Polos opuestos...
Capítulo
8
Mantuvo
su vista fija a su costado como queriendo olvidarse de todo por completo. Llegó
al punto de aislar hasta el sonido que estaba a su alrededor y tan solo sentía
o escuchaba su respiración baja a un nivel de estar casi en reposo; es decir durmiendo.
A ese nivel pudo llevarla y no necesitaba ir a clases de yoga para poder llegar
a controlar parte de su cuerpo.
Solo
tenía una cosa en su mente…Explicación.
Y se la tendrían que dar sí o sí, porque ahora estaba envuelta en algo
que rallaba cualquier lógica. Aquí las imposiciones o aceptación de las
consecuencias o la herencia de los padres y de su pasado; estaba muy lejos de
incrustarlo a su vida así como así.
Tener
23 años no significaba que se la sabía todas y que era una chica prodigio con
una sapiencia de 80 porque eso estaba a cientos años luz de ocurrir.
Iba en
busca de respuesta e iba a dar la pelea. Que la sometieran como cualquier cosa
solo podía pasar en los sueños más recónditos de insensatos o locos de atar.
¡Con ella se podían ir al carajo! Ella no era Tania con una mente terriblemente
optimista y un encanto de ángel. Eran
opuestas en muchas formas, pero eran las mejores grandes amigas.
En eso
recordó que había quedado en pasar por su casa y estaba lejos de poder
cumplirle dadas las circunstancias. Extrajo el móvil de su bolsillo y reviso
hasta hallar el número de contacto. Envió un mensaje que no fuera por WhatsApp
porque no deseaba que la tía Lucía se percatara en problemas por partida doble.
Apenas
acabado de enviar el dichoso texto, reviso un detalle más y volvió a guardar su
aparato en su pantalón. Restando toda importancia de que fuese o no observada.
Estaba
al filo de la paciencia y tendría que forzarse en aguantar un poco más si
quería saber toda la verdad para luego, mandarlas al carajo a quienes
estuvieran involucrados con toda esa locura sórdida.
Volvió
a posar sus ojos sobre la ventanilla del auto y dejo que sus pensamientos
viajasen lejos de ahí; siendo libre como ella no podía serlo en estos momentos.
—Estas
muy callada — hablaron a su lado.
—Será
que no deseo hablar — respondió secamente la joven. — Y mucho menos contigo.
—Pues
tendrás que hacerlo — señaló su acompañante. — No estás en una posición muy
privilegiada que digamos.
— ¿Por
qué? —objetó la muchacha sin dejar de ver por la ventanilla. — ¿Por qué lo
dices tú?
—En
parte — respondió la mujer.
—Me da
igual — siseó la chica. — Ya te dije que me importa un comino si eres una
dominante y estás acostumbrada a que tu sequito te ponga una alfombra a tus
pies o que te eleven un altar. Conmigo no va ocurrir.
—
¿Estás muy segura que no lo harás? — provocó sensual la mujer.
—Como
que me llamo Laura Tello — siseó ésta sin alterarse un gramo. — Yo no soy como
a las mujeres que estás acostumbrada a tratar, Martina. Conmigo verás que
tendrás que dejarme ir por las buenas… o.
— ¿O
qué? —provocó Martina que le veía muy divertida. — ¿Qué vas hacer contra mí?
Dime chiquilla ¿qué tienes para darme?
¡Hay
que decirlo! La provocación es una cosa, pero el timbre burlón en la voz,
irrita a cualquiera que se ponga en duda sus capacidades y decisiones.
—Lo
descubrirás por ti misma. — espetó Laura apretando sus dientes mientras escupía
las palabras. — No te pienses que soy la copia fiel de mi madre. Si es que
llegaste a conocerla como te pavoneas. Descubrirás que somos muy opuestas y lo
que para una es válido; para la otra no.
—Me
hace gracia oír todo ese parloteo de gallina chillona que impones para alejar a
los demás— Se burló sin compasión Martina con una sonrisa cínica que asomaba en
sus labios. — Sé nota niña inmadura que poco y nada conoces a tu madre.
Tendrías mucho que aprender de ella y para nada me refiero a la temática sexual.
Es un tema del cual yo no quiero hablar y tampoco soy la indica para hacerte
algunas confidencias. Esas tendrás que pedirla a la fuente misma.
—
¡Claro que lo haré! ¿Qué te piensas que voy a quedarme de brazos cruzados
comulgando con todo lo que me dijiste? —Respondió Laura volteando a verla con
una mandíbula rígida del coraje. —Y si vuelves a insultarme te juro que voy a
dejarte el rostro como membrillo corcho ¿Me has oído?
— ¿En
serio? — Siseó Martina y se acercó demasiado
a la joven hasta casi pegar su rostro al de ella. — ¡Aquí lo tienes!
¡Cumple tu amenaza!
Ambas
manos se retrajeron en apretados nudos que al instante se volvieron blancos de
contener la energía y aunque su mirada era un punto de ebullición. No dejaban
de observar la profundidad de esos ojos verdes con destellos dorados que le
daban un aspecto a los ojos de un gato más que un humano. Apretó los dientes al
intentar contener al máximo su cólera. Pero fue incapaz de seguir sosteniendo
la mirada en esos ojos y terminó por bajar la mirada y de inmediato giró su
rostro hacia la ventanilla. Incapaz de responder…
—Jajaja
— fue la sonora carcajada que se escuchó a su lado.
—
¡Búrlate todo lo que quieras! —recriminó Laura que le veía a través del
cristal. — Al final terminaré siendo la que ría al final.
— ¡Lo
dudo mucho! — cuestionó Martina y posó su mano sobre el costado del rostro de
la joven y lo giró de un solo movimiento sin emplear mucha fuerza que digamos. —
Era tu gran oportunidad de hacer cuanto quisieras y lo único que comprobé con
todo esto; es que no tienes las agallas que se necesitan para luchar por lo que
crees sin importar las consecuencias. Realmente no eres ni la sombra y tampoco
le llegas a los talones a tu madre. Eres
un fraude en ese sentido y eso que te das aires de superioridad con respecto a
ella por su supuesta vida pasada.
—
¡Deja de la lado a mi madre! —exigió Laura que estaba al borde de…—El asunto no
tiene que ver con ella ahora. Es conmigo.
—La
única que la sacó a colación fuiste tú — reprendió Martina con una sonrisa
ladina. — Es tu error, querida. Además,
me recuerdas a los gatos dando palmetazos al agua cuando caen en ella. Así de
asustada estás tú y reaccionas de ese modo
todo porque te sientes acorralada.
—No
necesito que me auscultes — objetó Laura.
—No
intento hacerlo — repuso Martina y acercando nuevamente su rostro al de la
joven, le observó tan profundamente y añadió. — Pero tu comportamiento es como
un libro abierto para mí. Eres muy predecible. Algo un poco simplón que
digamos.
Eso
fue la gota que rebasó el vaso y sacó todo el amor propio de la joven Tello y
la fulminó con la mirada. Sentía hervir la sangre con esa mujer. La llevaba a
más allá de sus capacidades.
—Entonces
¿por qué miercale te metiste conmigo? Si soy tan patética como dices — bramó
fuera de sí Laura la empujó bruscamente haciendo que la pelirroja chocará
contra el respaldo del asiento por el empellón. — ¡Debiste fijarte en otra tipa
que satisficiera tus aptitos carnales! Nunca
tendrías que haberte fijado en mí y no tendría que estar soportando toda
esta humillación. ¿Quién mierda te crees?
Aquellos
ojos verdes se dilataron mucho ante la reacción de la joven y al sopesar las
cosas, se empequeñecieron un tanto al contemplar unos segundos. Se acomodó
correctamente en el asiento y revisó sus manos; ambas. Y entre las observaba
detenidamente, habló…
—Muchas
veces nos topamos con cosas que no buscamos realmente. Pero que simplemente son
puestas en nuestro camino y tomamos una decisión para bien o mal. — dijo
Martina viendo seriamente a la joven. —No podemos volver y dar marcha atrás.
¡Lo hecho ya está consumado! No hay forma remediarlo, solo asumirlo y
superarlo. Nuestro encuentro se trazó ese día y a pesar de estar a punto de
desistir a esa reunión de amigas, algo sucedió en mí que decidí ir a un en
contra de lo presentía. Aun así fui y acabé por conocerte y terminé liándome
contigo.
—Lo
haces parecer como si fuese tu ruina; cuando tú has sido la mía desde que te
conocí — reprochó Laura conteniendo al máximo su sentir. — ¿Por qué simplemente
no dejaste que me fuera esa noche con mis primos? ¿Por qué decidiste darte un
gustito conmigo y ahora hablas como si yo fuera tu maldición?
—
¡Cálmate! — exigió Martina que se percató de un hecho.
— ¿Qué
me calme? ¿Es broma? —preguntó pasmada Laura al borde de una crisis. — ¿cómo
crees que me siento cuando terminé teniendo sexo contigo en mi primera vez? Y
ahora, te resulto patética entre otras cosas más. ¡Eres una desgraciada de lo
peor!
Cada
palabra fue dicha con tal pasión pero de enojo, pena y frustración que terminó
por superarla y las lágrimas comenzaron a fluir por sus mejillas sin ser
contenidas más.
—
¡Laura! — susurró Martina que intentó acercarse a ella.
— ¡No
me toques! — rabió Laura, rechazando esa mano bruscamente y viéndola con dolor.
— no tenías derecho a quitarme la ilusión de sentirme amada por alguien a quién
le importará. No tú, que andas por la vida solo teniendo sexo sin importarte
nada más.
Una
vez más, la mano paso rápidamente entre un costado de su rostro y se posó
detrás de su nuca para arrastrar hacia así. De paso acercó su rostro
pálido al de la muchacha y sin dejar de verla
a los ojos, acabó por cubrir sus labios con los de ella.
Un
segundo, dos, tres, cuatro y más segundos transcurrieron en que ese acto
se convirtió en un beso tan suave, tan
calmo y tan demandante. ¡Quizás fue sorpresivo! En un comienzo, pero luego
terminó siendo aceptado y fue correspondido.
Para
haber sido dado por una mujer con experiencia, fue demasiado suave, sin
premuras y sin tantas exigencias. Tan solo se volvió dulce por así
decirlo, y a la vez, confortante.
Parecía
que con ese besó y su dulzura quisiera calmar a la muchacha. Brindándole un
momento agradable y que pudiera disfrutar lo que más pudiera.
Un
beso que fue extendiéndose en el tiempo y fue derribando barreras y prejuicios
y tan solo se entregó sin mayor objeción.
Al
cabo de unos segundos más, la pelirroja separó sus labios de la joven y abrió
sus ojos para observar aquellos almendrados que le veían fijamente al posar sus
frentes la una con la otra.
— ¿Por
qué? — fue el susurró en pregunta que hizo Laura.
—Me
gustas chiquilla — respondió calmadamente—
Y mucho.
No
hubo respuesta de la contra parte, porque nuevamente sus labios fueron
capturados por la pelirroja sellando con ese beso su sentir.
Un
beso que no dejaba lugar a dudas y que seguiría mucho más allá del tiempo o
lapso que permanecerían en se automóvil.
Mientras
que aquella se desarrollaba en el viaje camino a las afueras de Viña del Mar,
lejos y más en el interior, una joven trigueña se paseaba como gato enjaulado.
No
dejaba de ver la pantalla de su celular y
releía una y otra vez el mensaje
«No
podré ir, me topé con Martina y mi día no se ve auspicioso. Trata de calmarte,
yo estaré bien. Una vez que me desocupe, te llamo. No digas nada a nadie y
menos a mi mamá. Te quiero Tani, cuídate»
— ¡Uf!
¿Esto no puede estar pasando? — se preguntó y se dijo así misma Tania,
colocando sus manos sobre su rostro. — sabía que se podía topar con ella y aun
así no me escuchó. ¿Pero qué más da?
Rascó
su cabeza ante la preocupación y en eso sintió llegar el coche de su madre.
Tomó el celular y borró el mensaje en tres tiempos y se dispuso hacer cualquier
cosa por sí su madre entraba a su cuarto. Eso no sucedió. Pasaron unos 20 a 25
en que escuchó pasos en la planta baja y momentos más tarde se percató que su
madre estaba en compañía de otra persona porque había movimientos en la cocina.
Quiso prestarle atención, pero no consiguió escuchar mucho; por lo que decidió
revisar unos apuntes de la universidad
que le envió una compañera para preparar su tesis.
Volverían
a pasar unos minutos más, cuando sintió unos golpes en su puerta…
—Pasa
mamá — indicó Tania intuyendo que sería su madre.
—No,
quiero que bajes — respondió Lucía sin entrar. — Hay una persona que quiere
verte.
—
¿Quién? — preguntó en el acto Tania.
—No te
lo diré, quiero que bajes de inmediato — exigió su madre. — Te espero en dos
minutos abajo. Por favor, no me hagas volver a subir.
¡Cáspita!
Eso era duro en la voz de su madre y bien lo sabía Tania que presintió que podía
ser seria la cosa. Así que semi ordenó todo. Le echó un vistazo a su vestimenta
y se percató que tenía dos botones de su blusa abierto sin haberse dado cuenta
antes. Los abotonó y sacudió un poco su cuello y se aprestó en salir.
Al
instante de salir de su cuarto; le llegó un olor a cigarros que era inusual
para los códigos de la casa y la dejo pensando que debía tratarse de algo fuera
de lo común para que se le permitiera a alguien fumar en casa.
Hay
veces que el sexto sentido nos previene de algún suceso que nos pudiera ocurrir
porque al toque, los bellos en los brazos de la joven Briceño se erizaron y la
temperatura le bajo un par de grados. Dejando perpleja a la muchacha.
«Aquí
hay algo que está mal» meditó en lo profundo de su cabecita que le daba tic de
que se preparase para algo fuerte.
Sacudió
sus manos sobre sus brazos para quitar esa sensación desagradable mientras
bajaba el último peldaño. Caminó unos pasos para doblar a la derecha y quedar
frente a la sala de estar y una puerta a modo de mampara que dividía la sala
del resto de la casa.
Al
momento de entrar vio a su madre levantar su cabeza justo cuando ella entraba,
le indicó que se situará enfrente en uno de los sillones pequeños.
—Te
estábamos esperando — señaló su madre con un timbre secó en su voz.
—
¿Estaban? — preguntó Tania mientras se acomodaba en el sillón. — ¿con quién
estás mamá?
—Conmigo
— replicó una voz al costado izquierdo en dónde se encontraba el bar y que en
ese preciso momento apagaba su cigarrillo.
Instintivamente
ladeó su cabeza para ver de quién se trataba, aunque eso estaba de más. Conocía
ese timbre de voz aún con los ojos cerrados y fue aquí que entendió toda esa
advertencia corporal que se volvió una premonición de problemas.
Decir
que una corriente eléctrica la golpeó en diferentes escalas fue poco, ya las
manos le tiritaban como coctelera y su tic nervioso la delató en muy poco
tiempo. Sus ojos parpadeaban tantas veces al igual que lo hace una plumilla
limpiando un parabrisas de la lluvia. Así se encontraba la joven. Con un ataque
de nervio atroz. Hasta el borde de sus labios le temblaban y por más que puso
su mano un par de veces para no ponerse más en evidencia, terminó haciendo todo
lo contrario. Solo consiguió una sonrisa torcida en los labios de la su contra
parte.
—Veo
que te impresionó mi visita, Tania — se burló aquella mujer que no era otra que
su jefa, dejando su colilla en el cenicero.
Tania
se abstuvo de hablar por primera vez y es que debía cuidarse mucho estando su
madre ahí mismo. Por lo que optó solo por baja la vista unos segundos.
—No sé
porque esperaba que saludarás al menos, pues creía en la buena educación que te
ha dado tu madre. — amonestó directo al grano Alexandra.
—No
meta a mi madre en esto, señorita Mirelles — defendió Tania un poco altiva,
pero siendo cuidadosa. — Esta en su casa y si no la saludé no fue por mal
educada. La verdad no tenía ganas de verle.
— ¿Cuánta
formalidad de tu parte chiquilla? — enrostró Alexandra acercándose y tomando
asiento enfrente de la joven. — Le comentaba a tu madre que te habías tomados
muchas confianzas conmigo y una de ellas, justamente era el tutearme siendo yo
tu superior. Ahora queda demostrado que no exageré y no corresponde siendo tú
mi subordinada.
— ¿A
qué ha venido señorita Mirelles? — cuestionó Tania.
—
¡Compórtate Tania! — ordenó de pronto Lucía que preparaba un trago de vodka.
—
¡Pero mamá! — se quejó ésta.
—No
hay peros aquí, hija — corrigió Lucia que bebió el contenido de su vaso. — Alexandra
tiene razón, has cruzado muchos límites
ya en el trabajo y no puedo pretender hacer la vista gorda. Soy una de las
administradoras y debo ser imparcial en asuntos de trabajos y tú estás colocándome
en una situación muy difícil.
— ¿Qué
quieres decir? — preguntó con angustia Tania que no esperaba esa reacción de su
madre.
—Yo te
voy aclarar la situación en que dejas a tu madre. — intervino Alexandra
cruzándose de piernas y viéndola seriamente. — En el hotel tan solo eres una
practicante más con la única conexión que es Lucía, tu madre. Al momento de
solicitar práctica en mi área de trabajo, la administradora asumió todas las
consecuencias que implica trabajar directamente conmigo. Ella sabía que no
podías cometer errores conmigo y tú, te excediste más de la cuenta al hacer
abandonó de tus obligaciones y escudarte en tu madre para faltar sin razón
lógica al trabajo. No soy de las personas que acepta una ausencia laboral sin
un parte médico o una causa mayor, que en tu caso no existe y la obligaste en
tu inmadurez a cubrirte estúpidamente y su puesto de trabajo está en estudio en
este momento. ¿Entiendes ahora la gravedad de tus actos?
Dicen
que pasa la pelada quitando el alma de los que tiene que llevarse para el otro
mundo. Algo muy similar le aconteció a Tania, que perdió calor, color, voz y un
pálpito en su corazón le recordó que era una diferencia entre ella y el mundo
de los muertos.
El
silencio se hizo cruento y letal para la joven Briceño, por más que buscaba
mentalmente una respuesta adecuada para ayudar a su madre por obligarla a vivir
esa situación tan penosa.
Solo
una cosa le quedaba…
— ¿Qué
deseas entonces? — preguntó Tania bajando su animosidad para con su jefa y
mostrándose más humilde.
—Me
complace oírte decirlo por tus propios labios. — expuso Alexandra, que le causó
una muy grata actitud ver rebajarse a la chica y ser sumisa a sus
observaciones. — El que seas más humilde es música para mis oídos y siendo bien
honesta, he venido al igual que la montaña descendió a Mahoma. Del mismo modo
he venido a buscarte para que salgas de tu ratonera en que te escondes; dando
la cara y respondas el motivo porque has faltado a tus obligaciones en el
trabajo.
— ¿Es
enserio? —cuestionó Tania que no podía creerlo.
—Muy
enserio — respondió tajantemente Alexandra. — de tu respuesta depende que tu
madre continúe trabajando como administradora, sin que yo tenga que pedirle un
sumario a la junta.
— ¿Por
qué harías eso? — insistió Tania con su pregunta. — Eres solo su compañera de
trabajo como para tomarte una atribución que no te compete. Además, mi madre no
ha hecho nada malo, la que está en falta soy yo. No tienes que tomar
represalias con ella, solo te bastaría que me botes del trabajo y asunto
resuelto para ti. Era lo que estabas buscando desde un principio y te estoy
dando los argumentos que tanto deseabas.
—Por
lo visto, la juventud te hace ver la vida muy errada — Refutó en el acto
Alexandra. — Fue tu madre la que cayó en falta al no presentar los documentos
que ameritaban tu distanciamiento. Mantuvo tu planilla para pago tal cual
hubieses ido y eso es un abuso de confianza. ¿Comprendes ahora a lo que
obligaste hacer a tu madre?
—Me
doy cuenta. — contestó Tania. — Pero es insignificante, el pago de lo que dices
si tan solo soy una pasante a la que no le pagas una cifra invaluable. Solo
cubre mis pasajes. Y si tanto quieres,
anula esa planilla para quedes conforme y dejes tranquila a mi madre.
Por mi parte te presentare mi renuncia.
—No
funciona así — objetó Alexandra. — Hay normas que se deben cumplir y Lucía debe
asumirlo.
— ¿Por
qué te ensañas con ella? — cuestionó Tania. — Insisto que tu problema es
conmigo. No deberías tener tanta facultad para perjudicar a otros compañeros de
trabajo.
—Me
asiste la facultad, niñita — defendió Alexandra y viendo a Lucia, agregó. —
Tengo más poder del que puedes imaginar, pero. No he venido en ese plan. Tan
solo vine por ti.
—Entonces
¿Qué quieres de mí? — indagó Tania. —y dejes libre a mi mamá de tu extorsión.
—Deberías
bajar tus humos niña— objetó Alexandra. — Te recuerdo que «la humildad» es una
cualidad que yo aprecio muchísimo, tú me entiendes a lo que me refiero.
—Lo
sé, ahora ya lo sé — respondió Tania bajando la mirada y admitió. — Aprendí mi
lección.
—
¡Excelente! Así me gusta, las cosas muy
claritas entre las dos. — puntualizó Alexandra. — No obstante, quiero darte la
chance de que delante de tu madre, digas el motivo de tu ausencia y así,
analicemos una solución.
Un
temblor de mediana intensidad sacudió el cuerpo y corazón de la joven Briceño
que sintió ansiedad y nervios de exponer detalles escabrosos.
—No me
obligues hacerlo frente a mi madre— se opuso Tania en confesar.
— ¿Por
qué no? — cuestionó Alexandra. — ¿Qué es lo que no debe saber? Porque entiendo
que estamos hablando de razones de incapacidad laboral o ¿Es de otra índole?
La
joven guardó silencio, no ideaba como sacarse de encima aquella pregunta tan
directa como indiscreta.
—Tania
— demandó su madre.
—Dime —
repuso ésta.
—Responde
la pregunta — instó Lucía. — Hay cosas mayores en juego.
—Está
bien — aceptó Tania y viendo el enlozado del piso, dijo. — La razón de mi
ausencia es que no me sentía bien como trabajar. No estaba en condiciones
anímicas para desempeñar bien trabajo y no deseaba que me vieran vulnerable.
Ahora
fue el turno de Mirelles de observar a la muchacha y juntando sus manos y
entrelazándola algunas veces. Modo en que sopesaba las cosas que le parecían de
una mayor investigación.
—Si
realmente te encontrabas de ese modo ¿por qué no me llamaste directamente? —
cuestionó Alexandra sin dejar de observarla. — Se supone que soy tu jefa
directa y tal como lo pidió tu madre, solo trabajas para mí y es a mí, a quién
únicamente debes dar cuenta.
—Porque
me faltó valor — respondió Tania humillando su orgullo juvenil.
— ¡Con
que era eso! — exclamó en gracia Alexandra y se levantó de su asiento viendo
ahora directo a su madre. — Creo que ya está resuelto este impasse entre
nosotras Lucía. Será la última vez que traiciones mi confianza eso sí.
—No
volverá a suceder — afirmó avergonzada Lucía.
—Eso
espero — repuso seca Alexandra y viendo ahora a la joven, añadió. — En cuanto a
ti, te presentas a mañana a primera hora en el trabajo ¿de acuerdo?
—
¡Déjame renunciar! — solicitó Tania con cansancio en su rostro. — O al menos,
permite cambiar de área para continuar con mi práctica.
— ¡Um!
Buena estrategia — repuso en forma burlona Alexandra. — Pero déjame responderte
de este modo…No a la primera y No a la segunda.
—Pero —
protestó Tania. — Pensé que era lo que más querías desde que me conociste.
—Lo
fue en su momento, pero ya no. — se mofó Alexandra levantando con soberbia su
mentón. —Así como tu madre me impuso tu presencia. Ahora yo me impongo contigo,
y me permito recordarte de una buena vez quién está al mando aquí y de por qué
soy « tu jefa» ¿queda claro el mensaje señorita Briceño?
—Muy
claro — respondió con pesar Tania.
—Qué
bueno que lo asumas — señaló Alexandra. — porque de hecho tenemos una
conversación pendiente entre las dos. Así que Lucía, necesito que dejes que tu
hija vaya conmigo unas horas. Prometo traerla personalmente a casa.
A
Lucía no le quedo de otra que aceptar ya que estaba en un no buen pie con
Mirelles y la tenía justo dónde quería. Por tanto, solo asintió con la cabeza
sin decir palabra alguna.
—
¡Sube a buscar una chaqueta! — demandó Alexandra y cuando la joven se prestaba
a salir de la sala, detuvo a la chica. —Sabes qué, no hace falta que vayas.
—Pero —
objeto Tania que veía la única oportunidad de encerrarse en su habitación y no
salir más.
—Te
compraré una en el camino — señaló Alexandra que de tonta no tenía un pelo e
intuyó la jugada. — ¡Vayámonos de una vez!
—Como
digas — respondió Tania y besando la mejilla de su madre. —Nos vemos ma.
—
¡Cuídate! — suplicó Lucia, abrazando a su hija.
—Lo
haré. — dijo Tania y pasó por el lado de su jefa sin dejar de lanzar una mirada
enojada.
Solo
consiguió que la sonrisa se extendiera por el rostro de la mujer y dejará que
fuese la propia chica que abriese la puerta para salir de esa casa.
Tal
como esperaba no solo abrió la puerta sino la reja y una vez, fuera le indicó
dónde estaba su moto.
— ¡Colócate
el casco! — ordenó sin contemplación Alexandra.
— ¡Por
favor! — Hizo hincapié en los modales de educación Tania.
Pero…
—Sólo
ponte ese casco — contra dijo Alexandra y antes de colocarse el suyo, añadió —
No me hagas repetirlo.
—Tenía
el concepto de que eras de la que respetaba normas de educación — criticó Tania
sin ponerse el bendito casco.
—En tu
caso no aplica — replicó Alexandra y se
acercó hasta colocar su rostro sobre el de la chica para agregar. —porque eres mi esclava. ¿Lo
recuerdas?
— ¡Bendita
la hora en qué me dejé embrujar por ti! — se lamentó Tania jugando con el
broche del casco. —
Y no soy tu esclava, si no tu sumisa.
—No te
lamentes por algo que tú misma buscaste — reafirmó Alexandra con un ademán de
superioridad en la comisura de sus labios. — y para tu conocimiento de cultura general en el
mundo del BDSM, un sumiso es un esclavo del dominante.
—Tenía
la noción de que en tu mundo todo era consensuado o ¿me equivoco? — intentó
cuestionar el dominio de su jefa. — Jamás pasa si la persona se opone o no
tiene la preparación adecuada antes de aceptar los términos del dominante.
—Qué
manera de acomodar las cosas a tu beneplácito Briceño — objetó Alexandra. — Ya
comienzas a sonar como una llorica y para refrescarte la memoria. Fuiste tú la
que pidió esta relación domino sumisión. Te advertí reiteradamente que te
mantuvieras alejada de mí y saltaste todas las luces rojas que puse en tu
camino; por lo tanto, ya es muy tarde para lamentarse. Ahora ponte ese casco de
una buena vez o me obligas a ejercer mi derecho al dominio enfrente de tu casa
y de tu madre ¡Dudo que quieras una escenita como esa! ¿No es así?
¡Santo
remedio! El casco fue puesto en menos de que cante un gallo y con la cara
hirviendo de la vergüenza. Lo que provocó una sonora respuesta de parte de
Mirelles que se colocó el suyo y montó su moto. A los segundos sintió sobre su
cintura unos brazos delgados que se asían de ella para sostenerse.
Con un
leve golpe, quitó el pedal y arrancó rápidamente del condominio en cuestión.
Salieron a una de las avenidas principales y continuaron su trayecto hasta
llegar a un centro comercial y cerca de un pequeño local que era una boutique
exclusiva estacionaron la motocicleta. Mirelles arrastró a la joven hasta el
local y le hizo comprarse una casaca. El asunto no le tomó más que unos quince
minutos exactos y continuaron su viaje al otro extremo de la ciudad hasta
llegar a un lugar apartado que tenía todo el aspecto de un centro recreativo de
esos que son de colonias de inmigrantes y en este caso, eran alemanes y fueron
recibidos de inmediatos por un guardia que después de tomar sus nombres, les
dejo pasar.
Descendieron
en un sitio lleno de jardines y frente a una pileta con diseños claramente europeos.
También fueron recibidos por uno de los administradores que le acomodó en un
lugar más reservado.
— ¿Dónde
me has traído? — preguntó Tania que no reconocía el lugar. — ¿para qué?
—Tanto
cuestionamiento no es propio de ti Briceño — se burló Alexandra, acomodándose en
una de las sillas. —Te sugiero que te sientes, ya que no voy a conversar
contigo estando de pie y menos con el estómago vacío.
— ¿Y
si no quiero comer? —cuestionó Tania que se mantuvo de pie.
—No
intentes agotar mi paciencia chiquilla — siseó Alexandra. — ¡Siéntate!
No
hubo que volver a repetir la orden ya que la mirada que le lanzaron fue el
mejor motivador para hacerlo.
— ¡Bien
hecho! — Alabó cínicamente Alexandra. — Ahora que estamos cómodas quiero que
elijas del menú algo que sea de tu agrado (Al ver acercarse al garzón)
— ¡Buenas
tardes! — saludó el empleado. — ¿Qué desean servirse señorita Mirelles?
—Lo
mismo de siempre para mí — solicitó ésta y viendo a la joven. — Y ella…
—Yo
solo quiero una pizza si es que tienen — señaló Tania.
—Nuestra
casa tiene las mejores recetas de pizza alemanas. — aclaró el garzón. — la
pregunta es si la señorita la va a querer con masa gruesa o fina.
—Fina —
contestó Tania.
— ¿Algo
para servirse? — preguntó el empleado.
—Un
jugo natural — respondió la joven Briceño.
— ¿Sabor?
—indagó el garzón.
—Frambuesa
— repuso Tania.
—Con
su permiso — dijo el garzón para retirarse y ver el pedido.
Al
momento en que el empleado desapareció de escena, la trigueña quedo viendo a la
joven con una de esas miradas intrigantes en las que se suele cuestionar
interiormente las cosas sin siquiera decirlas.
—Eres
algo sana para tus cosas — expuso Alexandra sin dejar de verla.
—
¿Insinúas algo? — saltó defensivamente Tania.
— ¡Ya
relaja la vena! — señaló Alexandra. — no estoy para jueguitos estúpidos. Si te
traje conmigo es porque quiero que me expliques por qué no acudiste a mí si te
sentías tan vulnerable. Estaba claro que no ibas a decirme delante de Lucía lo
que sucedió aquella noche entre las dos.
—No
sucedió nada que tú no estés acostumbrada Alex — respondió Tania. — solo me
hiciste tu sumisa. Nada extraordinario para ti. Pero muy distinto para mí.
— ¡Por
favor! — protestó Mirelles. — Tampoco era como que yo estaba loca por hacerte
mi sumisa. Puse barreras entre nosotras para que esto no ocurriese y sin
embargo, las franqueaste todas. ¡no puedes culparme por aprovechar lo que se me
brindaba en bandeja de plata!
—Puede
que tengas razón — admitió Tania.
— ¿Puede?
— cuestionó Alexandra.
Hubo
una pausa antes de responder porque les fue traído sus platillos y lógicamente esperaron
que el empleado volviera a retirarse para reanudar la conversación.
— ¿Y? —
volvió a la carga Alexandra mientras degustaba de su platillo.
—Tenías
razón — asumió Tania viéndola seria.
— ¡Bravo!
— exclamó sarcásticamente Alexandra. —
Ahora que está aclarado ese punto; puedes decirme por qué no llamaste.
—Ya te
dije que me sentía vulnerable. —Respondió Tania bebiendo su jugo para aclarar
su garganta.
Alexandra
la quedo viendo y dejo su tenedor sobre el plato y entrelazó sus manos para
luego, dirigirle la palabra a la muchacha.
— ¿Sabes
cuáles son los deberes que asume un dominante? —preguntó Mirelles.
—Desconozco
eso y no sabía que tuvieran «deberes»—comentó Tania. — Más bien creía que
tenían solo derechos y esas cosas.
— ¡Qué
mal por ti! — reprochó Alexandra. — te involucras en un mundo del cuál no sabes
nada y asumes cosas que no son tan ciertas como muchos suponen.
—
¡Ilústrame! —provocó Tania que le devolvió la intensidad de la mirada. — Ya que
estoy metida en esto y así pueda saber los tics para no caer en desgracia
contigo.
— ¡Chistosita!
— objetó Alexandra y sin quitar sus ojos miel de los negros de la joven, aclaró.
— para que no olvides a futuro. Las dominatrices tenemos deberes con nuestras
sumisas y aparte de iniciarlas, también es nuestra obligación protegerlas y
velar en cuidados por algo que es un acto consensuado por ambas partes. No es
puro infringir dolor y señorío en la relación. No pienses que el sado tiene que
ser algo netamente vergonzoso para el esclavo sino placentero, es el arte del
erotismo. Es ir más de allá de lo convencional en el sexo o coito como suelen denominarlo los más
puritanos. ¿Entiendes?
—Supongo
— dijo Tania. — No es muy consensuado cuando haces que la otra persona suplique
por algo que la otra no está dispuesta a involucrarse.
—Si te
refieres a lo sentimental como estás insinuando, déjame recordarte que fui clara
que no esperes amor de mi parte — aclaró aplastantemente Alexandra. — Tan solo
voy a darte lo que tu cuerpo pide, pero no pidas que le entregue a una niña mi
corazón porque eso no va a suceder. Eso es para adolescentes y no para una mujer
como yo.
—Si no
estás dispuesta a dar más ¿por qué insistes conmigo? — siseó Tania arriesgando
más de la cuenta en esa pregunta. — ¿cuál sería la ganancia para ti en todo
esto? Tú, que no estás dispuesta en arriesgarte con una cría como lo dijiste
esa noche. O ¿solo quieres mi cuerpo por
no sentir ya con mujeres afines a tu edad? Y al fin de cuentas, te agrada el
pasto tierno o ¿me equivoco Alex?
—En
verdad tú no sabes cuándo detenerte — amonestó ésta con la quijada tensa del
coraje. — No conoces la prudencia.
—No —
contestó de igual modo Tania. —Contigo no la conoceré jamás. Porque sé que te
gusto y puedo trastocar todos y cada uno de tus cimientos y volverme parte
esencial en tu vida. Y por eso te esfuerzas por destruir mis ilusiones de la
peor manera posible siendo despiadada con mi corazón. Quieres poner a salvo el
tuyo, porque sabes muy bien que alteré tus argumentos en contra del amor porque ya
existió una mujer que te lastimó y por eso te escondes en este mundo tan
retorcido en el que frecuentas; para sentir que estás viva y no muerta como
creías.
— ¡Suficiente!
— masculló con enconó Alexandra, golpeando la mesa con su puño. — No vuelvas a
usar ese tratamiento conmigo Briceño, porque no te voy a permitir que pases del
límite. Eres mi sumisa y no mi terapeuta personal. ¡Abócate a tu papel nada más!
—Te di
una alternativa para ti de dejarme renunciar — arriesgó a un más Tania porque
sabía que podía presionar un poco más. — pero no aceptaste mi trato. Y sabes
también como yo que no existe la palabra rendirme en mi vocabulario y mantengo
mi promesa de esa noche.
— ¡No
me desafíes Briceño! — amenazó Alexandra que a duras penas se contenía.
—No
importa cuán lastimada pueda salir contigo — siseó cuidadosamente Tania y sus
ojos negros se escurecieron a modo desafío. — Voy a llevarme algo de ti conmigo
y ya sabes qué…
Ambas manos
se empuñaron al instante y esa mirada miel parecía el mismo infierno ardiendo a
un nivel desproporcionado y fuera de control.
Dos
chicas, dos mujeres y mundos distintos y experiencias que contrastaban al igual
que el este está del oeste.
Capítulo escrito con el tema de Billie Eilish...Bad guy.
1 comentario:
excelente capítulo, me encanta el realce de los personajes y su modo de ser.
Publicar un comentario