Capítulo 18 (Calixta/Pía)
Negociaciones
Minutos más tarde el
coche se detiene justo en un semáforo queda con la avenida Benidorm,
precisamente dónde quedan ubicado las torres coraceros destino final que lleva
aquel vehículo. Luego del cambio de luz, reinicia su marcha manteniendo su
izquierda para tomar calle nueva libertad y con ello, alcanzar la entrada
principal de dicho condominio de edificios costeros.
—¿Por qué has tomado esta ruta? — se escuchó el cuestionamiento al interior del coche.
—Me disculpo con usted señorita por no avisarle con anticipación,
pero la aplicación me advirtió de un choque a la entrada de calle 18 norte —
fue la respuesta de parte del chofer.
—Entiendo — dijo la mujer que estaba en la parte trasera del
vehículo con el semblante serio. — Lo dejare pasar esta vez y procura no
olvidar mis ordenes Sebastián.
—No lo haré señorita — respondió el chofer estoico ante las
órdenes de su patrona.
—Ingresa por la segunda entrada — Ordenó la mujer.
—Como usted ordene — repuso el chofer.
Le tomó unos minutos más dado que había cierto atasco de
vehículos atrapados debido al accidente unas dos cuadras más allá. No obstante,
fue una muy buena decisión debido a que estaba más despejada de circulación de
otros coches residentes del lugar.
—¡Buenos días! —Saludó un guardia de seguridad al detenerse
el coche frente a la portería. —Necesito sus documentos y a que torre se
dirige.
—¿Es usted nuevo? — se escuchó decir desde el interior del
vehículo.
—¡Disculpe! — reparó el guardia.
De inmediato se bajó la ventanilla trasera…
— Pregunté si es nuevo en este trabajo — insistió una mujer.
—Primeramente, dama ¡Buenos Días! — recalcó el empleado.
—¡Buenos días! — correspondió el saludo la mujer.
—Efectivamente soy nuevo en este lugar. Me asignaron hace
una semana — aclaró el empleado. — Razón por la cual me estoy familiarizando
con los residentes de este condominio como también personas externas que acuden
en visita.
—¿Qué sucedió con Eladio? — preguntó dicha mujer.
—No lo sé dama — respondió el guardia a secas. — No puedo
informar de algo que no estoy al tanto, solo me limito hacer mi trabajo que es
controlar quién entra y sale de este sector de las torres. Así que, por favor,
indíqueme su nombre y el número de torre y departamento al cual se dirigen, si
no es mucha la molestia.
—Por supuesto. — señaló la mujer entregando su cedula de
identidad al empleado. — Voy a la torre Reina Victoria.
—¿Calixta Bezanni? — indagó el guardia viendo confundido la
cédula de identidad de la mujer en cuestión y de pronto enfocó sus ojos en la
susodicha y fue ahí que, le entró la curiosidad. — ¿Usted tiene relación
parental con Francesco Bezanni? O… ¿es un alcance de apellido nada más?
Las preguntas o, mejor dicho, la pregunta en cuestión no
solo le hizo gracia, sino que además vino a confirmarle la ignorancia y falta
de tino que algunos individuos suelen tener al desconocer su cultura e
identidad. Además, que debía reconocer que lo hizo a propósito de entregarle su
documento para ver su reacción y de paso darle una lección en cuanto a su
trabajo.
—No es un alcance de apellido cómo usted supone, sino que es
parental, es mi padre — enrostró Calixta con alevosía sin dejar de verle. — Y
déjeme darle un consejo para evitar errores a la próxima. Delante de su cabina a
mano derecha hay dos libros: una para el personal y el otro es de los
residentes. Ahí encontrará toda la información que necesita dominar y aprender de
memoria para que no tenga excusas de justificar su incompetencia. De lo
contrario, tendré el placer de cesar sus servicios ¿No entendemos?
—Muy claro, señora Bezanni — respondió bien compungido el
guardia. — No tendrá quejas de mí nuevamente.
—Eso espero señor Berrios — advirtió Calixta recibiendo su cedula,
el cual guardó en su porta documentos y sin volver a verle, añadió. —Deje bien
puesto la formación castrense que posee. Su recomendación no servirá de nada si
no se ajusta al perfil de empleados que necesitamos.
—Lo tendré en cuenta, dama — manifestó éste.
—Una cosa más — dijo Calixta.
—Usted dirá — contestó el guardia.
—Es señorita Calixta Bezanni — aclaró ella. —No dama o
señora.
—No lo olvidaré — asumió el empleado.
—Bien — repuso Calixta y subió su ventanilla con ello.
De inmediato se levantó la barrera ante ellos y el coche
continuó hasta llegar a su destino.
—Sebastián — Ordenó Calixta antes de bajar del vehículo. —
Recuerda recoger a Pri a la hora y traerla directo a la suite. No permitas que
ella se retracte o responderás por ello. Luego vienes por mí a eso de los seis
en punto.
—Se hará como usted ordene señorita Calixta. — contestó el
chofer.
—Puedes retirarte a casa — señaló Calixta y salió del coche.
Con un gesto de asentimiento de parte del chofer, esperó lo
preciso antes de retirarse del lugar. Conocía de sobra el carácter de la mujer
y del poder que tenía su familia. Él como muchos de los empleados habían
aceptado los términos y cláusulas de confiabilidad en sus contratos. El salario
es bien remunerado y ventajoso. Sin embargo, no se admitían errores como
tampoco la indiscreción. Llevaba su buen tiempo al servicio de esta familia
como de la heredera del conglomerado inmobiliario. Había visto muchas cosas a
lo largo de su trabajo, pero no era de su competencia cuestionar nada que se
relacione con las actividades de su empleadora en ningún aspecto. Su lealtad y
silencio eran bien recompensados monetariamente hablando. Estaba al tanto de
¿quién era? y ¿qué significaba? aquella mujer que debía recoger en la comuna de
Olmué. Habían pasados unos años desde que no la volvió a ver y pudo apreciar
las consecuencias de su ausencia en la vida de la señorita Bezanni. Aunque
aquello no era de su incumbencia, sabía lo que significaba el retorno de dicha
joven mujer. Tenía la comprensión de los años y un respeto por quién es su jefa
al margen de todo lo demás.
Por su parte, la susodicha dirigió sus pies en dirección a
la torre en cuestión. Saludó a sus empleados y tomó el ascensor al piso de
oficinas de inmobiliarias. Hizo los saludos protocolares con el personal e
ingresó a su despacho. Permanecería en él por espacio de tres horas en su ardua
labor hasta que fue interrumpida por su secretaria.
—Señorita Calixta — informó la secretaria. — tiene una
visita.
—¿De quién se trata? — preguntó ésta viendo su reloj de
pared. —No tengo citado a persona alguna que yo sepa. Solo a los inversores y
es muy temprano para ello.
—Es Pía Calladrie — señaló la empleada.
—¿Pía? — cuestionó para sí más que nada Calixta. — Hazla
pasar.
—De inmediato — repuso la secretaria y abandonó el despacho.
En cosa de solo unos segundos hacía su ingreso una mujer
rubia, alta, pulcramente vestida en un pantalón de tela pana marrón claro, una
blusa blanca con volantes acordonada, una chaqueta gamuza de tonalidad marrón,
enfundada en unas botas camperas.
—¡Buenos días! — saludó de entrada la rubia coartando cualquier
objeción antes de empezar.
—¡Buenos días Pía! — devolvió el gesto Calixta y con una
mirada apreciativa a su contra parte e invitándola a tomar asiento. —Tú dirás
¿qué te trae tan temprano a mis dominios?
—Directa al grano como siempre Calixta— puntualizó dicha
rubia sosteniendo la mirada de la otra. — Me encantaría iniciar esta plática
con un café de por medio en compensación a tu omisión u olvido intencional de
tu parte sobre un tema que me compete extremadamente.
—Concedido. Dame un minuto — aceptó Calixta marcando directo
a su secretaria. — Por favor, Luisa tráigame un americano junto con unos blakwa.
Tras cortar la llamada Bezanni, guardó los archivos en su
computadora y se prestó mentalmente a una conversación que sabía que vendría irremediablemente
con la llamada de su antigua sumisa y que involucraba a más de una de sus
amigas y compañeras de correrías. Estaba clarísima que dicha petición traerías
consecuencias más temprano que tarde y la prueba de ello, estaba frente suyo
con la presencia de dicha rubia.
—Démosle unos minutos que traigan tu pedido y conversamos
tranquila ¿te parece? — solicitó Calixta.
—No hay problema — respondió Pía, ajustando los cordones de
blusa.
Aquel gesto era una clara señal de que también dicha rubia
estaba alistándose mentalmente para una charla que tendría ribetes muy coloridos.
Ambas mujeres se conocían en el lenguaje corporal y podían leer a la perfección
su disposición a un enfrentamiento de no tener las respuestas apropiadas al
tema que les convocaba.
No dé por gusto eran conocidas como las dos más
temperamentales de las seis del grupo y precisamente eran ellas, quienes más
perjudicadas habían salido, por así decirlo; de un hecho del pasado y que
nuevamente las volvía a involucrar. Quiéranlo o no.
Si bien ambas eran muy afable y respetuosa la una de la otra
había límites a los cuales jamás dejarían sobre pasar. Su amistad se consolidó
desde la niñez y las vivencias las unió en una red familiar infranqueable y que
había sido puesta a prueba muchas veces, pero que jamás se permitió vulnerar
dicho vínculo. Solo su sangre (familia) podría hasta cierto parte objetar
algunos puntos. Ellas se habían forjado un camino labrado en vivencias
profundas y que las hacían mujeres fuertes, poderosas y leales. Siendo esto último,
un requisito indispensable. Para una dominatriz, el respeto y el control lo es
todo.
Al poco rato, unos suaves golpes a la puerta quebraron esa
preparación mental de ambas dominantes.
—¡Adelante! — ordenó Calixta.
—Aquí le traigo su pedido, señorita Calixta — señaló Luisa
dejando una bandeja con dos tazas de café y dichos dulces árabes.
—Gracias. Puedes retirarte— indicó Calixta y de pronto
recordó un hecho. — antes de que te retires, no quiero que me pases llamadas
como tampoco deseo ser interrumpida.
—Se hará como usted ordene — respondió Luisa. — Con su
permiso.
—Ve — dijo Calixta observando a su empleada.
Solo cuando dicha empleada cerrase la puerta tras de sí,
Bezanni enfocó su mirada hacia dicha rubia y sin demora procedió, a encararla
de una forma apropiada.
—A lo que nos convoca, querida Pía — instó Calixta.
—Por supuesto — convino ésta tomando su taza y dándole un
sorbo a su café. — ¡Rico como siempre!
—¡Aduladora! — recriminó la otra también probando el suyo.
—No lo soy — contravino Pía dando otro sorbo. — solo afirmo
una realidad y una verdad de paso.
—Lo sé mejor que nadie — afirmó Calixta.
—Una verdad tan cierta como la que tenemos tú y yo —
puntualizó Pía viendo seriamente está a vez a su compañera. — Y necesito tu
sinceridad al cien por ciento.
—La tienes y lo sabes, Pía — reafirmó Calixta.
—Entonces explícame ¿cómo es que Lucía se involucrará en
esta historia? — inquirió sin rodeos Pía.
Fue el turno de Calixta de aspirar profundamente antes de
responder a su compañera.
—Antes que nada y tal como te señalé ayer, es presunción mía
nada más — aclaró Calixta sin dejar esos ojos azules de la rubia. — Una
conclusión que saque tras la llamada de Patricia.
—¿Y la razón de ello? — persistió Pía sin contemplación.
—No vayas a olvidar que ambas son madres — expresó Calixta—
Y las haces muy protectoras de sus hijas.
—No necesitas darme una lección al respecto — objetó seca
Pía. — Tengo muy claro que mi antigua sumisa, es madre. Me guste o no.
—No te estoy dando ninguna lección, querida — reprochó
Calixta. —Solo te estoy haciendo ver un punto y de lo que son capaces las
madres por sus hijos.
—¿Tu punto es? — contra atacó Pía.
—Que si Patricia ha pedido volver a reunirse conmigo. Existe
la posibilidad que Lucía pida también lo mismo. — explicó Calixta fríamente. — Su
hija está involucrada en esta historia.
—¿Su hija? — indagó curiosa Pía que no estaba al tanto de
cierto detalle. — ¿Y por qué?
—¡Uf! — resopló Calixta pesadamente porque sabía de sobra lo
que se le venía encima. Esto se iba a poner color de hormiga. —Pía.
—¿Qué no estás diciéndome Bezanni? — preguntó en un tono
duro la rubia.
—Te recuerdas la salida que tuvimos en Marzo — mencionó
Calixta estudiando las facciones de la otra dominante.
—Si, por supuesto ¿qué con eso? — indagó Pía sin comprender
todavía.
—Esa vez, Alexandra nos comentó que tenía problemas con una
de las hijas de Lucía en su trabajo — aclaró Bezanni.
—Sí lo recuerdo como también dijo que estaba intentando no
darle bola — concordó Pía meditando en ello. — no te voy a mentir que no me
gusto escucharla. Aunque por un momento me pareció irónico que justamente la
hija de Lucía se viera merodeando en un mundo que su madre juró no volver a
visitar.
—Bueno ahí te tengo malas noticias, Pía — develó Calixta sin
perder de vista los ojos de su compañera.
—¡Habla de una vez! — demandó tajante la rubia, dejando de
lado su taza y cruzando sus piernas e inclinado su torso sobre el escritorio de
su amiga.
—Bien. ¡Ni modo! — murmuró Calixta sin poder evitar la
presunta confrontación que se vendría. — Primero que nada, no me corresponde
decirlo, pero lo haré de todos modos.
—¡Prosigue! — insistió Pía intuyendo algo que rondó por sus
pensamientos.
—Si bien Alexandra hizo todo cuanto estuvo a su alcance, no
consiguió su objetivo de apartar a la muchacha en cuestión. Hay que reconocer
que tiene los genes de su madre en lo obstinada y terminó por vencer a su
oponente. — debeló Calixta haciendo un alto a su relato para beber lo último de
su café. — Aquel día en que nos volvimos a reunir todas después de todo lo que
nos sucedió. Esa misma noche, esta muchachita en cuestión llegó al antro y es
ahí, que acabó con la determinación de Alex.
Esta información hizo girar los engranajes en la cabeza de
la rubia y de pronto su cara cambio a una de incredulidad completa.
—¿No me digas que una de esas chicas que tenía tremendo
alboroto era la hija de Lucía? — preguntó de frentón Pía que sumo uno más uno
de los hechos.
—Lastimosamente, era ella — confirmó Calixta.
—¡Mierda! — exclamó Pía que se enderezó y su rostro hablaba
de molestia plena. —Por eso fue por lo que Alex salió disparada a buscarla.
—En parte — expuso Calixta.
—¿Cómo que en parte? — refutó Pía para nada contenta con la
respuesta.
—Tú sabes mejor que nadie que en nuestro mundo la cacería es
parte del juego— hizo hincapié Calixta. — Y ese día en cuestión había varias que
tenían en la mira a esas dos muchachas. Alex no tuvo más opción que intervenir.
—¡Um! — exclamó Pía sopesando las cosas. — Puedo entender
hasta cierta parte tu punto. Lo que no puedo aceptar es la omisión de parte de Alexandra.
¿Por qué no me lo dijo? Soy su amiga.
—Eso tendrás que hablarlo con ella en su momento — mencionó
Calixta respiró un poco más aliviada. — Intuyo que no lo hizo porque mejor que
nadie sabe que el tema de Lucía es complicado para ti.
—¿Eso que tiene que ver? — cuestionó Pía viéndola
fieramente.
—¡Oh vamos querida! — reprendió Calixta viéndola con la
misma intensidad de mirada. — No nos engañemos la una a la otra. Ambas tenemos
un carácter hijo putal y las chicas nos temen a un grado respetable por así
decirlo.
—¿Estás diciéndome que Alex tuvo miedo de mencionar que se
cogió a la hija de mi sumisa? — inquirió Pía viéndola pensativamente.
—Ya te dije que no sé los motivos de Alex y no puedo hablar
por ella, pero puede ser una posibilidad — esclareció Calixta.
—¿Miedo? ¿a mí? — se replanteó Pía masticando las preguntas
para poder apreciar su trasfondo. — Es una mierda y tú lo sabes, querida
Calixta.
—No lo es — refutó ésta alzando su mentón desafiantemente. —
reconoce de una buena vez que lo tuyo con Lucía hizo estragos en ti y lo
tomaste a mal.
—Te devuelvo el cumplido querida — desafió sin asco Pía. —
¿lo has aceptado tú? O me dirás que dejaste ir a Patricia llena de risa y feliz
de que tu sumisa te mandase al carajo sin explicación alguna.
—¡Te estás excediendo…Pía! — advirtió cabreada Calixta.
—Entonces, tú no lo hagas conmigo — amenazó Pía con el
coraje vivo.
—¡Madre mía! — murmuró cansada Calixta que sabía que no
llegarían a ninguna parte si se ponían en ese plan. Tendría que hacer concesiones.
— Lo asumí, pero en todo este tiempo no he podido aceptar su partida si te soy
sincera.
Aquella admisión dejo pasmada a la rubia que en cuyas
pupilas podía leerse la sorpresa y también la trastocó porque eran cercanas en
su sentir después de todo.
—Claro que me lo tomé a mal — admitió Pía levantando su
cabeza y contemplando el cielo raso. — Si bien éramos muy jóvenes en aquella
época para cualquier tipo de sentimentalismo, enganché a la perfección con
ella. Era perfecta para mí, tenía todo cuanto me gusta de una mujer junto con
su comportamiento y sabes lo exigente que soy en cuestión de gustos. Estaba
dispuesta a todo por Lucía incluso enfrentar a mis padres y me sentó fatal su
decisión, lo encontré una traición de su parte y más porque se negó a darme sus
razones y escogió seguir a su amiguita Patricia antes que a mí.
—Estoy consciente de ello — coincidió Calixta al recordar
aquel día—Tampoco se me dijo las razones para su partida.
—Dime una cosa — mencionó Pía sin dejar de ver el cielo
raso.
—Habla — repuso Calixta que viendo a la rubia.
—¿Pudiste dar vuelta la página realmente? — indagó Pía que esta
vez volvió su rostro para observar las facciones de la otra dominante.
—No — fue la escueta respuesta de Calixta.
—¡Ya veo! — exclamó Pía cuyo semblante se volvió un tanto sombrío—
Ya somos dos y estamos en las mismas condiciones que aquel día. El tiempo no
consiguió su propósito al final de cuentas.
—No lo hizo — secundo Bezanni.
—¿Qué harás ahora? — preguntó de frentón Pía.
—Primeramente, escucharla — planteó Calixta.
—¿Y luego? — insistió Pía.
—Reclamaré mis derechos — continuó Calixta. — y luego,
exigiré la verdad. Cueste lo que cueste. No le daré chance alguna.
—Comprendo — dijo Pía replanteándose ciertos hechos. — Ahora,
aclárame porque supones que Lucía buscará seguir el camino de Patricia.
—Ya te dije que son madres — persistió en sus dichos
Calixta.
—Te escuché decirlo, pero eso no responde a mi pregunta
propiamente tal — persistió Pía. —La otra chica de ese día… ¿es la hija de
Patricia?
—Lo es — confirmó Calixta sin dejar de verse. — Por eso lo
de…ser madres.
—¡Ya veo! — asumió Pía meditando en otro hecho. — ¿Y eso
incluye a Martina?
—Así es — afirmó Calixta.
—¿Qué ironías de la vida? Que dicho parcito se alejó de
nuestro mundo y son sus propias hijas las que las traen de regreso — profundizó
en los hechos Pía.
—Te concedo la razón en ese aspecto — admitió Calixta. — es
irónico en verdad. Más es una realidad que nos golpea de lleno y no podemos
hacernos las lesas.
—Obviamente que no — coincidió la rubia.
—Además es una revancha también para nosotras ¿no te parece?
— señaló Calixta.
—Sin duda lo es y muy bienvenida después de una larga espera
— admitió Pía.
—Lo que nos lleva a plantearnos lo que sucederá con
Alexandra — mencionó tentativamente Calixta.
—¿Qué tiene que ver Alex en este punto? — indagó confundida
la rubia dominante.
—Mucho. — contestó Bezanni.
—¡Explícate! — presionó Pía.
—Si mis deducciones no son erróneas, Lucía, irá por
Alexandra en su petición — terminó de asestar el golpe final Calixta y su
mirada se clavó en los azules de la rubia.
—¡Sobre mi cadáver! — siseó desencajada la mandíbula de la
rubia. — Jamás le consentiré a otra domina poner un solo dedo sobre Lucía.
—Es por esa razón que deseaba hablarlo contigo — indicó
Calixta.
—Comienza a hablar Bezanni por tu bien — increpó molesta
Pía. —Y no lo suavices como al principio. Directo al hueso.
—No esperaba menos de ti, querida Pía. — reconoció Calixta
bajándole el perfil al asunto y sabía que irse por las ramas no serían jamás
admitidas por la otra dominatriz. — Estoy casi segura de que Lucía pedirá que
Alexandra se reúna con ella para saber de las intenciones con su hija.
—Antes tendrá que presentarse conmigo — advirtió Pía sin
dejar lugar a dudas. —Ella sabe que no tiene permitido acercarse a ninguna de
nosotras a menos que asuma el precio de lo que implica regresar.
—Estamos de acuerdo en eso — secundo Calixta.
—¿Y tú plan es? — instó de frente Pía.
—Lucia buscará la forma de acercase a mí por medio de
Patricia para hacer su petición a Alex— explicó Calixta. — Lo que haré sin
reparos. Con la salvedad en que estarás presente en dicha ocasión. Harás tu
reclamó sobre ella y de paso sabrás las intenciones de Alexandra con respecto a
Tania y solicitarás un voto de compromiso de cuidados y protección para la
muchacha. Asumiendo la omisión de sus actos ante ti.
—¡Vaya que tienes bien claro tu plan! — alabó sorprendida Pía
asumida de los hechos ya.
—¿Estás de acuerdo? — apremió Calixta sin rodeos.
—No te negaré que me descoloca un poco el asunto ya que soy
quién debe acceder a una petición de mi sumisa y no que ande buscando a otras
para solucionar su problema — admitió Pía. — Y sí Calixta, estoy de acuerdo. Y
en su momento cobraré esta afrenta.
—Veo que no le perdonarás nada a Lucía — intuyó Calixta a su
contra parte.
—Como siempre dice nuestra querida Martina… ¡Tiene un
infierno que pagar! — Adujo en repuesta y con un semblante que demostraba que
no estaba bromeando al respecto.
—Lo sé — concluyó Calixta.
—Bueno ya que están aclaradas las cosas, no quito más tu
tiempo Cali — Repuso Pía que se puso de pie. — Sé que tienes compromisos de
negocios y una larga noche para reclamar tu derecho y cobrar el precio a su
desprecio.
—No te quepa la menor duda que lo haré — admitió sin
remordimientos Calixta, abrazando a su amiga y compañera.
—Esperare tu llamado — señaló Pía sin reparos y a su vez,
develó algo especial y sorpresivo. — Mientras tanto me ocuparé de instruir a mi
ahijado en un nuevo negocio.
—¿Ahijado? — fue el turno de preguntar a Calixta más
confundida que curiosa. — No tenía idea de que habías apadrinado a un empleado.
—¡No es cualquier empleado! — expresó Pía.
—¿Quién es el empleado tan especial entonces? — insistió
Calixta más sorprendida aún.
—¿Te suena el apellido Briceño? — contra preguntó Pía.
—Para nada — admitió Bezanni, olvidando por completo un
hecho en particular.
—Y si digo…Briceño Quiroz — instigó la rubia con picardía.
Aquella dominante quedo unos segundos reflexionando en la
información que se le diese y lo que por un segundo había sido pasado por alto,
vino con la misma fuerza que trae una pieza de cristal al azotarse contra el
suelo, el choque fue irreversible. Y de seguro que lo fue la imagen que se le
vino a la mente con ello.
—¡No! De ninguna manera… ¡Imposible! — expresó Calixta que
se resistió a la verdad moviendo su cabeza en el proceso. — El hijo de…
—Lucía — remató en respuesta Pía complacida por el asombro
de su amiga.
—¡Oh mierda! — exclamó consternada Calixta. — Esto es una
verdadera ironía.
—Sabrás que una dominante cumple su voto de asumir las
necesidades de su sumisa y vela por ella siempre — presumió altiva la rubia con
una mirada cargada de insolencia. — No admití los términos de Lucía por el
simple hecho que no fue sincera conmigo y menos al escoger a otra persona sobre
mí y no obstante a ello, he mantenido mi promesa para con ella al procurar a
parte de sus hijos. Solo me falta uno de ellos de los cuales he de ocuparme una
vez que reciba tu llamado.
—¡Tania! — asumió Calixta.
—Precisamente— aseguró Pía. —Ahora querida, me despido.
—Estamos al habla — fue lo dicho por Calixta.
—Cuenta con ello — dijo Pía guiñando un ojo a su compañera.
Tras ello, se retiró de la oficina con rumbo al
estacionamiento en que había dejado estacionado su todoterreno.
Mientras que…
—¡La vida tiene sorpresas y sorpresas te da! — murmuró
Calixta sin dejar de ver la puerta por dónde salió la rubia dominante. — Al
menos se puede decir que salió mejor de lo que esperaba. Sin duda que, Pía no
se anda con pequeñeces y Lucía sería muy estúpida si piensa que saldrá bien
librada. Estas sumisas sabrán las consecuencias de sus actos y por mi parte,
tendré las respuestas que he esperado por tan largo tiempo.
2 comentarios:
omg que emoción, lo que se viene, muchas gracias por el episodio.
Muchas graciasss, ya extrañaba leerte 💕
Publicar un comentario