mujer y ave

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miércoles, 31 de diciembre de 2014

Con las ilusiones rotas


Las vueltas de la vida, II parte.

Han pasado ya unos años desde su llegada y desde ese entonces me sumergí en un vertiginoso y oscilante mundo de contrariedades.

Aún puedo recordar ese primer día en que la vi y su aspecto era el de una persona bastante desafiante y avasalladora, dispuesta a llevarse al mundo por delante y no dejarse atropellar por nada ni nadie.


¿Quién lo iba a decir? Que semejante muchacha; casi una adolecente; tuviese semejante desplante como arrogancia misma para ver la vida de una manera tan majadera y soberbia por lo demás.

Cuando revisé sus antecedentes, apenas podía dar crédito a lo que mis ojos leían en ese papel. Apenas había cumplido los 21 años y ya estaba recibida de contadora auditora y eso, que dicha carrera te toma cinco años y un poco más para egresar y son contaditos con una mano los que se titulan. Sin duda que esa chica, era bastante precoz por así decirlo; para ostentar dicho título y es que no solo impresionaba sus cortos años, sino que la desfachatez con la que hablaba de ser jóvenes  responsables, capaces y casi invencibles en comparación a los más adultos, que por poco y me muero cuando uso el término cobardes y conformistas. ¡Vaya arrogancia de su parte! Cómo se notaba que le faltaba por vivir una buena cantidad de años para tener algo de mesura y prudencia en su hablar.

No es que me considerase una vieja o anciana en ese tiempo, lo que sí contaba con una buena ventaja de unos 27 a mi favor y una experiencia basada en la observación y análisis agudo de la vida, sociedad y su comportamiento habitual. Lo que me entregaba bases sólidas para rebatir cualquier punto en cuestión con un amplio respaldo de las experiencias vividas y resultados exitosos en cualquier ámbito o situación en la que se me pudiese enfrentar.

Provengo de una familia en dónde no hay cabida para los errores y mucho menos la mediocridad, que están completamente desterradas de nuestro vocabulario. Y es que soy la menor de seis hermanos. Tengo la dicha de tener a una gemela por única hermana y que somos dos gotas de agua, pero que somos tan distintas como lo son los polos en el globo terráqueo y que obviando ese pequeño detalle, que hace la diferencia entre ambas. Somos una familia unida y que como hermanos siempre estamos apoyándonos de una u otra forma, aunque todos absolutamente somos independientes entre sí y muy poco necesitamos de la ayuda de otros.

Resulta algo gracioso hablar de mí y no reírme al recordar los muchos epítetos con los cuales solía llamarme dicha muchacha…« Ególatra cascarrabias, pedante barbie girl, narcisista cara dura, rubia descerebrada y petulante, etc.»…Esos son fueron los más suaves apodos que me otorgase en estos seis años de convivencia laboral y es que cada vez que me veía acercarme a su oficina, le cambiaba las facciones de su rostro como si del mismísimo diablo se tratase y sus ojos echaban chispas por montón.

Por un buen tiempo me pregunté ¿cuál era el motivo de que me tratase de esa manera? Ya que después de cumplirse un año y tal como se los había comentado a mis colegas, socias y amigas al momento de contratarla.  Me disculpe personalmente con ella delante de mis dos socias y de la jefa de personal.
Aun recuerdo sus ojos pardos, llenos de asombro y perplejidad cuando oyó desprenderse de mis labios…Una sentida disculpa por haber dudado de su capacidad y de reconocer en su persona, una de mis tres mejores empleados de toda la empresa y que se la confiaría en caso de ausentarme por vacaciones u otros motivo. Sin duda, que mis palabras no consiguieron sacarle ninguna sonrisa de satisfacción, en dónde se supone que el ego saca la mayor parte y se hincha de orgullo desbordante y en cuya mirada se pudiese apreciar un ¡Te lo dije!... Nada de eso ocurrió y al final de cuentas la más sorprendida por su actitud terminé siendo yo, porque ella, empequeñeció mucho sus ojos y terminó por encogerse de hombros por respuesta y cuando al finalizar esa jornada y al pasar por mi lado, me vio de soslayo y murmuró lascivamente que era una embustera de lo peor y que no creería en mis palabras hasta verme arrodillarme a sus pies y decirle que lo sentía de verdad. Y sólo ahí, sabría que estaba siendo sincera.

No sé cómo ni cuándo la tomé de las muñecas y la arrinconé contra la pared y le quede viendo fieramente y le solté con mucho coraje lo que pensaba de ella…

─ Soy una mujer que se precia de lo que soy y jamás, ¡óyeme bien! Me rebajaré en arrodillarme frente a ti ─ bramé con la rabia viva en mi corazón ─ ¿Quién te crees para suponer que un hecho así sucederá?
─ La única mujer que nunca dejará que le pases por encima ─ me encaró ella ─ un día lamentarás tus actos y en ese momento te tendré frente a mí y quizás sea muy tarde para ti.
─ ¡Ja! ─ exclamé con tanta burla que mis ojos chispeaban con la misma intensidad y llevada por la perversión más cruda que hubiese sentido antes, roce el lóbulo de su oreja y murmuré con saña ─ sigue soñando niñita tonta y espera sentada ese día porque tendrías que ser mucha mujer para tus cosas y conseguir lo que ningún otro ha logrado.

Y con crueldad absoluta, le mordisqué su oreja, arrancándole un sonoro grito y conseguir que su cuerpo se estremeciera en temblores, haciendo que mi ego subiera hasta las mismas nubes. Y no contenta con eso, deje que mis labios rozaran su mejilla y fui testigo de cómo se ruborizó como la misma grana. Sin más, me aparté de su lado y la solté;  y girando sobre mis talones me fui con rumbo a mi oficina totalmente satisfecha de haber hecho añicos su altanería y dejarla totalmente vulnerable a mi persona.

─ Me las vas a pagar ─ exclamó sulfurada desde su rincón que aún permanecía algo impávida.
─ Jajaja ─ me mofé de lo lindo ─ en tus sueños lindura.

No espere escuchar su respuesta a mis dichos simplemente, me sentía tan bien conmigo misma como hace mucho tiempo no lo hacía y es que aquella jovencita era tan arrogante que era un triunfo sin igual, doblegarla a paciere. Nada ni nadie me había hecho sentir tan igual y como iba a disfrutar de las oportunidades de rebajarle ese orgullo hasta dejarla totalmente sumisa e iba aprender que conmigo no se juega como tampoco se desafía.

─ Hueles muy rico y has de saber aún mejor, niña tonta ─ murmuré sádicamente al llevarme mi dedo hasta mi boca y sentir ese aroma aún impregnado en la comisura de mis labios.

En eso caí en cuenta que había tenido un encuentro muy lésbico con esa jovencita y tal reflexión me dejo pensando más de la cuenta y es que simplemente me deje llevar por tanta provocación y mi reacción nació en forma natural y espontanea al punto de que con un poco más, hubiese robado un beso a tan provocativa chiquilla.

Aunque soy una mujer bastante guapa, soy muy hetero para mis cosas y además, estoy casada. Pero no niego, que en mis tiempos de universidad si incursioné en lo que llaman hoy en día… Exploración de la sexualidad y con algunas amigas, nos dimos unos cuantos besos locos por ahí, llevadas por la algarabía de unas copas demás. No obstante, ese fue un tiempo breve que duro lo que la curiosidad puede soportar y en pocas palabras, la nada misma una vez satisfecha. Concluí que había sido interesante, pero no relevante y que no despertó nada en mí que no fuese una simple curiosidad.

─ Como dije, necesitas ser mucha mujer para conseguir tenerme a tus pies, Carlita ─ mascullé con total alevosía para mí misma.

¿Cuánto ha transcurrido de aquel suceso?...Ha volado el tiempo en estos seis años y hoy me encuentro sumida en mis pensamientos arriba de un avión con rumbo a Coihaique, en dónde debe estar escondida la misma muchachita. Que hoy día, sea dicho de paso, es toda una mujer, con un cuerpo infartante que vuelve loco a cualquiera y he sido testigo como en la empresa algunos la siguen con mucho morbo en la mirada y eso me crispa los nervios como me pudre el genio en un santiamén al punto de recriminarle en su cara que no sea una coqueta descarada y la respuesta nunca se dejo esperar.

─ Ellos miran y aprecian, lo que otros se hacen los idiotas en tratar de esconder ─ escupió suelta de cuerpo Carla, guiñándome un ojo cada vez que podía, burlándose de mí de esa forma y provocándome cada vez más mordiéndose el labio.
─ No juegues con fuego, querida ─ solté con ironía mal contenida ─ ¡Podrías quemarte!
─ Perro que ladra no muerde, Sopric ─ se burló de plano Carla y rozando su torso, añadió ─ No tienes lo que se necesita para conquistarme y además, tú no eres libre preciosa. En cambio yo puedo hacer lo que se me venga en gana, cuando quiera y con quién quiera.
─ ¡No tientes a tu suerte! ─ bramé fuera de mis casillas y la agarré con tal fuerza que ya la tenía pegada a mi pecho ─  No es aconsejable provocar a los demás sin tener en cuenta la reacción de una persona.
─ ¿Qué puedes hacerme? ─ provocó Carla, acercando su rostro lo más posible al mío y al no tener respuesta en mis ojos, agregó ─ Nunca podrás tenerme, Mariela.

Se apartó de mi lado y comenzó avanzar sin esperar nada más de mi parte. Sólo pestañeé un poco, cuando me dejé llevar por  mis impulsos y la tomé de la cintura y la apegué contra la pared.

─ No vuelvas a desafiarme, Carla ─ murmuré llena de lasciva y mis ojos brillaban de tal manera, que  alcancé a ver en su retina el asombro cuando atrapé sus labios con los míos.

Ese fue el primer beso que le robé de muchos en estos años y fue el inicio de mi tortura, puesto que desde ese día jamás pude olvidar el sabor de sus labios y la necesidad imperiosa de beber de ella, el néctar de la vida para mi corazón.

Habían sido dos años de una tortuosa provocación en los cuales, Carla, se valió de todo para llevarme a fijarme en ella como nunca antes lo hice con ninguna mujer al punto de desvariar hasta lo indecible y lo que comenzó como un juego de completa y absoluta provocación. Acabó por transformarse en atracción pura y candente por parte de ambas al punto de perder el aliento cada vez la veía y me costaba una enormidad mirarla con otros ojos que no fuesen los de una mujer embobada por su empleada.

Muchas veces tuve que morderme el labio para no demostrar en público mi atracción por mí subalterna y qué decir de mi vida familiar. Mi matrimonio estaba en franco declive y es que la distancia entre Ricardo y yo se hacía tan abismal al punto de pasar a convertirnos en unos muy buenos amigos que una pareja de esposos.

Su constante ausencia por asuntos de negocios, lo mantenían por varios meses fuera del país, mejor dicho, pasaba la mitad del año lejos de casa y cuando llegaba solo hablábamos de todo menos lo relevante que nos estaba sucediendo como matrimonio.

Nunca tuve una queja de su parte y él siempre me decía que deseaba que fuésemos amigos, amantes y esposos. Aunque eso estaba muy lejos de ser verdad, amigos sí, pero amantes y esposos…Simplemente estaba a mil leguas submarinas de ocurrir. Nuestra relación se enfrió demasiado producto de nuestras respectivas carreras y alto nivel de competencia que teníamos.

Todo ello, vino a contribuir a dejarme muy mal parada en otro escenario que estaba a punto de explotarme en plenas narices y es que jamás se me pasó por la cabeza que aquella chica que llegó a dicha entrevista, terminaría por poner mi mundo de cabeza y amenazarme con avasallarme en el plano sentimental.

Luché por un año con todas mis fuerzas por mantenerme alejada de Carla y de las emociones que estaba provocando en mí y me negué una y otra vez,  las reacciones que despertaba cada vez que la tenía enfrente y sólo tenía un camino para mantener esa frágil línea de separación entre ambas y era fastidiarla hasta lo indecible y así, lograr que ella se mantuviese en una actitud de enfado constante.

Sin embargo, todo se fue al carajo cuando tuve la estúpida idea de provocarla en  su fuero íntimo al morder su oreja aquel día y desde ahí, comenzó mi verdadero calvario. Aquellas palabras amenazante e ignoradas por mí, se transformaron en una cruda realidad… ¡Vaya que se las cobró todas juntas!

Mi joven contadora, me tuvo por las cuerdas durante meses. Dónde sacó lo peor de mi carácter y extrajo otro que estaba muy dormido dentro de mí ser… la pasión irrefrenable que una sabe que tiene, pero que no dimensiona hasta dónde puede llegar y el nivel que puede haber dentro de una mujer y su sensualidad.

A partir de ese día, fueron incontables las insinuaciones de parte de Carla y lo que creí en su primer momento como una fanfarronada de su parte, se volvió un constante torbellino de coquetería sin tapujos de su persona.

Creí volverme loca, cuando Casy, tuvo la loca idea de invitarla  a su casa un día Domingo para que nos acompañase en la piscina, en una tarde solo de chicas. Esa bendita tarde, sufrí el más lento suplicio y la más cruel agonía de verla en un bikini que me tenía con la piel de gallina.

Como condenado a muerte, no dejaban mis ojos de buscarla a hurtadillas y cuando sus ojos pardos se percataban de ello, brillaban tan intensamente que el mensaje era más que claro y podía leer en su mirar, como me desafiaba a que fuese por ella y la tomase ahí mismo.

Nunca en mi vida me había faltado tanto el aire para respirar y había jadeado como bebe. No hallaba qué hacer para poner un alto a semejante provocación y muchas veces terminé por derramar el vaso de jugo entre mis manos por la torpeza de mis dedos que parecían gelatina a su solo contacto. Y podía apreciar la burla en aquellos ojos tan atrevidos para mí desde el momento en que la conocí.

Yo una mujer que presumía de un dominio tal de mi persona, que jamás perdía la paz como el desplante para enfrentar en forma arrogante cualquier obstáculo que se me presentase. Hoy me encontraba tan vulnerable y a mercede de esta joven mujer, que me hacía temblar con el solo roce de sus dedos sobre mis mulos al pasar a mi lado.

─ ¿Qué sucede contigo, Arquitecta? ─ susurró detrás de mi nuca en una forma muy sensual y sexy ─ ¿Acaso te pongo nerviosa?
─ No fantasees, Ramos ─ rebatí con dificultad, sin alejarme de su lado y viendo a mis demás socias que estaban sumidas en su conversación y no prestaban atención alguna sobre nosotras.
─ No es fantasía lo que veo en tus ojos, Mariela ─ murmuró sensualmente Carla, y llevó sus manos sobre mi espalda y toda mi columna se erizó por completo ─ Ves que estoy en lo cierto, tu cuerpo desmiente tus palabras, mi sexy Arquitecta.
─ ¿Qué pretendes? ─ pregunté sin rodeos y me volteé  a verla, graso error de mi parte.

Una sonrisa triunfal se adornó en sus labios, cuando su mano derecha en ese preciso instante, se poso sobre mi seno, electrizando por completo mi piel y despertando el deseo al instante.

─ Solo demostrarte que eres muy sexy, mi querida Arquitecta ─ murmuró entre dientes Carla, con una mirada cargada del mismo deseo presente en los míos.
─ No me provoques, Carla ─ advertí sin contemplaciones ─ puedes salir lastimada. No juegues conmigo.
─ Yo no juego, preciosa ─ desafió aún más Carla ─ yo enfrento de lleno los desafíos y obtengo lo que deseo.
─ Pues déjame darte un consejo ─ rebatí algo contrariada ─ Busca un oponente de tu porte y en tus condiciones, sólo así puedes obtener una victoria segura. Yo soy mucho para ti, niñita tonta.
─ ¡Ja! No me hagas reír ─ soltó mordaz Carla y entre sus uñas aprisionó fuertemente mi pezón sin ninguna compasión alguna ─ Te demostraré tarde o temprano que no soy ninguna niña y que te haré perder hasta la razón cuando te lleve a mi lecho. Vas a repetir tantas veces mi nombre que perderás la cuenta.
─ ¡Carla! ─ solo atiné en decir y es que apenas podía contener mis reacciones sin dejarme en evidencia ante ella y menos frente a mis colegas y haciendo un esfuerzo tremendo, agregué ─ deja tus jueguitos de lado.
─ No son jueguitos, Arquitecta ─ susurró pegada a mi oído y me devolvió el favor de hace un año atrás, al morderla ─ voy muy en serio.

No sé cuanto duró aquel mordisco, pero lo único que estaba segura, que pareció una eternidad y ahogué en lo más profundo de mi garganta, el gemido del placer que quería escapar de mí y corresponder al placer proporcionado por tan malvada y lujuriosa mujer.

Con mi mano izquierda, logré asir la baranda de la escalerilla y como alma que lleva el diablo salí más que de prisa del agua, despertando la curiosidad de mis socias que me vieron tomar mi toalla más que rauda y envolverme como una niña pequeña y aferrarme a ella como si la vida dependiera de ello.

─ ¿Te sucede algo, Mariela? ─ preguntó Sofía al verme casi temblar en dicha prenda.
─ Nada, Sofí ─ respondí al instante.
─ ¿Segura? ─ insistió Sofía al poner su mano sobre mi hombro y no quedar convencida de mi respuesta.

Alcé mis ojos hasta toparme de lleno con aquellos ojos azules y de cierta forma, había una pequeña suplica de socorro no dicho en mi mirada, que llevó a Sofía a tomar una bata cercana y llevarla hasta mí.

─ Ponte la bata, Mariela ─ me sugirió cariñosamente Sofí ─ se nota que no deseas seguir más en el agua y por lo pálida que estás, compruebo que está muy fría para que tiembles de ese modo.
─ Tienes razón ─ concordé con ella ─ No deseo seguir más en el agua. Será mejor que me vaya a vestir.
─ Cariño, usa el baño de mi alcoba, será más cómodo para ti ─ mencionó Casy, algo preocupada también.
─ Vale ─ fue mi escueta respuesta, ya que traté de salir cuanto antes de ahí, porque sentía la mirada de Carla, clavada sobre mí y no miento cuando digo, que era peor de lo que imaginaba porque los escalofríos me recorrían con más fuerza.

Debido a que soy una mujer bastante alta, no me costó casi nada en alcanzar la terraza de la casa con unos cuantos pasos y desaparecer de la mira de cierta personita y sólo cuando entré en el hogar de mi socia, deje salir el aire contenido en mis pulmones.

─ ¡Por Cristo! ─ exclamé con un dejo de frustración ─ me va a volver loca si continua con sus provocaciones.

En eso, una de las empleadas de Casy, me llevó hasta la alcoba de mi socia, no sin antes recoger mis prendas de vestir que deje en mi bolso en la sala de estar.

Tomé una doble ducha de agua caliente para terminar con una muy fría y sacarme de mi piel y mi memoria los rastros del contacto de Carla y volver a ser la misma mujer fría, calculadora y escéptica de siempre.

Cuando acabe de vestirme y maquillarme, volví a reunirme con las demás, pero para mi sorpresa, no encontré a Carla por ningún lado y me abstuve o mejor dicho me contuve de preguntar por ella. No obstante, al cabo de unos 30 minutos, ésta apareció completamente vestida y con su bolso en las manos. No logré entender bien qué estaba sucediendo hasta que Casy, me sacó de mis dudas.

─ Espero que volvamos a repetir esta reunión, Carla ─ repuso Casy, besando su mejilla ─ Es una lástima que tu chico te reclamé tan pronto, pero así son algunos hombres un tanto egoístas.
─ Jajaja ─ se carcajeó ella y con un aire muy coqueto agregó ─ Descuida estoy acostumbrada a personas un poquitín celosas.
─ Para la próxima, dile a tu chico que volverás más tarde ─ insinuó Casy, muy pícara ─ dile que estarás en muy buenas manos y que si desea que te venga a recoger y ver que no has hecho nada malo.
─ Jajaja ─ bromeó Carla sin ningún empacho y viéndome por el rabillo de sus ojos ─ le daré tu recado a penas me reúna con él y ver si lo convenzo de que venga y así presentárselos.
─ Estoy segura que ha de ser un buen partido para ti, ya que tienes varios admiradores rondándote, pillina ─ mencionó Casy con total franqueza.
─ Una tiene sus encantos como toda mujer, Casandra y sabe atraer la mirada de muchos ─ acotó con tal aplomó Carla, que me heló la sangre escucharla hablar de ese modo.
─ Sin duda, querida ─ convino mi socia ─ ahora ve con él o estará como león enjaulado de tanto esperarte.
─ Lo bueno se hace esperar ─ fue la respuesta de Carla ─ y antes de partir, te agradezco la invitación, me divertí muchísimo.
─ Esa era la idea, relajarnos de tanto trabajo ─ acotó Casy.

Carla, se despidió de Sofía y cuando llegó mi turno, sus ojos eran un monumento a la burla personalizada y al posar sus labios sobre mi mejilla…

─ Lastima que huyeras porque no sabrás lo que te perdiste ─ susurró con alevosía Carla y para no llamar la atención de las demás, agregó ─ Fue un gusto compartir con usted Arquitecta Sopric. Espero que ahora se divierta un poco más al estar fuera de peligro del agua y sus consecuencias.
─ Estaré mucho mejor ahora, Ramos ─ refuté con un dejo de antipatía de mi parte y es que quería devolverle un poco de su sarcasmo. ─ Y espero que tú disfrutes mejor de la compañía de tu novio y no sea que lo pierdas por dejarlo abandonado tanto tiempo.

Aquellos ojos pardos, me lanzaron una mirada glacial que estuvo a punto de asesinarme ahí mismo, pero se contuvo al máximo y solo una sonrisa fingida es todo lo que expresó su bello rostro.

─ Le aseguro que no dejaré que eso pase ─ respondió Carla seca ─ él tendrá todo lo que otros nunca podrán tener por más que se esfuercen.

Aquellas palabras consiguieron su objetivo e hicieron que mi corazón se contrajese en mi pecho y clavase mis ojos en ella, que se había dado la media vuelta e iba rumbo a la puerta acompañada de Casy y la perseguí con la mirada sin conseguir que volteara a verme.

─ ¿Quién lo iba a decir que nuestra pequeña Carla, ya tiene un guapo novio? ─ se preguntó Casy frente a nosotras dos.
─ No me extrañaría que en un tiempo más se nos case ─ agregó Sofía con mucha ilusión Sofía que es muy romántica para sus cosas.
─ Ramos, sigue siendo muy precoz para sus cosas ─ escupí con pica y bebiendo de golpe mi refresco.
─ ¿Cuándo dejarás de fastidiarla? ─ inquirió Casy ─ hazte a la idea que ya es toda una mujer y tiene todo el derecho de tener un novio y pensar en casarse y formar una familia.
─ ¡Aha! ─ exclamé malhumorada, ya que no me hizo gracia oírle decir aquello a Casy y un pensamiento cruzó veloz por mi mente y expuse ─ Será mejor que yo también me marche, ya que debo atender un asunto pendiente.
─ ¿Creí que no tenías cosas que hacer esta tarde? ─ repuso Sofía bastante extrañada.
─ Recordé que deje algo sin resolver y es hora que le dé punto final ─ murmuré con altanería y sin más besé la mejillas de las chicas y me despedí de ellas ─ Nos vemos mañana chicas.
─ ¡Llámame cuando resuelvas tu asunto!  ─ demandó Sofía, sin dejar de verme.
─ Descuida lo haré en cuanto acabe ─ respondí al instante.

Salí rauda de la casa de Casy, hasta llegar hasta donde tenía estacionado mi auto y una vez que el portón se abrió, arranqué rauda en busca de lo que me tenía podrido el genio.

Al doblar a cuatro cuadras de la casa de mi socia, hallé lo que estaba buscando y es que por la vereda iba el motivo que me quitaba la poca paz que tenía. Estacione en seco mi coche a unos metros de dicha persona y me baje más que volando.

En dos zancadas logré darle alcance y la agarré fuertemente del brazo y la obligué a verme.

─ ¿A qué estás jugando Carla? ─ mascullé llena de celos y quede a escasos centímetros de sus labios ─ No vas a salirte con la tuya.
─ Ya estabas tardando una eternidad, Arquitecta  ─ se ufanó Carla, viéndome con malicia ─ eres algo lenta para reaccionar, lindura.

─ Ve olvidándote de tu noviecito este día, porque no vas a estar con él ─ bramé sin darme el tiempo en reparar en lo dicho por Carla y sólo me deje llevar por mis instintos y reclamé posesivamente sus labios como míos.

Estuvimos sumergidas en ese beso mucho tiempo tanto que pareció una eternidad y cuando nos separamos, Carla, me veía en la forma más bella y adorable que he visto en mi vida y estoy más que segura que no era ninguna jugarreta y eso no era otra cosa más que amor en esos hermosos ojos pardos.

─ Carla ─ susurré junto a sus labios ─ no tengo la menor idea en cómo va acabar esta historia, pero lo único que tengo claro es que te necesito mucho en este momento y me importa muy poco si tienes novio. Así que puedes ir olvidándote de él, porque lograste tu cometido de hacerme reaccionar  y  pase lo que pase, no dejaré que te marches de mi lado.
─ No tengo necesidad de ningún novio ─ murmuró Carla, mientras acariciaba mi rostro con su pulgar ─ ya tengo todo lo que quiero en esta vida y esa eres tú…Mariela.

Aquellas palabras pusieron a mil mi corazón y no existía nada más que el rostro de esa mujer que me tenía sumida en las mismas nubes y sin dejar de verme a los ojos como acariciar mis labios con sus dedos y agregar…

─ Pues entonces lucha por mí, Mariela ─ instó Carla, rozando mis labios ─ `porque yo ya comencé a hacerlo por ti.

Sin más, se adueñó de mi boca y me robó hasta el alma con ese beso y subyugo mi razón hasta mandarla a un oscuro calabozo en dónde no volvería asomar hasta el momento en que me pondrían entre la espada y la pared y escoger entre ella y mi esposo.

Esa tarde nunca podré borrarla de mi memoria, porque por espacio de unas breves horas la tuve para mí sola y me atreví a dejar que la voz de mi corazón fuese el que me guiase. No obstante; la dicha nos duró muy poco, ya que recibí la llamada de Ricardo y tuve que excusarme con ella y dejarla sola, aunque me ofrecí en llevarla a casa ya que aún continuábamos en la calle. Carla, no aceptó y es que ella supo al instante que se trataba de mi esposo y no puso ninguna objeción y solo se limitó en sonreír aunque en sus ojos podía vislumbrar un dejo de tristeza. Mas callé como una grandísima cobarde y que a la larga me pesaría con el tiempo.

Después de ese bellísimo incidente en casa de mi socia, tuvimos nuestros acercamientos pequeños pero no tan significativos como hubiésemos querido y es que aún me faltaba el valor de dar ese paso y que sumado a que Ricardo, prolongó más su estancia en el país y pasó un mes en que estaba sometida a una inmensa presión que amenazaba con enloquecerme al punto de llevar varias noches sin dormir, ya que no podía dejar de pensar en ella y anhelar sus caricias.

Fueron al final casi dos meses de una agonía atroz, en que tuve que hacer un doble esfuerzo para cumplir con mis compromisos y mantener una imagen perfecta como profesional y esposa y obtuve una tregua transitoria cuando llegó el aniversario de la empresa y estando completamente sola en casa. Decidí cruzar esa línea y arriesgarlo todo con tal de volver a tenerla conmigo, aunque fuese por una sola noche y es lo que constantemente taladraba mi cabeza.

« Solo es un deseo pasajero, no puede ser más que una aventura nada más» era la tonta razón que me entregaba mi cerebro racional que veía que estaba jugando con fuego y arriesgaba mi matrimonio. ¡Por el mismísimo creador! Cuanto deseaba dejar de ser tan racional para mis cosas porque hubiera sepultado en lo más recóndito de mí ser, aquellas reflexiones que me impedían ser libre para soñar y poder ser feliz como toda mujer.

─ ¡Vamos Mariela, a qué le temes! ─ me enfundaba de bríos nuevos para confortar el corazón que anhelaba a esa muchacha hasta lo indecible y que no estaba dispuesto a perder el objeto de su adoración.

Definitivamente estaba luchando una batalla sin igual, entre mi corazón y sus sentimientos  con mi rol de esposa. Nunca le daría a nadie estar en una situación como esta, en que sientes que te vas a romper de un momento a otro y es que no se puede vivir o convivir a dos bandos y estar entre dos amores.

Por mi formación y crianza familiar no se puede jugar a dos bandos. Es imposible querer a dos personas a la vez y es que un corazón no se divide en parte iguales, sino que lo único que consigues es un sentimiento de culpa, dado a que estás consciente que uno de esos cariños se torna en un profundo agradecimiento por el compañero de viaje; porque son tantas las vivencias con esa persona, que tu pasado te obliga a tener esa cuota de consideración sobre su persona.

Y la otra cara de la moneda, es que la segunda persona se apodera por completo y en forma absoluta de tu vida: tiempo, sueños, suspiros, anhelos y deseo, hasta te llegas a proyectar con ese ser, que se adueña en forma absoluta de tu corazón y no te da espacio para tomar tu tiempo y analizar o equilibrar tu vida y darte cuenta de que estás en un desfiladero de errores y que tu propia existencia pende de un hilo, porque un solo error más y te haces añicos con la caída.

A pesar de todas estas reflexiones y cuestionamientos que a diario solía hacerme, no fueron de gran ayuda al momento de estar a las puertas de la celebración de mi empresa y es que llevaba dos largos meses sin tener respiro y necesitaba desahogar mi alma como darle rienda suelta a mi corazón y dejar que se expresará por completo en sus sentimientos.

Por tanto, aprovechando que mi esposo que había viajado a Buenos Aires por una invitación de uno de sus grandes amigos de colegio y que cada cuatro veces al año se reunían con otros ex compañeros para celebrar y rememorar su tiempo pasado como practicar su deporte favorito…El rugby. Dónde las mujeres teníamos cero oportunidad de llamar su atención porque francamente no pescaban nada que no fueses sus tallas, sus partidos, cerveza y el típico asadito. Simplemente creo que casi todos los hombres se vuelven estúpidos en compañía de machos cabríos. Nunca pude comprender cómo pueden pasar hablando más de siete horas de un mismo tema y de cosas que pasaron hace miles de años luz. Definitivamente creo que se quedaron pegados en viejas glorias pasadas.

La cuestión es que aprovechando la ausencia de Ricardo, para variar. Decidí como ya dije, concentrarme en lo que realmente ansiaba y necesitaba, por lo que me olvide de mi raciocinio y me deje consentirme y puse todos mis sentidos en esa celebración que se llevaría a cabo en Almapric.

Durante dos días previos, estuve viendo algunas boutiques y buscando un vestido que fuese el adecuado para desarmar en forma total a cierta personita, que había estado bien renuente conmigo debido a la presencia de mi esposo y mantenía una distancia entre las dos. Aunque sus ojos me decían todo lo contrario porque podían ver en ellos su sentir y desmentían por completo las palabras que de sus labios se desprendían y fue la razón principal de mi decisión y simplemente deje que los dictámenes de mí ser interno, guiasen mis pasos.

El transcendental día llegó y me retiré temprano de la empresa y junto con mis socias, fuimos hasta el local que arrendamos para dicho evento. Chequeamos que todo estuviese según lo que se contrató y luego de ello, cada quién se fue a su hogar para vestirse para dicha ocasión.

Todo el personal fue autorizado para trabajar media jornada para darles el tiempo suficiente de regresar a casa y prepararse para la ocasión. Con la salvedad que no era con acompañante sino que solo personal de la empresa nada más.

Luego de pasar por la peluquería y hacerme un peinado. Recogí mi vestuario y regresé  a casa para prepararme para la fiesta.

Tomé una ducha exquisita y comencé alistarme para la ocasión de conquistar y seducir a mi contadora.

─ Esta noche no podrás librarte de mí ─ murmuré entre dientes y con una sonrisa pervertida que brotó al instante de mis labios. ─ Es hora de terminar con esta agonía en la que me has sometido estos meses. Voy a reclamar esa promesa presente en tus ojos.

 Después de vestirme, coloqué un poco de perfume detrás de mis orejas como en mis muñecas y luego, terminé de maquillarme.

Cuando ya estaba lista, eche un último vistazo en el espejo y ver que luciese estupenda para mi víctima.

─ Hoy cobraré con creces cada una de tus torturas, mi queridísima Carla ─ susurré muy pícara ─ Y que sea lo que Dios quiera.

Tomé mi bolso de mano y las llaves de mi auto y me fui con rumbo a Providencia para recoger un presente que estaba preparado con anticipación y de paso, aproveché en llamar al hotel y solicitar que todo estuviese dispuesto a las tres en punto, de acuerdo a mi reservación y dispusieran de pétalos de rosa sobre la tina con muchas velas aromáticas a su alrededor.

Una vez satisfechos mis requerimientos, me concentré en conducir y no cometer así ninguna infracción al tránsito y perder mi licencia de conducir. Luego de unos cuarenta minutos de conducción, aparcaba mi coche en el estacionamiento del local en el preciso momento en que llegaban mis dos socias con sus respectivas parejas. Nos saludamos como de costumbre y solo Sofía, me preguntó por Ricardo y le respondí que estaba de viaje como siempre.

─ El viajar tanto y dejarte tan sola por mucho tiempo; terminará pasándole la cuenta a Ricardo ─ advirtió con disgusto Sofí.
─ Ambos aceptamos nuestras profesiones y no hay mucho que objetar en ese sentido ─ defendí como pude.
─ Lo sé muy bien ─ rebatió Sofí con el ceño fruncido ─ pero eso no significa que te hayas casado con su trabajo también. Ricardo, está pecando de idiota con su actitud. Si te sigue descuidando puede que la vida ponga a otra persona en tu vida y ahí;  si se va lamentar por el tiempo perdido.
─ ¡Sofí! ─ exclamé algo perturbada ya que sus deducciones eran justificadas y era precisamente lo que estaba ocurriendo entre mi esposo y yo…Esa persona ya había aparecido y mi corazón había hecho su elección.

Claro está, que solo mi conciencia me mantenía con los pies en la tierra y luchaba por no ceder a la tentación de abrirme a un nuevo amor. Aunque a esas alturas ya era muy tarde porque estaba a las puertas de sellar mi destino junto a esa muchacha que se plantó en mi vida y no dejo de hacerse notar y conquistarme con su forma de ser.

Me sumí en mis pensamientos, cuando una mano tomó la mía y quedo viéndome fijamente…

─ Solo por hoy olvídate de tu esposo ─ instó cariñosamente Sofía ─ Y vamos a recibir a nuestro personal y disfrutar de un grato momento con quiénes nos ayudan a mantener a la vanguardia a Almapric.
─ De acuerdo ─ concordé con aquellos ojos azules ─ vamos a darles la bienvenida a nuestro trabajadores y compartir uno de los mejores aniversarios de nuestra empresa.
─ ¡Vayamos entonces! ─ repuso Sofí.

Juntas llegamos a la recepción y fuimos recibidas por el administrador del local y tras ubicar respectivamente a las parejas de mis socias en la mesa designada para ellos. Tomamos nuestro lugares y esperamos la llegada de nuestros empleados y darle el vamos a la fiesta.

Uno a uno fuimos saludando a cada trabajador y les obsequiamos un ramo de rosas  a las mujeres y un clavel blanco en caso de los varones que fueron puestos en sus solapas.

Tras casi una hora con treinta minutos, estuvimos recibiendo al personal y ya nos disponíamos a irnos al salón principal, cuando asomó por las puertas de vidrio del local, la última persona que nos estaba faltando… Carla Ramos.

Mis ojos se clavaron en la figura de mi adorada contadora y nada ni nadie podrían romper el contacto entre nosotras y eso que estuve a punto de perder las esperanzas de verla asistir a la celebración.

La recorrí con la mirada de pies a cabeza mientras avanzaba por el pasillo hacia nosotras y cada paso que daba estaba cargado de tanta sensualidad al andar que uno no podía abstraerse de contemplarla en una forma babosa y es que lucía bellísima en su vestido purpura, enmarcando su cuerpo perfectamente, sus curvas como realzaba sus hombros desnudos y para terminar de hacer desvariar a cualquiera, tenía un tajo en su costado que nacía en sus tobillos y casi alcanzaba el nacimiento de su cadera. Definitivamente era una tentación tan grande que dudaba mucho que pudiese mantenerme alejada de su lado y evitar que otro se acercara a esa preciosidad. Simplemente sería una noche muy larga, agónica y exquisita… ¡Vaya Dios que no dejaría pasar la ocasión de cobrar revancha a la vida y a esta mujer que me volvía loca con su presencia!

─ Siento la demora en llegar, pero tuve un pequeño percance ─ se disculpó Carla, besando la mejilla de Casandra.
─ Estás divina esta noche, querida ─ mencionó encantada Casy ─ estoy segura que tu novio tendrá serios problemas para retenerte a su lado.
─ Jajaja… ¡Quién sabe! ─ contravino pícara Carla, viéndome por el rabillo de sus ojos ─ lo único que puedo decirte es que he venido a divertirme y es precisamente lo que haré esta noche.
─ Esa es la idea, Carla, que tengas una grata velada ─ acotó Sofía, que le entregó el ramo de rosas blancas y besaba su mejilla.
─ Sólo espero que sea una noche inolvidable ─ murmuró muy coqueta, esa belleza.
─ Lo será sin duda ─ interrumpí a mi contadora y expresé de igual modo en mi mirada ─ Espero que estés a la altura como siempre, Ramos.
─ ¡Buenas noches, Arquitecta Sopric! ─ saludo Carla, sin dejarme de ver a los ojos, añadió más sensual que nunca ─ Todo dependerá de las circunstancias en qué se desarrollen las acciones y por cierto, ¡La felicito! luce muy hermosa esta noche. Su esposo debe estar muy orgulloso de tener una mujer tan bella como usted.

Aquellas palabras me descolocaron por completo y tuve que morderme el labio para no responder en forma altanera como siempre y es que me molestó que sacase a colación a mi esposo, cuando yo estaba que perdía la cabeza por ella, en ese momento.

─ Es mejor que entres de una buena vez y disfrutes de la noche, Ramos ─ apremié con cierto disgusto y es que me costaba trabajo contenerme y no llevarla a un lugar más privado y hacerle ver su error y mis ojos chispeaban más de la cuenta, ya cobraría con creces esa afrenta.
─ Tiene toda la razón, Arquitecta ─ repuso Carla sin más y sin perder el contacto visual entre las dos, agregó ─ Vine a divertirme nada más.
─ Adelante, entonces ─ convine y disimuladamente roce su mano con la mía y ese simple contacto, nos erizó la piel a ambas.

El enganche estaba hecho entre nosotras, ya que esos ojos pardos se empequeñecieron muchísimo y en un leve pestañear de su parte, pude constatar como el deseo se hizo presente en ellos, alborotando nuestras hormonas.

Tras un último vistazo de sus ojos, se alejó de nosotras y fue rumbo al salón…

─ ¡A dios al novio! ─ exclamó traviesa Casy ─ Estoy más que segura que hoy la perderá definitivamente.
─ Concuerdo contigo Casy ─ acotó Sofí sin dejar  de verla a la distancia ─ Y es que si yo hubiese sido hombre, ni loco dejo que salga sola y menos en la forma en que está vestida. Ese chico realmente es un idiota o no sabe lo que tiene.
─ No te quepa la menor duda que Carla, vino a conquistar esta noche y más de alguno va a caer  derechito en sus garras ─ manifestó agudamente Casy.
─ Pienso igual ─ concordó Sofía y viéndome directamente a los ojos, añadió ─ ¿Tú no piensas igual, Mariela?
─ Carla, luce bellísima esta noche ─ respondí y mis ojos se iban de largo hasta la figura de esa guapa contadora. ─ Y si ese novio la pierde será por su culpa;  por descuidar a semejante mujer y yo no dejaría que absolutamente nadie se acercará a ella.
─ ¡Vaya qué pensamiento más posesivo de tu parte, querida! ─ se mofó con saña Casy y al ver la expresión de mi rostro, se largó a reír de plano ─ Cambia esa cara que era una broma nada más y será mejor que vayamos adentro y disfrutemos también nosotras de esta velada, ¿les parece?
─ Trato hecho ─ fue la respuesta de Sofía y mía a la par.

Sin más no fuimos rumbo al salón y al entrar al lugar, las luces se instalaron sobre nuestras personas y tuvimos que hacer el discurso de rigor con respecto a la reseña y vida de la empresa, objetivos a futuro y el sueño de mantenernos a la vanguardia de la Arquitectura y la Construcción. Luego de ello, vino la premiación de funcionarios distinguidos dentro de la empresa  y a otros por su trayectoria en la constructora.

Dentro de los premiados, estaba uno que se otorgaba al trabajador del año, cuyo desempeño había conseguido los objetivos de la empresa a cabalidad y le hacía honor de ser llamado el mejor funcionario de la empresa y este premio recayó nada menos en que ella y es que a pesar de los dos cortos años de trayectoria en la empresa, su desempeño había demostrado la calidad y excelencia en su labor al punto de no perdonar el menor error en los registros contables como en las adquisiciones que se hacían en las bodegas de las distintas obras y es que era tan minucioso su trabajo que consiguió llevar a cero,  el ítem de pérdida y fuga de materiales. Además, de mantener un contacto directo con los proveedores y conseguir buenos precios, elevando las ganancias de la empresa.

Sin duda que su trabajo se ganó todo nuestro respeto como también el enconó de algunos colegas que debieron perder sus empleos por sus desaciertos y responsabilidades en los hechos como otros por causal de hurto. Definitivamente, Carla Ramos, también era intransigente en todo lo relacionado a su trabajo y es que no era para menos, aún le pesaba mi amenaza de botarla de la empresa al más mínimo error. Que por cierto, en cierto modo me pesaba, ya que ella no confiaba en mí como en mis disculpas.

Dejando de lado viejas remembranzas, al momento de acercarse al escenario y recibir su premio, no contaba que fuese yo, quién se lo entregaría y en su rostro podía ver rastros de conmoción y de inmediato quise cambiar aquella situación a mi favor.

─ No sólo eres merecedora de este premio por tu labor ─ expresé con total sinceridad ─ sino que reconozco que no he visto a mujer alguna con la garra y la actitud con que enfrentas cada desafío y eso te convierten en alguien muy valioso y digno de ser respetado y amado.

Sus ojos pardos se dilataron tanto que la sorpresa se instaló en su semblante y luego, asomó una sonrisa complacida ante lo expuesto por mis palabras como mis intenciones.

─ No sabes lo mucho que aprecio aquellas palabras proviniendo de ti ─ murmuró feliz Carla y acercó sus labios a mi mejilla y al rozarla, agregó ─ Espero tener un minuto a solas y expresarte personalmente lo que han provocado en mí.
─ Vas a tener mucho más que un minuto, preciosa ─ susurré con lasciva y me alejé de su lado y retornar a la realidad de continuar con la premiación.

Cuando Carla, dejo el escenario, sentí que me faltaba el aire para respirar y es que no podía apartar mis ojos de ella y solo deseaba que todo acabase pronto para darle mi presente que tenía guardado en mi coche y obsequiarle la mejor de las noches.

Una vez que concluimos con toda aquella entrega de premios. La cena fue servida y desde mi ubicación podía apreciar en su plenitud el comportamiento de aquella mujer que a esas alturas, podría decir que era como una vampira porque me tenía a su merced totalmente prendida de su belleza como encantos.

Al finalizar la cena, comenzó el baile y muchos se dispusieron en dar rienda suelta a sus cuerpos y entregarse por completo al ritmo de la música que sonaba.

Con la mirada la busqué y pude comprobar que rechazó a muchos que la invitaron a bailar y ahí, tuve la certeza que estaba esperando por mi compañía y es que cada vez bebía de su copa y nuestras miradas se encontraban, podía apreciar ese brillo tan obvio…Estaba llamándome con sus ojos y mi corazón estaba que se arrancaba por sí solo de mi pecho y se iba a su lado.

Deje pasar unos minutos y decidí cruzar esa línea que nos separaba e impedía amarnos como nuestros ojos nos dejaban entrever. Encaminé mis pasos en dirección hacia su mesa y al llegar ahí, le di mi mejor sonrisa…

─ ¿Me acompañas un momento afuera? ─ pregunté extendiendo mi mano hasta ella en forma galante y sensual.
─ Encantada ─ fue la repuesta que brotó de sus labios.

Como todo el mundo estaba sumergido en la pista de baile y aprovechando la poca claridad presente, la lleve esta una de las terrazas que había y daban con unos hermosos jardines. La tomé de la cintura y la atrajé hacía mi pecho y alcé su rostro hasta a la altura de mis labios…

─ ¡No sabes cómo te he extrañado vida mía! ─ murmuré antes de tomar posesión de sus labios y entregarle todo mi  sentir en eso beso.

El reloj se detuvo en ese instante y pareció una eternidad lo que duró nuestro beso. Y al momento de retomar el aliento, me costaba una vida controlar mi respiración que estaba tan agitada y es que aquella mujer me ponía a mil y hervía la sangre dentro de mi cuerpo por el deseo y la necesidad de amarla como nunca antes.

─ Entonces demuéstramelo y entrégame tu corazón de una buena vez ─ susurró con pasión Carla ─ tengo mucho tiempo esperando por él.
─ ¡Mi Dios, Carla! ─ exclamé muy excitada y solté sin rodeos ─ ¿Larguémonos de aquí?
─ Llévame dónde tú quieras ─ murmuró Carla, que apegó más su cuerpo al mío e hizo presente de este modo, su deseo y perdió sus manos sobre mi cuerpo, elevando mi temperatura al máximo ─ Llevo mucho tiempo conteniéndome para no dejar salir la pasión que tú despiertas en mí y voy a cumplir mi promesa de la otra vez de enloquecerte y de repetir mi nombre tantas veces que los mismos minutos que le `puedan quedar a esta noche.
─ Tampoco perderé mi tiempo, preciosa ─ masculle con lasciva, mientras mis labios recorrían su cuello entre besos ─ te juro que esta noche no podrás olvidarla jamás como tampoco volverás a estar con otra mujer que no sea yo.
─ Suena interesante tu amenaza ─ susurró Carla apenas audible entre sus gemidos que elevaron mi temperatura en su máximo.
─ No es ninguna amenaza hermosa. Sino que será tu verdad a contar de hoy ─ murmuré ya casi pegada a sus labios y terminé por ahogar su protesta con mis labios.

Para mí, ya no era tiempo de hablar sino que de actuar y dejar que nuestros cuerpos expresaran completamente sus necesidades. Y fue así que dimos el vamos para que esas caricias se volviesen más profundas como fogosas al punto de hacer un esfuerzo supremo y detener de golpe aquel mar de pasión en el que nos sumimos.

─ Es hora de irnos, preciosa ─ demandé tajantemente.

La cogí de su mano y la arrastré al interior del local. En donde ubiqué rápidamente a mis socias y les expliqué que te llevaría a casa y es que todo se confabuló con mis planes, ya que el reloj de pared del recinto indicaba las tres en punto de la madrugada. Buena hora para retirarse de una fiesta y que mejor ocasión de ser acompañada por el ser a quién adoras. Aunque la noche aún era muy joven, pero con la salvedad que no la desperdiciaría viendo como otros se divertían, mientras yo debía conformarme con contemplarla a la distancia. Eso sí que no. Tenía todo el derecho de disfrutar de los encantos de aquella guapa mujer.

Casandra, no quedo nada contenta porque su semblante lo decía todo y al final fue Sofía, que intervino a mi favor, explicándole que se pusiera en mi lugar al estar sin mi esposo, era lógico que me aburriese y quisiera irme a casa más temprano. De malas ganas aceptó, mas nos lanzó una mirada de esas intrigantes que solo ella solía dar y que a decir verdad, me dio un cierto pavor de que pudiese leer en mis ojos, mi verdad con respecto a Carla.

─ Derechito a casa las dos. ─ ordenó Casy, cuyos ojos seguían escudriñarnos ─ nada de desviarse por el camino. ¿Les queda claro a ambas?
─ ¡Goicochea, no fastidies! ─ repliqué en el acto y jale del brazo a Carla, para que no dijese nada inapropiado en ese momento, pues conocía su forma de ser y es que nunca, de los nuca, se ha contenido en decir lo que piensa. ─ Ya somos bastante grandecitas las dos y por lo demás, dejaré a Carla, sana y salva en casa.
─ ¡De acuerdo! ─ se resignó Casy y movió su cabeza algo contrariada y que no supe entender en su momento.
─ ¡Buenas noches, chicas! ─ me despedí de mis socias y colegas.
─ ¡Buenas noches! ─ dijeron las dos.

Tras la despedida de mis amigas, nos fuimos rumbo a mi coche y al llegar a él, Carla, me quedo viendo de una forma muy especial.

─ Si no quieres hacer esto; no lo hagas ─ indicó Carla, apartándose de mi lado ─ Aún estás a tiempo para echar pie atrás y dejamos este asunto hasta aquí.
─ ¡Te has vuelto loca! ─ recriminé enseguida y la tomé entre mis brazos y clavé fieramente mis ojos en los de ella ─ llevo meses esperando tener una oportunidad de poder estar a solas contigo y piensas que voy a dejarte marchar así como si, todo porque supones estúpidamente que no quiero estar contigo. Pues te equivocas rotundamente al haber sacado esa conclusión. No hay nada en este mundo que desee y anhele tanto como a ti y no desperdiciaré esta oportunidad, ya que tu mensaje ha sido muy claro desde un principio esta noche y con tus ojos me has dicho claramente que deseas que te ame como nadie o ¿ha sido un espejismo producto de mi imaginación, Carla? ¡Respóndeme!
─ No ha sido ningún espejismo, Mariela ─ respondió Carla, colocando sus brazos sobre mi cuello y cerrándose en mi nuca ─ quiero pasar esta noche contigo y que me dejes que te ame como es mi anhelo.
─ Carla… ─ exclamé entre cortado y es que esa mujer me tenía completamente a su merced y podía hacer de mí lo que quisiese ─ vas acabar conmigo sino me dejas hacerte el amor esta noche.
─ Toma lo que te pertenece, Mariela ─ instó Carla, fueron sus labios que dejaron un camino húmedo sobre mi cuello hasta alcanzar mi oreja y amenazarme de mil formas que no hubiese imaginado en mujer alguna y es que sus advertencias me pusieron mi libido muy candente.
─ ¡Dios, ya no puedo contenerme más! ─ mascullé entre dientes y con un solo movimiento, abrí esa puerta del coche y la instalé en el asiento y le lance una mirada glacial antes de subir por el otro lado ─ no tendrás descanso alguno, lindura.
─ ¡Ya veremos, quién agota a quién! ─ desafió Carla sin desfachatez y cuya sonrisa pícara, la hacían lucir más sexy de lo que ya era.
─ No sigas desafiándome, lindura ─ advertí  tan segura de mí, que mis ojos eran un monumento a la soberbia misma  al mismo tiempo que echaba andar mi coche─ Las horas que nos restan, van a ser eternas para ti, mi condenada diablilla.
─ Jajaja ─ soltó en risas mi belleza y con toda la provocación del mundo, colocó su mano sobre mi rodilla y comenzó a subir por mi pierna muy despacio. ─ Nunca antes me habían llamado «diablilla»
─ ¿Qué estás haciendo traviesa? ─ inquirí algo nerviosa, mientras llevaba unas cuadras conduciendo.
─ Nada malo, Arquitecta ─ se burló Carla, justo cuando su mano llegaba a la altura de mi cadera y se disponía en tomar otro camino. ─ Sólo haciéndole honor al término con qué me has tildado.
─ ¡Detente Carla! ─ demandé casi histérica, pues por poco casi chocó con otro auto que iba delante de mí y perdí de vista por unos escasos segundos que me concentré en ver a mi chica.

Después de tomar aliento y dejar que el otro vehículo continuase su marcha, di otra vez partida a mi coche y miré algo severa a mi acompañante.

─ Cuando estemos a solas y en privado, podrás continuar con tus travesuras, encanto ─ mencioné con más tranquilidad e igual de intensa que hace un rato.
─ ¡Um! ─ exclamó Carla, que tapo sus labios con su mano y dejo perdida su mirada por la ventanilla del coche.
─ ¡Por favor, no pongas así! ─ demandé rápidamente al verla que se sumía en sus pensamientos.
─ ¿Ponerme cómo? ─ preguntó confundida Carla y clavó sus ojos en mí.
─ Vi claramente como tu rostro se volvió algo triste porque te llamé la atención ─ respondí solo viéndola por el rabillo y concentrada al máximo en la conducción y es que no deseaba que nada malo nos ocurriese, menos a ella. ─ Debes entender que tu solo contacto me pone a mil y que ibas derechito a una parte de mi cuerpo e ibas a conseguir que se volviera una hoguera y aún no estaba en el lugar adecuado para dar rienda suelta a tus travesuras y hubiésemos tenido un accidente que lamentar y por nada del mundo quiero que te pase algo malo a ti.
─ ¡Mariela! ─ exclamó con ternura Carla y es que son muy pocas las ocasiones que ella suele llamarle por mi nombre y ahora, llevó su mano hasta mi mejilla y la acarició un momento ─ Gracias por preocuparte por mí y lamento habernos puesto en riesgo. Lo siento en verdad.
─ Preciosa ─ murmuré y ladeé un poco mi cabeza para atrapar un breve instante esa mano entre mi rostro y hombro ─ Me muero si te llega a pasar algo. Puede que siempre nos enfrentemos delante de los demás, pero siempre he querido lo mejor para ti y te he respetado casi desde un principio y en esta etapa de mi vida, tú eres transcendental y jamás dejaré que nada malo te ocurra.
─ Es interesante ver esta faceta en ti, Arquitecta ─ mencionó Carla, cuyos ojos estaban tan brillantes que parecían luceros de la noche ─ Eres una mujer muy distinta de la Mariela que yo conozco dentro de la empresa. Eres muy tierna, romántica y alegre. Sin mencionar otras cosillas por ahí.
─ Jajaja ─ me carcajeé de lo lindo ante la revelación de mi hermosa contadora ─ ¿Acaso me has sacado una radiografía que no me di cuenta?
─ Sí ─ fue la respuesta de Carla ─ una que nunca falla y es la del corazón. Él no miente y sabe muy bien lo que ve.
─ Carla ─ murmuré sorprendida y complacida a la vez ─ Quiero convertirme en la única dueña de ese corazón tuyo.
─ Entonces ¡Conquístalo, Mariela Sopric! ─ instó sin rodeos y sin cortarse un ápice mi contadora. ─ Porque te advierto de ante mano que no la tendrás fácil, porque soy una mujer que se hace rogar y sabe muy bien lo que vale, Y si deseas mi corazón, se digna de su amor.
─ Eres una bruja ¿Lo sabías? ─ señalé altaneramente, mientras doblaba en una esquina antes de llegar a nuestro destino ─ te haces la interesante conmigo y piensas que con un chasquido de dedos, me tendrás comiendo de tu mano.
─ ¡Por supuesto! ─ respondió desfachatadamente esa preciosura ─ ¿Me quieres?...Entonces lucha por mí y podrás tener todo de cuánto deseas de una mujer.
─ ¡¿Cuánta humildad de tu parte, encanto?! ─ provoqué burlonamente y es que sus palabras por nada del mundo me hicieron enojar, todo lo contrario, pusieron a mil, mi corazón y mi ego, que deseaba tener exclusividad de aquella belleza. Aunque estaba jugando con fuego dado mi situación actual.
─ He aprendido de la mejor ─ contravino pícara Carla, guiñándome un ojo ─ Por cierto, ¿A dónde me lleva mi sexy Arquitecta?
─ Por dos días te raptaré y te tendré para mí sola ─ respondí evadiendo la pregunta en forma traviesa.
─ Mariela. Déjate de bromas y dime ¿dónde me llevas? ─ demandó algo seria Carla.
─ Lindura pierdes fácilmente la paciencia conmigo ─ repuse con burla y suspirando feliz y encantada de ver sus reacciones, admití ─ Nos hospedaremos en el hotel Torremayor esta noche hasta el Domingo.
─ ¿En verdad piensas tenerme secuestrada por dos días? ─ preguntó con asombro Carla.

En ese preciso momento, llegábamos a Ricardo Lyon 322, a los pies de nuestro refugio.

─ ¡Por supuesto! ─ respondí sin empacho a la vez que aparqué  mi coche en el estacionamiento del hotel y procedí en desabrochar su cinturón ─ Ya te dije que no pienso privarme de tu compañía y que por cierto, ya llegamos.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó Carla, haciendo un encantador mohín, que la hacía lucir más traviesa de lo normal y es que ella sabe muy bien cómo llamar mi atención ─ Por lo visto, mi Arquitecta, ha planeado muy bien sus jugadas y no me deja escapatoria alguna al parecer.

Bajé de mi coche y le abrí la puerta a mi belleza. Desabroché su cinturón y jalé de ella hasta tenerla en mis brazos y viéndola fijamente a sus ojos pardos, le amenacé sin escrúpulos…

─ Te advertí claramente que no debías jugar con fuego porque ibas a quemarte tarde o temprano ─ murmuré casi pegada a sus labios ─ No habrá nadie que pueda librarte de mí y el castigo a tu insolencia, preciosa mía.
─ ¿Segura qué podrás conmigo, Arquitecta? ─ susurró Carla, mordiéndome mi labio inferior deliberadamente y provocativamente ─ No sabes con quién te estás metiendo, Sopric.
─ Con la misma chiquilla que osó desafiarme el primer día que nos conocimos y que no ha escatimado esfuerzo alguno para cautivarme y llamar completamente mi atención ─ rebatí entre risas al mismo tiempo que avanzaba con ella en brazos ─ ¿Cómo podría privarme de degustar a tan exquisita mujer?
─ Jajaja ─ estalló en risas Carla, echando para atrás su cabeza y exponiendo su cuello y dejándolo libre para mis fechorías ─ ¡Resulta que ahora me has elevado de categoría Arquitecta! ¿Ya no te parezco tan niña como al principio?
─ ¡Por supuesto que no bandida! ─ bramé mientras besaba su cuello y murmuré perversamente en el lóbulo de su oreja. ─ Y lo mejor de todo; es que serás mi mujer a contar de esta noche y voy a disfrutarte de pies a cabeza.
─ ¡Marie- laaa! ─ gimió entre cortado mi contadora y sentí como tembló en mis brazos con esa caricia e hizo que mi libido estuviese en su punto más álgido y busqué desesperadamente su boca para reclamarla cuanto antes.

Entre tropezones llegamos hasta la entrada del hotel y tuvimos que aplacar en seco nuestro desbordante comportamiento. De lo contrario hubiésemos matado de un infarto a ese siútico administrador que nos recibió y que estoy más que segura, que nos vio por las cámaras que todo husmean de sus huéspedes.

Luego de registrarnos con el empleado y de soportar sus inquisitivas miradas que ya me hacían perder la paciencia en ese minuto. Aproveché para hacer unos requerimientos más como llevarnos una botella del mejor champagne, que el desayuno estuviese a las 9 en punto de la mañana y que no fuésemos molestadas en lo absoluto. Tras saciar mis demandas, recibimos las llaves de nuestra suite y le regalé mi mejor cara de fastidio al susodicho empleado y disfruté al máximo verle la cara y como se tragó de una su rabia y comprobé el típico dicho que el cliente siempre tiene la razón y ¡Cómo lo disfrute!

Por su parte, mi acompañante, se tapó la boca para no largarse a reír ahí mismo con la escena entre el empleado y yo. Sólo me veía de lo más divertida y para agregarle más sabor y subir los colores del hombrecillo, me tomó el rostro entre sus manos y añadió…

─ ¿Nos vamos mi amor? ─ inquirió muy coqueta Carla y estampó un sonoro beso en mis labios.

Ni se imaginan cómo tosió ese hombrecillo al no dar crédito a lo que sus ojos veían y es que yo ni corta ni perezosa, aproveché el hecho y profundice mi beso por unos buenos segundos que se convirtieron en casi dos minutos exactos. Provocando el mayor catarro de su vida que hubiese sufrido aquel sujeto y créanme que lo disfrute como nunca antes en mi vida. Eso le pasa por idiota y poco me importó hacer una escena como aquella. Es más, la volvería hacer miles de veces y las veces que fuesen necesarias junto a mi hermosa contadora.

Al final fue Carla, que me arrastró al ascensor y ahí, se dio el lujo de acorralarme en una esquina e inmovilizarme mis manos detrás de mi espalda y asegurarse que no haría nada en contra de sus planes. En sus ojos podía apreciar destellos de perversión mezclados con deseo y no fue vana mi suposición; porque su rodilla se deslizo entre mis piernas, consiguiendo separarlas hasta llegar a mi pelvis y ahí, jugo a paciere con mis nervios, voluntad y someterme a sus juegos sin ninguna contemplación hasta arrancar tantos gemidos de mi garganta que presentía que de un momento a otro abrirían ese ascensor y nos sacarían por exhibicionista o a tentar contra la moral y buenas costumbres. Aunque a esas alturas poco me importaba comportarme como una mujer decente. Se podían ir al mismo carajo.

 Cuando al fin el elevador se detuvo en el piso que habíamos marcado. Yo estaba a poco de perder la cabeza y un poco de mi ropa. Y es que Carla, se las arregló para dejar mi torso descubierto y expuesto algunas partes que no debían ser mostradas en público. Al abrirse la puerta, se echó a reír descaradamente y me tapó con su chal, sin dejarme de verme con lujuria y sin más, jaló de mí con cierta fuerza que desconocía que pudiese tener.

─ Te aconsejó que apresures el paso, ya que nos depara una larga noche y hay mucho por disfrutar, mi adorable y sexy Arquitecta ─ murmuró con provocación pasmosa, mi desalmada contadora.
─ Carla ─ apenas podía articular palabra y decidí seguirle el juego, cogiéndola en brazos, dejando que el chal cayese al piso con el movimiento y fue mi turno de hacerla padecer porque sentía como al sangre hervía dentro de mí a raíz del deseo que a duras penas podía frenar a esas alturas ─ serán dos agónicos días para ti, mi adorada bruja.
─ Ma…─ fue todo lo que salió de sus labios porque acallé sus palabras dentro de mis labios y a unos cuantos metros ya estaba frente al número de nuestra habitación y sin dejar de besarla. Me las arreglé para abrir esa puerta y de un punta pie,  la cerré tras nosotras.

La lleve derecho a nuestra alcoba y dar comienzo a desatar ese infierno pasional que estaba consumiéndonos vivas desde hace mucho rato y como todo torrente debe encontrar un cauce y dar alivio o desahogo a toda la tensión que había entre nosotras.

Fueron largas y lentas las horas en aquella habitación y lo prometo por lo más sagrado que: aquella belleza no pudo dormir en todo lo que duró nuestra estadía; porque me cobré una a una todas sus fechorías y al final de cuentas ambas terminamos rendidas la una a la otra y perdimos efectivamente la cuenta de cuantas veces pronunciamos el nombre de la otra al momento de alcanzar la cima del placer y entregarnos por completo en cuerpo y alma. No nos dejamos nada para sí, lo dimos todos y les puedo asegurar que jamás en la vida soñé con vivir una noche como aquella como tampoco la olvidaría por el resto de mi vida.

Cada caricia que ella me proporcionó quedo grabada a fuego en mi piel como marcando indeleblemente que yo le pertenecía como ella a mí. Fueron las horas más exquisitas y placenteras de mi vida.


 El volver a recordar aquello momentos han hecho que la distancia que nos separa en estos instantes se acorté muchísimo y aunque han sido unas horas las que hemos estados separadas; se han vuelto casi una eternidad y es que nunca creí que aquella chiquilla de la cual me enamoré perdidamente, tuviese el coraje de marcharse de mi vida y darme la más grande de todas las lecciones y valorar más que nunca todo el amor que me dio. Su esfuerzo diario por mantener nuestro amor a pesar de mis reservas como mis temores de que saliese perjudica por Ricardo y resulté ser una grandísima idiota que vivía las consecuencias de sus actos.

Rememorar aquellas escenas, mantenían cálido a mi corazón en esos momentos, alejando la tristeza que amenazaba con apoderarse de mi ser al saberme lejos de la mujer que amaba y que con ello; prive a mi hijo del cariño de su madre; y digo esto último con base, puesto que concebí a mi hijo pensando exclusivamente en ella, a sabiendas que era con mi esposo con quién hacía el amor. Desde esa noche en que nos amamos como si fuese la última, no hubo un momento en que la dejara de pensar y anhelar estar nuevamente en sus brazos. Y cuando regresó Ricardo, dos semanas después de aquella fiesta, todo se volvió un desastre. Intenté de todo por alejarlo de mi lado, inventando mil excusas: jaquecas, indisposición, cansancio, etc. Fueron cuatro meses para el olvido y que solo conseguían que mi esposo, se obsesionara más y más con mis negativas al punto de irme a recoger al trabajo y pasearse ante mi personal como si fuese pavo real en celo; haciendo gala de una galantería extrema de llevarme rosas y otros tantos arreglos florales, además, una decena de cajas de bombones finos y el colmo de todo…Gigantes peluches de todo lo romántico que se pudiesen imaginar, parecía un adolecente conquistando a su primera chica.

No les niego que todo ello en otro tiempo, hubiese trastocado mi corazón a pesar de no considerarme tan cursi para mis cosas; más no podría dejar de conquistarme de una u otra forma. No obstante, este no era el caso; ya que todo lo que hubo entre nosotros se terminó por apagar y tal como dijese, Sofí, su ausencia y la distancia acabó por matar nuestro amor.

No sabría a qué atribuirle tanta atención de su parte y es que Ricardo, era muy atento conmigo,  pero jamás tenía gestos como los que desplegó en esos meses. ¡¿Quizás sospechaba algo?!... No lo sé, pero de lo único que puedo dar fe y es que todas esas escenas consiguieron a su favor que la única persona perjudicada fuese yo, porque Carla, fue testigo en primera fila de las cientos de visitas y muestras de amor de mi esposo.

Nunca dijo nada ni me reprochó absolutamente nada, pero hizo lo que más me dolió en mi vida. Impuso una barrera entre nosotras tan grande, ignorándome al máximo, apagando su celular, cortando mis llamadas todo el tiempo y buscó estar siempre en compañía de otra persona para evitar que pudiésemos estar a solas.


¡Me dolía a muerte sus desaires! Tanto que comenzaron por afectar mi trabajo y mi carácter. Insistí tanto en llamarla a mi oficina con la excusa de revisar trabajo, pero mandó por el retrete todas y cada una de las órdenes que le di y se excusaba por citofono  que estaba en terreno o que estaba con algún cliente o personal, que más tarde. Claro está que nunca llegó más tarde y me di tremendo plantón como una imbécil.

Muchas veces la esperé a la salida de la empresa y sin embargo, tampoco resultó. Nunca supe cómo se las arregló para escabullirse sin que yo la viese. Sin duda que se había vuelto una experta escapando y nuevamente yo pagaba el precio.

Una de esas tardes en que Ricardo fue a recogerme a la Constructora, me llevé el mayor desengaño de todos y fue ver a Carla en compañía de un guapo chico, que la recibió con un ramillete de lirios y la envolvió tan fuerte en sus brazos y la llenó de besos; provocando que los bellos de mis brazos se erizara en el acto y una ola, no exagero; de celos se agolpó en mi corazón. Comencé a temblar del coraje de verlos juntos y de saberme posiblemente traicionada por ella. No cabía en sí, de la rabia que me inundaba al punto que casi le hago trizas la mano a mi esposo del apretón que le imprimí. No hallaba como separar a ese par y mandar al carajo a Ricardo, pero para variar me contuve, una vez más me contuve y todo para demostrar que era una maldita cobarde que no deseaba enfrentar los hechos como eran. De estar entre dos personas que me amaban y no decidirme por ninguno de los dos. Lastimando a ambos y en especial a ella, mi indecisión acabo por ponerme contra la pared y no supe solucionar las cosas en ese minuto. Me falto el valor por defender aquel sentimiento que despertó con su llegada.

Esa misma noche estuve de un humor de perros, pero bien disimulados ante mi esposo. Cenamos y entre unas copas de vino, deje que me envolviera con sus palabras y gestos de cariño, porque estaba necesitada de caricias, de sentirme deseada y sentirme más viva y mujer que nunca.

Esa noche concebí a mi bello Benjamín, pensando siempre en aquella mujer que no era solo dueña de mi corazón, mis pensamientos sino de mis actos como momentos. A partir de esa noche no deje que Ricardo me volviese a tocar, porque sentía como una traidora y sus manos me recordaban que le había sido infiel a Carla y el peso de mi conciencia me ahogaba hasta lo indecible. Tanto que no soportaba verla a los ojos y terminé siendo yo, quién rehuía de ella.

Gasté todo mi tiempo en permanecer en terreno y solo regresaba a las oficinas al anochecer, cuando ya no quedaba nadie, más que los que hacían la limpieza.

Fueron meses en que no la vi ni supe de ella, salvo por mis socias que me decían que Carla, había dejado tales documentos en mi escritorio y esperaba que los revisara cuidadosamente para luego, firmarlos. Mandaba al estafeta para que me los llevase a la obra que estaba en turno y lo enviaba devuelta con algún capataz.

Y de no ser por mi amiga fiel, Sofía, no habría sabido que Carla, estaba mal ese momento. Me conto que su aspecto era preocupante y es que había bajado de peso considerablemente, estaba muy demacrada y que tenía claros signos de estar anémica.  Aquella confesión por parte de mi socia, hizo que mi corazón se contrajera tan fuerte, que a pesar de mi propio aspecto, deje de lado mis temores y fui hasta Almapric.

Cuando llegué al piso en que se encontraban nuestras oficinas y la puerta del ascensor se abrió, justo en el pasillo me encontré con ella y Elsa, que al parecer le estaba reprendiendo por algo, que con el tiempo sabría que era en relación a la salud de Carla.

Sus ojos pardos, se clavaron en mi persona y podía sentir como me recorría lentamente con la mirada y cuando bajo hasta la altura de mi vientre, sus pupilas se dilataron tanto que me desgarró el alma, ver como se inundaron al instante y luchaban por contenerse a duras penas. Nunca podré olvidar esa escena, la sorpresa como la decepción;  la embargaron tanto y por poco sale corriendo del lugar de no ser porque la alcancé agarrar firme de su brazo y la retuve tan firme y con solo la mirada, despaché en un santiamén a Elsa a su oficina.

─ ¡Suéltame, Mariela! ─ bramó Carla, con una voz muy gruesa en sus cuerdas vocales.
─ No lo haré hasta qué me expliques en el estado que te encuentras ─ recriminé muy molesta de ver su aspecto ─ ¡Por Dios, mírate cómo estás!
─ ¿Y qué me dices tú? ─ soltó con rabia y dolor Carla ─ ¡Estas embarazada, Mariela!... ¡¿Cómo pudiste?!
─ Yo… Lo siento mucho, Carla ─ balbuceé contiendo mi vergüenza que me embargaba en ese momento.
─ ¿Es de él? ─ preguntó con la voz quebrada.

La sola pregunta me dolía más a mí que a ella, porque comprendí que la había traicionado y ver en sus ojos la decepción, me partía el corazón.

─ ¡Maldita sea!... ¡Respóndeme! ─ gritó Carla, dejando salir sus celos, que jamás aprecié en ella.
─ Sí ─ fue mi escueta respuesta y baje la mirada al piso del peso de sentir la de ella sobre mí.
─ ¡Ya veo! ─ susurró despacio Carla y levantó mi mentón y me encaró sin rodeos ─ Pues… ¡Te felicito por el bebe que esperas! Ahora puedes disfrutar de tu vida de casada como corresponde junto a tu esposo. Espero que aprecies ese regalo que te han dado y te concentres solo en recuperar tu matrimonio. Por mi parte, me mantendré fuera de tu camino y no complicarte las cosas más de lo que ya está. Necesitas estar al cien por ciento para ese bebe. Es todo lo que te debe importar.
─ Carla, por favor ─ murmuré con un nudo en la garganta al momento en que se apartó y se dio la media vuelta para irse. ─ espera… (En eso, una fuerte punzada se sintió en mi vientre y por poco casi caigo de rodillas de no ser porque los brazos de ella, me alcanzaron a tiempo y me envolvió en ellos hasta saberme mejor)
─ Mariela…─ murmuró con angustia Carla, envolviendo mi cintura y pasando mi brazo por sobre su hombro ─ ¿Sientes mejor?
─ Sí ─ respondí y escondí mi rostro entre su cuello, dejando que su aroma me embriagará por completo.

¡Dios cuánto la extrañaba! Hubiese muerto feliz de hallarme en sus brazos y es que no podía seguir negando lo que mi corazón gritaba una y otra vez. Amaba a esa mujer como nunca lo hice con otra persona, ni siquiera con mi esposo.

─ Debes descansar y no forzarte tanto, por que debes… ─ me indicó Carla, cuando se detuvo un poco y después prosiguió ─ ¿cuántos meses ya tienes?
─ ¿Importa eso ahora? ─ pregunté algo confundida y para mí, fuera de lugar.
─ Por supuesto que importa, Mariela ─ me reprendió ella ─ por lo notorio de tu barriga ya deberías estar por pedir prenatal y dedicarte a velar por que todo esté bien en tu embarazo.

Oírla hablar con tanta calma, me parecía tan confuso por lo demás. Es como si se hubiese olvidado de todo su dolor, rabia y celos, para preocuparse por mi estado. Cuando era ella, quién tenía un aspecto terrible y es que parecía no haber dormido por meses y la tonalidad oscura y profunda debajo de sus ojos, me daban a entender que podría padecer de anemia y sumado a su excesiva baja de peso que en nada ayudaba.

─ Tengo siete meses ─ develé al fin, después de suspirar pesadamente y busqué su mirada y me perdí en sus ojos ─ Yo…Hubiese querido que este bebe fuese tuyo…Nuestro.
─ ¡Shis! ─ me mando a callar Carla, colocando su dedo sobre mis labios ─ No quiero que te esfuerces en explicar algo que no tiene sentido en este momento. Sólo debes descansar y cuidar de tu hijo.

En ese preciso momento llegó Sofí, que subió corriendo las escaleras por estar el elevador ocupado y al verme, me abrazó con tanta ternura que el solo contacto, acabó por colapsarme y acabé por derrumbarme en sus brazos y lloré como una niña.

─ ¡Mar, cariño! ─ susurró Sofí, mientras me consolaba ─ No llores más. Ya estoy aquí y voy a cuidar de ti ahora.

Casandra, apareció dentro del elevador con su cara descompuesta por la preocupación y venía despotricando a los quintos infiernos por la demora del ascensor.

─ ¿Qué sucedió? ─ fue la tajante y cortante pregunta con la cuál encaró a Carla ─ No me digas que nada porque no te voy a creer. Más te vale que no me mientas.

Carla, aspiró profundamente y se encogió de hombros al responderle a mi socia…

─ Tuvo una contracción o algo por estilo ─ respondió seca Carla y sin dejarme de ver, prosiguió ─ ya ustedes han llegado y cuidaran de ella. Yo me retiro porque debo irme a casa, tengo una cita con el doctor. Hagan el favor y llamen a su esposo, creo que es el más indicado para estar con ella.

Alce mis ojos para verla mejor desde los brazos de Sofí y lo que vi, me dolió hasta el infinito al igual que sus palabras. Cómo podía ser tan cruel e indiferente de lo que me sucedía ¿cómo no se daba cuenta que era por ella, mi sensibilidad extrema?...Yo que nunca he llorado por persona alguna, lo hacía a mares por su causa. Realmente el embarazo me tenía por las cuerdas, pero su ausencia, era la más letal en mi interior.

No podía creer que la mujer que tanto amaba, pudiese ser tan ajena a mi dolor, a mi necesidad que se daba el lujo de mandarme a los brazos de mi esposo, como si devolviese una mercancía en mal estado. Aquello fue la gota que rebalso el vaso y me levanté como pude y me acerqué hasta tener su rostro a mi alcance y deje que mi rabia e impotencia saliera como aire contenido.

─ ¡Eres una grandísima idiota! ─ mascullé fuera de mí y volteé su rostro de una cachetada que se escuchó en todo su alrededor. Dejando a mis socias con la boca abierta ─ ¡Lárgate de una vez! No necesito de tu lástima como de tus buenas intenciones. Tienes toda la razón es con mi esposo con quién debo estar y con nadie más.

Carla, abrió tanto sus ojos que no daban crédito a lo que yo estaba largando desde lo profundo de mi ser y del coraje que me inundaba.

─ ¡Sal de mi vista, Ramos! ─ bramé con todo el coraje vivo y a flor de piel ─ No quiero ver más.

Aquellos ojos pardos, se empequeñecieron tanto que hubiese jurado que se vengaría de mi, tarde o temprano por la bofetada que le propiné. Sin embargo, tragó con dificultad y solo bajo la mirada y giro sobre sus talones y de alejó de prisa del corredor.
Cuando Casy, quiso tomarme del brazo, la alejé con tal fuerza que mi socia comprendió que era aconsejable dejar que la rabia se me pasará por sí sola y me dio unos minutos para calmarme.

Luego de un buen rato, aspiré aliviada y me disculpe con Casy como con Sofí, por mi comportamiento. Ninguna de las dos me pidió explicación al respecto de lo sucedido con Carla.

Esa noche me quede alojar en casa de Sofí, pues no deseaba ver a Ricardo ni a nadie. Fue la propia Sofía, quién recriminó duramente a mi esposo por someterme a tal presión y le cantó todas sus verdades. Las cuales ninguna objeto mi marido, sino que escuchó en silencio y como era típico de él, lo que mejor que pudo hacer fue irse de viaje de negocios por casi tres meses y regresó unos días antes de nacer, Benjamín.

Claramente, me aleje de la empresa y estuve en casa de mis padres a las afueras de Santiago, dónde fui cuidada por mi hermana gemela y mi madre. Fueron días tranquillos, aunque nostálgicos, porque nunca dejé de pensar en ella y aunque en un principio me había propuesto olvidarla de una buena vez; no lo conseguí para variar. Carla, estaba grabada en mi piel y a fuego en mi corazón.

Luego de nacer mi hijo, Ricardo, me pidió el divorcio y fue enfático y sarcástico en decirme su pensar: Quedo muy claro para él que le fui infiel en el matrimonio y que Benjamín, no era su hijo sino que de mi amante y que no recibiría ni un céntimo por manutención del niño. Que la casa debía venderla y darle la mitad que le correspondía por derecho y que todas las propiedades debían repartirse a partes iguales aunque no fuesen bienes mancomunados. Que no estaba dispuesto de dejarle nada a mi amante y que si se topaba con él, iba destruirlo y que tendría tres años más o menos para fastidiarlo hasta que saliera la apelación y que iba a disfrutar mucho ver cómo nunca podríamos estar juntos.

Ese día creí morir, no solo me era negado el derecho a amar sino que debía proteger a la persona que seguía amando. A veces la vida es muy injusta como cruel, pero también es sabido que lo que siembras cosechas y ese era el precio de mis acciones. Jugué con fuego al enamorarme de aquella contadora que se robó mi corazón y hoy me tocaba asumir las consecuencias de mis decisiones.

Gracias a los consejos de mi madre y Sofí, pude defenderme en la corte y revertir en algo, la sentencia que se demoró casi dos años en estar aprobada. Conseguí que nada de lo que adquirí estando soltera quedase en manos de Ricardo como tampoco obtuviese derecho alguno de reclamar la paternidad de mi hijo, por si un día se le ocurría aparecer y lo mejor fue saber que mi familia aceptó mi confesión de los hechos y me respaldo del todo y fueron mis hermanos que consiguieron amedrentar a mi esposo o mejor dicho, ex. Y aconsejarle que se mantuviese fuera del país o se atuviera a las consecuencias de haberme amenazado.

En todo el tiempo que duró la tramitación del divorcio, mis sentimientos no disminuyeron con respecto a Carla, por el contrario; siempre encontraba la manera de estar cerca suyo. Eso sí que jamás de la daba entender nada, solo la observaba y mantenía una actitud déspota como en un principio.

Claro está que desde el minuto en que comenzó a salir con chicos, todo se fue al traste y es que verla en brazos de otros, me ponía de malas al punto que me mordía el labio de la rabia que me inundaba y al día siguiente me desquitaba de lo lindo, llenándola de trabajo y fastidiándola hasta lo indecible.

Todos los meses de esfuerzo por mantenerla a salvo de Ricardo y su posible agresión, se esfumaron en un santiamén con mis celos. No soportaba ver que ella le prodigase besos y caricias que solo me corresponderían a mí, por ser su mujer. No obstante, eso a ella no le importó nada, ya que me solía desafiar y decirme que ella era libre de andar con quién se le diera la gana y que yo no era nada en su vida, solo un mal recuerdo.

Un día de aquellos perdí la paciencia al saber que un muchacho la pasaría a recoger y se quedarían en un motel el fin de semana. Eso fue el acabose para mí y no lo soporté más. Podía comprender que ella, tratase de olvidarme con alguien más y otra cosa muy distinta, era soportar que hiciera el amor con otro. La solo idea, me volvió loca y la encaré de frentón y no la dejé tranquila hasta hacerle explotar y mandarme al mismo carajo.

Gracias a ese altercado que tuvimos, es que volvimos a reencontrarnos una vez más y de ahí en adelante, no se volvió a separar de mí y como era mi deseo, la presenté con Benjamín de un año y lo que esperaba y anhelaba mi corazón, sucedió ese día; Y es que mi hijo, se aferró en los brazos de Carla, como si supiese de quién se trataba. Era un lazo invisible entre ambos y tan fuerte a la vez, que mi pequeño a los pocos días comenzó a llamarla mamá y fue la dicha más grande que pude vivir  y sin duda, lo fue mucho más para Carla, quién sintió algo muy fuerte contraerse en su corazón al momento en que Benjamín, se abrazó a ella.

En estos dos últimos años, hemos tenido sus discusiones y hemos mantenido oculta nuestra relación que se baso en puertas cerradas y fuera de los horarios de trabajo. Durante el día no éramos más que jefa y empleada. Manteniendo nuestras constantes discusiones para el resto que estaba en nuestro entorno. Sólo mi familia sabía de la existencia de Carla y lo que ella representaba en mi vida como la de Benjamín.

Mantuve el acuerdo con los abogados de no hacer público nada hasta haber obtenido la sentencia definitiva y para ello, tuve que engañar a la propia Carla, de mantenernos bajo perfil, no dejando entrevé nada como tampoco hice promesa alguna de que en un futuro pudiésemos consolidar nuestra relación. Y es que estaba dispuesta a todo con tal de protegerla y para ello, debí convertirme en una desgraciada sin sentimientos y solo hacerle que aceptará lo que yo le daba.

Carla, mi Carla, no se quejo ni dijo nada, pero sabía que la lastimaba con mis acciones como demostrarle cuán valiosa era en mi vida. Dicen que para engañar a tus enemigos debes comenzar con tus amigos, y en mi caso, con la mujer que amaba. Todo por mantenerla a salvo de Ricardo.

Sin embargo, todo tiene su precio y hoy pago por segunda vez el mío. Desde que apareció Florencia, en nuestras vidas. He tenido que templar al máximo mi carácter y no permitir que emergieran mis celos. Y es que no soporto que otra persona esté tan cerca de Carla. Ella es solo para mí y créanme que estos dos años cambié mucho por amor y estaría dispuesta a mucho más por ella.

Son tantas las vivencias en esto seis años al lado de Carla, que nunca pensé o se me paso por la mente que podría llegar a perderla definitivamente. Busco por la ventanilla un poco de alivio a mi angustia de saberme tan lejos de su persona, que se me resiente el corazón por tanta tortura a la que lo he sometido.

─ ¿Quieres que te acompañe hablar con ella primero? ─ preguntó Sofía, interrumpiendo mis pensamientos.
─ No hace falta, Sofí ─ respondí muy segura de mí y volteé a verla. ─ Es necesario que te concentres en Florencia y resolver lo suyo. Yo puedo arreglarme muy bien con Carla.
─ ¿Estás segura? ─ inquirió Sofí ─ Ya una vez te deje a solas y no soporté verte sufrir por causa de Ricardo.
─ Descuida. ─ planteé ─ esta vez es muy diferente, Sofí. Ella no es Ricardo, ni se comporta como él. Carla, puede gastarse el genio más atroz de todos, pero sé cómo tratar con mi mujer. Vamos a estar bien.
─ Eso espero amiga  ─ contestó Sofía ─ No podría soportar verte sufrir una vez más.
─ Tranquila, Sofí ─ insté con cariño y acomodando un cojín detrás de mi cuello ─ te sugiero que descanses que aún nos queda como dos horas más de viaje.
─ Tienes razón, Mar ─ concordó Sofí y emulando mi gesto, cerró sus ojos para descansar ─ ¡Buenas noches!
─ ¡Buenas noches, Sofí! ─ respondí y cerré mis ojos al instante.

Deje mi mente en blanco para poder estar clara en mis pensamientos al momento de volverme a reencontrar con el amor de mi vida. Aquella morena que robó todo de mí.

─ Carla ─ fue el susurro antes de quedarme dormida.

Sin saberlo yo en ese momento y varios miles de kilómetros de dónde estaba. Unos ojos pardos se abrieron de par en par al llegarle mi voz con su nombre.

─ No demores una vida…Mariela ─ fueron las palabras que brotaron de sus labios y su vista se quedo clavada al cielo raso de su habitación.

Dentro de unas pocas horas más, nos volveríamos a ver las caras y esta vez, no habría más excusas para hablarnos con la verdad y decir lo que por mucho tiempo lleva guardando nuestros corazones.

En pocas horas más, mis pies pisarían las tierras más australes del país y que en compañía de mi mejor amiga, sellaríamos nuestros destinos junto a dos bella sureñas que nos robaron el corazón con su forma de ser.

Una nueva oportunidad para lograr ser felices…


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