mujer y ave

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domingo, 1 de junio de 2014

Siénteme dentro de tu corazón, parte I


Atada por un testamento, Capítulo 9

Para Karina, que comenzó la semana llena de complicaciones a causa de su jefa, que se empeñaba en llevarla  al límite de su paciencia y determinación por medio de diversas tareas que sin duda no eran para ella, ya que jamás había visto como una opción el vivir en el campo o en algo que se le pareciera.

Desde el último desencuentro entre ambas, la joven Sotomayor,  buscó mantenerse lo más distante posible como pudiese y para ello, cambió su estrategia de confrontación y siendo más astuta que antes. Prueba de ese cambio, fue sus horarios de colación que se modificaron llegando media hora antes de lo previsto y así, permitiéndole irse justo en el momento en que su jefa llegaba a almorzar y el único contacto que ambas tenían era el cruzar miradas y una que otra indicación de parte de ésta.




Claro está, que aún tenía un asunto pendiente que resolver con la joven Rosemberg y era el tener que salir de compras junto a ella este fin de semana. El sólo recordar o imaginar lo que le esperaba, la desquiciaba y se lamentaba haber aceptado, hubiese sido más precavida no estaría en semejante posición.

En resumidas cuentas su rutina no había variado mucho, trabajaba con Luis en la lechería por las mañanas y en las tardes se encargaba de los establos. Con respecto a sus negocios, se mantenían en el más absoluto secreto, dedicándole gran parte de las noches. Claro está que tomó más resguardos, ya que antes de las once de la noche, Akiane, solía hacer su ronda y pasaba sagradamente a darle las buenas noches y debía invertir tiempo para montar el ardid de que estaba sumida en una entretenida lectura y al verla entrar en su dormitorio solía mostrarse ya cansada como lista para ir a descansar, evitando entrar en un forzada conversación que deseaba evitar a toda costa. Cuanto más alejada estuviera de ella, tanto mejor para sus nervios y salud mental.

Había llegado el último día de una semana muy agotadora y coincidía con la fecha de pago para los trabajadores de la hacienda y podía sentirse en el aire , claros signos de que no sería un buen día, pues Karina y Akiane, habían comenzado la jornada cruzando duras palabras por causa de que la primera fue sorprendida recibiendo una rosa de parte de Úrsula y acordando en que se verían en los establos por la tarde, lo que gatillo el enconó por parte de su jefa, que la reprendió delante de Pedro y algunos trabajadores y como esto no fuese poco, las emprendió contra Úrsula y eso hiso que la joven Sotomayor, perdiera la poca paz interior que había conseguido durante la semana y terminó por encararla furiosa y dejó nuevamente su mano incrustada en el rostro de Akiane, para luego irse a su trabajo echando chispas por los ojos.

─Se puede saber que están viendo ─reprochó  una molesta Akiane, a su capataz y demás trabajadores. ─supongo que hay trabajo esperándolos, ¿no es así?
─Tienes razón ─se disculpo Pedro, que no apartó sus ojos de su jefa y vio en ellos cierta melancolía, prefirió seguir la corriente y no preguntar hasta que estuviese calmada. –ya nos íbamos, sólo queríamos saber si tenías algún cambio para el riego de los cultivos.
─Ninguno ─fue la escueta respuesta de Akiane.
─Entonces nos vemos más tarde ─dijo el capataz, alejándose con la cuadrilla de trabajadores, advirtiéndoles no comentar con nadie lo visto.

Una vez que sus hombres se perdieron de su vista, Akiane, giró sobre sus talones y quedo de frente con el rostro de la veterinaria y su mirada lo decía todo.

─Úrsula, ten la amabilidad de acompañarme a mi despacho ─demandó Akiane.
─Cómo tú digas ─respondió ésta, imaginándose de qué se trataba, pero estaba lejos siquiera de saber lo que realmente le aguardaba.

«Algo me dice que será una larga charla y no me va a gustar» se dijo para sus adentros Úrsula.
Ambas entraron en la casa sin cruzar una sola palabra, llamando la atención de Greta, que les vio muy sorprendida, pero al percatarse de la mirada de su niña, supo que eran problemas y tenían nombre y apellido, Karina Sotomayor.

─Desde el momento en que vi a Úrsula con esa rosa en sus manos, supe que era para Karina y roge para que mi niña no lo viese, pero veo que no fue así ─reflexionó Greta.
Tras dejar a Greta sumida en sus pensamientos, ambas mujeres llegaron hasta el despacho y fue Akiane, la que dejó ingresar a su empleada en primer lugar.
─Ten la bondad de pasar ─ordenó Akiane.

Úrsula, obedeció sin emitir respuesta alguna, no obstante al pasar por el lado de su jefa, no pudo evitar observarla por el rabillo de sus ojos y ver el enojo reflejados en esos ojos verdes que estaban totalmente endurecidos.

─Toma asiento, que lo nuestro va para largo ─indicó Akiane.
Con un suspiro de resignación y confirmando sus sospechas, la veterinaria tomó asiento en un confortable sitial.
─Tú dirás Akiane ─repuso Úrsula ─¿de qué deseas hablar?
─Iré al grano ─acotó seca Akiane ─¿Cuáles son tus intenciones con Karina?
─¡Wow! ─exclamó Úrsula con tamaños ojos ─tú sí que sabes ir directo al hueso, Akiane.
─Responde lo que te pregunté ─demandó ésta, apoyada en su mano izquierda, estudiando los movimientos de su empleada y amiga.
─Respondiendo a tu pregunta ─respondió la joven ─ no tengo otra intención más que conocer a Karina, me resulta agradable y está demás decir que es muy guapa. Quiero entablar una amistad con ella y no veo motivos para que te opongas a ello.

Akiane, entrecerró sus ojos tras oírla a la joven… y no le agrado en lo absoluto el tenor de sus palabras, las encontró desafiante por decir lo menos.

─Karina, está bajo mi responsabilidad y es por ello, que no permito que ninguno de mis trabajadores mantenga algún tipo de contacto con ella ─explico seria Akiane.
─Vamos mujer, te creo que eso lo apliques en los hombres para que no le falten el respeto ─objetó Úrsula ─pero soy mujer, ¿qué daño podría hacerle? O acaso me crees capaz de algo semejante.
─No he dicho tal cosa ─replicó molesta ─veo que no estás entendiendo las cosas Úrsula.
─Explícame entonces, porqué sinceramente encuentro todo esto absurdo ─sentencio ésta.
Akiane, se reclinó en el fondo de su asiento y desde ahí observo detenidamente a la joven veterinaria, antes de responder a su petición.
─Karina, no está aquí para hacer amistades. Sino para cumplir el testamento de Adriana ─explicó Akiane.
─Eso lo sé muy bien ─rebatió Ursula ─conocí  a Adriana tanto como tú y no creo que haya puesto una cláusula en la que prohíba a su hermana compartir con otras personas.
─Adriana no hizo tal cosa, no obstante, fue muy específica en ciertos requerimientos con respecto a su hermana menor ─comentó Akiane─  son de índole muy personal y como albacea estoy en la obligación de velar que se cumpla todo.
─¿Qué pretendes Akiane? ─preguntó de frentón Úrsula, que no lograba entender la conducta de su jefa. ─vas a perdonarme lo que te voy a decir. Una cosa es que ella deba cumplir con el testamento y otra muy distinta que sea tu prisionera sin derecho alguno, como en los tiempos de esclavitud.
─Estás colmando el límite de mi paciencia Úrsula ─rabió Akiane, con un tono de voz más golpeado de lo normal. ─Karina, tiene prohibido tener contacto con cualquier trabajador de esta hacienda y eso te incluye. No voy a tolerar que cuestiones mis órdenes con respecto a mis empleados.
─El que seamos amigas desde hace años, no te da ningún derecho a rebatir mis decisiones ─prosiguió la joven Rosemberg ─procura mantenerte al margen de todo lo que concierne a Karina, es por tu propio bien y no me obligues a tomar represalias contra ti.
─¿Serías capaz de una cosa así? ─inquirió estupefacta la muchacha.
─Estoy advirtiéndote solamente Úrsula. Sabes muy bien que cuando tomo una decisión no doy marcha atrás ─Respondió seca Akiane ─mantén tu distancia de Karina y te evitarás problemas.

La joven veterinaria, quedó pasmada ante el comentario, mejor dicho advertencia de su amiga y jefa. Sin embargo, Úrsula, no es de las que se queda callada como niña sumisa ante la reprimenda de sus padres.

-Muy bien Akiane –repuso Úrsula –respetaré tus mandatos, ya que es mi obligación como tu trabajadora. Sin embargo, quiero que sepas que fuera de mis horarios no dejaré de hablar con Karina y si ello te molesta también, tienes mi puesto a tu disposición.
─¿Estás amenazándome? ─preguntó ésta, cuyos ojos denotaban mucho enojo en esos minutos.
─Sólo te informo nada más ─replicó Úrsula, que se levantó de su asiento y caminó en dirección de la puerta. ─Déjame decirte como tu amiga que soy,  que no tienes asidero legal para hacer lo que estás haciendo en contra de Karina y que por lo demás es injusto e inhumano.

Tras acabar sus palabras, se marchó sin dar la cara a su patrona y se fue directo a revisar el ganado, manteniendo un absoluto silencio en toda la jornada y ni siquiera con Pedro, cruzó palabra alguna y eso que estuvieron gran parte del día, juntos.

Por su parte, Akiane, reclinada en su sillón, meditó mucho en las palabras de la joven y en parte no dejó de reconocerle cierta verdad, pero…

«No puedo permitirme que te acerques a la mujer que amo. No soy tonta Úrsula y tus intenciones son otras con respecto a Karina»

Después de acaecidos esos hechos, la normalidad volvió rápido de en los alerces. Sin embargo, dos de sus empleadas estaban con sentimientos encontrados y mantenían un silencio casi sepulcral al punto de dejar casi intacta su comida y a una Greta más que preocupada, que se lo hizo notar a su niña, pero que recibió por respuesta un gruñido de ésta, que no pensaba disculparse con ninguna de las dos.

Eran ya casi las cuatro y media de la tarde, y como es costumbre en la hacienda, Pedro va sector por sector, llamando a los empleados para que reciban su paga. Dejando para el último los establos y  a Karina. Tratando de evitar otra escena cómo la de la mañana.

─Karina ─llamó Pedro.

La joven Sotomayor que estaba terminando de alimentar a su amigo « besador», se giró en breve a ver quién la estaba llamando.

─Pedro, eres tú ─señaló Karina ─ No te vi y dime, ¿qué deseas?
─Debes ir al despacho de Akiane para que te pague tu sueldo ─indicó éste.
─¿Tiene que ser ahora precisamente? ─preguntó con disgusto Karina. ─no me apetece ver a esa idiota que se hace llamar mi jefa, ¿puedo cobrarlo mañana?
─Lo lamento Karina, pero debes regirte por las reglas al igual que todos nosotros ─explicó Pedro, que trató de calmar en algo el enojo aún presente en la muchacha, regalándole un sonrisa de su parte. ─podrás desquitarte con tu sueldo en lo que desees gastarlo, tal vez en unos hermosos zapatos.
─¿Zapatos? ─inquirió incrédula Karina y al ver los ojos del capataz, pudo notar el esfuerzo que hacía para subirle el ánimo.
─En efecto, unos finos y elegantes zapatos ─acotó Pedro ─son la debilidad de cualquier mujer.
─¿Eres casado Pedro? ─preguntó de frentón Karina.
─Felizmente casado y a mucha honra ─respondiendo con firmeza el capataz ─ ¿porqué la pregunta?
─No lo tomes a mal lo que te diré, pero es muy extraño que un hombre hable de los gustos que suelen tener las mujeres y además, tan complacido de ello. ─respondió con vehemencia Karina y mostrando un poco su lado feminista. ─por lo general suelen quejarse de esas «debilidades» cómo tú la llamas.
─jaja ─bromeó Pedro ─es verdad, solemos ser un poco insensibles con los gustos de nuestras esposas o parejas y no damos importancia a los detalles que las mujeres aman.
─¿ De verdad eres de este mundo? ─inquirió con cierta ironía Karina.

La sola pregunta, sacó una buena carcajada del capataz, al comprobar que la joven Sotomayor no sólo era una mujer bella sino muy lista y astuta, y no tenía pelos en la lengua para decir lo que pensaba o sentía.

─Lo soy Karina y uno que sabe apreciar a una mujer por sus cualidades y no por su apariencia física ─comentó Pedro ─para mí, una mujer no es una cara o un cuerpo bonito, sino lo que la hace hermosa son sus sentimientos, lo que hay en el fondo de su corazón y lo que trasmite de él.
─¡Wow! ─exclamó ésta, que dejó de lado sus labores y se acercó a éste y tocó su frente en busca de fiebre o alguna anomalía. ─en verdad que no eres de este mundo Pedro, no hayo signos de que estés enfermo. Indicándome que es sincero tu pensar.
─Y tú, un monumento a la desconfianza ─refutó divertido Pedro ─pero tranquila, no me ofende que lo seas. Eso me hace pensar que hay motivos para ello.
─Llámalo escepticismo y ha sido basado en la experiencia que la vida me ha otorgado ─rebatió Karina, cuyos ojos mostraban pequeños indicios de sarcasmo, pero bien contenidos para que no aflorasen
─Relájate mujer ─indicó Pedro ─tan sólo soy un simple compañero de trabajo nada más y no tienes porqué estar a la defensiva. Si algún día te sientes con deseos de hablar de cualquier tema, no dudes en contar conmigo.

Karina, a pesar de tener un carácter fuerte y ser muy cuidadosa con todo lo que se relacione con su albacea. Sabe reconocer un gesto sincero y desinteresado, por lo que respondió instintivamente con una cálida sonrisa y dejó de lado su postura intransigente, suavizando sus rasgos faciales y un dejo de ternura asomó en esos ojos celestes.

─Acepto tu ofrecimiento ─acotó Karina, extendiendo su mano ─hacemos las paces.
─Con mucho gusto ─contestó Pedro, con una gran sonrisa y correspondió de igual forma estrechando su mano con la de la muchacha. ─ahora ¿tiene la bondad de acompañarme mi bella dama?
─Encantada de acompañarle caballero ─respondió divertida Karina, aceptando el brazo que el capataz le ofrecía.

Se fueron tomados del brazo todo lo que duro el trayecto hasta un poco antes de llegar a la casa patronal y Karina, disfruto de ver la cara de muchos trabajadores que venían de vuelta y se prestaban para retirarse de la hacienda. Tal fue el asombro que causó, que la joven no evito sonreírse para sus adentros.

─Hasta aquí le acompaño mi bella dama ─señaló galante Pedro.
─Muchas gracias por la compañía ─repuso Karina.
─Cuando gustes ─acotó Pedro, despidiéndose de la joven, pero de súbito se giró. ─por cierto Karina. No pierdas esa sonrisa.
─Vale ─fue la respuesta de la joven.

Apenas se marchó éste, su semblante se transformó enseguida. Una cosa era hacer las paces con Pedro, otra muy distinta, hacerlas con la odiosa de su albacea, no le daría en el gusto.

«El día que me largue de este lugar. Recién pensaré, si es que le doy la mano de la paz. Por mí que se esperé sentada toda una vida si quiere» profería mentalmente Karina.

En cosa de segundo ya se encontraba golpeando la puerta del despacho…

─Adelante ─se escuchó decir al otro lado.

Karina respiró profundamente antes de tomar la manilla de la puerta…

«Aquí vamos de nuevo» dándose ánimos mentalmente.
Una vez adentro, se topó de frente con los ojos verdes de su jefa clavados en ella…tal era su mirada que Karina, tragó en seco y buscó el modo de mantenerse lo más serena posible y no delatar su nerviosismo que comenzaba aflorar en ese momento.

─Pedro, ha dicho qué deseabas verme ─expuso Karina.
─Tanto como eso, no ─respondió sarcástica Akiane ─me están cansando tus arrebatos de agresividad y falta de respeto hacia mi persona.
─Entonces no veo el caso de estar aquí ─indicó una irritada Karina, tras las palabras de su jefa y sin esperar más, se dio media vuelta en dirección de la puerta.
─Aún no he terminado contigo Karina ─demandó áspera Akiane ─haz el favor de traer tu humanidad hasta acá y tomar asiento, antes de que lo haga yo.

El tono con que fueron dichas esas palabras, hicieron rechinar los dientes en Karina, que luchó con todas sus fuerzas para contenerse, ya que la sangre Mondriatti asomó en el acto y su carácter iba a jugarle una mala pasada si no se frenaba a tiempo.

Se giró muy despacio, para clavar su mirada en aquella pelirroja petulante y sus ojos celestes eran un poema a la furia contenida.

─Por enésima vez, te repetiré que no eres mi dueña ─rabió Karina entre dientes, quedando de frente con su jefa.
─Y yo te recordaré, que aquí nunca harás tu santa voluntad, niña citadina ─provocó aun más Akiane. ─ahora toma asiento, no me gusta que mis empleados estén de pie.
A la joven no le quedo otra que obedecer a regañadientes.
─Así me da gusto. Buena chica ─se mofó Akiane, mientras revisaba unos documentos que debía darle para firmar. ─aunque esa mirada le sienta fatal a unos ojos tan hermosos como los tuyos.
─Podrías limitarte a lo estrictamente laboral ─resopló Karina con disgusto. ─tus cumplidos guárdatelos para ti o mejor dicho le vendrían bien a una fiera.

Akiane tras escuchar el comentario, alzó su ceja derecha y una sonrisa se dibujó en el acto en sus labios.

─Entonces tengo la fiera más hermosa frente a mí ─soltó mordaz Akiane, sin perder de vista aquellos ojos celeste.

Si las miradas matan, Karina, fulminó con la mirada a su jefa en ese instante, pues las ganas de estamparle una cachetada en su rostro le eran irresistibles.

«Nunca nadie me ha llamado así y haré que te comas tus palabras» amenazó interiormente la joven Sotomayor.

─Guárdate tus ganas de golpearme para otra ocasión querida mía ─advirtió Akiane, entregándole su planilla de pago. ─cuando estemos en circunstancias más favorables para un encuentro más íntimo entre las dos.
─No me digas que otra de tus cualidades, es leer  la mente también ─murmuró entre dientes Karina, mientras leía cada cosa estipulada en esa hoja y restándole importancia al último comentario.
─Es parte de mis tantos encantos ─dijo suelta de cuerpo Akiane.
─No sólo eres petulante, sino que debemos añadir que eres una engreída ─masculló con enconó mal disimulado Karina, que no conseguía dar con algún punto débil que la dejase por un buen rato callada y así, concluir aprisa ese desagradable momento.
─ jaja. ─bromeó Akiane ─y tú no dejas de ser una  exquisita dulzura.

Karina, sólo emitió un pequeño gruñido de su parte, lo que causó una sonora carcajada en Akiane, que no dejaba de verle de lo más divertida y disfrutaba al máximo los esfuerzos que hacía por no saltarle encima y abofetearle como era ya su costumbre.
─Por cierto encanto. Mañana saldremos a primera hora hacia Puerto Varas y vivir un momento inolvidable tú y yo ─señalo con desenfado Akiane.
─Ten la amabilidad de no recordarme que saldré con semejante bestia mañana ─escupió Karina, que ya no soportaba más los halagos de su jefa.
─Unos labios tan sensuales, no deberían decir malas palabras, se ve feo saliendo de tu boquita ─dijo con deliberación Akiane, que contaba mentalmente cada segundo para ver el descargo de la joven.
─Suficiente ─exclamó furiosa Karina, que no acabó de leerlo todo y se aprestó a firmar, arrojando el documento sobre el escritorio. ─ahí tienes tu maldita liquidación y ahora hazme el favor de no molestarme más.

Karina, dejó su asiento, dispuesta a marcharse enseguida. No obstante no alcanzó a dar más que unos cuantos pasos, cuando la jalaron del brazo fuertemente…

─Un momentito lindura ─espetó Akiane, entregándole un sobre. ─acaso estás olvidando esto. Además, es de mala educación tirar las cosas.
─¿Qué es eso? ─preguntó Karina , soltándose del agarre con brusquedad.
─Tu salario querida mía ─respondió Akiane ─no me dirás qué vas a trabajar para mí gratis. Te sugiero que lo cuentes, ya que eres tan desconfiada.
─Con qué eso ─exclamó Karina.

Era tal su enojo que abrió de cuajo el sobre y vació su contenido en el piso, para luego tomar el sobre y hacerlo pedazos frente a ella.

─Ahí tienes tu maldito dinero ─dijo fuera de sí, Karina, mientras miraba con odio los ojos verdes de su jefa. ─no quiero nada que tenga relación contigo y si me vi obligada aceptar tus condiciones, fue por el simple hecho de que deseo recuperar mis cosas, ¿te ha quedado claro?
─¡Recoge ese dinero Karina! ─ordenó golpeado Akiane. ─no me hagas enojar.
─No haré tal cosa ─desafió Karina, que lejos de obedecer, la encaró al punto de quedar a escasos centímetros sus rostros ─me importa un comino si te enojas o no, ya estoy harta de que siempre me estés amenazándome o tratándome como si fuese de tu propiedad.
─En ese caso…─siseó Akiane, que la agarró con fuerza de la cintura y sin darle tiempo a nada, se adueñó de sus labios.

Aquello, no sólo tomó desprevenida a Karina, sino que la dejó totalmente indefensa e incapaz de asimilar lo que estaba sucediendo. Tal fue su conmoción, que fue arrastrada a un torbellino de emociones olvidadas y que gatillaron que algo dentro de ella se despertará. No evitando una respuesta involuntaria de su parte que terminó correspondiendo al beso de Akiane.

No obstante, la magia se acabó en cosa de segundos, ya que su subconsciente la trajo de golpe a la tierra y a penas asimiló lo que estaba sucediendo, sacó fuerzas internas con las que logró empujarla, pero la cosa no acabó ahí…

─¿Quién demonios te crees para besarme sin mí consentimiento? ─estalló furiosa Karina, que azotó la palma de su mano contra la mejilla de Akiane. ─no vuelvas a tocarme otra vez o te juro que vas a lamentarlo.

Akiane, apenas tuvo tiempo para reaccionar tras esa bofetada, cuando devuelta, ya tenía la segunda estampada en su cara. Sin embargo, en un veloz movimiento alcanzó sujetar el brazo de la joven Sotomayor y la atrajo hacia sí, para nuevamente repetir la escena del beso.

Siendo esta vez menos amable en sus caricias, ya que el constante forcejeo con Karina, le hacía imposible tener un poco de control y poder ser más efectiva en conseguir una respuesta favorable a sus caricias.
Y estaba en lo cierto, ya que Karina, luchó con todas sus fuerzas con tal de zafarse del abrazo y romper aquel beso. Al no conseguirlo por medio de la fuerza, su única opción fue morderla…

─¡Auch! ─se quejó entre dientes Akiane, que de inmediato soltó a la joven y llevando instintivamente su mano a sus labio y comprobar que estaba sangrando.
─Eres una imbécil  ─masculló una nerviosa Karina, que se fue más que rauda a la salida y dio un feroz portazo al salir.

Dejando a una sorprendida Akiane, que limpiaba su labio con un pañuelo.

«En verdad eres una fiera mi vida. Tus labios son como la miel, adictivos para mí» se dijo mentalmente Akiane, curvando una sonrisa en la comisura de sus labios ensangrentados.

Mientras divagaba en sus reflexiones, volvió su vista hacia el suelo y vio todo el dinero esparcido sobre éste.

─Eres la mujer más terca y necia que he visto en mi vida ─dijo voz alta. ─a pesar de todo, no puedo dejar las cosas así.

Akiane, terminó por recoger todo el dinero y volver a colocarlo en otro sobre que tenía en uno de sus cajones. Lo selló y salió de su despacho.

Segundos después, tocaba a la puerta de la habitación de Karina.

─Karina ─demandó Akiane, tras intentar abrir la puerta, pero se topó con que estaba cerrada con seguro. ─Habré esa puerta. Tenemos que hablar.
─Lárgate ─se escuchó desde el interior.
─Karina, déjate de infantilidades y abre esa puerta de una vez ─ordenó la joven.
─Por mí espera toda una vida si quieres. No abriré esa puerta, aunque me amenaces con traer al mismo papa ─masculló ésta.

En ese momento, asomó Greta y otra joven que trabajaba en la casa.

─¿Sucede algo mi niña? ─preguntó curiosa Greta, que veía cómo su amada niña, pegaba su frente en la puerta y cuyo semblante denotaba preocupación.

Akiane, volteó a ver a Greta y negó con un movimiento de cabeza nada más y volvió a clavar su mirada en la puerta que tenía enfrente.

─No vayas a olvidar que mañana debemos salir temprano para Puerto Varas ─puntualizó Akiane, en eso se dirigió a su nana. ─por favor, Greta, has que coma algo, yo debo solucionar algunas cosas y no regresaré hasta el anochecer.
─Pierde cuidado mi niña, yo me haré cargo. Ella cenará, te lo prometo ─aseveró Greta.
─Bien, nos vemos a la noche ─respondió Akiane , golpeando su mano con el sobre que lleva en ese momento, mientras se perdía por el pasillo de la casa.

“Ay mi niña, cuándo será el día que no peleen y puedan verse signos de acercamientos entre las dos” reflexionó Greta.

Las horas pasaron raudas en la hacienda y tal como prometiera, Greta se encargó de hacer que Karina, cenará y no le fue difícil convencerla, pues ya se había ganado un pequeño lugarcito en el corazón de la joven.

Ya bien entrada la noche, el jeep de la joven Rosemberg aparcaba en frente de la casa y cómo siempre, su capataz le esperaba despierto.

─¿Todo bien? ─preguntó Pedro ─¿estarán a tiempo para llevarse la cosecha?
─Sí, ellos vienen la próxima semana ─respondió Akiane. ─han quedado en venir antes dado que deben viajar a Francia y quieren dejar todo listo para el embarque.
─Ya veo ─acotó Pedro, que recibió el portafolios de Aduanas y SAG. ─entonces deberemos redoblar esfuerzos para tener todo listo.
─Exacto ─repuso la joven. ─es preciso que ese pedido salga a tiempo y para ello, debes contratar a otro grupo de trabajadores.
─De acuerdo, yo me encargare de eso. Ahora, vamos con Greta para que tomes algo caliente ya que hace bastante frío ─indicó Pedro.

Akiane, miró su reloj y este marcaba las dos de la madrugada en punto. Algo cabreada del viaje, sólo se limito a suspirar.

─Esta vez paso, Pedro ─expuso Akiane, que ya entraban en la casa. ─me iré directo a dormir, mañana debo salir temprano.
─Comprendo ─comentó éste ─solo espero que te armes de paciencia con ella, pues te quiere a kilómetros lejos de su persona.
─Lo sé muy bien, Pedro ─señaló Akiane, con un dejo de fastidio en su voz. ─no le daré en el gusto, ni ahora ni nunca.
─Tienes una difícil tarea mi querida Akiane ─explicó Pedro─ deberás luchar más de la cuenta para conquistar un corazón tan obstinado como el de Karina.
─Te lo dije una vez, no soy de las que acepta un no como respuesta y mucho menos tratándose de la mujer que amo. ─Comentó Akiane ─estoy obligada a mantener este trato con ella un poco más hasta conseguir mi objetivo.

Pedro, por unos instantes quedó viendo fijamente los ojos verdes de su jefa y luego de ello, añadió…

─No me digas que es la técnica que Adriana usaba…─ dijo Pedro, pero no alcanzó a terminar la frase, ya que fue interrumpido en el acto por la joven.
─Exacto ─afirmó ella con un movimiento de cabeza.
─¡Wow! ─exclamó Pedro, totalmente sorprendido. ─¡Vaya parcito de hermanas!...¿quién lo diría?
─Adriana…siempre fue una caja de sorpresas, que no te engañe su apariencia de joven dulce y alegre ─develó Akiane ─era más astuta de lo que puedes imaginar y nada dejaba al azar. Además, la única aparte de su madre, que conocía al revés y al derecho a Karina y todos sus puntos débiles.
─¡Santo cielo! ─Exclamó un Pedro anonadado con la noticia ─eso viene a confirmar mi teoría de la plaza de toros.
─Hombre, no exageres. No es para tanto ─refutó Akiane, con la mirada chispeante ─vamos a dormir será mejor, que mañana me espera un largo día con mi bella citadina.
─Buena suerte ─soltó con malicia Pedro, dándole un pequeño palmetazo en el hombro de la muchacha.─ si quiere te doy una caja de armonil o una careta de esgrima para tu rostro y así no te abofeteen tanto.
─¡Muy chistoso! ─replicó divertida Akiane. ─puedo arreglármelas perfectamente sin ninguna de esas cosas, ya veras que puedo con ella.
─Eso espero, de lo contrario seguiré anotando en mi pizarrita el récord que tiene Karina y en dónde tú llevas cero ─comentó burlonamente Pedro.
─¡Aha! ,pues ahora anota un punto a mi favor y que por cierto, vale el doble ─exclamó y argumentó traviesa Akiane, dejando con la boca abierta a su capataz que se paró en seco tras el comentario, mientras que la joven se perdía se perdía por el pasillo rumbo a su dormitorio.

Luego de ver cómo su jefa desapareciera, Pedro, sacudió su cabeza para salir del trance en que lo dejaron y con una sonrisa de oreja a oreja se fue hasta la cocina a beber una leche tibia y charlar un poco con Greta.

El silencio se apoderó de toda la casa momentos más tarde y el paso de la noche se hizo sentir en toda la hacienda, sólo el ruido de los grillos o el croar de algunas ranas en estanques aledaños era todo lo que dominaba el sector.

Horas más tarde los rayos del astro rey, vislumbraban tímidos y pujantes sobre los montes. Dando inicio a una nueva jornada en toda la hacienda.

En el cuarto de Karina…

La alarma de su celular tocó puntual como siempre y los ojos celestes de la joven se abrieron con presteza y en el momento que tiraba para atrás las tapas de su cama, como cada mañana de trabajo. Recordó algo…

─¡Hay no! ─exclamó con pesar ésta. ─díganme que los milagros existen y que hoy me salvarán de esa estúpida.

Karina, guardó silencio por unos segundos al recordar la escena de ayer en la tarde y un suspiro de angustia se escapó de sus labios. Sin embargo, se compuso muy rápido de ese sentimiento hostil y se levantó de un brinco para dirigirse al baño y a una ducha breve.

Antes de meterse a la regadera. Echó un vistazo al espejo y vio su rostro, dónde persistían rastros visibles de haber estado llorando, ya que sus ojos estaban hinchados y algo enrojecidos aún, a pesar del descanso que tomó, ya que no deseo trabajar anoche en sus negocios, pues no se sentía bien y en las más optimas condiciones para ello.

«Vamos Karina, no dejes que una descerebrada como esa te venza con juegos baratos de seducción» se animó mentalmente la muchacha.

En cosa de segundos, el agua fría se dejaba caer sobre todo su cuerpo, siendo esto un golpe de energía y mental para comenzar de mejor forma el nuevo día.

La ducha fue todo un récord, cinco minutos exactos y ya estaba en su closet, tomando una blusa a rayas, unos pantalones de vestir negro y una gabardina café claro combinado con una pañoleta de gaza del mismo color y unos botines negros. Maquilló sus ojos con un color que disimulara lo hinchado de estos, teniendo la precaución de no ser grotesco a la vista y que llamase la atención.

Una  vez que acabó. Revisó sus mensajes en su móvil y envió unos cuantos a Nacha y Majo para luego apagarlo y guardarlo en su lugar de siempre.

De su billetera cogió algo de efectivo que traía consigo y que gracias a lo organizada y precavida que era, había anticipado que necesitaría para cualquier eventualidad que se le presentará y esta era la ocasión propicia. Sin embargo, quedo viendo por unos momentos su tarjeta del banco de Francia, que por cierto era la única cuenta que estaba a salvo de los sórdidos planes de su hermana y su intratable albacea. Dudó por unos momentos si llevarla consigo.

«Me estaría arriesgando demasiado. Si llegan a descubrirme lo perdería todo y quedaría a completa merced de ella y eso jamás voy a consentirlo, al menos no en eso» reflexionó por unos instantes Karina.

Sin más guardó todo en su lugar y echó llave como siempre, dejando ésta en el mismo escondite de siempre, una de las patas de la cama y luego de ello, se fue con rumbo a la cocina para desayunar.

Cuando llegó, menuda fue su sorpresa de encontrarse con su jefa,  que ya estaba desayunando. Sin embargo, en honor a la verdad, no fue ese hecho lo que causó su conmoción, sino de cómo estaba vestida ésta última.

Akiane, lucía muy hermosa esa mañana, enfundada en un mini vestido negro, muy ajustado a cada una de sus curvas, dejando ver unas largas piernas que estaban calzados en unos finos zapatos de taco alto. Su cabello estaba recogido en dos prendedores a cada costado, un dije de granate rojo en forma de corazón adornada su cuello haciendo juego con su cabello ensortijado y en un piso continuo yacía una capa de color granate, que obviamente pertenecía a la joven Rosemberg.

─¡Buenos días Karina! ─saludó Greta con la más cordial sonrisa tras ver la reacción de la joven al contemplar a su niña. ─¿te sirvo el desayuno? Lo mismo de siempre supongo.
─¡Buenos días Greta! ─respondió Karina, haciendo un esfuerzo supremo por no delatarse y entrever que estaba impresionada con lo guapa que lucía la albacea, «su enemiga más acérrima». ─preferiría un café más cargado esta vez.
─Como tu digas, pero te sugiero que lo acompañes con algo dulce para no irritar las paredes del estómago tan temprano. Es más saludable ─argumentó Greta, mientras disponía todo para el desayuno de la joven.
─De acuerdo. Haré caso a tu consejo ─respondió Karina ─como siempre, resultas muy acertada en tus puntos de vista Greta y te lo agradezco en verdad.
─Aquí tienes ─indicó Greta, que servía el café acompañado de una rico Bienenstich, postre alemán. ─espero te guste y por cierto, no debes agradecerme, es un placer hacerlo.

Karina, asintió a modo de respuesta y procedió a desayunar, haciéndose la desentendida de la otra presencia en la cocina.

─Acaso no piensas saludarme, mi dulce Karina ─espetó Akiane, que en ningún momento había apartado sus ojos de la joven Sotomayor.
─¡Buenos días! ─saludó cortante ésta y evitando ver en su dirección, concentrándose sólo en desayunar, aunque eso sería inútil al final de cuentas.

Akiane, por su parte se limitó en sonreír nada más, pues había conseguido su primer objetivo de descolocarla en la forma que estaba vestida y el rubor en las mejillas venían a comprobar su teoría y eso, la complacía de sobremanera.

Con deliberada provocación y aprovechando que estaba en un buen punto de mira para su presa. Cruzó sus piernas muy despacio, lo que atrajo de inmediato la atención de aquellos ojos celestes y con movimientos sensuales, jugueteó con su cabello, mientras daba pequeños sorbos a su café.

Una jugada asertiva para la joven Rosemberg, pues su estrategia funcionó de maravillas, crispando los nervios de Karina…

«Rojo y negro, rojo y negro…fuego… fuego…fuego y pasión…mala combinación para mí, mala, muy mala» se torturaba mentalmente Karina.

Fue tal su nerviosismo, que terminó por derramar su café, al perder fuerza en el agarre de su taza…

─¡Auch!... Maldición ─profirió para sí Karina, al quemarse un poco con la bebida y tratando de limpiar prontamente para disimular su descontrol interior.
─Deja eso ahí, Karina, yo limpiare ─indicó Greta, que se apresuró en ir al rescaté de la chica, pues como toda mujer mayor se percató al instante de que era un mar de nervios en ese momento y no sabía disimular bien.
─Te lo agradezco Greta ─respondió ésta, que ya se paraba de su asiento para chequear sus pantalones y no se hubiesen mojado, de lo contrario debería cambiarse enseguida.

Mientras echaba un vistazo a su ropa, no se percató de que alguien más también se había puesto de pie y estaba junto a ella.

─Sólo tienes una pelusa nada más ─expuso sensual Akiane, que sacaba de su chaqueta una pelusa y clavaba  al instante en ella sus ojos verdes. ─ ¡nos vamos ya!

Karina, al levantar de golpe la vista y quedar de frente a esos ojos verdes, sintió como una corriente helada la recorrió de pies a cabeza y la hizo sentir más vulnerable que nunca en su vida. No podía controlar esos sutiles temblores que comenzaron a manifestarse involuntariamente en todo su cuerpo.

─Sí ─fue la escueta respuesta que salió de unos temblorosos labios.
─Vamos entonces, guapa ─se aprestó en decir Akiane, y arrastrando las palabras. Mientras se terminó de colocar su capa.

La imagen final dejó con la boca abierta a Karina, que no pudo apartar la vista de la chica pelirroja,  porque toda en ella era sensualidad y hermosura. En toda su vida nunca había visto a una mujer verse tan endiabladamente sexy como era el caso de Akiane.

Emanaba tal magnetismo de su cuerpo, que le era imposible apartar sus ojos celestes de su cuerpo, la recorría en cámara lenta y no perdía detalle a media que iba subiendo por éste y cuando llegó a la altura de sus labios, carnosos, sensuales y perfectamente delineados en el labial que le favorecía aún más  en su belleza, consiguió trastocar algo muy profundamente en ella, ya que sin percatarse se mordió su labio inferior, en el preciso instante que su mirada quedaba entrecruzada con la de la joven Rosemberg, cuyos ojos brillaban de un modo muy peculiar y una promesa no dicha, pero afirmada con la intensidad de su mirada. Hicieron que a Karina, se le subieran los colores de golpe a sus mejillas al percibir lo que ello significaba.

«No, no y no…Condenada Akiane»se recriminó Karina. «Será un día largo, muy pero muy largo»

Salió despavorida hacia la puerta de entrada como alma que lleva al diablo, que casi choca con Pedro, que iba llegando en ese momento y no tuvo tiempo de saludarla, ya que la joven Sotomayor ni tiempo le dio para eso. Llegando en tres tiempo hasta el jeep de su jefa.

Por su parte Akiane, observó todo en silencio y se limitó en seguirla muy lentamente, demorando su llegada al coche.

─¡Wow! Estás preciosa Akiane ─exclamó extasiado Pedro. ─ahora entiendo porque la prisa de Karina. Vas a matarla a pausa este día.
─Precisamente eso quiero ─aseveró sin rodeos ésta, que entregó una llave a su capataz. ─te lo había dicho, yo puedo con ella. Quedas a cargo de todo y nos vemos a la noche.
─Ya veo, irás con todo ─murmuró divertido Pedro.
─Por supuesto ─dijo pícara Akiane, al pasar por el lado de éste.

La joven Rosemberg, era un poema a la provocación, pues su armas las sabía usar muy bien y su caminar sensual fue la prueba de ello, aumentando el calvario de Karina, que a no conseguía quitar sus ojos de ella, por más que intentó  varias veces desviar la mirada, resultándole infructuosa dicha tarea, pues retornó siempre sus ojos celeste en la persona de Akiane.

─Sube ─ordenó coquetamente Akiane, que le abrió amablemente la puerta de su jeep, destrozando en su totalidad sus ya exacerbados nervios.

Tras cerrar la puerta, rodeó su coche y subió a éste sin perder su postura de provocación en cada acto suyo. Puso en marcha su auto y al momento de retroceder quedó de frente con Pedro y Greta, que las observaban impávidos y no pudiendo frenar su impulso les guiño un ojo, haciéndoles participes de su plan.
Ambos, sólo atinaron a despedirlas con un simple saludo de manos para no levantar sospechas con Karina y una vez que el coche desapareció de su vista, los dos estallaron en una carcajada por las travesuras de Akiane.


─Espero que este día les sirva para limar sus asperezas ─comentó Pedro.
─Estoy segura que hará mucho más que eso ─afirmó con tal vehemencia Greta. ─mi niña no desperdiciará una ocasión como esta para manifestar sus sentimientos.
─Esperemos que así sea o de lo contrario será un año más largo del que todos suponemos ─argumentó Pedro.


Sin duda, el comentario del capataz no estaba tan alejado de la verdad, ya que habían entrado de plano al segundo mes de convivencia y quedaba mucho camino por recorrer y se aproximaban peligrosamente al sexto mes, en dónde la vida de Karina, cambiaría drásticamente, llevándola a una realidad que le será muy difícil de asumir y asimilar.

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