Orquídea
Sajona (Francis/ Sara) I parte
Desde
tiempos de antaño que en un viejo condado Inglés a las afueras de la actual
Londres. Existe un legendario ducado. En que una familia es regida por
tradiciones ancestrales que con llevan deberes y responsabilidades; y en la
cual, la mayor de las hijas de cada generación al cumplir los 25 años de edad,
asume como la nueva Duquesa y su estirpe deberá heredar los bienes así como el
título y el apellido materno que deberá prevalecer por tiempos indefinidos. Es
así que, nuestra aventura nos llevará a conocer a los integrantes de la familia
Calguiere y sus compromisos sociales ante la sociedad inglesa y la familia
real.
En
la actual generación de la antigua Duquesa de Calguiere, Anette, unió su vida a
un prominente bancario y hacendado de Manchester, dando paso a una nueva
descendencia familiar constituida por 3 hijas y un varón. Convirtiéndose en una
de las familias más prestigiosas de todo Londres y muy destacados en el ámbito
de los negocios como en los deportes. Como es costumbre; la mayor de sus hijas
Anabelle ascendió a Duquesa la cumplir los 25 exacto y fue presentada ante su
majestad en dicha ocasión.
Con
respecto a los otros hijos de Anette, cada uno de ellos mantiene una serie de
obligaciones y compromisos y a lo mismo que su hermana mayor, ellos reciben un
título nobiliario siendo el caso de los varones lord Calguiere y en el de las
mujeres Lady Calguiere, pero no siendo heredados por sus descendientes.
Otra
de las particularidades de esta familia, es que cada hijo de la Duquesa se le
otorga una flor con la cual son reconocidos y que forma parte de su escudo de
armas y matasellos familiar. Además de ser incrustados en sus anillos
personales.
Según
el orden de sus hijos estas son: La Magnolia para Anabelle, el Lirio para
Charles, Azalea para Claudine y la Orquídea para Francis. Cada uno de ellos posee su propio
jardín donde cultivan su flor y procuran mantener solemnidad para los actos y
eventos sociales dónde emplean sus flores como adornos en los distintos
recintos o lugares en los cuales deban acudir. Además, de utilizar como emblema
en sus diferentes deportes en los cuales practican. Celebre se hizo Pegasus, el
caballo de Anabelle, cada vez que participaba en competencias ecuestres junto a
su ama y era adornado con pequeñas magnolias a lo largo de su crin. Lo mismo
sucedía con Charles y Claudine sus sementales. En el caso de Francis, la careta
que suele usar en esgrima está grabada con una orquídea.
Todos
ellos toman muy en serios sus obligaciones y son fieles a ello y por esta
razón, son muy cuidadosos de involucrarse sentimentalmente con cualquier
persona, puesto que es de suma importancia este tema y el compromiso es
trascendental en sus vidas. Por eso, sólo Anabelle ha sido la única en ir más
allá en el plano sentimental y en una primera instancia, presentó a Robert
Davidson, compañero en la universidad; como su novio y fue celebrada esta unión
ante sus padres. Sin embargo, el destino se encargaría de traer de tierras
lejanas a su verdadero amor en la persona de una joven llamada Raniel Larson y
quién es la reencarnación de un viejo amor en el pasado. Dejando una historia
inconclusa, la que deberán resolver en este tiempo y gracias a ello, llevará
entablar una relación sentimental con la joven y haciendo que cumplan sus votos
ante sus padres y se prestan a celebrar la segunda instancia previa al
matrimonio.
La
familia Calguiere está envuelta en los preparativos del compromiso oficial de
su hija mayor y que consta de los segundos votos y para ello, han hecho venir
desde el sur de Sudamérica a los padres de la joven Larson y a una invitada
especial. Esperando que sea la mayor de las sorpresas para Raniel. Sin embargo,
no será la única en ser tomada por sorpresa y quedará impactada con la
presencia de tan peculiar primicia.
En
el castillo de Calguiere el movimiento ha comenzado desde muy temprano y los
sirvientes corren de un lado a otro, preparando el desayuno para la familia
como otras obligaciones en toda la mansión.
Mientras
en uno de los dormitorios…
El
despertador en uno de los comodines, lleva sonando un par de segundos y no
consiguen su cometido y solo al cabo de unos momentos. Unos ojos se abren
despacio y quedan viendo al aparato con verdadero fastidio.
─ Un día de estos haré chatarra de ti ─ murmuró una
joven que estaba tapada casi hasta la cabeza, dejando solo vislumbrar unos
mechones de cabellos dorados. Rascó un poco su nariz por picazón y descubrió su
rostro, dejando ver su piel blanquecina, con algunas pecas sobre éste, unos
ojos azules muy profundos y de intenso mirar. Una cabellera rubia y lisa que se
dejaban caer más debajo de sus hombros a simple vista.
Sin más abrió las tapas de su cama y de un salto
dejo su lecho para tomarse de ambas muñecas y estirarse al máximo como los
gatos para desemperezarse. Hizo unos pocos estiramientos con su cuerpo de lleno
se fue al baño.
─ Será mejor darme prisa o mi madre me pondrá de
cabeza a repasar el manual de buenas costumbres protocolares que debe tener un
buen Inglés. ─ Se burló la joven, mientras enjabonaba su cuerpo.
Momentos más tarde, tocan a su puerta…
─ Adelante ─ instó la muchacha a su vez que se
probaba un suéter.
─ ¿Se puede? ─ preguntó otra joven de cabellera
cobriza y ensortijada, igual de pecosa y con los mismos y profundos ojos
azules.
─ ¡Buenos días Claudine! ─ saludó la chica de
cabellos dorados. ─ estás muy madrugadora hoy hermanita
─ ¡Buenos días Francis! ─ devolvió el saludo ésta. ─
Será porque hoy tenemos mucho por hacer y sin mencionar que en un par de horas
llega la familia de Raniel y un invitado especial, que nuestra madre nos ha
pedido que dejemos todo listo para recibir a nuestros invitados.
─ Comprendo ─ respondió Francis y viendo a su
hermana, le picó la curiosidad. ─ ¿Y quién es el invitado especial?
─ ¡Aha! ─ exclamó complacida Claudine de ver a su
hermana interesada más de la cuenta. ─ veo que la curiosidad hoy te mata
hermanita.
─ No es curiosidad propiamente tal ─ rebatió picada
Francis. ─ Digamos que es suspicacia inglesa nada más y es que nuestro padres
han estado muy misteriosos al respecto desde hace dos semanas.
─ ¡Yap! ─ soltó divertida Claudine ─ Y tú no puedes
resistirte a los misterios de esta familia. Eres tan Sherlock para tus cosas
que no puedes quedarte con la intriga por mucho tiempo.
─ ¡Exacto! ─ afirmó Francis, mientras terminaba de
maquillarse. ─ Ahora, Claudine, no sigas evadiendo mi pregunta, no seas malita
y dime ¿quién es nuestro invitado?, ¿Es algún chico guapo?
─ Jajaja ─ estalló en risas su hermana. ─ Lamento
no poder satisfacer tu curiosidad detectivesca hermanita, pero ni siquiera yo,
sé quién es el invitado de nuestros padres. Está en absoluto secreto, por lo
que no te puedo decir si se trata de un chico o alguna mujer. De verdad, no lo
sé, Francis.
─ ¿Mujer? ─ inquirió sorprendida la menor de las
hijas de Anette. ─ ¿A qué vendría una chica al compromiso de Raniel? Creo que
estás equivocada hermanita, tiene que ser un chico, el mejor amigo de mi
cuñadita en la universidad.
─ O ¡Mejor amiga! ─ contravino Claudine. ─ o puede
ser alguna pariente muy querida de Raniel.
─ Definitivamente estás completamente errada en tus
deducciones Claudine Calguiere. ─ refutó Francis., guardó sus cosas en su bolso
y echó una última hojeada en el espejo. ─ Ya estoy lista, ¿Cómo me veo?
─ ¡Estupenda como siempre! ─ aseveró Claudine. ─
Siempre luces hermosa y elegante, hermanita. Y respondiendo a lo otro, no
sabemos si es hombre o mujer, el personaje misterioso de mamá.
─ Me halaga saber que tienes un buen gusto y eres
honesta. ─ se jactó Francis, guiñando un ojo a su hermana. ─ ¿nos vamos ya? Y
además, estoy más que segura que ha de ser un guapo chico latino y candente.
─ ¡Francis! ─ protestó Claudine. ─ Un poco de
modestia no te vendría mal de vez en cuando. Tienes un ego muy grande por tu
persona, mi querida hermana.
─ Sólo digo la verdad. ─ soltó pícara ésta. ─ Soy
hermosa, joven, sexy, soy divina y estupenda, my Darling.
─ Eres el colmo Francis Calguiere ─ amonestó
Claudine. ─ Eres la vanidad hecha persona.
─ Error mi querida Claudine─ rebatió ésta. ─
Simplemente le hago honor a mi flor. La suprema orquídea inglesa, bella,
elegante y delicada. O ¿miento hermanita?
─ ¡Um! ─ exclamó Claudine. ─Punto a tu favor. Es la
flor más delicada y elegante de toda Inglaterra.
─ ¡¿Ves?! ─ se ufanó Francis. ─ Soy lo máximo.
─ ¡Aha! ─ respondió Claudine, abriendo la puerta de
la alcoba de su hermana. ─ Será mejor que nos demos prisa en acabar nuestras
tareas e ir a clases y regresar a casa temprano y conocer a la familia de
Raniel.
─ Y de paso conocer al misterioso invitado ─ adujo
Francis. ─ Estoy segura que ha de ser un guapo y sexy chico latino.
─ ¡Ya veremos de quién se trata! ─ repuso Claudine.
─ sólo sé que será una verdadera sorpresa para Raniel.
─ Mi cuñadita ha de estar muy feliz, pero Anabelle
ha de estar que se come las uñas de los nervios de conocer a sus suegros. ─
bromeó Francis con mucho descaro. ─ No quiero estar en sus zapatos. ¡Dios me
libre por unos buenos años de pasar por eso!
─ ¡Francis! ─ amonestó risueña Claudine. ─ No seas
tan malvada con Anabelle y no seas tan soberbia, mira que no sabes cuándo puede
llegar tu hora, hermanita y ahí, te quiero ver yo.
─ ¡Aha! ─ soltó con altanarería ésta. ─ De seguro
que lo viviré pero en un futuro lejano, pero nunca tan cursi como lo de
Anabelle.
─ ¡Por Dios Francis! ─ desaprobó Claudine. ─ Sé un
poco más humilde para tus cosas.
─ Nunca querida. ─ contradijo ésta. ─ sería ser
igual al resto de las persona y yo, tengo mi propia estampa y sello personal.
No podría ser una chica común y corriente.
En eso fueron interrumpidas en el corredor…
─ My Lady ─ llamó un sirviente, dirigiéndose a
Claudine. ─ Su madre les espera para desayunar y llevarlas a Londres.
─ Gracias Albert ─ respondió ésta. ─ Dígale a
nuestra madre que en cinco minutos nos reuniremos con ella.
─ Como usted ordene my Lady ─ acató el mayordomo. ─
informaré de inmediato. Con su permiso.
─ Vamos de una vez, Francis y podamos reunirnos con
los demás a desayunar ─ demandó Claudine. ─ La puntualidad es importante en
esta casa.
─ Ni que lo digas, nuestra madre se consternaría si
un hecho así ocurre en casa ─ coincidió
la menor de las Calguiere.
─ Jajaja ─ bromeó Claudine. ─ Es verdad.
Juntas las dos hermanas desaparecieron por el
corredor de dicho castillo y se fueron a sus respectivas tareas antes de
reunirse con el resto de la familia.
Momentos más tarde, estando ya sentados a la mesa…
─ No olviden hijos míos que hoy deben llegar a casa
más temprano de lo habitual ─ recordó Anette ─ Hoy llega la familia de Raniel
junto con otro invitado que ha de ser una verdadera sorpresa para ella. Por lo
que les ruego que se vengan de inmediato. Marcus los pasará a recoger y darle
ese tiempo a Anabelle para que sean las últimas en venir.
─ Cuenta con ello, madre ─ respaldo Claudine.
─ De mi parte no habrá inconvenientes ya que mi
profesor de estadísticas no asistirá hoy y tendré 45 minutos disponibles para
mí ─ comentó Charles, mientras desayunaba.
─ ¿Y tú hija mía? ─ preguntó James, dirigiéndose a
Francis ─ ¿qué hay de ti? Has quedado en silencio.
─ No tengo problemas dado que tengo electivo a última
hora y puedo retirarme antes ─ señaló ésta, mientras bebía su jugo. ─ Pero
tengo una pregunta qué hacerles.
─ ¿Cuál sería? ─ indagó James, conociendo ese
carácter curioso de la menor de sus hijos.
─ Padre, me intriga saber ¿quién es ese misterioso
invitado? ─ hizo sus descargos Francis, obsequiándole la mejor de sus sonrisas
a su progenitor. ─ Puedo comprender que sea sorpresa para mí cuñadita, pero no
veo el caso de porque a nosotros también nos priven de saber.
─ Francis Calguiere, no en vano el gato solo vive 7
vidas nadas más. ─ amonestó amorosamente su madre. ─ Y por su curiosidad las
pierde todas. No abuses del afecto de tu padre para obtener información
secreta.
─ ¡Mam! ─ protestó la joven, haciendo un pequeño
berrinche. ─ Es absurdo tenernos en ascuas y de todos modos igual lo vamos a
saber. Dinos ¿Quién es?, ¿Es un chico guapo y el mejor amigo de Raniel?
─ Es algo impropio de una señorita inglesa de buena
educación y familia comportarse de ese modo ─ corrigió Anette.
─ Pero, madre ─ refutó Francis.
─ Francis, debes madurar de una vez ─ señaló ésta. ─
Es importante controlar las emociones hija mía. No puedes permitirte que ellas
te controlen. No es bien visto y además, si quieres ser tomado en cuenta como
adulto, debes comportar acorde a las circunstancias. ¿He sido clara al
respecto?
─ Sí, madre ─ respondió resignada Francis. ─ Sabré
comportarme.
─ Así debe ser, hija mía. ─ aseveró Anette. ─ Una
conducta apropiada habla propiamente tal de cómo es un individuo ante la
sociedad. Y se granjea la buena voluntad de muchos como su respeto.
─ Tal vez los años, Anette querida, son los que
impulsan a nuestra hija a ser tan impulsiva ─ expuso un comprensivo James. ─
Solo es curiosidad de un adolecente típico a sus años.
─ Lo sé, cariño ─ contravino ella, fijando su
mirada en su hija. ─ Solo quiero que aprenda a no ser una jovencita
manipuladora en los afectos de sus padres.
─ Me disculpo, madre ─ dijo resueltamente Francis. ─ No ha sido nunca mi
intención de manipularlos. No podría hacerlo jamás. Solo fue un arrebato de
juventud nada más.
─ ¡Está bien! ─ señaló Anette. ─ disculpas
aceptadas hija mía. Ahora marchen a sus obligaciones en la universidad.
─ De acuerdo ─ convinieron los 3.
Antes de retirarse, Anette, les dio la bendición a
sus tres hijos y se quedo junto a su esposo terminando de desayunar y momentos
después, se unieron su hija mayor y su novia.
─ ¡Buenos días madre! ─ saludó Anabelle, dándole el
beso habitual a su progenitora.
─ ¡Buenos días hija mía! ─ respondió ésta y viendo
a la otra joven. ─ ¡Buenos días Raniel! ¿Cómo te sientes hoy niña mía?
─ ¡Buenos días Anette! ─ saludó ésta. ─ Algo
nerviosa, pero muy feliz de ver nuevamente a mi familia. Pareciera como si
hubiese sido un año sin verlos.
─ Te comprendo muy bien ─ aseguró Anette. ─ Cuando
uno se marcha del hogar, se siente como si fuesen años lejos de tus seres
queridos.
─ Así es ─ afirmó Raniel.
─ ¿Y los demás? ─ preguntó Anabelle.
─ Debieron marchar más temprano ─ repuso su madre,
viendo fijamente a su hija y trasmitiendo su sentir.
─ ¡Entiendo! ─ atinó en decir Anabelle. ─ Nosotras
también debemos apresurarnos porque hoy será un día muy ajetreado y especial
¿no es así amor?
─ Claro que sí ─ respondió Raniel. ─ Será un día
muy especial.
Sin más, la pareja procedió a desayunar en compañía
de los esposos Calguiere y momentos más tardes, se retiraban del castillo con
rumbo a Londres. Cada cual en sus asuntos. Unos a la universidad, a las
empresas Calguiere y otros al aeropuerto.
Mientras en Londres….
En los pasillos de la facultad de Ingeniería. Una
pareja de jóvenes iba rumbo a sus aulas…
─ ¿Te parece que nos reunamos en la cafetería al
terminar el primer ciclo? ─ preguntó Claudine.
─ De acuerdo y luego, me acompañas a la biblioteca
a devolver unos planos. ─ convino Francis. ─ Pero el express correrá por tu
cuenta ─ mencionó risueña Claudine.
─ ¿Cómo te aprovechas hermanita? ─ contradijo
Francis, con sus cachetes inflados como niña berrinchuda.
─ Jajaja ─ se carcajeó Claudine, que no soportó la
escena y la risa brotó desde el fondo de su corazón. ─ No cambias para nada. No
le habías dicho a mamá de ser más adulta.
─ Pero si eso hago, me comporto como tal ─ dijo con
pica Francis y le lanzó una mirada intimidante a su hermana.
─ ¡Aha! ─ se burló Claudine. ─ Y esos gestos son
los de una adulta también.
─ No me molestes Claudine. ─ arremetió Francis. ─
Déjame ser ¿sí?
─ Ok…Ok ─ se apresuró en decir ella, pero iba que
apenas se podía contener sin aguantar las ganas de reírse con el semblante de
su hermana, pues parecía una niña pequeña regañada y con aún sus cachetes
inflados.
Permanecieron en silencio en lo que duro el
trayecto en la segunda planta se despidieron…
─ No te demores mucho hermana en salir o de lo
contrario te perderás a tu guapo chico latino ─ se burló Claudine.
─ No te darás cuenta cuando ya esté en casa y
viendo ese bombón latino ─ replicó coqueta Francis, guiñando un ojo a su
hermana antes de entrar a su aula.
Dejando una sorprendida Claudine, que después de su
conmoción, sacudió su cabeza y entró a su respectiva clase.
─ No cambiarás nunca hermanita. ─ se dijo para sí
Claudine. ─ Solo espero que cuando llegue tu momento. Estés preparada para
dejarle entrar a tu corazón y decidas presentar a la persona que conquiste tu
corazón y sea tu alma gemela y el amor de tu vida.
Tras sus reflexiones, Claudine, quedo un buen
momento meditando en ello y trató de imaginarse a su hermana siendo cortejada
por un chico que le hiciera ver que el amor es lo más importante en la vida de
cada ser humano. Y la verdad, que le costó un tanto imaginársela, dado que ella
era testigo con los chicos que Francis, ha salido desde la época de colegio,
pero ninguno ha sido el indicado para pasar a una etapa mayor de noviazgo y ser
presentado ante la familia. Recordó a Frederick, la última de las conquistas de
Francis. Un chico bien parecido, colorín, alto y atlético tal como gustaba a la
menor de los Calguiere. Un muchacho alegre, rebelde pero muy caballeroso con su
hermana. Con él cual estuvo en una relación de 6 meses y fue terminada por la
muchacha por incompatibilidad. Dejando sorprendida a Claudine como a su prima
Alexandra; quienes eran sus confidentes y mejores amigas.
─ ¡En fin! ─ exclamó entre suspiros Claudine. ─
Algún día llegará tu hora, hermanita y no podrás evadir el amor.
La joven Calguiere se concentró en el discurso de
su profesor y se fue perdiendo en sus deberes.
El reloj avanzó sin contemplación y a eso de las
12:30 un coche aparcaba en el estacionamiento del recinto universitario y
recogía a 4 jóvenes y salían raudos hacia el hogar y el encuentro de una cita
con el destino y con seres queridos.
Momentos más tarde también lo hacían el coche de la
Duquesa de Calguiere y su flamante novia a vista y paciencia de una rival que
desde la lejanía las observaba con toda la rabia y celo contendido en lo
profundo de su corazón.
Los coches avanzaron raudos por las autopistas de
la capital Londinenses con rumbo al condado de Calguiere y al castillo. Donde
los esperaban ya reunidos los nuevos miembros de la familia venida de Chile.
Al llegar a los jardines del castillo, todos los
ocupantes pudieron comprobar que el automóvil de la familia ya estaba
estacionado en el frontis del palacio.
Bajaron más que raudos y al ingresar al hogar,
bajaron los niveles de adrenalina y adoptaron la típica postura Inglesa de
educados y pulcros.
Al ingresar, fueron conducidos por Albert, Mayor
domo; a uno de los salones del castillo. Dónde ya los esperaban sus padres,
tíos y su prima mayor. La Condesa de Bringston. Alesia.
La calma se mantuvo dentro de la curiosidad que los
cuatro tenían por conocer a los padres y hermanos de la futura esposa de la
Duquesa de Calguiere y por sobre todo, en conocer en cómo sería el invitado
especial. Tanto Francis como Alexandra, apostaban en qué sería un chico alto,
moreno y muy simpático. Bien parecido y de una dentadura perfecta con una
adorable sonrisa que derritiera el corazón de cualquier mujer. Sin embargo,
Claudine, era la única que se abstenía en hacer suposiciones al respecto,
porque algo le decía o intuía que podía tratarse de otra persona. Quizás una
tía, un abuelo u otro pariente o porque no, también ser una compañera de
colegio. No lo sabía, pero si intuía que no era lo que daban por sentado sus
hermanos y prima.
No obstante, a tanta conclusión. Fueron presentados
con los padres de Raniel y luego, con sus cuatro hermanos. Y esto, si que causó
conmoción en todos los jóvenes. Puesto que eran todos hombres y muy bien
parecidos. Trigueños todos, altos y de unos ojos esmeraldas iguales a los de
Raniel. Entre ellos, habían unos gemelos que dejaron con la boca abierta tanto
a Claudine como Alexandra, que sentían que les faltaba el aire y los nervios
hicieron su aparición al ser presentados y la torpezas en ambas se hizo
presente, más fue acogida por una sonrisa amable de parte de Nataniel y Gonzalo
(gemelos) que además, besaron la mano de ambas chicas a la vieja usanza
inglesa, dejando por las nubes a las dos chicas. Cuyo rubor las delataba un
resto.
Después de un momento, los dueños de casa, les
invitaron a tomar un aperitivo en el salón principal a la espera de su hija
mayor y su novia. Lo que dejo un tanto expectante a los jóvenes que se miraban
unos a los otros, sin atreverse a preguntar por el invitado especial.
Una plática distendida se hizo presente y el
ambiente se hizo tan agradable con las anécdotas del viaje y las impresiones
del condado. Estaban en ello, cuando las puertas del salón se abrieron dando
paso a la joven pareja, compuesta por Anabelle y Raniel.
Todos los presentes fijaron su vista en la persona
de Raniel y les complació de sobre manera ver sus emociones reflejadas en su
rostro, que se fue corriendo abrazar a su madre y luego, Emanuel, su padre.
Luego, llegó el turno de sus hermanos y la alegría se respiraba en cada uno de
los presentes por la dicha de la muchacha de reunirse con su familia.
─ ¿Y qué paso con ese guapo invitado? ─ preguntó
Alexandra a su prima Francis, que estaban al costado de Claudine.
─ ¡Ni idea! ─ fue el comentario de Francis, algo
decepcionada ya que se había percatado de lo sucedido con su hermana y prima
con los gemelos. Y ella, era la única sin poder ver algo agradable a la vista y
para sus gustos.
─ Ten paciencia hermanita ─ dijo Claudine. ─ No
comas ansias, quizás tu chico ya viene en camino.
─ ¡Aha! Cuando pase el cometa Halley nuevamente ─
soltó con pica Francis.
En eso que las chicas discutían entre sí, Anette,
se dirige hacia Raniel y junto a su esposo le hablan. Mientras que los gemelos
se ubican detrás de la joven Larson y obstaculizan su visión.
─ Oye…─ interrumpió Alexandra, dándole un codazo a
su prima.
─ ¿Qué? ─ exclamó en voz baja Claudine.
─ Mira eso ─ señaló Alexandra…
Las tres chicas clavan su vista en la puerta, justo
en el momento en que las puertas del salón se abren muy despacio y de repente,
asoma la figura de una jovencita que entra a hurtadillas.
Mayúscula fue la conmoción en el rostro de las
chicas al ver como una muchacha relativamente alta, delgada, de cabellos
cobrizos y rizados que le llegaban hasta casi la cintura y en cuyas manos
llevaba una hermosa rosa blanca, se colocaba justo detrás de los gemelos. No
sin antes desviar la mirada un segundo en dirección dónde se hallaban las
chicas observándola y sonrió para volver la mirada hacia donde estaban los
presentes.
Aquello fue un verdadero eclipse solar para una
jovencita, que quedo en shock total al ver aquella pelirroja observarlas y
clavar sus ojos en ella. Dejándola
completamente con la boca abierta y seca. El tiempo se detuvo para ella cuando
sus ojos se encontraron con los de la muchacha y un escalofrío sacudió su
cuerpo desde los pies hasta su espina dorsal y golpeó como un rayo su cerebro;
cual estallido, dejando un caos en toda su psiquis e ida su mirada. Que la
siguió en forma autómata sin poder reaccionar.
En eso se escuchó decir e interrumpió la conmoción
de la joven en cuestión…
─ Entonces…No vas a saludarme…Monstruito ─ se
escuchó decir aquella pelirroja.
Sin más, los gemelos se apartaron dando paso y
dejando ver a quién pertenecía esa voz….
─ ¡Sara! ─ fue la exclamación de la joven Raniel, y
fue tanta su alegría que se echó a correr y se lanzó en brazos de la joven y
ambas cayeron al piso, una en brazos de la otra y la risa las inundo y fue la
pelirroja, que poco a poco envolvió la cintura de Raniel, entre sus brazos y
beso la frente de su amiga.
Aquella acción consiguió sacar sonoras carcajadas
entre los presentes y solo a excepción de la joven Duquesa, que los celos
afloraron en un santiamén y de no ser por su prima, que la puso en cintura y
controlar aquel sentimiento hostil por lo demás.
Sin embargo, no fue la única en incomodarse con
aquel gesto de cariño, ya que la misma persona que fue conmocionada con la
presencia de la pelirroja. También fue sacudida por una ola de sentimientos
antagónicos y molestos. Eran como olas chocando en su rostro y entre más
permanecían abrazadas. Más subían unas ganas insoportables e incontrolables de
separarlas ya.
No sabía que eran esas emociones que estaba
sintiendo en ese preciso momento. Pero ni el consejo de su madre servía en ese
momento. Y es que no podía controlarse y menos tener dominio sobre su ser
interno y es que aquel gesto de profuso cariño le estaba molestando en demasía
y sentía que la inundaba algo asfixiante de querer gritar basta y salir
corriendo cuanto antes.
─ Francis. ─ llamó su hermana Claudine, que la
observó con preocupación.
Pero no hubo respuesta, e intentó una vez más.
─ Francis ─ volvió en llamar Claudine.
Nuevamente lo mismo…
─ ¡Ey Francis! ─ insistió Claudine, remeciéndola un
poco con su mano.
─ ¿Qué? ─ fue la pregunta de ésta, con cara de estar
en otro sitio.
─ ¿Estás bien? ─ preguntó Claudine y es que lo vio
en el rostro de su hermana, la dejo pasmada.
─ Sí ¿porqué? ─ indagó Francis, cuyo semblante se
volvió serio.
─ Este… ─ no alcanzo en decir y fueron
interrumpidas por Alexandra.
─ ¿Ese era el invitado especial? ─ Se preguntó a sí
misma la joven Brigston. ─ ¿Y dónde quedo tu chico latino y sexy?
La pregunta de Alexandra quedo sin responder dado
que su prima no parecía prestarle atención y mucho menos haberle oído.
─ ¡Claudine! ─ llamó Alexandra y haciendo un gesto
con sus labios hacia su prima. ─ ¿Qué sucede con ella?
─ Es lo mismo que me pregunto yo ─ acotó Claudine y
haciendo musarañas con su mano frente al rostro de su hermana menor. ─
Simplemente Francis, ha desaparecido del salón.
─ Eso veo ─ concordó Alexandra sin poder creer la
cara de idiota que tenía su prima. ─ ¿será que esa chica la dejo así?
Los ojos verdes de Claudine se posaron sobre el
rostro de su hermana y observó detenidamente su semblante, buscando pruebas de
lo que decía su prima.
Y es que Francis Calguiere estaba irreconocible,
tenía sus ojos clavados en la figura de la joven pelirroja y su rostro mostraba
conmoción e interrogación. Era como un cúmulo de emociones que pujaban por
salir y dejar ver lo que realmente estaba sintiendo en lo más profundo de su
ser interior. Había veces que sus labios se abrían y cerraban constantemente,
casi de manera boba por así decirlo y sus manos estaban inquietas a pesar de
que la postura impertérrita que denotaba y opuesta a lo que estaba gestándose en
ella.
─ Francis ─ llamó esta vez, Alexandra.
La joven, ladeo autómata su cabeza y le miró con
signo de interrogación.
─ Dime ─ fue su escueta respuesta.
─ ¿Te sucede algo? ─ inquirió Alex.
─ ¿Qué les pasa a ustedes dos hoy? ─ contra
preguntó Francis ─ Estoy bien y solo veo
a la familia de mi cuñada. Eso es todo.
─ ¡Yap! ─ exclamó Claudine, un modismo con que se
daba por zanjado algo y así, no proseguir con temas quisquillosos.
En eso…
─ Raniel ─ pidió Anette, viendo al resto de su
familia. ─ Porque no presentas a Sara con los chicos, solo ellos faltan por
conocerla.
─ De acuerdo ─ respondió Raniel y tomando la mano
de su mejor amiga, la fue presentando a todos.
No está demás decir que todas las miradas se
clavaron en la pelirroja y ésta sintió ese escudriño sutil y protocolar de los
ingleses.
─ Chicos, les quiero presentar a mi mejor amiga.
Sara Taffra. ─ presentó Raniel a su invitada.
Un nudo se hizo en la garganta de la joven Taffra,
no es fácil las presentaciones…
─ Sara. Ellos son los chicos Bringston: Alesia,
Alexandra y John ─ mencionó Raniel y cada uno fue saludando a la joven
invitada. Con besos en la mejilla por parte de las chicas y un beso en la mano
de parte de John, al mejor estilo Inglés, que provocó un sonrojo de parte de la
pelirroja.
Alesia, vio con muy buenos ojos a la amiga de
Raniel e intuyó que era de un corazón
genuino a lo mismo que la joven Larson y su intuición rara vez se equivocaba.
─ Y ellos son los miembros más jóvenes de la
familia Calguiere: son Claudine, Francis, Charles y por último Anabelle, mi
novia.
─ Mucho gusto en conocerlos ─ saludo Sara y fue
estrechando las manos de cada uno de los miembros.
Con Claudine, encontró una mirada cálida de
acogida, que le agradó de sobre manera y devolvió el gesto con una sonrisa. Al
momento de pasar a la segunda persona, fue lo más extraño de todo. Porque fue
como si el tiempo pasara en cámara lenta y no terminó de sonreír; cuando sus
ojos chocaron de lleno con unos profundos ojos azules y tan fríos como el mismo
hielo y quedo tan prendada de esa mirada que no podía despegarse de sus ojos.
Y en forma automática e inconsciente, sus manos se
estrecharon por voluntad propia y en el mismo momento en que se cerraban entre
sí. Cientos de volt se descargaron de golpe sobre sus manos y desde la raíz de
sus pies, comenzó a subirle una corriente fría hasta llegar a sus cabezas y
dejarlas con una convulsión de escalofríos recorrerlas por completo.
Ninguna de las dos supo porqué, pero no podían
despegar sus manos de esa unión como tampoco desconectar sus miradas. Y es que
estaban perdidas o extraviadas en la profundidad de los ojos de cada una, ni
siquiera una pluma podría romper aquel embrujo en que cayeron ambas jóvenes.
─ Sa…ra─ fue lo que balbuceó aquella joven de
cabellos dorados, que era la menor de los Calguiere.
Y siendo la propia joven Taffra que clavó sus ojos
en los labios de la muchacha, cuando esta balbuceó su nombre y lentamente alzo
sus ojos grises para encontrarse con un brillo intenso en esos azules que
congeló la habitación y todo desapareció de escena.
Pudo observar a profundidad aquel rostro, terso con
cierta tonalidad algo bronceada. Algunas pecas sobre su nariz, respingada y muy
inglesa. Unos labios muy delineados y algo gruesos en su parte inferior. Unas
largas pestañas que pueden ser la envidia de muchas y unas cejas rubicundas y
finas sin haber rastros de aplicarles tratamientos u horas de cuidado intenso.
Unos pómulos hermosos y a la vez perfectos que encajaban a la perfección en ese
rostro delgado. Pero, sin duda lo que le quito el aliento fue, aquellos ojos
azules que podrían ser más vastos que el mismo océano pacífico y más competían
con la belleza de los cielos.
Nunca en su vida había quedado atrapada viendo a
alguien de ese modo y mucho menos a una mujer, a pesar de que ella tenía un
gusto muy particular por chicas y no varones. Pero esto, excedía toda lógica y
comprensión. Jamás de los jamases, te preparan en ninguna parte del mundo para
una experiencia como esta y por cierto, no todo el mundo la vive. Es una en un
millón e inimaginable porque no es lo mismo decirlo que vivirlo.
Sara, busco en lo más profundo de su ser, un
impulso, una fuerza que le hiciera desprenderse de ese magnetismo que encontró
en Francis Calguiere y solo el nuevo brillo que se desprendió de esos ojos, fue
lo que le dio las fuerzas para arrancar su mano lo más rápido posible y eso que
el contacto no duro más que un mísero minuto y eso es mucho, pero pareció una
eternidad.
Antes de sufrir un colapso nervioso, salto como
ardilla de un árbol a otro; en menos que canta un gallo se encontraba
estrechando la mano de Charles y éste quedo fascinado con la chica y al igual
que su primo exponía la mano de la muchacha y depositaba un suave y gentil beso
de príncipe con la mayor de las ternuras. Un gesto que volvió a sonrojar a Sara
y de cierto modo incomodar un poquito. Trago en seco y fue a saludar al último
miembro de esa familia y el motivo principal por que viajase de tan lejos…Anabelle
Calguiere, la prometida y el amor de su mejor amiga.
Al saludarla, se percató de inmediato de la
espontanea, alegre y posesiva que podía ser Anabelle, porque dejaba en claro en
su mirada que lanzara a su pareja y eso le causo tanta gracia, que se sonrió
para sus adentros y no reírse de buena gana con aquella actitud.
─ Seas bienvenida a nuestro hogar y nuestra familia
─ mencionó cálidamente Anabelle y viendo a su novia, agregó. ─ Gracias por
acompañarnos en nuestro compromiso. Por Raniel, sé lo importante que eres en su
vida y eso lo valoro y respeto mucho.
─ Gracias por invitarme ─ respondió con la misma
sinceridad Sara. ─ Nada me haría faltar a lo más importante para mi monstruito.
Si tú eres su felicidad y su todo, para mí es lo más transcendental y cuenta
con mi apoyo y mis buenos deseos en que sean muy felices.
Aquellas palabras trajeron dicha al corazón de la
Duquesa y una genuina sonrisa asomó en sus labios de su parte al aceptar la
sinceridad y buenos augurios de la chica. También hallaron mella en Alesia, que
comprobó sus impresiones de hace un momento y confirmó lo que su corazón ya
sabía con solo verla. Algo muy particular se gestó en los pensamientos de la
Condesa y es que tuvo la corazonada que aquella muchacha formaría parte de los
suyos y es que le provocó el mismo sentimiento que solo despierta la familia.
Un cariño o amor fraternal que solo en el seno de un clan o familia puede gestarse y vivir plenamente; y
jamás puede experimentarse con un extraño. De que ella formaría parte de su
círculo íntimo, lo haría; tenía esa certeza Alesia. Habría que ver con quién y
qué miembro de la familia sería el afortunado en ser conquistado por la joven
Taffra. Hasta el momento ya había 2 candidatos rendidos a sus pies y se percató
de inmediato. Y sin embargo, había algo que no cuadraba en el análisis de la
Condesa de Bringston y quería observar un poco más y ver si estaba suponiendo
bien las cosas.
Al margen de todo ese análisis inevitable en que
caen todas las personas cuando son presentadas por primera vez. Sara, mientras interactuaba
con su mejor amiga y su novia. No dejo de sentir una mirada que le quemaba en
su espalda y de soslayo se atrevió a ver a su costado izquierdo por el rabillo
de su ojo y comprobó de quién se trataba. Un escalofrío la volvió a recorrer y
de inmediato despegó la vista de esa dirección para encogerse de hombros y
sacudirse esas impresiones inquietantes.
─ Tengan todos la bondad de acompañarnos para
almorzar y poder seguir platicando a gusto con nuestros invitados ─ demando la
anfitriona y dueña de casa. ─ Por favor Albert, disponga de la familia Larson
en la cabecera junto a Sara.
─ Como usted ordene Madame ─ respondió el
mayordomo.
Fue así que, todos se dirigieron por el pasillo
rumbo hacia uno de los 3 comedores que disponía la familia Calguiere y que se
usaba en ocasiones especiales e importantes para la familia.
Los padres de Raniel se fueron conversando con su
contra parte. Mientras que los chicos estaban repartidos en: gemelos con
Claudine y Alexandra; Helemiah platicaba con Charles y John; Sara se fue
abrazada con Raniel y se ponían al corriente de muchas cosas; Carlos intentaba
mantener un dialogo con Francis que estaba algo parca y por último, Anabelle y
Alesia iban al final de la caravana observando todo.
─ ¡Ánimo prima! ─ instó Alesia ─ te aguarda un
largo día y tu prometida estará muy ocupada con su amiga Sara.
─ ¡Uf! ─ exclamó resignada Anabelle y con un
suspiro. ─ Eso me temo.
─ Jajaja ─ se burló Alesia. ─ No olvides guardar la
compostura mi querida Anabelle. Eres inglesa y no puedes dar una mala
impresión.
─ ¡Ya cállate Alesia! ─ ordenó seria la Duquesa. ─
no hagas más grande mi calvario con tus pesadeces.
─ Jijiji ─ se mofó traviesamente la Condesa. ─ esto
será sublime de ver.
Anabelle, le lanzó una mirada asesina a su prima y
prosiguió con su marcha hasta llegar a los comedores.
Todos los
presentes fueron acomodados tal como indicase Anette y quedaron de frente con
los miembros de la familia Calguiere y Bringston. Salvo Raniel y Anabelle que
fueron acomodadas juntas.
El almuerzo se sirvió con prontitud y comenzaron a
degustarlo y dio paso a una nueva plática en que se tocó una variedad de temas
hasta llegar el tema favorito de los jóvenes. Los deportes.
Fue ahí, que todos supieron que la joven Taffra
compartía el mismo deporte que Raniel y esto causo que dos pares de ojos
azules, se clavaran en ella.
─ ¿Practicas esgrima también Sara? ─ preguntó
Charles.
─ Así es Charles ─ respondió ella ─ lo hago desde
que era niña y en compañía de Raniel por supuesto.
─ ¡Qué bien! ─ exclamó encantado el joven
Calguiere. ─ Será interesante en que puedas enfrentarte con mi prima y hermana.
─ Yo no haría eso, Charles ─ previno Raniel.
─ ¿Por qué no? ─ inquirió éste.
─ Seré muy sincera contigo, Charles ─ explicó
Raniel. ─ ha habido un solo partido que he perdido en mi vida y ha sido
precisamente con Sara.
─ ¿De verdad? ─ indagó más entusiasmado el joven.
─ Lo que ella dice es la verdad, Charles. ─
intervino Helemiah. ─ has caso a la advertencia de mi hermana. Dado que ella y
Sara son las mejores en el club en que participamos y no por nada son campeonas
nacionales a nivel universitario.
Aquella revelación no solo vino a entusiasmar más a
Charles, sino que la mirada de Alesia como Francis, se dejaron sentir de golpe
sobre la humanidad de Sara y el espíritu de competencia se gestó en ambas.
Los ojos azules de Francis, parecían volcanes a
punto de estallar al escuchar aquella confesión y la adrenalina se apoderó de
su ser e intensificó tanto su mirada en
la joven que estaba sentada frente a ella e hizo que ésta alzara la vista para
toparse de lleno con sus ojos; y nuevamente esa corriente las sacudió
violentamente. Dejando a una Sara, más incómoda que en toda su vida y es que lo
que vio en esos azules, la dejo helada y turbada. Tenía unas ganas de marcharse
del lugar y es que nunca nadie la había hecho sentir tan vulnerable y algo
insegura.
En eso se oyó decir…
─ Dado que nuestro hermano reveló nuestro secreto ─
mencionó Raniel ─ Dudo que las chicas querrán enfrentarse a Sara.
─ Pones en duda mi capacidad, mi querida Raniel ─
confrontó Alesia de inmediato. ─ Que ustedes sean las mejores, lo hace mucho
más interesante y le da un plus extra; por lo demás, no soy cobarde querida
mía. Los desafíos son mi platillo predilecto. ¿No es así Francis?
─ Estoy totalmente de acuerdo con mi prima ─ afirmó
la menor de los Calguiere, cuyos ojos se volvieron desafiantes y arrogantes
para con la joven Taffra. ─ No soy ninguna cobarde cuñadita y entre más alto es
el obstáculo a vencer tanto mejor es el sabor de la victoria y disfrutar la
derrota de tu adversario.
Tanto Sara como Raniel, se miraron entre sí y fue
la primera en zanjar un poco las cosas.
─ Yo no he venido a competir con nadie y esta no es la ocasión de hacer desafíos
dado las circunstancias en que se celebra un compromiso que es lo trascendental
y relevante aquí ─ se descargó Sara un poco tensa por la mirada que tenía
frente a ella. ─ Disculpen todos ustedes, pero no deseo grosera con mi
comentario.
─ No te disculpes mi niña ─ intervino a su favor
Anette. ─ estoy muy de acuerdo con tu postura y ruego los dispenses a ellos,
dado a que son jóvenes y solo piensan en competir todo el tiempo.
─ Mi esposa está en lo correcto ─ mencionó James. ─
no es el momento para desafíos. Cuando debemos atender el compromiso ante todo.
Pero me gustaría invitarte cordialmente para otra ocasión en participar de un
encuentro de esgrima querida Sara.
─ Acepto su invitación James ─ repuso ésta más
aliviada sin dejar de ver aquellos ojos azules, verla con cierto rencor por
declinar el desafío.
El almuerzo continuo sin mayores contrariedades y
todos compartían de un ambiente grato y distendido. Mientras que….
Había una persona que estaba realmente disgustada
por la situación y es que le parecía absurdo que se declinara una competencia,
esgrimiendo una estúpida respuesta de que no era relevante y el bendito
compromiso era ante todo. ¡Dios! ¡Qué coraje! Tenía la persona en cuestión. Era
mal visto ante sus ojos rechazar una invitación cuando se es un invitado. Es de
mala educación y una excusa barata de zafarse de un encuentro que los ingleses
jamás declinarían; ya sea por educación y cortesía.
« Cobarde» gritaba los pensamientos de Francis con
un mal disimulado encono y veía con malos ojos a la mucha que tenía enfrente «Eres
una grandísima cobarde Sara Taffra» continuaba rabiando dentro de sí la menor
de los Calguiere.
No sentía deseos de comer y fue muy poco lo que
probó de sus alimentos. Compartió bastante con uno de los hermanos de su cuñada
y evitaba a toda costa mirar al frente suyo. No deseaba dedicarle un solo
segundo a contemplarla y se mantenía lo más concentrada en su conversación para
no oír la voz de aquella joven. No tenía el deseo ni las ganas de prestarle
atención y mucho menos dedicarle parte de su preciado tiempo a una persona como
ella.
Cuando el almuerzo concluyó y estuvieron unos
minutos más haciendo sobre mesa entre anécdotas del viaje y un pequeño bajativo
que les fue servido. Luego, los anfitriones llevaron a sus invitados a recorrer
los jardines y el palacio en sí.
Fue el momento oportuno que aprovechó Francis para
retirarse con el pretexto de tener deberes que realizar; causando extrañeza en
su hermana Claudine que entrecerró sus ojos nada convencida por los dichos de
la joven. Antes de irse del lugar, ladeo su cabeza a su derecha y clavó su
mirada en cierta dirección y cuando consiguió su objetivo de captar la
atención; alzo su barbilla en forma desafiante y una mirada intimidante fue
entregada. Y sin más, se marchó.
─ Sara ─ llamó Raniel.
─ Dime ─ respondió ésta.
─ ¿Estás bien? ─ preguntó Raniel. ─ te vi algo
incómoda hace un rato.
─ No es nada ─ objeto Sara. ─ Es difícil agradarles
a todos monstruito.
─ Lo sé ─ acotó Raniel ─ ¿Y qué te pareció la
familia?
─ Simpáticos todos ─ señaló Sara ─ pero algunos
especiales.
─ ¿Cómo quién? ─ indagó la joven Larson.
─ Como tú celosa noviecita ─ explicó Sara ─ amiga
mía es cosa seria. Es muy posesiva contigo. Delimita muy bien su territorio.
─ Eso no es tan así ─ reclamó Raniel. ─ Anabelle es
solo un poquito celosa y posesiva casi nada.
─ Jajaja ─ se carcajeó Sara con unos ojos tan
picaros que su amiga le quedo viendo con cara de espanto. ─ Si tú lo dices,
tendrá que ser. Solo que aún no te das cuentas de las anteojeras que te puso y
el perchero que te cuelga del cuello.
─ ¡Idiota! ─ protestó Raniel, dándole un golpecito
en su brazo. ─ No soy ningún caballo para que digas esa sandez.
─ Jajaja ─ se burló más Sara. ─ Pero si ya lo
pareces con esas orejitas y esa crin tan negra que tienes.
─ Tarada ─ amonestó Raniel. ─ Lo dices de picada,
ya verás lo que se siente cuando uno está enamorado.
─ ¿Picada yo? ─ replicó Sara muerta de la risa. ─ Jamás
monstruito. Puede que llegue amar a una mujer con todo mí ser, pero no seré
domesticada como lo eres tú.
─ ¿Así que domesticada? ─ inquirió de frentón
Raniel, alzando su ceja derecha en forma inquisitiva.
─ Niégalo monstruito y dime si Anabelle no hace lo
que quiere de ti. ─ Se mofó Sara, con su mejor rostro travieso. ─ Ya voy mi
vida…Lo que tú digas amor…De acuerdo cielo… ¿No es esa una actitud totalmente
dominada y sumisa Raniel Larson?
─ ¡Sara! ─ exclamó espantada ésta.
─ Jajaja ─ estalló en carcajadas Sara que varios
voltearon a verla y se tapó la boca con su mano. ─ ¡Ups! Olvide que no estamos
en casa.
─ ¡Soquete! ─ retó Raniel.
─ Son tan ingleses para sus cosas ─ se quejó Sara,
resoplando cansada.
─ No vaya ser que te enamores de un Ingles ─ dijo
con pica Raniel.
─ No seas ridícula ─ contradijo Sara. ─ Suficiente
tengo con la celópata de tu novia y esa niñita caprichosa
─ ¿Niñita caprichosa? ─ preguntó confundida Raniel.
─ ¿a quién te refieres?
─ A la hermana de tu novia ─ señaló de mala gana
Sara.
─ ¿Cuál de las dos? ─ inquirió con vivo interés
Raniel.
─ Olvídalo ─ respondió evasivamente Sara.
─ Sara Taffra ─ siseó Raniel. ─ No intentes
eludirme, flamita.
─ ¡Raniel! ─ se quejó enseguida ésta, dándole un
codazo. ─ te he dicho que no me llames así.
─ ¡Aha! ─ exclamó la joven Larson. ─ Habla será
mejor o te llamaré flamita y que todos lo sepan.
─ ¡Uy! ─ rabió Sara y frunciendo el ceño, cedió. ─
Esa tal Francis.
─ ¡Francis! ─ murmuró Raniel. ─ ¿qué pasa con ella?
─ Nada que es la chica más arrogante y antipática
que he visto en mi vida ─ confesó sin asco Sara, como vomitando las palabras. ─
Me mira con mala cara y tiene todo la pinta de ser malas pulgas.
─ Jajaja… ¿Francis malas pulgas? ─ adujo Raniel. ─
Mi cuñada es la más simpática de todos y eso sí, es bien directa para sus cosas
y no tiene pelos en la lengua para decirte lo que piensa.
─ Simpática será la momia de Nefertitis, pero no
esa chica ─ evidenció Sara, sacudiendo su cabeza horrorizada. ─ Te aseguro que
cada vez que me mira, me quiere asesinar.
─ Jajaja ─ Fue el turno de Raniel de burlarse. ─
¿No será otra cosa mariposa? Quizás sea tu sexapil y hayas flechado a mi
adorada cuñadita. Aunque, déjame decirte que ella es muy hetero para sus cosas.
─ ¡Ay no por Dios! ─ dijo con sarcasmo Sara. ─ No
es mi tipo y mi radar gay me hubiese advertido si fuese un buen prospecto. Y
que sea hetero, viuda, casada o chiflada; a mí me da igual pascual, Monstruito.
─ Sarita…Sarita ─ contravino Raniel, risueña ─
Nunca digas de esta agua no he de beber.
─ ¡Oye qué te pasa! ─ alegó en defensa propia Sara.
─ Tú sabes que yo no ando en busca de aventuras y tu sabes muy bien que desde
Lorena que no busco enfrascarme en relación alguna.
─ Lo sé, tontita ─ se disculpó Raniel. ─ Solo lo
hice para molestarte nada más. Aunque no veo el problema que te pudieses
enamorar de una hetero. Eres una mujer preciosa y un buen partido para cualquier
mujer.
─ Ya te pareces a papá ─ mencionó Sara. ─ Pero yo
no busco ser buen partido, sino que me amen por lo que soy y no por lo que
poseo o podría llegar a tener. Tú sabes
mejor que nadie que el amor y el compromiso para mí lo es todo y es por
eso, que permanezco soltera.
─ Sara, yo lo sé y me disculpo si te incomodé con
lo que dije ─ expuso Raniel. ─ Algún día llegará esa mujer a tu vida. Solo ten
paciencia.
─ ¡Oye que no estoy desesperada en todos los casos!
─ corrigió con pica Sara. ─ No todas, los micros me sirven.
─ ¡Sara! ─ rebatió muerta de la risa Raniel. ─ ¡Te
pasas!
─ Pero es cierto ─ se defendió Sara. ─ Soy lesbiana
no polígama que le gustan todas las mujeres.
─ Jajaja ─ rió Raniel ante el comentario de su
amiga. ─ ¡Ya mujer de una sola! Ven acá y vámonos en busca de tu rapunzel
prisionera de un castillo y necesite de su flamita para salvarla.
─ ¡Uy!.... ¡Raniel! ─ Bramó Sara.
La joven Larson, aprovechó que los demás estaban
lejos y salió disparada por el ventanal que daba con los jardines y corrió lo
que más podía, ya que detrás suyo la perseguía su amiga de infancia.
─ Deja que te agarre monstruito que voy a barrer el
piso contigo ─ amenazó Sara, mientras corría para alcanzarla.
─ No mira que te hecho a mi cuñadita ─ se burló
Raniel. ─ Francis, te vendrá a poner en cintura.
─ ¡Bestia! ─ rabió Sara y no terminó de vociferar
cuando al doblar en una de las esquinas de un hermoso jardín, choca de frente
con otra persona y su frente dio de lleno con el rostro de aquel personaje.
El impacto, la dejó estampada al cuerpo de la otra
persona y que fue sostenida fuertemente por unos brazos delgados pero muy
fuertes, que aplicaron más poder de lo habitual.
Sara, conmocionada aún por el choque, trató de
reponerse de prisa y soltarse de ese agarre en sus brazos que la estaban
quemando viva. Tira un poco hacia atrás su cabeza y busca enfocar su mirada en
la persona con quién choco y mayúscula fue su sorpresa al quedar enfrentada a
unos ojos azules penetrantes y fríos como el hielo que parecieron traspasarle
el alma y un violento escalofrío sacudió toda la columna de Sara, dejándola
temblorosa.
No podía creer su mala suerte al chocar nada más y
nada menos que con Francis Calguiere y en cuya mirada podía constatar el
reproche y la molestia.
─ Debería fijarse bien en el camino señorita Taffra
─ reprendió duramente Francis y quito sus manos de los brazos de esta como si
fuese una especia de lacra. ─ No es propio andar corriendo como una niña
pequeña en el lugar en el cual se hospeda. Da una muy mala impresión.
Sara, quedo boquiabierta con la reprimenda que le
estaba dando la hija menor de su anfitriona y como si el orgullo le pidiese justicia.
No demoró mucho en responderle a la joven Calguiere.
─ Lamento profundamente haber chocado con usted ─
respondió con pica Sara, limpiando sus brazos del rastro de la joven. ─ Y si mi
conducta le desagrada no puedo hacer mucho al respecto. Ahora si me disculpa,
me retiro a buscar a mi amiga.
Satisfecho su ego, Sara, se giró para ir en busca
de Raniel y no alcanzo a dar dos pasos, cuando fue asida otra vez de su brazo.
─ Es usted muy mal educada señorita Taffra. ─
condenó Francis. ─ Me extraña que mi cuñada tenga esa clase de amistades.
─ Apenas me conoce para juzgarme de ese modo ─
refutó molesta Sara y quitando su mano de su brazo. ─ No he viajado de tan
lejos para entablar una relación amistosa con usted. Sólo he venido acompañar a
mi mejor amiga a su compromiso y mi estancia aquí será muy breve. Así no tendrá
que soportar mi presencia mucho tiempo.
A Francis,
le disgusto aún más las palabras de su interlocutora y sus ojos se
empequeñecieron bastante como resintiendo aquel comentario e iba a responderle,
cuando fueron interrumpidas.
─ ¡Aquí estás! ─ mencionó Raniel al llegar al lado
de ambas. ─ Pensé que te me habías perdido.
─ Claro que no ─ respondió Sara viendo con frialdad
a la joven Calguiere ─ Sólo tuve un desafortunado incidente que me detuvo un
poco. Pero ahora, soy toda tuya monstruito.
─ Perfecto ─ señaló Raniel. ─ ¡Vámonos entonces!
Con tu permiso Francis, llevaré a Sara a recorrer los jardines.
─ Por mí, adelante ─ replicó con disgusto ésta. ─
Hay cosas más importante que debo atender.
Lanzándole una mirada intimidante a la joven
Taffra, se dio media vuelta y siguió su camino hacia al castillo.
─ ¿Estás bien? ─ se atrevió a preguntar Raniel.
─ Sí, pero no vuelvas a dejarme sola mira que en el
camino asoman las pesadillas hecha carne y hueso ─ confesó Sara con una mueca
en sus labios.
─ ¿Lo dices por Francis? ─ inquirió Raniel,
rascando su barbilla a la vez que proseguían por el camino de jardines.
─ ¡Quién más! ─ manifestó Sara. ─ Esa chica es bien
desagradable y prefiero mantenerme a un kilometro lejos de ella.
─ ¿Tuviste algún problema con ella? ─ indago
preocupada Raniel, que detuvo sus pasos.
─ Nada de
qué preocuparse, Rani ─ mencionó Sara, bajando el perfil al incidente con la
menor de esa familia. ─ solo no toquemos el tema y llévame a conocer el lugar.
─ De acuerdo ─ respondió ésta y persistir más con
el asunto.
─ Es muy bella la propiedad de la familia Calguiere
─ evidenció Sara, mientras recorrían los distintos jardines y se perdían por
ellos.
─ Así es ─ afirmó Raniel y le mostraba su lugar
predilecto y le contaba anécdotas que vivió apenas llegó al lugar.
Mientras las dos jóvenes estaban inmersas en su
recorrido. En otro parte dentro del castillo…
En una habitación ampliamente iluminada por los
grandes ventanales en sus tres caras y que era utilizada como el espacio de
duelos que desarrollaba la familia Calguiere. Una joven termina de ajustar su
uniforme al mismo tiempo en que oye atentamente los consejos de su entrenador.
Luego de ello, coloca su careta y da comienzo a una batalla entre la joven y su
mentor.
Cada paso dado fue buscando de lleno a su oponente.
Buscando los puntos de anotación, cada golpe que daba con su espada se volvía
cada vez más duros y agresivos de su parte; sin darle cuartel a su rival al
punto de querer volcar en él, toda su rabia y malestar que estaba sintiendo en
ese preciso momento. Eran un cúmulo de emociones que la invadían y no podía
controlar esa ansiedad que comenzaba a devorarla por dentro y fue así que
descargó golpe tras golpe; porque en eso se volviero su ataque, parecían
verdaderos golpes que necesitaba dar para liberarla de esa presión que estaba
viviendo.
Ni el instructor con toda su experiencia pudo
contener del todo los ataques y varias veces tuvo que alzar su espada en alto
para frenar a la estudiante de algún modo y esto contribuyó a que el enojo y la
frustración de la chica aumentará más y más; ya que solo podía ver el rostro de
aquella pelirroja y su mirada calarle hasta los huesos y le irritaba de sobre
manera no poder sacarla de su cabeza de una vez y recordar sus actos de
limpiarse los brazos como si fuese suciedad su contacto con ella. Cuando fue quién
evito que cayese tras ese choque y su gesto desató un enojo exacerbado en ese
instante, sumado al rechazo de un duelo entre ellas, la tenían verdaderamente
despechada y sulfurada en demasía y solo aquel combate podía permitirle
descargar esa cantidad de energía que llevaba consigo.
No obstante y ajeno a lo que invadía el espíritu de
su estudiante. El entrenador no fue rival para la muchacha y recibió varios
golpes en el hombro e iba por una nueva ronda de descargos, cuando fueron
interrumpidos…
─ Francis ─ llamó enérgicamente Alesia, que llevaba
un rato observándoles y había entrado en sigilo, dado que también iba a
practicar su deporte favorito y se percató de que su prima no estaba nada bien
y decidió intervenir en el acto.
Aquel llamado consiguió su objetivo y tanto
entrenador como Francis, detuvieron su combate.
─ ¿Qué deseas Alesia al interrumpir mi combate? ─
preguntó con fastidio Francis.
─ Yo seré tu oponente ─ aclaró sin rodeos Alesia y acomodó
su careta entre su brazo y busco un sable y dirigiéndose al coach de su prima. ─
Con su permiso Fhilipe, ocuparé su lugar.
─ Como tú digas, Alesia ─ convino éste que sobó su
hombro y es que realmente quedo lastimado y se fue a un costado a sentarse en
un diván.
─ En cuanto a ti ─ ordenó Alesia por su prima. ─ te
aconsejo que cambies tu arma de una vez.
Francis, no dijo nada y fue hasta la repisa de
espadas, guardando su florete y escogiendo un sable al igual que su prima.
Luego, estaba procediendo a conectar su cable cuando fue interrumpida…
─ Nada de eso. ─ indicó Alesia. ─ usaremos estilo
libre y solo contará como punto valido el torso del oponente.
─ Pensé que querías un combate real ─ acusó seria
Francis y desconectando su sable para quedar sin indicador de marcadores.
─ No estás en condiciones y actitud para un duelo
honorable, prima ─ reprendió Alesia, viendo fijamente a Francis. ─ Debo volver
a recordarte que la esgrima no es un arte callejero burdo que se práctica en
los arrabales. Voy hacer que respetes la esgrima querida Francis y refrescar tu
memoria de porque te elegí como mi sucesora. Ponte en guardia y da lo mejor
porque no tendré compasión de ti.
─ No voy a facilitarte las cosas, Alesia ─ masculló
con enojo Francis que no le gusto que fuese reprendida de ese modo por su prima
y se colocó presta su careta.
A una señal de Alesia, comenzó el duelo entre ambas
y tal como lo indican las reglas de esgrima son 15 puntos para adjudicarse una
ronda de tres.
─ De algún modo voy a ayudarte a que te desahogues,
Francis. ─ murmuró para sí, Alesia y fue la que dio el primer paso, atacando
raudamente a su rival.
La respuesta no se hizo esperar de parte de la
menor de los Calguiere y devolvió golpe tras golpe con una intensidad que fue
en aumento y develó su estado emocional aflorase de una y que era lo que
buscaba Alesia desde un comienzo.
Los dos primeros puntos fueron para Alesia que supo
anular los ataques de su prima y consiguió enfurecerla más hasta llevarla a su
máximo nivel y capacidad de concentración haciendo que cada paso y golpe fuesen
perfectos, ya que la joven solo tenía una sola cosa en mente, vencerla…No precisamente a la Condesa.
─ Te venceré cueste lo que me cueste ─ mascullaba
entre dientes Francis con una imagen clara en su mente que la atormentaba y
desquiciaba a la vez. ─ acabare contigo…Sara.
Guiada por su sexto sentido, Alesia, fue capaz de prever
el momento exacto en que su prima hizo un cambio en su ataque con espada
recortada; movimiento que se dice cuando la espada no está completamente en
forma vertical; y se abalanza en busca de su zona de contacto. Sin duda, que la
experiencia y trayectoria en combates a nivel de nacional como internacional,
otorgaron un vasto conocimiento a la joven Bringston y no por nada era conocida
en el circuito como la dama del sable y en su país, le apodaban la reina de
espadas. Y anticipándose a su prima, giró sobre su eje y bloqueo con su espada desde
abajo con tal potencia que mando volando el sable de Francis y acabó adjudicándose
el punto y el duelo entre ambas.
─ Estuviste a muy poco de vencerme. ¡Te felicito
Francis has mejorado mucho! ─ alabó Alesia, sacando su careta. ─ Pero nunca
olvides que el golpe debe ser sutil y letal directo al centro de una flor.
Debes preparar a tu oponente y dibujar en él, la zona de la corona y solo así
vencerás.
─ No te vencí, Alesia, por lo que los elogios no
son necesarios ─ protestó Francis contrariada.
─ Francis, no sé qué sucede contigo o en qué estabas
pensando ─ señaló ésta, viéndola directamente a los ojos. ─ Pero sin duda has
hecho el mejor ataque de tu vida. Tus movimientos fueron perfectos y tu técnica
salió a relucir limpia y certera y no por nada te quedaste con 1 punto de
partido y eso nadie lo consigue desde hace mucho.
─ Gracias ─ murmuró la menor de los Calguiere, un
poco admirada dentro de lo que se podía.
─ No me las des a mí ─ puntualizó Alesia ─ sino
agradece a lo que te inspiro a combatir de ese modo. Sea quien sea, querida
prima.
Francis, quedo de piedra al escuchar a la Condesa,
pues comprendió que su prima se había percatado que no la estaba viendo a ella
y lo constató con la sonrisa burlona que le diera Alesia.
─ Vamos con los demás ─ demandó Alesia que había
guardado su sable en su lugar e iba al vestidor. ─ Mañana nos depara un día muy
largo.
─ De acuerdo ─ convino Francis, más calmada.
Momentos después cuando ambas caminaban por el
pasillo…
─ Por cierto ─ sugirió Alesia. ─ Y tómalo como
consejo. No sigas poniendo cara de boba cada vez que la vez porque te empeñas
en demostrar algo que no es. Deja que tu corazón hable y luego decide.
─ ¡¿Perdón?! ─ exclamó estupefacta Francis.
─ Nada de perdón ─ corrigió con ternura Alesia. ─
Reflexiona en lo que dije y no sigas con eso porque no podrás ganar, querida
prima. No podrás sostener esa guerra, una no manda, Francis.
Esta vez Francis Calguiere enmudeció tras oír lo
esgrimido por Alesia y es que de nada servía rebatir nada, cuando sabía muy
bien a lo que se refería y ella sabía muy bien que estaba librando un caos
dentro de sí misma.
─ Ella es linda y muy especial ─ siseó pícara
Alesia antes de separarse del todo de su prima y le guiñó un ojo en
complicidad.
En seco detuvo su caminar Francis y desde su lugar,
observó como Alesia, se alejaba con una sonora risotada pues sabía que había
dado en el clavo y conseguido su objetivo de ponerla en jaque y cuestionándose todo.
─ Alesia… ¿Eres bruja o qué? ─ murmuró entre
dientes Francis y bastó unos instantes y sacudió su cabeza al oír sus
pensamientos más íntimos. ─ ¡Imposible!... No puede ser… Ha de ser la primera
impresión nada más. Eso debe ser.
La chica Calguiere, no quedo satisfecha con su
propia respuesta y menos de percatarse como su corazón estaba aceleradísimo dentro
de su pecho y motivos no tenía para ello. Quedo inquieta y se paseo unos
instantes por el corredor tratando de pensar y luego, se fue hasta una de las
mesas de arrimo en la sala y tomo el teléfono y marcó un número x…
─ Frederick ─ musito Francis apenas y luego de unos
minutos de hablar, se oyó. ─ Nos vemos ese día a las 3.
Colgó el fono y suspiro pesadamente antes de
enfilar hacia su dormitorio. Necesitaba estar a solar y reflexionar un poco.
A su vez, otra persona en los jardines también
tenía su propia disputa y es que se esforzaba un mundo por acallar la voz de su
corazón y la ansiedad que estaba comenzando apoderarse de ella.
─ Intentaré no pensar más en ella o de lo contrario
Raniel, se dará cuenta y no soportaría que se burlase de mí ─ murmuró
acongojada una pelirroja que de pronto se quedo viendo en dirección del
castillo.
Lo que la vida se encarga de reunir, muy difícilmente
la razón podrá subyugar el poderío de un corazón y que desate los más hermosos sentimientos.
2 comentarios:
Me encanta aras y que bien que decidieras aclarar dudas sobre esta pareja. Espero la continuacion pronto y mas actualizaciones de tus historias. Me encanta como escribes y que no dejas cabo sueltos. Espero que te encuentres bien.
Desde Panamá. Una de tus lectoras.
Wow. Esta pareja siempre me gustó y leer algo mas de ellas es simplemente fenomenal. Algunas partes de redacción faltan por mejorar pero es minimo. Ahora seguire leyendo. Jejeje
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