad.

La intensa mirada y sumado dicho «comentario», consiguieron que Akiane renuentemente, acabase con el beso y mirando fijamente los ojos celestes de Karina, señaló…

 ─Señora, no tiene algo mejor que hacer en su vida que andar corrigiendo a otros cuando estoy segura que tiene «muchas cosas»  que ocultar, porque personas como usted que son tan fijados en lo malo del prójimo, tienen una «inmundicia» de vida en sus hogares  ─Akiane, escupió cada palabra con una ironía tal, dejando claro su enojo al respecto.  ─Además, no necesito de su consentimiento para hacer lo que se me de en gana y menos de una mujer retrógrada como usted que va a misa y nunca ha entendido el mensaje de «amar a tu prójimo como a ti mismo»  ¿o me equivoco «respetable» señora?

Dicen que la franqueza es la madre de todo y que debe acompañar a los hombres en su diario vivir. No obstante, una verdad o sinceridad tan abrumadora y aplastante como esa, deja a los presumidos y falsos «humildes»  totalmente mudos, porque les tocan en lo más profundo de su «verdad»  y deben callar porque no tienen «moral» ni asidero para refutarle lo contrario.

 Sin embargo, esta señora aún no se rendía del todo…

─ Son unas «enfermas» deberían de avergonzarse de ofender a personas de buena moral y costumbre reprochó ─picada la mujer.

Akiane, terminó por perder la paciencia y no le importó los años de la señora y se defendió en el acto.

─ Prefiero ser una enferma como dice usted señora, a tener que ser una vieja amargada e infeliz como usted que no tiene amor en su vida y escupe su veneno donde quiera que vaya  ─respondió duramente Akiane y tomando de la mano a Karina, añadió.  ─Ven conmigo, salgamos de la presencia de tan inmaculada mujer para no tapar su «santidad».

La mujer, quedó pálida como la muerte tras el insulto e incapaz de moverse y sólo tuvo que contentarse con verlas marcharse y avergonzada a la vez, pues era repudiada con miradas duras de partes de otros clientes, que reprochaban su conducta homo fóbica.

─ ¿Estás bien?  ─Preguntó Karina, cuando ya estaban recogiendo las bolsas en custodia.
 ─Un poco  ─respondió con un resoplido Akiane.  ─Personas como esas, son las que no soporto, se las dan de tan perfectas y critican tanto, cuando tienen un tronco sucio en sus ojos que no les permite ver su miseria.
 ─Relájate mujer. Este mundo está lleno de personas así y debemos vivir con ello siempre  ─acotó Karina, mientras salían de la tienda.  ─No permitas que te robe tu paz interior o arruine tu día.

Esas palabras fueron muy reconfortantes para Akiane, que en el acto sonrió muy complacida.

 ─Toda la razón mi bella citadina  ─afirmó Akiane─sería una estúpida si me dejase llevar por eso y me perdiera el «placer» de disfrutar de tan guapa compañía y de sus encantos.
 ─¡Vaya, pero qué rápido te recuperas mujer! ─Exclamó divertida Karina─ tú no te das por vencida nunca.
 ─Tratándose de ti, JAMAS  ─sentenció con vehemencia Akiane, abriendo la puerta de su jeep y guardando los bolsos en la parte trasera.
─Eres un caso perdido ─bromeó al final Karina, ya sentada en el coche.
─No lo creo, hermosa ─confrontó Akiane, mientras echo andar su jeep y salieron más que raudas del estacionamiento.

Enfilaron por calle Gramado hasta llegar al club Alemán. Estacionando su coche en el lugar, al llegar al local, fueron acomodas en una de los mejores vistas y que ya había sido reservada por Akiane con anterioridad.

─¿Qué te vas a servir? ─preguntó Akiane─ mira que perdimos mucho tiempo en esa tienda y tengo un apetito feroz que me comería hasta un elefante.
─¿Estás hablando en serio? ─indagó asombrada Karina. ─pues por tu figura, pensé que guardabas la línea para mantenerte en forma.

Los ojos verdes de Akiane, se dilataron mucho, pues no pensaba escuchar un comentario como ese y menos viniendo de su protegida por así decirlo.

─Eres un encanto de mujer ─murmuró divertida Akiane, mientras chequeaba el menú de la carta. ─la verdad, es que como de todo y el trabajo duro, me ayuda a estar en forma y no me permite tener pancita y qué me dices de ti.
─Siempre he sido de contextura delgada y en honor a la verdad, soy muy quisquillosa con la comida ─confesó Karina─¿qué pedirás tú? No me tinca nada de lo que hay en la carta.
─Ya veo y se puede saber, ¿qué se antoja en estos momentos? ─preguntó Akiane, observándola por unos segundos, antes de tomar su orden.
─Se me antoja algo del mar ─admitió Karina─ ha de ser porque en Londres no voy mucho a lugares que ofrezcan comidas del mar.
─Te sugiero, un cancato de salmón, acompañado con un Bermouth y aceitunas ─instó Akiane. ─eso te ayudará mucho, ya que el clima acá es muy húmedo y de seguro te está pidiendo proteínas.
─Puede ser ─admitió Karina─entonces pediré eso.
─De acuerdo ─señaló Akiane y entregó la orden al garzón. ─si me disculpas un momento, vengo enseguida.
─Adelante ─indicó Karina.

Akiane, fue hasta el mostrador del club y tras cruzar unas palabras con el encargado, salió del club.
Veinte minutos más tarde y cuando ya servían el pedido de ambas, llegó la joven Rosemberg con un bouquet de lirios matizados de blanco y fucsia. Causando asombro en Karina, que pensó enseguida que su jefa se había topado con algún admirador y por ello, del ramo de flores.

Una vez que el garzón se retiró de la mesa, Akiane, le entrego el bouquet de lirios a Karina.

─Karina, esto es para ti ─expresó muy sensual Akiane. ─flores para una hermosa mujer.
─Muchas gracias ─exclamó una asombrada Karina, que no pudo disimular su alegría, que ya daba por hecho que era para su jefa.
─Esto se ve muy rico ─comentó Akiane.

Estaban por disponerse en comer, cuando de pronto se oyó a las espaldas de Akiane.

─No puedo creer que la hija de la mismísima afrodita esté aquí ─se escuchó decir a una voz varonil.

Sin saber porqué los ojos celestes de Karina, se oscurecieron de pronto y miraron un tanto fríos al moreno que estaba de pie y detrás de su jefa.

Por su parte,  los ojos de Akiane, empequeñecieron antes las palabras de aquella voz que le era muy familiar y su rostro se volvió lo más inexpresivo que se haya visto.

Con renuencia, se volteó a verlo…y sus sospechas se hicieron realidad en el acto al ver que ante ella, estaba un hombre moreno, muy alto y de contextura maciza dado a que practicaba deportes y cuyo traje le sentaba genial, parecían esos hombres de fábulas griegas y cuyo traje, le favorecía mucho más que a un hombre común y corriente.

─Tanto tiempo sin verte guapa ─saludó él, galantemente, depositando un beso en la mano de la joven Rosemberg.
─Mucho a decir verdad ─aseguró Akiane.
─Estás tan hermosa como siempre ─murmuró galante, clavando sus ojos negros en los de Akiane y sólo la mirada intensa de la otra mujer, llamó su atención. ─Akiane, no nos vas a presentar.
─Claro. Ella es Karina ─presentó Akiane.
─Encantado de conocerte, Karina, mi nombre es Alberto y soy el más grande admirador de Akiane y su futuro esposo dentro de un tiempo ─se ufanó éste.


Ese comentario al final, desató la molestia no sólo en los ojos celestes de Karina sino que el rostro de Akiane lo dijo todo…lo que parecía una jornada de mejoría entre ambas quedo rota en el acto.

1 comentario:

Atsuko dijo...

Maravilloso como siempre, no hay mas que decir, ya te lo eh dicho en otras ocasiones, eres grande. Me encanta tu manera de escribir.

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