mujer y ave

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lunes, 15 de julio de 2024

Retomar

 

Capítulo 4, un camino de rosas y espinas

Retomar…

Han pasado unas horas desde que abordaron el avión junto a las otras dos mujeres con rumbo a la capital y tras ser recibidas por la familia de ambas Arquitectas y de explicar cómo fueron las cosas. Compartieron un tiempo en casa de Sofia hasta que decidieron hacerlo junto a los suyos y así integrar a Carla a su familia.

Luego de unas horas más, tomaron la decisión de partir junto al pequeño Benja al departamento de la contadora y disfrutar después de mucho tiempo el amor que ambas se profesaban y por primera vez lo vivían como una pareja propiamente tal, sin mentiras, sin prohibiciones. ¡Al fin podrían vivir plenamente su amor!

En honor a la verdad, bien tarde pudieron descansar tras unas cuantas horas más de amarse hasta el agotamiento y la dicha plena de ambas mujeres.

Lo que ellas olvidaron por completo es que llegaron a tierras sureñas un jueves en el caso de la contadora y un viernes en el de la Arquitecta y estuvieron todo el fin de semana compartiendo con la familia Ramos y arribaron a la capital del país un lunes por la mañana. Hablamos de una semana laboral y lo que significaba que debían retornar a la rutina y al trabajo que las estaba esperando.

Un tic, un toc, un tic más y de pronto… ¡zuácate! Sonó el bendito despertador con una alarma más que terrible que dejó a la rubia Arquitecta literalmente pegada al techo del susto.

—¡Oh, mi Dios bendito! — exclamó con espanto Mariela tapando sus oídos y agazapada en su propio cuerpo. — Cary, apaga esa monstruosidad del averno, por favor.

—¡Ya está! — contestó Carla restregando su mano sobre su rostro. — Deberías estar acostumbrada Arquitecta al sonido de mi alarma.

—Nunca podré hacerlo con semejante alarido — protestó Mariela sobando su cabeza. — es atroz ese sonido y no sé cómo puedes siquiera utilizarlo. Es insano y poco saludable para tu Psiquis.

—Si pusiera otra melodía de seguro paso de largo — contradijo Carla estirando sus brazos y sentarse sobre la cama para ver a su novia. — Y es algo que no queremos ¿verdad?

—Claro que no, mi Cary — confirmó Mariela viendo fijamente esos ojos pardos. — ¡Te amo mi sexy mujer!

—Mar — murmuró con alegría Carla y se inclinó de inmediato para besar los labios de su pareja. — Te amo demasiado mi preciosa Arquitecta.

—¡Um!... ¡Que rico! — musito entre besos Sopric dejándose consentir. —Extrañaba tanto esto.

—Lo sé cariño. — murmuró con ternura Carla dejando un último beso a su novia. — También yo lo extrañaba y ahora mi preciosa debemos levantarnos antes de que nuestro hijo despierte.

—¡Oh cierto! — fue la exclamación de parte de Mariela.

Y como si fuese convocado en ese mismo instante…

—¡Mamí! — fue el grito que se escuchó en la habitación continua.

Y ambas mujeres se quedaron viendo entre sí y estallaron en carcajadas al oírlo.

—Nuestro príncipe requiere de nosotras— mencionó divertida Carla que se puso en pie de un salto y se acercó a una banqueta para tomar una bata para cubrir su cuerpo y volteó a verla. — ¿Vienes Arquitecta?

—Iré en un momento — respondió ésta levantándose también. — Necesito ir al baño antes.

—De acuerdo cariño — dijo Carla y viéndola pícaramente agregó. — Aprovecha para cubrir esa marca en tu cuello amor o tendrás que dar muchas explicaciones en Almapric y te aseguro que Casy no te va a dejar tranquila por un buen rato.

—¡Cary! — protestó de inmediato Mariela llevando su mano al cuello. —Dijimos que sin marcas.

—¡Aha! Pero eso no fue lo que me rogabas hace unas horas atrás o ¿Quieres que te refresque tu memoria encanto? — refutó coquetamente Carla.

Tamaños ojos abrió la Arquitecta cuando recordó de golpe a lo que señaló su pareja y los colores se le subieron al rostro.

—Jajaja — fue la sonora carcajada de parte de Carla al contemplar el rostro sublime de su mujer. —Creo que con eso acabo de despertarte amor.

—¡Eres una bruja descarada! —  protestó Mariela roja de la vergüenza y sin más se metió al baño para no darle más chance de provocarla más.

Por su parte la joven contadora solo sonrió al verla perderse en el baño. Así que, sin más, se fue con dirección hacia el dormitorio dónde era demanda a viva voz.

—Voy mi príncipe bello — alzó más la voz Carla para ser escuchada.

Antes de ingresar vio a través de la ventana que el astro sol apenas asomaba por las montañas y supo que sería un día un tanto frio y que se debían abrigar más en especial a su pequeño.

—Que bueno que tengo varias mudas de invierno para mi Benja — murmuró entre dientes Carla viendo al horizonte. — Deberemos ir de compras lo antes posible y ajustar algunas cosas en el apartamento para que puedan caber todo cuanto ambos necesiten.

Eso la dejo meditando unos segundos al respecto ya que todo ha cambiado y es lógico para ella, que su pareja y su hijo dejen atrás el pasado y sobre todo aquella casa con todo lo que implica.

—Deberé hablarlo con Mariela — se dijo para sí Carla. — No es sano para ella como tampoco para mí seguir atada a cosas que nos vinculan a un pasado doloroso.

Sin mas demora en el proceso ingresó a la habitación dónde ya le esperaba sentado su pequeño príncipe con el ceño fruncido por la demora lo que provocó que la joven contadora se sonriera entre dientes puesto que su hijo era el retrato vivo de Mariela en casi todos lo sentido, es decir, un noventa y nueve por ciento era su copia calcada.

—¡Mamí! — reclamó el pequeño Benja estirando sus brazos y frunciendo más el ceño.

—¡Ya mi príncipe bello! — calmó Carla a su niño que se abrazó con fuerza a sus brazos con desesperación lo que la conmovió demasiado por esa ansiedad que mostraba su retoño. — Mami ya está aquí.

—Mamí — balbuceó entre una especie de hipo el pequeño Sopric restregando su carita sobre el torso de la contadora.

—¡Benja! — llamó Carla. —¡Mírame!

El pequeño despegó su rostro de su madre para hacer lo que se pidió ya que Carla empleó un tono de voz peculiar que demandaba autoridad. Era una demanda serena y medida, pero exigía ser acatada.

Benjamín, aunque era un niño que estaba por cumplir cuatro años muy pronto conocía cuando su mami Carla empleaba ese tono y lo que implicaba. Solo unos suspiros aún hipados, un tantito exagerados por parte del rubio Sopric al querer manipular a su mami y todavía con el ceño fruncido alzó su rostro y clavo sus ojos verdes en su mami Carla.

—¡Así me gusta! — alabó Carla viendo esa mirada tan entrañable de su retoño, pero no perdió de vista ese ademán entre su cejas. — ¿Qué tiene mal a mi pequeño príncipe hoy?

—Mamí llegó tarde — reclamó el bribón frunciendo más su ceño para darle la connotación precisa sobre su punto. — No vino al tiro.

Por su parte Carla tuvo que morderse los labios hacia adentro para no estallar en risas ante lo exigente que es su bebé. No cabía duda de que el dicho se cumplía a cabalidad «De tal palo, tal astilla»

—Mi príncipe bello, me disculpo contigo por mi retraso y voy a esforzarme para que no vuelva a suceder — Con amor Carla sin apartar la mirada de su hijo y acariciando su carita, agregó. —Ahora tú tendrás mi niño hermoso que ser paciente porque habrá ocasiones en que mamá Mariela o yo estaremos ocupadas por lo que quiero que me prometa que me esperará sin enojarse o sentirse con penita ¿estás de acuerdo? ¿lo harás por mí?

—Sí, mami — prometió Benja abrazando a su mamá del cuello y llenándola de besitos. — esperaré, solo un poquito.

—¿Qué tan poquito? — inquirió Carla entre besos que recibía de su hijo.

—Uno, dos, tres y cuatro — contestó el niño contando con su manito.

—Jaja — estalló en carcajadas Carla. — ¡Eres un bribón! Igual que tu madre.

Fue el turno de la contadora de comerse a besos a su pequeño. Mientras que lo tomó en brazos para llevarlo cerca del closet y verle ropa para el día.

—Ahora vamos a vestirnos, mi príncipe— dijo Carla mientras lo dejaba sobre el borde de la cama y quitaba su pijama junto con colocarle una crema a su cuerpo y alguna loción para niño. Luego, le colocó una camisa de franela, pantalones de chótele, un jersey, sus botines.

En eso…

—¡Buen día mi hermoso Benja! — saludó Mariela entrando a la habitación y viendo a su hijo. —Pero ¡qué guapo estás!

—Mamí — repuso el rubio Sopric mientras estaba siendo peinado por su otra mamá.

—¿Cómo se saluda Benja? — Señaló Carla viendo a su niño que detuvo su trabajo de peinado.

—¡Buenos días mami! — rectificó Benja colocando carita de avergonzado frente a su mamá morena.

—¡Buenos días mi niño hermoso! — volvió a saludar Mariela comiéndoselo a besos.

—Mamí… ¡Ya! — protestó el pequeño Sopric que no le gustaba que lo despeinaran.

—¡Ay, pero que genio! — se quejó Mariela haciendo ella pucheros como niña chica.

—Jajaja — se carcajeó Carla moviendo su cabeza al ver tal espectáculo de parte de ambos Sopric. — Ustedes dos son dos gotas de agua. Son incorregibles el parcito.

—No lo soy — protestó Mariela moviendo sus pestañas en falsa inocencia.

—¡Aha! — contravino Carla entregándole el cepillo a su pareja. — Termina de arreglar tu desastre mientras yo me visto y desayunamos juntos ¿les parece?

—No — fue la respuesta de Benja frunciendo el ceño nuevamente.

—Sí — respondió Mariela aceptando el peine.

Ambas mujeres se quedaron viendo entre si y luego, ver a su pequeño terremoto y siendo la propia Carla, la que decidió saber.

—¿Por qué no mi príncipe? — indagó Carla.

—Quiero ir contigo — contestó Benjamín, pasando sus manos por sus cabellos a modo de peine. — Estoy listo ¡Mira!

Eso dejo boqui abierta a la contadora y a su vez, provocó que la Arquitecta viese con adoración a su hijo pues se hacía una idea de lo ansioso que estaba Benjamín con respecto a Carla ya que no la había visto en más de dos meses y sumado a su viaje a tierras australes solo gatilló el no querer separarse de ella bajo ningún motivo. Estaba claro que esto no era bueno y deberían hablarlo con su pareja y aminorar con terapias esos posibles temores del niño.

—Mi Benja — dijo Mariela tomándolo en brazos y besando su carita. — Tú y yo vamos a arreglarnos bien y permitirle a mami Carla para que pueda vestirse y la iremos a buscar ¿te parece bebé? — negoció Mariela con su hijo. — Y así en la tarde pase a recogerte al jardín.

—Bueno — aceptó el rubio de no muy buena gana estirando su labio hacia afuera tal como suele hacerlo la Arquitecta cuando está siendo superada por la propia contadora.

Esto vino nuevamente a confirmarle a la joven Ramos que tenía dos pesos pesados con los que lidiar en cuanto se trataba de negociaciones familiar. Realmente jamás imaginó que su vida fuera de ese modo y la verdad, tampoco la cambiaría en absoluto ya que aquí estaba la razón principal por la cuál conoció o comprendió el termino felicidad. Aunque hubo periodos para el olvido y de un estrés atroz, soledad y decepción y, sin embargo, era mayor la dicha que esa etapa oscura.

—¿Entonces? — inquirió Carla viendo a sus dos amores. —Tengo permitido irme a cambiar de ropas o ustedes dos quieren que vaya así tal cuál estoy vestida.

Esto lo acompañó con una pose de modelo de pasarela para impresionar a los dos y la respuesta se hizo sentir de inmediato.

—No — fue la replica de la dupla Sopric con el entrecejo fruncido y viéndola seriamente.

—Jajaja — se carcajeó Carla de lindo ante la espontanea respuesta de ambos y más por la expresión de sus rostros. —¡Qué parcito tengo!

—Mami, no va así — dijo el pequeño Sopric y corrió hasta dónde había una banqueta con prendas de vestir, las tomó y regresó hasta dónde su madre y se las pasó. — te paso mi ropa para trabajo.

Este hecho hizo que el corazón de la contadora se contrajera de tanto amor por su hijo y por mucho que le divirtiese la situación. Ella apreciaba como su niño hermoso era cariñoso y a la vez muy protector con ella siendo tan pequeño.

—¡Mi hermoso príncipe! — murmuró orgullosa Carla que lo alzó en brazos y le demostró todo su amor. —Te amo mucho mi precioso hijo.

—Mami linda — murmuró risueño Benja que se dejo consentir por su madre y se abrazó al cuello de ésta.

Por su parte, la Arquitecta al igual que su mujer, quedó impresionada de ver que su hijo era aprensivo con su madre y que el cariño que ambos se profesaban era tan palpable y genuino que nadie podría jamás dudar de su vínculo madre/hijo.

—Por mucho que ame verlos siendo mis dos tortolitos hermosos que son — mencionó Mariela viendo el reloj mural rayo McQueen. —Se nos hará tarde.

Eso fue suficiente incentivo para que Carla entregase a su retoñó en brazos de su otra mamá y se fue rauda a su dormitorio a ducharse veloz y vestirse antes de que sus dos amores le hicieran sentir la regla del tiempo.

¡Había que decirlo! Carla Ramos, se jacta de ser muy responsable en todo lo concerniente a su trabajo en la constructora como en temas legales de igual forma. Pero en su intimidad en su departamento se tomaba ciertas licencias por no decir, bajaba la intensidad a la locura de su rutina diaria y ello, implicaba no correr por nada, simplemente fluir. No obstante, ella se fue a involucrar sentimentalmente con una mujer con una ética muy cuadrada y exigente en todos los aspectos de su vida y ahora había que sumarle a que su amado hijo que era la copia calcada de la Arquitecta.

—¡En fin! — murmuró Carla mientras secaba su cuerpo. —Así los amo a los dos y no cambiaría nada de ellos.

Después de unos momentos ya estaba lista enfundada en una falda ajustada al talle y expandida en la parte final de color grafito, junto a su chaqueta de la misma tonalidad y una blusa purpura con su respectiva chaquetilla sin mangas. Ella procuraba vestirse impecable para todo lo relacionado al trabajo y presentaciones que debía acudir con bancos, instituciones públicas, proveedores y en otras circunstancias que ameritaban su presencia en representación de Almapric.

Ajustó sus tacos y tomó su portafolio para salir en busca de sus dos amores.

—¡Wow! — fue la exclamación embobada de la Arquitecta que ultimaba los detalles finales del desayuno de todos. —Te ves preciosa amor mío.

—Gracias — repuso Carla robándole un beso a su mujer. — ¿Necesitas ayuda con algo? Porque veo que ya está casi todo listo.

—Benja y yo nos ocupamos de preparar el desayuno — respondió Mariela que se lamía los labios después de ese piquito. — solo nos falta algo de Yogurt para la compota y estamos listos.

—Eso me recuerda que debo ir al supermercado a comprar más víveres — mencionó Carla sacando la botella de lácteo y moviendo su contenido para verterlo sobre los pocillos. — Y el sábado a comprar más hortalizas.

—¡Iremos! — rectificó Mariela piñizcando el trasero de su pareja. — Te recuerdo que ya no estás soltera y tienes una familia contigo ¿no es así mi Benja?

—Sí — contestó el pequeño pasándole una servilleta a su mami. —para ti, mami.

—Gracias, mi niño hermoso — dijo Carla que amaba esos gestos tan gentiles y caballeresco de su hijo. Colocando dicha servilleta sobre sus piernas y viendo a la Arquitecta. — No olvido ni por un momento que tengo una hermosa familia conmigo y por supuesto que iremos juntos hacer esas compras hoy. Pero veremos si encargamos hortalizas ya que no es conveniente ir a lo Valledor con la locura de la delincuencia que hay en ese sitio.

—Eso es muy cierto. ¿no sé cómo has podido hacerlo tesoro? — admitió Mariela probando una tostada con quesillo. — De hecho, no sé qué tan rentable sea ya que es más un mercado mayorista. Creo que deberíamos hacer esas comprar en el super.

—Tengo muchos conocidos en ese lugar y me dan buenos precios. —aclaró Carla sirviendo una porción para su hijo. — Además que todo es muy fresco tal como le gusta a mi príncipe y es precisamente la razón de porque no deseo exponerlo a que vea cosas indebidas.

—Entonces llama a uno de tus contactos para que te despachen una lista de verduras y frutas para la semana— convino Mariela terminando de desayunar. — ¿terminaste mi Benja?

—Sí, mami — repuso el rubio entregando su vaso a su madre para que lo retirase.

—Espérame en el baño hijo mío. — demandó la Arquitecta colocando todo en el fregadero.

—Ya — fue la respuesta del niño y se fue raudo al lugar.

—¡Ve con él! — instó Carla a su pareja. — Me haré cargo de esto. Ustedes hicieron el desayuno.

—Bien — respondió Mariela depositando un beso en la mejilla de su mujer.

Mientras su pareja iba atender a su retoño, la contadora se hacía cargo de la limpieza de la bajilla utilizada. Al cabo de unos minutos cortos guardaba lo último que estaba encima de la encimera.

También se fue al baño para cepillar sus dientes y como imaginaba, la esperaban sus amores con el dentífrico sobre su cepillo.

—Gracias, mis hermosos amores — acotó Carla para ocuparse de su limpieza personal.

Segundos más tarde, los tres dejaban el departamento para esta vez, usar el ascensor por una cuestión de tiempo nada más. Retomar la rutina demandaba más de ese vital y mal necesario, tiempo.

Luego, subieron a la camioneta de la Arquitecta para salir del condominio de edificios con rumbo a providencia y dejar en el colegio o jardín infantil a su hijo y después retomar américo Vespucio con rumbo Almapric.

Estaban ingresando cuando fueron interceptadas por un guardia que le informaron que había proveedores esperando una reunión que había sido pospuesta para este día y requerían prioridad.

—Al parecer mi día se ve bastante auspicioso hoy — Se quejó Carla que recordó el motivo de dicha postergación. — ¡en fin! El deber me llama.

—¿Tienes alguna queja tan pronto, cariño? — inquirió burlona Mariela. — Dejaste la grande y tendrás que hacerte cargo mi hermoso prospecto.

—¡Mariela! — protestó Carla viéndola con cara de malas pulgas. —No te burles quieres.

—No lo hago, amor mío — aclaró risueña Mariela besando su mejilla antes que el ascensor llegase a su destino. —Solo que tu ausencia se hace notar en la empresa, nos guste o no reconocerlo y te puedo asegurar que tendrás a más de uno detrás de ti para que firmes facturas o presupuestos.

—Espero que te equivoques esta vez — suplicó Carla que sabía de lo acertada que era su pareja en sus planteamientos. — De lo contrario lamentaré haberme ido a Coyhaique tan improvistamente.

—No lo hagas, preciosa — indicó Mariela viendo el tablero del ascensor para rauda depositar un beso en los labios de su mujer y darle ánimos. — Necesitábamos ambas ese tiempo, no fue la forma. Pero era muy necesario y ahora, no estás sola ya que te has convertido en mi novia y futura esposa.

—¡Amor! — exclamó encantada Carla que fue quién tomó el toro por las astas y besó apasionadamente a su mujer.

—¡Um que rico! — murmuró extasiada Mariela al separarse de esa boca. — No sé si podré mantenerme alejada de ti con esos incentivos.

—Mar, sé que estamos en el trabajo y debemos cuidarnos de las habladurías, pero te pido que te des una vuelta por mi oficina, aunque sea un ratito ¿Quieres darme en el gusto? —solicitó Carla un poco mortificada porque sabía de las exigencias de Almapric sobre relaciones de índole sentimental.

—Cariño — susurró la Arquitecta acariciando la mejilla de su novia. —Lo haré y hablaremos con Elsa en un momento de la tarde para zanjar ese punto ¿te parece?

—Sí — respondió Carla justo cuando el ascensor de detenía.

Salieron del cubículo ambas justo cuando escucharon decir…

—¡Carla de mis amores! — llamó Casandra que traía una carpeta con muchas facturas y con una cara de alegría que no se la podía contener.

Y a su vez…

—Justo la mujer que estaba buscando y estaba destinada para mí— aduló Renzo con otra carpeta tan grande o igual que de la Arquitecta Goicochea.

Y también…

—Carlita — llamó Lorena jefa de bodega con varios documentos en la mano.

Además de…

—¡Al fin! — despotricó Martín que tenía que ver con seguridad con otro tanto de documentos y llaves en su poder. —Está la mujer que corta el queque.

Por último y colmo de males…

—¡Tenemos que hablar Ramos! — apremió Elsa la jefa de recursos con una carta en mano.

Todo ello fue el detonante para que la morena detuviese en seco su caminar y sin un ápice de sensatez, soltó…

—¡Mierda! — exclamó consternada Carla al comprobar la avalancha que se le venía encima y con cara de mandarlos al carajo, soltó. —¡Renuncio!

—¡Nica! — gritaron todos en cuanto escucharon el termino renunciar.

Y en eso…

—Jajaja — estalló en carcajadas Mariela que nunca imaginó el arrastre que tenía su pareja y comprobaba la calidad del trabajo de la contadora que estaba a la vista con la presencia de todos ellos. —Tendrás una agenda muy copada hoy y dudo que te den un respiro.

—¡Mariela! — protestó con pica Carla sin poder creérselo. —No me ayudes tanto.

—Eso es porque eres un pilar fundamental para Almapric — señaló ésta viéndola con ternura y sin más decidió encaminarse hacia su oficina. —No vayas a bajar los estándares y sigue haciéndole honor a tu apodo…Ramos.

—Me las pagaras caro…Sopric — siseó entre dientes Carla viéndola como se alejaba.

Y la respuesta no se hizo esperar…

—Sigue soñando, lindura — espetó Mariela levantando su mano al aire en forma desafiante.

—¿Por qué me deje convencer? — se preguntó Carla a modo de murmullo. —Debí quedarme en mi terruño.

Al instante dejo su actitud de autocompasión y se sacudió toda mala vibra para armarse de valor y zanjar el caos que había delante de su oficina.

—De a uno y por orden de llegada — demandó suelta de cuerpo Carla.

Sin permitirles ningún tipo de cuestionamientos a su requerimiento mientras ingresaba a su despacho provocando una hecatombe de proporciones por la atención de la contadora.

—Soy tu regalón — soltó sin empacho Renzo.

—La jerarquía tiene prioridad — rebatió Casy haciendo alusión a una ginetas imaginarias.

—Tengo un despacho de materiales que enviar y necesito su autorización urgente — clamó Lorena.

—Debo asistir a una reunión con el municipio y necesito llevar estos documentos listos — hizo hincapié el de seguridad.

Mientras estos alegaban sus derechos y prioridades solo uno de ellos, se quedó viendo en dirección de la oficina de la contadora y con absoluto asombro dijo…

—¿No sé cómo lo haces? — cuestionó la rubia encargada del personal mientras miraba el papel en sus manos. — los tienes comiendo de tu mano.

De esta manera se retomaba la rutina dejada abruptamente y necesaria tal como explicase la Arquitecta Sopric. Con la salvedad de que ahora era vista desde otra mirada y unas cosillas por resolver.


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