mujer y ave

mujer y ave

sábado, 19 de septiembre de 2015

El vuelo de un ángel.


El vuelo de un ángel
(One shot de Maria sama ga miteru Sachiko/ Yumi)

Muchas veces las circunstancias en que vivimos o en las que hemos crecido nos lleva a comportarnos de una determinada forma y no cambiamos el rumbo, ya sea por costumbres arraigadas desde hace mucho en el seno de una familia. No obstante, el tiempo inexorablemente puede ir puliendo gradualmente el comportamiento de un ser humano en la medida que se ve enfrentado a sus mayores temores o necesidades.


Las céntricas calles de Tokio, lucen más congestionadas que nunca y una limusina se abre paso entre el tumulto de coches que están intentando lidiar con la hora pico de los oficinistas. El chofer con una calma pasmosa y muy pulcra, sostiene el volante con sus impecables guantes blancos, alzando de vez en cuando uno de sus dedos en señal de ansiedad, casi diminuta e imperceptible, ya que jamás en sus años de trabajo se ha permitido el más mínimo descontrol en su actuar. Se exige a todo ciudadano un comportamiento ejemplar de calma, responsabilidad y respeto.


El chófer miraba atento el camino y ver una oportunidad para llegar a tiempo, a pesar de las condiciones climáticas que a esas horas empeoraban un poco más la situación y es que desde muy temprano en la mañana comenzó a caer una persistente llovizna muy poco usual en la época estival y sorprendiendo a muchos, puesto que se ha mantenido persistente y sin interrupción alguna.

Mientras que el hombre mantenía su atención total sobre la acera y los demás conductores. En el interior de la limusina, una joven observaba impasible por la ventanilla del coche, dejando su mirada perdida.

Mantenía una postura tan perfecta, sin haber nada fuera de lugar. La forma en que estaba reclinada sobre el asiento, sin crear una sola arruga sobre su impecable traje de dos piezas, sus piernas elegantemente posesionadas una sobre la otra. Sus cabellos largos aún, a pesar del tiempo; se mantenían tan ordenados y brillantes, sin siquiera estar llevados en un elaborado peinado. Y es que no necesitaba una sesión de peluquería o algo que se le asemejara; puesto que su cabellera estaba muy bien cuidada e inmaculada como siempre.

Su rostro tan blanco y terso, la hacían lucir fresca y más bella de lo que ya era en sus años de adolecente. En la época que muchas jovencitas del colegio, eran sus eternas admiradoras y fan. Siendo la más admirada de todas por su belleza, elegancia y por su también; aire de frialdad; una característica que utilizó para protegerse de aquellos que buscaban su conveniencia social o el egoísmo muy presente en una clase social alta. Dónde las alianzas de negocios hacen tener un comportamiento desmedido de aquel sentimiento ya expresado anteriormente.

Parecía tan alejada de todo el exterior a medida que iban rodando por las calles y sin embargo, estaba consciente de todo. Nunca dejaba escapar detalle alguno de una determinada situación. Conservaba siempre una conducta intachable ante los demás y es que jamás se mostraba en su forma verdadera esencia a menos que fuera una persona con una personalidad tan especial, que fuese capaz de derribar aquellos muros con los cuales solía protegerse de su entorno.

Y hubo esa persona que la desarmó por completo y la conquistó con su forma tan natural y espontanea de ser, que llegó a estar tan unida a ella hasta que por intereses superiores a su persona, tuvo que ver cómo aquella joven se alejó de su vida con un nuevo rumbo, con otras metas y una promesa de que en un futuro podrían volver a encontrarse.

Ha pasado ya casi seis años desde aquel suceso y aún permanece a la espera de ver regresar a la joven que una vez, la hizo sentirse plena, querida y tan segura de sí misma. Cosa que ningún otro consiguió.
Sus ojos buscan en el horizonte, una respuesta a su eterna pregunta… ¿cuándo volverá a ella?

Sumida en sus pensamientos se hallaba, cuando su móvil vibro dentro de su chaqueta. Con sutil movimiento lo extrajo y procedió a contestar la llamada al ver de quién se trataba.

─ One sama ─ susurró la joven. ─ ¡Konnichiwa!
─ ¡Konnichiwa, Sachiko! ─ saludo Yoko del otro lado de la línea ─ Han pasado tantos años y sigues llamándome de eso modo.
─ Siempre serás mi One sama ─ respondió serenamente Sachiko ─ El cariño y respeto no cambiara con el tiempo. Deberías saberlo mejor que nadie.
─ Lo sé, Sachiko ─ afirmó Yoko. ─ Pasando a otro punto. Te llamaba para recordarte que este fin de semana, nos reuniremos el grupo de las Yamayurikai en el templo de la familia de Shimako.
─ ¿Tan pronto? ─ Preguntó Sachiko. ─ ¿a qué se debe que adelanten la fecha de reunión?
─ Ya no podremos hacerlo como siempre, dado que Sei y Shimako, deberán viajar a Italia para un proyecto con Shizuka para esas fechas.
─ Comprendo ─ respondió Sachiko, llevando sus gráciles dedos debajo del mentón en un acto de reflexión. ─ ¿Estaremos todas?
─ Sí como siempre ─ confirmó Yoko e intuyendo hacia dónde iba la pregunta, añadió. ─ Si te refieres a ella, no asistirá. Tú sabes que sus estudios la mantienen sumamente ocupada en Norte América.
─ ¡Ya veo! ─ señaló sin emoción Sachiko y dejándose llevar, susurró en voz alta. ─ Son cinco años de ausencia.
─ ¡Sachiko! ─ exclamó Yoko compasiva. ─ Llegará el momento en que Yumi, retorne a Japón y verás que serás la primera que visite.
─ ¡Gomen nasai, one Sama! ─ Se excusó Sachiko. ─ No deseaba preocuparte.
─ No continúes disculpándote siempre Sachiko. ─ corrigió con cariño Yoko. ─ ya no eres una niña para justificar las emociones que llevas guardada en lo profundo de tu corazón. Ya no debes rendirle cuentas a tus padres u otros por tus acciones. Ese tiempo ya paso y hoy eres una mujer libre.
─ One sama. ─ murmuró apenada Sachiko y a la vez complacida de la sinceridad de su hermana mayor. ─ Me conoces muy bien.
─ Así es ─ repuso Yoko. ─ Y sé que aún luchas por mantener a las personas lo más alejadas de ti por temor  a que te lastimen.
─ Es inevitable no tomar resguardos cuando soy la cabeza de las empresas Ogasawara ─ mencionó Sachiko. ─ Muchos me ven con el único afán de aumentar sus fortunas o tener dinero fácil. Veo en sus rostros la codicia y la ambición.
─ En la sociedad en que estamos inmersos es una regla de oro para todo ciudadano tener vínculos comerciales y amistad para forjar un buen futuro ─ expuso Yoko. ─ Las familias más importantes de todo Japón mantienen estrechos lazos comerciales, lo que hace que los hijos estén expuesto al escrutinio  y a un alto nivel de exigencias. Por ello, debes comprender Sachiko que son años de tradiciones que no se pueden cambiar y no les interesa que puedas pensar sino que puedes ofrecer y tu comportamiento. Eso es la clave en este país.
─ One Sama ─ replicó Sachiko ─ Eso lo sé muy bien y por mucho tiempo he hecho todo lo que se me ordena por el buen nombre de la familia Ogasawara al punto de renunciar algo muy querido por mí. Pero como bien tú has dicho, ya no debo dar explicaciones de mis actos como tampoco saber lo que piensan las otras personas.
─ Veo que la vieja Sachiko ha vuelto a relucir como en los tiempo de Lillian ─ dijo divertida Yoko. ─ Sigues siendo la misma de siempre a pesar de los años.
─ ¡One Sama! ─ reprochó Sachiko con cierta vergüenza y sus mejillas se tiñeron de un leve tono escarlata.
─ Entonces nos veremos el Sábado ─ resolvió Yoko ─ No olvides que será en casa de Shimako.
─ No lo olvidare, One Sama ─ afirmó Sachiko. ─ Arigato.
─ Ve a casa con cuidado ─ solicitó maternalmente Yoko Mizuno.
─ Hai ─ respondió Sachiko y cortó la llamada. Guardando el aparato nuevamente dentro del bolsillo de su chaqueta.

No pudo evitar pensar en las palabras dichas por Yoko y la verdad tenía razón, la sociedad en la que estaba inmersa exigía un adecuado comportamiento y las reglas eran para no ser pasadas a llevar y difícilmente ella u otra persona pudiesen hacer algún cambio a costumbres milenarias.

En eso trajo a sus pensamientos el recuerdo de sus compañeras y amigas de colegio. Sin duda, que fueron los mejores tiempos de su vida. Rememorar aquellas vivencias, consiguió que su rostro esbozará una tímida sonrisa en sus  labios.

Sus ojos del color del cielo brillaban cual lucero al evocar el rostro de una joven y sus diversos gestos en su cara, cuando era puesta en una situación especial, sorpresa o inquisitiva. Sin duda, siempre fue un festín ver tantos gestos expresados en un solo instante en una sola persona. Era el reflejo de un ser genuino, único que dejaba ver todas sus expresiones más intimas de su ser interior reflejadas en su rostro. Provocando que muchas veces la risa en el grupo de las rosas brotara espontáneamente o un deseo ferviente de estrecharla en los brazos, sustrayendo de algún modo esa energía, esa calidez o transparencia natural de aquella pequeña que por unos años fue su pequeña hermana.

─ ¡Yumi! ─ susurró apenas Sachiko y sus labios quedaron semi abierto como si estuviese de pronto frente a la figura de aquella muchachita que tanto extrañaba.

Sin quererlo, una lágrima rodó pausadamente por su mejilla, evidenciando la necesidad y anhelo de volver a ver aquello ojos de color moka. Ese brillo tan especial y único, su inocencia y pureza que muy rara vez se suele ver en los tiempos que corren. Necesitaba sentir su presencia. Tocar sus cabellos. Oler el perfume que de ellos emanaba al moverlos al son de la brisa primaveral.

Tanta añoranza para una sola persona era demasiado y por más que se mantenía fuerte y firme ante los demás, no concordaba con su sentir. Volvía a sentirse vulnerable y una mujer solitaria, distante e incomprendida. Extrañaba la compañía de aquella muchacha que logró abrir las puertas de su corazón y mostrarse tal cual era ella.

─ Mi señorita ya estamos próximos a llegar a la mansión ─ interrumpió el chofer, viendo por el espejo retrovisor.
─ Hanimoto San, estacione en la entrada  principal por favor ─ indicó Sachiko ─ y estacione el automóvil frente al pórtico de la casa. Quizás apetezca dar una vuelta más tarde.
─ Como usted diga, señorita ─ respondió Hanimoto y volvió a concentrarse en el camino, sin perder de vista todo lo que estaba a su alrededor.

Al cabo de unos diez minutos, el coche se detenía frente a la gran reja metálica y descendía la joven Ogasawara, acomodando bien su abrigo debido a la neblina inusual que cubría la ciudad desde hace ya muchas horas. Quizás un efecto del cambio climático que estaba gestándose en gran parte del planeta.

Una vez que el coche se perdió de la vista de aquellos ojos zafiros. Sachiko, elevó su mentón al cielo y aspiró ese aire húmedo y fresco para una estación en que el calor es abrasador, que muchos buscaban irse a las afueras de Tokio y en zonas más frescas como la montaña o bosques dónde poder descansar.

Cuando sintió como el aire húmedo penetraba por sus fosas nasales, sintió una extraña sensación de renovación en todo su ser y es que las partículas de aire, transmitían un cambio, algo distinto, especial que estaba sucediendo o que sucedería muy pronto.

Una sensación tan parecida a la que vivía cuando sus padres, partieron en aquel vuelo que los llevaría a Europa y el avión antes de llegar a Francia, se estrelló contra una montaña y desde ese momento, su vida cambió radicalmente y tuvo que asumir que estaba a cargo de todo el consorcio Ogasawara. Fue muy duro para Sachiko, afrontar la ausencia de sus padres, ya que no pudo despedirse y se sintió más vulnerable que nunca, privada de todo lo que para ella era importante. Sus padres y de Yumi.

Fueron meses duro de afrontar y con la compañía de sus más cercanos y amistades de Lillian. Entre los cuales estaba Touko Matsudaira y su primo, quienes le apoyaron en todo el proceso. Y sin embargo, deseaba tanto una sola compañía que nunca llegó. Tan solo un telegrama enviado desde la facultad en la que cursaba con las condolencias respectivas. Causando un dolor en el corazón de Sachiko y cierta decepción, de no recibir otro gesto de su parte.

Desde que ella partiera a Norteamérica, cesó casi todo contacto entre ambas y solo una postal para navidad y en su cumpleaños. Pero jamás una llamada que le dijese que la había perdonado por la decisión que tuvo que tomar.

─ Ha pasado ya mucho tiempo Yumi ─ susurró Sachiko, mientras sus pisadas se dirigían a lo largo del sendero rumbo a la mansión Ogasawara. ─ Espero me hayas perdonado. Nunca tuve el valor de decirte lo que realmente sentía.

A medida que avanzaba, de sus ojos azules, se desprendían hilos cristalinos, finos y húmedos. Desplazándose por sus mejillas. Aunque el camino era largo, se hizo tan corto, acogedor y único testigo de su sentir, alivio infinito a su alma atormentada por los recuerdos. Los mismos que no se permitía dejar aflorar ante los demás.

Al llegar a casa, fue recibida por el mayordomo y Touko, que la esperaban en el umbral de la mansión.

─ ¡Buenas noches, Sachiko Sama! ─ saludó Touko, inclinando un tanto su cabeza a modo de respeto.
─ ¡Buenas noches, Touko San! ─ devolvió el saludo Sachiko y luego, hizo lo mismo con su empleado.
─ ¡Podrías resfriarte Sachiko Sama! ─ mencionó Touko ─ Esa humedad no es buena compañía para andar caminando.
─ Necesitaba disipar mi mente del trabajo ─ aclaró Sachiko ─ Era una ocasión especial e inusual dejar pasar un fenómeno que muy pocas veces poder ver como disfrutar.
─ Concuerdo contigo en ello ─ acotó Touko ─ Pero no debes negar que es algo peligroso. Todo indica que algo puede suceder o un cambio estar gestándose.
─ Los cambios siempre son para mejor, Touko San ─ repuso Sachiko ─ la naturaleza nos deja ver que debemos estar preparados para ello y nos insta a formar parte de ese proceso que nos beneficiará a todos por igual.
─ Pero hay costos que pagar Sachiko Sama ─ refutó Touko ─ Nada en esta vida es gratis, ni siquiera en la naturaleza.
─ Sin duda que los hay, Touko San ─ corrigió Sachiko ─ todo en la vida requiere de esfuerzos y adaptación. Los que no pueden, dejaran el lugar a otro dispuesto a tomar su lugar y derecho a exigir vida.
─ ¡Haz cambiado Sachiko Sama! ─ evidenció Touko ─ te has vuelto más madura, prudente y lógica para tus cosas.
─ Como dije, Touko San ─ explicó Sachiko, entregando su abrigo al mayordomo y caminando hacia el salón ─ Los cambios nos ayudan a definir nuestras personalidades y el verdadero ser interno que somos. Aprendemos a valorarnos y tomar con seriedad nuestras responsabilidades; y el rol que jugamos en la cadena de la vida y la sociedad.
─ El cambio del que hablas es desde que…Yumi San, partió de Japón ─ señaló con vivo interés Touko ─ ¿verdad?
─ Han sido muchas cosas, Touko San ─ mencionó Sachiko, viéndola desde el rabillo de sus ojos zafiros, a la vez que sus dedos se perdían sobre la cubierta de aquel piano de cola que tanto disfrutaba en momentos como este. ─ Los cambios son las consecuencia de una larga cadena de sucesos que terminan llevándote a un plano distinto.
─ Comprendo ─ Respondió Touko, que no quiso indagar más porque sabía que el tema era doloroso para Sachiko y lo podía ver con la pasión que descargaba sobre las teclas la tensión acumulada en el fondo de su corazón.

Ambas mujeres guardaron silencio y solo el sonido imparable de aquellas finas manos que provocaban al rozar y chocar con cada tecla. Una melodía pasmosa y desgarradora inundaba todo en la mansión. Una compuesta por la misma joven Ogasawara y que solo algunos pocos tenían el privilegio de haber escuchado y comprender los verdaderos sentimientos de la muchacha, que ahora, era ya toda una mujer. Una melodía de añoranza, de anhelo contenido, una expresión sublime del verdadero sentir que yacía en el fondo de su ser, un cúmulo de emociones descargados por sus manos y que eran el constante titileo de las teclas al llegar a su máximo.

─ No ha podido olvidarla en todos estos años ─ se dijo para sí, Touko, guardando silencio de sus pensamientos y siendo testigo del clamor del alma enamorada.

Las horas fueron transcurriendo veloces y las jóvenes se fueron a descansar sin dejar de pensar en sus pensamientos y evocar viejas vivencias.

A la mañana siguiente y contrario a lo sucedido en el anterior día. El sol despuntaba a través de las montañas y comenzaba adueñarse del firmamento como reclamando su trono ante la naturaleza.

La ciudad, volvía a su rutina de tráfico y caos metódico que suele presentar un lugar congestionado de carteles publicitarios, tratando de llamar la atención del público y así, ganar un posible cliente.

Mientras la vida continuaba con su habitual rutina matutina. Lejos del céntrico Tokio y en un lugar apartado del tumulto de la gran urbe.

Una sombra caminaba en el sendero de baldosas que había a la entrada de una especie de santuario. Sus pies se detuvieron justo al frente de una estatua y se vio la silueta de una persona hacer una reverencia ante la imagen de la virgen y una sonrisa bordó sus labios antes de susurrar.

─ ¡Oh María sama! ─ murmuró despacio aquella persona ─ Gokigenyou.

Una dulce sonrisa se bordó en los labios de esa persona que miraba con nostalgia la imagen de la madre del redentor y tras unos segundos, aspiró profundamente y exhaló con todas sus fuerzas el aire matutino y comenzó a encaminar sus pasos hacia el interior del recinto. Como lo hiciera hace mucho tiempo atrás.

« Ha pasado tanto tiempo y parece que fuese ayer cuando recorría con las chicas este sendero que llevo guardado en mi corazón» meditó aquella persona.

Siguió avanzando por la senda de pequeños adoquines, dejando que el aire puro de los cerezos en flor, inundaran sus pulmones. Cuanto añoraba sentir ese aroma que por mucho tiempo formó parte de sus vivencias diarias y que jamás pensó extrañar tanto como hasta hoy. ¡Qué alegría sentía su corazón al estar en ese lugar tan amado!               

─ Estoy segura que mi presencia traerá muchas alegrías ─ susurró y se encogió de hombros como una pequeña niña al sentirse feliz.

Continuó con su trayecto y cuando ya estaba por llegar a un lugar muy conocido. Una silueta asomó a un costado y al reconocerle, sonrió emocionada.

─ ¡Ohayó! ─ saludó la joven, haciendo una reverencia a la hermana superior.
─ ¡Ohayó…! ─ correspondió el saludo la religiosa y abrazó a la jovencita que visitaba Lillian nuevamente. ─ ¿O genki desuka?
─ ¡Muy bien! ─ respondió sonriente la joven, cuyos ojos brillaban intensamente, reflejando su sentir más íntimo. ─ Me he levantado muy temprano para volver a visitar la imagen de Maria Sama y recorrer Lillian.
─ Irasshimaise… San ─ repuso la religiosa ─ Eres libre de recorrerlo y visitar a las nuevas estudiantes y los maestros.
─ Arigató ─ dijo la joven y con una reverencia, continuó su trayecto.

A muy poco andar distinguió la silueta del viejo edificio que por muchos años compartió con sus amigas y compañeras de colegio. Apuró el paso y en poco estuvo al frente de la edificación que fue el cuartel general del consejo estudiantil de Lillian…El Yamayurikai.

─ ¡Wow! ─ exclamó extasiada la joven y en sus pupilas se asomaba un brillo intenso al estar frente al recordado y amado lugar de tantos encuentros y reuniones que le tocó vivir en su época de estudiante.

Fue tanta la emoción que aquel brillo se convirtió en una estela acuosa que dio origen a el nacimiento de lágrimas que brotaron de su retina al traer el pasado al presente y vivir viejas emociones, que hoy eran emociones nuevas y más hermosas que nunca.

─ ¡Ya estoy en casa! ─ susurró la joven, cuyos ojos avellanas estaban inundados del manto cristalino.

Sin pensarlo mucho, guió sus pasos hasta ingresar aquel recinto y comenzó a subir las escaleras que la llevaron hasta el salón de reuniones del consejo estudiantil, que dicho de paso a esa hora estaba sin las nuevas rosas imperantes.

Estiró su mano tímidamente hasta posarla en la perilla de la puerta y sin poder evitarlo, tragó saliva como la primera vez que fue llevada hasta ese lugar por Tsutako cuando querían mostrar una fotografía muy comprometedora.

La perilla cedió ante la presión y lentamente la puerta se abrió, dejando ver todo su interior. No supo cómo ni por qué. La imagen de unos ojos zafiros alzándose al mismo tiempo que la puerta se abría, trastocaron el corazón de la joven, que palideció tanto al ver a la dueña de esos ojos, quedando en un estado de trance momentáneo como si fuese llevada al pasado. Reviviendo la misma escena que vivió varias veces cada vez que llegaba con retraso a las reuniones del consejo.

─ ¡Yumi! ─ susurró la voz, dueña de aquellos hermosos zafiros.
─ ¡One…One Sama! ─ apenas balbuceó ésta, que aún permanecía en trance.

Su rostro era el fiel reflejo de lo que estaba sintiendo en su corazón y por más que deseaba articular otra palabra o conseguir mover su entumecido cuerpo, no pudo lograrlo. Y seguía embobada viendo con incredulidad aquella imagen.

─ No…No… No puede ser ─ murmuró la joven y sacudió su cabeza para ordenar su cabeza.

Y entonces todo ante sus ojos se esfumó…Ya no estaba la imagen de Rosa Chinense, dejando la sala completamente vacía y fría. Sin esa calidez que solía albergar sus paredes como también secretos y planes que ahí se gestaron.

─ ¡Oh!...Solo fue un espejismo ─ murmuró algo apenada y bajo su mirada al piso con tristeza. ─ One…Sama.

Ahí quedo la figura de la muchacha clavada al piso con cierta resignación y evocando en sus pensamientos el recuerdo de quién fue su hermana mayor.

Mientras aquello ocurría en las dependencias del colegio Lillian. Una joven en ese mismo instante subía a la limusina de la familia. Y en ese instante, sintió sobrecogerse su corazón y sus ojos se abrieron tanto y llevó su mano a la altura de su pecho.

─ ¿Qué es esto? ─ Se preguntó la joven, al acomodarse en el asiento y dejar que su chofer cerrará la puerta. ─ ¿Por qué mi corazón se ha estremecido de este modo?

Quedo reflexionando tanto en ello, que no se percató que el coche ya había salido de la mansión y tomaba rumbo a las afuera de Tokio.

« Será esto un presagio de qué algo sucederá» fueron sus pensamientos, aún cuando mantenía fija la vista por la ventanilla del coche sin ver nada en particular.

─ Ogasawara Sama ─ dijo el chofer, viendo de a través del espejo retrovisor por unos instantes y volver la vista al frente. ─ ¿Desea que venga a recogerla hoy?

Aquella pregunta sacó de sus cavilaciones a Sachiko y enfocó sus ojos en dirección de su empleado.

─ No ─ fue la respuesta de Sachiko ─ Me quedaré hasta mañana en casa de una amiga. Te avisaré en el momento que debas presentarte en casa de la familia Tódó.
─ Como usted ordene ─ respondió el chofer.
─ Descansaré un momento ─ señaló Sachiko ─ Hanimoto san, avísame cuando estemos por llegar.
─ Así lo haré Ogasawara Sama ─ contestó el hombre ─ Por favor descanse.
─ Arigató ─ murmuró Sachiko, cerrando sus ojos de inmediato.

Fue así que el automóvil prosiguió su rumbo, avanzando y dejando atrás los grandes edificios y anuncio publicitarios tan reconocidos en el mundo. No solo eso, sino la conglomeración de personas cruzando ordenadamente las calles, el tráfico y el ruido ensordecedor de los coches. Atrás quedaba el bullicio de una gran urbe como es Tokio y la limusina seguía rodando en el asfalto.

Tras unos 30 minutos el paraje comenzó a cambiar y ya nada queda de la ciudad sino que se internaban por parajes de una zona boscosa. Con una abundante vegetación, aves que mantenían sus constantes gorjeos y un aire tan fresco como el de las montañas.

Las casas opulentas fueron quedando en la lejanía y comenzaron a verse humildes, pero pulcras casa habitaciones con ese aire tan especial que los caracterizaban entre bambú y madera; tejados de arcilla roja y cerco pequeños de piedra.

A medida que las ruedas del coche se desplazaban por aquel angosto camino, las casas campestres fueron disminuyendo un poco para dar paso a otro pareja más natural aún y que estaba casi en lo alto de una colina con un viejo arco como frontis, que resguardaba una gran escalinata que llevaba directo a la cima del templo de la familia de Shimako.

─ Señorita ─ llamó el chofer.

En el acto, Sachiko, abrió sus ojos y fijo la vista en su empleado.

─ ¿Qué sucede? ─ preguntó ella.
─ Estamos llegando ─ respondió el chofer.
─ Gracias ─ expresó la joven Ogasawara y se incorporó en el asiento, acomodando sus ropas. A pesar de que iba vestida de un sweater, unos jeas y tenis. Algo cómodo que le hiciera olvidar la formalidad de los trajes y el protocolo comercial.

El vehículo avanzó la recta final hasta llegar a las mismas puertas de la gran casa y fueron inmediatamente recibidos por monjes del lugar.

─ Irasshimaise Ogasawara Sama ─ saludaron dos monjes jóvenes, inclinando sus cabezas ante la joven.
─ Arigató ─ respondió el saludo Sachiko ─ Ohayó Gosaimazu.
─ Ohayó ─ saludaron los monjes. ─ Esperan por usted. ¡Acompáñenos por favor!

Sachiko, asintió y fue guiada hasta el interior del templo por los monjes hasta llegar una habitación apartada, con una vista de hermosos jardines y adornados con varias estatuas de Buda.

─ Tenga la bondad de ingresar ─ invitó uno de los monjes.
─ Gracias ─ dijo Sachiko y entró en la habitación.

Al momento de ingresar, de lleno se topó con los rostros de sus antiguas compañeras de colegio.

─ Gokigenyou Sachiko Sama ─ Saludo la anfitriona.
─ Gokigenyou Shimako ─ Saludó ésta y viendo a las demás ─ Gokigenyou a todas.
─ Gokigenyou ─ saludaron todas las presentes.

Ahí estaban sentadas en unos sofás antiguos como especies de banquetas. Yoko junto a Eriko. En otra más distantes se encontraban Sei, Noriko y Touko. Cerca de ellas, se hallaban Yoshino y Nana y de pie se hallaba Rei y Shimako. Sin duda, estaban todas reunidas, todas las rosas del Yamayurikai. Con sus rostros sonrientes y amistosos. Lucían casi al igual que en su época estudiantil, salvo por algunos detalles…Las más pequeñas rosas, estaban más altas que sus soeur mayores.

La familia de las rosas amarillas estaba en pleno, desde Eriko hasta la más joven del grupo Nana, que recién comenzaba la universidad.

Lo mismo sucedía con la familia de las rosas blancas. Sei como la cabeza del grupo y su peculiar forma de comportarse, tan traviesa y distante a la vez. Le seguía de Shimako y Noriko, que estaba más alta que sus hermanas mayores y con su cabello más largo.

No se podía decir lo mismo de la situación de la familia de las rosas rojas. Ahí estaba su One sama y la menor de las rosas, Touko y contando con ella misma. Sin embargo, faltaba un miembro más de esa familia…Yumi. El corazón puro de las rosas Chinense.

─ ¡Bienvenida a mi hogar! ─ invitó Shimako ─ ten la bondad de tomar asiento, Sachiko Sama.
─ Gracias Shimako ─ respondió ésta, sin evitar mirarlas a todas como preguntándoles en silencio por la joven ausente.

La joven Ogasawara, se ubicó entre Rei y Yoshino, pues siempre buscaba la compañía inconsciente de su mejor amiga y era bien acogida por la mirada cálida de Hasekura desde que eran compañeras de colegio y aún hoy, compartían algunos fines de semana en que ambas se visitaban en casa una de la otra.

─ ¿Todo bien Sachiko? ─ preguntó dulcemente Rei.
─ Como siempre ─ respondió ésta, fijando su mirada en la de Rei y enviando un mensaje sin palabras dichas y que expresaban realmente su sentir.
─ Verás que hoy será un día especial ─ aseguró Rei, trasmitiendo cariño y ánimos a su amiga.
─ ¿Por qué han adelantando la reunión del Yamayurikai? ─ inquirió Sachiko algo confundida.
─ En parte ─ contestó Rei, cerrando sus ojos a modo de complicidad. ─ En la vida debemos  darle tiempo a que nos sorprenda con cosas bellas e instantes inolvidables.
─ ¡Estás algo misteriosa Rei San! ─ acusó Sachiko con un timbre de voz algo serio.
Puede ser Sachiko ─ respondió Rei y muy cerca de su oído, le susurró. ─ No seas tan seria y permítete soñar.

Los ojos azules de Sachiko, se abrieron un poco tras el comentario de Hasekura y quedo pensando en esa simple petición y es que desde que sus padres ya no estaban en su vida, tenía tantas responsabilidades y compromisos al hacerse cargo de los negocios de la familia Ogasawara y ello, demandaba mucha dedicación al punto de ser más un adulto serio y apático que una joven alegre, dinámica e impetuosa; lo que se esperaría de una jovencita de 25 años.

─ No seas agua fiesta Sachiko ─ irrumpió de pronto Sei con una sonrisa burlona ─ Cambia esa cara que no estamos en un funeral para tanta seriedad. A este paso te convertirás en una anciana gruñona y solitaria.
─ Por momentos olvido que trato con Satou Sei ─ respondió con enfado Sachiko y sus ojos lucían fríos para con la joven. ─ No has cambiado nada desde que eras Rosa gigantea, siempre actuando tan despreocupada y con ese humor negro que cargas contigo y haces que los demás se sientan incómodos contigo.

Casi todas las presentes enmudecieron al oír las palabras de la joven Ogasawara recriminando a Satou. Solo Shimako, se tapó la boca para no reírse de la reprimenda que le estaba dando su One Sama. Incluso la seria e inteligente Youko, quedo asombrada de la descarga reprimida por parte de su hermana pequeña.

─ Jajaja ─ rompió a reírse Sei apretando su vientre con ello y provocando aún más el enojo de Sachiko.
─ ¿De qué te ríes? ─ inquirió Sachiko.
─ En que eres la única que me recuerda con tanto cariño y eso que muestras una faceta indiferente ─ aclaró Sei, entre risas ─ Que por cierto, no te queda. Con razón Yumi; decía que eras una mujer sumamente dulce y cariñosa. Ella nunca se equivocó contigo.
─ ¡Sei! ─ llamó Youko.
─ ¿Qué? ─ preguntó confundida ésta y la mirada de Youko, le indicó que viese al costado.

La antigua Rosa blanca, abrió sus ojos al contemplar el rostro de la joven Ogasawara y es que su mirada quedo perdida al momento de escuchar el nombre de Yumi y sus palabras habían hecho mella en su persona.

─ ¡Lo siento Sachiko! ─ se disculpó Sei al ver el rostro compungido de su amiga ─ No era mi intención lastimarte. Solo quería hacerte verte que eres una gran persona con bellas cualidades y que incluso se preocupa por mí.

Las palabras de la joven Satou, taladraron el cerebro de Sachiko y la despertaron de su somnolencia en que cayó al escuchar el nombre de su hermana menor. Sus ojos zafiros pestañearon varias veces y recuperaron su concentración habitual.
─ Descuida Sei San ─ repuso Sachiko y se levantó de su lugar y fue hasta dónde se hallaba la muchacha y puso su mano sobre el hombro para añadir lo siguiente. ─ En el pasado pudimos tener nuestras diferencias y la superamos gracias a Yumi. Pero, no soy de esas personas que pasan por la vida de sus amigas sin tomarse la molestia de saber y estar al corriente de sus vidas. Y no me has lastimado en absoluto, solo que no puedo evitar extrañar a Yumi. Eso es todo.
─ Lo sé ─ dijo Sei, que se levantó del sofá y sin previo aviso, la abrazó ─ Todas la extrañamos. Ya verás que todo va estar bien, Sachiko.
─ Sei ─ exclamó sorprendida ésta por la muestra de cariño más que por sus palabras. ─ Aprecio tus palabras, pero no hace falta ser tan evidente.

Los ojos de Satou, se abrieron al caer en cuenta que había cruzado la línea con la joven Ogasawara mantenía para con los demás.

─ ¡Jeje! ─ murmuró Sei, separándose de inmediato y rascando su cabeza nerviosamente ─ ¡Discúlpame! Olvidé que esos gestos están reservados solo para Yumi y si ella me ve, me mata.
─ ¡Sei! ─ siseó Sachiko, que ahora si quería asesinarla.
─ Ok…Ok ─ se disculpó ésta, echando marcha atrás en forma sutil y saliendo de la mira de la joven Ogasawara. ─ ¡Ya entendí!

Tanto Rei como Shimako, se sonrieron entre sí al ver el rostro asustado de la rosa blanca que les hacia recordar aquella época de colegio, en que las andanzas de Sei para con Yumi, le ganaron varias miradas de advertencia de parte Sachiko y su mirada infringía cierto temor en la joven Satou.

─ En verdad tú no escarmientas, Sei ─ susurró Youko cerca suyo y sin ser escuchado por las demás.
─ ¡¿Y perderme la diversión?! ─ murmuró entre dientes Sei sin dejar de ver a Sachiko y cerrar sus ojos como niña inocente. ─ ¡Jamás!
─ Un día de estos, te asesinará ─ intimidó Youko sin tapujo.
─ ¿Tú crees que ella fuera capaz de eso? ─ se atrevió a preguntar Sei.
─ Solo debes cuidarte de no meterte con lo más sagrado para ella ─ mencionó Youko ─ o estarás tentando a tu suerte, Sei. Y tú ya sabes lo que es.
─ Yumi ─ dijo apenas audible, Sei.
─ Soka ─ murmuró Youko.
─ Óra… Óra, Youko ─ dijo Sei y la observó desde el rabillo de sus ojos ─ ¿No puedes estar hablando en serio.
─ ¡Un! ─ respondió ésta, guardando las apariencias.
─ Será muy divertido entonces verla actuar cuando se vuelvan a encontrar ─ dijo casi para sí, Sei.
─ ¡Baka! ─ reprendió Youko ─ Solo conseguirás que ella se enoje contigo.
─ Daijoubu desu ─ resolvió sin más Sei y cambio de tema, dirigiéndose a las demás ─ ¿Nos quedaremos aquí todo el día sentadas viéndonos unas a otras?
─ ¡Iie! ─ se apresuró en responder a Shimako ─ Vamos al vestidor y pongámonos cómodas para visitar el templo principal.
─ ¡Excelente idea! ─ alabó Eriko, que estaba ya de pie y con la mirada instaba a las demás a seguir su ejemplo.

Mientras avanzaban por el corredor y muy atrás del resto de las chicas…

─ Tori Sama siempre será muy mandona ─ se quejo bajito Yoshino, frunciendo el ceño como niña pequeña.
─ Ella debía intervenir o de lo contrario nos pasaríamos todo el día sentadas hablando y hubiese sido un desperdicio de tiempo. Cuando hay mucho que hacer ¿No te parece One Sama? ─ señaló divertida Nana.
─ No me lo recuerdes Nana san ─ se lamentó Yoshino ─ De haberlo sabido, hubiese llegado anoche y es que contamos con poco tiempo para preparar todo antes que Sei y Shimako viajen para reunirse con Shizuka.
─ Hoy será un día inolvidable ─ mencionó alegre Nana, pasando el brazo entre el de su One sama y caminando juntas.

Yoshino, la vio de reojo y sonrió ante el gesto de su petite soeur y suspiró con algo de nostalgia.

─ Sin duda lo será, Nana san. ─ aseguró Yoshino.

Ambas jóvenes siguieron avanzando por el corredor a la vez que seguían distantes a las demás miembros del Yamarukai y dejaban que sus pensamientos las envolvieran en esos instantes.

En otro lado y distante de lo que ocurría en el templo de la familia Tódó. Una joven recorría los pasillos del colegio Lillian e iba sumida también en sus recuerdos y al detenerse frente a un aula conocida para ella. Su rostro quedo prendado frente al ventanal que vio reflejado su figura.

Una sonrisa se dibujó en los labios de la muchacha y un leve rubor cubrió sus mejillas al contemplarse de ese modo.

─ Aunque han pasado los años y mi cuerpo ha cambiado con ello.  Sigo haciendo las mismas caras de siempre ─ murmuró para sí, la joven. ─ Con razón Sei, se burlaba de mí.

El traer a la mente los viejos recuerdos de antaño, provocó que diera un brincó y soltará una exclamación espontanea…

─ ¡Eh! ─ balbuceó la joven, avergonzada y roja hasta las orejas de recordar ciertos abrazos comprometedores de la joven Satou. ─ ¡Baka!... ¡Baka!... Sei, siempre se las arregla para molestarme sin estar presente.

De pronto, todo cambio y el rubor en las mejillas desapareció y una sonrisa adornó sus labios para transformarse en carcajada que fue convulsionando el rostro de la joven sin contenerse a ello.

─ ¡Tadaima! ─ se escuchó decir a aquella jovencita y alzó su rostro al cielo como dando gracias por ello. ─ ¡Al fin en casa!

Aspirando fuertemente, decidió continuar con su exploración y entró a su vieja aula; que ese día estaba sin moradores por ser día sábado; y trajo a la memoria momentos vividos en aquel sitio. Luego de satisfacer su necesidad de nostalgia, fue recorriendo todo el recinto uno a uno y tras una hora de paseo. Se reunió con la madre superiora y le presentó sus respetos y agradeció el que se le permitiera visitar su antiguo colegio. Luego, se despidió de ella y se fue con rumbo a la estatua de la virgen María.

─ Arigato gozaimashita, María Sama. Por permitirme regresar a mi hogar nuevamente ─ expresó la joven F… ─ Prometo regresar muy pronto para volver a visitarte.

Luego, inclinó su cabeza en reverencia hacia la imagen de la virgen María y se marchó del lugar con rumbo a la salida del colegio Lillian.

A medida que avanzaba por aquel pasillo de piedra, sus ojos se enfocaron en la imagen que estaba mucho más adelante, a las afueras de ese gran portón metálico y en la acera estaba estacionado un deportivo rojo. Cuyo propietario se encontraba apoyado en su capot, vistiendo un carísimo traje de diseñador, sus manos se hallaban en los bolsillos de su chaqueta y su rostro girado en dirección dónde se encontraba la figura de la joven. Sus ojos estaban protegidos por unos oscuros lentes de sol y ni un solo gesto dejaba notar en su inmaculado rostro, esculpido a mano como viejas esculturas griegas. Un perfecto adonis de los que se suelen mencionar en novelas románticas. Un hombre perfecto, guapo, sexi, millonario, educado y muy elegante. Como en los cuentos de antaño, todo un príncipe moderno.

Cuando ya la muchacha estaba por cruzar aquel pórtico. Una sonrisa recién asomó en la quijada perfecta del joven, dándole la bienvenida en su habitual forma de ser. Aquella forma de comportarse le recordó mucho a cierta personita, que lucía tan distante e indiferente, pero que sin embargo, la realidad era muy distinta.

─ ¿Ya estás lista? ─ preguntó el joven, dejando su postura.
─ Hai ─ respondió la joven.
─ Entonces, sube por favor ─ indicó él, abriendo la portezuela del coche e invitándole a subirse.
─ Arigato, Kashiwagi San ─ dijo la joven, entrando en el deportivo y en eso recordó un incidente ocurrido hace ya muchos años, agrandando sus ojos al máximo. ─ ¡lo había olvidado!
─ ¿El de no volver a subirte a mi auto? ─ preguntó Suguru, ajustando el cinturón de seguridad a la pretina. ─ Demasiado tarde…Y…San.
─ ¡Por favor! ─ exclamó alarmada la joven, aferrándose fuertemente al cinturón ─ Conduce más despacio Kashiwagi San.
─ Descuida Y…san ─ respondió Suguru, jugando con la palanca de cambio y sonriendo al hablar. ─ Este es un nuevo modelo de Ferrari y verás que tardaremos muy poco en estar en aquel lugar.
─ Si no fuese por Youko Sama, que insistió tanto. No hubiese accedido a vinieras a recogerme Kashiwagi San ─ mencionó la joven ─ Tenía planeado hacerlo por mis medios.
─ Era necesario que tuviésemos este encuentro después de todo ─ explicó Suguru, sin dejar de ver al frente. ─ Te marchaste de Japón sin darnos tiempo a explicarte las cosas y quedaste con una mala imagen de los hechos. Hace mucho tiempo fui muy claro contigo de que no compitieras conmigo porque yo no era tu rival Y…San.
─ Esa advertencia fue hace mucho, Kashiwagi San y al final, ustedes terminaron comprometiéndose de igual forma ─ refutó la muchacha sin dejar de manifestar sus expresiones en su rostro al recordar aquel día.

Entonces el joven Suguru, giró levente su rostro y quedo viendo a la muchacha. Aún podía percibir un cierto dejo de dolor en sus facciones al rememorar aquel suceso.

─ Gomen nasai Y…san ─ se disculpó Suguru, retornando su vista al frente ─ Nunca fue mi intención lastimarte de ese modo. Ella y yo solo teníamos un compromiso de negocios por voluntad de nuestros padres y nuestras tradiciones.
─ ¿Compromiso de negocios? ─ inquirió la joven, renuente a creer dicha afirmación.
─ Sí ─ fue la respuesta de Suguru.
─ Has olvidado que ella en un principio te amaba y que estaba dispuesta en ser tu esposa a pesar de la fobia que sentía por los hombres ─ refutó algo indignada la muchacha.
─ Esa fobia solo se debía a lo que vivió con su padre y abuelo ─ explicó Suguru ─ Era su forma de defenderse de los hombres y que no la lastimaron como lo hicieron con su madre y abuela. Es costumbre en Japón que los hombres tengan una concubina.
─ Pero es doloroso para una mujer aceptar que la persona que amaba se deja guiar por las costumbres y no por el corazón ─ replicó la chica, mostrando ese sentimiento en sus facciones.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó Suguru, cerrando un poco sus ojos ─ ¡Has crecido Y…san! Vivir en el extranjero te ha hecho madurar un poco. Aunque sigue intacta tú forma de ser.
─ ¡Eh! ─ exclamó la joven con grandes ojos que demostraban completamente su asombro ─ ¿por qué lo dices Kashiwagi san?
─ A pesar de los años, no dejas de hacer esas muecas y que demuestran que eres una chica muy trasparente ─ concluyó Suguru.
─ ¡Ya no soy una niña! ─ protestó en el acto ella, con sus cachetes inflados.

Suguru, le quedo viendo por el rabillo de sus ojos y…

─ Jajaja ─ rompió en carcajadas el joven ante la mueca de la jovencita.

La muchacha, volteó a verle y sus mejillas se tiñeron de escarlata del coraje que le provocó la conducta del joven Kashiwagi.

─ ¿De qué te ríes? ─ Protestó la chica y se cruzó de brazos indignada ─ Es grosero de tu parte reírte en mi cara.
─ ¡Gomen Y…Chan! ─ se disculpó rápidamente Suguru ─ Es que pareciera ayer que hacías esos mismos gestos cuando te peleabas conmigo y tratabas de captar la atención de Sachiko. No has cambiado nada y sigues siendo la misma Y… que conocí.
─ ¡Claro que sigo siendo la misma! ─ refutó ésta y sus ojos color moka, reflejaban la misma chispa de cuando era una adolecente de 15 años.
─ Las personas cambian cuando las decepcionan o lastiman ─ rebatió Suguru y su rostro se volvió serio, sin perder de vista el camino. ─ Tú no serías la excepción a la regla mi querida Y… Chan.

La joven, bajo instintivamente su mirada al piso al recordar viejas vivencias y sus pensamientos volaron al pasado y sus ojos se nublaron un poco al traer al presente una…

─ Kashiwagi San ─ comenzó diciendo ella, tras un breve silencio. ─ Vivo en un país en que la palabra empeñada por los padres, tiene la misma validez que un contrato y ustedes tuvieron que acatar las tradiciones de la familia y a mí, no me quedo más remedio que aceptarlo y por ese mismo motivo tomé la decisión de partir a Norteamérica cuanto antes y no ser obstáculo en sus vidas.

No podía permitirme ser egoísta con One sama, cuando su futuro estaba en riesgo y aunque Sayaco Sama, me quisiera por ser la Petite soeur de su hija, no permitiría que fuese más que eso y  con el tiempo pude comprenderlo y por eso hablo sin resentimientos hacia sus padres.

Lo mismo sucede contigo Kashiwagi San, jamás podría albergar en mi corazón sentimientos de rencor por ti. Aunque seas el esposo de One Sama. Mi respeto y cariño hacia tu persona jamás cambiaran. Solo te pido que la cuides y protejas. Jamás la dejes sola; ya que ella necesita ser libre y crecer como una rosa; y entre tanta gente mezquina y ambiciosa, no podrá serlo porque siempre deberá estar alerta y eso la endurecerá muchísimo y sería una lástima si algo así ocurriera.

Cuida de ella, Kashiwagi San y no dejes que nada malo le suceda a Sachiko. Es tu deber cuidar de ella ahora y velar que sea feliz cada momento de su vida. No dejes que esa luz tan hermosa que brilla dentro de su corazón se apague por causa de otras personas.

¿Lo prometes Kashiwagi San? ─ finalizó la joven, clavando sus ojos en él. ─ ¿Cuidarás de mi One Sama?

El aludido, que la veía desde el rabillo de sus ojos sin perder detalle de las impresiones del rostro de la muchacha. Giró el volante hasta llevarlo al extremo de la vía y detuvo el coche sin más.

─ ¡No sabes lo que estás diciendo! ─ fue la respuesta reprobatoria del joven Suguru y sacó sus gafas de sol para ver mejor el rostro de aquella joven. ─ Es hora de hablar con la verdad…Yumi chan.

Los ojos de la joven, se abrieron en demasía al oír las palabras de Kashiwagi San…

─ ¿Qué sucede Kashiwagi san? ─ preguntó alarmada Yumi, con sus ojos expectantes y su rostro denotaba curiosidad como a la vez, nervios ante intempestiva acción del joven. ─ ¿por qué actúas de ese modo?, ¿De qué verdad hablas?
─ Yumi Chan, hace mucho tiempo hice una promesa a los padres de Sacha, que velaría por la vida de su hija al costo que fuera ─ confesó Suguru, tomando de los hombros a la joven Fukuzawa. ─ Y eso incluía mantenernos juntos en todas las cosas para no permitir que la lastimasen. Como tú sabes, Yumi Chan, Sacha y yo somos primos. Lo que nos daba una gran ventaja de conocernos íntimamente en cosas que solo los parientes pueden disfrutar.

Por muchos años, ella estuvo obligada a mantener reuniones semanales conmigo para mantener esa estrecha relación y obtener su confianza y familiarizarla en el trato con los hombres. Por este motivo, conozco como nadie la forma de ser y actuar de Sacha; lo que le gusta, le atemorizaba y callaba delante de toda la familia. No obstante, fue imposible cambiar la imagen masculina que ella se formó por la conducta de su padre y abuelo con sus amantes. Le era despreciable a sus ojos que un hombre que decía amar a su esposa tuviese paralelamente a otra mujer como amante.

Sacha Chan, no consiguió comprenderlo en mucho tiempo y tenía una gran aversión por los hombres. Su comportamiento conmigo fue distinto y jamás me vio de ese modo dado que nos criamos juntos y pasábamos mucho tiempo junto. Todo cambio cuando me atreví a confesarle que yo no llegaría amarla y que por ella solo profesaría un gran cariño, dado que tenía un motivo muy poderoso y que sería fiel a mis sentimientos. Pero que estaríamos juntos según nuestras tradiciones y jamás nada le sucedería como le faltaría.

Desde ese día, Sachan, no fue la misma y creyó que la historia de su madre y su abuela volvería a repetir. Y mantuvo una distancia conmigo hasta el momento en que tú, apareciste en nuestras vidas y desde ese momento supe que sería muy especial en la vida de Sacha y que jugarías un papel importante, llegando a cambiar viejas costumbres.

No obstante, decidiste irte a Norteamérica y no dejaste que Sacha y yo, te explicáramos al acuerdo que habíamos llegado. El cual sería muy ventajoso para todos, tanto para ustedes como para mí ─ confesó finalmente Kashiwagi, viendo con ojos de pesar a la joven. ─ Decidiste irte sin más y no escuchar la verdad que había en el corazón de tu One Sama. No sabes, ni te imaginas la tristeza y el dolor que ha debido sobre llevar Sacha Chan, todos estos años a causa de tu partida.

La joven Fukuzawa, estaba absolutamente confundida con la confesión del que era el prometido de Sachiko. Sus ojos trasmitían esa confusión, evidenciando un rostro estupefacto y afectado en el caos. Trataba de darle lógica a lo esgrimido por Kashiwagi, pero no lograba conseguirlo. Y es que habían tantas preguntas y cabos sueltos, que no le permitían armar del todo el rompe cabezas. Faltaban detalles. Sin embargo, había un sentimiento palpitante dentro de su corazón, que le trasmitía una cierta inquietud como azoro. Un sentimiento ya antes conocido cuando tuvo lugar sus primeros encuentros con Matsudaira y sus impresiones al creerla la depositaria de nuevos afectos de su One sama. Por no decir, celos.

A pesar de su turbación, trató de dominar sus emociones y se atrevió en preguntar…

─ Ustedes se comprometieron y mi presencia estaba demás ─ mencionó Yumi ─ ¿cómo podía seguir a su lado? Hubiese sido egoísta de mi parte, acaparar tiempo de mi One Sama, cuando ese te correspondía a ti, Kashiwagi San.

El joven Suguru, empequeñeció sus ojos ante los descargos de la muchacha y tras meditar unos instantes, indagó…

─ Dime Yumi Chan, ¿Qué sientes por Sacha? ─ preguntó sin rodeos Suguru.
Los ojos moka de la susodicha, se abrieron tanto que parecían salirse de sus orbitas al ser puesta entre la espada y la pared. Aquellas preguntas tan directas, siempre conseguían su objetivo de pillar de sorpresa y como siempre, su rostro era un monumento a las más infinitas expresiones de asombro, inquietud y ansiedad al mismo tiempo.

─ Yo…Yo ─ comenzó en decir tímidamente Yumi y agachando su cabeza, agregó ─ Yo siempre he querido a One Sama.

Se hizo un silencio sepulcral entre ambos jóvenes…

Aquellos penetrantes ojos de Suguru, hurgaron en la figura de la pequeña petite soeur de su prima y al momento una diminuta sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios.

─ ¡Querer, no es lo mismo que amar! ─ irrumpió el silencio Suguru─ Hay una marcada diferencia, Yumi Chan.

La joven Fukuzawa, alzó sus ojos y quedo viendo a Kashiwagi San y a pesar del sonrojo que se comenzaba a denotar en sus mejillas ante la pregunta expuesta. Se las arregló para comprender lo que se le estaba preguntando. Aspiró profundamente antes de responder.

─ En nuestra cultura, no se nos enseña el termino amar porque abarca un sentimiento muy profundo y que solo se puede expresar cuando se han vivido años junto a la persona para que dicho sentimiento afloré ─ señaló calmadamente y con propiedad Yumi ─ En muchos casos nunca llega a suceder por lo que muchos esposos solo pueden expresar un gran cariño por su pareja. Siendo el término más apropiado que suelen usar la mayoría de los matrimonios Japoneses. ¡Daisuki!

Los ojos del joven Suguru, por primera vez se abrieron con total asombro, pues le parecía increíble como aquella jovencita había; en cierta forma por así decirlo; cambiado mucho en estos años de ausencia. Los años le habían hecho madurar bastante, aunque conservaba mucho de su antigua esencia: sus miradas, gestos, ingenuidad y espontaneidad que le habían granjeado su simpatía así como sus respetos.

Y es que para Kashiwagi, que al igual que su prima, estaba inmerso en una clase social tan abducida por los estereotipos y prejuicios de un entorno basado en las apariencias, comportamientos, linaje y situación financiera; que le fue tan sorprendente y a la vez, placentero encontrarse con una niña; porque eso era en ese entonces Yumi; tan especial y distinta; que muy pronto lo conquistó y estuvo dispuesto a ayudarla en todo y la protegió de varios que se quisieron pasar de listo o que intentaron molestar un poco.

─ Me encantaría continuar con tan amena plática Yumi Chan, pero deberemos dejarlo para otra ocasión ya que hemos llegado a nuestro destino ─ mencionó Suguru, haciendo un ademán al mostrar la entrada de un peculiar lugar.

─ ¡Eh! ─ fue la exclamación inconsciente de la joven Fukuzawa, un gesto muy típico de ella.

Yumi, pestañeó un par de veces y recién cayó en cuenta de las palabras del joven y volteó en dirección que le indicaran. Sus ojos se fueron abriendo gradualmente más de la cuenta ante el asombro de hallarse frente a las puertas de un santuario que ella conocía muy bien.

Un brillo intenso se dejo ver en sus pupilas y su sonrisa se pintó en el acto en su semblante. Un rostro radiante de dicha al contemplar la entrada al templo de su querida amiga Shimako.

─ Han escogido el mejor lugar para volvernos a reunir ─ susurró con dicha Yumi.
─ No todas las chicas saben que tú vendrías en esta ocasión ─ mencionó Suguru, conduciendo por el pórtico de aquel templo. ─ Será una hermosa sorpresa. En especial para ella.
─ ¡Um! ─ murmuró Yumi, llevando su mano bajo el mentón ─ One sama.
─ Tendrás que ayudar a Sacha Chan ─ instó Suguru, al momento de detener su coche. ─ A sobreponerse de la impresión de verte Yumi Chan.
─ ¡Eh! ─ fue la escueta palabra que se desprendió de los labios de Yumi al imaginar la cara de su amada One Sama.

Kashiwagi, bajó del vehículo y como todo un caballero, abrió la puerta a su joven acompañante.

─ Yumi Chan, no vayas a olvidar mi recomendación de hablar con Sachiko y hablar libremente con el corazón por delante ─ sugirió enigmáticamente Suguru, y darle un pequeño empujón a la joven. ─ ahora ve con ella.
─ ¡Chotto! ─ inquirió Yumi, deteniendo sus pasos ─ ¿No vendrás conmigo Kashiwagi San?
─ ¡Iie! ─ respondió éste ─ Mi tiempo con Sacha Chan, ha pasado y es otra persona que debe ocupar su lugar. ¡Ve ya! Yumi Chan. No la hagas esperar más.
─ ¡Demo! ─ protestó ella.
─ No dudes, Yumi Chan. ─ refutó con cariño Suguru y la instó a continuar sola, volviendo a darle ese pequeño empujoncito. ─ Es hora de aclarar las cosas y ser valientes.

Fukuzawa, detuvo por un segundo su paso y cerró por un instante sus parpados para armarse de valor y no sin antes, expresar sus sentimientos.

─ ¡Arigató, Kashiwagi San! ─ dijo Yumi, inclinando su cabeza ─ hablaré con One Sama.
─ Ella lleva mucho tiempo esperando tu regreso ─ mencionó Suguru, adentrándose en su deportivo ─ Estoy seguro que hoy será el mejor día de su vida.

Yumi, no dijo nada, solo asintió y se giró para adentrarse a las puertas en el momento justo en que un monje ya se acercaba a ella para recibirla.

─ ¡Gokigenyou! ─ Saludó Yumi, inclinando su cabeza.
─ ¡Gokigenyou! ─ Saludó el joven monje ─ Sea bienvenida a nuestro templo.
─ ¡Arigato! ─ respondió Yumi ─ ¿Puede llevarme con Shimako San, por favor? Ella me está esperando.
─ ¿Es usted la joven Fukuzawa? ─ inquirió el monje.
─ ¡Hi! ─ asintió Yumi.
─ Todo Sama, nos habló de su visita y que la lleváramos con ella tan pronto usted llegase─ indicó el monje ─ Por favor, Fukuzawa Sama, tenga la bondad de seguirme por favor.
─ Por favor, buen monje ─ suplicó Yumi ─ no anuncié mi llegada. Déjeme en un lugar cercano sin ser vista de lejos por las demás, ya que es una sorpresa para las chicas.
─ Comprendo ─ respondió el sacerdote y sonrió complacido con la petición ─ Respetaré su deseo y la dejaré próxima a las termas en la parte posterior y así, no podrán verla llegar.
─ Aprecio mucho lo que hará por mí ─ mencionó Yumi, con una enorme sonrisa dibujada en su rostro.

El monje solo movió su cabeza en forma positiva y condujo a la joven Fukuzawa por un camino aledaño a los jardines de bambú y principal corredor del lugar. Mientras avanzaban por el estrecho sendero, pero no menos bellos por la cantidad de estatuas  que adornaban el lugar y podía apreciar pequeños estanques de agua que habían a lo largo con una variedad de aves acuáticas y los peculiares caminos de caña de bambú, donde se transporta el agua de un lugar a otro y logran un sonido único y sublime al colapsar y vaciar su contenido al siguiente, provocando una paz infinita.

Mientras la silueta de ambos se perdía por aquel largo y angosto camino. En otro sitio…

─ ¡Vamos anímate Sachiko Sama! ─ instó Touko, haciendo señas con la mano ─ El agua está deliciosa y no todos los días se puede ir a una terma y relajarse del ajetreado y bullicioso Tokio.

La joven nombrada, no respondió a la petición de la menor de las rosas rojas y solo contempló como la mayoría de las chicas del Yamayurikai se encontraban disfrutando del agua, tan relajadamente y libremente.

─ ¡Vamos Sachiko! ─ fue el turno de Rei.
─ Sabes Rei, que prefiero la calma ante la algarabía de las personas ─ mencionó seria ésta.
─ Estás entre amigas y nada debes temer, Sachiko ─ repuso Rei, cuya sonrisa suavizo un poco a la joven Ogasawara. ─ Además, es el pretexto perfecto para sacarse el estrés y ser un poco despreocupada de tantas obligaciones.
─ ¡Rei! ─ balbuceó Sachiko y fue la mirada dulce de Hasekura, que terminó por convencerla. ─ ¡está bien! Vamos.

Sachiko, sacó su bata y quedo solo en su bañador. Un traje de baño del color del cielo, que se apegaba al delicado cuerpo de la muchacha y mostraba la hermosura de ésta, que ataviada sencillamente, lucía exquisitamente hermosa, todo era perfecto en ella. Y es que a pesar de tener 25 años ya; etapa perfecta en que una flor está abriéndose a su entorno y adquiriendo todas las cualidades y atributos que necesitaba para convertirse en la más hermosa flor.

─ Sin duda que has perdido la vergüenza de que te vean en traje de baño, Sachiko ─ acotó Youko, con una genuina sonrisa de satisfacción en su rostro. ─ Podrías acompañarme uno de estos a la playa.
─ ¡Iie! ─ respondió ésta, con una mirada desaprobatoria ─ Sabes muy bien One sama, que a mí la multitud, me descompone.
─ Lo sé ─ fue la respuesta de Youko, dándole su mano para ayudarla entrar en el agua. ─ Pero creo que deberías hacer un esfuerzo para superar esa aversión a las personas. Permíteme recordarte que en las empresas trabajas con mucha gente y no sufres en absoluto.
─ ¡One sama! ─ protestó sutilmente Sachiko ─ Todo el personal de las empresas son personas conocidas para mí y de mi absoluta confianza. Es muy distinto de las personas que están en las calles, a las cuales no he visto antes y no sé cómo tratarlas, ni sus intenciones.
─ Sachiko ─ acotó Youko ─ No pretendo que sociabilices con todo el mundo, pero como dijo una vez, Yumi, debes liberarte de tus temores y dejarte llevar. No dejar que te afecten, privándote de tu paz y de disfrutar de un buen momento con las personas que te aprecian y quieren.

Al escuchar aquellas palabras, Sachiko, se detuvo frente a su hermana mayor y sus ojos se clavaron en los de Mizuno. Sus pupilas se dilataron al escuchar el nombre de su petite y su corazón se contrajo ante la nostalgia y por un leve segundo, de sus orbes pareció asomar, una diminuta tela trasparente. No obstante, al ver como su One sama, abría sus ojos más de lo acostumbrado al percatarse de sus dichos.

─ ¡Discúlpame Sachiko! ─ señaló Youko ─ no fue mi intención incomodarte con mis palabras.

Ante las disculpas de su One Sama, la joven Ogasawara, sacudió su cabeza por unos breves instantes…

─ No lo hagas ─ indicó Sachiko ─ Soy yo la que debe disculparse contigo y es que esta reunión hace que esté un poco más sensible de lo normal y nostálgica. No puedo evitarlo. Solo te pido que cambiemos de tema y disfrutemos con las demás.
─ De acuerdo ─ concordó Youko y juntas se reunieron con el resto del ex consejo estudiantil.

Como era de esperarse Satou Sei, hizo de las suyas con sus bromas y comentarios algo subidos de tono, que a las más pequeñas, las hizo sonrojarse y a otras quererlas ahorcar como era el caso de Yoshino, que a pesar del respeto y que cariño que sentía por su mayor. Estaba acabando con su paciencia entre tantas indirectas sobre su hermana pequeña y es que la joven Shimazu, al no estar Yumi. Era el blanco de todas las locuras desatadas de la rosa blanca y de las burlas de las demás. Salvo una persona, que la miraba con total adoración y solo le regalaba sonrisa y pequeños golpecitos cariñosos en su espalda. Hablamos de su querida Rei Chan.

Los minutos fueron pasando veloces entre risas, anécdotas y comentarios, que de una en una fueron abandonando el agua y tomaron sus toallas para secarse y envolverse. No dejaban de hablar las una con las otras, que no se habían percatado de la presencia de una sombra que llevaba un buen rato escuchándolas a todas.

─ Parece ayer en que todas nos reuníamos en casa de Sachiko para fiestas de fin de año ─ Comentó de pronto Yoshino.
─ Fueron muy buenos momentos ─ concordó Shimako.
─ ¡cómo olvidarlos! ─ mencionó Sei.
─ Fue una noche muy agradable, aunque nos tocó perder ─ se quejó Eriko, en alusión a los juegos de carta.
─ O cuando fuimos todas a visitarlas en su casa de verano, porque estábamos preocupadas por Yumi ─ soltó sin más Yoshino y en el acto, llevó su mano a su boca y miró con temor a Ogasawara Sama. ─ ¡Lo siento!

Sachiko, apretó fuerte sus puños y miró con seriedad a la joven…

─ ¡Ya no se disculpen más! ─ masculló Sachiko con algo de enojo ─ que lo único que hacen es provocar que mi corazón se resienta más al recordarla. Ustedes no saben lo que he sufrido con su ausencia y lo difícil que se me hace al estar aquí sin que ella esté presente. Yo…Yo…No…

De pronto de los ojos zafiros, lágrimas comenzaron a brotar y bañar las mejillas de Sachiko, pues su impotencia fue tanta que terminó por ceder a la presión y dejo aflorar las emociones que estaban muy albergadas en su corazón. Un nudo en la garganta se cerró y le impidió seguir hablando. Agachó su cabeza, en señal de rendición y aflicción ante la presión de sus emociones.

Entonces, su cuerpo comenzó a temblar y el llanto la inundó por completo, pero fue acallado en la calidez de unos suaves brazos que la acogieron en ese momento para confortar su ser entero, su alma como su corazón. Fue en el mismo instante en que el viento sopló y cientos de pétalos de cerezos desprendidos, fueron envolviendo a su paso aquellos dos cuerpos.

Sachiko, no tuvo tiempo de percatarse de la persona que la acogió en sus brazos y solo dejo que sus sentimientos afloraran por completo y se quebró en un llanto que desgarró a las chicas, pues tenía guardado tantas cosas en su corazón, que acalló por tanto tiempo y que solo hoy terminó por fracturarla y despojarse de esa sensación que la había acompañado por años desde el mismo momento en que su adorada hermana pequeña, volaba con rumbo a Norteamérica, lejos de su tierra natal, de su familia y de ella.

En lugar se guardó un silencio casi abismal y aunque las pupilas de muchas se inundaron de asombro y lágrimas, fueron aquietadas y obligadas a callar por sus mayores; para no interrumpir lo que se estaba viviendo en ese preciso momento.

No fue hasta que al fin, el llanto de Sachiko cesó, que la brisa que soplaba aún, le dejo percibir un suave aroma, uno que le supo a flores y frutas…Uno que olía muy parecido al que cierta persona emanaba de su ser.

Aquel aroma, penetró tanto en sus fosas nasales, que sus parpados que estaban cerrados comenzaron abrirse lentamente y a pesar de la nube acuosa que estaban presente aún en su retina. Trató de concentrarse y recuperar la visión.
Fue así, que la imagen borrosa comenzó a tomar forma y miles de finos cabellos color castaños quedaron frente a sus ojos. Tan suaves que parecían ser seda, brillante y hermosa. Sachiko, estaba aturdida sin poder comprender bien de lo qué estaba sucediendo hasta que de pronto a la altura de su oído, susurraron.

─ ¡Perdóname One sama por hacerte sufrir! ─ murmuró cariñosamente la otra persona, sin soltarla de aquel abrazo.

Sólo bastaron esas simples palabras, ese tono de voz que reconocería en cualquier parte; incluso estando a ciegas para saber de quién se trataba.

¡¿Sería este un sueño más?!...¡Una ilusión!... ¡Un espejismo más! que la estaba haciendo desvariar de  tanto añorarla…Sin duda que no, sería muy cruel. Hacerle esto cuando se moría por volverla a ver…

─ ¡Yu…Yu…Yu…mi! ─ balbuceó temerosamente Sachiko, sin separarse de ella, para no despertar de ese sueño en que la creía cerca suyo. ─ ¿Eres tú y no un sueño?
─ Aquí estoy One sama ─ respondió Yumi con la voz quebrada también ─ No soy un sueño. He vuelto a casa y a ti.

Al oír aquello, el corazón de Sachiko, se aceleró tanto que parecía quemar dentro de su pequeño y nuevamente sus ojos se inundaron de nuevas lágrimas que ahora, ya no eran de tristeza sino de felicidad infinita. No cabía de su asombro como de su dicha, que sin pensarlo, apretujo fuertemente entre sus brazos a la joven Fukuzawa. Como no queriéndola dejar irse de sus brazos como de su vida.

─ ¡Yumi, Yumi! ─ clamaba entre lágrimas Sachiko, deshizo en abrazo y se apartó unos escasos centímetros, lo suficiente para acoger el rostro de la pequeña entre sus manos. ─ ¡Haz regresado!
─ ¡Tadaima! ─ murmuró la joven entre una mezcla de felicidad y congoja. Con una sonrisa débil que apenas se esbozaba en su rostro, dadas las circunstancias.
─ ¡Okairi Yumi! ─ contestó Sachiko y espontáneamente la volvió a envolver entre sus brazos sin antes besar su frente ─ ¡Al fin has regresado a mí!

En esta ocasión la joven no respondió y permaneció en silencio abrazada a su hermana mayor. Dejando que sus emociones hablaran por ella; ya que sus manos acariciaban delicadamente la espalda de Sachiko, como devolviéndole mimos y caricias que por mucho tiempo guardo en su ser a la espera de volverse a encontrar. Con ello, expresaba claramente en una forma sencilla, sincera y concreta que sus afectos permanecían inalterados hacia su persona.

El ambiente que en ese lugar se creó, provocó sentimientos de nostalgia, dicha y cariño en todas las que ahí estaban presentes. Siendo la propia Youko junto a Sei, que hicieron señas a las demás para abandonar sigilosamente el lugar y brindarles la privacidad que ellas dos necesitaban, pues había mucho de qué hablar y ahora, era su momento. Ya llegaría la ocasión de saludarse y manifestar sus impresiones en estos 6 años de ausencia. Una a una fueron dejando la terma, sin antes dar una última mirada a las chicas y esbozar una sonrisa de satisfacción y solidaria.

Los minutos pasaron volando y las palabras parecieron innecesarias, ya que el simple y sencillo hecho de estar abrazadas; sintiendo el calor que de sus cuerpos emanaba, el aroma y por sobre todas las cosas e importantísimas, fue sentir por primera vez el latido de sus corazones que no solo parecían haberse encontrado tras una larga separación; sino que se habían afiatado de tal modo que era como estar viéndolos danzar en el más hermoso baile y con una sola melodía que era dictadas por esas emociones que guardaban y profesaban la una por la otra desde el momento en que se conocieron.
Así como sus corazones se acoplaron de la única forma que puede expresar el lenguaje de los seres que se quieren más allá de la razón, tiempo y distancia. Así, sus cuerpos también fueron unidos en una danza celestial en que sin mediar diálogo alguno, sus labios paulatinamente se unieron y sellaron la promesa que sus corazones ya habían manifestado.

Fue una unión perfecta y sincronizada tan solo por aquellas personas que expresan el más sublime lenguaje que existe en el universo… El amor.

Al igual que los bosques que son cubiertos por la niebla o bruma. Del mismo modo, sus cuerpos fueron envueltos por una capa de luz dorada y radiante, al mismo tiempo que las envolvía por completo, dejando tras de sí un rastro diminuto de pequeñas plumas doradas que quedaban esparcidas en todo el lugar ante la mayor muestra de cariño que se pueden profesar los amantes.

No hubo necesidad de palabras, reproches y egoísmo, solo hubo un solo idioma, una infinita necesidad de expresar por medio de las acciones, lo que sus corazones dictaban y necesitaban por sobre todas las cosas. Y así; por primera vez; un ángel alzó el vuelo a las profundidades del reino que es más antiguo que las mismas leyes universales de la materia.

Un ángel fue liberado por el poder más grande, la fuerza que todo puede trastocar y trasmutar, cambiando el destino de una persona por completo...Un hermoso ángel liberado por medio de un beso, de un anhelo que encerraba su corazón...Ser amado.





1 comentario:

Delfi Castillo dijo...

Bueno que puedo decir...solo que es un gran one-shot, para mi demasiado hermoso..(grandes sentimientos que perduraron con el pasar del tiempo y que al encontrarse, dejaron salir lo que realmente sentían una por la otra, su gran amor ) Y gracias a esa personita especial, por compartir tan lindo one-shot, que fue escrito especialmente para ella...Y gracias Anrthia por tus historias....

Publicar un comentario

Pequeñas diferencias.

  capítulo 59, En aras del pasado Pequeñas diferencias. Un tiempo después un auto de locomoción colectiva aparcaba justo enfrente de una...