Capítulo
50 Motivos…
─ ¡Alesia! ─ balbuceó de pronto aquella rubia.
─ ¿Amor qué sucede? ─ preguntó una morena de ojos
verde esmeralda, recogiendo la taza de cocoa caliente que se cayese de las
manos de la rubia.
─ No lo sé del todo princesa ─ explicó conmocionada
aún Anabelle, sobando sus brazos por los escalofríos que permanecían aún en su
ser. ─ Pero tengo el presentimiento que Alesia no está bien. Lo siento dentro
de mi pecho.
En eso…
─ Hija mía ¿Estás bien? ─ inquirió Anette que venía
desde la cocina junto a su hija menor y vieron cómo la primogénita quedaba
pálida de súbito.
─ ¿Anabelle? ─ también preguntaba Francis, que de
igual forma sobaba sus brazos que estaban erizados y no eran producto del frío.
─ Madre, le estaba explicando a mi prometida que no
sé realmente qué sucedió, pero tengo un mal presentimiento y tiene relación con
Alesia. ─ explicó Anabelle. ─ Debemos llamarla de inmediato.
─ También tuve un sobresalto cuando te vi derramar
tu taza ─ coincidió Anette, tratando de poner paños fríos a la situación y no
sacar conclusiones precipitadas. ─ Necesito que te calmes y luego, te prometo
que llamaremos. No debemos olvidar que hay 6 horas de diferencia con Inglaterra
y allá, debe ser ya tarde.
─ ¡Mam! ─ habló Francis a favor de su hermana. ─ No
quiero contradecir tus deseos, pero bien sabes que esto es inusual porque no
solo ha sido Anabelle, también lo he sentido. Esta especie de angustia por
nuestra prima, hasta tú puedes percibirlo. Creo que debemos llamar a casa y
saber.
─ ¡Está bien! ─ acepto Anette que igualmente se
sentía intranquila y le daba la razón a su hija menor, era una situación muy
inusual. ─ ¡Por favor Fabiola! ¿Nos permites utilizar la sala de estar?
─ Por supuesto ─ respondió ésta, indicando el
lugar.
─ ¡Vayamos a la sala! ─ instó Anette a sus hijas.
Las chicas obedecieron de inmediato y en compañía
de sus respectivas novias. Dispusieron los lugares en los sofás que estaban
allí. La matriarca, conectó el aparato que habían traído desde Londres para
hacer el video conferencia con su familia para el compromiso de Francis y Sara.
Tras unos minutos de intentar varias ocasiones, al fin, respondieron desde
casa. Fue la propia Claudine que estaba en sus estudios que acuso recibo del
llamado. Luego de platicar unos momentos de las cosas, Anette, fue directo al
grano sobre el presentimiento y en mutuo acuerdo con su hija. Quedaron de
volverse a contactar momentos más tarde tras hacer las indagaciones
respectivas.
─ Esperemos que Claudine se contacte con Alesia y
nos devuelva la tranquilidad. ─ mencionó Anette que no dejaba de estar
preocupada, aunque permanecía con un sosiego propio de un adulto controlado.
─ Hasta que nuestra hermana no llame, no podré
estar en paz ─ repuso ansiosa Anabelle. ─ Este pálpito no me deja y siento que
algo malo le sucede a Alesia. ¡Dios es desesperante!
─ ¿Qué puede haber sucedido con Alesia? ─ más se
preguntó para sí misma, Francis, tratando de buscar respuestas a esa inquietud
que estaba presente en todas.
─ Un accidente no creo ─ fue la respuesta de la
propia Anabelle que descartó esa idea de un paraguazo─ porque ya sabrían en
casa de una suceso como eso. Tía Mariana sería la primera en llamar a nuestra
madre por lo que dudo que sea eso.
─ Tienes razón ─ concordó Francis. Volviendo a
sobar su brazo. ─ ¡Créeme hermana! Te comprendo mejor que nadie porque estos
escalofríos no se van.
─ ¿Lo ves? ─ casi chilló Anabelle que se puso de
pie y comenzó pasearse por toda la sala. ─ Tiene que ser algo grave para que
nos sintamos de este modo. Alesia debe estar en problemas.
─ ¡Ya cálmense las dos! ─ ordenó Anette que ya se
estaba mareando con los paseos de su hija mayor y la insistencia en la menor,
la estaban realmente superando en su paz interior. No podía pensar con claridad
debido a los temores de sus hijas. ─ Debemos esperar la llamada Claudine.
─ Anette tiene razón ─ secundó Raniel que estuvo de
acuerdo con su futura suegra que debían calmarse. ─ Solo mantengan un poco más
la serenidad y Claudine nos dirá sobre Alesia.
─ Espero no sea una larga espera ─ refunfuñó de mala
gana Anabelle, que realmente estaba muy intranquila. ─ Porque de lo contrario
mis nervios no lo resistirán.
─ Amor ─ murmuró Raniel, que se levantó y fue en
dirección en que se hallaba su prometida y la abrazó sin más, confortando su
alma. ─ Procura serenarte un poco, por favor. Pronto tu hermana nos devolverá
el llamado. ¡Sé paciente te lo pido!
─ Princesa, aprecio lo que me dices. Pero es
imposible que pueda mantenerme en calma. ─ repuso Anabelle, apartándose de la
joven. ─ No quiero parecer grosera contigo sino aclararte que es difícil para
mí mantener la calma apropiada porque es muy fuerte esta sensación. Y nosotros
como familia tenemos ese vínculo tan personal que sabemos cuando uno de los
nuestros está en riesgo. Lo siento aquí adentro (tocando su corazón) sé que
Alesia no está bien.
─ Por lo mismo te pido que tengas un poco más de
paciencia porque esto no te hace bien al estar tan lejos de casa. ─ explicó
Raniel. ─ Sé que es muy frustrante para ti, pero debes esperar tan solo un poco
y sino llama en unos minutos más, yo misma marcaré el número de casa de Alesia.
─ Tu prometida tiene razón, hija mía ─ concordó
Anette. ─ Por más angustiada que puedas estar, no sacarás nada al respecto. No
tenemos más opción que esperar. Por favor ¡as caso a lo que te pide Raniel!
─ No me agrada esto, pero no deseo discutir con
ustedes ─ rebatió exasperada Anabelle y terminó por ceder. ─ Ustedes ganan.
─ Hermana ─ dijo Francis que la entendía a la
perfección y haciendo un gesto con las manos, añadió. ─ Solo eso te pido para
llamar nuevamente.
─ Ok ─ fue la escueta respuesta de Anabelle.
Las presentes se quedaron viendo entre sí, porque
era muy difícil hacer entender a la Duquesa cuando algo se cruzaba en su mente.
─ Iré a buscar café para todas ─ mencionó de Sara y
viendo a su mejor amiga. ─ ¿Me acompañas?
─ Vale ─ respondió con cierto desgano Raniel, que
comprendió que no sacaba nada con seguir insistiendo porque su pareja no estaba
plan de concesiones.
Juntas se fueron directo a la cocina y prepararon
todo sobre la mesada para preparar el café. Mientras disponían de unas
bandejas, la joven Taffra trató de cambiar las cosas con su amiga.
─ Debes tener paciencia ─ mencionó Sara. ─ No es
fácil para ella estar tan lejos cuando siente que la distancia es un
impedimento para esclarecer la angustia que tiene consigo.
─ ¡Créeme que lo sé! ─ convino Raniel. ─ La
intuición es un don que desarrollamos en ciertas ocasiones y por lo visto, el
vínculo y lazos que tienen como familia es muy grande y por ello, presienten el
peligro. Lo he palpado demasiado por eso, la comprendo perfectamente y traté de
serenarle. Pero, Anabelle, es algo tozuda cuando quiere serlo.
─ ¿Y cómo andamos por casa? ─ preguntó en broma
Sara. ─ Creo que en ese aspecto son demasiado parecidas. No hay quién las haga
entrar en razón.
─ ¡Oye! ─ protestó Raniel, dándole una palmada en
su hombro. ─ Estoy desahogándome contigo y te burlas a mis expensas. En todos
los casos, no te hagas la santa; mira que debes tú también debes lidiar con una
Calguiere y que es mucho más terca que mi prometida.
─ Ni me lo recuerdes ─ se lamentó Sara, haciendo un
puchero. ─ ¿En qué estaba yo pensando cuando decidí viajar a tu compromiso?
Mira que dicen que soldado que arranca sirve para otra batalla.
─ Jajaja ─ se burló Raniel. ─ Que no te oiga mi
cuñadita porque si no tendrás que dar explicaciones toda la noche y te va a
salir muy caro el chiste. ¡Estás frita flamita! No puedes retractarte; firmaste
tu sentencia de muerte y Francis, muy difícilmente te deje ir por no decir que
eso es imposible. ¡Así que debes pagar mi silencio Sarita!
─ ¡Mira monstruito! ─ reprendió en ese instante
Sara e iba agredir a su mejor amiga, cuando en el umbral asomó la figura de su
flamante novia y le bajo el color de inmediato.
─ ¡Y hablando del diablo! ─ se burló Raniel entre dientes para no ser oída y viendo
directo los grises ojos de Sara. ─ ¿qué decías?
─ ¿Puedo ayudar? ─ preguntó Francis, que se acercó
hasta el lugar dónde se hallaba su pareja.
─ Claro que sí ─ respondió Sara, tragando saliva
por no saber sí había sido escuchada.
─ Llegas justo a tiempo cuñada ─ señaló pícara
Raniel. ─ Necesitamos un par de manos extras, por lo menos Sara, sin duda.
─ ¡Ah qué bien! ─ dijo Francis encantada de ser
útil y estar junto a su pareja, besando la mejilla de su novia. ─ Es grato
saber que necesitas de mí.
─ Siempre ─ fue la apurada respuesta de Sara,
viendo por el rabillo de sus ojos a su mejor amiga.
─ Bueno yo me adelanto con esta bandeja ─ dijo
Raniel, mirando con burla a su amiga.
─ Ok ─ respondió Sara, lanzándole una de esas
miradas que dicen…Luego te mato.
Tras salir la joven Larson, Francis aprovechó para
robarle un beso a su novia, mientras que se aseguraba de llevar la otra
bandeja.
─ ¿Todo bien? ─ preguntó Francis, que notaba un
cierto dejo de nervios en la mirada de su pareja.
─ Sí ─ contestó Sara y disponiendo lo último,
agregó. ─ ¿Por qué lo preguntas?
─ Tuve la impresión de que interrumpí algo que iba
a decir Raniel y tus ojos te delatan de que estás nerviosa ─ explicó Francis,
leyendo en los ojos de su novia sus reacciones a sus dichos.
─ ¡Um! ─ exclamó Sara tragando en seco y no le
quedo más alternativa que hablar. ─ Veo que no puedo engañarte Francis
Calguiere.
─ No ─ respondió ésta, alzando su ceja
inquisitivamente.
─ La verdad que estábamos bromeando con Rani sobre
no haber asistido al compromiso de ella y así hubiese sido como el soldado que
arranca de una guerra y sirve para otra ─ esclareció Sara las cosas.
─ ¡Ya veo! ─ adujo Francis, que alzó su barbilla y
viéndola seriamente, añadió. ─ Dicen que las bromas tienen un dejo de verdad en
el fondo. ¿Es lo que deseas realmente?
─ ¡Por Dios Francis!...No, claro que no ─ aclaró
con disgusto Sara por la presunción de
los hechos. ─ Solo era una broma y no quiere decir que realmente es lo que yo
deseo. Solo estábamos molestándonos con tanta tensión por la espera de saber de Alesia.
─ Pregunté tan solo ─ acusó Francis. ─ Ya una vez
que te dije que el compromiso es muy serio para nuestra familia y en especial
para mí. Y las bromas de ese tipo en este preciso momento son algo
descolocadas.
Sara quedo pasmada ante la severidad de su novia al
escuchar la explicación y por más que pestañeaba repetidamente para sacarse el
asombro de ello. No podía creerlo.
─ Estás siendo muy severa, Francis ─ se defendió
Sara y quitando la bandeja de las manos de su pareja, espetó. ─ Más tarde
hablaremos cuando estés en un mejor momento y no seas tan drástica por una
simple broma.
No dejo que la joven Calguiere pudiese siquiera
defenderse y salió de la cocina con bandeja en mano y con el ceño fruncido. Al
llegar a la sala de estar, fue una a una sirviendo el contenido de la fuente y
se disponía en dejar la fuente sobre un mostrador cuando arribó Francis, que se
instaló junto a su hermana. Con la cortesía que se espera de un anfitrión llevo
el café a la joven sin mirarle a los ojos porque había molestia en ella aún.
Provocando que aquellos azules se entrecerraran un poco y luego, se mostró de
lo más tranquila para guardar las apariencias frente a los demás.
─ Sara ─ susurró Raniel que fue consciente de la
seriedad de su mejor amiga.
─ No empieces ahora monstruito ─ dijo entre dientes
Sara para no ser escuchada por las demás. ─ No es el momento.
─ Ok ─ repuso Raniel. ─ más tarde hablaremos las
dos.
─ Vale ─ consintió Sara, viendo sus manos para
distraerse un poco de la pesada mirada que sentía sobre ella.
Por su parte, las demás ajenas a lo que sucedía
entre Raniel y Sara, probaban su bebida
a la espera de la llamada de Claudine con algunas palabras que cruzaban
de vez en cuando para romper el silencio denso que se instalaba por momentos en
la sala.
El minutero seguía su curso sobre la superficie
rectangular que conformaba un reloj de pared en forma cabaña de verano. Y por
sobre él se dejaba sentir todas las miradas de aquellas mujeres presentes en
esa sala. Cada golpecito que daba al avanzar se sentía como si la misma casa
retumbase haciendo una agonía el tiempo de espera; por no decir que mataba los
nervios de cualquiera.
Estaban procurando no pensar mucho y de esquivar
posar otra vez la mirada sobre las manijas de ese reloj, cuando… Sonó el
aparato en la sala…
─ ¡Al fin! ─ exclamó Anabelle que por poco se comía
las uñas por la angustia de no saber nada acerca de su prima porque le tomo 45 minutos recibir respuesta desde su
país.
─ Hija mía… ¡Por favor! ─ pidió Anette, indicando
que tomará asiento y fuese ella misma, quién contestase.
A la joven Duquesa no le quedo más remedio que
acatar los deseos de su madre y tomar asiento junto a su prometida. Mientras la
matriarca descolaba el auricular.
─ Claudine ─ habló su madre. ─ ¿Qué novedades me
tienes?
─ Madre… ─ dijo la joven y puso en conocimiento de
lo que había averiguado.
Después de unos minutos de charlar… Se oyó decir…
─ Comunícame de inmediato con Mariana o Michael ─
ordenó Anette. ─ Deben estar al tanto de lo que está pasando.
─ Dame un minuto madre y te comunico ─ indicó
Claudine.
─ Date prisa hija. El tiempo apremia ─ señaló
Anette.
Al cabo de un rato, el teléfono volvió a sonar y
fue contestado enseguida por Anette.
─ Hermana ¿Qué sucede? ─ dijo Mariana desde el otro
lado de la línea. ─ Claudine mencionó que deseabas hablarme sobre Alesia.
─ Mariana ¿Sabes dónde está mi sobrina? ─ preguntó
sin rodeos Anette.
─ Hasta dónde sé, se encuentra en la compañía
revisando balance junto a Mildren. ─ respondió la madre de Alesia. ─ ¿por qué
lo preguntas?
─ Alesia no está precisamente en las oficinas de la
empresa ─ indicó Anette. ─ Y por lo visto, no estás al tanto de los pasos de mi
sobrina, hermana.
─ Anette, te recuerdo que mi hija es mayor de edad.
─ respondió Mariana con cierta molestia. ─ Ya pasó el tiempo que debía estar
detrás de ella para enseñarla todo lo que se espera de una Condesa y sus
obligaciones. Ella es lo suficientemente inteligente y perspicaz para saber
tomar decisiones. Así que quiero que me digas ¿Cuál es el motivo para que me
llames desde tan lejos y con la urgencia que demuestras por mi hija?
─ Mariana, no deseo alarmarte pero temo que Alesia
pueda estar en problemas en este instante ─ explicó sin rodeos Anette. ─
¿Sabías que le encargó una investigación a Kat acerca de la vida de su esposa?
─ No estaba informada sobre ello ─ contestó
anonadada ésta. ─ ¡Explícame por favor!
─ Verás hermana… ─ fue así que Anette, explicó todo
lo que su hija le informó acerca de los pasos que Alesia había estado llevando
en secreto.
Esta vez fue una conversación que se prolongó
bastante tiempo y que dejo en el ánimo de ambas hermanas signo de inquietud y
zozobra con respecto a lo que pudiese estar ocurriendo en la vida de la mayor
de las hijas de Mariana.
─ No te voy a mentir, Anette. Creo que mi esposo no
va a tomar nada bien esto ─ mencionó preocupada Mariana. ─ Te agradezco mucho
que hayas llamado. Haré lo mismo y pondré al tanto a Michael de lo que está
sucediendo con nuestra hija.
─ No hay tiempo que perder hermana porque es más
que seguro que Alesia va a ir detrás de esos dos y puede ocurrir una desgracia.
─ Sugirió Anette. ─ Por favor, date prisa en hallar a mi sobrina.
─ Me despido y más tarde llamó para informarte ─
señaló Mariana y cortó enseguida la llamada.
Una vez que su hermana finalizó la llamada. La
matriarca de los Calguiere, tras dejar el aparato en su lugar, se volteó para
ver a su familia.
─ Madre ¿Qué sucede con Alesia? ─ preguntó de
inmediato Anabelle.
─ ¿De qué trata esa investigación? ─ fue el turno
de Francis de preguntar.
─ ¡Un momento! ─ demandó Anette, levantando su mano
para llamar a la calma. ─ Una dama sabe comportarse y guardar serenidad ante
los imprevistos. ¿Dónde que dan sus modales hijas mías?
Ambas hijas de la antigua Duquesa, bajaron la
cabeza avergonzadas por su comportamiento. Y provocaron que ambas novias
quedaran viendo con asombro el manejo y desempeño de la que sería su futura
suegra.
─ Lo siento ─ fue la respuesta de ambas chicas
Calguiere.
─ ¡Así está mejor! ─ repuso Anette un poco más
aliviada de sobre llevar el huracán de hormonas que suelen envolver a sus hijas
cuando la situación es demasiado apremiante para sus años y cierta falta de
experiencia no les beneficia del todo.
─ ¡Vaya! ─ exclamó Raniel intercambiando miradas
con Sara, que encogía sus hombros. ─ Es muy buena manejando a sus hijas.
─ Hijas, es tiempo de hablar ─ comenzó la
explicación de Anette para con sus hijas y las demás presentes. ─ Claudine me
acaba de informar que mi sobrina ha mandado hacer una investigación a dos
hombres que; según le comentará Kat; estarían detrás del quiebre y separación
del matrimonio de su prima. A grandes rasgos puedo decirles que creemos que
Alesia va a en busca de esos responsables dado que no contesta su teléfono y no
se está en la empresa como tampoco en su departamento. Por este motivo, me
comuniqué con su tía no solo para
ponerla en conocimiento sino que además, advertirles que podría estar en graves
problemas. Todos conocemos el carácter y las medidas que toma Alesia cuando se
trata de engaños y malas prácticas. Y más en este caso que le concierne
directamente como es su matrimonio. El tema es muy delicado si llegase a
comprobar la información que nos proporcionó Katherine.
─ ¿De qué hombres estamos hablando, madre? ─
inquirió Anabelle tras oír la explicación de Anette. ─ ¿Estabas en conocimiento
sobre el matrimonio de Alesia y Misha?
─ Así es hija mía. ─ respondió Anette. ─ Toda madre
sabe muchas cosas que no siempre puede decir por el bien de los suyos. Y más
aún teniendo una gran responsabilidad y
obligación que conlleva nuestro apellido. A petición de mi hermana, fuimos
testigos con su padre de la celebración privada de la boda de Alesia con Misha
hace cuatro años tras. Ellas tenían sus razones por no querer dar a conocer su
compromiso ante la sociedad y claramente, esos motivos se justifican hoy. Dado
que en ese tiempo ambas solo contaban con 20 años y aún no terminaban sus
estudios.
─ Madre, disculpa que interrumpa ─ intervino
Anabelle. ─ Pero ¿Cuál fue el motivo de celebrar una boda en secreto?
─ Los padres de Misha ─ respondió seria Anette. ─
llevamos a cabo esa celebración de nupcias con el consentimiento del ministro
encargado de velar nuestras leyes y fue solicitado expresamente por Alesia para
salvaguardar a su futura esposa. Dado que se firmó un acto de secreto y un voto
de silencio de parte de nosotros cuatro, mantendrían la seguridad de ambas
muchachas sin perjuicio de faltar a ningún estatuto de la ley británica.
─ ¿Los padres de Misha son homofóbicos? ─ Preguntó
Anabelle, tratando de atar cabos. ─ Por el secreto de su matrimonio.
─ Hija mía, no es tan simple como ser homofóbico ─
esclareció Anette las dudas de su hija. ─ Estamos hablando de mucho más. El
padre de Misha, es un connotado juez, cuyo prestigio lo ha llevado a ocupar uno
de los puestos más importantes en la justicia del Reino unido. Cualquier escándalo
que se viese envuelto su familia podría costarle el futuro en sus aspiraciones
políticas. ¿Comprendes eso?
─ En cierta parte lo comprendo. ─ repuso Anabelle
sopesando los dichos de su madre. ─ Están expuesto al escrutinio público
constantemente. Sin embargo, eso no aclara completamente mis dudas en que sí
ellos son homofóbicos y cómo perjudicaron la relación para llegar a una
ruptura.
─ En este caso no es la madre, sino el padre de
Misha, quién sí es una persona opositora a la relación de personas del mismo
sexo. ─ respondió seria Anette sobre un tema que no gusta a muchos aún en estos
tiempos. ─ Y un matrimonio de esa índole no hubiese sido aceptado por él.
─ Comprendo ─ dijo Anabelle, moviendo su
cabeza contrariada ante la explicación. ─
Ahora entiendo el celo en el silencio de
Alesia.
─ Madre. Si la boda fue en secreto y solo ustedes
lo sabían ¿Cómo fue qué consiguieron destruir el matrimonio de mi prima? ─
Preguntó Francis que siguió atenta la conversación y sacaba cuentas de los
hechos. ─ Se supone que no fue dado a conocer por ustedes y conociendo a
Alesia, jamás hubiese permitido que le hicieran daño a su esposa. Puedes
decirme ¿Quiénes son esos dos hombres? Tengo una noción de uno de ellos, pero
deseo que me lo confirmes tú.
─ ¡Madre! ─ llamó Anabelle al ver el silencio que
guardó unos instantes Anette ante la pregunta de la menor de sus hijas.
La matriarca, aspiró con fuerza aire para responder
la pregunta…
─ El tema es más delicado de lo que ustedes puedan
suponer porque el resultado que arrojó la investigación de Katherine nos habla
que los responsables son dos hombres y uno de ellos ustedes conocen
personalmente ─ respondió Anette. ─ El joven Bastían Wilson y el otro hombre es
Brandon Dorwen.
─ Así que era el padre de Misha ─ dijo Francis. ─
No estaba errada en lo que pensaba.
─ ¿Qué tiene que ver en todo esto Bastían? ─ indagó
Anabelle. ─ Hasta dónde yo sé, él pretendía
a Misha en tiempo de universidad, pero nunca los vi relacionarse como
pareja.
─ Hermana, ¿recuerdas lo que dijo Misha cuando
trabajamos en el proyecto de nuestras novias? ─ trajo a colación Francis en ese
momento.
─ Esa día que discutía con la hermana de Bastían,
esa tal… ¿Melanie? ─ trató de recordar Anabelle.
─ Esa misma idiota ─ contestó seca Francis ─ No
hacía falta que la nombraras. ¡Cómo sea!
¿Te recuerdas lo que dijo?
─ Ella habló sobre un chantaje que le hizo el
hermano de Melanie ─ intervino Raniel a favor de su prometida.
─ ¡Exacto! ─ dijo Francis. ─ Misha dijo que fue
objeto de un chantaje por mucho tiempo a manos de Bastían.
─ Ahora que lo dices…Lo recuerdo ─ afirmó Anabelle.
─ Fue una extorsión sobre unas fotos que le tomaron a ella.
─ ¿De qué fotos hablas hija mía? ─ fue el turno en
preguntar a Anette. ─
─ Unas que tomó Bastían cuando estábamos en la
época de universidad y según Misha; le costaron muy caro ─ respondió Anabelle.
─ Es precisamente le comentó Katherine y qué fueron
mostradas al padre de Misha ─ comentó Anette tras escuchar a su hija. ─ Por lo
visto, este joven extorsionó a la esposa de tu prima y este asunto no terminó
ahí solamente. Porque la indagación descubrió que por muchos años, la joven
Dorwen fue víctima de agresión física por parte del juez Dorwen y recluyó a su
hija en un convento para ocultar las huellas de dicho maltrato.
Las cinco mujeres quedaron pasmadas al escuchar el
relato de Anette y sus ojos mostraban esa consternación a flor de piel.
─ ¡Oh por Dios! ─ exclamó consternada Anabelle,
llevando sus manos sobre sus labios. ─ Madre ¡esto es grave! ¿Te imaginas cómo
debe sentirse Alesia al descubrir todo esto?
─ Me estoy haciendo a la idea, hija mía ─ señaló
Anette ─ Y por esta misma razón llamé de inmediato a Mariana. Tengo miedo en lo
que pueda llegar hacer Alesia al confrontar a cualquiera de los dos. No hay
poder en el mundo que pueda apaciguar a un corazón que busca revancha por lo
que hicieron a su ser querido.
─ Ahora me hago la idea del porqué esta angustia ─
mencionó con pavor Anabelle. ─ ¡Tengo miedo por Alesia!
─ Hermana, trata de calmarte por muy difícil que
sea conciliar sosiego en este instante ─ expuso Francis, abrazando a la
Duquesa. ─ Debes confiar en Alesia. Ella es una mujer muy sensata y a pesar de
las circunstancias sabrá pensar con la cabeza fría y no hacer una locura.
Además, no creo que se arriesgue en dejar sola a su esposa en este momento a
sabiendas del padre que tiene. ¡Por favor confía en ella te lo pido!
─ Creo en ella y deseo de todo corazón que sea así
hermana ─ dijo Anabelle al borde del llanto. ─ Pero no debe ser fácil para
Alesia pensar claramente después de saber la verdad. ¡Calló por muchos años su
dolor en completa soledad! Ninguno de nosotros pudimos ayudarla para mitigar su
pérdida y sin embargo, ella siempre ha estado para todos nosotros. No me
perdonaré si algo le llega a suceder.
─ Anabelle ─ susurró Francis, que comprendió a la
perfección la angustia de su hermana. ─ Te prometo que no la volveremos a dejar
nunca más sola y seremos la familia que siempre debió ser con ella. Alesia, no
volverá a vivir una situación como ésta otra vez porque no vamos a darle la
espalda nuevamente por ignorancia ¿no es así, madre?
─ Así será, hijas mías ─ aceptó el mea culpa Anette
y comprometió su apoyo. ─ Cometimos un grave error al dejar a mi sobrina sin el
apoyo de la familia. Y es algo que no vamos a caer nuevamente. Personalmente me
voy a ocupar de este asunto.
Dicho esto, la matriarca, sacó su móvil personal y
marcó directo a un número particular…
─ ¡Buenas noches David! ─ saludó Anette. ─ Necesito
que de inmediato llames a… (Procedió en darle órdenes expresas a realizar)
Una vez encargado a su abogado sus deseos, marcó
una llamada directa a su esposo y se mantendrían hablando mucho rato hablando
sobre el asunto familiar.
─ Creo que debemos dejarlas a solas un momento ─
habló despacito Sara al oído de Raniel. ─ Nada podemos hacer nosotras.
¡Acompáñame por favor!
─ De acuerdo ─ consintió Raniel.
Ambas chicas, salieron muy despacio sin ser vistas
por los demás. Se dirigieron hasta la parte trasera de la casa y a pesar de la
nieve que estaba cayendo en ese momento. Salieron a la intemperie.
─ Dime ¿qué sucede? ─ preguntó Raniel a su mejor
amiga. ─ No es coincidencias que me hayas llamado afuera ¿no es así?
─ Tenemos que hablar monstruito sobre un tema
pendiente entre las dos ─ respondió Sara.
─ ¿Qué tema pendiente? ─ inquirió Raniel, con suma
curiosidad al ver la seriedad del rostro de su amiga.
─ Yo te traicioné, Raniel ─ señaló Sara.
─ ¿Traicionarme? ─ preguntó más curiosa Raniel. ─
¿en qué?
─ ¡Uf! ─ exclamó Sara, votando toda la tensión que
guardaba consigo. ─ Sé muy bien que no te gusta que te oculten cosas y
menos que te mientan.
─ ¡Ya! ─ apremió Raniel con una ceja levantada. ─
¿Y?
─ Hice algo que no debía hacer ─ comenzó a confesar
Sara, jugando con sus nerviosas manos. ─ Hablé cosas importantes tuyas con
Anabelle, cuando estabas comportándote extrañamente y al ver qué podías
perjudicar tu relación con tu prometida. Intervine y le puse sobre aviso de que
ya sabías quién eras. Le dije que tú eras Rowine Mcraune. No te pido que me
perdones solo que comprendas que temía que fueras hacer una locura y lastimases
a tu novia y a ti misma.
Aquellos ojos esmeralda se habían entrecerrados muy
despacio a medida que escuchaba la explicación de su mejor amiga y compañera de
toda una vida. Sopesó un buen rato las
palabras y meditó sus acciones.
─ Sara ─ habló muy seria Raniel. ─ Es bien sabido
que detesto que me mientan y oculten las cosas. Pero más aborrezco, es la manipulación que pueden hacer las
personas con los sentimientos y las situaciones que pueden perjudicar la vida
de otros. ¡Hiciste lo que debías hacer! No me molesta como tampoco alabo lo que
hiciste, pero comprendo tu proceder. Y te ruego a futuro, que guardes más los
lazos de amistad que tenemos entre nosotras porque somos muchos más que amigas;
somos hermanas. Y eso está por encima de muchas cosas, Sara. No vuelvas a
exponerme a menos que mi vida este en riesgo ¿de acuerdo?
─ Por supuesto que estoy de acuerdo ─ dijo Sara,
abrazándose fuerte a la joven Raniel. ─ Nunca más te volveré a fallar ¡Mi
monstruito!
─ ¡Sara! ─ exclamó con un dejo de melancolía
Raniel, que suponía la angustia de la joven. ─ Sabes que daría mi vida por ti.
─ Y yo, por ti ─ secundó Sara. ─ Nunca más… ¡Te lo
prometo!
─ Lo sé, cariño ─
murmuró Raniel, acariciando la espalda de la pelirroja. ─ Lo sé muy
bien.
Ninguna de las dos, se percataron que fueron
observadas a la distancia por dos pares de ojos azules que las veían con el
ceño semi fruncido y sus manos empuñadas.
─ ¡No saquen conclusiones precipitadas! ─ sugirió
la matriarca a espaldas de…─ Ni oídos a palabras dichas al calor del dolor.
Ambas voltearon a ver a Anette Calguiere, que les
reprendió con los ojos por su comportamiento.
─ La base del amor es…La confianza ─ mencionó su
madre. ─ No lo vayan a olvidarlo nunca o perderán todo por lo que han luchado.
Aquellos ojos azules no dejaban de contemplar a los
mismos de la tonalidad de la matriarca y volver a mirar a las jóvenes abrazadas
en la intemperie y bajo una copiosa nieve que las cubría.
Mientras todo esto se desarrollaba al calor o frío
del manto de nieve…En otro lugar bajo un cielo gris y cargado de niebla…
Un aparato telefónico timbra sobre la cubierta de
una mesa de arrimo y en breve fue levantado su auricular…
─ ¡Buenas noches! ─ saludó una joven de cabellera
dorada. ─ Diga
─ ¡Buenas noches Misha! ─ saludó una voz de mujer. ─
Soy Mariana ¿está mi hija contigo?
─ No, ella no está aquí ─ respondió la joven
Dorwen. ─ ¿Sucede algo? Me dejaste muy en claro que no volveríamos hablar hasta
que no hablases con Alesia primero. Así que tu llamada no creo que sea por esa
razón o ¿me equivoco?
─ Justamente están ocurriendo cosas que no me
agradan Misha y tienen relación con tu pasado ─ contestó sin rodeos Mariana. ─
Y mucho me temo que mi hija esté en problemas por causa de ese pasado.
─ ¿Qué quieres decir con eso? ─ preguntó con
preocupación Misha ─ ¿A qué te refieres con mi pasado? Habla, por favor.
─ Alesia lo sabe todo ─ respondió Mariana muy seca.
─ ¿Qué sabe? ─ insistió Misha.
─ Mi hija supo del maltrato que te sometió tu padre
─ explicó Mariana. ─ y los encierros que tuviste en aquel convento.
─ No puede ser ─ murmuró una devastada Misha. ─ Eso
es imposible…Dime ¿qué más sabe Alesia?
─ Lo que acabo de mencionarte y de la extorsión que
te hizo Bastían Wilson ─ aclaró Mariana. ─ Alesia hizo investigar a tu ex
compañero y terminó por descubrir el abuso que te sometía, el honorable juez
Dorwen. ¿Por qué callaste Misha?
─ Porque él es mi padre ─ respondió sin voz Misha. ─
Era algo que no debía saberse porque lastimaría su imagen.
─ ¿Y te pusiste a pensar en qué iba a suceder con
mi hija? ─ espetó molesta Mariana. ─ Ella tenía derecho a saber la verdad. Por
mucho tiempo se culpó por su fracaso y no hubo una noche en que no te llorase.
¿Estabas ahí cuando yo veía destrozada a Alesia sobre su cama?
─ No ─ fue la respuesta de Misha. ─ No estaba ahí.
Pero entiéndeme tú a mí; no podía delatar a mi padre.
─ ¡Entiendo! ─ dijo Mariana. ─ Pero si podías
exponer a mi hija a vivir un infierno del que no tienes idea. Y luego, tuvo que
conformarse con verte salir con quién se te dio la gana a vista y paciencia de
todo el mundo ¿qué clase de mujer le hace eso a su ser amado? ¡Era tu esposa
Misha! ¿No te importó un poco siquiera todo lo que te amaba?
─ Yo… Yo… No podía ─ balbuceó a duras penas Misha,
cuyo nudo en la garganta le dificultaba hablar─ Tenía mi propio infierno con el
cuál he vivido todos estos años y ver a Alesia, no hacía más que recordarme lo
que perdí, lo que me arrebataron, lo que me privaron por el simple hecho de
haberme atrevido amar a una mujer. ¿Sabes lo que es perder una parte de ti,
Mariana? ¡Que te arranquen la mitad de tu vida! Por ser una maldita enferma con
inclinaciones sexuales hacia las mujeres ¿Puedes ponerte en mi lugar y decirme
cómo mierda podía seguir con tu hija? Sin tener que recordar que perdí mucho
más que una esposa… ¡Dímelo! Porque yo no podía más.
─ ¿De qué diablos hablas niña? ─ preguntó Mariana
levantando la voz. ─ ¿Qué fue lo que te privaron? Porque no estoy entendiendo
nada.
─ No puedo… ¡Lo siento! No voy a volver hablar de
ello nuevamente! No pasaré por eso otra vez. ─ dijo Misha, recobrando el valor
y hablando golpeado. ─ ¿Solo querías saber dónde se encuentra Alesia nada más?
Porque te reitero que ella no está en el departamento. No la veo desde la
mañana.
─ ¡Mira Misha! No uses ese tono conmigo; porque ya
mucho toleré cosas en el pasado ─ advirtió bravísima Mariana. ─ Ahora estoy
llamándote porque necesito ubicar a mi hija y saber que no está en problemas
por tu causa y haya ido a buscar venganza en contra de Bastían Wilson o de tu
bendito padre. ¡Ruega al cielo que ella no haya cometido una locura! Porque si
no tendrás otra cosa más que lamentar en tu vida y esta vez, sí voy a tomar
cartas en el asunto y no voy a descansar hasta hacerles pagar muy caro todo el
daño que le han hecho a Alesia. De ella nadie se va burlar nunca más ¡Te lo
juro por lo más sagrado!
Mariana Calguiere, no dio tiempo a defenderse o
decir nada más porque de una cortó la llamada con tremendo estruendo de
aparato. Dejando con escalofríos a la joven Dorwen.
─ ¡Mi padre! ─ murmuró Misha y reaccionando marcó
al número de móvil de su esposa. ─ ¡Alesia por favor! No hagas nada.
Una y otra vez se escuchaba el tono de marcado y
caía en buzón de voz… Lo repitió ocho veces más y de pronto una idea se le vino
a la mente, que hizo que tomase su abrigo y las llaves y saliese rauda del
apartamento como alma que lleva al diablo.
Mientras que…
─ ¿Qué se siente vivir en carne propia lo que le
hiciste pasar a ella? ─ preguntó la voz de una mujer, cuyos ojos azules estaban
oscurecidos por el odio.
No hubo respuesta a su pregunta porque el pavor
estaba instalado en esos otros ojos azules, que apenas se abrían y solo gotas
de sudor frío bañaban el semblante de aquel hombre.
─ ¡Muy hombre para tus cosas! ─ masculló con rabia.
─ Golpeando a escondidas a una mujer indefensa sin dejar rastros de tus actos
¿Eso te hace mejor? ¡Háblame maldito bastardo!
Nuevamente no hubo respuesta y un duro golpe se
dejo sentir en toda la humanidad de aquel hombre que estaba sobre aquella
silla. Despojado de todo y aislado de todos.
Para su desgracia no habrían alma alguna que oyese
sus lamentos o que pudiese prestarle socorro alguno…Su suerte estaba echada.
Y en el mismo corazón de Londres, en la azotea de
un edificio antiguo…
La figura de dos hombres dejaban sentir toda la
fuerza bruta que irradiaban sus cuerpos sobre el estomago de un hombre relativamente
joven…Privándole del poco aire que podía respirar y solo exudaba una y otra vez
sangre de sus labios a causa de la paliza que le estaban sometiendo.
─ ¡Así que extorsionista! ─ se mofó uno de los
hombres. ─ Ahora vas aprender que les hacemos a hombres como tú.
Uno, dos, tres y más golpes se dejaron sentir sobre
el abdomen del joven y seguirían por mucho tiempo más hasta completar su
misión.
Se dice desde tiempos remotos que: ¡Quién a hierro mata…A hierro muere! En la
vida todo se devuelve de una manera u otra. Nada se deja sin cosechar para bien
o para mal.
Los MOTIVOS que uses serán los únicos testigos plasmados
en el libro de la vida y que atestiguaran en tu favor o en tu contra. ¡Piensa
dos veces antes de actuar!
1 comentario:
Que capítulo! al fin se sabe la causa del rompimiento de Alesia y Misha...--siempre tuve curiosidad--Bien seguiré al pendiente del siguiente capítulo.Saludos..
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