Polos opuestos, capitulo 7
— ¡Dios
cuánto frío hace! — se lamentó una trigueña de cabellos lisos que luchaba a dos
bandos esa mañana.
Dio
unos pasos más hacia ninguna parte, por ratos llevaba su mano derecha a la
altura de su boca y la tapaba por efecto de algún tic nervioso poco reconocido
por sí misma.
Entre
dar unos pasos hacia adelante y después retroceder otros tantos, jugaba con sus
manos tratando de calentarlas con su propio aliento.
Escudriñaban
por su cerebro tantas cosas entre telarañas del destino, jugarretas de la vida
y la mala fortuna que se presentaba a menudo con cara de hipocresía infinita.
Sin duda, que mantenía hilvanando pensamientos por doquier sin poder
desenmarañar la madeja de estos mismos.
Junto
sus manos sobre su rostro como en oración y sintió un vacío tan grande que la sumían en una
incertidumbre tan grande o tan atroz como en ese preciso momento lo estaba
sintiendo.
Intentaba
hace más de 45 minutos dirigir sus pasos hacia algún punto en concreto y por más que lo intentaba
no avanzaba a la nada. Tanto así, que hacía un buen rato que varios transeúntes
le observaban desconcertados y otros tantos pasaban por su lado y la miraban en
forma burlona.
¡Vaya
a saber Dios que disparate pensaban de ella! Y a decir verdad, muy poco podía
hacer. En otras circunstancias lo hubiera manejado al instante, pero esta vez,
no.
De un
repente esa desquiciante rutina se quebró debido a un ruido que le costó
identificar hasta que se dio cuenta que era su móvil el que estaba sonando
dentro de su chaqueta y casi en cámara lenta lo sacó de su lugar. Para quedar
viendo la pantalla y quedar en suspensión psíquica y fuera de raciocinio. Hasta
que terminó siendo llevada mecánicamente a responder.
—
¡Diga! — preguntó entre tímida y a la vez con desconfianza.
Una
respiración suave se escuchó al otro lado de la línea y luego, hablaron…
—
¡Quiero verte! — demandó el interlocutor.
El
solo oír ese timbre de voz, le erizó todos los bellos de sus brazos y tragó con
dificultad porque sintió que se le cerraba su garganta en forma dolorosa.
Pasaron
casi un minuto sepulcral de silencio y puedo roto nuevamente por la otra
persona detrás de la línea.
—Han
pasado dos semanas que no sé nada de ti — cuestionó la otra persona. — Has intentado evadir mis
llamadas anteriores y te advertí que no lo intentarás.
Se
puede decir que le dolían las carretillas de la cara como suelen hablar los
abuelos de antaño, y es que todo en ella estaba rígido en ese momento y
difícilmente podía articular algún sonido.
Eran
un nudo tras otro atorado en su garganta y su cuerpo que se debatía entre el
frío y el encono repentino que brotó apenas reconoció esa voz.
— ¿Por
qué callas? —siguió ejerciendo presión.
Sabía
que no tenía más alternativa más que responder ¡Bueno había otro camino! Y no
lo pensó mucho que digamos.
Puso
enfrente el celular y sin perder más el tiempo cortó la llamada y guardó el
aparato en el bolsillo, rogando para que todo acabase ahí y la vida se
encargará de cerrar ese mal capítulo en su vida.
Pero
como bien dicen por ahí…Lo que mal empieza, mal termina. Y estaba muy
equivocada si las cosas volverían hacer las mismas o que se producirían un hoyo
negro cósmico y se la tragaría en forma definitiva. Y la respuesta no se hizo esperar.
Dos
minutos y volvió a sonar el celular. Lo sacó de su bolsillo solo para r
rechazar la llamada y solo bastó unos segundos y nuevamente a la carga una
llamada entrante. Nuevamente rechazó todo contacto y lo dejo en silencio.
Pero
olvido que había quedado en vibración y le produjo unos calambres la vibración
del aparato por lo que lo sacó y nuevamente cortó toda comunicación.
Esta
vez, no guardó de inmediato dicho aparato sino que estuvo unos 4 minutos a la
esperaba de un nuevo intento, pero no hubo más. Por lo que finalmente lo dejo
ahora en el bolsillo de su pantalón y reanudó su desorientada caminata.
Habrá
dados unos pasos locos por ahí y por allá, cuando la vibración la hizo saltar y
con rabia sacó el dichoso equipo y tras comprobar que no reconocía el número de
contacto, descargó toda su frustración…
— ¿Qué
mierda quieres ahora? — preguntó furibunda la muchacha que estaba a poco de
romper con sus manos el bendito medio de comunicación.
— ¡Ey
cálmate! Soy yo— respondieron al otro lado de la línea. — Tania.
Los
ojos avellana se expandieron tanto que dejo salir todo cuanto llevaba acumulado
dentro de sí y…
— ¡Oh
por Dios! Lo siento tanto — habló entre llanto la joven que no se pudo contener
más. — pensé que
era ella quién volvía acosarme.
— ¡Tranquila
Laura! — dijo Tania preocupada por su amiga. — estoy muy preocupada por ti, ya hace días que no
vas a trabajar y creo que necesitamos hablar.
—Lo sé
— respondió ésta hablando entre su llanto. — no he tenido cabeza para nada después de esa
noche. He mentido a mamá con tal de que no me obligue a ir al hotel.
—Tampoco
yo he ido a trabajar y solo sé de ti por mamá — acotó Tania. — ¿podemos vernos ahora en mi casa?
—No sé
— se excusó Laura. —
estoy algo lejos de todo.
—
¿Dónde estás? — preguntó Tania con angustia.
—En
Viña — contestó Laura. —
caminando por la playa. Solo el mar puede
calmarme.
— ¡Oh
Laura! — se lamentó Tania. —
sabes que estás más cerca de ella de lo que imaginas.
— ¡Por
favor no me digas eso! — suplicó Laura limpiando su nariz tras taparse sus
fosas nasales. —
dime que no es cierto.
—Por
lo que supe por mamá, Martina, tiene una casa en Reñaca— repuso Tanía. — y un departamento en el
centro Viña.
— ¡Lo
que me faltaba! — se lamentó aún más Laura con rabia. — esa maldita me llamó hace
unos minutos.
— ¿Qué
deseaba? —
preguntó nerviosa Tania.
— ¿No
lo adivinas? —contra
preguntó Laura con sarcasmo.
—No
quiero pensarlo — adujo Tania que temía la respuesta.
—La
infeliz quiere verme — contestó con coraje Laura. — que había pasado dos semanas
y debía verme.
— ¿Qué
le respondiste? — inquirió Tania.
—No le
respondía nada — dijo Laura. —
simplemente le corté la llamada y luego, la muy cretina siguió llamando hasta
que le dio hipo.
—Ahora
entiendo porque me respondiste de ese modo —adujo Tania. — hubiera hecho lo mismo.
— ¿Y
tú cómo estás? —fue el turno de Laura en preguntar. — No he sido la mejor amiga que
digamos, pero no podía serte de ayuda.
—La
verdad tampoco me ha ido muy bien que digamos — aclaró Tania. — Desde ese día que no la he
vuelto a ver y menos, quise ir a trabajar. Mamá no ha querido seguir
presionándome con el tema pero estoy segura que sospecha algo.
—Las
mamás tienen un sexto sentido para los problemas de sus hijos. — acotó Laura. — la mía también intuye algo ya
que les preguntó a mis primos y éstos le inventaron un entuerto más grande que un
circo y mi vieja no les creyó ni lo que rezaban. Pero ha sabido darme mi
espacio. Yo no quiero saber cómo reaccionara ella cuando sepa que me metí con
una mujer y mayor más encima.
— ¡Tú
no te involucraste con una mujer! — refutó Tania con pesar. — Ella fue la que se aprovechó.
Soy la única responsable de lo que pasó ese día. Si no hubiera estado tan fuera
de mí por querer estar con Alex, nada de eso hubiera ocurrido.
— ¡Ya
no sirve culpar a alguien! — repuso Laura con tristeza y asumida. — Porque si hubiese sido más
fuerte, no hubiera permitido que franquearan mis convicciones. La única
responsable aquí soy yo por permitirle a esa mujer que trastocará mi vida de
esa manera.
—
¡Laura! — exclamó
con dolor Tania.
— ¡No
sigas! — contradijo Laura. —
¡Ya nada se puede hacer para cambiar las cosas! Esa mujer me marcó y para mi
desgracia tengo que vivir con ello. Tengo que seguir con mi vida y trazarme
nuevos objetivos. ¡Voy a salir delante amiga! Me tomará un tiempo, pero salgo
como que me llamó Laura.
—Estoy
segura de qué lo harás — apoyó Tania entre lágrimas.
—Te
aseguró que no es una bonita experiencia como todo el mundo piensa — repuso
Laura. — Nada de
romance como en los cuentos de hadas que te pintan los demás o que el príncipe
azul te lleva a tocar el cielo. Nada de adornos rosa como en las novelas
baratas que te acostumbran a vender en los kioscos de poca monta. ¡Aquí nada
más es un asunto carnal! Tan simple como eso… ¡Sexo frívolo!
— ¡Um!
— fue el quejido de parte de Tania porque no se atrevía en decir nada más.
—Al
menos una espera que la primera vez, sea memorable y valga la pena hacerlo con
alguien que uno quiere estar al menos. —
dijo sin mucha emoción Laura. —
Pero no es mi caso.
—Laura,
no sigas por favor. —
suplicó Tania que le dolía escucharla hablar de ese modo, tan vacía.
—
¡Déjame desahogarme al menos! — rebatió Laura. — No he tenido con quién descargar mi miseria en
todos estos días y al menos, sé que puedes darme la chance de escucharme. ¡Sé
que es egoísta de mi parte! Y sé que estás con tus problemas también porque no
creo que tu experiencia haya sido color de rosa con esa otra vieja de mierda.
—
¡Tampoco lo fue! —respondió dolida Tania. —
pero a diferencia tuya, yo si buscaba tener algo serio con ella. Pero…
—Pero
no era lo que soñabas ¿Verdad? — dedujo Laura.
—No —
contestó con la verdad Tania. —
nunca fue lo que esperaba encontrar en una mujer como ella.
—
¡Admítelo amiga! —
exigió Laura. —
fuimos las única ilusas que creyeron que todo sería lo máximo al involucrarse
con una mayorcita. Por lo menos a los chicos les funciona meterse con una mujer
mayor, pero a nosotras nos fue como el forro por meternos con viejas torcidas.
— ¡Fue
un error mío nada más! — contravino Tania. — fui quién se equivocó con Alexandra, no tú con
Martina, no la conocías y tampoco tenías que saber sobre sus preferencias. ¡De
hecho ninguna de las dos lo hubiese adivinado! Son mujeres que nos llevan años
luz de experiencia y que muy poco o nada creen en el amor. Por algo necesitan
de esos jueguitos estúpidos para satisfacer su tremendo vacío sentimental. Lo qué más lamento en este minuto es haberte
arrastrado a esto y que hubieses conocido a esa mujer.
— ¡Ya
te dije que no sirve que nos lamentemos! — refutó Laura. — Ni tú ni yo, podemos cambiar
las cosas. Nos tocó vivir lo que nos tocó vivir no más. Ahora debemos tratar de
salir adelante y sacar del universo mental y físico a esas dos imbéciles.
—
¿Cómo lo vamos hacer si trabajamos con ellas? — preguntó Tania asfixiada con
todo lo que vivía.
—Será
tu caso no el mío—contravino Laura. —
ella no se relaciona con mi trabajo gracias a Dios, por mucho que sea amiguita
intima de la infeliz de tu jefa.
—Tienes
razón. — reconoció
Tania.
—Tú
tienes que ver la forma en que vas a continuar con tu práctica—señaló Laura.
— Puedes pedirle a la tía
Lucia que te cambie de área y comenzar una nueva etapa.
—
¡Quizás tengas razón! —admitió
cansada Tania. —
tal vez sea el mejor camino para sacarla de mi cabeza.
—No
solo de tu cabeza, Tani; sino que de tu corazón — refirió Laura. — ella se te metió en la piel y
tienes que anularla cuanto antes, porque vas a sufrir como una condenada si te
llegas a enamorar de una mujer como esa.
—Lo sé
¡Créeme! —repuso Tania. —
estoy muy consciente de eso.
—Entonces
ponte a trabajar en ello, porque debemos retornar a nuestra vida muy luego,
antes que nuestras mamás se den cuenta y arda Troya y Roma juntas de llegarse a
saber lo que nos pasó— explicó Laura. —Cuanto
más pronto lo hagamos, más luego, nos libraremos de problemas bochornosos ¿no
te parece?
—Te
haré caso esta vez — aceptó Tania. —
Es lo mejor.
—No es
lo mejor, es lo que nos queda por alternativa — advirtió Laura. — es un plan b hasta tener
claro lo que haremos cada una con nuestras vidas después de este mal episodio.
—
¿Vendrás a mi casa más tarde? — preguntó Tania. — necesito a mi mejor amiga conmigo.
—Yo
también — aseguró Laura. —
Dame una hora al menos para salir de aquí y tomar un bus que me lleve a casa.
—Te
estaré esperando con algo rico— mencionó Tania. — dulce como a ti te gusta.
—con
un café muy negro — solicitó ácidamente Laura. — para que se me quite lo bobalicona de una vez
por todas y vea la vida como es, no más.
—
¡Amiga! — susurró
Tania.
—Te
dejo— repuso Laura sin emoción. — de lo contrario se me hará tarde y terminaré
enojándome contigo por cualquier tontera y es lo que menos quiero hacer.
—
¡Bueno! — aceptó Tania y escuchó como le cortaron de inmediato la llamada.
Con un
profundo suspiro que descargó parte de la tensión que llevaba encima. La joven
Tello, guardó su móvil y se abrochó la chaqueta corta viento que llevaba puesta
para quitarse el frío costero.
Fue
avanzando despacio a lo largo de lo que suponía era la costanera y ese extenso
sendero de playa y puestos veraniegos que estaban por toda la costa. Se notaba
que era ya invierno porque no había ni un alma por la playa y menos puestos
abiertos. ¡Quizás unas pocas almas que paseaban sus perros! Pero fuera de eso,
nada más.
En
parte agradecía que fuera de ese modo, porque lo molestaría francamente verte
un tumulto de personas en el estado que se encontraba. De vez en cuando miraba
el mar un tanto bravo con sus olas más agresivas que de costumbre y otras
tantas veces miraba el suelo. Pero jamás miró a su costado derecho en lo que
concernía a estacionamiento o la avenida principal atestado de una afluencia de
tráfico vehicular que poco le importaba. No existían para ella.
Continuaban
avanzando a lo largo del sendero, viendo solo sus zapatos avanzar por la acera
gris como si contase los pasos que daba. Sumida en sus pensamientos, a miles de
kilómetros de la tierra por así decirlo.
Sentía
todo pesado y excluyente de sí, como si estuviese dentro de una burbuja que la
alejaba del mundo real. Tal vez, una barrera defensiva que le impedía sentir la
cotidiana rutina, tan solo su respiración y el peso de sus pensamientos.
Un paso,
un suspiro, una mirada perdida en la lejanía y silencio al final de la
ecuación. ¡Nada más inspirador y desolador que eso! ¿Pero qué más podía pedir?
¿Piedad o respiro por su equivocación? ¡En sueños! La vida no es nada
complaciente cuando uno se equivoca y te enrostra repetidamente tus errores en
las malas decisiones tomadas. ¡Aquí no existe la clemencia! Existe la
aceptación de tus acciones para bien o para mal.
Por un
momento, detuvo sus pasos y sintió una punzada cercana a su corazón e
instintivamente llevó su mano a la altura de su pecho y trató de sobar y
aliviar ese malestar. ¡Algo repentino y poco frecuente! Era una mujer muy joven
como para tener dolencias cardiacas y antecedentes no había en su familia por
lo que la dejó perpleja. Al cabo de otros segundos, todo pasó tal como había
aparecido.
—Un
corazón quejumbroso — murmuró entre dientes Laura descolocada por la repentina
dolencia. — ¡Ya
paso! ¡Andando!
Reanudó
su camino más despacio ¡Quizás por precaución! Pero lento al fin y al cabo. No
avanzo más que unos cuantos pasos cuando sintió un frenazo muy cerca de ella,
pero lejos estaba de investigar qué sucedió como se suele hacer normalmente, no
estaba para estupideces y continuó caminando.
Dos o
cuatro pasos más…Cuando la toman fuertemente del hombro y la voltean
bruscamente…
— ¡Te
dije que quería verte! — fue la exigencia que halló al encontrarse cara a cara
frente a una pelirroja de unos centelleantes ojos verdes que la fulminaban con
la mirada.
¡Ahora
sí! Perdió el color y el calor de su cuerpo al encontrarse frente a ella…
—
¡Martina! — exclamó Laura con pavor. Que tembló de pies a cabeza por ese
encuentro.
— ¡Al
menos recuerdas mi nombre! — recriminó la pelirroja escudriñándola fieramente.
— ¿Qué
haces aquí? — preguntó Laura.
—Vivo
aquí en Viña por si no lo sabías encanto — se burló Martina.
— ¡Lo
olvide! — se lamentó Laura golpeando su frente. — ¿Cómo me encontraste? Se suponía que no había
ninguna probabilidad de toparnos. ¡Fue
un error venir justamente aquí!
—Sabía
que podías estar por la ciudad — aclaró Martina sin dejar de verla. — a tu edad es muy frecuente
huir y encontrar paz cerca del mar.
— ¡No
lo olvidaré a futuro! — se dijo para sí, Laura.
—Seré
honesta, no fue coincidencia sino
certeza de que estabas en Viña por eso te llamé — dijo Martina.
—
¿Cómo? — preguntó
Laura.
—Te
rastreé por el Gps —Develó sin escrúpulo alguno Martina. — conseguí tu número de celular
por medio de Alex y por ello, pude saber que estabas aquí.
— ¿Me
estás vigilando? — preguntó choqueada Laura. — ¿Quién demonios te crees para hacer una cosa
así?
— ¡Ve
bajando el tonito niña! — replicó Martina sujetando su mano que ya iba por su mejilla para ser golpeada. — No estás en posición de
reclamar. Te recuerdo que soy tu dominatriz, te guste o no.
— ¡No
me lo recuerdes! — bramó Laura que ya comenzaba a encolerizarse.
—
¡Mantén tus manos quietas, caramba! —
ordenó seca Martina sujetando su mano y colocando presión sobre la misma.
— No estamos en un lugar
apropiado para montar esa clase de espectáculos.
— ¡Lo
olvidaba! — siseó Laura que hervía por dentro. — Las mujeres como tú, guardan las decorosas
apariencias a la luz del día. No pueden ver la clase de mujeres retorcidas que
son realmente.
¡Zas!
Fue el sonido de una sonora cachetada que le propinaron a la joven Tello que le
giró su cabeza y la descolocó completamente, puesto que no la vio venir.
— ¡Me
respetas! — exigió Martina con una dura mirada que le lanzó a la joven. — ¿Me has oído?
—
¡Eres…!— masculló con rencor la joven que se volteó a verla. — Eres…
— ¿Soy
qué? — exigió
Martina presionando ahora su rostro fieramente. — ¡Dilo!
—No se
me da la gana decirlo — siseó Laura sosteniendo la mirada con el mismo coraje
que la otra mujer. —
¿Puedes soltar mi cara? No soy tu hija ni tu propiedad.
—
¡Claro que no eres mi hija! —
espetó Martina que soltó gradualmente la presión y retiró su mano del rostro de
la joven.
—Por
tu estilo de vida, difícilmente tendrías hijos — provocó Laura con una mirada
altanera. —
Descubrirían que su madrecita sería todo menos una santa.
— ¡Al
diablo contigo Laura! — bramó Martina y la tomó fuerte de su brazo para
arrastrarla junto a un vehículo estacionado más allá. — No estoy para recibir tu
pesadez infantil. ¡Te vienes conmigo te guste o no! Porque yo si tengo derecho
sobre ti, fiera mía.
—
¡Suéltame desgraciada! —
masculló furiosa Laura, que ancló sus pies de golpe sobre la acera y puso todo
su peso en ello. —
No iré a ningún lado más contigo, ¡Nunca más!
Al
igual que un resorte el cuerpo de Martina o mejor dicho su brazo, rebotó contra
el cuerpo de la joven Tello y fue el acabose de su paciencia. Se giró por
completo y sin pedirle permiso alguno, en un solo movimiento la alzó en brazos
y condujo la distancia que le restaba con su auto, soportando todos los golpes
que en su espalda le dieron.
— ¡Abra
esa puerta José! — ordenó Martina a su chofer.
—Enseguida
— respondió el hombre abrió rápidamente la puerta detrás del mercedes.
—
¡Adentro! — ordenó Martina dejando caer el cuerpo de la joven y subiendo ella
también al coche. —
Directo a casa José y busca un atajo para llegar pronto.
—Como
usted ordene — contestó el chofer al sentarse al volante y cerrar la cortina
automáticamente que lo separaba de su patrona.
No
solo se perdió contacto con el chofer sino que se oscureció la separación con
él al igual que los vidrios de los costados del vehículo.
— ¿Qué
demonios pretendes? — masculló con rabia Laura y a la vez, asustada.
—Para
pretender ser tan brabucona como quieres mostrar, no dejas de ser una cobarde —
espetó Martina, ordenando su traje sin dejar de verla por el rabillo de sus
ojos. — ¡Admite
que tienes miedo más que nada!
—Nunca
voy a darte en el gusto — respondió Laura, alejándose lo más posible de aquella
mujer, no quería tener contacto con su cuerpo.
—Eres
tremendamente predecible, niñita tonta — se mofó Martina que giró su rostro
para verla. — no
puedes ocultar lo obvio contigo.
— ¿Y
qué sería lo obvio según tú? —
desafió Laura cruzándose de brazos en su pecho.
—Tu
cuerpo — acusó descaradamente Martina viéndola con morbo. — Se debate entre sostener tu
rabieta o rendirse a su dueña.
—Yo no
voy a darte el gusto nuevamente de estar íntimamente contigo — mencionó con
indignación Laura alzando su barbilla en forma desafiante. — No importa lo que digas, yo
no quiero ser parte de tu mundillo y menos ser tu juguete sexual que tomas
cuando se te da la reverenda gana. Me importa un comino si eres dominatriz y
tienes una reputación que cuidar. Yo solo quiero que te desaparezcas de mi vida
para siempre. Quiero que seas tan solo un mal recuerdo de una noche estúpida.
Aquellos
ojos verdes la contemplaban con diversión y paciencia tal que no se podía
anticipar nada con ella. Tan solo observaba tranquilamente los esfuerzos de la
joven. Martina jugo con sus manos y
tocando el borde de sus uñas meditaba en las palabras de aquella chiquilla.
—Sería
muy fácil para mí, desaparecerte del mapa de mis recuerdos y del mundo en que
me desenvuelvo. Ese mundo sórdido como tú has dicho — expuso Martina con medida
calma, mordiendo cuidadosamente cada palabra que salía de sus labios como quién
disfruta de un gran postre o vino. —
Y cerraría todas las puertas para que nunca más puedas siquiera asomarte.
¡Créeme que sería tan fácil como chasquear mis dedos! Pero eso te facilitaría
tanto las cosas a ti a un punto de hacerlas agradable y no es la idea. ¡Verás
mi querida Laura! En mi mundo hay un precio que pagar y tú vas a pagar el mío
con creces.
— ¿Qué
quieres decir con pagar un precio? — interrumpió Laura. — Que yo sepa, ya pague bien
caro, la imprudencia de haber ido a ese antro y no estoy dispuesta a seguir
pagando eternamente por algo que no buscaba y que por desgracia me tocó vivir.
— ¡Hablas
como si hubieras padecido un infierno! — se burló Martina tomando entre sus
dedos parte de los cabellos de la joven y jugar con ellos. — Quiero recordarte que tampoco
fue una violación o algo que se le asemeje. Fue un mutuo placer el que compartimos
esa noche. Ahora sobre el precio a pagar, no lo harás tú si no yo, ya que en
nuestra comunidad hay una regla muy clara que es la familia. Tenemos por norma
no involucrarnos con ningún miembro o parentesco con nosotros a menos que
asumamos una unión con ese sumiso o sumisa. ¿Me explico?
—Para
ti puede estar claro como el agua, pero sigo sin entender que diantres tengo yo
que ver con tu mundillo y sus normas — señaló molesta Laura. — si mal no recuerdo, tu misma
dijiste que hay novatos que buscan ser iniciados y es elección de un dominante
si quiere o no serlo y el tiempo que desee permanecer en ese tipo de relación
¿no es así?
—Eso es
correcto — respaldó Martina divertida sin dejar de jugar con esos cabellos.
— ¿Entonces
cuál es tu punto? — cuestionó Laura que intentaba en vano dejarse acariciar por
la pelirroja.
— ¿Aún
no lo entiendes verdad? — persistió Martina. — ¿por qué crees que insisto contigo?
—Ni
idea a decir verdad — se mofó Laura. —
no tengo una bola de cristal o una carta astral para adivinar tus intenciones.
— ¡Qué
mal! — advirtió Martina que le tomó el rostro en sus manos y le quedo viendo
fijamente a los ojos. —Voy
aclarar tu cabecita entonces. Aquella noche terminé por involucrarme con cierta
novata a la cual hice mi sumisa ¿Pero no cualquier novata? Sin saberlo termine
haciendo sumisa nada menos a que a la hija de una antigua miembro de nuestra
comunidad.
— ¿Qué
diantres trata de insinuar? — preguntó descompuesta Laura que no le estaba
gustando la dirección en qué iban las cosas.
—No
estoy insinuando nada — aclaró tajantemente Martina. — estoy afirmando que me
involucre con la hija de una antigua miembro de esta comunidad y que no es nada
menos que tu madre. ¿Me entiendes ahora?
— ¿Cómo
te atreves a levantarle semejante calumnia a mi madre? — terminó por enfurecer
a Laura que le quitó la mano bruscamente a la pelirroja. — Eres el colmo de desgraciada.
No basta que seas retorcida sino que te gusta enlodar a otros con tu mugre.
— ¡Alto
ahí! — bramó Martina sujetando ambas manos de la joven. — Tienes una tendencia
compulsiva de andar agrediendo a otros cada vez que te dicen algo que no te
agrada.
— ¡Suéltame!
— exigió Laura llena de rabia.
—No
hasta que te controles de una buena vez — demandó Martina y anuló las manos de
la joven. — Ya es
hora que domines tus emociones y te comportes un poco mejor y no como una
niñita mal enseñada.
— ¡Mira
quién habla! —siseó
Laura intentando en vano zafarse del agarre. — Tú puedes ir por la vida haciendo tu real gana y
tomando a chicas que no quieren ni verte en pintura y calumniar a su familia
solo porque eres adulta y de buena familia con educación pagada.
— ¡Realmente
eres una cría resentida y prejuiciosa! — terminó por enojarse Martina que le
soltó las manos y la encaró fieramente. —
¿crees tú que yo me gastaría mi tiempo, paciencia y palabras en andar difamando
a la gente? No soy de ese tipo de personas. Además, eres la única niñata con la
que tuve la desgracia de involucrarme sexualmente hablando y que resultó ser la
hija de una mujer del pasado de una amiga de infancia. Aunque me fastidie el
asunto; estoy metida hasta el cuello en todo esto y estoy asumiendo las
consecuencias de mis actos y voy a cumplir mi promesa que le hice a tu madre
hace unos días.
— ¿Qué
hiciste? — preguntó Laura con los dientes apretados. — ¿Qué le prometiste a mi
madre?
Ahora
fue el turno de Martina de resoplar con fastidio y molestia genuina. Su rostro
denotaba cansancio y también aceptación de los hechos…
—Por
el bien de las dos — develó Martina observando aquellos ojos almendrados.
— a partir de ahora, nos
convertiremos en pareja.
— ¡¿Qué?!
— chilló fuera de sí, Laura descompuesta completamente ante el comentario.
—Lo
que has oído — respondió serenamente Martina y volvió acomodarse en su lugar,
dejando en el limbo a la joven. —
por eso quería hablar contigo personalmente. Además, quise darte un tiempo para
que pudieras asumir los hechos que vivimos esa noche. Ahora, puedes hacerte a
la idea el precio que debemos pagar ambas por nuestra imprudencia.
Laura,
realmente quedo petrificada y a la vez, atontada por partida doble.
Primeramente por la información del pasado de su madre y la segunda, porque el
futuro no era nada prometedor para ella.
¡Era
su fin! Una noche que resultó ser trascendental…Una noche que jamás podría
olvidar de su memoria, de su corazón o de su piel.
2 comentarios:
este capitulo me adejado sin palabra ... eres la mejor
Si tienes mas de esta historia porfa. Anrhia. Sube mas.
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