─ Sara ─ llamó Francis con el pensamiento a la
joven y con todo su ser anheló que volteará a verla. ─ ¡Mírame por favor!
A su vez, la joven Taffra se había impuesto sacar
de cuajo de su mente como su corazón a la menor de los Calguiere y es que haber
escuchado decir aquello a Alesia, fue suficiente para darse cuenta que solo
estaban jugando con ella.
─ ¡Soy una estúpida por haberme hecho ilusiones
contigo! ─ masculló muy dentro de sí, a Sara.─ Tú ya tienes a alguien más en tu
vida… ¡Rayos qué imbécil soy!
Hizo un esfuerzo sobre humano para no ceder a la
tristeza y hacer que los demás se percataran de que lo estaba pasando fatal.
Aceptó bailar con John y se concentró del todo en él y acalló de todo intento
del corazón en hacerle ver su error y cada vez que en sus pensamientos venía el
nombre de aquella rubia; Sara, en un santiamén llamaba al joven Brigston y así,
no darle chance a que pudiesen hacerle tambalear en su decisión. Simplemente no
escucharía más a su corazón.
Se obligó a permanecer lo más alejada posible y no
mirar en la dirección en que se encontraba ella. Aunque su mirada la estuviese
quemando viva en su espalda, no cedería esta vez, aunque su corazón se contrajese
en forma dolorosa.
─ Recuerda que no has venido en busca del amor y
mucho menos de una aventura ─ se auto convenció Sara, dejando que el joven
Brigston, la llenase de frases cargadas de elogios y ternura en cuanto a su
belleza y virtudes en el baile. ─ Tu propósito siempre fue acompañar a tu mejor
amiga y compartir su dicha. Todo lo demás carece de importancia.
Así fue que, Sara, dejo que el orgullo la condujese
a lo largo de toda la noche y en esas 3 horas en que compartió con todos;
excepto ya sabemos quién no; se dedicó a bailar, platicar, sonreír y bromear
con los más jóvenes, en especial Charles y Nataniel; que no la dejo por ningún
motivo e incluso aquello; despertó ciertos recelos en la otra Calguiere,
Claudine. Qué solo observaba y a pesar de ser la más centrada y cuidadosa de
toda esa familia, terminó por ceder a un distintivo que poseía esa familia…Ser
territoriales.
El panorama se volvía bastante imprevisto para
ambas hermanas Calguiere que veían que podrían perder mucho más de lo suponían
y es que ellas desconocían el nexo inquebrantable que había entre Sara con
Raniel, Nataniel y Gonzalo. Ellos eran más que amigos, eran hermanos de vínculo
y su amistad iba más allá de cualquier cosa y lo que tú le hacías a uno de
ellos, se lo hacías a todos. Por lo tanto, Nataniel y Gonza, de inmediato
decidieron proteger a la joven Taffra y velaron para hacerla sentir cómoda
dentro de lo que se podía y es que ambos vieron el dolor presente en los ojos
grises de aquella pelirroja.
Solo Raniel estaba al margen y desconocía lo
sucedido con su mejor amiga y muy poco pudo compartir con ella por el
compromiso y tuvo que entablar relaciones sociales con los presentes (protocolo
Inglés) debido al estatus de su futura esposa, la Duquesa de Calguiere.
Definitivamente fue un martirio tener que ponerse
en modo hielo y hacer como si no existiese. En honor a la verdad, estaba herida
y el amor propio cobró su precio y muy difícilmente permitirá que lo den vuelta
tan fácilmente. Habría que haber una redención. ¡Quizás más adelante!
─ Tendrás que arreglar las cosas Francis ─ demandó
Alesia, que se sentó junto a su prima y le dijo aquello muy despacito para que
los demás no oyesen.
En el acto, Francis, clavó sus ojos fieramente en
su prima y le quedo viendo de un modo aterrador, pues deseaba gritarle varias
cosas, pero por educación se tuvo que contener de no hacer un escándalo.
─ Es fácil decirlo desde tu posición Alesia, no
tienes nada que perder ─ recriminó Francis.
─ Decir que no fue mi intención lastimarte, sería hipócrita
de mi parte ─ justificó su decisión Alesia, viendo fijamente a su prima. ─ Siempre
he protegido a mi familia, pero no me pareció honesto lo que estabas haciendo
cuando has quedado en reunirte con uno de tus pretendientes.
─ Podrías haber pedido que fuésemos a otro lado
para hablar ─ refutó seca Francis. ─ Además, no es asunto tuyo lo que yo haga
en mi vida.
─ Eso no está en discusión prima ─ rebatió Alesia y
viendo en dirección en que se encontraba la joven Taffra, añadió. ─ Eres dueña
de hacer lo que te venga en gana, pero has de saber que aprecio mucho a Sara y
no te permitiré que te burles de ella; ya que tú no tienes intenciones serias
de involucrarte con una mujer y si no has sido capaz de sopesar tus propios
sentimientos y escuchar tu corazón; no me recrimines que me entrometa en tus
cosas con tal de protegerla. Ella y Raniel son muy preciadas para mí y así como
defiendo con uñas y dientes a mi familia del mismo modo lo haré con ellas de
cualquiera que ose hacerles daño.
─ Alesia ─ protestó con los dientes casi apretados
Francis y su mirada era muy intimidante. ─ ya te dije que no te metas en mis
cosas.
─ Entonces se clara de una vez y honesta contigo
misma ─ acusó ésta y tomándola del brazo, hizo que la viese a los ojos. ─ Deja
de perder el tiempo y haz algo pronto o perderás más de lo que te imaginas. Hay
una sola oportunidad, no la dejes ir.
─ ¿Me reprendes o me apoyas? ─ inquirió confundida
Francis. ─ me confundes Alesia.
─ ¡Niña tonta! ─ repuso Alesia, moviendo su cabeza.
─ Si no te quisiese no estaría aquí tratando de hacerte ver tu error. Deja de
comportarte como una niña caprichosa y arriésgate con todo o de lo contrario
nunca sabrás lo que pudo haber sido.
─ Ella no quiere ni verme ─ se defendió Francis. ─
menos escuchar mi justificación.
─ Veré en cómo ayudarte ─ mencionó Alesia. ─ Trata
de reflexionar en lo que te dije. Ella es única y vale la pena dar ese gran
salto.
─ Si, pero llama mucho la atención ─ develó sin
pensarlo Francis, en lo que era un visible ataque de celos.
─ ¿Y qué esperabas? ─ preguntó Alesia, viéndola en
forma suspicaz. ─ Sara es una guapísima mujer que llama mucho la atención y si
yo estuviese en tus zapatos, estaría haciendo hasta lo imposible para que se
fijase en mí.
─ ¿Te gusta Sara? ─ inquirió Francis con espanto. ─
Sería lo último que me estaría faltando.
─ Jajaja ─ soltó en risas Alesia. ─ ¿Cómo crees?
Ella es muy bella y todo, pero no soy de los gustos de Sara y además, ella sabe
muy bien quién está conquistando su corazón. Eso te lo puedo asegurar.
─ ¿Cómo lo sabes? ─ indagó Francis, más relajada y
dejando de lado su disgusto con su prima, agregó. ─ Ella puede escoger a
cualquiera en este salón.
─ Sí ─ afirmó Alesia. ─ Pero…
─ ¿Pero qué? ─ apremió Francis.
─ No manda en su corazón ─ respondió con total
convicción Alesia. ─ Ninguna persona es dueña de él cuando aparece la persona
correcta. Se deja de pertenecer a sí misma. Y solo se entrega al verdadero
dueño de sus latidos y sentir.
─ ¿Sara está…? ─ intentó indagar Francis con cierta
duda.
─ ¡Ay prima! ─ exclamó cansada Alesia. ─ No
pretendas adivinar, solo déjate llevar y tendrás las respuestas. No seré yo,
quién te diga la verdad. Debes averiguarlo por ti misma y tu propio corazón.
─ Alesia ─ balbuceó Francis.
─ Nada de Alesia ─ refutó ésta y levantándose de su
asiento, añadió ─ Ponte a meditar con tu almohada sobre ello. Dado que hoy te
será difícil franquear ese muro con el cual se protege ¿Entendido?
─ No lo sé, Alesia ─ murmuró Francis, viendo hacia
donde se encontraba la joven Taffra bailando. ─ Me ignora demasiado y no soy
dada a mendigar, mi amor propio me lo impide. No lo hice antes con ningún
chico, no veo porque debería hacerlo ahora.
─ ¡Santo Dios! ─ exclamó exasperada Alesia y
moviendo su cabeza en forma reprobatoria a la conducta de su prima. ─ te diré
porque deberías: Ella no es cualquier persona y lo sabes bien, por más que
intentes negártelo o convencerte de lo contrario. Sara, no es uno más de
aquellos chicos con los cuales sueles salir y divertirte una temporada. Ella es
mucho más que eso y si no eres capaz de reconocerlo. ¡Entonces era una boba
prima!
─ Gracias por lo de boba ─ dijo una herida Francis,
que cansada de tantos desprecios y sermones, optó por hacer una sola cosa. ─ Si
me quiere ignorar allá ella, no es la única persona en este mundo y no estoy
dispuesta a rogar más.
Dicho esto, Francis, se levantó de su asiento y
enfiló hacia la salida, pasando por medio del salón hasta llegar hasta donde se
encontraban sus padres y hermana mayor. Dio sus excusas y procedió a despedirse
de ellos y de algunos invitados importantes que estaban presentes. Causando
preocupación en su madre que no dijo nada dado a las altas horas ya, pero
intuyó que era necesario dejar ir a su hija menor. Luego de ello, la joven
Calguiere, procedió a retirarse y al momento de pasar cerca de la mesa en que
se encontraban la familia Larson, Francis, optó por mirar al frente y mostrarse
totalmente indiferente e irreverente para con todos ellos.
Su caminar fue lento hasta alcanzar la puerta del
salón y traspasar su umbral sin siquiera mirar atrás. No estaba de humor para
humillarse más y con el corazón envuelto en una capa de hielo total, dejo todo
sin voltear a ver a nadie. Pero justo cuando ya cruzaba esa puerta; el
mayordomo, le entregó una nota dirigida a ella. Leyó veloz el mensaje y una
mueca se dibujó en la comisura de sus labios. Dobló el papel y agradeció al
empleado y sin más, se marchó de aquel lugar. Molesta y decepcionada a más no
poder.
Definitivamente los planes no siempre resultan como
uno desea. Siempre hay algo que escapa de las manos o simplemente, no tomamos
en cuenta otros factores que influyen mucho más de lo que pensamos y nos dan
una gran lección a nuestras vidas.
─ Francis ─ murmuró con pesar Alesia, tras ver como
su prima se marchó sin importarle nada más. ─ Sólo te engañas a ti misma. Lo
dije ya. No puedes ganarle a tu corazón. Tú y Sara, nacieron para encontrarse y
estar juntas. Es inevitable todo esto. El amor es así y no puedes vencer.
El alejamiento de la menor de los Calguiere, no
paso desapercibido para muchos y menos para aquellos que estaban en la mesa en
que se encontraban los miembros más jóvenes de la familia Larson y Sara.
Es que era imposible que aquella rubia hermosa
pasara desapercibida ante la mirada de muchos y es que la joven, no solo lucía
hermosa sino que a pesar de sus cortos 20 años, ya que era una agraciada
jovencita, de una hermosura inusual en lo que suelen ser muchas rubias de ojos
claros. Ella poseía una belleza particular, heredada de su madre. Además, del
porte y prestancia que poseía de por sí sola. Elegante, culta, rica y de un
físico atlético debido a los deportes que ella practicaba en la semana. Se
podía decir que era una chica envidiable a vista de muchos jóvenes en la
sociedad inglesa, que se caracteriza por tener mujeres muy hermosas. Si sumamos
todos esos atributos más a lo guapa que se veía enfundada en ese bellísimo
vestido que le daba un toque muy parecido al que solía tener Grace Kelly de
Mónaco o la misma Audrey Hepburn. Mujeres que destacaron por su elegancia como
hermosura.
Aunque se impuso ignorarla por completo desde que
salió del tocador. Sara, no pudo evitar ese momento en que la joven Calguiere,
se levantó de su asiento dejando de lado a su prima e ir hasta en donde se
encontraban sus padres. La vio intercambiar palabras con ellos y otros
invitados para luego, girarse y avanzar hacia la salida.
Cuando vio que pasaría cercana a su mesa, se
inquietó bastante porque no podía controlar esa ansiedad que se despertó
enseguida de saber que pronto sus miradas quedarían enfrentadas nuevamente y le
sería muy difícil ocultar sus emociones internas. Y es que esa rubia pedante
sabía muy bien como descolocarla o hacerla trastabillar en su determinación.
Simplemente era la única persona en el mundo de desarmarla sin siquiera hablar
con solo una mirada la dejaba completamente desarmada.
Tragó con dificultad al momento en que la figura de
la joven Calguiere alcanzó el mismo nivel horizontal con su mesa y con ella
misma. Pero lo que vino a continuación la dejo completamente conmocionada.
Los ojos grises de la joven se movieron autómatas
dentro de su cavidad, siguiendo vigilantemente cada movimiento o gesto que
hiciera aquella rubia. Y fueron testigos fieles en como el mentón de Francis se
alzó en forma altanera y con la vista fija al frente paso por su lado sin
siquiera intentar verlos por el rabillo de sus ojos. En pocas palabras los
ignoró por completo haciéndolos sentir que no existían para ella. Prosiguiendo
en su camino sin mayor alteración en sus facciones como en su postura.
La garganta de Sara, tragó saliva dolorosamente por
esa devastadora indiferencia que le venía a confirmar sus suposiciones de que
ella no era importante para aquella joven, sino más que una simple novedad. Un
jueguito nada más para aquella caprichosa muchacha.
No obstante a ello, el corazón de la joven Taffra,
retumbó secó en su pecho y se contrajo tanto que pareció que ahí mismo, se
rompía por el dolor que le causo el objeto de sus desvelos. No era justo sentir
de eso modo, haber abierto las puertas de su corazón para alguien que solo se
burlaba de un modo u otro de ella.
─ ¡Sé fuerte Sara! ─ suplicó Nataniel al ver el
rostro descompuesto de la muchacha. ─ No te abrumes de ese modo por favor.
─ Nat…─ balbuceó con dificultad Sara sin dejar de
ver a la chica que ya estaba en el umbral de la puerta. ─ No quiero esto…Yo no
lo busqué.
─ Lo sé ─ mencionó el joven Larson viendo en la
misma dirección. ─ Pero si no te sabe apreciar. Ella se lo pierde no más.
En eso…
La rubia fue abordada por el mayordomo, quién le
entregó un papel a la joven y ésta leyó ávidamente para luego, curvar sus
labios en lo que pareciera una sonrisa y ello, detonó un agudo dolor al corazón
de la joven Taffra, que supuso que se trataba de una nota que le habría dejado
ese joven que pretendía a la menor de los Calguiere.
El verla perderse tras las puertas, dejo a Sara,
mortificada y con un dejo de angustia notorio dado las presunciones que asumió
en esa nota. ¿Cómo desearía estar en casa junto a su familia? Lejos de todo
esto que la estaba trayendo de cabeza y por segunda vez, una mujer le hacía
sufrir por cuestiones del corazón. Luego de lo que vivió junto a Lorena a
temprana edad en su adolescencia.
─ Dos veces tropiezo con una misma piedra ─ murmuró
amargamente Sara y bajo su cabeza a modo de derrota por no poder gobernar su
corazón y que la lastimen de esa manera.
La congoja no podía ser mayor para la mejor amiga
de Raniel, que sentía que no podría ser más adverso su destino ante los
dominios del amor.
─ No permitas que quite esa hermosa sonrisa en ti,
mi bella Sara ─ se oyera decir a Gonzalo, que la estrechó en sus brazos. ─ Deja
que el tiempo haga lo suyo.
─ Es lo mismo que le dije, pero con otras palabras
─ agregó también Nataniel. ─ Esa chica no se merece a Sara.
─ Solo quiero irme a casa ─ se limitó en decir a la
muchacha.
─ Ya nos iremos pronto, mi dulce Sara ─ mencionó
con ternura Gonza sin dejar de abrazarla y confortarla.
─ Hablaré con papá para que cambie tu fecha de
regreso ─ indicó Nataniel. ─ Estoy seguro que Rani, sabrá comprender.
─ Por favor, chicos. Nada de esto a Rani. ─ suplicó
Sara. ─ No viaje desde tan lejos para preocuparla con mis cosas.
─ ¡Pero! ─ intentó protestar Nataniel.
─ No, Nat ─ instó Sara. ─ yo adoró a mi monstruito
y lo que menos quiero es ocasionarle preocupaciones por cuestiones que se
pasará apenas llegue a casa. ¡Prométanmelo!
─ Tú ganas ─ acordó Gonza.
─ No me parece correcto, pero es tu deseo y lo
acataré ─ convino Nataniel.
─ Gracias ─ murmuró Sara, más aliviada. ─ Creo que
será mejor que me vaya a descansar. No quiero dar la hora con mi pena y darles
la lata a todos.
─ Siempre pensando en otros y no en ti ─ acusó
enternecido Nataniel. ─ Espero que llegue el día en que seas tú, la que seas
agasajada por esa mujer. Por mucho que me caiga mal en este momento.
─ ¡Nat! ─ amonestó Sara. ─ Deja eso de lado que no
pasará. Olvidemos todo.
─ De acuerdo, lo dejaré por la paz, mi dulce Sara ─
afirmó Nataniel, que era muy persuasivo y certero en sus apreciaciones. ─ Pero,
lo diré por última vez y no saldrá palabra más de mí. Esa chica es tuya,
quiéralo o no.
Sara, no dijo nada al respecto, solo suspiró
pesadamente por respuesta. No quería seguir con el tema Calguiere. Era mucho
para una noche de ilusiones rotas.
─ ¡Buenas noches chicos! ─ Se despidió Sara.
─ ¡Buenas noches! ─ dijeron los gemelos y demás
Larson.
─ Descansa, preciosa Sara ─ señaló después
Nataniel.
La muchacha se dirigió a los dueños de casa,
presentó sus respeto para retirarse y tan pronto consiguió su venía, salió
rauda del salón antes que el joven Bringston se percatase y le diera la lata
con sus galanterías. Que por cierto, ya comenzaban a cabrearla un poco.
En todo el trayecto rumbo a su dormitorio no dejo
de pensar en lo último que dijese Nataniel y su insistencia en que aquella
rubia petulante e indiferente, fuese suya. Sara, no podía o le costaba asumir
la palabra propiedad y es que desde lo de su antigua pareja, le era impropio
hacerse ilusiones con respecto a una mujer. Se sentía un poco insegura por lo
demás, poco objetiva por así, decirlo.
─ Sentir a una mujer como mía, es algo que está más
allá de mí ─ se dijo para sí Sara. ─ saber que ese corazón me pertenece y que
su amor es solo para mí, tendría un efecto tan grande y a la vez, sería mi
mayor dicha y fortuna…Pero
Inevitablemente sus pensamientos volaron evocando
la imagen de aquella rubia que la tenía de cabeza y que le obsequiaba su
antipatía a cada rato.
─ No sé si Francis pueda ser para mí ─ susurró
tristemente Sara, bajando su mirada al piso mientras caminaba. ─ Tal vez solo
sea una simple atracción nada más producto de ser una chica bella.
Sacudió su cabeza, ya que para Sara, era poco
relevante si fuese bella o menos bella, o poco agraciada y es que su antiguo
amor, no lo fue. Pero para Sara, fue la mujer más hermosa de todas y la quiso
con locura. Pero, se acabó y le dejo dudas en sí misma.
En verdad que su cabeza era un caos de tanto
suponer cosas y tratar de arreglar el mundo. Cuando éste, ya tenía sus propios
problemas a resolver.
─ A estas alturas creeré que el amor es solo un
cuento de hadas nada más. ─ murmuró Sara, que abría la puerta de su dormitorio
y al prender la luz, sintió más pesar porque de pronto sintió la necesidad de
ver por una sola vez en su vida aquella rubia en su alcoba esperándola con una
sonrisa, cosa muy distinta de su presente. ─ ¡Tonta más que tonta! No puedo
seguir de este modo sufriendo por mujeres que solo desean pasar un buen rato
con una.
Cerró la puerta tras de sí y se acercó a su buscar
su pijama y comenzó a desvestirse paulatinamente mientras que su vista estaba
perdida por aquel ventanal. Con pensamientos lejos y cerca a la vez. Pero que no dejan de mortificar a un corazón
que se siente despechado o rechazado.
Amar y no ser correspondido es atroz para cualquiera porque es en el único
campo dónde tú no puedes controlar y dominar a merced, porque dependes de otro,
de sus emociones reciprocas a las tuyas y a la vez, pierdes en parte la
confianza en ti mismo, aunque seas la persona más astuta o manipuladora que
pueda existir, porque cuando involucras el corazón estás perdido
irremediablemente; eres un esclavo y dependiente quieras o no reconocerlo.
Al poco rato, corrió las colchas y se dispuso en
entrar a ese lecho e imponer el descanso a su mente como su corazón y dejar de
pensar cosas que nunca podrían suceder a menos que un milagro ocurriese y eso
es incierto.
Esos grises ojos no dejaban de ver el techo y de
pronto un brillo intenso se vislumbró en la retina y al poco rato, una lágrima
rodó por sus mejillas ¡Ah qué ingrato sin sabor es el amor!
─ ¡A dormir Sara! ─ se dijo la joven Taffra y cerró
sus ojos para buscar el descanso.
Mientras la joven Taffra mantenía una pugna, en la
otra cara de la moneda…
Sus ojos estaban fijos en el cielo raso, tratando
en vano de conciliar el sueño, después de haberse dado una ducha prolongada y
bastante caliente para inducir más rápido el descanso. Su mirada estaba perdida
en el blanco del techo y de vez en cuando, recorría los contornos y relieves
que tenía el entramado del mismo.
Varias veces buscó distintas posiciones para
quedarse dormida, pero no obstante, no lo consiguió y pasarían muchos minutos
antes de lograrlo.
─ ¿Entusiasmarme de ese modo para dejarme en el
limbo? ─ se cuestionó a sí misma, Francis, con el coraje aún a flor de piel. ─
¿Pero quién se cree que es?
Una mueca se dibujó en sus labios llevada por el
despecho que sufrió a manos de Sara y sus parpados estaban casi entrecerrados a
causa de esa molestia.
─ ¿No sabes con quién te estás metiendo Sara? ─
masculló una altiva Francis. ─ He tenido a los chicos más guapos de todo
Londres a mis pies y no serás precisamente tú, la que me ponga de rodillas y a
mendigar amor. ¡Eso no señor!
¿Cuánta estupidez puede haber en un corazón
despechado? No se piensa con cordura y mucho menos con sensatez, sino que se
habla bravuconamente cuando siente que ha sido humillado de un modo u otro; por
lo que clama una pronta revancha y lo único seguro que conseguirá en la vida
será: quedar solo, amargado y tragarse cada una de sus palabras para volverse
la persona más dócil de todas. Dos caras de una misma moneda o dos destinos
seguros.
─ ¡Tuviste tu oportunidad! ─ rabió Francis. ─ No me
reproches nada después.
Serían las últimas palabras que pronunciaran en esa
madrugada la joven Calguiere, porque después del coraje viene la impotencia y
con ello, el sutil y silencio llanto a escondidas de todos. Para quedar rendido
a los brazos de Morfeo que todo lo caya y mantiene en secreto, renovando todo a
su paso y brindando nuevas esperanzas con un nuevo amanecer.
Las manecillas del reloj fueron avanzando y dejaron
de ser las tres de la madruga y el manto de la noche fue cambiando
gradualmente. Las estrellas se recogieron y dieron paso a las nubes y la
oscuridad dejo que el sol hiciera su entra triunfal. Marcando así, el inicio de
un nuevo día en todo el territorio Inglés.
En el condado de Calguiere más precisamente, el
castillo de la Duquesa, el movimiento en la cocina, jardines, caballerizas
había dado inicio y muchos estaban disponiendo todo para que la familia pudiese
disfrutar de una grata jornada.
Por su parte, varios miembros de esa familia ya
estaba en pie y a pesar de que era día Domingo y de descanso. Estaba inmerso
cada uno en sus deportes o ejercicios para mantener una salud apropiada y cuerpos
sanos y vigorosos. Era el caso de los jinetes Charles y Claudine, James
alimentando sus aves, Alexandra practicando con su arco junto a su hermano
John. Mientras que en el interior del castillo más propiamente tal en la sala
de combates, se hallaban Alesia junto a su prima Francis, buscando mejorar
nuevas técnicas de lucha y a su vez, sacarse un poco la tensión que llevaban a
cuestas.
Justo cuando estaban por acabar, asomó el mayordomo
anunciándoles que su señora Anette, les esperaba a desayunar junto a sus
invitados.
─ Gracias Albert ─ respondió Alesia. ─ Avísale a
tía Anette que iremos enseguida apenas nos cambiemos.
─ Como usted ordene, mi lady ─ dijo el mayordomo,
con total protocolo hacia la nueva Condesa y es que los ingleses son muy
formales y mantienen ese estatus social y jerárquico. ─ Con su permiso.
─ Adelante ─ instó amablemente Alesia.
Una vez que el hombre se retiró del lugar, Alesia
quedo viendo a su prima y tomando su careta, agregó…
─ ¿Te parece que lo dejemos para más luego? ─ inquirió
Alesia y guiñando un ojo a su prima, añadió. ─ ¡Quizás alguien más se nos una!
Eso fue suficiente para despertar la curiosidad de
la menor de los Calguiere.
─ ¿Quién? ─ inquirió Francis, sin ocultar esa
curiosidad típica de ella.
─ Te olvidas que tenemos un desafío entre manos ─
recordó Alesia, guardando su careta. ─ Y que es honorable que el invitado
participe de la invitación a duelo por parte del regente.
─ ¡Um! ─ fue todo lo que balbuceó Francis.
─ ¿Es todo lo que tienes qué decir? ─ preguntó llanamente
Alesia, que sabía cómo picar la guía o espíritu de lucha en los suyos.
─ ¿Y qué deseas que dijese? ─ objetó Francis,
guardando su careta y bajando el perfil al asunto.
─ A decir verdad, esperaba que te emocionará saber
que podríamos medirnos con Sara en duelo ─ respondió livianamente Alesia,
viendo por el rabillo de sus ojos a su prima.
─ ¡Ah eso! ─ exclamó sin emoción Francis,
mostrándose de lo más olvidadiza que pudiese. ─ Habrá que ver si la señorita
Taffra se le apetece ir a combate con nosotras.
─ Francis ─ reprendió Alesia. ─ ¿Por qué no la
llamas por su nombre?
─ No somos íntimas ─ refutó Francis, sin cortarse
un ápice. ─ Digo yo, en amistad y confianza para tutearla.
─ ¡¿What’s?! ─ aulló Alesia totalmente perpleja por lo
esgrimido por su prima. ─ ¿Es broma?
─ No, Alesia ─ respondió tajantemente Francis y
marchando hacia el camerino, añadió. ─ Ella y yo, no somos ni seremos amigas.
Tan solo hubo una pequeña atracción, efímera por lo demás. Como bien te lo dije
anoche, no continuaré con ello. Espero entiendas y me dejes en paz. No me
interesa saber nada de la señorita Taffra. A mí me gustan los hombres, no las
mujeres.
─ Ok, será como tú digas prima ─ acotó Alesia,
mientras sacaba su uniforme y colocaba nuevas vestimentas. ─ Tú te lo pierdes
al fin y al cabo. Esto dejará vía libre a John para que pueda conquistarla y yo
le estaré apoyando como su hermana.
N.K, certero y golpe bajo al orgullo y al corazón
por parte de la Condesa, que a veces podía ser implacable en sus palabras como
ahora y aterrizarte de la manera más dolorosa. No había que ser adivino para
saber que el comentario le sentó fatal a la menor de los Calguiere, cuyo rostro
se tensó en el acto y sus manos se empuñaron en forma automática. ¡Ya era
demasiada la provocación de parte de Alesia! Sus ojos azules estaban que ardían
en llamas por la furia que la embargó a causa de su prima.
─ No te…─ comenzaba a mascullar Francis, pero fue
interrumpida en el acto.
─ ¿En tus cosas? ─ se mofó Alesia, arreglando su
camisa. ─ Perdona que te contradiga querida. ¡Sara no es tuya! Ni nunca lo será
porque así tú lo has querido. Ella es libre. ¡Asúmelo de una vez Francis!
El nivel de un termómetro alcanza ciertos grados
antes de explotar y estos grados corporales o de carácter estaban por romper la
báscula. Ambas chicas son Calguiere y no era menor decir que, Alesia Bringston,
era una oponente temible en todo ámbito. Sabía muy bien cómo jugar sus cartas y
conseguir lo que deseaba y si de enfrentarse a ella se trataba ¡Buena suerte!
Dos mujeres con la misma sangre que corría por sus venas y nada tímidas para
decir lo que pensaban. Directas hasta el final.
─ ¡No intentes desafiarme Alesia! ─ advirtió
malhumorada Francis, cuyos ojos estaban en su punto más álgido.
─ ¿Por qué habría de hacerlo? ─ inquirió ésta, acercándose
a su prima y viéndola a los ojos. ─ No soy yo tu oponente, sino mi hermano
John, querida.
Eso último alertó a Francis, que al ver en la
mirada de su prima comprendió que solo estaba provocándola no más y con eso, relajó
el semblante y guardando todo en su casillero. Volteó a verla y agregó.
─ No sacas nada ─ se ufanó Francis, encogiendo sus
hombros y dando pasos hacia la puerta, añadió. ─ ¡Ella es lesbiana, querida!
─ ¿Cómo
sabes tú?─ se burló Alesia, guiñando un ojo y siseando más. ─ ¿le has preguntado
a Sara su condición?
─ Claro que lo sé. ─ Esta vez Francis, se jactó con
propiedad. ─ Porque a Sara le gusto yo y
mucho. John, pierde su tiempo nada más.
─ Jajaja ─ río de buena gana Alesia y con malicia,
lanzó el anzuelo. ─ Eso fue tiempo pasado, lindura. ¡Quizás sea bisexual,
nuestra querida Sara! El amor no tiene género ¿no te parece a ti prima?
Eso sí que no se lo esperaba Francis, que detuvo
sus pasos en seco y giró para ver a su prima, muda, pálida y casi taciturna.
Por su parte, la Condesa, se regocijaba de lo lindo
para sus adentros y es que ver el semblante de la menor de sus primos, le
fascinaba verla luchar contradecirse con respecto a sus verdaderos
sentimientos.
─ ¡Relájate querida! ─ instó Alesia al pasar a su
lado y sonriendo en forma burlona. ─ Sigue mi consejo y no la dejes ir. Ella es
y será todo en tu vida, niña terca.
Dicho esto, Alesia, abandonó la sala de combates
para irse hacia una de las alas este del castillo. Dónde se encontraban los
dormitorios.
A la vez, que Francis, quedo clavada al piso,
incapaz de moverse y totalmente desarmada por lo dicho por su prima.
─ ¡Um! ─ atinó en decir Francis y se despabiló para
irse hacia el salón con su madre.
Tiempo después…
En la alcoba de…
Sara fue visitada por Alesia, con quién estuvo
charlando un momento y quedaron en reunirse para desayunar juntas y con los
demás. Se duchó más que rauda y saco un vestuario simple de pantalones, una
camisa y unos botines que le permitieran estar cómoda para la visita que harían
en lugares turísticos de Londres, según le dijese Alesia.
Más menos fueron unos 10 minutos en arreglarse y
salió de la alcoba con rumbo al comedor para desayunar. En el camino se
encontró con Raniel y Anabelle, se saludaron con dicha y se unieron a los demás
que ya estaban acomodados esperando por el resto de los miembros más jóvenes.
Estaba las dos familias reunidas, Calguiere, Bringston; junto a la familia de Raniel.
Sara, fue acomodada por Anette junto a ella, pero…El
destino hacia de las suyas otra vez, sentada junto a la anfitriona y mecenas
por razones que se sabrían más adelante; se hallaba en frente de su persona, su
mayor KARMA…Francis Calguiere.
─ ¡Dios! ─ meditó en su fuero íntimo Sara, viendo
de soslayo a la rubia. ─ Sigo con mi mala racha.
Como si aquel pensamiento hubiese oído, esos ojos
color del cielo por una milésima de segundos enfocaron el rostro de aquella
pelirroja. Sin embargo, se mantuvo más apacible que las aguas antes de una
tempestad. Tanto pronto como lo hizo, volvió a enfocar a otras personas y bajar
el perfil a cierta señorita.
Se notaba que aquel juego de indiferencias
proseguiría por mucho tiempo y algunos comenzaban a mirar con curiosidad a las
dos jóvenes, pues la tensión comenzaba a desprenderse en ambas por igual.
Anette, llevaba tiempo observando a su hija y
comprobaba una vez más que Francis, no se esforzaba en lo más mínimo por tratar
de entablar alguna relación o conversación con la joven Taffra. Y esa era una
conducta extraña por no decir fuera de lugar, ya que todos sus hijos, es
precisamente ella la más cordial de todos y en lo que dura pestañear, se
encuentra de lleno entablando relaciones sociales con los que conocer. Aquí algo estaba pasando y por la frialdad en
los ojos de su hija, tuvo la impresión que podría estar ante un escenario muy
parecido con lo acaecido con Anabelle.
Sus dos hijas estarían vinculadas sentimentalmente
a una mujer y eso le producía cierta sorpresa y a la vez, preocupación; dado
que Francis, era una joven que siempre habló desde niña que tendría un esposo
muy guapo y muchos hijos. Alardeaba con la familia que sería la última en
casarse porque deseaba escoger muy bien al padre de sus hijos, porque era su
deseo que cada bebe fuese concebido con buenos genes. Sin duda, que en cosas
del corazón no es tan fácil decir esto se hará o esto no. Pero, era su hija y
aunque sabía que tendría mucho por aprender y la vida le enseñaría muchas
cosas. No obstante a ello, jamás imaginó verla vinculada sentimentalmente a una
mujer, porque podía asegurar que se negaría aquel hecho y lucharía fieramente
contra ese sentimiento; y ver su comportamiento, le estaba dando la razón.
Francis luchaba para torcerle la mano al destino.
─ ¡Ay hija mía! ─ se lamentó un poco Anette en su
mente.
A una orden suya, comenzaron la servidumbre a
servir el desayuno y así, poder alistarse para ir a Londres.
Estaban disfrutando de esos apetitosos alimentos,
cuando se oyó…
─ Sara. ─ llamó Charles, procurando ganar su
atención.
─ Dime ─ dijo ésta, algo inquieta.
─ ¿Con quién de las dos comenzarás tu duelo? ─
preguntó Charles. ─ Así poder hacer los preparativos del segundo duelo el mismo
día.
─ ¡Charles! ─ exclamó Sara, casi atragantada con su
café.
─ Vamos, dinos ─ animó Charles, muy sonriente. ─
¿Quién ira primero Alesia o mi hermana Francis?
Las dos mencionadas quedaron viendo a la joven
Taffra y ver lo pálida que se puso de un momento a otro y su mejor amiga
Raniel, salió a su rescate.
─ Charles, deberías darle un respiro ─ expuso
Raniel. ─ Ella viene por pocos días y no puede estar al pendiente de un duelo
para que así quedes satisfecho. Es algo incómodo ¿no te parece?
─ Todo lo contrario, cuñadita ─ corrigió el joven
Calguiere. ─ Es alucinante que tus anfitriones te inviten a participar de una
tradición sin igual y aquí en Inglaterra, rechazar una invitación de esa índole
es de mala educación y por lo demás, un acto grosero.
Si de metida de patas se trata, el joven Calguiere,
es especialista. Una cosa es la franqueza pero otra cosa distinta, es forzar a
alguien hacer algo que no desea e ir en contra de su voluntad, eso también es
ser desconsiderado de cualquier persona que se precie de educado.
Sara, sentía que la vida se ensañaba con ella y ese
chico era simplemente sinónimo de problemas. Abría su boca y ¡Zas! Que le traía
dificultades. No tenía como zafarse de ese compromiso y sintió como todas las
miradas se vinieron encima de ella y por primera vez, deseo hacerse humo.
Reunió el poco valor que ya le quedaba y trató de no parecer grosera, pero no
dejaría que se saliera con la suya. Ella era descendiente de italianos, bien
tercos y tampoco iba a ceder.
─ Charles, lamentó tener que decirte que iré a
duelo ─ comenzó por decir Sara.
─ Genial ─ interrumpió éste jubiloso.
─ Pero ─ prosiguió Sara, sin dejar que la
envolviese en su telaraña de sucesos que la llevarían a tener que hacer lo
contrario.
─ ¿Pero qué? ─ inquirió Charles al ver el rostro
serio de la joven Taffra, que borró de una su júbilo.
─ Te decía que iré a duelo, pero solo será uno nada
más ─ señaló Sara. ─ Y he hablado ya con Alesia y es con ella, con quién me
gustaría debatirme en duelo. ¿Comprendes?
─ ¿Estás bromeando? ─ preguntó estupefacto Charles.
─ No puedes hacer eso, Sara. Eran dos combates y no uno.
─ Lo lamento, pero solo puede ser uno ─ se impuso
Sara y viendo de soslayo a cierta joven, añadió con alevosía. ─ Y es solo con
Alesia y nadie más.
─ ¡Pero Sara! ─ protestó Charles.
─ ¡Ya basta Charles! ─ Masculló furiosa Francis y
su mirada era fulminante en ese momento. ─ No insistas más. Que tampoco es mi
deseo enfrentarme con la señorita Taffra.
─ ¡Francis! ─ salió a frenar Anette. ─ Te recuerdo
que su nombre es Sara. ¡Discúlpate!
─ Lo siento, madre ─ fue la respuesta de la menor
de los Calguiere, que hervía dentro de sí por la humillación que la sometió
Sara.
Ninguno de los presentes se esperaba una reacción
así. Los miembros de la familia Larson, se sintieron incómodos al ver aquello y
más aún por la joven Taffra, que quedo aturdida de sobremanera al ver la
reacción de aquella rubia, la culpa la envolvió. No sabía qué hacer o cómo
actuar para que ella de una vez dejase de tratarla tan duramente.
Raniel, observó a su amiga e hizo unas señas hacia
ella y ésta, entendió el mensaje que de cierta forma le dejo un poco más
aliviada. Pero, no sería suficiente porque percibía la mala vibra llegarle en
forma de bofetada.
La conversación fue retomada desde otro ángulo y
todos trataron de cambiar el tema y prosiguieron desayunando.
Una vez que todo acabo, Francis, fue la primera en
retirarse del lugar cabreada hasta decir basta y Sara, fue acaparada por Alesia
y Claudine, que intentaron hacerle pasar un momento más agradable.
Por su parte, Anabelle, se quedo hasta al final y
habló con su madre unos minutos para hacerle ver lo grosera que estaba siendo
Francis con su invitada. Anette, se comprometió en hablar con su hija y a la
vez, también aconsejo a la Duquesa en el valor para confesar a su prometida el
título que ella poseía.
Sin duda, que sería un día trascendental para
cuatro miembros de esa familia, que deberían armarse de valor y aceptar los
hechos tal cómo se presentaban.
─ Esto se hace intolerable ─ susurró bajito para sí,
Sara, que en ese momento quería con todas las fuerzas de su ser, un milagro y
escapar de ese país y especialmente de ella.
En el anverso de esta historia…
─ ¿Cómo se atreve a humillarme de ese modo? ─ se
preguntó Francis, mientras le pedía a un empleado que le ensillaran su caballo.
En cosa de minutos ya estaba sobre éste y galopó
veloz por campo travieso, quería huir y sacar el coraje que llevaba dentro.
─ Tenías que ser tú la que me avergonzará frente a
todos. ─ mascullaba entre dientes Francis, dándole golpes con su brida a su
semental para aumentar más el paso. ─ Primero me sometes a tu embrujo y luego,
me seduces con ese baile, haciéndome creer que yo era importante en tu vida y
para terminar comprobando que solo fue una ilusión nada más.
Se notaba que la joven estaba sufriendo los embates
de tantas emociones y el despecho se estaba imponiendo más de lo que ella suponía.
No la dejaba razonar y darse cuenta que fue ella misma quién se equivocó al
mantener contacto con su ex pareja. Absolutamente nadie, estaba dispuesta a ver
con buenos ojos una relación sana o de amistad con un viejo amor. Lo único que
piensas es que dónde hubo fuego, cenizas quedan y hacerse ilusiones con esa
persona es solo pérdida de tiempo.
─ Se supone que le gusto y debería haber sido
conmigo con tuviese ese duelo y no Alesia. ─ rabió aún más Francis. ─ Es
imperdonable que la persona a quién le atraes, te traicioné de esa manera.
Pasaría un largo rato antes que el espíritu de la
joven Calguiere se calmará de ese despecho que la estaba consumiendo. No se
podía decir que fuese una chica rencorosa, sino que ese sentimiento adverso le
venía hacerla sentir despreciada y un corazón ignorada muchas veces no sabe
cómo lidiar con ese tipo de frustración y tan solo es el clamor de querer ser
lo principal, primordial o el todo para el dueño de su ser. El amor tiene
muchas facetas y quién diga que nunca se ha comportado de esa manera, o es muy
afortunado de tener un amor único o simplemente se miente así mismo; porque ya
se ha comprobado que el amor de los seres humanos es más egoísta de lo que
mucho son capaces de admitir.
Luego de volcar su frustración en esa jinetada,
regreso a casa y en eso la esperaba su madre y la conversación fue de un tenor
directo y estricto por parte de la matriarca de la familia. En dónde a la joven
Calguiere no le quedo más que retractarse y se comprometió en deponer su
actitud y ser más amable con su invitada. Difícilmente se puede objetar algo a
una madre, cuando se tiene una verdad más grande que el porte de un buque y
añadido a la experiencia de los años, se anticipa las cosas y se ven desde otro
ángulo.
─ Estaré pendiente Francis. ─ advirtió Anette. ─
procura comportarte o de lo contrario atente a las consecuencias, jovencita.
─ Tienes mi palabra, Madre ─ convino ésta, que
sabía de ante mano que hacer enojar a su madre, eran graves problemas. ─ Seré
más amable con ella.
─ ¡Francis! ─ amonestó seria Anette.
─ Con Sara ─ atinó rápidamente la muchacha.
─ Eso espero señorita ─ puntualizó Anette. ─
¿vendrás con nosotros y mostrar la ciudad a nuestros invitados?
La muchacha, se tomó unos segundos para meditar en
la petición de su madre y tras un rápido cálculo de cuentas, respondió.
─ Tengo un compromiso previo. ─ develó Francis,
recordando su cita y siendo la excusa perfecta para zanjar temas en su cabeza. ─
Dispénsame esta vez, madre.
─ De acuerdo, pero más tarde te pasaremos a recoger
─ impuso Anette. ─ Trata de desocuparte a tiempo.
─ Como tú digas, madre ─ aceptó Francis. ─ ahora
con tu permiso, me retiro.
─ Ve, hija mía ─ instó más complacida Anette, sin
dejar de ver a su hija.
Momentos más tarde, tras dejar a su madre en su
despacho. Francis, fue hasta su alcoba y busco algo más ligero para el día y
también para refrescarse un rato.
─ Me hará bien nadar un poco ─ se dijo la muchacha
y salió de su cuarto rumbo a la planta baja e ir a la zona de una gran piscina
que poseía la familia.
Eso no era una alberca como solían decir los dueños
de casa, sino que era mucho más que eso. Estaba dividida en tres partes. Una
recta de 15 metros de largo. Otra tenía forma de ser como un yacusi pero en
forma en espiral y la última era para niños en forma de estrellas con distintos
niveles según las edades de los menores. Y todas estaban adornadas por senderos
de piedra con sus respectivas sillas de descanso, quitasoles y rodeada de
hermosos jardines y céspedes. Un lugar muy bello, en que sus miembros solían en
reunirse en época estival o en celebraciones en las noches.
─ Ya comienza hacer mucho calor ─ murmuró Francis,
al zambullirse en un piquero.
Decidió poner en práctica todos los estilos que le
enseñara su instructor y con ello, aliviar la tensión y mantenerse ocupada sin
pensar. Eso es al menos lo que ella creía.
En otro sitio no muy lejos del sector…
Sara, después de 2 horas en compañía de Alesia y
Claudine, solicito permiso para recorrer sola las dependencias que le faltaban
por conocer antes de que llegara la hora del almuerzo por que los horarios eran
sagrados en esa familia y la verdad, que la joven Taffra quería un tiempo a
solas y sin tener que servirse un pequeño refrigerio que le daban cada cierto
tiempo. Ella no podría creer que esa familia pudiese mantenerse en tan buena
forma, si los sirvientes vivían ofreciendo pequeñas meriendas. Eso le era
insólito pero lo aceptaba, aunque ella buscaba arrancar de ese mayordomo que la
acosaba con una bandeja de tentempiés y el hombre mayor y cariñoso, muy
amablemente le había señalado su deseo de procurar que se alimentará porque la
veía muy delgada y eso podía perjudicar su salud.
No era broma que Albert con aprobación de Anette,
andaba detrás de Sara, para darle una saludable alimentación y esto causaba las
burlas de Raniel porque el hombre mayor, no se retiraba hasta que la muchacha
probase hasta el último bocado.
Esta anécdota la recordaría siempre la joven
Taffra, porque nunca en su vida fue acosada de esa manera y menos por sus
padres y le daba una vergüenza terrible, pero aceptaba para no ser grosera. Por
lo que se las ingenió para escabullirse del mayordomo con complicidad de
Alesia, que le cubrió sus espaldas.
─ Mis padres no podrán creerlo cuando sepan que me
persiguen peor que niña pequeña para comer. ─ murmuró con las mejillas teñidas
de rubor por causa de la vergüenza.
Se tapo la
boca varias veces de recordar esas escenas y rezaba para no toparse con tan
amable señor, pero despiadado acosador de comidas.
Fue introduciéndose en los vastos jardines y luego
de caminar por 15 minutos, llegó a un sector que no había visto. Parecía ser un
sector de piscinas por el toldo de esos quitasoles y en eso, escuchó ruidos de
agua, por lo que se dejo llevar por la curiosidad y se fue acercando más y más,
hasta dar con aquellas albercas que la dejaron admiradas de su diseño y arquitectura
con que estaban hechas.
Se acercó despacio hasta llegar a ver completamente
todo y se quedo en un lugar que no interrumpiera al nadador que estaba en la
alberca. Sus ojos recorrieron todo, el agua, diseño como también a la persona
que se encontraba dentro del agua. Y mayúscula fue su sorpresa de reconocer a
una mujer y no cualquier mujer sino una atlética rubia. No necesitó ser adivina
para darse cuenta de quién era y se quedo tan quieta observándola. Por fin, podría
estar en su compañía; al menos eso pensaba ella; sin tener que enfrentarse y
ser hostil la una con la otra.
No supo bien cuanto tiempo transcurrió desde que
llego y que llevaba observándola con cara de boba y de pronto decidió irse
antes que se percatara de su presencia, cuando la joven Calguiere, puso fin a
su baño y se dirigió a la salida con escalinata que tenía aquella piscina.
Ignorante de la presencia de la joven.
Ahí fue, el mayor de los padecimientos que volvería
a sufrir Sara a manos de Francis. Y es que aquella rubia, ataviada en un bikini
purpura, diminuto y coqueto, mostraba en todo su esplender el cuerpo atlético de
aquella chica. Decir que tenía tonificado su cuerpo y demarcado era poco; no es
una alabanza a la figura que solían ensalzar a los griegos; sino que esa
muchacha dedicaba mucho tiempo en la práctica de variados deportes: Esgrima,
equitación, natación, escaladas, tirolesa y la única rareza en ese currículum
deportivo, era que es una amante del ajedrez. Por lo que no era de extrañarse
tener un físico bien trabajado como el que ella poseía, aunque muchas personas
no compartiesen ese punto.
Aquellos ojos grises se dilataron tanto de verla
avanzar por medio del agua y ver cada curva, sus atributos bien puestos, sus
piernas tan delineadas y tonificadas. Su torso bien marcado, sutil pero a la
vez, lucían bien sexy en ella. Al igual que el color bronceado de su piel y sus
cabellos sueltos y mojadas le daban un aspecto de una ninfa de la mitología.
Digamos, que sin ofender a nadie, la chica era bella
con justificación y ella sabía muy bien lo que valía y que su cuerpo atraía la
mirada de muchos. Lo había comprobado en la escuela y lo mismo que en la
universidad. Las apariencias siempre ganan; aunque digan que todo entra por la
vista y la apariencia lo es todo. En este caso es más o menos así, sabe que es
hermosa pero no busca solo apariencia sino otras cualidades aparte del físico y
la belleza. Quiere a una persona con consistencia por eso su demora en
presentar algún chico ante la familia.
Inglaterra se destaca por ser llevados por la
presencia, posición, educación y prestigio, entre otras cosillas más que la
dejaremos para otra ocasión. Así que la forma de ser y comportarse de la menor
de los Calguiere, está acorde a la sociedad inglesa.
Ahora bien, tanto buscar o regodearse nos hace caer
en los peores pecados, porque se termina enamorando de lo opuesto a ti, a lo
que buscabas o era tu perfil requerido. Sino miremos al frente o al costado y
se darán cuenta de lo que hablo. En esta vida no hay que ser tan exigentes,
mira que la apariencia es efímera al igual que la belleza de las flores. Es perecedera.
En cierta forma, quizás podría ser lo que sucedería
más adelante a la hija de Anette, porque la joven Taffra es muy opuesta a ella.
Más baja en estatura, demasiado delgada, su cuerpo no está nada tonificado mas
sustancia tiene una gallina que la chica Taffra. Aunque práctica esgrima y
danza, el cuerpo atlético no va con ella. Sumado a eso, tiene un carácter
confrontacional y no se guarda las cosas, es muy reservada aunque amante de
gastarle bromas a su mejor amiga. Es coqueta y sensual por naturaleza y siempre
tiene a unos cuantos detrás de ella, pero sabe manejarlos a distancia. Lo que
la salva; como diría la propia Francis; es el color de sus ojos y su cabellera
que parece una verdadera flama ardiente. Es bien pecosa en su rostro como en su
cuerpo y le dan un aire travieso pero temperamental. Es servicial, pero de
genio. Italiana después de todo.
No obstante a ello, la chica quedo con la boca
abierta porque por segunda vez se quedo embobada mirando el cuerpo de Francis,
no conseguía apartar sus ojos de aquella rubia y le estaba ya costando
respirar.
─ ¡Dios! ─ balbuceó como idiota Sara. ─ Si los
pecados existen, se llama Francis.
Eso sí que era una confesión abierta de admiración
y de cierto deseo presente en ella. La que nunca se impresionaba con nada en
referencia a mujeres se trate. Estaba con la baba hasta el mismo piso, por eso
dicen que los polos opuestos se atraen con tal química que resulta una
combinación explosiva y demasiado volátil a la primera chispa.
Por su parte, la susodicha y codiciada Francis,
sintió su cuerpo tan aliviado después de tanto desgaste emocional que sin
premura salió de la alberca y fue hasta una de las sillas de playa. Tomó su
toalla y procedió a secar su cuerpo. No supo cuando, pero de repente se sintió
muy observada y de soslayo comenzó a buscar con la mirada en su alrededor. En
eso al pasar por sus ojos por el área este, se topo de lleno con la figura casi
escondida de su fisgón, por así decirlo.
Al descubrir de quién se trataba, alzo su mentón y
clavo de lleno la vista en la persona de Sara y para sus adentros se sonrió al pillar
infraganti viéndola en secreto. Eso era algo alentador y reconfortante después
de todo. Nuevamente la tenía dónde siempre la ha querido, concentrada en su
persona y en nadie más.
Por enésima vez, ambas y al mismo tiempo volvieron
a sentir esa corriente recorrerlas por completo al chocar sus miradas. Las dos
tragaron con algo de dificultad debido a que esa descarga les baja realmente la
temperatura corporal y las dejaba temblorosas. Sin embargo, Francis, se repuso
más rápido en esta oportunidad y de pronto solo sonrió y le dirigió la palabra
sin una pisca de molestia en su voz.
─ Si gustas puedes bañarte ─ invitó Francis, que
deliberadamente secó su cuerpo despacio procurando seguir atrayendo la atención
de la joven. ─ Ya comienza hacer mucho calor y así, te refrescas.
Aquello no se sabe si fue mal tomado por la joven
Taffra o interpretó mal la invitación, porque le tembló el mentón de los
nervios y como pudo, rechazó la oferta.
─ No muchas gracias ─ se dispensó Sara, sin apartar
sus ojos de la chica. ─ solo estaba de paso por el lugar.
Definitivamente si se mantenían calladas, podría
ser que pudiesen compartir más y mejor. ¡Oh quizás! Necesitaban hacer otra cosa
que limaran esas asperezas o tensión sexual que ambas desprendían la una por la
otra.
─ Como gustes ─ fue la escueta respuesta de Francis,
tratando de no ser desagradable con ella tal cual se lo había prometido a su
madre.
─ Yo solo estaba recorriendo el lugar ─ prosiguió
Sara para justificar su decisión y no parecer descortés. Sin embargo, calló al
darse cuenta que estaba haciendo el ridículo al hablar sola, ya que su
anfitriona se recostó en la silla y cerrando sus ojos y dando por terminada la
conversación.
No le quedo de otra que continuar su camino y
armarse de valor para no delatarse frente a la muchacha cuando quedo a su
altura. Trato de hacer ese enorme esfuerzo mental para no cometer una torpeza,
pero ello fue infructífero porque sus ojos como si fuesen los de alguien sometido
a un hambre terrible y sus ojos se clavaron en aquel cuerpo y su respiración se
volvió pesada, dado su ansiedad.
Fue como si quisiera traspasarla con la mirada y
llegar directo a ese corazón que su amigo Nataniel, le proclamó que sería suyo.
Deseaba escudriñarlo, ¿saber qué sentía con respecto a ella? Y que sucedería
con ese joven con quién ella mantenía contacto. La duda, la carcomió y no pudo
vislumbrar esa luz de esperanza y proyectarse con ella. Fue imposible y con un
suspiro profundo aceleró el paso para huir de ese lugar, de ella y de sus
emociones que ya comenzaban a descontrolarla.
Sería menos de dos minutos que le tomó alejarse del
lugar y permitió a Francis, que ya no oía nada más. Abrir sus ojos y ver en la
dirección en que se fuera Sara. Llevó su mano a la altura de su corazón y comprobó
lo acelerado que estaba.
─ ¡Maldición! ─ masculló Francis suspirando
pesadamente. ─ No puedo seguir de este modo. Debo hacer algo ya.
Sin más volvió al agua y solo alcanzo a estar unos
cuantos minutos, para salir e irse a vestir para salir. Pidió permiso a su
madre para ausentarse del almuerzo y solicitó que Marcus, la llevará al centro
de Londres para encontrarse con alguien.
Tiempo más tarde y terminado el almuerzo, todos
salieron con rumbo a Londres para visitar ciertos lugares históricos y de
interés turísticos. Fue así que, fueron acomodados en dos autos junto con el
deportivo de la Duquesa.
Sara, le tocó ir en compañía de Alexandra,
Claudine, Mariana y Michael junto al chofer de la familia Bringston. La joven
tuvo que escuchar cosas que no hubiese querido y simplemente se mantuvo viendo
por la ventanilla al tiempo que Claudine y Alexandra se referían a los hechos
que llevaron a Francis ausentarse de casa.
Tragó en seco al oír que se había reunido con un
joven que le había llamado la noche anterior y que esperaba verla pronto. Eso
fue doloroso para ella, darse cuenta que solo era un juego nada más. Pero lo
que a continuación oyó, le sentó fatal
─ ¿Dime que no volvió con su ex? ─ preguntó sin
rodeos Alexandra.
─ No lo sé, Alex ─ respondió Claudine sin darse
cuenta de la reacción de Sara. ─ solo sé que se reuniría hoy con Frederick.
─ ¿En qué está pensando Francis? ─ indagó
Alexandra, que no concebía ese hecho. ─ Se supone que no querrían ni verse
cuando terminaron. Ella, fue muy clara que no volvía atrás.
─ Tal vez, mi hermanita quiera comprobar algo ─
señaló sin pensar Claudine, que si vio esta vez a Sara. ─ Quizás busque respuestas para su corazón.
─ Bueno eso sí. ─ concordó erradamente Alexandra. ─
¡donde hubo fuego, cenizas quedan!
─ ¡Quizás! ─ fue lo esgrimido por Claudine, sin
perder de vista la reacción de la joven.
Pero quedo decepcionada en parte, porque la
muchacha fue incapaz de gesticular o hacer algo que le diera a entender que esa
confesión le molestaba y sería una clara señal de que su hermana sí le
importaba a la joven Taffra.
Lejos estaba Claudine, de dimensionar lo que
sucedía en el corazón de Sara y lo contraído que estaba de cerciorarse que la
joven Calguiere, simplemente estaría en brazos del que fuera su novio o viejo
amor. Eso le produjo un dolor bastante fuerte y se las mordió por dentro y
aparentó una serenidad que estaba lejos de ser cierta.
Cuando llegaron a la capital inglesa, la joven se
afanó en concentrarse en conocer todo y alejarse de las otras dos chicas porque
no deseaba seguir escuchando infidencias sobre Francis Calguiere.
Estaba de lleno en ello, cuando vio venir hacia
ella a su mejor amiga, con el semblante devastado y con algunas lágrimas
rebeldes. Quedo tan inquieta de verla tan deprimida que fue y sin decir
palabras, la abrazó un largo rato y acarició sus cabellos para tranquilizarla.
Después la dejo que se desahogara y se mantuvo
silenciosa al oírla con respeto. Quedo pasmada cuando le confesó que su
comprometida era nada menos que una Duquesa…La actual Duquesa de Calguiere y su
familia era de personas de origen noble. A decir verdad, se lo temía por las
tradiciones y otras particularidades.
Después de charlar sinceramente por espacio de 2
horas, aconsejó que sopesará todo lo sucedió y reflexionara en que en el amor
muchas cosas se perdonan. Por lo que instó a su mejor amiga a que no rompiese
con Anabelle producto de que ella fuese o no un noble. Lo que importaba era el
amor que ambas se profesaban.
Tras ello, consiguió motivarle con sus palabras y
la instó a que fuese hablar con ella con la verdad y le hiciera ver su
decisión. Antes de alejarse, Raniel, le advirtió que más tarde hablarían sobre
lo que estaba sucediendo con su cuñada y que ella, ya se había percatado que
había algo entre ellas.
No le quedo más remedio que consentir, pero con la
condición que fuese llegando a casa, pero no le dijese nadie.
Momentos más tarde, todos los miembros se juntaron
a las afueras del Big- Bang, por lo que decidieron retornar a casa y en esta
ocasión fueron los chicos Larson los que fueron con la familia Bringston y
Sara, Claudine y Alex, se fueron con la antigua Duquesa. Dejando un espacio
para la menor de sus hijas que pasarían a recoger.
Cuando el automóvil se detuvo en una céntrica avenida
de Londres, la menor de los Calguiere, se dispuso a subir al coche. No lucía
nada bien y al momento de entrar, saludo a todos y mayúscula fue su sorpresa de
tener que irse sentada con la persona que hoy la tuvo de cabezas, sufriendo y
añorando más de la cuenta.
─ ¡Buenas Tardes! ─ Saludo Francis al sentarse al
lado de la joven Taffra.
─ ¡Buenas tardes! ─ respondió el saludo Sara, en
forma fría y volviendo su mirada por la ventanilla.
La rubia se resintió con ese saludo tan frío,
desprendido de los labios de la persona que la tenía al borde la locura y por
su causa ya no podía ser feliz.
En eso, se oyó…
─ ¿En verdad volviste con él? ─ inquirió
impetuosamente Alexandra. ─ Habías dicho que no deseabas volver a verlo, que no
era tu tipo.
─ ¡Alex! ─ reprendió Francis en forma sutil y
viendo por el rabillo de sus ojos la reacción de cierta joven. ─ Si vuelvo o no
con él, es solo asunto mío nada más. Por favor, respeta eso, prima.
─ Lo siento ─ se disculpó ésta. ─ Solo que no
quiero verte sufrir por un idiota cómo ese.
─ ¡Ya lo dije, Alex! ─ insistió Francis. ─ Es mi vida privada.
Además, no es el lugar apropiado para hablar de estas cosas.
─ Tienes razón ─ concordó Alex y siguió las señas
que le hiciera Claudine de desistir del tema.
Francis, que estaba distinta y se le notaba en su
mirada, solo deseaba poder decidir con la cabeza fría. Había sido una tarde
para el olvido y el peor error que cometió. Estuvo fuera de casa por casi 3
horas y en ese tiempo, la realidad la golpeó tan crudamente y tomo conciencia
de lo que su corazón ya le había anunciado, pero como hay personas que deben
aceptarlo por las malas.
Desde que Frederick, la recibió en su departamento,
comenzó a sufrir las consecuencias de sus actos. El muchacho fue bien claro con
ella de que deseaba desde hace mucho volver con ella, porque era la mujer para
él. La besó un sin fin de veces, pero todos y cada uno de esos besos solo
vinieron a darle algo de asco, porque no sentía nada por él ya. Eran otros los
labios que la atormentaban y que deseaba probar, porque cuando el joven se
acercaba a sus labios solo veía el rostro de Sara y sus ojos grises, que le
gritaban que se detuviese que no cometiese una locura. Que sus labios solo eran
de ella.
Por más que buscó, sacarla de su mente y su
corazón, se equivocó rotundamente y cada caricia que Frederick le prodigaba más
su cuerpo se tensaba al querer de plano rechazarlo. Cuantas veces tuvo que apartar
sus manos de su cuerpo. Se sentía sucia como si estuviese traicionando a la
joven Taffra y eso le dolía, porque en verdad quería olvidarla y seguir con sus
planes de casarse con un hombre y tener muchos hijos.
Intentó torcerle la mano al destino y salió con un
chascarro tremendo que la dejo avergonzada, quedo mal con Frederick, que le
suplicó que hicieran el amor y pudiesen recordar aquellos hermosos momentos.
Pero todo fue inútil, no pudo, el solo roce provocó más dolor, más angustias y
más deseos de verla. Se percató que la pensó en esas 3 horas, que la anheló
como a nadie y que intentó hacerse la falsa idea de que los besos de su ex,
eran sus labios. Las caricias proveniente de aquella pelirroja y esos jadeos y
deseo eran de parte de la mujer que la atormentaba con tanto celo, que no le
permitió que ese encuentro pasará a mayores.
Se puede decir que aparte de unos cuantos besos y
caricias, aquella rubia salió sin rasguños y comprobó y constató que su corazón
le pertenecía a Sara, nadie más podía ser su dueña. Se cumplían los dichos de
Nataniel. Esa rubia le pertenecía en cuerpo y alma a la joven Taffra.
─ Si supieras que te pensé tanto y no deje recordar
ese baile ─ se dijo Francis, en silencio para sí misma. ─ Ahora lo acepto, no
puedo estar con nadie que no seas tú.
El coche proseguía su rodar por las autopistas
rumbo al condado de Calguiere y sus miembros cayeron en un silencio casi
abismal.
Francis, permanecía inquieta y ansiosa a la vez, no
dejaba de estar consciente de la cercanía de la pelirroja y ese aroma en que
incorporó a su cuerpo, la estaba volviendo inundando de tal manera que solo
podía percibirla a ella nada más.
Y comenzó sutilmente a husmearla por el rabillo de
sus ojos sin que la muchacha se diese cuenta. No solo se dedicó a deleitarse
con la figura de la chica sino que además, analizaba todo en ella y también sus
sentimientos que ahora asomaban de un modo distinto.
Por su parte…
Sara, mantenía su lucha más enconada, deseaba salir
despavorida de aquel auto y apartarse de la presencia de Francis. No podía
dejar de pensarla, se hizo a la idea de verla en brazos de otro que fue muy
importante en su vida. El solo imaginársela, la estaba matando viva. Sabía lo
que sentía por la muchacha, pero le costaba admitir que estaba celosa y se
sentía miserable por saberla cortejada por su ex y era mucho para su corazón.
Se obligó en mantener una actitud fría y de tanto
pensar se fue agotando y ni cuenta se dio, como el sueño la venció. Sin estar
consciente su cuerpo se apegó al de la rubia y esa calidez la haría que se
apegase más a ella sin poder controlarlo.
Cuando Francis, que agotada emocionalmente, decidió
cerrar sus ojos e intentó quedarse dormida. Estaba ya sucumbiendo al sueño,
cuando un peso en su hombro se dejo sentir y abrió sus parpados y volteó a ver.
Gratamente se sorprendió y una sonrisa se le dibujó
de oreja a oreja al contemplar aquella pelirroja que le robaba todo incluso el
aliento como le estaba ocurriendo en ese mismo instante. Con sumo cuidado,
acomodó a Sara a su costado y la envolvió con su brazo izquierdo.
Luego, quiso dormir de ese modo, pero no pudo, su
corazón estaba por las nubes y tan acelerado que pensó que se le iba a salir de
su pecho. Insistió nuevamente conciliar el sueño dado que estaba oscureciendo;
más volvió a ser imposible, dado que esta vez fue la voz de su corazón, que le
hizo saber que estaba enamorada de la joven Taffra y admitirlo en sí, la alivió
de todo cuanto vivió en estos 3 largos días desde la venida de la muchacha.
En ese momento solo se dedicó a observarla y
venciendo un poco su temor de despertarla, fue acercando su mano hasta el
rostro de la pelirroja y delicadamente comenzó acariciarlo tímidamente al
comienzo y luego, con más frecuencia y necesidad.
─ Sara ─ susurró bajito Francis. ─ Te extrañé
tanto. Discúlpame por haber sido tan necia y no darme cuenta de que eres tú y
solo tú, lo que estoy necesitando.
Sin duda que la vida puede darte la chance de
cambiar las cosas y de enmendar tu camino, pero si no la aprovechas será tu
problema. En este caso, el chascarro fue el detonante de que la verdad se
antepusiera al temor, soberbia y la necedad.
Aquellas jóvenes muy pronto estarían enfrentadas
pero en esta ocasión a nuevas circunstancias y el destino comenzaba a cerrar o
cernirse en forma abismal en ellas.
Una historia que podría comenzar a gestarse
dependiendo de las intenciones y sentimientos de cada una de ellas. Nada es
fácil y tampoco superior a ti a menos que así tú lo aceptes.
Cree en tu poder de cambio y deja que tu verdadero
yo hable, y aunque te equivoques muchas veces. Sigue adelante y muestra tu
grandeza y tu derecho a que sea el corazón sea el que te guíe. No niegues lo que
en verdad sientas a menos que no sea para ti.
Solo tú tienes ese poder y solo tú puedes pintar el
lienzo de tu historia.
2 comentarios:
Me encanto el capitulo ya lo esperaba toda los dias revisando la pagina esperando la actualizacion. Me gustaria que pusieras lo que sucede cuando jhon se entera de la relacion de sara con francis ya que en aras no sale y siempre me intrigo esa parte. Espero con ansias el proximo capitulo.
saludos desde panama
Y si se puede algo de lemon entre ambas protagonistas tambien se agradece... y analizando no has contado nada sobre kat y ella es como la mano derecha de anabelle y alesia y ni siquiera se si es casada, soltera, viuda algo nada sale solo salio si no me equivoco que es delgada. 😊
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