CAPITULO 19 TÚ Y YO UNA CUENTA PENDIENTE PARTE III
─ Espero que haya llegado mi mensaje a ti, amor ─
susurró Marcela, frotando sus manos al descender del bus y coger su mochila del
porta equipaje.
─ ¡Cielos cuánto frío hace acá! ─ mencionó
Valeria, recogiendo también su bolso. ─ Comienzo a creer que estamos mejor en
el campamento que en Punta Arenas.
─ ¿No era que amas tu ciudad más que nada? ─
preguntó Marcela viendo inquisitivamente a su compañera.
─ ¡Of course! ─ respondió Valeria y sacudiendo sus
hombros del frío. ─ Lejos mi amada Punta Arenas es la mejor ciudad de todo
Chile y no la cambiaría por nada del mundo. Pero hoy hace un frío de perros que
no sé si es porque el estrecho está horrible o simplemente he estado ciega todo
este tiempo.
─ Jajaja ─ se carcajeó la inspectora ante lo dicho
por su compañera. ─ ¿A estas alturas vienes a darte cuenta que el estrecho
influye mucho en la temperatura que enfrente la ciudad?
─ Digamos que tenía dudas con respecto a eso ─
contestó Valeria. ─ Y la verdad, me cuesta asumirlo.
─ Eres una loca ─ indicó Marcela, colocando su
mochila sobre sus hombros.
─ ¡Oye más respeto! ─ exclamó y exigió Valeria.
Justo en ese momento, se acercó un funcionario de
la estatal al estacionamiento del nuevo edificio de la petrolera.
─ ¿Alguna de ustedes es Marcela Paredes? ─
preguntó el empleado.
─ Soy yo ─ respondió la inspectora.
─ La están esperando en el otro edificio ─
comunicó el funcionario.
─ ¿Quién? ─ preguntó curiosa Marcela.
─ Don Carlos Gallardo llamó hace una media hora atrás
y dijo que se fuera inmediatamente para allá porque necesitaba hablar con
usted. ─ informó el empleado.
─ Ok. ─ dijo Marcela. ─ Gracias.
El hombre se volvió por el mismo camino con el
cual llegó…
─ ¡Como se nota que este tipo no sabe nada! ─
señaló con disgusto Valeria observando al empleado alejarse. ─ No tiene idea
del personal con el cual trabaja.
─ No seas tan severa con él. Se nota que no lleva
más de un año acá y en labor administrativa en este edificio que no sirve mucho
que digamos ─ refutó Marcela.
─ Por eso mismo lo digo ─ contradijo Valeria. ─
Estos administrativos no saben nada de nada. Somos los que estamos en terreno
que hacemos el trabajo duro y éstos se ganan la plata, sentados y calentitos.
¡Y qué decir que reclaman por todo en los sindicatos!
─ ¡No seas así! ─ recriminó suavemente la
inspectora. ─ somos compañeros nos guste o no. Sean de campo o escritorio. Tal
vez a ti algún día te toque estar en oficinas por acá.
─ ¡Yo no! ─ refutó de inmediato Valeria. ─ Soy
enfermera y nada tengo que hacer acá. En cambio tú si estás apuntada para
llegar a ocupar un cargo importante en esta empresa en unos años más.
─ No lo tengo contemplado por el momento, mejor
dicho; espero que no sea en un buen tiempo porque mis planes están en Posesión
junto a Bianca. ─ mencionó Marcela.
─ ¡Ya veo! ─ adujo Valeria. ─ Pero no vayas a
olvidar que ella solo estará un años nada más en la estatal y dudo con todo lo
que está pasando quiera prolongar más su tiempo por estas tierras.
─ No lo olvido ─ repuso Marcela, frunciendo el
ceño. ─ Soy la más interesada que salga de ese lugar. Pero también sé mejor que
nadie cuánto ella ama su trabajo y que es una mujer de campo y lo único
favorable que pudiese ocurrir es que la trasladen a sombrero y continúe con su
trabajo lejos de esa mujer.
─ Comprendo ─ atinó en decir la enfermera que
sabía que no debía seguir con ese tema.
─ Ahora cambiemos de tema ─ se adelantó Marcela en
decir al contemplar el semblante de su colega. ─ Y vayamos con Carlos y ver qué
desea.
─ Me parece bien y de paso, le entrego este
documento que envía Alejandro ─ comunicó Valeria. ─ Y no vaya a traerme
problemas con la mutual.
─ ¡Vas a estar bien! ─ señaló Marcela y se fueron
en busca de un furgón de la compañía que las llevara hasta el edificio de calle
Roca….
─ ¿Crees que nos lleven en un furgón o tendremos
que hacerlo por nuestra cuenta? ─ preguntó Valeria, viendo como el sujeto que
les dio la información se alejó sin esperar respuesta.
─ Déjame preguntar si no pedimos un taxi ─
mencionó Marcela.
─ Si porque caminando ni loca voy hasta allá ─
protestó Valeria. ─ son muchas cuadras como para pegarse tremenda caminata.
─ Dicen que caminar hace bien ¿No te parece a ti?
─ expuso burlonamente la inspectora que sabía que la enfermera no era dada a
los deportes y a esos esfuerzos físicos. ─ Pero no te preocupes que no lo
haremos. Tendré piedad de ti por esta oportunidad.
─ ¡Desgraciada! ─ insultó con pica Valeria. ─ Como
me dices eso cuando estoy acompañándote en esta locura. ¡Merezco más respeto y
consideración de tu parte! ¿No te parece?
─ Jajaja ─ rió Marcela y añadió. ─ Por supuesto
que lo mereces… ¡Gracias!
─ ¿Por qué? ─ indagó la enfermera.
─ Por acompañarme y apoyarme ─ respondió Marcela. ─
Pocos hacen esto.
─ ¡No seas loca! ─ exclamó Valeria encogiéndose de
hombros. ─ en la vida son pocos los momentos o situaciones que verdaderamente
hacemos las cosas desinteresadamente. ¡y créeme que la vida pasa volando!
─ Lo sé y aprecio lo que haces por mí ─ señaló la
inspectora, acercándose a uno de los guardias y preguntando. ─ ¿Va alguno al
edificio central que nos pueda llevar?
─ Por supuesto señorita Paredes ─ respondió el
guardia que sí la conocía de hace mucho y apuntando con el dedo a uno de los choferes. ─ Gastón sale
en unos momentos a dejar una documentación. ¡Váyase con él!
─ Gracias ─ contestó Marcela y haciendo señas a su
colega, fueron hasta dónde se encontraba dicho hombre. ─ ¿Podemos acompañarlo?
Nos espera Carlos Gallardo en la oficina central.
─ Como no. Suban ─ dijo Gastón.
Al cabo de unos cinco minutos, el furgón salió del
estacionamiento de avenida … con dirección a la oficina central. El tráfico fue
algo complejo en ese momento dado que la ciudad era visitada por autoridades
importantes de tres ministerios y el vicepresidente por lo que había carabineros
apostados por todos lados resguardando el paso de la caravana. Después de 35
minutos eternos pudieron llegar a destino y descender del vehículo justo en la
esquina de la plaza, frente a la catedral. Lugar que estaba también atestado
por policías.
Ambas mujeres llevaron sus mochilas a cuestas y
esperaron que el funcionario de carabineros les diera el derecho a paso a los
transeúntes y cruzaron rápidamente ambas esquinas y finalmente ingresar a ese
imponente edificio de más de un siglo que era el emblema de la empresa nacional
del petróleo. ENAP.
Fueron recibidas por más guardias en el recibidor
de la primera planta y tras mostrar sus tifas de identificación ingresaron al
interior, tomando el ascensor que las llevaría al noveno piso. Apenas se
abrieron las puertas de ascensor se toparon con varios colegas de la planta de
cullie e intercambiaron impresiones para despedirse y buscar las oficinas del
gerente de operaciones y extracciones.
No acaban de llegar al conjunto de modulares de
varias administrativas, cuando fueron recibidas por…
─ ¡Al fin llegas Marcela! ─ señaló Verónica, la
secretaria de gerencia. ─ Don Carlos te estaba esperando desde ayer.
─ ¡Buenas tardes Vero! ─ saludo Marcela, viéndola
seriamente porque esa mujer podía ser bien desagradable cuando se lo proponía y
había que ser muy protocolar con ella.
─ ¡Ah…Disculpa! ¡Buenas tardes! ─ corrigió
Verónica.
─ La verdad me fue imposible viajar anoche ─
explicó vagamente Marcela y viendo a su compañera. ─ ¿Puedes ayudar a Valeria, tiene documentos que entregar?
─ Claro ─ respondió Verónica. ─ No faltaba más,
para esos somos secretarias ¿No es así?
─ Tú lo has dicho ─ espeto educadamente Marcela
con una leve sonrisa cínica de su parte (no es buena relación personal de campo
y administrativo). ─ Entonces ¿Se encuentra él en su oficina?
─ Está esperándote ─ señaló con fastidio Verónica
ante el gesto de la inspectora. ─ Hay cosas que no se pueden repetir a cada
rato ¿no te parece?
─ ¡Obviamente! ─ concordó Marcela y viendo a la
enfermera, añadió. ─ ¿Me esperas?
─ ¡No vayas a demorar mucho eso sí! ─ suplicó
Valeria que le cargaba quedarse con esa bruja.
─ Creo que estás en buenas manos ─ dijo
socarronamente la inspectora y se fue derechito a la puerta que decía gerencia.
La mirada asesina que le diera la administrativa a
Marcela, hizo que la piel de Valeria, se pusiera como de gallina y tragó saliva
con dificultad porque sabía de sobra que con ella se iban a desquitar por el
sarcasmo que fue enrostrada. Y dicho y hecho, no se hizo esperar…
─ ¿Qué es lo que necesitas tú realmente? ─ preguntó
molesta Verónica. ─ Espero que no sea para hacerme perder mi tiempo.
─ ¡Aha! ─ exclamó Valeria y con pica dejo los
documentos sobre el escritorio de la susodicha. ─ Es de parte de Don
Alejandro y dudo que sean para hacerle
perder su tiempo.
─ ¡Así que vienen en plan de guerra ustedes por lo
visto! ─ acusó furiosa la secretaria. ─ Bien decía mi abuelo que en paz
descanse. Que la gente bruta del campo es insulsa para casi todas sus cosas.
─ Trabajar en terreno no es lo mismo que ser
campesino por si no sabía ─ corrigió con alevosía Valeria viéndola
burlonamente. ─ También decía sabiamente mi abuelito que también en paz
descanse. Que no es lo mismo usar traje de sastre que usar ropa de cuero de
chancho porque una se desgata por trabajo y la otra por el simple polvo.
¡Auch! Sería la exclamación de cualquier presente
en esa guerra declarada de personal de terreno versus el de oficina. Es muy
típico del país ver esta rivalidad presente a lo largo de todo el territorio
nacional.
─ Será mejor que le eché un vistazo a los
documentos y no prestar oído a tan banal
palabrería. ─ replicó con disgusto Verónica.
La sonrisa a flor de piel de la enfermera lo decía
todo. Había salido airosa de esta fusta entre las dos y eso le hizo ensanchar
el pecho de orgullo y ego a más no poder.
Mientras ahí se gestaba un panorama tenso en…
─ ¿Se puede? ─ preguntó Marcela, tocando y a la
vez entrando de lleno a la oficina.
─ ¡Adelante! ─ instó desde adentro el gerente de
operaciones.
─ ¿Querías hablar conmigo Carlos? ─ inquirió
Marcela, cuando ya estaba en el centro de ese despacho.
─ ¡Así es Marcela! ─ respondió éste, girándose
desde su asiento y viendo directamente a la joven inspectora. ─ Tenemos asuntos
pendientes que tratar por lo que te suplico que te sientes de una vez. Porque
lo nuestro será para largo.
─ ¿Tú dirás? ─
exclamó la inspectora, tomando asiento en el sillón que le indicasen.
─ Son tres puntos bien importantes ─ respondió
Carlos, levantando la mano e indicando con sus dedos y prosiguió con su
explicación. ─ Uno…La denuncia que hiciste en contra de Ariza Pedrales…Dos,
Bianca Rangel… y Tercero…Cambio de planes.
─ ¡Ya veo! ─ murmuró Marcela sopesando los puntos
dichos por su jefe y de inmediato, indagó el trasfondo de éstos. ─ ¿Por cuál
quieres comenzar? O serán por el orden de los que nombraste.
─ Que te parece si comenzamos por el más relevante
en este momento que ha encendido el polvorín en Posesión ─ inició las
averiguaciones Carlos, posando sus manos cruzadas bajo su barbilla y viéndola
inquisitivamente, añadió. ─ Bianca Rangel…y ¿tus sentimientos?
Las pupilas verdosas se dilataron muchísimo al
escuchar la primera pregunta de parte del gerente y jefe directo en asuntos de
productividad. ¡Ahí estaba! Su temor se cumplió y estaba siendo cuestionada por
sus afectos y tendencias de índoles sentimental como personal. ¡Ya no había
vuelta atrás! O hablaba con honestidad y asumía las consecuencias inmediatas
por involucrarse con un colega o simplemente negaba todo y disfrazaba las
circunstancias con ropajes falsos.
─ ¿Tan relevante es para ti lo que pueda o no
sentir por ella? ─ se atrevió en preguntar Marcela y lo hacía en nombre de la
amistad que mantenían por años.
─ No es por mí ─ respondió de inmediato Carlos. ─
Es por la empresa y sus intereses. No es nada personal Marcela. Simplemente
debo ajustarme a los estatutos de Enap y hacer los sumarios pertinente en caso
de hallar falta de tu parte.
─ Comprendo ─ dijo la inspectora y comenzó a
explicar. ─ ¡Que sea lo que tenga que ser entonces! Honestamente Bianca es muy
importante para mí…
De este modo comenzaban a esclarecerse los hechos
según pidiera el gerente y estratega de la petrolera. Contaba con la sinceridad
e integridad de la funcionaria y sabía de sobra que no habría cabos sueltos y
podía ampliar aún más su información al respecto de lo sucedido en posesión y
tener todo bien calzado para tomar decisiones trascendentales para la
petrolera.
La conversación se iba a prolongar más de lo que
pensaban porque la inspectora en jefe no dudo en aclarar los hechos tal cual
ocurrieron y las explicaciones estaba siendo basadas en hechos reales y no
supuestos como aducían los abogados de la estanciera. Al final de cuentas para
Carlos Gallardo, mientras oía los descargos de su subalterna, tomaba conciencia
de que tenía una ventaja a su favor y una carta sobre la manga para utilizar a
su favor en caso de ponerse complicada la situación frente a la dueña de los
pozos.
A segundo plano paso para él, los sentimientos que
profesaba la inspectora hacia su compañera de labores en un sentido más ordinario laboralmente hablando. Lo que sí
para era relevante para el estratega, eran las acciones emprendidas de parte de
la estanciera con respecto a la joven Rangel y es ahí, que tenía su asidero para
jugar a favor de la estatal.
Después de escuchar tanto la relación
interpersonal con la ingeniera y la denuncia que se hiciera en el retén de
carabineros en Posesión. Y de exponer las consecuencias directas a mediano y
largo plazo. El estratega de Enap, pasó al último punto y planteó de frentón,
el deseo de integrarla al nuevo proyecto de Enap y asociados.
Aquello sí tomó por sorpresa a la inspectora en
jefe, que no entendía muy bien ese cambio radical de parte de Enap y luego de
escuchar los argumentos de su jefe, sopesó bastante antes de dimitir una
respuesta definitiva.
La conversación seguiría su curso mientras más
detalles se exponían y nuevas conclusiones se sacaban al respecto.
Mientras que todo esto se desarrollaba en las
oficinas principales de la petrolera…En tierras más al norte o mejor dicho,
varios cientos de kilómetros costa afuera... Otra escena tenía su propio
desenlace después de un encuentro bastante violento como inesperado por parte
de una de ellas.
Los cascos del corcel golpeaban la tierra con el
mismo empuje que hacía unos momentos atrás cuando debió hacer la carrera de su
vida en manos de su jinete y ama. Sin embargo, en esta ocasión no había prisa
ni apuro que llevase a darlo y tan solo el silencio es lo único predominante en
esa cabalgata.
Ninguna de las jinetes que lo montaban cruzaban
palabras entre sí y el silencio se volvía más que pesado. Es como si ninguna de
las dos quisiera hablar o cruzar alguna palabra entre ellas. Cada cual iba
sumida en sus pensamientos y sopesando lo sucedido antes. Ninguna podía borrar
de sus pensamientos las palabras de la otra como tampoco el sentir que tuvieron
ambas.
Solo el caballo; entre comillas; era el único que
emitía un sonido propio al respirar más profundo también producto del cansancio
que llevaba aún a cuestas.
Estaba bien difícil el escenario para ambas
protagonistas porque les gustase o no, debían resolver las cosas de un modo u
otro y mantener silencio de nada les serviría, aunque en esta ocasión les hacia
cierto favor para hacerlas por primera vez sopesar las cosas antes de dejarse
llevar tan impetuosamente como era su costumbre.
Una llevaba a cuestas muchas cosas en su cabeza y
entre ellas, a cierta rubia que se
encontraba en Punta Arenas y los sentimientos discordantes que le generaba su
viejo amor. Una amalgama de emociones, sensaciones y vivencias que en cierto
modo le daban resquemor. ¡En qué lio se había metido! Por primera vez
enfrentaba una situación como la que estaba sintiendo. Y es que el amor puede
ser muy valioso e importante, pero al final de cuentas es uno solo. Y su
problema era precisamente ese… ¿Quién es su verdadero amor en la actualidad? No
se pueden sentir lo mismo por dos personas distintas. ¡Algo estaba mal! Uno es
amar y la otra querer, pero… ¿A quién se ama y a quién se quiere? Y cuando decimos querer es cariño, muy
distinto que amar verdaderamente a esa persona especial que lo es todo en la
vida y más que ésta misma. Sin duda, que enfrentaba la disyuntiva más grande de
su vida y descubrir a quién su corazón estaba eligiendo honestamente.
Porque era muy cierto que tenía sentimientos por
las dos y ese era el gran dilema a dilucidar. ¿Saber a quién amaba? Por la
rubia inspectora, compañera y jefa, había comenzado a profesar un cariño que
iba mucho más allá de la amistad y estaba muy consciente que no la veía como
una amiga sino como una mujer. Y estaba también el hecho que cada acción que
había visto por parte de la jefa de inspectores la tenían cautiva, ver y
constatar aquel sentimiento y preocupación por su persona y esa faceta tan
deliciosa de estar en completa armonía y compenetración con aquella rubia.
Disfruta cada momento compartido, sus emociones, sus sentimientos que le
confesara, su preocupación, su osadía en desafiar a una posible rival sin
importarle las consecuencias. Esta demás decir, que estaba el hecho más
importante que le atraía mucho la persona de Paredes, sus besos como caricias,
se sentía atraída por ella y estaba plenamente consciente de que podían llegar
más lejos en una relación.
Por otro lado y al anverso de esta dualidad sentimental.
Estaba la mayor de las dificultades y era precisamente su viejo amor…Arlyn,
aunque ahora se llamase Ariza Pedrales y fuese mayor que ella.
Si bien estaba muy clara que su relación actual se
basaba solo en enfrentamientos, imposiciones, chantajes y amenazas. Estaba más
que segura que: ¡Dónde hubo fuego, cenizas quedan! Y vaya que las había.
Solo su viejo amor sabía muy bien como despertarla
y hacerla sentir como ninguna otra persona lo hizo en el pasado. Había bastado
el encuentro en su habitación de la casa I para percatarse que estuvo a solo un
paso de ceder y entregarse por completo sino hubiese sido por la interrupción
precisamente de la parte opositora…Marcela Paredes. Sino otro gallo le cantaría
pues bien sabía que de consumar un encuentro pasional entre ambas, su destino
se cerraba en seco sobre ella y es que por ley estaba obligada a seguir a su
pareja dónde quiera que ésta decidiera y no podía objetar nada al respecto
porque la lealtad marital entre gitanos no se cuestiona si no se acata.
Independiente a ello, había otras cosas que
tampoco podía negar o desmentir. Si bien, desde que se encontrasen en aquel
camino tuvo la certeza que algo había despertado en su interior con su
reencuentro. Sabía de la tenacidad de su antigua esposa y lo que era capaz de
hacer con tal de protegerla y velar que nadie se acercase a ella. Era una mujer
que marcaba muy bien su territorio y tenía la prueba del grabado de sus nombres
en el cuerpo. Eso lo decía todo. Jamás consentiría que le quitasen algo suyo como
era su consorte.
También estaban las emociones que solo ella era
capaz de generarle aun cuando estuviese decidida a mantenerla a cientos de
kilómetros de distancia. Estaba consciente de la atracción física que había
entre ellas y la forma de buscarse con la mirada y decirlo todo a través de la
misma.
Y sumado a eso, estaba un factor más relevante y
era su corazón. No podía negar como se agitaba dentro suyo cada vez que se
encontraba con la estanciera y lo duro que le era luchar contra sus emociones o
sensaciones que le provocaba ese loco corazón suyo.
¡Cómo le dolió verla tan abatida hoy! Su dolor, se
volvió el de ella y eso le dolía muchísimo más de lo que estaba ella dispuesta a admitir frente a la estanciera. Le dolía
horrores verla llorar, la destrozaba por dentro sentirla de ese modo. Recordó
antiguas escenas que presenció cuando se conocieron por primera vez y todo lo
que se oponían para que ellas pudieran siquiera relacionarse porque el
protocolo era muy grande y las reglas a seguir marcaban la vida de la princesa
gitana. Debía obediencia a esas normas y a su padre. No obstante, luchó y
aunque sufrió en el proceso, no dejo que la vencieran en lo que más anhelaba su
corazón que era estar con la joven Anaí. En ese tiempo no era amor en una primera
instancia, pero había una fuerte química entre ambas y una necesidad inmensa de
estar juntas. Siempre con el pretexto de profundizar en su amistad y con el
correr del tiempo se volvió algo mucho más fuerte y que llevó a la gitana a
traspasar esa línea delgada de la amistad y pasar a un encuentro más profundo
que solo los amantes pueden vivir.
Y desde ese día, se convirtieron en pareja y no
dejaron de buscarse y encontrar miles de argumentos que presentarles a sus
padres para que les permitiesen verse más y más seguido hasta el día en que la
belleza gitana, urdió su mayor hazaña en complicidad con el chaman de su pueblo
y se realizó su unión o boda gitana según las leyes que la regían. Desde ese
momento hizo de la joven Anaí, su Romí, aún a expensas de las posibles
represalias de su rey, su padre.
Recordar todo aquello, solo vino a dejar más
acongojado el corazón de la joven ingeniera porque llevaba en lo profundo de
sus memorias las vivencias que compartió con su antiguo amor. En lo bueno como
lo malo.
Por eso le dolía mucho verla tan vulnerable. Y con
ello, tomaba conciencia de que aún sentía cosas profundas por ella y quería
descubrir si realmente se trataba de amor o solo el bello recuerdo de lo que
una vez las unió.
¿Se puede amar dos veces a una misma mujer con
distintas vidas? Realmente deseaba saber por mucho que hubiesen reencarnado,
debía saber si era en este tiempo que podía vivir el mismo sentimiento con la
misma intensidad que debe vivir todo amor verdadero. O tan solo era una ilusión
más y ya era muy tarde para ellas como parejas. O simplemente se aferraban a un
pasado que ya no podía ser más. Necesitaba respuesta cuanto antes y poder
decidir lo mejor para ella y una respuesta sincera hacia ambas mujeres. Tanto
para Ariza como para Marcela.
Un escenario bastante complicado es el que tenía
Bianca y una dura decisión que tomar al final.
─ ¡Solo a mí me pasan estas cosas! ─ se lamentó
Bianca en voz alta.
Aquellas palabras taladraron la mente de aquella
morena que la sostenía por la cintura y que mantenía clavada la vista en el
camino totalmente desolada en su interior por lo que tuvo que vivir hace un
momento atrás.
─ Tienes que dejar de pensar por un momento ─
susurró Ariza, pegado a los cabellos de su Romí. ─ No es bueno que sigas
forzando a tu mente como a tu corazón a elegir algo que no puede ser tomado a
la ligera.
─ ¿Y tú puedes hacerlo? ─ preguntó seria Bianca
sin mirarla, pues sabía que aún había rastros de llanto que caían sobre su
hombro.
─ Estoy luchando por no pensar ─ respondió una Ariza
más aturdida que furibunda por el revés que le tocó vivir. ─ No es fácil para
mí aceptar esta situación. Pero te prometí que las cosas cambiarían entre
nosotras y si no estoy haciendo un infierno de todo esto; es porque realmente
quiero demostrarte que te amo a pesar de todos estos obstáculos.
─ Va en contra de tu forma de ser ─ objetó Bianca
que sabía la fama que tenía la estanciera. ─ ¿no te preocupa que te vean con
otros ojos? Y parecer débil ante los
demás.
─ ¡Um! ─ exclamó Ariza, que suavemente la estrechó
más contra ella y poder sentir su calidez y darle un cierto alivio a su
apresumbrado corazón. ─ Acaso no pase por encima de todo lo establecido y
sobrelleve la vergüenza que arrastré con tu abandono. ¿Crees que me importe la
opinión de los demás nuevamente?
─ Pero hoy no te he abandonado ─ objetó Bianca ─
Porque no soy tu esposa. Así que no es lo mismo.
─ Para mi pueblo, mi gente y mi sangre…La
vergüenza de ser abandonado por tu pareja va más allá de una simple vergüenza.
─ Aclaró Ariza más dolida que nunca. ─ Es un deshonra total. Una afrenta como
esa solo se paga con el precio de la sangre y tú lo sabes mejor que nadie,
puesto que fuiste mi Romí y a pesar de que vinimos a una nueva vida, seguimos
tan unidas como en el pasado. Y la prueba son las marcas que cada una llevamos
en nuestros cuerpos, son los votos que no se borraron aún con nuestras muertes
pasadas.
─ No he olvidado aquello, pero hoy son otros
tiempos Ariza ─ aclaró Bianca paseando su vista alrededor de esa tierra de
estepas. ─ Nos regimos por nuevas reglas y estamos bajo la legislación de un
nuevo país. Las que debemos acatar queramos o no. Además, nosotras no estamos
unidas bajo ninguna ley en actualidad que nos obligue a estar juntas como
pareja.
─ Es verdad que son otros tiempos y nuevas reglas
que obedecer ─ rebatió Ariza, manteniendo su vista fija en el camino. ─ No
obstante a ello, debo recordarte que si realmente hubiésemos venido sin nexo
entre nosotras no llevaríamos grabados en la piel nuestra antigua alianza
marital. Eso es una prueba fehaciente que seguimos unidas en esta vida.
De lo
contrario nada de esto tendría sentido hoy, el volvernos a reencontrar con el
mismo aspecto físico, el grabado de nuestros votos, nuestros recuerdos de esa
vida pasada y en lo personal, aún profesarte el mismo amor que antes. ─ aclaró
en forma aplastante la estanciera─ Recapacita un poco y piensa ¿tendría sentido
esta reencarnación? Si solo fuésemos dos mujeres sin nada que decirnos. ¿Crees
que hubiese gastado mi tiempo en esperar un imposible teniendo tantas opciones
como oportunidades?
─ No puedo rebatir lo que has dicho, Ariza ─
respondió Bianca, sopesando cuidadosamente las cosas. ─ No es coincidencias que
volvamos a una nueva vida exactamente como fuimos en el pasado. Y eso respalda
tu punto de vista, pero eso no quita que los sentimientos pudieran no ser los
mismos y por esa razón estoy aquí para descubrir esa verdad y no hacer algo de
lo que tendría que arrepentir de por vida nuevamente. No quiero volver a sufrir
como lo hice antes. ¿Puedes entenderlo? No puedo amarte solo porque tú lo digas
o basados en hechos pasados. Somos distintas hoy por hoy. Mi corazón no es el
mismo y necesita volver a sentir verdaderamente. Se supone que yo huí de ti y
que solo podría sentir por ti nada más que odio, por tu engaño.
Cada palabra que salía de boca de la joven Rangel,
eran dagas cargadas de veneno para el corazón de la estanciera y se resentía
más y más. Sentía como la garganta se le cerraba en un nudo que le escocía toda
la tráquea. Apretaba sus ojos, una y otra vez para contener las lágrimas que se
pujaban por salir a raudales. Y es que la estaban matando a pausa con esas
palabras y por más que fuese una mujer de un carácter fuertísimo, no era
insensible al dolor y menos a todo lo relacionado con su esposa. ¿Dolía? Más
que cualquiera cosa que le hubiese provocado cierta dolencia por decirlo
suavemente. ¿Contenerse? No le quedaba
de otra a la morena. Solo meditar dentro de todo ese caos emocional,
físico y sentimental que estaba
viviendo.
─ Me gustaría decirte que estás en lo correcto y
que puedes irte cuando lo desees ─ confesó Ariza, trabajando en lo sumo el
timbre de su voz. ─ Pero el asunto no es tan sencillo o fácil. Tengo razones
poderosas para no dejarte ir y rebatir todo lo que dices. Obligarte a cumplir
tu palabra al precio que sea. El desprecio que le haces a mi corazón es
demasiado que no sé si pueda tolerarlo mucho más ¡Maldita sea!, ¡Duele
escucharte hablar tan livianamente de lo qué tú sientes! Que te olvidas que
esta historia es compartida y que yo
estoy encadenada a ti, a tu corazón, a tu cuerpo y a tu amor que por más que
deseara no verte nunca más y olvidarte ¡Me sería imposible! Que no puedo ver a
nadie más que no seas tú, que solo tengo ojos y corazón solo para ti y oírte me
está matando viva por dentro. Dime ¿qué puedo hacer yo? ¡Con mis sentimientos!
Ahora fue el turno de Bianca de sentir en carne
propia como las palabras de Ariza, le estaba atravesando el corazón de lado a
lado y quemaba demasiado por dentro. Que sentía sofocarse por momentos. Era
doloroso para ella saberla tan herida por sus palabras. Haberla lastimado con
solo decirle la verdad. ¡Estaba claro que algo había entre ellas! Una conexión
las unía más que antes.
─ Ahora es tiempo el que necesitamos ─ dijo Ariza.
─ Pero entre nosotras y para nosotras. La distancia no nos va ayudar a resolver
nuestras diferencias o esclarecer nuestros sentimientos. Creo que debes
quedarte un tiempo junto a mí y darme la oportunidad de demostrarte que no es
un amor ilusionado en el pasado sino que mi amor por ti está intacto y no ha
variado ni disminuido una milésima. Pero si lo que necesitas es que te ame como
Bianca, entonces deberás permitir que ello suceda y el único modo es estar
contigo. No me niegues este derecho.
─ ¡Um! ─ exclamó quedamente Bianca, reflexionando
en la solicitud de la estanciera.
─ ¿Qué dices? ─ apremió Ariza que no se iba a
rendir ante este obstáculo.
─ No es tan fácil, Ariza ─ aclaró Bianca. ─ Ambas
tenemos que ceder en nuestras posturas para que ello ocurra. En este momento
hay muchas cosas que juegan en nuestra contra.
─ ¿Te refieres a Enap? ─ preguntó sin rodeos
Ariza. ─ O ¿es por aquella mujer?
─ En parte es por la estatal ─ respondió Bianca. ─
No deseo que toda esta situación pase a mayores para ti y que personas
inocentes paguen las consecuencias de un asunto que solo nos concierne a
nosotras dos.
─ Comprendo. Los portones serían por mi parte lo
que tendría que ceder ─ señaló Ariza. ─ Y que esas personas prosigan con sus
empleos y… ¿En qué cederías tú?
─ Quedarme contigo un tiempo ─ contestó
sinceramente Bianca. ─ Pero con una condición.
─ ¿Cuál? ─ inquirió Ariza.
─ Que no me obligues a firmar ningún documento que
nos una legalmente hasta no tener la certeza de que te amo verdaderamente ─
explicó Bianca.
─ ¿Sólo eso? ─ preguntó Ariza.
─ Sí ─ fue la respuesta de Bianca.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó Ariza, vislumbrando un
escenario muy particular. ─ ¿A partir de cuándo?
─ Desde hoy si tú aceptas mis términos ─ indicó
Bianca.
─ ¿Y de cuánto tiempo estaríamos hablando? ─
insistió en preguntar Ariza, sopesando bien las cosas.
─ Del que sea necesario ─ mencionó Bianca. ─
Siempre que no exceda el término de contrato que mantengo con Enap eso sí.
─ Comprendo ─ dijo Ariza y agregó de inmediato. ─
No veo ningún inconveniente a lo que estás pidiendo y de mi parte, solo tengo
una petición que hacerte.
─ ¿Cuál? ─ fue el turno de Bianca en preguntar.
─ Aceptarás que sea yo quién haga un arreglo con
la estatal para tu protección ─ respondió Ariza. ─ Además que me dejes acompañarte
para recoger tus pertenencias de esa casa.
─ ¿Quieres que viva contigo todo el tiempo? ─
indagó Bianca. ─ Yo trabajo en Enap.
─ Ya te dije que la distancia no nos iba ayudar
para resolver nuestros asuntos. ─ aclaró Ariza. ─ Es la única manera que tenemos
de pasar tiempo juntas y además, será para protegerte de esas personas que
están detrás de tus superiores. Estoy segura que ellos no se detendrán con tal
de salirse con la suya y tú ya has salido perjudicada por sus acciones y es
algo que voy a solucionar de una vez.
─ Ariza ─ dijo Bianca justo en el momento en que
se detenían en…─ Pero debo continuar con mi trabajo en la estatal.
─ Eso no cambiara ─ Aclaró la estanciera, bajando
de su corcel y dándole la mano a la
joven Rangel para que bajase. ─ por eso necesito que me dejes llegar a un
arreglo con ellos. Es la única forma de protegerte. ¿Aceptas?
─ Ariza, hay un contrato que me obliga a
permanecer en el campamento por un año y no sé si será posible que abandone las
instalaciones en lo que resta de ese acuerdo ─ terminó en explicar Bianca justo
que detenía su vista en su derredor. ─ ¿dónde estamos?
─ ¡Estás dando muchas excusas Bianca! ─ rebatió
Ariza, tomando las bridas de su caballo y amarrándola a un arbusto. ─ Quieres
que ceda a tus deseos pero no das la misma reciprocidad en el acuerdo.
─ No es una excusa si no lo que debes enfrentar al
querer llegar a un acuerdo con la
petrolera─ mencionó Bianca, deteniendo por el brazo a la estanciera que
avanzaba unos pasos.
─ Dime Bianca ¿Quieres ese tiempo conmigo o no? ─
preguntó de plano Ariza, girando sobre sus talones y alzando el rostro de la
joven ingeniera. ─ Para aclarar tus sentimientos de una buena vez.
─ Debería decir no, pero ─ Repuso Bianca.
─ ¡¿Pero qué?! ─ indagó Ariza, tratando de templar
su carácter porque ya iban muchas vueltas a una simple respuesta.
─ La antigua Bianca te hubiera dicho que no con
tal de mantener su libertad ─ explicó ésta misma. ─ Sin embargo fui yo quién te
propuso llegar a un acuerdo y tienes razón esto debe ser reciproco. Así que la
respuesta es Sí.
─ ¡Vaya! ─ exclamó pasmada Ariza de escuchar tanto
planteamiento para algo tan sencillo.
─ ¿Qué sucede? ─ preguntó curiosa Bianca tras ver
el semblante de la estanciera. ─ ¿Acaso esperabas otra respuesta de mi parte?
─ A veces; mi querida Romí, te contradices tú
misma ─ respondió la estanciera.
─ ¡Explícate! ─ demandó Bianca.
─ Has venido a mí buscando una solución favorable
para tus compañeros y luego, me planteas un acuerdo que básicamente trata de
que ambas partes cedamos algo ─ aclaró Ariza viéndola fijamente a los ojos. ─ Y
cuando se trata de dar una respuesta afirmativa, retrocedes al pasado y
titubeas en tu decisión. Debes estar muy clara en tus acciones y mantener esa
convicción hasta el final.
─ Solo estaba justificando mi respuesta con
temores incluidos y todo ─ refutó Bianca, frunciendo el ceño.
─ Hay un dicho en esta tierra de ovejeros y dice:
El camino culebrero no es vida para un hombre─ refirió Ariza.
─ ¡Um! Y eso… ¿qué significa? ─ inquirió Bianca
sin entender.
─ Que el destino de un hombre no debe ser
zigzagueante por causa de los obstáculos sino recto por tu voluntad y firmeza ─
respondió Pedrales.
─ ¿Y eso qué tiene que ver conmigo? ─ preguntó la
joven Rangel, más confundida que nunca.
─ ¡Mi Dios! ─ exclamó Ariza, que está vez se
separó de la joven unos cuantos pasos y añadió─ Veo que es un poco complicado
hacerte entrar en razón y la verdad, debo hacerlo por el bien de las dos. Tú en
estos momentos tienes un camino culebrero exclusivamente pavimentado por tus miedos.
Huiste en el pasado, ahora de tu tierra y sigues haciéndolo indirectamente al
justificar tus acciones. Cuando lo más sencillo es decir sí o no y mantener una
postura sólida. Solo así, podrás vencer esos obstáculos que te quitan el sueño.
La joven quedo boca abierta al ser expuesta en sus
debilidades y en su realidad actual. Eran sus miedos del pasado. El volver a
sufrir un desengaño sentimental. El confiar y entregar su corazón una vez más.
Y lo peor, era estar visiblemente confundida entre dos mujeres. ¿Cómo podía
refutar aquellos argumentos? No tenía nada que decir, sólo asumir.
─ A veces es difícil para mí, confiar ciegamente y
entregarme de lleno a una persona ─ admitió al fin Bianca. ─ Desde esa vez, no
fui la misma y hoy por hoy, me cuesta mucho tratándose de asuntos
sentimentales. ¡Pueden pedirme confianza para todo! Pero no para mi corazón.
¡Cuesta mucho! Una y otra vez salta el resquemor y las dudas carcomen la razón
hasta hacerte presa de los miedos y asoma el fantasma de la traición como olas
golpeando tu corazón. ¿Esa no es vida Ariza?
Ahora fue el turno de la estanciera en quedar
pasmada ante lo dicho tan sentidamente por su viejo amor y constatar por ella
misma, las secuelas del pasado. Había mucha verdad en esos temores y en el
fondo, reconocía que era culpable de habérselos provocado por no hablar a
tiempo con sinceridad. Sólo tenía un solo camino a seguir y poder curar ese
corazón que fue suyo en la otra vida y que deseaba con todas las fuerzas de su
ser volver hacerlo suyo.
─ Es por ello, que te pido que nos des este tiempo
juntas para curar tu corazón y redimirme ante ti y hacer que las cosas
realmente funcionen entre nostras ─ señaló Ariza, atrayendo a su cuerpo el de
la joven y haciendo que descansase en ella y aliviarla de esos miedos. ─ Te
prometo que hare hasta lo imposible por hacerte feliz. No te dejaré ir más. Voy
a gastar mi vida buscando escusas para darte los mejores momentos de tu vida.
¡Por favor vuelve a confiar en mí! Te lo suplico Bianca. Dame esa oportunidad.
─ Ari…za ─ Balbuceó entre cortado la joven Rangel
y cerrando sus ojos por un momento, dejo que su corazón hablase y escuchase al
otro.
Pasó su brazo por la cintura de la estanciera y se
abrazó un poco más a ella para sosegar a su angustiado corazón. Permanecerían
un buen tiempo, sumidas en ese abrazo, que solo el viento susurrante, mejor
dicho, esa brisa congelante les vino a recordar que estaban en plena pampa.
─ Perdona mi insistencia ─ persistió una vez más
Pedrales. ─ Pero necesito saber tu respuesta a lo que he pedido. El tiempo
apremia y hay que dar soluciones a esto que nos está tocando vivir. De lo
contrario ambas sufriremos más de lo que ya lo hemos hecho.
Bianca, aspiró un poco de ese aire helado y se
apartó despacio del cuerpo de la estanciera y encaminó sus pasos hacia delante
de la otra mujer y viendo el paisaje, procedió en responderle…
─ Fui muy honesta en decirte que he venido en
busca de respuestas con respecto a lo que siento o no por ti ─ inició Bianca
sus argumentos para responder a lo sugerido por la otra parte involucrada. ─
Como también te hice ver que no estoy dispuesta hacer las cosas por imposición
tuya. En un comienzo pensaba sacrificarme por el bien de todos, pero comprendí
que ese no es el camino. Ya he tenido suficiente de favorecer a otros a costa
de mi tranquilidad y nada conseguí al fin de cuentas.
Sobre el ceder cosas por ambas partes, lo sostengo
y acepto convivir contigo un tiempo para aclarar esta situación entre las dos.
No obstante a ello, sabes muy bien que no solo se trata de ti y de mí, sino que
hay otra persona ahora involucrada y no deseo lastimarla por el simple hecho de
favorecer a los demás.
Esa oportunidad que has pedido te la estoy dando
aún sabiendas que tengo resquemores que arrastro conmigo y que pueden traer
dificultades entre las dos. Aún así, haré ese intento y que sea lo que Dios
quiera.
En cuanto a Enap, puedes acompañarme, pero no
puedo garantizar que dejen que intervengas en asuntos contractuales. Es un tema
delicado y por más que sean tus tierras en las que extraen el crudo. No te
faculta para intervenir sobre sus trabajadores.
En resumen, Ariza, estoy respondiendo Sí a tus
peticiones ─ concluyó la explicación Rangel.
La estanciera se había girado por completo a ver a
la muchacha y sopesaba cada palabra dicha por ella. Alzó los ojos al cielo y en
silencio elevó una oración en su lengua natal. La romané. Para luego, volver su
mirada sobre la persona de Rangel.
─ Tu honestidad es aplastante para mí, tratándose
de esa otra mujer ─ fue el turno de Ariza en sincerarse, caminando despacio
hacia la joven. ─ Pero no daré más vueltas al asunto. Es lo que hay entre las
dos hoy y al igual que tú, acepto los términos de este acuerdo. Ahora, sellemos
esa promesa entre nosotras del modo que corresponde.
─ ¿A qué te refieres con eso de sellar? ─ saltó
Bianca inquieta, retrocediendo unos cuantos pasos.
Una sonrisa ladina se dibujo de inmediato en los
labios de la estanciera al constatar los miedos de la muchacha.
─ A esto…─ aclaró la estanciera y tomando fuerte
del brazo a la joven, subió la manga de la chaqueta de ésta y de su propio
pantalón sacó una pequeña navaja en forma de corbo. ─ ¿lo recuerdas?
─ ¡Ah! ─ exclamó pasmada a pesar del recelo del
arma blanca, añadió. ─ pensé en otra cosa.
─ Aún no reclamaré tus labios…─ mencionó Ariza,
posando el filo del arma sobre la muñeca de la chica. ─ Por el momento.
─ Ok ─ dijo Bianca tragando saliva con cierto
alivio por haber besado no hace mucho a la inspectora.
─ ¿Estás lista? ─ preguntó de lleno Ariza.
─ Sí ─ repuso Bianca.
Acercó más el brazo a ella y lo dejo suspendido en
el aire, para luego, colocar su propio brazo en posición contraria de la joven
y desnudarlo a la misma semejanza. Cuando ambas muñecas quedaron enfrentadas y
sin ningún titubeo, paso rasante el filo del corbo sobre ambas manos. Dejando a
todo lo largo, una delgada línea de sangre en un principio y que luego aumentó
en volumen y cuando ya comenzaba a chorrear por sus costados. Guardó su arma y
con la otra mano libre, puso ambas muñecas una sobre la otra para que se
mezclaran su sangre. Alzando sus ojos verdes sobre el rostro de la joven
ingeniera, ordenó…
─ Ahora recita el acuerdo─ instó Ariza viéndola
directo a los ojos.
─ Yo, Bianca Rangel, acuerdo contigo, Ariza
Pedrales, respetar este acuerdo en convivir el tiempo que hemos establecido.
Prometo respetarlo y guardar esta promesa hasta el último día sin faltar al
honor que tiene el pueblo gitano. ─ recitó Bianca, cuya mirada no dejo ver la
profundidad en los otros ojos. ─ Con nuestra sangre pacto contigo este arreglo
entre las dos y dejo a ti el cierre de esta promesa.
─ Según la ley de mis ancianos con la sangre
derramada entre las dos, sellamos un acuerdo que no será roto por ningún poder
humano. Bebo de ti, como tú, de mí ─ secundó el voto Ariza y con ello finalizó
la promesa. ─ ¡Ahora bebé y guarda tu promesa, Bianca!
La joven sin dejar de ver aquellos ojos verdes,
tomó el brazo de la estanciera y lo llevo a sus labios sorbiendo un poco de la
sangre de ambas. Del mismo modo hizo la estanciera cruzando el otro brazo y
bebiendo de igual forma la sangre que salía de la muñeca de Rangel.
Solo fueron unos segundos en que el sabor de la
sangre se acostumbró al pasar la garganta de ambas mujeres y ambas manos fueron
liberadas tras probarla y sellar de ese modo el acuerdo entre las dos. En
breve, la estanciera, extrajo un pañuelo que fue rasgado en dos para colocar un
trozo sobre la herida expuesta de la joven Rangel y hacer un torniquete que
estancará el sangrado y evitara una infección hasta no ser curada como correspondía.
Fue el turno para que Bianca tomase el otro trozo
de pañuelo y cubriese la herida de la estanciera. Era deber la una con la otra
en velar de ese modo según las costumbres que se regían los gitanos.
─ Siempre serán extremas tus costumbres ─ soltó de
pronto Bianca y suspirando pesado, agregó. ─ Y sin embargo, ya acepté una vez.
─ La palabra que empeña un gitano para con los
suyos pesa más que cualquier acuerdo legal que pueda existir y el precio de la
sangre, es el mismo precio de la vida y un acuerdo sellado de ese modo no puede
ser roto y lo sabes muy bien ─ esclareció Ariza, viendo el semblante de la
joven. ─ Quieras o no, formas parte de mi pueblo aún, hoy.
─ Lo sé ─ respondió Bianca. ─ Por eso dije que ya
había aceptado tus costumbres. No puedo desentenderme de mi palabra como si
nada. No soy una estúpida en ese aspecto.
─ Nadie ha dicho que seas estúpida, Romí. ─
rebatió al estanciera, tomando su mano y depositando un beso sobre el vendaje
que estaba semi teñido con la sangre de ambas. ─ Pero no desconozco que eres
muy testaruda y eso te pone en riesgo como hoy. O ¿lo negarás?
─ Puedo aceptar lo de testaruda, pero ponerme en
riesgo no. Así que explícate ─ contradijo Bianca.
Fue la propia estanciera, que tomó de la cintura a
la muchacha y giró para hacerle ver hacia el norte del lugar e indicar un hecho
particular.
─ ¿Ves como está todo el lugar y el camino? ─
Preguntó Ariza, señalando el suelo.
─ Húmedo a causa de las lluvias ─ respondió
Bianca.
─ Entonces, me dirás ¿Por qué a sabiendas de las
condiciones del camino venías a exceso de velocidad? ─ reclamó Ariza y
mostrando una de las pendientes en el camino. ─ ¿No se llama eso poner tu vida
en riesgo? Podías haberte matado en esa pendiente sino hubiese llegado a tiempo
para disparar al aire.
Instintivamente, Bianca, se mordió los labios de
los nervios al tomar conciencia que estuvo a poco de hacer precisamente lo que
decía la estanciera.
─ Está bien, lo acepto. ─ respondió Bianca,
bajando su cabeza apenada. ─ puse mi vida en riesgo al estar molesta contigo.
Solo quería darte una lección del mismo modo en que lo habías hecho tú conmigo.
─ No debes hacer de la ley del talión una
consigna, Romí. ─ mencionó Ariza, atrayendo a la joven a su pecho. ─ Llevo
mucho tiempo viviendo en estas tierras y las conozco como la palma de mi mano y
a diferencia tuya. No podía dejar que salieses lastimada por causa de tu
testarudez para conmigo.
─ Pero estuviste a punto de hacerme volcar hace un
tiempo ¿Acaso eso no contradice tus dichos Ariza? ─ reclamó Bianca, apartándose
de inmediato del lado de la estanciera. ─ Ibas casi la misma velocidad que yo,
por lo que no puedo creer que estés reprochándome algo así. No tienes vergüenza
alguna.
─ ¡Ay señor! ─ exclamó la estanciera y volviendo a
cogerla del brazo pegarla a ella y cerrarla en un abrazo. ─ ¡Deja de pelear
conmigo! No fue mi intención ponerte en riesgo en esa oportunidad pero no tuve
más remedio. Eres tan testaruda que nunca aceptarás los hechos como son.
─ Ariza… ¡Suéltame! ─ demandó Bianca contrariada. ─
No quiero llegar a ningún acuerdo contigo. ¡Eres de lo peor!
─ No lo haré hasta que te calmes ─ replicó Ariza,
colocando más fuerza en el abrazo. ─ Te lo vuelvo a repetir. No sigas peleando
conmigo y el acuerdo ya está hecho, Romí. No puedes retractarte.
─ ¡Odio cuándo me haces esto! ─ protestó Bianca,
luchando aún por zafarse. ─ Eres una abusiva usando las cosas contra mí.
─ No he abusado esta vez ─ refutó Ariza, de lo más
calmada. ─ Fui idea tuya que llegásemos a un acuerdo y yo solo acaté tus
deseos.
─ ¡Vez que tengo razón! ─ reclamó más brava
Bianca, golpeando su pecho con sus puños. ─ sigues usando mis palabras contra
mí… ¡Te odio Ariza!
─ No me odias y lo sabes bien ─ contradijo la
estanciera que sentía el dolor de su pareja. ─ Solo tienes miedo de aceptar que
aún me amas y es algo que voy a cambiar por el bien de las dos.
─ ¡No quiero! ─ protestó Bianca al borde del
llanto. ─ No puedes obligarme a que te quiera.
─ No lo estoy haciendo ─ rebatió una Ariza, que
sentía en cada medula de su ser, el fuego que la quema a causa del amor que
sentía por ella. ─ Has venido a mi libre y has decidido por ti misma. Es tu
propia voluntad que te tiene aquí en querer descubrir tu verdad. La de tu corazón y tu sentir.
─ Yo…Yo… ¡Maldita sea! ─ rabió con dolor Bianca incapaz
de rebatir los argumentos de la estanciera. ─ ¿por qué?... ¿por qué tuve que
volverte a encontrar?
─ Por que ese era nuestro destino ─ respondió
Ariza, cerrando sus ojos ante la presencia de los miedos de la joven. ─ Nos
pertenecemos desde la otra vida y no podemos negarlo más.
─ No… ─ aulló de dolor Bianca, terminando por
fracturarse por dentro y rompiendo a llorar sin dejar de golpear el pecho de la
estanciera. ─ No lo acepto…No otra vez…Me hiciste mucho daño…tú que me juraste
lealtad, me fallaste… Rompiste mi corazón…No puedo confiar…No puedo… vas a
volver a lastimarme.
─ No lo haré ─ afirmó Ariza, apretando sus labios
tratando de aclarar aquel nudo en la garganta que le dificultaba seguir
hablando. ─ ¡Lo siento mucho!... Nunca quise lastimarme amor mío… ¡lo siento
tanto!
─ ¡Mierda! ─ exclamó entre sollozos Bianca. ─
duelen tus palabras porque llegaron tarde a mi corazón.
─ Nunca es tarde para pedir perdón, Romí ─ repuso
Ariza. ─ Nunca será tarde para enmendar errores del pasado y curar viejas
heridas en forma personal. Nunca es tarde para comenzar otra vez y nunca será demasiado tarde para pedir una
segunda oportunidad e intentarlo nuevamente. ¡Jamás lo será! El amor no tiene
fecha de expiración o caducación solo has dejado de intentar para que los sentimientos
duerman perpetuamente dentro de ti. Sí es amor verdadero, nunca morirá porque
no puede ser un error amar con todo lo que tú eres, sientes y puedes dar. Un
amor que no tiene precio, fecha de término, fronteras, clases sociales o
dogmas. Amar no es el suave beso del cariño sino una llama que jamás se podrá
apagar porque no conoce poder que lo someta.
─ Tú… Tú eres ─ susurró entre dientes Bianca sin
poder continuar.
─ Soy la mujer que te ama con todo su ser, su
fuerza y que una vez fue tu compañera en el pasado y que desea que le des la
oportunidad de redimirse ante ti y demostrarte que puede hacerte feliz. ─
señaló Ariza, dejando salir todo cuanto guardaba dentro de sí.
─ Tiem…po ─ balbuceó entre sollozos Bianca. ─
Necesito tiempo.
─ Ya lo tienes ─ respondió firmemente Ariza. ─
dije que no reclamaré tus labios por el momento hasta que estés lista y
dispuesta a darme por voluntad propia, lo que una vez fue mío y que también
deseo hoy.
─ Yo ─ intentó decir Bianca.
─ No hables más ─ pidió Ariza. ─ No es necesario
más palabras entre nosotras. Tenemos tiempo para ello. Solo deja que tu corazón
sea libre otra vez.
Tal como pidiese la estanciera, la joven no dijo
más, solo asintió dentro de ese abrazo y buscó calmarse de tanto dolor guardado
de la otra vida. La tibieza de ese abrazo fue mitigando parte del dolor pasado
y brindándole una parte de alegría porque muy en el fondo, aquel corazón
añoraba volver a sentirse amado, cálido y pertenecer a alguien. Mejor dicho a
su dueño; corrección, dueña. La responsable de todo su sentir.
Aquellos ojos verdes vieron el manto de nubes
puestas en el horizonte y pensó que mañana sería un día mejor porque
vaticinaban buenos tiempos. ¡Quizás para todos!
─ Volverás al campamento ─ fue lo expresado por un
hombre que observaba a una joven mujer frente a él.
No hubo respuesta a la dicho sino que en su lugar
una sonrisa se bordo tímida en un principio para luego, ensancharse por
completo. Y el resplandor brilló en sus pupilas verdosas.
Un destino que se escribía entre la verdad de un
pasado y la realidad del presente. Un destino que venía a saldar cuentas con
sus protagonistas.
3 comentarios:
ohhh por dioss este capitulo si que fue intenso!!!tantos sentimientos encontrados,me encanto.esperare con ansias el siguiente.un besote enorme desde argentina
Me alegra mucho saber que te ha gustado. Saludos desde Chile
Anrhia
En lo dicho bellesimo este capitulo hojala y pronto subas el siguiente vale la pena la espera
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